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EL SIGLO XVI 1504-1516: AÑOS DE CAMBIOS Con la muerte de Isabel la Católica (el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo) empezó una etapa de inestabilidad para el reino de Castilla. En su testamento dejó señalado que, si bien la heredera del reino era su hija Juana, casada con Felipe de Austria, el regente sería su esposo Fernando el Católico: éste la proclamó reina de Castilla y tomó las riendas de la gobernación del reino acogiéndose a la última voluntad de su esposa, lo que no gustó mucho a la nobleza castellana que nunca le había terminado de aceptar. Pero el marido de Juana no estaba por la labor de renunciar al poder y en la concordia de Salamanca (1505) se acordó el gobierno conjunto de Felipe, Fernando el Católico y la propia Juana. Pero pronto se manifestaron las malas relaciones entre el yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro de modo que por la concordia de Villafáfila (1506), Fernando se retiró a Aragón y Felipe fue proclamado rey de Castilla en las Cortes de Valladolid con el nombre de Felipe I. Fernando abandonó Castilla y se refugió en Aragón. Haciendo gala una vez más de su visión política, firmó un acuerdo de amistad con su acérrimo enemigo el rey francés por el que se casó con Germana de Foix. Si hubiera vivido el hijo que tuvieron, es probable que Fernando hubiera intentado que se convirtiera en rey de Aragón. Pero la muerte repentina de Felipe el Hermoso (25-09-1506) volvió a cambiar la situación. La reina Juana, que ya había dado muestras de no tener sus facultades mentales sanas, entró en un estado de locura ante la muerte de su marido que la llevó a vagar por las tierras de Castilla con el cuerpo muerto del rey Felipe durante más de ocho meses. Enterado su padre de la situación, y llamado por el Cardenal Cisneros, volvió rápidamente a Castilla, se encontró con su hija, a la que convenció para que enterrara a su marido en el convento de Tordesillas en el que ella misma quedó recluida y consiguió que ésta le entregara el gobierno de Castilla del que se ocupó hasta su muerte. En estos años, Fernando mantuvo la política que había llevado a cabo junto con la reina Isabel, la cual llevó a Castilla y Aragón a vivir una segunda etapa de gran desarrollo. Además se impulsó una política exterior muy agresiva cuyos mayores éxitos fueron: - las victorias militares de Ceriñola y Garellano por parte del Gran Capitán, que aseguraron a Fernando el dominio del reino de Nápoles del que fue proclamado rey en 1507 y que permanecería bajo dominio español hasta el siglo XVIII; - la toma de diversas plazas en el norte de África (Orán, Bujía y Trípoli y la sumisión de varios reyes magrebíes); - la anexión militar de Navarra al reino de Aragón en el año 1512 que luego fue integrada a Castilla (1515) respetando sus leyes forales y normas. El 23 de enero de 1516, Fernando murió en Madrigalejo (Cáceres). Los cardenales Cisneros y Alfonso de Aragón se hicieron cargo inmediatamente de la regencia de los dos reinos hasta que el hijo de la reina Juana, Carlos, llegara para hacerse cargo del gobierno. Esta etapa no estuvo exenta de problemas, ya que la nobleza castellana intentó hacerse con el poder sin considerar que el cardenal Cisneros no estaba dispuesto a cederlo ya que él se consideraba la persona escogida por el rey Fernando y a nadie sino al heredero entregaría esos poderes. La muerte del cardenal Cisneros tuvo lugar en Roa (Burgos) en 1517 cuando iba camino de Cantabria para encontrarse con el nuevo rey, a quien no llegó a conocer. . CARLOS: REY Y EMPERADOR (1516-1555) LA HERENCIA: FERNANDO (Aragón e Italia) ISABEL (Castilla y posesiones ultramarinas) MAXIMILIANO (Austria y derechos imperiales) MARÍA (Flandes, Luxemburgo y Franco-Condado) ADQUISICIONES (Bohemia, Milanesado y Túnez) DISPERSIÓN TERRITORIAL: PROBLEMAS: - Dificultad de controlar y gobernar - Problemas de comunicación entre territorios dispersos SOLUCIONES: - Personas de su confianza que gobiernen en su nombre (regentes en Castilla: su esposa Isabel y su hijo Felipe; virreyes en Aragón, Italia y América: nobles y militares; gobernadores en Flandes: su tía Margarita) - Búsqueda de empresas comunes a todas sus posesiones (defensa del Catolicismo frente a los turcos) POLÍTICA INTERIOR La llegada al poder y sus problemas La situación personal de la reina Juana a la muerte de su padre decidió a los políticos de la época a dar un “golpe de estado legal” para que su hijo mayor, el príncipe Carlos, pudiera gobernar y así evitar ser regente provisional. Así, aprovechándose de la legitimidad que tenía su madre como heredera de los Reyes Católicos en Castilla y en Aragón, él mismo se añadió los títulos reales que les correspondían a su madre. Así oficialmente, ambos, Juana y Carlos, correinaron en Castilla y Aragón y, de hecho, ella nunca fue declarada incapaz por las Cortes Castellanas ni se le retiró el título de Reina. Mientras vivió, en los documentos oficiales debía figurar en primer lugar el nombre de la reina Juana. Carlos, un joven de 16 años, desconocedor de la política, la realidad española e incluso de la lengua, entregó los cargos más importantes a los nobles flamencos que le acompañan que se enriquecen pronto provocando el enfado de la nobleza que se considera rechazada y de las ciudades que temen que el rey recorte su influencia y solo busque dinero para sus empresas europeas. Su petición de dinero mediante trampas para pagar su viaje al Imperio para ser elegido emperador a la muerte de su abuelo desata la revuelta de las ciudades castellanas (1519-1521) que se organizan en Comunidades y deciden crear la Santa Junta que, en el nombre de la reina Juana, pretendían gobernar el reino. Exigían al rey que permaneciera el mayor tiempo posible en Castilla, que los cargos políticos recayeran en castellanos, que recortara el poder de la nobleza en las ciudades….. Aunque al principio la nobleza se puso del lado de las Comunidades, pronto las abandonó por temor a lo que pasara tanto si éstas vencían como si lo hacía el rey. Así, pronto pasaron a ayudar al regente cardenal Adriano de Utrecht que organizó un ejército bien armado que en poco tiempo doblegó a las tropas comuneras (formadas por gente del pueblo con poca preparación). La batalla final tuvo lugar en Villalar el 21 de abril de 1521 y allí mismo fueron condenados y ajusticiados Padilla, Bravo y Maldonado, jefes comuneros. Unos meses después, Toledo, que había resistido a las tropas imperiales, se entregó dando fin a la guerra. Carlos impuso como castigo a las ciudades sublevadas un impuesto de 15 años, pero, con el tiempo, terminó haciendo suyas muchas de las propuestas comuneras. En esos mismos años y en el reino de Aragón, también hubo de acabar con las Germanías, movimiento urbano y rural que quería acabar con los privilegios de la nobleza y que se levantó en buena parte de las ciudades valencianas más importantes. El rey y la nobleza acabaron con este movimiento y los nobles, al igual que en Castilla, vieron reforzado su poder. A partir de los años 20, Carlos no va a encontrar oposición alguna en sus reinos hispánicos que se convertirán en el motor de su política imperial gracias a las cantidades enormes de oro que llegaban de América y que servían para pagar esa política. Precisamente por ello, y a pesar de la fortaleza económica de Castilla, ésta no pudo aprovecharse de esa llegada de oro que podía haberla modernizado aún más y hacerla más fuerte por lo que los síntomas de crisis se empezaron a hacer evidentes cuánto más poder alcanzaba. El sistema polisinodial Con este nombre se ha dado en llamar al modo de organización interna del Imperio Español en una serie de Consejos, cuyas bases fueron puestas entre 1521 y 1523, una vez solventados los problemas de la elección imperial y de los comuneros. En un principio, Carlos I creó un "Consejo Secreto de Estado", que se convirtió en el germen del que sería llamado simplemente "Consejo de Castilla", que fue el modelo de los demás que, perfeccionado por su hijo y sucesor Felipe II y con modificaciones posteriores, pervivió prácticamente hasta el siglo XVIII. Los Consejos estaban compuestos por personas escogidas personalmente por el Rey (cumpliéndose una serie de reglas no escritas a la hora de escogerlos) que, bajo la presidencia del mismo Rey o de algún representante suyo (la mayoría de las veces) discutían sobre algún tema. El Rey siempre tenía la última palabra, pero no es imposible comprender el poder que acumulaban: primero, porque el Consejo era el lugar donde el Rey pulsaba las posiciones de diversas facciones nobiliarias, eclesiásticas o cortesanas. Segundo, porque en épocas en las que el monarca no estaba capacitado (enfermedad, guerra, etc.), ellos eran los verdaderos gobernantes en su área de acción. Tercero, porque, en aquella época, el poder legislativo, ejecutivo o judicial no estaban estrictamente separados, por lo que los Consejos se convirtieron en una especie de Tribunales de Apelación; cuarto, porque, como ahora veremos, ciertos Consejos tenían unidas tareas mundanales y espirituales, por lo que solían tener las llaves del prestigio social, de importantes ingresos económicos o de clave política. En este orden destaca la importante labor de los secretarios. Los secretarios de los Consejos eran los encargados de trasladar al Rey las deliberaciones de los Consejos y de trasladar a los miembros del Consejo las decisiones y resoluciones del Rey. No obstante, su poder iba más allá de esto, pues se convirtieron en los verdaderos gestores de la voluntad Real: de sus transcripciones dependía la exactitud con que el monarca percibía las declaraciones de los miembros de los Consejos, aceleraban o retrasaban la entrega de las deliberaciones al Monarca, daban su parecer al mismo (hay que recordar que ellos eran los que trataban a diario con él) y traficaban con la información privilegiada que tenían. Muchos autores de la época denunciaron sus tejemanejes y fueron protagonistas de no pocos escándalos políticos. 1. Consejo de Castilla: Indudablemente el más importante, en tanto que se ocupaban de los asuntos del Reino más importante para Carlos I. Además, era el de mayor prestigio. Se ocupó de la Regencia de Castilla durante un tiempo, y aunque su número varió con el tiempo, en él se reunían representantes de las principales casas nobiliarias de Castilla, dos o tres eclesiásticos y un número variable de licenciados. Sus principales funciones eran el gobierno del Reino de Castilla, así como la administración de justicia, siguiendo la labor de ‘tribunal de apelación’ antes comentada. De hecho, esta segunda función fue la más común, provocando la queja de algunos autores políticos de la época como Covarrubias, que señalaba que este Consejo se ocupaba más de pleitos que del gobierno, a pesar de los esfuerzos por parte de Carlos I de impedirlo. 2. Consejo de Estado: Instrumento del Rey de España cuya finalidad era debatir sobre la política exterior del Reino. Presente ya en el Reinado de los Reyes Católicos, dentro del Consejo Real. El Rey decide crear un consejo propio para los asuntos externos del Reino debido a la gran actuación exterior que marcó su reinado. Empieza a funcionar en 1526 cuando Solimán el Magnífico amenaza Austria. Es el único Consejo que no tiene presidente, pues es el propio Rey el que asume esa función. Sus consejeros no son especialistas en leyes sino expertos en relaciones internacionales. Los consejeros eran miembros de la alta nobleza y del alto clero. Su misión era asesorar al Rey sobre la política exterior y tenía el control de las embajadas de Roma, Viena (dinastía familiar de los Austrias),Venecia, Génova, y de las principales potencias de Europa: Francia, Inglaterra y Portugal. A diferencia del Consejo de Castilla, en el que el Rey escuchaba a los consejeros y ejecutaba las conclusiones que le presentaban, en el Consejo de Estado era el propio Rey el que exponía los puntos a debatir, escuchaba a sus consejeros y, posteriormente, el mismo monarca tomaba las decisiones que habían de tomarse. 3. Consejo de Aragón: Hay que destacar una serie de excepciones de este Consejo: primero, que la presidencia recaía en el vicecanciller de Carlos I, no en Carlos I, debido a que se perpetuó una pragmática de tiempos de los Reyes Católicos; segundo, que la composición del Consejo se hacia por territorios, no por familias nobiliarias; tercero, que este Consejo vio recortadas sus funciones judiciales, funcionando de modo similar al de Castilla sólo para asuntos de Mallorca y Cerdeña. Cuarto, destaca el hecho que este consejo fue el más ignorado por Carlos V, esencialmente por problemas de nombramientos. 4. Consejo de la Santa Inquisición: De existencia irregular, en un principio fue creado por Carlos I en 1535 para eliminar la jurisdicción temporal que la Inquisición gozaba. No obstante, en 1545 el entonces regente Felipe volvió a conceder la jurisdicción temporal a la Inquisición, y el Consejo se reconvirtió en un órgano mediador entre la jurisdicción ordinaria y el Santo Oficio. 5. Consejo de Órdenes: Ya en tiempos de los Reyes Católicos, el rey Fernando eliminó la independencia de las órdenes militares convirtiéndose él mismo en maestre de las tres principales órdenes militares. Desde ese momento se detecta periódicamente una especie de reunión informal del Rey con los consejos del Maestre de dichas órdenes, a fin de administrar dichas instituciones. En 1523, el papa Adriano VI concedió las órdenes al Reino de Castilla, por lo que pasa a la jurisdicción real un importante patrimonio: dos ciudades, doscientas villas y un centenar de aldeas, repartidas en un territorio que, en el caso solamente de la Orden de Santiago, llegaba a ser el 4% del Reino de Castilla. Además se presentó el problema de que, al desaparecer la figura del Maestre, las Órdenes perdían el centro organizativo que las mantenía. Por todo ello, Carlos V decidió crear el Consejo de Órdenes, a fin de gobernar, administrar justicia y dar gracia en aquellos territorios. Formado por los caballeros de las Órdenes, Carlos V aprovechó el Consejo para reducir gradualmente los privilegios de los que gozaban, especialmente por razones políticas pues muchos de ellos ayudaron a los Comuneros, pero escaparon del castigo en función de sus privilegios. 6. Consejo de Hacienda: La creación de este Consejo en 1523 supuso una notable racionalización de la Hacienda castellana, que hasta aquel momento disponía de dos contadurías que continuamente se enfrentaban entre ellas (la Mayor, encargada de la recaudación de los impuestos y de su administración, y la de Cuentas, que se ocupaba de intervenir y verificar las cuentas de la anterior). Este consejo estaba formado por tres consejeros, normalmente licenciados con experiencia en la burocracia de la Corte y cuatro asistentes (Tesorero, escribano de finanzas, contador y secretario). Así, sus competencias incluían el ejecutar los gastos, proponer nuevas fuentes de financiación, proponer presupuestos y pedir informes a los contadores (algo así como los actuales contables) de los demás Consejos. Obviamente, este Consejo de caracterizó por las continuas fricciones con los demás Consejos, agravados por el hecho que los miembros del Consejo de Hacienda raramente eran de importantes familias, al contrario que el resto de Consejos. 7. Consejo de Indias: Fue fundado en 1511 y reformado más tarde por Carlos V, en 1524. Estaba compuesto, básicamente por un Presidente, un Gran Canciller, doce consejeros, el personal subalterno habitual y algunos puestos específicos de este Consejo de Indias, como el de Cronista oficial de Indias, Cosmógrafo y un oidor de la Casa de Contratación -que era también Superintendente de la Recopilación de las Leyes de Indias-, con cuatro oficiales. En cuanto a sus competencias, tenía suprema jurisdicción en todo lo relativo a mar y tierra del Nuevo Mundo, en lo militar y lo político, en la paz y en la guerra, en lo civil y criminal; supervisaba el funcionamiento de la Casa de Contratación de Indias, en Sevilla; proponía los puestos de virreyes, generales de armadas y flotas, arzobispados y obispados en Indias; entendía también en algunos pleitos de justicia POLÍTICA IMPERIAL - Muerto su abuelo, el emperador Maximiliano, Carlos viaja al Imperio para reunirse con los príncipes alemanes en la Dieta en la que se había de elegir nuevo emperador. Había varios candidatos (destacando él mismo y el rey Francisco I de Francia), pero Carlos se alza con el título. La enemistad del rey francés será eterna. - Nombrado y coronado emperador en Aquisgrán en 1520, Carlos V inicia su política imperial centrada en una idea: la UNIVERSITAS CHRISTIANA. Ésta consiste en que, si toda Europa es católica, es lógico que todos estén sometidos al poder espiritual del Papa de Roma y al poder temporal del emperador (que además se consideraba defensor de la fe y se compromete a mantener al pueblo europeo bajo el yugo cristiano), de manera que todos los gobernantes cristianos debían respetar al Papa y aceptar la tutela del emperador,. Esta idea, que en la Edad Media hubiera funcionado bien, había quedado anticuada y apenas nadie estuvo de acuerdo con ella. Al contrario, Carlos V tendrá importantes enemigos para el desarrollo de su política: Francia, el Papado y los príncipes alemanes. Además tendrá que hacer frente al empuje que el Imperio Turco, gobernado por Solimán el Magnífico, hace en el Mediterráneo Oriental y en la Europa Oriental. Y también habrá que frenar a los berberiscos del norte de África. Francia El enfrentamiento durará todo el reinado de Carlos debido a tres razones: -porque Francisco no perdonaba que Carlos fuera elegido emperador, -porque no admitía la tutela de éste y -porque deseaba romper el cerco territorial de Francia, rodeada por Carlos. Las formas de enfrentamiento fueron dos: -aliarse con los enemigos de Carlos (los protestantes, el Papa o los turcos); -las guerras continuas: Primera guerra o del Milanesado (1521-1526), Francia, se apoderó del Milanesado y ayudó a Enrique II a recuperar el Reino de Navarra, tras su conquista en 1512. Sin embargo el monarca francés fue derrotado y hecho prisionero, junto al monarca navarro, en la batalla de Pavía. Francisco fue llevado a Madrid en donde firmó el Tratado de Madrid (1526), por el cual no volvería a ocupar ni el Milanesado ni apoyaría al rey de Navarra (pacto que denució meses después por firmarlo bajo coacción) y entregaría Borgoña a Carlos, además de renunciar a Flandes e Italia. Segunda guerra (1526-1529). Francisco I se alió con el Papa Clemente VII (1523-1534). Las tropas imperiales saquearon Roma (1527) y, tras vencer al rey, Carlos V llegó a un acuerdo con el Papa que lo coronó emperador en Bolonia (1530). Tercera guerra (1536-1538). Francisco I se alió con el sultán turco Solimán el Magnífico e intentó adueñarse de Saboya mientras Carlos V invadía Provenza. Cuarta guerra (1542-1544): de nuevo Francisco I se alió con los turcos y el emperador, ocupado con los problemas religiosos de Alemania, aceptó la paz de Crêpy. Quinta guerra (1552-1556). Enrique II invadió La Lorena y ocupó las plazas de Metz, Toul y Verdún, que quedaron en su poder tras la tregua de Vaucelles. La situación quedó –más o menos- como estaba al principio del siglo. El Papado Aunque al principio todo fue bien (sobre todo porque su maestro y amigo el cardenal Adriano fue elegido papa), todo cambió cuando llegó al trono papal Clemente VII que no aceptaba ser tutelado por Carlos y deseaba mandar en Italia con el apoyo de Francia. Su acuerdo con este país para atacar a Carlos, el nuevo ataque a Milán y la falta de paga a los soldados imperiales hizo que éstos cayeran sobre la capital papal produciéndose el tristemente célebre Saco de Roma (1527). El papa tuvo que huir de su prisión mientras en Roma se producían robos, asesinatos, violaciones y destrucción. Los soldados salieron de la ciudad, el emperador se disculpó (aunque acusaba al papa de ser el responsable) y sus relaciones mejoraron tanto que en 1530 Carlos fue coronado por el papa en Bolonia. Los príncipes alemanes y el Protestantismo La Reforma religiosa iniciada por Martin Lutero (1483-1546) fue apoyada por muchos príncipes alemanes que deseaban oponerse a la autoridad del emperador y adueñarse de las grandes posesiones de la Iglesia alemana. En las Dietas de Worms (1521), Spira (1529) y Augsburgo (1530) el emperador intentó dialogar con Lutero y los príncipes protestantes, pero no se alcanzó un acuerdo. Agotado el diálogo, los bandos enfrentados recurrieron al uso de la fuerza. Los protestantes alemanes constituyeron la Liga de Smalkalda mientras los católicos se unieron en la Liga de Nüremberg. En 1547, las tropas imperiales al mando del duque de Alba derrotaron a los protestantes en la batalla de Mühlberg, pero en 1552 Mauricio de Sajonia traicionó al emperador aliándose con Francia y le derrotó en Innsbruck. Por la paz de Augsburgo (1555), Carlos V reconoció la libertad religiosa de los príncipes alemanes y que los súbditos estaban obligados a abrazar la religión de su señor (teoría de “Cuius regio, eius religio) lo que significaba que dentro de cada demarcación no se toleraron las disidencias religiosas. Reforma y Contrarreforma Desde finales de la Edad Media, en Europa se sentía la necesidad de emprender una profunda reforma religiosa que acabara con los vicios y la corrupción de la Iglesia. Lutero, en Alemania, fue el primero en romper con el dogma establecido, poniendo fin a la unidad de la cristiandad occidental. 1. Lutero y sus tesis A principios del siglo XVI la imagen que ofrecía la Iglesia indignaba a muchos cristianos, que no podían aceptar prácticas como la compraventa de cargos eclesiásticos, el lujo de los papas, que se comportaban como príncipes renacentistas, la vida relajada de los clérigos y su escasa preparación. Martin Lutero (1483-1546), monje agustino y profesor de teología de la Universidad de Wittenberg, se rebeló contra Roma cuando el Papa León X(1513-1521) ordenó, en 1517, la predicación de indulgencias, es decir, el perdón de los pecados a cambio de limosnas para financiar la reconstrucción de la basílica de San Pedro. El 30 de octubre de ese año Lutero fijó en la puerta de la iglesia de Wittenberg sus noventa y cinco tesis contra la doctrina católica. Los puntos principales de su reforma eran: - La justificación por la fe: las personas se salvan sólo por su fe, y no por sus obras. - El sacerdocio universal: todos los creyentes pueden interpretar libremente los textos sagrados. - El libre examen de la Biblia, con el rechazo de la tradición de la Iglesia como fuente de la verdad y como autoridad en la interpretación bíblica. - Abolición del celibato sacerdotal obligatorio. - Reducción de los sacramentos a dos: bautismo y eucaristía. 2. La expansión del Protestantismo En Inglaterra, la misma motivación política, impulsada por el deseo de reforzar la monarquía autoritaria, propició la separación respecto a la Iglesia de Roma cuando Enrique VIII (1509-1547) decidió crear la Iglesia anglicana (1534). En Suiza, la Reforma tuvo como protagonistas a Ulrico Zuinglio (1484-1531) y, sobre todo, a Juan Calvino (15091564), quien instauró en Ginebra un gobierno extremista basado en la doctrina de la predestinación. El calvinismo se propagó por los Países Bajos, Escocia (presbiterianos), Inglaterra (puritanos) y Francia (hugonotes). La consecuencia principal de la Reforma fue la división de Europa en diversas confesiones cristianas enfrentadas. 3. El Concilio de Trento y la Contrarreforma La Iglesia católica también tenía un anhelo de reforma. Erasmo de Rotterdam (h. 1469-1536) realizó una crítica de la Iglesia desde dentro de la institución, pero la verdadera reacción sólo tuvo lugar cuando se comprobó que el acuerdo con los protestantes era imposible. El resultado fue la Contrarreforma, cuyos principios eran opuestos a los de la Reforma de Lutero. El Concilio de Trento (1545-1563) fue convocado por el Papa Paulo III (1534-1549) para fijar el dogma católico y crear nuevos medios de difusión de la doctrina. Las consecuencias inmediatas del Concilio fueron: - El dogma: se mantuvieron la creencia en la salvación por la fe y también por las obras, los siete sacramentos, el celibato sacerdotal y el culto a la Virgen y los santos; se ratificó la posición del Papa como cabeza de la cristiandad y la autoridad exclusiva de la Iglesia para interpretar los textos sagrados. - Nuevos medios: se crearon los seminarios para mejorar la educación del clero, se fundaron numerosas escuelas, se estableció el catecismo y se intensificó la labor misionera en otros continentes. - La Compañía de Jesús, fundada en 1540 por el vasco San Ignacio de Loyola (h. 1491-1556), fue el principal apoyo de los papas para poner en práctica la Contrarreforma. El Imperio Otomano El otro gran imperio del siglo XVI era el turco otomano, que se extendía por gran parte de la Europa oriental y el Próximo Oriente y que alcanzó su época de mayor esplendor con Solimán el Magnífico (1520-1566). Carlos V combatió al Imperio musulmán, que amenazaba la integridad de la cristiandad. En 1529, tras haberse apoderado de Hungría, el sultán se dirigió contra Viena, el corazón de los estados patrimoniales de la Casa de Austria. Un nuevo asedio se produjo en 1531; Carlos V acudió en defensa de Viena y logró rechazar a los turcos. Los berberiscos Jeireddín Barbarroja, jefe de los piratas berberiscos que dominaban el norte de África y atacaban de forma continuada en el Mediterráneo y almirante subordinado al sultán otomano Solimán el magnífico, se alió con los franceses hostigando continuamente el Mediterráneo y sus costas españolas e italianas. Ante esta situación, Carlos I organizó dos operaciones de diferente fortuna. La primera fue la conocida como la Jornada de Túnez, en 1535, por la que se le arrebató Túnez a Barbarroja creando así una cabeza de puente entre el sur de Italia y el norte de África para así debilitar a berberiscos y turcos. 1. Antecedentes Los berberiscos, comandados por Barbarroja, habían expulsado a los españoles del Peñón de Argel. Poco después consiguió hacerse con Túnez, reino musulmán de Muley Hassan, vasallo de Carlos V. 2. La escuadra Participan: Portugal, los Estados Pontificios, la armada del Mediterráneo, (un gran número de galeras sicilianas, napolitanas y genovesas), buena parte de la escuadra del Cantábrico y de Flandes. 3. La operación Zarpan de Barcelona el 30 de mayo de 1535, arriban a Mahón el 3 de junio, y pasan a Cagliari donde Carlos I pasa revista, contando 74 galeras y fustas, 300 naves de vela, 25.000 infantes y 2.000 jinetes. Recala entre Bizerta y las ruinas de Cartago, habiendo apresado antes dos naves francesas que habían avisado a Barbarroja del ataque. El ejército desembarca y pone sitio a la fortaleza de La Goleta, que cae a los 28 días de combates. Una vez tomada La Goleta, el ejército se dirige a Túnez, siendo atacado por las tropas de Barbarroja, que son desbaratadas. El 21 de Junio de 1535, cae Túnez, habiéndose sublevado antes de su caída los cautivos de La Alcazaba. Carlos I desea continuar la operación y dirigirse a Argel, pero dado lo avanzado de la estación y el peligro de malos tiempos, no encuentra unanimidad entre sus aliados, y el 17 de agosto, las diferentes armadas se dispersan. La segunda, llamada Jornada de Argel, en 1541, fracasó debido al mal tiempo. En este caso, el emperador deseaba acabar o, al menos, reducir al mínimo el poderío berberisco. 1. Antecedentes Barbarroja, almirante otomano, amenaza desde Argel las costas mediterráneas. Debido a las relaciones de los otomanos con los moriscos, el peligro para España es doble, por lo que Carlos I decide conquistar Argel. El Papa intenta disuadirle planteando que es más importante atacar a los turcos en el corazón de Europa, ya que acababan de tomar Budapest. Por otro lado, Andrea Doria y el Marqués de Vasto también tratan de disuadirle, considerando que se estaba acabando el verano de 1541 y que se acercaba la época de los temporales. Pese a ello, Carlos I emprende la aventura. 2. La escuadra La flota se concentra en la bahía de Palma de Mallorca, de donde sale hacia Argel el 18 de octubre de 1541. En total son 65 galeras y unas 300 naves de guerra y transporte, llevando 12.000 hombres de mar y para el desembarco 8.000 infantes españoles, 6.000 alemanes y 6.000 italianos, 3.000 aventureros y 2.000 caballeros, más unos 4.000 soldados de dotación de las galeras. Carlos I va embarcado en la flota de Palma. 3. La operación El 21 de octubre la flota se encuentra en la costa argelina. El mal tiempo hace retrasar el desembarco, y los marinos más avezados aconsejan a Carlos I que desista de la operación. Pero él insiste en ejecutar su plan. El domingo 23, al amanecer, amaina el temporal y se inicia el desembarco. Al desembarcar Carlos I, envía un correo a Hassan Aga, que está a cargo de la defensa de Argel, pidiendo la rendición, pero no obtiene respuesta. La ciudad estaba bien fortificada pero contaba con pocas tropas. Unos 800 turcos y unos 5.000 moros y moriscos españoles. Se establece el sitio y se prepara el plan para el asalto, para el que se contaba con el apoyo de las galeras desde el mar. Pero al no disponer del material pesado (artillería de asedio, herramientas de escalada de los muros, etc.), se va retrasando el ataque. Empeora el tiempo, con lluvias torrenciales y vientos huracanados, que derrumba las tiendas del campamento y hunde 150 naves cargadas de víveres, municiones y caballos. Las tripulaciones de las naves que han varado por el temporal son pasadas a cuchillo por los argelinos. A la vista de la situación y la falta de víveres, en tierra se celebra consejo y los generales deciden levantar el asedio y reembarcar. Carlos I acepta la decisión. Se inicia la retirada casi sin víveres y con los españoles protegiendo la retaguardia. Para efectuar el reembarque, se tiraron al agua los caballos para hacer sitio a los hombres. Casi terminado el reembarque, el tiempo vuelve a empeorar, por lo que se termina precipitadamente, y se hacen a la mar. Algunas naves se estrellan contra los arrecifes, otras se dirigen a Argel, entregándose a los turcos bajo promesa de que les respetasen la vida. La flota se dispersa, dirigiéndose unos a Orán, otros a Italia, Cerdeña o España. Las galeras de Doria, en las que iba Carlos I, recalan en Bujía, donde pasan veinte días. Hasta el 23 de noviembre no amaina el temporal, y se dirigen a Ibiza y Cartagena, a donde llegan a primeros de diciembre. Las pérdidas fueron muchas, pero no se contabilizaron, ni al parecer hubo voluntad de hacerlo . Abdicación y herencia de Carlos V Después de tantas guerras y conflictos, Carlos V entró en una fase de reflexión: sobre sí mismo, sobre la vida y sus vivencias y, además, sobre el estado de Europa. La vida terrenal de Carlos estaba llegando a su conclusión. Los grandes protagonistas que junto con él habían trazado la escena europea en la primera mitad del siglo XVI habían fallecido: Enrique VIII de Inglaterra y Francisco I de Francia en 1547, Martín Lutero en 1546, Erasmo de Rotterdam diez años antes y el papa Pablo III en 1549. El balance de su vida y de aquello que había completado no era del todo positivo, sobre todo en relación con los objetivos que se había fijado. Su sueño de un Imperio universal bajo los Habsburgo había fracasado; así como su objetivo de reconquistar Borgoña. Él mismo, aunque autonombrándose el primer y más ferviente defensor de la Iglesia Romana, no había conseguido impedir el asentamiento de la doctrina luterana. Sus posesiones de ultramar se habían acrecentado enormemente pero sin que sus gobernadores hubiesen podido implantar estructuras administrativas estables. Pero tenía consolidado el dominio español sobre Italia, que se aseguraría después de su muerte con la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559 y duraría ciento cincuenta años. Carlos V comenzaba a tener conciencia de que Europa se encaminaba a ser gobernada por nuevos príncipes, los cuales, en nombre del mantenimiento de los propios Estados, no intentaban mínimamente alterar el equilibrio político-religioso al interior de cada uno de ellos. Su concepción del Imperio había pasado y se consolidaba España como potencia hegemónica. En las abdicaciones de Bruselas (1555-1556), Carlos I deja el gobierno imperial a su hermano, el rey de romanos Fernando (aunque los electores no aceptaron su renuncia formalmente hasta el 3 de mayo de 1558) y la de España y las Indias a su hijo Felipe. Regresó a España en una travesía en barco con el propósito de curar la enfermedad de la gota en una comarca de la que le habían hablado por su buen clima y alejada de las grandes ciudades, la comarca extremeña de La Vera. El día 3 de febrero de 1557, se instaló en la casa palacio que mandó construir junto al Monasterio de Yuste. En este plácido lugar permaneció un año y medio en retiro, alejado de las ciudades y de la vida política, y acompañado por la orden de los Jerónimos, quienes guiaron espiritualmente al monarca hasta sus últimos días. Finalmente, un 21 de septiembre de 1558 falleció de paludismo tras un mes de agonía y fiebres, causado por la picadura de un mosquito proveniente de las aguas estancadas de uno de los estanques construidos por el experto en relojes e ingeniero hidrográfico Juanelo Turriano. En su testamento reconoció a Juan de Austria como hijo suyo nacido de la relación extramatrimonial que tuvo con Bárbara Blomberg en 1545. Lo conoció por primera vez en una de las habitaciones de la casa palacio del Monasterio de Yuste. Este último hijo, junto con Felipe II, su heredero, se convertiría en personaje esencial de la Historia de España. El emperador fue enterrado sencillamente bajo el altar de la iglesia del monasterio y, posteriormente, trasladado al Panteón Real del Monasterio de El Escorial, creado por su hijo Felipe. FELIPE II (1556-1598) EL REY Y EL HOMBRE - Nacido en Valladolid en 1527, hijo primogénito de Carlos e Isabel de Portugal. - Regente de Castilla y Aragón desde 1543 (con 16 años), supo de primera mano cual era la situación de los reinos hispánicos al hacerse cargo de ellos. - En 1556 y llamado su padre, el emperador Carlos, acude a Bruselas para recibir, en la llamada Ceremonia de las Abdicaciones, la herencia que compartirá con su tío Fernando de Austria. Este recibió el Archiducado de Austria y los derechos imperiales. Pero fue Felipe II quien recibió la parte más importante de la herencia; un imperio que convirtió a España en el poder hegemónico de Europa en la segunda mitad del siglo XVI: Los reinos de Castilla y Aragón, que constituían la base de su poder. Los estados patrimoniales de Carlos V comprendían los Países Bajos, el Franco Condado, el Milanesado, Nápoles, Sicilia y Cerdeña. En África heredó las plazas de Orán, el peñón de Vélez de la Gomera, Alcazarquivir, Melilla y Tánger. En América sus dominios se extendían desde California y Florida hasta el estrecho de Magallanes. En Asia, Filipinas y varias islas del Pacífico. En 1581 logró la unidad ibérica al ser coronado rey de Portugal. La inmensidad del Imperio supuso una enorme responsabilidad para Felipe II, que con las colonias ultramarinas portuguesas adquirió un carácter universal, al tener posesiones en los cinco continentes, convirtiéndose en uno de los más grandes de toda la Historia. Felipe II heredó enormes territorios, los múltiples enemigos del reinado de su padre –y algunos nuevos durante su época- y tuvo que intentar solucionar los gravísimos problemas económicos de un Imperio en el que «no se ponía el Sol». Para ello utilizó todos los medios que tenía a su alcance, tanto los políticos como, si hacía falta, los militares y judiciales. - Su vida personal: estrechamente unida a la política, se casó cuatro veces: con su prima María de Portugal, que murió al nacer su problemático hijo primogénito, Carlos; con María Tudor, lo que le convirtió en rey de Inglaterra, y de la que no tuvo descendencia: con Isabel de Valois, su esposa más querida, que murió joven y le dio dos hijas (Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela) y su sobrina, Ana de Austria, de la que nació el príncipe heredero, Felipe. - Consiguió mantener y ampliar la herencia recibida de su padre y tuvo como elemento fundamental de su reinado la defensa de la fe católica en cuantos territorios tenía, convirtiéndose en el campeón de la Contrarreforma nacida del Concilio de Trento (1545-1563). POLÍTICA INTERIOR - Cuando es proclamado rey, Felipe encuentra en sus reinos hispánicos -y sobre todo en Castilla, cuya economía se basaba en la lana de las ovejas merinas, la industria del paño y el comercio, desarrollado especialmente en las ferias castellanas- una situación económica con síntomas de crisis donde apenas hubo cambios que modernizaran la economía. Esta descansaba en los impuestos que se recaudaban entre las clases populares. Esto hará que, a lo largo de su reinado, Felipe se vea en la obligación de declarar varias veces la bancarrota (suspensión de pagos de 1557, 1575 y 1597) como consecuencia del esfuerzo para financiar las guerras contra Francia, los turcos y los ingleses. Si a ello añadimos, la gran elevación de precios de los productos motivada por la gran cantidad de oro y plata que llegaba de América, varias crisis agrarias, la emigración a América, las continuas guerras que en estos años hubo y varias epidemias que redujeron la población, no extrañará darse cuenta de que a finales del siglo España está agotada social y económicamente, lo que tendrá graves consecuencias de futuro. - Socialmente, apenas nada había cambiado. Las clases sociales se mantenían y los nobles y la Iglesia no pagaban impuestos y recibían cargos muy bien remunerados. La población, tanto la urbana como la rural, se empobrecía. - Su forma de gobernar se basó en centralizar los poderes en su persona, trasladando la capital de Toledo a Madrid, aunque el vivió casi siempre en el Monasterio del Escorial, adonde acudían los secretarios nombrados por él para los diferentes asuntos de gobierno. Estos secretarios eran el nexo entre el rey y sus Consejos Asesores (Hacienda, Guerra, Órdenes Militares, Inquisición….) y los Territoriales (Castilla, Aragón, Italia, Flandes, de Indias,…..), que ayudaban a tomar decisiones al rey y podían actuar autónomamente (aunque el rey tenía que dar su visto bueno). Los secretarios llevaban al rey lo hablado en los Consejos y a los Consejos las decisiones del rey. - A lo largo de su reinado, Felipe se encuentra con varios problemas de importancia que ha de resolver: los intentos de entrada del protestantismo en España, la rebelión de los moriscos de Granada y el problema de Antonio Pérez.. -Para acabar con el protestantismo, el rey no dudó en utilizar cuantas medidas pudieran evitarlo: desde la persecución de los focos surgidos en Valladolid y Sevilla, hasta el cierre de fronteras a los estudiantes que querían salir o a los profesores y pensadores que quisieran entrar y, por supuesto, el uso de la Inquisición para que persiguiera a los protestantes y para que controlara cuanto libro se escribía y se prohibieran aquellos que fueran peligrosos. - Los intentos de prohibir lengua y tradiciones a los moriscos de Granada (convertidos al cristianismo), llevó a estos a levantarse contra el rey en las Alpujarras en el año 1568. La rebelión terminó dos años después al enviar el rey a su hermano D. Juan de Austria que, al frente de sus ejércitos, sofocó el levantamiento. Los moriscos fueron dispersados por la península y sus pueblos repoblados con cristianos. - En 1591, Antonio Pérez, secretario personal del rey, se vio involucrado en el asesinato del secretario de D. Juan de Austria, lo que le llevó a un proceso judicial. Huyó a Aragón, de donde era, y acusó al rey de estar al tanto del asesinato. El rey ordenó que se le entregara y la nobleza aragonesa se rebeló. El rey fue a Aragón al frente de su ejército, ejecutó al Justicia Mayor y convocó Cortes en Tarragona en las cuales recortó las libertades y fueros del reino acentuando el poder del monarca. Antonio Pérez terminó en Francia donde se dedicó a escribir y publicar cuanto sabía del rey, creando la llamada Leyenda Negra. - Su muerte, en 1598, y su sucesión por parte de su hijo Felipe III, supone el fin de toda una política de mantenimiento de la hegemonía española en el mundo. El siglo XVII verá la llegada del ocaso del Imperio español como superpotencia política y militar. POLÍTICA EXTERIOR Guerras con Francia Mantuvo las guerras con Francia, por el apoyo francés a los rebeldes flamencos, obteniendo grandes victorias en San Quintín y Gravelinas. La primera de ellas ocurrió el día de la festividad de San Lorenzo, 10 de agosto de 1557, en recuerdo de lo cual hizo edificar el Monasterio del El Escorial En la Paz de Cateau-Cambrésis de 1559, Francia reconoció la supremacía hispánica, los intereses españoles en Italia se vieron favorecidos y se pactó el matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois. Aunque los problemas continuaron a partir de 1568 por el apoyo a los rebeldes flamencos de los hugonotes franceses. Cateau-Cambrésis suele considerarse el momento clave de la hegemonía española en Europa. Es ese año en el que muere Enrique II y en el que comienza el deterioro progresivo de la situación francesa que irá a provocar el caos de las Guerras de Religión. Durante bastante tiempo, Francia quedará incapacitada para oponerse efectivamente a la preponderancia española, pero, una vez superada la crisis interna con Enrique IV de Borbón, volverá a hacerlo y con verdadera fuerza. Guerras con el Imperio Otomano En 1570 Túnez, aunque no La Goleta, cayó en poder del corsario Aluch Alí. En 1573, por orden de Felipe II, una expedición integrada por 20.000 hombres, al mando de don Juan de Austria, colocó de nuevo a la ciudad bajo dominio español. Al año siguiente, un ejército turco dirigido por Aluch Alí y Sinán Bajá atacó a la guarnición española de La Goleta. Una expedición de refuerzo organizada por don Juan de Austria no llegó a tiempo de impedir la rendición de los españoles y la consiguiente caída de Túnez, cuyas fortalezas fueron destruidas por los otomanos. La ciudad, que se convirtió en un importante foco de piratería, quedó definitivamente desgajada del dominio español. Para hacer frente al Imperio Otomano se constituyó la llamada Liga Santa integrada por una serie de Estados como Venecia, Génova y el Papado. En 1565, a pesar de la victoria frente a los berberiscos en Malta, continuó la hostilidad con los otomanos. Don Juan de Austria, al mando de la flota naval, obtuvo una gran victoria, aunque no la definitiva, en la batalla de Lepanto en 1571. ANTECEDENTES Y PREPARATIVOS El poder de los turcos había comenzado con la toma del Imperio romano de Oriente, en el año 1453, hecho que los alentó a convertirse en señores del Mediterráneo. Para protegerse y enfrentar a la amenaza turca, se constituyó la Liga santa, el 25 de mayo de 1571, donde se aliaron Felipe II, de España, el Papa Pío V y la ciudad de Venecia. El temor se justificaba ya que los turcos en 1569, se habían apoderado de Túnez y en 1570, habían tomado Chipre, posesión de Venecia, rompiendo el sultán Selim II, el tratado de paz con Venecia que siempre había respetado su antecesor, Solimán, avanzando inexorablemente, hasta apoderarse de Nicosia el 9 de septiembre. El acuerdo de la alianza cristiana, incluía el financiamiento de los gastos de la empresa bélica, por parte de los aliados, correspondiéndole la mitad a España. Los venecianos afrontarían un tercio, y la sexta parte estaría a cargo del pontificado. El botín de guerra se repartiría en esa misma proporción. Se establecía, además, la imposibilidad de hacer la paz por separado. Las acciones se dirigirían contra Turquía, incluyéndose sus posesiones en el norte africano, que le corresponderían a España. Al mando fue colocado Don Juan de Austria, hermano del rey español Felipe II a bordo de “la Real”, secundado por Álvaro Bazán y Andrea Doria. Se formó una flota de 315 naves y un gran ejército, de aproximadamente 30.000 hombres, formado en su mayoría por españoles, que partió por el Mediterráneo, el día 15 de septiembre. Sebastián Veniero dirigía la flota veneciana, formada por 140 naves. Marco Antonio Colonna conducía la fuerza pontificia. Por delante del resto de la flota iba Juan de Cardona, y ocho millas más atrás las fuerzas se dividían en cuatro cuerpos. El de la derecha, formado por 54 galeras era conducido por Andrea Doria. Al centro, al mando de Juan de Austria se ubicaban 64 galeras. Las 53 galeras de la izquierda eran conducidas por Agustino Barbarigo. Las 30 galeras restantes, al mando de Álvaro de Bazán, tenían función de reserva. Los turcos adoptarían una formación similar en cuatro cuerpos, pero en forma de media luna, siendo comandados cada uno de ellos, por Mahomet Siroco, Uluch Alí, Cara Kodja, y Murat Dragut. Enterado Juan de Austria de la presencia de los turcos en Lepanto, reunió un consejo de guerra, que desaprobó el enfrentamiento, por ser superiores las fuerzas enemigas. Sin embargo, Juan de Austria consideró que una dilación podía acarrear peores consecuencias. Allí se suscitó un conflicto entre los venecianos y Juan de Austria, por el asesinato de un hombre de Juan de Austria a manos de los venecianos, que lo acusaban de herir a uno de sus hombres. Sin embargo, tras debatir sobre la responsabilidad de Veniero, acusado del hecho, decidieron combatir, y olvidar el incidente. LA BATALLA En el Golfo de Lepanto, cercano a las costas griegas, se produjo el enfrentamiento entre los turcos, que respondían al Sultán Selim II, quien puso la flota al mando de Alí Baja, a bordo de “La Sultana” y los cristianos, el 7 de octubre de 1571. El ala derecha turca arremetió contra la izquierda cristiana, resultando muerto Barbarigo, cuando una flecha, arma preferida de los turcos, se le incrustó en el ojo, pero su nave no pudo ser apresada, por el auxilio prestado por el resto de las galeras aliadas. La embarcación de Alí Baja, golpeó de frente a la de Juan de Austria, quien ayudado por el resto de su escuadra, rodearon y capturaron a “La Sultana” de Alí, luego de un sangriento combate cuerpo a cuerpo, donde también pereció Alí, que fue degollado. Uluch Alí, desde la izquierda, consiguió asestar un duro golpe a la flota cristiana, destruyendo varias embarcaciones, pero su éxito fue solo temporal, ya que debió huir ante la resistencia de los aliados. DESENLACE Ese mismo día, se produjo la victoria de los aliados, debiendo lamentar los vencidos la muerte de 30.000 hombres, de un total de 90.000, y la pérdida de 230 naves. Solo 50 naves turcas lograron huir. Los cristianos perdieron aproximadamente 30 galeras y 8.000 hombres. Al anochecer, y previéndose mal tiempo, los cristianos se retiraron victoriosos al puerto de Petala. El 17 de octubre, la galera “El Ángel” entró en Venecia trayendo la noticia de la victoria, inundando de gozo a la cristiandad, que en su conmemoración, instituyó el día 7 de octubre como el día de Nuestra Señora del Rosario, en agradecimiento a la virgen a quien el Papa había solicitado protección. Miguel de Cervantes, el autor de “Don Quijote de la Mancha”, adquirió por las consecuencias de haber participado en ese combate, a bordo de la galera “Marquesa”, el seudónimo de “El manco de Lepanto”, ya que fue herido en el brazo izquierdo y en el pecho. Revuelta de los Países Bajos En 1560 los Países Bajos son posesión dinástica de España bajo la regente Margarita de Parma, hermana de Felipe II Las peticiones de algunos nobles, comerciantes y marinos que son discriminados por los españoles son rechazados por la regente Margarita. Desde 1560 empieza a entrar fuertemente el Calvinismo en los Países Bajos y el Príncipe Guillermo de Orange 1533-1584 se declara por los Calvinistas. El Papa le pidió a Felipe II que visitara sus súbditos holandeses y fuera blando y suave con los rebeldes, pero Felipe II era prisionero de sus ideas. En 1566-67 empiezan algunas revueltas contra España y en 1568 se intensifican. 1568 es la fecha oficial de la rebelión de protestante contra el catolicismo español. Comienza la guerra de 80 años contra España. El Duque de Alba es enviado a controlar la situación, asumiendo el gobierno de los Países Bajos, tras la dimisión de Margarita de Parma. En 1568 el Tribunal de los Tumultos condena a muerte por traición contra el rey, a los aristócratas Egmont y Horn, que pese a intentar mantener su lealtad al rey Felipe II defendieron una política de apaciguamiento y tolerancia hacia los protestantes holandeses, sin embargo fueron ajusticiados en la plaza de Bruselas. Se inicia una política de orientación cerrada y persecutoria de toda oposición al rey. Guillermo el Taciturno (1533-1584), autoriza, como estaúder o lugarteniente real, a atacar las naves y los puertos leales a Felipe II, contando con la ayuda de Inglaterra y Francia que permiten a las naves rebeldes establecerse en algunos de sus puertos. Felipe II buscó soluciones retirando al Duque de Alba y nombrando a Luis de Requesens, Juan de Austria (fallecido en 1578) y Alejandro Farnesio, como sucesivos gobernadores de los territorios. En 1581, los representantes de las Provincias Unidas depusieron a Felipe II y nombraron a Guillermo de Orange, como Estatuder o príncipe-gobernador. Acta de Abjuración de La Haya., proclamándose independientes de la monarquía Española. Pero Felipe II no renunció a esos territorios, y el gobernador de los Países Bajos, Alejandro Farnesio, inició la contraofensiva y recuperó a la obediencia del rey de España de gran parte del territorio de las provincias católicas del sur en la Unión de Arras pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau. Ante esto los protestantes formaron la Unión de Utrecht. Antes de la muerte del Rey de España, el territorio de los Países Bajos, en teoría las diecisiete provincias, pasó conjuntamente a su hija Isabel Clara Eugenia y su yerno el archiduque Alberto de Austria por el Acta de Cesión de 6 de mayo de 1598 en un intento de resolver los problemas con los súbditos holandeses. Sin embargo, al no tener descendencia, los Países Bajos volvieron a la corona española y la guerra continuaría hasta 1648 en que por los tratados de Münster y Westfallia, España reconoció la independencia de las Provincias Unidas. La incorporación del reino de Portugal y su Imperio La muerte sin descendencia de Sebastián I en la batalla de Alcazarquivir contra los moros, dio a Felipe II, tío del rey (su madre, Juana, era hermana del rey español), la posibilidad de alcanzar el sueño de los Reyes Católicos (que todos los reinos peninsulares estuvieran gobernados por el mismo rey). Tras una rápida campaña militar del duque de Alba contra algunos nobles que no querían que el rey incorporase este reino a su corona, fue reconocido como rey, con el nombre de Felipe I de Portugal, por las Cortes de Tomar el 15 de abril de 1581. De esta manera incorporó además a su imperio las posesiones portuguesas de África, América y Asia. Incluso se pensó la posibilidad de trasladar la corte a Lisboa, pero el rey volvió a Castilla en 1583. Guerras con Inglaterra La lucha contra la corona inglesa, en otro tiempo fiel aliada de España (es de recordar que el rey Felipe fue antes rey de Inglaterra por su matrimonio con María Tudor) tuvo lugar por motivos religiosos, por el apoyo que ofrecían a los rebeldes flamencos y por los problemas que suponían los corsarios ingleses que robaban la mercancía americana a los galeones españoles en la zona del Caribe y a los que la reina Isabel I concedía patente de corso e incluso títulos nobiliarios, como sucedió con el pirata Francis Drake. Los intentos constantes de conciliación por parte del rey Felipe con la reina Isabel (llegó a ofrecerla matrimonio en varias ocasiones) terminaron cuando se produjo la ejecución de la reina católica de Escocia, María Estuardo, lo que le decidió a enviar la llamada Armada Invencible en 1588 a propuesta de Álvaro de Bazán y de Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos. La propuesta consistía en preparar una expedición naval contra Inglaterra, que solventase, a la vez, el problema del control del océano y la revuelta de los Países Bajos. ANTECEDENTES La idea de la invasión de la isla tomó cuerpo. Santa Cruz y Farnesio enviaron al monarca sus planes respectivos para la campaña, que resaltaban, sobre todo el del segundo, la necesidad de una gran armada que neutralizara el poder de la inglesa y asegurara el traslado de los tercios de Flandes a Inglaterra. La falta de un puerto con calado suficiente para que atracaran los galeones inclinó a Felipe II hacía la posibilidad de que éstos realizaran la travesía del canal de la Mancha en barcazas, escoltados por la escuadra. En la década de 1580 los ingresos de la Corona procedentes de las Indias fueron ingentes; estos recursos, junto con los que provenían de la Iglesia y de la fiscalidad castellana, hicieron posible la construcción de algunas embarcaciones y el avituallamiento de una poderosa flota. Farnesio había fijado la fecha de la invasión para octubre de 1586, pero entonces, los 130 buques y los cerca de 30.000 hombres que compusieron 'La Invencible' no estaban listos, a pesar de que los astilleros aceleraron su actividad y se hicieron toda clase de esfuerzos, económicos y políticos para activar el aprovisionamiento. La ejecución de María Estuardo, en febrero de 1587, precipitó el plan de invasión. La Gran Armada debía haber sido mandada por Santa Cruz, un ilustre marino, cuya carrera se había consolidado desde Lepanto hasta el combate de las Azores; pero murió y fue sustituido por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia, capitán general de Andalucía y experto administrador en temas militares y navales, pero sin conocimiento alguno del mar y mucho menos de la guerra naval. El 20 de mayo de 1588 la Armada Invencible salió de Lisboa, bordeando con dificultades la costa hasta La Coruña, donde se pertrechó de agua y alimentos. Hasta el 21 de julio no abandonó este puerto, para entrar, una semana después, en el canal de la Mancha. El primer enfrentamiento serio con los ingleses ocurrió a la altura de Calais. Poco más tarde, frente a Gravelinas, la flota británica dispersó a las naves españolas. Los vientos impulsaron hacia el Norte a los restos de la escuadra, que, ante la imposibilidad de volver al Canal y acudir al encuentro de Farnesio, optó por un largo y duro regreso rodeando las islas Británicas. Nuevas tormentas, a la altura de Irlanda, remataron el desastre. Aún así algo más del 50% de las embarcaciones (67) logró llegar al puerto de Santander. La derrota de la Invencible se debió a una serie de factores. Indudablemente, Felipe II calculó mal las posibilidades de invasión de Inglaterra y el apoyo de los católicos ingleses; hubo además una falta de coordinación con la infantería flamenca pero, en lo fundamental, se trató de dos conceptos diferentes de guerra naval. España optó por enviar poderosos galeones equipados con artillería pesada de corto alcance, con la intención de dañar la capacidad marinera de los barcos ingleses y abrir la posibilidad de abordaje. Inglaterra apostó por artillería de largo alcance, con lo que sus buques pudieron mantenerse a distancia de los españoles; su mayor movilidad les permitió huir del enfrentamiento. España no tuvo pérdidas materiales importantes. En pocos años reconstruyó su potencia naval. Las consecuencias políticas y psicológicas fueron más amplias: la Europa protestante consideró, desde entonces, que el poder español había sido doblegado. En todo caso, es sabido que el rey estaba pensando en un segundo intento de invasión de Inglaterra cuando murió en 1598. El fracaso de la Armada Invencible posibilitó una mayor libertad al comercio inglés y holandés, un mayor número de ataques a los puertos españoles - como el de Cádiz que fue incendiado por una flota inglesa en 1596-, así mismo la colonización inglesa de Norteamérica.