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La naturaleza del Ser Aspectos de la Ontología Rosacruz Por Barry Dixon, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. Uno de los aspectos más fascinantes de las enseñanzas rosacruces es el estudio de su ontología: el estudio del ser, la esencia de las cosas. El Diccionario Webster define ontología como la «parte de la metafísica que trata de la naturaleza y las relaciones del ser en sí mismo», mientras que el Manual Rosacruz la define como «la verdadera ciencia de todo ser». En este artículo se discutirá de manera concisa sobre la naturaleza y relación del ser con el objeto de dilucidar este insondable tema. Históricamente, se ha relacionado el ser a la esencia primaria de los seres humanos: nuestro espíritu, alma, Dios. En las grandes religiones y filosofías del mundo se discute esta ontología. Examinemos varios puntos de vista ontológicos. En primer término, sabemos que los rosacruces que asisten a las Convocaciones en una Logia o Capítulo están familiarizados con la invocación del Capellán: «El Ser, nunca tuvo principio, porque de la nada no puede originarse algo». Esta breve aforismo, presentado en otras formas similares, es la base de varias antiguas ontologías del Oriente que simplemente afirman que el ser (la esencia de toda la materia y la energía, incluyendo al Creador) no tuvo principio. Para el individuo común, es difícil concebir una esencia o ser eterno que siempre ha existido y que nunca ha tenido principio. A menos que estén buscando un estudio más profundo de la religión y la filosofía, los occidentales con frecuencia quedan desconcertados por este concepto. En tanto que las enseñanzas rosacruces provienen de Oriente, de donde también vino la Luz Mayor y todo el conocimiento, examinemos con mayor detenimiento varias enseñanzas orientales que concuerdan en el aforismo rosacruz «El Ser, nunca tuvo principio...». Sabiduría de antiguas civilizaciones Los egiptólogos sostienen la teoría de que los habitantes del Valle del Nilo creían desde los primeros tiempos en la existencia de un único Dios, incomprensible y eterno. «Dios es desde el principio y Él ha existido desde el principio. Él ha existido desde la antigüedad y era cuando nada había sido, Él existía cuando no existía nada». 1 El Mahabharata de la antigua India dice «Bhrigu dijo: Existe un Dios Prístino, conocido para los grandes Rishis, de nombre Manasa. Él no tiene principio y no tiene fin. Ese Ser Divino es... Eterno, Indestructible e Inmutable». 2 Se puede añadir que aquel Manasa significa «perteneciente a la mente», tema subyacente de este asunto. En el Tao Te Ching de Lao-tse se lee: «El principio del ser no comenzó, por lo que no puede haber fin. Quien se adhiere a estas verdades ganará la inmortalidad». 3 Es importante entender este concepto ontológico, pues nos llevará a un conocimiento más profundo del ser, que es el propósito básico de cada ser humano. Si nos conocemos a nosotros mismos, nuestra verdadera naturaleza, entonces comprenderemos la manera en que somos parte del Alma Universal, la esencia cósmica que siempre ha existido. Esto se revela en el versículo bíblico 1:1 de San Juan en el Antiguo Testamento traducido del arameo: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios». Este versículo es similar al del Génesis 1:1 y se difiere a Juan 1:1-2, todo esto concordando con la ontología rosacruz. Para mayor claridad, es necesaria una exégesis del texto arameo del Génesis 1:1 «En el principio Dios creó los cielos y la tierra». La frase en arameo dice: «brasheith bra Alaha yath shamaya oyath ara». Literalmente esto significa: «del principio creó o expresó Dios (Alaha) la esencia cielo y la esencia tierra». Alaha significa «autoexistencia». «La palabra yath en arameo significa esencia, ser, existencia y substancia... denotando el origen o substancia de una cosa». 4 Alaha creó o expresó la «esencia cielo» y la «esencia tierra». En este caso la palabra «expresó» es más adecuada, pues significa exprimir. En otras palabras, la autoexistencia de todo el ser exprimió la esencia del cielo y de la tierra. O bien, el autoexistente expresó en principio la esencia del cielo y la tierra. (Los caracteres en arameo y hebreo son los mismos, pero en hebreo presentan pronunciación modificada como consecuencia de las diferencias dialectales). El punto de vista esotérico Uno se puede preguntar: ¿Por qué no hemos comprendido esto antes? La respuesta estriba en que el texto es de naturaleza esotérica. Esotérico denota innato o inherente y, en este caso, se trata, por lo general, de un conocimiento interno restringido a un grupo reducido. El conocimiento esotérico de las Escrituras, tan natural para el oriundo del Medio Oriente, no es comprendido por la mente occidental porque advierte modos y costumbres occidentales en las Escrituras en lugar de verlas desde el punto de vista oriental. Debemos recordar que «Moisés fue educado en toda la sabiduría de los egipcios» (Hechos 7:22) y por lo tanto su ideología y cosmología habría de ser en esencia una modificación de la cosmología egipcia. Esta no es la cosmología de las masas, sino la de las Escuelas de los Misterios, de las que él fue un iniciado. Otro punto de discernimiento del texto arameo y del hebreo es el término brasheith y bereshith que significa «desde el principio». El nombre de las letras del alfabeto semítico proviene de varios símbolos. Por ejemplo, Aleph es el término que designa «buey», mientras Beth significa «casa», como en Bethel «casa de Dios» y en Bethany «casa de los higos». La palabra brasheith/bereshith es un sustantivo modificador formado por la raíz resh que significa «la cabeza, el jefe, el principio en servicio». Literalmente significa: «ante todo; en poder de los seres».5 De manera similar el concepto de Dios vuelve a ser expuesto en forma modificada en el versículo 1:1 de San Juan. El texto en arameo dice: «brasheith ethou wa miltha oowho miltha ethou wa levath Alaha». Literalmente dice: «desde el principio el Verbo siempre existía y Él, el mismo Verbo, siempre estaba con Alaha y Él, Alaha, era el Verbo mismo siempre». Verbo (en arameo miltha) significa acción principal y denota razón, energía mental o último suspiro de Dios. El verbo o palabra de Dios es fuerza creadora. Energía creadora Según el Dr. Rocco A. Errico, erudito en arameo y una autoridad en estudios bíblicos quien tradujo estos textos del arameo, la frase también puede traducirse como «la energía mental siempre existe. Y Él, Alaha, siempre era la energía mental misma». La relación del Maestro Jesús con el Verbo surgió porque, para sus seguidores, él representaba a Dios. Para ser claros, representar se define como «exponer o describir con un carácter particular». En otras palabras, Jesús manifestó su carácter divino tal como nosotros lo haríamos. Hemos abordado estos versículos en arameo, la lengua que Jesús hablaba, para lograr una mejor comprensión del texto. En otras traducciones de estos textos se emplea la palabra griega Logos, sin embargo, debe tenerse en cuenta que la Biblia fue escrita en lenguas semíticas y desde el punto de vista oriental. Logos El concepto actual de Logos se encuentra en algún sitio entre Dios y el mundo. Identifica al Mesías como una Persona Divina que existe desde antes y reencarna en Jesús. ¿Cómo surgió este concepto? El concepto de Logos fue adoptado por la Iglesia Cristiana siguiendo los conceptos de Heráclito (544-470 A.C.) y de Philo (25 A.C.-40 D.C.) quienes fueron discípulos rosacruces de las escuelas de los misterios egipcias. Para Heráclito, Logos era el principio racional que domina la naturaleza. Philo amplió después este concepto con el objeto de acomodar la religión judía con el saber griego. Para Philo Logos es «la imagen de Dios» a partir de la cuál el hombre fue creado. Sin embargo, no es una personalidad concreta, sino el órgano a través del cual Dios creó todas las cosas. Logos actúa como mediador, un Alto Sacerdote. «El Logos de Philo es intangible, no es una Persona; no hay necesidad de una redención; el Alto Sacerdote intercede, pero no tiene sacrificio que ofrecer como base de su intercesión, a menos que el de sí mismo».6 En el desarrollo de la doctrina griega la terminología de Palabra se asocia con Jesús. Él era la Palabra y aquél que ejecuta la creación en San Juan 1, lo que es un reflejo de la mitología griega en la que el hombre puede llegar a ser un dios. En contraste, el judaísmo prohibió al hombre igualarse a Dios, pues como en los Diez Mandamientos se enuncia, es una blasfemia decir que el hombre es Dios el creador. Así pues, las autoridades judías rechazaron a Jesús, pues pensaban que se había comparado con Dios (San Juan 10:33). El punto de vista ortodoxo actual sostiene que la creación surgió en algún punto en el tiempo. Y sin embargo, San Agustín (354-430 D.C.) no se guió por este punto de vista. Según el autor Paul Davies, San Agustín «...ridiculizó la idea de Dios esperando durante tiempo infinito para después decidir crear un universo en algún momento propicio... el mundo fue creado, no en el tiempo, sino de manera simultánea con el tiempo». «Es curioso, sin embargo, que esta profunda interpretación del Génesis fuera después puesta en tela de juicio cuando la Iglesia estuvo bajo la influencia de la antigua tradición griega en el siglo XIII. De la controversia resultante, el Cuarto Concilio Laterano (1215 D.C.), que refutaba la filosofía aristotélica de un universo de edad infinita, insistió que, tal como un artículo de la fe cristiana, el universo tuvo un principio en el tiempo».7 Algunos pueden pensar que este punto de vista es sorprendente. Para quienes son estudiantes rosacruces desde hace tiempo, nuestros estudios demuestran que el cristianismo adoptó muchísimos conceptos del judaísmo y de lo que algunas personas llaman religiones paganas. Incluso aquellos conceptos adoptados del judaísmo por la Iglesia Cristiana eran de origen oriental y habían sido adoptados por los israelitas durante el tiempo en que estuvieron en contacto con las escuelas orientales de misticismo. El pensamiento rosacruz respecto a la ontología coincide con el significado arameo de miltha, energía mental. Ambos muestran que el ser humano usa un orden secuencial de sucesos para establecer el tiempo. Nuestra realidad hace el tiempo y el espacio. La vida o el ser nunca comienza; la forma o la manifestación no tiene principio. Pensar en un principio sería poner un límite en Dios, haciendo así finito a Dios. Cualquier cosa que tenga un principio tiene un fin. Sin embargo, Dios es absoluto: y tal vez para comprender esta verdad sólo necesitamos entonarnos con el Dios de nuestro Corazón. Notas: 1 E.A. Wallis Budge, The Egyptian Book of the Dead (El libro egipcio de los muertos) (New York: University Books, 1960), p.106. 2 Frank L. Riley, The Bible of Bibles (La Biblia de Biblias) (Los Angeles: J.F. Rowney Press, 1929), p.141. 3 Charles A. Mackintosh, Tao - A Poetic Version of the Tao Teh Ching of Lao Tze (Una versión poética del Tao Te Ching de Lao-tse) (Wheaton, Illinois: The Theosophical Publishing House, 1971), p.16. 4 George M. Lamsa, Old Testament Light (Luz del Antiguo Testamento) (Philadelphia: A.J. Holman Co., 1978), p.3. 5 Fabre D´Oliver, The Hebraic Tongue Restored, trans. by Nayan Louis Redfield, (La lengua hebrea restaurada) (York Beach, New York: Samuel Weiser, Inc., 1981) II, 25. 6 Alfred Edersheim, The Life and Times of Jesus the Messiah (La vida y la época de Jesús, el Mesías) (Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1981), I,49. 7 Paul Davies, God and the New Physics (Dios y la física nueva) (New York: Simon & Schuster, Inc., 1983), p.38.