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FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD HISTORIA DEL SANTO ROSARIO Cango. Dr. Gustavo Watson Marrón E l día 7 de este mes de octubre celebramos la memoria de Nuestra Señora del Rosario. ¿Cómo surgió el rezo del Santo Rosario? Primeramente debemos hablar un poco de la historia del Ave María. Al final del siglo XII hay testimonios de la recitación de la primera parte del Ave María, hasta la frase “y bendito el fruto de tu vientre”. En el año 1440, en un sermón de San Bernardino de Siena, fueron añadidas las palabras “Santa María, ruega por nosotros pecadores”. En 1483 la segunda parte del Ave María ya estaba completa. El nombre de Jesús y el amén final fueron añadidos en los últimos años del siglo XV. Ahora bien, en esa época, en los monasterios se rezaban los 150 salmos de David a lo largo de una semana, que ahora, los que rezan la Liturgia de las Horas, lo hacen en el marco de 4 semanas, y para que los fieles, que en su mayoría eran analfabetos, se asociaran de alguna manera a la oración de la Iglesia, se ideó que rezaran el Ave María 150 veces al día, por eso el Rosario se llamaba también “Salterio de la Virgen”, pues así como el Salterio consta de 150 salmos, el rosario de 150 Aves Marías. En el siglo XIV el cartujo Enrique de Calcar dividió el Salterio de la Virgen en 15 decenas, con un Padre Nuestro al inicio. Entre los años 1410 y 1439, Domingo de Prusia redujo el Rosario diario a 50 Aves Marías. Alain de la Roche, que vivió de 1428 a 1478, dividió el Rosario en tres partes: misterios gozosos, misterios dolorosos y misterios gloriosos. San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, del 16 de octubre de 2002, agregó los misterios luminosos. Importante fue también el desarrollo de las Letanías Marianas. Ellas derivan de las Letanías de los San- tos, que son del siglo VII, que tenían un carácter popular, y eran usadas en las procesiones. En la actualidad en la Basílica de Guadalupe usamos esas Letanías de los Santos un día de la semana, en el tiempo de Cuaresma, en la Misa estacional, y se usan también en la Vigilia Pascual (la noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua), antes de los bautismos de adultos. Igualmente se usan en las ordenaciones sacerdotales. Las Letanías de la Virgen se desarrollaron en Venecia Italia, también en una región italiana llamada Las Marcas, y en otros sitios más, pero las que se impusieron fueron las del BOLETÍN • 2014 • 5 Santuario de Loreto, y por ello se llaman Lauretanas. En los años 80 del siglo XX, el Papa Juan Pablo II aprobó otras letanías de la Virgen, inspiradas en la doctrina mariana del Concilio Vaticano II. El día 7 de este mes de octubre celebramos la memoria de Nuestra Señora del Rosario. 6 • BOLETÍN • 2014 En el año de 1571 el Papa San Pío V, que era de la Orden de Predicadores, conocidos como dominicos, Orden religiosa que tradicionalmente ha promovido el rezo del Rosario, pidió que todos los fieles rezaran para que los cristianos pudieran vencer a los trucos en una batalla naval que iba a darse, y que se realizó finalmente en Lepanto, puerto situado en Grecia, en la parte norte del Golfo de Corinto. Los cristianos vencieron y detuvieron por muchos años el avance marítimo de los turcos. En memoria de este hecho San Pío V instituyó una fiesta, que al principio se lla- maba Santa María de la Victoria, y que hoy se llama con más propiedad Nuestra Señora del Rosario. Ya se había dado el caso anteriormente que una victoria militar se convirtiera en fiesta, como la del 6 de agosto, de la Transfiguración del Señor, que se extendió a la Iglesia Universal por el Papa Calixto III cuando Juan Corvino venció a los turcos en el año de 1456 en la Batalla de Belgrado. Hay algunos párrafos muy significativos en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, de Juan Pablo II sobre el Rosario, del año 2002, cuando instituyó el Año del Rosario para octubre de 2002 a octubre de 2003. Por ejemplo, en el número 12 dice: El Rosario, precisamente a par- tir de la experiencia de María, es una oración marcadamente contemplativa. Sin esta dimensión se desnaturalizaría, como subrayó Paulo VI: <<Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: “Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad” (Mt 6,7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza>>. Y en el número 17, Juan Pablo II señala: El Rosario es también un itinerario de anuncio y de profundización, en el que el misterio de Cristo es presentado continuamente en los diversos aspectos de la experiencia cristiana. Es una presentación orante y contemplativa, que trata de modelar al cristiano según el corazón de Cristo. Efectivamente, si en el rezo del Rosario se valoran adecuadamente todos sus elementos para una meditación eficaz, se da, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anunciar a Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración ha sido utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento di- fícil para la Iglesia a causa de la difusión de la herejía. Hoy estamos ante nuevos desafíos. ¿Por qué no volver a tomar en la mano las cuentas del rosario con la fe de quienes nos han precedido? El Rosario conserva toda su fuerza y sigue siendo un recurso importante en el bagaje pastoral de todo buen evangelizador. Por último, en número 26 nos enseña: El Rosario propone la meditación de los misterios de Cristo con un método característico, adecuado para favorecer su asimilación. Se trata del método basado en la repetición. Esto vale ante todo para el Ave María, que se repite diez veces en cada misterio. Si consideramos superficialmente esta repetición, se podría pensar que el Rosario es una práctica aburrida. En cambio, se puede hacer otra consideración sobre el rosario, si se toma como expresión del amor que no se cansa de Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor. BOLETÍN • 2014 • 7 dirigirse hacia la persona amada con manifestaciones que, incluso parecidas en su expresión, son siempre nuevas respecto al sentimiento que las inspira. En Cristo, Dios ha asumido verdaderamente un <<corazón de carne>>. Cristo no solamente tiene un corazón divino, rico en misericordia y perdón, sino también un corazón humano, capaz de todas las expresiones de afecto. A este respecto, si necesitáramos un testimonio evangélico, no sería difícil encontrarlo en el conmovedor diálogo de Cristo con Pedro después de la Resurrección. <<Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?>> Tres veces se le hace la pregunta, tres veces Pedro responde: <<Señor, tú lo sabes que te quiero>> (cf. Jn 21, 15-17). Más allá del sentido específico del pasaje, tan importante para la misión de Pedro, a nadie se le escapa la belleza de esta triple repeti- 8 • BOLETÍN • 2014 ción, en la cual la reiterada pregunta y la respuesta se expresan en términos bien conocidos por la experiencia universal del amor humano. Para comprender el Rosario, hace falta entrar en la dinámica psicológica que es propia del amor. Una cosa está clara: si la repetición del Ave María se dirige directamente a María, el acto de amor, con Ella y por Ella, se dirige a Jesús. La repetición favorece el deseo de una configuración cada vez más plena con Cristo, verdadero programa de la vida cristiana. San Pablo lo ha enunciado con palabras ardientes: <<Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia>> (Flp 1, 21). Y también: <<No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí>> (Ga 2,20). El Rosario nos ayuda a crecer en esta configuración hasta la meta de la santidad.