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LA TEXTURA MUSICAL: UNA VISIÓN RETROSPECTIVA Desde el clasicismo hasta principios del siglo XX Por Sergio A. García El presente trabajo forma parte del Proyecto de Investigación “Percepción de texturas musicales: una aproximación gestáltica” desarrollado en la Universidad Nacional de Lanús (Provincia de Buenos Aires) durante 2009 y 2010 por el equipo de investigación conformado por Raúl Minsburg (Director), Georgina Galfione, Alejandro Brianza Espinosa y el autor de este artículo. En el mismo se abordan cuestiones relativas a la textura musical: el origen del término, su percepción, su evolución a través de los diferentes períodos de la historia de la música. Se trata de un trabajo de recopilación, selección, traducción y elaboración de material preexistente sobre el tema. I - El término “textura” La palabra ´Textura´ (texture) es un término familiar entre los músicos modernos de habla inglesa, pero no tiene equivalente directo otros idiomas1 y –en su significado musical- pertenece principalmente a la edad moderna. En cuanto a los antecedentes bibliográficos, el término no aparece como entrada separada en la edición de 1954 del Diccionario Grove de Música y Músicos, y su tratamiento en El Nuevo Grove de 1980 no muestra un significado relevante. Según el suplemento del Diccionario Oxford Inglés de 1986, la primera referencia musical se remonta al Music Ho! de Constant Lambert (1934); luego el libro Texturas Musicales de Tovey (1941) fue el primero en incluir esta palabra en su título; en 1955 el influyente Orquestación de Piston dedica 56 páginas al estudio de siete tipos de textura orquestal. En realidad, la palabra “textura” en su uso musical surgió como rasgo característico del vocabulario crítico generado por la música post-tonal de principios del siglo XX. Este concepto tiene una doble génesis2, dado que surgió en forma independiente en dos contextos teóricos diferentes: la crítica musical inglesa de principios del siglo XX (Parry-Dyson) y el debate alemán acerca de la música post-serial (Ligeti, Lachenmann, Borio). En ambos casos, el concepto revela su naturaleza antinómica a través de la contraposición entre la idea de multiplicidad (entramado de Parry, Struktur de Ligeti) y de concreción o conformación del material musical (verticalidad de Dyson, Textur de Ligeti). En cuanto al contexto histórico, Fessel en su artículo “La doble génesis del concepto de textura musical” señala que: La introducción del término “textura” en la terminología musical supone una articulación teórica significativa. No es accidental que esa articulación haya tenido lugar con relación a la caracterización de la música contemporánea. Se trata de una nueva conceptualización, a partir de 1 El término no posee equivalente en francés, ni en alemán (aunque el alemán post-Ligeti de hoy por supuesto reconoce el término Klangstruktur), ni en italiano (idioma del que se ha tomado prestada la palabra ´tessitura´ con su significado preciso: el rango particular de una parte vocal o instrumental). 2 Concepto desarrollado por FESSEL, Pablo (2007): “La doble génesis del concepto de textura musical” en Revista Eletronica de Musicología volumen XI [en línea] citado 11/04/09 en http://www.rem.ufpr.br/REMAbertura/index.html 1 una perspectiva más amplia que la que brindaban las antiguas categorías, de un problema teórico que se hizo visible una vez que su premisa – la constitución de la simultaneidad musical – se volvió objeto de una pronunciada diversificación en el plano de la composición musical. Es en dicho marco, el de la renovación de los materiales musicales y sus ordenamientos formales, en el cual el concepto de textura asume plena entidad. 3 II - La percepción textural: distintos enfoques y categorizaciones De todas las variables de una composición, la textura es a la vez la más superficial y la más compleja. En cuanto a superficial, parece en gran parte haber sido dado por sentada; sus efectos son, después de todo, muy inmediatos y palpables. Y en cuanto a compleja, su análisis ha mostrado poco refinamiento – seguramente nada similar al vocabulario y los conceptos que podemos tener en relación a melodía, armonía y ritmo. (Janet Levy)4 a) La categorización tradicional En el campo de la música occidental, el concepto “textura” se circunscribe a cuatro términos: monofonía, polifonía, homofonía y heterofonía. Jonathan Dunsby5 afirma que éstos, en realidad, no son categóricamente distintos. Por ejemplo: polifonía, homofonía y heterofonía son lo mismo comparados con monofonía, puesto que implican más de una voz6 polifonía y heterofonía son exclusivos sólo en parte: polifonía es la combinación de voces discernibles unas de otras; y esto es verdadero también para la heterofonía (con la condición de que en ésta las voces deberían estar elaborando perceptiblemente el mismo material musical). monofonía y homofonía, son mutuamente exclusivas sólo en el sentido de la distinción entre singularidad y multiplicidad7 Por otra parte, este autor sugiere que: Estos cuatro términos representan, hasta cierto punto, la evolución histórica. La tendencia a enumerarlos cronológicamente tiene cierto crédito histórico: monofonía es lo que la voz humana puede producir y presumiblemente siempre ha hecho, requiriendo sólo al individuo; la polifonía implica relaciones musicales entre voces que van más allá del territorio de la textura (…) requiriendo interacción social; la homofonía está asociada con las manipulaciones relativamente recientes de la tonalidad Mayor-menor en los períodos barroco y clásico (…) y la heterofonía, a pesar de su ubicuidad en la cultura no occidental, fue traída a nuestra atención por Boulez sobre la obra de Debussy y por muchos escritores de los años 60 que trabajaron con la música contemporánea.8 3 FESSEL Pablo (2007) Ibid p.12 LEVY, Janet (1982) “Texture as a Sign in Classic and Early Romantic Music” en Journal of the American Musicological Society, Vol 35, Nº 3, [en línea: http://www.jstor.org/stable/830985, citado 19/03/2009], p.482 5 DUNSBY, Jonathan (1989) “Considerations of texture” en Music & Letters, Vol. 70, No. 1 (Feb., 1989), pp. 46-57 [en línea: http://www.jstor.org/stable/735640, citado 25/03/09]pp. 46-57 6 [N. del T.] se traduce ¨voz¨o ¨voces¨ por ¨strand(s) of sound¨, literalmente ¨filamento(s) de sonido¨. 7 De hecho, LEVY incluye la monofonía dentro de la categoría de homofonía. Ver apartado VI: “La textura como señal” 8 DUNSBY, Jonathan. Ibid p.50 4 2 b) Los tipos texturales establecidos por Piston9 Este autor plantea, como primer paso en el análisis de una obra orquestal, el examen de la textura para distinguir los elementos que componen la “esencia musical”.10 Propone la siguiente categorización: Tipo I: el unísono orquestal La textura compuesta de un solo elemento suele consistir en una frase melódica extendida libremente. Ésta puede constituir un unísono real (a cargo de un solo instrumento, o de una mezcla tímbrica enriquecida en la cual tal vez algunos instrumentos se muevan en la parte más pobre de su registro) o estar doblada en octavas (de modo que cada instrumento pueda participar en su mejor tesitura). 11 Tipo II: melodía con acompañamiento Es la forma más simple y común de textura de dos elementos, denominada textura homofónica. Si la melodía está doblada a intervalos paralelos, la textura sigue constando claramente de dos elementos (por lo tanto, queda incluida en este grupo). Tipo III: melodía secundaria Consiste en el agregado, a la textura de tipo II, de una melodía secundaria. La misma suele ser un obbligato o contramelodía completamente subordinada a la principal, aunque en ocasiones puede tener la misma importancia que ella. Tipo IV: escritura a varias voces o partes A diferencia de la textura del tipo II, en este tipo textural la melodía es sólo una entre varias voces equiparables. Se las denomina “partes reales”, para diferenciarlas de aquéllas que se originan duplicando otra voz al unísono o la octava. La textura a varias voces, compuesta por partes reales con duplicaciones o sin ellas, puede operar a su vez como acompañante de una textura de tipo II. Tipo V: textura contrapuntística Este tipo está constituido en su totalidad por elementos melódicos. Las líneas melódicas pueden ser totalmente independientes o estar diseñadas en contrapunto imitativo. La textura puede ser fugada o presentar una combinación de melodías con significación temática (a veces ya escuchadas previamente). Tipo VI: acordes Se refiere a la textura generada por acordes aislados, es decir, poco o nada afectados por la voz principal. Cada acorde debe ser analizado por el lugar que ocupa dentro de la obra, y dentro de él pueden establecerse diferentes relaciones verticales entre los pares de instrumentos que lo componen: concatenación, superposición, engranaje, inclusión.12 Es importante considerar la espacialidad o disposición del acorde (abierto-cerrado) y su equilibrio interno, ya que se trata de crear un plano sonoro vertical del que no emerja o destaque ninguna nota de manera perceptible para el oyente. Tipo VII: textura compleja Consiste en la combinación de los tipos anteriores. 9 PISTON trata el tema en sus tratados de “Orquestación” (1955) y de “Armonía” (1941) PISTON, Walter. Orquestación. Madrid: Real Musical, 1984. (1ª ed. 1955.) pp. 377- 436 11 El autor aclara que también el doblado de una melodía por 3as o 6as entraría en este tipo textural, dado que no aporta nuevos elementos sino que produce un “espesamiento armónico” que subraya la melodía. 12 Para ampliar, ver PISTON, W. (1955) Ibid. p. 421-422 10 3 c) Los valores texturales de Rowell13 De estos ítems se desprende que los significados y diferenciaciones relativos a la textura (así como otros dominios musicales) dependen de nuestra percepción de la misma. Leonard Meyer afirma que: “La textura tiene que ver con los modos en que la mente agrupa estímulos musicales concurrentes en figuras simultáneas, una figura y acompañamiento (fondo), y así sucesivamente. Como otros procesos musicales, la organización textural, o su carencia, puede dar lugar a la expectativa”14 Este comentario fue tomado de un libro que expone una teoría conductista15 de la comunicación musical, razón por la cual naturalmente señala al ´agrupamiento´ como piedra fundamental en la comprensión de los procesos texturales. Otra postura, considera que la textura es en realidad una necesidad cotidiana: por ejemplo, para evitar una catástrofe es imprescindible poder distinguir el ruido de auto acercándose del paisaje sonoro penetrante, confuso -y por lo tanto perceptualmente suprimido- de la vida en la ciudad moderna. Pero la sensibilidad cultural a ese interjuego de figura y fondo, constituye algo valioso en sí mismo: “Debería ser notado que figura, fondo y textura pueden ser percibidos tanto en el mundo de la experiencia diaria como en muestras artificiales, pero que nuestro interés es inherente a la percepción de esas muestras artificiales o hechas por el hombre como poemas, pinturas y conciertos de piano”.16 La comprensión de la textura debe, por lo tanto, tomar explícita cuenta de los mecanismos perceptuales (o, para un conductista, el mecanismo de percepción). Si además consideramos los mecanismos de evaluación (crítica) musical, podemos suponer que interpretar la textura es, de un modo u otro, analizar la música. Esta postura es tomada implícitamente por Rowell, quien advierte que “textura, superficie o grano es un concepto útil para las artes plásticas y táctiles pero requiere de una definición cuidadosa cuando se aplica a la música o la literatura” 17. En su Introducción a la filosofía de la música el autor establece una serie de valores, entendidos como “conjuntos de predicados específicos de la música”18 (análogamente al concepto de valor en artes visuales) que se ubican en un continuo entre los valores sensuales (cualitativos, subjetivos) y formales (cuantitativos, objetivos). Éstos son: Valores tonales texturales dinámicos temporales estructurales sensual / cualitativo / subjetivo un continuo formal / cuantitativo / objetivo19 13 ROWELL, Lewis. Introducción a la filosofía de la música. Antecedentes históricos y problemas estéticos. Barcelona: Gedisa, 1990 (1ª ed. 1985). 246 p. 14 MEYER, Leonard. Emoción y Sentido en Música. Chicago, 1956. Pág 185 – Ver apartado V: “La monodia y la expectativa textural” 15 [N. del T.] behaviourist 16 GARDNER, Howard. “Sobre Figura y Textura en la Percepción Estética” en British Journal of Aesthetics, xii, 1972, p 45. 17 ROWELL, L. (1985) Ibid. p. 27 18 ROWELL, L. (1985) Ibid p. 148 19 ROWELL, L. (1985) Ibid p. 149 4 Por su pertinencia respecto del tema que estamos analizando, nos ocuparemos a continuación de los valores texturales. La textura se refiere al tejido de la música, sea concebida como superficie estética o como urdimbre (altura, verticalidad, simultaneidad) y trama (tiempo, horizontalidad, secuencia). Estos valores incluyen claramente lo temporal en la música. Rowell los organizó como binomios, ya que cada uno de ellos consiste en un continuo entre dos extremos: Simple/complejo Este binomio constituye una de las respuestas más elementales y subjetivas a la percepción de la música. Nuestros conceptos de simplicidad/complejidad son relativos (dependen de nuestros valores) y sólo se pueden verificar en casos extremos o comparando una complejidad mayor con otra menor. Rowell define complejidad como un “exceso de datos incluidos en una dimensión o plano simples (una melodía demasiado elaborada, ambigua, disgresiva o desorganizada) o la interacción de varias dimensiones musicales.”20 Ante la complejidad inaprehensible, la mente busca instintivamente reducirla imponiendo jerarquías (figura-fondo) o o bien fusionando esos datos en una superficie unificada (fusión). Son ejemplos de texturas complejas: la representación del caos que Händel hace en la introducción orquestal su oratorio La Creación, o la música en forma de “masas de sonido” de Penderecki, Lutoslawski, Ligeti y Xenakis. Estos términos pueden parecer relativamente neutrales (al contrario, por ejemplo, de ´complicado´, que implicaría que el compositor desea un efecto que no es en realidad conseguido), pero son inevitablemente evaluativos cuando son aplicados a ejemplos particulares: el finale de la 6ª Sinfonía de Tchaikovsky muestra una textura simple: se trata de una homofonía estándar, interpretada por instrumentos de la misma familia. Sin embargo, un fragmento posterior del mismo movimiento es “aún más simple” que el ejemplo anterior. Nuestro juicio absoluto del primer ejemplo pierde sentido cuando las relatividades entran en juego: depende de qué se compara con qué. Suave/áspero La respuesta a lo que percibimos como superficie musical es análoga a nuestra reacción ante cualquier superficie textural (por ejemplo, una pared). Oímos como suave una sucesión de sonidos ligados (legato) donde las transiciones entre los tonos están minimizadas generando la ilusión del flujo continuo, y como ásperas o texturadas a las superficies caracterizadas por la discontinuidad (staccato, yuxtaposición de timbres contrastantes, puntuación rítmica, interrupción del flujo musical por silencios, acentos, etc.). En la historia de la música occidental, en los períodos barroco y el clásico, así como en el siglo XX, se dio una preferencia por las superficies texturadas, mientras que en el romanticismo prevaleció un flujo más suave. Ejemplos: Traumerei, de Schumann para piano, las vocalizaciones de un aria italiana, el Adagio para cuerdas de Barber (suave); las composiciones para clave, los vientos en el staccato del Scherzo de Mendelssohn (Sueño de una noche de verano), los pizzicati para cuerdas, las consonantes explosivas de las canciones rusas o alemanas, etc. (áspero). 20 ROWELL, L. (1985) Ibid p.156 5 Delgado/denso Este continuo está relacionado con la cantidad de sonidos simultáneos y su distribución relativa dentro del rango grave-agudo. Puede variar entre el solo y texturas de numerosas partes (Treno para las víctimas de Hiroshima de Penderecki, con más de 50; o el motete para 40 voces Spen in alium de Tallis). Es interesante notar la relación entre la densidad y la actividad melódica: a mayor densidad, menor posibilidad de desarrollo melódico de la línea individual. Son ejemplos de este binomio: la Serenata K361 de Mozart para 13 instrumentos (textura densa) y las sonatas trío de Corelli o Telemann (delgada). En general, las texturas densas se desarrollaron más después de la distribución de series armónicas (intervalos mayores en el registro grave y progresivamente menores hacia el agudo). Economía/saturación Si bien esta categoría parece una variante de la primera o la tercera, en realidad se refiere al estilo de composición: simple (Fauré) o exuberante (R. Strauss, Mahler). Tiene que ver con el uso efectos orquestales coloridos, gama amplia de dinámicas y alturas, profusión de temas, alta actividad rítmica, etc. O el uso más conservador de los recursos musicales. Ejemplos: Sinfonía de los mil (Mahler), Requiem (Fauré). Orientación (vertical/horizontal) Este parámetro se refiere a la tendencia hacia lo vertical, acórdico u homofónico, donde las voces dependen (sea del acorde, o de la línea melódica a la cual se subordinan); o bien hacia lo horizontal o contrapuntístico, donde las voces se mueven con mayor independencia y se entretejen. Estas preferencias suelen constituir características distintivas de los estilos musicales y los cambios en la orientación básica han producido cambios en otras dimensiones de la música (por ejemplo, paso de la horizontalidad a la verticalidad en el inicio del barroco, Ca 1600) Centro/interjuego En cierto tipo de música, nuestra atención tiende a centrarse en la actividad musical desarrollada en un plano único (una melodía, una progresión armónica, un solo instrumental); otras veces la atención se desplaza (del agudo al grave, de un timbre a otro, a modo de diálogo, etc.) Son ejemplos: el diálogo dramático entre cuerdas graves y agudas en el comienzo de la 5ª Sinfonía de Shostakovich o el interjuego entre los dos violines solistas y la orquesta del Concierto en re menor de J. S. bach SWV 1043, así como el intercambio entre instrumentos de viento solos le sección de desarrollo de una sinfonía de Mozart o Beethoven. Confusión Se refiere al sentido que resulta del entretejido contrapuntístico de melodías, al que podemos responder –según su grado de complejidad- sea dividiendo nuestra atención para seguir a cada línea a la vez, o bien interpretando los hilos enmarañados como una superficie. Ejemplos: los cuatro instrumentos solistas del Concierto Brandeburgués Nº 2 de Bach (trompeta, flauta, oboe y violín) permanecen claramente separados por sus timbres heterogéneos, el quíntuple contrapunto invertible de la coda del 1er movimiento de la Sinfonía Jupiter K551 de Mozart, el desarrollo del 1er movimiento de la 2ª Sinfonía de Brahms (pasaje que comienza en el c204). 6 Figuración Es la organización de la música en esquemas. Puede usarse como: o adorno de motivos melódicos o fondo texturado para una melodía (por ejemplo, escalas y arpegios de un concierto para piano de Mozart) o complemento de fondo armónico esbozando acordes (Preludio en DO Mayor del Libro I de El clave bien temperado de Bach) o recurso para dar movimiento rítmico y continuidad (figuraciones de violín de un concierto de Vivaldi) o desarrollo de motivos por repetición y secuencia o estructura pura, abstracta (música matemática de Satie, analogía musical del cubismo en artes visuales) II - La evolución de la percepción textural Dunsby presenta en sus “Consideraciones sobre textura” algunos hitos en la evolución de la percepción de la textura musical: El drama romántico Durante el siglo XIX, los compositores buscaban la expresión dramática tanto en la textura como en otros dominios. Podemos encontrar un ejemplo ilustrativo en Otello, de G. Verdi: La escena final del Acto I es presentada por un pasaje homofónico para cuatro cellos solos: esta textura impone calma en un acto épico de movimiento rápido, y genera cierta intimidad que prepara para la declaración privada de amor del Acto II. En el Acto IV, una introducción (o transición) que cambia de modo (monodia a cargo del contrabajo) acompaña la entrada imponente de Otello en la habitación de Desdémona (donde ella morirá). Se trata de la última ocasión que Otello y Desdémona cantarán juntos. El compositor logra de este modo concentrar nuestra atención musical en el dramático contraste entre el primer encuentro y el último, valiéndose de la oposición textural entre homofonía y monodia (que representan, respectivamente, el amor viviente y la muerte solitaria). Es un recurso textural clásico. Al respecto, Dunsby concluye: “La explotación de la textura como fuerza estructural en la música dramática del siglo XIX sirvió para revelar la inherencia estructural potencial dentro de la nueva música occidental, que alcanzó su auge (…) en las composiciones de Ligeti, que están conscientemente concebidas como estructuras texturales”.21 21 DUNSBY, J. ibid. p. 48. Para un ejemplo reciente de cómo este punto fue absorbido en la historiografía de nuestros tiempos, ver SIMMS, Bryan, Música del Siglo XX: Estilo y Estructura, Nueva York, 1986, p135. 7 El impresionismo (particularmente, su carácter pictórico)22. Una novedad sobresaliente de principios del siglo XX al respecto es La Mer, de Debussy. La variedad y complejidad de la textura fueron lugares comunes del período, incluso en el carácter pictórico surge la ilusión de una expresión más que su mera exposición. Las Tres Piezas Orquestales de Berg y los Trois esquisses symphoniques de Debussy son ejemplos de texturas variadas y complejas. En relación a estas consideraciones, un ejemplo interesante es el constituido por la “música de campanas”: el sonido de las campanas se puede sugerir fácilmente a través de recursos simples (incluso, podríamos decir, musicalmente primitivos) como las campanadas de medianoche del final de Papillons de Schumann o el carrillon de La gran puerta de Kiev (que en realidad no tenía campanas) de Mussorgsky. En otros intentos más sofisticados, el carácter pictórico textural presta integridad al resultado: por ejemplo, el número 6 del Op 19 de Schoenberg, o ´La Vallée des cloches´ de Mirroirs de Ravel. En el siglo XX se dio una especie de fascinación por la textura real, por la música como un espejo de la naturaleza. Messiaen constituye un ejemplo paradigmático, pues su actitud hacia la composición demuestra que para él la ilusión textural es un principio de la música (y no una mera necesidad empírica): en su época era posible incluir un canto de pájaros real –o, al menos, realmente grabado o sintetizado- para formar un arabesco textural en su música; sin embargo él consideraba que ese canto de pájaros nunca podría ser escuchado como él deseaba, excepto a través de sus manipulaciones musicales. De hecho, la música concreta ha sido el estilo de menor extensión en la historia de la música occidental (según Vinton, desde 1948 a 1955).23 Si bien el drama y el carácter pictórico están asociados a menudo con la música programática, ésta no constituyó otro hito en el desarrollo de nuestra percepción de la textura. Beethoven tuvo clara conciencia de que el arroyo, la tormenta y otros elementos pictóricos de la Pastoral superaban el programa emocional de la música. En la sonata Los Adioses logra una mejor respuesta al peligro de combinar elementos pictóricos con caracterizaciones emocionales indicadas o implicadas, equivalentes a un programa (dado que los elementos pictóricos siempre tenderán a dominar): en ella, el motivo ´Lebewohl´ no refiere a sonidos o imágenes naturales (salvo el efecto ´corno´ del motivo) sino al lenguaje verbal, que siempre combinó en forma segura con la música precisamente porque es muy distinto de ella. Los programas son historias descorporeizadas, narrativas demasiado cercanas a la narrativa musical, nunca esperaríamos que el programa estimulara desarrollos imprevistos en el estilo musical comparables a los estimulados por la narrativa alternativa (drama): basta comparar Erwartung con Verklärte Nacht de Schoenberg para experimentar la diferencia entre estas fuerzas potentes y débiles. 22 23 [N. del T.] se tradujo pictorialism como “carácter pictórico” Dictionary of Twentieth-Century Music, ed. John Vinton. Londres, 1974. pp. 505-506 8 IV - La ilusión textural Más allá de los aspectos hasta ahora analizados, hay uno que parece acercarnos más a la comprensión de la textura musical: se trata de la ilusión. Una ilusión, informalmente definida, es “un efecto que induce en nosotros una percepción que sabemos que no puede ser el caso”24 La textura musical constituye un amplio y profundo campo de juego para la ilusión. Veamos algunos ejemplos: En la música tonal occidental, cuando la voz humana masculina se combina con un instrumento o varios y está por debajo del instrumento, no suele tener la función estructural de bajo: al escuchar el comienzo de la segunda canción de Dichterliebe de Schumann, interpretada por tenor y piano, no percibimos un acorde de La M en posición 6-3 (ni un acorde de fa # menor en posición 6-4). Por nuestros valores culturales, solemos percibir tanto el sonido amplio y sostenido de la voz como la caída radical del piano, como texturas equivalentes (sonidos “lisos”) en manos de un compositor hábil, podemos percibir las tres o cuatro líneas que componen un grupo de cuerdas como un solo instrumento de rango gigante entre el grave contrabajo y el agudo violín Pensar en términos de ilusión textural nos permite relacionar lo familiar con lo no familiar; la identidad textural es un ejemplo. Según señala Dunsby, “el mismo acto de composición a menudo implica el intento de crear, bastante independientemente de todo tipo de mimesis, nuevos tipos de sonido – las ásperas voces bajas de Ockeghem, las acaracoladas disonancias del nuevo estilo de Monteverdi, la velocidad sin precedentes de la brillante figuración para piano de Beethoven, las arremolinadas antífonas de Ives”.25 Aquí la ilusión entra en la conciencia del oyente acerca del origen del sonido, podemos reconocer lo familiar renovado o bien enfrentar lo nuevo (no-familiar) al no poder reconocer cómo está armada la textura. Estas son cuestiones etnocéntricas: cuando escuchamos una grabación de juegos guturales inuits, muchos oyentes –de grabacionestenderán a escuchar como música instrumental más que vocal. En este caso, el concepto de identidad textural no es en realidad importante; pero sí lo es en el caso de la apertura del movimiento lento del 4º cuarteto de cuerdas de Schoenberg: en él, salvo por la evidencia visual, muy pocos oyentes -incluso músicos hábiles- podrían estar seguros de que la primera nota larga es tocada (al unísono) por dos violines, una viola y un cello; sabemos que la textura de esa primer nota debe estar hecha de determinada manera, pero no podemos determinarlo en forma puramente musical – sin el apoyo visual de la partitura o la performance. Otros ejemplos: 1790 – Mozart y post Mannheim - fagotes doblan a los cellos en la línea del bajo (textura no deseada ni necesitada en un ripieno de 1690)] 24 25 DUNSBY, J. Ibid. p51 DUNSBY, J. Ibid. p53 9 Contrariamente, comparando la música de cámara de la segunda década del siglo XIX con la de la segunda década del SXX, encontramos que los diferentes medios de producción de sonido con sus connotaciones texturales, fueron establecidos por Beethoven y sostenidos por mucho tiempo. Incluso para la época de Pierrot Lunaire y La historia del soldado, las normas de producción del sonido eran más bien históricas que actuales: la ilusión de la necesidad de combinaciones de instrumentos comenzaba a ser descreída. la escritura contrapuntística de Bach para solos de violín o cello el efecto de tres manos al piano de Thalberg. V - La monodia y la expectativa textural Dado que la música occidental es habitualmente de textura compleja, con el uso de la monodia suele surgir un efecto especial de expectación. Messiaen explotó esta característica cultural en la ´Danza de la Furia´, de su Cuarteto para el fin de los tiempos: su visión de violencia descarnada es plasmada en esta música diseñada para expresar dolor, que hiere a intérpretes y oyentes tanto física como estéticamente. La monodia sostenida que crea un efecto poderoso (mucho más que la disonancia lineal, el exceso y la persistencia del volumen); mucho antes de que el movimiento finalice, esperamos sedientos un acorde o contrapunto. Esta expectativa textural está profundamente arraigada en nuestra respuesta a ciertos tipos de música. Al escuchar la presentación del tema de una fuga barroca, por ejemplo, probablemente el oyente que nunca antes la escuchó esperará la entrada de una segunda voz con el mismo material, luego una tercera y tal vez una cuarta. De hecho, Bukofzer describió la fuga no como forma sino como textura”26 Otro ejemplo, esta vez arquetípico, intracultural, de la expectativa textural es el tratamiento del tema principal en el final de la 9ª sinfonía de Beethoven. La exposición del tema, una vez puesto en marcha como monodia, tiene un desarrollo inevitable: el tema es anunciado solo y bajo, se trata de un tema de auto repetición (ABA), no susceptible de repeticiones no variadas: Por ser solo, se espera la introducción de contrapuntos. Dado que hasta este punto la sinfonía fue básicamente homofónica, en la tercera pasada del tema el contrapunto dará paso a la homofonía. Puesto que el tema comienza bajo, la tesitura debe expandirse hacia el agudo. Una vez llevados a cabo estos tres procedimientos, el tema debe concluir (cualquier otro tratamiento probablemente sería texturalmente redundante). 26 DUNSBY, J. Ibid. p56 10 VI - La textura como señal en la música clásica y de principios del romanticismo El ya citado estudio realizado por Janet Levy aborda el tema del uso de la textura como señal en la música de estos períodos. En él explora “ciertos aspectos del rol de la textura en la sintaxis de algunos movimientos en particular y, especialmente, su capacidad de funcionar como una señal- tanto por el lugar en el que nos encontramos en la pieza como por lo que puede o no suceder después” 27 Tomando en cuenta que una señal es un objeto o evento que representa “otra cosa” más allá de sí misma, la textura puede hacer más evidentes y efectivas las relaciones funcionales y simbólicas creadas por otras variables, como la melodía, la armonía, el ritmo, la orquestación, el registro, etc. Es un rol análogo al del tono o la inflexión de la voz en el discurso común: es un rol necesario pero nunca suficiente para expresar un significado. A continuación desarrollaremos brevemente las señales texturadas tratadas por la autora: contextuales Señales convencionales patrones de acompañamiento estabilidad solos inicio unísonos autoridad, lo sobrenatural, otros Señales contextuales Los aspectos simbólicos de la textura pueden residir simplemente en asociaciones o relaciones idiosincráticas establecidas entre texturas dentro de una pieza dada. Por ejemplo, en las “falsas reexposiciones” de la forma sonata clásica, luego de los movimientos preparatorios de la reexposición, el material melódico del inicio retorna en la tonalidad “equivocada”. El compositor no confía simplemente en nuestra capacidad de percibir que no es la tonalidad original, sino que refuerza estos aspectos “falsos” por medio de la textura, la instrumentación y dinámicas diferentes de las de la instancia de apertura. La textura en estos contextos debería ser considerada como una indicación concomitante, una clave o señal para que no creamos que se trata de una reexposición “real” (Ej: Sinfonía 102 de Haydn, compás 185 y Sinfonía “Júpiter” de Mozart, compás 161). De este modo se observa cómo la textura puede funcionar como una señal que nos dirige hacia la sintaxis y la forma en virtud de su uso contextual dentro de una pieza. 27 LEVY, Janet. Ibid. p.482 11 Señales convencionales A partir de una apreciación de Mozart sobre el éxito de su desafío a un convencionalismo dinámico-textural en su Sinfonía “París” (el inicio del Allegro final a cargo de dos violines piano en lugar del esperado tutti forte), el texto aborda los usos convencionales de ciertos tipos de texturas para indicarnos cómo comprender eventos musicales simultáneos y posteriores. Para discutir algunos modos en los que la textura puede funcionar como un signo convencional, la autora elige tres tipos cuya constitución básica es inequívoca:28 a) homofonía con un patrón de acompañamiento, como un bajo de Alberti b) solo (literalmente, una sola melodía; no solo versus tutti) c) pasajes al unísono (incluyendo la duplicación con la 8ª) a) Patrones de acompañamiento como señales El comienzo de un patrón de acompañamiento métricamente regular y de figuración convencional (como un bajo de Alberti), es señal de que escucharemos un pasaje de presentación: puede tratarse de una exposición completa, de un período, o del cierre de un nivel de estructura tipo aab o aa´b de proporciones 1+1+2. Por ejemplo: en el primer movimiento de la sonatina en SOL M tradicionalmente adjudicada a Beethoven, el paso de un acompañamiento homofónico no figurado al bajo de Alberti es una instrucción instantánea de ejecutar y/o considerar lo que sigue como un estamento más completamente formado que lo que acabamos de escuchar.(…) Gracias a la entrada de la estabilidad dada por el bajo de Alberti, nosotros comprendemos la naturaleza del pasaje en el momento en que comienza. Al respecto, Levy señala que: “Hay una especie de doble economía psíquica dada por nuestro reconocimiento de esta señal textural. Primero, la aparición del bajo de Alberti u otro patrón familiar nos “dice” que probablemente reine la estabilidad-al menos hasta el cierre o hasta que una nueva señal contradiga la anterior. Como por el momento no hay dudas acerca de lo que el pasaje es, podemos relajarnos y simplemente experimentar su desarrollo. Segundo, parte del trabajo perceptivo es, por así decirlo, hecho por nosotros. El bajo de Alberti (u otro patrón regular) provee una especie de acción motora palpable que mide o marca el tiempo regularmente para nosotros; la palpabilidad del metro es inversamente proporcional a la cantidad de esfuerzo que el intérprete/oyente debe realizar. (La constancia de la armonía es, por supuesto, otro factor de economía psíquica). Además, para el intérprete parece haber una conexión entre la iniciación de una actividad motriz regular y el impulso de continuarla: es posible que a mayor regularidad el intérprete tenga más necesidad kinestésica de continuar.”29 Es interesante señalar que, particularmente en un tempo muy lento, el establecimiento de un patrón de acompañamiento convencional con un pulso bien 28 29 LEVY ubica “los tres (…) dentro de la clasificación general de “homofonía” (Ibid. p. 488) LEVY, J. Ibid. p. 492 12 definido (en el contexto de un ritmo armónico relativamente lento) es señal de que una melodía tomará forma o emergerá.30 Esta hipótesis puede ser aplicada a música tanto occidental como oriental, por lo que consideramos que algunas convenciones de uso textural pueden estar arraigadas en aspectos primordiales (y, por lo tanto, transculturales) de la experiencia humana. b) Solos En la música de fines del sXVIII o comienzos del sXIX, un solo (versus grupo) casi siempre es, lleva a o implica un comienzo, en el sentido de punto de partida o iniciador de acción en algún nivel de estructura musical – por ej. a nivel de frase, período o sección dentro de una forma. Pero más allá de las convenciones del estilo musical, podemos inferir que esas convenciones pueden estar fundadas en aspectos esenciales del comportamiento humano: de hecho, desde el canto responsorial en los ritos judío y cristiano, hasta las animaciones y campañas políticas, es un estamento individual el que inicia una acción; un grupo se une o responde. También en el teatro –y tal vez más claramente en la antigua tragedia griega, en la que el coro comenta y responde- es el solo el que guía la acción. De modo similar en la ópera; las acciones dramática y musicalmente significativas en general son iniciadas por solistas (no por coros o ensambles). Tendemos a identificar una línea solista con la voz humana.31 Y a menudo no sólo la línea solista constituye una mímica simbólica de de los hábitos sociales de los hombres sino que es tomada bastante literalmente como si fuese la voz de un ser humano. El solo per se usualmente proveerá la indicación contundente de inminencia, incluso puede comportarse como un levare (up beat) extendido, y la súbita reducción de la textura – particularmente la ausencia del bajo- realza la inestabilidad. Esta inestabilidad se debe a un tema perceptual: una vez que hemos escuchado un grupo, un solo parecerá una textura incompleta, y algo incompleto no puede funcionar satisfactoriamente como una consolidación de eventos para finalizar; es por este motivo que muchas veces los solos son utilizados para demorar cierres.32 30 Este punto tiene conexión con el tema tratado en el apartado V: “La monodia y la expectativa textural” Ver apartado V: “La monodia y la expectativa textural” 32 Al respecto, la autora amplía: “El rol del solo para definir los inicios de las fugas, fugatos, cánones, y otros es sin dudas el más familiar. Y las negaciones descaradas de esas implicancias texturales pueden ser muy mordaces e ingeniosas” (ej Cuarteto de cuerdas op 76 de Haydn) [p505] “Paradójicamente, incluso los ejemplo negativos parecen confirmar la hipótesis acerca de los solos” (Ej. solo en fila, cuarteto de cuerdas op 59 Nº 1 Beethoven) “(…)Seguramente, todos estos solos no son introducciones o comienzos. Y aún así, compás tras compás debemos vencer nuestra inclinación a escucharlos como tales (…) la discontinuidad parece conectada a la discrepancia entre lo que es y lo que podría o debería haber sido. (…) tantos solos en fila aparecen tan anormales en este estilo que debemos simplemente ´esperar y ver qué pasará´.” [p507] 31 13 c) Unísonos33 El unísono es una de las texturas de mayor significado semántico, con connotaciones referenciales que cubren –y parcialmente determinan- la sintaxis. Aún más que con los solos, las convenciones sobre el uso sintáctico parecen estar profundamente arraigadas en aspectos primordiales de la experiencia humana. Levy asocia el unísono con el control autoritario: la unanimidad de una multitud cantando al unísono es básicamente contraria a nuestro sentido de la individualidad de los seres humanos. Esto no parece ser algo natural, dado que no aparece en la naturaleza; debe ser organizado, preordenado, impuesto. Está relacionado con la autoridad del ritual o ceremonial humanos (como en la entonación de un canto, canciones patrias y de trabajo, fanfarrias heráldicas) y con lo demoníaco o sobrehumano (por ejemplo, en el “Coro de las Furias” de Orfeo, de Gluck, las Furias son inhumanas –unísono- y luego, cuando comienzan a simpatizar con Orfeo, a “humanizarse”, el unísono de la primera estrofa es suplantado por la armonía). Es notable que cuando un pasaje al unísono es discutido por críticos de música, su textura no es meramente notada sino usualmente caracterizada con adjetivos usualmente antropomórficos como “hueco”, “poderoso”, “escueto”, “brutal”, “estruendoso”. A veces, un motivo al unísono puede servir también para anunciar la ubicación tonal en varias coyunturas estructurales importantes a lo largo de una misma pieza, como los carteles –generalmente del mismo formato- que anuncian en la ruta o autopista los pueblos que vamos pasando mientras nos dirigimos a un destino más lejano. Un ejemplo ilustrativo es el desarrollo del primer movimiento del cuarteto para piano en Mi bemol K493 de Mozart. Otras veces, el unísono funciona como señal de otra señal: el unísono de los compases 90-93 de la obertura a Idomeneo, de Mozart, es un precursor del retorno de otro unísono de la pieza –el de apertura-. Un uso más frecuente del unísono es como señal auxiliar de cierre: usualmente una concurrencia de hilos de acción que tiene el efecto de consolidación -o, al contrario, dependiendo del contexto, de disolución o “limpieza”- de una melodía, acorde o incluso de un tono estructural simple. Levy enfatiza: “El uso del unísono para cierre es más dramático en un contexto polifónico, precisamente porque varios hilos independientes son abruptamente traídos bajo la autoridad de uno”34 33 LEVY define “unísono” como “pasaje, generalmente más largo de lo que es la idea común de motivo, y en cualquier caso nunca sólo un unísono interválico-armónico de un tiempo. Se incluye en esta clasificación el doblaje a la octava” (p 507) 34 LEVY, J. Ibid. P. 520. Con respecto al uso del unísono en modo menor, la autora acota: “es probable, en el unísono en modo menor, que exista el máximo potencial de efectos dramáticos y teatrales. Tanto la autoridad como las calidades sobrehumanas del unísono menor son inusualmente llamativas e inconfundibles. Y la conexión entre el pasaje en unísono menor y el carácter expresivo en una composición parecen ser, al menos implícitamente, reconocidas.” [p521] “El modo de entender esos unísonos [los muy prolongados, especialmente en modo menor] debe ser extramusical; puede que no exista explicación sintáctica para la presencia de unísonos prolongados” [p525] 14 El texto de Levy plantea un enfoque interesante acerca de diversos tipos texturales y sus implicancias sintácticas dentro del discurso musical. Si bien el trabajo se centra en la música occidental de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, abre un panorama que podría aplicarse al análisis de música de otras culturas y épocas. Asimismo, la autora señala que si bien muchas convenciones texturales están construidas sobre la cultura, algunas otras –más que otros parámetros musicales- pueden estar arraigadas en aspectos esenciales del comportamiento humano. *** En síntesis, podemos decir que las connotaciones referenciales de las texturas, sean culturales o transculturales, nos ayudan a comprender las relaciones funcionales –la sintaxis- de las composiciones; y que cuanto más convencionalizada sea la textura, menos connotaciones referenciales necesitamos para entender la sintaxis. Es importante considerar, al trasladar estas ideas a la música contemporánea – especialmente la música electroacústica-, que la textura deja de ser “señal” de algo que está más allá de ella, para transformarse en un elemento constitutivo del discurso musical en sí mismo. Cierro este trabajo con un párrafo de Dunsby, que expresa claramente el camino iniciado: “Revisando el camino transitado hasta aquí, uno podría reivindicar un pequeño progreso en el trazado del aún desconocido mundo del entretejido (la textura) del sonido. Tal vez sea un mundo que nunca pueda ser totalmente asequible al tipo de entendimiento que está reivindicado para las estructuras rítmicas y de alturas. (…) [Hay un elemento faltante, que es] el valor compartido que fue tópico de esta investigación, la interpretación común de textura, no ya como la señal de una confusión de distintos paradigmas de la crítica (artes visuales/música) sino de una conspiración de significado (los músicos ahora hablan todos más o menos del mismo fenómeno) que ofrece una real oportunidad, no sólo para la investigación sobre la nueva música, en la que la estructura textural es a menudo una característica cardinal, sino sobre todos los repertorios reinterpretados por nuestra moderna conciencia musical” 35 35 DUNSBY, j. Ibid. pp. 56-57 15 BIBLIOGRAFÍA DUNSBY, Jonathan (1989) “Considerations of texture” en Music & Letters, Vol. 70, No. 1 (Feb., 1989), pp. 46-57 [en línea: http://www.jstor.org/stable/735640, citado 25/03/09]pp. 46-57 FESSEL, Pablo (2007): “La doble génesis del concepto de textura musical” en Revista Eletronica de Musicología volumen XI [en línea] citado 11/04/09 en http://www.rem.ufpr.br/REM-Abertura/index.html FESSEL, Pablo (1994): “Hacia una caracterización del concepto de textura” en Revista del Instituto Superior de Música Nº 5, Universidad Nacional del Litoral, pp. 75-91 GARDNER, Howard (1972). “On Figure and Texture in Aesthetic Perception”, British Journal of Aesthetics, xii LEVY, Janet (1982) “Texture as a Sign in Classic and Early Romantic Music” en Journal of the American Musicological Society, Vol 35, Nº 3, [en línea: http://www.jstor.org/stable/830985, citado 19/03/2009], pp.482-531 MEYER, Leonard (1956). Emotion and Meaning in Music. University of Chicago Press, PISTON, Walter (1955). Orquestación. Madrid: Real Musical, 1984. (1ª ed. 1955)493 p. PISTON, Walter (1941). Armonía. Barcelona: Labor, 1993. (1ª ed 1941) 550 p. ROWELL, Lewis (1985). Introducción a la filosofía de la música. Antecedentes históricos y problemas estéticos. Barcelona: Gedisa, 1990. (1ª ed. 1985). 246 p. Dictionary of Twentieth-Century Music, ed. John Vinton. Londres, 1974. 16