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Al-Yabri y Mernissi: la crítica a la utopía islámica desde el “espíritu averroísta” y el enfoque de género Ruiz Callejón, Encarnación, Universidad de Granada, ruizencarnacion@ugr.es Resumen: Uno de los rasgos más recurrentes del islam contemporáneo es la afirmación de un islam ideal existente en el pasado y que habría que recuperar hoy. Este trabajo presenta las posiciones de algunos de los intelectuales del mundo árabe con más proyección internacional que desmontan los aspectos opresores de esta tesis y que, desde un análisis crítico y autocrítico que hunde sus raíces en la mejor tradición, abogan por un estudio científico del pasado, rescatan sus valores más progresistas, su pluralidad, y abogan por una hermenéutica humanista, de género y dialógica. Palabras clave: espíritu averroísta - feminismo - islam - legado cultural (turath) pensamiento marroquí 1. Objetivos o propósitos: Analizar las construcciones sesgadas del legado cultural del mundo áraboislámico, y con ello del islam, que inhiben el desarrollo de una memoria y de una identidad islámica plural y libre. Dar visibilidad a los análisis que, desde el mundo árabe, reivindican un islam plural y progresista. 2. Marco teórico: El término “legado cultural” (turath) tiene para el mundo árabe una extraordinaria carga afectiva marcada por la nostalgia y la angustia: cómo recobrar la gloria pasada y cómo vivir el presente y llevar a cabo la propia transformación sin perder la identidad cultural. Estas preguntas atraviesan la historia contemporánea. A ello va asociada una convicción recurrente, si bien con objetivos muy diversos, pues incluso está presente en la arenga del terrorismo: la existencia de un islam ideal que habría que trasplantar al presente y calcar para construir la utopía islámica, el proyecto político islámico. El filósofo al-Yabri (1935-2010) y la socióloga Fatima Mernissi (1940-2015) han sometido a crítica dicha tesis y han abogado por un estudio científico del pasado y por una articulación de una hermenéutica humanista y dialógica. Organizado por: 3. Metodología: Conceptual / Teórica. Hermenéutica crítica y autocrítica del pasado áraboislámico desde la perpectiva de algunos de los pensadores más relevantes de nuestro tiempo. 4. Discusión de los datos, evidencias, objetos o materiales Según al-Yabri, todas las lecturas que se han hecho –dentro y fuera del islamde su legado cultural adolecen de lo que denomina una orientación “salafí”. El salaf es el antepasado. Volver al pasado es algo natural y legítimo. Ante una amenaza externa, como fue el colonialismo, o ante un desafío o una situación de crisis, mirar atrás es casi instintivo para: buscar protección en lo familiar y conocido; hacer balance de aciertos y errores, recobrar energías; buscar modelos y soluciones propios. El impulso primero del salafismo fue también: invalidar los saberes y la tradición metodológica heredada en la etapa de la decadencia; dar la alarma contra la colonización, también cultural, y abogar por la transformación de la religión partiendo de las fuentes y actualizando su lectura y contextualización. Los problemas surgen cuando el salaf que se esgrime es ajeno a la cultura en cuestión o nunca existió. En el primer caso, se interpreta una cultura con otra, como frecuentemente ha hecho Occidente, aunque también el propio mundo árabe respecto a sí mismo. Entonces se mide hasta qué punto ha seguido la trayectoria occidental, considerada el modelo de la humanidad. Este procedimiento no es inocente. Sanciona la cultura e impone una memoria y una identidad ajenas. El musulmán vivirá entonces su presente y pensará su futuro desde la frustración y la angustia al no poder reconocerse ni alcanzar el modelo a imitar impuesto. Hemos dicho también que otras veces se trata de un salaf que se busca en la propia cultura, pero que nunca se dio. Es el caso de la afirmación de un islam ideal y ha sido la opción favorita y repetida del mundo árabe. La vista atrás, que en principio solo era un medio, se torna un fin en sí mismo. Se crea una Organizado por: visión teológica de la historia y del legado cultural. Se pierde el sentido de la historia: el pasado, anhelado, afectivo y onírico, es un constructo que se impone al presente y al futuro. La transformación y la utopía consisten entonces en copiar; pensar es repetir y rumiar. Una religión irreal, idealizada, se convierte en la panacea y quedan ocultan las distintas dimensiones de los hechos y de los problemas. El islam deja de ser plural. Es ahistórico, invariable y legalista. El legalismo oculta la espiritualidad. Ambas formas de relacionarse con el pasado, la occidentalización y la medievalización, son dos tipos de alienación (Larui, 1991, p. 193), una especie de patología cultural, como señalan al-Yabri y Mernissi. Pero entonces, ¿qué hacer? Samir Kassir instaba a superar “la quimera de un pasado inigualable para enfrentarse por fin a su historia real y serle fieles algún día” (2006, p. 121). Al-Yabri propone una nueva forma de objetividad o “ruptura epistemológica” (2006, p. 30): el sujeto y su objeto de estudio deben ser liberados uno de otro y en sí mismos. Al objeto de estudio hay que restituirle su historicidad y su polisemia -sean los que sean-, sin ocultarlos, tergiversarlos ni predeterminarlos. Al sujeto hay que desencadenarlo de un pasado religioso que se le impone como una ley o destino. El sujeto tiene, pues, que dejar de ser tradicional para ser solo un sujeto con tradición, asumiendo ésta sin ser tragado por ella (AlYabri, 2006, p. 31). Los antepasados, afirma Mernissi, “invitados de vez en cuando, pueden reponer nuestras fuerzas, pero, si se instalan, devoran el alba y el sol y convierten los sueños en delirios” (2002, p. 29). Tal “ruptura epistemológica” no es una mera disquisición teórica, sino que tiene el estatuto de un efectivo acto de liberación para recuperar el espíritu de reforma que siempre ha caracterizado al islam, pero para caminar hacia adelante, no en círculo. Se trata de asimilar el pasado en su diversidad y de recuperar para el presente lo que aún está vivo. También respecto a los textos religiosos se trata de diferenciar lo que es circunstancial, y tiene fecha de caducidad, de lo que comparte nuestras inquietudes y es capaz de evolucionar y enriquecerse (2006, p. 66; 2011, p. X), siendo este último rasgo fundamental para una renovada lectura y para el diálogo entre culturas y religiones. El andalusí Averroes habría encarnado como pocos ese acto de liberación en consonancia con el originario impulso de la filosofía en el islam: la opción por una razón crítica y abierta. Como ya hizo al-Kindi, primer filósofo del islam, acogió las aportaciones de otros pueblos, sin importar la procedencia, pero no Organizado por: por el criterio de autoridad, sea el que sea, sino una vez examinadas a la luz de la razón y las características y ritmo de la cultura receptora. Con ello se impone “distinguir entre lo que es de carácter general (…) y lo que (…) sólo es válido para una época y su gente, para reconocerlo y enriquecer con ella nuestra experiencia y nuestros horizontes” (Al-Yabri, 2006, p. 71). El objetivo último es recuperar los elementos de la propia tradición cultural para crear la “ciudad de la razón y la justicia, la ciudad liberada, democrática y socialista de los árabes” (Al-Yabri, 2006, p. 72), el proyecto había alentado Alfarabi con el diseño de su ciudad ideal. Averroes insistió también en la necesidad de separar y diferenciar los distintos ámbitos de la cultura. La filosofía y la religión ni deben confundirse ni una debe imponer sus pretensiones e instrumentos a la otra. Pero tras esta operación previa, de autocrítica, de separación y distinción: “lo único que se puede –y se debe- es dejar que evolucionen, cada una por su lado, hasta que la razón se halle presente en la religión, y la filosofía sea comprensible a la religión, de forma que ambas de dirijan, conjuntamente, hacia la misma verdad, hacia ese Absoluto donde se funden en lo infinito” (Al-Yabri, 2006, p. 59). No se trata, pues, de desechar el valor de la espiritualidad ni de las religiones. El principio de separación, distinción y reencuentro de Averroes afecta también a otras demarcaciones, como por ejemplo entre la política y la religión, de ahí su trascendencia. Fatima Mernissi reivindicó cómo la individualidad y la libertad no son algo extraño al islam, cómo están desde el principio de la andadura de éste, si bien han sido reprimidas y ocultadas. Y lo reprimido no es lo mismo que lo inexistente: “tener un brazo amputado no es lo mismo que nacer sin brazo” (2003, p. 43). Pero Mernissi va más allá. Y añade al “espíritu averroísta” el femenino. El legado cultural femenino, su memoria y su pasado, ha sido sistemáticamente reprimido y expoliado. Por eso insiste, más allá del conocimiento científico del pasado e incluso del feminismo de las reivindicaciones en la justicia histórica: “conocer y explorar todo lo que ha contribuido a construirnos como civilización” (…) Es preciso estudiar lo que se calla” (2002, 168). Dentro de lo que se calla y se reprime está la diferencia: la disidencia, la pluralidad interna del islam y la diferencia sexual. Hay que explorar el territorio mental, la acumulación de imágenes y símbolos que rigen las emociones y la mentalidad, esquemas culturales y puntos de referencia como civilización musulmana, para comprender el mundo, situarse en él y actuar (2003, p. 31). Y esto implica releer los textos y las interpretaciones dominantes, recuperar otra memoria. Organizado por: Las religiones, pese a su extraordinaria ambivalencia y su connivencia con la barbarie en muchas épocas, han sido también poderosos instrumentos para la crítica, la renovación moral y el cambio y han sido motivadoras de esperanza para amplios sectores sociales hasta ese momento olvidados, sino aplastados, por el poder o las ideologías de turno. Según la actual neuroteología, las prácticas religiosas y la espiritualidad fortalecieron estructuras cerebrales superiores y con ello la colaboración y la empatía, e hicieron posible imaginar un mundo mejor, incluido un mundo en el más allá, y esta nueva capacidad permitió también cambiar el mundo en función de un ideal (Newberg, Waldman 2010: 18). De probarse esta hipótesis, sería consustancial a la religión y a la espiritualidad en general la capacidad crítica y pensamiento utópico. Por su parte, Karen Armstrong, en su última obra revisa la relación que se da por obvia entre religión y violencia. Desvela el uso de la religión como un chivo expiatorio que oculta la violencia estructural ya en las primeras sociedades agrícolas, y nos desvela cómo las religiones han articulado prácticas espirituales para cuidar la comunidad, controlar la agresividad y cultivar la empatía y el respeto hacia todos los seres humanos; han denunciado el desfase entre lo que hay y lo que debe haber, y han luchado contra la violencia estructural, la mácula del guerrero que han contraído todos los Estados de la tierra y que es intrínseca a la existencia de la cultura. Estos aspectos espirituales y éticos son los que cabe recuperar. El islam que tiene más visibilidad impide ver su “base espiritual y ética” (Abu Zayd, 2010, p. 32). Pero el espíritu de reforma ha sido una constante desde sus inicios; de hecho, con este impulso inició el Profeta su mensaje apostando por la regeneración espiritual y social y por una comunidad más justa e igualitaria. Se ha dicho que la historia del islam no es el relato de un paraíso perdido, sino de una revolución permanente, traicionada sí, pero siempre de nuevo reanudada. En ese sentido, los musulmanes deben ser también una fuerza de transformación y de liberación, de diálogo y de construcción de valores universales, afirma Tariq Ramadan (2009, p. 317). Medirse con la modernidad no es meramente adaptarse sin aportar ni cuestionar nada, sin plantear alternativas ni transformar el mundo (Ramadan, 2009, p. 13). Esta advertencia ya la había formulado en el siglo XIX Qasim Amin, a propósito de su lucha por la liberación de las mujeres: Occidente representaba el bien asequible a la humanidad en esta etapa concreta, pero solo eso, “siempre el anhelo del alma humana es mayor” (Amin 2000b, 149). Organizado por: Suele citarse y con razón el lema del ideal de ibn ‘Arabi: profesar “el espíritu profundo de cada visión del mundo”. El fracaso de un proyecto así no invalida su idea. De hecho, es la única alternativa a la confrontación y a la barbarie. Maalouf insta a superar el tribalismo y a construir la “patria ética” (2011, p. 13). El reto de los pensadores musulmanes es, pues, continuar esta “hermenéutica humanista” (Abu Zayd, 32) que busca valores transversales y el espíritu profundo de cada visión del mundo. Salman Rushdie profundiza en sus Memorias en esa hermenéutica humanista en otro sentido libertador: “¿Quién debe tener el control del relato? (…) La nación era un relato, y la familia era otro, y la religión era un tercero (…) Todos deberíamos tener la libertad de llamar a capítulo a las grandes narraciones, discutir con ellas, satirizarlas e insistir en que cambien para reflejar los tiempos cambiantes. Deberíamos hablar de ellas de manera reverente, irreverente, apasionada, cáustica, o como nos viniera en gana (…). En una sociedad libre, la discusión en torno a las grandes narraciones nunca cesaba. Lo importante era la propia discusión. La discusión era la libertad. Pero en una sociedad cerrada aquellos que poseían el poder político o ideológico intentaban poner fin a esos debates. Os contaremos el relato, decían, y os explicaremos lo que significa (…) Os prohibimos que lo contéis de ninguna otra manera. Si no os gusta cómo contamos el relato, sois enemigos del Estado o traidores de la fe (…) Os perseguiremos y enseñaremos el significado de vuestro rechazo!” (2012, 393-394). 5. Resultados y/o conclusiones El tradicionalismo, el legalismo, la violencia o la barbarie no son el inexorable destino ni del islam ni de los musulmanes. La mayor tradición islámica es humanista y está en consonancia con los valores universales a los que aspira la humanidad y son indispensables en el diálogo interreligioso. 6. Contribuciones y significación científica de este trabajo: A partir del 11-S, convertido ya en una especie de año cero, venimos asistiendo con horror a diversas reediciones de un terrorismo global que insiste en presentarse y legitimarse desde el islam. Pese a que vivimos en la sociedad del Organizado por: conocimiento y de la información, tiene más visibilidad la violencia y la barbarie en nombre en este caso del islam, lo cual tiene, entre sus consecuencias inmediatas, la confusión de esta parte con el todo y la consiguiente islamofobia. Uno de los compromisos del pensador en el ámbito de la religión y la espiritualidad es contribuir a desmontar este tipo de discursos y de retóricas que instrumentalizan la religión y el pasado, y dar voz también a los intelectuales que desde el mundo musulmán afrontan este desafío y favorecen la coexistencia de distintas formas de espiritualidad, pero que también nos muestran la pluralidad intrínseca de la tradición árabo-islámica. Este trabajo forma parte de una investigación más amplia sobre autores de las tres grandes culturas monoteístas que contribuyeron en el pasado, de una forma crítica, a crear espacios de encuentro y reflexión. 7. Bibliografía Abu Zayd, N. H. (2012). Religiones: de la fobia al entendimiento. En G. Martín Muñoz, R. Grosfoguel (eds.), La islamofobia a debate. La genealogía del miedo al islam y la construcción de los discursos antiislámicos (pp. 11-33). Madrid: Casa Árabe-IEAM. Amorós, C. (2004). Por una ilustración multicultural. Quaderns de filosofia i ciència, 34, 67-79. Amorós, C. (2009). Vetas de Ilustración. Reflexiones sobre feminismo e Islam. Madrid: Cátedra. Armstrong, K. (2015). Campos de sangre. La religión y la historia de la violencia. Barcelona: Paidós. Cepedello Boiso, J. (2014). Muhammad Abid al-Yabri: un proyecto político y vital para el necesario despertar de la conciencia islámica”. Revista Internacional de Pensamiento Político - I Época - Vol. 9, 215-225. Kassir, S. 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