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Centro Universitario Emmanuel Kant Reflexiones sobre el caso del Hombre de los Lobos Irene Ximena Larios Chagas En palabras de James Strachey (1979), el Hombre de los Lobos es sin duda el historial clínico más elaborado e importante de los publicados por Sigmund Freud. Bajo el título De la Historia de una Neurosis Infantil (1918), Freud logra dar explicación a una serie de fenómenos que ocurrieron durante los primeros años de la vida del entonces adulto paciente Sergeï Pankeyév, sucesos que pusieron en evidencia el atemporal efecto de los contenidos del inconsciente, en este caso, derivando en una neurosis infantil. El análisis con S. Freud dio inicio en el mes de febrero de 1910, y llegó a su fin en julio de 1914, lo cual se consideraba un periodo de tiempo extensísimo para esa época. Era imprescindible que el autor se dedicara a redactar una pequeña parte de lo que constituyó el análisis, pues sólo de esta forma se podría profundizar en las asociaciones y su consecuente interpretación. Era además menester para Freud poner de manifiesto un claro ejemplo de la sexualidad infantil y su importancia para el ulterior desarrollo de la vida anímica, de esta manera podría aseverar que el estudio de estos fenómenos constituían un pilar para el psicoanálisis. Durante la cuidadosa investigación no pasó desapercibido para el analista la peculiar mixtura de los síntomas y del carácter del paciente. Es 1 sabido además que varios años más tarde Sergeï se vio movido a iniciar un nuevo análisis, esta vez con Ruth Mack Brunswick, debido a ideas que fueron consideradas como delirantes. Para el primero de sus analistas, el paciente podría haber sido comprendido como un caso de constelación neurótica, al menos durante su infancia, mientras que la segunda afirma haberse encontrado frente a un cuadro psicótico. Cabría entonces preguntarse si El Hombre de los Lobos no es, en última instancia, un ejemplo de lo que las posteriores propuestas psicoanalíticas han llamado estado fronterizo, o borderline. El presente estudio pretende recapitular algunas de las experiencias del Hombre de los Lobos, con la finalidad de examinar los posibles puntos de concordancia entre las características de este paciente y los estados fronterizos. Las dificultades que plantea emprender el camino del análisis del caso del Hombre de los Lobos no son escasas, en primer término habrá que enfrentarse ante la discrepancia que existe entre el enfoque que mantenían los analistas de Sergeï y el enfoque en el cual se basa el desarrollo de las teorías alrededor de los estados fronterizos; los primeros con un interés primordial en el estudio de los contenidos inconscientes, vinculados a la sexualidad infantil; mientras que los segundos dan principal atención a las problemáticas derivadas del vinculo con el objeto, las funciones del yo y las defensas que éste despliega. Por tal motivo será más prudente plantear una serie de reflexiones que permitan la apertura a una manera distinta de mirar este peculiar caso clínico, sin llegar al extremo de encuadrar al paciente dentro de una serie de parámetros que intenten, de manera forzada, encajarlo en un psicodiagnóstico. 2 Después de Freud, el desarrollo del psicoanálisis se vio impulsado por importantes autores, a mediados del siglo XX el estudio de los llamados trastornos de personalidad llamó la atención de algunos de estos investigadores. Así comenzó a plantearse una nueva interrogante a partir de la mixtura sintomática que presentaban algunos pacientes, los llamados casos fronterizos. Durante algún tiempo se consideró que los casos fronterizos implicaban un tránsito de la neurosis a la psicosis, sin embargo esta idea se ha modificado, pues se trata más bien de constelaciones psicopatológicas estables donde la principal dificultad recae sobre la instancia yoica. (Kernberg, 1975: 19). La mayoría de los autores considera cuatro ejes de estudio para la intelección de los funcionamientos fronterizos, el primero concierne al síntoma, el segundo a las relaciones objetales y su manifestación en la transferencia, el tercero a la contratransferencia y el cuarto al deterioro de las funciones yoicas, sobre todo en cuanto a los mecanismos de defensa. La escuela inglesa, influenciada por los trabajos de Bion, Rosenfeld, Winnicott y Klein, llama a estos casos psicosis limítrofe, y se definen por una escisión del yo, llamada por Bion “censura”, que separa una parte neurótica de otra psicótica de la personalidad. Autores como Grinker, Kernberg y Searles, de la escuela norteamericana, proponen una comprensión de estos casos como caracteropatías graves, con fijaciones a defensas primitivas, siendo esencial la escisión del yo. A su juicio son personalidades primitivas. Ambas líneas pueden proveernos de teorías explicativas que iluminan distintos ángulos de estos fenómenos. 3 I. EL SÍNTOMA El análisis con Freud dio inicio en el mes de febrero de 1910, y llegó a su fin en julio de 1914, lo cual se consideraba un periodo de tiempo extensísimo para esa época. Era imprescindible que el autor se dedicara a redactar una pequeña parte de lo que constituyó el análisis, pues sólo de esta forma se podría profundizar en las asociaciones y su consecuente interpretación. Era además menester para Freud poner de manifiesto un claro ejemplo de la sexualidad infantil y su importancia para el ulterior desarrollo de la vida anímica, de esta manera podría aseverar que el estudio de estos fenómenos constituían un pilar para el psicoanálisis. Durante la cuidadosa investigación no pasó desapercibido para el analista la peculiar mixtura de los síntomas y del carácter del paciente. “La génesis de la neurosis obsesiva en el suelo de la organización sexual sádico-anal corrobora todo cuanto puntualicé en «La predisposición a la neurosis obsesiva» (1913). Pero la existencia previa de una fuerte histeria vuelve a nuestro caso menos trasparente en este aspecto.” (Freud, 1918: 106). Es sabido además que años más tarde Sergeï se vio movido a iniciar un nuevo análisis, esta vez con Ruth Mack Brunswick, debido a ideas que se pueden calificar como delirantes. Para el primero de sus analistas, el paciente se trataba de un caso de neurosis, mientras que para la segunda el paciente era un psicótico. El Hombre de los Lobos que recibió Freud en su consultorio (1910 a 1914) no parecía ser el mismo paciente que recibiera Ruth Mac Brunswick en el año de 1926. Las investigaciones psicoanalíticas han concordado en que las apariencias engañan, los sujetos no dan rebotes de la neurosis a la psicosis, se trata de algo más. La enigmática y variada sintomatología que puede observarse y generar confusiones en los casos límite, generó que en principio esta clasificación se convirtiera en un verdadero “cajón de sastre” para los psicoanalistas, incluso se decía que limítrofe se refería a “ese paciente no me gusta” (Pelegrín, 1992: 71), razón por la cual Otto Kernberg (1975) propone una respuesta puntual de clasificación. Para 4 este autor existen una serie de síntomas característicos de los estados fronterizos, asevera que la presencia de dos o tres de los puntos clave que señala serán suficientes para pensar que nos encontramos frente a un caso límite. Freud puntualiza el desarrollo de los síntomas de la neurosis infantil de la siguiente manera: un primer momento que abarca desde la prehistoria hasta la seducción de que su hermana lo hizo objeto (3 años) aquí incluye la escena primordial. El segundo episodio se encuentra determinado por la alteración del carácter, hasta el sueño de angustia (4 años). El tercero es la zoofobia, hasta la introducción en la religión (4 y medio años). A partir de entonces aparece la época de la neurosis obsesiva, hasta después del décimo año (Freud, 1918: 58). De acuerdo a Freud los fenómenos sintomáticos de la infancia del paciente debían ser entendidos como “una histeria genuina a la que además de los síntomas de angustia le corresponden fenómenos de conversión” (1918: 103), observa que el intestino se comporta como un órgano histéricamente fallado, debido a una homosexualidad inconsciente reprimida. La fobia a los lobos la vinculó con la escena primaria (observada o fantaseada), la zoofobia a las mariposas, caballos, escarabajos, orugas y demás animales tenía para el analista un vínculo directo con esto y por ende con la angustia de castración. Uno de los síntomas borderline propuestos por Kernberg (1975: 26) se refiere a la presencia de formaciones sustitutivas similares a las neuróticas, pero con ciertas particularidades: en el caso de fobias, se encuentran dirigidas hacia múltiples objetos o situaciones, concordante con lo observado en el caso de Pankeyév. Sin embargo, este síntoma se redujo a un breve periodo de su infancia, no sería prudente juzgarlo determinante para dar por hecho que se trata de un caso fronterizo. Conforme el niño crecía, síntomas de una neurosis obsesiva afloraban, la introducción de la religión trajo al infante nuevos conflictos, que de 5 acuerdo a Freud (1918), dieron salida a las fantasías inconscientes de ser poseído sexualmente por el padre; estas formaciones se extinguieron al inicio de la pubertad. Sabemos por los reportes de Mack Brunswick (1971: 182) que en el carácter obsesivo del paciente permaneció en cuanto a algunos aspectos: “El Hombre de los Lobos era muy rico, se mostraba neurótico en su actitud con el dinero. Con la herencia de su padre acusa a su madre de apropiarse del dinero que había dejado. A la muerte de su hermana se alegra de saberse único heredero.” La revolución rusa y el régimen bolchevique cambiaron esta situación, Pankeyév perdió su fortuna, acudió a Freud, quien se ofreció a organizar una colecta entre los psicoanalistas de esa época con el afán de ayudarlo. Al pasar los años Sergeï ocultaba de Freud sus ganancias y algunas joyas de alto valor que tenía, con la finalidad de que éste continuara prestando su apoyo económico. Sergeï acude a Freud debido a que llevaba años profundamente deprimido, explica: “mi mudanza a San Petersburgo había sido una cosa sin sentido (…) mi ánimo deprimido empeoraba (…) se me hizo aún mas doloroso tomar conciencia de mi falta de participación en sucesos y experiencias de toda clase y de mi incapacidad para comunicarme con los demás” (Pankeyév,1971: 61). “(…) la vida me había parecido vacía y todo se me había presentado como irreal, hasta el punto de que las personas se me aparecían como muñecos de cera o marionetas con cuerda con quienes no podía establecer el menor contacto” (op.cit: 67). Al parecer la sensación de vacío lo acompañó hasta el final de su vida., de acuerdo a Muriel Gardiner, no se puede decir que las crisis depresivas del Hombre de los Lobos mejoraran después de sus dos análisis, fueron más bien frecuentes y algunas veces graves, llegándose a prolongar por varias semanas (Jaccard, 1980: 84). 6 Ni Freud, ni Mack Brunswick especifican el motivo específico de los aspectos depresivos del paciente, quizá la respuesta concierne a una de las propuestas de André Green (1999: 55), quien describe un mecanismo que funciona en los estados límite, al que llama depresión, no tiene nada que ver con la depresión clínica, sino algo del orden de una reducción de tono, que aparece sin conflicto psíquico identificable, se pierde el gusto por la vida, el decrecimiento de lo que constituye nuestro tono vital. El motivo de su segundo análisis se centra en la preocupación del paciente por su nariz. Comenzó a angustiarse por su nariz después de la llegada de su madre a Viena, en 1923, ella tenía una verruga en la nariz que le preocupaba y Teresa, su esposa, tenía el mismo defecto en el mismo lugar. Su hermana Anna había tenido problemas en la piel, y antes del suicidio, su aspecto físico la angustiaba. Que drama sería, pensaba, si al igual que su madre y esposa tuviera una verruga. (Jaccard, 1980: 65) En 1924 visita a un médico debido a una tos que lo aquejaba, ese médico se había quejado de sufrir de una enfermedad en los riñones. Aunque lo apreciaba mucho, en ese momento pensó “que suerte que yo esté bien, mientras que él tiene una enfermedad grave”, acto seguido se pasó la mano involuntariamente por la nariz y se arrancó una espinilla. Observó en el espejo que en el lugar de la espinilla quedó un agujero diminuto pero profundo. Apareció entonces su obsesión con la pregunta ¿se cerrará este agujerito? (op.cit: 66). Un día, recordando a su hermana, Hombre de los Lobos decide consultar a un dermatólogo, éste le dice que la espinilla debe ser una glándula sebácea infectada y que no desaparecerá. “La viga maestra de su vida se derrumbó. Así mutilado no podía seguir viviendo”, escribe Ruth Mack Brunswick (1971: 188) Desesperado, se precipitó al consultorio de un dermatólogo, amigo de Freud que le apretó la espinilla. Cuando esto ocurrió, el Hombre de los Lobos dejó escapar un grito al ver correr su sangre bajo la mano del médico. Había experimentado un éxtasis agudo. Días más tarde, una 7 pequeña protuberancia rojiza fijó su atención. Regresó con el médico diciendo que “su nariz ya no era la misma de antes”. Después de reiteradas visitas con la misma queja, el doctor X le aseguró que su nariz no tenía nada y lo dejó en manos de su asistente. El Hombre de los Lobos decidió consultar a otro dermatólogo que vivía en la misma calle que Freud. A él le extrañó que le hubieran tratado la nariz con electrólisis y afirmó que las cicatrices no desaparecerían jamás. Esto lo sumió en una desesperación sin límites. (Jaccard, 1980: 67). Desde ese momento detestaba al doctor X como su más mortal enemigo, pensaba que posiblemente lo hubiera dañado a propósito. En la nariz del paciente no había ninguna marca visible, conscientemente reconocía el carácter desproporcionado, patológico, de su reacción, pero no podía dejar de dedicar a esa nariz “mutilada” un interés permanente. Descuidaba su vida y su trabajo por el estado de su nariz (Mc Brunswick, 1971). Ruth Mack Brunswick atribuye el desequilibrio del Hombre de los Lobos al estado de enfermedad de Freud, un desequilibrio de tipo paranoico y con forma hipocondriaca. La hipocondría encubría los sentimientos persecutorios que sentía del profesor X, éste era sustituto de Freud, para la segunda analista se trataba de una constelación psicótica; confiesa no comprender cuál fue la evolución del proceso de cura, sugiere que los cuatro meses de su análisis el paciente había “reelaborado” lo suficiente las reacciones hacia su padre como para ahora poder prescindir de ellas (Jaccard, 1980: 74). “Es difícil decir por qué el enfermo desarrolló una paranoia en lugar de volver a su antigua neurosis” (Mack Brunswick, 1971: 219). Entre los síntomas a los que Kernberg se refiere, se encuentra uno al que denomina como “tendencias paranoides definidas y relativamente fuertes, y netos rasgos hipocondríacos” (1975: 25), esta especificación está en sintonía con las observaciones de Mack Brunswick. También las elucidaciones de André Green (199: 53) apuntan a un caso límite, pues 8 en estos casos opina que existe un gran peso en la relación con el cuerpo propio, esta se pone de relieve en la frecuencia y notoriedad de fenómenos hipocondríacos en estos pacientes, que en última instancia implican una falta de elaboración psíquica. Por otro lado, Grinker, Werble y Drye (1968) consideraron clasificar a los pacientes limítrofes en cuatro grupos, el grupo I denominado “el limítrofe psicótico”, donde incluían a los pacientes que presentaban conductas próximas a la desintegración, sin alucinaciones ni delirios organizados. El grupo II, considerado “síndrome limítrofe central”, el más numeroso, presentaba conductas impulsivas, depresión cuando no actuaba, fragilidad en sus propósitos y un penetrante afecto negativo. El grupo III incluía a las personas adaptativas, desafectivas, defendidas, “como si”, semejantes a las descritas por Helen Deutsch en 1942. El grupo IV, llamado el límite con las neurosis, presentaba neurosis polisintomáticas, sin represión sexual; personas deprimidas que tienden a un aferramiento infantil a quien las cuida y no les exige. Pelegrín afirma que en su experiencia cada sujeto limítrofe, en diferentes momentos, parecía pertenecer a cada uno de los grupos de Grinker. “Por circunstancias exteriores e interiores, cambiaban su organización fenoménica, llegando a salir aún de brotes psicóticos ‘como si’ no hubiese pasado nada; cambio que podía relacionarse con la adecuada interpretación de la psicosis de transferencia; también podía ser espontáneo, sin intervención terapéutica. De la misma manera, neurosis polisintomáticas se transformaban en estados ‘como si’ caracteropáticos o episodios psicóticos.” (Pelegrín, 1992:74). Las interpretaciones de Pelegrín pueden dar explicación a la variación sintomática del paciente, así como a la extinción de las ideas delirantes a los cuatro meses del segundo tratamiento. En cuanto a la obra de Freud, concuerda con el enigma que se genera alrededor de la desaparición espontánea de los síntomas neuróticos, tanto la histeria de angustia en la primera infancia, como la neurosis obsesiva a los diez años. 9 Otro conflicto que le generaba una fuerte sensación de angustia al paciente se ubicaba en su relación con los dentistas. El mismo año en el que inició su preocupación cutánea, comenzó a tener complicaciones en los dientes, tuvieron que extirparle dos piezas. El dentista profetizó que se le caerían todos los dientes por su violenta manera de morder. El especialista se llamaba Dr. Wolf (lobo en alemán) y su enunciado impactó de sobremanera en el Hombre de los Lobos (Mack Brunswick, 1971:184). Otro de los caracteres que figuran en las organizaciones fronterizas se trata de desordenes caracterológicos descritos como “de nivel inferior” (Kernberg, 1975: 27) ; que en términos generales, son conductas similares a las del “nivel superior”, pero con un fondo concordante con cuestiones más primitivas y que expresan mayor daño en el yo. Entre estas características se ubica una excesiva identificación con los objetos que evidencia cierta desesperación y agresión oral de tipo regresivo e infantil. En este sentido, la expresión del dentista pudo haber tocado fibras sensibles del Hombre de los Lobos, en cuanto a la agresión oral que permanecía latente. La excesiva identificación con los objetos se pone en evidencia en el temor a tener una verruga en la nariz, igual a la de su madre, Teresa, o su hermana con problemas dérmicos. Durante el análisis con Ruth Mack Brunswick, el paciente volvió a su antiguo hábito de seguir mujeres por la calle y observarlas, también se masturbaba frente a las prostitutas, dando cuenta de actos voyeristas y/o exhibicionistas (Mack Brunswick: 1977: 187). La coexistencia de fantasías pasivas y activas, relacionadas con el masoquismo y sadismo en referencia al padre, encontraron como objeto de desplazamiento a la persona de Freud y el resto de sus médicos. Para Kernberg las tendencias sexuales perverso-polimorfas, donde coexisten varias tendencias perversas a la manera de un infante, constituirá otro posible síntoma de los casos fronterizos de personalidad. “Cuanto más caóticas y múltiples 10 son las fantasías y los actos perversos y cuanto más relaciones objetales vinculadas con esas interacciones, mayores motivos hay para sospechar la presencia de un desorden fronterizo” (1975: 26). II. Despliegue defensivo De acuerdo a Rivelis (2009: 124) Freud reconoce tres mecanismos que aluden al tratamiento de la ley, ideas que retomará Lacan para fundamentar la concepción estructuralista. Estos mecanismos son: desestimación, que consiste en un rechazo original a la inscripción a la realidad, caracterizado por alucinaciones y delirios, es propio de la psicosis. Desmentida, donde se desautoriza y transgrede la ley, característico de la perversión, Freud lo explica como una escisión del yo, en la que una parte acepta la evidencia de castración y la otra la desmiente. Y la represión, mecanismo típico de la neurosis, donde se presenta un esfuerzo constante por mantener los contenidos inconscientes fuera del alcance de la conciencia. La peculiaridad del caso del Hombre de los Lobos recae en gran medida sobre las múltiples afirmaciones incompatibles que convergen en el mismo historial. En un momento Freud explica que el paciente ha desestimado la castración, en otro afirma que la represión ha surtido efecto, en otro incluye la desmentida. “(…) esta meta femenina cayó bajo la represión y se vio precisada a dejarse sustituir por la angustia ante el lobo” (Freud, 1918: 45) “En la duda de su Cristo puede tener un trasero, se insinúa la actitud homosexual reprimida, pues tal cavilación no pudo significar más que este interrogante: si el padre podía usarlo como a una mujer, como la mare en la escena primordial. (…) Ahora bien, a la represión de la homosexualidad pasiva correspondía el reparo de que era un ultraje conectar a la Sagrada Persona con tales suposiciones. Notamos que se 11 empeñó en mantener su nueva sublimación despejada del suplemento que recibía de las fuentes de lo reprimido. Pero no lo consiguió. Todavía no comprendemos por qué ahora se revolvía también contra el carácter pasivo de Cristo y el maltrato por el padre, empezando así a desmentir, aún en su sublimación, el ideal masoquista que sustentaba hasta entonces.” (Freud, 1918: 61) “(…) Desestimó lo nuevo -en nuestro caso por motivos derivados de la angustia frente a la castración- y se tuvo al antiguo. Se decidió a favor del intestino y contra la vagina, de la misma manera y por los mismos motivos que más tarde tomó partido contra Dios y a favor de su padre. El nuevo esclarecimiento fue rechazado, la antigua teoría fue conservada; esta última bien pudo presentar el material para la identificación con la mujer, emergida luego como angustia ante la muerte intestinal, y para los primeros escrúpulos religiosos sobre si Cristo había tenido trasero, etc.” (op.cit: 73) “Al final subsistieron en él, lado a lado, dos corrientes opuestas, una de las cuales abominaba de la castración, mientras que la otra estaba pronta a aceptarla y consolarse con la feminidad como sustituto. La tercera corriente, más antigua y profunda, que simplemente habría desestimado la castración, con lo cual no estaba todavía en cuestión el juicio acerca de su realidad objetiva, seguía siendo sin duda activable.” (Freud, 1918: 78). Brusset afirma que Freud daba a entender la múltiple existencia de dichas corrientes (represión, desestimación y desmentida) a través de un mecanismo de escisión del yo (1999: 49). La preocupación por su nariz no fue la primera confusión con respecto a la realidad objetiva en el caso del Hombre de los Lobos, ya en su análisis con Freud había recordado una alucinación que tuvo cerca de los cinco años de edad, por un momento miró su dedo seccionado, “tenemos 12 derecho a suponer que esa alucinación cayó en la época en que se decidió a reconocer la realidad objetiva de la castración, y acaso estuvo destinada a marcar precisamente ese paso” (Freud, 1918:79). Además, durante muchos años Sergeï se mantiene en contacto con la psicoanalista Muriel Gardiner, en su correspondencia figura un relato que genera dudas en cuanto a su veracidad, la carta narra que en 1951 el Hombre de los Lobos paseaba por la campiña vienesa, donde se encontraba un molino abandonado al que decidió pintar. En ese momento apareció una patrulla rusa, el molino era en realidad un cuartel general soviético y lo detuvieron bajo sospecha de espionaje. Lo mantuvieron incomunicado por más de dos días interrogándolo, hasta que finalmente lo dejaron en libertad, exigiéndole que regresase dentro de tres semanas. Recordemos que el Hombre de los Lobos era un refugiado ruso, por lo que el temor lo invadió. Comenta que “esas tres semanas de espera fueron la más atroz de las pesadillas” (1971: 227). Compara su estado de ese momento con el de la época en la que inició su análisis con Ruth Mack Brunswick; se sentía acosado por angustias persecutorias. Llegado el momento se presentó con sus cuadros en el cuartel general soviético, pero nadie lo esperaba, el oficial encargado de interrogarlo no se encontraba, por lo que lo recibió un oficial que también era afecto de la pintura, conversaron sobre este tema, dejando de lado la hipótesis del espionaje, por lo que el incidente no tuvo ninguna consecuencia. (Gardiner, 1971: 227). En cuanto a la alucinación que tuvo a los cinco años de edad, Chabert explica: La emergencia en este modo alucinatorio del fantasma de castración da testimonio de una falta de simbolización y de subjetivación típica de la psicosis. En este mismo sentido, Lacan y sus discípulos volvieron a hacer referencia al caso del Hombre de los lobos para hacer de la ‘forclusión’ el mecanismo característico de la psicosis, para justificar la distinción de lo imaginario, de lo real y de lo simbólico, así como para ilustrar la teoría 13 de la función del padre y de la castración en la constitución de lo simbólico. La noción de ‘forclusión del Nombre del padre’ designa entonces el desconocimiento psicótico de la función simbólica del pene: el rechazo primordial fuera del universo simbólico de un significante fundamental, el falo en cuanto significante del complejo de castración (Chabert, 1999: 50). Muiel Gardiner (en Jaccard, 1980: 76) rebate el diagnóstico de psicosis elaborado por Mack Brunswick. Opina que el hecho de que pudiera ser tratado por el psicoanálisis en su técnica tradicional contradice el diagnóstico. Alega que además el paciente había dado prueba de poseer el insight suficiente como para admitir que el daño causado a su nariz podía muy bien ser puramente imaginario y que el profesor X era sin duda un sustituto de Freud. Esta clarividencia, esta predisposición para el psicoanálisis son extrañas a las psicosis paranoides. También dice que la megalomanía a la que alude Mack Brunswick con respecto a la persona de Freud, era infundada, pues el análisis había sido extenso para la época y Freud siempre lo había recibido con afecto, lo había ayudado económicamente y se preocupaba por su porvenir. Ante los diversos puntos de vista, podríamos atinar a admitir que no está clara la posición del Hombre de los Lobos, al menos frente a la castración, por lo que sería arriesgado hablar de una estructura psíquica. Podemos admitir que la confusión que genera el entramado defensivo parece apuntar a que no se trata de un caso de psicosis común, la misma Mack Brunswick tenía dudas en cuanto a esto, pero tampoco es acertado pensar en una neurosis, como lo comprendió Freud en su momento. Green (1999: 31) propone seguir una de las líneas del desarrollo teórico de Freud para comprender los estados fronterizos, esta corresponde a las extravagancias y la locura de los hombres, donde existen mecanismos que afectan la unidad del yo, de manera tal que éste, para no hundirse, 14 sufre fisuras, grietas, cortes, esos mecanismos dejan una serie de cicatrices de traumas antiguos. La locura de los hombres no es la psicosis, sino algo mucho más general. Quizá a esto se refería Muriel Gardiner en cuanto a las discordancias que surgen de suponer al Hombre de los Lobos como un caso de psicosis. En relación a esta idea, Green describe los mecanismos de los estados fronterizos, el primero es el clivaje (en un sentido keniano), se refiere a que es posible concernir a “diversas entidades, diversos sectores: psique/soma, bisexualidad masculino/femenino, pensamiento/acto, etc.” (op.cit: 40). La coexistencia de masculino/femenino es algo no pasó desapercibido ante los ojos de Freud, aún más en cuanto a la actividad/pasividad, en un sentido regresivo. El historial entero gira en torno al sueño de los lobos, determinado por la observación de la escena primaria y la coexistencia de corrientes femeninas y masculinas, con sus respectivos conflictos. El segundo mecanismo descrito por Green es la depresión, ya lo hemos citado y especificado en cuanto a la sintomatología del paciente. El espacio psíquico enmarcado por soma y acto se encuentra gobernado por los mecanismos de clivaje y depresión. Describe en estos pacientes una fragilidad muy grande de mecanismos de defensa completamente masivos y regresivos (op.cit. 55), observables en gran medida en la transferencia, que trataremos en el capítulo siguiente. Chabert (1999) explica la postura de Maurice Bouvert con respecto a algunos pacientes, concibe la neurosis obsesiva como una organización defensiva frente a la psicosis y ante todo, frente a la despersonalización. Afirma que la neurosis obsesiva “constituye en sí misma una defensa frente a la ambivalencia pulsional. Estos pacientes pasan por estados de despersonalización y desorganización de tipo psicótico cuando la distancia objetal se ve reducida.” (1999: 35). Para Chabert, esta descripción corresponde con lo que hoy conocemos como estado límite, 15 que comporta una organización neurótica y que deja persistir un nivel de organización psicótica. Estas elucidaciones podrían apuntar a la explicación más precisa del caso, si suponemos que la neurosis obsesiva que emergió en la segunda infancia del paciente y que permaneció como rasgos de carácter obsesivo durante toda su vida, son en realidad una manera de defenderse ante la posible irrupción de una psicosis, emergería una respuesta ante la pregunta ¿cómo es que un caso de neurosis obsesiva se transforma en una constelación psicótica?. Ante la falla de las defensas obsesivas el núcleo psicótico quedó expuesto, el yo frágil (descrito por Green, 1999) comenzó a dar muestras de desfragmentación en el delirio y la hipocondría, la falta de simbolización de los contenidos inconscientes provocó que retornaran angustiosamente ante un evento puntual (este evento correspondería a la enfermedad terminal de Freud y la visita que le hizo el Hombre de los Lobos el mismo año que el delirio se desarrolló), una parte depositados en el exterior (los médicos) y por otro lado, en el propio cuerpo (la nariz). III. Transferencia y relaciones objetales. Para comprender lo que sucedía con Sergeï, es conveniente tomar en consideración las características de los personajes que tuvieron un lugar protagónico en su vida, ya que toda concepción del aparato psíquico es una referencia a límites y los límites son zonas de elaboración, esas zonas de elaboración son intrapsíquicas y entre el aparato psíquico y el objeto, intersubjetivas. En la concepción de objeto hay que suponer el objeto que está en el yo y también el que es exterior a él. Lo que marca el objeto son por un lado las angustias de separación y por otro las de intrusión. En los pacientes fronterizos o bien existe una extraordinaria porosidad o una extrema sensibilidad a la intrusión (Green, 1999: 39). 16 Tres suicidios jalonaron la vida del Hombre de los Lobos, el de su hermana Anna en 1906, el de su padre dos años después, y el de su esposa Teresa en 1938. (Jaccard, 1990: 25). Su padre sufría de periodos de depresión grave durante los cuales necesitaba de hospitalización, su muerte se debió a una sobredosis de veronal. La abuela paterna de Sergeï también se suicidó, ingiriendo una cantidad excesiva de algún medicamento (Pankeyév,1971: 30). Su hermana Ana se envenenó con mercurio durante un viaje al Cáucaso. Con respecto a su madre, el paciente opinaba: “mi madre fue bastante hipocondríaca y se imaginaba que tenía diversas enfermedades de las que no sufría en absoluto” (Pankeyév, 1971: 23). Debido a los achaques que los aquejaban, los padres de Sergeï no pasaban mucho tiempo con sus hijos, la ñaña, cuyo único hijo había muerto, era la encargada de criarlos y cuidarlos. El Hombre de los Lobos opina que él ocupaba el lugar del hijo muerto de su ñaña (Pankeyév: 1971: 28). Con respecto a esto, podemos conjeturar que posiblemente Sergeï sufrió de carencias en afectivas en sus primeros años de vida. Green (199:30) retoma las propuestas de Ferenczi en cuanto al trauma, el cual no siempre está en lo sucedido, sino también en relación con lo no sucedido. Cuando la madre no cubre las necesidades afectivas del niño, pueden existir “heridas no cicatrizables del yo en el niño, que paralizan la actividad de ese yo. Sus consecuencias en la esfera de la sexualidad son (…) de menor importancia que lo que ocurre en el nivel del yo” (Green, 1999: 30) El acceso a la transicionalidad (a la pertenencia a uno o el otro) sigue siendo precario, transitorio, esporádico y efímero en los funcionamientos fronterizos porque no hay seguridad de que el objeto sobreviva a los ataques del sujeto. Las representaciones son de objetos inestables, inciertas, difíciles de establecer debido al rechazo de la doble pertenencia, al sueño y a lo real. 17 La pérdida del otro en los funcionamientos fronterizos tiene ciertas características, “la pérdida del otro es susceptible de arrastrar con ella, a la desaparición, la pérdida de sí mismo, ya que esa pérdida del otro visible no permite que se mantenga su existencia como objeto interno dentro de la psique, garantía por eso mismo del sentimiento de la continuidad de existir.” (Chabert, 1999: 84). La problemática de la pérdida de objeto es entonces central en los funcionamientos fronterizos, en estos casos se pueden observar “en la utilización de la realidad externa estrategias defensivas desesperadas y costosas, movilizadas para luchar contra las angustias depresivas” (op.cit: 85). Dicho esto, podemos comprender las crisis de Sergeï, sus reacciones ante la pérdida eran de total desolación, de la que nunca lograba reponerse, el objeto de amor siempre estaba condenado a morir, en su fantasía puede que se debiera a su intensa agresión oral. He ahí el por qué de su impacto ante la enunciación del dentista Dr. Wolf, su mordida violenta aniquilaba a los demás. Además, el hecho de que la familia entera se suicidara ingiriendo veneno, se enlaza con la fantasía de ser alimentado por un pecho venenoso, lo cual nos indica que las problemáticas orales eran una cuestión familiar común en los Pankeyév (Segal, 1964). En 1938 comenzaron las persecuciones antisemitas, Teresa propuso un “suicidio de dos”, el Hombre de los Lobos declamó que eso era un disparate, pues no eran judíos. Ese mismo año Teresa se suicidó. El día de la muerte de su esposa y los siguientes los pasó en un estado semejante al delirio. Después del suicidio de Teresa se preguntaba cómo podía seguir viviendo, ahora que había perdido el único elemento estable de su existencia. Se sentía culpable por haber abandonado a Teresa en Berlín, el haberla dejado sola, supuso, fue la causa de su depresión. A su muerte, dejó como herencia a Fraulen Gaby, una mujer que se encargaría del cuidado del Hombre de los Lobos (Jaccard, 1990: 79). Él se sentía culpable del suicidio de Teresa, pero la fantasía en cuanto a que el motivo fue dejarla sola, es mera evidencia su propia sensación de 18 abandono, el estado delirante que sobrevino, acompañado de angustia, lo sumergía en una incertidumbre, no sabría qué hacer ahora que había muerto el único pilar que sostenía su existencia (Pankeyev, 1971). Esto era verdad, los vínculos del paciente eran casi fusionales, la pertenencia a uno o a otro se presenta confusa. Los objetos reales, del exterior, se muestran inciertos, desde sus padres enfermos y frágiles, hasta su hermana y su esposa. El Hombre de los Lobos no tenía certeza de la permanencia de esos objetos, al perderlos afuera, no hubo representante psíquico que pudiera sustituirlos, perdió con ellos parte de sí mismo y la angustia sólo pudo devenir en delirio. La angustia de separación característica en los casos fronterizos (Green, 1999: 39) se había fundado en una realidad. Pankeyév (1971: 155) opina que Teresa se suicidó porque se sentía identificada con su hermana Anna. En realidad no sabemos el motivo del suicidio de su esposa, pero el punto de vista de Sergeï puede expresar sus propios motivos inconscientes para elegir a Teresa como esposa, tal vez encontró semejanzas entre ella y su hermana, condenándose a vivir nuevamente la tragedia del suicidio de sus objetos de amor. Green sigue las ideas de Freud expuestas en Más allá del principio del placer, donde descubre que algunos pacientes no se regían por el principio del placer/displacer sino que estaban condenados a la inercia esterilizante por medio de la compulsión a la repetición. Está concernía tanto las experiencias dolorosas como a las agradables. Lo que prevalece ya no es la realización del deseo, sino la tendencia al obrar. “La rememoración cede su lugar a la actuación, el paciente repite en vez de acordarse” (Freud, 1914). El autor afirma que los pacientes fronterizos lo que predomina es justamente esto. En los fenómenos transferenciales, las diversas formas de relación con los objetos se ponen en evidencia. Kernberg opina que en los casos fronterizos, se establece una “transferencia intensa, prematura y 19 rápidamente fluctuante, tienen a provocar el terapeuta fuertes reacciones contratransferenciales que, en ocasiones, revelan la esencia más significativa de las caóticas manifestaciones del paciente.” (1975: 58). Los pacientes fronterizos desarrollan una psicosis transferencial, existe una prematura activación en la transferencia de relaciones objetales muy tempranas y conflictivas, en el contexto de estados yoicos recíprocamente disociados. Si buscamos indicios de este tipo de transferencia en el Hombre de los Lobos, los encontraremos en una carta que Freud envía a Ferenczi, fechada en febrero de 1910, ahí relata que en la primera sesión de análisis, el paciente solicitó a Freud el favor de un coito anal, instalándolo asimismo a defecar colocándose de cabeza. El paciente se había identificado histéricamente con su madre, pide a Freud, por transferencia paterna, un tratamiento equivalente a aquel que el padre infringiera a su madre. La identificación histérica se establece al nivel del lenguaje del cuerpo, y es solo parcial: deja al sujeto cierto margen de juego entre los roles masculino y femenino. La identificación psicótica , por el contrario, inunda íntegramente la personalidad. En un episodio relatado por Ruth Mack Brunswick, el Hombre de los Lobos ya no representa a su madre, es su madre (Jaccard, 1980: 42). Además, Pankeyév afirma haber sentido desde el primer día que conoció a Freud un fuerte sentimiento: “yo había encontrado en la persona del profesor Freud un nuevo padre con quien tendría una relación excelente” (1971: 108). En las elucidaciones expuestas por Freud en el historial del Hombre de los Lobos, se interpreta el conflicto principal del paciente en cuanto a la falta de una tendencia sexual viril triunfante, en vez de ello, se presenta una tendencia pasiva y una lucha contra esta (Freud, 1918: 43). Esta conclusión concuerda con una de las características que muchos años después describió Otto Kernberg (1975: 50) con respecto a los trastornos fronterizos: “lo que caracteriza la personalidad fronteriza, en 20 contraste con patologías más benignas, es una específica condensación de conflictos pregenitales y genitales, y un prematuro desarrollo de los conflictos preedípicos a partir del edad de dos a tres años.” Ante las dificultades edípicas es frecuente encontrar en estos pacientes una “posición femenina”, que representa una tentativa de someterse sexualmente al padre para obtener del las gratificaciones orales que fueron negadas por la madre peligrosa ilustradora (op.cit: 51). La intensa transferencia del Hombre de los Lobos, no terminó con el fin del análisis con Freud, además de continuar frecuentándose fuera del contexto analítico, se encuentran residuos de esta transferencia en la relación de Sergeï con el resto de sus médicos. En el clímax de su preocupación por su nariz decide visitar a un dermatólogo, amigo de Freud, este es el médico que aprieta la espinilla de su nariz, momento en el cual el Hombre de los Lobos dejó escapar un grito al ver correr su sangre bajo la mano del médico; aseguraba haber experimentado un éxtasis agudo. Jaccard (1980: 67) opina que este fue el punto culminante de la identificación con su madre, ya que ésta sufría de perdidas de sangre vaginales, que el niño adjudicaba al coito con el padre. Era como si un sustituto simbólico del padre lo satisficiera sexualmente. Después de visitar al doctor X, aquel que aseguraba le había arruinado la vida, acudió con otro dermatólogo que vivía en la misma calle que Freud, este opinó que las cicatrices de la electrolisis realizada por el doctor X no desaparecerían, a partir de ese momento el paciente se sumió en una desesperación sin límites (op.cit: 68). La angustia por su nariz comenzó en el año de 1923, cuando su madre volvió a Viena, pero ese mismo año había visitado a Freud, quien se recuperaba de su segunda operación de mandíbula. Quizás la amenaza de muerte de Freud, su sustituto paterno, fue determinante para el desarrollo del posterior delirio. En los demás médicos, el Hombre de los 21 Lobos podía volcar sus emociones con respecto a Freud, transferencialmente. Para Kernberg (1975: 74), los mecanismos de defensa existentes en los casos límite corresponden a aspectos primitivos: escisión, idealización primitiva, formas precoces de proyección, identificación proyectiva, negación y omnipotencia; las resistencias van hacer vehiculizadas por estas maniobras defensivas, esto influye directamente en la manera en que se relacionan con el objeto y con en analista. El mecanismo de proyección aparece evidente en la relación con el doctor X, al cual consideraba su peor enemigo, Mac Brunswick (1971: 70) opina que el odio que sentía hacia este médico se trataba de una proyección de sus sentimientos hostiles hacia la persona de Freud, el yo no pudo aceptar ese odio, por lo que fue mudado de manera que no pudiera notar que era él mismo quien detestaba a Freud. La escisión también se pone de manifiesto, en tanto que Freud colocado como un padre totalmente bueno e idealizado se salvaba de su severa crítica, mientras que el resto de los médicos eran calificados como malvados. “La proyección de su hostilidad explicaba su desconfianza y su percepción de los médicos como enemigos a los que, no obstante, se sometía, pero de un modo tal que podía inducir a errores o a pronósticos contradictorios qué alimentaban sus sospechas.” (Brusset,1999: 47). Volcando su odio contra el doctor X podía mantener idealizado su vínculo con Freud, Sergeï se jactaba de ser un hijo más para él, aún ante las interpretaciones de Mack Brunswick, negaba que su relación fuera meramente profesional; posteriormente se vio obligado a confesar que no conocía a la familia de Freud y que su trato no era tan íntimo después de todo. (Jaccard, 1980: 72). 22 Por último, la intensa identificación con su madre y con su hermana, visible en el delirio nasal, hace cuestionar su capacidad para diferenciar entre los límites del yo y el exterior; la existencia de una porosidad extrema en cuanto al vínculo con los objetos del afuera y el adentro se vuelve innegable. IV. Contratransferencia Mucho se le ha criticado a Freud con respecto al caso del Hombre de los Lobos, expone Brusset (1999: 45) que “el hecho de que Freud se centrara en la rememoración le llevó a desatender los síntomas de ese joven de veintidós años, la historia de éstos y su contexto.” No es posible comprender el historial que redacta Freud en cuanto al caso de Sergeï Pankeyév, si no se lo ubica en el contexto histórico del psicoanálisis de ese tiempo. En ese momento, Freud buscaba pruebas que sustentaran su postura ante la polémica desatada con Jung, es por esto que da una importancia crucial a factores filogenéticos en el desarrollo de la patología del paciente. No queda claro la cualidad de los sentimientos experimentados por Freud durante el análisis del Hombre de los Lobos, pero podemos inferir que sentía una intensa frustración ante la falta de resultados en cuatro años, al menos la suficiente para determinar un plazo de terminación del análisis. La intelección de Freud en cuanto a las metas sexuales pasivas de Sergeï eran observables en la misma transferencia: “El paciente de quien trato aquí se atrincheró durante largo tiempo tras una postura inabordable de dócil apatía. Escuchaba, comprendía, pero no permitía aproximación alguna. (…) Hizo falta una prolongada educación para moverlo a participar de manera autónoma en el trabajo, y cuando a raíz de este empeño emergieron las primeras liberaciones, él suspendió al punto el trabajo a fin de prevenir ulteriores alteraciones y mantenerse cómodo en la situación establecida. (…) Resolví, no sin orientarme por buenos indicios en cuanto a la oportunidad, 23 que el tratamiento debía terminar en cierto plazo, independientemente de cuan lejos se hubiera llegado” (Freud, 1918: 12). Pero Freud no alcanzó a notar que quizá su decisión activa de poner un plazo de terminación para el análisis era una respuesta contratransferencial enganchada a la pasividad del paciente. La identificación con la madre se manifestaba directamente en el síntoma del delirio nasal, pero según Ruth Mack Brunswick: "El origen de la enfermedad se encontraba en un residuo de transferencia que, al cabo de catorce años, bajo la influencia de circunstancias particulares, sirvió de base para la nueva forma de su antigua enfermedad" (Gardiner, 1971: 270). El residuo transferencial fue favorecido por las colectas que organizaba Freud, quien cada año lo apoyaba económicamente, asegurando que el psicoanálisis le debía mucho a este hombre. En realidad era el propio Freud quien se sentía en deuda con el Hombre de los Lobos, quizá porque sabía que poner un plazo de terminación al tratamiento no fue lo mejor para el paciente. Green (1999: 58) apoya las conceptualizaciones de Winnicott en cuanto al odio contratransferencial que generan los pacientes con trastorno limítrofe, quizá la culpa que movía a Freud a apoyar a Pankeyév se debiera al odio que sentía hacia su persona en la situación analítica. Es posible que la contratransferencia se movilizara a partir de la intensa transferencia del paciente. Kernberg (1975: 58) opina que la prematura y fluctuante transferencia que denotan los casos fronterizos, puede provocar en el terapeuta fuertes reacciones contratransferenciales que, en ocasiones, revelan la esencia más significativa de las caóticas manifestaciones del paciente. Acorde con las actitudes de Freud hacia el hombre de los lobos, Kernberg explica algunos riesgos contratransferenciales que pueden ocurrir en el tratamiento con pacientes borderline: “Cuando las intensas reacciones contratransferenciales negativas se prolongan durante un periodo considerable, cualquiera que sea su 24 origen, el analista puede volver, en su interacción con determinado paciente, a antiguos patrones neuróticos que ya había eliminado de su interacción con otros pacientes y de su vida fuera de las horas analíticas. Por decirlo así, el analista se muestra en su peor aspecto en su relación con un paciente en particular” (Kernberg, 1975: 61). Conclusiones Como lo hemos demostrado, es posible encontrar indicios concordantes entre las propuestas de diversos autores con respecto a los trastornos fronterizos y las cualidades de la patología del Hombre de los Lobos. Pero es importante acentuar que ante la inmensa variedad de opiniones con respecto a las características de los pacientes borderline, es sencillo encontrar en casi cualquier paciente similitudes que puedan respaldar un diagnóstico de este tipo. Otro argumento que cuestiona el psicodiagnóstico de caso límite en cuanto a Sergeï Pankeyév, es la escasa información en cuanto al discurso en sus tratamientos. En el análisis de Freud, el relato gira en torno a la neurosis infantil, la información que es enunciada por el paciente durante el proceso queda obturada por la necesidad inmediata de argumentar en contra de las opiniones de Jung. En los textos de Mack Brunswick, podemos encontrar una detallada descripción en cuanto al contenido del delirio, incluso se detiene a especificar la interpretación de algunos sueños que relató el paciente en sesión, pero no explica claramente cuál era el contenido de estos sueños en las propias palabras de Sergeï Pankeyév. Le adjudica a la transferencia, no resuelta con Freud, la presencia sintomática, pero no queda claro cuáles son sus argumentos para afirmar esto. Finalmente, la autobiografía que redacta Pankeyév, omite el contenido de los cuatro años de análisis con Freud, sólo ofrece un par de opiniones en cuanto a sus primeras impresiones sobre el analista. 25 Quizás la confusión que despierta el caso del Hombre de los Lobos recaiga en realidad sobre la poca especificación de los procesos analíticos por los que transitó el paciente. En palabras de Jaccard (1980: 49): “Si no hubiese sido tratado por Freud, ¿habría proporcionado un material idéntico? No. Y de haberlo hecho, ¿habría su analista prestado atención a los mismos detalles asociativos? ¿a los mismos silencios? El análisis en última instancia es el cuchillo con el cual el analista escarba en su interior, diría Kafka”. Freud optará por el diagnóstico de una neurosis obsesiva edificada sobre una neurosis fóbica infantil, pero lo hará sin descuidar los rasgos histéricos, perversos o paranoicos que más tarde señaló la segunda analista de Pankeyév, Ruth Mack Brunswick. En el historial de Freud domina un polimorfismo sintomático, no reducible al polimorfismo propio de la histeria, pero tampoco la segunda analista expresa claridad en cuanto a su psicodiagnóstico hipocondriaco-paranoico y el proceso de tratamiento. La mayoría de los autores tomarán estas contradicciones como punto de partida para sus nuevas propuestas psicodiagnósticas. Pero es arriesgado pensar que la presencia o ausencia de síntomas pueden en realidad dar explicación a toda una constelación psíquica, la organización fronteriza sería nuevamente utilizada como un “cajón de sastre”. En mi opinión, es más prudente mantener cierta cautela, pues las formaciones sustitutivas no se vinculan exclusivamente con un único tipo de problemática psíquica. Será necesario tomar estos parámetros en consideración como meros indicios de que posiblemente nos encontremos estudiando un caso borderline. Más aún cuando se trata de un paciente que no ha sido analizado por nosotros, por lo que todo lo que podamos conjeturar se encuentra sujetado a las observaciones de un tercero. 26 “Desde el punto de vista del diagnóstico freudiano de neurosis obsesiva la identificación con la madre está vinculada con la posición edípica invertida y con la escena primitiva del coito a tergo, con una regresión sádico-anal ante la angustia de castración. Desde el punto de vista de la psicosis, se trataría de una ausencia de acceso al Edipo, determinando el rechazo primario de la castración el episodio alucinatorio del dedo cortado. En la perspectiva lacaniana, al definirse la forclusión como el mecanismo específico de la psicosis, no hay especificidad de los estados límite los cuales, para muchos lacanianos, sencillamente no existen. Sin embargo, es difícil poner en un mismo plano al Hombre de los lobos y a Schreber. Otros autores invocan, como para la perversión o la toxicomanía, una "forclusión parcial" o la existencia de un sector de forclusión.” (Chabert, 1999: 51). Como se planteó en clase, hablar de lo borderline en tanto estructura no resulta congruente, dado que la concepción estructuralista no es propia de Freud, sino de Lacan, teoría en la cual no hay cabida para pensar un estado límite, pues el significante del nombre del padre no se puede instaurar y a la vez no instaurar. La estructura se define en términos de posiciones ante la castración, en la posibilidad de acceder a lo simbólico. Algunos opinan que la existencia de los casos borderline ha venido a cuestionar la validez de la teoría lacaneana, pero quizás sea al revés; la incomodidad que genera el no poder enjaular a estos pacientes dentro de un diagnóstico preciso, ya que no coinciden a la perfección en los parámetros previamente propuestos, empuje a muchos a utilizar un camino más sencillo, en el que el estado fronterizo se concibe como “ese paciente que no me gusta”, y ante un cuestionamiento proveniente de las elucidaciones propuestas por Lacan, afirmar que esas teorías son obsoletas, que la existencia de una “cuarta estructura” es inminente, aún cuando estas afirmaciones no sean sustentables mediante los argumentos coherentes, al menos hasta ahora. 27 Por estos motivos, no es conveniente pensar las organizaciones fronterizas en cuanto a estructuras psíquicas, sino en referencia al yo. Una falla en el yo, un hueco que causa una serie de desorganización psíquica, que se pone en evidencia en la sintomatología del paciente, independientemente de su estructura. El vínculo con los objetos, tanto internos como externos queda afectado, obstaculizado por esta falla yoica. En estos términos, la conclusión que me parece más relevante es la que plantea Klein con respecto a las neurosis obsesivas. Melanie Klein jamás se centró en el Hombre de los Lobos para plantear sus teorías, pero algunos de sus discípulos toman en cuenta sus articulaciones para explicar el caso. En 1932, Klein afirma: “la neurosis obsesiva es sólo un medio de curación más entre los que utiliza el yo a fin de superar esa angustia psicótica de la primera infancia. (…) las neurosis infantiles incluirían a la vez mecanismos obsesivos y mecanismos propios de una fase anterior del desarrollo.” (en Rassial, 1999: 32). Siguiendo esta línea de pensamiento y la teorización con respecto a la fase sádico-anal vectorizada por el objeto fóbico que plantea la autora; la insistencia repetitiva de los fenómenos primero alucinatorios y luego delirantes que presenta el Hombre de los Lobos parece indicar la persistencia de la posición esquizo-paranoide, mientras que la “depresión de las cinco”, no reducible a una depresión dominada por el Edipo, se emparenta con un retorno de la posición depresiva. Considerando esta alternativa de respuesta ante el caso de Sergeï Pankeyev, se pueden empatar las referencias que se han expuesto a lo largo de todo este texto, para considerar al paciente como un posible ejemplo de organización fronteriza. Siempre tomando en cuenta las dificultades que he señalado y la cautela con la que deben analizarse estas constelaciones. 28 Bibliografía • (1999) André, J. (dir). Green, A. Chabert, C. et.al. Los estados fronterizos ¿Nuevo paradigma para el psicoanálisis?. 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