Download Mirar y poder decir - REDCOM 2015

Document related concepts

Análisis del discurso wikipedia , lookup

Guerrilla de la comunicación wikipedia , lookup

Análisis crítico del discurso wikipedia , lookup

Sociolingüística wikipedia , lookup

Ernesto Laclau wikipedia , lookup

Transcript
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
Mirar y poder decir: aportes desde la SocioSemiótica para un Observatorio de Medios
To watch and be able to say: contributions from Socio-Semiotics for a Media
Observatory
Fabiana MARTINEZ
Universidad Nacional de Córdoba - Argentina
fabianam20111@gmail.com
Resumen
Desde su constitución como disciplina del lenguaje, la semiótica ha desarrollado
notables conceptos e instrumentos que pueden aportar para un análisis crítico de los
discursos mediáticos, teniendo en cuenta además las particulares condiciones de
producción a partir de las cuales adviene la ubicuidad de los medios de comunicación
en las sociedades post-industriales actuales. En primer lugar, entonces, nos interesa
enfatizar algunos conceptos que pueden alimentar una “mirada crítica” hacia los
medios, como la noción de “mito” de Barthes (1970), y la definición de la ideología
como un sistema semiológico segundo en el cual opera el discurso de la “cultura
burguesa” o el Imperio; la categoría de “enunciado” que refuta la concepción
consensualista de la lengua como tesoro compartido y enfatiza al lenguaje como
“arena de lucha de las clases sociales” (Voloshinov, 1992) y la correlativa importancia
de la noción de “hegemonía discursiva” (Angenot, 1989), que en sus distintas
versiones enfatiza la dimensión conflictiva en el campo de la producción de sentidos;
finalmente, la noción de “orden del discurso” que pone en juego el problema del
“régimen de verdad” (Foucault, 1980). En segundo lugar, nos interesa también
problematizar la condición de la propia mirada universitaria y académica sobre los
medios, marcando más que su posible objetividad y capacidad de mirada externa a lo
ideológico, su posible intervención en términos de defensa de contenidos de igualdad
en los litigios políticos que los medios de comunicación significan, ya que ella misma
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
participa de una condición de verdad y de lo propio del Hombre (Derrida, 2001), es
decir, de un régimen de verdad desde el que instituye también modalidades del poder.
Observatorio – Semiótica – Crítica - Ideología
Abstract
From its constitution as a language discipline, semiotics has developed important
concepts and intruments that we can use to make a critical analyse of the mediatic
speaches, by evaluating the conditions in those the importance of the comunication is
produced in the current post industrial sociaties. We are interested in using concepts
of Barthes, Voloshinov and Angenot and we also propose to analyse the condition of
the universitary and academic view about the media, trying to see more than its
posible objectivity and external appearence from the ideological, its posible
intervention as a defense of the equality in the political problematics, since it
participates of "a condition of the truth and man's esence", wich is an order of the truth
that also creates power modalities.
Observatory – Semiotics – Critical Analyse
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
1. Introducción
Contexto de emergencia: el juego de los lenguajes políticos y mediáticos
Desde hace algunos años una nueva modalidad de producción de saber sobre los
medios está en boga: el Observatorio de Medios de Comunicación. Aunque son propuestos
por gobiernos, gremios, agencias de cooperación, etc., mi reflexión toma como objeto a los
Observatorios que han sido implementados recientemente por las Universidades públicas en
nuestro país, vinculados a ciertas condiciones de posibilidad que han supuesto importantes
transformaciones no sólo en el campo mediático, sino también político (y aún académico). Mi
idea no es referir normativamente a la tarea que desarrollan estos Observatorios sino
abordarlos como partes de una trama discursiva más amplia, sobre la que es posible
considerar, por un lado, cuáles han sido sus condiciones de posibilidad; y por el otro, qué
herramientas podría aportar una disciplina como la Socio-Semiótica, por definición abocada al
análisis, crítica e interpretación de los discursos en su dimensión social y mediática.
Entre las múltiples transformaciones de la última década que en nuestro país operan
como “telón de fondo” de la proliferación de los Observatorios y que explican sus contenidos
se cuentan tres procesos: la politización de los medios, la politización de los jóvenes y la
creciente afinidad de algunas universidades públicas con el gobierno kirchnerista. A partir del
2003 se produce un proceso de “re-encantamiento de la política” (Arditti, 2007) que opera aún
efectos importantes, provocando múltiples desacuerdos orientados a la afirmación de la
igualdad y la inclusión, en el contexto de una democracia que coloca en un lugar privilegiado
estas tópicas. Se configura desde entonces una nueva hegemonía discursiva luego de la
crisis del neoliberalismo, a partir de múltiples resignificaciones sobre el Estado, lo público, lo
colectivo; un nuevo estado del discurso social adviene y una interdiscursividad polémica se
instala en la sociedad reformulando las fronteras establecidas en los años 90 entre economía
y política. Y junto a las tranformaciones del Estado y otras, se da a la vez una importante
“batalla simbólica” pues la nueva doxa populista disputa los significantes al neoliberalismo. En
este punto, el Observatorio es una institución que no es exterior a esta batalla, sino que
participa activamente en ella, aún jugado otro juego de discurso.
La década del 90 se caracterizó por una importante depreciación de los lenguajes
políticos institucionales frente a los mediáticos espectaculares, la crisis de los espacios y las
instituciones públicas, la desciudadanización de la sociedad y el desencanto generalizado
respecto a una forma democrática que ponía el peso en los asuntos formales descuidando los
contenidos sociales y que desembocó en la fórmula “que se vayan todos”. A lo largo de estos
años, los lenguajes políticos se farandulizaron (Landi, 1989; Mata, 1991; Sarlo, 1990) o se
sometieron a las modalidades de los formatos mediáticos, y en particular del televisivo. En
cierto sentido, perdieron su capacidad de sostener algún verosímil social (Angenot, 1989),
tanto como su eficacia performativa frente otros géneros, como el periodístico. Este crédito
(entendido en el sentido de credere: uno de los posibles efectos de sentido), esta capacidad
de hacer creer, fue cómodamente detentada por los medios de comunicación, quienes por
otro lado se definieron como neutrales y ajenos a toda contienda política, planteando agendas
de complementariedad con cada gobierno (Menem, de la Rúa), convalidando el nuevo orden
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
neoliberal desde una invisibilización de sus propios intereses y condiciones de producción. La
palabra periodística se presentaba como el reflejo de lo real, pero este “reflejo” era siempre
centrípeto en relación a la hegemonía neoliberal. En este sentido, estaban en plena vigencia
los “contratos mediáticos” (Escudero, 1996) que habían operado en función de la construcción
de un consenso neoliberal: como afirma Frytes Frey (2008) “la necesidad y la inevitabilidad
del ajuste se justificaron entonces referenciándolas a una racionalidad eminentemente técnica
sustentada por el saber económico, a través del cual pretendía expresarse una necesidad del
orden de las cosas. Esa racionalidad económica se presentaba articulada al polo de la
estabilidad-convertibilidad, en relación con el par estabilidad (o con el desplazamiento
metonímico ajuste) o caos”. Las universidades públicas realizaron sus críticas y apostaron a
espacios alternativos (proyectos cooperativos, comunitarios, etc) pero básicamente no
lograron hacer mella en este proceso.
Desde el 2003, en un complejo proceso, la palabra política recupera el prestigio
perdido en la década del 90 frente a los técnicos y los medios de comunicación, y en diversos
ámbitos prolifera su mejor género: el debate, el diálogo argumentativo, la controversia que
acompaña al litigio. En términos de Angenot, prolifera la “palabra panfletaria” que ha
caracterizado a la política en la modernidad junto a nuevas agendas que atraviesan a las
discursividades políticas y mediáticas. Esto se vincula a la discursividad del kirchnerismo que
presenta una fuerte dimensión adversativa (Martínez, 2006), un ethos militante (Montero,
2012), una concepción adversarial y no liberal de la democracia (Chavez Solca, 2014) y un
antagonismo permanente con el neoliberalismo de los 90 como causante de un grave daño al
pueblo (Muñoz, 2012). Se configura tópicos discursivos que categorizan algunas cuestiones
sociales ya no como regulados en relación a un paradigma tecnocrático-economicista, sino
entendidos en una dimensión política, colectiva y pública, que exige no sólo nuevas políticas
de gestión sino también profundas reconfiguraciones de sentido. Como hemos señalado en
otro trabajo, sostendremos que al principio de la regulación tecnocrática le sucede ahora la
emergencia de un “lenguaje político de los derechos”, que viene asociado a la politización
paulatina de diversas instituciones y actores, y entre otros los mismos medios de
comunicación. Desde el año 2003, y como señalan varios autores, en particular desde el
2008, el “orden del discurso” que había caracterizado a los medios de comunicación con su
particular topografía de la verdad neutral se vio profundamente conmovido: tanto desde la
discursividad política como desde la mediática (en la emergencia de un nuevo género, el
“periodismo militante”) fueron paulatinamente instituidos como adversarios, se tematizaron
sus vinculaciones con grupos económicos y corporativos, y referidos sistemáticamente a sus
condiciones particulares de producción (económicas, políticas), insistiendo en su condición de
monopolios y de medios hegemónicos. Así, su verdad no fue ya la única, sino una más de las
tantas que puedan inscribirse en un campo ahora definido como controversial y dividido.
Impugnada primero por los discursos políticos de los funcionarios kirchneristas, y luego por
programas (como 678) que se dedicaban a la refutación de las agendas y las noticias de la
corpo
(designación referida a los medios del grupo Clarín), sus discursos fueron
sistemáticamente puestos en contextos, vinculándolos a la oposición política a un proyecto
populista, definiéndolos como enemigos del pueblo, y a la vez como aliados de los sectores
corporativos.
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
Esta proliferación del debate, que instala una cierta brecha en la compacta unicidad de
la discursividad médiatica de los 90, llega a las academias de periodismo1 y asume una
forma sutil pero –al fin y al cabo- argumentativa, plenamente inscripta en los juegos de
inversión de la creencia respecto a los llamados medios hegemónicos: el Observatorio. Así, el
Observatorio no se presenta como un lenguaje neutro, ajeno a las contiendas, libre de
restricciones, o sometido puramente a las reglas de los lenguajes disciplinarios académicos,
sino que él mismo forma parte de una interdiscursividad polémica, que como una nueva
axiomática (Angenot, 1989) ha atravesado numerosas formas en la última década de los
discursos sociales y que se ha vinculado con la institución de un nuevo régimen de verdad
post-liberal. Esta condición no opaca sus posibilidades, pues ningún discurso está exento del
poder o de lo ideológico, sino que lo ubica como una operación discursiva de ciertas
características en un cierto campo que no podemos ignorar. Y en todo caso lo que nos
interesa pensar es qué elementos de esa disciplina llamada semiótica pueden colaborar en
esta nueva función (que no deja de ser de “policía discursiva”, Foucault, 1970), pues está
vinculada a un orden del discurso, inscribe su decir y sus efectos en él, colabora en la
definición hegemonizante de qué es lo decible y lo pensable en un momento dado, y según
Angenot (1989): “establece los temas tratables y las maneras correctas de tratarlos”.
Sin dudas, en el nuevo panorama político, el campo mediático así transfigurado ocupa un
lugar central en la conformación de un nuevo “sentido común” dando “definiciones de
realidad”, informando la experiencia política, generando una matriz para una cierta clase de
sujeto e –incluso- para la constitución de un nosotros (Mouffe, 1999). Y los medios
participarán activamente en la institución de la frontera simbólica de este nosotros, tanto como
del enemigo que es necesario refutar, función que justamente –en parte- asumirá el
Observatorio. Así, se plantea un contexto caracterizado por múltiples desacuerdos que
implican visibilidad y reconocimiento de las minorías, el retorno de lenguajes y memorias
políticas vinculadas a las luchas por la igualdad, el reconocimiento de demandas antes
excluidas, profundas transformaciones contra la desigualdad y la discriminación, la refutación
a la tópica liberal individualista, competitiva y eficientista, es decir, la resignificación de un
conjunto importante de asuntos. En el campo mediático, se vinculan con la sanción de una
nueva ley para la comunicación audiovisual, la politización de los medios, la puesta en crisis
del “contrato mediático” –Escudero, 1996-, las nuevas políticas públicas respecto a cultura y
1
Vinculación política que se da por múltiples razones: políticas de consolidación e inversión en la
“educación pública”, con políticas universitarias específicas (crecimiento de la SPU) e importantes
aumentos de presupuesto para ciencia y técnica; convergencia en las luchas por la memoria (HIJOS,
en parte, inscribió su lucha por la memoria como forma de militancia estudiantil); aval de la Universidad
a nuevas políticas de cultura, y ciencia y técnica; reconversiones hacia el kirchnerismo de importantes
grupos intelectuales (nucleados en Carta A pero vinculados a numerosas Facultades de Humanidades,
Filosofía, etc.); aval de las Universidades a la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual;
aval a las políticas de género y de lucha contra la discriminación, reconocimientos universitarios por
nuevas políticas sociales, politización de la juventud que aumentó su participación no sólo en
agrupaciones estudiantiles que hicieron re-conversiones al kirchnerismo, y en otras también, etc. Lejos
estamos de pensar en una convergencia que consideraría a la Universidad como una unidad ideológica
y autosuficiente, hablamos más bien de una articulación que sería el efecto, justamente, de una
hegemonía kirchnerista y que fue configurándose lentamente a partir de numerosos acontecimientos
políticos.
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
comunicación, la articulación universidades públicas/kirchnerismo, la aparición de lenguajes
críticos y nuevos formatos de conocimiento en las carreras de comunicación, el tipo de
relación adversativa establecida entre el kirchnerismo y los medios, pero también la
implementación de nuevos derechos y el reconocimiento de formas de “violencia simbólica”
que comienzan a designar de otra forma (sancionatoria) ciertas operaciones discursivas de
ciertos medios en relación a colectivos en condiciones de vulnerabilidad.
2. Aportes desde una Socio-Semiótica
En este estado del discurso social emergen los Observatorios de Medios, movilizando,
entonces, una capacidad crítica y de orientación igualitaria y emancipatoria en un contexto
social ya políticamente movilizado, donde una hegemonía se ha configurado. Opera, en rigor,
contrariando los enunciados que persisten de anteriores hegemonías, es decir, interviene en
las batallas simbólicas del presente; y no está exento de las relaciones de poder: es más bien,
su efecto privilegiado de sentido y, retroactivamente, colaborará en la misma construcción de
ese nosotros al que dice representar.
En todo caso, quien observa desde un lugar controversial y vinculado al campo de la
discursividad científica, ¿a partir de qué categorías puede argumentar, consolidar, construir
esta mirada observadora? Creemos que la semiótica es una disciplina que puede ofrecer
sustentos teóricos y metodológicos capaces de estructurar un discurso crítico y auto-reflexivo;
que -en la medida de lo posible- no pierda de vista sus propias condiciones de producción ni
las de aquellos discursos que observa, los que sólo pueden hacer sentido en una trama
compleja de relaciones históricas, de poder, sociales, etc.
La primera sugerencia es eludir la trampa de la representación, de la noción del referente
autónomo que establece una norma de correspondencia con lo real para la evaluación de los
discursos periodísticos. Mientras más se enfatice la transparencia del lenguaje, menos podrá
darse cuenta de lo específico de su dominio autónomo (Foucault, 1976): desde ya varias
décadas, la hipótesis de “construcción del acontecimiento”, con el constructivismo radical que
le atribuye Eliseo Verón, es una noción-fortaleza de los estudios semióticos que aceptan que
los medios no representan hechos, sino que construyen acontecimientos. La opacidad del
lenguaje, la pérdida de las cosas (Foucault, 1976), la ausencia de sustancia y referente, el
desfondamiento, en fin, del signo, su comprensión enfática de significante en devenir, son
nociones que permiten comprender su contingencia y la condición de las operaciones que se
juegan en los discursos. Desde la teoría de la agenda-setting hasta los estudios postestructuralistas es interesante reconocer que las agendas se construyen y mantienen, que el
ancho mundo se traduce en unas pocas noticias, que éstas adquieren la forma de relatos y
narrativas que en su misma configuración definen ya al hecho, que estas narrativas tienen
con frecuencia un carácter argumentativo (es decir, no son neutrales) y hacen inteligible al
mundo con pretensión de ciertos efectos ideológicos, que los medios son fábricas de
discursos, que lo real actual puede presentar una condición paradójica y desconcertante.
Varios autores han planteado esta idea: la encontramos en la concepción de Ferdinand de
Saussure (que había rechazado enfáticamente la noción de lenguaje como nomenclatura,
como mera actividad de designación), en Charles S. Peirce (para quien realidad y semiosis
constituyen órdenes inseparables), en Michel Foucault (quien diluye justamente este vínculo
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
entre las palabras y las cosas), en Eliseo Verón: “la noción misma de realidad es inseparable
de su producción en el interior de la semiosis: es decir, que sin semiosis no habría “real” ni
“existentes” (1980). Una interrogación fundamental sobre el estatus de lo real aparece en
estos autores, y es un principio fundamental del postestructuralismo actual, que propone casi
todas las jergas significativas para el análisis de fenómenos contemporáneos. Desde este
punto de vista, no se escudriña la ideología como el lugar de una falsedad, o la distorsión
informativa en unos medios mientras que otros serían verdaderos: más bien se analiza qué
procesos configura cada una y cuáles son sus efectos de sentido, sus apuestas en el campo
político y simbólico, la forma en que batallan en función de una nominación legítima de lo real.
Esta contingencia habilita la crítica (ideológica). Quizás Barthes sea quien mejor pensó la
relación entre la mistificación de la cultura pequeño-burguesa (en su caso, de la Francia de
los años sesenta) y la “cultura de masas”, al pensar la ideología como un sistema semiológico
y al mito como un sistema de significación segundo basado en algún lenguaje-objeto
(lingüístico, fotográfico, etc.). El mito se vincula a la norma burguesa y al Imperio, y su
operación fundamental es la naturalización de lo contingente: el mito hacer pasar por
universal lo que en rigor es de interés burgués. El reconocimiento de sus atributos son
fundamentales para el trabajo de desmontaje que hace el semiólogo, desnaturalizando lo que
aparece como evidente. El mito está determinado: es a la vez histórica e intencional; es
dinámico: puede alterarse, deshacerse, desaparecer por completo; es imperativo e
interpelativo: comunica su “ambigüedad expansiva” (2004); no oculta, no pregona, es una
inflexión: “tiene a su cargo fundamentar como naturaleza lo que es intención histórica; como
eternidad, lo que es contingencia”. ¿Cuál es la tarea del mitólogo (y en este caso: del
observador): “Si pongo mi atención en un significante lleno, en el que distingo claramente el
sentido de la forma, deshago la significación del mito, lo recibo como una impostura…Este
tipo de enfoque es el del mitólogo: él descifra el mito, comprende la deformación”. El trabajo
del mitólogo no consiste, sin embargo, en relevar una verdad detrás del mito, sino en referir a
su contingencia, evidenciar su historicidad, en síntesis: poner su materialidad significante en
relación con sus particulares condiciones de producción.
Detrás del mito no hay una verdad, o un objeto en sí, sino otro significante, un
lenguaje-objeto, perteneciente a otro sistema de significación. Desde una concepción
constructivista del lenguaje, no es posible sostener la ideología como falsa representación. Y
una crítica puede ser esto (entre otras cuestiones): una crítica a las operaciones ideológicas,
entendida como una actitud de desnaturalización permanente del lenguaje y de las
presencias indudables que convoca. Por eso, es importante complejizar esta categoría en el
marco de un paradigma constructivista. Comprender lo que lo ideológico tiene de instituyente,
más que de distorsivo; concebirla como una relación: el modo en que imaginariamente
concebimos nuestra relación con el mundo en que vivimos, más que las condiciones objetivas
en sí. Componente imaginario y constitutivo de nuestra manera de conocer, y por lo tanto
vivir, en términos materiales, de rituales, de prácticas, nuestra relación con el mundo y con los
otros. Entonces, primera cuestión, comprender a la ideología como un sistema de
significación, lo que interesa es que el mito es histórico, contingente, dinámico e interpelativo.
Estas nociones importan al análisis, que no debiera plantearse como una práctica ajena a lo
ideológico.
Nuestra segunda postulación es asumir que el propio discurso del Observatorio se
vincula, como hemos visto, con ciertas condiciones de producción y es enunciado desde un
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
cierto lugar de poder/saber. Sugerimos el ejercicio de no invisibilizar la propia posición
enunciativa e institucional: “¿Acaso la crítica de la ideología no implica un lugar privilegiado,
eximido de alguna manera de participar en la agitación de la vida social, que permite a algún
sujeto agente percibir el mecanismo oculto que regula la visibilidad y la no visibilidad social?”
(Zizek, 2003). Para Zizek, la crítica no puede presentarse como una pura inversión de la
creencia, inversión que no será menos ideológica que la afirmación que se critica sino que
más bien consiste en “identificar la necesidad oculta en lo que aparece como una mera
contingencia” y “designar los elementos que dentro de un orden social existente…apuntan al
carácter antagonista del sistema y, por lo tanto, permiten que tomemos distancia de la
autoevidencia de su identidad establecida”. En términos de Barthes: “el mito da cuenta de
esas falsas evidencias” (1980). También en términos de Eliseo Verón, afirmar lo ideológico
en su dimensión analítica implica reconocer que todo discurso está vinculado
constitutivamente a ciertas condiciones de producción, en este paradigma no tiene sentido la
afirmación de un discurso que sería verdadero frente a unos que ocultan o falsean. Se trata
entonces, de evitar los “efectos de creencia” absoluta que suponen estos discursos
mediáticos, de interpretar contrarrestando y trabajar como un mitólogo, mostrando la
contingencia e historicidad, ejercitando el pensamiento negativo y haciendo posible, en este
cuestionamiento, no la eliminación de la ideología, sino la emergencia de nuevas matrices y
significados políticos.
En tercer lugar, creemos que el trabajo del Observatorio puede ser enriquecido con
algunos aportes de la teoría de los discursos sociales, tal como ha sido formulada por Eliseo
Verón (1980, 1980ª, 1980b, 2004, 2014). No es posible dar cuenta de la dimensión política y
social de la discursividad mediática desde un análisis inmanente: será parte de la reflexión la
vinculación entre estas materias significantes y sus particulares condiciones de producción;
en los términos más clásicos de Voloshinov: de sus bases materiales, de los intereses socioeconómicos pero también vitales y pragmáticos que intervienen decisivamente en la
configuración de unos significados. Las agendas, los colectivos, los procesos, las acciones,
las entidades de estos sus discursos (y aún sus divergencias, confrontaciones,
desplazamientos, etc.) no pueden entenderse tampoco como reflejos mecánicos de unas
condiciones externas; se tratará de leer las huellas que remiten a esas condiciones, e
identificar sus vinculaciones. Para lo cual es necesario también tener una cierta noción del
estado del discurso social, de sus tendencias hegemónicas, los mitos jerarquizados en cada
momento histórico, los significantes en disputa y las cadenas capaces de articular sus
contenidos. Es decir: tener en cuenta condiciones materiales y discursivas en el sistema de
restricciones del engendramiento del sentido. La noción de trans e interdiscursividades es
relevante en una teoría que piensa la semiosis en términos de redes, pero también para quien
explica hegemonías discursivas, para quien quisiera leer los discursos como operaciones de
poder en un contexto de batallas simbólicas. Los vínculos entre las esferas de lo social
(periodismo, economía, política, sociedad, etc.) pueden ser pensados en términos de
dominancias, legitimidades, verosímiles sociales, memorias, colectivos instituidos o entidades
sociales en transformación, emergencias, etc. Y las agendas construidas tienen complejas
condiciones institucionales, que funcionan como una relativa estructuralidad, provocan límites
pero también posibilidades, y no es posible desconocerlas: se avizora entonces la insensatez
de un análisis inmanente. Se trata de dar cuenta de lo heterogéneo para evitar lecturas
simplificadoras o mecánicas: “interpretar un texto no es darle un sentido (más o menos
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
fundado, más o menos libre) sino por el contrario apreciar el plural del que está hecho”
(Barthes, 2003). Dejar de lado el gesto castrador de la ilusión de la lectura objetiva: “Leer es
un trabajo de lenguaje…es una nominación en devenir, una aproximación inalcanzable, un
trabajo metonímico”. En relación a esta teoría de la semosis social, como la concepción
ternaria del signo de Ch. S. Peirce, un componente interesante también es pensar que el
proceso discursivo no tiene clausura, no hay una última instancia que remita a un referente,
una objetividad, una denotación.
Otra noción interesante es el desfasaje entre gramáticas de producción y de
reconocimiento: un Observatorio sólo puede dar cuenta de los sentidos postulados, en cierto
sentido, es un análisis en producción que nada puede afirmar acerca de los efectos
realizados. Respecto a los efectos, no pueden deducirse de la estructura de los discursos y
sólo pueden ser pensado como un campo complejo y diversificado vinculados a múltiples
actores (políticos, institucionales, otros medios). Incluso: un Observatorio es una particular
gramática de reconocimiento, diferenciada porque instala a los medios como lenguaje-objeto,
y porque construye otra posición que no es la de la audiencia, juega otro juego de discurso
que no podría identificarse como una “observación externa”, aunque sí sistemática, teórica y
metodológica. Por otro lado, esto permite abandonar toda concepción lineal de sentido,
diferenciar analíticamente las instancias de su producción, no confundir –en consecuenciaideología y poder.
Finalmente, pensamos que para un Observatorio de Medios, que no puede más que
vincular los discursos que analiza con la configuración de las disputas políticas del momento,
las teorías vinculadas a las disputas por el sentido o a las hegemonías discursivas (y aún
políticas…) son centrales. Es indispensable una caja de herramientas, que se vincule con
distintas disciplinas. Estas teorías no sólo son importantes a un nivel epistemológico y teórico,
sino que además se vinculan con las modalidades discursivas específicas de una democracia
adversarial, puesto que lo social no pueda ser pensado por fuera del antagonismo; resultan
particularmente productivas en los momentos de cambio histórico en el cual nuevas fuerzas
políticas y sociales emergen, en nítida disputa con las hegemonías previas. Lo que estas
teorías remarcan es que la relación significante/significado no es estable y normativamente
idéntica, justamente esta fijación es objeto de luchas políticas, constitutivamente vinculadas al
nivel simbólico-discursivo. En este autor, la noción de sentido siempre dividido en una
sociedad, es central. Para Voloshinov (2009), y en consonancia con otras posturas que
hemos citado, el ámbito de la ideología coincide con el de los signos: “donde hay un signo,
hay ideología” (2009). El signo está, por otro lado, indisociablemente vinculado al contexto en
el que se concreta, el lenguaje es una fuerza viva en constante movimiento y generación por
su vínculo con la historia y los conflictos. El signo adquiere nuevas significaciones según su
contexto de aparición. Y en cada contexto, puede variar también la “acentuación/valoración
ideológica”. Lo específico del signo es que es capaz de ser sede de una “multiacentuación
ideológica” que nos recuerda en todos los géneros y circunstancias su condición ideológica y
vinculada a una sociedad dividida en clases. Como señala este autor: “En la palabra se ponen
en funcionamiento las innumerables hilos ideológicos que traspasan todas las zonas de la
comunicación social. Por eso es lógico que la palabra sea el indicador más sensible de las
transformaciones sociales, inclusive de aquellos que apenas van madurando, que aún no se
constituyen plenamente ni encuentran acceso todavía a los sistemas ideológicos ya formados
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
y consolidados”. Observar la palabra puede significar encontrar en ella las señales aún de los
procesos sociales más transitorios, imperceptibles o fugaces. El signo está determinado por el
horizonte social pues en él conviven el contenido y el acento valorativo que siempre lo
acompaña y lo matiza. En cada época ciertos temas importan (porque se vinculan con los
presupuestos socio-económicos) y son objeto de una valoración axiológica que corresponde a
cada grupo social. Los “acentos ideológicos” se inscriben en los signos y pretenden lograr un
reconocimiento social. Un tema siempre aparece acentuado socialmente, y esto da cuenta de
un estado de la “lucha simbólica” inscripta en el mismo signo, que aparece tan tensionado en
las múltiples acentuaciones que aloja como la confrontación entre las distintas clases
sociales. Para este autor: “es la intersección de los intereses sociales de orientación más
diversa, dentro de los límites de un mismo colectivo semiótico; esto es, la lucha de
clases…las distintas clases sociales usan una misma lengua. Como consecuencia, en cada
signo ideológico se cruzan los acentos de orientaciones diversas. El signo llega a ser la arena
de lucha de clases. Este carácter multiacentuado del signo ideológico es su aspecto más
importante”.
Varias preguntas importantes pueden vincularse a la actividad de Observar los
medios: en estos discursos, ¿qué temas se definen como importantes y qué acentuaciones
ideológicas reciben?, ¿con qué disputas de sentidos y colectivos sociales se vinculan estas
acentuaciones?, estos colectivos ¿qué vínculos establecen en una cierta topografía del poder,
cuáles son hegemónicas y cuáles ofrecen resistencias? Estas que ofrecen resistencia, ¿a
qué, a quién, con qué modalidades específicas? Y aún: ¿qué escenarios prospectivamente
pueden imaginarse según los diferentes resultados de una cierta batalla simbólica? La
categoría de interdiscursividad vuelve a ser central en este caso, pues sólo pueden
ponderarse “posiciones” hegemónicas o heterólogas según una cierta configuración (también
imaginaria) de un estado más amplio del discurso social en un momento dado.
La producción teórica y metodológica de Marc Angenot permite también pensar esta
dimensión polémica de la discursividad mediática, su inscripción en un campo más amplio de
batallas simbólicas vinculadas al poder, al Estado, a la economía, a partir de su concepción
de “hegemonías discursivas”. La noción de discurso social entendido como un sistema
regulador que organizan lo decible, lo narrable y lo opinable; como un objeto compuesto
formado por subconjuntos interactivos de elementos migrantes donde operan tendencias
hegemónicas; caracterizado por una interacción generalizada que permite observar tanto
intertextualidades como interdiscursividades; nos permite preguntarnos por aquellas reglas no
explícitas que imponen la aceptabilidad de ciertos enunciados e ideologemas, de lugares
comunes, de efectos de evidencia. Esto da lugar también al análisis de lo heterológico, de lo
que transgrede ese orden, de la novedad. Los componentes que este autor propone para el
análisis (etnocentrismo, fetiches, tabúes, ideologemas, doxas, tópicas, dominantes de pathos,
temáticas y visión de mundo) pueden ser fundamentales a la hora de establecer un mapa
acerca de qué discursos en un momento dado gozan de legitimidad y se ubican en el “centro”
y qué formaciones, a través de qué procedimientos, son relegados hacia la periferia.
Finalmente, es interesante poner en cuestión la propia posición del observador, que no
podrá ser entendido ya como un enunciador externo, en tanto universitario poseedor de un
saber, investido de los poderes que le otorga la posición de enunciación científica. No puede
instituirse como “policía discursiva” (Foucault, 1970), pese a que la metáfora de la
Observación remite a cierta economía de la mirada que reserva el poder y la visibilidad a la
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
institución universitaria, que instaura la figura de un vigilante enfrentado a un campo (que será
de saber, de examen, de archivo, pero también de poder). No puede ignorar que de alguna
manera contribuye a un nuevo/otro “régimen de verdad”, ni perder de vista los vínculos entre
su discurso y ciertas formaciones discursivas e ideológicas más amplias. Quizás debiera
interrogarse también sobre este régimen de verdad que habitamos y que habilita nuestra
posición enunciadora (este propio texto que escribo ahora): ¿cómo se estructura?, ¿de dónde
viene su poder?, ¿en nombre de quién habla la Universidad? Al arrogarse una verdad, ¿qué
otras verdades está excluyendo?. Es una pregunta que no es posible olvidar. Y es necesario
también indagar en los efectos de sentido de esta metáfora, la del Observatorio, lo que quizás
sea la pregunta fundamental de esta época: ¿porqué la universidad observa a la sociedad y
sus discursos?, ¿qué topografía de roles, que quizás podría discutirse, instituye?, ¿qué clase
de distancias, de externalidades, de separaciones establece esta metáfora? .-
Bibliografía
ARDITTI, B. (2009). El giro a la izquierda en América Latina: ¿una política pot-liberal?. En:
Ciencias Sociales Unisinos, septiembre-octubre 2009.
ANGENOT, M. (1982.) La parole pamphlétaire. Contribution à la tipologye des discours
modernes. Payot: París.
ANGENOT, M. (1988). Rhétorique du discours social. En: Langue Francaise, N° 79, París.
ANGENOT, M. (1989).“Hégémonie, dissidence et contre-discours: réflexions sur les
peripheries du discours social en 1889. En: Études Littéraires, vol. 22, N° 2, París.
ANGENOT, M. (2010). El discurso social. Buenos Aires: Siglo XXI.
BARTHES, R. (1980). Mitologías. Buenos Aires: Siglo XXI.
BARTHES, R. (2004). S/Z. Buenos Aires: Siglo XXI.
BIGLIERI, P. y PERELLÓ, G. (2007). En el nombre del pueblo. Buenos Aires: UNSAM.
BOTA, C. y BRONCKART, J-P. (2010). Voloshinov y Bajtin: Dos enfoques radicalmente
opuestos de los géneros de los textos y de su carácter. En: RIESTRA, D. (comp.) Saussure,
Voloshinov y Bajtin revisitados. Buenos Aires: Miño y Dávila.
BONETTO, M. S. (2012). ¿República contra Democracia? Reflexiones desde América Latina.
Política y desborde. Villa María: EDUVIM.
CHAVEZ SOLCA, F. (2015) Chantal Mouffe y Luis Tapia: algunas notas para pensar la
democracia en América Latina. Revista Izquierdas, Nº 22, Santiago de Chile.
ESCUDERO, L. (1996). Malvinas. El gran relato. Barcelona: Gedisa.
FOCUAULT, M. (1970). El orden del discurso. Barcelona: Tusquets.
FOUCAULT, M. (1992). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
FREYTES FREY, L. (2008). Intelectuales y comunicación política: las rearticulaciones
defensivas del consenso neoliberal en el ocaso de la convertibilidad. En: Arfuch, L. y
Catanzaro, G. Pretérito imperfecto. Lecturas críticas del acontecer. Buenos Aires: Prometeo.
LANDI, O. (1991). Proposiciones sobre la videopolítica. En: SCHMUCLER, H. y MATA, M. C.,
Política y comunicación. Hay un lugar para la política en la cultura mediática?. Córdoba:
Catálogos.
XVII Congreso de la Red de Carreras de
Comunicación Social y Periodismo de Argentina
“La Institucionalización de los debates, estudios e
incidencia social del campo de la comunicación”
25 y 26 de agosto 2015 | Córdoba, Argentina
MARTINEZ, F. (2006) Mis queridos enemigos: restitución de antagonismos en el discurso
presidencial (2003/2006). I Encuentro Nacional de Ciencias Sociales, UNVM: Villa María.
MATA, C. (1991). Entre la plaza y la platea. En: SCHMUCLER, H. y MATA, M. C. Política y
comunicación. Hay un lugar para la política en la cultura mediática?. Córdoba: Catálogos.
MUÑOZ, M. A. (2010). Sísifo en Argentina. Orden, conflicto y actores políticos. Villa María:
EDUVIM y Plaza Valdés.
MOUFFE, Ch. (1999). El retorno de lo político. Barcelona: Paidós.
PECHEUX, M. (1975). Les Verités de La Palice. París: Maspero.
SARLO, B. (1991). Estética y política: la escena massmediática. En: SCHMUCLER, H. y
MATA, M. C. Política y comunicación. Hay un lugar para la política en la cultura mediática?
Córdoba: Catálogos.
VERON, E. (1980). La semiosis social. Buenos Aires: Gedisa.
VERON, E. (1980ª). La semiosis social. En: Monteforte Toledo, M. (comp). El discurso
político, Taurus: México.
VERON, E. (1980b). Discurso, poder, poder del discurso. En: Primer Coloquio de Semiótica.
Brasil: Loyola.
VOLOSHINOV, V. (2009). El marxismo y la filosofía del lenguaje. Buenos Aires: Ediciones
Godot.
ZIZEK, S. ( comp.) (2003). Ideología. Un mapa de la cuestión. Buenos Aires: FCE.