Download Prólogo a la sexta edición
Transcript
PANORÁMICA DEL BUDISMO en Español - traducción Shakyavamsa Prólogo a la sexta edición Las conferencias en que se basa este libro fueron dadas en el Indian Institute of World Culture, en Bangalore, al sur de la India, en el verano de 1954. Fueron divulgadas en un libro que publicó esa institución a principio de 1957, coincidiendo con las celebraciones de 2500 años de tradición budista, el Buddha Jayanti 2500 que fue conmemorado en todo el mundo budista. Este fue mi primer libro (a parte de un volumen de poemas que apareció 1954) y, a pesar de esto y de que fue una publicación de una entidad pequeña y relativamente poco conocida, fue un éxito inmediato. Los eruditos, los estudiantes de religión comparada y los monjes budistas orientales con dominio del inglés le dieron una acogida que con mucho excedió las expectativas tanto del autor como de la editorial. Un crítico, budista theravadin de Ceilán, y erudito de prestigio, llegó incluso a decir que la publicación del libro fue el acto más importante del año del Buddha Jayanti. Desde entonces, han salido a la luz tres ediciones más en la India y otra en los Estados Unidos, no estando agotado nunca por un período superior a unos meses. Hoy, veintisiete años después de la primera edición su demanda es mayor que nunca y otra edición es requerida. Cuando Shri B. P. Wadia (director del Indian Institute of World Culture) y Shrimati Sophia Wadia me invitaron a dar las conferencias en que se basa el libro, yo había sido budista trece años y monje (sramanera y bhiksu) cinco. Dar las conferencias y la preparación subsecuente del libro, me ofrecieron la oportunidad de pararme y echar una mirada a la gran tradición espiritual con la que me había comprometido. Así como la ocasión para intentar resumir, para beneficio propio y para el de los demás, todo lo que había aprendido sobre el budismo durante trece años; además de mostrar como veía la Enseñanza del Buda. En otras palabras, una oportunidad de averiguar lo que realmente pensaba del budismo; lo que el budismo representaba realmente para mi. La oportunidad fue aún más valiosa debido al público que asistió a las conferencias. La mayoría de los asistentes eran indios con formación occidental que, aun no siendo budistas, estaban verdaderamente interesados en lo que para ellos era parte de la cultura y de la tradición espiritual de la India. Por lo tanto fui escuchado por ellos con simpatía y comprensión, pero, al mismo tiempo, con sentido crítico. Al analizar el Budismo me interesaban principalmente dos cosas. Quería ver el budismo en su extensión y en su profundidad; es decir, estaba interesado (1) en el budismo en su totalidad y (2) en sus conexiones más profundas, tanto en sus propias relaciones interiores como en la relación con la vida espiritual del budista. Puesto que estaba interesado en el budismo en toda su extensión, traté de dar la descripción más amplia que me fue posible. Una descripción que tratara con justicia a todas las enseñanzas principales y a todos sus desarrollos históricos más importantes. Es por esta razón que tanto el conjunto de las conferencias como el libro han llevado el título “Una visión completa del budismo”. No obstante, una visión completa no consiste en una enumeración de elementos aislados, por muy completa que fuera tal enumeración. Por lo tanto, no fue suficiente tratar con justicia a las principales enseñanzas del budismo y a sus desarrollos históricos más importantes, en el sentido comparativamente superficial de describirlos uno por uno, como si existieran por sí solos y separados del budismo en su totalidad. Para tratar con justicia tanto a las doctrinas como a los desarrollos históricos, tuve que demostrar las conexiones que se dan, así como la influencia que tienen en la vida espiritual del individuo; pues al fin y al cabo, fue esta última la razón por la que fue promulgado por primera vez el budismo. Por consiguiente me concernía el budismo no sólo en su extensión sino también en su profundidad. De hecho, descubrí que no podía verlo en su extensión sin verlo en profundidad. Es más, al proceder con mi tarea me di cuenta de que muchos especialistas del budismo occidentales, e incluso algunos monjes budistas orientales, eran incapaces de ver el budismo en su extensión y profundidad. Por eso las descripciones que daban eran fragmentarias, distorsionadas y con frecuencia totalmente erróneas. Ni una sola vez ,según parecía, se les había ocurrido preguntarse ¿Por qué el Buda (o Nargarjuna, o Buddhagosha) enseñó esta doctrina en particular? ¿Qué influencia tiene en la vida espiritual? ¿En qué medida ayuda al budista a seguir su Camino espiritual? Sin embargo, cuando comencé a echar la mirada sobre el budismo, tratando de ver su extensión y profundidad, me hallé una y otra vez haciendo esas preguntas; ya que descubrí que sólo así podría entender en que consiste, en sentido espiritual, el budismo. Sin haber hecho libremente esas pregunta y sin haber sido fielmente respondidas, la Enseñanza del Buda parecía nada más que un cierto juego intelectual ya lo jugasen los eruditos occidentales o los monjes orientales de “erudición”. Contemplé el budismo tratando de ver su extensión y profundidad, tratando de relacionarlo con las necesidades del individuo que lucha con los problemas de la existencia, traté el budismo seriamente. Quizá sea por eso que mi “Visión completa”, tanto en las conferencias como en la publicación del libro, recibió una acogida tan entusiasta. Quizá sea por eso que durante los veintisiete años que lleva publicado el libro la demanda sigue aumentando. Sea o no así, han pasado veintisiete años. He tenido veintisiete años más para aprender sobre el budismo y reflexionar sobre lo aprendido. Por lo tanto, parece apropiado que aprovechando la oportunidad de la aparición de esta edición, eche la vista atrás y contemple de nuevo mi “Visión Completa”. Habiéndolo leído todo después de muchos años, y haciendo una lectura crítica, no he encontrado razones por las que cambiar mi enfoque o método de tratar el budismo, tampoco las he encontrado para contemplar el budismo en modo alguno distinto al que lo contemple hace tres décadas. Algunas de las formas tradicionales del budismo son actualmente más asequibles, al menos en Europa Occidental y en los Estados Unidos. Además, se da con frecuencia importancia a lo que es característico en sus doctrinas y métodos en vez de dársela a los principios fundamentales y las prácticas comunes a todas las tradiciones espirituales budistas. Por eso, es cada vez más necesario que nos interesemos en ver el budismo en toda su extensión y, por consiguiente, en su profundidad más remota. Es cada vez más necesario no confundir una expresión histórica de la tradición en particular, con el budismo, siendo así absolutamente incapaces de verlo. Por esta razón es cada vez más necesario que contemplemos la Enseñanza del Buda desde el punto de vista de su influencia en la forma de vida de aquellos comprometidos con las Tres Joyas, en vez de dejarnos deslumbrar por el esplendor de los adornos culturales, orientales y exóticos en que el cuerpo del Dharma inevitablemente se muestra a nuestra mirada. O distraernos con consideraciones puramente teóricas, o hacer ambas cosas. De hecho, hemos de cuidar de que la llama viva de la aspiración espiritual no quede sofocada completamente por la creciente acumulación de información sobre el budismo que se le está amontonando encima desde todas partes. Si la llama ha de ser alimentada en vez de sofocada se le habrá de proporcionar el combustible que pueda quemar -un combustible que le haga impulsarse y convertirse en la gran llama que consume al mundo. Esto muy probablemente quiera decir discriminar, con más rigor de lo que lo hice en mi “Visión Completa”, entre lo esencial y lo que no lo es, entre lo vivo y lo muerto en lo que queda de las enseñanzas y tradiciones budistas. Esto probablemente quiera decir negarse a reconocer que sea budismo cualquier cosa que no se relacione directamente con el acto único y continuo de Ir al Refugio. Al contemplar mi “Visión completa” no he encontrado razones para cambiar mi enfoque del budismo ni mi método de tratarlo, ni aun en cuestión de detalles. No obstante esto no quiere decir que esta obra de veintisiete años no tenga sus limitaciones. La mayoría de ellas se deben a la falta de espacio y a mi falta de experiencia en ciertas áreas del enorme campo que cubre el libro. La falta de espacio hizo que tratara algunas enseñanzas y escuelas importantes del modo más breve. Dando a veces tan sólo una indicación sobre el lugar que ocupan en el conjunto general de la Doctrina o dentro del proceso del desarrollo histórico del budismo. He tratado algunas de esas enseñanzas y escuelas con más detalle posteriormente en otras obras y conferencias. Por ejemplo, la serie de los doce nidanas positivos, desde el Sufrimiento (dukkha) al Conocimiento de la Destrucción de las Tendencias (asakkhayanana), la enumero brevemente en la sección XIV del primer capítulo de la “Visión Completa”. Esta serie ejemplifica la razón de ser del Camino de la “espiral”, que es la vida espiritual misma y la he tratado con detalle en The Three Jewels (parte I, capítulo 13 The Stages of the Path). Igualmente, el Camino Óctuple Noble (aryastangamargah) que simplemente menciono en “La visión completa”, fue el tema de una serie de charlas dadas en Londres en 1968. En esas charlas fue mi intención clarificar la distinción entre el Camino Óctuple mundano y el Transcendental, particularmente la distinción entre la Comprensión Correcta y la Visión Perfecta. También a las escuelas les llegó su turno. Del budismo Zen, o Ch’an, en “La visión completa” dije que es de carácter paradójico y que está conectado con la escuela Yogachara, y poco más pude decir. En 1965 éste fue el tema de una serie de cinco charlas que posteriormente fueron publicadas con el título The Essence of Zen. El budismo tibetano fue el tema de una serie de ocho conferencias dadas en Londres en 1965-6, y de nuevo en 1968. Aspectos del Ideal del Bodhisattva que no quedaron cubiertos en el capítulo cuarto de “La visión completa” fueron discutidos posteriormente en The Endlessly Fascinating Cry, una exploración del Bodhicaryavatara de Shantideva, un seminario que tuvo lugar en Norfolk cuyo manuscrito editado apareció en 1973. Todas estas obras y conferencias, y otras muchas más, crecieron y se basaron en los principios fundamentales esbozados en “La visión completa”. Además también sirvieron para confirmar la validez del enfoque del budismo que adopté en esa obra. La otra fuente de limitaciones de “La visión completa”, mi falta de experiencia en ciertas áreas del budismo, principalmente se reflejó en los comentarios que hice sobre el nuevo método birmano del Satipatthana, así como de la escuela Nyingma del budismo tibetano. Cuando estaba escribiendo “La visión completa” sólo conocía de oídas el nuevo método birmano del Satipatthana (método que posteriormente ha tratado de limitar el significado del término vipassana, o meditación vipassana, para el uso exclusivo de denominar sus propias técnicas de meditación). Al parecerme que era un resurgimiento de la meditación en los países del Theravada halagué el método sin reserva. Sin embargo, información obtenida posteriormente reveló que el método tenía sus peligros. Al menos tal y como lo han enseñado algunos maestro y como lo han practicado algunos alumnos, puede llevar a una extremada tensión nerviosa y estados esquizoides para los que he creado el término “atención alienada”. Cuando volví a Inglaterra, en 1964, conocí a unas doce o catorce personas que sufrían severos trastornos mentales debido directamente a la práctica de la llamada meditación vipassana. Otros cuatro o cinco tuvieron que ingresar en hospitales psiquiátricos. Por lo tanto, lo que digo en la sección XVII del capítulo primero, no ha de tomarse como una recomendación sin reservas del nuevo método birmano del Satipatthana. Mientras que sobrestimé al nuevo método birmano del Satipatthana, por razones de la misma índole, subestimé la escuela Nyingma, o escuela antigua del budismo tibetano. A partir de 1950, tuve la buena fortuna de vivir en Kalimpong, en los cerros de las faldas del Himalaya oriental. Hasta 1957 no hubo ningún lama de la escuela Nyingma en Kalimpong. Al carecer de contacto con representantes informados de esta escuela, tuve que recurrir a amigos tibetanos y, puesto que la mayoría de ellos pertenecían a la escuela Gelugpa, me incliné a ver a la escuela antigua desde su punto de vista. Posteriormente, lamas eminentes de la escuela Nyingma se instalaron en Kalimpong y tuve la buena fortuna de ser iniciado a la tradición de esta escuela, siendo así capaz de estudiarla por mi mismo. Lo que dice en sección IX del capítulo tercero no es incorrecto (si bien eruditos de la escuela Nyingma puedan estar en desacuerdo con que las antiguas traducciones tibetanas de los Tantras son imperfectas). Pero si tuviera que escribir este tema ahora, podría hacerlo desde dentro, por así decir, y trataría con mucha más justicia la profundidad de las enseñanzas y la tremenda vitalidad espiritual de esta escuela. “La visión completa” recibió amplia atención de la prensa en su primera edición, si bien la falta de experiencia en las dos áreas que he mencionado no fue notada por ningún crítico. Entre las críticas favorables y las cartas de felicitación que, desde muchas partes del mundo, llegaron a mi solitaria morada de Kalimpong hubo sólo dos objeciones. Ambas procedían de budistas ingleses, uno de ellos seguidor del budismo Zen, el otro un universalista de la escuela Guenon y afiliado al budismo tibetano. El primero me reprendía en su reseña por mi “dogmatismo” con respecto a la observancia del celibato, “el requisito previo para cualquier vida espiritual superior”. El segundo protestaba en una carta sobre la “dureza” de mi censura del formalismo del monasticismo en el Theravada moderno. Independientemente de que sus comentarios fuesen o no fundados, ambos eligieron asuntos de importancia vital para el desarrollo del budismo occidental. Tal y como descubriría a mi vuelta a Inglaterra tras pasar veinte años en Oriente, el sexo es un tema controversial; e incluso emotivo. Aunque no estoy en desacuerdo con mi afirmación sobre la importancia del celibato - es decir, la castidad - en la vida espiritual superior, la cuestión no es quizá tan simple como pensé entonces. Para clarificar esto quisiera señalar los tres puntos siguientes: (1) La abstención de sexo no constituye en sí misma progreso espiritual, (2) la dependencia emocional del compañero sentimental es un impedimento mucho mayor en la vida espiritual que la relación sexual en sí, (3) aun el impulso sexual “sano” (el impulso sexual no asociado con la dependencia emocional del compañero sentimental) pertenece a un nivel de consciencia relativamente bajo y, por lo tanto, disminuye la intensidad cuando uno llega a establecerse con firmeza en niveles de consciencia altos. El formalismo monástico resultó ser un tema menos controversial. Algunos de los monjes theravadines de carácter más reflexivo, en vez de quejárseme, le dieron una buena acogida al libro, y además en privado me felicitaron también por mi franqueza. “No nos atrevemos a hablar sobre esos asuntos” me dijeron “Tú, en tu situación, puedes hacerlo”. Leyendo mis censuras después de veintisiete años me han parecido más moderadas de lo que pensaba, si bien lo suficientemente severas y no sin razón para ello. Mis experiencias posteriores me han convencido de que mis críticas del Theravada moderno eran, y siguen siendo, fundadas y, además, absolutamente necesarias. No retracto ni una palabra de lo que escribí. Simplemente me gustaría añadir que la plaga del formalismo, lejos de limitarse al Theravada, se encuentra también en otras formas de budismo moderno, particularmente en el Zen actual. Por último, sólo quiero señalar que la larga introducción del libro fue añadida en la quinta edición. La escribí en 1964, en las vísperas de mi partida de la India, y representa un grado superior de generalización al que se alcanza en la obra en sí. El énfasis en la introducción es doctrinal y espiritual. Además contiene una breve biografía del Buda, un resumen de la literatura canónica y da una visión general de las tres fases principales del desarrollo histórico del budismo; el Hinayana, el Mahayana y el Vajrayana. Sangharakshita Batignano (Toscana) 8 de noviembre de 1984 (día de la Sangha) Nota del Editor Desde que el autor escribió el prólogo aquí incluido han pasado más de trece años, de forma que ya no son veintisiete años desde que se publicó por primera vez “La visión completa del budismo”, sino cuarenta. Desde entonces los fundamentos del Dharma han permanecido inmutables, y la obra se interesa principalmente en los aspectos doctrinales y prácticos de dichos fundamentos. Desde que apareció “La visión completa”, incluso desde que apareció la sexta edición (revisada), en 1987, se ha sabido más sobre las circunstancias históricas del advenimiento del Dharma. Esto es también cierto con respecto a los orígenes y los dogmas característicos de varias escuelas budistas. El autor nos ha pedido que al publicar la novena edición de este estudio clásico suyo, hagamos mención de obras más recientes que a él le gustaría recomendar, de las cuales damos más detalles en la bibliografía. Estas obras son las siguientes: Buddhist Saints in India de Reginald A. Ray, Mahayana Buddhism de Paul Willians, A Concise History of Buddhism de Andrew Skilton (Dharmachari Sthiramati) y How Buddhism Began de F. Grombrich. Introducción I. La importancia del budismo “El Budismo, a pesar de todo,” declara un distinguido historiador de literatura india, “es todavía ese producto de la mente india que es el de mayor importancia que en la historia del mundo ha habido”1 .Se puede aducir varios argumentos en favor de este juicio. Aunque originado en territorio indio, el Budismo es una de las tres grandes religiones del mundo. Su número de adeptos incluía entre la tercera y cuarta parte de la humanidad durante el apogeo de su influencia y actualmente no es insignificante. Su fundador, Gotama, el Buda, es universalmente reconocido como la personificación de los ideales espirituales y éticos que proclamó durante su vida. En efecto, cuando se menciona la sabiduría oriental se piensa en El. Es con la majestuosa imagen del Iluminado, sentado con las piernas cruzadas en postura de meditación, que se confronta la mentalidad occidental; siendo la imagen más característica de la sabiduría oriental. El Budismo es la religión no teísta más importante, y puesto que tanto el cristianismo como el Islam son formas distintas de teísmo, es su única representación en las religiones universales. Su influencia sobre otras creencias ha sido profunda. El hinduismo, el confucianismo, el sintoísmo y el bon fueron remodelados a su semejanza, y a través del neoplatonismo y el sufismo ejerció una influencia remota pero profundamente espiritualizadora en al menos dos de los tres monoteísmos semíticos. Además de ser un conductor de cultura y de civilización para toda Asia, el budismo se puede permitir presentarnos, en su historia, la propagación de una doctrina de salvación, una propagación de una envergadura sin precedente, y por medios completamente pacíficos. Durante su larga historia 1 M. Winternitz, A History of Indian Literature ha dado al mundo, y le sigue dando, una ética basada en el ideal de altruismo absoluto, una psicología que explora alturas y profundidades de cuya existencia los profesores modernos de esta ciencia apenas se empiezan a enterar, y una filosofía que abre las más imponentes perspectivas al pensamiento humano. Además, la literatura y el arte budista se colocan entre los más grandes hallazgos del espíritu humano. Todo esto lo desarrolló el budismo partiendo casi totalmente de la profundidad de sus propios recursos interiores. En cambio las otras dos grandes religiones universales tienen teologías o psicologías que son la cristianización o la islamización de Platón o Aristóteles. Durante el último siglo y medio, el budismo ha recibido cada vez más la atención respetuosa de los estudiantes occidentales de religión comparativa, así como la de psicólogos, filósofos y amantes del arte. En ciertas áreas del mundo occidental se está creando una situación en la cual alguien que no esté familiarizado con las enseñanzas básicas del budismo podría apenas considerarse instruido. Una prueba de este notable crecimiento de interés se encuentra en los catálogos de las principales editoriales. Hace cuarenta y dos años que de La Vallée Poussin se permitía empezar un artículo con la observación “Un asombroso número de libros populares, o semipopulares, sobre el budismo ha sido publicado durante los últimos años”2. Esto no ha sido nunca tan cierto como lo es hoy en día. Difícilmente pasa un mes sin que aparezca, en inglés, o un trabajo original o una traducción de un clásico budista, acrecentando permanentemente nuestro conocimiento de esta religión. Y no sólo esto sino que en algunos sitios ha tenido lugar un cambio significativo en la actitud hacia el budismo. Este cambio se refleja en el hecho de que al budismo ya no se le considera una materia de estudio para los orientalistas profesionales, sino una forma de vida para el individuo espiritualmente comprometido, y en que las asociaciones dedicadas al estudio del budismo se ven progresivamente remplazadas por las comunidades espirituales comprometidas a la práctica de la enseñanza del Buda. 2 The Legacy of India, p.162 Las exposiciones actuales del budismo muestran que hay distintas formas de abordarlo. En primer lugar tenemos el enfoque de lo científico contra lo tradicional, en segundo lugar, el de lo sectario contra lo sinóptico. El enfoque científico, que es de origen occidental y moderno, lo ilustran los trabajos de los grandes orientalistas clásicos. Porque sus asunciones difieren fundamentalmente de las del budismo, y tiende a la acumulación de información factual en vez de a la elucidación de principios, no es la mejor guía para una comprensión profunda de esta religión, y aún mucho menos para su práctica correcta. Esto es aún más cierto del enfoque seudo-científico que examina al budismo con un gran alarde de objetividad y concluye por demostrar su inferioridad a algún otro tipo de creencia religiosa. El enfoque tradicional es el del budista, que sea o no sea instruido, toma refugio en las Tres Joyas (triratna)—el Buda, el Dharma y la Sangha—con la serena confianza en que constituyen el único medio efectivo de liberación del sufrimiento, así como para el logro del Nirvana, Budeidad o el Cuerpo Triple (Trikaya). Este enfoque, no dejando otras consideraciones desatendidas, es predominantemente pragmático, ya que con él se conoce el budismo desde dentro, por medio de la experiencia personal. El enfoque sectario no es falso sino limitado. Lo que es, de hecho, sólo una parte de la tradición budista, sea Theravada, Jodo Shin Shu, Zen o alguna otra, se nos presenta como si fuera la totalidad, siendo todas las demás escuelas rechazadas o desatendidas. Este tipo de enfoque está representado por algunas octavillas y panfletos que distribuyen organizaciones budistas. El enfoque sinóptico reconoce la autenticidad esencial de toda la tradición budista. Lejos de identificar al budismo con alguna de sus formas, asume que “la doctrina del Buda, concebida en toda su amplitud, majestuosidad y magnificencia, contiene todas las enseñanzas que se enlazan con la enseñanza original por la continuidad histórica y que proporcionan métodos para la extinción de la individualidad por medio de la eliminación de la creencia en ella”3. Este es el enfoque ilustrado por Conze en su obra Buddhism: It Essence and Development (1951), al 3 E. Conze, Buddhism, Its Essence and Development, p.23 cual pertenece la cita mencionada, y este es el enfoque también del autor de estas líneas en “Las Tres Joyas” (1967). En esta introducción, y en los capítulos que le siguen, tomaré el enfoque al budismo con el espíritu tradicional, en vez de con el de la erudición profana (aunque teniendo siempre en cuenta los resultados de investigaciones recientes); así como el enfoque sinóptico, en vez del punto de vista sectario. Me limitaré a las escuelas principales del budismo. II. La unidad del budismo Al igual que casi todos los productos de la mentalidad india, el budismo se caracteriza por su riqueza, profusión, amplitud y diversidad. En el curso de sus quince siglos de desarrollo ininterrumpido en suelo indio, su vitalidad espiritual innata encontró expresión en una multitud de formas. Desde el punto de vista de la organización, esto se refleja en un gran número de escuelas, las cuales son ramas o secciones de una misma Sangha y comparten un legado común; si bien tienen sus propias doctrinas y prácticas, sus propios linajes de maestros y sus propias producciones literarias. Sucesivamente el Realismo Pluralista, el Absolutismo y el Idealismo florecen y cada uno de ellos es visto por hombres del más alto ingenio filosófico como la interpretación correcta del pensamiento budista. Ora se recomienda la Sabiduría como el mejor medio de Liberación, ora la Meditación, ora la Fe o la Devoción. Un gran movimiento espiritual proclama que la meta de la vida espiritual es solamente la emancipación de uno mismo, otro proclama la Iluminación Suprema por el beneficio de todos los seres. Y así sucesivamente. Todas estas diferencias, que resultan algunas veces en contradicciones de la lógica, dan al budismo una apariencia tan múltiple como confusa. El estudiante del budismo, como un viajero perdido en un enorme templo indio de gran complejidad arquitectónica, tiende a sentirse abrumado por la lujosa abundancia de la ornamentación y es incapaz de apreciar la simplicidad y magnificencia de la totalidad del diseño. Lo que es más, como hay casi una completa ausencia de testimonios históricos—peregrinos chinos e historiadores tibetanos son a veces las únicas fuentes de información para períodos cruciales—el estudiante se encuentra solo en el templo y de noche. Confrontado por su inmensidad vista a la tenue luz de pequeñas lámparas, él, a medida que avanza a tientas en la penumbra, no percibe más que una columna acá y un arco allá. Hay, no obstante, una pista para este laberinto, un interruptor que una vez pulsado nos alumbrará todo el recinto, un principio de unidad que nos permitirá ver en las escuelas las partes de esa tremenda totalidad que es el budismo. Como se explicará en el capítulo segundo, “ la unidad del budismo consiste en que, por medio de doctrinas diferentes y divergentes, todas las escuelas aspiran a la Iluminación, a reproducir la experiencia espiritual del Buda”. Esta unidad no es racional sino trascendental. Es decir, las diferencias entre escuelas, sean doctrinales o no, no son resueltas por la reducción, en su propio nivel, de unas a otras, o por la reducción de todas ellas a un común denominador conceptual. Las diferencias se trascienden al ser referidas a un factor que, siendo supra-lógico, puede ser el objeto común de afirmaciones contradictorias. Según los Sutras de la Prajñaparamita, el recurso a paradojas o proposiciones que traen consigo contradicciones de la lógica—como cuando se insta al Bodhisattva a liberar seres que no existen -, es en verdad inevitable si se ha de abordar como es debido la naturaleza no-conceptual de la Realidad y de la experiencia espiritual que tiene a la Realidad como “objeto”. Las diferencias específicas entre las escuelas se deben a que abordan el factor trascendental, la Iluminación o el Nirvana, desde direcciones opuestas, o del límite que alcanzan cuando provienen de la misma dirección. Es decir, las distintas escuelas tienden a representar o distintos aspectos o distintos estados de evolución espiritual en el budismo. Esto se ve claramente al referirnos a las Cinco Facultades Espirituales (pañcendriya), un conjunto de “virtudes cardinales” que recurren con frecuencia en la literatura budista más antigua. Dichas facultades son: la Fe (sraddhã), el Vigor (virya), la Atención consciente (smrti), la Concentración (samãdhi) y la Sabiduría (prajñã). El discípulo desarrolla cada una de estas en la misma medida, equilibrando aquellas de sentido opuesto, como son la Fe y la Sabiduría, de un lado, y la Concentración y el Vigor del otro, por medio de la Atención consciente, de forma que alcance un equilibrio psicológico y espiritual perfecto (indriya samatta). El Buda reprendió a Sona Kolivisa porque desarrollaba el Vigor descuidando la Concentración. En una famosa analogía, el Buda le dice a Sona que, de la misma forma que un laúd no se puede tocar si las cuerdas están o demasiado tensas o demasiado flojas, la práctica excesiva de vigor conduce a la agitación mientras que la falta de vigor conduce a la pereza. Por lo tanto, Sona ha de desarrollar vigor en la medida adecuada4. El desarrollo completo de las Cinco Facultades Espirituales convierte al practicante en Arahant. No obstante, después del Parinirvana del Buda, diferentes escuelas tendieron a la especialización, por así decirlo, en una facultad en particular, enfocando la Iluminación desde una dirección. Por ejemplo los abhidharmikas y los madhyamikas desarrollaban la Sabiduría, los yogacharines la Concentración, los movimientos devocionales populares la Fe, y el Tantra esotérico el Vigor5. Las Cinco Facultades Espirituales pueden cultivarse también en sucesión6, y se las puede considerar etapas sucesivas en el desarrollo espiritual. Buda Shakyamuni, explicando en el Hevajra Tantra como se han de subyugar a aquellos seres que son difíciles de entrenar, dice: “Primero han de hacer confesión pública (posadha), entonces se les enseña los diez preceptos de la conducta virtuosa, las enseñanzas Vaibhasya y el Sautrãntica, y, después, el Yogãcãra y el Mãdhyamika. Entonces, cuando sepan el método-mantra, empezarán el Hevajra”7. Sin embargo, cuando se ordena a las escuelas según la progresión espiritual, se las agrupa normalmente en los tres yanas. Es decir, el Hinayana, el Mahayana y el Vajrayana, los cuales representan las tres fases de las enseñanzas personales del Buda, así como las tres etapas de su 4 Vinaya Pitaka I,182 En el capítulo tercero de esta obra se da una exposición detallada de esto 6 Ver Siksã Samuccaya, 316 7 Hevajra Tantra, II. VIII.c8,9. 5 desarrollo histórico. Cultivando los yanas en sucesión, esto es, tomando el que precede como base para la comprensión y práctica del que le sigue, el discípulo alcanza la Iluminación Suprema. Por lo tanto, el sistema del Triyana no es solamente una síntesis filosófica, sino que también es la mejor expresión práctica posible de la Unidad del Budismo. En la medida que todas las escuelas se dirigen, en una u otra forma, a la misma meta, no es sorprendente que haya habido entre ellas una relación de respeto mutuo y tolerancia. Lo que no quiere decir que las diferencias doctrinales no fueran sentidas intensamente ni que los debates no fueran vigorosos, o que los sentimientos sectarios no fuesen a veces muy fuertes. Pero dichas diferencias fueron siempre resueltas pacíficamente, por medio del debate y sin intentar nunca imponer la conformidad. La persecución y el argumento usado con tortura nunca los conocieron. Tampoco fueron nunca consignados al infierno por sus oponentes aquellos que mantuvieran ideas poco ortodoxas. Los pudgalavadines, que creían en la existencia real de la Persona, fueron constantemente refutados por las demás escuelas pero sin cuestionar nunca su habilidad de alcanzar la Iluminación. En efecto, tal fue siempre la armonía prevaleciente, que monjes de escuelas distintas vivían a veces en un mismo monasterio, observando las mismas reglas y compartiendo una vida monástica colectiva, pero dedicándose además cada uno a sus propios estudios y su propias meditaciones. III. El Buda Desde el punto de vista tradicional, el budismo empieza con la toma de refugio en las Tres Joyas (triratna), la primera de las cuales es el Buda. Aunque ya no hay duda alguna de su existencia histórica, la fecha de su nacimiento y Parinirvana son todavía objeto de controversia. Muy probablemente las fechas dadas en el Dipavamsa y en el Mahavansa (excluyendo el Culavamsa cuyas fechas difieren en sesenta años) son bastante correctas y corresponden a los años 563-483 a. de C. Los acontecimientos en su vida son demasiado conocidos para ser contados aquí en detalle. Nació en Lumbini, en el territorio de la república Sakya, siendo de familia patricia y rica. A los veintinueve años renunció a su casa y posición a cambio de la vida de mendigo asceta, a los treinta y cinco años alcanzó la Iluminación en Buddha Gaya y falleció en Kusinagara a los ochenta. Durante su vida sus enseñanzas se extendieron por todo el territorio de los reinos de Magadha y Kosala (que corresponden a los actuales estados de Bihar y Uttar Pradesh), además de los principados y repúblicas lindantes. Sus discípulos provenían de todo tipo de origen. Fueron reyes, príncipes, mercaderes, brahmanes ortodoxos, marginados, salteadores de caminos, ascetas desnudos,... e incluían tanto a hombres como a mujeres. Además de instruir a un círculo extenso de adeptos laicos, el Buda entrenó a un grupo más selecto de monjes y monjas que constituían la Sangha propiamente dicha, a quien correspondió la responsabilidad de continuar su misión después del Parinirvana. La personalidad del Buda, según se aprecia en las antiguas escrituras, poseía una combinación única de dignidad y afabilidad, sabiduría y benevolencia. Su majestuosidad imponía e intimidaba a los reyes, mientras que poseía también la ternura que le permitía inclinarse a consolar y confortar a los afligidos. Su serenidad era imperturbable, la confianza en sí mismo infalible. Siempre plenamente consciente y dueño de sí, confrontó la oposición, la hostilidad y el peligro con esa sonrisa calmada y compasiva que ha sobrevivido a lo largo de la historia. Era cortés en el debate, aunque con una cierta ironía, y casi invariablemente conseguía convencer a sus oponentes. Tal era su habilidad en ese sentido que fue acusado de persuadir a la gente por medio de hechizos. Además de los hechos históricos de la vida y la actividad del Buda, han de ser tomados en cuenta los mitos y leyendas que en las biografías tradicionales son inseparables de esos hechos. Cuando el budismo entró en la esfera de la erudición occidental, se asumía generalmente que las palabras mito y leyenda eran sinónimos de la palabra ficción y que no tenían otro valor que mostrarnos la naturaleza de la mente primitiva. Desde entonces nuestras ideas se han ido modificando. Ciertos incidentes en la biografía del Buda, que desde el punto de vista del materialismo de la ciencia del siglo diecinueve, parecen legendarios—como aquellos en que se describe al Buda ejerciendo poderes paranormales—son actualmente, con puntos de vista más flexibles, vistos como episodios que muy probablemente se basan en hechos. Otros episodios parecen referirse a un orden de realidades diferente y a un tipo de verdad totalmente distinta, ya que en vez de ser afirmaciones científicas, son episodios poéticos que describen procesos psicológicos y experiencias espirituales. Hay, además, otros episodios que podríamos calificar como destellos en la mente del discípulo causados por el tremendo impacto de la personalidad del Buda, ya que son descripciones subjetivas que expresan la grandeza de dicha personalidad en términos de los sentimientos extáticos de adoración que ella les evoca. Este último punto nos introduce a la importante cuestión de la supuesta deificación del Buda. Según algunos eruditos modernos el Buda fue un hombre, un gran maestro, cuyos discípulos, por su devoción, le convirtieron en un dios, en Dios. Por basarse esto en suposiciones muy distintas a las mantenidas en el budismo, dicha interpretación de un importante desarrollo doctrinal debe rechazarse completamente. En el contexto de una religión no-teísta la deificación no tiene significado alguno. El Buda afirmó ser un ser humano completamente iluminado, incluso superior a los dioses, y como tal ha sido invariablemente considerado. Ocupando ya la más alta posición en el universo no queda ninguna otra a la que posteriormente pudiese elevársele. Lo que en realidad ocurrió fue que el Buda, habiendo realizado la Verdad se convirtió en su personificación y símbolo, y la Realidad empezó a interpretarse en términos de Budeidad y sus atributos, en concreto; y en términos de sunyatá, tathatá, etc., en abstracto. Al mismo tiempo, la devoción con que el Buda era venerado era análoga a la que, en la religión teísta, es prerrogativa del Creador. No habiendo tenido lugar la deificación de un maestro que, en su origen, fue meramente humano, también debemos de calificar de inapropiadas las distintas teorías según las cuales el Buda fue en realidad un maestro ético como Sócrates o Confucio; un racionalista, un humanista, un reformador social, ...etc. IV. El Dharma La palabra Dharma tiene más significados que ninguna otra palabra en todo el vocabulario del budismo. Como el segundo de los tres Refugios ha sido traducida en formas tales como la Ley, la Verdad, la Doctrina, el Evangelio, la Enseñanza, la Norma y la Verdadera Idea; acepciones que expresan algunos de los aspectos de su significado total. En Occidente el Dharma siempre ha sido llamado budismo y con frecuencia se ha cuestionado si es una religión o una filosofía. La respuesta es que en la medida que a la religión se la concibe en términos exclusivamente teístas y a la filosofía como algo desligado de cualquier forma de disciplina ética o espiritual, el budismo no es ni lo uno ni lo otro. Las características generales del Dharma están resumidas en una fórmula antigua y estereotipada que recurre frecuentemente en los sutras y que se usa comúnmente para propósitos litúrgicos: El Dharma es algo bien enseñado, pertenece al Buda, pero no a otros maestros, sus resultados son visibles en esta vida si se le practica, no está restringido por el tiempo, el interesado ha de probarlo por si mismo, conduce de una forma de existencia baja a otra superior, es progresivo, y se ofrece a ser comprendido de forma personal por el aspirante juicioso8. El contenido doctrinal específico del Dharma consiste en varias doctrinas o enseñanzas que no representan ni opiniones especulativas ni generalizaciones hechas a partir de una gama limitada de experiencias espirituales. Las doctrinas son las formulaciones conceptuales de la naturaleza de la existencia vista por el Ser Iluminado, quien por su compasión hizo saber a la humanidad la verdad que Él había descubierto. En este sentido el budismo puede ser denominado revelación. Según el testimonio más antiguo de un episodio crucial, la verdad, ley o principio que el Buda percibió en su Iluminación fue la Co-producción Condicionada (paticca samupppanna) de todas las cosas. En 8 Svãkkhãto bhagavtã dhmmo sandhitthiko akãliko ehipassiko opanayiko paccattam veditabbo viññuhi esta percepción consiste la Iluminación, cuya abstrusidad le hizo dudar en principio si había de revelar su experiencia a una generación tiranizada por las pasiones. La Coproducción Condicionada es, por consiguiente, la doctrina budista básica, reconocida y enseñada como tal, primero por el Buda y sus discípulos inmediatos y después por todo el curso de la historia budista. Al poco tiempo de la Iluminación del Buda, nos cuentan las escrituras, que Sariputra, que no era todavía budista aunque era asceta mendicante, le preguntó al Arahant Asvajit sobre la enseñanza del Maestro. Este le respondió con estas líneas, cuyo eco resuena a lo largo de los siglos como si fuera el credo budista: “El Tathagata ha explicado el origen de las cosas que provienen de una causa, su cesación El también ha explicado. Esta es la doctrina del gran Sramana”9. En otras ocasiones el Buda claramente iguala la Co-producción Condicionada con el Dharma y también consigo mismo, diciendo: “Aquel que ve la Co-producción Condicionada ve el Dharma, aquel que ve el Dharma ve al Buda”10. La doctrina de la Co-producción Condicionada, según la interpretación de la ingeniosa monja budista Dhammadinna, representa una realidad que todo lo abarca y que admite dos tendencias. (Esta opinión fue completamente aprobada por el Buda, que observó que no tenía nada que añadir a lo que ella había dicho). En la primera tendencia tiene lugar una reacción en orden progresivo entre elementos del mismo género, los factores sucesivos aumentando el efecto de los que les preceden. El Samsara o el Círculo de la Existencia Condicionada representa esta tendencia, la cual está descrita en la Rueda de la Vida. En ella los seres vivos giran bajo la influencia de la avaricia, el odio y la ignorancia, y según la ley del karma. Siendo así dioses, hombres, asuras, animales, pretas y moradores de los infiernos, y viven con placer o dolor, según el caso. Este proceso lo muestran brevemente la Verdad del Sufrimiento y la del Origen del Sufrimiento; la primera y la segunda de las Cuatro Verdades Nobles. Con más detenimiento lo muestra la lista completa de los nidanas o eslabones, que con frecuencia son 9 E.Conze, Buddhist Text Through the Ages. p.84 E. Conze, Buddhist Texts Through the Ages. p.65 10 equivocadamente considerados como la explicación total y exhaustiva de la Co-producción Condicionada. Estos eslabones son los siguientes: Condicionada por la ignorancia espiritual (ãvidyã) surgen las formaciones del karma (sanskãra), condicionada por las formaciones del karma surge la consciencia (vijñãna), condicionados por la consciencia surgen el nombre y la forma (nãma-rupa), condicionados por nombre y forma surgen las esferas de los seis sentidos (sadãyatana), condicionado por las esferas de los seis sentidos surge el contacto (sparsa), condicionada por el contacto surge la sensación (vedanã), condicionado por la sensación surge el deseo o sed (trsnã), condicionado por el deseo surge el apego (upãdãna), condicionado por el apego surge el devenir (bhãva), condicionado por el devenir surge el nacimiento (jãti) y, finalmente, condicionada por el nacimiento surgen la decrepitud y la muerte (jarã-marana), con la aflicción, la lamentación, el dolor, la pena y la desesperación. Estos doce eslabones se distribuyen a lo largo de tres vidas consecutivas, los dos primeros pertenecen a la vida pasada, los ocho siguientes a la presente y los dos últimos a la futura. El Sendero de la Liberación y el Nirvana, representan la otra tendencia. El Nirvana no es únicamente el proceso contrario, o la cesación, de la existencia cíclica (los doce eslabones en sentido opuesto), sino el punto discernible más lejano de esta tendencia progresiva. Este proceso está brevemente mostrado en la Cesación del Sufrimiento (Nirvana) y el Camino a la Cesación del Sufrimiento, la tercera y la cuarta de las Cuatro Verdades Nobles. Existe otro grupo de doce eslabones que muestra esto más detenidamente. Este parte del grupo previo en la misma forma que una espiral parte de un círculo. Estos eslabones prosiguen de esta forma: Condicionada por el sufrimiento (dukkha- la decrepitud y muerte de la primera cadena) surge la Fe (sraddhã), condicionado por la Fe surge el Deleite (pramodya), condicionado por el Deleite surge el Júbilo (priti), condicionada por el Júbilo surge la Serenidad (prasrabdhi), condicionada por la Serenidad surge el Extasis (sukha), condicionada por el Extasis surge la Concentración (samãdhi), condicionados por la Concentración surgen el entendimiento y la visión de las cosas tal y como son (yathãbhuta-jñãnadarsana), condicionado por el entendimiento y la visión de las cosas tal y como son surge el rechazo (nirvid, nirveda), condicionado por el rechazo surge el desapasionamiento (virãga), condicionada por el desapasionamiento surge la liberación (vimukti),y condicionado por la liberación surge el conocimiento de la destrucción de los intoxicantes (ãsravaksaya-jñãna). Todo este proceso puede darse en el transcurso de una sola vida. No obstante, el Camino no está formulado generalmente en términos de los doce eslabones superiores sino en otras varias formas, tales como los Tres Entrenamientos (trisiksã): la Moralidad (sila), la Meditación (samãdhi) y la Sabiduría (prajñã); el Camino Octuple Noble; y las Seis o Diez Pãramitãs. Con frecuencia se ha perdido de vista la conexión de estas formulaciones con la doctrina de la Co-Producción Condicionada. No obstante esta conexión es puesta de manifiesto claramente en lo tocante a la práctica. Que el Camino es esencialmente una secuencia progresiva de estados mentales y espirituales cada vez más elevados, y la práctica del Dharma consiste ante todo en el fomento de estos estados, demuestra dicha conexión. Puesto que la doctrina de la Co-Producción Condicionada no es una teoría de la causalidad en el sentido filosófico, no viene al caso considerar, sea en el Camino o en el Ciclo, si el eslabón subsiguiente es idéntico o diferente al que le precede. La postura budista es simplemente que condicionado por, o dependiendo de, A surge B. Decir que A y B son idénticos o diferentes constituye un punto de vista extremo, que sería eternalista (sãsvatavãda), en el primer caso, o nihilista (ucchedavãda) en el segundo. Para el budismo ni el concepto del ser ni el del no ser tienen validez definitiva. El Dharma es lo Medio. Aplicado al proceso de la Co-produción Condicionada, esto quiere decir que el que renace, el que se muere, el que alcanza la Iluminación y el que sigue el Camino, no es en realidad ni la misma persona ni persona distinta. El renacimiento tiene lugar pero nadie renace, el Nirvana es alcanzado pero nadie lo alcanza. Así la doctrina de la Co-producción Condicionada incluye la de anatma o noser. V. La Sangha El último de los Tres Refugios es la Sangha. Esta palabra, en su sentido primario, se refiere al Arya Sangha, o Asamblea de los Nobles, que consiste en todos aquellos que han conseguido alcanzar como mínimo la fase del Camino en la cual el retroceso al Ciclo por más de siete vidas resultadas del karma es imposible. Estos son los Integrados en la Corriente, los de Sólo Un Regreso, los Sin-Regreso, los Arahantes y los Bodhisattvas. De igual forma que el Buda está representado por la sagrada iconografía y el Dharma por las escrituras escritas a mano o impresas, la Arya Sangha está representada, a nivel mundano, por la Bhiksu-Sangha, o la Orden Monástica. Esta gran institución que, con la posible excepción de la orden monástica de los Jainistas, es la más vieja del mundo, surgió unos meses después de la Iluminación del Buda. Consistía, y debe de seguir consistiendo, en todos aquellos adeptos del Buda que, habiendo dejado la vida y las obligaciones del hogar, dedican todo su tiempo y energía a la realización del Nirvana. Como el Dharma, la Sangha ha pasado por varias fases de su desarrollo. Al principio, mientras el Fundador estaba con ellos, los Sakyaputra sramanas, pues así eran llamados entonces, permanecieron, en apariencia, indistinguibles de otras fraternidades religiosas de la época. Lo único que les distinguía era el Dharma especial que profesaban. Al igual que las demás fraternidades, vivían de la limosna, eran eremíticos, se reunían dos veces al mes—en luna llena y en luna nueva—, su residencia era fija durante la sesión de las lluvias,... El principio de la segunda fase debió de empezar antes del Parinirvana. En esta fase se compiló la Regla de los 150 artículos denominada el Pratimoksa, cuya recitación reemplazó la de versos del Dharma que originalmente tenía lugar en la reuniones quincenales. Finalmente, la Sangha se hace cenobítica por lo cual la antigua comunidad sin división, la “Bhiksu-Sangha de los Cuatro Puntos Cardinales”, se divide en un número de pequeñas comunidades locales casi autónomas y el Pratimoksa ha de ser complementado con los Skandhakas, los estatutos completos de la de vida monástica y cenobítica. Todo esto tuvo lugar a lo largo de dos siglos. Juntos, el Pratimoksa y los Skandhakas, constituyen el Vinaya, un término que en un principio se refería simplemente a los aspectos prácticos y disciplinarios del Dharma. Paralelamente a la Bhiksu-Sangha, se desarrolló la BhikuniSangha o Orden de las Monjas. Pero parece ser que el Buda no era muy partidario de que las mujeres dejaran el hogar por la vida mendicante y, en la historia del budismo indio la Bhiksuni Sangha no tuvo apenas importancia. En un sentido más general, la Sangha comprende a toda la comunidad budista, tanto al Arya Sangha y al religioso completamente dedicado, como al laico devoto, tanto a hombres como a mujeres. En este sentido es referida a veces como la Mahasangha o “Gran Asamblea”. Los devotos laicos (upãsakas y upãsikas) son aquellos que toman refugio en las Tres Joyas, veneran las reliquias del Buda, observan los Cinco Preceptos del comportamiento ético y sustentan a los monjes. Con el paso del tiempo la vida de los monjes divergió cada vez más de la de los laicos. No obstante, siempre quedaba un factor que potencialmente les unía, el hecho de que todos por igual tomaban refugio en el Buda, el Dharma y en la Sangha. Este factor fue reforzado, en el caso del Mahayana, por el desarrollo del Ideal del Bodhisattva, el cual es igualmente válido para el monje, el hombre laico, la monja y la mujer laica. El crecimiento de la vida monástica cenobítica, lógicamente, fue desarrollando diferentes tradiciones regionales dentro de la Sangha. Estas, después de consolidarse como distintas versiones del Dharma, dieron lugar, con el tiempo, a sectas independientes. Un siglo después del Parinirvana se produjeron tensiones entre los monjes del Este y los del Oeste, y los mahasánghicas, que tenían mayor consideración por las necesidades espirituales de los laicos, se separaron de los sthaviravadines, que tendían a interpretar el Dharma en términos exclusivamente monásticos. Este fue el primer cisma oficial de la Sangha. Durante el siglo que le siguió los sthaviravadines se dividieron dos veces. Primero vino el cisma de los pudgalavadines, que creían en la existencia de la Persona como hecho absoluto y real, y después el de los sarvastivadines que afirmaban la existencia real de un elemento definitivo y final (dharma) a lo largo del pasado, el presente y el futuro. Así que durante la era de Asoka, ya habían surgido cuatro grupos monacales distintos, cada uno de ellos con sus propios centros, su propio linaje de ordenación, su propia transmisión oral del Dharma, sus propios y distintivos principios fundamentales , y sus propias peculiaridades en observancias externas. Estas cuatro, junto a sus subdivisiones respectivas forman, lo que se llama, “las Dieciocho Sectas” del budismo antiguo (en realidad eran muchas más). A diferencia del Mahayana, que recibió las semillas pasadas por los mahasánghicas a sus derivaciones, todas las otras sectas, y especialmente los sarvastivadines, fueron retrospectivamente designadas hinayánicas. VI. La tradición oral Es de sobra sabido que el Buda no escribió nada. Dejando de un lado su influencia espiritual y su ejemplo propio, su enseñanza fue impartida totalmente por medio verbal; ya fuera por discursos y debates con sus discípulos y gente que le interpelaba o por inspiradas declaraciones espontáneas. Aunque no sabemos definitivamente que lengua habló, parece ser que rechazó el sánscrito más “clásico” por la lengua vernácula, especialmente los dialectos de Kosala y Magadha. En una ocasión, según leemos en las escrituras, dos monjes “de lenguaje cultivado y habla elocuente” protestando de que monjes de varios nombres, clanes y razas (o castas) corrompían la Buddhavacana al repetirla en sus dialectos propios, pidieron permiso al Buda para pasarla al védico (candaso ãropena). El firmemente rechazó la petición exclamando: “¡Ilusos! ¿Qué decís? Eso no convertiría al no convertido”. Y a continuación pronunció un discurso en que dijo a todos los monjes: “No habéis de pasar la Buddhavacana al védico, quien así lo hiciera cometería una falta. Os autorizo, monjes, a que aprendáis y enseñéis la Buddhavacana en cada uno de vuestros dialectos (sakkaya niruttiya)11. Además, el Buda recurrió a listas numeradas de 11 Vinaya Pitaka II 139 términos y a otros recursos mnemotécnicos, para que sus enseñanza fueran retenidas por quienes le escuchaban y divulgadas con facilidad. Todos estos hechos han tenido importantes consecuencias. En primer lugar, por haberse enseñado el Dharma verbalmente, se dio un período de transmisión oral, entre el Parinirvana y la aparición del Dharma escrito, que duró para ciertas escrituras dos o tres siglos, y para otras bastante más. Como los monjes habían sido autorizados a aprender y enseñar la Buddhavacana en sus propios dialectos, el Dharma, desde el principio, existía en varias formas lingüísticas, y cuando finalmente empezó a pasarse a la escritura, esto no se hizo en una lengua sino en varias. Así, se nos dice, que el Canon de los mahasánghikas estaba escrito en prakrit, el de los sthaviravadines en paisaci, el de los pudgalavadines en apabhransa y el de los sarvastivadines en sánscrito. Más adelante, cuando el budismo se extendió fuera de la India, las escrituras se tradujeron a otras lenguas como el uighur, el chino, el tibetano,...etc. Nunca hubo, ni aun cuando el budismo estaba limitado al noreste de la India, una lengua canónica única para todos los budistas. Las tentativas hechas por algunos escritores de presentar al pali como tal son infundadas. La palabra “pali”, que significa línea de texto sagrado, no es en absoluto el nombre de una lengua. El Canon Pali de Ceilán es probablemente una versión en lenguaje indio medio de alguna versión del Tripitaka proveniente del oeste de la India. El accidente histórico que le hace el único canon indio que se ha conservado en lengua original no debe llevarnos a sobrestimar su importancia, y aún mucho menos a considerar su contenido excelente, pero selectivo, como el criterio único de lo que es o no el budismo. Finalmente, cuando se pasó la tradición oral a la escritura, las facilidades mnemotécnicas empleadas por el Buda y sus discípulos para transmitir el Dharma tuvieron como resultado ciertas características literarias distintivas en las Escrituras. VII. La literatura canónica Con las excepciones del Canon Pali, que se pasó a la escritura en Ceilán, y de ciertos sutras del Mahayana, que debieron de componerse en Asia Central o incluso en China, la literatura canónica budista es exclusivamente de origen indio. En la mayoría de los casos no se sabe donde, cuando y bajo que circunstancias fueron pasados a la escritura los miles de textos que la componen. Lo único que se puede afirmar con seguridad es que la literatura canónica budista aparece a lo largo de un período de mil años aproximadamente. En el período que va del siglo primero al décimo d. de J.C., se van escribiendo los textos, aparentemente, siendo escritas las enseñanzas exotéricas antes que las esotéricas. A la Buddhavacana se le daba el nombre de Tripitaka incluso durante el período de la tradición oral. El Tripitaka, o los tres cestos o colecciones de la palabra del Buda, contiene el Vinaya Pitaka, el Sutra Pitaka y el Abhidharma Pitaka. Junto a los Tantras, estos tres forman las cuatro secciones principales de la escrituras canónicas. La palabra vinaya, que quiere decir “aquello que aleja de (el mal)”, se refiere a los aspectos prácticos y disciplinarios del budismo y el Vinaya Pitaka contiene la Colección de la Disciplina (Monacal). En la forma en que se le halla hoy consiste esencialmente en dos partes, el Vinaya-vibhanga y el Vinaya-vastu, además de suplementos históricos y catequísticos. El Vinaya-vibhanga, o la Exposición del Vinaya, contiene el Pratimoksa-sutra en 150 artículos y su comentario, el Sutra-vibhanga; el uno incrustado en el otro, por así decirlo. El primero contiene las distintas categorías de reglas a seguir por los miembros de la Sangha eremítica y el segundo da explicaciones detenidas de cada regla, narrando las circunstancias en que fue promulgada. El Vinaya-vastu contiene los Skandakas o Capítulos que son diecisiete o más, según a la versión que nos refiramos. Estos comprenden los estatutos completos del monacato cenobítico y tratan de asuntos tales como la ordenación, la Posadha o reunión quincenal, la residencia durante la estación de la lluvias, la medicina y la comida, los hábitos, los aposentos y los cismas. Además, el Vinaya Pitaka no solo da testimonio de las reglas de la vida monástica, sino que también, en palabras del erudito pionero Csoma de Koros, lo da de “las costumbres, las opiniones, los conocimientos, la ignorancia, las supersticiones, los miedos y las esperanzas de gran parte de Asia en eras pasadas, especialmente de la India”12. El Vinaya Pitaka es, junto al Sutra-Pitaka, la fuente de información más rica que existe sobre la civilización, la cultura, la historia, la geografía, la sociología y la religión de la India durante los siglos inmediatamente anteriores y posteriores al advenimiento del Buda. En el mundo budista hay actualmente siete versiones completas del Vinaya Pitaka, una en Pali y las otras seis provenientes del sánscrito. Todas ellas son esencialmente agrupaciones distintas del mismo material básico y varían principalmente en la medida en que se le han incorporado asuntos que no son monásticos. Sin embargo la existencia del Mahavastu Avadãna, el voluminoso Vinaya de los lokottaravadines—una subsecta de los mahasánghikas— sugiere que el origen del Vinaya fue una biografía del Buda a la que algo más tarde se le interpolaron los elementos monásticos. Esta posibilidad se basa en que el Mahavastu no es una obra sobre la disciplina sino la biografía del Buda con un número de leyendas que le han sido insertadas. La traducción literal de la palabra sutra es hilo, y, por extensión de su significado, se refiere al hilo del discurso que conecta un número de tópicos. El sutra es el género literario más importante y característico del budismo. Esencialmente es un discurso religioso pronunciado por el Buda, en virtud de la autoridad que le confiere ser quien Él es, a uno o más discípulos, independientemente de que sean miembros de la Sangha, laicos, Bodhisattvas, Sravakas, seres humanos o dioses. El Sutra Pitaka es, por consiguiente, la Colección de los Discursos y constituye la fuente principal para la comprensión del Dharma. Algunos discursos están, parcial o totalmente, en forma de diálogo. Otros no son pronunciados por el Buda sino por alguno de sus discípulos, ya sea con la aprobación del Buda o por medio de su inspiración. Los sutras, hablando en términos generales, se dividen en sutras 12 Citado por A.C.Banerjee en Sarvastivada Literature, p.79 del Hinayana y sutras del Mahayana. Los segundos son aquellos que se transmitieron entre los mahasánghikas y sus descendientes espirituales y que no son reconocidos por las escuelas adeptas al Hinayana; aunque en el budismo Mahayana si se aceptan los sutras del Hinayana. Los sutras del Hinayana están divididos en cuatro amplias colecciones, a las que se les da el nombre de Agama, en sánscrito, y Nikayas en Pali. El Dirghagama (o Digha-Nikaya), contiene los discursos más largos (ya que la palabra digha quiere decir largo), y contiene treinta discursos. El Madhyamagama (o Majjhima-Nikaya), colección de discursos de longitud media, contiene unos 150 discursos. Estas dos colecciones son las más importantes. El Samyuktagama (Samyuta-Nikaya), o colección de discursos agrupados, contiene un millar de sutras muy cortos, ordenados por tema, y el Ekottaragama (Anguttara-Nikaya), una colección que contiene una cantidad similar de sutras ordenados en grupos sucesivos crecientes que representan el número de los términos y tópicos tratados en los correspondientes sutras. El material en ambas colecciones proviene de las dos primeras o de fuentes originales a veces antiquísimas. El Canon Pali también contiene el Khuddaka-Nikaya, o Colección Menor, que consta de textos tales como el Dharmapada, el Theragatha, el Therigatha y los Jatakas, todos los cuales se encuentran también en sánscrito, principalmente en el Vinaya Pitaka, si bien algunos se encuentran en textos independientes de naturaleza casi canónica. Los sutras del Mahayana están distribuidos en seis vastas colecciones. Mientras que las primeras cinco representan divisiones lógicas, la sexta contiene textos misceláneos independientes. En primer lugar tenemos el grupo de los sutras de la Prajnaparamitá, o la Perfección de la Sabiduría, que son más de treinta y cuya longitud varia de miles de páginas a unas líneas. Su tema principal es Sunyatá o la Vacuidad, y han sido considerados como los textos de más profundidad espiritual conocidos por el género humano. El Vajracchedika, popularmente conocido como el Sutra Diamante, es uno de los textos cortos de esta colección. El grupo del Avatamsaka, o Ornamento Floral, consiste principalmente de tres enormes y complejos sutras con dicho nombre, si bien uno de ellos es también conocido por el nombre de Sutra Gandavyuha, o Configuración Universal. En este último se nos describe la peregrinación espiritual del joven Sudhana, quien en busca de la Iluminación visita a más de cincuenta maestros. De manera audaz e imaginativa se nos expone en este sutra la interpenetración de todos los fenómenos. El Sutra Dasabhumika, que trata de las diez fases de la carrera espiritual del Bodhisattva, pertenece también a este grupo. Los grupos del Ratnakuta y el Mahasamnipata se componen ambos de sutras mucho más cortos. El primero incluye textos de gran valor e importancia histórica como el Vimalakirti-nirdesa, o la Exposición de Vimalakirti y la versión larga del Sukhavati-vyuha, o Configuración de la Tierra Feliz. Como su nombre sugiere, el grupo del Nirvana o Parinirvana trata de los últimos días del Buda y de los consejos finales que dio a sus discípulos. El grupo sexto, el de los textos independientes misceláneos, incluye algunos de los sutras Mahayana más importantes e influyentes. Entre ellos se cuentan al grandioso Saddharma-pundarika, o el Loto Blanco de la Buena Ley, que presenta en forma impresionante y por medio de parábolas las verdades principales que enseña el Mahayana; el sutra Lankavatara, una exposición no sistemática de la doctrina de Solo Mente; y la versión corta del Sukhavati-vyuha, en que se enseña la salvación por la fe en Amitabha, El Buda de la Luz Infinita. Abhidharma quiere decir “sobre el Dharma”, si bien tradicionalmente se ha traducido con frecuencia por “Dharma Superior”; en el sentido de exposición filosófica más exacta de la Enseñanza. El Abhidharma Pitaka es una colección de tratados sumamente intelectuales y complejos que explican y comentan los Agamas o Nikayas, definen la terminología, ponen las doctrinas numéricamente clasificadas en orden numérico, dan una explicación filosófica y sistemática de la enseñanza, y establecen un método consecuente de práctica espiritual. Pero, sobre todo, lo que hacen estos tratados es interpretar el Dharma en términos de realismo pluralista estricto y elaborar una detallada filosofía de relaciones. Han sobrevivido dos versiones diferentes del Abhidharma Pitaka, una recopilada por los theravadines y la otra por los sarvastivadines. Cada una contiene siete tratados que, aunque cubren temas similares y de manera similar, son realmente dos colecciones distintas. Entre los tratados de los theravadines destacan el Dhamma-sangani o” Enumeración de Elementos (más remotos)” y el gigantesco Patthãna o “(libro de los) Orígenes”. El trabajo más importante de los sarvastivadines es el enciclopédico Jñãna-prasthãna o “Establecimiento de los Conocimientos”, que es también denominado kaya-sãstra o “tratado tronco”, siendo referidos los otros con el nombre de pada-sãstras o “extremidades”. Según la tradición theravada, el Abhidharma Pitaka es canónico ya que, si bien los detalles son el trabajo de los discípulos, las matrkas o “matrices del discurso” fueron previamente establecidas por el Buda. La tradición sarvastivadina atribuye los tratados a autores diversos. Los escritos filosóficos de los grandes sabios del Mahayana, tales como Nagarjuna y Asanga, son a los sutras del Mahayana lo que los tratados del Abhidharma son a los sutras del Hinayana. Aunque se les refiere a veces con el término Abhidharma del Mahayana y son de gran autoridad, no han sido nunca incluidos en el Pitaka. Los Tantras son los textos canónicos más esotéricos. A una variedad de tratados se le da el nombre de Tantras, palabra cuya raíz significa “extender”, lo cual no nos da la más mínima idea de su contenido. Aunque se asemejan a los sutras en forma literaria, difieren de ellos en que tratan del ritual y del yoga, en vez de la ética y la filosofía, y en que son incomprensibles sin su comentario tradicional. Lo que es más, las técnicas que en ellos se prescriben sólo pueden ser practicadas cuando, por medio del rito abhiseka o “aspersión”, el poder espiritual requerido se transmite del maestro en la sucesión al discípulo. Es imposible saber cuantos Tantras se publicaron originalmente. La edición estándar del Kanjur contiene veintidós tomos, en xilografía, que son muy extensos, a los que habría que añadir otros veinticinco tomos conocidos por el título de Nyingma Tantras. Algunos Tantras existen en varios grados de expansión o contracción, todas las versiones de un mismo tantra se agrupan bajo el nombre de “Ciclo Tántrico” y su publicación es asociada con el nombre de algún maestro, Siddha o “ Ser Perfecto”, particular. Entre los Tantras más famosos se cuentan: El Guhya-samãja o “Integración Esotérica”, el Hevajra, el Sricakra-sambhãra o “el Ciclo Obligatorio”, el Mãyã-jãla o “la Gloriosa Asamblea”, el Vajra-bhairava o “el Temible Adamantino” y el Kãla-cakra o “Rueda del Tiempo”. La mayor parte de este gran conjunto literario existe actualmente sólo en traducción. Las fuentes principales son el Tripitaka Imperial Chino y el Kanjur Tibetano o “Palabra (del Buda) Traducida”. No obstante, en las últimas décadas, un número de textos budistas en sánscrito han visto la luz en Gilgit (Pakistán) y otros han sido encontrados en los desiertos de Asia Central. Aunque el valor de la literatura canónica budista siempre será sobre todo espiritual, mucha de ella proporciona también información que ha de corregir cualquier perspectiva social, cultural y religiosa de la historia de la India, perspectivas que hasta ahora se derivan exclusivamente de fuentes brahmánicas. VIII. Las fases de desarrollo Desde el Parinirvana del Buda hasta el saqueo de Nalanda, alrededor de 1.197 d. de J.C., el budismo indio atravesó tres fases de desarrollo. Estas fases se llaman tradicionalmente el Hinayana, el Mahayana y el Vajrayana, y tuvieron cada una de ellas características e ideales espirituales propios. No obstante, los tres yanas no son mútuamente exclusivos, los primeros, además de continuar como escuelas independientes cuando los otros aparecen, son incorporados por los posteriores y contemplados, aunque con modificaciones, como constituyente indispensable de la fundación de su teoría y práctica. El Hinayana, “Vehículo Pequeño” o “Camino Inferior”, es llamado así porque en él se enseña solamente el logro de la salvación propia. Su enfoque es predominantemente de carácter ético-psicológico y su ideal espiritual se personifica en la austera figura del Arahant, persona en que toda codicia ha sido extinguida y que no volverá a renacer. Aunque la atención consciente, el autodominio, el desapego, la ecuanimidad y el resto de las virtudes ascéticas son consideradas indispensables, la emancipación (moksa) se obtiene, en definitiva, en virtud de la visión clara de la naturaleza transitoria (anitya) y dolorosa (duhkha) de las cosas condicionadas, así como la de la carencia de propio ser (nairãtmyatã) en todos los elementos de la existencia (dharmas), ya sean condicionados o sin condicionar. Esta última realización consiste también en ver que la personalidad es algo ilusorio, que la entidad conocida por el “yo” está lejos de ser algo substancial ya que no es más que un conjunto de materias evanescentes y procesos mentales. A cambio del abandono total de los asuntos mundanos se obtiene la emancipación, o Arhantidad, en este mismo renacimiento. El Hinayana, por lo tanto, insiste en la necesidad de la vida monástica y tiende, en efecto, a identificar con ella toda la vida espiritual. El laicado simplemente observa los preceptos más elementales, venera las reliquias del Buda y mantiene a los monjes, por medio de todo lo cual acumula mérito (punya) y se asegura el renacimiento en el cielo. En cuanto a las diferencias entre el Buda y el Arahant, el Hinayana mantiene que es una cuestión de prioridad y posterioridad de su logro y de la cantidad relativa de poderes supranormales que tienen. La escuela del Hinayana más influyente y extendida fue la de los sarvastivadines, quienes se dedicaron muy fielmente al estudio y propagación del Abhidharma. A los miembros de esta escuela también se les conocía por el nombre de vaibhasikas, refiriéndose al Vibhasa, el gigantesco comentario del Jnãna-prasthãna que fue recopilado, en Kashimira por los más destacados miembros de la escuela durante el siglo primero y segundo de. de J.C. El contenido del Vibhasa está explicado y sistematizado por Vasubandhu en el Abhidharma-kosa, “Tesoro del Abhidharma”, una obra que representa la culminación del pensamiento del Hinayana y que ha ejercido una tremenda influencia histórica. En su comentario esta obra introduce ideas de la escuela Sautrántica, y así el autor no sólo crea una conexión entre el Hinayana y el Mahayana, sino que también prepara el terreno para su propia conversión a este último. El Mahayana, “Gran Vehículo” o “Gran Camino”, es llamado así porque enseña la salvación de todos. Es predominantemente devocional-metafísico y su ideal es el Bodhisattva, el ser heroico que, practicando las seis o diez Perfecciones por miles de vidas, aspira a lograr la Budeidad por el beneficio de todos los seres. He aquí que se nos abren perspectivas infinitamente más vastas que las del Hinayana. Pero a la vez, en el Mahayana no se considera que el vehículo anterior sea incorrecto sino inadecuado. Para el Mahayana el Hinayana es una enseñanza provisional, en vez de la definitiva, la cual fue impartida por el Buda a discípulos de talento inferior que, confrontados con las trascendentes glorias del Mahayana, habrían quedado más estupefactos que iluminados. En esta forma de budismo la Arahantidad, lejos de ser el logro más supremo, es una fase del camino y el verdadero objetivo es la Budeidad Suprema. Esta no se alcanza meramente rasgando el grueso velo de las pasiones (Klesãvarana) y alcanzando la visión clara de la carencia de ser en la persona (pudgala-nairãtmya), sino rasgando además el velo sutil de los “objetos cognoscibles” (jneyãvarana). En el Mahayana la realización va más lejos ya que se extiende a dichos objetos, que según el Hinayana, constituyen a la persona, y que son considerados por el Mahayana meras construcciones mentales carentes de ser (dharma-nairãtmya) e irreales. Así de manera muy radical el Mahayana reduce cualquier objeto posible a la experiencia, ya sea interna o externa, a la Vacuidad (sunyatã), que no es un estado de no existencia o privación, sino la Realidad inefable y no dualista que trasciende cualquier par de opuestos aparentes, tales como, el ser y el no ser, uno mismo y los demás, Samsara y Nirvana. Expresándonos en términos más positivos, podríamos decir que todas las cosas existen en un estado de talidad (tathatã), y como se trata de una sola talidad, en un estado de igual identidad (samatã). A un nivel más mundano, el binario Sangha\laicado representa una división socio-eclesiástica en vez de espiritual, ya que todos los adeptos del Buda se ven unidos por la devoción común al ideal del Bodhisattva. La fe, como medio de alcanzar la Iluminación, se sitúa junto a la sabiduría. Al Buda ya no se le considera sólo un ser iluminado, sino que es también la personificación de la Verdad y la Realidad detrás del universo y está dotado de tres Cuerpos (Trikaya). Estos son el Dharmakaya o Cuerpo de la Verdad, el Sambhogakaya o Cuerpo de Gozo Recíproco y el Nirmanakaya o Cuerpo Creado, los cuales corresponden, respectivamente, al nivel absoluto de la existencia, al celestial y al mundano. Además, para el mahayanista el Buda tiene varias formas y atributos, que son diversos Budas y Bodhisattvas tales como Amitabha, el Buda de Luz Infinita, Manjusri, Avalokitesvara y Vajrapani—los Bodhisattvas de la Sabiduría, la Compasión y le Energía, respectivamente. Alrededor de cada uno de estos tres se han formado cultos populares. En el campo de la filosofía, el Mahayana está representado por dos grandes escuelas, la de los madhyamikas y la de los yogacharines. La primera fue fundada (o mejor dicho, sistematizada) por Nagarjuna (alrededor del año 150 d. de J.C.) y la segunda fue fundada por Asanga (alrededor del año 400 d. de J.C.), bajo la inspiración del Bodhisattva Maitreya. Ambas escuelas se basan, ante todo, en la doctrina de la sunyatá como es enseñada en los sutras de la Perfección de la Sabiduría, pero se dan entre ellas diferencias de enfoque importantes que le dan a cada una su carácter especial. Los madhyamikas, o adherentes del Medio, enfatizan la Sabiduría y por su método, que es dialéctico, reducen la mente y la materia a la sunyatá, cuya verdad es revelada por la exposición de la naturaleza paradójica de cualquier afirmación sobre lo Absoluto. Los yogacharines o practicantes del yoga, por otro lado, hacen hincapié en la meditación y su enfoque es intuitivo. Su método consiste en reducir la materia a la mente y la mente a la sunyatá, cuya verdad surge en la consciencia purificada en las profundidades de la meditación. En siglos sucesivos las enseñanzas de ambas escuelas fueron a veces consideradas como un sistema doctrinal continuo, en el que la enseñanza de los yogacharines representaba la verdad relativa y la de los madhyamikas la absoluta. El Vajrayana, “Vehículo Diamante” o “Camino Indestructible”, es llamado así porque al igual que el vajra— que significa rayo y, también, diamante—elimina inmediatamente todos los obstáculos al logro de la Iluminación. Su carácter es predominantemente yógicomágico y su ideal es el Siddha, “un hombre que está tan sumamente en harmonía con el cosmos que no hay nada que le constriña, y puede, así, actuar libremente manejando las fuerzas cósmicas dentro o fuera de si mismo”13. El Vajrayana se dirige a la realización de la sunyatá no sólo por lo mental sino también por lo físico, y difiere del Mahayana menos con respecto a la doctrina que al método. Su objetivo es la transmutación del cuerpo, el habla y la mente del iniciado en el Cuerpo, el Habla y la Mente del Tathagata; es decir, en el Nirmanakaya, el Sambhogakaya y el Dharmakaya. En el caso del Tantra Bajo la transmutación tiene lugar a lo largo de dieciséis vidas, y en el del Tantra Superior tan sólo en una vida. Una aceleración tan tremenda del ritmo de evolución espiritual requiere no sólo la muy concentrada práctica de ejercicios yógicos esoteriquísimos, sino también la transmisión del poder espiritual de un gurú iluminado. Por esta razón, el gurú ocupa en el Vajrayana una posición aun más elevada que en los otros yanas, siendo considerado como el Buda mismo con apariencia humana. Se pueden distinguir varias formas de Vajrayana. No obstante, estas no son escuelas de doctrinas distintas sino líneas de transmisión que, en lo que concierne al nivel de existencia humana, fueron originadas por alguno de los Ochenta y Cuatro Siddhas. Fueron prominentes entre estos Padmasambhava, Padmakara y Sarahapada. IX. La Vida Espiritual Aunque la experiencia de la Iluminación es instantánea se la aborda siempre de forma gradual. Por consiguiente, en el budismo la vida espiritual consiste esencialmente en seguir un camino, cuyos pasos y fases sucesivas han sido cuidadosamente descritos por la tradición y en concordancia con la experiencia del Buda y la de sus discípulos, sean estos los inmediatos o los remotos. Por ser distintos tanto los temperamentos del practicante como los métodos de 13 E. Conze, A Short History of Buddhism. p.x practicar, el camino se puede formular en formas distintas, quedando el número de sus elementos constituyentes, y su orden, determinado y descrito desde puntos de vista diferentes. Es así pues que no nos encontramos sólo con el Camino Octuple Noble y el Camino de las Diez Perfecciones y Diez Fases—dos de las formulaciones más conocidas—sino también con el Camino explicado por medio de las siete fases de la purificación, las trece moradas (vihara), los cincuenta y dos yanas,...etc.; una lista prácticamente interminable. No obstante, lo que podríamos denominar lo “arquitectónico” del Camino no varia (igual que diferentes tipos de puentes, construidos bajo los mismos principios mecánicos y con el mismo propósito, muestran la misma estructura básica). Lo “arquitectónico” se ve con la mayor claridad en la formulación de los Tres Entrenamientos (trisiksã), que son, la Moralidad (sila), la Meditación (samãdhi) y la Sabiduría (prajñã). Según una de las tradiciones esta formulación fue el tema recurrente en los últimos discursos del Buda, durante los cuales se le representa diciendo: “Grandes se vuelven los frutos, grandes las ventajas del samadhi cuando con determinación son rodeados de sila. Grandes se vuelven los frutos, grandes las ventajas de prajna cuando con determinación son rodeados de samadhi.” 14 En su sentido primario sila quiere decir “comportamiento” y en su sentido derivado “buen comportamiento”. Todo comportamiento, sea malo o bueno, es la expresión de una actitud mental. A pesar de las listas formidables de preceptos con que, generalmente, se ha identificado a la ética budista, la sila, a la hora de la verdad, es definida en términos puramente psicológicos. La sila consiste de todos aquellos actos que se asocian con estados mentales kármicamente sanos y se disocian de estados mentales kármicamente insanos. Hay diferencias entre los yanas en cuanto a qué es lo que constituye un estado mental sano, o, mejor dicho, hay una diferencia de énfasis. Para el Hinayana buenos actos son aquellos conectados con las raíces mentales sanas: la noavaricia (alobha), el no-odio (advesa) y la no-ignorancia (amoha). Para el Mahayana y el Vajrayana son los actos inspirados por el amor (maitri) y la compasión (karuna) por 14 Digha Nikhãya, II, 81 todos los seres vivos. Como los actos corporales y los verbales están conectados con los estados mentales y son además su expresión, dichos estados pueden ser afectados o inducidos por la ejecución de actos—ya sean buenos o malos, egoístas o altruistas. En este hecho resta la importancia de la sila como preparación para el samadhi. El Samadhi o la Meditación (traducción aproximada), comprende dos cosas: los ejercicios por los cuales el practicante alcanza la concentración y los estados supraconscientes, y estos estados en sí mismos. El samadhi es el corazón y centro de la vida espiritual budista. En las palabras de una autoridad moderna en este tema, su significación es que “(el samadhi) usa la fuerza concentrada para investigar la verdad filosófica budista y transformar la percepción abstracta en realización interior concreta, por la cual se obtienen la liberación de los pesares y de las concepciones erróneas, la personificación del Nirvana y las funciones de la salvación.”15 Hablando en términos generales, en el Hinayana la palabra samadhi se refiere, comúnmente, a los ejercicios de la práctica de meditación, y en el Mahayana a los estados espirituales obtenidos por dichas prácticas. Treinta y ocho o cuarenta ejercicios de meditación son enumerados, pero en realidad hay más. Entre los más conocidos se encuentran la contemplación de los diez estados de la descomposición de un cadáver, por medio de la cual se destruye al deseo (lobha); el cultivo del amor y la benevolencia (maitri) hacia todos los seres, por el cual se destruye al odio (dvesa); y, finalmente, la atención consciente a los movimientos del cuerpo y a la respiración, que conduce a la destrucción del engaño (moha). El Mahayana hace uso de los mismos ejercicios pero los combina con la práctica de la sunyatá. En el Vajrayana, la Meditación incluye la repetición de los mantras de Budas y Bodhisattvas, así como la visualización de sus formas, que son conjuradas a aparecer de la vacuidad, entonces veneradas y tomadas como objeto de meditación y, finalmente disueltas en la vacuidad otra vez. Hay también en el Vajrayana varios ejercicios en que las energías físicas rudas son manejadas de forma que activan 15 C.M. Chen Buddhist Meditation, Systematic and Practical sus correspondientes energías transcendentales. Sea cual fuera el tipo de este ejercicio, su objetivo es alcanzar un estado de pureza y translucidez mental en que la Verdad pueda reflejarse. Prajná, o la Sabiduría, en general, es considerada en tres aspectos distintos : la Sabiduría que se basa en aprender, (literalmente, oír), la que se basa en el propio razonamiento y reflexión y la que se basa en la meditación (bhavana, lo que es desarrollado—mentalmente—o “hecho devenir”). Aquí me refiero al tercer aspecto, la Sabiduría propiamente dicha, y que puede ser definida como la aprehensión directa, y sin conceptuar, de la Realidad transcendental. Para el Hinayana esta aprehensión surge cuando en las cosas y las personas se ven exclusivamente los dharmas que las forman; ya que los dharmas son los elementos más remotos y definitivos de la existencia. Para el Mahayana cuando en dichos dharmas se ve la sunyatá. En ambos casos el resultado es el desbaratamiento de las apariencias ilusorias, que lleva al logro de la Arhanteidad, en el primer caso, y la Budeidad Suprema en el segundo. Lo que hemos de llamar, por falta de mejores términos, filosofía budista, de hecho, no es otra cosa que la formulación conceptual del contenido no conceptual de la Sabiduría o Iluminación. Las escuelas Sarvastivada, Sautrántika, Yogacara, Vijnanavada y Madhyamika, verdaderamente comprendidas, no son sistemas de pensamiento rivales, uno correcto y otros erróneos, sino la expresión a nivel intelectual de grados sucesivamente más avanzados de la visón clara espiritual. La técnica de razonamiento de estas escuelas es el uso, por una escuela más avanzada, de una formulación de un grado de visión clara inferior perteneciente a otra escuela para, así, repudiar sus asunciones. Así impulsan al practicante a ir de una forma más limitada de la experiencia de la Realidad a otra que lo es menos. X. El Nirvana Aunque se nos dice que la perfección obtenida como fruto de haber seguido el Camino es inefable, ella es denominada en las Escrituras con una variedad de nombres abrumadoramente rica. En Occidente el más conocido de estos es Nirvana, cuya raíz y prefijo son: va, que quiere decir soplo y nir que es una partícula negativa. Su equivalente en pali, “Nibbana”, se compone de la partícula negativa ni y vana que significa deseo egoísta o anhelo. He aquí la razón de la explicación tradicional de que el Nirvana es “el soplo que apaga” las llamas del deseo, el odio y la ignorancia, así como la de que es el estado en que están completamente ausentes la sed por la experiencia sensual, por la continuación de la existencia e, incluso, por la no existencia. A pesar de todas estas connotaciones etimológicas, la meta del budismo está muy lejos de ser un estado puramente negativo. Contrariamente a lo que los orientalistas antiguos tomaron por las creencias de los budistas, el Nirvana no es un nulo metafísico y psicológico en que desaparece la individualidad. No puede decirse que deje de existir lo que en realidad no existe: lo único que se extingue es la asunción falsa de que haya un ser individual, distinto e independiente de los procesos psico-físicos que le componen. Las descripciones positivas del Nirvana son, de hecho, tan frecuentes en la Escrituras como las negativas, si bien hemos de tener en cuenta, en ambos casos, que las descripciones tienen más el carácter de indicación conceptual y verbal que el de definición lógica; lo que se indica es la dirección hacia la realización que deja atrás las indicaciones. No hay una conexión necesaria entre la palabra “naranja” y el fruto que lleva ese nombre. No obstante a alguien que se le ha dicho que es un fruto reluciente y casi esférico que pertenece al género cítrico, podría, con la ayuda de la descripción, identificarlo y tener por si mismo la experiencia única e indefinible de su sabor. Desde el punto de vista psicológico, el Nirvana es un estado de iluminación absoluta, de éxtasis supremo, de amor y compasión infinita, de serenidad imperturbable y de libertad espiritual sin restricción. Desde el punto de vista ontológico, es, para el Hinayana, lo eterno, lo inmutable, una entidad extramental y espiritual totalmente independiente del proceso cósmico. Para el Mahayana es la Realidad Absoluta que trasciende toda oposición, incluida aquella entre si misma y el Samsara. El Nirvana visto como el Dharmakaya, u objeto supremo de la consciencia espiritual, es la personificación de la Gran Sabiduría y Compasión y abarca todas las virtudes y perfecciones posibles. El Nirvana es la Luz Infinita (Amitabha) que reluce, no fuera del ser vivo, sino dentro; es también la Vida Ilimitada (Amitayus) que no tiene nada que ver con la inmortalidad personal. XI. El arte budista El tópico de la relación del budismo con el arte ha sido considerado por el autor de estas líneas en el ensayo “El budismo y el arte”. Baste aquí con observar que, por muy grande que sea el valor estético del arte budista, es un arte funcional y profundamente religioso cuyas raíces pertenecen al orden trascendental y cuya finalidad no es tanto el gozo estético como la realización espiritual. Es por esto que el vihara, el sangharama y el lena son lugares para vivir la vida comunal y religiosa; las imágenes de Budas y Bodhisattvas son objetos de veneración, sea privada o pública; las entradas esculpidas de los templos y los frescos de las paredes son lecciones sobre las vidas anteriores de Shakyamuni; las stupas son simultáneamente relicarios, foco para la devoción popular, y síntesis de la cosmología; y, finalmente, es por esto que las ilustraciones en los manuscritos son una guía para la visualización de formas divinas de los reinos de la consciencia meditativa. Dicho de otra forma, el arte budista es ante todo budista y después arte. No tener en cuenta este hecho resultaría en una falta de comprensión muy seria. Quizá esto sea aún más cierto en el caso del arte tibetano que, según Chogyam Trungpa, está “totalmente basado en la espiritualidad del budismo”. XII. Los ideales políticos y sociales Como enseñanza dirigida a la experiencia de la Iluminación, al budismo no le atañe directamente la vida colectiva humana al nivel político y social. El budismo no dice a sus adeptos cuantas esposas han de tener o qué forma de gobierno han de elegir. Pero al mismo tiempo considera que las condiciones externas que rodean al individuo no son indiferentes al desarrollo de los estados mentales de que depende la experiencia de la Iluminación—prueba de ello es la existencia de la vida monástica. Por lo tanto, hay un mínimo de enseñanzas políticas y sociales esparcidas por el Tipitaka. Exceptuando el caso de Asoka, estas no fueron nunca tomadas y desarrolladas sistemáticamente en la India, lo que es quizá debido a la tendencia predominantemente filosófica y muy poco mundana de la mentalidad del budismo indio. Aparte de los asuntos de la ética en la vida social cotidiana, las enseñanzas sociales del budismo se concentran en dos cuestiones de vital importancia: las castas y los medios de subsistencia. El Buda rechazó el sistema hereditario de las castas. El mantuvo que la posición social de un hombre, no está determinada por su nacimiento (jãti) o ascendencia, sino por sus méritos, su conducta (carana) y su carácter (caritra). Las pretensiones brahmánicas de santidad hereditaria quedaron rechazadas por considerarse ridículas y la comunidad budista, ya fuera monástica o laica, permaneció abierta a cualquiera que tomase refugio en las Tres Joyas y estuviera preparado a observar la sila apropiada para su vocación. En el budismo se consideran dos medios de subsistencia (ãjiva), el correcto (samyak) y el incorrecto (mithya). El Buda se negó a admitir que la vida de un hombre pudiera estar dividida en conpartimentos, estando su conducta profesional regida por unos valores y su vida privada por otros. Tampoco admitió que aquella constituyese un área neutral a la que no atañen consideraciones éticas. El llegó incluso a prohibir ocupaciones esencialmente inmorales—tales como la de carnicero, la de vendedor de venenos y la de armero. Además le dio a los Medios de Subsistencia Correcta, el quinto lugar en el Camino Octuple Noble. En la esfera política, el budismo mantiene que el gobierno debe promover, con todos sus medios, el bienestar de la gente, y de los animales. Mantiene también que la religión ha de ser la base de la vida nacional, que la moralidad, en particular, ha de ser fomentada y la Sangha mantenida. Estos ideales simples, si bien sublimes, encuentran una personificación muy vistosa en la figura del Cakravarti-raja o Dharmaraja (este último representa, probablemente, la fase budista de esta concepción) tal y como se le describe en el Mahãsudassana Suttanta16, por ejemplo. Desde el punto de vista histórico, este ideal es ilustrado espléndidamente por Asoka, quien en su edicto decimotercero renunció a la guerra en favor del dharma-vijaya (victoria por la virtud). Otros soberanos indios y de otras partes de Asia, también cultivaron este ideal—si bien con grados de éxito diverso— emulando, así al más ilustre de los Mauryas. No obstante, a pesar de la grandeza de sus logros, es dudoso que, incluso Asoka fuese completamente consciente del potencial de la Enseñanza del Buda como elemento de catálisis en la transformación social, además de la individual—aún es menos probable que lo realizaran Kaniska, Dutugamunu, Srongtsan Gampo y Shotoku Taishi. Dicho potencial quizá podría ser realizado solamente en la actualidad, ya que nos vemos confrontados con el mismo problema que Asoka pero a una escala infinitamente superior: no se trata de elegir entre la guerra o la paz en una parte particular de un país, sino entre la destrucción del género humano o su continuación. Por lo tanto, no debe de sorprendernos que la importancia del budismo sea mucho más reconocida actualmente. Aunque la Enseñanza del Buda desapareció hace mucho de la India—donde ha vuelto a aparecer en nuestra era—y en el resto de Asia, el budismo institucional ha sido seriamente debilitado—erradicado en ciertas zonas—por creencias más militantes, no es sorprendente que en Occidente miremos hacia el budismo. En efecto se está reconociendo cada vez más que no sólo es la clave para el desarrollo espiritual individual sino también para la creación en el mundo de la Sangha o Comunidad Espiritual cuya presencia solamente podría contrarrestar las fuerzas de la destrucción. Dadas las circunstancias es natural que miremos hacia el Este para estudiar y ver “La visión completa del budismo”. 16 Digha Nikhãya, sutta 17 Capítulo Primero - EL BUDA Y EL BUDISMO I. El enfoque del budismo La importancia de la motivación correcta, o actitud mental correcta, es enfatizada en el budismo con más fuerza que en ninguna otra enseñanza tradicional. En el budismo los actos corporales y verbales no son elementos independientes de la personalidad sino verdaderas expresiones de nuestro ser subjetivo. Es decir, nuestros actos son la exteriorización de nuestros pensamientos y deseos más interiores, y como tal son juzgados y evaluados. Sería, pues, extraño que el estudio del budismo—que es tomar al Dharma como objeto de investigación—se viera exento de la aplicación de este principio. Hay motivaciones correctas e incorrectas para emprender el estudio de la Enseñanza, así como hay también actitudes mentales buenas y malas, con las que se le puede emprender. Por consiguiente, aquí, como en otras obras, hago hincapié en la motivación correcta y en la actitud mental correcta. No lo hago por alguna noción abstracta de respeto por el Dharma sino sólo y simplemente porque es imposible comprenderlo sin ellas. El Dharma es el medio de la emancipación, la Balsa que nos cruza sobre las aguas de la vida y de la muerte a la Otra Orilla, al Nirvana o estado de Seguridad Sin Igual. Por eso, corriendo el riesgo de resultar dogmático (no que el dogmatismo, en el sentido de la formulación intelectual precisa de certidumbres, sea algo malo), he de insistir en que la única motivación correcta que se puede tener para el estudio del budismo es la esperanza de que por dicho estudio se pueda obtener al final la Iluminación. “Igual que el gran océano, ¡oh monjes!, tiene un solo sabor, el sabor de la sal”, declaró el Buda, “del mismo modo, ¡oh monjes! esta doctrina o disciplina tiene un sabor, el sabor de la Emancipación” (Vinaya, II. 239). Desatender u olvidar esta declaración de la función que ha de tener el Dharma -declaración explícita y nada ambiguay consciente o inconscientemente considerarlo de cualquier otro valor, es una actitud mental incorrecta que inevitablemente tendrá como resultado la interpretación errónea grave. ¿Quiere esto decir que el estudio académico del budismo, al cual han dedicado la vida varias generaciones de ilustres eruditos, es una equivocación? ¿Se ha de dejar de fomentar dicho estudio, y finalmente ser abandonado? ¿Es el estudio ortodoxo del Dharma como medio de emancipación tan intolerante con su rival humanístico, que, como el monarca turco del siglo XVIII, no consiente un hermano cerca del trono de la supremacia? No se me ha de interpretar tan drásticamente. El estudio científico del budismo no ha de ser abolido sino relegado al lugar en la jerarquía de materias que le corresponde, donde podrá continuar su labor útil pero claramente subordinada. Al igual que otras muchas cosas, dicho estudio no es malo en si, pero lo es cuando se le coloca en el lugar incorrecto. Lucifer, permítaseme tomar una ilustración de la tradición hebrea, fue el ángel de la luz mientras se contentó con su puesto en la jerarquía celestial y se convirtió en Príncipe de las Tinieblas sólo cuando trató de usurpar una posición superior a la que se le había asignado. Para que se excluya toda posibilidad de equivocación, no sólo es necesario insistir en que el estudio académico del budismo sea relegado a su lugar correspondiente en la escala de valores sino, a la vez, indicar su naturaleza, su esfera de acción y definir claramente sus límites. Esto no podría hacerse sin tener en cuenta primero cual es, generalmente, la naturaleza del método científico. Su naturaleza es intelectual. El procedimiento científico se basa en la asunción, consciente o inconsciente, de que el intelecto por sí solo es capaz de penetrar en la verdad de la materia estudiada. El estudio científico del budismo estará, por lo tanto, limitado a priori a aquellos aspectos del Dharma que son susceptibles a la comprensión intelectual. Por otra parte, el Dharma considerado en su totalidad transciende la esfera de la investigación intelectual, ya que se ocupa exclusivamente del Camino de la Emancipación y en particular de realidades de las que se nos dice expresamente que están más allá del alcance de la razón (atakkavacaro). Lo que le queda de materia legítima a la investigación intelectual, una vez excluidos de su campo la esencia espiritual, el núcleo transcendental, son las varias formas espacio-temporales que incluso la Enseñanza transcendental está obligada a tomar para acomodarse a las capacidades del ser humano. La enseñanza espiritual es con frecuencia impartida por medio del lenguaje y son materias legítimas para la investigación del método científico: la lengua que se usa, sus orígenes y desarrollo, su estructura gramatical y su influencia en otras lenguas. Al estudio académico se le puede permitir llegar a conclusiones sobre estas, siempre que estas conclusiones sean estrictamente filológicas y no intenten violar la zona espiritual. Están también comprendidas en las materias a estudiarse con método científico las bellas artes y la artesanía budistas o cualquier otra expresión estética del Dharma; quedando incluidas la arqueología y la epigrafía, así como la historia del los aspectos institucionales del budismo (en su esencia el budismo no tiene historia porque transciende lo espacio-temporal). En efecto, los estudios académicos, siempre que no persigan extender su vasta prerrogativa más allá de su esfera de autoridad, son, desde el punto de vista budista estricto, no sólo útiles sino casi necesarios. A no ser que seamos Bodhisattvas, en cuyo caso podríamos ver al Buda en su Sambhogakaya y escucharle predicar a la asamblea de los Bodhisattvas en alguno de los reinos celestiales, nuestro conocimiento del Dharma dependerá del que tengamos de las diferentes formulaciones espacio-temporales que lo representan. Es por esta razón que los budistas a lo largo de la historia se han tenido que ocupar de ciertas materias—materias del mismo orden en Occidente se han independizado de su tronco tradicional y hecho ciencias independientes. Muchos autores de comentarios, budistas ortodoxos, eran aficionados a permitirse hacer pinitos en filología. La filología es con frecuencia mala pero las lecciones que sacaban de ella son excelentes. En la Edad Antigua, si se hubiera planteado la elección, sin duda se habría preferido mala filología con buena doctrina a mala doctrina (o no doctrina en algunos casos) con buena filología. El mundo moderno se inclina por la buena filología sin considerar las consecuencias. Por supuesto no hay razón por la cual no puedan ambas, ciencia y doctrina, estar bien fundadas; pero si una de las dos ha de ser sacrificada, que sea naturalmente la menos valiosa. No obstante, el estudio académico del budismo, dentro de los límites que necesariamente le impone el método científico, no ha de considerarse irreconciliable con el enfoque tradicional del Dharma. (Distingo al budismo del Dharma y lo asocio con el estudio académico, ya que el término “budismo” es un producto de dicho estudio y sin equivalente tradicional, aunque “Dharma” es la mayoría de las veces erróneamente usado como tal). Simplemente insisto en que los dos métodos pueden usarse juntos sólo cuando se reconoce que el estudio académico del budismo posee meramente un valor instrumental y subordinado, y que no ha de traspasar sus límites propios y claramente definidos. La Enseñanza, no hay duda, existe en textos que están escritos en lenguas particulares que pueden aprenderse con la ayuda de libros de gramática y diccionarios. No obstante me niego a admitir que el experto, porque entienda la lengua en que están escritos los textos budistas, y aun si es capaz de traducirlos a lenguas actuales, sea por esta razón considerado capaz de explorar la significación espiritual de dichos textos y explicarla a los demás. Aún menos admitiría que alguien que se niegue a aceptar la existencia de un Principio transcendental, sea en sentido budista o cualquier otro, pudiese entender una doctrina cuyo único interés es la realización de dicho Principio. Se podría incluso afirmar que un estudiante perteneciente a una tradición que no es budista la cual afirma la existencia de un mundo espiritual más allá de los sentidos físicos y de la mente—aun siendo una forma de afirmación rudimentaria y exclusiva-, tiene a veces mayor posibilidad de entender el Dharma que la persona concienzudamente imparcial que no cree en la realidad de dicho mundo. Por otra parte, está claro que si la tradición en cuestión formulase su afirmación en términos tan sumamente exclusivos que fuese imposible desde su punto de vista valorar alguna otra formulación, la falsificación que de ella surgiría sería mayor que la del materialista “imparcial”. Durante los últimos cien años, período en que el BodhiDharma, que el experto académico ha transformado en “budismo”, ha sido conocido en el mundo occidental, la Doctrina del Iluminado ha sufrido falsificaciones tanto por parte de sus amigos como de sus enemigos. Avidya (ignorancia), moha (engaño) o mithya-drsti (comprensión incorrecta) corresponden en lo racional a la codicia y al odio (lobha-devsa) y, aunque en última instancia, los sentimientos de atracción van siempre juntos con los de repulsión, el génesis de la ignorancia puede provenir de cada uno de estos sentimientos por separado. Hay a quienes, por razones correctas, no les gusta el budismo y hay a quienes les gusta por razones incorrectas. Es difícil saber cual de estas dos equivocaciones es más nociva para el Dharma. No obstante hay algo que está claro. La divulgación de conocimientos sobre el budismo está creciendo maravillosamente en los últimos años tanto en Oriente como en Occidente, y por esto, las falsificaciones maliciosas y las distorsiones intencionadas de la doctrina budista que ciertas personas y facciones trataban de divulgar asiduamente en años recientes, están encontrando cada vez más dificultad en ser creídas. Mucha de la hostilidad que se le tenía al budismo se ha hecho clandestina y no se manifiesta tanto en críticas públicas de la doctrina budista como en las tentativas sucias de obstaculizar los esfuerzos que las organizaciones budistas hacen para propagar el Dharma. De hecho, en lo que atañe al Occidente, la falsificación pública del Dharma casi ha desaparecido de los sectores intelectuales responsables, y parece mayormente confinada a revistas sensacionalistas baratas y a publicaciones misioneras protestantes. Actualmente el budismo tiene que protegerse con más frecuencia de sus amigos que de sus enemigos. Está creciendo el número de gente a la que le gusta el budismo por una razón incorrecta o, mejor dicho, el número de gente que se siente atraída hacia lo que erróneamente piensa que es el budismo. Además, en virtud de su sinceridad constituyen una amenaza creciente para la pureza e integridad de la Doctrina que ellos declaran apoyar. Es el caso que, generalmente, esta gente ha desarrollado convicciones religiosas fuertes antes de estudiar el budismo. No deseando cuestionar dichas convicciones, pero atraídos genuinamente por ciertos aspectos del Dharma, no vacilan en poner en duda, falsificar o, simplemente, saltarse hábilmente cualquier otro aspecto de la Enseñanza que entre en conflicto con sus ideas preconcebidas. Una de las contribuciones más originales que el Buda hizo al conocimiento humano fue el descubrimiento del hecho de que las teorías están radicadas en los deseos. La tenacidad con que dichos estudiantes perseveran en su interpretación errónea del Dharma, aun cuando son confrontados por textos con la más clara evidencia de lo contrario, es una indicación clarísima del vínculo de su tenacidad con sus emociones. Las teorías sobre un Dios personal o sobre la inmortalidad del alma están tan profundamente radicadas en el corazón humano, que se ha considerado, con frecuencia, que la religión es creer en ellas. Estas creencias no son el Dharma. El Buda enseñó que creer en un Dios personal y en la inmortalidad del alma es la racionalización de los deseos; nuestros deseos de ser amados y protegidos, nuestro apego a nuestra propia personalidad y nuestro anhelo de vivir. La Iluminación se obtiene no sólo renunciando a los deseos egoístas sino también a las teorías religiosas, o a los puntos de vista (drsti) que están basados en dichos deseos. Para el estudiante del Dharma las creencias en un Dios personal y en la inmortalidad del alma no son auxilios sino obstáculos. El estudiante que siente un gran apego a estas creencias y que a la vez se siente atraído por ciertos aspectos del Budismo se verá obligado por sus necesidades emocionales al desatino de las equivocaciones y las interpretaciones falsas. Lo mismo ocurrirá al estudiante que se estremece con horror frente a la sugestión de que una tradición tan distinguida como el budismo niegue sus convicciones más queridas. “El Buda debió de creer en Dios” pregonan unos, “No es posible que negara la existencia del Atman” protestan otros. Pero, desafortunadamente para ellos, el Buda hizo ambas cosas, por muy espantosas que les parezcan. La Sabiduría del Tathagata ni ha de ser medida con la regla de la inteligencia humana ni limitada por los anhelos del corazón. El estudiante ideal del budismo será aquel que, con entrenamiento académico o sin él, cumpla los tres requisitos siguientes. Primero, ha de estar preparado a admitir la posibilidad de la experiencia espiritual que transciende a los sentidos físicos y al raciocinio; segundo, ha de estar dispuesto a considerar sin prejuicios que el Buda, como El mismo declaró, alcanzó dicha experiencia; y tercero, ha de considerar también que siguiendo la Enseñanza se puede alcanzar dicha experiencia. Tal estudiante no cometerá el error de pensar que el intelecto, aun siendo capaz de ejecutar trabajo preliminar útil, pueda penetrar el significado profundo del budismo, o que la Verdad se haya de revelar a facultad alguna que no sea la intuición despertada por la práctica espiritual. El hombre o la mujer que cumpla los requisitos mencionados estará libre de creencias, que aunque pasan por doctrinas religiosas, nacen del miedo, el deseo y otras emociones egocéntricas. El estudiante ideal resolverá proseguir audazmente, examinar con franqueza y aceptar fielmente lo que resulte ser la verdad sobre el budismo. Así se podrá decir de él o de ella que están bastante bien provistos para el estudio del budismo y para considerar al Dharma al menos con una aproximación a la motivación correcta en sentido específicamente budista. Soy consciente de que se me objetará, y con razón, que de muy pocos estudiantes del budismo se puede esperar que cumplan tales exigencias. Pero aquí no se han enunciado los principios en cuestión con el mínimo de transigencia porque se espere que sean siempre puntualmente cumplidos, sino para insistir en los límites del enfoque meramente académico al estudio de doctrinas transcendentales y para combatir, simplemente por la contradicción explícita, la tendencia moderna a creer que las verdades espirituales pueden ser entendidas por quienes no han sido entrenados en lo espiritual. Todos los verdaderos estudiantes del budismo harán bien en recordar que el Corazón del Dharma, la esencia básica que subyace y penetra a todas las formulaciones doctrinales y metafísicas, así como sus expresiones estéticas, no es revelado en proporción a nuestra erudición sino en la medida que hemos cultivado la motivación correcta. Si tomamos el significado original en pali o sánscrito de la expresión “Aspiración Correcta” (conocida también por Actitud Mental Correcta) y adoptamos el análisis dado en los antiguos textos, veremos que se dice que Sammasankappo o Samyak-samkalpa comprende los estados mentales de alobha (no avaricia), adosa (no odio) y ahimsa (no agresión). Desde un punto de vista moderno parecerá extraño que una cierta pureza espiritual sea provechosa, aun indispensable, para la comprensión correcta de una enseñanza tradicional. Si así fuera, sería una indicación clara de la medida en que la vida y el pensamiento actual han perdido su amarre a la tradición. Desde el punto de vista de la espiritualidad tradicional, tal y como existe en varios grados de pureza en todas las grandes religiones del mundo, el modo en que vive un hombre tiene bastante que ver con su capacidad de comprender la Verdad. Además su habilidad de entender doctrinas de naturaleza transcendental se considera determinada, hasta cierto punto, no sólo por la integridad de su enfoque de dichas doctrinas sino también por su integridad en todas las circunstancias de la vida. Ni aun una tradición tan sumamente llena de desarrollos basados en el teísmo como es la cristiana ha olvidado que “sólo aquel con un corazón puro verá a Dios”. El estudio del Dharma será fructífero solamente si tenemos el deseo de seguir la vida espiritual. II. El estudio del Dharma: los métodos y los materiales Posiblemente sea cierto que los obstáculos más difíciles para la comprensión correcta del budismo son aquellos que existen en la mente del estudiante. Las obstrucciones psicológicas son, además, más difíciles de erradicar que las meras barreras físicas erigidas por circunstancias o fuerzas exteriores. No obstante, sería una equivocación el asumir, por esto, que los obstáculos exteriores a la mente del estudiante no existen, o que una vez provisto con la llave de la motivación correcta no ha de encontrar otras dificultades— las puertas cediendo y las cerraduras abriéndose ante él. Puede ser que, con la llave de la motivación correcta en la mano, el estudiante se acerque a la entrada del Palacio de la Sabiduría, entrada guardada por dragones, y que confiado se aproxime para introducir la llave para que las indestructibles puertas se abran con un leve empujoncito. Pero ¿Y si se encontrase frente a la puerta incorrecta? ¿y si metiera la llave en la cerradura que no le corresponde? Los obstáculos a que me refiero con la ayuda de una analogía tradicional están conectados con el enfoque meramente intelectual, académico y no tradicional que a veces se da al estudio del budismo, el cual ya he mencionado. Los expertos formados científicamente no sólo conducen investigaciones sobre el budismo sino que también publican los resultados en libros y revistas. En las circunstancias actuales, esas publicaciones son, con frecuencia y por un período largo, la única fuente de conocimiento para el estudiante. Este, que inconscientemente venera el método científico y los títulos académicos, acepta lo que lee por su valor aparente y lo toma por exposiciones auténticas del Dharma. Si los trabajos en cuestión reconocen las limitaciones del método científico y se confinan a aquellos aspectos del budismo que son susceptibles al enfoque puramente intelectual, no se le causará mucho daño al estudiante. Se le privará, sin embargo, de conocer el Dharma como fuente de vida espiritual. Si bien es cierto que el estudiante espiritualmente perceptivo notará como un perfume sutil en “la habitación por mucho tiempo cerrada” en la que se amontonan exposiciones áridas y comentarios aburridos, y quizá más adelante llegue a encontrar el Dharma. Hasta entonces es posible que tenga una sospecha muy leve de que se le da, como dice el evangelio, una piedra en vez de pan, y que como el poeta se lamente: “Oh que áspera respuesta encuentra el alma cuando apasionada busca certidumbres en la vida”. Desafortunadamente muy pocos de los numerosos libros académicos sobre el budismo se contentan con permanecer dentro de los límites que corresponden a la investigación de tipo científico. La mayoría de ellos no parece tener en cuenta que hay esferas que el intelecto es incapaz de penetrar y, raramente o quizá nunca, se abstienen de dogmatizar sobre las verdades en el budismo con un aire un tanto pontifical. Si el estudiante ingenuo fuese lo suficientemente desafortunado de encontrar dichos libros al principio de su carrera, el daño podría ser irreparable. “Raíces meritorias” de fuerza bastante extraordinaria le harían falta para superar tan gran obstáculo y llegar, finalmente, a la comprensión verdadera del Dharma. Por lo tanto, insisto en que es muy importante que el estudiante evite, desde el momento que empiece, prácticamente todos los libros que son meramente sobre el budismo y que ponga casi toda su confianza en la propia Palabra del Buda y la de sus discípulos iluminados a lo largo de la historia. Ha de ser resistida la tentación de sacar información y orientación de manuales populares, sobre todo de aquellos escritos por autores que no son budistas. Estas publicaciones no son, generalmente, otra cosa que recopilaciones de trabajos académicos, que son por lo general viejos, y poseen como única originalidad su contribución propia en errores y equivocaciones. El método ideal de estudiar el budismo sería leer en la lengua original un número de textos seleccionados que pertenezcan a la literatura canónica budista en pali, sánscrito, chino, tibetano, mongol o japonés. Si por cualquier causa esto no se pudiera hacer (en las circunstancias actuales será este el caso de todo el mundo, exceptuando al estudiante más fervoroso y diligente), el mejor método de aprender el Dharma será el estudio de algunas de las numerosas traducciones de dichos textos que existen actualmente en lenguas modernas, tanto europeas como asiáticas. Se dará preferencia entre traductores a aquellos que poseyendo el título académico necesario sean budistas practicantes o, al menos, tengan una actitud simpatizante. En efecto, se encuentran a veces traducciones que desde el punto de vista literario son extremadamente rudimentarias y torpes pero que han sido ejecutadas por personas que poseen una comprensión genuina del Dharma. Estas traducciones son más capaces de abrir el ojo interior del estudiante que las traducciones exactas y refinadas del mero experto académico. Un ejemplo excelente de ellas es la versión en inglés del Sutra Dado por el Sexto Patriarca (Wei Lang) en el Asiento Alto de la Joya de la Ley (Shangai) traducido por Wong Mou Lam. A pesar de su mala gramática, su sintaxis defectuosa y su uso incorrecto de algunas palabras (además de los errores de imprenta y la basta y nada atractiva presentación de la edición original) surge de sus páginas una luz que no es de este mundo. Es por esto que goza de una gran estima entre muchos estudiantes del budismo ingleses—entre ellos alguno le debe su primera vislumbre de la Iluminación. Dicha estima es apenas igualada por la que sienten por las traducciones académicamente más correctas de la Palabra del Buda propiamente dicha. No obstante, no ha de pensarse que al leer traducciones de textos budistas el estudiante se vea totalmente excusado de aprender algo sobre la lengua en que fueron originalmente escritos. Hay palabras claves en la lengua, o lenguas, indoarias en que el Buda enseñó que no se pueden traducir satisfactoriamente por una palabra de una lengua moderna, a no ser que esta sea derivada directa de las antiguas lenguas indias. El estudiante ha de aprender el significado de palabras tales como Nirvana, samsara, citta, dharma, prajña, moksa y otras muchas, no sólo consultando el diccionario sino notando atentamente los distintos contextos en que se dan y meditando sistemáticamente en las verdades de que ellas son los símbolos. Las lenguas más ricas de la Europa actual se ven en una carencia lamentable no sólo de términos religiosos y filosóficos como estos, sino también de términos para explicarlos. Aunque si hemos de hablar con exactitud, las palabras indo-arias que acabo de mencionar no pertenecen ni a la religión ni a la filosofía, como se las entiende en Occidente, sino a algo que las incluye y transciende y que sólo puede llamársele el Dharma. Así que las traducciones más escrupulosas de textos en pali o sánscrito a lenguas europeas modernas sufren por el mero hecho de ser traducciones un grado de distorsión considerable, del cual el estudiante no se da cuenta generalmente. A mayor número de palabras claves traducidas mayor es el riesgo de distorsión. Igualmente, cuanto más “comprensible” le parezca una traducción al principio a un estudiante, mayor es el riesgo de distorsión. Dejando todas las palabras claves sin traducir (si bien dando entre paréntesis un número de equivalentes aproximados cuando la palabra surge por primera vez) se evita este error y el estudiante se acostumbra gradualmente a su uso, familiarizándose, poco a poco, con su significado. Si se me objetara que tal método de estudio impondría un gran número de dificultades al estudiante, respondería que es mejor llegar con dificultad a entender el Dharma que llegar con facilidad a una comprensión errónea de este. Las traducciones de textos budistas que traducen las palabras indo-arias claves y los libros sobre el budismo que, no haciendo uso de estas palabras, usan expresiones religiosas y filosóficas occidentales, han de ser escrupulosamente evitados o usados con la mayor prudencia. Muchas de esas expresiones tienen connotaciones cristianas que no tienen nada que ver con el espíritu del budismo y otras reducen al Dharma a una materia académica. Al estudiante que le sea difícil, o imposible, leer una porción del canon budista, en la lengua original o en traducción fiable, le beneficiará limitarse a libros escritos por budistas practicantes, preferiblemente miembros de la Sangha. Esto ni lo digo por prejuicios sectarios ni por que tenga deseo alguno de engrandecer a un grupo particular de hombres, sino simple y únicamente por las razones que ya he tratado de explicar. El Dharma es la forma de vida que aspira a la Iluminación, por lo tanto, ha de ser comprendido y explicado mejor por aquellos que en teoría y práctica lo aceptan y siguen. Por esta razón los miembros de la Sangha, la Santa Orden de los discípulos del Buda, han sido siempre venerados en los países budistas de Asia y considerados los custodios del Dharma, así como, en virtud de su vocación, los más indicados para explicarlo. En dichos países el laico budista siempre que ha hablado en público sobre el Dharma lo ha hecho con el mayor recato y nunca sin reconocer primero que cualquier cosa que dijese podría siempre ser corregida por la Sangha. Aunque el estudiante se haga cargo de lo imprescindible que es la motivación correcta en el estudio del budismo y entienda la importancia de adquirir el material de estudio correcto, le quedan algunas oportunidades menores de equivocación, contra las cuales ha de protegerse. He dicho que la mejor forma de estudiar el Dharma es, sobre todo, el estudio de la Palabra del Buda en la lengua original; si no es posible esto, su estudio en traducciones que sean fiables desde el punto de vista tradicional y, por última opción, el estudio de libros sobre el budismo que han sido escritos por quienes poseen los requisitos tradicionales para la enseñanza del Dharma. Cuando digo “la mejor forma” incluyo en esta expresión no sólo el material de estudio sino también el método. Existe una gran diferencia entre el método de estudio antiguo y tradicional y el moderno no tradicional; hecho que con frecuencia es pasado por alto. En la India Antigua, aprender un texto no era cuestión simplemente de la lectura de éste por parte del estudiante. Se trataba definitivamente de aprender, recitar, estudiar y meditar un texto, bajo la tutela de un maestro. De hecho, el aprender y el oír eran representados por la misma palabra; un hombre instruido no era alguien que había leído mucho sino alguien que había oído mucho. Esa palabra no surgió sólo por la falta de materia escrita sino que, al menos en las tradiciones espirituales, surgió por la naturaleza de la experiencia espiritual en sí, y las leyes inexorables que gobiernan la transmisión de conocimientos de un ser humano a otro; conocimientos pertenecientes a los medios por los que se realiza la Verdad. La relación entre el Maestro y el discípulo ha sido en todas las civilizaciones tradicionales uno de los hechos básicos de la vida. No haber tenido un maestro es, en estas civilizaciones, equivalente a no tener educación o cultura alguna. Aunque mucho de lo que no pertenece al Camino de la Liberación se aprenda, actualmente, por medio de la lectura atenta y en soledad, la práctica de estudiar una escritura con un maestro, cuyo conocimiento de ésta no es sólo teórico, es verdaderamente el mejor método de penetrar la esencia del Dharma. Al estudiante, en las condiciones que le ofrece la vida moderna, raramente le será posible vivir en casa de su maestro, como era costumbre entre los brahmanes, o en un monasterio de la Sangha, como era y sigue siendo la costumbre en muchos países budistas. En lugares donde la forma de vida tradicional budista no ha capitulado ante las fuerzas del materialismo y el secularismo, el estudiante podrá atender a instrucciones regulares bajo la tutela de un maestro, ya sea este un bikshu en Ceilán o gelong en el Tíbet. Así aprenderá la interpretación correcta del texto que seleccione. Los estudiantes del budismo que tienen la mala suerte de vivir en lugares donde la luz del Dharma no brilla todavía en todo su esplendor, han de aprovechar, por lo menos, la presencia esporádica de algún miembro de la Sangha que siguiendo la exhortación del Buda haya salido a predicar “por compasión y para el beneficio y la felicidad de hombres y dioses” (Vinaya, Mahavagga). Por corta que sea la visita del bikshu, habrá de utilizarse completamente para la aclaración de dudas, la resolución de dificultades y, en breve, para obtener una comprensión más clara del Dharma. Los estudiantes concienzudos que viven en un ámbito que no es budista, deben reunirse tan frecuentemente como les sea posible para estudiar, discutir y meditar juntos. Cuando se lo permitan sus recursos deberán concertar visitas regulares de un miembro de la Sangha capacitado para enseñar. Con el tiempo, y conforme el grupo crezca, sentirán la necesidad de tener permanentemente entre ellos un monje residente que les proporcione una orientación espiritual continua. Sin un maestro personal el estudio del Dharma es obstruido por muchas dificultades, pero sin la presencia de un gurú el progreso en la vida espiritual más avanzada es casi imposible. Así lo expresa Sarahapada en el Dohãkosha, o Tesoro de Canciones: “Es Esto que se lee, Esto en que se medita; Es Esto que se discute en tratados y leyendas. No hay escuela del pensamiento que no tenga Esto como meta. Pero uno lo ve sólo con la ayuda de un maestro.” Sin embargo, los estudiantes que no tienen recurso al contacto directo con un maestro y que, por lo tanto, se ven obligados a estudiar solos, no han de perder la esperanza de progresar. Tomando el Dharma mismo como guía se han de aplicar diligentemente a la acumulación de mérito (punyasambhãra) con la firme convicción de que, como dice el antiguo refrán, “Cuando el discípulo esté preparado el maestro se presentará”. El estudiante que posea la motivación correcta, que haya adquirido el material correcto y que sepa cual es el método correcto de estudiar el Dharma, ha de ser advertido contra otra equivocación. Esta al igual que las que se acaban de discutir no pertenece ni a la motivación ni al material, sino al método. A pesar de su apariencia inofensiva es en realidad (al menos en sus fundamentos básicos y consecuencias finales) la más peligrosa. Esta equivocación no es otra cosa que un síntoma de la enfermedad que aflige hoy, de una forma u otra, a prácticamente todo el mundo occidental y a una sección en crecimiento del mundo oriental. Se trata de la disociación de más y más actividades de la vida del dominio unificador de la Tradición. En una civilización tradicional cada aspecto del saber y todo tipo de actividad se integra en una concepción de un orden metafísico. Cada aspecto de la vida, incluso el más bajo y mundano, recibe una orientación transcendental que le permite funcionar generalmente como un apoyo, si no para la vida espiritual en si, al menos para promover una consciencia más o menos constante de la existencia de valores espirituales. En tal civilización, la religión (término moderno de significado restringido es este) no es algo de lo que el hombre pueda escapar, aun si así lo desease ella lo encontraría a cada paso en los objetos que le rodean en el hogar y con la rutina de cada día. Nutrido por semejante ámbito, en que toda la existencia aparece como una Tabla de Esmeralda que nos recuerda que “las cosas de aquí abajo” son copias de las originales de arriba, el corazón y la mente sensibles se hacen más sutiles y aún más sensibles. Para ellos las piedras, las rocas, los árboles y las demás cosas en la naturaleza, no son simplemente pedazos de materia de tamaños y formas variadas sino “grandes símbolos borrosos de un desenlace” que no traza “la mano mágica de la casualidad” sino el dedo omnipresente de la ley espiritual. La naturaleza no está muerta, vive en su multitud de voces y para aquel acostumbrado a ver y oír cosas que señalan más allá de ellas mismas “Un pino viejo predica sabiduría, y un ave salvaje canta la verdad”. Sin embargo, en la civilización moderna occidental los martillazos de la ciencia han abierto brechas que amenazan con dividir en trozos su constitución. Lo “religioso” y lo “secular”, los intereses “sagrados” y “profanos”, así como las actividades, son distinguidos sin escrúpulos e implacablemente separados los unos de los otros. La esfera de la “religión” se ha reducido gradualmente, de forma que ahora tiene poca, o ninguna, conexión e influencia con la gran mayoría de las actividades en que el hombre actual se ocupa. Ya no se le puede comparar con el fondo del océano sobre el que descansan las poderosas y agitadas aguas (la raíz de las palabra “Dharma” puede significar apoyarse), más bien podría ser comparada con una pequeña isla volcánica que se estremece ante el impacto despiadado del elemento hostil que la rodea y muy pronto la inundará completamente. Para el hombre actual no hay en las cosas comunes de la vida indicio que señale algo más remoto. Para él no brilla con constancia sobre sus días pasajeros la luz de lo Eterno; como no lo hace la luz de la luna sobre las hojas de las ramas que mueve el aire. Este hombre es el verdadero descendiente de Peter Bell con quien Wordsworth, escribiendo cuando el humo de la Revolución Industrial empezaba a oscurecer el cielo de Inglaterra, describió al tipo de humanidad que ahora está haciéndose rápidamente universal: “Una primavera (la flor) a la orilla de un río Para él era una flor amarilla, Y nada más esta era”. La religión, desterrada de los asuntos del hombre, se sienta solitaria y taciturna en el templo. La vida sigue, o parece seguir, como antes. Pero ya no está aquello que era “la vida de la vida” y es difícil saber por cuanto tiempo mantendrá sus bufonadas el cadavérico simulacro. Este desplazamiento de la civilización a zonas fuera de sus viejas fundaciones en valores espirituales, así como la consiguiente brecha entre los aspectos de la vida “religiosos” y “seculares”, encontrará inevitablemente su lugar no sólo en la vida del estudiante sino también en su enfoque al estudio del budismo. Educado en un ámbito no tradicional, donde pocos objetos y actividades tienen un significado más remoto que el aparente, el estudiante, naturalmente, se verá inclinado a pensar que el estudio del budismo es una actividad como otra cualquiera, actividad a seguir sin necesidad de considerar ni la influencia que pueda tener en otras actividades ni la que estas puedan tener en aquella. En una sociedad tradicional este descuido no tendría consecuencias muy serias, pues, como ya he dicho, en tales sociedades fundamentalmente todo recibe una orientación transcendental, y pocas actividades, exceptuando aquellas que transigen la moralidad, podrían tener un efecto definitivamente nocivo en el estudio del budismo. La vida “espiritual” y los estudios “religiosos” se dirigen al mismo objetivo que “lo mundano” y sus obligaciones; aquellos directamente y estos indirectamente. Por el contrario, en sociedades que no son tradicionales, hay un constante tira y afloja entre aquellas secciones de la vida que se han disociado de su principio transcendental, de un lado, y los restos aislados de la tradición del otro. Ni aun el estudiante más comprometido podrá prescindir de actividades que, no siendo tradicionales, en principio—o mejor dicho, por su falta de principio-, estarán en desacuerdo con el método adecuado de estudiar el Dharma. La vida de este estudiante, por faltarle un principio común de orientación a todas sus actividades, estará en cierta medida desintegrada. El se verá como un hombre agarrado desesperadamente a una roca en medio de un torrente, sintiendo contra su cuerpo el poderoso empuje de las aguas que tratan de arrancarlo de su refugio y arrastrarlo a su destrucción. Para integrar su vida y afianzar su asimiento a la inquebrantable roca del Dharma, el estudiante tendrá que prescindir de tantas actividades profanas como le sea posible y reforzar los soportes tradicionales, no sólo de su vida, sino también, en la medida que pueda, de la sociedad. El habrá de participar, y animar a los demás a que participen, en todo tipo de prácticas tradicionales, esto es cuidándose previamente de entender el significado y valor de cada práctica. El estudiante podrá por medio de ciertas acciones entrar en contacto con la Tradición y consecuentemente con una evocación del Dharma. Esto lo hará cuando veneré la imagen del Buda ofreciéndole flores, lámparas o velas e incienso, que son las tres ofrendas tradicionales; cuando rinda homenaje en la forma establecida por la tradición a maestros espirituales, a edificios y objetos sagrados y a los miembros veteranos de la Santa Orden; cuando use sus ropas tradicionales (en sociedades en que todavía se usan); cuando participe en celebraciones como la que tiene lugar en honor de la Iluminación del Buda;... Estas y otras observancias traerán consigo una integración, como mínimo parcial, no sólo en la vida del estudiante sino también en la de sus compañeros, si bien no en el mismo grado. Por otra parte, la abstención de participar en actividades no tradicionales de todo tipo, particularmente formas de ocio cuyo objetivo es el excitar los sentidos y la estimulación de lo soez, no es menos esencial para el estudio del Dharma que los métodos positivos que se acaban de mencionar. El estudiante cometería un gran error si pensase que el dedicar al estudio del Dharma una hora al día, o dos o tres por semana, sería suficiente, y que cuando no estuviera haciéndolo podría entretenerse con juegos competitivos, novelas chabacanas, o dejarse embobar por las imágenes de la última película de moda. No es casualidad que las etimologías de las palabras “whole” (entero, integral) y “holy” (santo) estén relacionadas, o que una de las definiciones de “holy” sea “espiritualmente integro”. La búsqueda de lo santo que el estudio del Dharma favorece, es la búsqueda de la plenitud espiritual, de la integración completa de la “personalidad” no meramente con cualquier principio subjetivo sino con la Realidad. Conforme crezca la fidelidad con que estudiamos el budismo, será más difícil permitir que aun actividades de importancia mínima queden fuera de su círculo de influencia. Sólo desde el punto de vista intelectual o científico-dogmático puede el budismo ser contemplado simplemente como una, entre cientos, de materias para la investigación erudita y la disertación doctoral. El budismo, para quien lo estudia con una tentativa de aproximación al método tradicional completo que he tratado de describir, aparece como lo que es; y nada menos: como la influencia que controla y domina la totalidad de su vida. III. La historia contra la tradición (a) El contexto universal del budismo Como se verá más adelante, el principio cardinal del budismo dice que no hay fenómeno que surja sin causa, y que las cosas no existen en aislamiento sino conectadas con todo lo demás que existe, de manera que cada una influye en las demás y es influida por ellas. Visto como un fenómeno histórico particular, o un hecho que ocurrió en un cierto punto definido en el espacio y en el tiempo, el origen del budismo, especialmente la carrera de su Fundador (o Redescubridor, hablando con propiedad) es una ilustración de esta ley de interconexión y dependencia mutua. El Dharma, aunque es en esencia infinito y eterno, aunque transciende las categorías del espacio y del tiempo, en el aspecto fenoménico en que se le dio a conocer a los humanos y a los dioses ha de ser visto en el contexto histórico y en el geográfico. Sin embargo, nuestra imagen del Dharma no ha de ser una marcada silueta que nos revele del objeto tan sólo su contorno visto desde un punto de vista. Ha de ser, más bien, como una obra de arte con gran variedad de tonos y colores, y que nos muestra su objeto en relación con los que le rodean. (El color es la sensación producida por el impacto de la luz proveniente de un objeto sobre la retina—otro ejemplo de interconexión). Para ver mejor un objeto hay que verlo con el presente afectándole desde cada punto posible, su pasado extendiéndose muy hacia atrás y su futuro rendido a sus pies. El budismo ha de ser visto en contexto y perspectiva. Se me concederá, sin duda, que todo esto es axiomático; ya que nadie argumentaría seriamente que al budismo habría de considerársele en aislamiento total de los demás hechos. Aun así, cuando llega la hora de definir la extensión y escala del contexto y la perspectiva, importantes diferencias de parecer se nos revelaran de inmediato. La historia científica quedará de un lado y la tradición no científica del otro. La historia traza, siglo a siglo, el desarrollo de la civilización y la cultura, en la que se considera que el budismo es una parte. Cualquier cosa que haya ocurrido hace más de diez mil años la deja en manos de sus ciencias hermanas, la geología y la astronomía. La antropología, por su parte, declara que aunque hay muchísimas especies ninguna es superior al ser humano; él es lo más elevado y los seres sobrenaturales que tan importante lugar tienen en la religión, la mitología, las creencias populares y otras manifestaciones tradicionales en todo el mundo son rechazados considerándoseles productos de la superstición primitiva, los cuales simplemente no existen. Del otro lado, la tradición budista, tal y como se nos presenta en los textos preservados que contienen la Palabra del Maestro, mantiene que han existido en el universo y en el mundo otros seres. Seres, además, de gran inteligencia, cuya existencia se remonta a incontables universos y mundos precedentes no de unos cuantos miles de años sino de vastos períodos que sólo pueden ser medidos por unidades que contienen cientos de millones de años. La tradición budista afirma que el ser humano es el ser superior, en el sentido que es, salvo algunas excepciones, el único recipiente capaz de contener el Néctar de la Inmortalidad. Pero además afirma también que existen mundos más elevados y felices que el suyo, los cuales están habitados por seres que gozan de longevidad, belleza, felicidad y poder de magnitudes muy superiores a las humanas. (La reencarnación en estos mundos es el resultado de actos meritorios llevados a cabo en la Tierra. Cuando los efectos de dichos actos se agotan la reencarnación en forma humana tiene lugar de nuevo; pero estos son puntos doctrinales que de momento no nos conciernen). Por otra parte, la tradición budista afirma que hay mundos de existencia dolorosa, situados más “abajo” del de la existencia humana (la reencarnación en estos sigue inevitablemente a hechos demeritorios llevados a cabo). Además menciona innumerables planos de existencia cada cual habitado por sus propias criaturas, y que se cruzan, por así decir, con el que habita el hombre. Para el budismo así como para las tradiciones clásicas y cristianas occidentales (donde la Iglesia ha conservado este fragmento de la tradición un tanto distorsionado), “Millones de criaturas espirituales andan sobre la tierra”. Los textos canónicos budistas en pali, sánscrito, tibetano y chino, además de la literatura budista posterior en otras lenguas, mencionan encuentros entre humanos y seres no humanos. El mundo del hombre es de hecho axial para todos los otros planos de existencia, desde las moradas del gozo más “altas” a los reinos del sufrimiento más “bajos”. Esto no se debe sólo a su posición intermedia, o a que los Caminos Transcendentales superiores sean alcanzables sólo en la Tierra. Se debe a que únicamente en este mundo puede surgir un Buda Supremo. El Trono Adamantino (vajrasana) en el que él se sienta para re-descubrir el camino al Nirvana, camino perdido y olvidado desde hace muchísimo tiempo, es considerado como el centro espiritual del universo. Es el primer punto de la Tierra que se solidificó cuando ésta comenzó a surgir de la niebla ardiente al principio del eón, y será al final del eón el último punto en desaparecer. El logro de la Iluminación del Buda no es sólo significativo para este mundo sino para todo el cosmos. El Buda es Satthãdevamanussã, tanto Maestro de dioses como de hombres. Los más antiguos testimonios escritos de su vida y enseñanza están repletos de relatos de las numerosas visitas que hizo al mundo de los dioses, así como de las que ellos le hicieron cuando El moraba en la Arboleda de Jeta en Savatthi, en los Bambúes de Rajagaha y en otros muchos lugares. El Mangala Sutta, uno de los discursos más populares del Canon Pali, fue pronunciado a petición de un deva y, según la tradición Theravada los mãtikas, o esbozos, del Abhidhamma Pitaka los expuso el Buda por primera vez en el Tavatimsa-devaloka, a un ser, que en su vida previa, había sido Maya Devi, la madre del Bodhisattva. Además, cuando el Buda, algunos meses después de su Iluminación, envió a sus sesenta discípulos Arahantes a que predicaran el Dharma que es “precioso en su origen, precioso en su desenlace y precioso en su consumación”, les ordenó que lo predicaran tanto a dioses como a hombres. El Buda en cada paso de su carrera fue observado y atendido por millones de seres invisibles al ojo de los mortales, la intervención de Brahma Sahampati inmediatamente después de la Iluminación es bien conocida. En todos los discursos que pronunció el Buda el auditorio celestial fue invariablemente mucho mayor que el terrenal. Aquellos que poseían el Ojo Divino (divya-caksu) veían colocarse sobre el Maestro innumerables seres grandiosos y radiantes, veían como formaban círculos cada vez más anchos y altos que se extendían desde la Tierra a lo más remoto de los cielos, y que la vista perdía en la lejanía al difuminarse en una llamarada de gloria. Cuando se las compara con este magnífico panorama, con la revelación de la significación cósmica del Buda y su Dharma, ¡Que pobres y limitadas resultan las fotografías instantáneas del álbum fotográfico de la historia científica! Los dioses han desaparecido y la estatura de los hombres ha disminuido. En vez del Buda, el Iluminado, nos encontramos con una persona, sin duda afable y agradable, que creía que había obtenido la iluminación. En lugar de prácticas de meditación y el logro de estados de consciencia sobrenaturales, nos encontramos con alucinaciones inducidas por medio de autohipnosis. Los poderes psíquicos y los seres sobrenaturales son plenamente rechazados por ser imposibilidades y cualquier referencia a ellos—y ocurren muy frecuentemente en las escrituras—se califica de producto de un engaño mental o imaginario, o de añadiduras a la escritura original. A esta forma de tratar las fuentes de información tradicionales se le llama método científico, y se dice que se caracteriza por su objetividad, imparcialidad y libertad completa de presuposición alguna. La verdad es, sin embargo, que el prejuicio y la predisposición reinan en todas las mentes que no han sido purificadas por medios de la práctica espiritual. Ni siquiera los eruditos del budismo son la excepción de esta regla y traen al estudio del Dharma una multitud de preconcepciones. La mayoría están convencidos por adelantado de que el Nirvana es meramente un estado psicológico o incluso psicopático. Hay algunos que lo igualan con el subconsciente en la psicología moderna, argumentando que como en el Nirvana no hay consciencia del ser propio, y la consciencia es siempre consciencia propia, el Nirvana ha de ser un estado subconsciente. Muy pocos entre ellos (aquí no me refiero a dedicados practicantes del Dharma) parecen haberse parado alguna vez a considerar si el razonamiento silogístico es el instrumento adecuado para la exploración y la aclaración de una enseñanza que afirma ir más allá de la lógica. Ya he señalado que concepciones históricas y antropológicas adquiridas a lo largo de la educación general son responsables de muchas tergiversaciones. Todo esto no importaría tanto si los eruditos del budismo dijesen abiertamente que los textos budistas mencionan la existencia de logros y seres sobrenaturales y que los budistas siempre han creído en ellos, si bien ellos, los eruditos, no están dispuestos a aceptar dichas creencias. Pero no adoptan esta honesta actitud que tendría como mínimo el mérito de no tratar de esconder la gran diferencia entre las creencias tradicionales y el enfoque científico moderno. En vez de hacer eso, algunos eruditos dicen que como los devas, por ejemplo, no existen y los primeros budistas no debieron de creer en ellos, las referencias a los devas en los textos deben de ser interpolaciones hechas a lo largo de la historia, las cuales han de ser extraídas. El método científico se convierte así en un verdadero Lecho de Procusto en el que el budismo, la desafortunada víctima, es aplastado o estirado y siempre severamente mutilado, según plazca al investigador. ¡Y hemos de considerar a esta gente autoridades en el budismo!, ¡Es a ellos que los budistas deben agradecer lo que han hecho por su religión! El lector de estas líneas probablemente ya no se sorprenda de que haya aconsejado al estudiante del budismo evitar como pueda los trabajos de dicha gente y concentrarse en exposiciones tradicionales del Dharma. La omisión, que muchos traductores hacen, de la conclusión del Dhammacakkappavattana Sutta, el Primer Discurso pronunciado por el Buda después de la Iluminación, es uno de los muchos ejemplos del tratamiento arrogante de textos budistas a que me refiero. Algunos traductores omiten los cuatro o cinco últimos párrafos del Discurso sin hacer comentario alguno. Hay uno que al menos declara con franqueza que como son “mitológicos” deben de ser añadiduras hechas al texto original y por lo tanto sin más consideración los suprime. ¿Pero se puede justificar dicho procedimiento? ¿Tiene la conclusión del Discurso, aunque sea notablemente distinta del resto del texto, significado o valor alguno? o ¿Se ha de prescindir de ella toscamente? Trataré de contestar estas preguntas, primero recordando la significación del Discurso y entonces citando toda la conclusión. Siendo la primera declaración pública en la carrera del Buda, el Discurso de la Fundación del Reino de la Virtud o, más literalmente, la Puesta en Movimiento de la Rueda del Dharma, ocupa una posición única entre los discursos del Canon Pali. Esto será admitido, como mínimo, incluso por aquellos que ven en el Buda simplemente un Sócrates indio cuya importancia histórica se deriva de su gran influencia en la vida y el pensamiento de Asia. Los recopiladores del Canon Pali, a su manera, no han dejado de reconocer la naturaleza única de este sutta, ya que su título no hace referencia a la persona para quien se pronunció ni al tema que trata, sino a su significación como la primera proclamación de la Verdad liberadora que el Buda descubrió en su meditación bajo el árbol Bodhi. La amplitud de dicha significación varia, claro está, según el valor intrínseco que se le da al Dharma, así como la magnitud de la visión con que se contemple el contexto del budismo. Para el académico su significación es puramente histórica y humana. Pero para el budista, convencido de que el Buda en su Primer Discurso proporcionó tanto para los hombres como para los dioses, la Verdad más elevada, la significación posee valor transcendental y universal. Después de exhortar a los cinco monjes a que evitaran las dos actitudes extremas, la indulgencia y la mortificación, y a que en vez de eso siguieran el Camino Medio (majjhimã patipadã) o el Camino Óctuplo Noble (ariyo attangiko maggo), el Buda proclamó las Cuatro Verdades Nobles (catãri ariya saccãni): El Sufrimiento (dukkha), el Origen del Sufrimiento (dukkha samudaya), la Cesación del Sufrimiento (dukkha nirodha) y el Camino que conduce a la Cesación del Sufrimiento (dukkha-nirodhagãmini patipadã). Entonces declaró que cuando El no había purificado hasta la perfección el conocimiento y la visión clara de las Cuatro Verdades Nobles, bajo sus tres aspectos (tiparivttam), sus doce modos (dvãdasakara) y su naturaleza esencial, no afirmaba entre los Devas, Maras y Brahmas, entre las multitudes de ascetas y brahmanes, incluyendo dioses y hombres, que El hubiera alcanzado la Iluminación Suprema. Pero que habiendo ahora purificado completamente ambos, su conocimiento y su visión clara, hacía dicha afirmación. El Buda sabe entonces que la liberación de su mente (cetovimutti) es imperturbable, que éste es su último nacimiento y que en el futuro no habrá para El más reencarnaciones (punabbhava o devenir de nuevo). Los cinco monjes quedaron deleitados con sus palabras. En el venerable Kondanna surgió el puro e inmaculado Ojo de la Verdad (dhammacakkhu) al ver que todo aquello que está sujeto a un origen está también sujeto a una cesación. Y aquí acaba el discurso para quienes piensan que todo lo que suena a mitología son añadiduras posteriores a la forma original del discurso. Pero el texto del sutta tal y como ha sido transmitido en la tradición Theravada concluye con el siguiente párrafo: “Así cuando la Rueda de la Doctrina fue puesta en movimiento por el Señor, las divinidades terrenales exclamaron: ‘Esta suprema Rueda de la Doctrina ha sido puesta en marcha por el Señor en Benares, Isipatana, en el Parque de las Gacelas, una Rueda que no ha sido puesta en marcha por ningún asceta, brahman, dios, Mara, Brahma o por cualquier otro ser en el mundo’ Los dioses del cielo de los Cuatro Reyes oyendo a las divinidades terrenales exclamaron....Las divinidades del cielo de los Treinta y Tres dioses oyendo a los dioses de los Cuatro Reyes.....Los dioses Yama....Los dioses Tusitas...Los dioses Nimmanarati... Los dioses Paranimmitavasavattin...Los dioses del mundo Brahma exclamaron: ‘Esta suprema Rueda de la Doctrina ha sido puesta en movimiento por el Señor en Benares, Isipatana, en el Parque de las Gacelas, una Rueda que no ha sido puesta en movimiento por ningún asceta, brahman, dios, Mara, Brahma o por cualquier otro ser en el mundo’. Así entonces, en ese mismo momento, ese segundo, una gran exclamación subió hasta la altura del mundo Brahma y todo este sistema de los diez mil mundos se inquietó, se estremeció y tembló y una gran luz sin límites apareció en el mundo sobrepasando la divina majestad de los dioses”. El Sutta regresa a la Tierra con estas palabras: “El Señor dijo entonces con fervor: ’En verdad Kondanna ha alcanzado el conocimiento, en verdad Kondanna ha alcanzado el conocimiento’. Así desde entonces el venerable Kondanna fue llamado Annata—Kondanna, o ‘Kondanna el que ha alcanzado el conocimiento’. Por muy importante que sea el material doctrinal contenido en la sección principal del discurso, y sin duda lo es, la conclusión a su manera merece también nuestra atención. El relato de como se transmite, de cielo en cielo como el eco, la noticia de que el Buda ha puesto en movimiento la Rueda del Dharma, indica claramente que el hecho no sólo fue significativo para los cinco monjes que escuchaban la Enseñanza, o para la humanidad, sino que lo fue también para la totalidad del universo habitado. Los tres temblores del sistema de los diez mil mundos y la aparición de la gran luz ilimitada, entendidos literalmente o simbólicamente, nos permiten apreciar que el Primer Discurso fue, como el Nacimiento, la Iluminación y el Fallecimiento del Buda, un acontecimiento de importancia no sólo humana e histórica sino también cósmica. Así pues, la conclusión del Sutta está muy lejos de ser una adición innecesaria por parte de algún agente mitologizador posterior, y aún menos un embellecimiento literario. La conclusión del Sutta es una revelación del verdadero contexto del budismo y como tal es indispensable para la comprensión correcta del Dharma mismo. Anularla, disminuir su importancia o incluso tratar de entender el Sutta sin referencia a ella, sería cometer, aunque fuera sin intención, una de esas distorsiones procrusteanas, o mutilaciones del budismo, que he señalado. IV. La historia contra la tradición (b) La perspectiva cosmológica Tan grave es no ver el Dharma en su verdadero contexto como negarse a contemplarlo en su perspectiva correcta. Quizá el segundo error sea aun más grave que el primero. El Dharma puede ser comprendido y practicado, hasta cierto punto, incluso fuera de contexto. Pero la falta de aptitud para ver el Dharma en perspectiva oscurece la naturaleza del logro del Buda y no sólo menoscaba nuestra fe, ya que priva a su objeto de casi todo su contenido definitivo, sino que también perturba totalmente nuestra confianza en el Dharma como medio de alcanzar la Iluminación. La fe en el budismo, o saddhã (sraddhã, en sánscrito), es algo bastante diferente de la primera de las virtudes teologales cristianas. Lejos de ser un sustituto del conocimiento, la fe en el budismo se basa en él mismo. Cuando el conocimiento se aclara la fe se afirma. La fe en el Buda, por consiguiente, presupone el conocimiento de sus cualidades especiales, sus atributos y sus funciones. Mientras no tengamos una idea clara y correcta de estos, no tendremos fe en el Buda sino en algo distinto a que le daremos ese nombre, “el Buda”. Aunque conozcamos completamente, e incluso admiremos intensamente, la vida y enseñanza del Buda, desde un punto de vista humano e histórico, al no ser que las veamos en la perspectiva tradicional, tendremos fe en Gotama el Racionalista o en Gotama el Reformador etc., pero fe en Gotama el Buda no tendremos y sólo la fe en este sentido es capaz de conducirnos a la Iluminación. Por lo tanto, concebir al Buda y a su Dharma en la perspectiva correcta no es menos necesario que contemplarlos en su contexto correcto. En la antigüedad, mientras que el resto del mundo, incluyendo a Grecia, la China, Egipto y Babilonia, calculaba las dimensiones y duración del universo físico en términos de cientos de miles de años, la mente india alcanzaba una comprensión vívida de lo vasto e inconmensurable de la esfera mundana de la existencia, tanto en el tiempo como en el espacio. Esto se lo podía permitir porque estaba ya muy acostumbrada a deleitarse en el concepto del infinito, y gracias al uso audaz de la imaginación, al ejercicio de facultades sobrenaturales y a la preservación de fragmentos de conocimientos tradicionales increíblemente antiguos, alcanzaba dicha comprensión. Purificada y perfeccionada por el Buda y sus discípulos Arahantes, esta comprensión se refleja claramente en la literatura budista, especialmente en textos pertenecientes al Mahayana (que enfatiza mucho el contexto universal y cósmico de la significación del Dharma), si bien no está ausente de las obras del Theravada. Pasar de las concepciones estrechamente geocéntricas de la literatura religiosa semítica, especialmente la Biblia, a los horizontes lejanos e ilimitadas vistas reveladas por las escrituras budistas, es como salir al exterior cuando se está en una cabina sin ventanas y contemplar el cielo estrellado a media noche. El telón de fondo para el Dharma en general y para la carrera del Buda como Bodhisattva en particular, proporciona perspectivas cósmicas que son de hecho, y en líneas generales, notablemente similares a las perspectivas reveladas por la astronomía moderna. No obstante, está muy lejos de mi intención el convertir esta circunstancia en un argumento en favor de la verdad del budismo, la cual, concerniéndose principalmente con realidades transcendentales (lokuttara-dhammã) no es demostrable por tales medios. Esta semejanza la menciono solamente para usarla de upãya, o recurso de acomodación a la mentalidad del lector. Si este no la mira con excesivo detalle ni acredita a los antiguos budistas con tendencias científicas, se verá mejor capacitado para entender las concepciones en cuestión, gracias a este ejemplo que pertenece al conocimiento moderno que le es familiar. Sin olvidarnos de esto, se puede afirmar que para el budismo, y para la ciencia moderna, el universo material consiste de una infinidad de sistemas de mundos (cakkavãlas) que, diseminados por el espacio ilimitado, surgen y desaparecen en el contexto de un tiempo que no tiene ni principio ni fin. El Buda dice con respecto al principio del Samsara (la totalidad de la existencia fenoménica, de la que el universo conocido por la ciencia no es más que el plano más bajo de los treinta y uno que comprende) que es incalculable y que no tiene un principio perceptible. Dicho en sus propias palabras: Un mundo sin final (ana-matta 'gga), incalculable es su principio, así es este círculo de nacimiento y de muerte. No se ve el principio en estos seres impedidos por la ignorancia, ligados por los deseos, pasando por el círculo de la vida y la muerte. Para medir el curso de los acontecimientos que tienen lugar en Samsara, incluyendo la evolución y la involución de los mundos, se requieren unidades de magnitud inconcebible. Más adelante, el texto que acabo de citar indica la inmensidad del número de reencarnaciones que han tenido lugar para los discípulos del Buda, igual que para los demás seres humanos, y declara que la leche materna que han mamado y las lágrimas que han derramado en previas existencias tienen mucho mayor volumen que las aguas de los poderosos océanos. Después el texto procede a relatar como un bhikkhu preguntó una vez cual era la duración del Kappa (sánscrito: Kalpa), la unidad ordinaria para medir vastísimos períodos. El Buda le respondió: “ Largo es el eón verdaderamente, hermano, imposible de calcular en esta manera: Tantísimos años, tantísimos siglos, tantísimos milenios, tantísimos cientos de miles de años. “ “¿Pero puede ser dada una ilustración, Señor?” “Si se puede hermano” respondió el Exaltado. “Si hubiera un gran risco, hermano, cuatro ligas de longitud, altura y anchura, sin hendidura o grieta alguna, sin agujeros, una masa sólida de roca, y un hombre al final de cada siglo fuera y lo frotara suavemente una vez con una tela de Benares, hermano, antes se desgastaría el gran risco por este método que pasaría un eón. Así de largo, hermano, es el eón: muchos eones como este han pasado, muchos cientos de eones, muchos miles de eones, muchos cientos de miles de eones.” (Samyutta-Nikaya, traducción de Woodward) Este autorizado texto nos aclara que la duración del kalpa ha de ser comprendida, si es que es posible, no por medio del cálculo matemático, sino por el vuelo de la imaginación espiritual. La poesía puede triunfar donde la lógica fracasa. La palabra aquí traducida por “eón” ha sido también traducida por “período-mundo” lo que nos da más indicaciones de su significado en la lengua original. Un kalpa es el período de tiempo requerido para que el sistema de mundos—no solamente el mundo—evolucione desde lo que en los textos budistas se llama el mundo de Brahma, o el plano más alto y sutil (de hecho son tres planos) de la existencia fenoménica, y vuelva a involucionar después hacia él. Cada kalpa se divide en cuatro períodos: el eón de involución (samvatta-kappa), la continuación de la involución (samvatta-tthãyi), el eón de la evolución (vivatta-kappa) y la continuación de la evolución (vivatta-tthãyi). Según el Buda, ni siquiera es posible calcular la duración de estas subdivisiones del kalpa en cientos, o miles o, incluso, cientos de miles de años17. Aunque haya usado los términos “evolución” e “involución” como equivalentes de samvatta y vivatta, no ha de suponerse que estos términos científicos modernos en absoluto correspondan fielmente con los términos originales arios y antiguos. La cosmología budista, en contraste con la ciencia, propone como principio un mundo o plano espiritual subjetivo (el Brahma-loka, que no ha de ser confundido con el estado no dualista y transcendental del Nirvana) además del mundo o plano objetivo de la materia. Por lo tanto la cosmología budista mantiene que la línea de desarrollo biológico que va desde la ameba hasta el hombre no es sencilla sino doble, es el proceso conjunto de degeneración espiritual o involución, de un lado, y el desarrollo material o evolución del otro. El primero de los cuatro asamkheyya-kappas, el eón de la involución, es el vasto período de tiempo durante el cual se destruye completamente el cakkavala, o sistema de mundos, previo, y todo vuelve a sus elementos constituyentes. La mayoría de los seres que habitan en sus varios planos se reecarnan entonces en el mundo Brahma, que es el único que no es sometido al proceso de disolución. Lo que sucede a los seres que no se reecarnan allí los textos del Canon Pali no lo revelan; pero se puede asumir que pasan a otros sistemas de mundos, al estar su reencarnación condicionada por sus actos. Durante el segundo asamkheyya-kappa, el período de la continuación de la involución, nos encontramos, de un lado, con la energía residual de la materia que representa el extremo de lo objetivo, y del otro, con el mundo Brahma y sus habitantes que representa el extremo de lo subjetivo, existiendo ambos en aislamiento completo en polos opuestos de la existencia fenoménica. El proceso de interacción no comienza hasta mucho después del principio del tercer asamkheyya-kappa, el eón de la evolución. Entonces, el sistema de mundos re-evoluciona partiendo de la energía residual de la materia, y la mayoría de los seres que habitan en el mundo de los Radiantes Brahmas renacen en la Tierra. Por un período inmenso siguen el mismo modo de vida que 17 Anguttara Nikaya IV. 156 seguían en el cielo; su ser consta sólo de mente, o espíritu, de luminosidad propia y se alimentan de éxtasis. La tierra se nos describe en tinieblas y cubierta por las aguas, que, como un escritor budista contemporáneo ha señalado, es una descripción exacta de la fase temprana de la Tierra antes de que los rayos del sol disiparan el vapor en la atmósfera. Los seres luminosos del mundo Brahma no se diferenciaban entonces sexualmente. No obstante, en las eras que van pasando la tierra empieza a emerger. En el Aggañña Sutta, del Digha Nikãya, nuestra fuente de información principal en pali sobre material de cosmogénesis, hay una metáfora muy expresiva: “como la costra que se forma en la superficie del arroz hervido en leche al enfriarse”. De esta costra empiezan a alimentarse los seres luminosos. Al resultarles placentera la sensación del sabor, empiezan a sentir deseo. Llenos de deseo por la costra y dependiendo cada vez más de ella para su alimento, la luminosidad y el cuerpo etéreo que antes tenían se hace sólido y tosco, y con el paso del tiempo diferencias en su forma y belleza empiezan a manifestarse. Mientras tanto la tierra va emergiendo de las aguas, la niebla va disipándose y aparecen el sol y la luna brillando sobre ella. Al seguir el proceso de evolución, crecen primero los líquenes y los hongos, después otras planta y, finalmente, los cereales. Los seres que en un principio eran radiantes y luminosos se alimentan de cada uno de estos y cada vez se hacen más toscos y sólidos, así como más conscientes de sus diferencias, hasta que al final no sólo se convierten en especies distintas sino que también adquieren sexos distintos. La Caída del Hombre esta entonces casi completa. Con la diferenciación sexual aparecen la lujuria y las pasiones, el odio y las enemistades, la moralidad sexual, las instituciones de la familia y de la propiedad, la ley y el crimen, y, finalmente, el gobierno y las distinciones sociales. De hecho, el mundo de los últimos cientos de miles de años que se muestra en los escorzados anales de la antropología y en las páginas de la historia tan impregnadas por la sangre. El cuarto y último asamkheyya-kappa, el período de la continuación de la evolución, en cuyas cercanías nos encontramos actualmente, es ése en el que el sistema de mundos se mantiene en el estado de evolución previamente alcanzado hasta el comienzo del nuevo mahãkalpa, en que el proceso de evolución e involución descrito tiene lugar de nuevo. Resultará obvio ahora por qué he afirmado que la línea del desarrollo biológico no es sencilla sino doble. Cada paso en el proceso evolutivo viene de la fusión de un movimiento ascendente en el desarrollo de lo material con otro descendiente de degeneración psíquica o espiritual. El hombre no es sólo el primate elevado sino también el ángel caído y la historia de la raza humana puede resumirse en la involución espiritual en el marco de la evolución biológica. (Esta es verdaderamente, en una escala infinitamente mayor, la historia del sistema de mundos en el que el pequeño planeta habitado por el hombre no es más que una parte infinitisimalmente pequeña). El hecho de que la ciencia moderna dedique toda su atención a su pasado material, desatendiendo la existencia conjunta de una línea espiritual, es otro ejemplo más de la incapacidad de percibir esos panoramas ilimitados que nos revelan las escrituras budistas, panoramas que acabo de intentar indicar. El Samsara, la totalidad de la existencia fenoménica, puede ser imaginado como las ilimitadas aguas del océano. Sobre su superficie incesantemente crecen y se desvanecen un número infinito de olas. Cada ola representa un cakkavala o sistema de diez mil mundos. El crecimiento de la ola corresponde con el período de evolución y el desvanecimiento con el período de involución. Igual que las infinitamente numerosas olas del océano no surgen y desaparecen simultáneamente, sino que lo hacen en distintos momentos, de la misma manera algunos sistemas de mundos reemergen de sus respectivos caos mientras otros se hunden de nuevo en ellos. El poeta Shelley hace uso del mismo tipo de imagen, aunque en una escala más reducida (mundos en vez de sistemas de mundos) en sus famosas líneas: Mundos rodando sobre mundos, siempre De la creación a la descomposición, Como burbujas en un río, Surgen, corren, estallan, desaparecen. Cuando nos damos cuenta de que un kalpa es el período de tiempo que transcurre entre la destrucción completa y la renovación completa de un sistema de mundos, y de que estos se destruyen y renuevan incesablemente como las olas del océano, incluso la persona poco imaginativa se impresiona de la audacia con que el Buda y sus discípulos formularon sus concepciones cosmológicas. Su habilidad para tratar las infinidades no les llevo, sin embargo, a descuidar lo que resulta en comparación asuntos más minuciosos. Tras dividir el kalpa en cuatro asamkheyyakappas, el Canon Pali prosigue con aún más refinamientos y clasificaciones. Cada asamkheyya-kappa es dividido en veinte antara-kappas, que es el período que transcurre mientras la edad del hombre aumenta de diez años a 10.000.000 elevado a la potencia 20 (1 seguido de 140 ceros) y decrece a diez de nuevo. Cada antara-kappa es subdividido en ocho yugas o eras. Pero estos detalles no nos conciernen de momento. La única razón por la que he esbozado el contexto cosmológico del budismo y he intentado elucidar la concepción del kalpa, es que sin una comprensión preliminar de estos asuntos la naturaleza y función de un Buda no puede ser entendida. V. El linaje del Iluminado El uso del artículo indeterminado delante de la palabra “Buda” indica un hecho importante, a saber, que no hay un Buda sólo sino muchos. Cuando se dice “el Buda” generalmente, y por razones de tipo práctico, se hace referencia a Gotama el Buda en cuya era y bajo cuya dirección vivimos. Esto, se hace de forma análoga a la que se observa al mencionar al “Rey” o a la “Reina”, ya que normalmente nos referimos al monarca actualmente reinando, aunque se sobrentiende que no se niega la existencia de anteriores testas coronadas. Incluso el alumno menos adelantado de una escuela cuando se celebra el cumpleaños del monarca sabe que éste es el más reciente de un largo linaje. De igual modo, el budista menos ilustrado sabe que Gotama el Buda—que es desde el punto de vista histórico una persona en particular—es desde el punto de vista cosmológico el último vástago de la Dinastía de los Budas, el representante más reciente de un linaje más largo e ilustre que el de cualquier monarca en la Tierra. Este hecho, que se le recuerda constantemente al budista de la tradición Mahayana por medio de su iconografía, le es también recordado al de la tradición Theravada en su práctica de veneración diaria a la Triple Joya (tiratanavandanã), en la que se rinde homenaje a los Budas del pasado, del presente y del futuro. En efecto, en muchos países budistas las imágenes de Dipankara, Gotama y Maitreya, los Budas de las tres eras, forman una popular tríada que simboliza concretamente, y en términos fáciles de entender, la verdad de que el logro de la Iluminación es un hecho que vuelve a ocurrir constantemente en el universo. Simboliza igualmente que el advenimiento de un ser iluminado, después de transcurrir vastos períodos, es una parte integrante de la estructura y el funcionamiento de la existencia fenoménica. En los textos mahayánicos se nos asegura que el número de Budas es “tan incalculable como los granos de arena del Ganges”. A pesar de esto, el número de sistemas de mundos es tan inmenso y la duración de tan sólo un kalpa tan inconcebible que el surgimiento de un Buda, un Tathagata, es un hecho extremadamente infrecuente desde el punto de vista humano. Es en verdad tan infrecuente que no todos los kalpas producen un Buda. Los que no lo producen son denominados sunna-kappas o “eones vacíos” y los que son bendecidos con su producción asunna-kappas o Buddhakappas. Hay cinco tipos de Buddha-kappas: el Sãra-kappa, en el que surge un Buda; Manda-kappa, en el que surgen dos; Vara-kappa, en el que surgen tres; Sãramanda-kappa, que se ve santificado por cuatro; y, finalmente, Bhaddha-kappa o Mahãbhaddha-kappa (sánscrito: Mahãbhadra-kalpa) que es el eón bienaventurado con el surgimiento de no menos de cinco Budas. Este último es dignamente llamado “Eón Sumamente Propicio”. Los textos en pali, con su acostumbrada moderación y reserva, se limitan a nuestro sistema de mundos y revelan, aparte de los nombres de Gotama y Maitreya (el Buda del presente y el próximo Buda futuro), sólo los de otros veintisiete Budas previos. Los textos mahayánicos, siendo mucho más comunicativos, nos dan además, los nombres de un gran número de Tathagatas del pasado, del presente y del futuro y que pertenecen a otros sistemas de mundos. Pero dejemos estos detalles de un lado por ahora, notando simplemente que su existencia nos proporciona conocimiento y evidencia adicional sobre la magnificencia de la perspectiva cosmológica budista. Las referencias a los siete Budas que van de Vipassi a Gotama, ambos incluidos, son frecuentes en las escrituras en pali que los expertos consideran más antiguas. Los nombres de los veintiún Budas que van de Tanhamkara a Tissa, el predecesor inmediato de Vipassi, se encuentran en obras que se consideran generalmente de menor antigüedad. En la tradición Theravada estos veintinueve Budas están distribuidos en un número de kalpas verdaderamente inmenso. Para empezar, el tiempo que transcurre entre dos Buddha-kalpas consecutivos puede ser un período de la duración de un Mahã-kalpa o hasta uno de un asamkeyya de mahãkalpas. Los primeros cuatro de los veintisiete Budas previos a Gotama pertenecen a un Sãramanda-kappa cuya época se sitúa hace cuatro asamkeyyas de Maha-kappas más cien mil Maha-kappas más. (Fue en esa época inconcebiblemente remota y durante la vida de Dipankara -el cuarto en este grupo- que el el asceta Sumedha, el ser que habría de recibir más tarde honores y llamarse Gotama, se propuso alcanzar la Iluminación). A lo largo del prodigioso período de tiempo de un asamkeyya de Maha-kappas después de Dipankara, ningún Buda iluminó las tinieblas del sistema de mundos. Pero al final el Sol de la Verdad salió de nuevo sobre el cosmos despertándolo de sus eras de sueño e inactividad espiritual. Nueve Buddha-kappas transcurrieron entonces, conteniendo dieciocho Budas, de Kondanna a Vipassi, si bien no se nos dice nada en las escrituras sobre el número de Budas que pertenece a cada kalpa, o el de los sunna-kalpa entre los distintos Buddha-kalpas. Acercándonos a lo que desde el punto de vista del budismo tradicional se consideraría nuestra época, veremos que pasan veintinueve sunna-kalpas entre el último Buddha-kalpa, que fue un Manda-kappa o kalpa de dos Budas, Sikkhi y Vesabhu, y el Buddha-kappa en que vivimos que es un Mahabhaddhakappa, un Eón Sumamente Propicio de cinco Budas: Kakkusandha, Konagamana, Kassapa, Gotama—nuestro Buda—y Metteya (sánscrito: Maitreya), el Buda del futuro. El contraste entre la apreciación meramente histórica del Buda y la apreciación cosmológica es decir, el contraste entre el hijo de Suddhodana, el descendiente de un linaje de reyes y guerreros, de un lado, y el reconocimiento tradicional de la significación cósmica de la vida y misión del Buda del otro, se expresa con la mayor vividez en un famoso incidente relatado en el Canon Pali. Se trata del encuentro cara a cara, después de siete años sin verse, de Suddhodana, el padre del Buda, con sus limitados conocimientos y lealtades, y su iluminado hijo. Es un relato esencialmente dramático ya que contiene una confrontación de valores de índole muy diferente. Sir Edwin Arnold, en su poema “La Luz de Asia”, con su característica habilidad literaria, explota con éxito las posibilidades dramáticas de la situación. Suddhodana, al ver al Buda pidiendo en las calles de Kapilavastu, prorrumpió en reproches con pena y desdén: “-¡Tú tendrías que haber venido con el atavío de tu rango, acompañado de lanceros a pie y a caballo! ¡He aquí todos mis soldados acampados a lo largo de la ruta, y toda mi ciudad esperando a sus puertas! ¿Dónde has estado todos estos malditos años mientras tu coronado padre se afligía? Y ella (tu esposa) lo mismo, viviendo como las viudas, renunciando al júbilo, sin escuchar jamás canción o instrumento alguno, sin haber llevado vestido festivo hasta hoy que, con sus doradas ropas, da la bienvenida a casa a un esposo mendigo vestido con harapos amarillos. ¿Por qué todo esto hijo? -Padre mío, ésta es la costumbre de mi raza. -Tu raza - contestó el Rey- cuenta con cien tronos desde Maha Sammat, pero no hechos como éste -No es una ascendencia mortal -dijo el Maestro- hablo de la ascendencia invisible de los Budas que fueron y de los que lo serán. Uno de ellos soy y lo que ellos hicieron yo hago.” Con estas palabras enfáticas, Arnold reproduce el espíritu del texto original con una fuerza y un acierto que más que compensan por la falta de equivalentes literales. El Buda, en su primer año después de la Iluminación, se sitúa indudablemente en un vasto contexto cosmológico y en una perspectiva universal, cuyos rasgos principales ya he tratado de describir. Aceptemos o no las descripciones y las clasificaciones de los kalpas, así como las listas de los nombres de los Budas que encontramos en las Escrituras Budistas, es difícil que no nos impresione la magnificencia de toda su concepción o que no reconozcamos su verdad esencial. Sea la cosmología tradicional budista una sobria declaración de hechos científicamente verificables, o un vuelo delirante de la imaginación poética, a su manera refleja, sin duda, una ley cuya operatividad yace en el latido del corazón del budismo. Esta ley dice que cuando se dan las condiciones para la producción de un fenómeno—sea la caída de una hoja o el nacimiento de un Buda—el efecto seguirá inevitablemente. La significación definitiva de las enseñanzas de la cosmología tradicional budista y la forma en que iluminan la serena y majestuosa figura del Maestro, no han sido explicadas nunca tan bien, según mis conocimientos, como las explica Lama Anagarika Govinda en su artículo “El Buda como Ideal del Hombre Perfecto y su Personificación del Dharma” que publicó el Maha Bodhi Journal, en el número de la conmemoración del Vaisakha del año 2.498 (mayo-junio de 1954). Este artículo dice así: “Sin embargo, los presuntos hechos históricos de la vida del Buda han sido considerados de tan escasa importancia que, incluso actualmente, es imposible averiguar la fecha exacta de su nacimiento. Incluso el siglo en que vivió es un asunto controvertido para varias escuelas budistas. Además ni siquiera están éstas de acuerdo con respecto al nombre de la esposa de Siddhartha, ni en si Rahula nació antes o después de que el Boddhisattva dejase el hogar. Pero en lo que sí están todas de acuerdo es en el carácter eterno del Dharma que proclamó el Buda (el Dharma predicado por sus predecesores espirituales en este ciclo, o kalpa, y en previos eones), así como en que será predicado de nuevo por el futuro Buda, el quinto y último de este kalpa, Maitreya, cuyo advenimiento es anunciado por la profecía del Buda Shakyamuni en el Digha-Nikaya (XXVI). De forma similar, el Buda nos habla frecuentemente de los Budas del pasado y compara sus vidas y acciones con las suyas propias. De hecho, es sólo en este sentido que se nos da a conocer los hechos principales de su vida. Los nombres de los Budas de este eón y de los previos son conocidos por todas las tradiciones budistas. Resulta pues que se sabe y habla más sobre el linaje espiritual del Buda que sobre sus antepasados; aun si el hecho de que provenía de familia real, o al menos noble, debería de haber facilitado el conocer el linaje y contexto histórico de sus antepasados. Esto muestra claramente que se ha otorgado mucha más importancia a su linaje espiritual, que puede ser correctamente llamado su contexto universal, que al linaje histórico o material. El contexto universal revela una de las ideas más profundas del budismo, la cual eleva su enseñanza sobre los conceptos estrechos y dogmáticos del sectarismo. Es la inevitable conclusión de que la Iluminación es intrínseca al universo, o mejor dicho, está latente en todas las formas de consciencia, y por lo tanto, alcanzará su madurez, según la ley universal, cuando las condiciones sean favorables. Que esta ley no funcione con la regularidad mecánica de un reloj, prueba que es una fuerza viva y explica por qué no todos los kalpas tienen el mismo número de Budas. Según la escuela theravada puede que incluso haya kalpas sin Budas. Así pues, la vida humana de un Buda ha de ser vista desde una perspectiva totalmente distinta a la de la vida humana corriente: la vida humana de un Buda se convierte en un fragmento de un desarrollo mayor y de más importancia, en éste el elemento humano es esencialmente el vehículo para el redescubrimiento del carácter universal (y en este sentido transcendental) de la mente o consciencia, que según el Prajnaparamita-Sutra es en su verdadera naturaleza inconcebible.” Este “redescubrimiento de lo universal” no se logra en un día ni tampoco en una vida. La meta es “alcanzada” en un instante particular—el aniversario de ese instante es debidamente observado como la fecha más importante de nuestro calendario—pero el logro mismo depende no sólo de los esfuerzos de una vida sino de los de muchas. Igual que el alud, que de repente desciende sobre la aldea dormida, ha ido lentamente acumulando peso con la caída continua de pequeños copos de nieve, la experiencia de la Iluminación, la cual elimina el deseo, el odio y la ignorancia, es el efecto acumulado de esfuerzos y aspiraciones de incontables vidas dedicadas al logro de un objetivo supremo: la Iluminación por el bien de todos los seres. La carrera del Bodhisattva es inimaginable sin la concepción de la Budeidad como su meta, y es de igual modo inconcebible el logro de un Buda sin el ideal de la carrera del Bodhisattva tras él. Aunque la Budeidad tiene lógicamente prioridad sobre el Bodhisattva, en cuanto a experiencia éste la precede y está relacionado con ella como la causa al efecto. Por lo tanto, no hemos de ver al último de los Iluminados solamente como al sucesor de los antiguos Budas, sino también como el heredero de los resultados de acciones llevadas a cabo durante una serie de vidas incalculablemente larga. Las metáforas basadas en dinastías reales ya no son aquí apropiadas. La doble línea de ascendencia puede ser, en cambio, ilustrada con una analogía que se refiera a una república. El presidente de los Estados Unidos, por ejemplo, puede ser considerado como el sucesor de los presidentes previos o como descendiente de sus antepasados y se podrán escribir sobre él dos biografías, una de su persona y otra de su figura pública. Claro está que al final ambas líneas convergen. En el caso del Buda se fusionan: su Budeidad es la significación definitiva de sus vidas como Bodhisattva. La biografía humana e histórica del Buda es el relato del enlace místico entre lo humano y lo divino, lo individual y lo universal, lo terrenal y lo cósmico, el inmanente impulso y el ideal transcendental. Tras El, en larga sucesión que se prolonga hacia el infinito, quedan las vidas de sus sublimes predecesores, los Budas, así como su multitud de reencarnaciones como Bodhisattva. Se conoce mejor, como Lama Anagarika Govinda ha señalado, su linaje espiritual que su ascendencia humana. El Canon Pali si bien contiene fragmentos muy interesantes que describen episodios de su última vida en la Tierra, no nos presenta una biografía continua del Maestro en el sentido de las biografías modernas. Sin embargo contiene el Buddhavamsa, obra que nos instruye sobre las vidas de los Buddhas previos, la ascendencia espiritual del Buda, y contiene, además, el libro de los Jatakas, o relatos de nada menos que quinientas cincuenta de sus vidas previas como Bodhisattva, durante todas las cuales practicó las Diez Perfecciones (dasapãramitã). Además hay, esparcidas por el Canon Pali, otras referencias a sus previas vidas que no se encuentran en el libro de los Jatakas. Servirá de ejemplo el texto siguiente, en el que el Buda, hablando sobre el provecho de las actos buenos, dice: “-Yo mismo, hermanos, soy testimonio de los buenos frutos obtenidos por mucho tiempo como consecuencia de los buenos actos —una cosa deseada, amada, querida y deleitosa. Por siete años practiqué el pensamiento bondadoso y el resultado fue no volver a este mundo por siete eones de la expansión y contracción de este mundo (Samvatta-vivatta, involución y evolución). Una vez expandido el eón, hermanos, me convertí en uno de los Espléndidos Devas. Una vez contraído, hermanos, nací en la Morada Suprema (Brahmã-vimãna). Allí fui un Brahma, un gran conquistador, no conquistado, el Controlador que todo lo ve. Treinta y seis veces, hermanos, fui yo Sakka, el Señor de los Devas. Muchísimos cientos de veces fui raja, soberano universal, monarca justo, victorioso en las cuatro direcciones, goberné reinos que gozaban de la bendición de la seguridad, poseía las sietes joyas: ese tipo de gobernante fui yo—además de gobernante en provincias”. (Itivuttaka, 22. Traducción de Woodward) VI. El Buda Gotama: su grandeza y función Cuando se nos ha revelado que el espacio y el tiempo infinito constituyen el telón de fondo y el escenario del gran drama de la Iluminación, somos capaces de ver lo ridículo que es intentar empequeñecer o menguar la majestuosa figura del Buda. Frente a la calmada determinación de su mirada han pasado los espectáculos de sus millones de nacimientos que culminan en el jivanmukta o ser liberado. Aquello que sería el mayor elogio para cualquier otro ser es el logro mínimo para un Buda. Los Budas no surgen por su propio beneficio solamente, sino por el de todos los seres; surgen por compasión por el mundo, para el bien, el provecho y la felicidad de los dioses y los humanos. Son los Maestros del Mundo. Su Enseñanza, aunque siempre es la misma, ha de ser descubierta de nuevo por cada uno de Ellos antes de que puedan manifestarla otra vez en el mundo, ya que la Verdad, en sus manifestaciones, pero no en su esencia, está sometida como cualquier otra cosa a las vicisitudes de la fortuna. A medida que pasa el tiempo y los seres humanos van degenerando, el Dharma poco a poco desaparece de la mente y los corazones de los hombres y, al final, ni siquiera sobrevive el recuerdo de las eras más virtuosas del pasado. La desaparición del Dharma significa que el acceso al Nirvana es imposible y que la emancipación de los ciclos de nacimientos se convierte en un sueño, ya que, como insistí meticulosamente al principio, el Dharma es en esencia el medio de la emancipación, sabor único (ekarasa) de toda la Enseñanza. Por otra parte, no hay ni acontecimiento ni fenómeno alguno que no surja en dependencia de elementos causales y el Dharma es el conjunto de causas y condiciones indispensables para el logro de la Iluminación. Es un error argumentar que en la medida que existen otros caminos a la Iluminación, la desaparición de la Tierra de la Enseñanza del Buda no equivale al oscurecimiento del Camino a la Paz. El Dharma no es un camino entre otros sino El Camino. No afirmo este hecho por razones basadas en fanatismo sectario, o prejuicio dogmático en favor de la Enseñanza que exige mi lealtad, sino porque el Dharma afirma con precisión y claridad lo que en países cristianos se considera la prerrogativa de la ciencia en vez de la religión. Se trata de aquellas leyes universales según las cuales tiene lugar la Iluminación del ser humano y, por consiguiente, las condiciones de que depende esta y el medio por el que ha de lograrse. El Dharma no es un camino más al Nirvana sino el principio subyacente y la razón fundamental de todos los caminos. La desaparición del Dharma trae consigo esencialmente la desaparición del conocimiento principal de los medios de alcanzar la Iluminación, no solamente la de una aplicación particular de estos medios. Es imposible alcanzar la liberación fuera del Dharma, ya que éste representa a aquellas Enseñanzas, en sus aspectos más universales y por consiguiente más individuales, que en otras religiones se encuentran con frecuencia en formas fragmentadas y distorsionadas. Al decir la desaparición del Dharma, no me refiero simplemente al olvido de esta o aquella religión, sino al eclipse total de ese conocimiento de los medios de Emancipación que constituye, al menos idealmente, la esencia de todas las tradiciones y todas las enseñanzas religiosas. El período de tinieblas que entonces sobreviene, durante el cual el Camino al Nirvana permanece completamente olvidado, puede durar, como hemos visto ya, cientos de miles de años. Por lo tanto se apreciará ahora fácilmente la importancia del advenimiento de un Buda, el cual redescubre el camino de la Emancipación, lo recorre y lo proclama. Su grandeza no consiste en el hecho de que alcance el Nirvana, sino en que, gracias a El, después de un lapso de milenios inconcebible, el logro del Nirvana es practicable de nuevo no sólo para El, sino para millones incontables de seres humanos. Siempre que el hombre trata de extender el dominio de su conocimiento, de ensanchar el campo del logro humano, o de llevar a los territorios de lo imposible las fronteras y los estandartes de la posibilidad, es inevitable que el mayor peso y el choque más violento caigan sobre los fuertes hombros y la firme voluntad del pionero. A la altura en que él ponga la bandera de la victoria, quizá a precio de la propia vida, cientos de miles subirán después con facilidad. Los pasos solitarios de unos pocos son seguidos por la multitud. Así lo que el genio de un hombre descubre por sí solo—ya sea Platón reflexionando tenazmente sobre la Teoría de los Universales o Newton en busca de la Teoría de la Gravedad—puede ser entendido, una vez descubierto, por todo aquél que posea la suficiente concentración mental para seguir los pasos de una demostración. No surgen las mayores dificultades cuando, simplemente, hacemos una cosa, sino cuando la hacemos por primera vez. Por lo tanto, rendimos honores al Maestro no sólo por ser Arahant, o persona que ha alcanzado el Nirvana, sino por ser Buda: aquél que habiéndose preparado para una tarea de dificultad sobrehumana por medio de la práctica de las Diez Perfecciones, durante un número incalculable de vidas y sin maestro ni guía, parte y atraviesa los obstáculos que bloquean la ruta hacia el Nirvana y la abre de nuevo al tránsito humano. Este punto de vista de la verdadera significación de la vida del Buda, así como del valor real que su obra tiene para la humanidad, es confirmado en diversos textos de las escrituras en pali. De momento dejo aparte las fuentes en sánscrito, ya que generalmente se considera que contienen, al menos en su forma literaria actual, versiones posteriores de material originalmente común a todas las escuelas budistas. En el Samyutta-Nikaya dice que en una ocasión el Buda preguntó a la hermandad que distinción, rasgo específico o diferencia había entre el Tathagata que siendo Arahant era un Iluminado Completo y el hermano que por medio de la visón clara se había liberado. Respondiendo que para ellos todo se basaba en el Exaltado, que era su guía y recurso, le pidieron que les revelara el significado de lo que les había preguntado. El Buda les exhortó a que aplicaran la mente con atención y prosiguió: “El Tathagata, hermanos, siendo Arahant, un Ser Completamente Iluminado, es aquél que origina el surgimiento de un camino que no ha surgido antes, aquél que produce un camino que no ha sido producido antes, aquél que proclama un camino que no ha sido proclamado antes, es el conocedor de un camino, quien lo entiende, él es el experto en el camino. Ahora bien, hermanos, sus discípulos son caminantes que le siguen. Hermanos, esa es la distinción, el rasgo específico, lo que distingue al Tathagata, que es Arahant y Completamente Iluminado, del hermano que se ha liberado por medio de la visión clara”. (Samyutta-Nikãya, III. 66. Traducción de Woodward) Hay otra declaración del Buda en otra sección de este Nikãya que es incluso más enfática e impresionante: “-Cuando no habían surgido en este mundo ni el sol y ni la luna, hermanos, no existía ni el resplandor de la gran luz, ni el resplandor de su brillo. La oscuridad enorme, la oscuridad de la confusión, prevalecía. No se distinguía el día de la noche, ni el final del mes de la mitad del mes, ni tampoco las estaciones del año. Pero, hermanos, cuando la luna y el sol surgen en el mundo entonces existe el resplandor de la gran luz, de la gran luminosidad, y la oscuridad enorme, la oscuridad de la confusión, ya no existe. Entonces se distingue la noche del día, el final del mes de la mitad del mes, y las estaciones del año. De igual modo, hermanos, sin el surgimiento de un Tathagata, un Buda Supremo, no hay resplandor de la gran luz, ni gran luminosidad, sólo hay oscuridad enorme, la oscuridad de la confusión prevalece y no hay ni proclamación, ni enseñanza, ni indicación, ni establecimiento, ni apertura, ni análisis ni explicación de las Cuatro Verdades Nobles. Pero, hermanos, cuando aparece un Tathagata todas estas cosas tienen lugar y entonces hay proclamación, hay enseñanza, hay indicación, hay establecimiento, hay apertura, hay análisis, hay explicación de las Cuatro Verdades Nobles”. (Samyutta-Nikãya, V 442. Traducción de Wooward) También en el mismo Nikãya, el Buda explica su Iluminación en términos de la penetración del origen y la cesación del sufrimiento, la cual es lograda por medio de la comprensión progresiva de los eslabones (nidãna) de la paticca-samuppãda, o la Co-Producción Condicionada, que van del tercero al duodécimo. En consecuencia de esto, dice el Sutta, surgió en El una visión de las cosas nunca antes recordadas, así como el conocimiento, la visión clara, la sabiduría y la luz. En esta ocasión el Buda ilustra su descubrimiento con la parábola siguiente: “-Imaginad, hermanos, que un hombre fuera viajando por un bosque, a lo largo de las crestas de los montes, y que diese con una antigua ruta, un camino antiguo transitado por hombres de una edad pasada, lo siguiese y al caminar descubriera ante sus ojos una ciudad antigua, una ciudad real de un lejano pasado, en la que hubieran morado hombres de eras pasadas, una ciudad con el trazado de sus parques, sus huertos y sus cisternas de agua, y con una sólida muralla alrededor—un lugar magnífico. Y suponed, hermanos, que ese hombre comunicara su descubrimiento al rey o alguno de sus ministros, diciendo: -Perdóneme señor, pero quisiera hacerle saber que mientras viajaba por el bosque, a lo largo de las crestas de los montes, me encontré con una antigua ruta.....(repetición de lo ya dicho)....un lugar magnífico. Señor reconstruya esa ciudad. Entonces suponed, hermanos, que el rey, o su ministro, restaurase la ciudad para que desde entonces fuera próspera, afortunada y bien poblada, llena de gente, y la ciudad alcanzase esplendor y creciese. De igual modo, hermanos, yo he visto un Camino antiguo, un antiguo sendero transitado por Aquellos perfectamente iluminados en épocas pasadas. ¿Y cual es ese Camino? Es el Camino Óctuple Noble”. (Samyutta-Nikãya, II. 104 Traducción de Woodward) La diferencia entre un Buda y un Arahant no sólo fue claramente declarada por el Maestro, sino también reconocida y sentida profundamente por sus discípulos. Estos, incluso después de haber llegado a ese estado de liberación de la consciencia que es la meta de la Enseñanza, parece que siguieron sintiendo que en una forma indefinible la realización del Buda transcendía enormemente a la suya. De ahí las expresiones de reverencia, devoción y amor por el Buda que brotan de los labios de los Theras y las Theris después de que surgiera la emancipación en sus corazones. De ahí el himno que resultó en que el muy devoto Sariputra—quien en el fervor de su fe había declarado que nunca había habido ni volvería a haber nadie como el Buda— fuera corregido por su sonriente Maestro. De ahí el sentimiento de inmenso respeto, acompañado de un ligero sobrecogimiento, que años de la más íntima convivencia fueron incapaces de disipar. Es posible que un Napoleón no sea un héroe para su ayudante de cámara; pero un Buda siempre es un Buda incluso para su asistente personal. Poco después del Parinirvana del Buda, un brahman llamado Gopaka Mogallana le preguntó al anciano Ananda si había algún monje total y completamente dotado de todas las cualidades del Buda. Ananda le contestó sin vacilar, y en tal forma que sugiere que treinta años de intimidad no habían desgastado la frescura de su convicción, que entre el Maestro e, incluso, sus discípulos iluminados había una diferencia abismal: “-Brahman, no hay un solo monje que esté total y completamente dotado de todas esas cualidades de que el Señor, el Arahant, el completamente iluminado, estaba dotado. Porque el Señor fue el productor del Camino no producido, el originador de lo no originado, el predicador del Camino no predicado, el que reconoció y percibió el Camino. Los discípulos, sin embargo, se atienen al Camino y porque se les ha mostrado”. (Gopaka-mogallana-Sutta, MajjhimaNikaya, III. 7) A partir de estas citas y del esbozo de la cosmología budista dado en las secciones IV y V, resulta evidente que se pueden afirmar varias cosas sobre la Enseñanza del Buda. Además, pueden ser afirmadas con la suficiente certidumbre de que constituyen la base sobre la cual se apoyan otras conjeturas sobre la naturaleza del budismo en general. Para empezar, el rango de superioridad ilimitada que el Buda tiene con relación a todos los demás seres, incluso los Arahantes, es afirmado categóricamente. La esencia de la distinción entre El y sus discípulos iluminados consiste en la prioridad de su logro, en el hecho de que el Camino al Nirvana fue primero descubierto y revelado por El: los demás simplemente siguieron sus pasos. En el contexto de la historia científicamente verificable el Buda y su Dharma son únicos. Pero el contexto histórico está contenido, como ya hemos visto, en otro contexto que coincide con la totalidad del cosmos, con la ilimitada extensión y duración de todo el sistema de mundos. En consecuencia, el descubrimiento del Buda, el descubrimiento del Camino al Nirvana, es considerado un redescubrimiento y su proclamación del Dharma una reproclamación. En este contexto infinitamente ampliado, su logro, lejos de ser un acontecimiento único, es la confirmación más reciente de un principio que se da siempre, y dondequiera, que las condiciones lo permitan. La Enseñanza del Buda está lejos de ser absolutamente original y es nueva sólo en el sentido de que nunca deja de ser aplicable. Si al Dharma que enseñó el Buda se le denomina sanãtana, o eterno, y akãlika, o no afectado por el tiempo, no es porque lo único que lo haga recomendable sea su antigüedad, sino porque es la formulación en este período-Buda de principios que son verdaderos siempre y en todo lugar. No obstante, esta formulación no se pasa de un Buda a otro como una reliquia de familia: cada uno de Ellos la descubre de nuevo por si solo. La unidad de sus Enseñanzas no se debe tanto a la fidelidad con que han preservado una tradición común, como a la forma definitiva en que han impreso el sello de una experiencia común sobre sus respectivas Enseñanzas. Y no sólo nos han pasado un sello, también han encontrado y usado el cuño. No es necesariamente un argumento a favor de una enseñanza el que nos haya llegado de la antigüedad más remota. El error es coetáneo con la verdad y los Puntos de Vista Falsos son gemelos de los Puntos de Vista Correctos. Al Dharma se le llama sanãtana no tanto porque sea eterno, aunque ésta es la traducción literal de esta palabra, sino porque es de aplicación universal. Esta universalidad es la marca que denota la calidad de la Enseñanza. La forma externa puede cambiar y una formulación del budismo es sucedida por otra; pero esto son sólo las adaptaciones de una misma necesidad humana a varias expresiones culturales y sociales. Bajo todos estos cambios el Dharma permanece inmutable, no como un fósil, sino como una fuente inagotable de vida espiritual. Ya que el Dharma no se basa en lo accidental sino en lo esencial, en la verdad que ha perdurado a lo largo de la destrucción de millones de sistemas de mundos y que es, en su sentido más amplio, idéntica a la Ley que hace posible el origen y la disolución de los sistemas de mundos. VII. La unicidad histórica del Dharma Es tan erróneo el pensar que el Buda es un mero ser liberado, como lo es el pensar que su Dharma es el desarrollo de cualquier enseñanza anterior. Esto no es otra cosa que la consecuencia obvia de que el Maestro no fuera sólo Arahant sino también Buda, el Re-descubridor del Camino al Nirvana. Difícilmente habría podido darse a conocer como el descubridor de algo que ya era conocido. Además, el Dharma es ante todo el Medio de lograr la Iluminación; es lógico, pues, que encontrar el Camino equivalga a la penetración del Dharma. La unicidad histórica del Buda y la originalidad de su Enseñanza son inseparables. Si admitimos lo primero lo segundo queda también admitido. El mero experto académico no está dispuesto a creer que el Dharma fue redescubierto por el Buda porque no acepta “lo legendario o mítico”. Para él estas palabras son sinónimas a lo imaginario y no cree en los relatos budistas que mencionan la existencia del Dharma en eones previos. De ahí le viene su preocupación “científica” por trazar el desarrollo de la Enseñanza del Buda a partir de enseñanzas históricamente anteriores. De ahí su inútil empeño en explicar cómo el Dharma, ese cisne transcendental, con su inigualable visión clara de la naturaleza fundamental de la existencia, pudo haber salido del mundano huevo del pato, esa búsqueda genuina y sincera de la verdad que en comparación con la Enseñanza del Buda no es más que vislumbres parciales en vez de visión completa y perfecta. Para el budista, sin embargo, la conclusión es ineludible. El budista no ha tomado refugio en Gotama el Racionalista, ni en Gotama el Reformador, ni siquiera en Gotama el Arahant, sino en Gotama el Buda, el redescubridor del Camino al Nirvana y, por consiguiente, está dispuesto a ver en el Dharma un fenómeno histórico único. Fenómeno que no surge de enseñanzas contemporáneas al Buda que le influyeran, sino solamente del eterno Dharma predicado por sus predecesores, los Budas previos. Antes del Buda vivieron, quizá incluso en el período histórico, Budas Pacceka (sánscrito: Pratyeka) o Iluminados Privadamente, pero por definición éstos son incapaces de predicar a los demás la verdad que han descubierto y, por lo tanto, fundar una tradición de la que un Samyak Sambuddha, o El Completamente Iluminado, como lo fue Shakyamuni, pudiera haber tomado algo. La relación entre el budismo y las especulaciones filosóficas y prácticas religiosas florecientes en el noreste de la India en el siglo sexto antes de nuestra era, puede ser comparada con la que existe entre una semilla y la tierra en la maceta en que se la planta. La semilla no ha sido producida por esa tierra pero sin su alimento ni germinaría, ni echaría raíces, ni produciría tallos ni llevaría a cabo los demás estados de desarrollo de la planta. El budismo, en el sentido del Camino al Nirvana, no fue ni un producto de su ámbito ni el desarrollo de doctrina india alguna, pero el elevado grado de investigación intelectual y de empeño moral que prevalecía entonces en la India fue sin duda, si bien no la causa principal, una de las condiciones más importantes para que, de la oscuridad del olvido, volviera a salir a la luz el Dharma. Cientos de años de desarrollo religioso y filosófico habían dejado sedimentos muy fértiles de ideas e ideales en el terreno intelectual de la India, los cuales constituyeron una matriz sin igual para recibir la semilla del Dharma. En Grecia, la China, Egipto y Babilonia, a pesar de haber alcanzado sus respectivos pensamientos niveles muy sublimes, no se había llegado a la calidad de la visión de los sabios que moraban en los bosques y las montañas de Jambudvipa. Solamente en el extremo noreste de la India se encontraban los materiales que contribuirían al crecimiento y desarrollo del germen de la Iluminación. Germen que, como una semilla arrastrada por el viento desde un campo lejano, provenía de mundos infinitamente remotos al nuestro, tanto en el espacio como en el tiempo. Estos materiales fueron de dos tipos: aquellos que contribuyeron a que el Buda alcanzara la Iluminación y aquellos que, después de ésta, El incorporó a la formulación completa de su Enseñanza. Aunque estos dos tipos se distingan históricamente, son en esencia lógicamente indistinguibles. Al Maestro le fueron útiles ciertas enseñanzas contemporáneas antes de que se sentara, siendo aún Bodhisattva, en el Vajrasana. Las que incorporó después de que, ya como Buda, se alzara, fueron aceptadas por El por la misma razón: conducían al logro del Nirvana. Como veremos detalladamente más adelante, el Dharma, el medio de alcanzar la Iluminación, se divide en fases sucesivas y, aunque le corresponda al Buda redescubrir el Camino a lo Transcendental, eran muchas las doctrinas y métodos de su época que llevaban al practicante muy lejos, incluso casi al límite de lo mundano. No obstante, lo que nos concierne, por ahora, no es la evaluación budista en sí de las enseñanzas específicas de las distintas escuelas del pensamiento indio— eso me llevaría más allá de mi cometido. Lo que nos interesa es la naturaleza del principio general según el cual el Buda reconoció algunas doctrinas y métodos -considerando que pertenecían al Verdadero Dharma- y censuró y rechazó otros. El principio empleado por el Buda antes de la Iluminación fue puramente empírico: el método de prueba y desacierto. En principio descubrió que la vida fácil -con comodidades, lujos y placeres- conducía sólo a la repugnancia y, lejos de proporcionar paz y felicidad duradera, era simplemente “el sendero de las pasiones”. Por eso siguió la antigua y honorable práctica de la India, la del asceta mendicante. Se cortó el pelo y la barba, se puso la túnica amarilla y renunció al hogar. Durante los seis años que pasaron entre su Gran Renuncia y su Iluminación hizo uso de muchos métodos diferentes para la obtención del Nirvana, todos los cuales fracasaron, y cometió varios errores. La mortificación le fue tan inútil como la indulgencia de los placeres y, por lo tanto, fueron ambas subsecuentemente rechazadas. En las palabras iniciales de su primer discurso en Sarnath quedan desechadas ambas por ser extremos que no han de ser practicados por el eremita que ha renunciado el hogar. Las enseñanzas de Alara Kalama y Uddaka Ramaputta, bajo quienes el Bodhisattva aprendió las técnicas del yoga indio, le resultaron más inadecuadas que incorrectas: no conducían al Nirvana, que era su meta. Conducían a estados de consciencia muy elevados, pero mundanos, para los que no existe terminología apropiada fuera del sistema psicológico indio. Después de su Iluminación, el Buda recordó a estos dos maestros y pensó que serían los más dignos de recibir la Verdad que El había descubierto. Pero al percibir que habían muerto fue a impartirles la Verdad a los cinco discípulos que le habían dejado cuando El abandonó la práctica inútil de la mortificación. En la época del Buda estaba sumamente arraigada la idea de que para percibir la Verdad es necesario purificarse de todo deseo—convicción que se le presentó a Siddhartha cuando vio a un asceta errante de aspecto sosegado y apacible. Tanto esta convicción como los métodos prescritos tradicionalmente para concentrar la mente, debieron de ayudar al Buda en los primeros pasos de su carrera, pero no hay apenas nada más que El hubiera podido aprender de sus contemporáneos. Al final le abandonaron, le dejaron solo. De esta soledad, y no sólo falta de compañía sino también la soledad espiritual, surgió su gran descubrimiento, o redescubrimiento: el Camino que va de lo mundano a lo supramundano, el Camino al Nirvana, el estado de la mente completamente libre y radiante, que por innumerables generaciones siguió sin ser conocido por los humanos y que es la esencia y el núcleo de la Doctrina de Todos los Budas. El método usado por el Tathagata después de su Iluminación fue en cierto sentido tan empírico como el que utilizó antes; pero fue empírico con una diferencia. Su método aun dependiendo de la experiencia, ya no dependía de la experiencia del Bodhisattva sino de la del Buda; no dependía de la experiencia de aquel que busca la Verdad sino de la de aquél que la ha encontrado. El método dejo de ser de prueba y desacierto, con las pérdidas de tiempo y energía que conlleva, para convertirse en la percepción espiritual inmediata, sobre cuya base el Buda podía afirmar con certidumbre que algunas doctrinas y métodos conducían a la Iluminación mientras que otras no lo hacían. Entre los Diez Poderes y las Cuatro Confianzas de un Tathagata enumeradas en el Mahãsihanãda Sutta del Majjhima-Nikãya, se encuentran la capacidad de saber con certeza a donde conducen todas las formas de conducta; la capacidad de saber con certeza la pureza o impureza y el desarrollo de los trances, las liberaciones, los estados de concentración y los logros; y, finalmente, la confianza de que no se le hará nunca a El con certeza la objeción: “aunque afirmas haber declarado aquellas cosas que son impedimentos (para la vida espiritual), ellas no son realmente impedimentos”. Para sus propios discípulos, que creían en la omnisciencia del Buda en lo tocante al Medio de alcanzar la Iluminación, su opinión era suficiente; estaban dispuestos a rechazar un método y aceptar otro basándose en la autoridad del Buda. Pero para aquellos que aún no habían tomado refugio en El, el Buda tuvo que hacer explícito el principio general según el cual El, como Rey del Dharma, sentenciaba a favor o en contra de las afirmaciones conflictivas de las diversas enseñanzas sectarias de su época. Por eso a los Kãlãmas de Kesaputta, que habían sido confundidos por las disputas de los ascetas y los brahmanes, les dijo: “-Ahora bien, Kãlãmas, no os guiéis por lo que se rumorea, ni por lo que los demás os transmitan, ni por lo que se afirma con la autoridad de vuestras enseñanzas tradicionales. No os guiéis por razonamientos, ni por inferencias, ni por el argumento como método, ni por la reflexión y la aceptación de una opinión, ni por respeto, al pensar que a un asceta le debéis deferencia. Kãlãmas, cuando sepáis vosotros mismos: Estas enseñanzas no son buenas, son censurables, son despreciadas por aquel que es juicioso; estas enseñanzas, cuando se las sigue y pone en práctica, conducen a la pérdida y al sufrimiento, entonces, rechazadlas. (AnguttaraNikãya, I.188. Traducción de Woodward) Ha de ser notado con mucha atención el verdadero sentido de este pasaje, que si bien se ha citado con frecuencia, ha sido muchas veces mal interpretado. La idea que contiene ni es la justificación del libre pensamiento ni la carte blanche al escepticismo racionalista. El racionalismo es, de hecho, explícitamente rechazado. Los Kalamas, como el Buda, no creían necesario cuestionar la posibilidad del logro trascendental. No obstante, ellos se veían confundidos por la imposibilidad de conciliar las afirmaciones hechas en el nombre del método que lleva a ese logro con las hechas en el nombre de otros métodos. Todos los maestros que estaban en rivalidad mutua no podían estar en lo cierto; si uno tenía razón, otro se equivocaba. La respuesta del Buda no es una sugerencia para cuestionar la existencia de un estado transcendental, tampoco fomenta dudas sobre la posibilidad de que el logro de dicho estado esté al alcance del esfuerzo humano. La respuesta del Buda simplemente asegura que hemos de decidir entre afirmaciones de enseñanzas religiosas rivales, en primer lugar, basándonos en los resultados que ellas nos revelen en nuestra experiencia propia, y, en segundo lugar, en acuerdo con el testimonio de aquel que es juicioso (declaración que ha sido casi siempre desatendida). Se nos dice quienes son los Juiciosos y como reconocerlos en otra parte de las Escritura. No obstante, una de sus características es que no se complacen en disputas nada amistosas, contrariamente a los ascetas y brahmanes que habían causado la confusión en la mente de los Kalamas. Cuando Mahã-Pajãpati, la Gotamid, le pidió al Buda que le diera una enseñanza, que cuando saliera de la boca del Exaltado ella quedase “en soledad, entusiasta, ardiente y resoluta”, El le dio una respuesta que formula en términos más positivos, y que son definitivamente más budistas, el principio general que contiene el discurso a los Kalamas. “-Gotamid, de cualquier enseñanza que puedas asegurarte que: conduce a las pasiones, no a su cese; a la dependencia, no al desapego; al aumento de las ganancias (mundanas), no a su disminución; a la codicia, no a la frugalidad; al descontento, no al contentamiento; a la compañía, no a la soledad; a la pereza, no al vigor; al deleite en lo pernicioso, no en lo bueno, de todas esas enseñanzas, Gotamid, puedes afirmar con certeza: esto no es la Norma, esto no es la Disciplina, este no es el Mensaje del Maestro. Pero de cualquier enseñanza que puedas asegurarte por ti misma (que son lo contrario de las cosas que te he dicho), de tales enseñanzas puedes afirmar con certeza: ésta es la Norma, ésta es la Disciplina, éste es el Mensaje del Maestro. “ (Vinaya,II. 10. Traducción de Woodward). Estos famosos pasajes del Canon Pali aclaran perfectamente la naturaleza del principio que gobernaba la actitud del Buda hacia las enseñanzas contemporáneas. El no estaba dispuesto ni a rechazarlas ni a aceptarlas absolutamente y las examinó todas desde el punto de vista de la Iluminación; con imparcialidad intelectual completa y sin preconcepciones. (Justo igual que alguien que, habiendo ascendido a la cima de una montaña, mira hacia abajo y ve claramente que de los numerosos senderos que se dirigen desde el valle hacia arriba, algunos terminan al borde de un precipicio o de un veloz torrente, mientras que otros conducen a la cima). El Buda siguió el Camino Medio, aceptando como parte de su Enseñanza todo aquello que conduce al logro de las ilimitadas cimas de la Liberación, y rechazando, calificando de falso o incorrecto, todo aquello que impide, retarda o simplemente no contribuye al proceso de la ascensión espiritual. La mente india en aquella época poseía una fertilidad intelectual extraordinaria y su imaginación religiosa era de una exuberancia incontenible —miles de formas y fantasías en colores relucientes, además del entusiasmo fanático de miles de seguidores que experimentaban con los métodos más desmesurados de salvación. Por lo tanto al Buda no le falto material sobre el que trabajar. Lo que El denominó “una jungla de opiniones”, que florecía entonces profusa y lozanamente, parece haber producido lo sublime y lo ridículo, lo superior a lo divino y lo casi bestial. Todo creciendo con indiferencia igual a la de la selva subtropical de la región del Himalaya, que produce la orquídea, tan bella e infrecuente, y la datura, monstruosa, común y venenosa. El Buda tuvo que podar, arrancar y hacer que crecieran en dirección diferente ese abundantísimo plantel de ideas. Para darnos cuenta de la inmensa labor de crítica religioso-filosófica que llevó a cabo el Conocedor de Todo, basta con leer el Brahmajãla Sutta. En este sutta, que es el primero del Digha-Nikãya (colección de los discursos extensos), con el que comienza la primera de las tres grandes divisiones del Canon Pali, se citan no menos de sesenta y dos “opiniones falsas”. Podría decirse que el Buda trazó las líneas generales para el desarrollo espiritual de la India, tanto para sus formas budistas como para sus formas no budistas, líneas que habrían de seguirse por miles de años. El Buda rechazó de forma sumamente categórica gran cantidad de creencias y de prácticas de su época, a las cuales se hace referencia en distintos pasajes de las escrituras. No obstante sería injusto pensar que su actitud con respecto a las prácticas contemporáneas era completamente negativa, desconsiderada u hostil; palabras, éstas dos últimas, que no tienen relación alguna con el Ser Completamente Iluminado o el Totalmente Compasivo. El Buda estaba tan dispuesto a aceptar como lo estaba a rechazar. De hecho, estaba más dispuesto a aceptar, pues sabía que un método de enseñanza positivo era más atractivo y, por lo tanto, llegaría mejor a la mente y al corazón de quien le escuchara que un método negativo y destructivo, por muy lógico y correcto que fuera. Así vemos constantemente que el Buda llena con el vino nuevo de su Enseñanza las botellas viejas de su tradición contemporánea—permitáseme usar una metáfora que probablemente El no habría usado aun si la hubiera conocido. Por ejemplo, el Buda no censura las abluciones ceremoniales, pero insiste en que la purificación verdadera no se obtiene bañándose en el Ganges, como la gente pensaba, sino lavándose con las aguas del Dharma. A los brahmanes no les pide que abandonen el Fuego Sagrado, al que estaban ligadas tradiciones muy antiguas y sentimientos religiosos, pero les recuerda que el verdadero fuego arde en nuestro interior y que no se mantiene con objetos materiales sino por medio de la meditación. Son muy frecuentes en las escrituras ejemplos como éstos, en los que se ve la capacidad del Buda para utilizar en su Enseñanza prácticas tradicionales indias. Aunque El negó definitivamente que la mortificación fuera un medio de alcanzar la Iluminación, permitió a los miembros de su Orden trece prácticas ascéticas, llamadas dhutangas, de entre los cientos de ellas que había. No lo hizo porque las considerara necesarias sino porque gozaban de cierta popularidad y no eran, de todas formas, realmente dañinas. Este espíritu de adaptación y asimilación fue una de las razones por las que el budismo se extendió con tanta rapidez y facilidad, sin encontrar gran oposición entre razas y pueblos cuyas tradiciones y ámbitos culturales eran muy distintos a los de la India. El Dharma es el Medio para lograr la Iluminación. Por eso fue capaz de asumir miles de formas, manteniéndose, a la par, inmutable en su esencia. El budismo, siempre con este criterio, y tanto en la India como en otros países, no sólo fue capaz de rechazar firmemente creencias, costumbres y observancias que dificultaban la vida espiritual, sino que también fue libre de aceptar aquellas que contribuían a seguirla, fuese cual fuese su origen. La imagen con la que he tratado de ilustrar la relación entre el budismo y las enseñanzas que le eran contemporáneas puede ahora sernos aún de más utilidad. En la tierra de la maceta no sólo hay elementos nutritivos sino que también piedrecillas y fragmentos de cerámica. Entre las doctrinas existentes en el Noreste de la India durante la vida del Buda, había algunas que podían proporcionar materiales que pudieran contribuir al crecimiento y desarrollo de la semilla del Dharma, y otras que no podían proporcionarlos. Las primeras fueron utilizadas, si bien no fueron incorporadas a la Enseñanza del Buda si no más bien reconocidas como parte integral de ella. Las segundas fueron simplemente desechadas. No obstante, hemos de recordar, sobre todo, que, independientemente del papel que tuvo el contenido de la maceta, la semilla de la que creció el poderoso árbol del Dharma provenía de fuera de la maceta, no de dentro. Si no captamos esta idea, nos será imposible comprender la concepción tradicional del Buda y de su Enseñanza. VIII. El Nirvana es inefable Una vez vistos el entorno cósmico del logro del Buda y su significado—las relaciones externas, por así decirlo -, es necesario dirigir la atención a lo que podríamos llamar la dimensión interna. ¿Cuál es la naturaleza del Nirvana? Admitiendo que el Buda logró dicho estado (una premisa que no depende necesariamente de si se acepta, o no, el punto de vista tradicional respecto al lugar que ocupa su logro en la historia), ésta es la cuestión que nos confronta ahora. Con esta pregunta comenzamos la transición desde el contexto mundano a la idea transcendental. Empezamos a oír, aunque desde muy lejos, el sonido sordo del latido del corazón del budismo. Al principio de nuestra investigación nos confronta lo que a primera vista parece ser un obstáculo insuperable. El budismo, igual que otras enseñanzas del tipo que se describe vagamente como “místicas”, declara solemnemente que la Experiencia más Remota está más allá del alcance de la palabra, ya que ésta no puede describirla. De hecho, esa Experiencia tampoco puede ser pensada, porque la condición principal para alcanzarla es el cese de las construcciones del pensamiento, incluyendo la distinción entre el ego y el no ego—la distinción fundamental para la existencia del mundo fenoménico. La inefabilidad de la Verdad (una palabra bastante sosa para nuestro objetivo) así como la del Tathagata, el que ha alcanzado la Verdad, han sido temas sobre los cuales se ha extendido mucho la literatura budista de todas las escuelas, lo cual podría parecer al profano un tanto inapropiado. En uno de los texto antiguos, el Buda dice: “Porque el Tathagata, aun cuando está presente, es incomprensible, es inepto decir de El—la Persona más Remota, la Persona Superna, Aquel que ha alcanzado lo Superno—que después de morir existe, o que ya no existe, o que a la vez existe y no existe, o que ni existe ni no existe. (Samyutta-Nikãya, III 118. Traducción de Horner) La condición del Iluminado después de la muerte del cuerpo físico parece haber sido una cuestión que preocupó profundamente a los contemporáneos del Buda. El Buda, sin embargo, declaró que era una de las “cuestiones indeterminadas” (avyãkrtavastuni), es decir, cuestión a la que no puede responderse con forma alguna de predicado lógico. La condición del Tathagata después de la muerte es incomprensible porque incluso durante su vida su condición no puede ser desentrañada por el intelecto. A El, como a las aguas del océano o a la infinita expansión del cielo, no se le puede medir. La respuesta que el Maestro dio a Upasiva, que le había preguntado si alguien que hubiera alcanzado la meta no existía, o si bien gozaba del éxtasis perpetuo, deja bastante claro que esta incomprensibilidad no sólo atañe al Buda, en el sentido tradicional de la palabra, sino también a cualquier otro que haya realizado la Verdad. También se nos da en ese pasaje la razón por la que no se puede afirmar o negar nada respecto al Iluminado: No hay medida del hombre que valga para la meta, por la que se pueda decir tal es su medida, o ésa no es; cuando se eliminan todas las condiciones, todas las formas de definir son eliminadas. (Sutta-Nipata, 1076 Traducción. de E.M. Hare) El traductor lo expresa lacónicamente en las dos últimas líneas de la estrofa: Las palabras no pueden describir lo no condicionado. Esto mismo es reiterado por los textos sánscritos de la escuelas del Mahayana, que generalmente son muy posteriores a las escrituras en pali de las cuales hemos hecho citas. El Dr. Nalinaksha Dutt nos asegura que, tanto en los trabajos mahayánicos como en los hinayánicos, el primero de los ocho puntos en que concuerdan las múltiples concepciones de este estado supremo es que el Nirvana es inexplicable (nisprapañca)18. Sin embargo, tuvo lugar un cambio de énfasis durante los siglos que pasaron entre la recopilación del Canon Pali y la composición de los sutras en sánscrito, los cuales representan el desarrollo completo de la doctrina del Mahayana. Ya no se trataba sólo de la inexplicabilidad del Nirvana, ni aun de la del Hombre Iluminado. Lo que se afirmaba entonces era la indefinibilidad de la naturaleza real de las cosas, declarándola uniformemente idéntica a la vacuidad (sunyatã), así como lo elusivo (término aptamente empleado por Conze) de la 18 Aspects of Mahayana Buddhism in Its Relation to Hinayana. p.155 Sabiduría Perfecta (prajñãparamitã), la “facultad” u “órgano” que percibe la naturaleza real de las cosas. Este desenlace fue algo natural, incluso inevitable. Los Mahayanistas, haciendo explícitas las implicaciones de las concepciones budistas de la Realidad que les habían llegado, hicieron posible la extensión del principio de indefinibilidad. Así éste pasó de la esfera de lo transcendental a la esfera de lo mundano, las cuales habían sido ya declaradas idénticas, o al menos “no diferentes”. Lo que hasta entonces se había aplicado a un número de casos estrictamente limitado pasaba a ser ley universal. La inexpresibilidad ya no era la característica especial del Nirvana. Todos los dharmas (cosas o fenómenos en general), en su naturaleza esencial, son inconcebibles e indefinibles y, por lo tanto, Nirvana, los Budas, los Bodhisattvas y cualquier otra cosa que se nombrara, siendo dharmas serían también inconcebibles e indefinibles. Entre los numerosos textos que existen sobre el tema de la Sabiduría Perfecta, uno de los más antiguos y autorizados contiene el siguiente diálogo entre el Buda y su discípulo Subhuti: “Subhuti: Es maravilloso ver como el Tathagata ha demostrado la verdadera naturaleza de todos estos dharmas y, aun así, no se puede hablar propiamente de la verdadera naturaleza de todos estos dharmas (en el sentido de asignarles atributos como si fueran entidades reales y separadas). Tal y como entiendo el significado de la enseñanza del Tathagata, ¿Es que ni aun de la totalidad de los dharmas se puede realmente hablar ? El Señor: Así es, pues no se puede expresar la vacuidad de todos los dharmas con palabras”. (Ashtasahãsrikã, XVIII. 348. Traducción de Conze) Lo elusivo de la Sabiduría Perfecta es cantado por Rahulabhadra, escritor del siglo tercero, en los siguientes versos: Los Salvadores del mundo, por misericordia, para que los hombres comprendan, observando la costumbre, hablan de Ti. Aun así, de Ti no pueden hablar. ¿Quien puede aquí elogiarte Si careces de señales y facciones? A Ti que transciendes la gama de las hablas, no soportándote en nada. (Prajñãparamitãstotra, vv 18, 19. Traducción de Conze) En la gran obra ya citada, hay otro diálogo entre el Buda y Subhuti, que aunque quizá sea más prosaico, desde el punto de vista filosófico resulta aún más impresionante. Las profundas preguntas hechas por el discípulo al Maestro y sus aún más profundas respuestas son por su solemnidad casi litúrgicas. Profundidad respondiendo a profundidad, desde los abismos de la realización insondable al pensamiento. “Subhuti: Profunda es la esencial naturaleza original de los dharmas. El Señor: Por su aislamiento. Subhuti: Profunda es la naturaleza esencial de la perfección de la sabiduría. El Señor: Porque su esencia natural es pura y está aislada. Subhuti: Aislada, en su esencia natural, está la sabiduría perfecta. ¡Rindo homenaje a la perfección de la sabiduría! El Señor: Todos los dharmas están también en su naturaleza esencial aislados. Y el aislamiento de la naturaleza esencial de todos los dharmas es idéntico a la perfección de la sabiduría. Puesto que el Tathagata sabe que los dharmas no están hechos. Subhuti: Por lo tanto ¿Todos los dharmas se caracterizan por no haber sido conocidos completamente por el Tathagata? El Señor: Es precisamente por su naturaleza esencial que esos dharmas no son cosa alguna. Su naturaleza es no naturaleza, y su no naturaleza su naturaleza. Porque todos los dharmas tienen una sola marca: la no marca. Es por esta razón que todos los dharmas tienen la característica de no haber sido conocidos completamente por el Tathagata. Puesto que no tienen dos naturalezas los dharmas, sino que es una sola naturaleza la de todos los dharmas. Y la naturaleza de todos los dharmas es no naturaleza, y su no naturaleza es su naturaleza. Es así que se abandonan todos los puntos de apego. Subhuti: ¡Profunda, oh Señor! es la perfección de la sabiduría. El Señor: Una profundidad tal y como la del espacio. Subhuti: ¡Difícil de entender, oh Señor, es la perfección de la sabiduría! El Señor: Porque nada es completamente conocido por el iluminado. Subhuti: ¡Inconcebible, oh Señor, es la perfección de la sabiduría! El Señor: Porque la perfección de la sabiduría no es algo que el pensamiento deba de saber, o algo a lo que el pensamiento tenga acceso. (Ashtãsahãsrikã, VIII. 192. Traducción de Conze) Esta enseñanza profundamente esotérica ha dado lugar a un dicho popular muy corriente entre los budistas del Mahayana en la China y el Japón. Este dice que desde el día de su Iluminación hasta el día de su Fallecimiento, el Buda no pronunció ni una sola palabra. Según todas las escuelas budistas, al Nirvana no se le puede asignar predicado alguno. Además, como el texto que trata de la Sabiduría Perfecta concluye, tampoco puede asignársele a la naturaleza esencial de los dharmas. Por consiguiente, se estableció como mejor medio de indicar la meta de la vida “religiosa”, el medio que en Occidente es llamado vía negativa o método de la negación. No se trató de describir el Nirvana en términos de lo que era sino en términos de lo que no era. Los conceptos afirmativos se derivan, por supuesto, de nuestra experiencia del mundo fenoménico. La premisa de que no hay nada afirmativo que se pueda atribuir al Nirvana fue seguida lógicamente, o al menos psicológicamente, por la conclusión de que era un estado de existencia o tipo de experiencia austeramente alejado del contacto contaminador de lo mundano. Esta concepción exclusivamente transcendental (lokuttara) del Nirvana, llevó a ciertas escuelas budistas tempranas a un énfasis desequilibrado de los aspectos meramente negativos de la vida espiritual, así como a una insistencia exagerada y dañina en “lo del otro mundo”. Volveré a este tema, en el próximo capítulo, al tratar de algunos de los factores importantes en el surgimiento del Mahayana. Por lo menos en las escrituras en pali, el Buda y sus discípulos más inmediatos, parecen haberse interesado más en el trazado del Camino que en la descripción de la meta. Aun así, contrariamente a lo que se ha dicho a veces, no es cierto que cuando le preguntaban al Buda sobre la naturaleza del Nirvana permaneciera invariablemente en silencio. No resultarán muy numerosos los textos que traten de este tema cuando se comparen con los que tratan de otros. Pero aun así, son mucho más corrientes de lo que por lo general se supone y, sin duda, hay suficientes para darnos información sobre lo que los límites del lenguaje nos obliga a denominar la concepción que el Buda tenía del Nirvana. En un texto muy conocido y con frecuencia citado, el Bienaventurado declara: “-Hay, monjes, un estado en el que no hay ni tierra, ni agua, ni fuego, ni viento, ni el estado de la infinidad del espacio, ni el estado de la infinidad de la consciencia, ni el estado de ni la consciencia ni la no consciencia; ni este mundo ni otro, ni sol ni luna. Allí, monjes, Yo os digo, no hay ni el ir ni el venir; ni el permanecer ni el pasar, ni el surgir. Sin apoyo, sin continuidad, sin bases, es. Eso es verdaderamente el final del sufrimiento. Hay, monjes, lo que no es nacido, lo que no es devenido, lo no hecho, lo no compuesto. Si no hubiera, monjes, lo que es no nacido, lo que no es devenido, lo no hecho, lo no compuesto, no habría aquí una evasión de lo nacido, de lo devenido, de lo hecho, de lo compuesto. Pero porque hay lo que es no nacido, lo que no es devenido, lo no hecho, lo no compuesto, hay, por lo tanto, evasión de lo nacido, de lo devenido, de lo hecho, de lo compuesto”. (Udana, VIII. 1 y 3. Traducción de Thomas) Incluso a falta de otros textos, la segunda parte de lo citado constituye evidencia suficiente para ver que el Nirvana, al ser la base de la posibilidad de la emancipación de la existencia fenoménica, puede ser descrito en términos espiritualmente positivos, en el sentido de ser la meta definitiva de la vida religiosa. Si bien es también cierto que el Nirvana es conceptualmente un estado negativo, en el sentido de que no se le puede atribuir nada. En un diálogo del SamyuttaNikãya, Sariputta—el cual es considerado por la tradición como aquel que desarrolló los aspectos más analíticos de la Enseñanza del Buda—si no fuese por declaraciones explícitas de lo contrario, daría la impresión de acercarse peligrosamente a la sugerencia de que las negaciones agotan el contenido del Nirvana. “Un eremita errante, de esos que se alimentan de manzanas rosadas, le dijo así al venerable Sariputra: -Reverendo Sariputra, se dice: Nirvana, Nirvana. Ahora bien, su reverencia, ¿Qué es el Nirvana? -Su reverencia, a todo lo que sea la extinción de las pasiones, de la aversión y de la confusión, a eso se le llama Nirvana”. (Samyutta-Nikãya, IV. 251. Traducción de Horner) Antes de pasar a los textos de este tema en la tradición mahayánica, mencionaré algunos más de los sinónimos del Nirvana más negativos y transcendentales, y que provienen de trabajos académicos sobre el pali realizados recientemente. A la meta del Budismo se le da los siguientes nombres: lo Ininterrumpido (accanta), Aquello que no Crea (akata), lo Infinito (ananta), lo Inextinguible (apalokita), la Cesación del Sufrimiento (dukkha-kkhaya), la Liberación del Anhelo (anãsa), lo No-Compuesto (asankhata), la Otra Orilla (para), el Más Allá (pãra), la Salvación (mokkha), la Extinción (nirodha), lo Indiscernible (anidassana), lo No-Oprimido (aryãpajja), lo Absoluto (kevala), lo No Puesto en Peligro (anitika), lo No-Ligado (anãlaya), lo Inmortal (accuta), la Libertad (vimutta), La Liberación (vimutti), la Salvación Final (apavagga), lo Desapasionado (virãga), la Quietud (santi), la Pureza (visuddhi) y el Alivio (nibbuta). Las negaciones en las escrituras del Mahayana, que en la mayoría de los casos están respaldadas por varios siglos de tradición budista, son, naturalmente, mucho más sistemáticas, elaboradas y prolijas que las de las obras más tempranas en pali. Sin embargo, e igual que en el caso de la indefinibilidad del Nirvana, tuvo lugar un cambio de interés. Ya no era el Nirvana el objeto de la negación, sino los dharmas en general y la Sabiduría Perfecta en particular. La colección de textos sánscritos de la Prajñaparamita, además de contener las escrituras característicamente mahayánicas más antiguas, es, por muchas razones, el corazón del budismo mahayánico. Y el corazón de la literatura de la Prajñaparmita es el Hrdaya Sutra, una versión resumida que data del siglo cuarto de nuestra era y que Conze describe como “uno de los testimonios espirituales más refinados y profundos del genero humano”19. A pesar de que sólo tiene dos páginas, es demasiado largo para que se incluya aquí entero. Por lo tanto, citaré sólo la negación que nos concierne por ahora. Dirigiéndose a Sariputra (lo cual es significativo) el Bodhisattva Avalokita dice: “-Aquí, oh Sariputra, todos los dharmas se caracterizan por la vacuidad, no son ni producidos ni cesados; no son ni impuros ni inmaculados; no son ni deficientes ni completos. Por lo tanto, oh Sariputra, donde hay vacuidad no hay ni forma, ni sensación, ni percepción, ni impulso, ni consciencia; no hay ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente; no hay forma, ni sonido, ni olor, ni sabor, ni lo táctil, ni el objeto de la mente; ni el elemento del órgano de la vista, y así sucesivamente hasta llegar a: no hay elemento de la consciencia de la mente; no hay ni ignorancia ni extinción de la ignorancia, y así sucesivamente hasta que llegamos a no hay ni decrepitud ni muerte, ni la extinción de la decrepitud y de la muerte; no hay sufrimiento, ni origen, ni cesación, ni camino; no hay ni cognición, ni logro ni no logro.” (Prajñãpãramitãhrdaya, Traducción de Conze). La siguiente serie de negaciones dirigidas a la Sabiduría Perfecta proviene del Saptasatikã. En esta obra aparece el Bodhisattva Manjusri, a quien se asocia especialmente con la Prajñaparmita, y en su iconografía es representado llevando en la mano izquierda una flor de loto sobre la que hay posado un ejemplar de este sutra. El Bodhisattva interpela así al Buda: 19 E. Conze, Buddhist Texts Through the Ages. p.74 “-¿Cómo es que se puede hablar de las cualidades y ventajas de una sabiduría perfecta que es incapaz de hacer cosa alguna, que ni crea ni destruye nada, ni acepta ni rechaza dharma alguno, es impotente en la acción y en nada se ocupa, si su naturaleza no puede ser conocida, si su naturaleza no puede ser vista, si no otorga dharma alguno, no obstruye dharma alguno, si trae consigo la inseparabilidad de los dharmas, no ensalza la unidad de todos los dharmas, no efectúa lo separado de todos los dharmas, si no es algo hecho, ni por hacer, ni pasado; si no destruye cosa alguna, si no es lo que otorga los dharmas de la gente corriente, ni los dharmas de los Arhates, ni los dharmas de los Budas Pratyekas, ni los dharmas de los Bodhisattvas, ni aun de los dharmas de un Buda, y no se los lleva; si no se afana en el nacimiento y la muerte, si no deja de afanarse en el Nirvana, ni otorga ni destruye los dharmas a un Buda, si es impensable e inconcebible, no es algo a hacer, o a deshacer; si ni produce ni cesa dharma alguno, ni los aniquila ni los hace eternos, si no causa ni el venir ni el ir, ni trae apego ni desapego, tampoco dualidad o no dualidad, y si, finalmente, no existe?” (Sapatasatikã, 326. Traducción de Conze) El Buda en su respuesta dice que Mañjusri ha descrito correctamente las cualidades de la sabiduría perfecta, y declara que ha de entrenarse en la manera del no entrenamiento. Tan radicales como estas son las negaciones de otra obra de la misma colección. El Bienaventurado dice: “-La perfección de la sabiduría no ha de contemplarse desde la dualidad o la no dualidad; ni por un signo ni por la ausencia de signo; ni por el otorgar ni por la retracción; ni por la substracción de algo ni por la adición de algo; ni por lo corrupto ni por lo incorrupto; ni por la purificación, ni por la no purificación; ni por el abandono ni por el no abandono; ni aferrándose a una postura ni no aferrándose a una postura; ni por la unión ni por la desunión; ni por la conexión ni por la no conexión; ni por una condición ni por una no condición; ni desde dharma ni desde no dharma; ni desde la Talidad ni desde no Talidad; ni desde el límite de la realidad ni desde el no límite de la realidad”. (Kausika,I. Traducción de Conze) Más lacónico, pero no menos enfático que los dos pasajes citados, es un texto del Surangamã Sutra. Como en las escrituras budistas más antiguas, el objeto de la negación conceptual es el Nirvana: “La comprensión que tiene lugar como resultado de la percepción no implica un conocimiento de la realidad (de la cosa percibida). Lo que percibes sin percibir, eso es el Nirvana, también llamado la salvación”. Aquí la negación se convierte en paradoja, que, como veremos en el capítulo segundo, era el método de enfoque de la Realidad que cultivaron sistemáticamente algunas de las escuelas del Mahayana. Pero por ahora lo que nos concierne son ciertas consecuencias del método de la negación rotunda. IX. La acusación de nihilismo Se ha de admitir que esas consecuencias no fueron siempre satisfactorias. Por muy natural que les pareciera a los budistas la vía negativa y por muy grande que fuese la ayuda espiritual que en ella encontrasen, para sus oponentes, e incluso para los menos desarrollados de entre ellos mismos, fue un impedimento sin final así como un arma ofensiva. Distinguir eficazmente entre los pensamientos y las cosas, entre los conceptos que meramente indican realidades y las realidades mismas, es un arte que pertenece a un estado de disciplina filosófica y cultivo espiritual sumamente avanzados. Este estado no fue alcanzado por todos los contemporáneos del Buda, y después de su muerte parece que se volvió aún más difícil de alcanzar; no sólo para los seguidores de escuelas de pensamiento que no eran budistas sino también para ciertas secciones de los discípulos del Buda. Que el Nirvana, o el Ser Iluminado, o la naturaleza esencial de los dharmas, estuviese más allá del alcance de cualquier atributo, que no fuera nada que palabra alguna en la lengua que fuese pudiera denotar, fue razón suficiente para que ciertos críticos, que no comprendían, erróneamente identificaran una declaración de nihilismo. Estos críticos, pasándose por alto que se habían rechazado los términos negativos tanto como los positivos, mantuvieron que el Nirvana era un estado de aniquilación absoluta y que alguien que hubiese alcanzado el Nirvana ya no existía en sentido alguno. Como vimos en el pasaje citado en la sección anterior, la rotundidad con que se expresa Sariputra no da ninguna indicación de un estado positivo, si no conceptual al menos espiritual, que pudiera haber tras su negación triple. Manjusri nos dice explícitamente que la Sabiduría Perfecta no existe. Se puede ver, pues, en estos dos ejemplos el tipo de textos que habrían sido fácilmente mal interpretados por aquellos que no eran ni lo suficientemente agudos en lo intelectual ni estaban lo suficientemente desarrollados espiritualmente. Pero de hecho, tanto los textos en pali como los sánscritos no dejan de indicar que tras todas las negaciones (incluyendo la negación de la negación misma) hay un residuo positivo de naturaleza espiritual. El “eremita errante que se alimentaba de manzanas rosadas” recibe, tras su pregunta sobre la naturaleza del Nirvana, una repuesta aparentemente bastante negativa. No obstante, él le pregunta, a continuación, a Sariputra si hay “un camino para la realización del Nirvana”. Sariputra le responde que lo hay y que es el Camino Óctuple Noble, cuyas fases procede a enumerar. Por lo tanto, para Sariputra el Nirvana era, evidentemente, la meta de la vida religiosa y no era, en absoluto, un estado de ausencia total de existencia espiritual, además de la ausencia total de lo conceptual. Similarmente el Buda, después de oír la asombrosa serie de negaciones expresadas por Manjusri, simplemente acepta su descripción de la Sabiduría Perfecta con el siguiente comentario: “-Pero aun así un Bodhisattva debe adiestrarse justamente en esta perfección de la sabiduría en la manera del no adiestramiento, si es que quiere adiestrarse en ella y lograr esa concentración del Bodhisattva que le permite ver a todos los Budas, los Señores; si quiere ver sus Regiones de Influencia, y saber sus nombres, y si quiere perfeccionar la adoración suprema a esos Budas y Señores, y firmemente creer en su demostración del Dharma y desentrañarla.” La meta de la carrera del Bodhisattva está aquí muy lejos de ser un estado de no existencia. Pero a pesar de que la descripción del Buda sea muy concreta, sería un error asumir que es por consiguiente un estado positivo en el sentido conceptual del término. Manjusri ha mostrado ya que la Sabiduría Perfecta está libre de cualquier determinación, ambas afirmativas o negativas, y la respuesta del Buda no es simplemente un retroceso al uso conceptual de los términos que acaban de ser repudiados categóricamente. En este pasaje, como ocurre con frecuencia en los Sutras del Mahayana, nos encontramos en un mundo puramente espiritual que transciende al pensamiento y a la palabra. Las palabras no se usan conceptualmente sino simbólicamente, y las verdades que expresan no son las verdades científicas del intelecto sino las verdades poéticas de la imaginación. Estamos en el reino de lo espiritualmente positivo, un mundo de intensos colores y destellos de luz. Estas afirmaciones puramente simbólicas, en vez de las meramente lógicas, fueron, no obstante, una característica de las producciones literarias de una forma de budismo más desarrollada que la que encontramos en los textos comparativamente más antiguos del Canon Pali. Si bien en estos últimos no hay una ausencia total de descripciones claramente simbólicas y positivas, tanto del Nirvana como del estado del Hombre Iluminado. Como veremos un poco más adelante sí que las hay, y se dan con cierta frecuencia, aunque nunca se expanden, como en los Sutras del Mahayana, a mitología elaborada, ni son adornadas con todo artificio retórico posible: se encuentran casi siempre en la forma de metáfora condensada o en un solo epíteto. Además, en las discusiones doctrinales de las cuales parece haber salido originalmente la acusación de nihilismo, el Buda parece haber preferido definitivamente el método de determinación negativo—si es que se puede llamar propiamente negativo a lo que niega la negación. Por estas dos razones, la acusación de nihilismo podría serle imputada a El con aparente justicia y, aunque haya sido siempre rechazada tenazmente, sigue produciéndose a lo largo de los siglos. En efecto, en la India esta mala interpretación (sin duda agravada a propósito por la hostilidad brahmánica) persiste, y que el budismo enseña nihilismo es una creencia muy extendida entre los indios. Ejemplos de esta mala interpretación se dan, y me limito solamente a dos casos, no sólo en los comentarios de Sankara sino también en obras más recientes como las de Sri Aurobindo; y ambos fueron hombres de gran inteligencia que debían haber evitado caer en ese error. Pero es una mala interpretación de persistencia tenaz. En Europa también florece, aunque quizá con menos vigor que en su tierra nativa. Su progreso ha sido refrenado y, puesto que sus mayores defensores murieron hace ya tiempo, limitaremos nuestra atención, de momento, a la forma en que se arraigo en su principio sobre el suelo indio. La palabra pali para nihilismo es ucchedaditthi, que significa creencia (o punto de vista) en que el alma o principio de la vida es aniquilado después de la muerte. Durante la época del Buda esta creencia existía en dos formas, una era la doctrina enseñada por Pakudha, Ajita Kesa-Kambalin y otros, y la otra era la doctrina atribuida al Buda por sus enemigos y, al menos en un caso, también atribuida a El por los más obtusos de sus propios discípulos. Según Ajita, el principio vital (jiva) es lo mismo que el cuerpo (sarira). Con la muerte tanto el hombre juicioso como el necio son “talados” (significado literal de la raíz verbal de la palabra ucchedaditthi) y destruidos. El Buda rechazó esta creencia falsa, censurándola de forma muy categórica, al enseñar la doctrina del Camino Medio que evita los dos extremos, el nihilismo (ucchedaditthi) y el eternalismo (sassataditthi). De ese modo mostró su descubrimiento propio y distintivo, la Co-Producción Condicionada (paticca-samuppãda) de todo fenómeno. Este descubrimiento, como veremos más adelante, es la esencia misma de su Iluminación. El segundo tipo de ucchedaditthi, la doctrina de aniquilación erróneamente atribuida al Buda, mantiene que un Tathagata, o persona liberada, después de la muerte deja de existir. Como ya vimos en la sección anterior, la condición de un Iluminado fue declarada inconcebible incluso durante su vida. Después de la disolución de su cuerpo físico, aplicarle el término existente o el no existente, o ambos a la vez, o sus opuestos, resultaría en una de las cuatro cuestiones indeterminadas (avyakrtavastuni) que no han de ser respondidas. Aunque la idea de que después de la muerte el Tathagata deja de existir fue inequívocamente rechazada, tanto algunos discípulos como los que no lo eran insistieron a veces en deducir de la postura del Buda conclusiones completamente nihilistas. Se nos cuenta que el monje Yamaka, por ejemplo, se había formado una idea tan mala de la enseñanza que pensaba que la doctrina del Maestro decía que “un monje en que los ãsavas son destruidos, al llegar la disolución de su cuerpo es talado y destruido, dejando de existir tras su muerte”. Sariputra le reprende por tener una idea falsa sobre la enseñanza del Buda y ataca su argumento haciéndole admitir que el estado de un Tathagata, o persona liberada, no es ni idéntico ni diferente al agregado del cuerpo, ni al de la sensación, ni al de la percepción, ni al de las formaciones del karma, ni al de la consciencia, tanto individualmente como colectivamente, y que “no puede ser comprendido en verdad y realidad” ni aun cuando está vivo 20. Yamaka, concediendo que la condición del Tathagata durante su vida es inconcebible, se ve sin otra alternativa que admitir que es igualmente inconcebible después de la muerte, y que los atributos negativos son tan inapropiados como los afirmativos. Otro caso similar es el de Vacchagotta, un asceta errante, que fue a ver al Buda para preguntarle si el universo era eterno, o si era finito; si el principio vital era idéntico al cuerpo y, finalmente, si el Tathagata existía después de la muerte. Además el diligente asceta, no dejando atrás las otras dos formas de predicado en la lógica india, la que es a la par afirmativa y negativa y la que es a la par ni afirmativa ni negativa, parece sentirse impaciente por llegar al fondo de estas cuestiones y solucionarlas de una vez y para siempre. Pero el Buda se niega a contestarlas, por lo cual Vacchagotta 20 Samyutta Nikãya, III. 110 le pregunta qué ve en esas opiniones ya que las evita totalmente. La respuesta que recibe es en principio pragmática. El Buda menciona cada una de las doctrinas en cuestión y después las califica de “opiniones; una fronda de opiniones, agreste, selvática, un enredo, un impedimento de opiniones, lleno de dolor, contrariedad, problemas y aflicción”, y declara, además que “no llevan al rechazo, ni a la ausencia de las pasiones, ni a la cesación, ni a la tranquilidad, ni al sumo conocimiento, ni a la iluminación, ni al Nirvana”. Una vez agotadas todas las opiniones posibles con respecto a los cuatro problemas que le ha presentado al Buda, a Vacchagotta no le queda otro recurso que preguntar al Buda si El mantiene alguna opinión. La respuesta que recibe es una negación enfática y un resumen muy breve de la Doctrina: “El Tathagata ha visto el cuerpo, la sensación, la percepción, las formaciones del karma y la consciencia; ha visto también su origen y su desaparición. Una persona liberada está liberada por el abandono completo de toda inclinación confusa e imaginaria a la presunción de un ego o cosa cualquiera que pertenezca a un ego”. Vacchagotta rápidamente hace otra pregunta: ¿Adónde se reencarna el monje que se ha liberado así? Pero el Buda le responde que no hace al caso decir que ese monje se reencarna. Tampoco hace al caso decir que no se reencarna, o que a la par se reencarna y no se reencarna, o que a la par ni se reencarna ni no se reencarna. Vacchagotta, con esta respuesta se desespera y admite que está completamente confundido y que ha perdido totalmente la fe que tenía en el Buda por lo que El le había dicho antes. El Buda entonces con solemnidad profiere una advertencia que puede parecer severa, incluso dura, a aquellos que imaginan que el Dharma puede ser comprendido sin dificultad por quienes no han tomado refugio efectivo en el Buda, el Dharma y la Sangha, quienes ni creen ni tratan de practicar la Enseñanza. Es una advertencia que deberían de tener siempre presente: “-Profunda es la doctrina, Vaccha, difícil de ver, difícil de comprender, es buena, excelente, está más allá de la esfera de la razón, es sutil, para ser comprendida sólo por el juicioso. Para ti que mantienes otras opiniones, otras inclinaciones, otros gustos, otro adiestramiento y otro maestro, es difícil de comprender”. Finalmente, después de ser interrogado por el Buda, que ilustra su postura por medio de la comparación con el fuego que cuando consume su combustible no puede decirse que se haya ido a ningún sitio, Vacchagotta entiende la verdad en cuestión. Finalmente se da cuenta de que, como dice el Buda: “-Una persona liberada,... liberada de lo que es llamado cuerpo,...es profunda, no es susceptible de ser medida, difícil de desentrañar es su condición, es como un gran océano. No hace al caso decir que se reencarna; o que no se reencarna, o que se reencarna y no se reencarna, o que ni se reencarna ni no se reencarna”21 De nuevo son rechazadas decisivamente todas las formas posibles de predicados afirmativos y negativos. Esta vez, sin embargo, Vacchagotta, al haberse desprendido de sus opiniones falsas, en vez de verse confundido se siente como un gran árbol que hubiese mudado sus hojas y ramas viejas, su madera podrida, “alzándose con la pureza de su fuerza”. Pensar que tras la disolución del cuerpo la persona liberada no se reencarna es una de las opiniones falsas que el Buda rechaza. Por lo tanto, es lamentable que exposiciones modernas del budismo theravada se desvíen frecuentemente del Camino Medio, inclinándose hacia lo postura nihilista según la cual tras la disolución del cuerpo físico aquel que ha obtenido el Nirvana no vuelve a renacer. Esta idea se encuentra en esa forma de budismo que dice basarse en los mismísimos textos en pali que he citado y que, además, se considera a sí misma como la que representa la pureza absoluta y exclusiva de la doctrina. Incluso eruditos tan escrupulosos y concienzudos como Nyanatiloka Maha Thera parecen haber caído en esta opinión falsa sin haberse dado cuenta de ello. En publicaciones recientes él escribe que el Nirvana es “la absoluta y definitiva liberación de 21 Early Buddhist Scriptures, p.196 reencarnaciones futuras”22. Ejemplos de esta leve, pero definitiva, tendencia a la interpretación nihilista del Nirvana podrían multiplicarse fácilmente por medio de manuales populares, panfletos, revistas y artículos de escritores theravadines. Estas exposiciones erróneas del Dharma, sin duda, han de ser incluidas entre las causas que hacen que siga existiendo esa interpretación equívoca según la cual el budismo es nihilismo. Viendo que dicha tendencia sigue activa hoy en día en círculos del Hinayana, no nos es difícil reconstruir las circunstancias que desembocaron en el surgimiento del budismo del Mahayana, que, desde cierto punto de vista, fue una protesta contra la actitud crecientemente negativa de los hinayanistas y una tentativa de captar de nuevo el espíritu de la Enseñanza Original. El Buda era ya consciente siete semanas después de su Iluminación de que su Enseñanza era difícil de comprender y susceptible a la interpretación errónea. De ahí que se mostrara indeciso a revelar a una generación ilusa y poseída por las pasiones la Verdad que El había perfeccionado totalmente. Mucho después y con motivo de la herejía de Arittha (el cual había mal interpretado la enseñanza del Maestro sobre los peligros de los deseos ansiosos y la realidad de los “impedimentos” en sí) el Buda declaró que el Dharma era difícil de asir correctamente y peligroso al asirlo incorrectamente, igual que una serpiente venenosa acuática.23 Las concepciones falsas que florecieron entre quienes le criticaban eran, ciertamente, tan conocidas por el Buda como las que a veces consideraban sus propios discípulos y, en más de una ocasión, declaró que la acusación de nihilismo no tenía ningún fundamento. Si bien El entendía como había surgido, y en un importante pasaje conecta explícitamente la acusación de que El era predicador de la doctrina de la aniquilación con su enseñanza sobre la naturaleza de la persona liberada: “-Un monje cuya mente ha sido liberada así, ni siquiera puede ser seguido ni encontrado por los dioses, incluyendo a 22 23 Buddhist Dictionary, p.93 Majjhima Nikãya, I. 132 Indra, a Brahma y a Prajapati, de forma que pudieran decir: ahí está la consciencia de la persona liberada. ¿Por qué? Incluso en esta vida misma, monjes, Yo os digo que la persona liberada no puede ser completamente conocida. Aunque digo esto y predico esto, ciertos ascetas y brahmanes me acusan equivocadamente, sin razón, falsamente e infundadamente, diciendo: ‘el asceta Gotama es nihilista, predica la aniquilación, la destrucción, la no existencia del ser existente’. Eso es lo que Yo no soy y lo que no afirmo. Tanto antes como ahora predico el sufrimiento y la cesación del sufrimiento. “ (Majjhima-Nikãya, I. 135. Traducción de Thomas). El Buda insistió en que las cuestiones indeterminadas debían permanecer indeterminadas y así lo fue siempre cuando sus discípulos eran fieles al espíritu de su Enseñanza. Sin embargo sería cometer un grave error, cosa que ya se ha hecho, si se concluyese por eso que su postura fue agnóstica, o que ciertas cuestiones no fueron respondidas por ignorancia. El Buda no dijo nunca que El poseyera omnisciencia, la consciencia de todos los objetos posibles al conocimiento. De hecho para El la atribución de dicho poder no era más que difamación. Lo que sí dijo poseer fue el Triple Conocimiento: (a) el recuerdo de incontables vidas pasadas, tan lejanas como El desease; (b) el poder de ver con su ojo divino a seres morir y renacer en concordancia con sus karmas; y (c) la certeza de que por la destrucción del ãsava del deseo de los placeres sensuales, el ãsava del deseo de la existencia y el ãsava de la ignorancia, El por Sí mismo había alcanzado y realizado la liberación de la mente y la sabiduría en esta vida, y que moraba en ellas desde su realización24. Según los textos del Canon Pali, el Buda se negó a responder las cuestiones indeterminadas por dos razones. Una era que la vida de la santidad no dependía de lo verdadero o falso de las cuatro proposiciones; la otra era que las cuestiones trataban de asuntos que no eran susceptibles al tratamiento lógico. Algunos escritores, creyendo que esas dos razones son contradictorias, han intentado hacer la distinción entre, de un lado, la postura según la cual las cuestiones 24 Majjhima Nikãya, I. 482 indeterminadas no deben ser respondidas, y, del otro, la postura según la cual no pueden ser respondidas. Además creen que la segunda postura representa la primera transformada, más tarde, en dogma. Pero de hecho la distinción es sólo aparente y no puede ser verdaderamente mantenida. La vida de la santidad no depende de establecer ninguna de las dieciséis posibilidades comprendidas en las cuatro cuestiones indeterminadas precisamente por la misma razón que estas cuestiones no pueden ser respondidas: La primera razón se dirige a realidades que están más allá de la esfera de lo racional, la segunda al tratar de explicarlas. El segundo método de enfoque es teórico y negativo, insistiendo en los límites de la lógica; el primero es práctico y positivo, disuadiendo al discípulo de tratar de resolver por medio de la lógica problemas que son lógicamente irresolubles y recordándole, además, que solamente en la meta supralógica de la vida de la santidad encontrará la respuesta. El Buda y sus discípulos, además de ser totalmente conscientes de los límites de la lógica, no ignoraban los principios elementales del razonamiento lógico y no pudieron haber pensado que las cuestiones indeterminadas no podían ser respondidas porque no debían ser respondidas. Su verdadera postura era que no debían de ser respondidas porque no podían ser respondidas; algo bastante diverso de lo que ciertos escritores modernos parecen pensar. No hay ninguna sugerencia en los textos de que el Buda no supiera la respuesta a las cuestiones indeterminadas. Lo cual no implica que la respuesta correcta se encuentre entre los cuatro modos posibles de formular la pregunta, ya que el Buda rechazó cada una de ellas. Esto nos señala el hecho de que su sabiduría era totalmente de tipo transcendental y las cuestiones, no siendo susceptibles al tratamiento lógico debido a su naturaleza, sólo podrían ser respondidas por la ascensión a un plano espiritual supralógico donde tales cuestiones simplemente no surgen. En la cuarta cuestión indeterminada, al menos, el plano coincide con el objeto de la cuestión. La cuestión sobre la condición del Tathagata después de la muerte ha de ser respondida convirtiéndose uno mismo en Tathagata. El Buda no tenía lo más mínimo de agnóstico, de hecho, poseía el conocimiento espiritual completo y la sabiduría transcendental. Esto no sólo está indicado por el título con que El es muy frecuentemente nombrado. Como veremos de aquí en adelante, lo indica también todo el curso de su Enseñanza, la cual insiste constantemente en que la Iluminación es la verdadera meta de la vida humana. A partir de la sección próxima nos ocuparemos de las doctrinas provenientes de la Iluminación del Buda y de los métodos que El juzgó necesarios para que sus discípulos alcanzaran la Iluminación. Por lo tanto, todo el resto de este libro es, en cierto sentido, una vindicación de la Sabiduría absoluta del Buda y una refutación de la acusación de agnosticismo. X. El aspecto positivo del Nirvana Aunque el Buda y sus discípulos inmediatos definieron el Nirvana sólo negativamente, exponiéndose así a la acusación de nihilismo, sería incorrecto asumir que en los textos en pali no se dan indicaciones positivas y simbólicas de la meta del Camino Óctuple Noble. Rhys Davids ha extraído de su amplio y detallado conocimiento del Tripitaka una serie de epítetos para el estado obtenido por la persona liberada. He aquí algunos de ellos: “el puerto de refugio, la cueva fresca, la isla en las inundaciones, el lugar del éxtasis, la emancipación, la liberación, la seguridad, lo supremo, lo transcendental, lo no creado, lo tranquilo, la casa del desahogo, la calma, el final del sufrimiento, la medicina para todos los males, lo imperturbable, el elixir, lo inmaterial, lo imperecedero, la morada, la orilla más lejana, lo interminable, el éxtasis del esfuerzo, la alegría suprema, lo inefable, el desapego, la ciudad santa”25. Algunos de estos epítetos son, sin duda, del mismo tipo que las definiciones negativas del Nirvana que ya se han visto. Otros son obviamente positivos. Tales epítetos, como por ejemplo los que glorifican al Nirvana calificándolo de cueva fresca, orilla más lejana o ciudad sagrada, han de ser considerados como descripciones poéticas en vez de 25 Early Buddhism p.172 definiciones lógicas. Su función es despertar las energías espirituales latentes en el discípulo, pero no por el estímulo del intelecto sino por el de la imaginación. El Buda a veces expandió tales epítetos a símiles de una amplitud más que homérica, así como a parábolas que destellan, igual que joyas hábilmente talladas, entre las repeticiones poco atractivas de los textos en pali (originalmente estos no eran escrituras sino tradición oral). Ya he citado en una de las secciones anteriores La Parábola de la Ciudad y la Ruta Antigua, en que la Verdad redescubierta por el Buda es comparada a una de esas “ciudades perdidas” que, incluso en tiempos modernos, se han encontrado en silencio, desiertas y cubiertas de vegetación en el interior de la selva. De entre la variedad de parábolas y símiles que el Maestro utilizó para dar indicaciones positivas del Nirvana he seleccionado sin ningún criterio específico un par de joyas. La primera, que es una parábola elaborada, compara al Nirvana con “una llanura encantadora”. En la segunda, que es un símil sin elaborar, el Nirvana es descrito como una isla incomparable para el refugio. La llamada Parábola de los dos caminos tiene lugar en el punto culminante de la exhortación que el Buda le da a su primo Tissa, el cual, según la introducción del discurso, está atravesando una crisis en su vida espiritual. “- Imagínate, Tissa, que hubiera dos hombres, uno experto en viajar por la zona el otro inexperto. Y el inexperto le pidiera al experto instrucciones con respecto al camino. Y él le respondiera: Si, buen hombre, éste es el camino. Siga por un rato y verá que el camino se divide en dos. Deje el de la izquierda y tome el de la derecha. Vaya un poco más adelante y verá un bosque tupido. Más adelante verá tierra pantanosa, más adelante verá un precipicio abrupto. Vaya un poco más adelante y verá una llanura encantadora”. Tal es la parábola, Tissa, para mostrar lo que quiero decir. Este es el significado: el hombre inexperto representa a la gente, al hombre común. El hombre experto en viajar en la zona representa al Tathagata, al Arahant, a Aquel completamente iluminado. La división del camino, Tissa, es el estado de vacilación. El camino de la izquierda es un nombre para el camino óctuple falso; es decir, el camino de las opiniones falsas, el de las intenciones incorrectas, y así sucesivamente. El camino de la derecha, Tissa, es un nombre para el Camino Óctuple Noble, es decir, Opiniones Correctas,...etc. El bosque tupido, Tissa, es el nombre para la ignorancia. La tierra pantanosa, Tissa, es el nombre para los sentimientos de deseo. El precipicio abrupto, Tissa, es el nombre para la contrariedad y la desesperación. La llanura encantadora, Tissa, es un nombre para el Nirvana. “ (Samyutta-Nikãya, III. 106). El Sutta-Nipata es una colección de discursos en prosa y verso que, según se cree, contiene los extractos más antiguos de la Enseñanza. En el capítulo quinto, El camino al Más Allá, dieciséis brahmanes, alumnos de Bavarin, son enviados por su maestro a interrogar al Buda. Uno tras otro hace su pregunta al Buda. El décimo de ellos, Kappa, le pide al Iluminado que le diga de alguna isla para refugio de las inundaciones de la decrepitud y la muerte. El Señor le responde: “Puesta en medio del torrente, en la temida inundación, Para aquellos abrumados por la decrepitud y la muerte, Te diré de una isla, Kappa (dijo el Exaltado), Te diré de una isla donde esas cosas no ocurren: No poseer nada y no sentir apego por nada, Esta es la isla, la incomparable isla. Ese es el final de la decrepitud y la muerte. Nibbana Yo le llamo, Kappa (dijo el Exaltado), Esa es la isla. “ (Sutta-Nipãta, V. 1092-93) Indicaciones simbólicas como estas fueron sin duda originadas por las exigencias de la situación espiritual y pedagógica. El Nirvana, en el sentido más elevado, carece tanto de cualidades positivas como de negativas. Nada se le puede atribuir. Incluso el silencio, literalmente interpretado, puede ser malentendido. Aún así, hablando convencionalmente, la vida santa se ha de vivir en el plano de lo fenoménico, entre los objetos del mundo exterior, incluyendo al cuerpo propio—todo tan aparentemente sólido y real. Y el Nirvana, hablando relativamente, es la meta y ha de ser obtenida, si bien en sentido absoluto no es definible. Paradojas como estas fueron más adelante transformadas por grandes maestros espirituales del Mahayana en objetos para la meditación muy provechosos. El Buda y sus seguidores más inclinados a lo dialéctico parecen haber observado en práctica una aguda distinción entre la verdad absoluta de la negación total de todas las calificaciones, incluyendo las negativas, y la verdad relativa de las indicaciones simbólicas, tanto negativas como positivas. La distinción entre paramattha-sacca (paramãrtha-satya, en sánscrito) y sammuti-sacca (samvrti-satya, en sánscrito.), o verdad absoluta y verdad relativa respectivamente, ha sido siempre fundamental para todas las escuelas del pensamiento budista, a pesar de las diferencias de interpretación. Como ya se ha visto en las discusiones sobre la naturaleza del Nirvana o sobre la condición de la Persona Liberada, el Buda no toleró nunca predicado de tipo alguno. Pero para estimular las energías espirituales latentes en sus discípulos, El describió el Nirvana en las formas más concretas y usando el colorido más exuberante. Después del Parinirvana del Maestro la “contradicción” entre los dos tipos de verdad, que hasta entonces había creado una tensión necesaria en la vida espiritual del discípulo, resultó en la ruptura entre dos grupos rivales en la Sangha. Uno de ellos, aunque mantenía que las expresiones convencionales del habla ordinaria, incluyendo epítetos, metáforas y otros recursos poéticos, no eran literalmente o absolutamente verdaderas, defendía que las doctrinas tales como las Cuatro Verdades Nobles, por ejemplo, poseían no sólo verdad relativa sino también absoluta. Para este grupo un hombre no era algo real, pero los cinco agregados que le componían si existían. No mantenían, por supuesto, que el Nirvana fuese literalmente una cueva, o una isla, o una llanura encantadora, pero creían que era, en verdad, la cesación, el no volver a ser. Para el otro grupo, que era espiritualmente más sutil e intelectualmente más agudo, el Nirvana en si, también llamado por ellos la Vacuidad, era la única Verdad Absoluta, y las indicaciones de la meta más intelectuales y abstractas pertenecían a la verdad relativa tanto como las más concretas e imaginativas. Desde un cierto punto de vista la historia del pensamiento budista, así como la de las diferentes escuelas que contribuyeron a ésta, es la historia de la creación constante, y con propósito práctico, de indicaciones de la Realidad, para que cada una de ellas sea implacablemente desechada en cuanto llega a considerársele verdadera en sentido absoluto. A medida que el budismo, en el sentido más elevado del término, en el sentido de la realización de la Verdad, avanza victorioso a lo largo de los siglos, deja tras él una larga estela de definiciones depuestas. Este antagonismo intrínseco entre las interpretaciones literales de los términos doctrinales y las figurativas fue, como se verá más adelante con detalle, uno de los hechos principales que resultaron en el surgimiento del Gran Vehículo. Las indicaciones simbólicas del Nirvana dadas por el Buda fueron generalmente de naturaleza poética y sensual, no obstante las de carácter algo más abstracto y conceptual no faltan en las escrituras en pali. Hay una particularmente interesante y, debido a su desarrollo histórico, de gran importancia doctrinal. Se haya en un texto muy corto, pero de significación tremenda, en el que el Buda declara que la mente o la consciencia en su esencia natural es radiante o luminosa (pabhassara): “Esta consciencia (citta) es luminosa, pero está corrompida por impurezas adventicias. El hombre común, no instruido en esto, no entiende que es así. Por lo tanto Yo digo que para él no hay desarrollo mental. “Esta consciencia es luminosa y está libre de impurezas adventicias. El discípulo Noble e instruido entiende esto tal y como es. Por lo tanto, Yo digo que para él hay desarrollo mental. “ (Anguttara-Nikãya, I. 10 Traducción de Horner). Posteriormente en el desarrollo del pensamiento budista, esta consciencia intrínsecamente pura y radiante fue no sólo identificada explícitamente con el Nirvana sino considerada la más apropiada de todas las designaciones de la Realidad. Para los vijñanavadines, como se verá en el capítulo tercero, sólo era real la consciencia absolutamente indiferenciada, liberada de la distinción entre el sujeto y el objeto. Para ellos nada existía excepto el Pensamiento (cittamãtra). La indicación dada en el Canon Pali fue expandida y convertida en metafísica y epistemología elaboradas. De igual modo, fue desarrollada la afirmación del texto según la cual el “desarrollo mental” (expresión elegida por el traductor) sólo es posible para quien entiende que la consciencia en su naturaleza intrínseca es pura. Esto, en lo que concierne a la práctica, resultó en elaborados sistemas de adiestramiento espiritual que culminaron en la práctica intensa de ciertas formas de meditación. Esta concepción antigua de la consciencia intrínsecamente pura y radiante es históricamente muy importante, pero indudablemente ocupa un lugar comparativamente insignificante en el Canon Pali. Por eso, ciertos expertos académicos contemporáneos se han preguntado a veces si esas enseñanzas son verdaderamente la palabra pronunciada por el Buda, o si representan interpretaciones de uso común entre sus discípulos inmediatos. Las he citado para proporcionar evidencia de las indicaciones del Nirvana simbólicas y positivas que se encuentran en los textos considerados en el budismo del Theravada como la mismísima Palabra del Buda; textos de los que los expertos académicos modernos, con todo su escepticismo, han admitido que contienen algunos de los testimonios más antiguos de la Enseñanza del Maestro. Es de muchísima más importancia, así como de gran antigüedad y autoridad, la descripción de la meta de la vida santa con el nombre de Bodhi, es decir, iluminación, conocimiento supremo, sabiduría o iluminación espiritual. Esta descripción pertenece a los estratos más antiguos de la tradición budista en la que recurre innumerables veces y es el complemento positivo de la negación del Nirvana que Sariputra hace desde el punto de vista psicológico. Su importancia es atestiguada por un número de circunstancias, entre ellas está el hecho de que del término Bodhi se deriven tanto la apelación por la que se conoce generalmente al Buda mismo, como la designación más popular de su Dharma. Según los textos en pali hay tres tipos de Bodhi o Iluminación: la iluminación del discípulo, la iluminación privada o meramente personal y la Iluminación Suprema Perfecta (sãvaka-bodhi, pacceka-bodhi y sammã-sambodhi). El primero es el conocimiento y la iluminación alcanzados cuando se siguen las enseñanzas de un Buda Perfecto (sammã-sambuddha); el segundo es el conocimiento y la iluminación que se obtiene sin maestro y que no es impartido después a ningún discípulo; por último, el tercero es el conocimiento y la iluminación suprema de un Buda Perfecto, el cual alcanza la Iluminación sin la ayuda de un maestro y después, debido a su compasión, muestra a los demás el camino hacia la misma experiencia transcendental. En el Canon Pali y sus comentarios la diferencia entre estos tres tipos de Bodhi se considera extrínseca y adventicia. Como estado puramente espiritual el Bodhi es uno, no es tres. Se diferencia en tres tipos solamente en cuanto a la manera en que se obtiene, por una parte, y en cuanto a los atributos y funciones cósmicas de la Iluminación Perfecta y Suprema de un Buda, de la otra. Sin embargo, en los textos sánscritos posteriores que corresponden a las diversas escuelas del Mahayana, por razones metodológicas se va hacia una distinción real entre la iluminación de los discípulos y del Buda pratyeka, de un lado, y la iluminación a que aspira el Bodhisattva y obtienen los Budas, del otro. En la época en que se escribieron estos textos, el discípulo y el Buda pratyeka empezaban a ser vistos como la representación de una actitud espiritual que, según los budistas del Mahayana, debía de ser distinguida del espíritu del budista genuino. El tipo de Bodhi asociado a sus nombres fue, por lo tanto, considerado un ideal inferior. En el próximo capítulo veremos que esta re-evaluación aparentemente radical de los dos primeros tipos de Bodhi, lejos de ser una manifestación arbitraria del prejuicio sectario, fue de hecho una protesta contra la interpretación cada vez más estrecha que algunos hinayanistas daban a la verdadera meta de la vida budista. No obstante, tomaremos, de momento, la palabra Bodhi en su sentido original, en el sentido de iluminación completa alcanzada por ambos el Maestro y el discípulo. Los textos del Canon Pali que parecen ser de mayor antigüedad, de hecho, no distinguen siempre claramente los tres tipos de Iluminación, ya que con cierta frecuencia dicen que el Arahant alcanza el Sambodhi, el cual sería posteriormente considerado por los hinayanistas exclusivamente la prerrogativa de los Budas Perfectos. Tanto en los textos en pali como en los que están escritos en sánscrito, los siete grupos de prácticas que dio el Buda poco antes de su Parinirvana—exhortando a sus discípulos a que los comprendieran, siguieran, practicaran y cultivaran—son denominados, en su colectividad, bodhipakkhika-dhammã. Este término quiere decir tanto enseñanza que conduce a la Iluminación como cualidades de la Iluminación. Que estos treinta y siete puntos fueran recomendados como prácticas a los sravakas, mientras que como cualidades fueran considerados los constituyentes de la Iluminación del mismo Buda, sugiere que muy probablemente cuando recibieron su denominación colectiva (originalmente aplicada a sólo uno de los siete grupos) no había sido reconocida entre las escuelas budistas la diferencia entre los tres tipos de Bodhi. Los siete grupos tenían un propósito práctico en vez de teórico, no eran una definición de la Meta sino una descripción, y por lo tanto se observa en ellos una cierta imprecisión, quizá intencionada, en el uso de los términos. Esta imprecisión caracteriza y distingue las porciones más antiguas y menos intelectuales del Canon Pali, de los desarrollos en forma de comentario que son evidentemente posteriores. Aunque en dichas porciones más antiguas se disciernan a veces claramente diferencias definitivas en el significado de los términos, lo cierto es que un número de términos importantes parecen ser tratados como más o menos intercambiables. Hablando a sus discípulos sobre su realización de las Cuatro Verdades Nobles, el Buda en su Primer Discurso les dice: “- Oh Bhikkhus, en cuanto a cosas de las que nunca se oyó hablar antes, surgió en mi visión, conocimiento, comprensión; surgió en mi sabiduría; surgió en mi luz”26. Las palabras en el texto original son cakkum (literalmente “el ojo”), ñãnam, paññã, vijjã y ãloka, todas las cuales parecen ser sinónimos de Bodhi. Ya vimos que la investigación de la naturaleza del Nirvana es prácticamente la misma que la de 26 Samyutta Nikãya. V.420 la naturaleza de la Iluminación. De igual modo la investigación de la naturaleza del Bodhi ha de estar necesariamente relacionada con los varios términos con que se intercambia. “La sabiduría (pali: pañña, sáns.: prajñã)”, según la definición muy útil y precisa del acharya Buddhaghosa, el mejor comentarista del Tipitaka del Theravada, tiene la característica de penetrar los dharmas tal y como son. Tiene la función de destruir la oscuridad de la ignorancia que cubre la naturaleza propia de los dharmas. Tiene como manifestación el no ser ignorante. Por esta afirmación: Aquel que está concentrado sabe, ve lo que en realidad es, la concentración es la causa inmediata”27. Teniendo en cuenta que el término Bodhi parece referirse a aquello predominantemente estático en el contenido positivo del Nirvana, y la sabiduría al aspecto predominantemente cinético, esta definición de la Prajña puede ser, mutatis mutandis, aplicada también al Bodhi. El Bodhi es la visión clara de la naturaleza verdadera de los fenómenos (dhammas). En términos figurativos el Bodhi es, tal y como indicó el Buda en su Primer Discurso, la Luz Suprema, subsecuentemente simbolizada por el Buda Amitabha. Desde este punto de vista las palabras “Iluminación” y “Alumbramiento” pueden ser consideradas traducciones adecuadas del término Bodhi. Desde un punto de vista más abstracto, el Bodhi es el estado del Conocimiento Supremo, imperturbable y absoluto, que surge en la mente concentrada; esto es, el estado que surge como consecuencia del logro de un estado de meditación profunda o samadhi. Antes de continuar debemos de prevenirnos contra la posibilidad de una mala interpretación grave. He de hacer constar que el Bodhi no consiste en el conocimiento de, o la unión con, un Absoluto, sino en la comprensión y penetración de la naturaleza real de lo fenoménico. Como ya he reiterado en más de una ocasión, el Nirvana es un estado que transciende todas las determinaciones conceptuales y es realizado sólo por medio de la cesación de todas las construcciones del pensamiento, tanto las negativas como las 27 E. Conze, Buddhism, Its Essence and Development p.105 positivas, ya sean de tipo concreto o de la abstracción más refinada. Los Absolutos concebidos por filósofos y metafísicos de las diversas escuelas del monismo, tanto oriental como occidental, no constituyen para el Ojo del Iluminado realidades sino meramente opiniones. Son formas del mismo eternalismo (sassatavada) que, junto a la doctrina de la aniquilación (ucchedavada), es uno de los dos extremos a evitar por el discípulo. Viviendo como vive en medio de lo fenoménico que, en definitiva, no es otra cosa que las construcciones mentales incorrectas, el verdadero discípulo no erige más barreras para tratar, entonces, de extraer de ellas por medio de un proceso progresivo de abstracción un concepto que, simplemente porque posee el grado sumo de generalidad, él lo considera real. Tampoco refuerza las cadenas que lo sujetan a la ignorancia tratando de “realizar” o lograr la unión con dicho concepto. Esto sería construir dentro de la prisión de los sentidos una prisión, aún más fuerte, de la mente. En vez de hacer eso, el discípulo, manteniéndose a distancia de las construcciones conceptuales, sigue el camino más directo posible y logra el Nirvana por medio de la visión clara de la naturaleza real de lo fenoménico. Esta enseñanza es indispensable para entender correctamente la filosofía budista, es decir, las indicaciones sistemáticas y conceptuales de la Realidad. No obstante, es tan diferente de cualquier otra doctrina metafísica, tan contraria a la tendencia natural y al funcionamiento de la mente humana no iluminada, que no podría captarse, ni aun parcialmente, sin estudio arduo y contemplación intensa. Le vendría bien al lector ahora recordar y recapacitar sobre las observaciones que hice con respecto a la Motivación Correcta en la sección primera de este capítulo. XI. La esencia de la Iluminación Si el Bodhi es la visión clara de la verdadera naturaleza de lo fenoménico, ¿Cuál es, entonces, la naturaleza de la visión clara? Antes de tratar de responder esta pregunta, de la cual depende todo lo que es de mayor importancia en el Budismo, ha de entenderse que la visión clara es un logro puramente espiritual que no tiene nada que ver con ningún tipo de construcción mental. Aunque la visión clara fue descrita por el Buda en términos comprensibles por el intelecto, sería un error muy desastroso imaginar que se tratase de algo remotamente similar a la comprensión intelectual de los fenómenos que posee, por ejemplo, el estudiante de física. Las descripciones del Buda son meramente simbólicas y reflejan tan sólo un débil resplandor de su realización tras una oscuridad casi impenetrable. Dada esta advertencia preliminar, se puede decir que el conocimiento y la visión clara logrado por el Buda bajo el Árbol Bodhi, en Gaya, consistió en lo que El describió, acomodándose al modo conceptual “normal” de la mente humana, como la ley según la cual todos los fenómenos surgen dependiendo de condiciones. En la lengua original, el pali, todos los dhammã son paticca-samuppanna. Esta es la gran doctrina budista de la paticca-samuppãda, un término que ha sido traducido de formas diversas y que Conze lo traduce como Co-Producción Condicionada; traducción de las más exactas y eufónicas que hay. Esta, al ser la formulación primaria de la Iluminación del Buda en el plano intelectual, constituye la base histórica y lógica de todas las formas de filosofía budista desarrolladas más tarde. En un texto que citaré más adelante, esta formulación es igualada con el Dharma mismo. La formula general de la doctrina aparece con cierta frecuencia en el Canon Pali, donde siempre es repetida con la misma combinación de palabras la cual parece haber sido reconocida desde la época más remota de la historia del budismo como la formula estándar de la expresión de la visión clara del Buda. La cito aquí en pali no sólo por ser intrínsecamente sagrada, sino también para que el lector tenga la oportunidad de adquirir mérito al leerla y recitarla en la lengua original: “Imasmim sati, idam hoti imass uppadã, idam uppajjati; imasmim asati, idam na hoti; imassa nirodhã, idam nirujjhati”. (Esto, siendo, en eso se convierte, cuando surge esto, eso surge; esto, no siendo, en eso no se convierte, cuando esto cesa, eso cesa.)28 Tan famosas como estas líneas, son aquellas con que el Arahant Assaji, uno de los cinco primeros discípulos del Buda, le resumió el mensaje del Maestro a Sariputra, que era entonces simplemente un asceta errante. Tras oírlas Sariputra logró en el acto el primer estado de la Santificación (sotãpatti-magga). La popularidad de estas líneas es evidente no sólo por el número de veces que aparecen en las escrituras en pali y en sánscrito, sino también por que se encuentran miles de veces por doquier en el mundo budista. Talladas en piedra, inscritas en placas de cobre, plata o oro; gravadas en baldosas de barro cocido, estas líneas aparecen tanto en las grutas medio desmoronadas de Afganistán, como en los templos del Japón, o las gompas del Tíbet, o las ruinas de Nalanda. Estas son las líneas en sánscrito: Ye dharmã hetuprabhavã hetum tesam tathãgatah hyavadat, Tesam ca yo nirodha evam vãdi mahãsramanah. (El Tathagata ha explicado el origen de las cosas que proceden de causas. También ha explicado su cesación. Esta es la doctrina del gran Sramana.) La tradición transmitida por todas las escuelas del budismo demuestra que estos importantísimos mantras formulan verdaderamente la realización del Maestro. Igualmente demuestran que la Iluminación obtenida por El bajo el Árbol Bodhi consiste verdaderamente en la visión clara y el conocimiento de la Co-Producción Condicionada de todo fenómeno. Se sabe que el Buda, después de su Iluminación, se mostró indeciso en cuanto a la posibilidad de enseñar el Dharma al género humano; ya que pensaba que era demasiado profundo y sutil para ser entendido por seres mundanos. No obstante el Buda consintió a hacerlo por compasión cuando Brahma Sahampatti, Señor de los Mil Mundos, le suplicó, 28 Majjhima Nikãya, II. 32; Samyutta Nikãya II 28 rogándole que tuviese en cuenta que había seres de escasa impureza pereciendo por no haber oído el Dharma. Tras esto el Buda dio a conocer la Verdad que había descubierto abriéndoles la puerta de lo Inmortal (amata) a los dioses y a los humanos. Pero ¿Qué era exactamente el Dharma que el Buda dudó en revelar? Casi al final de un discurso autobiográfico de gran importancia y que se preserva en el Tipitaka del Theravada, el Buda, tras haber descrito su carrera espiritual y el logro de la Iluminación Suprema, procede a tratar este episodio crucial en que por un momento el destino espiritual de los mundos estuvo pendiente del movimiento del fiel de la balanza. En este pasaje tenemos el privilegio de contemplar una imponente vislumbre de la mente de un ser liberado e iluminado; un privilegio que nos aprovechará en acuerdo con la pureza de nuestro enfoque. “- Entonces, monjes, pensé: he obtenido la Doctrina (Dharma, Realidad), profunda, difícil de percibir, difícil de conocer, de gran calma, transcendental, más allá de la esfera del raciocinio, sutil, a ser comprendida sólo por el juicioso. Los hombres viven absortos en aquello por lo que sienten apego, y se deleitan y sienten placer en ello. Para los hombre absortos en aquello por lo que sienten apego es difícil ver este principio, la condicionalidad, la originación por causa (paticca-samuppãda). Este principio es también difícil de ver: la cesación de todo lo compuesto, la renunciación a todo apego a la reencarnación, la extinción del deseo, la ausencia de pasión, la cesación, el Nirvana. “ (Ariyapariyesana Sutta, Majjhima-Nikãya, I. 167) Sigue la mente del Buda con esta misma reflexión continua, en el sutta, y da expresión en verso a la posibilidad de no actuar, de no predicar el Dharma. Se observará que la última frase del pasaje citado es una enunciación sin ambigüedad de la cadena de reacción que se produce cuando se penetra la ley de la Co-Producción Condicionada de todo fenómeno. Es, además, a la vez, una indicación clara del propósito para el cual habría de ser predicada. Para que el discípulo comprendiera mejor el principio de la condicionalidad, la formula general y abstracta de la Pratiya Samutpada fue aplicada frecuentemente a diferentes grupos concretos de fenómenos, haciendo ver con claridad que su origen dependía de causas. La misma Iluminación del Buda es en ocasiones descrita en términos que se refieren a la comprensión de una de las varias aplicaciones de la Pratiya Samutpada, en vez de la comprensión de la formula general en si. En otro discurso autobiográfico el Señor dice: “- Antes de mi Iluminación, monjes, cuando no era un ser iluminado, sino todavía un bodhisattva, pensaba: ¡Ay, en desdicha ha caído este mundo! nace, envejece y muere; pasa y vuelve a renacer. Pero no encuentra escapatoria de este dolor, del envejecimiento y la muerte. ¿Cuándo será en verdad conocida la escapatoria de este dolor, del envejecimiento y la muerte?’ Entonces, monjes, pensé: ¿Qué existe para que exista la vejez y la muerte? ¿Cuál es la causa de la vejez y la muerte?’ Y al reflexionar debidamente surgió la comprensión completa: cuando hay reencarnación, es entonces que hay vejez y muerte. La vejez y la muerte tienen la reencarnación como causa. Entonces, monjes, pensé: ¿Qué existe para que exista la reencarnación? y ¿Cuál es la causa de la reencarnación?’ Y al reflexionar debidamente surgió la comprensión completa: cuando hay el devenir (o el deseo de ser), es entonces que hay reencarnación, la reencarnación tiene como causa el deseo de ser. De igual manera el deseo es causado por la codicia, la codicia por la apetencia, la apetencia por la sensación, la sensación por el contacto o estimulación de cualquiera de los sentidos, el contacto por los seis órganos de los sentidos, los seis órganos de los sentidos por el cuerpo y la mente (nama-rupa), el cuerpo y la mente por la consciencia, la consciencia por los agregados, y los agregados por la ignorancia. Así con la ignorancia como causa se dan los agregados, con los agregados como causa se da la consciencia, (y así sucesivamente hasta llegar a) con la reencarnación como causa se da la vejez y la muerte. Así es el origen de toda esta masa de sufrimiento. ¡El origen, el origen!: al reflexionar debidamente sobre estas cosas de las que nunca antes se oyó hablar, surgió la visión, surgió el conocimiento, surgió el conocimiento total, surgió la comprensión, surgió la luz. Entonces, monjes, pensé: ¿Para que no existan la vejez y la muerte, qué es lo que no ha de existir? ¿Con la cesación de qué cesan la vejez y la muerte? Entonces al reflexionar debidamente surgió la comprensión completa: cuando no hay reencarnación no hay vejez ni muerte, con la cesación de la reencarnación cesan la vejez y la muerte. Entonces, monjes, pensé: ¿Para que no exista la reencarnación, qué es lo que no ha de existir? ¿Con la cesación de qué cesa la reencarnación? Entonces al reflexionar debidamente surgió la comprensión completa: cuando no hay deseo de ser, no hay reencarnación, con la cesación del deseo de ser cesa la reencarnación. (Entonces con la cesación de la codicia viene la cesación del deseo de ser, con la cesación de la apetencia la cesación de la codicia, con la cesación del contacto la cesación de la sensación, con la cesación de los seis órganos de los sentidos la cesación del contacto, con la cesación de la mente y el cuerpo la cesación de los seis órganos de los sentidos, con la cesación de la consciencia la cesación del cuerpo y de la mente, con la cesación de los agregados la cesación de la consciencia y con la cesación de la ignorancia la cesación de los agregados.) Así con la cesación de la ignorancia se da la cesación de los agregados, con la cesación de los agregados la cesación de la consciencia, con la cesación de la consciencia la cesación del cuerpo y de la mente, con la cesación del cuerpo y de la mente la cesación de los órganos de los sentidos, con la cesación de los órganos de los sentidos la cesación del contacto, con la cesación del contacto la cesación de la sensación, con la cesación de la sensación la cesación de la apetencia, con la cesación de la apetencia la cesación de la codicia, con la cesación de la codicia la cesación del deseo de ser, con la cesación del deseo de ser la cesación de la reencarnación, con la cesación de la reencarnación la cesación de la vejez y de la muerte. Así es la cesación de toda esta masa de sufrimiento. ¡Cesación, cesación!: Al reflexionar debidamente sobre estas cosas de las que nunca se oyó hablar antes, surgió la visión, surgió el conocimiento, surgió el conocimiento completo, surgió la comprensión, surgió la luz”. (Samyutta-Nikãya,II.10) En otro discurso autobiográfico, la descripción del logro de la Iluminación del Buda es su comprensión de la CoProducción condicionada, pero no con las doce fases que se describen en el pasaje que se acaba de citar, sino con sólo diez fases; no mencionándose la ignorancia y las formaciones kármicas. Discrepancias como ésta parecen haber dejado perplejos a traductores que no son budistas. Algunos de estos, al no estar preparados a reconocer que una doctrina tan profunda que el Buda se mostró indeciso a predicarla podría estar más allá de su propio entendimiento, se amparan en la sugestión de que la aplicación más simple de la formula general debe de ser la del Buda y las más elaboradas el trabajo de sus discípulos. Otros traductores llegan incluso a decir que las diversas exposiciones del principio de la Pratitya Samutpada que se encuentran en textos budistas son contradictorias. ¡Cualquier disparate en vez de admitir que no comprenden! Esa gente piensa sinceramente que es más posible que el Buda no entendiera su propia Doctrina que ellos sean incapaces de comprenderla. Apenas puede llegar a más la impertinencia profana. Ya he insistido en que el Sambodhi alcanzado por el Buda consistió en la visión clara puramente transcendental y no conceptual. He insistido también en que la fórmula general de la Co-Producción Condicionada fue una tentativa de formular esa visión clara en términos intelectuales. Al ser los fenómenos innumerables, las aplicaciones de esta fórmula son en teoría también innumerables; ya que esta fórmula representa una ley universal válida para todas las cosas condicionadas. No obstante, a la hora de la verdad, el Buda la aplicó solamente a las experiencias de la vida humana más notables y esenciales, ya que el sabía que su Doctrina sólo sería comprendida aplicándola a aquello que es de mayor importancia para el hombre. Una esfera perfecta colocada sobre una superficie totalmente nivelada rueda con igual facilidad en todas direcciones. De igual modo, la realización de la Verdad alcanzada por el Buda, y simbolizada en el plano intelectual por la doctrina de la Co-Producción Condicionada, podría aplicarse con igual facilidad a explicar y aclarar la naturaleza condicionada de cualquier fenómeno. La Sabiduría Transcendental debe distinguirse de sus símbolos conceptuales, como también ha de distinguirse la fórmula de la Pratitya Samutpada de sus diversas aplicaciones particulares, que son la consecuencia de las circunstancias y necesidades de la vida humana y de las distintas tendencias de los discípulos. Si aprendemos a pasar del conocimiento de la naturaleza condicionada de un grupo particular de fenómenos a la comprensión de la condicionalidad como ley universal, y desde ésta a la realización de la Verdad supralógica a que representa, entonces los textos que tratan de la doctrina de la CoProducción Condicionada no nos parecerán una maraña de “contradicciones”, sino aspectos complementarios de una enseñanza maravillosamente consistente y profunda. Una vez que hayamos captado este principio ya no nos sorprenderá encontrar a veces descripciones de la Iluminación del Buda que no son expuestas por medio de la fórmula de la Co-Producción Condicionada, o por su aplicación a las doce, o diez, fases de la evolución del ser llamado individual. No nos sorprenderá encontrar exposiciones en términos del despertar a las Cuatro Verdades Nobles, que son el Sufrimiento (dukkha), el Origen del Sufrimiento (dukka-samudaya), la Cesación del Sufrimiento (dukkha-nirodha) y el Camino a la Cesación del Sufrimiento (dukkha-nirodha-gamini-patipada-magga). De hecho el Primer Discurso del Buda, al cual ya me he referido, es uno de los textos más importantes de aquellos en que el Buda describe su logro del Sambodhi en términos de la percepción de las Cuatro Verdades Nobles. Otro texto en esta categoría es el Mahãsaccaka Sutta que está incluido en el Majjhima-Nikãya. En este discurso, después de relatar a un asceta jainista las austeridades que El había soportado, el Buda, le habla de un camino más sano por el cual finalmente realizó la Verdad y concluye: “- Entonces, con el pensamiento estabilizado, perfectamente purificado, hecho perfectamente translúcido, sin tacha, toda la corrupción erradicada, hecho flexible y manejable, listo para la acción, establecido e imperturbable, incliné la mente al recuerdo de mis existencias previas. Recordé nacimientos diversos... evoluciones e involuciones de eones... condiciones de nacimientos... y experiencias en tales...el surgimiento y la caída de los seres y sus características en los distintos mundos, eso vi con el ojo divino. Entonces percibí las Cuatro Verdades Nobles...la destrucción de los asavas...y supe esto: Destruida queda la reencarnación para mí. La vida santa ha sido vivida. Mí tarea hecha. Para la vida en estas condiciones no hay un futuro.” No son necesarias más citas. La doctrina de las Cuatro Verdades Nobles es obviamente la extensión del principio universal de la condicionalidad al problema del sufrimiento. Por lo tanto es una formulación tan válida de la visión clara del Buda como la fórmula general de la Co-producción Condicionada. El desenlace detallado de la correlación entre ésta y su aplicación a grupos de fenómenos particulares en la doctrina de los Doce Nexos Causales (nidanas) del continuo vital, de un lado, y las Cuatro Verdades Nobles, del otro, será tratado más adelante en otra sección de esta obra. Baste de momento con afirmar la unidad absoluta en el plano transcendental de toda las formulaciones conceptuales de la Iluminación Suprema del Buda. La Iluminación fue la visión clara y el conocimiento de la naturaleza condicionada y esencialmente contingente de todos los dharmas. Esto lo demuestra además el hecho de que en muchísimos discursos el Buda indicó que la Meta de la carrera del discípulo era la comprensión de la Pratitya Samutpada, en una forma u otra, y la percepción de las Cuatro Verdades Nobles. Reprendiendo a Ananda por haber dicho que la doctrina de la Co-producción Condicionada era, si bien en apariencia y en realidad profunda, bastante fácil de comprender, el Buda partiendo de la profundidad de su realización declara: “-¡No digas eso, Ananda, no digas eso! Verdaderamente profunda es esta Ley Causal, y profunda parece. Es por no saber, por no entender, por no penetrar esta doctrina que este mundo se ha convertido en una maraña como una bola de guita, se ha cubierto de añublo, como la hierba munja y los juncos y es incapaz de ir más allá de la perdición del Desperdicio, del Camino a la Aflicción, de la Caída, y del Ciclo Incesante (de la reencarnación)”. Su declaración con respecto a las Cuatro Verdades Nobles es similar: “- Por no haber entendido, por no haber penetrado las Cuatro Verdades Nobles, hermanos, hemos continuado, errantes, por este largísimo trayecto (de la reencarnación), tanto vosotros como Yo”. El siguiente pasaje describe el conocimiento de la Pratitya Samutpada, por el Discípulo Noble, en términos de las Cuatro Verdades Nobles, combinando así las dos formulaciones previas, y constituye una vindicación de la unidad esencial de todas las formulaciones y es, pues, de interés y significación especial. “...Ahora bien, hermanos, en la medida que el Discípulo Noble conoce la Ley de la Causalidad así..., conoce el surgimiento de la relación causal así..., conoce la cesación de la relación causal así..., conoce el Camino que lleva a la cesación de la relación causal así..., ese es llamado, hermanos, el Discípulo Noble que ha alcanzado la Visión, que ha obtenido Visión Clara, que ha alcanzado la Norma Buena (saddhamma, lo Verdaderamente Real), que ve esta Norma buena (la Verdadera Realidad), que está en posesión del Conocimiento del Discípulo Instruido (sekho), que ha alcanzado la Norma en la Corriente (la corriente de la Realidad), que es un Discípulo Noble refinado en su sabiduría, que se encuentra frente al Umbral de lo Inmortal (amata-nibbãna). “ (Samyutta-Nikaya, II. 41. Traducción revisada de Woodward) En numerosos textos canónicos en pali se describe la carrera del discípulo fase a fase: la renunciación de la vida en el hogar, el adiestramiento progresivo en la restricción del cuerpo, la atención consciente y la concentración, y finalmente, el momento de la suprema victoria sobre el mundo, en la que los destellos de visión clara, cada vez mayores y más frecuentes, se convierten al final en la ilimitada luz del Sambodhi y él comprende la naturaleza esencial de todos los dharmas en términos de la Pratitya Samutpada, con sus doce, diez o cinco fases, o en términos de las Cuatro Verdades Nobles. Esos textos son demasiado numerosos y extensos para ser citados en esta obra. Baste mencionar el Sãmaññaphala Sutta (Digha-Nikãya, I. 47) y el Satipatthãna Sutta (Majjhima-Nikãya) para que quede demostrado que entre esos textos se encuentran algunos de los discursos más importantes de todo el Tipitaka. Una vez tenidos en cuenta los argumentos mencionados, y los textos citados, en favor de la respuesta que he propuesto para la cuestión inicial concerniendo la naturaleza del Nirvana, el Bodhi o la Prajna, no nos sorprenderá que el Dr. Nalinaksha Dutt concluya sus argumentos respecto a la conformidad entre los mahayanistas y los hinayanistas en lo tocante a las Cuatro Verdades y, lo que él llama, la Ley Causal, con una cita que es muy adecuada para concluir esta sección. El Dr. Dutt resume así sus descubrimientos: “Los hinayanistas y los mahayanistas difieren en cuanto a la Verdad pero están de acuerdo en que la Verdad, tal y como cada uno la concibe, se alcanza por la comprensión de la ley causal. Esto lo mantienen unánimemente los textos budistas sean mahayánicos o hinayánicos. Yah pratityasamutpadam pasyati sa dharmam pasyati, yo dharmam pasyati, so Buddham pasyati. Quien comprende la originación causal de las cosas ve la Verdad; quien ve la Verdad ve al Buda”.29 XII. La naturaleza verdadera de todos los dharmas Espero haber ya aclarado que la Sabiduría Suprema no consiste en el conocimiento de un Absoluto sino en la 29 Aspects.... p.51 comprensión de la verdadera naturaleza de los dharmas. Pero ¿Qué son los dharmas? A esta pregunta se ha de dar al menos una breve respuesta, antes de pasar a una investigación más detallada de la aplicación del principio de la Co-producción Condicionada a las fases causales en la vida del ser individual. Dharma (dhamma, en pali) es una palabra clave en el budismo. Es tanta la frecuencia con que aparece en los textos, tan numerosas las ideas de importancia vital connotadas por sus diferencias sutiles de significado, que apenas se exageraría diciendo que comprender esta palabra proteica equivale a comprender el budismo. A pesar de su estilo lacónico y sus abreviaturas telegráficas, el diccionario de pali e inglés de la Sociedad de los Textos en Pali no ha podido exponer todos los significados, aplicaciones y combinaciones de este término en un artículo de más de seis mil palabras. Es pues evidente que no procede en esta obra tratar, ni incluso superficialmente, todas las connotaciones de la palabra dharma. Hacer eso nos sería, no obstante, de cierta utilidad, ya que las distintas aplicaciones de esta palabra se interconectan y comprender una nos ayuda a comprender la totalidad y viceversa. Pero nos hemos de limitar a las aplicaciones que aquí nos conciernen. El acharya Buddhaghosa (un guía para el laberinto del Tipitaka más de fiar que muchos de los comentaristas modernos) agrupa los distintos significados del término en cuatro categorías: (1) pariyati, o doctrina en su formulación; (2) hetu, o condición, antecedente causal; (3) guna, o cualidad moral o acción; y (4) nissatta-nijivatã, o lo fenoménico en contraposición al numen, o la entidad anímica. Siguiendo el ejemplo de los recopiladores del diccionario, que observan que “(2) y (3) constituyen realmente una sola implicación considerada bajo los dos aspectos de la Doctrina en su enseñanza y la Doctrina en su formulación”, interpretaré dharma, en primer lugar, como la Doctrina o Enseñanza del Buda (esencialmente idéntica a la de todos los Budas previos), en segundo lugar, como lo correcto, tanto en el sentido de comportamiento individual como en el de ley cósmica; en tercero, como condición (ya tratado como Pratitya Samutpada); y en cuarto, como fenómeno. De entre estas cuatro divisiones, la que nos interesa ahora es la cuarta. Pasando de Buddhaghosa a Webster, veremos que la palabra fenómeno viene de la palabra griega phainomenon que es el participio neutro de phanesthai (aparecer), que, a su vez es la forma pasiva de phainein (mostrar). La palabra phainomenon en su sentido más general denota cualquier hecho o acontecimiento observable. No obstante, su uso en la lengua original connota un hecho o acontecimiento en su forma perceptible y mutable en contraposición a la esencia permanente de las cosas. Webster lo explica así: En la concepción antigua había una antítesis doble si bien relacionada. Se consideraba, de un lado, que el fenómeno era lo mutable, los aspectos causados de las cosas y que estaban en desarrollo, en contraposición de sus naturalezas fijas y substanciales y, del otro, su aspecto perceptible o apariencia en contraposición a su ser verdadero e ideal. El mundo fenoménico era pues distinguido del mundo ontológico de la existencia permanente y del mundo ideal de la verdad permanente. Este tipo de antítesis vicia prácticamente la totalidad de la filosofía occidental antigua y moderna, desde antes de la época de Platón hasta Hegel, de cuyas manos recibió su suprema apoteosis. Y es contra esta antítesis que se dirige la definición que da Buddhaghosa del dharma como fenómeno. A pesar de los fallos que cometiera como filólogo, el gran comentarista theravadin tenía un sentido muy agudo para apreciar lo esencial. En su breve definición no deja de ver lo que según el Ojo de la Iluminación es el obstáculo más peligroso en el sendero del discípulo: el creer que términos tales como atta (ser propio), satta (ser), jiva (ánima), purisa (hombre) etc., no se refieren meramente a grupos de fenómenos condicionados y que condicionan, sino a realidades independiente e inmutables que existen “dentro” o “más allá” o “por encima” de tales grupos de fenómenos. Para Buddhaghosa, dharma como fenómeno quiere decir dharmas que ni sostienen (dharma se deriva de dhr que quiere decir “sujetar” o “sostener”) como numen a otros fenómenos ni son sostenidos por numen. El numen no existe. Sólo existen y se soportan los dharmas. Buddhaghosa en este respecto, así como en otros, no se expresa en el nombre de una escuela particular del budismo sino en el de toda la tradición budista, vindicando sobradamente su derecho a ser llamado Buddha Ghosa, la “Voz del Buda”. Al tener dos aspectos el error referente a la naturaleza numénica, fija y substancial de las cosas, la ofensiva budista contra su enemigo espiritual procede simultáneamente desde dos ángulos distintos. Cualquier cosa puede ser vista bajo dos aspectos, cada uno de los cuales se subdivide en dos. En primer lugar, puede verse espacialmente, por así decirlo, y en relación consigo misma; en segundo lugar, dinámicamente y en relación con otras cosas. La creencia incorrecta que en el budismo se denomina attãvada o numenalismo, y que es muy representativa de su genero, comprende pues tanto la creencia en las esencias atómicas e irreducibles de las cosas, como la convicción de que la energía o poder motivador de un objeto no le viene desde fuera sino desde dentro de sí. La primera punzada del ataque del budismo se dirige contra la primera de estas ideas erróneas, ya que Buddhaghosa califica los dharmas de nissatta, sin existencia permanente; la segunda se dirige a la destrucción de la otra idea incorrecta, y el acharya califica además los dharmas de nijivatã, no su propia fuente de energía vital. En el budismo, por consiguiente, nos encontramos que, correspondiendo al doble error, existe un método doble para la destrucción de lo ilusorio y poder ver las cosas como son en realidad. Este método doble consta de dos aspectos que pueden ser llamados el método espacio-analítico y el método dinámicosintético. El primero de estos es el análisis del fenómeno como realidad tangible y consiste en su división progresiva en las partes que le constituyen. Cuando el discípulo persevere en este ejercicio, el cual, al ser cualquier objeto infinitamente divisible podría continuar indefinidamente, gradualmente se irá dando cuenta de esa realidad según la cual los fenómenos no son simples sino compuestos. Además, eso le mostrará también que por más que continúe con su análisis, a cualquier nivel de la existencia, no dará con ningún objeto, o parte de un objeto, tan pequeño que no se le pueda aplicar el análisis. Este cederá como un terroncillo estrujado entre los dedos que se deshace en millones de fragmentos. En la literatura budista abundan los ejemplos de la aplicación de este procedimiento analítico a los fenómenos. El símil de la carreta, tan trillado después de siglos de repetición y de elaboración, nos servirá ahora, en su forma más antigua y simple, como ilustración clásica del proceso analítico. El Buda, reprendiendo a alguien que le había preguntado sobre “este ser”, cuestionando quién lo había forjado, dónde estaba su creador, dónde su origen y su cesación, respondió: “¿Por qué sigues hablando del ser? Es una idea errónea tuya. Un mero montón de samkharas, aquí no hay ser alguno que ver. Igual que cuando las piezas están correctamente montadas pronunciamos la palabra ‘carreta’, cuando se dan los khandas decimos que hay un ser”. (Samyutta-Nikaya, I. 135. I.B, Traducción de Horner) Versiones posteriores de este símil enumeran todas las partes que componían una carreta con un detalle que parecería excesivo, sobre todo si no recordáramos que la función de la imagen no es retórica sino religiosa, que no es un adorno literario sino un recurso espiritual. Simplificado o elaborado, el propósito principal del ejercicio está claro. No tenemos apego a los componentes de una cosa sino a la cosa en su totalidad, la cual imaginamos que existe independientemente de sus componentes y en la que vemos, erróneamente, lo que nos parece su verdadera naturaleza y su esencia relativamente inmutable. El método analítico nos capacita para ver que términos como: hombre, mujer, niño, casa, alma, etc., no denotan cosas en si, sino solamente la unión transitoria de partes evanescentes. Así hace que se desintegre, por decirlo así, nuestro apego, ya que revela la irrealidad, la no existencia, excepto como meros nombres, de los objetos a que estos se refieren. El análisis de los fenómenos se continua sin pausa hasta que el último indicio de apego a los objetos es destruido. Los cinco khandhas mencionados en el segundo de los versos citados representan la fórmula budista básica del proceso aplicado a lo que llamamos el individuo. Los khandhas son: rupa (cuerpo, forma, realidad corporal o material en general), vedana (sensación), sañña (percepción), sankhara (complejos, impulsos, formaciones kármicas o volición) y viññana (consciencia). Más adelante, en la sección XVIII de este capítulo, veremos cuál es el significado de estas divisiones. Por supuesto, ninguna de éstas es la última o definitiva. Las cinco pertenecen al primer estado del proceso analítico en que el “ser” es fragmentado en sus componentes físicos y psíquicos, y estos últimos se resuelven en cuatro componentes propios. Se puede dividir cada uno de los cinco infinitamente. La subdivisión de rupa, en el sentido del cuerpo físico, es un asunto comparativamente simple. Daré pues dos ejemplos de como, en esa subdivisión, el método analítico ataca la idea ilusoria del ser propio. Ambos proceden del Satipatthana Sutta del Majjhima-Nikaya: “-Además monjes, el monje reflexiona que el cuerpo está envuelto por la piel y lleno de una gran variedad de impurezas; desde las plantas de los pies hacia arriba y desde lo alto de la cabellera hacia abajo, pensando: Hay en el cuerpo pelo de la cabellera, pelo del cuerpo, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, tuétano, riñones, corazón, hígado, pleura, bazo, pulmones, intestino grueso, intestino delgado, redaño, excrementos, bilis, flema, pus, sangre, sudor, grasas sólidas, grasas líquidas, saliva, mucosidad, fluido sinovial, orín”. Monjes, igual que si hubiera un cesto con dos aperturas, lleno de varios tipos de grano, tales como el arroz integral de los cerros, el arroz integral, las alubias, los guisantes, el sésamo y el arroz, y un hombre con buena vista, habiéndolo abierto pensase: “Esto es arroz integral de los cerros, esto es arroz integral, esto son alubias, esto guisantes, esto sésamo, esto arroz. De la misma forma, monjes, el monje reflexiona.... Además, monjes, el monje reflexiona sobre el cuerpo, independientemente de como esté colocado o dispuesto, en relación con los elementos materiales: En este cuerpo se dan el elemento tierra, el elemento agua, el elemento fuego, el elemento aire. Igual, monjes, que si un carnicero diestro o un aprendiz, habiendo matado una vaca y habiéndola dividido en porciones, estuviese sentado en el cruce de cuatro carreteras, de igual manera el monje reflexiona...” (Traducción de Soma Thera) El segundo método puede ser denominado dinámico-sintético por que hace hincapié, de una parte, en que nada vive o se mueve por su propio poder, y de la otra parte, en que los fenómenos no surgen en dependencia de una sola causa sino por una multitud de condiciones. Mientras que el primer método analiza en cada fase el fenómeno como realidad tangible, al concebirlo como la suma de sus partes internas, el segundo resuelve el fenómeno como acontecimiento en la suma de sus relaciones externas. Ambos métodos están interconectados. Existen entre las partes en que se puede dividir un objeto un número de relaciones. Del mismo modo, se pueden analizar los distintos tipos de relaciones entre los objetos. En realidad, los dos métodos son un solo método, ya que en los estados más elevados de la visión clara la “realidad tangible” es indistinguible del “acontecimiento”, como en la física avanzada la partícula es indistinguible de la onda. La función de los dos pares de palabras es meramente instrumental; ambos pares señalan a una visión de la naturaleza de las cosas que está más allá de ellos mismos, pero mientras que uno es transcendental el otro es mundano. Puesto que la exposición breve de los doce eslabones de la Pratitya Samutpada que daré en la próxima sección puede ser considerada como una ilustración unilateral de las relaciones multilaterales de los fenómenos, no citaré ahora ningún ejemplo del método dinámico-sintético. Recomiendo al lector que desee más información en este tema el perspicuo artículo del Dr. Conze titulado “Las Condiciones y lo No Condicionado”30. 30 The Mahabodhi Journal vol. 62 Antes de tratar de responder a la pregunta planteada al principio de esta sección, nos queda sólo observar que el método doble del análisis y la síntesis se aplica en el budismo no sólo al fenómeno exterior de la naturaleza sino también al fenómeno interno de la mente. Un pensamiento igualmente que una cosa, una idea igualmente que un imperio, se resuelve en un complejo de relaciones infinitamente extensas entre partes infinitesimalmente pequeñas. Como tanto lo infinito como lo infinitesimal son solamente accesibles en teoría, en la práctica el análisis se detiene en componentes que no son realmente definitivos y que han de ser sintetizados en relaciones que no son de hecho exhaustivas. Diferentes escuelas budistas han creado, con finalidad práctica, listas concretas de partes y de relaciones. En el escolasticismo del Theravada, por ejemplo, se enumeran veinticuatro tipos de relación (pacaya), en las obras del Abhidharma de los sarvastivadines cuatro, en el Sutra Lankavatara seis, etc. Similarmente, el Abhidhammattha Sangaha, un compendio medieval de los theravadines, declara que la totalidad del mundo fenoménico puede dividirse en 169 componentes, en las que se incluyen 89 tipos de consciencias (citta), 52 factores psíquicos (cetasika) y 28 cualidades materiales (rupa). Estas, junto a los dos tipos de Nirvana (Nibbana), constituyen las 171 “realidades” de esta escuela. Las obras de los sarvastivadines, tales como el Abhidharmakosa y el Mahavibhasa-sastra, enumeran sólo 75 de estas realidades. A pesar de las divergencias en asuntos de clasificación que existían entre ellas, las diferentes escuelas mantenían unánimemente que la Sabiduría ha de ser cultivada aprendiendo primero como analizar los fenómenos dividiéndolos en las “realidades” que los componen y después en que forma relacionar entre si esas realidades. Debe de parecernos obvia ahora la naturaleza de los dharmas. Teóricamente, son las “realidades tangibles” infinitesimalmente pequeñas o los “acontecimientos” infinitamente evanescentes que componen todo lo que lo fenoménico realmente es. Prácticamente, son el número definitivo de “realidades” en que las distintas escuelas dividen el mundo y todo lo que en él hay, con el propósito de proporcionar una base definitiva para la demolición de la creencia incorrecta en el atta, o numen, por medio del desarrollo sistemático de la visión clara analítica. Más adelante veremos que gradualmente surgió entre los hinayanistas, en general, una tendencia cada vez más acusada a enfatizar el método espacio-análitico en detrimento del dinámico-sintético. Los mahayanistas protestaron, a su vez, con tanto vigor contra ese desequilibrio que al final algunos de ellos terminaron en el extremo opuesto. La mejor tradición budista siempre ha tratado de preservar el equilibrio entre ambos métodos. Se puede decir, no obstante, que generalmente en el Hinayana predomina lo analítico, mientras que el Mahayana es generalmente sintético. Entre las escuelas del Hinayana, la Sarvastivada, que desarrolló un sistema de realismo pluralista, fue mucho más analítica, tanto explícitamente como dogmáticamente, que los theravadines. Si bien mucha de la literatura de éstos esta plagada por la misma tendencia. Entre las escuelas del Mahayana, la Madhyamikavada, cuya preocupación era la condicionalidad de los dharmas, recurrió principalmente al método sintético, mientras que la escuela Vijñanavada utilizaba el método analítico para buscar la explicación del origen de los fenómenos aparentemente objetivos que surgen de la consciencia pura e indiferenciada. El estribillo de las inspiradas estrofas de Buddhaghosa que a continuación cito, es un ejemplo sucinto de la visión clara de la naturaleza vacía y condicionada de los dharmas que la tradición budista, en su totalidad, ha tratado de desarrollar: No se encuentra hacedor de los hechos; Nadie que recoja alguna vez sus frutos: Sólo fenómeno, y nada más, siguiendo su curso. Esta opinión es la única correcta y verdadera. No se encuentra ni a dios ni a Brahma, Ni a hacedor de esta rueda de la vida: Sólo fenómeno, y nada más, siguiendo su curso, Dependiendo todo de condiciones.31 Visuddhi Magga, XIX. Puesto que uno de los significados de dharma es “objeto mental”, “representación” o “idea con sentido”, resulta claramente que la concepción 31 La concepción de la naturaleza fenoménica de la existencia, o mejor dicho, la visión clara de ésta, no es comprendida fácilmente por la inteligencia mundana. De hecho, sólo por medio de la meditación podría ser entendida. Una ilustración sacada del arte pictórico podría sernos útil. Los impresionistas hicieron muy buen uso de una técnica llamada divisionismo. Esta técnica consiste en extraer de los colores sus componentes, o colores puros, y aplicarlos directamente al lienzo. Una forma particular de esta técnica es el puntillismo, en la que los colores se aplican en puntos. Un cuadro pintado con esta técnica, visto desde cierta distancia, parece representar objetos naturales en una manera usual. Sin embargo, a medida que nos vamos acercando, los árboles, las casas y las figuras humanas se irán disolviendo gradualmente, formando puntos de colores dispuestos de forma caótica y sin coherencia representativa alguna. Estos puntos son los dharmas. Para el ser mundano, aquel que mira desde cierta distancia, el mundo fenoménico parece componerse de un número de cosas reales. El discípulo noble, el cual mira de más cerca y con mirada más penetrante, no ve las cosas como aparecen sino como son; sabe que las cosas son irreales y que sólo existen los dharmas. Mi ilustración es, no obstante, imperfecta, ya que los punto de colores son algo estático. Para completar esta ilustración la tenemos que poner en movimiento y esto lo podemos hacer sobreponiéndole la imagen Bergsoniana del cinematógrafo. En vez de una pintura imaginemos una película de dibujos animados producida con la técnica puntillista. Los que se sienten en las filas más distantes de la pantalla verán una imagen del mundo exterior en movimiento, con hombres y mujeres comiendo, bebiendo, riendo, llorando, haciendo el amor y sufriendo los golpes de la separación y la muerte. Les parecerá a ellos todo esto vívido y real y seguirán con gran interés el desenlace del drama. El espectador sentado en las primeras filas verá tan que tiene Buddhaghosa del suddhadhamma es en cierto sentido idéntica a la concepción que tiene Vasubandhu del vijñaptimatra, la “mera idea”. El gran comentarista theravadin parece haber sido muy influenciado por la escuela Yogacara, a la cual pertenecía Vasubandhu. sólo una sucesión de colores, rojos, azules y amarillos, recorriendo en destellos la pantalla con una rapidez inconcebible. Este mirará la pantalla con indiferencia perfecta hasta que sea hora de salir del local. XIII. La Co-producción Condicionada: los doce eslabones El budismo, igual que otras tradiciones indias, enseña lo que popularmente es llamado reencarnación. No obstante, los textos budistas hacen uso del término punabhava (hacerse de nuevo) que es bastante más preciso que el término reencarnación. Además, su descripción del proceso de la reencarnación es más detallada y elaborada que el de escuelas que no son budistas, igual que son también más minuciosas sus discusiones de los problemas metafísicos pertinentes. Ya hemos visto que los doce eslabones de la Pratitya Samutpada son una aplicación del principio de la condicionalidad a las vidas del supuesto individuo, que en acuerdo con los resultados de su karma pasa de nacimiento a nacimiento. El propósito de esta aplicación tiene doble sentido. En primer lugar, mostrar una serie definitiva de ejemplos concretos, le permite al discípulo desarrollar una visión más clara de la ley universal de la naturaleza transitoria y condicionada de todos los fenómenos. En segundo lugar, muestra que el nacimiento, la vejez, las enfermedades y la muerte, así como las demás aflicciones intrínsecas a la existencia fenoménica, surgen dependiendo de condiciones. Como muestra además que en la ausencia de las condiciones todas esas aflicciones cesan, ofrece una explicación inteligible del sufrimiento humano y señala el camino para escapar de lo mundano a lo transcendental, de la esclavitud del Samsara al estado de Liberación perfecta que es el Nirvana. ¿Pero por qué se enumeran doce nidanas? ¿Se podría aumentar o reducir este número o ha de ser siempre exactamente doce? Ya he tratado de aclarar en la sección XI, al referirme a las formulaciones de diez y de cinco eslabones, que la Pratitya Samutpada es esencialmente el principio general de la condicionalidad, en vez de una secuencia específica de condiciones pertenecientes a cualquier fenómeno. Los factores que condicionan la vida de un individuo en un momento dado son innumerables. Los doce nidanas que reconocen todas las escuelas budistas, sean del vehículo mayor o del menor, son la aplicación estándar de la ley de la Co-Producción condicionada al proceso del nacimiento y de la muerte del individuo. Por eso, no son otra cosa que una selección de ciertos factores operativos en el desarrollo del proceso, factores de crucial importancia en la determinación de la fase que les sucede. Es posible que el principio que rige la selección no sea evidente y que el estudio superficial que se hace en estas páginas le dé al lector la impresión de que la selección es más o menos arbitraria. Si fuera este el caso, haría bien en recordar que fue hecha por la inteligencia sobrehumana del Buda y que los doce eslabones de la Pratitya Samutpada, lejos de ser algo de interés y valor teórico, han proporcionado por veinticinco siglos a millones de seres humanos una filosofía de la vida, además de servir de base metodológica para la realización budista. En la iconografía del budismo tibetano, la representación de esta formulación nos da una indicación clara de su popularidad e importancia. En la pared del vestíbulo de cualquier monasterio tibetano hay pintada una Rueda de la Vida, o mejor dicho una Rueda del Devenir (bhavacakra). El demonio de la transitoriedad sujeta fuertemente la Rueda con sus garras, sus colmillos proyectándose sobre la parte superior, y por debajo asoma su cola de reptil. La Rueda está dividida por cinco o seis radios en un número de segmentos de igual dimensión. En el segmento más superior están representadas las mansiones celestiales de los dioses, yendo en el sentido de las saetas del reloj, le siguen el reino de los asuras (titanes); el reino de los animales; el infierno frío y el caliente, en el segmento más inferior; la morada de los pretas, seres tripudos cuyas bocas son del tamaño de ojos de agujas; y, finalmente, el mundo de los hombres. En el centro o eje de la Rueda, el gallo, la serpiente y el cerdo, en círculo, se muerden la cola y representan la avaricia (lobha), el odio (dvesa) y la ignorancia (moha). Los segmentos de los reinos están rodeados de una serie de doce escenas que representan los eslabones de la Co-producción Condicionada. Partiendo de arriba y en la dirección de las saetas del reloj, tenemos la ignorancia (avidya), un ciego con su bastón; le sigue las formaciones del karma (samskarah), un alfarero con su torno y sus vasijas; la consciencia (vijñana), un mono subiéndose a un árbol en flor; el nombre y la forma, la mente y el cuerpo (nama-rupa), una barca (el cuerpo) con cuatro pasajeros (los cuatro agregados mentales) uno de los cuales guía (la consciencia); los órganos de los seis sentidos (sadayatanani), una casa vacía; el contacto (sparsa), un hombre y una mujer abrazándose; la sensación (vedana) un hombre con una flecha en el ojo; la sed o apetencia (trsna) una mujer que le ofrece de beber a un hombre sentado; la codicia (upadana), un hombre cogiendo fruta de un árbol; el devenir (bhava), una mujer embarazada; el nacimiento (jati) una mujer dando a luz; y finalmente, la vejez y la muerte (jara-marana), representado por un hombre llevando un cadáver a la pira. Impulsados por la avaricia, el odio y la ignorancia, los seres “transmigran” por las seis esferas de la existencia fenoménica según la ley de la Co-Producción Condicionada. Otra indicación de que los doce eslabones, o fases causales, no pretenden ser exhaustivos es la explicación tradicional más antigua, y común a todas las escuelas, según la cual los doce eslabones no están distribuidos sobre una vida sino sobre tres. Los primeros dos eslabones pertenecen a la reencarnación previa, los dos últimos a la reencarnación futura y los restantes a la vida presente. Por lo tanto, puede considerase que cada existencia, contemplada como pasado, presente o futuro, tiene uno de los dos pares de eslabones o los ocho como fase causal. Si combinamos las tres divisiones podemos considerar que cada vida tiene doce eslabones o fases causales, y las tres vidas poseen treinta y seis, dándose cada eslabón tres veces. Aunque la ignorancia es enumerada en primer lugar, no ha de interpretarse que ésta sea el origen más remoto, o principio absoluto del individuo. Tampoco tiene eso ningún significado cosmológico. No es posible establecer que un círculo empiece en ningún punto en particular: es continuo. Lo mismo ocurre con los doce eslabones de la “cadena” de la Co-producción Condicionada. La enumeración de toda la serie podría empezarse por cualquiera de ellas. Independientemente de donde empecemos a contar, la serie puede ser considerada de cuatro formas: en orden directo (anuloma), pasando de la causa al efecto; en orden inverso (pratiloma), de efecto a causa; positivamente, cuando la existencia de la causa determina la del efecto, o cuando la existencia del efecto es vista como dependiente de la de la causa; negativa, cuando debido a la no existencia de la causa el efecto no se produce, o cuando la no producción del efecto se ve como debida a la no existencia de la causa. (Al no disponer de ninguna palabra que signifique “cosa condicionada”, he usado los correlativos causa y efecto. Pero la palabra “causa” ha de entenderse como base causal o condición, en vez de causa en el sentido estricto de la filosofía occidental)32. 1. Avidya (avijja, en pali), el “primero” de los doce nidanas, es la ignorancia, en el sentido de falta de consciencia espiritual. Aunque no puede haber nada opuesto a lo Trascendental, ya que está más allá de cualquier determinación, desde el punto de vista mundano la ignorancia puede ser considerada la antítesis del Bodhi. Por lo tanto, al ser la Iluminación o la Sabiduría Suprema la meta de la carrera del discípulo, el estado de ignorancia, o ausencia total del Bodhi, es metodológicamente el punto de partida de la totalidad de la Enseñanza. La Avidya puede ser positiva y negativa. La persona mundana no sólo no está iluminada sino que también tiene opiniones incorrectas sobre la naturaleza de la existencia fenoménica, las cuales son contrarias a las opiniones correctas mantenidas por los Discípulos Nobles. Por lo tanto, dicha persona ve lo condicionado como no condicionado; imagina numen donde sólo hay fenómeno; ve lo transitorio como permanente, lo doloroso como placentero y lo impuro como puro. Dicha persona es o eternalista (sassatavadin), o nihilista (ucchedavadin). Además es posible Las obras de los theravadines establecen por medio de que condición (paccaya), de entre los veinticuatro tipos, se relaciona cada eslabón con el que le sucede. 32 que crea en la existencia de Dios y del alma; tenga fe en la eficacia de la oración y la auto mortificación, así como que mantenga la opinión errónea de que actos externos, como el bañarse en ríos sagrados y ciertas observancias éticas, como dar limosna, poseen en si valor espiritual. Ya hemos visto que el contenido conceptual del Bodhi puede ser formulado intelectualmente en formas distintas. Similarmente avidya no es sólo un estado general de falta de Sabiduría; es específicamente ignorar la doctrina de la Co-Producción Condicionada, de las Cuatro Verdades Nobles y otros principios cardinales del budismo. La ignorancia es siempre definida así en obras escolásticas. 2 Samskarah (sankhara, en pali) es el segundo nidana y pertenece al nacimiento “previo”. La relación entre avidya y samskharah puede ser comparada con la que existe entre el estado de embriaguez que hace a un hombre perder control y la acción irracional que lleva a cabo en tal condición. El término samskarah quiere decir literalmente “preparación o alzarse” y en las lenguas actuales ha sido traducido por una múltiple variedad de equivalentes y ninguno de ellos es realmente satisfactorio. En el sentido aplicado de “agregado” quiere decir las condiciones necesarias para producir un cierto resultado, en este caso los agregados de condiciones mentales que, bajo el principio del karma, traen como consecuencia la producción del primer momento de consciencia en la vida nueva. El término se refiere esencialmente a los actos de la voluntad asociados a un estado mental o consciencia particular y por esta razón ha sido definido por los comentaristas como karma-cetana o “acción volitiva”. Hay tres tipos de acción volitiva: la corporal, la vocal y la simplemente mental. Además puede ser o meritoria, cuando surge por la asociación con disposiciones mentales sanas que conducen a una reencarnación buena, y demeritoria, cuando surge en asociación con estados de consciencia “insanos” y conducen a una reencarnación “mala”. Las acciones volitivas asociadas con la disposición mental del Arahant, que es éticamente neutra, no son condiciones que conducen a la reencarnación en ninguna esfera de la existencia fenoménica. 3 Dependiendo de las formaciones kármicas del nacimiento previo surge la tercera fase causal, vijñana (viññana en pali) o la consciencia, la primera fase causal perteneciente a la vida presente. El budismo, en contraste con la ciencia moderna llamada biología, enseña que además de los factores hereditarios físicos hay otros factores hereditarios puramente psíquicos. La concepción tiene lugar sólo cuando se dan tres factores necesarios: la unión sexual del padre y la madre, el día adecuado en el ciclo menstrual de la madre y un “ser” listo para renacer. La palabra “ser”, en este caso, se refiere al último momento de consciencia perteneciente al nacimiento previo. La concepción no tiene lugar si no están “preparados o alzados” los agregados, aun si se dan los otros dos factores. Los agregados soportan a los factores hereditarios físicos, al linaje, al ámbito, etc., pertenecientes al nacimiento de unos padres determinados. No hay ningún intervalo, según el budismo theravada moderno, entre la cesación del último momento de consciencia perteneciente al último nacimiento y el surgimiento del primer momento de consciencia del nacimiento presente. ¿Qué es lo que renace? Decir que el ser renacido es idéntico al ser muerto con anterioridad sería caer en el extremo del eternalismo. Decir que no lo es sería caer en el nihilismo. El Buda enseña el Camino Medio que evita ambos extremos y que es la doctrina de la Co-producción Condicionada: “Este ser, en eso se convierte; del surgimiento de esto, eso surge, etc.”. La reencarnación tiene lugar pero en realidad ningún “ser” se reencarna. Esta aplicación de la Pratitya Samutpada al proceso de la reencarnación es una de las ideas más difíciles de captar de la totalidad de las enseñanzas budistas. Esto es así por que esta doctrina es sumamente contraria al profundo apego que sentimos por la ilusión de una individualidad permanente. La idea contenida en ella no puede ser entendida, ni aún intelectualmente, sin estudio cuidadoso e imparcial y una cierta experiencia en meditación. La consciencia kármicamente neutral resultante (vipaka) que empieza a funcionar en el instante de la concepción contiene consciencia ojo, consciencia oído, consciencia nariz, consciencia lengua y consciencia cuerpo, además de cierto fenómeno mental. 4 Dependiendo de la consciencia (vijñana) surge nama-rupa (igual en sánscrito y en pali), que significa cuerpo físico (en embrión al principio) o rupa, más los otros tres “montones” mentales o nama. Estos son la sensación (vedana), la percepción o samjña (sañña en pali) y las actividades volitivas (samkarah). Los cuatro más la consciencia (vijñana) constituyen los cinco skandas (khandhas, en pali). No obstante, el skandha de la consciencia (vijñana) al ser considerado “causa” no puede incluirse en el “efecto”. Esta división en cinco montones, uno material y cuatro mentales, es el análisis budista primario de la supuesta personalidad humana y el primer paso en la destrucción analítica del numen. Lo que surge, por consiguiente, dependiendo de la consciencia en la cuarta fase causal, es la totalidad del organismo psico-físico. Veremos con algo más detalle los cinco skandhas en la sección XVIII. 5 Dependiendo de nama-rupa surge sadayatana (salayatana en pali) o las seis bases, es decir, los órganos de los cinco sentidos físicos y la mente (vijñana), considerada el órgano para la percepción de objetos mentales. Se ha de notar que la base-mente representa aquí los distintos tipos de consciencia del vijñana-skandha que, no habiendo sido enumerados en la fase causal precedente, reaparecen en ésta. La fórmula aparentemente simple de el quinto nidana enmascara una red extremadamente complicada de condiciones. Nama y la base-mente, nama y las bases de los cinco órganos físicos de los sentidos, rupa y la base-mente, rupa y las bases de los cinco órganos físicos de los sentidos, están todos interrelacionados en formas diferentes. Se podría objetar que la consciencia (vijñana) ya había surgido en la tercera fase causal y que no se puede decir, sin contradecirse, que surge en la quinta fase. Esta objeción sería válida si nos concerniese la causalidad en vez de la condicionalidad. Según la tradición theravada hay veinticuatro tipos de condiciones. Los tipos de condiciones que dan lugar a que surja vijñana, como base-mente, en la fase causal tercera son distintos de aquellos que hacen que surja en la quinta. Por lo tanto, al examinar esto con detenimiento, en vez de una contradicción encontramos aún más evidencia de la profundidad y complejidad de esta doctrina.33 6. Dependiendo de sadayatana surge sparsa (phassa en pali), contacto o impresión. Este, el nidana sexto, se divide en seis tipos (contacto del ojo, contacto del oído, etc.,), cada uno de ellos consiste de la combinación del órgano, el objeto y la impresión. Esto es psicología elemental que incluso la persona mundana comprende y sobre este nidana hay solamente un punto que necesita ser comentado. La psicología budista trata la consciencia (vijñana), de un cierto punto de vista, como a un órgano sensorial (manayatana) con sus propios objetos o dharmas (otra aplicación de este término de significados múltiples). Por consiguiente sprsa se refiere también al contacto o impresión mental producida por los objetos mentales sobre la mente. 7. Dependiendo de sparsa surge vedana (igual en pali y en sánscrito), la sensación. Vedana, igual que la fase anterior, se divide respecto a su origen en seis tipos: surgidos del contacto con el ojo, con el oído, etc. Cada uno de los seis puede ser placentero, neutro o doloroso. Vedana, igual que las seis bases y el contacto, surge simultáneamente con la consciencia con la que está inseparablemente conectada y, por eso, no está condicionada por la simultaneidad sino por el resultado del karma. 8. Dependiendo de la vedana resultante del karma surge trsna (tanha en pali), hambre, sed, o apetencia por la excitación; la fiebre del anhelo no satisfecho. Es la llama del deseo que quema sin satisfacerse de nacimiento en nacimiento hasta que finalmente se apaga en el agua fresca del Nirvana. En un comentario interesante sobre esta palabra, el diccionario de inglés y pali de la Sociedad de Textos en Pali dice: Se puede obtener información más completa sobre este punto en la obra de Nyanatiloka “Guide through the Abhidhamma Pitaka”. 33 El uso metafórico de esta palabra (sed) contiene mucha fuerza.—La palabra Tanha se usa principalmente en poesía o en pasajes en prosa de gran sentimiento religioso. Es raramente usado en filosofía o psicología. Es significativo que el Buda usara para el octavo nidana una expresión poética en vez de una científica. Al ser trsna afectividad insana en su forma más vehemente y violenta, una metáfora da una indicación más rica y sugestiva que la que daría una definición. Los seis objetos de la apetencia son los objetos de los sentidos y las ideas, que son los objetos de la mente. Se dan tres modos distintos: el kama-trsna, o apetencia por alguna forma, sonido, etc., en particular que surge con el deseo por placeres sensuales (kama); el bhavatrsna que surge junto a la creencia errónea en una existencia personal eterna (bhava), o en dogmas teológicos como el de la inmortalidad del alma; y, finalmente, vibhava-trsna, cuando está conectada con la opinión incorrecta de que la persona es totalmente aniquilada con la muerte. Más adelante veremos que hay dos tipos de nidanas: los pertenecientes a los procesos del karma (karma-bhava) y los pertenecientes al proceso de la reencarnación (utpati-bhava). Los cinco nidanas comprendidos entre la consciencia y la sensación representan el proceso de la reencarnación de la vida presente. Por ser el resultado de los procesos kármicos iniciados en la existencia previa son éticamente neutros. No obstante, con trsna comienza el proceso kármico de la vida presente, de cuyo alzamiento depende el proceso de reencarnación de la existencia futura. Por esta razón, el octavo nidana aparece también como la Segunda de las Verdades Nobles, el Origen del Sufrimiento. “¿Cuál es, monjes, el origen del sufrimiento? Es esa apetencia que hace surgir de nuevo la reencarnación y está ligada al placer y a la lujuria y aquí o allí encuentra siempre nuevos deleites”. (Digha-Nikaya XXII) La transición entre la sensación y la apetencia, entre un sentimiento pasivo y un deseo activo, es el factor psicológico que se halla tras todos los mitos de la caída del hombre, del paraíso a la Tierra; desde un estado y una esfera de existencia extática a uno miserable. El intervalo entre estos dos nidanas es el campo de batalla de la vida espiritual. Sentir las sensaciones y, no obstante, controlar los deseos es la victoria sobre uno mismo que el Buda declaró ser de mucha más grandeza que la conquista de mil hombres mil veces. Otra metáfora famosa de la apetencia es la flecha envenenada y clavada en el corazón del discípulo, la cual ha de ser extraída para que pueda alcanzar el estado de la salud espiritual perfecta, o la santidad, que es el Nirvana. 9. Si la flecha permanece incrustada la próxima fase causal sobreviene inevitablemente: dependiendo de trsna surge upadana, la codicia o el apego. De éste se dan cuatro tipos: apego a los placeres sensuales (kama); apego a las opiniones, drsti (ditthi en pali), o meras especulaciones metafísicas, creencias y opiniones infundadas, dogmas; apego a la moralidad (sila) y sus observancias exteriores (vrata) en vez del aprecio de su valor real; y, finalmente, apego a la creencia errónea en la existencia de un residuo de numen en el fenómeno (atmavada), especialmente en la forma de creencia en el alma, un ser o ego separado del fenómeno de la persona. Hay que destacar la gran importancia asignada en esta fase causal a los varios tipos de apego intelectual, los cuales son todos variaciones de la ignorancia original básica en que se apoya la totalidad del proceso samsárico. Esto prueba lo importante que es la Opinión Correcta, la Doctrina Verdadera o, en una palabra, la comprensión teórica e intelectual del Dharma. La mera “bondad” no basta para liberar del ciclo del nacimiento y de la muerte. 10. Dependiendo de upadana surge bhava o el devenir, en el sentido de una vida, o la reencarnación en una esfera, o plano, particular de la existencia fenoménica. Según la división adoptada en este nidana estos planos son tres: el del deseo (kama), que comprende la existencia de los titanes, los animales, los seres humanos, los seres de los infiernos, los espectros hambrientos y los dioses de los reinos celestiales inferiores; el de la forma (rupa) que comprende la vida en los cielos intermedios; y, finalmente, el de la existencia sin forma (arupabhava) que comprende la reencarnación en las moradas celestiales superiores, el vértice de la pirámide de la existencia fenoménica. En cada vida individual, independientemente del plano en que se dé, hay un proceso doble, con la volición que produce reencarnación (cetana), de un lado, y el fenómeno mental y físico resultante del karma (vipaka), del otro. Por eso hay dos tipos de bhava: el proceso de la creación del karma (karmabhava) y el proceso de la reencarnación (utpati-bhava). Al término bhava también se le da el significado de concepción, ya que en la décima fase causal empieza la vida “futura”. 11. Dependiendo de bhava, en el sentido de karma-bhava (por ser el proceso de reencarnación (utpati-bhava) un resultado no constituye causa), surge jati o el nacimiento. Esta palabra no tiene aquí el significado de parto sino el de la aparición simultánea en la matriz de la madre de los cinco skandhas (el cuerpo, la sensación, la percepción, la volición constructora y la consciencia). Este es el caso para el ser humano y la mayoría de los mamíferos. 12. Dependiendo de jati surge jara-marana, la muerte y la decrepitud, con la aflicción, los lamentos, el dolor, la pena y la desesperación que trae consigo. Aquí la conexión es obvia. “Así”—es decir, debido a estas doce fases causales— “surge la totalidad de esta masa de sufrimiento”, concluye la fórmula canónica de esta serie. La Rueda del Devenir ha dado ahora una vuelta completa; he enumerado los nidanas, desde la ignorancia hasta la decrepitud y la muerte, positivamente y en orden directo o progresivo. Hemos visto, pues, ese gran hecho: que la esclavitud humana a la existencia fenoménica es el producto de la acción volitiva humana en vez del producto del destino, de la casualidad o de un dios creador. El secreto de la esclavitud es también el secreto de la liberación. Ejerciendo una fuerza mayor que la del odio, mayor que la del deseo y mayor que la de la ignorancia, la Rueda del Devenir puede girar en dirección contraria. Los nidanas serán entonces enumerados negativamente y en orden invertido: A partir de la cesación del nacimiento cesa la decrepitud y la muerte, de la cesación del devenir viene la del nacimiento, de la cesación del apego viene la del devenir, de la cesación de la apetencia la del apego, de la cesación de la sensación la de la apetencia, de la cesación del contacto la de la sensación, de la cesación de las seis bases la del contacto, de la cesación del nombre y la forma la de las seis bases, de la cesación de la consciencia la del nombre y la forma, de la cesación de las voliciones constructoras la de la consciencia y de la cesación de la ignorancia la de las voliciones constructoras. “Así”, en las triunfales palabras del antiguo texto, “es la cesación de la totalidad de esta masa de sufrimiento”. “Muchas casas de la vida me han contenido. Siempre buscando, y cargado de aflicción, a quien construyó estas prisiones de los sentidos. ¡Dolorosa fue mi lucha continua! Pero ahora, constructor de este tabernáculo, Sé quien eres: ¡Jamás levantarás de nuevo estas paredes de sufrimiento, ni colocarás el techo del engaño, ni pondrás las vigas sobre el barro! Destruida queda tu casa y astillada la parhilera: La ignorancia la diseñó. ¡Salvo estoy de aquí en adelante, la liberación obtenida!” (La Canción de la Victoria del Buda: Dhammapada, versos 153-54; La Luz de Asia, libro VI.) XIV. El Samsara y el Nirvana La cesación no es en absoluto la última palabra del budismo. Aunque el Nirvana, la meta del discípulo, se indica principalmente con expresiones negativas no es en sí un estado de mera no existencia. Del mismo modo, el proceso de la cesación sucesiva de las doce fases no ha de ser entendido, en modo alguno, como si fuese una aproximación gradual a un estado de aniquilación absoluta; aun si la descripción tiene lugar en términos de extinción exclusivamente. Lo que logra el discípulo al destruir el último de los eslabones de la cadena que lo sujeta a la existencia fenoménica, lo describe tanto la cesación de la ignorancia como, más positivamente, el logro de la Iluminación Suprema (Sambodhi) o la Sabiduría (Prajña). Por lo tanto, ha de ser posible una formulación positiva de la Pratitya Samutpada en orden invertido. La Rueda del Devenir girando del Samsara al Nirvana nos permitirá, pues, hablar en cada fase causal, no sólo de la cesación de las condiciones que llevan a la reencarnación y al sufrimiento, sino también de la producción de factores positivos que se incrementan mutuamente hasta que con la realización del Sambodhi alcanzan su apogeo. Tal formulación ha sido recogida en el Canon Pali, pero al parecer tan sólo una vez. Que no haya ningún otro texto similar en el Tipitaka y que haya dominado un creciente énfasis negativo en todas las escuelas del Hinayana, incluida la theravada, trae consigo la desatención y el olvido durante siglos de este texto de gran importancia doctrinal. Fue por primera vez notado en el mundo moderno por Caroline Rhys Davids, que en el prólogo del segundo tomo de su traducción del Samyutta-Nikaya, porción de las Escrituras en que se encuentra el texto, reconoce su importancia y, con un matiz algo irónico, lo califica de “oasis” de afirmación en medio de un árido desierto de negación. Según el Nidana-Vagga, texto que, como acabo de mencionar, pertenece al Samyutta-Nikaya, la Co-producción Condicionada consiste de veinticuatro fases causales. Aparte de una pequeña diferencia en la terminología, la primera mitad de la serie es idéntica a la serie común de los doce eslabones que han sido enumerados y descritos en la sección anterior. No obstante, el duodécimo de la serie más larga no es, como cabría esperar, jara-marana, la decrepitud y la muerte, sino simplemente dukkha, el sufrimiento. Este cambio es mínimo pero significativo: dukkha es la primera de las Cuatro Verdades Nobles. Si una de las dos fórmulas más importantes del principio de la condicionalidad universal puede ser interpretada positivamente ¿Por qué no la otra también? ¿Por qué no ha de haber una aplicación positiva, además de una negativa, de las Cuatro Verdades? Mejor será ser precavido y no sacar demasiadas deducciones de lo que es tan sólo una diferencia en la terminología. “La decrepitud y la muerte”, siendo en este caso una figura retórica llamada sinécdoque, representa todas aquellas experiencias desagradables y dolorosas de la vida que colectivamente se llaman dukkha o sufrimiento. Dependiendo de dukkha surge sraddha (saddha) o la fe, el primer eslabón de la segunda serie de fases causales o asociaciones. Entonces, dependiendo de la fe surge la alegría (pamojja); dependiendo de la alegría surge el arrobo (piti); dependiendo del arrobo surge la serenidad; dependiendo de la serenidad surge la felicidad; dependiendo de la felicidad surge la concentración; dependiendo de la concentración surge el conocimiento y la visión de las cosas tal y como son; dependiendo de la visión de las cosas tal y como son surge la repulsión; dependiendo de la repulsión surge el desapasionamiento (viraga); dependiendo del desapasionamiento surge la liberación; dependiendo de la liberación surge el conocimiento de la destrucción de los asravas (asavas, en pali), o el veneno de la apetencia sensual, el del deseo de existencia y el de la ignorancia. El Sambodhi es, pues, obtenido; pero esta vez la sucesión de fases causales no ha sido descrita negativamente sino en términos puramente positivos. La diferencia entre la formulación negativa de la Pratitya Samutpada a la inversa y la positiva, no es solamente una cuestión de terminología. La importancia de este texto es enorme, ya que muestra un testimonio, en los textos más antiguos de la Enseñanza, que anticipa las descripciones del Camino exuberantemente afirmativas que se hacen en el Mahayana. El Buda ilustra la totalidad del proceso de la Co-producción Condicionada, o la asociación causal—así traduce el término la Sra. Rhys Davids—en su forma extendida de veinticuatro fases, con uno de esos símiles que destacan por su belleza en la literatura en pali: “Hermanos, cuando llueve abundantemente sobre un gran cerro, el agua corre según la inclinación y llena las hendiduras, grietas y barrancos de la ladera del cerro. Cuando están llenos, llena las charcas, al llenar éstas llena los lagos, al llenar éstos llena los ríos, al llenar éstos llena los grandes ríos, y al llenar los grandes ríos llena el mar, el océano; de igual manera, hermanos, hay una asociación causal de las actividades con la ignorancia, de la consciencia con las actividades, del nombre y la forma con la consciencia, de las esferas de los seis sentidos con el nombre y la forma, del contacto con las esferas de los seis sentidos, de la sensación con el contacto, de la apetencia con la sensación, de la codicia con la apetencia, del devenir (de nuevo) con la codicia, del nacimiento con el devenir (de nuevo), de la aflicción con el nacimiento, de la fe con la aflicción, de la alegría con la fe, del arrobo con la alegría, de la serenidad con el arrobo, de la felicidad con la serenidad, de la concentración con la felicidad, del conocimiento y la visión de las cosas como son en realidad con la concentración, de la repulsión con el conocimiento y la visión de las cosas como son en realidad, del desapasionamiento con la repulsión, de la liberación con el desapasionamiento, del conocimiento de la extinción (de los intoxicantes) con la liberación”. Que existe en la Pratitya Samutpada esta segunda serie de fases causales que son positivas, progresivas, espirituales y que van en sentido espiral, por así decirlo, ha sido demostrado por uno de los académicos y pensadores budistas más importante de nuestro tiempo, el Dr. Beni Madhab Barua, el cual nos ha aclarado que la segunda serie, y no el mero proceso de la cesación, constituye la verdadera expresión del abandono del ciclo de los nacimientos y de las muertes. En su conferencia titulada “el Budismo como Religión Personal”, el Dr. Barua ha intentado definir la relación lógica entre la Pratitya Samutpada y el Nirvana, que como él observa, son los dos puntos centrales de la religión personal del Buda. ¿Es ese orden perdurable en el cosmos expresado por el Buda en la doctrina de la Co-producción Condicionada (denominada por el Dr. Barua “la génesis causal”) una realidad que incluye todo? “Si es así”, se pregunta el Dr. Barua, “¿incluye o no al Nirvana? Si excluye al Nirvana o a cualquier otra experiencia sea material, mental, moral o espiritual, no puede ser una realidad que incluya todo. Además si no incluye todo, no merece en absoluto llamarse realidad. Para ser la realidad debe de ser no sólo un hecho sino la totalidad del hecho conocido y conocible, verdadero y potencial”34. Sólo cabe hacer aquí una rectificación, que es señalar que la cuestión no es realmente si la Pratitya Samutpada es una realidad que incluye todo, sino si es una formulación de la realidad que incluye todo. Tras las observaciones que ya se han hecho respecto a la necesidad de distinguir entre los pensamientos y las cosas, esta distinción resulta, indudablemente, importante. El Dr. Barua observa que el problema de la relación entre las dos doctrinas principales del Buda creó un rompecabezas y una dificultad en su religión personal, lo cual ha dividido a los maestros budistas en dos formas de pensar marcadamente antagonistas. Una de estas mantiene que el Nirvana, al representar el proceso contrario o la cesación, queda lógicamente excluido de la doctrina de la Pratitya Samutpada que trata solamente de lo fenoménico. Ni siquiera Buddhaghosa captó la dificultad lógica y metafísica de este asunto. El enfoque del Dr. Barua de lo que él llama la religión personal del Buda, es distinto del que se da en esta obra. No obstante, en este punto ambas líneas de enfoque convergen y su solución al problema que desconcertó incluso al inteligente Acharya Buddhaghosa confirma mis conclusiones previas. Además sus conclusiones son intrínsecamente tan interesantes que reproduzco de ellas en estas páginas tanto como el espacio me permite. Tras informarnos que la solución del problema viene de la hermana Dhammadinna, monja de gran talento intelectual cuyas opiniones fueron aprobadas por el Buda con la observación de que El no tenía nada que añadir, el Dr. Barua emprende la genial exposición que aquí, en parte, reproduzco: “Tal y como ella la interpretó, la Génesis Causal del Buda admite dos tendencias en la totalidad de la realidad. En una de ellas la reacción (patibhaga) tiene lugar de manera cíclica y entre dos cosas opuestas (paccanikas), este es el caso del placer y el dolor (sukha-dukkha), la virtud y el vicio (puññapapa), lo bueno y lo malo (kusala-akusala). Esto lo denomina Buddhaghosa, correctamente, visabhaga-patibhaga. En la 34 The Maha Bodhi vol. 52 otra tendencia, la reacción tiene lugar en orden progresivo entre dos cosas complementarias o entre dos cosas del mismo género y el factor sucesivo aumenta el efecto del que le precede. A esto Buddhaghosa le llama patibhaga. El término “mundo”, en contraste con el Nirvana, se refiere a la primera tendencia en la génesis causal, en la cual giramos en el ciclo de reacción entre cosas opuestas. El Nirvana representa la otra tendencia de la génesis causal, en la cual el curso de la reacción va en aumento, de lo bueno a lo que es mejor, para pasar a lo que todavía es mejor. Va del placer al júbilo, del júbilo a la alegría, de la alegría a la felicidad, de la felicidad al éxtasis, del éxtasis a la beatitud, del conocimiento intuitivo (vijja) al sentimiento de emancipación (vimutti), de ahí al autocontrol (vasibhava) o toma de consciencia del logro del estado de liberación, y de ahí al disfrute completo del éxtasis del Nirvana. Cuando le preguntaron a Dhammadina cual era la reacción que seguía al Nirvana, respondió sabiamente que el Nirvana era generalmente considerado la última fase del proceso para evitar una continuación infinita—lo que en su propia lengua se denomina pariyanta-gahanam. No obstante, ella no deja de indicar que si hay más reacciones éstas tendrán lugar de igual manera y lo que siga por lo tanto pertenecerá al Nirvana, y compartirá su naturaleza... Si es ésta la interpretación correcta de la postura filosófica de la génesis causal del Buda, tanto el Samsara como el Nirvana están incluidos en ella, siendo ambas posibilidades de una misma realidad. Resulta evidente que esta era la postura correcta si consideramos el hecho de que todo el modo o método de entrenamiento religioso que surge de la religión personal del Buda fue basado en la segunda tendencia, la segunda línea de reacción que implica la progresión de lo bueno a lo que es mejor, de lo sano a aquello que es aun más sano. El movimiento cíclico o la lucha entre cosas opuestas pertenece a las esferas de consciencia del kama que no son reflexivas ni jhánicas. Akusala, la reacción de la mente que es inmoral o insana, no tiene lugar en las esfera de la consciencia jhánicas o reflexivas y la experiencia religiosa admite gradaciones infinitas, si bien por conveniencia o propósito científico éstas se reducen a dieciséis o diecisiete fases sucesivas del progreso de la vida del aspirante. Dadas estas dos tendencias en el orden del devenir que el Buda descubrió, y contempladas por nosotros como tal, dependerá de cada uno de nosotros el decidir a que tendencia dedicarnos. En esto reside la esfera de acción y la libertad respecto a la Voluntad. Si la opinión del Buda hubiera sido simplemente el punto de vista de Héraclito sobre el cambio, según el cual nos veríamos obligados a girar en el ciclo de los opuestos, habría sido lógicamente imposible la gran concepción del camino progresivo de la vida descrito en el Astamarga, o mejor dicho, el Dasamarga, y que emanó de la Buddha-jñana.” Ahora será posible sintetizar mis conclusiones con las del Dr. Barua y dar una descripción bastante completa del contenido conceptual de la realización del Buda según el testimonio más antiguo que se conoce. Al ser la realidad inefable, las definiciones positivas y negativas quedan fuera de lugar. No obstante, siguiendo el Camino Medio entre la afirmación y la negación, la visión clara del Buda puede quedar formulada como el principio de la condicionalidad universal, Patritya Samutpada o la Co-producción Condicionada. Esta doctrina incluye a toda la Realidad, o a la formulación de la Realidad, en la que se incluyen dos tendencias u orden de las cosas, una cíclica de reacción entre opuestos, la otra progresiva y que se da entre factores que se complementan y superan. La segunda tendencia no es simplemente la negación que corresponde a la primera, sino que posee un carácter positivo propio. En esta segunda tendencia se basa la vida espiritual. En relación a la primera tendencia el Nirvana puede ser descrito sólo negativamente, en términos de cesación. Desde el punto de vista del mundo parecerá inevitablemente un estado puramente transcendental y, por así decirlo, estático. En relación con la segunda tendencia el Nirvana puede ser descrito como el punto más lejano que se puede discernir en la serie de reacciones progresivas, y cada vez más positivas, que dejan atrás al Samsara; en este caso el Nirvana parece “dinámico” en vez de estático, el arquetipo del tiempo y no el del espacio. Las ventajas de esta visión doble de la Realidad son enormes. La vida espiritual en vez de ser un proceso de deshacerse de lo malo se convierte en la asimilación enriquecedora de bienes cada vez mayores. La vía afirmativa es un método para la meta tan válido como la vía negativa. Desafortunadamente este equilibrio perfecto entre fuerzas y métodos espirituales de naturalezas opuestas, pero complementarias, no pudo ser mantenido. Por eso, y debido también a ciertos cambios de énfasis que tuvieron lugar en diferentes escuelas budistas, la tesis central del Dr. Barua no es sólo de gran importancia práctica sino también de gran interés teórico. Esto es así porque en su tesis afirma que en la religión personal del Buda el Samsara y el Nirvana eran posibilidades dentro de una misma realidad, la cual era la Pratitya Samutpada. Ya he señalado antes que son sumamente escasos los textos en pali pertenecientes al Tipitaka Theravada que establecen el proceso contrario a la reencarnación en términos que no son de cesación. Son mucho más numerosos los textos que describen el Camino y la Meta en términos de extinción exclusivamente. La preferencia inconfundible por el lado negativo de la enseñanza del Buda mostrada por las escuelas del Hinayana es la causa y el efecto de esta gran diferencia entre el número de textos “negativos” y “positivos” que han sido transmitidos en su tradición. Las escuelas del Mahayana han sido, por regla general, más fieles al espíritu de la Enseñanza Original. En mi ensayo “Philosophy and Religion in the Original and Developped Buddhism”35 he tratado de mostrar que lo que Buddhaghosa llama visabhaga-patibhagas, o reacción entre cosas opuestas en un orden cíclico, corresponde a lo que Nagarjuna y sus discípulos denominan samskrta-sunyata o vacuidad de lo compuesto. También establezco que lo que Buddhaghosa denomina sadisa-patibhaga, o reacción en orden progresivo entre complementarios, Nagarjuna llama asamskrta-sunyata o vacuidad de lo no compuesto. Finalmente señalo en ese ensayo que igual que en la religión personal del Buda el Samsara y el Nirvana son dos posibilidades en una misma realidad, en la filosofía del Vijñanavada las semillas de la impureza (sasrava-bija) y las semillas de la pureza (anasrava-bija) están ambas contenidas 35 The Buddhist (1950) en la Alaya-Vijñana o Consciencia Acumulada. El lector que esté interesado en este tema puede consultar dicho ensayo para encontrar información más detallada. Ahora hemos de pasar de la Pratitya Samutpada a la segunda de las formulaciones más importantes del principio de la condicionalidad universal. XV. Las Cuatro Verdades Nobles Recordará el lector que la visión clara del Buda, la visión clara de la naturaleza de lo fenoménico, se expresa en su forma más generalizada con una fórmula de cuatro proposiciones. (1) Cualquier cosa existe, o cualquier acontecimiento ocurre; (2) la existencia de esa cosa, o ocurrencia del acontecimiento, depende de la existencia u ocurrencia de una causa o condición particular; (3) con la ausencia de esta causa o condición cesa de existir o no ocurre; (4) el fenómeno en cuestión no existe o no se produce. Esta fórmula, ampliada en la forma de los doce eslabones de la Pratitya Samutpada, ha sido aplicada para explicar la esclavitud y liberación de eso que es llamado individuo. La primera proposición corresponde a los nidanas que constituyen el proceso del karma; la segunda a aquellos que comprenden el proceso de la reencarnación; y la tercera y cuarta corresponden a la cesación de ambos procesos respectivamente. El Camino de la Liberación no fue explicado por el Buda sólo en términos de la segunda mitad de la fórmula general, sino también en términos de la primera, es decir, como crecimiento positivo además de cesación. No obstante, las escuelas del Hinayana relegaron exclusivamente al “mundo” las aplicaciones positivas y las negativas exclusivamente al Nirvana. Así quedó seriamente alterado el equilibrio, tanto con respecto a la Doctrina como al Método. Como veremos a continuación, le ocurrió lo mismo a lo que, dejando de un lado los doce eslabones de la Pratitya Samutpada, es históricamente la aplicación más importante del principio de la condicionalidad: la doctrina de las Cuatro Verdades Nobles. Esta, según Nyanatiloka Thera, está considerada por muchos budistas, tanto del Hinayana como del Mahayana, “la síntesis más breve de la totalidad de las doctrinas del budismo”36. Las Cuatro Verdades Nobles, tal y como se las denomina generalmente, son duhkha (dukkha, en pali), dolor o sufrimiento; samudaya (igual en pali y en sánscrito), el origen del dolor o el sufrimiento; nirodha, su cesación; y marga (magga, en pali), el medio o, literalmente, el camino a su cesación. Salta a la vista que sólo la Primera Verdad tiene contenido propiamente dicho; las otras son derivaciones. No obstante, el contenido de la Primera Verdad puede ser variado. En un texto del Majjhima Nikaya, Sariputra, dando una exposición de la Opinión Correcta, toma como ejemplos ãhãra (comida), dukkha (dolor o sufrimiento), jara-marana (decrepitud y muerte), tanha (sed o apetencia), nama-rupa (nombre y forma) y avijja (ignorancia), y aplica a cada una de estas cosas la fórmula cuádruple de la existencia, el origen, la cesación y el medio para la cesación. A partir de esto, resulta evidente que las Cuatro Verdades Nobles no son una doctrina sino una fórmula o aplicación a cualquier cosa percibida, un hecho que según el Dr. Nalinaksha Dutt “ha sido destacado claramente en muchos textos budistas”. Puesto que a Sariputra le es posible definir la Opinión Correcta en términos diferentes al dolor - por ejemplo, la comprensión de la comida, como se origina la comida, como cesa y cual es el medio para su cesación - está claro que la Opinión Correcta no consiste en la comprensión de alguna aplicación particular sino en la comprensión del espíritu general de la fórmula de la condicionalidad. Como en el caso de la Pratitya Samutpada, la distinción entre la fórmula general y la aplicación específica ha sido tenida en cuenta raramente, y para los budistas, tanto para los antiguos como para los modernos, las Cuatro Verdades Nobles son simplemente la Verdad del Dolor, la Verdad del Origen del Dolor, la Verdad de la Cesación del Dolor y la Verdad del Camino a la Cesación del Dolor. Me veo obligado a seguir una tradición de antigüedad tan venerable, aun si representa una desviación de la Enseñanza del Buda vista en su totalidad, y 36 Buddhist Dictionary p.132 a tratar las Cuatro Verdades solamente en términos del sufrimiento; incluso los errores merecen cierto respeto cuando tienen más de dos mil años. Pero antes hemos de esforzarnos en prevenir las malas interpretaciones que podrían surgir de ese procedimiento, mostrando con la mayor claridad posible que la selección del sufrimiento o el dolor como objeto normal o estándar para la aplicación de las Cuatro Verdades fue dictada por condiciones de naturaleza predominantemente metodológica. Al despertar a las limitaciones, en el lado metafísico, de la forma más corriente de la “doctrina” de las Cuatro Verdades Nobles, evitaremos el desequilibrio característico de las escuelas del Hinayana y, además, daremos un reconocimiento más adecuado a aspectos del Dharma que generalmente no lo reciben. A lo largo de toda la tradición budista se da una distinción clara entre lo que pertenece a la Doctrina, la teoría, o la comprensión racional, de un lado, y lo que pertenece al Método, la práctica o la realización espiritual, del otro. En los textos del Tipitaka Theravada en pali abundan las referencias a “la Doctrina y la Disciplina” (dhamma-vinaya). Similarmente, los textos en sánscrito del Mahayana mencionan con frecuencia que la Sabiduría (prajña) y los Medios Idóneos (upaya) son los dos aspectos gemelos de la Enseñanza del Buda. Note el lector que se trata de una distinción y no de una diferencia. Lo que nos concierne no es una división entre cosas distintas del mismo orden, ni partes diferentes de una misma cosa, sino simplemente la doble apariencia bajo la cual necesariamente se presenta el Dharma a la comprensión de los seres humanos, si bien en sí permanece inalterable. A estos dos aspectos del Dharma, que es intrínsecamente indivisible, corresponden dos procedimientos, métodos de enfoque o puntos de partida. El “punto de vista” del Dharma obtenido desde uno difiere del obtenido desde el otro en la misma forma que el paisaje visto desde la cima de una montaña difiere del paisaje visto desde el pie de ella. O los puntos de vista están en relación mútuamente inversa como la imagen de una cosa reflejada en un espejo: la parte del objeto que está más cerca del espectador, suponiendo que el objeto esté entre él y el espejo, aparece como la más lejana en el espejo. Si se ve el Dharma bajo el aspecto de la Sabiduría, entonces el Nirvana está “cerca” y el Samsara “lejos”; si se le ve bajo el aspecto del Método entonces el Samsara está “cerca” y el Nirvana “lejos”. La distinción que nos concierne, pues, es obviamente del mismo orden que la distinción entre la prioridad lógica y la prioridad en experiencia, entre el tipo de razonamiento a priori y el a posteriori, entre el método deductivo de llegar a la verdad y el inductivo. Puesto que por su compasión al Buda le interesaban las realidades de la situación humana inmediata, no las cosas como deberían de ser sino como son en realidad, El se vio obligado a presentar con más frecuencia el Dharma bajo el aspecto del Método que bajo el de la Doctrina. A la persona mundana sólo se le podía enseñar la cima de la montaña desde el valle en que moraba. El Nirvana ha de presentarse como “lejano” y el Samsara como “cercano”. El mundo es un dato positivo de la experiencia, y el hombre, generalmente, no tiene conocimiento de cosa alguna más allá de él. Por eso el Nirvana tuvo que ser descrito necesariamente en términos de la cesación del mundo, y por lo tanto en una forma predominantemente negativa. Así debido a razones puramente prácticas el Dharma confronta a la humanidad bajo el aspecto del Método, mientras que el Sasana o la Dispensación, que es la manifestación actual del Dharma en las coordenadas del espacio y del tiempo, aparece en posesión de un carácter predominantemente empírico, inductivo y a posteriori. Pero ¿Por qué dukkha? Aun concediendo que por razones pedagógicas el Buda se vio obligado a colocar en primer plano de su Enseñanza al Samsara en vez de al Nirvana, así como a referirse al primero en forma positiva y al segundo predominantemente en forma negativa, ¿Por qué tuvieron que seleccionar El y sus seguidores, para el contenido de la Primera Verdad Noble, el sufrimiento, entre toda la gran variedad de experiencias de la vida? Ya he tratado de dar una respuesta a esta pregunta en mi ensayo titulado “Where Buddhism Begins - And Why It Begins There”, en el cual aduzco dos argumentos principales. En primer lugar, al empezar con un sentimiento en vez de una idea el budismo evita una polémica innecesaria. Se puede dudar si existimos realmente porque pensamos, pero nadie puede negar que el sufrimiento es parte de su existencia. Además, tanto la investigación filosófica como la aspiración religiosa surge del dolor y el sufrimiento, del sentimiento profundo de insatisfacción con el estado corriente del conocimiento y de la forma de ser. “El budismo resuelve el problema planteado por la cuestión de donde se ha de empezar la exposición filosófica, al identificar el punto de partida psicológico de la actividad filosófica en sí con el punto de partida lógico de la exposición filosófica”37. En segundo lugar, siendo el hombre un animal desiderativo en vez de racional: “lo que determina a la hora de la verdad su comportamiento son sus emociones, sus experiencias de placer y de dolor, y es sólo dirigiéndoles su atención y utilizándolas que es posible influenciar y cambiar el comportamiento humano. La religión, puesto que trata de conseguir los cambios más radicales posibles en la naturaleza humana, debe, ante todo, ser capaz de penetrar sus profundidades desiderativas, y no sólo rayar la superficie racional de la psique. El budismo al comenzar con el hecho del dolor incluye a la totalidad de la naturaleza humana desde un principio. El reconocimiento de la Primera Verdad Noble no es una diversión intelectual placentera sino una conmoción emocional terrible. Las escrituras dicen que uno se siente entonces como un hombre que se da cuenta de pronto de que su turbante está ardiendo. Sólo un sobresalto así es lo suficientemente fuerte para galvanizar a la totalidad del ser para que pueda actuar. Mientras que el descubrimiento intelectual más sorprendente no es más que una estimulación agradable en la región del hemisferio cerebral. Un hombre sólo actuará con eficacia cuando sienta intensamente. Es, ante todo, por esta razón que el budismo no parte de un concepto sino de un sentimiento, no parte del postulado intelectual sino de la experiencia emocional”38. 37 38 Path of the Inner Life. Where Buddhism Begins and Why Begins There. Ídem. Se podría objetar que mi argumento consigue probar por qué el budismo empieza con una experiencia emocional, pero no por qué empieza con una experiencia emocional dolorosa. A esta objeción respondería señalando que por ahora estamos dentro del reino del Método. Desde el punto de vista “metafísico”, el budismo no niega la existencia de experiencias emocionales placenteras; incluso admite que en personas de un cierto temperamento dichas experiencias posiblemente predominen sobre las dolorosas. Pero bajo el aspecto del Método, el Dharma se centra en inculcar aversión al Samsara y su consecuente renunciación, bajo este aspecto se dirige a las experiencias dolorosas de la vida en vez de a las placenteras. No debemos perder de vista nunca que mientras que la fórmula general de la condicionalidad que constituye el marco de la versión de las Cuatro Verdades Nobles comúnmente aceptada pertenece a la Doctrina, su contenido específico pertenece sólo al Método. Si no se tiene presente constantemente esta distinción, la interpretación incorrecta del Dharma y su distorsión será inevitable. Una consecuencia de esas distorsiones es la acusación de pesimismo que con tanta frecuencia se le ha hecho al budismo. El pesimismo es una doctrina filosófica que mantiene que la realidad no es buena sino mala y que las experiencias dolorosas de la vida superan a las placenteras; esto obviamente no se relaciona al Método sino a la Doctrina. El budismo ni mantiene que la realidad es mala ni que la vida es generalmente desagradable. Es absurdo acusarlo de pesimismo simplemente por su preocupación puramente metodológica por el sufrimiento. No es tampoco correcto defenderlo contra esa acusación alegando que aunque la Primera de las Cuatro Verdades reconoce la experiencia del sufrimiento (dukkha), la Cuarta Verdad señala el Camino a su Cesación. Tal réplica, si bien consigue mitigar en parte la severidad de la acusación, no reconoce la verdadera naturaleza del error del cual procede. Al ignorar la distinción entre el Dharma como Doctrina y el Dharma como Método, tanto la defensa como el ataque tienen lugar en el plano metodológico y son, ipso facto, superficiales. Un hombre cuya madre murió no necesita responder, si se le acusa de golpearla, que él no posee un bastón. Hay otro ejemplo de este tipo de confusión entre la metafísica y la metodología que, aunque no conecta directamente con las Cuatro Verdades, es lo suficientemente serio para dedicarle brevemente nuestra atención. Este no se trata del dolor y del placer sino de la fealdad y la belleza. En el budismo hay numerosos ejercicios de meditación en que el discípulo aparta su atención de lo atractivo en el cuerpo humano para concentrarla en sus aspectos y funciones repulsivas. Estos ejercicios, obviamente, no conciernen a ninguna doctrina, son simplemente un método perfectamente válido para reducir, y finalmente erradicar, los deseos sensuales. Aun así, ciertos hinayanistas, incluyendo muchos theravadines modernos, al no ser capaces de distinguir entre lo que pertenece a la metodología y lo que pertenece a la metafísica, persisten en sacar de este ejercicio la extraña conclusión de que lo feo es real y lo bello irreal. Las escrituras en pali contienen un cierto número de textos que muestran al Buda mismo apreciando la belleza de la naturaleza y la del arte. Si esto no bastara, la distinción que he hecho, entre lo que pertenece a la Doctrina y lo que pertenece al Método, sería suficiente para demostrar lo erróneo de dicha opinión. He indicado la función estrictamente metodológica del contenido de las Cuatro Verdades Nobles y, así, he definido los límites de ese contenido en lo que concierne a lo metafísico (el marco de la doctrina sólo es ilimitado). Ahora, una vez prevenida la posibilidad de la interpretación errónea, debemos considerar la explicación de cada una de las Cuatro Verdades. Por varias razones, serán explicaciones breves. En primer lugar, el marco doctrinal de las Verdades es simplemente la fórmula general de la condicionalidad descrita en las secciones XII, XIII y XIV. En segundo lugar, su contenido específico, como hemos visto, pertenece estrictamente al Método y por lo tanto no requiere mucho comentario. Finalmente, la mayoría de los libros escritos sobre el budismo contienen una descripción de esta enseñanza, ya sea de unas cuantas líneas o la totalidad de un capítulo. El lector, no obstante, deberá tratar estas obras con precaución ya que ninguna de ellas hace claramente la distinción entre la Doctrina y el Método y tienden a presentar las Cuatro Verdades Nobles, explícita o implícitamente, como puntos de vista metafísicos en vez de metodológicos. Esas obras han de leerse pues con consciencia plena de sus límites para evitar interpretaciones erróneas graves. Para la enseñanza de las Cuatro Verdades Nobles, el texto más frecuentemente citado es el Dhammacakkappavatana, o el Primer Discurso del Buda en Sarnath, donde el principio general de la condicionalidad, que constituye la expresión conceptual de su Iluminación, recibió por primera vez la aplicación metodológica para un contenido específico y apropiado para el temperamento de los discípulos. Citaré solamente la primera parte del discurso. -Esto fue oído por mi: en cierta ocasión el Señor moró en Benares, en Isipatana, en el Parque de las Gacelas. Allí el Señor, dirigiendo la palabra a los cinco monjes, dijo: “Estos dos extremos, monjes, no han de ser practicados por aquel que ha dejado el hogar y renunciado al mundo. ¿Cuales son estos dos? Lo que va unido a las pasiones, a los excesos, lo bajo, lo vulgar, lo común, lo innoble y lo inútil; y lo que va unido a la automortificación, lo doloroso, lo innoble, lo inútil. Evitando estos dos extremos el Tathagata ha logrado la iluminación por el Camino Medio, el cual produce la visión clara y el conocimiento, y tiende a la calma, al conocimiento superior, la iluminación, el Nirvana. Monjes, ¿Cuál es el Camino Medio por el cual el Tathagata ha logrado la iluminación, el cual produce la visión clara y el conocimiento, y tiende a la calma, al conocimiento superior, la iluminación, el Nirvana? Es el Camino Óctuple Noble, a saber, la opinión correcta, la intención correcta, el habla correcta, la acción correcta, la subsistencia correcta, el esfuerzo correcto, la atención correcta y la concentración correcta. Este es, monjes, el Camino Medio, por el cual el Tathagata ha logrado la iluminación, el cual produce la visión clara y el conocimiento, y tiende a la calma, al conocimiento superior, la iluminación, el Nirvana. (1)Monjes, ésta es la verdad noble del sufrimiento: el nacimiento es doloroso, la vejez es dolorosa, las enfermedades son dolorosas, la muerte es dolorosa, la aflicción, el lamento, el abatimiento y la desesperación son todos dolorosos. En resumen, los cinco agregados (khandhas) son dolorosos. (2)Monjes, ésta es la verdad noble de la causa del sufrimiento: el deseo, el cual tiende a la reencarnación, combinado con los placeres y la lujuria, encontrando placer en esto y aquello, a saber, el deseo de pasiones, el deseo de existencia, el deseo de la no existencia. (3)Monjes, ésta es la verdad noble de la cesación del sufrimiento: es la cesación sin residuo del deseo, el abandono, la liberación, la ausencia del apego. (4)Monjes, ésta es la verdad noble del camino que lleva a la cesación del sufrimiento: es el Camino Óctuple Noble, a saber, la opinión correcta, la intención correcta, el habla correcta, la acción correcta, la subsistencia correcta, el esfuerzo correcto, la atención correcta y la concentración correcta.” (Samyutta-Nikaya, V. 420) (1)Siendo el dolor una sensación, y por consiguiente algo indefinible, no nos sorprenderá observar que el contenido del texto sobre la Primera Verdad sea, más que una definición, simplemente una enumeración de algunas de las ocasiones, formas y expresiones del sufrimiento. No son, pues, requeridas muchas explicaciones. Al encontrarnos en el reino del Método no nos interesan la aclaración y la comprensión de los conceptos, sino la concentración de la mente en ciertos aspectos de la existencia que han sido seleccionados. El refinamiento del análisis teórico puede convertirse algunas veces en un medio de evitar los hechos en vez de entenderlos, sobre todo si se trata de hechos desagradables. Por lo tanto el Buda, debido a su sabiduría, explica la Primera Verdad Noble extendiendo simplemente su descripción de los distintos tipos de sufrimiento y sus fases. “-¿Qué es, pues, el Nacimiento? Es el nacimiento de seres pertenecientes a este o aquel orden, el hecho de su nacimiento, su concepción y su aparición en la existencia, la manifestación de los Agregados (khandas), el surgimiento de la actividad sensorial: a esto se le llama nacimiento. Y ¿Qué es la senectud? La senectud de los seres pertenecientes a este o aquel orden, el hecho de su envejecimiento, de su debilidad, del pelo canoso, de las arrugas; la falta de su energía vital, el desgaste de los sentidos: a esto se le llama senectud. Y ¿Qué es la muerte? El partir y el desvanecimiento de los seres de este o aquel orden, su destrucción, desaparición, muerte, la conclusión del período de su vida, la disolución de los Agregados de la Existencia, el desechar el cuerpo: a esto se le llama muerte. Y ¿Qué es el desconsuelo? Es el desconsuelo que surge con esta o aquella pérdida o por el infortunio que a uno le sucede, la preocupación, el estado de inquietud, el desconsuelo interior, la aflicción interior: a esto se le llama desconsuelo. Y ¿Qué es el lamento? Lo que acaece a uno por esta o aquella pérdida o infortunio, son los lloros y los lamentos, llorando y lamentando el estado de aflicción: a esto se llama el lamento. Y ¿Qué es el dolor? Es el dolor del cuerpo y lo desagradable, lo doloroso y lo desagradable producido por las sensaciones físicas: a esto se le llama dolor. Y ¿Qué es la pena? Es el dolor mental lo desagradable a la mente, los sentimientos dolorosos y desagradables producidos por las impresiones mentales: a esto se le llama pena. Y ¿Qué es la desesperación? La angustia y la desesperación que surgen por esta o aquella pérdida o infortunio que le sucede a uno, la angustia y la ausencia de esperanza: a esto se llama desesperación. Y ¿Qué es el sufrimiento de no conseguir lo que uno desea? A seres sometidos al nacimiento se les ocurre este deseo: ¡Que no estemos sometidos al nacimiento! ¡Que no se nos presenten más nacimientos! Sometidos a la senectud, las enfermedades, la muerte, el desconsuelo, el lamento, el dolor, la pena y la desesperación, se les ocurre este deseo: ¡Que no estemos sometidos a todas estas cosas! ¡Que no se nos presenten estas cosas! Pero eso no se consigue simplemente con desearlo; y no conseguir lo que uno desea es sufrimiento. Y ¿Cuales son, brevemente, los Cinco Agregados de la Existencia? Son la corporalidad, las sensaciones, las percepciones, las formaciones (mentales) y la consciencia” (Digha-Nikaya, XXII. Traducción de Nyanatiloka) Parece ser que el Buda quería que creáramos una imagen mental, o, mejor dicho, una serie de imágenes, de los males que acarrea la existencia, en vez de dar rienda suelta a las especulaciones abstractas sobre ellos. En otras ocasiones El habló del dolor ocasionado por la separación de aquello que estimamos, lo agradable, lo amado, lo precioso, así como el ocasionado por la unión con lo que no nos gusta, lo desagradable, lo odioso, lo repulsivo. La lista de sufrimientos podría extenderse indefinidamente, ya que las cosas placenteras de la vida, al ser efímeras, son potencialmente motivos de dolor. “Cuando estés alegre, mira a la profundidad de tu corazón y verás que lo que te da la alegría es sólo aquello que te dio pesar. Cuando estés pesaroso, mira de nuevo a tu corazón y verás que en realidad estas llorando por aquello que ha sido tu deleite”. (El Profeta. K.Gibran) “Metafísicamente” hablando, el placer y el dolor son inseparables. Como dice además el poeta que acabo de citar, “Cuando uno está sentado a la mesa contigo, el otro duerme en tu cama”. Sin embargo, en el plano del Método, hemos de tener presente el segundo aforismo, en vez del primero, y aprender a concentrarnos y meditar sobre el hecho según el cual las punzadas de la aflicción se conmensuran con la intensidad del deleite de nuestra posesión. Sólo aquel que esté excepcionalmente enamorado de la vida verá que es aún más dulce debido a lo transitoria que es, y que la muerte le da a la alegría un sentido más agudo; sólo aquel podrá cantar con Tagore: “Nos apresuramos a recoger nuestras flores, no vayan a ser llevadas por los vientos pasajeros. Arrebatar los besos que se desvanecen si nos demoramos, nos acelera la sangre y nos ilumina los ojos. La vida es un apremio, nuestros deseos son intensos, ya que el tiempo constantemente toca las campanadas de la despedida. Hermano, ten esto siempre presente y regocíjate”. El hedonismo refinado de estas líneas queda muy lejos del ascetismo sano y vigoroso del budismo. Este en vez de utilizar lo transitorio del placer como incentivo para precipitarnos hacia aun más placer, lo transforma en el medio de desviar las energías del discípulo, de forma que dejen el afán innoble por los placeres efímeros por la búsqueda noble (ariyapariyesana) del Nirvana; ese éxtasis que transciende lo temporal y que comparado con satisfacciones inferiores es como el sol comparado a las sombras. Es por esta razón estrictamente metodológica que el Buda, sin negar que los placeres mundanos son deliciosos dentro de sus limitaciones, insta a sus discípulos a que consideren que toda la existencia fenoménica, incluyendo tanto sus esferas superiores como las inferiores, o es en simplemente dolorosa o lo es en potencia. La mayoría de las declaraciones de la Primera Verdad concluyen con la concisa frase: “En resumen, los cinco khandas son dolorosos”. El discípulo es exhortado a aumentar su consciencia de lo doloroso en la existencia por la formación de una imagen mental del sufrimiento, pero no sólo simplemente el de una vida humana sino el de la totalidad del proceso del Samsara. Nyanatiloka explica esto así: El Samsara es la secuencia ininterrumpida de la combinación quíntuple de los khandas que, constantemente cambiando, sigue por períodos inconcebibles de tiempo. El tiempo de una vida constituye sólo una fracción del Samsara pequeñísima. Por consiguiente, para ser capaz de comprender la Primera Verdad Noble uno debe contemplar el Samsara con su pavorosa secuencia de reencarnaciones y no simplemente el período correspondiente a una vida que, por supuesto, en ciertos casos no será muy dolorosa. (The Word of the Buddha. V. Nyanatiloka) El ejemplo de este tipo de reflexión, o formación de imagen mental, que doy a continuación, indica con suficiente claridad la naturaleza y el propósito de la práctica: “-¿Cuáles creéis que son más abundantes las lágrimas que llorando y gimiendo habéis derramado durante todo este largo camino—corriendo y apresurándoos por el ciclo de las reencarnaciones, unidos a lo no deseado, separados de lo deseado—esto, o las aguas de los cuatro océanos? Por mucho tiempo habéis padecido por la muerte del padre, de la madre, de los hijos, de las hijas, de los hermanos y de las hermanas. Y mientras que sufríais habéis, en verdad, derramado más lágrimas en este largo camino que aguas hay en los cuatro océanos”. (Samyutta-Nikaya, XV. 3) “-¿Cuáles creéis que son más abundantes, los torrentes de sangre que al haber sido decapitados han corrido durante todo este largo camino, o las aguas de los cuatro océanos? Por mucho tiempo fuisteis capturados por ladrones, bandoleros, o adúlteros, y al ser decapitados, en verdad, más sangre ha corrido durante este largo camino que aguas hay en los cuatro océanos. ¿Pero cómo puede ser eso? El principio del Samsara es inconcebible, no se descubre en él a los primeros seres que, obstruidos por la ignorancia y atrapados por el deseo, corran y se apresuren por este ciclo de reencarnaciones. “ (SamyuttaNikaya, XV. 13) “-Así habéis estado sometidos al sufrimiento por mucho tiempo, sometidos al tormento, sometidos al infortunio y habéis llenado los cementerios; en verdad, por tiempo suficiente para que estéis insatisfechos con todas las formas de la existencia, por tiempo suficiente para rechazarlas y liberaos de ellas”. (Samyutta-Nikaya XV. 1) (2)La Segunda Verdad Noble, la Verdad del Origen del Sufrimiento, es trsna o la apetencia. Puesto que ha sido ya estudiada como el octavo nidana de la Pratitya Samutpada, no es necesario que se la estudie de nuevo en esta sección. Además la fórmula descriptiva característica es idéntica en ambos contextos. (3)Pasamos, pues, a la Tercera Verdad Noble, la Verdad de la Cesación del Sufrimiento, la cual se deduce de la Primera Verdad por medio del proceso que los lógicos occidentales llaman la inferencia inmediata. Si no hay apetencia no hay sufrimiento. La cesación del deseo es la cesación del dolor. En efecto, para aquel que ha conquistado el deseo no sólo cesa el dolor sino que también cesa la existencia fenoménica. Por consiguiente, la Tercera Verdad corresponde al aspecto del Nirvana puramente negativo y transcendental. Como ya se vio en la sección IX, el Nirvana no es un estado de aniquilación absoluta. Ni los sinónimos afirmativos de la Meta ni los negativos son definiciones. Ambos son descripciones o indicaciones simbólicas de Aquello que es inefable y por lo tanto no han de ser interpretadas literalmente. El Nirvana puede ser descrito, con propósitos espirituales prácticos, como la cesación de la avaricia, el odio y la ignorancia, pero la descripción no ha de ser tomada por la definición. Aunque la cesación de dichos estados insanos de la mente sea la condición previa para el logro del Nirvana, sería un error pensar que el Nirvana es en sí meramente la cesación de lo fenoménico. Por eso en la sección mencionada insistí cuidadosamente en dos cosas. Primero, en el carácter positivo de la Meta vista desde el punto de vista espiritual, en contraposición al conceptual. Segundo, en la importancia de las indicaciones positivas como el término Sambodhi, que si bien son menos frecuentes que las negativas, no están completamente ausentes en los testimonios escritos de la Enseñanza más antiguos. Hemos visto que la Primera Verdad se refiere solamente a un aspecto de la existencia fenoménica, de igual modo, la Tercera Verdad trata solamente de un aspecto de la vida espiritual. De nuevo se ha de tener presentes los límites metodológicos para no incurrir en errores en lo doctrinal. Habiendo propuesto la apetencia como causa del sufrimiento, la naturaleza general de la fórmula que constituye el marco doctrinal de las Cuatro Verdades requiere que la cesación del sufrimiento dependa de la del deseo. El lado positivo de la vida espiritual no ha sido mencionado. Sin distinguir claramente entre lo que pertenece al Método y lo que pertenece a la Doctrina, la Tercera Verdad sería el objeto de tantas interpretaciones erróneas como la Primera. En un ensayo que ya se ha mencionado en esta obra escribí los párrafos siguientes: “Es fácil...cometer el error de pensar que el budismo se interesa solamente en la eliminación del sufrimiento, y éste es, además, un error que ciertos budistas cometen frecuentemente. El dolor que es acarreado por la existencia del cuerpo es un síntoma de la mala salud física. De igual modo, el dolor de la existencia en general, y que incluye muchas formas, es una señal de que hay algo radicalmente malo en la vida. En ambos casos nos vemos confrontados no solamente con la simple tarea de aliviar el dolor, sino también con la de restablecer el equilibrio en las condiciones somáticas y psicológicas que son la causa. Tarea infinitamente más difícil y compleja es esta última, pero necesaria para que el paciente se vea espiritualmente sano y robusto. El sufrimiento no es importante por si mismo, sino solamente porque indica que no vivimos como debemos vivir. El budismo no fomenta la obsesión morbosa con el sufrimiento como si este fuera todo lo que hubiese, y pudiese haber, en la vida. No es realmente el sufrimiento lo que debemos de erradicar sino la imperfección que nos señala. Mientras que erradicamos la imperfección y obtenemos la perfección, tendremos que aceptar, por paradójico que nos parezca, la experiencia del sufrimiento, ya que es indispensable para lograr nuestro objetivo. Es verdad que la experiencia del dolor nos hace tomar el Camino, así como lo es también que cuando lleguemos a la meta no habrá más sufrimiento. Pero si pensamos que seguir el Camino no consiste en otra cosa que en evitar escrupulosamente las experiencias dolorosas, estaremos en un error gravísimo y nos precipitaremos al camino del egoísmo espiritual que es tan sumamente diabólico que da miedo tan sólo contemplar la idea de ello. La esencia del budismo no consiste en la erradicación del sufrimiento, que es sólo incidental y negativo, sino en el logro de la perfección, que es positiva y fundamental. El Bodhisattva no teme al sufrimiento. Al contrario, él lo acepta jovialmente si piensa que le ayudará a lograr su gran meta, la Iluminación por todos los seres vivos. El místico cristiano seguiría amando a Dios aun si le arrojara al Infierno, ya que ama a Dios por el hecho de amarle y no por recompensas, o por obtener la felicidad (si bien él no será infeliz ya que el amor es la felicidad). Sólo el individualista espiritual, el típico hinayanista de la tradición budista, “ama” a Dios para escapar de los dolores del Infierno. No hemos de tratar de obtener lo Divino para el propio provecho, ni aun para el de los demás, hemos de tratar de obtenerlo por lo irresistible que es en sí”. Hemos visto en la sección anterior que la Pratitya Samutpada es una realidad que incluye todo y en la que el Nirvana tiene su lugar. Aún así, y a riesgo de parecer repetitivo, hay algo que he de señalar en conexión con la Tercera Verdad Noble, la de la Cesación del Sufrimiento. Esto es que el logro del Nirvana, como cualquier otro fenómeno de la vida espiritual, no depende de la casualidad o del destino, aun mucho menos de la gracia divina o el favor arbitrario de una divinidad antropomórfica. El logro del Nirvana depende de ciertas condiciones. Estas condiciones han sido establecidas por el Ojo Divino del Buda con el mismo tipo de precisión que el científico atómico calcula las condiciones materiales necesarias para ocasionar la liberación de la energía atómica. No obstante, esta analogía no ha de ser llevada a extremos; la vida espiritual no es un proceso mecánico, tampoco surge el logro espiritual al apretar algún botón yógico. Hablar del logro espiritual en términos de condiciones definitivas, o insistir que estas condiciones dependen de la voluntad del discípulo, es conveniente tan sólo en las fases del Camino ético-meditativas y preliminares. Si esta forma de expresarse, que es individualista y mecanicista, se interpretase literalmente, la confianza en si mismo se convertiría en autosuficiencia y el discípulo, al entrar en la fase gnóstica suprema de su carrera, se vería amenazado por dificultades y peligros mayormente creados por él mismo. En los reinos más sublimes de la experiencia espiritual el sentido de ego se atenúa tanto, se hace tan transparente, fino y luminoso que los términos “ser propio” y “otro ser” pierden su significado ordinario. Entonces es tan difícil hablar de la vida espiritual en términos de la dependencia en el propio esfuerzo como lo es en términos de la dependencia en la gracia divina, de hecho, a veces es más difícil lo primero. Por esta razón, la secta japonesa llamada Shin no duda en abandonar completamente la terminología de la dependencia en el esfuerzo propio y en hablar sólo en términos de la dependencia en el Voto Original de Amitabha, el Buda de la Luz Infinita. Incluso esta formulación puede incluirse en el marco general de la condicionalidad y en esa medida está, por lo tanto, en acuerdo con la tradición. Hablando en términos generales se puede decir que la Tercera Verdad declara que la vida espiritual, como cualquier otro fenómeno, depende de condiciones. De forma más específica, señala que la cesación del sufrimiento depende de la cesación del deseo. Pero, como ya he explicado en esta sección, la formulación negativa de las Cuatro Verdades no imposibilita a las positivas. No hay, a priori, ninguna razón por la que el factor llamado el Voto Original, o la Gracia, de Amitabha, no sea una condición tan válida para la cesación del sufrimiento como lo es la extinción del deseo. (4) La Cuarta Verdad Noble es la Verdad del Camino que lleva a la Cesación del Sufrimiento. Por las observaciones que he hecho, así como por el carácter general de las ocho fases de que se compone la Cuarta Verdad, resultará obvio que ésta trata de mucho más que de la cesación del sufrimiento. Fundamentalmente, lo que nos interesa no es un proceso meramente negativo sino el logro positivo del Sambodhi. Las ocho fases del Camino son: samyakdrsti (samma-ditthi, en pali), o la opinión correcta en el sentido de comprensión correcta de la doctrina, esta fase se considera de gran importancia preliminar; samyak-samkalpa (sammasankappa), la aspiración o la resolución correcta; samyakvaca (samma-vaca),el habla correcta; samyak-karmanta (samma-kammanta), la acción correcta; samyak-ajiva (sammaajiva), los medios de subsistencia correctos; samyak-vyayama (samma-vayama), el esfuerzo correcto; samyak-smrti (samma- sati), la atención correcta; samyak-samadhi (samma-samadhi), la concentración correcta de la mente. Para el Hinayana estas ocho fases comprenden el esquema completo del entrenamiento espiritual budista. El Mahayana, sin embargo, sin desatender el Camino en sus ocho fases, generalmente prefiere expresarse en términos de las seis o diez paramitas. En el Capítulo IV veremos que ambas formulaciones son desarrollos de la tríada básica, sila, samadhi y prajna, que en los testimonios más antiguos de la Enseñanza ocupan una posición de grandísima importancia. Tras concluir esta sección con una descripción breve del Camino óctuple emprenderé en la sección siguiente,un estudio sistemático de la Cuarta Verdad Noble con respecto a la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría. (a) La Opinión Correcta (habiendo citado ya los términos en sánscrito y pali, me abstendré de hacerlo de nuevo) es la primera fase del Camino óctuple y es definida, la mayoría de las veces, como la penetración de las Cuatro Verdades Nobles. Dicho de forma distinta, el primer paso sobre el Camino consiste en adquirir una comprensión clara de las distintas doctrinas que expresan, de una u otra manera, el principio central del budismo, la condicionalidad universal. Esta comprensión, que es inicialmente tan sólo racional, es transformada en la visión clara por medio de la práctica espiritual. En la fase octava, la de la meditación profunda, el discípulo se hace consciente por su experiencia propia de esa verdad que en la primera fase había comprendido intelectualmente por medio de los símbolos doctrinales. (b)La Aspiración Correcta puede ser descrita, con suficiente exactitud para lo que ahora nos concierne, como la volición correspondiente a la Opinión Correcta. Según la fórmula típica en pali, la Aspiración Correcta es el pensamiento libre de deseo, rencor y crueldad. (c)Hay cuatro tipos principales de Habla Correcta; un hecho que indica de cuantos males es responsable ese órgano pequeño y aparentemente insignificante, la lengua. El discípulo habrá de abstenerse de hablar falsedades o mentir; no cometerá perjurio. Lo que escuche en un lugar no ira a repetirlo en otro para causar discordia; no será ni chismoso ni murmurador. En vez de eso, se complacerá en extender con sus palabras la concordia y la amistad. Evitará palabras mal sonantes, usará tan sólo palabras que sean dulces, agradables al oído, cariñosas, directas, corteses, amistosas y que agraden. Se abstendrá de los diferentes tipos de charlatanería (la lista de estos es naturalmente bastante larga) y hablará en el momento correcto, fielmente a los hechos, diciendo lo que es útil, además hablará sobre la Doctrina y la Disciplina. Su habla será como un tesoro, pronunciada en el momento oportuno, acompañada de argumentos, moderada y con sentido. (d) La Acción Correcta, en este sentido, es definida como la abstención de matar, de hurtar y de relaciones sexuales ilegítimas. En conexión con lo primero, también se menciona las virtudes positivas de la escrupulosidad, la consideración y el deseo por el bienestar de todos los seres. (e)Subsistencia Correcta quiere decir ganarse la vida por métodos justos. No se recurrirá al engaño, ni a la traición, ni a decir la fortuna, ni a la superchería, ni a la usura. Hay cinco ocupaciones específicamente prohibidas a los budistas: el comercio de armas, el de seres vivos, el de carne y el de bebidas intoxicantes y venenos. Se sobreentiende que el servicio militar, la caza, la pesca,... etc. están incluidas en la lista. (f) El Esfuerzo Correcto es cuádruple: el esfuerzo para impedir que surjan pensamientos malos; el esfuerzo para erradicar pensamientos malos; el esfuerzo para desarrollar buenos pensamientos; y, finalmente, el esfuerzo para mantener los pensamientos buenos que han surgido. Las fases séptima y octava, (g) la Atención Correcta y (h) la Concentración Correcta, serán discutidas detalladamente en la próxima sección. Cada una de las ocho fases es doble, según sea practicada por los dos tipos de persona que pueden practicarla. El Camino óctuple, cuando lo practica el santo, llamado en el budismo el Noble y de los que se dan cuatro tipos, es denominado transmundano (lokuttara) o transcendental. Cuando lo practica el que no es Noble, es decir, el persona mundana (prthagjana en sánscrito, puthujjanas en pali), es denominado el Camino óctuple mundano (laukika). La finalidad de esta distinción es establecer la diferencia entre la virtud practicada por el discípulo, consciente y deliberadamente, y con más o menos éxito, y la virtud que es la expresión natural y manifestación espontánea de la realización interior. La persona mundana anda sobre el Camino y, sin duda, recoge el fruto; pero el Noble, siguiendo el consejo de la Voz del Silencio, se ha “convertido en el Camino mismo”. XVI. El Camino Triple, El Camino Medio y la Moralidad En la sección anterior menciono que el Primer Discurso del Buda en Sarnath es la fuente de referencia más común respecto a la fórmula de las Cuatro Verdades Nobles. En ese discurso el Buda habla de los dos extremos a evitar por aquel que ha renunciado al mundo y anuncia, así, su descubrimiento del Camino Medio, el cual produce la visión clara y el conocimiento, tiende a la calma, al conocimiento superior, a la iluminación y al Nirvana. Entonces, el Buda explica el Camino Medio dando una descripción del Camino Óctuple Noble. Por lo tanto, antes de ocuparnos de la Cuarta Verdad, la Verdad del Camino, en términos de la tríada de la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría, será necesario examinarla en su forma del Camino Medio. Me he esforzado ya en aclarar la diferencia entre las verdades trascendentales, de un lado, y sus indicaciones y símbolos mundanos, tanto abstractos como concretos, del otro. Yendo aún más lejos en esa dirección, veremos que cada una de estas verdades no posee un solo símbolo sino muchos. La verdad transcendental no posee un símbolo sino muchos: según desde que plano de existencia sea captada, según el aspecto o ángulo desde el que se la vea y según el nivel de experiencia a que se aplica,. El Camino Medio es una de esas verdades; por consiguiente su definición es una cuestión de una dificultad excepcional. En esta obra no puedo dar más que una breve indicación de su principio general y de la naturaleza de sus aplicaciones más importantes. En el sentido más elevado, el Camino Medio equivale a la Meta de la carrera del discípulo. Al transcender tanto el predicamento positivo como el negativo, se puede concebir que el Nirvana ocupa una posición media entre, o mejor dicho, sobre, las dos concepciones extremas, la de la existencia y la de la no existencia. Metafísicamente esto viene a ser el rechazo del eternalismo y el del nihilismo con sus proles respectivas de opiniones erróneas. Las doctrinas y los métodos que adoptan una posición intermedia entre extremos conflictivos son las manifestaciones, en su terreno más o menos limitado y a su propio nivel de aplicación, del Camino Medio en su aspecto transcendental y superior. Por otro lado, todas las opiniones y prácticas extremas y unilaterales son manifestaciones del eternalismo o del nihilismo, los dos errores básicos. En todas las esferas del pensamiento y en todos los campos de acción nos vemos confrontados con un modo u otro de este principio de tres aspectos. Es por eso que, en cada una de sus fases, la vida espiritual nos confronta con la necesidad de elegir entre uno de los polos opuestos o lo medio, que reconcilia la oposición al transcenderla. Seguir el Camino Medio, en el sentido del término que coincide con el significado de la Cuarta Verdad Noble, la Verdad del Camino, consiste esencialmente en tomar esta decisión de importancia crucial a niveles cada vez superiores. A cada nivel los extremos se hacen a su vez más seductivos, más espirituales, y lo medio más esquivo, más difícil de percibir. Al final se plantea la última decisión: a la derecha, el eternalismo en su forma más sutil y esencial: lo Absoluto, el puro Ser, Dios, el Terreno Divino; a la izquierda los arquetipos del nihilismo: la aniquilación del alma en Dios, la disolución del ser inferior en el Ser Superior, la fusión de la gota en el Océano. Y entre ambos y por encima, igual que la luna llena entre las dos brillantes estrellas del Este y del Oeste, el Camino Medio con toda su pureza, sin nada que empañe su brillo, sin sombra alguna del concepto positivo o del negativo. Al descender, fase a fase, de los niveles de aplicación superiores a los inferiores, veremos que desde el punto de vista espiritual las manifestaciones más importantes del principio del Camino Medio son tres: la metafísica, la psicológica y la ética. En cada nivel se da una correspondencia, en el sentido estrictamente hermético, no sólo entre las manifestaciones superiores e inferiores del Camino Medio en sí, sino también entre las formas superiores e inferiores de ambos extremos. Esto puede ser expresado diciendo que hay, de un lado, una alineación vertical del hedonismo con la creencia de que no existe el alma aparte del cuerpo, y de esta creencia con la opinión errónea de la aniquilación absoluta. Del otro lado, el ascetismo se alinea con la creencia en el alma inmortal e independiente del cuerpo, y la opinión errónea de que el Nirvana es un estado de existencia absoluta. La manifestación inferior, es decir, la que es relativamente más concreta, así como diferenciada con más claridad, sólo puede ser comprendida superficialmente sin la comprensión de la manifestación inmediatamente superior; mientras que la comprensión de la superior contiene esencialmente al conocimiento de la inferior. La mayoría de los exponentes modernos del Dharma, particularmente aquellos que se basan sólo en los textos de los theravadines, cometen el error de comentar este aspecto de la Cuarta Verdad desde el punto de vista ético exclusivamente. El resultado de esto es que una de las enseñanzas más profundas del budismo queda reducida a la práctica de cierta mediocridad. La doctrina del Camino Medio es de hecho coexistente con el Dharma, de modo que al penetrar una se penetra simultáneamente la otra. Lo fenoménico surge dependiendo de condiciones. Esta tesis, en la cual ya he insistido, es la esencia de la Enseñanza y su realización es lo que constituye la Iluminación. Puesto que los fenómenos surgen en dependencia de condiciones no pueden ser descritos como existentes o no existentes: son sunya, vacios de naturaleza propia. Sunyatá, o la vacuidad de lo fenoménico, coincide con la realidad indicada por el término Nirvana; ya que el logro del Nirvana depende de la realización de la condicionalidad de lo fenoménico. Como la verdadera naturaleza (que en términos de existencia y no existencia es la no naturaleza) de lo fenoménico es indefinible, ya que transciende los extremos del ser y el no ser, puede ser denominada madhyama marga. Seguir el Camino Medio en la metafísica consiste en la comprensión de que la realidad no ha de ser expresada en términos de existencia o no existencia y en reconocer que las indicaciones del Nirvana positivas y negativas, sean concretas o abstractas, sensuales o conceptuales, no poseen validez absoluta sino relativa. Lo que se puede afirmar sobre lo fenoménico en general, se puede también afirmar del fenómeno físico y mental de lo que llamamos la personalidad. Tal y como se muestra en el tercer nidana, viññana, o la consciencia, no es en manera alguna una entidad inmutable; como todos los demás fenómenos, surge en dependencia de condiciones. La consciencia no es el principio de la identidad personal sino simplemente una serie de ciertos estados mentales, cada uno de ellos de duración infinitesimalmente corta. Estos “destellos” de la consciencia, que son causados y condicionados, junto a otros estados mentales igualmente efímeros y junto a ciertas funciones, constituyen la “personalidad” en cuanto a lo psíquico. Puesto que el fenómeno quíntuple de la personalidad (rupa, vedana, samjña, sankhara y vijñana: los pañca-skandha), así como cada uno de sus componentes, surge dependiendo de causas y de condiciones, y puesto que lo que llamamos personalidad, ser individual o el ser, sólo es la suma total de estos fenómenos psico-físicos causados y condicionados, los cinco skandhas no están adheridos a un núcleo permanente, alma inmutable, ser o ente. El anatmavada, la negación categórica de que cualquier fenómeno de la personalidad esté exento de la ley de la condicionalidad, es el equivalente psicológico de la gran concepción metafísica de la Sunyatá, y constituye el Camino Medio en la esfera de la ciencia mental. De un lado, este evita el extremo erróneo de identificar la personalidad con el cuerpo, lo cual vendría a ser materialismo, ya fuese del tipo mecanicista o del dialéctico, y por lo tanto, una forma de nihilismo. Del otro lado, evita también el error no menos grave de presuponer tras la continuidad de fenómenos psico-físicos un alma inmortal, ser inmutable o cualquier otro tipo de entidad espiritual estática; lo cual equivale al extremo del eternalismo. Empezará el lector a comprender lo absoluta que es la dependencia del Camino Medio de la ética de los de la metafísica y la psicología, así como lo indispensable que es la comprensión de éstos para poder comprenderlo. Creer que tras la amargura y la dulzura de la vida humana se abren las mandíbulas de una Nada gigante que todo lo devora conducirá inevitablemente a reducir al hombre a su cuerpo, y su cuerpo a las sensaciones. El placer se convertirá en el único objetivo del esfuerzo humano, la autogratificación se elevará a los cielos, y al despreciarse la abstinencia, se honrará a la persona voluptuosa como si fuera la mejor y más sabia del genero humano. Similarmente, creer que el macrocosmos se apoya en un Ser absoluto, personal o impersonal, presagia automáticamente a nivel psicológico la idea de que sobre, o detrás, del microcosmos del pequeño mundo de la personalidad humana existe el alma o un ser. Esta sería afín al Ser Absoluto, ya sea por medio de la identidad más remota (como en el Vedanta no dualista), o por ser parte y producto de dicho Ser (como en el caso de otras escuelas). Además, el alma o ser se consideraría diferente e independiente del cuerpo. En este caso la materia se considera ilusoria o perniciosa, o ambas cosas, y el cuerpo es considerado la causa principal que impide alcanzar la identidad con lo Divino o su dependencia de ello. Para quien tenga esta creencia, el objetivo de la vida espiritual consistirá en llevar a cabo la disociación completa entre el espíritu y la materia, entre lo real y lo irreal, Dios y el mundo, lo temporal y lo eterno; siguiendo las formas más extremas y repulsivas de la automortificación. En Oriente, particularmente en la India, varias formas exageradas de ascetismo han contado con el aprecio popular desde hace mucho tiempo. Ni aún el budismo, a pesar de la cordura y moderación general de sus métodos, fue capaz de evadir completamente su influencia. En Occidente, no obstante, la automortificación como disciplina religiosa perdió su significado hace siglos y actualmente sólo provoca un cierto interés histórico. El eclesiástico moderno sonríe cuando en su lectura encuentra menciones de cilicios y “disciplinas”. Aparte de algunas ordenes religiosas católicas, el cristianismo no alcanza, ni en preceptos ni en práctica, el ascetismo sano que los griegos en sus mejores tiempos reconocían ser indispensable para una vida ética. La única concordia duradera que el cristianismo parece haber conseguido es la paz entre Dios y Mammón. Una vez dada, como introducción, esta descripción rudimentaria del Camino Medio, procederé a tratar de forma algo más amplia la Cuarta Verdad, la Verdad del Camino, desde el punto de vista de su división en las fases sucesivas de sila, samadhi y prajña. En su significado primario, sila denota en general “naturaleza, carácter, hábito y comportamiento”, como, por ejemplo, cuando a una persona tacaña se la llama adanasila. El significado secundario, el más importante desde el punto de vista doctrinal, es “práctica moral, buen carácter, ética budista y código de la moralidad”. La palabra sánscrita “sila” puede ser traducida por Moralidad, con mayúscula para indicar su importancia y siempre que no le sobrepongamos connotaciones cristianas, especialmente las protestantes. (La palabra “moralidad” viene de moralis en latín y se deriva de mos, moris, que significa “manera, costumbre, hábito, forma de vida, conducta”, por lo tanto en el sentido clásico original su significado es casi idéntico a la primera denotación de sila). El budismo, como las demás tradiciones, por razones prácticas reduce la parte ética de su enseñanza a varios grupos de reglas y de preceptos que son en su mayoría de carácter negativo o prohibitivo. Estas formulaciones éticas son comunes a todas las ramas del budismo y ya sea en Tíbet o Ceilán, en Japón o Birmania, cuando se habla de Moralidad se hace referencia generalmente a estos requisitos éticos. El dasa-sila o los diez puntos del buen carácter (puntos y no mandamientos, como debidamente insiste el diccionario de la Sociedad de Textos en Pali) y el pañca-sila, o los cinco puntos de buen comportamiento o adiestramiento, son los códigos o fórmulas más famosos de este tipo. En el primero se incluyen (aquí doy la interpretación tradicional) el abstenerse de quitar la vida (panatipata veramani); de tomar lo que no se nos ha dado (adinn adana); de la conducta sexual mala (kamesu micchacara)—en el caso de los monjes, las monjas y los laicos devotos en días especiales la abstinencia sexual será total; de decir mentiras (musavada); de hablar con rudeza (pharusa vacaya); de calumniar (pisuna-vacaya); de hablar frivolidades e insensateces (samphappala vacaya); de la codicia (abhijjaya); de la malevolencia (byapada); y, finalmente, de las opiniones erróneas (miccha-dassana). El segundo grupo comprende los cuatro primeros puntos del dasa-sila, junto con el precepto de “abstenerse de los estados de indolencia provocados por el uso de intoxicantes” (surameraya-majjapamadatthana veramani). La fórmula quíntuple representa los requisitos éticos mínimos del budismo. El budista practicante (el seguidor del budismo que no lo practica no es realmente budista) debe de estar dispuesto a hacer grandes esfuerzos para su cumplimiento. El budista es aquel que toma refugio en las Tres Joyas (en el Buda, el Dharma y la Sangha) y observa o trata de observar los cinco preceptos; es en virtud de estas dos cosas que se es budista. Al ser débiles las raíces meritorias plantadas en vidas anteriores, y nuestros deseos indignos fuertes, no nos sorprenderá que con frecuencia seamos incapaces de observar estrictamente ni siquiera estas simples reglas. Por lo tanto en muchos países budistas perdura la práctica de la toma de los Refugios y los Preceptos, que son administrados por un miembro de la Sangha en ocasiones solemnes, como el día primero y el décimo quinto del mes lunar. Si bien en dichos países esta práctica es observada por toda la comunidad budista, incluidos aquellos cuyos preceptos están intactos, puede considerarse, no obstante, que esta constituye el reconocimiento más o menos formalizado y explícito de que la falta de la observancia de los preceptos equivale a cesar de ser budista por el período de la no observancia. La nueva aceptación y la renovación de la observancia de estas reglas será necesaria para llevar a cabo la restauración de nuestra posición original y genuina como budistas. Deben ser mencionados también los Ocho Preceptos observados por el devoto laico en días de luna nueva y luna llena, además de en otras ocasiones propicias, así como los diez preceptos del novicio. Los primeros comprenden los Cinco Preceptos con las tres reglas adicionales de abstenerse de (1) comer entre horas, de (2) bailar, cantar, música instrumental, funciones, guirnaldas, perfumes, cosméticos y otros tipos de aderezos personales, y de (3) camas anchas y lujosas. Estos Ocho Preceptos junto con la regla de abstenerse de manejar oro y plata, constituyen los Diez Adiestramientos del novicio; teniendo en cuenta que el séptimo precepto en esta formulación queda dividido en dos reglas. Las 227 normas observadas por la Sangha de la rama Theravada, así como las 250 que corresponden a las ramas que pertenecen al Mahayana, serán consideradas más adelante, cuando nos hayamos prevenido contra las interpretaciones erróneas que podrían surgir al considerar este aspecto de la primera de las fases del Camino. El hecho de que grupos de normas numeradas ocupen una lugar tan importante en la vida religiosa y la literatura budista no debe hacernos interpretar la sila, o la Moralidad, como formalismo ético. No se ha de pensar tampoco que el carácter exclusivamente negativo de estas normas signifique que el budismo, en lo tocante a la moralidad, consista meramente en la abstención de lo malo sin necesidad de hacer el bien. A pesar de las apariencias, la ética budista es esencialmente una ética de intención y viéndosela en su totalidad sus requisitos comprenden tanto elementos positivos como negativos. Los actos en sí no son ni buenos ni malos: para el budista, aún más que para Shakespeare, “el pensar los determina”. Kausalya (kusala, en pali) y akausalya, literalmente la destreza y la falta de destreza, son los términos budistas que se refieren a lo que es moralmente bueno y a lo que es moralmente malo. Estos términos se aplican solamente a las voliciones que producen karma y al fenómeno mental que se le asocia. Por medio de la figura retórica según la cual las cualidades que pertenecen a la causa se atribuyen al efecto, se determina que un acto es inmoral cuando emana de un estado mental (realmente un conjunto de estados mentales) dominado por las tres raíces torpes o insanas que son la avaricia (lobha), el odio (dvsa) y la ignorancia (moha). Por otra parte, se determina actos morales a aquellos que proceden de estados mentales caracterizados por lo contrario de esos, es decir, la ausencia de la avaricia, la ausencia del odio y la ausencia de la ignorancia. No obstante, la posición budista respecto a la ética no es antinómica. El budismo no mantiene que uno pueda cometer lo que es convencionalmente considerado una falta siempre que lo haga con la mejor intención posible. Si fuera esta la posición del budismo, este se confinaría a cuestiones psicológicas y dejaría la aburrida tarea de confeccionar listas de normas éticas así como la de trazar códigos de conducta para enseñanzas menos emancipadas. La conexión entre los pensamientos y los hechos, entre la acción mental y la acción material, no es fortuita. Una es la prolongación de la otra. No es posible cometer un asesinato con buenas intenciones porque quitar la vida deliberadamente es simplemente la expresión exterior de un estado mental dominado por el odio. Los actos son condensaciones del pensamiento, igual que del aire se condenesa el agua. Los actos son pensamientos manifestados y proclaman desde lo alto de la casa de la acción lo que ha sido ya cometido en las cámaras secretas del corazón. Quien comete un acto inmoral declara, por ese hecho, que no está libre de estados mentales insanos; y, a la inversa, un ser de consciencia purificada y radiante en el que los pensamientos y sentimientos torpes han sido erradicados es incapaz de cometer dicho acto. El Buda le dijo terminantemente a un monje: “Así habrás de responder, Cunda, con respecto al Arahant, a aquellos con opiniones diversas: “Amigo, el hermano que es Arahant, aquel en que los asavas han sido destruidos, el que ha vivido la vida, el que ha hecho su tarea, el que ha depositado su carga, el que ha alcanzado su propio bienestar, el que ha destruido completamente las cadenas que sujetan al proceso de volver a ser, el que es consciente gracias al conocimiento, tal persona será incapaz de comportarse de nueve maneras, a saber: Quitar la vida a una criatura intencionadamente; Apoderarse o robar aquello que no es dado; Efectuar el acto sexual; Decir mentiras deliberadamente; Excederse con los intoxicantes; Almacenar (comida) para excederse saciando su apetito, como hacía cuando vivía en el hogar; Ir por el camino erróneo debido al odio; Ir por el camino erróneo debido a la ignorancia; Ir por el camino erróneo debido al miedo; (Digha-Nikaya, III. 133. Traducción de Woodward) El Arahant está “más allá del bien y del mal” sólo en el sentido de que transciende tanto las voliciones sanas que conducen a una reencarnación “buena” como las insanas que conducen a una reencarnación “mala”. Pero no lo está en el sentido de que sea capaz de cometer tanto actos virtuosos como actos inmorales. Además, existe una vasta diferencia entre la sila del Arahant y la sila de una persona corriente. No se trata de una diferencia de grado, no es que una es perfecta y la otra imperfecta. La sila del Arahant, o la de cualquier otro discípulo Noble, es la expresión exterior espontanea de una mente emancipada; la de la persona mundana es la observancia de la disciplina. Un poema (o cualquier otra obra de arte) es la representación de una cierta disposición de ánimo, de la cual nos apropiamos al leerlo. El poeta pasa de la emoción sentida con gran intensidad a su representación, en el poema, por medio de imágenes, ritmo y palabras; el lector, en orden inverso, pasa de las palabras del poema al sentimiento por el que fueron inspiradas. La Moralidad es, valga la metáfora, las palabras del poema más perfecto que existe, que es la vida santa, y es, además, el lenguaje que hace a los secretos de la espiritualidad inteligibles. La Meditación y la Sabiduría, las otras dos fases del Camino, son el ritmo y las imágenes. El Arahant, como el poeta, pasa de la “inspiración” a la “expresión”. La persona mundana, como el lector, pasa de la “expresión” a la “inspiración”, de la sila, el samadhi y la prajña a la Iluminación—igual que la persona incapaz de generar emoción poética puede inducírsela por la recitación de las palabras de un gran poema. Al ser la acción la extensión del pensamiento, el pensamiento es aquello que da características a la acción. Pero la conducta influye también en los estados mentales de la misma forma que los estados mentales determinan el comportamiento. Una persona furiosa instintivamente agarra un bastón; y alguien que lleva un bastón naturalmente siente ganas de golpear algo. Cuando la mente entra en meditación profunda el tronco se pone automáticamente erecto, los párpados se cierran, la mirada se fija, la respiración es ligera y las manos descansan en el regazo; inversamente, la adopción de esta postura tiene la tendencia a pacificar la mente, aun sin hacer ningún otro ejercicio. La prescripción de la sila para la persona mundana no es un objetivo en sí, sino el medio de debilitar los estados mentales insanos de los que proceden el habla incorrecta y las acciones incorrectas; la Moralidad es el precursor necesario de la Meditación. Debido a que nuestras mentes están generalmente en un estado totalmente insano, abrasadas por los fuegos de la avaricia, el odio y la ignorancia, inevitablemente las acciones que llevemos a cabo no serán casi nunca diestras o aptas. La abstención de lo que es malo es por lo tanto la primera fase del progreso espiritual. Es por esta razón, sobre todo, que los requisitos éticos elementales en el budismo, tal y como se expresan en la fórmula que he examinado, han sido expuestos en formas predominantemente negativas. Esto es también lo que se nos dice en un famoso verso del Dhammapada, debemos “cesar de hacer el mal” antes de “aprender a hacer el bien”39. El significado literal de la segunda parte del verso, kusalassa upasampada en pali, es “la adquisición de lo bueno”, lo cual se refiere al desarrollo de estados mentales sanos por medio de la práctica de la Meditación, la segunda fase del Camino. Para el budismo la significación de la Moralidad está principalmente en el hecho de que sin la vida ética como base el estado de superconsciencia o samadhi, que a su vez es el fundamento de la Sabiduría, es imposible de alcanzar. Tratar de practicar la Meditación sin haber purificado primeramente la Moralidad es como asir los remos de una barca y tratar de remar antes de desenganchar la maroma. Este principio, el cual podemos denominar principio de la instrumentalidad ética, es reconocido por todas las escuelas 39 Dhammapada v.183 del budismo. Los textos que parecen aprobar aun las menores infracciones de la ley moral, han de ser interpretados simbólicamente, como en el caso de la biografía de Padmasambhava. También, en otros casos, han de ser entendidos como la glorificación puramente hiperbólica de la Compasión, como cuando los textos dicen que el Bodhisattva (a quien le es requerido la práctica estricta de Moralidad, la segunda de las Seis Perfecciones) por su resolución de salvar a todos los seres está dispuesto incluso a cometer faltas. Finalmente, es posible que esos textos muestren las reacciones contra el establecimiento de los códigos morales como objetivos en sí, y la reafirmación del principio de la instrumentalidad. Esta fue una actitud que consideraron necesaria en ocasiones algunos seguidores de las escuelas tántricas. La Enseñanza, básicamente, distingue con claridad entre lo que en la tradición theravada se denomina pannatti-sila y pakati-sila, o moralidad convencional y moralidad natural. La primera es declarada kármicamente neutral y la segunda, que comprende todos los preceptos más importantes, incluyendo a los Cinco Preceptos, se considera universalmente, haciendo las excepciones que acabo de mencionar, parte integral de ese orden del universo eterno e inmutable, simultáneamente físico y mental, natural y sobrenatural, que es un aspecto de la connotación de la realidad que todo lo comprende y que es denominada Dharma, en acuerdo con la cual debe vivir el hombre para alcanzar lo Superior. Se puede inferir que la observancia de la Moralidad es la preparación para la Meditación a partir de “los cuatro tipos de la Moralidad que consiste en Pureza” (parisuddhi-sila): (a) Autodominio respecto a las Obligaciones (monásticas) (patimokkha samvara-sila); (b) Autodominio con respecto a los sentidos (indriya-samvara-sila); (c) Pureza en los medios de subsistencia (ajiva-parisuddhi-sila); y (d) La Moralidad con respecto a los cuatro requisitos (monásticos) (paccayasannissita-sila). Estos cuatro tipos de práctica de moralidad deben practicarse, al menos en principio, por todos aquellos que deseen sinceramente progresar en el Camino y todos los monjes se comprometen a observarlos fielmente. Con ellos llegaremos a los confines de la práctica ética y nos aproximaremos a las fronteras de la segunda fase, la de la Meditación. En ésta la mente, purificada de la mayoría de los tipos de estados mentales insanos por medio de la observancia ética disciplinada, se establece gradualmente en estados superconscientes. La siguiente descripción breve de “los cuatro tipos de Moralidad que consiste en Pureza” ha de ser considerada la preparación para el examen de la Meditación que le sigue inmediatamente. (a) Las “Obligaciones” es el nombre por el que se conoce una colección de reglas citadas en el Vinaya Pitaka, o Libro de la Disciplina, las cuales eran recitadas por los monjes en los días de Uposatha (luna nueva y luna llena) con el propósito de confesar cualquier infracción. Muchas de estas normas fueron sin duda instituidas por el Buda mismo. Otras debieron de ser añadidas posteriormente. Según han sido preservadas en el Suttavibhanga de los theravadines, esta colección consiste en 220 preceptos divididos en ocho secciones, según la penitencia incurrida al no haber sido observados. El primer grupo, el más importante, contiene cuatro normas cuya infracción trae consigo la expulsión irrevocable de la Sangha. Estas reglas le prohiben al monje el acto sexual, la apropiación de lo que no le ha sido dado, el quitar la vida intencionadamente a un ser humano o el incitarle al suicidio y, finalmente, jactarse de poseer poderes supranormales. La infracción de las normas en los otros siete grupos resultan en castigos tales como convocar la asamblea de la Sangha (con este propósito la Sangha consistiría en los monjes residentes en el área), confiscación, expiación (el grupo más extenso) y confesión. Además de las 220 normas que han de observar los monjes individualmente, hay otras siete que conciernen colectivamente a la Sangha. Otras escuelas del Hinayana, tales como los mahasanghikas y los sarvastivadines, poseían un código de disciplina similar al mencionado. El peregrino chino I-tsing observó que los mahayanistas, que no tenían un Vinaya propio, seguían el Vinaya de los hinayanistas40. Este es el caso de los países donde se practica el budismo mahayana actualmente. En el Tíbet, por ejemplo, la rama de la Orden conocida por el nombre de Gelugpa, sigue el Vinaya que originalmente pertenecía a una sub-escuela de la Sarvastivada. Estos detalles eclesiásticos—sin duda no muy apetecibles al interés del lector—han de tenerse presentes para poder comprender un hecho de vital importancia, la existencia en realidad de una sola Sangha en el budismo. Un bhikshu del Mahayana no es alguien que pertenezca a una orden mahayánica, en el sentido de pertenecer a una corporación religiosa separada de las demás, sino que es alguien que, observando fundamentalmente la misma disciplina monástica que su hermano hinayanista, se dedica al estudio y la práctica de los Sutras del Mahayana. De igual modo, un monje del Hinayana es simplemente aquel que sigue los Sutras del Hinayana. Ningún país budista, sea de la escuela que sea, tiene el monopolio del Vinaya. Sin embargo, se ha de admitir que existe una diferencia de actitud considerable, con respecto a la observancia del código monacal, entre las escuelas del Mahayana, de una parte, y ciertos representantes modernos de la escuela theravada, la única escuela del Hinayana que ha sobrevivido, de la otra. Los mahayanistas, al estar dominada su vida espiritual por el altruismo absoluto del Ideal del Bodhisattva, son generalmente mucho más conscientes del carácter instrumental de la ética. Por eso, cuando las circunstancias lo exigen no dudan en aumentar, modificar e incluso abrogar normas secundarias, particularmente si la promoción del bienestar espiritual de los seres parece requerirlo. La actitud de la mayoría de los theravadines es bastante contraria a eso. Al estar totalmente convencidos de que cada una de las 220 normas fueron promulgadas personalmente por el Buda, ellos insisten en la observancia rígida de todo el código. A la hora de la verdad, esto quiere decir generalmente que la observancia de la letra del Vinaya es considerada un objetivo en sí. Así, se ha dado una importancia exagerada a normas secundarias mientras que ofensas contra preceptos principales, siempre que se comentan sin que se divulgue, no son censuradas. En más 40 Aspects of Mahayana.....p.290 de una ocasión le dijeron monjes de Ceilán al autor de estas líneas que en la casa del budismo prístino se considera ofensa más seria el comer después del medio día que el cometer el acto sexual con una mujer. Se ha de admitir con pesar que en los países del budismo theravada el primer tipo de “Moralidad que consiste en Pureza” ha degenerado. Aparte de algunas nobles excepciones, esta práctica se ha convertido en un cultivo refinadísimo de la hipocresía, en una ostentosa exhibición de un formalismo eclesiástico vacío, sin significado alguno y de lo más fútil. Sólo si hay un cambio de actitud radical hacia el Vinaya, así como un reconocimiento de la necesidad de revisar drásticamente algunos de los preceptos secundarios—lo que equivale a una vuelta a la comprensión verdaderamente tradicional de la ética; sólo si eso se cumpliera sería posible esperar que el Autodominio con respecto a las Obligaciones volviera a funcionar para el beneficio, en vez de como obstáculo, en la vida espiritual de la Sangha Theravada. (b) El segundo tipo de la “Moralidad que consiste en Pureza” lleva la práctica de autodominio que comenzó en el primero a una fase más avanzada. Habiendo aprendido a abstenerse de cometer acciones no aptas, el monje debe ahora seguir al mal hasta acercarse aún más a su origen y allí controlarlo antes de que pueda desarrollarse. Los sentidos deben de ser restringidos no sólo del acto de fijarse en sus objetos sino incluso del de volverse hacia ellos. La atención debe ser desviada de su tendencia natural hacia lo externo para volverla al interior. Sólo cuando haya cesado la respuesta al estímulo externo, sea este físico o mental, sólo cuando se encuentre la mente en reposo, por así decirlo, podrá tener lugar esa expansión, elevación e intensificación de la consciencia que va más allá de lo personal y en la cual consiste la esencia de la Meditación. Las Escrituras en Pali contienen la siguiente descripción de como se lleva a cabo el autodominio de los sentidos: “Al percibir un forma con los ojos, un sonido con el oído, un olor con la nariz, un sabor con la lengua, una impresión con el cuerpo, un objeto con la mente, él no se adhiere ni a la totalidad ni al detalle. Y trata de rechazar lo que, por no tener sus sentidos guardados, hará surgir estados malos e insanos, avaricia y pesar; él vigila sus sentidos, los mantiene restringidos. Practicando este noble Autodominio de los Sentidos siente en su corazón felicidad sin tacha.” (MajjhimaNikaya, XXXVIII. Traducción de Nyanatiloka—revisada) Como indica el texto, antes de poder restringir los sentidos ha de ser vigilado su movimiento. Vigilar los sentidos es un ejercicio preliminar en la práctica de la atención consciente. La Moralidad, cambiando en grados imperceptibles, se ha fusionado casi completamente con la Meditación. Por lo tanto, los dos tipos restantes de la “Moralidad que consiste en Pureza”, los cuales son comparativamente de menor importancia, no nos detendrán por mucho tiempo. (c) Por la Pureza respecto a los medios de subsistencia se sobreentiende generalmente que el monje no habrá de mantenerse por medios incompatibles con su vocación. Interpretada de forma más amplia, significa que la Subsistencia Correcta—que, como vimos en la sección XV, es la quinta fase del Camino Óctuple Noble—es una parte esencial de la ética, y la Purificación de los medios de Subsistencia es por consiguiente indispensable para la práctica efectiva de la Meditación. (d) La Moralidad con respecto a los cuatro requisitos (monásticos), que según la forma más austera de la Enseñanza son sólo los objetos materiales indispensables para la vida santa, son descritos así en el siguiente texto: “Reflexionando sabiamente él hace uso de sus hábitos... meramente para protegerse contra el frío y el calor, etc. Reflexionando sabiamente hace uso de la comida que se le ha dado... meramente como mantenimiento para su cuerpo... Reflexionando sabiamente hace uso de su morada... meramente para guardarse de los peligros del clima y para disfrutar de su soledad... Reflexionando sabiamente hace uso de las drogas y medicinas necesarias meramente para suprimir las sensaciones de la enfermedad que surjan y para alcanzar libertad perfecta del sufrimiento.” (Majjhima-Nikaya, II Traducción de Nyanatiloka—condensada). También se pude interpretar con más amplitud este tipo de “Moralidad que consiste en Pureza”: podemos interpretarla como el uso juicioso y deliberado de todas nuestras posesiones. Aun así, para el que habita en el hogar, obstruido por todo tipo de bienes y artefactos mundanos, el principio será mucho más difícil de aplicar que para el que no tiene hogar y no posee casi nada, sobretodo porque el primero tiene muchas cosas cuyo único uso no es juicioso. ¡Mucho mayor será su dificultad en la práctica de la Meditación! XVII. La Meditación La palabra “samadhi”, con la cual se denomina la segunda fase del Camino, igual que muchos otros términos budistas en pali y sánscrito, posee además de una denotación limitada y precisa, una connotación amplia y difusa. Samadhi, literalmente quiere decir “fijación firme”, en el sentido de fijación firme de la mente sobre un solo objeto. De ahí viene su definición tradicional que lo califica de cittass ekaggata, o fijación de la mente en un punto, o simplemente “concentración”. Esta concentración puede ser de dos tipos, según se asocie con estados de la consciencia kármicamente sanos o kármicamente insanos. Al primer tipo se le llama samyak samadhi, o Concentración Correcta - la última fase del Camino Óctuple -, y es este el que me propongo examinar en esta sección. Cuando se usa en el budismo la palabra concentración se sobrentiende que se hace referencia a la Concentración Correcta; esto es siempre que no se haya indicado previamente lo contrario. Podemos decir, por lo tanto, que el samadhi, en su sentido más restringido y exclusivo, es esencialmente la concentración sana de la mente sobre un solo objeto. Desenredar la connotación del término samadhi no es tan fácil. Las variaciones de significado de este término, las cuales aparecen esparcidas por un universo de discursos, son muy numerosas. Samadhi, como octava fase del Camino Óctuple Noble no incluye smrti, la atención consciente, ya que aparece independientemente en la fase séptima. Sin embargo, cuando las ocho fases son distribuidas entre las tres partes del Camino Triple, la séptima y la octava se incluyen en la segunda, es decir, la fase del samadhi. Es obvio que el significado en el primer caso es mucho más restringido que en el segundo. Tradicionalmente, samadhi en su sentido más amplio comprende los siguientes elementos: la atención consciente y el autodominio; el contentamiento; la emancipación de los impedimentos; los ejercicios preliminares para el desarrollo de la concentración de la mente; los grados y tipos de concentración; los distintos estados de supraconsciencia a los que la concentración nos puede conducir; y, finalmente, basados en estos últimos, los distintos poderes supranormales que se pueden desarrollar. Examinaré ahora cada uno de estos. Cuando me refiera a samadhi en su sentido más restringido usaré la palabra “concentración”, para cualquier otra acepción utilizaré el término más vago “meditación”. La segunda fase del Camino comienza, y debe comenzar, con la atención consciente y el autodominio; un hecho que el principiante entusiasta, pero no juicioso, tiende a pasar por alto. La atención consciente y el autodominio fue descrita por el Buda en un importante discurso sobre la carrera del discípulo que fue dirigido a Ajatasatu, soberano de Magadha: “-Y ¿Cómo, Su Majestad, se dota un monje de atención consciente y autodominio? El monje aplica autodominio cuando avanza y cuando se retira, cuando mira hacia delante o mira a su alrededor, cuando se inclina, cuando estira sus extremidades, cuando lleva su hábito interior, su hábito exterior y su cuenco, comiendo, bebiendo, masticando y saboreando, cuando evacua u orina, cuando camina, cuando permanece de pie, cuando se sienta, cuando duerme, cuando se despierta, cuando habla y cuando permanece en silencio. Así, Majestad, se dota un monje de atención consciente y autodominio. “ (Digha-Nikaya, I. 47. Traducción de Thomas) Nuestras acciones son generalmente impulsivas. De los deseos pasamos a los hechos sin pensar si es apropiado hacerlo o no. Sin embargo, cuando actuamos con atención consciente, analizando nuestros motivos antes de permitirles influir nuestra conducta, no sólo nos beneficiamos del logro negativo, la abstención de llevar a cabo una acción torpe, sino que también logramos un estado mental tranquilo y sin perturbación. Llevando a cabo con claridad y de manera consciente incluso las actividades más corrientes de la vida, introducimos una pausa de inactividad, por así decirlo, entre el pensamiento y el hecho, entre la intención y la ejecución. Permitiéndome mezclar una metáfora espacial con una temporal, para elucidar uno de los aspectos de la concentración podría decir que en el espacio que nos permite el intervalo el impulso insano agota su fuerza. El ritmo de la existencia se relaja, el comportamiento se hace más suave, lento y deliberado. La vida procede a pasos majestuosos y pacíficos como los del elefante. Y como J.Evola dice acertadamente de la práctica: Se ve con facilidad que siguiendo ese camino un hombre se transforma en algo así como una estatua hecha de conscienciación, en una figura saturada de compostura, decoro y dignidad, una figura que inevitablemente recuerda no sólo a la antigua aristocracia aria sino también a aquella hecha famosa por la antigua tradición romana en el modelo original del senador, el paterfamilias y el maiores nostri. (The Doctrine of the Awakening; J. Evola) La quietud del cuerpo, aún siendo el producto de cierta actitud mental, se vuelve hacia la mente, por así decirlo, y aumenta la quietud del espíritu. Lo que es más, por medio de la práctica de la atención consciente y el autodominio las ocasiones más triviales de la vida son investidas con el aura de la santidad. El comer, el beber, el vestirse, incluso el defecar y el orinar, pasan a ser, en vez de impedimentos, ayuda para la concentración; en vez de interrupciones de la vida espiritual pasan a ser su continuación bajo otra forma. La distinción entre lo profano y lo sagrado queda eliminada. Cuando la Moralidad es pura y se ha establecido firmemente consciencia clara en todas las actividades, de la mañana a la noche sin dejar fuera ni un minuto, entonces fluye sin interrupción la corriente de la vida espiritual. El torrente del esfuerzo constante por la santidad continuará incluso durante el sueño, si la práctica es lo suficientemente intensa, y la consciencia clara brillará como brilla la luna en la oscuridad de la noche. Tras la atención consciente y el autodominio viene el contentamiento (santutthi). Al monje se le describe satisfecho con el hábito con que se cubre el cuerpo y el cuenco con el que pide la comida. “Allá adonde va” dice el bello símil de los textos en pali, “él lleva esas dos alas, como el pájaro que vuela llevando consigo sus alas”41. Al menos en principio, el contentamiento es una virtud que puede ser practicada independientemente del número de posesiones que uno tenga, puede ser practicada tanto por el que vive en el hogar como por el monje, tan fácilmente practicada por el príncipe como por el pobre. Pero en realidad los reyes filósofos y los bodhisattvas que viven en el hogar son muy poco corrientes. Generalmente, cuanto más posee un hombre más difícil le resulta contentarse. Esto no es porque las riquezas y el contentamiento sean incompatibles, sino porque la acumulación de bienes sólo la efectúa aquel que se siente descontento con la pobreza. A pesar de esa profesión contradictoria del millonario filántropo, es más difícil de encontrar un hombre que acumule dinero desinteresadamente que descubrir al fénix posado en su árbol de Arabia. Aún es más difícil encontrar a alguien a quien haya contentado el enriquecerse. El fuego al que se hecha leña seca no se extingue, sus llamas crecen y resplandecen más, de igual modo, la adquisición de bienes en vez de traer consigo el contentamiento aumenta mil veces el descontento. En el Dhammapada, cuando se afirma que el contentamiento es el mayor de los bienes, se concentra muchísima sabiduría tan sólo en tres palabras: santutthi paramaim dhanam. 41 The Word of the Buddha p.85 Entonces se podrá empezar a desarrollar la concentración, y el discípulo tomará asiento para practicar el ejercicio particular para lograr la concentración que le haya sido prescrito por su maestro. Pero antes los cinco impedimentos u obstáculos (mentales), nivarana, han de ser inhibidos, al menos temporalmente. Estos son la codicia (kamacchanda), el odio (vyapada), la pereza y la modorra (thina-middha), el desasosiego y la ansiedad (uddhacca-kukkucca), y la duda (vicikiccha). En los textos en pali dice, con un símil muy expresivo, que tratar de meditar cuando los impedimentos afectan a la mente es como tratar de ver el reflejo de la cara en el agua cuando se le ha echado a ésta diversos tintes, o cuando está hirviendo, o en agua cubierta con plantas acuáticas, o cuya superficie está alterada por las olas que produce el viento, o, finalmente, en agua enturbiada por el barro. Por consiguiente, las escrituras dicen: El abandona la codicia, permanece con el corazón libre de codicia, limpia su corazón de codicia. El abandona el odio; estimando y deleitándose en el amor y la compasión por todos los seres, limpia su corazón de odio. El abandona la pereza y la modorra, amando la luz con la mente vigilante, con comprensión clara, él limpia su mente de pereza y modorra. El abandona el desasosiego y la ansiedad; permanece sin alterar la mente, con el corazón lleno de paz, limpia su mente del desasosiego y de la ansiedad. El abandona la duda; permanece libre de duda, lleno de confianza en lo bueno, limpia su corazón de duda. (MajjhimaNikaya, XXXVIII. Traducción de Nyanatiloka—revisada) Aunque ésta sea solamente una de las fases preparatorias para el desarrollo de la concentración en sí - si bien es verdad que es la última - la supresión de los cinco impedimentos mentales no es una cuestión tan simple como pueda parecer. Los distintos hábitos, prácticas y reflexiones que refuerzan o debilitan a cada uno de estos obstáculos han recibido en el Canon Pali un tratamiento cuidadoso y detallado, y en los comentarios bastante elaborado, de tal forma que la literatura sobre este tema no es en absoluto escasa. Un número de pasajes importantes, canónicos y no canónicos, han sido recopilados y ordenados sistemáticamente por el Venerable Nyanaponika. Recomiendo al lector que esté interesado en la práctica de la meditación que consulte su pequeña obra “The Five Mental Hindrances and Their Conquest by Buddhist Spiritual Training”. En principio, cualquier objeto material o mental, desde una caja de cerillas hasta la concepción filosófica más sublime, puede servirnos de base externa para el desarrollo de la concentración de la mente. Las posibilidades son infinitas. Un imponente panorama montañoso, con picos nevados alzándose deslumbrantes bajo la luz del sol; o el ágil torrente “que canta su dulce canción por la noche a los bosques dormidos”; o el tenue resplandor de la luz del anochecer en la superficie de un estanque, todos estos son medios de inducir, al menos parcialmente, esa atención a un objeto que nos absorbe y en la cual consiste la esencia de la concentración. En la hagiografía budista abundan las anécdotas sobre discípulos que obtuvieron la visión clara basándose en la concentración desarrollada en esta manera natural, y a veces espontánea. No hay nada tan ordinario que no sirva de instrumento de liberación, si se usa debidamente. Cacerolas, piedras de afilar, la gotera de un techo mal cubierto y la lámpara que se apaga repentinamente, todos en una u otra ocasión han jugado su papel en la vida espiritual de los Bienaventurados. Aun así, la tradición budista reconoce universalmente que ciertos objetos “clásicos” y arquetípicos sirven con una eficacia muy especial para el desarrollo de la concentración. Buddhaghosa, el comentarista de la tradición Theravada, en la segunda parte de su gran obra que lleva por título “El Camino de la Pureza”, Visuddhi Magga, nos proporciona gran cantidad de información respecto a la práctica de la meditación. Buddhaghosa recopila a partir de los textos en pali cuarenta objetos, o soportes, todos recomendados por el Buda mismo, y los denomina kammatthanas, literalmente “sitios para el trabajo”; en este caso el trabajo de la concentración. Estos cuarenta soportes son las ramas desnudas del árbol de la meditación budista, ya que nos permiten ver la estructura y captar el principio básico de la totalidad del sistema de la práctica. Posteriormente surgieron métodos especiales y técnicas elaboradas que como una gran exuberancia de hojas poblaron las ramas, o las bases y principios indicados en la enseñanza original. Los cuarenta kammatthanas comprenden los diez recursos (kasina), las diez impurezas (asubha), las diez rememoraciones (anussati), las cuatro moradas sublimes (brahma-vihara), las cuatro esferas sin forma (arupayatana), la percepción de lo asqueroso en la comida (ahare patikkulasanna) y el análisis de los cuatro elementos (catudhatuvavatthana), cada uno de ellos siendo un soporte. Los diez “recursos” para concentrar la mente y alcanzar, al final, los cuatro estados de la supraconsciencia, son los elementos tierra, agua, fuego y aire; los colores azul, amarillo, rojo y blanco; el espacio y la consciencia. Se aprecia en esto fácilmente que las representaciones de gran colorido de varias divinidades que tienen un papel tan importante en las meditaciones tántricas no son, como, con frecuencia, se ha supuesto erróneamente, concesiones al politeísmo popular. De hecho no son otra cosa que formas más elaboradas y diversificadas de los colores - recursos que, contrariamente a las formas abstractas anteriores, poseen las ventajas adicionales del significado filosófico profundo y el gran atractivo emocional. Los Mándalas del budismo del Mahayana, o “círculos mágicos”, como los llaman los observadores que no los comprenden, son también recursos de este tipo y fueron usados también en el Theravada en los días en que se practicaba más extensivamente la meditación en esa escuela. Según Buddhaghosa, las Diez Impurezas son los distintos aspectos repugnantes de la existencia del cuerpo. En los textos canónicos se mencionan las distintas fases de la descomposición de un cadáver, tal y como es descrito en el Satipatthana Sutta, desde el día que yace en la necrópolis con aspecto “hinchado, azulado y ulceroso”, al día en que finalmente se ve reducido a un puñado de polvo. Se tomen como “soportes” las impurezas del cuerpo en vida o las del cadáver, el objetivo de la práctica es el mismo. No sólo se concentrará la mente sino que, yendo más adelante en la segunda fase del Camino, se verá gradualmente obligada a abandonar su desmesurado apego por el cuerpo, tomando, así, consciencia de su naturaleza compuesta y transitoria. Contrariamente a lo que piensan quienes son hostiles al budismo, esta práctica no tiene nada de morboso. Los que piensan eso quieren que los demás también lo piensen y reprimen su miedo a la muerte, retrocediendo horrorizados de cualquier cosa que les recuerde remotamente el hecho horripilante de que ellos también han de morir. Para las enfermedades graves se requieren remedios drásticos. Al ser la enfermedad del apego a este saco de impurezas - así es llamado el cuerpo en algunos textos budistas - algo endémico en toda la raza humana, el poderoso medicamento prescrito originalmente por el Gran Doctor ocupa un lugar prominente en la farmacopea de cada una de las formas del budismo. En Tíbet, donde no se permite que el miedo, pretendiendo ser decencia, cubra el proceso de la disolución, las necrópolis son todavía un recurso para quien quiera someter el apego a la carne. “Verdaderamente, mi cuerpo es también de la misma naturaleza, se volverá así, no tiene escapatoria”— estas son las reflexiones del yogui cuando le rodean esparcidos cadáveres en distintos estados de descomposición. Esta práctica, por extraño que les parezca a quienes no estén familiarizados con ella, proporciona un efecto tónico, pues fortalece y da vigor a la mente del que la practica, realza inmensamente su vitalidad espiritual y le deja lleno del optimismo que surge de la autoconquista. Según la tradición, tomando como soporte para la concentración las diez impurezas se alcanza tan sólo el primer estado de la supraconsciencia pero no los demás. Las diez rememoraciones, por regla general menos temibles, son el Buddha, la Doctrina, la Orden, la Moralidad, la generosidad, los dioses, la muerte, el cuerpo, la respiración y la paz del Nirvana. La novena rememoración, sin duda la más importante, es la atención consciente al proceso de la respiración (anapana-sati), o vigilancia de la respiración (el término se traduce de varias formas). En el famoso sistema llamado los cuatro fundamentos de la atención consciente, se le da el lugar de soporte principal exterior para la concentración. Con respecto a este sistema el Buddha dijo: “-Monjes, ésta es la única forma de purificación para los seres, única para la superación del pesar y del lamento, la destrucción del sufrimiento y de la pena, para alcanzar el camino correcto, para obtener el Nibbana, a saber, los cuatro fundamentos de la atención consciente”. (Satipatthana Sutta, Traducción de Soma Thera) En los últimos cincuenta años la práctica de la atención consciente a la respiración ha resurgido destacablemente en Birmania, resurgimiento que parece ir extendiéndose entre pequeños, pero influyentes, grupos de otros países de la tradición theravada. El Gobierno de la Unión de Birmania ha establecido varios centros en los que se da instrucción práctica en este método de desarrollar la concentración; además existen muchas instituciones privadas que también lo hacen. Uno de los aspectos más prometedores del resurgimiento, en lo que concierne a lo espiritual, es el hecho de que los maestros de meditación birmanos modernos no han dudado en introducir variaciones de la práctica que no son mencionadas ni en la literatura canónica en pali ni en los comentarios. La popularidad de este método de inducir la concentración por medio de la atención consciente al proceso de la inspiración y la espiración es tal que Nyanaponika le ha llamado el Nuevo Método Birmano del Satipattana. No es difícil ver la razón de esta evolución. En vez de depender exclusivamente de los libros, un hábito que por siglos ha sido la ruina de las escuelas del Hinayana, los herederos de los antiguos Arahantes complementan su conocimiento de las escrituras con su experiencia personal y con la experimentación. Si este movimiento gana fuerza y se le permite ejercer su influencia más allá de la técnica de los ejercicios de concentración, los jarros secos y polvorientos del Theravada moderno se llenarán de nuevo hasta el borde con el agua de la vida espiritual y podrán de nuevo presentarse a los secos labios humanos. Aunque la práctica de la atención consciente de la respiración puede inducir las cuatro fases de la supraconsciencia, parece ser que el Nuevo Método Birmano procede directamente desde la concentración al desarrollo de la visión clara de la Realidad. Las otras nueve Rememoraciones conducen sólo al estado llamado concentración lindante (upacara-samadhi), un estado intermedio entre la mente distraída y la concentrada, estado que explicaré un poco más adelante. Las cuatro moradas sublimes son: el amor por todos los seres (metta), la compasión por ellos (karuna), el deleite en su felicidad (mudita) y la ecuanimidad respecto a ellos (upekkha). Al monje se le aconseja constantemente que permanezca en estas cuatro. El amor no sólo es enumerado sino que está en primer lugar. Por lo tanto, lo primero es soplar sobre los tizones fríos y las grises cenizas del corazón hasta que, poco a poco, las ascuas del afecto que yacen debajo resplandezcan vivamente y se conviertan, entonces, en la incandescencia del amor que irradia en todas las direcciones el muy beneficioso calor espiritual. Sin el amor, la compasión se convierte en desprecio, el deleite en la felicidad en una vaga satisfacción en lo ajeno, y la ecuanimidad en fría indiferencia. Por consiguiente, los textos siempre describen primeramente el fomento del amor y, después, para las otras tres moradas repiten la misma fórmula variando sólo un término. Con su mente acompañada por el amor él permanece saturando una dirección, igualmente la segunda, la tercera, la cuarta, arriba, abajo, alrededor, por todas partes. El permanece saturando completamente el mundo con su mente acompañada por el amor, con su liberación del odio y la malicia, liberación abundante, grandiosa e inmensurable. Con su mente acompañada por la compasión él permanece...acompañada por el deleite en la felicidad...por la ecuanimidad, con su liberación del odio y la malicia, liberación abundante, grandiosa, inmensurable. Igual que si a una dulce balsa de flores de loto, con agua fresca y cristalina, con buenos escalones para descender a ella, de aspecto encantador, llegara desde el Este un hombre rendido por el calor, agotado, seco, sediento, y saciara su sed y se aliviara su agotamiento y calor. Si viniera del Oeste..., del Norte..., del Sur, de donde viniese él saciara su sed y aliviara su agotamiento y calor. De igual forma alguien perteneciente a una familia de la casta guerrera (etc.) que haya abandonado el hogar por la vida errante del asceta, haya encontrado la Doctrina y la Disciplina enseñadas por el Tathagata y así practique amor, compasión, deleite en la felicidad, y ecuanimidad, logrará la paz interior, y con la paz interior seguirá el verdadero camino del asceta. (MajjhimaNikaya, I. 281, Traducción de Thomas) Como señala el Dr. Conze en el primero de sus tres ensayos sobre El amor y la compasión en el budismo42, la palabra amor es excesivamente ambigua y un equivalente muy insatisfactorio para el término indo-ario metta o maitri que es mucho más preciso. Este término no equivale al afecto ordinario humano, ni aun en forma sublimada, sino a la benevolencia impersonal y sin apego elevada a la mayor intensidad posible. Literalmente metta quiere decir “amigabilidad”- siendo mitta o mitra el equivalente de amigo y en los textos budistas se distingue cuidadosamente la emoción indicada por este término de otra emoción denominada pema (prema en sánscrito.) que indica un sentimiento de afección sexual o casi sexual. “Del afecto (pema)” declara el Buda en el Dharmapada, “nace el pesar; del afecto se engendra el miedo”43. La maitri, sin embargo, conduce a la unión con Brahma. Es curioso que el Buda, en vez de negar la existencia de ese dios, indique a sus discípulos el camino para unirse con él. No obstante, en los textos en pali Brahma es colocado firmemente en el lugar que le corresponde; ni es omnisciente ni omnipotente, además su posición es el resultado del karma, igual que lo es la de los demás seres. Brahma reside en un plano de existencia muy sublime, pero aun así mundano. Ese plano es aquello que corresponde en lo objetivo a un estado mental de supraconsciencia, hablando subjetivamente. Pero más allá se halla el estado o esfera inmensurablemente superior - de hecho, en una dimensión totalmente distinta - que denominamos Nirvana. 42 43 The Middle Way, Feb. 1954 Dhammapada v.213 La práctica de la maitri-bhavana tiene dos aspectos, uno es la intensificación interna del amor, el otro la irradiación al exterior. El sentimiento que se dirige, al principio del ejercicio, hacia una persona, no se divide después sino que se multiplica al ser irradiado hacia todo. Shelley describe esto con gran énfasis: El amor verdadero en esto difiere del oro y del barro: Que en él dividir no es apartar. El amor es como la comprensión que se va iluminando, mirando muchas verdades; es como tu luz. ¡La imaginación! que de la tierra a los cielos, y desde la profundidad de la fantasía humana, como con miles de prismas y espejos, llena el universo con rayos gloriosos y mata al error, el gusano, con flechas como el rayo del sol que surgen de su resonante relámpago. Angostos son el corazón que ama, el cerebro que contempla, la vida que se gasta y el espíritu que crea un objeto y una forma, construyéndose así un sepulcro para la eternidad. (Epipsychidion, versos 160-173) La diferencia principal entre pema y maitri es que la primera es exclusiva, un égoisme á deux en el mejor de los casos, mientras que la segunda es inclusiva. El amor, tal y como se entiende esta palabra en el budismo, sólo es amor cuando se siente imparcialmente por todos los seres. De esta emoción elevada y totalmente espiritualizada hay, obviamente, sólo un paso a la ecuanimidad, la cuarta morada sublime. La compasión y el deleite en la felicidad están aun más cerca, ya que aquélla es tan sólo la respuesta del amor al sufrimiento ajeno y ésta su reacción a sus alegrías. Cada una de las “infinidades” o appamañña, otro nombre que se le da a las cuatro brahma-viharas, tiene su “enemigo próximo” y su “enemigo lejano”. El “enemigo lejano” del amor es, por supuesto, el odio y su “enemigo próximo”, el cual debido a su proximidad es más insidioso, es “el afecto”. Por lo tanto, se han de tomar todas las precauciones para que el desarrollo del amor no degenere en la mera intensificación del apego carnal. Por esta razón se le aconseja al practicante que, tras si mismo, la primera persona hacia la que se genera amor sea un amigo que no haya muerto y que sea de su mismo sexo. Según los comentarios de la tradición, el desarrollo de maitri, karuna y mudita, juntas o individualmente, conducen al meditador a la tercera fase de la supraconsciencia; sólo la práctica de upekka conduce a la cuarta. En el budismo el Samsara, o la totalidad de la existencia fenoménica, desde el punto de vista objetivo se divide verticalmente en tres planos principales, cada uno de los cuales tiene subdivisiones numerosas. Los tres planos son: el kama-loka, o el mundo del deseo, el rupa-loka o el mundo de la forma, y el arupa-loka o el mundo sin forma. A cada uno de estos planos de existencia le corresponde un estado de consciencia. El logro de un estado mental más elevado y la entrada en un reino más sublime son esencialmente lo mismo. La reencarnación, o el devenir de nuevo en cierto nivel de la existencia fenoménica, es simplemente el resultado inevitable de lo que somos en el momento que sigue a la muerte, es decir, de un modo de consciencia. Si un lado de la moneda descansa sobre la mesa, el otro inevitablemente mira hacia el techo. Las cuatro fases de la supraconsciencia, a las cuales me he referido varias veces, corresponden a las cuatro divisiones principales del mundo de la forma. De igual modo, hay cuatro fases más de supraconsciencia que corresponden a las cuatro divisiones principales del mundo sin forma. Cada una de estas fases se desarrolla tomando como “soporte” la que la precede y eliminando algunas de sus características. Por eso las cuatro Esferas sin Forma, o estados sin forma, son consideradas el quinto grupo de los “soportes” clásicos para la concentración, si bien con ellas se habrá ido más allá de la concentración en el sentido técnico y restringido del término. El deseo sexual se controla concentrando la mente en los aspectos repulsivos de la existencia del cuerpo, en vez de en los atractivos. Del mismo modo, si centramos la atención en lo repulsivo del comer, en vez de en sus aspectos deleitosos, podremos controlar el apetito por la comida que puede ser tan intenso como el sexual (en la tradición yóguica india ambos están muy conectados). La Percepción de lo asqueroso en la comida, por lo tanto, se cuenta entre los objetos y medios por los cuales se logra la fijación de la consciencia, si bien sólo conduce al meditador al punto de la concentración lindante. El último de los cuarenta kammatthanas es el análisis de los Cuatro Elementos, o mejor dicho, la separación mental de lo que en el cuerpo pertenece respectivamente a cada uno de los cuatro elementos esenciales, la tierra, el agua, el fuego y el aire. En el Satipatthana Sutta se da este símil: Monjes, un carnicero diestro, o un aprendiz de carnicero, habiendo matado una vaca, habiéndola descuartizado y cortada en porciones, se sienta en el cruce de cuatro calles principales (para vender la carne). Igualmente contempla el discípulo su cuerpo respecto a los cuatro elementos. Este pasaje, que de paso demuestra claramente que comer ternera era algo común en la India de la antigüedad, es comentado por Buddhaghosa en esa forma algo irónica que le caracteriza: Para el carnicero que cría a la vaca, la lleva al matadero, la ata, la sujeta y la mata, o mira, después, a la vaca degollada y muerta, la idea “vaca” no desaparece mientras no la abra y la descuartice. No obstante, cuando se haya sentado, la haya abierto y descuartizado, la idea “vaca” desaparecerá de su cabeza y la idea “carne” surgirá en su lugar, y él no pensará “vendo vaca” o “me compran vaca”. Igualmente, cuando el monje vivía como persona ignorante y mundana, ya fuera laico o asceta errante, las ideas “ser vivo”, “hombre” e “individuo” no desaparecían de su mente mientras no hubiese tomado el cuerpo - en la posición o dirección que fuera - como objeto de análisis por partes. No obstante, en cuanto ha analizado el cuerpo dividiéndolo en sus elementos, la idea del “ser vivo” desaparece de su mente y queda absorto y establecido en la contemplación de los elementos. (Visuddhi Magga XI) El Análisis de los Cuatro Elementos también conduce solamente al logro de la concentración lindante. Pasemos ahora de los cuarenta soportes clásicos de la concentración a una consideración breve de los grados y tipos de concentración que pueden surgir de ellos. Pero no sin añadir antes, posiblemente para el alivio del lector cuyo interés en esta sección no es simplemente teórico, que para desarrollar la concentración no es necesario que uno recurra a todos los kammatthanas; igual que no es necesario que el enfermo se trague todos los medicamentos de la farmacopea. La tradición de comentarios del Theravada enumera seis caritas (caritras, en sánscrito), literalmente caracteres, o tipos psicológicos a que pertenece cada ser humano. Cada uno de los cuarenta soportes es apropiado para un tipo psicológico, y unos cuantos son adaptables a las necesidades de todos. Cuando un discípulo le pedía al Buda instrucciones para desarrollar la concentración, El primeramente observaba su temperamento, después le prescribía un soporte en particular y, finalmente, le preguntaba periódicamente sobre su progreso en la práctica, dándole más instrucciones o exhortándolo si era necesario. Este es también el procedimiento seguido, incluso actualmente, por los maestros de meditación en todo el mundo budista. Para un yogui novicio que se le da de “lugar de trabajo” el recurso del color rojo, por ejemplo, el método de desarrollar concentración consiste en lo siguiente. Lo primero que hará será colocar un disco rojo de un tamaño prescrito a cierta distancia de su asiento para la meditación y al nivel normal de la vista. Fijará, entonces, su atención en este disco, que se denomina parikamma-nimitta o imagen preparatoria, y tratará de excluir, no sólo todo aquello en el campo de visión que no sea el tembloroso disco de color rojo sino también sus pensamientos. Gradualmente y a medida que su concentración se afirma, la imagen preparatoria se va afianzando y su atención se hace constante. El novicio habrá logrado entonces parikamma-samadhi o concentración preparatoria, la primera de las tres fases del desarrollo mental de la concentración. Entonces, con los ojos cerrados, gradualmente percibirá la imagen mental que corresponde a la imagen material original y que tiene el mismo color, tamaño y forma que la primera. Esta imagen mental se denomina uggaha-nimitta o imagen adquirida y se convertirá en el soporte de la concentración. La segunda fase de la concentración a la que se le da el nombre de “acceso” o “concentración lindante” (upacara-samadhi) surge cuando el meditador ha permanecido absorto por un rato en la fase precedente. Entonces emerge de la imagen mental - como la luna de entre las nubes o la espada resplandeciente de su funda, un símil tradicional - ese disco luminoso que se denomina patibhaga-nimitta o imagen refleja. Cuando esta cesa y los cinco sentidos quedan en suspensión, con el appana samadhi o concentración completa como núcleo, surgen esos estados de “elevación” progresiva que hasta ahora he llamado con imprecisión deliberada fases de la supraconsciencia. A estos estados exaltados y supranormales, si bien, como ya he insistido repetidamente, mundanos y naturales, se les conoce por el nombre pali de jhana, o por el término sánscrito dhyana que está más generalizado. La razón por la cual no me he decidido por ninguna de las traducciones de este término dadas por los expertos es que todas ellas son totalmente insatisfactorias e incluso erróneas. “Trance”, “éxtasis”, el término “abstraerse” que es extremadamente débil, o, si cabe, aun peor el término alemán versenkungen que sugiere hundirse en las profundidades del subconsciente. Todos estos son incapaces, ni aun combinados, de reproducir el significado de jhana. De hecho, el término pali en si, que significa considerar o ponderar sobre algo, no significará apenas nada para quien no haya practicado meditación y obtenido un cierto grado de concentración; aunque sean muy extensos sus conocimientos sobre la lengua pali y su literatura. Las descripciones imaginativas con frecuencia aventajan a las definiciones lógicas. Por eso, tras dar al lector una formulación común de los cuatro jhanas, tal y como aparece frecuentemente en los suttas, citaré cuatro símiles de belleza y poder asombrosos así como de gran sugestividad espiritual. Por medio de estos el Buda trato de indicar la cualidad individual y el sabor único de cada uno de estos estados: “-Libre de deseos sensuales, libre de malos pensamientos, él alcanza el primer jhana y permanece en él, el jhana de la alegría y el placer, que va acompañado del razonamiento (vitaka) y la investigación (vicara) y que surge del apartamiento (en este caso idéntico al samadhi). El cubre, impregna, llena y satura su cuerpo con el placer (sukha) y la alegría (piti) que surgen del apartamiento, y no queda nada en su cuerpo que no sea tocado por el placer y la alegría que surgen del apartamiento. Y el monje, al cesar el razonamiento y la investigación, en un estado de serenidad interna, con su mente fijada en un punto, alcanza y permanece en el segundo jhana, que es la alegría y el placer que surge de la concentración y está libre del razonamiento y la investigación. El cubre, impregna, llena y satura su cuerpo con el placer y la alegría que surgen de la concentración, y no queda nada en su cuerpo que no sea tocado por el placer y la alegría que surgen de la concentración. Y el monje, con indiferencia hacia la alegría, permanece en ecuanimidad, con atención consciente y autodominio, sintiendo en su cuerpo el placer que los nobles llaman “permanecer feliz con la ecuanimidad y la atención consciente”, y logra y permanece en el tercer jhana. El cubre, impregna, llena y satura su cuerpo con placer sin alegría, y no queda nada en su cuerpo que no sea tocado por el placer sin alegría. Y el monje, con la disolución del placer y del dolor, y aun antes de la desaparición de la euforia y la depresión alcanza el cuarto jhana y permanece en él, es el jhana sin dolor ni placer y con la pureza de la ecuanimidad y la atención consciente. Sentado en meditación satura su cuerpo con la mente purificada y limpia y nada queda en su cuerpo que no sea tocado por su mente purificada y limpia”44 44 Early Buddhist Scriptures, pags. 63-64 En el primer jhana están presentes el razonamiento, la investigación, la alegría, el placer y la concentración; en el segundo, la alegría, el placer y la concentración; en el tercero, la alegría y la concentración; y en el cuarto la ecuanimidad y la concentración. No obstante, no es aconsejable una interpretación excesivamente literal de este análisis. En el diccionario de la Sociedad de Textos en Pali se nos advierte que “la totalidad forma una serie de estados mentales y las fases podrían haber sido fijadas en puntos diferentes”. De hecho hay textos que cuentan la cesación de la razón y la de la investigación como fases separadas, considerando, pues, cinco jhanas en vez de cuatro. La formulación que acabo de citar dice que cada uno de los jhanas cubre, impregna, llena y satura el cuerpo del monje, un hecho que no hemos de pasar por alto. Incluso la rama alopática de la medicina admite actualmente que la salud del cuerpo y la de la mente están relacionadas entre sí. No debe, pues, sorprendernos que el logro de estados de supraconsciencia tenga un efecto tónico no sólo en la mente sino también en la constitución física del meditador. La función de los símiles siguientes es indicar el modo de saturación que tiene lugar en cada uno de los jhanas. Lejos de haber sido elegidas arbitrariamente, las características de cada una de las comparaciones corresponde, definitivamente y en detalle, a las cualidades típicas de la experiencia de cada jhana, por lo tanto han de ser observadas minuciosamente. -El experto empleado de los baños, o el aprendiz, hecha jabón en polvo en un plato, le añade agua, lo mezcla y disuelve de forma que la espuma resultante quede completamente saturada, humedecida por fuera y por dentro sin dejar nada de jabón. De igual modo el monje cubre, impregna, llena y satura su cuerpo con el placer y la alegría que surgen del apartamiento y no queda nada en su cuerpo que no sea tocado por el placer y la alegría que surgen del apartamiento... Un lago con una fuente subterránea al que no llegan arroyos ni desde el Este ni el Oeste, ni desde el Norte ni desde el Sur, y sobre el cual las nubes no descargan la lluvia, sino que sólo la fuente fresca del fondo lo abastece y lo cubre, impregna, llena y satura, de forma que aun ni la menor parte del lago quede sin saturar por el agua fresca. De igual modo el monje...satura su cuerpo con el placer y la alegría que surgen de la concentración... En un lago con lotos, algunas de las flores de loto nacen en el agua, se desarrollan en el agua, permanecen bajo la superficie del agua, obtienen nutrición de las profundidades del agua y tanto la flor como la raíz están cubiertas, impregnadas, llenas y saturadas de agua fresca, de forma que ni aun la parte más pequeña de esas flores de loto queda sin ser saturada por el agua fresca. De igual modo el monje...satura su cuerpo con placer sin alegría... Como un hombre cubierto de la cabeza a los pies con un manto blanco, de forma que ni la menor parte de su cuerpo quede al descubierto, el monje está sentado en meditación habiéndose cubierto el cuerpo con el estado de extrema ecuanimidad y concentración....(Digha Nikaya, II 82) Con el logro del cuarto jhana, como acertadamente dice J. Evola 45, el cuerpo no sólo se satura sino que se cubre de una nueva fuerza, como si no fuese el cuerpo el que contuviese a la fuerza sino la fuerza al cuerpo. En ese estado, el discípulo se ve confrontado por la necesidad de tomar una decisión. De un lado está el camino que conduce a los cuatro jhanas arupa o sin forma, del otro el que conduce al desarrollo de varios poderes supranormales. Sin embargo, si su determinación se centra en el logro del Nirvana dejará estas posibilidades, que si son elevadas también son mundanas, y retrocederá al estado de la concentración lindante. Pues, según la Enseñanza del Buda, en esta fase empieza el desarrollo de la visión clara liberadora o Sabiduría, el camino transcendental (lokuttara-magga) de los Nobles. En esta fase el Camino a la Iluminación se abre. Dependiendo de si la visión clara se desarrolla por medio de la contemplación del aspecto de lo fenoménico que es doloroso (dukkha), de su naturaleza transitoria (anicca) o de la ausencia del ego (anatta), se distinguen tres tipos de concentración que son denominados appanihita-samadhi, animitta-samadhi y 45 The Doctrine of the Awakening, p.196 sunnata-samadhi. Según las enseñanzas del Theravada, el Nirvana se puede alcanzar por medio de estos tres tipos de concentración bajo tres de sus aspectos, el de la ausencia de objetivo, el de la ausencia de signo y el de la vacuidad. Igual que las últimas fases de la Moralidad empiezan a coincidir con las de la Meditación, las de ésta empiezan ahora a coincidir con la Sabiduría. Pero antes de acompañar con la imaginación al discípulo en su arriesgada y abrupta ascensión a la cima del Ser - y aún más arriba - hemos de volver al cuarto jhana y reparar en los paisajes que se le habrían revelado si hubiera elegido continuar por esas otras rutas que se le planteaban. Ya vimos que cada fase de la supraconsciencia corresponde, en lo subjetivo, a un mundo más elevado en lo objetivo. Fomentando la repugnancia por las cuatro fases inferiores, así como por sus correspondientes reinos, y por medio de la idea “el espacio es infinito” el yogui alcanza la Esfera del Espacio Infinito (akasanañcayatana), el primero de los cuatro jhanas sin forma. Dándose cuenta de que su consciencia al tener como objeto el espacio infinito es también infinita, alcanza la esfera de la Consciencia Infinita (viññanañcayatana). Después de esto surge en él con la idea “aquí no hay Nada”, la esfera de la Nada (akiñcaññayatana). Finalmente, surge en él la esfera de ni la Percepción ni la no Percepción (sañña-nasaññayatana) con la que alcanza los límites de la existencia mundana. Tanto los cuatro jhanas inferiores como los superiores se conocían bien en la India mucho antes del advenimiento del Buda. El logro de esos estados elevados era en aquella época, y en menor medida en la actualidad, bastante común entre los yoguis indios. De hecho, el León de los Sakyas aprendió de Alara Kalama la técnica para alcanzar la Esfera de la Nada y de su segundo maestro, Uddaka Ramaputta, el método para alcanzar la Esfera de ni la percepción ni la nopercepción. Pero viendo que ninguno de estos métodos conducía a la aversión, a la ausencia de las pasiones, a la cesación, a la tranquilidad, al conocimiento superior, al Nirvana, El abandonó con repugnancia las doctrinas de esos maestros y adentrándose en la selva inició la larga serie de prácticas de austeridad extrema que finalmente le condujeron al pie del Árbol Bodhi. Allí, sin maestro ni guía, basándose sólo en su propia fortitud heroica y su fuerza mental, descubrió el Camino de la visión clara, el Camino por el que anduvieron sus predecesores, los Budas anteriores, y con la extinción total de los asavas alcanzó la Iluminación Suprema. Después proclamó que su Sabiduría, la visión clara de la verdadera naturaleza de lo fenoménico, era el único medio para la Emancipación, declarando que fuera de ese Camino no había liberación para los seres. No obstante, las doctrinas de Alara Kalama y Uddaka Ramaputta todavía existen en la India. Los cuatro jhanas inferiores son actualmente denominados colectivamente savikalpa-samadhi y en el nivel objetivo les corresponde el saguna-brahman o dios creador personal. Mientras que los jhanas superiores son denominados nirvikalpa-samadhi, correspondiéndole el mundo o plano de existencia llamado nirguna-brahman o dios cabeza. Las enseñanzas dualistas de Ramanuja, Madhva, Nimbarka, Vallabha y Chaintaya consideran, en una u otra forma, que el saguna-brahman es el objetivo final de la consciencia religiosa y que el savikalpasamadhi es el estado más elevado que puede obtener el hombre. Sankara, yendo más lejos, propone que la realización del nirguna-brahman por medio del nirvikalpasamadhi es la meta suprema de la existencia humana. Puesto que la concentración y la ecuanimidad son los elementos constituyentes del cuarto rupa-jhana y están, además, ambos presentes en los estados de consciencia sin forma, estrictamente se puede considerar que los cuatro jhanas superiores pertenecen a la última fase de los cuatro jhanas inferiores. Por esta razón muchos textos budistas hacen referencia a cuatro estados de supraconsciencia en vez de a ocho. Los diferentes poderes supranormales son los seis abhiñña (abhijña, en sánscrito), que significa “conocimientos superiores”, y son descritos frecuentemente, o se les alude, en textos en pali y en sánscrito. Puesto que lo que nos interesa no es lo poderes en sí sino su evaluación, lo cual es de mayor importancia, nos hemos de contentar con una descripción mínima. Todos los poderes supranormales, excepto el sexto, son mundanos; su desarrollo no es consecuencia de la penetración trascendental sino del logro del cuarto jhana. Los textos típicos sobre los Siddhis, los cinco primeros “conocimientos superiores” o poderes psíquicos, dicen que el monje que los obtiene crea múltiples formas de su cuerpo, atraviesa paredes y montañas, camina por el agua como si fuese tierra y penetra en la tierra como si fuese agua, con las piernas cruzadas flota en el aire como una ave, y toca con la mano el sol y la luna. Ese monje, declaran los textos, es el maestro de su cuerpo hasta en el mundo de Brahma. Por supuesto, este cuerpo no es el cuerpo material sino el cuerpo hecho de mente, o formado de mente (manomaya) que se produce a partir del cuerpo físico, según los símiles tradicionales, como la espada de su funda, la pulpa del junco y la serpiente de su camisa. En varios textos en pali del Canon Theravada, se hace referencia de forma inequívoca a la producción de este cuerpo, cuerpo radiante y luminoso según ciertas descripciones. En las escuelas del Mahayana esta práctica sumamente esotérica es descrita detalladamente en el Guhyasamaja Tantra y en otros Tantras del grupo Anuttara. Además es considerada de una gran significación doctrinal, ya que es por medio de este cuerpo mental glorificado que el Bodhisattva, tras haber alcanzado cierto nivel en su carrera, continua su obra por la emancipación de todos los seres. El segundo abhiñña o el “oído divino” (diba-sota) corresponde a la facultad de oír cosas que están más allá de la facultad auditiva normal. El tercero es el conocimiento de la mente de otros seres (parassa cetopariya-ñana) o telepatía; el cuarto es la memoria de reencarnaciones anteriores, o literalmente “moradas” anteriores (pubbe-nivas anu-sati). El quinto y último de los poderes mundanos es el “ojo divino” (dibbacakkhu) y el monje que lo posee ve a los seres desaparecer de una esfera de existencia y reaparecer en otra según el resultado de sus acciones corporales, verbales y mentales. Esta es una forma sumamente desarrollada y comprensiva de clarividencia. El desarrollo del sexto abhiñña, la destrucción de los asavas, no se basa en el logro del cuarto jhana sino en la visión clara de la naturaleza de lo fenoménico. Por lo tanto, no es mundano sino transcendental. De nuevo hemos pasado de la fase de la Meditación a la de la Sabiduría. En el budismo, el logro de los primeros cinco poderes supranormales no tiene significación espiritual, ya que no provienen de la irrupción de lo transcendental sino que son una prolongación de lo mundano. Aunque están al alcance del discípulo, este no ha de cometer el error de considerarlos deseables; si surgieran espontáneamente habrá de tratarlos con indiferencia, incluso con desprecio. En modo alguno habrá de exhibirlos para impresionar a los demás, ni aun con la intención de convertirlos; esa conducta se considera sumamente censurable. Muchos cristianos creen que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios porque hacía milagros. Para el budista, el significado de este hecho no reside en la prueba de la supuesta divinidad del fundador del cristianismo, sino en la evidencia de la falta de madurez espiritual de sus seguidores. El Buda, lejos de enseñar que el logro de poderes psíquicos mundanos era algo de que sentirse satisfecho, declaró que el los consideraba despreciables y asquerosos. El único milagro verdadero, el milagro que en verdad cuenta, es el de un hombre que pasa de una forma de vida innoble a otra noble. XVIII. La Sabiduría y el Ideal del Arahant Cuando el Buda dice: “Aquel que se ha concentrado ve las cosas tal y como son” (Samyutta-Nikaya, XXII 5), no sólo indica con estas palabras la esencia de la Meditación y la de la Sabiduría, sino también la naturaleza de la relación que existe entre ellas. Sólo la hoja del mejor acero, bien templada y afilada, corta con facilidad y suavidad un objeto sólido. Igualmente, sólo la mente concentrada penetra la realidad. La concentración, incluida la de los jhanas, no es el objetivo en sí, sino el medio de alcanzar el objetivo, el cual es la Sabiduría, el ver las cosas tal y como son en realidad. Las distintas fases del samadhi son medios para desarrollar la visión clara liberadora, ya que ocupan el lugar intermedio entre la Moralidad y la Sabiduría. No obstante, dichas fases, exceptuando la concentración lindante, no son, indispensables. De ahí que se distingan dos tipos de discípulos, los que alcanzan el camino transcendental (ariyamagga) usando como vehículo la “calma” (samatha-yanika) y, del otro lado, los que lo alcanzan por medio de la visión clara solamente (suddha-vipasana-yanica) sin pasar por ninguno de los jhanas. Para el budista permanecer atrapado en un estado de supraconsciencia - el destino de muchos místicos no siendo consciente de la necesidad de desarrollar la visión clara, no constituye una bendición sino un desastre absoluto. La naturaleza de la visión clara desarrollada por el discípulo durante la tercera parte del Camino constituye el tema de las secciones que van de la X a la XV, en este capítulo. En estas he explicado que el Bodhi, o la Iluminación, es la comprensión de la condicionalidad de todos los dharmas y he tratado de forma global las distintas formulaciones conceptuales de este principio, que es el símbolo intelectual de la realización del Buda. No es, por lo tanto, necesario repetir ahora lo que quedo dicho. En el Digha-Nikaya, XXXIII, se distinguen tres tipos de conocimiento o sabiduría (Panna, en pali; Prajña, en sánscrito). Esta distinción se hace según esté basada en el pensar (cinta-maya), en el aprender (suta-maya) o en el “desarrollo mental” (bhavana-maya), que en este caso equivale a la Meditación. Buddhaghosa explica estos tipos de sabiduría de la siguiente forma: El conocimiento (o la sabiduría) basado en pensar es el que se adquiere por la cogitación propia, sin aprender de los demás. El que está basado en aprender (literalmente oír) es el conocimiento que se ha aprendido (oído) de los demás. El conocimiento basado en la Meditación es el que se ha adquirido por “el desarrollo mental”, por el medio que sea y que ha alcanzado la fase de la concentración del logro (appana-samadhi). (Visuddhi Magga XIV) Cuando el discípulo, con su mente concentrada, penetra la verdadera naturaleza de los dharmas, su comprensión de la Enseñanza, hasta entonces evasiva e intelectual, se convierte en Sabiduría Transcendental. En los textos en que las fases del Camino Óctuple son distribuidas entre las tres partes del Camino, el orden no es, como cabría esperar, Moralidad, Meditación y Sabiduría, sino Sabiduría, Moralidad y Meditación. En este caso sabiduría quiere decir “aprender”; ya que la comprensión intelectual de la Doctrina, aunque sea por sí sola incapaz de efectuar la Liberación, debe preceder a cualquier tentativa de poner en práctica aun el principio más elemental. En esta ordenación de las fases del Camino Óctuple, se sobrentiende que en las fases de la Meditación no se incluye sólo la concentración sino también la visión clara basada en la concentración. Raramente en la larga historia del budismo se ha restado importancia a la comprensión intelectual completa y lograda por el estudio riguroso de las escrituras, preferentemente bajo la supervisión de un maestro. La única razón válida para prescindir de este estudio preliminar es haber tomado refugio con un Maestro iluminado capaz de proporcionar la instrucción apropiada para el discípulo en las sucesivas fases de su carrera. Al discípulo que no esté en este caso, desarrollar la concentración no le servirá de más que le sirve un lápiz al que se haya sacado punta a un hombre que no sabe ni leer ni escribir. La Sabiduría no consiste en comprender verdades superiores a las que forman el contenido de las secciones que van de la X a la XV, sino en hacer de estas verdades el objeto de la mente que ya no está distraída sino concentrada por la práctica de la Meditación. El conocimiento sólo llega al símbolo conceptual; la Sabiduría va más allá de este y llega a la comprensión de las realidades que éste indica. Pero si la naturaleza de la realización ha de ser comunicada, se habrá de recurrir de nuevo a los mismos símbolos. De ahí que todo lo que puede ofrecerse por descripción de la tercera fase del Camino sea el resumen de las doctrinas budistas que ya he dado. Tenga el lector la bondad de volver a leer esas secciones, si lo juzga necesario, y pasarlas de su aspecto intelectual al intuitivo, y así se evitará que aquí se repitan dichas secciones. Lo que ahora se requiere es tan sólo finalizar nuestro examen de las tres fases del Camino haciendo referencia a algunas de las fórmulas típicas con las que los textos en pali concluyen la carrera del discípulo, después de esto trataré ciertos asuntos de significación más general. El Samaññaphala Sutta y otros textos que describen las fases que siguen al logro de los jhanas, es decir, los seis poderes supranormales, o abhiñña. Naturalmente mencionan la Sabiduría también, y que ésta culmina con saber que han sido destruidos los tres asavas (el deseo sensual, el deseo de existir y la ignorancia). En cierto sentido, el abhiñña sexto es el efecto de la Sabiduría. En vez de ser la Sabiduría en sí, es la reacción que produce ella en el carácter del discípulo, la cual toma la forma de la extinción completa y permanente de todos los estados mentales insanos. Por consiguiente, en algunos textos a la destrucción de los asavas precede la comprensión de las Cuatro Verdades Nobles. Esta importante formulación del principio central del budismo, la condicionalidad universal, ha sido ya examinada en la sección XV. Ahora trataré sobre lo que podría considerarse el aspecto más activo y causalmente eficaz de la Sabiduría: la vipassana. La vipassana es la visión clara de las tres características de lo fenoménico (ti-lakkhana), una fórmula que toda la tradición budista reconoce y, además, considera la base del edificio de la doctrina budista. Con palabras que resuenan triunfales a lo largo de los siglos el Señor declara en el Dhammapada: “-Efímeras son todas las cosas compuestas. Aquel que perciba esto con la visión clara no volverá a ser afectado por el sufrimiento. Este es el Camino de la Pureza. Mezcladas con el sufrimiento están todas las cosas compuestas. Aquel que perciba esto con la visión clara no volverá a ser afectado por el sufrimiento. Este es el Camino de la Pureza. Insubstanciales (anatta) son todos los dharmas. Aquel que perciba esto con la visión clara no volverá a ser afectado por el sufrimiento. Este es el Camino de la Pureza”. (Dhammapada, versos 227-279) La primera de las características tiene prioridad lógica sobre las otras dos y, por consiguiente, le concederé algo más espacio. En la lengua original, pali, el texto dice “sabbe sankhara anicca”. En este contexto, la palabra sankhara no significa “construcción” volitiva, como en el caso del segundo eslabón de la cadena de la co-producción condicionada, sino más bien significa lo que ha sido “construido”, juntado, formado o compuesto por la agregación de factores causales. Sankhara, igual que la palabra “formación” con que a veces se traduce, connota tanto el acto de formar como el estado pasivo de haber sido formado. Lo que ahora nos interesa es el segundo significado. Lo compuesto o las “formaciones” son transitorias porque todo lo que se ha juntado debe, tarde o temprano, separarse; el principio de la creación es el de la destrucción; por el hecho de haber nacido la muerte es segura. Sólo es eterno aquello que no es compuesto; sólo lo no nacido no muere. El Nirvana es lo Imperecedero (amata, en pali; amrta, en sánscrito) porque es lo Inconstituido (asankhata, en pali; asamskrta, en sánscrito). Todos los estados y formas de la existencia fenoménica son perecederos y siempre llega el día en que han de morir. Esto es cierto tanto para la transitoria vida del insecto como para la gran longevidad de los dioses, cuyas vidas no se cuentan en miles de años sino en millones, mientras que ellos contemplan con indiferencia la destrucción de universos y mundos. Sólo el Nirvana perdura. A medida que el discípulo, con su mente concentrada, penetra la verdad liberadora de lo transitorio de todo fenómeno, se ve libre de los deseos por las cosas creadas y no siente apego por ellas. Entonces, dando la espalda al mundo entra en la corriente que conduce al Nirvana, “donde habita el Silencio”. Si de hecho fuese posible, para complacer al corazón anhelante, rectificar esta lamentable situación; y si lo transitorio pudiese por arte de magia transformarse en duradero, entonces puede que no hubiera problema alguno con disfrutar los objetos de los sentidos. Pero al ser las cosas constituidas, los objetos de nuestro disfrute se desintegran mientras nos aferramos a ellos, como un trocito de hielo que se derrite por el calor de las manos que lo tienen, y el resultado es el sufrimiento. La felicidad sólo se alcanza cuando la vida transcurre en concordancia con nuestros deseos, o cuando nuestros deseos se armonizan con la vida. Lo segundo es difícil, no hay duda; pero lo primero es imposible. Si no podemos alcanzar la felicidad cambiando el mundo, la tendremos que alcanzar cambiando nosotros mismos. Todo lo compuesto resulta doloroso porque es transitorio; pero lo transitorio no es en sí la causa de nuestro sufrimiento sino la ocasión. La verdadera causa es el deseo. La felicidad sólo llega cuando no deseamos nada ni nos apegamos a nada. Esa felicidad es eterna. Los dharmas son anatta por dos razones. Una de ellas representa el aspecto estático de la doctrina de la insubstancialidad, la otra, el dinámico. Las cosas no tienen “ser propio”, identidad duradera o ser inmutable, primeramente, porque cada una de ellas es simplemente la suma de los elementos que la componen y aparte de estas es simplemente un nombre; en segundo lugar, porque no se auto-originan (una concepción contradictoria) sino que se producen por la colocación de factores causales externos. Si consideramos la doctrina del anatta bajo el primer aspecto vemos que las cosas compuestas son transitorias porque son insubstanciales; bajo el segundo aspecto son insubstanciales porque son transitorias. Examinaré estos dos aspectos en orden inverso. Quizá generalizando demasiado, podría decirse que en el pensamiento indio la idea del ser se conecta estrechamente con las ideas del dominio y la propiedad. Aquello sobre lo cual no podemos ejercer control total no pertenece a nuestro ser. El cuerpo, obviamente y como admiten todas las escuelas no materialistas, no es el ser porque, entre otras razones, no está completamente sometido a la voluntad; lo queramos o no, al final se enferma, envejece y muere. El budismo, llevando este razonamiento a su conclusión lógica, afirma que no es sólo que los procesos que constituyen el cuerpo no nos pertenecen, sino que tampoco nos pertenecen los procesos mentales de la supuesta mente. Ambos surgen dependiendo de condiciones sobre las cuales no tenemos, salvo unas pocas excepciones, control alguno. Ninguno de los fenómenos de la personalidad puede considerarse el ser porque no hay ninguno que nos pertenezca, y la personalidad no existe aparte de estos fenómenos. Esto sólo se puede realizar verdaderamente por medio de la visión clara de la insubstancialidad de las cosas. No obstante, en el budismo se considera que sólo a un tonto, a alguien que no comprenda ni aun intelectualmente la doctrina del anatta, se le puede ocurrir que algo le pertenezca. En el Dhammapada dice: “Ni aun su propio ser le pertenece. ¿Cómo le ha de pertenecer su hijo? ¿Cómo sus propiedades?” (verso 62). Porque a la hora de la verdad no poseemos nada, y llevando nuestro análisis a su conclusión lógica, vemos que tampoco tenemos un ser o ego. La renuncia del monje a todos los bienes mundanos es el ejemplo vivo de esto. Ese monje es llamado akiñcana, “hombre de nada”, no simplemente porque sea un pobre en el sentido social de la palabra, sino porque, según el profundo sentido psicológico y metafísico del término en cuestión, él no considera suyo ningún fenómeno por muy exaltado que sea y permanece libre de codicia y, por lo tanto, a distancia del dolor. De ahí la gran exhortación: La forma no es vuestra, monjes. ¡Renunciad a ella! La sensación, la percepción, las formaciones y la consciencia no son vuestras. ¡Renunciadlas! Porque las cosas son transitorias desaparecen de nuestra vida, aquello que puede desaparecer de nuestras vidas no es realmente nuestro; y lo que no es nuestro no puede considerarse nuestro ser. Así se deduce la insubstancialidad del fenómeno partiendo de la transitoriedad. La mención de los cinco skandhas nos introduce al aspecto estático y analítico de la doctrina del anatta, que no constituye, en este caso, la conclusión de la doctrina de la anicca sino su premisa principal. Las cosas son transitorias porque están compuestas. ¿Pero cómo están compuestas? ¿Cuales son, por ejemplo, los elementos de la personalidad? La respuesta a esta última pregunta, que desde el punto de vista espiritual es definitivamente la más importante, se encuentra en la clasificación de los fenómenos psico-físicos del supuesto ser individual. El Buda clasifica estos fenómenos en cinco “montones”. Hay una razón importante por la cual conservo el significado literal de la palabra skandha (khandha, en pali). Por ejemplo, rupa, o la forma, no es un fenómeno sino un “montón” de fenómenos; no es simplemente “la materia” sino grupos de acontecimientos del orden material. De igual modo, la palabra vijñana (viññana, en pali), o consciencia, no representa ni un elemento duradero e inmutable, ni el principio de la consciencia, sino simplemente el término colectivo que se refiere a nuestros evanescentes estados mentales. Los distintos montones de cereales casa del vendedor de grano llevan las respectivas etiquetas que dicen: arroz, maíz, mijo...etc. Las etiquetas no representan entidades particulares dentro de cada montón sino el montón en si que está compuesto de millones de granos. La breve descripción de los cinco skandhas que hago a continuación debe ser comprendida teniendo en cuenta esta ilustración. Rupa, la forma o corporalidad, no sólo comprende los cuatro fenómenos primarios de la materia, a saber, las fuerzas de cohesión, ondulación, radiación y vibración, sino también otros veinticuatro fenómenos secundarios. Según la tradición theravada estos incluyen, además de los cinco órganos de los sentidos y sus objetos, la masculinidad y la feminidad; la base física de la mente; la expresión corporal y verbal; la vitalidad física; el espacio (limitado); la fuerza ascensional física, la plasticidad, la adaptabilidad, la integración y la continuidad; el deterioro; la transitoriedad; y, finalmente, los alimentos físicos. Vedana, el segundo “montón”, quiere decir simplemente la sensación mental o corporal, la cual puede ser placentera, dolorosa o indiferente. El tercer “montón” consiste de seis tipos diferentes de samjña (sañña, en pali) o percepción, es decir, las percepciones del órgano del sentido de la forma, el del sonido, el del olor, el del sabor, el de las impresiones corporales y el de las impresiones mentales (recuerde el lector que en el budismo las “ideas” son objetos del órgano de la mente). Los samskharas, o las formaciones (en el sentido activo en vez de pasivo), según la escuela theravada (con la excepción de los vatsiputriyas y los sarvastivadines, otras escuelas sólo difieren en cuestión de detalle y no de principio) comprenden 50 fenómenos mentales de los cuales 11 son elementos psicológicos generales (cinco de estos están siempre presentes en todas las fases de la consciencia), 25 cualidades morales sublimes y 14 cualidades que son kármicamente insanas. En los sutras en pali se distinguen seis tipos de consciencia, los cuales representan a cada uno de los destellos infinitesimales que surgen dependiendo de la conjunción del órgano del sentido con su objeto. No obstante, el Abhidharma de los theravadines, debido a su tendencia al exorcismo de la presencia más leve del fantasma del ego, por medio de conjuros analíticos aun más espantosos, distingue en el “montón de la consciencia” nada menos que 89 tipos de “grano” distintos, consistiendo cada uno de ellos en un número infinitesimal de “partículas”. De estos tipos de consciencia, 21 son kármicamente sanos, 12 insanos y 56 neutros. Se ha de tener en cuenta que algunos de estos 89 son enumerados más de una vez porque entran en más de uno de los tres tipos de combinación que acabo de mencionar. Tómese esto como otra oportunidad de recordarnos que no estoy refiriéndome a números específicos de combinaciones entre unas cosas sólidas y otras más sutiles, sino que me estoy refiriendo a una sucesión de permutaciones sin interrupción de un número variable de procesos. Al no ser un fenómeno simple ni la personalidad ni ninguno de los elementos que la componen, está claro que ésta es una cosa compleja y compuesta; siendo compuesta es transitoria y porque es transitoria es motivo de sufrimiento. Así se deducen las otras dos características de todos los fenómenos a partir del aspecto estático de la insubstancialidad. Las referencias a los cinco “montones” de “acontecimientos” psíquicos y somáticos son muy frecuentes en todas las ramas de la literatura budista. Por lo tanto, la comprensión correcta de la realidad simbolizada por esta ubicua fórmula es de gran importancia. Si la co-producción condicionada es el diámetro de la Rueda del Dharma, la cual fue puesta en movimiento por el Buda hace veinticinco siglos en el Parque de las Gacelas, en Isipatana - esa Rueda que una vez en movimiento ni los hombres ni los dioses pueden parar; y si las ocho fases del Camino son los ocho radios, la doctrina de los cinco “montones” es el eje de la Rueda y la doctrina de la insubstancialidad el espacio en el centro de la rueda, sin el cual no sería una rueda sino un disco inútil. La visión clara consiste en no ver dondequiera que se mire, ya sea al interior o al exterior, ni “ser”, ni “alma”, ni “ego” ni “ser vivo”, y ver simplemente los cinco “montones” de los fenómenos psico-físicos. El discípulo que procede según la Sabiduría que todo lo transciende, como Avalokita en el Sutra Prajñaparamitahrdaya, “desde la altura” dirige su mirada hacia abajo y ve meramente los cinco montones, los cuales él reconoce que están vacíos de ser propio. Por sorprendente que les parezca tanto a los materialistas como a los idealistas, para el Buda era error menos grave considerar que el “montón de la forma” era el ser, que identificarlo con cualquiera de los “montones” inmateriales. El cuerpo, en efecto, posee una cierta estabilidad relativa; pero la mente no permanece en el mismo estado ni siquiera por dos segundos consecutivos. Cuanto más evanescente sea una cosa más fácil tendría que ser ver su insubstancialidad. Citaré a continuación un símil que tiene lugar en un texto en pali y que nos servirá de ilustración de la manera en que el discípulo contempla las tres características de todo fenómeno: -Imaginad un hombre de buena vista observando las multitudes de burbujas que surgen con gran rapidez sobre la superficie del Ganges, observándolas detenidamente, examinándolas. Tras examinarlas detenidamente éstas le parecerán vacías, irreales e insubstanciales. Exactamente igual contempla el monje todo fenómeno corporal... todas las sensaciones... todas las percepciones... todas las formaciones mentales... y todos los estados de consciencia, ya sean del pasado, del presente o del futuro...lejanos o cercanos. El los observa y los examina detenidamente, y después de examinarlos cuidadosamente, le parecen vacíos, irreales e insubstanciales. (Samyutta-Nikaya, XXII. 95) Aún más vívido es el símil que compara la vipassana con el relámpago que durante la noche ilumina por un instante todo el campo a su alrededor. La visión clara no llega de una vez sino en una serie de “destellos” que en vez de ser instantáneos transcienden el tiempo, ya que no tienen continuidad con el orden fenoménico. Estos destellos, dándose cada vez con más frecuencia, se funden gradualmente, primero, en una serie de emisiones de radiación de mayor constancia y, después en la iluminación constante y totalmente transcendental de la Sabiduría Perfecta. El progreso en el Camino no es repentino sino gradual. El Buda dijo: “Hermanos, el poderoso océano se hace más profundo a medida que nos adentramos en él, su fondo es un descenso gradual sin precipicios repentinos; lo mismo ocurre con esta Norma-Disciplina, el adiestramiento es gradual, el progreso es gradual, va paso a paso sin penetración repentina a la visión clara”. (Udana, V.5, y Vinaya, II. 9. Traducción de Woodward) La doctrina de la Iluminación Repentina del budismo Zen no quiere decir que la Meta de la vida santa pueda obtenerse rápida y fácilmente. Simplemente insiste en que por ser el plano mundano y el transcendental discontinuos, desde el punto de vista mundano no se da un grado de aproximación mayor o menor a la visión clara, ya sea en la forma de un “destello” o en la de la “corriente”. La visión clara o se alcanza o no se alcanza; no hay posición intermedia posible. Al ser su desarrollo un proceso gradual, la fase de la Sabiduría está dividida, como las de la Moralidad y la Meditación, en un número de sub-fases. Estas subdivisiones del Camino Transcendental indican la medida del progreso de la Sabiduría del discípulo. Por eso el nombre que reciben coincide con el que se le da al discípulo cuando las obtiene. Las fases son cuatro y se denominan: el Camino y el Fruto de la Integración en la Corriente (que conduce al Nirvana), o sotapatti-magga/phala; el Camino y Fruto de Un Regreso, o sakadagami-magga/phala; el Camino y Fruto del Sin Regreso, o anagami-magga/phala; y, finalmente, el Camino y Fruto de la Santidad, o arahatta-magga/phala. La diferencia entre los dos aspectos, camino y fruto (magga y phala), ha sido explicada por Nyanatiloka con la autoridad y lucidez que le caracteriza: Según dice en el Abhidharma, “el camino supramundano” o simplemente el Camino (magga) es la denominación que recibe el momento de entrada en cualquiera de las cuatro fases de la santidad - siendo el Nirvana su objetivo. Ese momento se produce por medio de la visión clara (vipassana) de la transitoriedad, el sufrimiento y la carencia de la personalidad de la existencia; son los destellos de visión clara que transforman la vida y la naturaleza de quien los alcanza. “Fruto” (phala) se refiere a los momentos de la consciencia que son el resultado inmediato del camino y que bajo ciertas circunstancias se repiten innumerables veces durante la vida. (Buddhist Dictionary, p.17) La sub-fase particular de la Sabiduría en la carrera del discípulo depende de la intensidad, o grado de fuerza, de la visión clara que haya desarrollado. Esa fuerza se mide con relación a las Diez Trabas (dasa-samyojana), ya que se han de romper un cierto número de estas en cada sub-fase. El Integrado en la Corriente o Sotapanna, ha desarrollado visión clara suficientemente fuerte para romper completa y definitivamente las tres trabas siguientes: la creencia incorrecta en lo que concierne a la naturaleza de la individualidad (sakkayaditthi); la duda escéptica (vicikiccha) o falta de aceptación completa de la Doctrina, permaneciendo deliberadamente en duda; y, finalmente, la dependencia de la mera moralidad y de las observancias ascéticas externas (silabbata-paramasa) como si ellas fueran por si mismas los medios suficientes para alcanzar la Iluminación. El discípulo que rompe estas tres trabas se ve exento de la reencarnación en los reinos inferiores y, antes de alcanzar la emancipación total que es el Nirvana, sólo le quedan un máximo de siete vidas las cuales tendrán lugar en el plano humano o en el divino. Sus características son la fe imperturbable en el Buda, el Dharma y la Sangha, así como la Moralidad sin tacha. El Sakadagami o “el de un solo regreso” consigue debilitar, aunque no romper, las trabas cuarta y quinta, el deseo sexual (kama-raga) y el odio (vyapada). Al Sakadagami sólo le queda un nacimiento en el plano humano: en su próxima vida alcanza la Iluminación Completa. El Anagami o “el sin regreso”, habiendo destruido las cinco trabas inferiores se reencarna en una de las Moradas Puras, los cinco paraísos que culminan el mundo de la forma, y allí alcanza el Nirvana sin necesidad de nacer de nuevo en el plano humano. El Arahant o Santo, rompe con su visión clara irresistible las cinco trabas restantes que son el deseo de existencia en el mundo de la forma (rupa-raga), el deseo de existencia en el mundo sin forma (arupa-raga), la presunción (mana) o la idea de que él es superior, inferior o igual a los demás, la inquietud (uddhacca) y la ignorancia (avijja). El Arahant se libera de la esclavitud a la existencia fenoménica y pasa directamente, sin ningún otro nacimiento, al Estado Inmortal, al Nirvana. Estos cuatro tipos de discípulos (o ocho si tenemos en cuenta la subdivisiones magga y phala) son denominados colectivamente Ariya-Puggala, o Los Nobles, y están comprendidos en la Ariya Sangha o Orden Noble que es, como todos los monjes budistas saben, la tercera de las Tres Joyas en las que toman refugio tanto los monjes como los discípulos laicos del Iluminado. Sólo los Arahantes son “santos”, en el sentido y en la medida en que este término, empapado tanto de connotaciones cristianas como de connotaciones místicas de gran nebulosidad, puede ser usado por el escritor budista. Por lo tanto el Buda poco antes del momento de su muerte dirigió las siguientes palabras enfáticas al último de sus conversos, palabras cuyo significado está tan claro que no cabe la interpretación errónea: “-Subaddha, en cualquier norma-disciplina en que no encuentres el Camino Óctuple Noble, no encontrarás tampoco ni al recluso del primer grado ni a los del segundo, tercero y cuarto (el Sotapanna,...etc). Subaddha, en cualquier norma-disciplina que encuentres el Camino Óctuple Noble encontrarás también al recluso del primer grado, del segundo, del tercero y del cuarto. En mi Norma-Disciplina, Subaddha, se encuentra el Camino Óctuple Noble, por lo tanto también se encuentran a los ascetas de los cuatro grados. Vacías de ascetas están las sectas de los polemistas. Pero, Subaddha, en ésta mientras los hermanos practiquen la vida perfecta el mundo no estará vacío de Arahantes. “ (Digha-Nikaya, II. 148. Traducción de Woodward) Con el logro de la Arahantidad el discípulo alcanza el punto culminante de su carrera. Al conquistarse a sí mismo—una conquista más gloriosa, según el Dhammapada, que el conquistar en el campo de batalla a mil hombres mil veces— el discípulo conquista el universo y es digno del homenaje y de la adoración de los hombres y los dioses, se convierte en una acumulación de insuperable mérito para el mundo. No hay entonces nada por encima de él o más allá de él; y atestiguando su logro declara: “Destruida queda la reencarnación, vivida está la vida santa, hecho está lo que había que hacer, no hay más existencia para mi en condiciones como éstas”. El Buda no es superior al Arahant en cuanto al logro transcendental, si bien lo es en cuanto a su función cósmica. Namo Tassa, Bhagavato, Arahato, Samma-sambuddhasa— Honor a El, el Exaltado, el Santo, el Completamente Iluminado—dice la fórmula de adoración usada en todo el mundo budista. El Buda es Arahant. La única diferencia entre El y sus discípulos consiste en la prioridad de su logro y en el hecho de que ellos obtienen el Nirvana con la ayuda de un Maestro, El por sí sólo. No hay ninguna razón válida para considerar que el logro de la Budeidad y el de la Arahantidad sean ideales diferentes o contradictorios, aun menos para considerar que el segundo equivalga al egoísmo espiritual. Para el Discípulo Noble, el Nirvana no es un objeto que pueda ser codiciado; tampoco piensa que pueda ser su posesión individual. Sólo desde el punto de vista de la verdad relativa se puede decir que una persona haya alcanzado la Iluminación: expresiones como ésta no han de ser tomadas literalmente. En realidad el logro de la Iluminación no consiste en la adición de cierto logro transcendental a un ego individual existente, sino más bien en la cesación de la ilusión de que ego alguno exista. En un pasaje notable del Canon Pali se establece sin duda alguna que para el discípulo del Buda que es Arahant, incluso al nivel del primer jhana, la idea del logro individual se ha desvanecido. “-Con apariencia serena, pura y radiante, Sariputra, ¿Dónde has estado hoy?” Pregunta un Discípulo Principal a otro. “-He estado solo, en el primer jhana, hermano, y no se me ocurrió ni por un momento el pensamiento: Lo estoy obteniendo; o lo he dejado. Así las tendencias individualizadoras y egocéntricas han sido arrojadas de Sariputra por un buen rato”. (Samyuta-Nikaya, III. 235.) Es aún más enfático el siguiente extracto en el que dos discípulos atestiguan su logro del Nirvana. “-Señor, aquel que es Arahant y ha destruido los ásavas, ha vivido la vida, ha hecho lo que tenía que hacer, ha depositado la carga a un lado, ha logrado su propia salvación, ha destruido completamente las trabas del re-hacerse, está emancipado por su conocimiento perfecto y a él no se le ocurre: Hay quien es mejor que yo, o igual que yo, o inferior a mi. Habiendo dicho esto mostraron su obediencia y respeto y salieron. Y el Maestro dijo: “De esta forma hombres bien nacidos declaran el conocimiento que han alcanzado, hablan de su logro (attha), pero no incluyen el ego (atta)”. Al no haber en la realización del Nirvana cuestión alguna de un “yo”, es un error inexcusable representar el ideal de la Arahantidad como ideal egoísta que inculca la falta de compasión por el sufrimiento humano. Especialmente si consideramos que el ideal de la Arahantidad enseñado en el Canon Pali es probablemente lo más próximo que hay a la forma original en que se forjó la Enseñanza del Buda. Sin embargo es verdad que en las manos de ciertas escuelas del Hinayana, el ideal del Arahant recibió en efecto un carácter individualista que provocó con justificación, y sigue provocando, las protestas de las escuelas del Mahayana. Pero en el Canon Pali, tal y como lo han preservado los theravadines, no hay vestigio alguno (excepto en añadiduras apócrifas obvias) de ese individualismo espiritual extremo con que se identificó posteriormente al ideal del Arahant. El lenguaje usado en el Canon Pali es mucho menos exuberante y emotivo, así como de menor colorido, que el de los textos en sánscrito. Aún así, cuando se consulta la evidencia en esos testimonios clásicos más restringidos, no cabe duda de que después de la Iluminación del Buda y la de sus discípulos el poder tras la motivación de sus vida y actividades fue la compasión. El Buda aceptó, cuando Brahma Sahampatti le rogó que abriera totalmente las Puerta de lo Inmortal al género humano, por compasión de aquellos que no se encontraban demasiado inmersos en el fango de lo mundano. Por compasión hizo El por sus discípulos “todo lo que un maestro puede hacer”. Además, cuando se dirigió a sus sesenta discípulos Arahantes para exhortarles antes de que partiesen en distintas direcciones para enseñar la Doctrina, no lo hizo fríamente o con indiferencia sino que les pidió que enseñaran “por el beneficio y la felicidad de las multitudes, por compasión del mundo, para el bienestar, el provecho y la felicidad de los hombres y de los dioses”. En efecto, hay una sensación inconfundible de urgencia en su voz cuando concluye con las palabras “hay seres cuyos ojos apenas si están cubiertos por el polvo de las pasiones. Están pereciendo por no haber oído la Norma. Habrá algunos que comprendan. Yo, hermanos, iré a Uruvela, a los suburbios del Capitán de las Multitudes, para proclamar allí la Norma”. No hay duda de que el espíritu de esta exhortación de ardiente compasión no tiene nada de individualismo. El Sutta-Nipata es sin lugar a dudas una de las recopilaciones más antiguas de la Enseñanza. En esta escritura hay una descripción del Arahant que, además de añadir lo poético al prosaico catálogo de fases y subdivisiones, tiene el poder de revivir el supremo ideal del budismo más antiguo. Contestando una pregunta respecto a la visión y la virtud del Hombre de la Calma - equivalente aquí al Arahant - el Buda dice: Quien conquista y destruye la codicia antes de morir, quien no se fía de la primera cosa ni de la última, ni cuenta con la cosa intermedia: él no tiene preferencias. Sin cólera, sin miedo, sin jactancia, sin remordimientos, diciendo aquello que es verdad, con habla suave: domina su habla. así No esperando la llegada de nada, el no lamenta el pasado, en la experiencia sensual se mantiene en su contemplación, las opiniones no le afectan. Candoroso, independiente, no se encapricha ni es envidioso, ni desprecia, ni es inclinado a la calumnia. Sin debilidad por los placeres, sin inclinación al orgullo, apacible aun así dado a la prontitud, no es ingénuo, no le controlan las pasiones. No se adiestra en esperar ganancias, tampoco le motiva no alcanzarlas; no hay codicia que perturbe su placidez, no anhela los sabores. Sereno, siempre alerta, él no considera las cosas de este mundo iguales, notables o faltas de valor, en él no hay pensamiento de prominencia. Quien en nada confía su conocimiento, ni desea el ser ni el no ser. Yo le llamo hombre de la calma; no interesado en lujuria, sin impurezas, él ha cruzado al otro lado del fango. No tiene ni hijos, ni ganado, ni propiedad posee, nada encuentra que asumir, nada que rechazar. Entre las gentes del mundo, brahmanes o ascetas, él no ha de elegir, así lo que se habla no le afecta. Sin envidia o avaricia, el sabio no habla ni de lo alto, ni de lo bajo, ni de lo igual, no buscando lo que el tiempo teje, él no es tejedor. Quien no posee aquí nada, quien no sufre por pérdidas, ni recurre a opiniones, él es llamado verdaderamente Hombre de la Calma. (Sutta-Nipata, 849-61. Traducción de Hare) Aunque el texto no mencione la compasión explícitamente, sin duda menciona la ausencia del egocentrismo. La realización, por medio de la Sabiduría, de la ausencia de ego en cualquier fenómeno, incluyendo el de la personalidad, trae espontáneamente consigo la compasión. Ninguna escuela del budismo ha negado nunca esto. XIX. Los fundamentos del budismo: las primeras escuelas Las enseñanzas expuestas en este capítulo son el Budismo Básico. Sobre él descansan, como en cimientos inquebrantables, las supraestructuras más sublimes y los pináculos de las doctrinas y métodos budistas posteriores. Hegel dice que el fruto no niega a la flor. Igualmente, la forma del budismo desarrollada y expandida que llamamos Budismo Mahayana, o el Gran Camino, no destruye a la Enseñanza Original, sino que la lleva a su madurez46. El nacimiento de la flor trae consigo la destrucción de la semilla de la que ha nacido, si bien ella contiene en si una semilla de la misma especie. De igual modo, el Mahayana, que nació de la verdadera semilla de la Enseñanza Original, se deshace de la cáscara del dogmatismo del Hinayana y coloca en el altar de su corazón el germen vivo del Dharma. Esto es cierto aun de escuelas que divergen en extremo de lo que algunos se complacen en llamar budismo “puro”, y son escuelas que 46 La Enseñanza Original, o Doctrina Original, corresponde a lo que Conze denomina budismo arcaico. Ver “Buddhist Thought in India” pág. 31 además se encuentran en contradicción aparentemente irresoluble con éste. Las Escrituras en pali no mencionan Sukhavati, la Tierra Feliz de Amitabha. Tampoco encontramos en sus páginas árboles hechos de oro, plata y todo tipo de piedras preciosas, ni flores de loto de diez millas de diámetro. No hay en ellas ríos de cincuenta millas de anchura y doce de profundidad cuyas aguas, perfumadas y de sonido musical, fluyen plácidamente entre orillas con árboles de joyas, sus ramas cargadas de flores y joyas cayendo sobre el caudal47. Pero, por supuesto, estas descripciones por sí mismas no tienen gran importancia. Lo que importa es que de los árboles de joyas cuelgan campanas de plata, que millones de Budas con sus dorados cuerpos se sientan al extremo de los rayos de luz que emanan de cada flor de loto, y que las olas en el agua de los ríos proclaman, como con una sola voz, las mismas verdades que fueron enseñadas en Los Bambúes, en Rajagrigha, y en el Parque de Jeta, en Sravasti—las verdades eternas e inmutables: la naturaleza transitoria, insustancial y dolorosa de todo fenómeno. El Mahayana consigue emancipar al budismo de la monotonía del contexto terrenal e histórico y lo transporta a un contexto celestial de belleza deslumbrante y atractivo emocional irresistible; monta la joya sin igual del Dharma en un anillo de oro. El budismo, como la princesa del cuento que fue criada por un pastor como si hubiera sido su hija, tuvo que llevar por un período las vestiduras toscas de su aparente lugar de origen y fue el Mahayana quien le tejió las suntuosas túnicas que corresponden a su estirpe. De los hechos ilustrados en estas metáforas (los cuales resumen muy bien la exposición más amplia del capítulo segundo) se deduce que sin conocimiento previo de las primeras formulaciones de la Enseñanza del Buda, preservadas en las colecciones de literatura canónica del Hinayana o del Mahayana, es imposible comprender las formulaciones posteriores más elaboradas. Para el estudiante occidental esto significa estudiar el Canon Pali Theravada, al menos la traducción, antes de pasar a estudiar, ya sea el 47 Ver, no obstante, el Mahasudassana Suttanta, Digha Nikaya XVII original o la traducción a alguna lengua moderna, de los textos en sánscrito que se han conservado, así como el Canon Mahayana en chino, japonés, tibetano o mongol. La tentativa de comprender las enseñanzas específicas por las que el Zen, el Shin, o cualquier otra escuela de origen comparativamente reciente, se han diferenciado del tronco principal de la Enseñanza Mahayana acabará en un desastre si no se ha estudiado bien primero todo aquello que la escuela particular tenga en común con el resto de la tradición. Aun haciendo esto no es seguro que se evite el desastre. En la actualidad, hay muchos estudiantes del budismo, especialmente occidentales, que en vez de tomar la espaciosa escalinata que conduce hacia los pisos más elevados del Palacio del Dharma, se apresuran a trepar el árbol de su propio intelecto para lanzarse desde allí de cabeza por una de las ventanas de las torres más elevadas. Por supuesto, se cortan con los cristales rotos y caen al suelo de forma ignominiosa. Estas observaciones se refieren, claro está, al estudiante independiente; el discípulo de un Maestro (no uno imaginario o que hable “desde el otro lado”), sea éste de la escuela que sea, no se verá tan expuesto a ese riesgo. Según las Escrituras en pali, el término que el Buda usaba con más frecuencia para referirse a su Enseñanza era dhamma-vinaya, que se traduce generalmente por los términos “norma-disciplina” y “doctrina y disciplina”. En los siglos que siguieron al Maha Parinirvana del Buda, las escuelas de recitantes empezaron a transformar las diversas tradiciones orales en agrupaciones de textos más o menos fijas y sistemáticas. Las enseñanzas pertenecientes al Dhamma fueron agrupadas en lo que se conoce por el nombre de Sutta-Pitaka o Colección de los Discursos y las que trataban del Vinaya, o tenían alguna relación con él, se agruparon en el Vinaya-Pitaka, o Colección de los Preceptos Disciplinarios. Estas dos colecciones, o las fuentes de las que obtuvieron su material, no perteneciendo a ninguna escuela particular era la propiedad común de todas las escuelas. Las disputas que dividieron la Sangha desde el principio del siglo segundo después del Parinirvana no fueron originadas por la multiplicidad de las tradiciones, sino que fueron causadas por las diferencias de opiniones y actitudes respecto a la interpretación correcta de la Enseñanza. El conjunto de doctrinas y disciplinas de la Enseñanza era reconocido, y considerado auténtico, por todos los miembros de la Sangha, de hecho cada facción trataba de apoyar sus opiniones en dicho conjunto. Aun después de la separación, las distintas escuelas siguieron conservando su propia versión de las tradición antigua común, además de sus enseñanzas propias y características; de cada rama surgieron hojas y flores nuevas si bien seguían conectadas con el tronco original. La similitud extrema, casi identidad a veces, que se da entre los Sutta y Vinaya Pitkas de los theravadines y los sarvastivadines contrasta con la gran divergencia que encontramos en sus respectivos Abhidhamma-Pitakas o Colecciones de la Doctrina Superior. Esto constituye, en verdad, un ejemplo de un proceso de desarrollo por acrecentamiento característicamente budista. Obviamente cada una de estas dos escuelas, después de la escisión, creó una tercera colección, la cual no sólo incluía su propia interpretación y sistematización de la Doctrina sino también la refutación de las opiniones de las demás escuelas. Los Mahayanistas actuaron según el mismo principio. De otras escuelas que les precedieron tomaron el legado común de la tradición antigua, gran parte de la exégesis, un número muy extenso de términos y todos los desarrollos doctrinales que les precedieron y que no contradecían sus opiniones. A esta imponente acumulación de material añadieron las refutaciones de las interpretaciones erróneas que les habían llevado a crear un movimiento independiente y, además, su contribución original e insuperada a la comprensión y práctica más profunda de la Enseñanza. Los orígenes de las primeras escuelas budistas están, salvo en contadas excepciones, envueltos en las más desconcertantes tinieblas. Las ideas que mantenían así como el orden en que aparecieron son con más frecuencia motivos de especulación que bases de certidumbre. Generalmente son enumeradas dieciocho o veinte escuelas, las listas raramente coinciden y, de hecho, es posible que hubiera dos veces ese número de escuelas. Aun así, hay tres escuelas de notable importancia: los theravadines (sthaviravadines en sánscrito), los sarvastivadines y los mahasanghikas. Estas representan las tendencias principales del pensamiento budista del budismo antiguo y a una u otra de ellas deben su origen el resto de las escuelas posteriores. Antes de concluir este capítulo con una descripción breve de las características de estas tres principales corrientes de pensamiento monástico, debo insistir en el hecho de que se trata de escuelas, no de sectas, ya que lo que voy a examinar no es un número de corporaciones religiosas independientes y mútuamente exclusivas respecto a su enseñanza y pertenencia. Lo que voy a examinar es más bien distintas líneas de sucesión, cada una con su propia forma particular de hacer hincapié en este o aquel aspecto de la Doctrina, y todas coexistiendo, formando una Sangha, hasta ahora, sin división. La unanimidad perfecta parece haber reinado entre los seguidores del Buda por más de un siglo después del Parinirvana. La primera división fue la que tuvo lugar entre los theravadines y los mahasanghikas, la cual ocurrió en conexión con el Segunda Asamblea, la Asamblea de Vaisali. Si fueron los mahasanghikas los que se separaron de los theravadines, o los theravadines de los mahasanghikas, es una cuestión de opinión que depende de a quien se le de la razón. El motivo inmediato de la escisión fue los famosos Diez (o Cinco) Puntos presentados por el monje Mahadeva en representación de los monjes de Vaisali. Los theravadines acusan a Mahadeva de parricidio, de incesto y de crear el cisma. En cambio para un experto moderno del Mahayana él fue “uno de los pensadores más notables que ha habido en la India”48. Según las crónicas de los theravadines la cuestión giraba en torno a diez puntos, todos relacionados con aspectos disciplinarios de poca importancia; sin embargo, según las del Mahayana las dos partes diferían en cinco puntos, todos de carácter doctrinal y que reflejaban la insatisfacción de los monjes de Vaisali con la interpretación que se le daba al ideal del Arahant. Teniendo en cuenta los desenlaces subsiguientes que tuvieron lugar en cada una de 48 Systems of Buddhistic Thought, Y. Sogen pág. 5 estas escuelas, cabe la posibilidad de que la Sangha estuviese afectada por polémicas tanto doctrinales como disciplinarias durante la época de la Segunda Asamblea o durante esta misma,. Los theravadines, la facción más pequeña, negando los Diez (o Cinco) Puntos de Mahadeva y sus compañeros, insistían -según sus propios relatos- en la observancia sin modificación de los preceptos disciplinarios. Según la versión de los mahayanistas, la polémica surgió por el asunto de la ausencia de imperfecciones del Arahant, ya que ellos se las atribuían. Independientemente de que sea verdad una versión o la otra, ambas, o ninguna, lo cierto es que la actitud tomada desde entonces por los theravadines indisputablemente se ha caracterizado por un conservadurismo nada inteligente. He insistido ya en que los mahayanistas en absoluto rechazaban las tradiciones precedentes, en ese sentido ellos eran conservadores. Pero el conservadurismo de los theravadines era de un tipo distinto. Era la creencia según la cual el espíritu de la Enseñanza se preservaba mejor por medio de la preservación de la letra; que la duración de la Doctrina estaba inseparablemente unida a la inmutabilidad de su forma. Por lo tanto, los theravadines se oponían a interpretaciones y desarrollos nuevos del tipo que fueran. Debido a su incapacidad para adaptarse al cambio de condiciones, el budismo theravada desapareció de la India antes que la mayoría de las otras escuelas. Si bien se estableció con éxito en Ceilán, Birmania y Siam, así como en otros estados menores, países todos en que el nivel intelectual y el estándar de madurez espiritual eran considerablemente inferior a los de la India. Al pasar la tradición oral a tradición escrita, lo cual tuvo lugar quinientos años después del Maha Parinirvana, el budismo theravada se convirtió en el medio de preservar hasta la actualidad una colección más amplia y completa de las formulaciones más antiguas de la Enseñanza que las que han preservado otras escuelas. ¡Aun el conservadurismo poco inteligente ha tenido sus ventajas! En este caso la ventaja ha sido de orden histórico en vez de espiritual. El budismo theravada es como las tumbas de los faraones de Egipto; fielmente embalsamada la forma exterior de la vida espiritual queda protegida contra la decrepitud. Pero no ha podido conservar la vida en sí y su jactancia de inmutabilidad no es otra cosa que la inmutabilidad inerte y congelada de la muerte. Las escuelas del Mahayana, del otro lado, podrían compararse con los descendientes contemporáneos de los egipcios de la antigüedad, sus facciones no son siempre parecidas a las de las máscaras doradas que parecen mirarnos desde los sarcófagos de piedra, pero tienen el mérito de estar vivos. La actitud de los theravadines actuales es aun más absurdamente conservadora que la de sus antepasados. No sólo creen, a pesar de la evidencia canónica de lo contrario, que cada palabra del Tipitaka Pali fue pronunciada por el Buda exactamente igual que está escrita en éste, sino que también insisten con vehemencia que su forma de budismo es la ortodoxa y que las demás escuelas -las cuales nunca estudian hoy en día- son corrupciones y degeneraciones de la Enseñanza original. Si no puede entenderse el desarrollo de la flor sin hacer referencia a la semilla, tampoco puede ser comprendida la significación de la semilla sin referirse a la flor. El budismo theravada sólo se salvará de su escolasticismo estereotípico que pasa por Doctrina y del formalismo que pasa por Método, si es inyectado con la fuerza espiritual viva del budismo mahayana. Esto capacitaría a los theravadines a apreciar la significación y verdadero valor de su propia tradición. La escuela antigua de mayor importancia histórica, así como la más extendida, era la de los sarvastivadines. Apareció poco después de la Asamblea de Vaisali y continuo floreciendo en la India por mucho tiempo después de la desaparición de los theravadines. La Asamblea convocada por Kanishka en el siglo sexto de la era budista fue una asamblea de los sarvastivadines; por varios siglos esta escuela estuvo bien establecida en el Centro y en el Sudeste de Asia. Parece ser que diferían de la corrientes que les precedieron en solamente tres doctrinas, de las cuales una sola concierne al Camino. De hecho los sarvastivadines pueden ser considerados un ala liberal y progresiva del Theravada en vez de una escuela independiente. El material analítico y explicativo de su literatura del Abhidharma, el cual era mucho más sistemático y filosófico que el de los theravadines, ha sido la contribución más considerable que ha hecho el budismo Hinayana al desarrollo del pensamiento budista. Las escuelas del Mahayana incorporaron este material al conjunto de sus escrituras y aunque consideraban que pertenecía a la verdad relativa, en vez de a la absoluta, ha sido siempre un elemento de sus estudios filosóficos. Los theravadines sólo reconocían el ideal del Arahant. En cambio los sarvastivadines pensaban que el discípulo podía aspirar tanto a la Arahantidad como a la Budeidad Suprema o a la del Buda Pratyeka. Por consiguiente, para ellos los relatos en las escrituras que narran la carrera del Bodhisattva no eran, como mantenían los theravadines, simplemente una descripción de las vidas anteriores del Buda sino la descripción de un ideal espiritual válido universalmente. Esta doctrina fue también tomada por los mahayanistas que tras revelar su significado completo la colocaron al frente de su enseñanza. Sin embargo, había algo en lo que los mahayanistas y los sarvastivadines diferían de manera irreconciliable. Esto era la famosa doctrina del sarvan asti, o “todo existe”, doctrina que le dio su nombre a esta gran escuela del budismo hinayana. Esta enigmática postura, que aparentemente era el resultado de tratar de dar consideración filosófica adecuada al problema del tiempo, significaba para los sarvastivadines que la substancia de los setenta y cinco dharmas, que reconocían ser definitivos, existía permanentemente a lo largo del pasado, presente y futuro. Este movimiento en dirección del atomismo psicofísico fue percibido rápidamente por sus oponentes que les acusaron de repudiar la doctrina budista fundamental de la insubstancialidad universal. En ciertos círculos de la escuela Mahasanghika la protesta contra esta doctrina de los sarvastivadines fue muy enérgica. Por eso, tal y como lo expone el Dr. Nalinaksha Dutt: “se puede decir que el Mahayana es la continuación de las especulaciones budológicas de los mahasanghikas y de las escuelas que les siguieron, así como la rebelión en contra del Astitvavada de los sarvastivadines -un dogma que para los mahayanistas equivalía a la distorsión completa de la enseñanza del Buda”. (Aspects of Mahayana Buddhism in its Relation to Hinayana. N.Dutt) La corriente principal de la tradición budista parte de los sarvastivadines, pasa por los mahasanghikas y llega a las escuelas del Mahayana. El budismo theravada puede considerarse un remanso de aguas estancadas. Ya hemos visto que los mahasanghikas eran la facción mayoritaria en la época de la asamblea de Vaisali. Según los expertos en el estudio de esta escuela, su enfoque era más liberal y progresivo que el de los theravadines; si bien hemos de tener en cuenta que no era liberal y progresivo en el sentido que se le da hoy en día a estas palabras. La mahasanghika, igual que las demás escuelas, tanto las primeras como las posteriores, tenía como objetivo principal mantener abierto el Camino de la Iluminación. Se diferenciaba de la escuela theravada sólo en que los mahasanghikas creían que el espíritu del Dharma se conservaba mejor modificando, adaptando y suplementando la formas externas de acuerdo con los cambios de las condiciones sociales y las necesidades psicológicas. Acusar a los mahasanghikas de querer alterar la Enseñanza es simplificar excesiva y peligrosamente una serie de acontecimientos históricos un tanto oscuros, una simplificación que incurre una interpretación de la Doctrina errónea y grave. El Dharma es una Balsa; la perpetuación del Dharma no es la perpetuación de formas secundarias y obsoletas sino la de los principales Medios para la Iluminación. Los mahasanghikas y, posteriormente, los mahayanistas eran conscientes de esto, por eso en realidad eran más fieles a la Enseñanza del Buda y, por consiguiente, eran los verdaderamente tradicionalistas y conservadores; por muy obsesionados que estuvieran los theravadines con la letra. Los Mahasanghikas desaparecieron de la India cuando desapareció de allí el budismo. A pesar de su actitud liberal no introdujeron tantos desarrollos doctrinales como cabría esperar. Los lokottaravadines, su rama más importante, enseñaban lo que los expertos académicos occidentales han calificado generalmente de teoría docética de la personalidad mundana del Buda, si bien la comparación con el cristianismo antiguo que esto implica no puede ser mantenida con detalle. Según esta escuela, la naturaleza de los Budas es totalmente transcendental; los fenómenos no afectan su naturaleza; los Budas tienen el poder de multiplicar su cuerpo un número infinito de veces y su poder y longevidad no tienen límites; ni duermen ni sueñan, siempre están absortos en samadhi; en un simple momento del pensamiento comprenden todos los dharmas y están constantemente ocupados en predicar la Doctrina. El Bodhisattva, que tanto para los lokottaravadines como los theravadines, es simplemente el Buda durante la época que precede a su Iluminación, desciende del Paraíso Tusita por elección propia y con consciencia plena entra la matriz donde permanece por el período de gestación hasta que nace. Que la budología de los mahasanghikas esté más lejos de las formas de pensamiento científicas y humanistas actuales que las opiniones de los theravadines, que son más naturalistas, no debe hacernos pensar que los primeros estaban equivocados o que sus enseñanzas tienen menos posibilidad de ser la enseñanza genuina del Buda. No hay ninguna evidencia de que las tradiciones preservadas por los mahasanghikas fueran menos de fiar o posteriores a las de los theravadines. Aparte de su actitud general respecto al Dharma, su insatisfacción con la interpretación del ideal del Arahant que hacían los theravadines y sus contribuciones a la budología (que fueron posteriormente incorporadas al Mahayana), no había mucho que distinguiera a los mahasanghikas de sus oponentes theravadines. Los mahasanghikas son de hecho tan importantes y significativos porque su escuela fue la matriz para una interpretación del budismo más universal y profunda, y a la vez más auténtica y espiritualmente eficaz; una interpretación que se autodenominó el Gran Camino, o Mahayana. En el capítulo segundo veremos como surgió el Mahayana y cuales eran sus enseñanzas. Capítulo Segundo - HINAYANA Y MAHAYANA I. ¿Hay un budismo o varios? La distinción entre lo individual y lo social es una de esas distinciones que no sólo se aplica al hombre sino también a todas las actividades humanas. Son, pues, dobles, como el hombre, todas sus actividades, incluyendo la religión. En la poesía, por ejemplo, se da simultáneamente la expresión y la comunicación; en la política se habla de derechos y de deberes; y la ética no sólo se interesa en las repercusiones que las acciones propias tienen sobre sí mismo, sino también en la forma en que afectan a las vidas de otros seres. La primera persona que hizo clara y adecuadamente la distinción entre las dos “caras” de la religión fue William James, a quien debemos la distinción (muy útil con respecto al Método) entre los términos “Religión Personal” y “Religión Institucional”. Sin embargo, con respecto al budismo, la distinción ya estaba implícita en el término doble dhammavinaya, Doctrina y Disciplina, que comprende los aspectos principales del Budismo Antiguo. Los términos de James, al ser el producto de generalizaciones sobre la naturaleza del cristianismo, ciertamente no coinciden con exactitud con las expresiones en pali. Tampoco son tan precisas como éstas. Pero su imprecisión los hacen quizá más útiles para tratar de caracterizar la variedad de movimientos y tendencias aparentemente divergentes que a lo largo de veinticinco siglos han constituido el budismo, en el sentido más verdadero y amplio de la palabra. La religión institucional es la forma que asume la enseñanza tradicional para, a partir del orden material objetivo de las cosas, poder obrar subjetivamente sobre los corazones y las mentes de los hombres. Pertenecen al aspecto institucional de la religión todos los elementos exteriores de apoyo a la Doctrina, es decir, todo lo relacionado con la organización y con lo social, como por ejemplo, los templos, las ordenes monásticas, los hábitos, las lenguas canónicas, la música y arte sagrado, así como las costumbres y observancias tradicionales de todo tipo. Con respecto al budismo, la religión personal abarca el estudio, la comprensión y la práctica de las enseñanzas que pertenecen a la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría. Incluso al turista más desinteresado le resulta evidente que el Dharma ha asumido en cada país en que se arraigó una forma nacional única e inconfundible, así como su matiz local. La historia del desarrollo de la stupa es un buen ejemplo de esto. La forma redondeada que tenía originalmente en la India se ha transformado en la bella forma acampanada del tipo de stupa cingalesa, en los chortens del Tíbet que se estrechan junto a la base, en la perpendicularidad casi gótica de los dorados y elegantes chedis siameses, en las chaityas de Nepal envueltas con banderitas (con la mirada de los hipnóticos ojos que pintan en cada uno de sus cuatro lados), en las formaciones casi urbanas de Java y Camboya, y en las pagodas de la China y el Japón. Esta es una ilustración arquitectónica de la riqueza y diversidad del Dharma en su aspecto institucional. De la India nada puede decirse: aunque sistemas de enseñanza posteriores al budismo incorporaron cierto número de sus enseñanzas, el budismo como religión institucional dejó de existir allí hace mucho tiempo. Pero vayamos hacia el sur, a Ceilán, el centro del budismo theravada por siglos y donde, incluso actualmente, se encuentra a los maestros exponentes más cultivados e inteligentes de esta antigua escuela. El cielo es un abismo azul sin una sola nube. La luz del sol que se refleja en la blancura de las paredes casi daña la vista. Son pequeñas edificaciones con sus rojos tejados y galerías exteriores, son los viharas. Cerca de estos, los templos, o dagobas, son tan blancos que parecen ser planos en vez de redondos. Parecen enormes recortes de hojas de papel blanco que hubieran sido pegados al paisaje. Hay palmeras cocoteras por todas partes; en formaciones regulares, apiñadas o aisladas. Sus troncos, inclinados sobre la tierra en ángulos de diversos grados, forman siluetas entrelazadas contra el cielo; algunas palmas barren el suelo. En lo alto cuelgan los racimos de cocos verdes que parecen bastante pequeños hasta que vemos la pequeña figura de un hombre con su turbante trepando la palmera y lanzando los frutos al suelo. Es aún temprano. Por el camino viene lenta y silenciosamente -con una lentitud tal que parece una mancha de color en movimiento casi imperceptible- una figura vestida de amarillo con la cabeza afeitada e inclinada hacia delante. Entre sus manos trae un gran cuenco negro. Su semblante es impasible y sus ojos parecen estar cerrados, pues fija su mirada en el suelo delante de él. Con dignidad y lentitud va de puerta en puerta y es recibido con saludos respetuosos. Deteniéndose un momento, levanta la tapa del cuenco para recibir la limosna de los fieles que, a juzgar por su conducta reverente, se sienten más en deuda con él que él con ellos. Van apareciendo cada vez más figuras amarillas, lentamente caminando; como flores que se elevan sobre las franjas intercaladas de sombra púrpura y resplandeciente sol. No tardan mucho en desaparecer de la escena. A medida que el sol se va remontando y las sombras se hacen más cortas no se ve ya ningún ser humano excepto algún mozo de carga tamil, su cuerpo negro-azulado y sudoroso, brillando y tambaleándose ligeramente al caminar bajo su enorme carga. El conductor de la rikisha duerme entre las varas del vehículo, en un trocito de sombra. La tierra y el cielo empiezan a vibrar del calor. No tarda en aparecer una neblina que hace difuminarse el paisaje que ahora aún se ondula ligeramente como visto a través de lenguas de fuego... El sudor... el agotamiento... la postración... el sonido del abanico sobre la cama... entonces, la inconsciencia. Al despertar la tierra está cubierta de profundas y frescas sombras. Una ligera brisa trae un alivio inimaginable. Las palmeras, movidas por la brisa producen un sonido crujiente con sus hojas y al mirar hacia arriba se ve entre ellas un cielo completamente raso e iluminado por multitud de estrellas. Suena el tom-tom del templo cercano, gimen los clarinetes, el aire que durante todo el día vibró con la intensidad del calor, vibra ahora con el frenesí del sonido. Ya empiezan a vislumbrarse blancas figuras entre las sombras de los árboles. Cada una lleva una bandeja con un montoncito de flores de cinco pétalos, flores del templo -¡Ah que increíblemente dulce es su fragancia en la noche!-, además de incienso y una lamparita. Vayamos tras ellos al templo. Inclinémonos juntos en reverencia a los pies del Exaltado. Con dificultad nos introducimos en el templo lleno completamente de devotos vestidos de blanco. El ambiente está cargado por el humo de cientos de lamparitas de aceite de coco. Se avanza muy lentamente. Hombres y mujeres permanecen en silencio o murmuran sus oraciones; no hay impaciencia, nadie empuja. Pulgada a pulgada, avanzamos con la muchedumbre. Al final se reduce la presión y nos encontramos frente al gran altar, la cintura contra su orilla. Está cubierto de flores por todas partes, el dulce olor del incienso es abrumador y miles de velas chisporrotean y arden. Mirando hacia arriba vemos tras el altar, vestidos en sus hábitos amarillos, unos diez o doce monjes que sonríen benignamente a los devotos. Algo más allá y por encima de ellos se alza la imagen del Buda pintada en alegres colores, en su semblante la sonrisa de la paz eterna. La leve presión a nuestras espaldas nos recuerda que hay que quitarse y dar paso a los que nos siguen y unos minutos después nos encontramos fuera del templo en el aire fresco de la noche. De pie, bajo las palmeras contemplamos las filas de devotos que pasan por las puertas exteriores del templo. Entonces vemos venir una fila de elefantes magníficamente enjaezados que surge de la oscuridad, el balanceo de su caminar y su paso triunfal iluminado por el resplandor de las antorchas. Van rodeados de grupos de muchachos que gritan con excitación. A ambos lados de la procesión danzan bailarines corpulentos, haciendo piruetas y pisando al compás del tomtom. Sus oscuros cuerpos cubiertos de aceite reflejan el resplandor de las antorchas y llevan tocados fantásticos. Es un tumulto ensordecedor pero sólo dura unos momentos. El desfile desaparece de nuestra vista con la misma rapidez que apareció. Una hora más tarde el último devoto habrá dejado el templo para irse a casa. El silencio reina. Pero por horas, aun después de habernos acostado, seguiremos oyendo el débil e insistente sonido del tom-tom: tom-tom....tom-tom... Hay tan sólo dos mil millas de Ceilán, el centro del budismo theravada, al Tíbet, el corazón de la tradición mahayana. Sin embargo en el plano espiritual, al menos con respecto a los aspectos institucionales de la religión, la distancia entre ambos es inmensa. Una vez cruzados los picos nevados del Himalaya, la barrera de montañas mayor y más sublime que existe, nos encontramos en el Tejado del Mundo. El viento helado sopla con furia atravesando las telas acolchadas y las pieles. Poco a poco empieza a nevar y el viento hace que caigan los copos casi en horizontal. La intensa blancura de la tierra y el intenso azul del cielo nos daña la vista. Con frecuencia nos pasan temporales, aullando como legiones de diablos que a fuerza de golpes trataran de precipitarnos en los profundísimos precipicios. Con las manos inmovilizadas por el frío, nos ceñimos con fuerza al caballo que nos transporta. Finalmente el animal va descendiendo con dificultad la ladera de un monte...las tres semanas de viaje a la Tierra de la Religión se acaban. Dolorosamente tratamos de abrir completamente los ojos, tratamos de mover con los dedos los párpados pegados. Alrededor, el horizonte, círculo ininterrumpido, forma un borde afilado y cortante contra el cielo. Notamos que nunca antes habíamos comprendido que era el espacio. En el paisaje, manchas esparcidas de color verde, pero ni siquiera un árbol y tan sólo algunos matorrales aislados. Estamos ante una gran expansión de hierba ondulante tan suave y plana como una mesa de billar y con manchitas que, a primera vista, parecen rocas pero que son en realidad caseríos tibetanos, vemos también puntos negros que son los yaks paciendo y las tiendas de nómadas diseminadas a intervalos enormes. Son estas cosas tan pequeñas que a primera vista el paisaje nos parece desierto. Cabalgando varios días, lo que nos había parecido una pequeña irregularidad en el horizonte, se convierte en sierras largas y bajas, que en la lejanía se hacen azules y negras. A medida que nos acercamos, su altura se perfila contra el cielo. Finalmente, se eleva entre ellas un gran pico que parece aproximarse a las regiones de los cielos. Con el cuerpo dolorido por horas montando sin cesar, descabalgamos al pie de una escalinata tallada en la roca como para pies de gigantes. Ascendemos poco a poco. A cada recodo nos encontramos con un nuevo tramo, mil escalones en cada uno de ellos. Ya no nos atrevemos a mirar hacia abajo. Finalmente, en la próxima cresta, a unos cientos de pies más arriba, vemos paredes a franjas blancas y rojas con tejados dorados. Es difícil ver donde termina la montaña y empieza el monasterio, ya que la construcción es del mismo material que la montaña y su escala es también grandiosa. Frente a nosotros la oscuridad revelada por un gran puerta que se abre. Hombres de aspecto fornido montan guardia a los lados, su corpulencia es exagerada por el bulto de sus vestiduras de lana color marrón rojizo, su excepcional altura aumenta con el gorro amarillo cuya forma recuerda el casco de Aquiles, y los bastones con adornos metálicos remachados que llevan les dan un aspecto aún más terrible. Entornan sus ojos y nos miran con sospecha cuando nos acercamos, pero no nos dicen nada y nos dejan pasar. La puerta de hierro se cierra de golpe a nuestra espalda, se oye el ruido metálico de cadenas. Pasa ni tan siquiera un minuto y el sonido resuena con gran eco como si proviniera del corazón de la tierra. Poco a poco caminamos a tientas en la oscuridad completa, el suelo no está liso y tropezamos. Somos conscientes de que a ambos lados parece pasarnos gente y de repente una mano nos toma del brazo y nos lleva adelante con cierta rudeza. Frente a nosotros distinguimos una luz pálida; una puerta se abre. Al alzarse de repente una cortina, la luz pálida se convierte en intenso resplandor acompañado del sonido estrepitoso de tono lastimero de las trompetas. Sonido inexplicablemente conmovedor que hasta entonces había contenido el tremendo grosor de las paredes. Nos encontramos en una cámara de grandes dimensiones. En el suelo, en largas filas, se sientan monjes con sus hábitos de color marrón rojizo, debe de haber miles de monjes. Del techo cuelgan enormes Banderas Victoriosas de forma cilíndrica y de colores diversos. Cada monje tiene delante un cuenco de té humeante, algunos beben y otros contribuyen con sus voces al coro de voces guturales profundas de la asamblea, el cual va de extremo a extremo de la estancia como si fuese una ola. Por el centro, a lo largo del pasillo formado por las filas, se pasea con un látigo una figura similar a las que vimos a cada lado de la puerta. Los escasos rayos de sol verticales que penetran por aperturas en el techo, iluminan los semblantes de los monjes, algunos son sin duda muy viejos, otros increíblemente jóvenes; pero todos, si bien algunos son cargados de espaldas, son de aspecto robusto y llevan afeitada la cabeza. Al fondo, sobre una mesa estrecha y casi tan larga como la anchura de la habitación, arden cientos de lamparitas de mantequilla doradas. Detrás está el altar en el que han sido colocadas ofrendas artísticamente moldeadas. A la izquierda, a una altura superior a las cabezas de los monjes hay un trono tallado, pintado y dorado magníficamente. Nos encontramos ahora frente a este trono, y llevamos extendido sobre ambas manos un largo pañuelo de seda blanco. Con las piernas cruzadas se sienta sobre un cojín bordado un hombre viejo vestido con un magnífico atuendo de seda roja oscura. No es de este mundo la sonrisa con que nos mira desde su trono cuando nos acercarnos a presentarle nuestro respeto y obediencia; es la sonrisa de la Iluminación. Es su sonrisa de mayor brillo que cualquier rayo de sol mundano y nos penetra el corazón. En los diminutos y brillante ojos de ese hombre parece residir toda la sabiduría y somos conscientes de que ve aun nuestros secretos más profundos, sin embargo no le tememos. Unos minutos después, frente al altar principal, contemplamos la misma sonrisa, pero ahora calmadamente y con ternura brilla, como si partiera de la misma Luna, sobre la cara central de la blanca imagen de once cabezas que hay tras los cristales del tabernáculo. Tiene mil brazos y en las manos o lleva un emblema o cruza los dedos con un gracioso gesto, los brazos parten de los hombros como los radios de una rueda. Estamos frente a la Compasión Universal. Poco después estamos frente a la Muerte. Llevados apresuradamente a lo largo de un oscuro corredor, vamos dejando atrás los sonidos de la estancia del altar y se nos conduce a un agujero oscuro. Allí tan sólo brilla una lámpara. Temeroso, como obedeciendo una orden y sin deseo de hacerlo, el monje levanta la pesada cortina de anillos de hierro que hay colgada en el altar más recóndito. Involuntariamente retrocedemos. La imagen que desde arriba nos mira con ojos abultados es sumamente amenazadora. Su enorme y poderoso cuerpo es de color azul oscuro y está adornado con guirnaldas de cráneos humanos. Sus cuatro brazos se alzan en gesto amenazante, diversas armas en sus manos. Una de sus fornidas rodillas se alza y con el pie se dispone a aplastar a los enemigos del Dharma. Tiene la cabeza de un animal con astas, la roja lengua cuelga entre sus filas de colmillos como si estuviera sediento de sangre. Lleva alrededor de la cintura una piel de tigre. Contra su cuerpo se ciñe el de su blanca y pequeña consorte pegada a su pecho. Los delgados brazos alrededor de su cuello de toro, las piernas rodeando sus muslos y la boca pasionalmente unida a la suya. Están unidos por el abrazo sexual. A su alrededor una aureola rugiente de llamas. Es terrible pero de extraña fascinación, y vibra con poder incalculable. Son el Padre y la Madre, la Pareja transcendental cuya unión representa la inseparabilidad de la Sabiduría y de la Compasión, de la Doctrina y el Método, y, desde el punto de vista mucho más limitado en que empezamos, representan la unión metafísica de los aspectos institucionales y personales de la religión. La figura se alza frente a nosotros con todo su vigor preternatural hasta que, con un sonido metálico, cae la cortina, dejándonos a la luz de una lámpara humeante que proyecta contra el techo la fantástica sombra de un enorme animal disecado que cuelga del techo. ¡Qué asombrosamente distinta es la imagen del budismo de ambos países! El lector se preguntará si es posible encontrar mayor contraste que el que se da entre el budismo en Ceilán y el budismo en el Tíbet. Aunque confieso haber realzado deliberadamente el colorido y haber trabajado conscientemente el ambiente de las descripciones que he dado, no se puede negar que estas ilustran fielmente las diferencias prevalecientes a nivel institucional entre las distintas e independientes ramas de la tradición budista. A aquellos que han nacido en un ámbito dominado, desde el punto de vista religioso, por una determinada forma institucional del budismo que excluya a las otras, les resultará difícil no caer en el error de pensar que la forma con que se familiarizaron desde su niñez es la verdadera forma, mientras que las demás son falsas. Los observadores menos perspicaces, de hecho, se precipitan al error de pensar que lo que ellos no conocen del budismo simplemente no es en absoluto budismo, o, como admiten a veces en sus momentos de claridad, se trata nada más que de formas del budismo corrompidas, degeneradas y pervertidas. Bacon reprendía a aquellos que -según él- por comprender sólo superficialmente las leyes de la naturaleza se inclinaban hacia el ateísmo. Es algo similar lo que le ocurre al estudiante serio del budismo que consigue penetrar un poco, sin bien no suficiente, los soportes institucionales y simbólicos del Dharma, y llegar, así, a las formulaciones intelectuales de que derivan su significado. No encuentra él la resolución de la discordia que parece dominar al budismo en el nivel institucional sino su intensificación. Un poco de conocimiento sobre algo no es sólo peligroso; es más peligroso que la ignorancia total sobre ello. El hombre corriente, al ser consciente de las diferencias externas probablemente mantenga la esperanza de que tras la fachada de lo institucional se oculten formas similares de la misma religión. Esta consideración raramente se le pasa por la cabeza al estudiante escolástico. Tomando como premisas su conocimiento extenso, aunque no profundo, de los principios fundamentales de su propia escuela, de un lado, y del otro, sus conocimientos inadecuados y con frecuencia erróneos de los principios fundamentales de otras escuelas, llega triunfalmente a la conclusión de que tanto respecto a la Doctrina como al Método la enseñanza de la escuela a que él pertenece es la única genuina. Las enseñanzas de las demás escuelas son para él un producto de imitación barato que ciertos impostores han introducido entre aquellos ingenuos que viven en partes del mundo budista menos favorecida que la suya. Aun con todo, la pobre rana de la charca, prisionera de su propia escuela, no puede ser culpada completamente por su incapacidad de comprender que el poderoso océano del Dharma no puede ser medido con las medidas de su pequeña charca. Podríamos incluso perdonarle que pierda los estribos y expulse a la bienintencionada rana del océano que fue a su charca a hablarle de extensiones de agua muchísimo mayores que las que ella conoce. Ya vimos en el capítulo primero que existe un budismo básico que constituye los fundamentos de todas las escuelas. No obstante, las doctrinas por las que las distintas líneas de la tradición se distinguen fueron casi siempre puestas por sus respectivas escuelas en el centro de su forma de budismo. Así dichas doctrinas recibieron más atención y fueron consideradas de la mayor importancia, mientras que las demás doctrinas ocupaban un lugar periférico o incluso desaparecían casi totalmente. No es sorprendente, pues, que aun el estudiante de las escuelas budistas más imparcial descubra entre ellas casi siempre oposición mutua y contradicción, en vez de acuerdo y armonía. Existen diferencias respecto a la doctrina como existe también la variedad de instituciones; no se puede pasar por alto este hecho. Por supuesto hay quien se da cuenta de estas diferencias sin haber transcendido su punto de vista intelectual. ¿Qué cabría esperar de ellos sino una reacción fuerte y el aumento de su creencia fanática en la verdad exclusiva y la autenticidad de la tradición de su escuela? Los theravadines modernos insisten en que el progreso en el camino depende únicamente del esfuerzo propio. Con gran elocuencia exponen que cada hombre es su propio salvador. Para ellos cada cual es el arquitecto de su propia fortuna, el que dirige su alma propia, el maestro de su destino -el cielo y el infierno la creación de nuestras acciones buenas y malas. En sus exposiciones, el Buda es simplemente el guía que nos señala el camino, el cual, no nos queda más remedio que recorrerlo con nuestro propio esfuerzo. El Buda es como el maestro en la escuela (comparación que gusta mucho a los exponentes del theravada moderno) que nos explica en la pizarra un problema algebraico difícil pero que, desafortunadamente, no puede darnos ni aun la inteligencia necesaria para hacer una suma. Uno de sus citas favoritas es la estrofa 165 del Dhammapada que dice así: “El mal lo hace tan sólo uno mismo, por medio del propio ser nos corrompemos; el mal es abandonado por uno mismo, por medio del propio ser nos purificamos. La pureza y la impureza depende de uno mismo. No hay hombre que purifique a otro.” La escuela Jodo Shin rechaza esta doctrina individualista y la califica de herejía horrenda. En esta escuela, la emancipación no depende de nuestro propio esfuerzo sino de la gracia del Buda Amitabha; intentar salvarse por sí mismo es tan ridículo como tratar de elevarse en el espacio tirándose de los cordones de los zapatos. Para el Jodo Shin, las buenas acciones, en vez de ayudarnos a salvarnos, intensifican el sentimiento del ser individual y, así, obstruyen el poder de la gracia de Amitabha. De ahí el paradójico dicho, tan popular para el Jodo Shin como el Dhammapada para el Theravada: “El hombre bueno será salvado. ¡Aún con más motivo será salvado el hombre malo!” Según el Jodo Shin no hemos de esforzarnos en ganar, sin ayuda, la Iluminación en este mundo y en esta vida. En cambio lo que debemos hacer es invocar el nombre de Amitabha con el corazón lleno de amor y de fe y rogarle para que nazcamos en Sukhavati, la Tierra del Éxtasis que El estableció en el Oeste. No es menos extrema la diferencia que existe, con respecto a la Moralidad, entre ciertas escuelas tántricas y otras que no lo son. Aunque para ambos tipos de escuelas las observaciones éticas tienen una función instrumental y un valor relativo, su reconocimiento de este hecho se hace desde posiciones tan distantes que lo que en efecto se da es una divergencia de opiniones radical. Para las escuelas que no son tántricas, el hecho de que la Moralidad sea uno de los medios para la Iluminación aumenta su importancia, en vez de disminuirla; ya que con la ausencia de los medios el logro de la meta es imposible. La Moralidad es pues, en este razonamiento, no sólo un medio, sino un medio indispensable para la Iluminación, por lo tanto su valor es absoluto. Algunas de estas escuelas se esfuerzan en conseguir la observancia rígida tanto de los preceptos principales como de las obligaciones monacales menores. Muchas de estas obligaciones carecen realmente de significado ético, pero son seguidas muy estrictamente porque son parte de la concepción budista tradicional de la Moralidad. Contra este punto de vista, que puede convertirse fácilmente en formalismo ético totalmente inflexible, los seguidores de varias escuelas tántricas objetaron que la Moralidad es sólo un medio y no un objetivo en sí, por lo que su valor no puede ser absoluto sino relativo. Para ellos el único valor absoluto es la Compasión; incluso la Sabiduría es un medio para alcanzar ese supremo objetivo. Además dichas escuelas tántricas señalan que las medicinas, aun si son indispensable cuando estamos enfermos, se tiran a la basura cuando la salud se ha restablecido. Así pues, los Seres Perfectos, al haber obtenido la Iluminación completa por medio de las observancias éticas, no tienen ya necesidad de ellas y, por consiguiente, actuaran, según las circunstancias, de forma “moral” o “inmoral”. La única preocupación del Ser Perfecto es el bienestar de todas las criaturas y por ello está dispuesto a sacrificar cualquier cosa. El no se acobarda ante la violación aparente de un precepto ético si con ello ayuda a progresar aun tan sólo a un ser. No duda en cometer lo que para la persona no iluminada sería una falta mortal, incluso si eso perjudica su reputación de santo (una de las trabas más sutiles para el progreso espiritual) e incurre en la reprobación de la sociedad. Las biografías de muchos de los maestros tántricos están llenas de episodios en que el protagonista quita la vida a animales e incluso a seres humanos, se apropia de lo que no le pertenece, hace el amor, dice mentiras y toma bebidas fuertes hasta el punto de embriagarse. Atrás parecen quedar la sobriedad y el comedimiento. Atrás queda el empeño casi ridículo de salvar las apariencias frente al mundo, pero no en el espejo de la propia conciencia, lo que caracteriza a los seguidores de otras escuelas. Si las escuelas tántricas tratan los preceptos principales con tal falta de veneración, es de esperar que descarten las obligaciones monásticas menores, así como la idea del formalismo de la vida religiosa. Las pretensiones de respetabilidad son abandonadas; la dignidad, el decoro e incluso lo que ordinariamente se considera decente es despreciado. En lugar de la noble apariencia y los modales refinados del verdadero monje vemos la conducta salvaje de un grupo de vagabundos. Entre las escuelas que no son tántricas la apariencia de santidad es fácilmente alcanzada incluso por aquellos que están muy lejos de ella. En algunas escuelas tántricas es al revés: lo más santo tiene la apariencia de lo menos santo. No es difícil ver que la doctrina del relativismo ético está plagada de peligros. La debilidad humana puede resultar en la disposición a creer que puesto que los Seres Perfectos cometen en ciertas ocasiones actos “inmorales”, uno que comete dichos actos es un Ser Perfecto. Además también puede llegar a pensarse que la forma más rápida de alcanzar la Iluminación es no cumplir con los preceptos. En las escuelas tántricas se encuentra también a aquellos que siguen la letra de la tradición en vez de su espíritu. Sea cual sea nuestra actitud respecto al relativismo ético, se ha de reconocer que en la forma extrema en que lo he descrito no es lo más común entre todas las escuelas tántricas, la mayoría de ellas son tan exigentes en sus requisitos éticos como las demás escuelas. Este tipo de diferencias no es cosa poco frecuente en el budismo. Los dos casos algo extremados que he descrito no son nada excepcional e ilustran los cientos de divergencias de opiniones existentes sobre asuntos doctrinales, de los cuales algunos son de importancia fundamental. Pronto descubre con asombro el estudiante del Dharma que mientras que para una escuela los dharmas son realidades, para otra son meramente palabras; de un lado, es exhortado a esforzarse con diligencia para alcanzar su propia salvación, del otro, a dedicar su vida a la emancipación de todos los seres; para una escuela el Buda fue simplemente un hombre que alcanzó la Iluminación, para otra, El es la Realidad Misma, iluminada y totalmente transcendental y eterna en forma humana; de un lado se nos dice que la Meditación y la Sabiduría son inseparables, que con el logro de la primera se obtiene automáticamente la segunda, del otro lado hay escuelas que niegan esto alegando que la Meditación no está necesariamente asociada a la Sabiduría; hay quien defiende el vegetarianismo y quien permite el consumo de carne; la definición de la Realidad es para una escuela la consciencia absoluta, para otra la vacuidad completa; en algunas enseñanzas el Nirvana y el Samsara son idénticos, en otras la dualidad irreductible; en una zona encontramos las ordenes monásticas y el celibato, en otra la asociación de sacerdotes casados. Y así sucesivamente sigue un catálogo sin final. Siendo tan numerosas las divergencias tanto en la religión institucional como en la personal, y siendo las divergencias tan radicales, cabría pensar que es imposible hablar del budismo. Sería fácil llegar a la conclusión de que se trata de un número de movimientos religiosos prácticamente independientes y teóricamente más o menos budistas: ¿Hay un budismo o varios? La uniformidad externa obviamente no existe. No se da tampoco siempre la unidad en la Doctrina. ¿Cuál es, entonces, la base fundamental de la unidad del budismo? II. La unidad transcendental del budismo: El Dharma como medio La unidad del budismo consiste en que, por medio de innumerables doctrinas diferentes y divergentes, todas las escuelas aspiran a la Iluminación, a reproducir la experiencia espiritual del Buda. Por lo tanto, el Dharma no ha de ser definido en términos de una enseñanza en particular sino en términos de la suma total de los medios por los cuales puede obtenerse esa experiencia. Incluso puede considerarse que, en principio y función, el Dharma es idéntico para todas las escuelas, si bien no lo son siempre las formas institucionales y los contenidos intelectuales específicos. En el Canon Pali, por medio de una parábola impresionante, el Buda hace hincapié en el carácter instrumental y el valor relativo del Dharma. “-Con la imagen de una balsa, hermanos, os voy a explicar el Dharma, que es algo que se ha de dejar atrás en vez de llevarse con uno mismo. Escuchad, poned atención y os lo explicaré. -Así lo haremos, hablad, Señor, -contestaron los hermanos al Exaltado. El Exaltado dijo: -Imaginad, hermanos, un hombre que empezó un viaje muy largo y se encuentra frente a una gran extensión de agua. En la orilla en que él está se da la duda y el miedo, en la otra orilla la seguridad y la ausencia de peligro. Pero no hay ninguna barca con que cruzar, ni lugar por donde pasar de un lado al otro. Entonces el hombre piensa: ‘Heme aquí frente a esta gran extensión de agua...pero no hay ninguna barca... ¿Y si recogiera hierba, palos, ramas y hojas, y atándolas formase una balsa? Tendido sobre la balsa podría impulsarme con los pies y dirigirme con las manos y llegar salvo a la otra orilla’. Entonces, hermanos, el hombre recoge palos,...y pasa a la otra orilla. Una vez en la otra orilla piensa: ‘Esta balsa me ha sido muy útil, tendido en esta balsa impulsándome con los pies y dirigiéndome con las manos he llegado a esta orilla. Ahora podría ponérmela sobre la cabeza o echármela a la espalda y seguir mi camino’. ¿Qué os parece, hermanos? ¿Sería ésta la mejor manera de concluir con la balsa? -Desde luego que no, Señor. -Hermanos ¿Cuál sería, pues, la mejor forma de concluir con la balsa? Hermanos, el hombre que ha pasado a la otra orilla ha de pensar esto: ‘Esta balsa me ha sido muy útil, tendido sobe ella he cruzado a esta orilla. Ahora podría dejarla tirada en la orilla o hundirla en el agua e irme’. Haciendo eso, hermanos, el hombre habrá acabado con la balsa. De igual modo, hermanos, usando la imagen de la balsa, os he enseñado el Dharma, que es algo que se ha de dejar atrás en vez de llevarse con uno mismo. Así, hermanos, comprendiendo la imagen de la balsa, tenéis que dejar atrás la conducta correcta y, por supuesto, la incorrecta”. (Majjhima-Nikaya, I. 134. Traducción de Woodward) Apenas es posible expresarlo con mayor claridad que en el texto citado. La enseñanza del Iluminado no es un objetivo en sí, sino un medio para lograr un objetivo. Por eso uno no se esperaba que en ciertas tierras budistas hubiera tanta gente tan ocupada en llevar la Balsa sobre la cabeza de acá para allá, a lo largo de esta orilla. La mismísima Balsa que, según el Buda, ha de abandonarse incluso cuando ya se ha cruzado a la Otra Orilla. El Buda explícitamente declara en este pasaje que el Dharma es esencialmente aquello que conduce al logro de la Iluminación. Por lo tanto, todo lo que conduce al logro de la Iluminación es el Dharma. Vale la pena repetir aquí un texto que ya he citado en el primer capítulo, ya que en ese texto el Buda saca la conclusión que acabo de exponer. El Maestro le dice lo siguiente a Maha-Pajapati, la Gotamid: “-Gotamid, de cualquier enseñanza que puedas asegurarte que: conduce a las pasiones, no a su cese; a la dependencia, no al desapego; al aumento de ganancias (mundanas), no a su disminución; a la codicia, no a la frugalidad; al descontento, no al contentamiento; a la compañía, no a la soledad; a la pereza, no al vigor; al deleite en lo pernicioso, no en lo bueno. De todas estas enseñanzas, Gotamid, puedes afirmar con seguridad: Esto no es el Dharma, esto no es el Vinaya, esto no es el Mensaje del Maestro. Pero de cualquier enseñanza que puedas asegurarte por ti misma (que es lo contrario de las cosas que te he dicho), de esas enseñanzas puedes afirmar con certeza: Esto es el Dharma, esto es el Vinaya, este es el Mensaje del Maestro”. (Vinaya, II. 10. Traducción de Woodward) El criterio para establecer que es el budismo es, a la hora de la verdad, pragmático. La pregunta con que concluí la sección anterior no ha de responderse, en definitiva, recurriendo a la lógica sino a la vida espiritual. No obstante, esto no quiere decir sentar como criterio un mero sentimiento subjetivo. Todos aquellos iluminados piensan que han alcanzado la Iluminación -por supuesto, no lo piensan en sentido egocéntrico; pero no todos aquellos que lo piensan la han alcanzado. La experiencia espiritual debe coincidir con el espíritu de las Escrituras. Es, además, todavía más necesario que eso que su autenticidad se garantice por aquellos cuya iluminación ha sido garantizada, a su vez, de esta misma forma. Al final, esta cadena de sucesión entre maestros y discípulos está fijada en la roca de la propia Iluminación del Buda, que es a la par el soporte y el criterio de los logros que le suceden. La experiencia personal o la realización de un budista estará, si es genuina, de acuerdo con la tradición. Pero esta tradición no es necesariamente la de los libros, cuya autoridad fue rechazada por el Buda, sino que es la sucesión ininterrumpida de seres iluminados de cuya existencia depende la vida del Dharma y que iluminan la oscuridad de las eras como antorchas que en un maratón nocturno se encienden en sucesión. Las doctrinas y los métodos que no tienen como objetivo final la Iluminación, en el sentido específicamente budista de este término, no pueden considerarse parte de la tradición budista. De modo inverso, se puede aceptar que enseñanzas que no fueron impartidas por el Buda o sus discípulos iluminados, contemporáneos o no, son budistas si en la práctica conducen a la realización del Sambodhi que El obtuvo bajo el Árbol Bodhi en Gaya. La única cosa que prueba si una escuela es genuina es su capacidad de producir seres iluminados. Este ha de ser el criterio tanto si emprendemos un estudio de los aspectos institucionales y personales del Dharma en la tradición de Ceilán o en la del Tíbet, como si tratamos de llegar a la evaluación verdadera de las doctrinas y métodos de las escuelas tántricas o del Jodo Shin. La autenticidad y ortodoxia de la línea de la tradición budista que sea no ha de ser juzgada según la supuesta antigüedad de su literatura, ni por medio de ningún otro criterio de mera naturaleza externa o histórica, ha de ser juzgada solamente según la abundancia o escasez del logro transcendental. El Buda-Dharma ni está confinado a ningún conjunto particular de textos sagrados, por muy viejos que sean, ni se limita a un número de observancias tradicionales procedentes de períodos muy remotos. En las palabras muy acertadas del Dr. Conze, el Dharma “en toda su amplitud, majestuosidad y magnificencia contiene todas aquellas enseñanzas que están enlazadas con la enseñanza original por la continuidad histórica y que resultan en métodos que conducen a la extinción de la individualidad por la eliminación de la creencia en ella49”. Una de las mayores paradojas de la historia del budismo es que ciertas escuelas que, por la razón que sea, perdieron la fe en la posibilidad de alcanzar realizaciones del orden transcendental se atreven a impugnar la ortodoxia de escuelas cuya fe sigue viva. A parte de estas desviaciones de la ortodoxia genuina, que son comparativamente modernas, los budistas de todas las 49 Buddhism, Its Essence and Development, pág. 28 escuelas han tomado muy en serio la advertencia del Buda y se han aplicado con resolución para comprender y practicar la enseñanza contenida en la Parábola de la Balsa. Tanto ha sido así que han sido producidas variaciones aún más bellas, como por ejemplo el famoso símil japonés del dedo que señala la luna. Mirar el dedo, que representa al Dharma, en vez de a la luna, que representa a la Iluminación, no es menor necedad que llevar a cuestas la balsa sin razón alguna. La parábola y el símil tienen la función de ilustrar una doctrina que es de importancia vital para el budismo. A esta doctrina se debe no sólo el gran florecimiento de escuelas y enseñanzas que distingue a los períodos de gran actividad espiritual, sino también la extraordinaria tolerancia mutua por la que se caracterizaban sus relaciones. Contrariamente a los seguidores de ciertas tradiciones religiosas que no son budistas, los herederos espirituales del Iluminado, por lo general, han entendido claramente esta doctrina. Han comprendido que tanto las observancias que componen la Moralidad, como las distintas prácticas que constituyen la Meditación, e incluso la totalidad de las formulaciones doctrinales que constituyen las indicaciones conceptuales de la Sabiduría -que no es la Sabiduría en sino poseen valor absoluto sino relativo e instrumental. Esto es la consecuencia directa de la realización de lo que vimos en la sección VIII del capítulo primero, la realización de que el Nirvana es inefable, es decir, que está más allá de predicados afirmativos o negativos, e incluso de los no predicados. Lo cual no resta valor a la doctrina correcta, ni abroga su necesidad y, por supuesto, aún mucho menos puede elimiminar la distinción que indudablemente existe a nivel intelectual entre la doctrina correcta y la incorrecta. Lo que podríamos llamar la actitud instrumental insiste en lo muy remota que está la Meta, por eso sirve para hacer hincapié en la necesidad de la Balsa y en que ha de ser construida de buenos materiales. La doctrina verdadera lo es sólo relativamente y la doctrina falsa lo es también sólo relativamente. Pero se ha de mantener la primera contra la segunda porque, como dice Nagarjuna, la verdad relativa es el medio para la realización de la Verdad Absoluta. La doctrina correcta indica la Realidad si bien no puede describirla, la doctrina incorrecta ni la indica ni la describe. No se interesaban las escuelas budistas, ya fueran del Hinayana o del Mahayana, en el objetivo de la determinación teórica de la verdad, sino en su realización práctica en la vida. Por lo tanto lo que las dividía no era las diferencias de opiniones sobre lo que era verdadero o no, en el sentido científico y descriptivo de la palabra. Todas estaban de acuerdo en que la verdad es indescriptible y una cuestión de experiencia personal. Lo que las dividía era diferencias con respecto a que doctrinas, observancias éticas y técnicas de meditación, funcionaban mejor en la práctica como medio de obtener la Iluminación. Fueran conscientes o no de ello, la fertilidad de las escuelas fue debida a la conjunción de dos cosas. La comprensión de la relatividad del Dharma, por un lado, y por el otro, su deseo compasivo de compartir la experiencia de la Iluminación con tantos seres como les fuera posible. En la gran extensión de terreno que era el campo del budismo brotaron una rica variedad de “métodos que conducen a la extinción de la individualidad por la eliminación de su creencia en ella”. Esto es cierto en el caso de todas las escuelas, pero las del Mahayana fueron de una fertilidad increíble. En el área de la Meditación la productividad fue más pronunciada, lo cual no nos sorprenderá si recordamos los cuarenta soportes clásicos enumerados, y en cierta medida descritos, en la sección XVII del capítulo anterior. Ya hice entonces la observación de que los soportes para la concentración son en potencia infinitos. Por consiguiente, la posibilidad de añadir más soportes al número de ellos sancionados por la tradición es ilimitada; de lo cual no tardaron en darse cuenta los maestros de meditación. La literatura conocida por el nombre del sadhana es un ejemplo de esto. Una sadhana es un texto que describe, para que sea visualizada y usada en meditación, la forma, el color, las insignias, los atributos, etc...., de un Buda, un Bodhisattva, una Divinidad Protectora o un miembro de cualquiera de los tipos de seres divinos. Se da también con frecuencia en estos textos indicaciones de la naturaleza de la figura, así como enseñanzas doctrinales. En la lengua tibetana sólo, deben de existir varios miles de sadhanas, algunas de ellas originadas en el mismo Tíbet y no todas incluidas en los, más o menos, trescientos volúmenes del Canon Sagrado; probablemente ni el geshe más erudito podría decirnos cuantas sadhanas hay. Todas ellas son las aplicaciones, según las necesidades diversas de los discípulos, sus temperamentos y sus características, de un principio central e inmutable: el principio de la concentración. Este principio consiste en la sana fijación de la mente sobre un solo objeto, sin él la Sabiduría no puede ser alcanzada. Dentro de la esfera de la Moralidad los desarrollos fueron mucho menos espectaculares. Como es de esperar, estos desarrollos pertenecen más a los pormenores de la casuística que a los principios éticos. Los theravadines, por ejemplo, descubrieron que sería incorrecto que un monje ayudara a salir de un hoyo a su madre dándole la mano, si ella hubiese tenido la mala fortuna de caer allí; pues esto violaría la obligación monástica de no tocar a mujer alguna. En cambio, ciertos mahayanistas mantenían que los monjes podían poseer bienes, tener propiedad, incluso oro, plata y ropa de seda, ya que esas posesiones les permitirían ser de mayor utilidad a la hora de ayudar a los demás 50. En general, los hinayanistas se interesaban en el aspecto personal de la ética y los mahayanistas en el social. No obstante, este contraste no es absoluto, ya que la concepción de la Moralidad en el Mahayana fue generalmente de un equilibrio y armonía muy notable, basándose en una correspondencia casi perfecta del interés en sí mismo y el interés en los demás. Los desarrollos doctrinales -desarrollos pertenecientes a la esfera de la Sabiduría- aun siendo menos numerosos que los que se dieron en el campo de la Meditación, exceden considerablemente a los que se dieron en el terreno de la Moralidad. No obstante, la estadística no es el mejor instrumento ni para medir la influencia, ni para penetrar en las profundidades y significado de enseñanzas que pertenecen al orden transcendental. Los desarrollos 50 Ibídem, pág. 57 doctrinales fueron de extensión considerable y tuvieron lugar no sólo en la India, sino también en el Japón, y en menor medida en la China. Estos desarrollos fueron en parte una tentativa de llevar las enseñanzas del Buda a su conclusión lógica más remota. Muchas de las enseñanzas del Buda eran de carácter sugestivo en vez de exhaustivo. De ahí que algunos desarrollos tuvieran lugar por la necesidad de construir bases sistemáticas para la Doctrina y para poder defender los principios del Budismo y atacar las teorías de escuelas de otras tradiciones. Las bifurcaciones de un camino, partiendo de un mismo punto y yendo paralelas por una milla o dos, se separan finalmente y van en direcciones opuestas. De igual modo, es posible que, partiendo de la misma doctrina, distintas personas lleguen al final a conclusiones que parecen contradictorias al intelecto. El Shin y el Zen, las dos escuelas principales del budismo japonés actual, están fundadas en la misma tradición mahayánica indo-china y, sin embargo, han conseguido crear sus respectivas supraestructuras doctrinales que son tan distintas como lo es un friso clásico de un altar barroco. Ya he dicho que para el Shin lo más importante es la creencia en que la emancipación consiste en la entrega incondicional al “poder exterior”, lo que se basa en la fe total, y dependencia de, la gracia de Amitabha. En cambio, según el Zen la emancipación sólo puede ser alcanzada por medio de la confianza total en el “poder propio”, la confianza en los esfuerzos del devoto, sin ayuda o soporte alguno. Las contradicciones de este tipo no deben consternarnos. Las realidades del orden transcendental no pueden ser abarcadas en una doctrina o formulación completamente adecuada. Es igual que tratar de representar sin distorsión un cuerpo tridimensional sobre una superficie de dos dimensiones. ¿No da la impresión en la proyección del globo terrestre de Mercator de que Australia y Sudamérica están situadas en extremos opuestos? Alguien que ignorase que la Tierra es redonda, no teniendo en cuenta la tercera dimensión, llegaría a la conclusión de que cuanto más se acercara al Antártico más lejos estaría de Sudamérica. En cierto sentido su conclusión sería verdadera, pero sólo parcialmente verdadera; ya que la tercera dimensión no contradice las otras dos sino que les da un significado más profundo. Es posible que doctrinas como la enseñanza del “poder exterior” del Shin y la del “poder propio” del Zen, que en el plano intelectual están en oposición mutua total, sean ambas medios de alcanzar la experiencia supraracional y puramente transcendental llamada la Iluminación. De hecho, estas dos escuelas, como toda la tradición budista, proponen que la Iluminación, en el sentido de la Budeidad Suprema, es el objetivo final de la vida religiosa. Esto debería hacer que nos detuviésemos y reflexionásemos antes de llegar a conclusiones generales basadas en premisas meramente intelectuales, pero sin fundamento, sobre cuales son las escuelas budistas genuinas. El Dharma es esencialmente el medio para alcanzar la Iluminación y, aparte de las dificultades intelectuales, se ha de asumir que las escuelas que han transmitido la experiencia de la Iluminación han transmitido el Dharma también. No se debe de obrar de acuerdo con nuestras convicciones intelectuales sino según nuestras realizaciones transcendentales. Las diferencias doctrinales que existen entre las distintas escuelas del budismo deberían deleitarnos en vez de consternarnos; ya que por ese hecho nos hacemos más conscientes de los límites del intelecto y despertamos al reconocimiento estimulante de la naturaleza instrumental del Dharma. Si así lo hacemos surgirá en nuestra mente esa verdad que el Buda dijo en muchas ocasiones, es decir, que el Nirvana es attakkavacara: más allá del alcance de la razón. De acuerdo con esto, la literatura de la Prajñaparamita rechaza la lógica formal y se deleita en una “lógica de contradicciones” desconcertante y abrumadora, la cual para la mente amamantada por doña Silogismo y criada a base de Barbara, Celarent y Darii es algo así como la pesadilla de algún filósofo lógico loco. La Ley de la Identidad dice que A es A; la Ley de la Contradicción, que A no puede ser B y no B; y la Ley de la Exclusión de lo Medio, que una cosa o es B o es no B. Pero el texto de la Prajñaparamita, el texto que se refiere a la Sabiduría Perfecta declara: “Seres, seres, oh Subhuti, han sido enseñados por el Tathagata como a no seres. Por eso se les llama seres”51. Esto es, simbólicamente, que A es B porque no es B. En la dimensión de la Vacuidad los términos contradictorios son idénticos; allí, el Bodhisattva progresa con un progreso que es la ausencia del progreso y conoce la Verdad por medio de la cognición que no es cognición. Mientras que la mente oscile entre proposiciones contradictorias y trate de determinar cual es verdadera y cual es falsa, el aspirante permanecerá encerrado dentro de las paredes de lo mundano. Pero en el momento que se lance a la audaz identificación de los opuestos, evadiendo al intelecto, desaparecerá del plano fenoménico y reaparecerá en el transcendental, en el dominio y la dimensión de la Vacuidad. Basándonos en el principio de que tanto para el Shin como para el Zen es posible enseñar budismo genuino, podemos afirmar que es posible para el budista seguir ambas escuelas. El podrá confiar en el “poder externo” al mismo tiempo que lo hace en el “poder propio”, y no por medio de algún proceso de sincretismo intelectual extremadamente laborioso, sino por medio de una experiencia que transciende el plano de la construcción dualista del pensamiento. Partiendo de la profunda realización de esta verdad, el Zen enseña al discípulo a elevarse sobre los límites del intelecto por medio del mantenimiento de actitudes contradictorias. La lucha constante para resolver a nivel intelectual una contradicción que a su propio nivel no puede ser resuelta, produce cierta tensión psicológica que, acrecentándose gradualmente, resulta al final en una gran explosión. Una vez derribadas las paredes de lo mundano, el discípulo, tan sólo tiene que pasar por encima de los escombros para poder moverse libremente por el reino de lo Transcendental. Una de las subescuelas del Zen incluso toma como ejercicio espiritual principal la meditación sobre problemas o situaciones que representan una contradicción irresoluble. Este tipo de problema o ejercicio es denominado koan y hay miles de ellos -otra prueba de la increíble riqueza del budismo en el campo de la 51 Selected Sayings from the Perfection of Wisdom, págs. 101, 102. Meditación. Las obras del Dr. Suzuki familiarizan al estudiante occidental con este tipo de soporte para el desarrollo de la visión clara, además de otras prácticas del Zen, todas las cuales—recuerde el lector—tienen por objetivo final el logro de la Iluminación. El koan del ganso en el frasco es un ejemplo famoso. Un ganso metido en un frasco cuando era un polluelo ha crecido tanto que es imposible sacarlo por la boca del frasco. ¿Cómo liberarlo sin romper el frasco? La naturaleza simbólica del koan es apreciada incluso por la razón, si bien sería equivocarse el pensar que el simbolismo final está al alcance de la razón. Hay otros ejemplos que son aún más esquivos. ¿Cuál es el sonido de una mano que aplaude? Estos son los problemas, en apariencia disparatados, sobre los que medita el discípulo del Zen. El lector de estas líneas que busque más información sobre este tema hará bien en consultar la obra del Dr. Suzuki, el cual escribe también con mucha gracia y acierto—y por mucha extensión—sobre la inefabilidad del Zen y la inutilidad completa de tratar de hablar o escribir sobre esa inefabilidad. De nuevo es el caso del dedo que señala la luna. Si el lector no ha conseguido captar el principio que he tratado de mostrar en esta sección, el principio de la unidad transcendental de todas las escuelas del budismo, se sentirá abrumado cuando pase a la sección III. En esa sección se verá confrontado con el mayor de todos los koans, la diferencia, que a veces llega a la contradicción absoluta, entre el Hinayana y el Mahayana. III. El Hinayana y el Mahayana: Los tres vehículos El término Hinayana se refiere a la forma de budismo que predomina en Ceilán, Birmania, Siam, Camboya y Laos, y cuya base literaria es los textos del Canon Pali. Este término, Hinayana, a pesar de haber sido popularizado en Occidente por varias generaciones de orientalistas, no es generalmente aceptado por los seguidores de esta escuela, muchos de los cuales prefieren hoy en día decir que pertenecen al Theravada, o la Escuela de los Antiguos. Como vimos en la conclusión del primer capítulo, el Theravada es una de las escuelas que surgieron de la división del ala conservadora de la Sangha, división que tuvo lugar durante el siglo que siguió a la ruptura definitiva ocasionada en el Segundo Consejo, el Consejo de Vaisali. No obstante, que esta forma actual de budismo sea la descendiente de esa antigua escuela no es ni mucho menos tan evidente como se piensa en Ceilán, Birmania y los demás países que se suponen seguidores del Theravada. Si bien, debido a la tendencia de su enseñanza, se puede como mínimo inferir con certeza que su forma de budismo viene de alguna de las escuelas del Hinayana. Además, que haya sido la única escuela de este tipo que ha sobrevivido justifica que se la denomine con el nombre que originalmente abarcaba a todo el grupo. Con el término Mahayana nos referimos a la forma del budismo que florece en Nepal, Tíbet, Mongolia, la China, el Japón, Corea y en algunas partes de Asia Central. Su base literaria son los voluminosos textos del Canon Sagrado Tibetano y del Canon Sagrado Chino, la mayoría de cuyo material es la traducción de textos sánscritos de los que tan sólo un diez por ciento, aproximadamente, se conservan en la lengua original. La versión del Canon Tibetano en mongol y la del Canon Chino en japonés, ambas con material propio añadido, son de menor importancia. Desde el punto de vista histórico, las escuelas y subescuelas del Mahayana -que muy probablemente cuente con un centenar de ramas que parten del tronco original- son los descendientes espirituales de los Mahasanghikas, o la Gran Asamblea que representa al ala progresiva de la Sangha durante el Consejo de Vaisali. Algunos expertos académicos, guiándose erróneamente por el criterio meramente intelectual y justificándose en que se encuentra muy poco en las doctrinas de los mahasanghikas que sea claramente Mahayana, los han clasificado a ellos y a sus descendientes inmediatos como hinayanistas. Yo prefiero seguir la tradición mahayánica y aplicar el criterio de la continuidad en la vida espiritual en vez del criterio de la igualdad de la doctrina. El lector decidirá cual de estos dos procedimiento concuerda mejor con el principio establecido en la sección anterior; cual de los dos es realmente más budista. De todas formas, está claro que ya no existen ni los mahasanghikas ni ninguno de sus descendientes inmediatos y el pequeño residuo característico de su doctrina, tan severamente escrutado por los expertos académicos, no fue tomado y desarrollado por ninguna escuela reconocida como hinayanista sino por escuelas exclusivamente mahayánicas. En el capítulo tercero veremos como eran estas escuelas, lo que enseñaban y siguen enseñando, pues, contrariamente a las escuelas del Hinayana, no han empezado todavía a marchitarse. Lo que nos interesa en este capítulo es, en primer lugar, la naturaleza en general del conflicto entre el Hinayana y el Mahayana -pues a nivel intelectual fue y sigue siendo un conflictoindependientemente de las complicaciones que puedan introducir escuelas particulares de uno u otro yana. En segundo lugar, investigaré lo que podría llamarse Mahayana básico, o los principios comunes a todas las escuelas del Mahayana, de igual forma que en el primer capítulo investigué y describí las doctrinas y los métodos comprendidos en lo que denominé budismo básico, y que son comunes a todas las escuelas budistas sin excepción. El término Mahayana literalmente significa Gran Camino o Vehículo Superior, mientras que el término Hinayana significa literalmente Camino Pequeño o Vehículo Inferior. De la índole de la distinción marcada por estos términos, si bien existen otros menos injuriosos en los textos en sánscrito, se puede fácilmente deducir no sólo que fueron creados por los mahayanistas sino también que fue su intención el indicar una diferencia de gran importancia para ellos. La palabra yana, aunque no fuera nunca usada por el Buda en el sentido que más tarde se le dio, fue un término usado por todas las escuelas del budismo antiguo. Todas esas escuelas reconocían la existencia de tres yanas: el Sravakayana, el Pratyekabuddhayana y el Bodhisattvayana que quieren decir respectivamente el Camino (Vehículo o Carrera) del Discípulo, del Buda “Solitario” y del Bodhisattva. Las referencias a estos tres tipos de aspirante y sus respectivos “vehículos” (usaré este término ya que aparece en una importante parábola que voy a citar) se da con mucha frecuencia en casi todas las escrituras, comentarios y obras de exposición doctrinal del Mahayana. El término Sravaka (Savaka en pali), “Oyente” o Discípulo, se refiere a aquel que alcanza cualquiera de las cuatro fases de la Santidad, incluyendo la Arahantidad, sólo por haber “oído”, es decir aprendido, acerca del Camino Transcendental por medio de la enseñanza personal de un Buda o un discípulo de un Buda. En cambio, el Pratyekabuddha (Paccekabuddha en pali) alcanza la Arahantidad con independencia completa de ayuda exterior; ya que, viviendo sin maestro y sin discípulo, no intenta compartir con los demás el Camino al Nirvana que obtiene por sí mismo. Por consiguiente, lógicamente se le denomina Buda “Individual”, “Privado”, “Solitario” o “Silencioso”. El Bodhisattva (Bodhisatta en pali) es aquél resuelto a alcanzar la Iluminación Suprema (éste es el significado literal del término) no por su propio beneficio sino por el de todos los seres. Su carrera dura cientos de miles de renacimientos y en cada uno de ellos se prepara para su gran logro practicando heroicamente las Seis Perfecciones. En su último renacimiento humano alcanza la Iluminación de igual modo que el Pratyekabuddha, sin la ayuda de un maestro. Pero en vez de pasar inadvertido al Nirvana se alza de su asiento bajo el Árbol Bodhi para pasar a ser el Maestro de los Dioses y los Hombres. Puesto que el Bodhisattvayana tiene por objetivo la Iluminación Suprema, este vehículo es también llamado Buddhayana o Tathagatayana. Según el Canon Pali, el Buda no reconoció ninguna diferencia esencial entre su visión clara y la de sus discípulos. La única diferencia fue la del carácter accidental de la anterioridad y posterioridad del logro -las referencias a la Budeidad Pacceka son infrecuentes. Sin embargo, a las escuelas más antiguas del budismo la diferencia les pareció mucho mayor y la Arhantidad, la Budeidad Pratyeka y la Budeidad (Suprema) gradualmente asumieron las características de ideales espirituales mútuamente independientes y distinguibles. Una vez diferenciados, surgieron las correspondientes diferencias de opiniones con respecto a cual de los tres debía ser seguido. En la opinión de los theravadines, el Bodhisattvayana no era un ideal de validez universal porque tan sólo era la descripción del Camino seguido por los Tathagatas, que aparecían milagrosamente en el universo con extremada infrecuencia. Es por eso que ellos mantenían que el Buda sólo había enseñado el Camino de la Arahantidad y que, salvo la excepción de una minoría infinitesimal cuyo destino era la Iluminación Suprema, todos los budistas debían seguir únicamente ese Camino. En cambio, para los sarvastivadines los tres ideales eran igualmente válidos. Para ellos cada budista podía seguir el camino que prefiriese, siendo las diferencias en los caminos cuestión de temperamento. En el empeño de explicar la índole de esas diferencias de temperamento y por qué existían, los sarvastivadines desembocaron en varias dificultades doctrinales que, junto con algún otro problema, fueron heredadas por los mahayanistas. Pero estos al final encontraron la solución a estos problemas adoptando un punto de vista desde el cual ya no surgían. A propósito de esto, es curioso destacar que al menos uno de los más distinguidos maestros exponentes del Theravada actual, habiéndose lógicamente impresionado con lo sublime del ideal del Bodhisattva, predica en el nombre del budismo puro la mismísima doctrina sarvastivadina de los tres ideales. Este hecho es significativo porque sugiere que la doctrina theravada corriente no puede apoyarse en sus propias escrituras en pali. Los mahayanistas, en oposición a los theravadines y a los sarvastivadines, mantuvieron vigorosamente la validez universal del Bodhisattvayana, insistiendo en que todos los budistas debían de aspirar a la Budeidad Suprema. Según ellos, el Camino del Discípulo y el del Buda “Solitario” conducían a la liberación de tan sólo una persona, esto es, la mera iluminación individual, que a su parecer era un ideal restringido además de egoísta. En cambio, el Camino del Bodhisattva, si bien era incomparablemente más arduo, conducía al final a la emancipación de una infinidad de seres, a la Iluminación universal, y representaba un ideal de altruismo sin límite; obviamente el ideal más noble y elevado que existe. Al yana del Discípulo y al del Buda “Solitario”, por ser de aspiración más reducida, les aplicaron el epíteto hina, que significa bajo, pequeño o inferior; mientras que al del Bodhisattva, por ser de aspiración ilimitada, el epíteto maha, que significa sublime, grandioso o superior. Así los término Hinayana y Mahayana expresan el antagonismo fundamental que existe entre los ideales espirituales de las dos grandes ramas del budismo, es decir, entre los ideales de la iluminación individual de un lado y la iluminación universal del otro. No hemos de olvidarnos, sin embargo, de lo que dije en la sección anterior en relación con la posibilidad de que doctrinas contradictorias conduzcan a la misma realización transcendental. Los Mahayanistas por regla general no perdieron de vista esta dimensión superior del problema, mientras que sus oponentes permanecieron invariablemente inconscientes de ella. Así pues, los mahayanistas declaraban enfáticamente en las palabras del Sutra Saddharma Pundarika, una de las escrituras más impresionantes e importantes del Mahayana, que “en todo el universo no hay ni siquiera dos vehículos, cuanto menos tres”52. Por medio de una parábola muy famosa en Oriente, el Sutra Saddharma Pundarika establece, esta importantísima doctrina de la identidad de los tres yanas en el plano transcendental. El Bienaventurado, en el Pico del Buitre, sentado entre una inmensidad de Bodhisattvas, dioses, reyes-dragones, reyesdemonios y sus seguidores (¡los Arahantes se habían marchado ofendidos!), le dice al Venerable Sariputra: “-Sariputra, imagina que en un reino, ciudad o pueblo, viviese un gran hombre, de edad avanzada, en la plenitud de su madurez, inmensamente rico, un hombre que poseyese mucha tierra de cultivo, casas, esclavos, servidores. Imagina su casa espaciosa y grande pero con una puerta sólo, una casa en que habitase mucha gente, cien, doscientas o incluso quinientas personas. Imagina que los vestíbulos y habitaciones fueran viejos y que estuviesen mal preservados, las paredes empezando a desmoronarse, la base de los 52 W.E. Soothill, The Lotus of the Wonderful Law, pág. 69 pilares desgastada, las vigas sueltas y peligrosas. No sólo esto, sino que también de pronto la casa empezase a arder por distintos sitios. Imagina que el anciano tuviese diez, veinte o incluso treinta hijos y que estuviesen en la casa. Viendo las llamas muy alarmado pensaría: ‘Aunque yo puedo salir ileso por la puerta de la casa incendiada mis muchachos están placenteramente absortos en sus diversiones, sin recelo, sin darse cuenta, sin sorpresa o miedo. Aunque el fuego se apresura hacia ellos y son inminentes el dolor y el sufrimiento, a ellos no les importa, ni temen, ni tienen impulso alguno de escapar’. Sariputra, el hombre pensaría entonces: ‘Mis brazos son robustos mi cuerpo es fuerte. ¿No los podría sacar llevándolos sobre una mesa, un banco u ofreciéndoles un jarro con flores? La casa tiene sólo una puerta que es además baja y estrecha, mis hijos son pequeños, no se dan cuenta de nada y no quieren dejar el lugar en que juegan, podrían caer en las llamas y arder. Tengo que decírselo, tengo que advertirles que la casa está ardiendo, que deben salir inmediatamente si no arderán, serán dañados por el fuego’. Habiendo pensado esto él gritaría: ‘¡Eh, vosotros salid, aprisa!’ Pero aunque su padre, con compasión, trata de persuadirlos y de advetirles con palabras benévolas, los muchachos alegremente absortos en sus juegos, no se inclinan a creerle, ni se sorprenden, ni se les ocurre escapar. Además, no saben qué es el fuego, ni qué es la casa, ni lo que quiere decir la perdición, así que corren de aquí para allá jugando y sin prestar atención a su padre. Entonces él piensa: ‘La casa está ardiendo en una conflagración de llamas si no salgo con mis muchachos de una vez no hay duda de que arderemos. He de hacer que ellos escapen del desastre por algún medio’. Sabiendo las predisposiciones de cada uno de sus hijos y los juguetes y curiosidades a que, con alegría responden, el padre les dice: ‘Aquí hay cosas para jugar preciosas y poco corrientes, si no salís a cogerlas ahora os arrepentiréis después. Fuera de la casa hay carretas tiradas por cabritos, carretas tiradas por gacelas y carretas tiradas por toros. ¡Listas para que juguéis con ellas! Salid todos de la casa en llamas y os daré todo lo que queráis’. Tras esto los hijos, al oír que el padre menciona juguetes tan atractivos y que se ajustan a sus deseos, corren hacia la puerta con impaciencia adelantándose unos a otros y empujándose, saliendo así de la casa incendiada. Entonces el anciano, viendo que sus hijos han salido ilesos y están todos en la plaza sentados al aire libre, ya no se siente turbado, la mente tranquila y extasiada por la alegría. Entonces los muchachos le dicen al padre: ‘Por favor, danos todos esos juguetes que nos prometisteis, las carretas con cabritos, las carretas con gacelas, las carretas con toros’. Sariputra, el anciano entonces les da una gran carreta a cada uno, espaciosa y lujosa, adornada con todo tipo de cosas preciosas, con asientos con barandilla, con cascabeles en los cuatro lados, cortinas, decoradas espléndidamente con artículos preciosos y originales, con incrustaciones de piedras preciosas, guirnaldas de flores, gruesas y preciosas alfombras y abundantes cojines rosados. Están enganchadas a toros blancos, de piel totalmente blanca, bellos animales, poderosos y fuertes, y que caminan con paso regular y a la velocidad del viento. Con ellos hay también servidores y guardianes. ¿Por qué todo esto? Porque el gran anciano es inmensamente rico y sus almacenes rebosan de riquezas. Por lo tanto piensa: ‘Todos estos muchachos son mis hijos y los quiero a todos igual. Teniendo gran cantidad de estas magníficas carretas hechas de los siete materiales preciosos, debo concederles sin parcialidad una a cada uno, sin discriminar. ¿Por qué? Porque si tuviera que obsequiar a toda la nación mis riquezas no se agotarían; ¡muchísimo menos se han de agotar obsequiando a mis hijos!’ Mientras tanto cada uno de los hijos conduce su gran carreta, habiendo así recibido lo que nunca antes tuvo y lo que jamás había esperado tener. (The Lotus of the Wonderful Law, págs. 86 89) Esta gran parábola se repite en la gatha, o porción en verso del texto, aún con más embellecimiento del estilo, y cada detalle de ella está lleno de significado que ha de ser extraído con estudio paciente y atento. El Sutra explica muy bien que el anciano rico es el Buda; la casa incendiada, con los vestíbulos viejos y habitaciones decrépitas, representa los distintos reinos de las existencia fenoménica, todos ellos transitorios y ardiendo con las llamas de la avaricia, el odio y la ignorancia; los muchachos insensatos, alegremente absortos en sus juegos, son los seres; las carretas que les promete el anciano, las de los cabritos y las de las gacelas, son el vehículo del Discípulo y el del Buda Pratyeka, mientras que las carretas de los toros adornadas con gran lujo que al final conducen los muchachos son el Gran Vehículo del Bodhisattva. El Sutra admite, desde el punto de vista del Método, la existencia de tres Vehículos pero respecto a la Doctrina sólo reconoce uno. La diferencia entre los yanas es un ingenio que es necesario porque desde el punto de vista de la verdad relativa hay seres de disposiciones diferentes. Pero al nivel de la verdad absoluta, donde no se dan ni siquiera diferencias reales entre los seres, no hay cuestión ni de diferencias de temperamentos ni de vehículos. El Sutra Saddharma Pundarika enseña lo mismo que el Sutta Satipatthana del Canon Pali, es decir, que, en palabras de este último, existe “sólo una forma.... para la purificación de los seres, para superar el pesar y los lamentos, para la destrucción del sufrimiento y de la pena, para alcanzar el camino correcto, para lograr el Nirvana”. Esta “forma única” (ekayana) según el Canon Pali consiste en lo siguiente: mantener la atención consciente del cuerpo, especialmente de la respiración; la de las sensaciones, sean placenteras, dolorosas o neutras; la de los pensamientos, sean estos puros o estén corrompidos por la avaricia, el odio y la ignorancia; y, finalmente, la de los dhammas, en el sentido de la totalidad de las formulaciones conceptuales de la Enseñanza, tales como los cinco “montones”, los siete constituyentes de la Iluminación y las cuatro Verdades Nobles. Las primeras tres bases para el desarrollo de la atención consciente coinciden, tanto en principio como en detalle, con la segunda fase del Camino, la Meditación; la cuarta base es idéntica a la Sabiduría, que es la tercera fase. La primera fase, la Moralidad, aunque no se menciona en este sistema cuádruple para el entrenamiento espiritual, ha sido obviamente asumida de forma tácita por ser el requisito previo indispensable de todas las prácticas mencionadas. En el capítulo cuarto veremos que las seis perfecciones practicadas por el Bodhisattva son una versión ampliada de las tres fases del Camino que recorre el Arahant; no el individualista espiritual de la tradición Hinayana, sino aquel cuya realización transcendental iguala a la del Buda, tal y como El lo describe en su propia Enseñanza trasmitida incluso en los modificados textos del Canon Pali Theravada. Las escuelas del Mahayana, igual que el Buda, enseñaban que en realidad sólo existe un Camino, o Vehículo, para la Iluminación. Enseñaban que todos los caminos menores, siendo la consecuencia de las idiosincrasias de temperamentos particulares, confluyen al final en el ancho camino único que va directo, sin desviación alguna, hasta la Ciudad del Nirvana. El Sutra Saddharma Pundarika es, en su forma literaria existente, uno de los documentos más antiguos del movimiento mahayánico. La totalidad de su contenido, no sólo la Parábola de los Tres Vehículos, debe ser considerada la señal visible de una vuelta espiritual a la esencia transcendental del Dharma enseñado por el Buda. Si bien para los mahayanistas, ya que ellos no habían perdido el sentido original de la Enseñanza, no se trataba de una vuelta a la Enseñanza original sino de una reafirmación y una fuerte protesta contra la incapacidad de los hinayanistas de elevarse por encima de las contradicciones intrínsecas al enfoque meramente intelectual. Sin que queden rechazados los principios expuestos en la sección anterior, lo que equivaldría a rechazar la totalidad del contenido transcendental del Dharma, es inescapable concluir que el Mahayana, en vez del Hinayana, es el principal medio de transmisión del Dharma. Por lo tanto el Mahayana es el canal por el que se transmiten esas poderosas aguas, que como las del océano tienen tan sólo un sabor, el sabor de la emancipación; las aguas revitalizadoras de la Verdad enseñada por el Buda. IV. Los factores que originaron el Mahayana. La Parábola de los Tres Vehículos, como toda forma de instrucción doctrinal no conceptual, es sumamente sugestiva, de modo que el estudiante más escrupuloso a veces saca de ella conclusiones que se le escapan al lector de interés más superficial. El rico anciano, ansioso por salvar a sus hijos de las llamas, les promete carretas tiradas por cabritos, carretas tiradas por gacelas y carretas tiradas por toros. Pero cuando salen ilesos de la casa incendiada les obsequia a todos con las carretas de los toros, que son mayores y mejor decoradas de lo que ellos hubieran podido imaginar. Es curioso que el sutra, que está escrito con un lenguaje muy exuberante y de gran colorido, no aproveche la oportunidad de realzar el efecto del pasaje y su significado representando a los muchachos, al final, conduciendo carretas con caballos, o montados sobre elefantes, o cualquier cosa más imponente que las carretas de los toros. Mientras que el anciano y sus hijos están en la casa incendiada, que representa la existencia fenoménica, se hace referencia a tres vehículos uno de los cuales es la carreta de los toros. Pero cuando están fuera de la casa, lo que representa el plano transcendental, las mismas carretas de los toros son mencionadas como si fueran el único vehículo. Esto sugiere que el Mahayana es doble en significado y apariencia. Al nivel intelectual en que se formulan las indicaciones conceptuales de realidades transcendentales, indicaciones a veces contradictorias y que llamamos las doctrinas del budismo, el Vehículo del Bodhisattva es distinto de los del Discípulo y el Pratyekabuddha; el Mahayana se opone al Hinayana. Pero en el plano transcendental todas las contradicciones, que son resultado del intelecto, se funden en un estado de fusión mutua y el Mahayana transciende incluso su propia oposición a otras escuelas y nos revela su carácter esencialmente no conceptual. La superioridad del Mahayana consiste en que usa formulaciones conceptuales sin dejarse limitar por ellas. Por lo tanto, hay, en cierto sentido, dos Mahayanas, uno que no se limita a ninguna forma de budismo sino que coincide con toda la Tradición y no ataca ninguna escuela sino que las abarca, acepta y, realmente, transciende a todas; y otro Mahayana que difiere con frecuencia del Hinayana en Doctrina y Método, en Canon y en localización geográfica. El Mahayana transcendental es en esencia idéntico al Dharma Eterno, no tiene ni principio ni final y existe en la perfección fuera del tiempo, sin historia y sin vicisitudes. Su manifestación en el tiempo y el espacio posee, como la del Dharma, y como la de un movimiento histórico particular un origen más o menos definitivo, en este caso la escisión de Vaisali. Además, lógicamente, también posee el carácter específico que fue determinado por la índole de las circunstancias históricas que ocasionaron su surgimiento. Es imposible comprender como surgió el Mahayana y lo que representa históricamente sin comprender no ya sólo las desviaciones de la Enseñanza del Buda por parte del Hinayana. Hay también que comprender el espíritu tras esas desviaciones, además de los graves problemas de la actitud del Hinayana con respecto al Dharma en la época que surgió el Mahayana. Las acusaciones más graves contra el Hinayana pueden ser formuladas así: En la época en que surgió el Mahayana el Hinayana se había hecho (a) conservador y literalista, ciñéndose a la letra en vez de al espíritu y en general totalmente opuesto al cambio; (b) escolástico y excesivamente preocupado por el análisis y la clasificación de los estados de la mente; (c) desequilibradamente negativo en su concepción del Nirvana y del Camino; (d) excesivamente identificado con los aspectos meramente formales del monasticismo; y, probablemente lo más grave, (e) individualista en lo espiritual. Trataré ahora estas acusaciones una a una, puesto que no sólo atañen a las escuelas extinguidas del Hinayana contra las cuales se dirigió la protesta original del Mahayana, sino que también atañen a muchas de las exposiciones actuales del Dharma que hacen los theravadines. Las acusaciones son, por lo tanto, de interés contemporáneo además de histórico. El Theravada moderno, debido a la fidelidad con que continua representando las actitudes del Hinayana original, constituye, de hecho, evidencia viviente de la necesidad del movimiento Mahayana. El argumento más convincente a favor del Mahayana es, de hecho, el Hinayana. (a) Calificar al Vehículo Inferior de conservador y literalista no equivale a objetar contra una actitud que no acepta las nociones modernas del Progreso. Siendo el Progreso una concepción que no sólo no es budista sino que es incluso anti-budista, el uso de ese procedimiento requeriría nada menos que abandonar completamente el punto de vista totalmente tradicional que he adoptado en esta obra. Los asuntos que aquí van a tratarse van muchos más lejos que los que pudiera contemplar la limitada visión de la tecnología, para la que progreso es simplemente la multiplicación acelerada de artefactos. Ya hemos visto que el Dharma, con su división triple en Moralidad, Meditación y Sabiduría, fue enseñado por el Buda usando la imagen de una balsa, indicando así que es algo que se ha de dejar atrás. El Dharma no es la Meta en sí, sino el Medio de alcanzar la Iluminación y, por consiguiente, no posee un valor absoluto sino relativo e instrumental. En contraste, el literalismo del Hinayana consiste en su costumbre de pensar que las formulaciones intelectuales de la Doctrina tienen validez absoluta en vez de ser símbolos de la Realidad; esto es, su costumbre de pensar que constituyen descripciones adecuadas de la Realidad en vez de soportes para realizarla en la práctica. Es decir, la concepción que el Hinayana tenía de la Verdad era meramente racional. El Buda demostró, por ejemplo, la irrealidad esencial del supuesto ser individual dividiéndolo en sus fenómenos constituyentes más inmediatos y analizándolos, con el objetivo puramente pragmático de erradicar la apetencia y el apego. Sin embargo, los Hinayanistas, especialmente los sarvastivadines—sin bien se da el caso también con los theravadines—comenzaron a tratar estos fenómenos psicofísicos, o dharmas, como si fueran lo definitivamente real, desarrollando así un enfoque metafísico pluralista que está muy lejos de la renuncia rotunda del Buda a todas “las opiniones”. Para rectificar esta desviación del contenido de la Doctrina Original, los Mahayanistas enseñaron, como veremos con más detalle más adelante, la insubstancialidad (sunyata) no sólo de la persona (pudgala) sino también la de sus constituyentes físicos y sus estados mentales, los dharmas. Hay ciertas enseñanzas del Mahayana que no han de ser consideradas desarrollos que surgieran independientemente de un contexto, ya que de hecho no son otra cosa que una protesta contra las interpretaciones de doctrinas precedentes tan sumamente literales que llegaban incluso a impedir su funcionamiento como medios para alcanzar la Iluminación. Una vez que la Verdad quedó identificada con sus formulaciones conceptuales, no debió de pasar mucho tiempo antes de que los hinayanistas dieran el paso de equiparar las formulaciones de la Verdad con sus expresiones verbales. Tras haber sido pasada la tradición oral a la escritura—señal inequívoca de deterioro espiritual— la identificación se hizo con la letra de los textos. Sin darse cuenta de lo que Hui Neng habría de declarar más adelante, es decir, que “la profundidad de las enseñanzas de los varios Budas no tiene nada que ver con la lengua escrita” (The Sutra of Wei Lang), los hinayanistas confinaron su budismo a sus libros de bellísimas tapas lacadas y allí ha permanecido desde entonces. El conservadurismo fanáticamente agresivo—la antítesis del enfoque tradicional genuino—que caracteriza a ciertos grupos del theravada incluso actuales es la consecuencia directa de que las escuelas del Hinayana no entendieran que el Dharma, como el Buda dice en sus propias escrituras, es simplemente una Balsa. Si los budistas birmanos, por ejemplo, hubieran entendido esto, no se habrían gastado diez millones de rupias en lo que han llamado el Sexto Consejo Budista para en él determinar si una letra particular del texto era una d o una t. No es pues extraño que Chritsmas Humphreys, tras haber tratado en vano de persuadirles para que aceptaran sus Doce Principios del Budismo, declarase que el no había pensado hasta entonces que en el mundo budistas existiera gente tan aferrada a la letra de la tradición53. En la medida que las formulaciones conceptuales y las expresiones verbales de la 53 Via Tokyo, págs. 147-9 Enseñanza son tratadas como si poseyeran validez absoluta en vez de relativa, y en la medida en que se las considera descripciones de la Realidad en vez de indicaciones simbólicas, el camino a la realización del contenido transcendental de la Enseñanza queda interrumpido. No se puede aceptar, pues, la declaración de aquellos que dicen haber alcanzado la Otra Orilla, cuando en realidad no tratan al Dharma como a una Balsa sino como a una entidad fija en esta orilla. Puesto que identifican la Verdad con sus formulaciones conceptuales, no es sorprendente que confundan la comprensión racional de la Doctrina con su realización. (b)La segunda acusación contra el Hinayana es la del escolasticismo, que en este caso significa la preocupación excesiva con el análisis teórico y la clasificación de estados físicos y mentales; particularmente esto último. Al tratar a estos estados como a realidades, los hinayanistas naturalmente pensaron que haciendo una enumeración exhaustiva de los dharmas y catalogando cada una de sus numerosas permutaciones sería posible llegar a una imagen completa de la Realidad. Respaldándose en esta idea, los theravadines y los sarvastivadines emprendieron trabajos muy amplios que pertenecen a sus respectivos Abhidharma Pitakas, o Colecciones de la Doctrina Superior. Además escribieron una enorme cantidad de manuales exegéticos, un proceso continuado hasta nuestros días por el theravada. No es defendible la opinión según la cual el Abhidharma Pitaka, ya sea el sarvastivadin o el theravadin, pues no son idénticos, representa la palabra misma del Buda. Incluso la evidencia contenida en ambos pitakas dificulta el mantenimiento de dicha hipótesis en el sentido histórico. Algunas de las primeras escuelas del Hinayana, particularmente los sautranticas, se negaron de hecho a aceptar que el Abhidharma fuese la Palabra del Buda, argumentando que sólo lo eran el Vinaya y el Sutta. Esta postura es extrema e innecesaria, pues, como mantiene el Venerable Nyanatiloka, “...A pesar de este hecho (el origen posterior del Abhidharma Pitaka) no es en absoluto una corrupción o distorsión de la Doctrina del Buda, sino que más bien se trata de una tentativa de sistematizar todas las doctrinas expuestas en el Sutta, así como de aclararlas desde el punto de vista filosófico, o mejor dicho, psicológico y fisiológico”54. El Abhidaharma, aunque fue una expansión de la Enseñanza del Buda, es algo legítimo y, en efecto, necesario y provechoso, siempre que no trate las categorías metodológicas como si fueran realidades metafísicas, convirtiendo así las Escrituras en un fichero y sustituyendo la visión clara por la memoria retentiva. Esto todavía ocurre y, por lo tanto, la crítica del Mahayana sigue siendo pertinente. Prueba de ello es la forma en que el Venerable Nyanatiloka trata de explicar la diferencia entre el Sutta y el Abhidhamma: El tema de ambos es prácticamente el mismo. Brevemente explicada, la diferencia principal en el tratamiento del tema consiste en que en el Sutta las doctrinas son explicadas con las palabras filosóficamente incorrectas y convencionales del lenguaje cotidiano (vohara vacana) que cualquiera entiende, mientras que el Abhidharma hace uso de términos puramente filosóficos que son verdaderos en sentido absoluto (paramattha vacana). Así, en el Sutta se habla con frecuencia de “individuos”, “personas”, “yo”, “tú”, “el ser”, incluso la renacimiento del “ser”, etc., como si esas supuestas individualidades existieran en realidad. En cambio, el Abhidarma trata de realidades (paramattha dharma), es decir, de fenómenos físicos y psíquicos, a los cuales solamente puede llamarse correctamente realidades, si bien son de duración momentánea, surgiendo y desapareciendo de momento en momento (Guide Through the Abhidharma Pitaka, pág. 3). ¡Esto es realismo pluralista total! El Venerable Nyanaponika Thera, discípulo del Venerable Nyanatiloka Maha Thera, mantiene una opinión contraria: solamente en el budismo se dan las diferencias intelectuales entre maestro y discípulo sin por eso romperse la relación entre ellos; admisión tácita es esta de la relatividad de todas las formulaciones 54 Guide Through The Abhidharma Pitaka, pág. 1 conceptuales de la Doctrina. Refiriéndose a “los peligros intrínsecos al método puramente analítico” escribe: Este peligro consiste en tomar, erróneamente, por entidades genuinas separadas las “partes” que resultan del análisis, en vez de restringir su uso al propósito metodológico y práctico: el propósito de la clasificación (orientación) y disolución de las unidades componentes que equivocadamente son concebidas como unidades de carácter definitivo...Ya cayeron en este peligro escuelas budistas antiguas, por ejemplo los vaibhasikas, conocidos generalmente por el nombre de sarvastivadines, que pertenecían a lo que se ha llamado Hinayana...Las enseñanzas de estas escuelas fueron probablemente la razón por la que el Hinayana ha sido generalmente calificado de doctrina “pluralista”, tanto por los pensadores mahayánicos como por algunos escritores modernos. Pero no se puede decir con razón tal cosa sobre la escuela theravada y aún mucho menos sobre el Canon Pali...Hago hincapié de nuevo en que la tradición theravada genuina, en mi opinión, no se ve afectada por esa crítica, esto es siempre que su postura sea formulada con la debida precaución, es decir, usando el método analítico y el sintético como los utilizó el Buda tanto en el Sutta como en el Abhidhamma. Siguiendo también en esto el gran ejemplo del Maestro se evitará el peligro de convertir (o pervertir) los conceptos de validez relativa en entidades de realidad definitiva. (Abhidhamma Studies, págs. 18-9) Por supuesto, ésta es precisamente la postura del Mahayana, que no rechazó el Abhidharma sino que, al contrario, incorporó a su propia tradición la versión sumamente desarrollada de los sarvastivadines. Lo que divide al Hinayana y al Mahayana, en esto como en otras cosas, no es tanto la diferencia de doctrinas sino la evaluación de ellas. Ambos aceptan la clasificación de los dharmas en el Abhidharma. Pero para el Hinayana son realidades, mientras que para el Mahayana no lo son. Es muy posible que el escolasticismo exagerado del Hinayana haya sido uno de los factores que más ha contribuido al descuido de la práctica de la Meditación, lo cual es una característica sorprendente del budismo theravada moderno. Si se piensa que la verdadera imagen de la Realidad es una lista, o una tabla de dharmas, que es algo completamente comprensible al raciocinio, ¿ No dejará de ser imperiosa la necesidad de lograr la Sabiduría, y, por lo tanto, la practica de la Meditación? Es significativo que el Venerable Nyanaponika Thera escribe que el Nuevo Método Birmano del Satipatthana “no tiene por objetivo la concentración sumamente centrada de los estados de absorción meditativa (jhanas), sino que conduce directamente a la visión clara liberadora (Vipassana)”55. Se puede, en efecto, lograr la visión clara sin haber alcanzado los jhanas en esta vida; pero que cierta forma de “estudio” del Abhidharma sea tan popular en Birmania naturalmente refuerza la sospecha de que el conocimiento teórico, en el sentido peyorativo moderno del término, ha sido en algunos casos tomado por la Sabiduría. (c) Su concepción desequilibradamente negativa del Nirvana y el Camino, que es la tercer área de objeción contra el Hinayana, está estrechamente conectada con su escolasticismo. Según el Abhidharma, hay dos tipos primarios de dharmas, los samskrta, o compuestos, y los asamskrta, o no compuestos. La segunda categoría sólo cuenta con dos dharmas, uno de los cuales es el elemento transcendental del Nirvana. Todos los demás dharmas, setenta y tres, según los sarvastivadines, son compuestos, por lo que no se les considera transcendentales sino mundanos. El Abhidharma se limita prácticamente a la clasificación de estos dharmas mundanos; el Nirvana, una vez debidamente enumerado, no es apenas mencionado de nuevo y queda en segundo plano. Al ser esto así, los hinayanistas tratan en efecto los dharmas condicionados como si fueran realidades definitivas y confunden con la Sabiduría la comprensión racional de esas “realidades” y sus distintas permutaciones. Cuando se piensa que los dharmas condicionados son entidades existentes, no queda otra alternativa que calificar al elemento transcendental del Nirvana de no entidad, o no existente. Esta no fue, por 55 El Corazón de la Meditación Budista supuesto, una conclusión explícitamente sacada por los hinayanistas que, con Nagasena, siguieron la afirmación del “Nirvana es”. Pero la influencia de lo que viene a ser una aplicación sistemática del punto de vista mencionado fue mayor, al final, que la de una afirmación meramente formal. Así, pensando que el Samsara existía y que el Nirvana era relativamente no existente, el logro del Nirvana inevitablemente llegó a interpretarse en términos de la cesación del proceso samsárico, o de la extinción de lo fenoménico. Debido al hábito de hacer hincapié en los aspectos negativos de la Enseñanza del Buda, en vez de en los positivos, las distorsiones graves de la Doctrina se hicieron frecuentes en los círculos del Hinayana. Como vimos en el primer capítulo, el Buda alcanzó la Iluminación por haber obtenido la visión clara del principio universal de la condicionalidad. Su formulación es la doctrina fundamental budista de la Coprodución Condicionada que fue formulada por medio de la “cadena” de los cinco, ocho, diez, doce o veinticuatro eslabones, según el contexto. La última de estas, la más completa, consiste en dos series de doce fases causalmente asociadas. La primera explica el origen y la cesación del ciclo de la existencia fenoménica; de la ignorancia al sufrimiento, y la segunda describe el surgimiento sucesivo de factores psíquicos, como la fe y el júbilo, que se superan progresivamente hasta que culminan en el logro del Nirvana. A causa de su marcada preferencia por el lado negativo de la Enseñanza, los hinayanistas, desatienden la segunda serie. Queda así desatendida la serie que describe positivamente el Camino al Nirvana, la que lo describe con términos de crecimiento y desarrollo, y se fijan exclusivamente en la primera serie que representa el Camino como el proceso de cesación nada más. Por esta misma razón, las Cuatro Verdades Nobles (una formulación y aplicación del principio de la condicionalidad universal desde un punto de vista metodológico específico) han llegado a ocupar el lugar primordial de la doctrina hinayánica, si bien existen razones para creer que no ocupan tal lugar en la Enseñanza propia del Buda. Es cierto que, en el contexto del Camino Óctuple, los hinayanistas explican la Cuarta Verdad, la Verdad del Camino a la Cesación del Sufrimiento, la cual comprende tanto prácticas negativas como positivas. Sin embargo, mantienen que todas esas prácticas contribuyen a un estado que, según esta formulación, es la extinción total del sufrimiento: un estado definido de forma negativa. Por eso, inevitablemente decrece la influencia que podría tener la Cuarta Verdad para que se admitieran al menos algunos factores positivos de la vida espiritual. Además, el Camino Óctuple, tal y como lo describen los textos en pali, es por lo general de carácter un tanto negativo. La Comprensión Correcta es, según estos textos, la comprensión de las Cuatro Verdades; la Aspiración Correcta la renuncia a la avaricia, la ira y a la crueldad; el Habla Correcta, la renuncia a la mentira, las habladurías, a las palabras hirientes y malsonantes, y a la charlatanería; la Acción Correcta es la renuncia a quitar la vida, al hurto y al acto sexual en situación ilegítima; y así sucesivamente. Esta representación del Camino da la impresión de que la vida budista es una negación total—un panorama que difícilmente inspira. Sin embargo, ésta no es la impresión que produce la lectura de todo el Canon Pali, que, a pesar de haber pasado por las manos de generaciones de redactores hinayanistas, no le faltan enseñanzas de carácter positivo. Gracias a los esfuerzos de la Sociedad de Textos en Pali, existen ediciones competentes en inglés de todo el Tipitaka, lo que hace posible una presentación más equilibrada del Dharma que la que hacen la mayoría de los theravadines a partir de los mismo textos. (d)La identificación excesiva con los aspectos del monasticismo meramente formales es la cuarta acusación contra el Hinayana y sigue inevitablemente a las acusaciones ya mencionadas. El apego a la letra de la Enseñanza en vez de la atención a su espíritu conduce, tarde o temprano, al dominio indebido del aspecto institucional de la religión sobre el aspecto personal. El escolasticismo eleva más la comprensión racional que la realización e impide, así, tanto la práctica de la Meditación como el logro de la Sabiduría. De este modo, la Moralidad no sólo pierde su autoridad transcendental sino que, además, deja de ser una necesidad para el entrenamiento ético y se convierte en la mera conformidad externa con los preceptos disciplinarios. Por otro lado, las concepciones exclusivamente negativas del Nirvana y el Camino conducen a la interpretación errónea del ideal de la renunciación y se equipara “abandonar el mundo” con la vida perezosa e inactiva. Estos factores junto a otros de menor importancia son la causa de la identificación exclusiva de la vida religiosa con los aspectos formales del monasticismo, una característica prominente del Hinayana. Actualmente, todo lo que se espera del monje en el llamado mundo theravada es la observancia rígida y estricta de la letra del Vinaya, por lo menos en público. Por lo general, los monjes aceptan el papel que les da la sociedad y lo juegan extremadamente bien, cuyo resultado es que la Sangha Theravada se ha convertido en un invernadero donde florecen los más variados tipos de hipocresía. Las flores exquisitas y extraordinarias del formalismo monástico, que como parásitos chupan la vitalidad y fuerza del tronco poderoso del Dharma, pueden ser recogidas a cestos por cualquier peregrino observador que visite la casa, o mejor dicho, las casas del “budismo puro”. Con aires de infinita satisfacción y superioridad, se le informará a nuestro peregrino de que los monjes del Theravada sólo comen una vez al día y que no manejan dinero. Pero su admiración pronto se convertirá en asombro cuando se de cuenta de que dichos monjes consumen tres comidas fuertes al día, todas ellas consideradas técnicamente una comida siempre que se tomen antes del medio día. La misma rigidez se aplica al recibo de donativos en metálico, los cuales son recibidos envueltos en tela para evitar el contacto directo con el dinero, protegiendo así la pureza de la observancia, y los hermanos ricos más escrupulosos manejan sus asuntos fiscales a través del banco. Los hábitos ya no se hacen con trapos; retales de tejido fino de lino o de seda, que es muy cara, son cortados en rectángulos para ser cosidos después, y a veces se hacen complicadas costuras sobre retales que no se han cortado. Hecho de esta manera, el hábito del monje, un símbolo de pobreza, puede ser cuatro o cinco veces más caro que el de un laico acomodado. Similarmente, el vihara que originalmente era una simple cabaña a la orilla del bosque, se ha convertido en un bungaló cómodo y bien amueblado en el que se le provee al monje gratuitamente con todo tipo de comodidades. Durante la época del Buda y, probablemente, durante varios siglos después, había un elemento de riesgo e incertidumbre en la adopción de la vida monástica. El Maestro mismo, según las escrituras, de vez en cuando volvía de pedir con su cuenco vacío—lo cual los comentaristas lo atribuyen a la intervención personal de Mara—y si esto le ocurría a El, debía de ocurrir aún con más frecuencia a sus discípulos. Hoy en día en los países del budismo theravada nunca retorna un monje con el cuenco vacío. Desde el día de su ordenación hasta el día de su muerte el monje es mantenido confortablemente, quizá incluso con lujo, sin necesidad de que haga nada en absoluto para el beneficio de la sociedad que lo mantiene. En esos países la vida monástica ha degenerado y en vez de ser una aventura espiritual es una buena forma de procurarse seguridad. Por muy extraño que parezca, la vida monástica, en la forma en que el Buda, según el Canon Pali, quiso que se viviera, puede ser llevada a cabo más fielmente en la India, donde no existe el budismo en su forma institucional, que en Ceilán, Birmania o Siam. Paradójicamente, el estándar espiritual de la Sangha puede ser superior cuando su subsistencia depende de población que, si bien simpatiza con el budismo, no es exclusivamente budista. Una vez que el budismo se convierte en la religión del Estado, lo que viene a ser la seguridad económica de la Sangha, la vida monástica en la mayoría de los casos deja de tener significado espiritual para pasar a ser poco más que el medio de vida de algunos gandules. Aunque esto, en cierta medida, constituye una tragedia para la Sangha en todo el mundo budista, las ramas de la Orden que pertenecen al Mahayana se han esforzado siempre por adaptarse a los cambios de condiciones. De forma que aún cuando el budismo se establece como religión del Estado y la Sangha es abastecida, han sabido hasta cierto punto mantener la inseguridad económica del monje y con ello su libertad espiritual. En cambio, las ramas de la Sangha en el Theravada, oponiéndose por principio a cualquier adaptación, han mantenido sobre las bases de la seguridad económica total los aspectos formales de una vida basada en la inseguridad económica absoluta. No es de extrañar que la vida monástica del Hinayana esté hoy minada de arriba a abajo de la más completa hipocresía, o que el Vinaya, a la hora de la verdad, se haya reducido a una sola obligación: la obligación de no ser descubierto. (e)El literalismo, o el apego a la letra de la Enseñanza en vez de la atención al espíritu; el escolasticismo, en el sentido de la preocupación excesiva con el análisis y la clasificación de estados mentales; la concepción desequilibradamente negativa del Nirvana y el Camino; la identificación desmesurada con los aspectos meramente formales del monasticismo; todas estas acusaciones son ya muy graves, pero más grave aún es la quinta y última acusación del Mahayana contra el Hinayana: la acusación de individualismo espiritual. Ya hemos visto que existe una interconexión entre las distintas actitudes del Hinayana a que se refieren las cuatro primeras acusaciones; una actitud produce a la otra. Ahora bien, el individualismo espiritual, la actitud a que se dirige la quinta acusación, conecta con todas directamente, ya que es su raíz más profunda, su fuente y su centro. Por esta razón los textos mahayánicos de la Prajñaparamita tratan con amplitud del “egoísmo” de los Discípulos y de los Pratyekabuddhas, la primera y más fundamental de todas sus faltas, y de su contraste con el altruismo ilimitado del Bodhisattva. Queda así demostrado en esa Escritura que el individualismo espiritual del Hinayana es la causa esencial del conflicto entre las dos escuelas. Los textos de la Prajñaparamita son quizá el testimonio literario más antiguo de la reacción del Mahayana contra la estrechez del Hinayana, así como de su desplazamiento hacia la amplitud de la Enseñanza original. En el Ashtasahasrika el Buda dice: -El Bodhisattva no debe entrenarse del mismo modo que las personas que pertenecen al vehículo del Discípulo o al del Pratyekabuddha. ¿Pues cómo se entrenan los Discípulos y los Pratyekabuddhas? Ellos deciden “un solo ser hemos de adiestrar, un solo ser hemos de pacificar, un solo ser hemos de conducir al Nirvana”. Por consiguiente, se ejercitan con aquello que trae consigo raíces sanas para su propio entrenamiento, la pacificación propia, la propia marcha hacia el Nirvana. El Bodhisattva no debe en modo alguno entrenarse así. Al contrario, así se entrenará él: “Mi propio ser pondré en la Talidad de forma que el mundo entero sea ayudado, también pondré a todos los seres en la Talidad y conduciré al Nirvana a toda la inmensidad de seres en el mundo”. Con esta intención el Bodhisattva se ejercita para el progreso espiritual del mundo. El Pañcavimsatisahasrika ilustra la diferencia entre los dos ideales con un símil sorprendente: “Una luciérnaga, o cualquier otra criatura luminosa, no piensa que su luz iluminaría el continente de Jambudvipa, o radiaría sobre él. De igual modo, los Discípulos y los Pratyekabuddhas, tras alcanzar la iluminación completa, no piensan en conducir a todos los seres al Nirvana. Pero el sol, cuando amanece, radia e ilumina por todo Jambudvipa. De igual modo el Bodhisattva, después de llevar a cabo las prácticas que conducen a la iluminación completa de la Budeidad, conduce al Nirvana a innumerables seres.” El punto en cuestión entre el Hinayana y el Mahayana apenas se puede enunciar más explícitamente o con mayor fuerza que en estas palabras que acabo de citar. Pero la enunciación de un hecho es una cosa y su explicación es otra. Se nos dice que el Hinayana era individualista; pero ni cómo, ni por qué se hizo así. O, mejor dicho, no se nos dice por qué se desarrolló esa tendencia de individualismo espiritual a la que se llamó el Hinayana. Los textos mahayánicos, al interesarse únicamente en las verdades eternas son propensos a excluir, por no ser pertinentes, cualquier consideración meramente psicológica o histórica. No obstante, en la generación actual el conocimiento es mayor que la sabiduría, y la curiosidad intelectual está mucho más despierta que la visión clara transcendental. Por eso la cuestión asume no sólo interés histórico sino también significado espiritual definitivo. La comprensión de los orígenes del individualismo espiritual puede sernos útil para nuestro propio progreso en el Camino. Trataré, pues, de dar una respuesta, aunque sea provisional, a la pregunta que he planteado, así como una explicación, por inadecuada que sea, de los factores que intervinieron. ¿Por qué una rama de la tradición budista se convirtió en individualismo espiritual—mejor dicho individualismo seudo-espiritual—del tipo del Hinayana? ¿Cómo es que se oyó entre el jubiloso coro del altruismo budista el desconsiderado y chirriante grito “un solo ser hemos de adiestrar, un solo ser hemos de pacificar, un solo ser hemos de conducir al Nirvana”? Hay, por supuesto, más de una respuesta, ya que este fenómeno, como todos los fenómenos del universo, sean ideas o imperios, no se originan por una sola causa sino por factores causales y condiciones innumerables que contribuyen juntos al efecto total. De entre estos factores hay cuatro que por su importancia deben ser mencionados. (1) Como vimos en el primer capítulo, la desaparición periódica del Dharma de la faz de la Tierra exige la aparición periódica de un Buda para que sea el Dharma redescubierto y reproclamado. Indudablemente, la Verdad es eterna; pero se ha de admitir que sus vehículos mundanos y manifestaciones son tristemente vencidos por la mortalidad. Por muy alto que llegue un proyectil lanzado desde la tierra, la fuerza de la gravedad al final se impone y cae sobre la tierra formando una magnífica parábola. Para los elevados “estados” transcendentales, que son el objetivo de la vida budista, no existe ninguna fuerza de gravedad o nada que le parezca. Pero sin duda alguna, si que existe para las indicaciones conceptuales y verbales de estos estados. Estas constituyen la forma en que el Dharma existe a nivel fenoménico y no derivan su existencia, no lo olvidemos, de los cielos sino de la tierra. La base de la existencia fenoménica es asumir erróneamente un ser o ego eterno, separado e individual; la base del Nirvana, el “estado” transcendental más elevado, es la liberación completa de esa asunción. (El Mahayana, por supuesto, nos advertiría que esa base en realidad es la no base). Desde el punto de vista metodológico que hemos adoptado, existe un dualismo irreductible entre lo fenoménico y lo transcendental, laukika y lokottara, si bien no existe en realidad. El pensamiento mundano, así como la palabra y la acción, es siempre individualista, su origen y finalidad es el apego a la idea errónea del atman. Los pensamientos, palabras y acciones transcendentales, o inspiradas por lo transcendental, son, al contrario, no individualistas, ya que están basadas en la realización de la ausencia fundamental del ego y la vacuidad de toda la existencia. Con la idea errónea del “yo” surge la de “lo mío”: la ignorancia es la hermana gemela del deseo. Por consiguiente, la codicia (junto a la ira, que es el deseo frustrado) es la actitud mental más característica del ser mundano, igual que su actividad típica es la apropiación. El Buda predicó el Dharma dejando claro que era el Medio para la Iluminación, es decir, el medio para la realización de ese estado en que no hay residuo alguno de concepto de ego. Aun así no hubo de pasar mucho tiempo para que el Dharma, debido a la influencia de esa “especie de fuerza de gravedad” que he mencionado, empezase a ser tratado como algo que pudiera ser objeto de apropiación. Debido al cambio sutil de actitud que tuvo lugar en una sección particular de la Sangha, las formulaciones conceptuales del Dharma empezaron a ser confundidas con las realidades transcendentales que trataban de indicar, y así se empezó a pensar que éstas eran cosas que el individuo podía poseer. Se comenzó a pensar que el Nirvana era un estado que realmente, en vez de relativamente hablando, la persona poseía y alcanzaba. Al ser el “yo” y “lo mío” inseparables, la realidad de la posesión implica la del poseedor. Si “mi” realización es real, “yo” debo ser una realidad. De esta forma el logro de la Iluminación, y de hecho toda la vida espiritual, empezó a ser contemplada como un asunto individual. Así no sólo se empezó a admitir la posibilidad de que el logro del Nirvana apartase del resto de la humanidad, sino que esto empezó también a ser afirmado. Sin duda, los mahayanistas, igual que los hinayanistas, hablaban de la Iluminación como si fuera el logro de un individuo, ya que la estructura del lenguaje no deja otra solución. Aun así, no sólo se cuidaron de equilibrar la declaración del Bodhisattva “mi propio ser pondré en la Talidad” con la de “también pondré en la Talidad a todos los seres”, sino que además enseñaron la vacuidad esencial del ser propio y la de los demás, así como la inexpresabilidad de la Verdad, y la relatividad de todos los conceptos y expresiones verbales. No estoy sugiriendo que el individualismo espiritual de tipo hinayanista se dé en las porciones antiguas del Canon Pali. Tampoco sugiero que la mejor literatura comentarista y exegética del Theravada, como la obra de Buddhaghosa, no advierta contra los peligros del individualismo con tanto cuidado como las escrituras del Mahayana. Sin embargo, lamentablemente se ha de admitir que muchas de las exposiciones actuales del Dharma hechas por los theravadines son de un tono remarcablemente individualista y en ciertos círculos no es raro que se ataque al ideal del Bodhisattva. A aquellos que en el nombre del seudo ideal del Arahant se atreven a impugnar la ortodoxia y la realidad histórica de la doctrina del altruismo ilimitado, no cabe mejor respuesta que la que les da Lama Anagarika Govinda. Los Jatakas en pali son los quinientos cincuenta cuentos que ilustran la práctica del Buda en su carrera de Bodhisattva en vidas previas; cuentos que según los theravadines forman parte de la palabra genuina del Buda. Lama Govinda, refiriéndose a esos cuentos escribe con un tono un tanto severo: “Es impensable que el Buda narrase todas esas historias simplemente para que fuesen mera diversión” (Origins of The Bodhisatva's Ideal; Stepping-Stones, Vol. II, p.244)56. La cuestión del supuesto individualismo del ideal de la vida espiritual en el Budismo Antiguo será estudiada en el cuarto capítulo. En él espero demostrar la unidad básica con respecto al objetivo transcendental definitivo de ambos ideales. Es decir la unidad del ideal del Arahant expuesto en numerosos textos del Canon Pali Theravada y el ideal del Bodhisattva proclamado por todas las ramas de la tradición Mahayana. (2) Como vimos en la primera acusación, los seguidores del Hinayana crearon la costumbre de interpretar la palabra del Buda de una forma exclusivamente literal, y como consecuencia, acabaron por tratar las formulaciones intelectuales de la Doctrina como si poseyeran validez definitiva y final. Esta preocupación por lo literal fue sin duda un factor del desarrollo de esa actitud de individualismo espiritual que ahora nos concierne. El lenguaje no es el vástago de la sabiduría transcendental sino el de la necesidad mundana. Las palabras y los conceptos, como ya he insistido varias veces a lo largo de esta obra, no son capaces de describir realidades, sólo en el mejor de los casos las indican y, por lo tanto, no se han de entender literalmente sino simbólicamente. Una vez que se ha dado valor absoluto a las débiles palabras del habla humana, por medio de la cual el Buda y los maestros iluminados trataron de explicar la Realidad a seres no iluminados, se cae irremediablemente del contenido transcendental de esas palabras a su sentido mundano original. Innumerables pasajes de las escrituras en pali nos dicen que tal o cual persona alcanzó el Nirvana, logró la Arahantidad, ganó la liberación, etc...; dando nombres y otros detalles personales. En lo tocante a la gramática, no existe diferencia entre entrar a una casa y entrar al Nirvana: las oraciones “él alcanzó el Nirvana” y “él se fue a casa” emplean las mismas formas gramaticales en el mismo orden sintáctico. Pero en lo tocante a la metafísica hay una diferencia enorme. Una de las oraciones describe la actividad que, en el caso de la persona mundana, va acompañada por la falsa idea de la existencia 56 Origins of the Bodhisattva Ideal; Stepping-Stones Vol. 2 pág. 244. Hablando con propiedad, sólo son consideradas canónicas las estrofas del libro de los Jatakas en pali. individual, mientras que la otra indica la extinción de esa idea. Si interpretamos literalmente la primera oración, “él alcanzó el Nirvana”, nos veremos obligados a conceder la existencia real de la persona que lo alcanza, así como el objeto alcanzado y el acto de alcanzar, una postura totalmente opuesta a la enseñanza ortodoxa. Y esto es, en efecto, lo que hicieron los hinayanistas. Al interpretar literalmente el uso de los nombres propios y los pronombres personales que usaba el Buda para referirse a logros transcendentales, los hinayanistas no sólo empezaron a creer que estos logros eran la propiedad de seres individuales, sino que también empezaron a pensar que la vida espiritual consistía en la acumulación y posesión de logros. Por consiguiente, el individualismo espiritual en los círculos del Hinayana empezó a predominar. (3)No sólo hay que tener en cuenta los factores intelectuales sino también los emocionales. Tanto en lo material como en lo intelectual y en lo espiritual, uno se ha de esforzar para ayudar a los necesitados porque, en cierta medida, uno participa de sus pesares y sufrimientos y los siente como si fueran los propios. La palabra empatizar, con la que se denota la respuesta emocional a los sufrimientos ajenos, significa literalmente “sufrir con”. Si bien en el Canon Pali se encuentran indicaciones enfáticas de una actitud altruista, para la enseñanza del Theravada moderno el empatizar, la piedad, o la compasión—la palabra más bella de toda el habla humana—no es otra cosa que uno más entre los estados mentales sanos y de naturaleza mundana. En cambio, en todas las ramas de la tradición mahayana la Compasión se coordina con la Sabiduría y es, por lo tanto, de naturaleza puramente transcendental. Para los mahayanistas, la Sabiduría y la Compasión son inseparables y representan, respectivamente, al aspecto estático y al cinético de la Realidad. El Bodhisattva, pues, al tener por objetivo el logro de la Sabiduría, tiene también, automáticamente, como meta el desarrollo de la Compasión. Lo que equivale a tener como un doble objetivo: su propia liberación por medio de la Sabiduría y la de todos los seres por medio de la Compasión. El literalismo y escolasticismo excesivo del Hinayana llegó a identificar, por medio de la razón, las formulaciones conceptuales de la Realidad con la Realidad propia. De esta forma confundían la Sabiduría con el conocimiento. En los círculos donde dominó esta confusión, la realización transcendental se hizo imposible de lograr. Y si no hubo Sabiduría tampoco pudo haber Compasión, y sin ésta no pudo haber interés por el bienestar material y espiritual ajeno. Esta falta total de Compasión, en el sentido transcendental del término, fue el producto del individualismo espiritual del Hinayana y a la vez lo incrementó. La fruta podrida que cae de la rama, al podrirse sobre la tierra, alimenta al árbol del que proviene. De igual modo, la falta de Compasión contribuyó a desarrollar todavía más la concepción desequilibrada del Arahant y en ésta quedaron al final representados tal y como eran los ideales espirituales del Hinayana. (4)El último de las cuatro factores que hicieron que el Hinayana se apartase de la actitud altruista, que tanto distinguía al budismo más antiguo, va paralelamente a los que acabo de citar. Note el lector que me refiero a “actitud” y no a “enseñanza”, ya que en los textos en pali que conocemos la Compasión, más que recomendada en discursos, se revela en la vida del Buda y en la de sus discípulos. El término utilizado para la Compasión, en esos textos, no es karuna sino anukampa, palabra derivada de un verbo que literalmente significa “vibrar o temblar con”, lo que resulta análogo a la palabra “empatizar”. I.B.Horner en un articulo sobre la Compasión, escribe en su muy sucinto estilo: El Buda exhortó a sus primeros cinco seguidores—todos ellos arahates—a que partieran y enseñaran por anukampa con el mundo (Vinaya, Mahavagga,I, 2,1). Hay testimonios escritos de que El dijo: “Cualquiera que hable honestamente de mi dirá: Un ser que no es susceptible a la confusión intelectual ha surgido en el mundo....por anukampa con el mundo (Majjhima, Sutta 4). También, por anukampa con sus discípulos, les indicó el objetivo de ser los herederos de su Dharma y no el de las cosas materiales del mundo (Majjhima, Sutta 3). Además, señalando lugares tranquilos para meditar, dijo en repetidas ocasiones: “Todo lo que un maestro puede hacer por anukampa con sus discípulos, todo eso he hecho yo, meditad monjes”. Y así continúan este tipo de locuciones en los textos. (Stepping-Stones, Vol. II, p.16) Estas citas de la Escrituras, si bien no son exhaustivas, son suficientes para lo que ahora estoy tratando. La Compasión no fue sólo el espíritu y la fuerza que guiaba y motivaba las propias actividades del Buda, sino que además fue también el poder que dominaba las vidas de sus discípulos. Sin embargo los hinayanistas, al interesarse más en los preceptos del Maestro que en su práctica, ponían más empeño en comprender la Palabra del Buda que en seguir el Camino del Buda. En vez de buscar la inspiración en el ejemplo del Buda quisieron pisar el Camino al Nirvana basándose exclusivamente en la información sacada de lo que dijo el Buda, según la tradición oral, y posteriormente, según los testimonios escritos. Ya he señalado que la interpretación hinayánica de los textos era literal y limitada. Por eso no es sorprendente que tarde o temprano ocurriese una divergencia aguda entre el Camino del altruismo ilimitado, que según admiten todas las escuelas fue seguido por el Buda mismo, y el Camino del individualismo espiritual, que según los hinayanistas fue prescrito por el Buda para las capacidades inferiores de sus discípulos. Y así los hinayanistas defendían que la persona ordinaria no debía de tener por objetivo la Budeidad sino la Arahantidad (convertida ya en un ideal en sí). Tampoco debía, pues, interesarse en la salvación de los demás, responsabilidad que corresponde al Buda, sino exclusivamente en la propia. En el pasaje de I.B.Honer que he citado son mencionados textos que pertenecen a la manifestación de la Compasión en la vida del Buda, en vez de a la determinación de la naturaleza esencial de la Compasión por medio del pensamiento. No obstante, sería un error pensar que, por esta razón, en el Canon Pali no hay discusiones teóricas sobre el lugar y la importancia de la Compasión en la carrera del discípulo. La Srta. Honer hace referencia al Mahagovinda Suttanta del Digha-Nikaya , en el que el monje Mahagovinda, tras haber pasado los cuatro meses de la estación de las lluvias meditando sobre la Compasión, es de repente visitado por Brahma Sanankumara (Joven Eterno). Cuando se sobrepone del miedo que le ha dado la aparición, el monje le hace una pregunta que equivale a esto: ¿Puede un mortal alcanzar el eterno mundo de Brahma? (pappoti macco amatam Brahma-lokam.). El Brahma le contesta: “Dejando atrás el egoísmo (mamatta), adquiriendo concentración (en la meditación), tomando la determinación de practicar la compasión.... entrenándose así, es el mortal capaz de alcanzar el mundo eterno de Brahma”. Como muy acertadamente comenta la Srta. Horner en el trabajo que ya he citado, “el individuo no puede lograr su objetivo sin al menos ser consciente, entre otras cosas, de las necesidades de los demás, deseando consolarlos y protegerlos en la aflicción y la ansiedad que lleva consigo la mortalidad”. Esto, claro está, resume muy bien la actitud del Mahayana. Este pasaje al ser parte del Canon Pali, representa un desafío a la ortodoxia del ideal hinayánico del individualismo espiritual; un desafío que no debe quedar desatendido por los exponentes actuales del Theravada. V. ¿Qué es el budismo mahayana? La pregunta que le da el título a esta sección se puede contestar de dos formas. En primer lugar, se puede enumerar las características desarrolladas por el Mahayana en reacción al alejamiento del Hinayana de la Enseñanza Original; alejamiento resumido en las cinco acusaciones citadas en la sección anterior. En segundo lugar, la pregunta puede responderse relatando las enseñanzas que eran comunes a todas las escuelas del Mahayana y a las que de éstas surgieron, exceptuando las doctrinas y métodos básicos que he descrito en el primer capítulo. En esta sección me limitaré a la primera posibilidad y en el resto de las secciones de este capítulo estudiaré la segunda. Hemos visto en la sección anterior que el Hinayana era conservador y literalista, escolástico, desequilibradamente negativo en su concepción del Nirvana y el Camino, excesivamente identificado con los aspectos formales del monasticismo e individualista en lo espiritual. Por lo tanto el Mahayana, siendo un movimiento de reacción al Hinayana, necesariamente hizo hincapié en actitudes opuestas. El Mahayana, por consiguiente, era: (a)Progresivo y de actitud liberal, más interesado en el espíritu de las Escrituras que en la letra, dispuesto a crear escrituras nuevas cuando surgía la necesidad de cambiar la forma en que se presentaba la Enseñanza. (b) De una actitud mucho más emocional y devocional y de una comprensión más profunda del valor de los rituales. (c) Más positivo en su concepción del Nirvana y del Camino. (d) Consciente del ideal monástico y lo apreciaba, si bien dio cada vez más importancia a la vida devota de los laicos. (e) Y, finalmente, desarrolló el aspecto altruista del budismo y predicó el Ideal del Bodhisattva. Las características generales del Hinayana que he dado en la sección anterior constituyen una descripción negativa de las características del Mahayana. De forma que al conocer las primeras quedan parcialmente iluminadas las segundas y sería superfluo examinar las cinco características que acabo de dar con el mismo detalle que lo hice con las del Vehículo Inferior. Además, el resto de las secciones de esta obra tratan exclusivamente del Mahayana e ilustran en cierto sentido los hechos que se van a estudiar en esta sección. (a) De nuevo advierto al lector contra la posibilidad de una mala interpretación grave. En el párrafo correspondiente de la sección anterior señalé que el Hinayana no era acusado de no ser progresista en el sentido actual de la palabra. De igual modo, insisto ahora que aunque el Mahayana se caracterizaba por ser progresivo y de una actitud liberal, estos términos son utilizados con connotaciones exclusivamente budistas. El progresivismo y el liberalismo del Gran Vehículo no es ni más ni menos que su realización vívida y su reconocimiento efectivo de que lo Transcendental es inefable, así como el reconocimiento de que todas las formulaciones conceptuales posibles y sus expresiones verbales poseen meramente un significado simbólico. En el Lankavatara Sutra dice el Buda: “Mahamati, las palabras no son la realidad más elevada, tampoco lo es lo que se expresa con palabras. ¿Por qué? Porque la realidad más elevada es un exaltado estado de gozo y no puede ser penetrado por medio de una declaración verbal que a él se refiera; las palabras no son la realidad más elevada. Mahamati, la realidad más elevada ha de ser alcanzada por la realización interior de la sabiduría noble; no es un estado de discriminación verbal, por eso la discriminación no expresa la realidad más elevada”. (The Lankavatara Sutra; Traducción de Daisetz Teitaro Suzuki)57 La imposibilidad de describir ese “estado” o “realidad” designado por palabras como Nirvana, Tathata, Sunyata, Dharmakaya y Chitta, así como la naturaleza elusiva de la Perfección de la Sabiduría, son los temas favoritos de la literatura budista en sánscrito, sobre todo el del grupo de textos de la Prajnaparamita. Sin embargo, el antiliteralismo del Mahayana consiste en el vigor y la forma sistemática con que aplica el hecho de esa imposibilidad, así como en la amplitud de su apreciación. En la mayoría de los sutras importantes del Mahayana se proclama que es indispensable escuchar el sutra, pero a la par, toda la obra está empapada del sentido de su propia limitación. Cada doctrina es como una ventana, transparente e incitante para que se mire, a través de ella, más allá, al cielo de la Consciencia Pura donde el Sol de la Verdad transciende las nubes de la discriminación y brilla en su gloria total. La Compasión surge del Vacío como el loto surge del agua. Todos los recursos del Mahayana para el logro de la Iluminación Suprema están 57 En la página 167 de este sutra encontrará el lector una declaración sin ambigüedad a propósito de la actitud del Mahayana respecto a sus propias Escrituras. “El Bodhisattva-Mahasattva”, declara el Buda, “no ha de sentir apego por las palabras de los textos canónicos”. forjados y diseñados por la Compasión y saturados por un sentido de su propia relatividad. Cuanto más nos exhorta un texto a tomar una práctica determinada, mayor es el vigor con que insiste en que recordemos constantemente que, desde el punto de vista transcendental, la práctica no tiene significado alguno. En efecto, se nos dice a veces que el éxito de la práctica depende de que nos demos cuenta de la imposibilidad del éxito en sentido definitivo. Un texto declara con gran exuberancia de expresión que (hablando relativamente) en reinos de Budas tan numerosos como las arenas del Ganges, incontables Budas pronuncian discursos durante una infinita sucesión de eones. Otro texto, con una austeridad también típica, asegura (en sentido absoluto) que el Buda, desde la noche en que logró la Iluminación Suprema hasta la noche de su Parinirvana, no pronunció ni una palabra. ¡Qué diferente es esta actitud a la del Hinayana! De una parte, la confianza ilimitada en el espíritu de la Enseñanza conduce a una flexibilidad maravillosa en cuanto a la letra, así como a la apertura cada vez mayor de enfoques y caminos a la Verdad por todas las direcciones. De la otra, la dependencia servil de la letra de la Enseñanza resulta en la evacuación casi total del espíritu, lo cual es el estrechamiento gradual—que culmina en el bloqueo—del Camino enseñado, y es de suponer seguido, por el Buda. Si al budista no le quedase más remedio que sacrificar el espíritu de la Enseñanza por la letra, o la letra por el espíritu, es de esperar que tuviese la suficiente fuerza para rechazar la primera alternativa y acogerse a la segunda. No obstante, tenemos la gran fortuna de que la investigación moderna nos permite estudiar al Mahayana y al Hinayana juntos, evitándonos tener que enfrentarnos a tal dilema. El espíritu del budismo según lo ha transmitido el Mahayana puede ser actualmente estudiado conociendo previamente la letra preservada por el Theravada58 y viceversa. El budista inteligente e instruido sigue, y debe seguir, las doctrinas y los métodos de la línea particular de la tradición budista que se adapta mejor a sus necesidades, pero ya no puede aceptar 58 Pero no hemos de olvidar que existen textos muy antiguos en traducciones en el Canon Chino, además en el sánscrito original hay fragmentos que no pertenecen a las escuelas del Hinayana del Theravada. las pretensiones, por parte de escuela alguna, de poseer exclusivamente toda la verdad sobre el budismo. (b) El Mahayana le da mucho más campo de acción y libertad a los sentimientos que el Hinayana, pero a la vez es también más riguroso en lo intelectual; lo cual no deja de ser una paradoja para aquellos que piensan que la razón y el sentimiento son, sino opuestos, al menos dos cosas antagonistas. Esta característica del Mahayana se debe en cierta medida a que, como veremos más adelante, el Gran Vehículo no fue un movimiento esporádico de reacción contra el Hinayana sino también el desarrollo más o menos sistemático de la totalidad de las enseñanzas del budismo antiguo. Contrariamente a la opinión general, algunas páginas del Canon Pali vibran con un entusiasmo sutil, resplandecen con la felicidad serena y destellan un éxtasis deslumbrante. Además no le faltan a estas escrituras expresiones asombrosas de fe y devoción hacia el Buda. La delicadeza y el refinamiento del elemento emocional del Canon Pali quizá han pasado inadvertidos; como vibración en una frecuencia excesivamente alta para el oído humano, como algo totalmente libre del enturbiamiento y la violencia de las pasiones ordinarias humanas. De todas formas, tanto el Pali Canon como las Escrituras en sánscrito recomiendan el desarrollo de lo racional y lo emocional; la Sabiduría y la Fe en equilibrio perfecto. De hecho, es necesario en todas las fases de la vida espiritual un desarrollo armonioso del aspecto cognitivo, del volitivo y del afectivo. La lectura cuidadosa del Bodhicaryavatara de Shantideva convencerá al lector de que los fervorosos sentimientos del Mahayana nunca llegaron al extremo del anti-intelectualismo. Incluso el Jodo Shin Shu, que dice enseñar la salvación tan sólo por la fe, lo hace en el contexto de una metafísica profunda y sutil. El gran sentimiento del Mahayana contrasta con el escolasticismo y racionalismo desequilibrado del Hinayana. Pero no se debe olvidar que el Mahayana incorporó a sus propias enseñanzas la mayoría del escolasticismo del Hinayana y, lo que es más, del Gran Vehículo surgieron escuelas filosóficas cuya agudeza dialéctica, atrevimiento especulativo y consciencia constante de aquello que transciende a la filosofía, han sido raramente, o quizá nunca, superadas en el mundo. Los sentimientos tienen naturaleza triple, puesto que pueden dirigirse hacia algo inferior, igual o superior. En acuerdo con esto, en el Mahayana se da un desarrollo emocional triple: la Compasión (karuna), el Amor (maitri) y la Devoción (bhakti). Sin embargo, debido a la naturaleza del pensamiento budista, la Compasión y la Devoción, que son en cierto sentido complementarias, crecieron con más exuberancia que el Amor. El Bodhisattva novicio, para cuya formación sirven la mayoría de las Escrituras del Mahayana, se encuentra en una postura intermedia. Por debajo de él corre el torrente del Samsara que arrastra a millones y millones de seres mundanos; por encima, perdiéndose en el zenit, una inmensidad de Buddhas y Bodhisattvas que, sonrientes, ocupan sus tronos sobre lotos. Así, sus sentimientos dominantes eran la adoración hacia estos últimos y la Compasión para los primeros; las alturas y los abismos en su vida espiritual. El Amor era un sentimiento que ocurría entre los seres mundanos (si bien su condición mundana los hace generalmente incapaces de amar), o entre los miembros de la jerarquía transcendental. Puesto que los sentimientos se dirigen más hacia las personas que hacia las cosas, del desarrollo de la devoción naturalmente resultó la multiplicación de los Buddhas y los Bodhisattvas. Por eso es que en el Mahayana encontramos innumerables seres transcendentales que no existían en las versiones anteriores de la Enseñanza. Además, como los sentimientos tienden, como es natural, a expresarse en hechos, el sentimiento de adoración a medida que crece su intensidad se expresa en varias formas de veneración o culto. Estas formas de Budas y de Bodhisattvas están cargadas de significado metafísico. Por lo tanto, llegaron a poseer un significado simbólico muy profundo y el aspecto ritualista del Mahayana se desarrolló teniendo como una de sus bases la devoción. El valor del rito para producir estados de consciencia fue apreciado totalmente por el Mahayana y, por consiguiente, hizo mucho uso de este tipo de soportes. Los Hinayanistas sentían con menos fuerza el impulso devocional, no llevaron adelante lo ceremonial y no contribuyeron al desarrollo de los aspectos ritualistas del budismo. No obstante, en el Theravada actual, sobre todo en Ceilán, Siam y Camboya, el efecto que produce en la mente el digno y decoroso modo de proceder de la Sangha es a veces extrañamente similar, si bien de intensidad inferior, al que produce el ritual del Mahayana. Pero no se debe olvidar que estos beneficios de menor intensidad de las ceremonias del Theravada se limitan generalmente a los miembros de la Sangha, mientras que los rituales del Mahayana son vehículos de poder transcendental concentrado y al alcance de todo aquél que reciba la iniciación. (c)La tercera característica del Mahayana es que su concepción del Nirvana y del Camino es más positiva que la del Hinayana. Aunque esto es cierto, nos hemos de guardar de identificar la enseñanza del Gran Vehículo con una posición unilateral y extrema. Es decir, guardarnos de hacer esa identificación simplemente basándonos en que el Mahayana, como movimiento, surgió en el plano fenómenico por la oposición a ciertos aspectos de la doctrina y disciplina del Hinayana. Era axiomático para todas las escuelas que el Nirvana es inefable. En consecuencia, todas reconocían, al menos en teoría, que los predicados afirmativos sobre la naturaleza esencial del Nirvana no eran más validos que los negativos, y viceversa. Esta es la postura que mantienen tanto el Canon Pali como las Escrituras en sánscrito. Si algunas de estas últimas dan la impresión de ser exclusivamente negativas en su forma de expresión, es por su tendencia a negar incluso la negación; dicha impresión es, pues, superficial. Existen dos tipos de positivismo en el Mahayana: el doctrinal y el metodológico. Ya vimos en el primer capítulo que el Hinayana cayó gradualmente en el hábito de pensar que las caracterizaciones negativas del Nirvana no eran descripciones sino definiciones, y que por lo tanto poseían valor absoluto en vez de relativo. El Mahayana emprendió una protesta enérgica contra esta peligrosa tendencia, manteniendo que desde el punto de vista de la Doctrina todas las formulaciones conceptuales de la Realidad, ya sean positivas o negativas, son inválidas. A la vez mantenía que desde el punto de vista del Método, las formulaciones positivas eran de mayor utilidad práctica para la mayoría de los budistas, ya que son más fáciles de entender y de mayor atractivo que las negativas. Este punto de vista doble fue adaptado por los seguidores del Gran Vehículo porque querían proteger la profundidad de la Doctrina y, además, garantizar la amplitud del Método. La Sabiduría demandaba que se defendiesen las indicaciones positivas del Nirvana contra las usurpaciones de las negativas; la Compasión, yendo más lejos, alegaba que las indicaciones positivas, aun si no eran más válidas en definitiva que las negativas, eran un soporte mucho más eficaz para la vida espiritual. Consecuentemente, el fondo metafísico del budismo mahayana es la concepción de la Sunyata, o la Vacuidad, la cual lo domina todo y es el estado en que se prescinde de todas las concepciones, incluida la de la Vacuidad misma. Contra este fondo de negación absoluta (no relativa), se levanta la rica luminosidad de las concepciones positivas que constituyen lo metodológico, el primer plano del Mahayana. Así, de un modo dinámico, podríamos decir que aparecen primero frente a nosotros concepciones abstractas como Citta, o la Consciencia Absoluta, y Mahasukka, o el Éxtasis Supremo; después, concepciones casi religiosas como el Dharmakaya, la Persona Absoluta en que se unen la Sabiduría y la Compasión, no matemáticamente sino espiritualmente59. Y a continuación de esto, multitudes innumerables de Budas y de Bodhisattvas y otras divinidades, representando todas ellas las distintas fases del Camino; y, al final, legiones de dioses y semidioses, espíritus guardianes,.. etc, cada uno de ellos personificando aspectos 59 D.T. Suzuki, The Essence of Buddhism, pág. 19 de la Enseñanza aun a niveles bajos de la existencia fenoménica. Estas concepciones positivas no se alzan sobre el fondo omnipresente de la Vacuidad como si fueran actores contra el telón de fondo. Más bien son como cristales de distinta transparencia alzados y con el cielo azul de un día claro y luminoso como fondo. La Luz de la Vacuidad los traspasa a todos con distinta intensidad. Atraviesa la transparencia casi total de las formulaciones positivas más abstractas sin apenas disminución de su luz; las concepciones más concretas con mayor disminución; pero las atraviesa a todas para que sirvan, en la medida que les sea posible, de indicaciones, para la práctica espiritual, de Aquello que ninguna de ellas puede expresar. En el Hinayana la concepción de que el Nirvana no era otra cosa que la cesación de la existencia fenoménica trajo consigo la presentación del Camino negativa y unilateral. En cambio, en el Mahayana una concepción más positiva de la Realidad, aun si se admitía que esa concepción sólo poseía valor relativo, trajo consigo un ideal para la vida espiritual mucho más positivo y, por lo tanto, de poder inspirador infinitamente superior a cualquiera de los predicados por el Hinayana. Este fue el famoso ideal del Bodhisattva, un ideal de altruismo absoluto en el plano transcendental más elevado y que constituye el lado práctico de la enseñanza de todas las escuelas del budismo mahayana. Debido a la gran importancia del Ideal del Bodhisattva, el cual ha sido descrito certeramente como el corazón del Mahayana, le dedicaré todo el capítulo cuarto. Consulte el lector ese capítulo para más información sobre este tema. (d) Los theravadines modernos con frecuencia cometen el error de pensar que los mahayanistas dieron cada vez más importancia a la vida espiritual del laico a costa de la integridad del ideal monástico y la pureza de sus observancias. A veces se oye la acusación absurda de que los monjes del Mahayana “no tienen Moralidad” (en el sentido budista del término) y que “no observan el Vinaya”. Aunque haya secciones de la Sangha Mahayana contra las cuales se pueda hacer esta acusación con justicia, lo cierto es que en general la acusación sería al menos tan justa si se hiciera contra los monjes theravadines. Lo que si es verdad es que los bhikshus del Mahayana (excluyendo al clero del Jodo Shin Shu que no son miembros de la Sangha) no dan tanta importancia como los hinayanistas a lo que hemos llamado aspectos formales del monasticismo. Para ellos la Moralidad no es simplemente cuestión de guardar las apariencias ante el laicado, lo que ocurre con frecuencia en países del Theravada. El Mahayana , en gran parte, debe esta actitud más sana y ortodoxa al ideal del Bodhisattva. Una vez que se ha admitido que tanto el monje como el laico puede ser Bodhisattva resulta imposible identificar la vida espiritual con el monasticismo. El Buda ciertamente no hizo esa identificación, como lo prueba la siguiente estrofa del Dhammapada en Pali: “Incluso el hombre vestido lujosamente, si desarrolla la tranquilidad, está calmado, sumiso por su autodominio y restringido; si sigue la vida espiritual y se abstiene de causar daño a los demás seres, es un Brahman, un asceta, un bhikkhu.” (Dhammapada, estrofa 142). Como el Mahayana negaba que la vida espiritual y la vida monástica fueran términos sinónimos, daba mayor énfasis a la esencia de la carrera del discípulo, en vez de a lo accidental. Esto en realidad no trajo consigo la debilitación del ideal monástico en el Mahayana sino que lo reforzó, contribuyendo así a proteger la pureza de la observancia monástica. Según ciertas autoridades, el Bodhisattva comete, por el bien de los demás, acciones generalmente consideradas pecaminosas. Pero esto debe entenderse como la supremacía de la Compasión y no como un acto de subversión contra el orden moral. Los textos mahayánicos que tratan de este tema generalmente exigen del Bodhisattva, que es también miembro de la Sangha, un grado tan elevado de ascetismo como el que le exigen las Escrituras del Theravada al bikkhu, cuyo objetivo es la Arahantidad. La única diferencia es que es mucho más fácil refugiarse en el formalismo monástico para el aspirante a Arahant que para el Bodhisattva novicio, ya que la naturaleza del Mahayana lo impide. La degeneración puede que haya sido a veces tan corriente en el Mahayana como en el Theravada, pero al menos la hipocresía no fue nunca su especialidad. (e)Al ser el individualismo espiritual la acusación más grave contra el Hinayana, el altruismo ilimitado del Mahayana es su cualidad más digna de alabanza. En lugar del ideal del seudo-Arahant, que trata principalmente de la emancipación propia, el Gran Vehículo predica el ideal del Bodhisattva profundamente sabio e infinitamente compasivo. Ese gran ser cuyo empeño de enseñar a los demás seres el Camino al Nirvana hace que sacrifique voluntariamente la posibilidad inmediata de su propia salvación. Aun así, no debe suponerse que porque el Mahayana tomó una postura totalmente opuesta a la del Hinayana, cometiese un error distinto y opuesto al de este último. En el habla convencional existen los seres individuales, y hablar de ganar la Iluminación para sí o ayudar a otros a que la ganen son formas de expresión válidas al nivel de la verdad convencional. El daño se causa cuando empezamos a tomar esas expresiones como si fueran verdades en el sentido absoluto. El tipo de individualismo espiritual del Hinayana surgió en parte porque algunos grupos de budistas antiguos se empeñaron en interpretar de forma extremadamente literal las exhortaciones del Buda sobre el esfuerzo propio y la experiencia personal de la Verdad. Pero los mahayanistas, firmemente fieles a la Doctrina y al Método, enseñaban que aunque desde el punto de vista de la Compasión el Bodhisattva debe estar resuelto a emancipar a todos los seres, desde el punto de vista de la Sabiduría él ha de reflexionar en que en sentido absoluto ningún ser existe. El Mahayana, aceptando sin temor proposiciones contradictorias como ésta, se protegió contra las interpretaciones erróneas de las que fueron víctimas los defensores del literalismo y el racionalismo, los hinayanistas. Si deseamos establecer una relación paralela entre los cuatro factores principales para surgimiento del individualismo del Hinayana y los cuatro factores que indudablemente jugaron un papel importante en el surgimiento del altruismo del Mahayana (si bien no se puede decir que haya ni una secuencia histórica ni una conexión lógica), podríamos decir, en pocas palabras, que el Gran Vehículo (1) fue mucho más capaz de resistir “la fuerza de la gravedad” que ya he mencionado. Esto, sin duda, fue porque (2) los mahayanistas eran mucho más conscientes del valor puramente relativo de las palabras y conceptos relacionados con lo Absoluto, así como de su significado simbólico. Además dieron (3) un lugar mucho más prominente al sentimiento en la vida espiritual, facilitando así el máximo desarrollo de la Compasión, y permitiendo que se (4) diera al menos tanta importancia al ejemplo del Buda como a sus preceptos. Habiendo presentado un resumen de los puntos de divergencia principales entre el Hinayana y el Mahayana trataré ahora de presentar un punto de vista más amplio y sintético a propósito de la relación entre ambas escuelas. Un punto de importancia ya ha surgido con claridad: las Enseñanzas del Gran Vehículo y las del Pequeño no se excluyen mutuamente en cuanto a la Doctrina y al Método. Prueba de esto es que en la India Antigua y en la Medieval los seguidores de varias ramas de ambas escuelas vivían juntos como miembros de una sola confraternidad. Para el Hinayana las enseñanzas típicamente mahayánicas eran herejías y las repudiaba, igual que las sigue repudiando el Theravada en la actualidad. Si bien algunas de estas enseñanzas eran tan útiles que los hinayanistas en vez de rechazarlas las adoptaron tácitamente. En cambio, el Mahayana sin vacilación incorporó todo el Hinayana en su enseñanza. Los budistas tibetanos, incluso hoy en día, se refieren a su religión con el nombre de Budismo Tibetano Triyana, siendo las tres yanas en este caso, no lo que describí en la sección tercera, sino el Hinayana, el Mahayana y el Tantrayana vistos como fases sucesivas a lo largo de un solo camino. No obstante, sería un error pensar que lo que he denominado enseñanzas típicas del Mahayana fuera algo completamente diferente, o sin relación, a las enseñanzas del Hinayana que el Gran Vehícuolo incorporó. El escolasticismo de los sarvastivadines y el de los vijnanavadines constituye una línea de desarrollo continua, y por muy poco ortodoxas que le parezcan ciertas ideas del Mahayana a los Theravadines actuales, todas se encuentran en estado germinal en las páginas de las Escrituras del Theravada. Incluso las cinco características generales que he usado para distinguir al Mahayana del Hinayana pueden ilustrarse con ejemplos sacados de las secciones más antiguas del Canon Pali. El Mahayana no es un movimiento de innovación sino de desarrollo y despliegue. No nos sorprenderá, por lo tanto, que a varios historiadores del budismo les haya parecido muy apropiado el símil del árbol o de la planta. El Mahayana está relacionado con la Enseñanza Original como la flor lo está con el germen que la origina. Igual que la flor produce semillas nuevas, el Mahayana contiene en sí la posibilidad del renacimiento perpetuo de la vida espiritual. El literalismo del Hinayana, contra el cual se alzaron los mahayanistas, puede ser comparado con la cáscara que, aunque protege a la semilla al principio, debe de ser reventada y desechada para que la vida que germina en su interior se desarrolle. Sea cual sea el veredicto de los historiadores, en el sentido espiritual el Mahayana no es una desviación de la Enseñanza del Buda sino una vuelta a ella. Los mahayanistas, en vez de creer que sus dogmas característicos fuesen desarrollos o adiciones a la Palabra Original del Buda, han creído siempre que eran esta misma tal y como El la enseñó. Este punto de vista puede ser explicado de dos formas diferentes. Según la primera, que es la que tradicionalmente aceptan los mahayanistas, los sutras en sánscrito, tal y como se conservan hoy, no son otra cosa que las mismísimas palabras de Shakyamuni: pronunciados más tarde o más temprano en su carrera, todos encuentran su lugar en los eventos recogidos por la historia de su existencia terrenal, todos son catalogados como discursos históricos. La segunda forma de comprender el punto de vista del Mahayana ha sido descubierta por ciertos académicos budistas japoneses y es mucho más sofisticada. En su interpretación no se afirma que el Buda fuera el autor de los sutras en sánscrito. Lo que proponen es que las doctrinas características del Mahayana representadas en estas obras fueron enseñadas por el Buda a sus discípulos más avanzados, los cuales las transmitieron esotéricamente de generación en generación hasta que llegó el momento de revelarlas públicamente. Esta revelación de la tradición que hasta entonces se había ocultado cuidadosamente no fue otra cosa que la composición de los sutras en sánscrito que, si bien no reprodujeron la Palabra del Buda con fidelidad literal exacta, al menos preservaron la sustancia de enseñanzas auténticas. Expresado de forma tradicional, el punto de vista del Mahayana no es aceptable: los sutras en sánscrito son inequívocamente obras muy posteriores al período del Buda. Pero en la interpretación de los académicos japoneses, el punto de vista tradicional contiene un elemento importante de la verdad, y en esta forma, aunque es difícil de probar, es imposible de refutar. Se puede decir, como mínimo, que los mahayanistas tienen razón cuando afirman ser la línea espiritual directa que desciende del Buda. Si bien debe entenderse que lo que han transmitido no es una u otra doctrina, en el sentido de formulaciones más o menos elaboradas de verdades transcendentales. Lo que el Gran Vehículo transmite es aquello a que éstas pertenecen y que es señalado por dichas formulaciones, es decir, la experiencia de la Iluminación del Buda. Para los mahayanistas, desde sus principios como escuela independiente, fue la preocupación principal preservar esa experiencia. De ahí el motivo de su desacuerdo con el literalismo del Hinayana, pues estaban convencidos de que éste imposibilitaba el logro de la Iluminación. Naturalmente, este desacuerdo encontró su expresión en críticas. Pero el objeto principal de las críticas del Mahayana no fue las doctrinas y los métodos de la tradición hinayánica, sino la actitud de los hinayanistas con respecto a las doctrinas, así como su interpretación de ellas. Como ya hemos visto, de hecho los mahayanistas en vez de rechazar las doctrinas del Hinayana las incorporaron a su tradición, donde todavía se encuentran. Las críticas al Hinayana, como por ejemplo las que aparecen en los sutras del Mahayana, no deben interpretarse como críticas dirigidas contra las enseñanzas del Buda conservadas, por ejemplo, en Canon Pali Theravada. Son críticas contra la interpretación desequilibrada que había surgido en ciertas escuelas antiguas, en particular en la de los sarvastivadines. En efecto, aunque las críticas del Mahayana siguen siendo válidas contra ciertos grupos clamorosos y violentos del Theravada moderno (la única escuela del Hinayana que ha sobrevivido), no lo son en absoluto contra lo que parece ser las secciones más antiguas del Vinaya Pitaka y el Sutta Pitaka del Tipitaka Theravada. El Mahayana y el Theravada son mucho más similares de lo que generalmente se cree si se les interpreta correctamente. Este es un hecho del que empiezan a darse cuenta los seguidores de ambas escuelas, particularmente en el Japón y en Ceilán, países cuyos méritos en sus esfuerzos para crear un punto de vista más sinóptico han de ser reconocidos. A pesar de lo muy desastroso que es el literalismo del Hinayana, no se ha de considerar que el liberalismo no trae consigo ningún peligro. Al final, tras haber florecido en su tierra de origen durante más de quince siglos, el Mahayana llevó el liberalismo a extremos y elevó el espíritu tan por encima de la letra de la enseñanza que casi privó al Dharma, en el plano mundano, de su individualidad característica. Este fue uno de los factores que dieron lugar a la decadencia del budismo en la India y, al final, su desaparición de la tierra en que había surgido. Se puede considerar que el Hinayana y el Mahayana representan dos tendencias en la enseñanza del Buda: la centrípeta y la centrifuga, respectivamente. La primera impide la desintegración y la segunda la petrificación. A lo largo de la historia del budismo se observa la interacción constante de estas dos tendencias o fuerzas, cada una existiendo en subordinación en la esfera de acción de la otra. La existencia del sistema solar depende del mantenimiento de un equilibrio absoluto entre las fuerzas centrípetas y centrifugas que impulsan a los cuerpos siderales que lo componen. Del mismo modo, la existencia del budismo depende del mantenimiento del equilibrio absoluto entre la influencia literalizante y la influencia liberalizante que ejercen el Hinayana y el Mahayana, respectivamente, sobre las doctrinas y métodos que constituyen el Dharma. En el Mahayana este hecho es reconocido mucho más que en el Hinayana, de modo que aunque históricamente se le opone, en lo tocante a la doctrina lo incluye. En cambio, el Hinayana, que en el contexto actual significa el Theravada, generalmente considera que el Mahayana es una degeneración de la Enseñanza Original, la cual únicamente él custodia, repudiando y calificando de corrupción del “Dharma Puro” las doctrinas característicamente mahayánicas. Pero, como dice el Dr.Conze, “pensar que la historia budista posterior es el testimonio de la ‘degeneración’ de la enseñanza original es como pensar que el roble es una degeneración de la bellota”60. La solución más razonable parece ser adoptar la perspectiva que toma el Mahayana con respecto a la Iluminación del Buda y tomar también su perspectiva con respecto al Hinayana y, entonces, tratar las enseñanzas característicamente mahayánicas como legítimas, útiles y, de hecho, como desarrollos necesarios. Ver en que consisten exactamente esos desarrollos es el tema que a continuación se estudiará. VI. La doctrina del Trikaya Los tópicos del budismo, a pesar de que sean muy numerosos, pueden ser ordenados en tres categorías, según estén relacionados con el Buda, el Dharma o la Sangha. De hecho, el Triratna, o las Tres Joyas, es lo que constituye el budismo y en terminología tradicional, aceptar el budismo es tomar refugio en el Iluminado, tomar refugio en su Enseñanza y tomar refugio en su Orden. Por consiguiente, los desarrollos que tuvieron lugar en el Mahayana han de ser también clasificados dentro de estas tres categorías. Consideraré, pues, en términos muy generales, las doctrinas características del Mahayana respecto al Buda, en primer 60 Buddhism, Its Essence and Development, pág. 26 lugar, en segundo lugar las que pertenecen al Dharma y en tercero las que pertenecen a la Sangha. En el Hinayana se pensaba generalmente que el Buda había sido un ser humano que, tras pasar por las experiencias normales de la vida, logró por sus propios esfuerzos la Iluminación. En cambio, los mahayanistas, al penetrar más la Realidad transcendental tras la apariencia mundana, poco a poco fueron creando la doctrina del Trikaya, los tres cuerpos o personalidades del Buda: el Nirmanakaya, el Sambhogakaya y el Dharmakaya. Según esta doctrina, el Buda no fue simplemente un ser humano sino la Realidad Misma. Y esta Realidad, al ser no sólo Sabiduría sino también Compasión, asume innumerables formas para predicar el Dharma a todos los seres. Formas que son todas idénticas a la Realidad y, por consiguiente, cada una de ellas es totalmente transcendental. La del Buda Gotama es la que mejor conocemos. Su nacimiento humano y su muerte son tan sólo apariencias, ya que, en realidad, el Buda nunca nace ni se muere, nunca obtiene la Iluminación; pues está iluminado eternamente, y de todos modos, según las doctrinas más profundas del Mahayana, la Iluminación, en sentido definitivo, no se puede alcanzar. Para el Gran Vehículo, el “logro” del Buda bajo el Árbol Bodhi, en Gaya, fue, como todos los demás acontecimientos en su carrera terrenal: simplemente medios hábiles (upaya kausalya) para alentar al ser ignorante. La personalidad histórica del Buda es la forma particular en que los dioses y hombres no iluminados percibieron la actividad transcendental y compasiva de lo Absoluto. Una presentación tan llana de la concepción de la naturaleza del Buda da, a primera vista, la impresión de que el desarrollo de las doctrinas del Mahayana fue más una revolución que una evolución; un alejamiento radical de lo que les precedía más que un desarrollo de ello. Sin embargo, un número de fases intermedias conecta a la concepción del Mahayana con la del Hinayana. Y quizá el mejor método de entender la doctrina del Trikaya en su forma más desarrollada sea remontarse hacia las fases más antiguas de su evolución. Para mayor conveniencia en mi exposición, consideraré cuatro fases: el Hinayana antiguo y el posterior (las fases primera y segunda) y el Mahayana antiguo y el posterior (la tercera y la cuarta). La primera fase está representada por la escuela Theravada, la segunda por la Sarvastivada, la tercera por ambas la Madhyamika y la Mahasangha, y la cuarta por la Yogachara. Cada una de estas escuelas tomó el punto de vista de sus predecesores y añadió su propia contribución al desarrollo de la doctrina. (a) El significado exacto de los términos Rupakaya y Dharmakaya siempre dio lugar a controversia. Generalmente se reconocía que el Buda poseía estos dos cuerpos pero no había unanimidad respecto a su naturaleza y función. Los hinayanistas antiguos, por ejemplo, “creían que el Rupakaya del Buda era su forma humana y su Dharmakaya el conjunto de sus dharmas, en el sentido de todas sus doctrinas y disciplinas”61. En general, ésta es la concepción más frecuente en los Nikayas del Canon Pali Theravada, pero, como indica el Dr. Dutt en la obra que acabo de citar 62, aun en estos textos se dan pasajes que admiten interpretaciones distintas. A un monje llamado Vakkali que en sus últimos momentos de vida quiso ardientemente que el Buda le visitara, le dijo el Iluminado: “Aquel que ve el Dharma me ve, aquel que me ve, ve el Dharma”. La interpretación de estas palabras dependerá de la actitud general que se tome hacia el budismo. Si la actitud se inclina hacia lo literal, en el sentido que ya he definido, la palabra “Dharma”, que es la palabra clave del pasaje, se interpretará literalmente: el Dharma se identificará con sus formulaciones conceptuales y verbales. En cuyo caso lo que el Buda dijo a Vakkali simplemente significaría que, puesto que El es, desde el punto de vista metafórico, la representación de sus doctrinas y preceptos disciplinarios, quien se comportara en acuerdo con estos le vería. En cambio, si la actitud se inclina hacia lo liberal, la palabra “Dharma” no hará referencia tanto a las palabras y conceptos que indican la Realidad como a la Realidad misma. Entonces las palabras del Buda serían una 61 62 Dr. N. Dutt Aspects of Mahayana Buddhism in Relation to the Hinayana, pág. 102 Ibídem, pág. 98 declaración de su identidad esencial a lo Absoluto, de forma que realizar el Dharma equivale a ver al Buda, no ya en sentido metafórico sino en sentido real, al ser ambas cosas expresiones distintas de la misma experiencia transcendental. (b) En la concepción de la naturaleza del Buda que se tenía en el Hinayana posterior aunque se continuó fiel a la interpretación realista del Rupakaya, se empezó a interpretar metafísicamente al Dharmakaya. En el Abhidharmakosa de Vasubandhu, el gran filósofo sarvastivadin, se dan dos explicaciones del Dharmakaya. Según la primera, el Dharmakaya es la suma total de cualidades que constituyen a un Buda, lo que viene a ser el conjunto de todas esas cualidades cuya adquisición equivale al logro de la Iluminación Completa. Tomar el primero de los Tres Refugios no quiere decir tomar refugio en el Buda, en el sentido de una personalidad humana transitoria, sino en la Budeidad. De hecho, Vasubandhu demostró que el acto de tomar refugio en el Buda implica la interpretación no realista del Dharmakaya. El Buda Gotama murió. ¿En que tomamos, pues, refugio, si no es en la esencia indestructible de la Budeidad? Esto es la representación metafísica de la naturaleza del Buda. Según la segunda explicación de Vasubandhu, la cual va más lejos que la primera, el Dharmakaya consiste en: “una serie de dharmas puros, o mejor dicho, la renovación del organismo psico-físico del substrato (anasravadharmasamtana, asrayaparavritti). El Dharmakaya significa entonces una personalidad nueva purificada, o substrato (asraya), pero es señalado que el arahat también posee el Dharmakaya”63. Es posible que al lector de estas líneas le resulten algo oscuros estos términos tan especializados. Lo que Vasubandhu quiere decir, puede reducirse a un lenguaje más simple si bien menos preciso. Lo que normalmente llamamos un individuo no es otra cosa que una sucesión de acontecimientos materiales y mentales, los dharmas. En el 63 Ibídem, pág. 106 caso del ser mundano estos dharmas son impuros ya que él está contaminado por la avaricia, el odio y la ignorancia. En el caso de un Buda o Arahant los dharmas impuros han quedado purificados por la Sabiduría. La personalidad del ser iluminado es una sucesión de dharmas puros. El conjunto de estos dharmas puros es denominado el Dharmakaya, el cual es el mismo para todos los Budas. Harivarman, el fundador de la escuela Satyasiddhi fue más allá que Vasubandhu y diferenció el Dharmakaya del Buda del Dharmakaya del Arahant. Esta diferencia la estableció considerando no sólo las cualidades que constituyen la Iluminación, sino también las cualidades y atributos asociados a las funciones cósmicas específicas al Buda, al redescubridor y reproclamador del Camino. (c) La fase del Mahayana antiguo fue principalmente una fase de síntesis. Los textos de la Prajnaparamita ya habían familiarizado a las escuelas del Mahayana con la interpretación puramente metafísica del Nirvana, la meta de la vida budista; una interpretación basada en el estado o principio de la Sunyata o Vacuidad. Prajña o la Sabiduría no era para estas escuelas simplemente la comprensión intuitiva de la naturaleza de los fenómenos, sino la facultad transcendental para la percepción de esa Realidad, o Sunyata, que es la esencia de todo fenómeno. La escuela Madhyamika revisó la doctrina del Dharmakaya considerando estas concepciones y llegó a la conclusión de que el Dharmakaya del Buda consistía principalmente en Prajña. Es decir, que su personalidad es en definitiva idéntica a la Comprensión de la Realidad, o, puesto que en el plano transcendental no se puede hacer la distinción entre el sujeto que comprende y el objeto que es comprendido, es idéntica a la Realidad. Las implicaciones metafísicas en la declaración del Buda “Aquel que me ve, ve el Dharma” se han hecho pues explícitas. En esa dirección no quedaba pues ningún desarrollo posible, por lo que en la fase del Mahayana antiguo el centro de atención deja de ser el Dharmakaya del Buda y pasa a ser el Rupakaya. Las discusiones sobre la naturaleza del Rupakaya ya abundaban en los círculos del Hinayana. Los Theravadines y los Sarvastivadines argumentaban que el cuerpo material del Tathagata era en realidad material y no una entidad transcendental como creían generalmente los Mahasanghikas, particularmente la rama conocida por el nombre de los Lokottaravadines. Según el primer punto de vista, el cual era también mantenido por los Madhyamikas y que llamaré realista, el cuerpo físico del Buda era el producto de los karmas de sus existencias pasadas. Y, además, antes de nacer, al ser su nacimiento normal, pasó por todas las fases del desarrollo intra-uterino. Estas opiniones escandalizaban a los Mahasanghikas que mantenían la tesis contraria, según la cual el cuerpo de Shakyamuni era como una aparición que, tras haber permanecido en la matriz un mes más de lo que es el período de gestación, apareció espontáneamente en el momento del parto. El Dr.N.Dutt resume así las opiniones de los Mahasanghikas y sus seguidores: “Ellos tenían la concepción de que el Buda era lokottara (transcendental), y Shakyamuni tan sólo una aparición (Nirmanakaya). Según estas escuelas, el Buda transcendental tiene un Rupakaya ilimitado, eterno y libre de dharmas sasravas (impuros). Siempre está en Samadhi, nunca duerme ni sueña y su pensamiento comprende cualquier cosa en un instante. No conoce ni la fatiga ni el descanso, está siempre ocupado en la iluminación de los seres y aparece cuando quiere en cualquiera de los seis gatis (reinos). Cualquier locución suya está relacionada con la verdad, aunque la gente puede entenderle de formas distintas. Resumiendo, la concepción que los Mahasanghikas tenían del Buda era totalmente supramundana. Según ellos el Buda era un ser de conocimiento y poderes ilimitables que nunca deseaba alcanzar el Nirvana. (Aspects....,pág. 111) Esta concepción decisivamente transcendental de la naturaleza del Buda fue incorporada a la doctrina del Trikaya sólo durante la tercera fase de su desarrollo, el denominado Mahayana antiguo. No obstante su origen se remonta mucho más atrás en la historia del budismo. Ya vimos en la conclusión del primer capítulo que el cisma entre los Theravadines y los Mahasanghikas tuvo lugar aproximadamente un siglo después del Parinirvana del Buda, y hay suficiente evidencia escrita para demostrar que en la época de Ashoka la concepción de la naturaleza del Buda de los Lokottaravadines ya estaba completamente desarrollada. En efecto, parece ser que sus doctrinas transcendentalistas no fueron innovaciones totales hechas a partir de la Enseñanza original, sino la sistematización de -y énfasis entradiciones que habían existido desde lo primeros tiempos del budismo. Se encuentran vestigios de estas tradiciones incluso en los Nikayas de Canon Pali Theravada. Además no faltan indicios de una ligera tendencia hacia la concepción no realista del Rupakaya en la literatura posterior del Hinayana, así como en las creencias populares de esta escuela incluso actualmente. Según el Mahaparinibbana Sutta del DighaNikaya, el Buda hubiera podido permanecer en el mundo hasta el final del kalpa, o período-mundo, si así lo hubiese deseado. Su Rupakaya si bien no era eterno, como mantenían los Lokottaravadines, debió haber sido de una duración inmensa. Muchos de los numerosos pasajes del Canon Pali que tratan de la Meditación hacen referencia a los poderes al alcance de aquellos que logran el cuarto jhana. Uno de estos poderes es el de producir un cuerpo sutil de aspecto idéntico al cuerpo material pero hecho de mente (manomaya). En el Samyutta-Nikaya hay un diálogo entre el Buda y Ananda que trata de este tema: “¿El Exaltado sabe completamente, Señor, como alcanzar el mundo de Brahma por medio de poderes mágicos, creando un cuerpo hecho de mente? --Sí, Ananda, en verdad lo sé ¿El Exaltado sabe completamente, Señor, como alcanzar el mundo de Brahma por medio de este cuerpo que se compone de los cuatro elementos? -Sí, Ananda, en verdad lo sé ¡Extraño es Señor! ¡Señor, una maravilla es que el Exaltado posea este conocimiento! -Sí, Ananda. Extraños son en verdad los Tathagatas y dotados de poderes extraños. Maravillosos son en verdad los Tathagatas y dotados de poderes maravillosos. Ananda, siempre que el Tathagata concentra el cuerpo en la mente y concentra la mente en el cuerpo, entrando en el estado de consciencia ligero y boyante, mora en él. Entonces, Ananda, el cuerpo del Tathagata es más boyante, más blando, más maleable y más radiante. Imagina Ananda, que se caliente una bola de hierro durante todo un día. Esta se hace más ligera, más blanda, más maleable y más radiante. Lo mismo ocurre, Ananda, con el cuerpo del Tathagata. Ananda, cuando el Tathagata concentra así el cuerpo en la mente y la mente en el cuerpo, el cuerpo del Tathagata con un esfuerzo mínimo se eleva sobre la tierra y asciende al cielo, y en diversas formas goza de los poderes mágicos que quiera. Siendo uno se convierte en muchos, y así tiene poder sobre su cuerpo incluso para llegar al mundo de Brahma. Ananda, es igual que un trocito de algodón o pelusa de un cardo que ligeramente es llevado por el viento y sin esfuerzo se eleva del suelo al cielo...de igual modo cuando el Tathagata concentra la mente en el cuerpo y el cuerpo en la mente...goza de diversos poderes mágicos... llegando incluso al mundo de Brahma”. (Samyutta-Nikaya, V.283-4; Traducción de Woodward) Según Buddhaghosa, cuando el Buda estaba predicando el Abhidharma a su madre, en el paraíso Tusita, creó varios Budas Nimmitas para que tomaran su lugar en la Tierra64. Todos estos Budas hechos de mente eran en apariencia, palabra y comportamiento réplicas exactas, incluso eran iguales los rayos de luz que emanaban de sus cuerpos y tan sólo las divinidades más elevadas de la jerarquía celestial eran capaces de notar la diferencia. Respecto al nacimiento de Shakyamuni, el Digha-Nikaya dice que los seres ordinarios entran en la matriz inconscientemente, y así continúan y nacen; los ochenta discípulos principales entran en la matriz conscientemente, pero permanecen en ella y nacen inconscientes del pasado; los grandes discípulos, en este caso Sariputta y Moggallana, entran en la matriz perfectamente conscientes y lo siguen siendo hasta que nacen, pues entonces pierden la memoria. Sin embargo, un Buda, en su último nacimiento entra en la matriz, permanece 64 The Expositor, Buddhaghosa en ella y nace con consciencia de su pasada carrera y de su grandeza futura. Incluso en la tradición del Hinayana, la aparición del Buda en el mundo no tuvo lugar de forma normal. El Buda nació del costado derecho de su madre, sin dolor, y a su nacimiento asistieron una gran multitud de seres celestiales. El poeta Asvaghosa en su gran poema titulado el Buddha Carita, poema que desde el punto de vista doctrinal es probablemente una obra de la escuela Sarvastivada, dice: “-Entonces la constelación de Pushya era de buen augurio, y del costado de la reina, que era pura debido a su voto, su hijo nació por el beneficio del mundo, sin dolor ni enfermedad.” Las palabras “pura debido a su voto” se refieren probablemente a la tradición, transmitida tanto por la escuela Hinayana como por la Mahayana, según la cual la concepción del Bodhisattva, el Buda futuro, tuvo lugar mientras su madre, Maha-Maya, observaba los ocho preceptos. Puesto que el tercer precepto supone castidad completa la concepción del Bodhisattva no pudo, obviamente, resultar de la unión sexual. Por lo tanto, su cuerpo al no producirse de la unión del óvulo con el esperma no podía ser material. Luego debió de haber sido inmaterial. Las tesis no realistas de los lokottaravadines era poco más que el examen de tradiciones comunes de este tipo. Según se deduce de los testimonios literarios existentes, sólo una de sus tesis parece no ser el desarrollo de doctrinas que ya estaban implicadas en la Enseñanza original. Esta es la insistencia de los lokottaravadines en que lo que parecía ser el cuerpo físico del Buda no era en realidad mundano sino transcendental. Es cierto que los textos en pali mencionan un manomayakaya o cuerpo hecho de mente, pero la mente de la persona no iluminada es mundana, como lo es su cuerpo. El cuerpo transcendental sólo puede ser propiedad de quien ha alcanzado lo Transcendental y, según las enseñanzas del Hinayana, Shakyamuni alcanzó la Iluminación a los treinta y cinco años: luego no es posible que hubiera logrado un cuerpo transcendental antes. Por consiguiente aunque el Buda hubiese nacido con un cuerpo hecho de mente, no pudo haber nacido con un cuerpo transcendental. No obstante, los Lokottaravadines mantenían que el cuerpo del Tathagata era transcendental desde el momento de su nacimiento aparente hasta el de su muerte aparente. ¿No poseía el Rupakaya transcendental vida y poder infinitos? Para mantener que el Rupakaya del Buda era transcendental los Lokottaravadines, lógicamente, se vieron obligados a creer que la Iluminación del Buda había tenido lugar mucho antes de su último nacimiento. No hay ninguna evidencia de que en esta fase se sacara esta conclusión, pero durante la fase del Mahayana posterior fue ciertamente sacada por los Yogacharines y constituye uno de los elementos más importantes de la doctrina del Trikaya totalmente desarrollada. La tendencia a emplazar la Iluminación del Buda con anterioridad a su última vida debió de ser facilitada por el desarrollo de la doctrina del Bodhisattva; la cual, en la forma de la descripción de la carrera espiritual del Buda Gotama en previas vidas, era aceptada incluso en el Theravada. Según los mahayanistas, Dhyana, o Samadhi, es la quinta de las seis, o de las diez, paramitas que el Bodhisattva debe practicar para alcanzar la Budeidad. Aunque no se la enumera en las listas del Hinayana correspondientes, su práctica queda implicada con la inclusión de metta y de upekkha, que son dos formas de meditación. Además, sus listas incluyen la Pañña, o Sabiduría, para cuyo logro es imprescindible la práctica de Dhyana. Ya vimos que la creación de un cuerpo hecho de mente está al alcance de cualquiera que logre la cuarta fase de la supraconsciencia. Por lo tanto, el Bodhisattva, como durante el curso de sus existencias previas se perfecciona en la práctica de la Meditación, puede obtener un cuerpo hecho de mente. Por medio de este le sería posible aparecer primero en el paraíso Tusita y después en la Tierra donde, como el actor en escena, ofrecería el drama del Nacimiento, la Iluminación y el Parinirvana. Sin embargo, este cuerpo hecho de mente sólo podría considerarse de naturaleza transcendental, como los lokottaravadines insistían, si el Bodhisattva hubiera logrado el Nirvana, tal y como se lo entendía en el Hinayana, en algún momento de su carrera anterior. Esto lo demostrarían los yogacharines y otras escuelas en la cuarta fase del desarrollo de la doctrina del Trikaya. Con respecto a la tercera fase se puede afirmar que lo que la caracteriza es la síntesis de la concepción del Dharmakaya de la escuela Madhyamika y la concepción del Rupakaya de los Lokottaravadines, que por un ajuste significativo de términos se le dio el nombre de Nirmanakaya o Cuerpo de la Transformación. (d) La fase del Mahayana antiguo consistió principalmente en una síntesis y la del Mahayana posterior principalmente en una elaboración. Una vez demostrada la naturaleza transcendental del Rupakaya o Nirmanakaya, los Mahayanistas procedieron a distinguir entre el Rupakaya burdo y su forma sutil. Entonces, ésta fue sometida a un proceso de subdivisión. Así estos dos desarrollos llevaron la doctrina del Trikaya a su perfección, lo cual fue en gran medida un logro de los yogacharines. Pasaré a examinar ahora estos dos desarrollos. Ya he indicado que es imposible afirmar la naturaleza puramente transcendental del Rupakaya del Buda sin anticipar su logro del Nirvana a una vida anterior. Los yogacharines fueron capaces de superar este tremendo obstáculo gracias a los desarrollos que tuvieron lugar en la filosofía del Mahayana. Sobre todo la distinción que en ésta se hizo entre las concepciones del Nirvana en el Hinayana y en el Mahayana, así como el tratamiento que se dio a las distintas fases (bhumis) de la carrera del Bodhisattva. El ideal del Mahayana no era el individualismo espiritual sino el altruismo transcendental, de ahí su tendencia a relegar cualquier logro meramente individual a posiciones comparativamente inferiores en la jerarquía de los logros espirituales. Por lo tanto, los mahayanistas, aunque no niegan la posibilidad del Nirvana individual logrado por los Sravakas y los Pratyekabuddhas, rechazan que el estado logrado por ellos sea idéntico a la Realidad o que pueda ser considerado el objetivo más remoto de la carrera del Bodhisattva. La carrera del Bodhisattva consta de diez estados consecutivos o bhumis. Según el Sutra Dasabhumica, texto que se distingue por dar el tratamiento más completo y sistemático a la doctrina de los bhumis, el Bodhisattva renuncia definitivamente a la posibilidad del Nirvana individual en el octavo bhumi, denominado Acala o el Inalterable. En vez de conformarse con esto el Bodhisattva persevera para lograr la Iluminación Completa por el beneficio de todos los seres. No obstante, hemos de tener la precaución de no interpretar de forma excesivamente literal las formulaciones conceptuales de estas elevadísimas experiencias. Aunque el Bodhisattva no logra el Nirvana en la octava fase de su carrera en la misma forma que lo logran los Sravakas y los Pratyekabuddhas, sería erróneo suponer que el Bodhisattva no logra la Iluminación en sentido alguno. El logra lo mismo que ellos. La diferencia es que los Sravakas y los Pratyekabuddhas, al cultivar un ideal espiritual individualista, desde el momento que logran el Nirvana dejan de existir para al mundo fenoménico. En cambio el Bodhisattva, apoyado por el poder de los Budas y por el antiquísimo voto de guiar a todos los seres a la Iluminación, al mismo tiempo logra un cuerpo transcendental por medio del cual continua apareciendo en distintos reinos de la existencia fenoménica. Esta doctrina esta enunciada claramente en el Sutra Lankavatara en el que el Buda, instruyendo a Mahamati sobre las diez fases de la Bodhisattvaidad, dice: “-Además, Mahamati, los Sravakas y los Pratyekabuddhas en la octava fase de la Bodhisattvaidad están intoxicados por la felicidad que surge del logro de la tranquilización perfecta y, no comprendiendo completamente que no hay nada en el mundo aparte de lo que se ve de la Mente misma, son así incapaces de superar los impedimentos y energías habituales que vienen de las nociones de la generalidad y la individualidad; y adeptos a la carencia de ser en las personas y las cosas, se aferran a los puntos de vista que de eso provienen, tienen la idea discriminadora y el conocimiento del Nirvana, la cual no es la de la verdad de la soledad absoluta. Mahamati, cuando los Bodhisattvas se ven frente al Samadhi de la tranquilización perfecta y lo perciben, debido al voto que hicieron al principio, se conmueven por el sentimiento de amor y simpatía por los demás y toman consciencia del papel que tienen con respecto a los (diez) votos inagotables. Así pues, no entran al Nirvana. Pero de hecho ya están en el Nirvana porque en ellos no surge la discriminación. (The Lankavatara Sutra, p.184. Suzuki) La obtención del Nirmanakaya en esta fase queda claramente indicada por el texto en el siguiente párrafo: -Cuando aquellos que han nacido del Buda ven que el mundo no es otra cosa que la Mente, obtienen el cuerpo de la transformación que no tiene nada que ver con las obras que producen efectos, pero que está dotado de los poderes, las facultades psíquicas y el autocontrol. (id. p.65) Eliot resume con gran precisión la doctrina del Trikaya cuando escribe: “Según la opinión general de los mahayanistas, un Buda logra el Nirvana por el mismísimo hecho que se convierte en Buda y, por lo tanto, está más allá de todo aquello que llamamos existencia. Aún así la compasión que siente por la humanidad y el buen karma que ha acumulado produce una imagen humana de él (Nirmanakaya) para que aparezca entre los humanos para instruirlos, así como una imagen sobrehumana, perceptible pero no material, para que aparezca en el Paraíso.” (Hinduism and Buddhism: An Historical Sketch) Según los mahayanistas, convertirse en Buda y alcanzar el Nirvana, en el sentido que le da a esto el Hinayana, ocurre en la octava fase de la carrera del Bodhisattva. Por eso Har Dayal, en su descripción de esta fase tal y como aparece en el Sutra Dasabhumica, declara que: “Este bhumi es tan importante que se denomina la Fase de la Perfección, del Nacimiento y de la Finalidad”65. A partir de entonces, el Bodhisattva vive y obra en este cuerpo transcendental, y parece ser que este cuerpo es el que aparece en la Tierra cuando se convierte en un Buda Perfecto, tras haber obtenido el Dharmakaya en la décima fase de su carrera. 65 The Bodhisattva Doctrine in Buddhist Sanskrit Literature, pág. 290 Según el Darsabhumika, el Bodhisattva cuando logra el Dharmakaya obtiene un cuerpo glorioso sentado en un loto celestial adornado con joyas. El tipo de relación entre este cuerpo y el del cuerpo, o cuerpos, obtenidos en la octava fase no fue nunca objeto de investigación. Puesto que tal cosa se relaciona con experiencias que están más allá de lo que la mente puede concebir y la lengua puede expresar, el asunto es extremadamente abstruso. Pero al menos puede afirmarse con seguridad que si el Nirvana alcanzado en la fase octava es transcendental el cuerpo adquirido entonces debe de serlo también. De todas formas, los mahayanistas, al creer que la carrera del Bodhisattva era infinitamente larga y que períodos incalculable transcurrían entre los logros de bhumis sucesivos, se inclinaron siempre a pensar que la obtención del cuerpo transcendental se remontaba a eras infinitamente remotas. De ahí que los grandes Bodhisattvas, tales como Avalokitesvara y Manjusri, no sean históricos. Desde una perspectiva práctica se puede decir que son personajes puramente transcendentales—emanaciones brillantes de “la esencia brillante no creada” del Absoluto. Son corrientes eternas de Compasión que es Sabiduría, y de Sabiduría que es Compasión, los salvadores sempiternos de la humanidad. La doctrina de los bhumis les permitió a los mahayanistas anticipar el logro de la Iluminación del Buda y, así, afirmar la naturaleza transcendental del Rupakaya. Lo único que les quedaba entonces por hacer, para llevar la doctrina del Trikaya a su perfección, era la subdivisión del Rupakaya en dos formas, la burda y la sutil. Este desarrollo, el último que tuvo lugar, fue también obra de los yogacharines que procedieron a distinguir entre el Sambhogakaya y el Nirmanakaya, cuando la terminología de la doctrina empezaba a consolidarse. La base de esta distinción es la idea de que un Buda o Bodhisattva aparece de forma distinta a seres distintos, según sus preferencias, temperamentos y grados de refinamiento espiritual. De hecho, no es que los Budas y Bodhisattvas asuman formas distintas, sino que la misma actividad compasiva y transcendental de lo Absoluto es percibida diferentemente por distintas mentes. Es como si esta actividad se dividiera en una multitud de figuras gloriosas en la misma forma que un rayo de luz al atravesar un prisma se divide en los colores vivos del arco iris. Esto llevado a su conclusión lógica equivaldría a decir que hay tantos Budas y Bodhisattvas como seres conscientes en el universo. Siendo cada forma divina el modo en que el Dharmakaya existe para una persona en particular, o incluso una cosa, así como el modo por el cual actúa. Partiendo de esta premisa, el Sutra Lankavatara llega a la conclusión que igual que la mano puede ser llamada hasta, kara o pani, y el cuerpo, tanu, deha o sarira, el Tathagata “es oído por la gente ignorante, de este mundo de la paciencia, bajo muchos nombres distintos que suman cientos de miles de asamkheyas”. De hecho, el sutra declara rotundamente que los nombres de varias divinidades no budistas, tales como Brahma y Vishnu, así como las designaciones de la Realidad, budistas o no, tales como el Nirvana, lo Eterno, la Vacuidad, el Dharmadatu y lo No-Formado, son todas apelaciones del Tathagata. Esta peligrosa doctrina, que al final contribuyó a socavar los cimientos del budismo en la India, no apareció súbitamente. Al ser posible dividir a los seres en dos categorías, los que están desarrollados espiritualmente y los que no lo están, la división primaria del Rupakaya, como ya he indicado, constituyó el Sambhogakaya y el Nirmanakaya. El primero, denominado también Cuerpo del Gozo, es el Dharmakaya tal y como lo perciben, en los reinos celestiales, los Bodhisattvas que se entrenan en cualquiera de los bhumis. El segundo es la misma realidad percibida en la Tierra por los Sravakas, los Pratyekabuddhas, la gente corriente y los Bodhisattvas que no han alcanzado todavía el primer bhumi. El Sambhogakaya a su vez se divide en el Svasambhoga, que es la forma en que el Buda es percibido por los Budas de otros sistemas de mundos, y el Parasambhoga que es la forma en que lo perciben los Bodhisattvas. Esta prolongación del análisis es sólo de interés teórico y en la práctica se considera que el Buda posee simplemente tres cuerpos: el Dharmakaya, el Sambhogakaya y el Nirmanakaya. Ya he explicado la naturaleza del primero y el tercero, cuando traté de la segunda y tercera fase del desarrollo de la doctrina del Trikaya. Ahora procederé a analizar el Sambhogakaya. La figura central del Hinayana es el Buda del Nirmanakaya, es decir, Shakyamuni, el ser humano e histórico. En cambio el Mahayana está dominado por el Sambhogakaya, en una u otra de sus numerosas manifestaciones resplandecientes. En los sutras del Mahayana predica el Sambhogakaya y en los del Hinayana lo hace el Nirmanakaya. El Sambhogakaya es el objeto supremo de la fe y de la devoción. Es el deslumbrante foco más remoto en el que se concentran, como innumerables rayos de luz convergentes, todos esos incipientes esfuerzos y anhelos del corazón, esos impulsos semiciegos hacia la perfección, esos poderosos vuelos del amor y la adoración que en religiones menos filosóficas se dirigen hacia concepciones de orden teísta más o menos toscas. El cuerpo glorioso del Buda, adornado por las treinta y dos marcas mayores y las ochenta menores, y cuyo resplandor ilimitado llena todo el cosmos, ha sido siempre un tema favorito del arte del Mahayana. Las distintas formas transcendentales en que surge el Sambhogakaya en la meditación del devoto, apareciendo como el sol del amanecer en el horizonte, a lo largo de los siglos han sido representadas en obras de arte. Estas no sólo han sido de gran valor como apoyo de la vida espiritual en general y de la práctica de la meditación en particular, sino que también han sido incluidas entre los grandes tesoros artísticos de la humanidad. Fue tan fervorosa la devoción de los mahayanistas, tan exuberante y creativa su imaginación para lo espiritual y tan intensa su actividad artística, que los amplios paraísos del Mahayana se poblaron rápidamente de una gloriosa compañía de seres transcendentales: Budas, Bodhisattvas y una multitud de divinidades inferiores que poseían atributos propios y personalidades individuales. Verdaderamente llegaron a ser tan numerosas las formas del Sambhogakaya que al final los mahayanistas se vieron en la necesidad de establecer un cierto orden entre ellas. Por consiguiente, distintos sistemas de clasificación fueron adoptados por distintas escuelas. El más conocido y popular es el de las cinco ‘familias’, que están cada una de ellas presidida por un Buda en particular. A las cinco familias corresponden los cinco elementos, los cinco skandhas, los cinco sentidos,... etc, además se corresponden con colores distintos, letras del alfabeto, los puntos cardinales, animales distintos,... etc. Los cinco Budas que presiden sobre este sistema son: Vairocana, Amitabha, Ratnasambhava, Amoghasiddhi y Akshobhya. Sus familias consisten de grandiosos Bodhisattvas que son los hijos espirituales del Buda correspondiente, además de las consortes femeninas que, según desarrollos posteriores, cada Buda y Bodhisattva posee. El Buda Amitabha, por ejemplo, preside la Familia del Loto, su color es el rojo, su punto cardinal el Oeste, su paraíso Sukhavati o la Tierra del Éxtasis. Se le asocia con el samjña skandha o el agregado de la percepción, su consorte es la diosa Pandaravasini, el más veterano de sus hijos espirituales es el Bodhisattva Avalolkitesvara y la hija de este es la diosa Tara. Cualquier Nirmanakaya es el reflejo, sobre las fangosas aguas del mundo, de alguna forma del Sambhogakaya que a la par permanece en los reinos de lo Transcendental con un esplendor similar al de la Luna. Por eso fue también posible incorporar al sistema varios Budas humanos aunque no siempre históricos. Por esta razón, se asoció a Sakyamuni con Amitabha, considerándose que ésta fue su manifestación más reciente, y al ser la última manifestación del Sambhogakaya en el período cosmológico actual se cree que estamos bajo la protección principal de Amitabha y de Avalokitesvara. En la totalidad del sistema, Gotama el Buda ocupa un lugar extremadamente subordinado, de hecho casi insignificante. De forma que con frecuencia da la impresión de que el Mahayana apenas le necesitaba ya. Como Conze dice: “Para el historiador agnóstico y cristiano sólo es real el Buda humano, el Buda espiritual y mágico son para él ficciones. La perspectiva del creyente es muy distinta. La naturaleza del Buda y el “cuerpo glorioso” del Buda destacan con la mayor claridad, mientras que el cuerpo humano del Buda y su existencia histórica no parecen otra cosa que unos trapos arrojados sobre su gloria espiritual.” (Buddhism, Its Essence and Development; p.38) Es esta gloria espiritual, concretada en la doctrina del Trikaya y, en particular en su concepción del Sambhogakaya, lo que constituye la verdadera luz del Mahayana, y no los débiles resplandores de la evidencia histórica. El Mahayana al hacer énfasis en el aspecto transcendental de la naturaleza del Buda no sólo eleva al budismo muy por encima del plano de lo histórico, sino que también vindica su verdad eterna y su significado universal. VII. Las dos verdades: la carencia de ego en todos los dharmas El Mahayana no sólo hizo más profunda la concepción de la naturaleza del Buda, sino que también desarrolló doctrinas que dieron al Dharma una interpretación más profunda y una aplicación más amplia. Con respecto a la teoría, aclaró la Cognición de la Realidad que el Buda tenía, tal y como El la había expresado en la Enseñanza de la condicionalidad universal. Esto lo hizo gracias a su insistencia en que no sólo carece de ser propio lo compuesto sino también los componentes de ello. En cuanto a la práctica, el énfasis del Mahayana en la universalidad del Ideal del Bodhisattva subrayó las características esenciales de la concepción que tenía el Buda de la vida espiritual. Estas son las dos doctrinas más importantes y características del Mahayana respecto a la segunda de las Tres Joyas y son comunes a todas sus escuelas. Pero antes de emprender una exposición breve de ambas doctrinas, es necesario explicar como pudo el Mahayana desarrollar su propia interpretación del Dharma sin desechar totalmente la del Hinayana. Por eso he de mencionar brevemente su distinción entre verdad relativa y verdad absoluta. Esta distinción ya había sido hecha en el Hinayana. Según sus exponentes, hay dos tipos de verdad o dos modos de expresión. Uno que es verdadero en el sentido definitivo y absoluto (paramattha-sacca), y otro que lo es sólo en sentido convencional (samutti-sacca). Los hinayanistas mantienen que los dharmas, es decir, los 165 constituyentes definitivos, materiales y mentales, de los fenómenos son realidades (son 165 para los theravadines y 72 para los sarvastivadines). Por eso, para ellos, la única descripción absolutamente verdadera de un fenómeno es la que dice de qué dharmas se compone y como están relacionados entre sí. Expresiones tales como “el monje va a pedir limosna” o “él dijo que haría el trabajo él mismo” no son verdades en sentido definitivo porque las palabras “monje” o “él” no se refieren a ninguna realidad que les corresponda. Para los hinayanistas, la rueda, el eje, el pivote, etc..., son reales pero el carro es irreal. Piensan que las descripciones de la existencia con términos tales como alma, ser, ego, persona, individuo, etc..., son sólo válidas en el sentido convencional, mientras que si hablamos usando los términos skandhas, ayatanas, dhatus, o la Co-producción Condicionada o las Cuatro Verdades, entonces nos referimos a verdades con sentido definitivo. Por lo tanto según el Hinayana la expresión verdad absoluta (paramattha-sacca) no se refiere a otra cosa que a una u otra de las doctrinas importante del budismo. En cambio, según el Mahayana, los supuestos dharmas definitivos del Hinayana dependen para su surgimiento de causas y condiciones y no son reales sino de naturaleza irreal. La condicionalidad o irrealidad de todo fenómeno es indicada por los mahayanistas con el término Sunyata, o Vacuidad. Y para ellos doctrinas tales como las Cuatro Verdades y la Co-producción Condicionada, al referirse a irrealidades son ellas mismas irreales en el sentido definitivo y la verdad que poseen no es absoluta sino convencional. Sunyata y Tathata son únicamente la Verdad Absoluta. Por esta razón los mahayanistas relegaron toda la doctrina al área que los madhyamikas llamaban Samvrtisatya, o verdad convencional, y que los yogacharines, haciendo alarde de su talento elaborador, denominaban parikalpita y paratantra, o realidad ilusoria y contingente. Esto, por muy revolucionario que parezca, no es otra cosa que la interpretación metafísica que el Mahayana da a la Parábola de la Balsa: el Dharma es tan sólo un medio. ¿Para qué preservar doctrinas tales como la de la Coproducción Condicionada o las Cuatro Verdades si son sólo de valor relativo? Esto equivale a preguntarse para qué quiere uno la balsa si no se la puede llevar después de haber pasado a la otra orilla. La respuesta a esta pregunta es que los mahayanistas están muy lejos de prescindir de las doctrinas del budismo y las conservan ya que su opinión es que sólo se llega a la Verdad Absoluta por medio de la verdad convencional; siendo ésta un puente para llegar a aquélla. Además, la Verdad Absoluta indicada por las palabras Sunyata y Tathata es única y sólo puede ser descrita por medio de series de negaciones exhaustivas. Pero para dar una descripción negativa debe haber algo que negar. Lo que se niega es la verdad convencional. Las doctrinas del budismo son necesarias, aunque no absolutamente verdaderas, porque sólo por medio de su negación emerge la única definición posible de la Realidad, una definición por supuesto negativa. De esta forma los mahayanistas fueron capaces de desarrollar sus doctrinas características sin rechazar las del Hinayana. Sin comprender la versión del Mahayana de las Dos Verdades es imposible entender la relación entre ambas escuelas. La primera doctrina característica del Mahayana, y que es mantenida por todas sus escuelas, es la carencia de ego y la vacuidad de todas las cosas (sarvadharmanairatmya y sarvadharmasunyata) y es una doctrina estrechamente relacionada con la de las Dos Verdades. Ya traté de demostrar en el primer capítulo que la condicionalidad universal, al ser la formulación conceptual de la Iluminación del Buda, es la enseñanza central del budismo. Es la tabla principal de esa Balsa que es el Dharma, la doctrina fundamental de la que todas las demás derivan y a la que todas pueden ser reducidas. Incluso el Nirvana queda incluido, si se considera que es la última de una serie de fases causales que se compone de factores del mismo tipo que progresivamente van aumentándose. También hemos visto que las Cuatro Verdades son el resultado de su aplicación al problema del sufrimiento. Además, ¿Por qué razón se dice que lo que llamamos la persona (pudgala) está vacía de ser propio (anatman)?: Simplemente porque en ella cada uno de sus elementos surge dependiendo de causas y condiciones exteriores. Obviamente la carne es más que un revestimiento y la comprensión del principio de la condicionalidad es de mucha mayor transcendencia para la vida espiritual que la comprensión de cualquiera de sus aplicaciones en la forma de una u otra doctrina del budismo, por muy importante e interesante que sea. Pero esta verdad fue olvidada muy pronto por los hinayanistas. Los seguidores de esta rama del budismo se olvidaron del principio general y se limitaron casi totalmente a la aplicación específica que más les interesaba: la doctrina de la carencia de ego de lo que comúnmente se llama el individuo (pudgalanairatmya). El resultado de su preferencia por el perímetro psicológico del Dharma, en vez de su centro metafísico, fue que al final promulgaron dos doctrinas, las cuales, de hecho, negaron el espíritu de la Enseñanza Original y constituyeron el motivo para aún más errores e interpretaciones falsas. Según la primera doctrina, la realización de la pudgalanairatmya por medio del análisis y división minuciosa de lo que llamamos el ser, o atman, en los dharmas que lo constituyen, es en sí suficiente para lograr el Nirvana. Según la segunda doctrina, los dharmas en que se divide el ser, si se ha hecho el análisis correctamente, constituyen un cierto número de entidades definitivamente reales. A estas entidades las denominaron samskrta-dharmas y se caracterizan por las señales (nimitta) del dolor y de la impureza. En cambio el Nirvana es el asamskrta-dharma y carece de estas señales (animitta); es un estado de pureza y éxtasis. La Iluminación es obtenida separando gradualmente la mente de lo condicionado y dirigiéndola hacia lo Incondicionado. Al considerar que los dharmas que constituyen la personalidad eran reales, los hinayanistas pensaron también que las señales eran reales. Al serlo estas consideraron que lo era también su ausencia. Por consiguiente, pensando que eran reales las señales y la ausencia de las señales, quedó establecida la diferencia entre el Samsara y el Nirvana y, por lo tanto, el abandono del uno y el logro del otro les pareció abandono real y logro real. Los mahayanistas emprendieron una enérgica protesta contra esas opiniones dualistas que obviamente se dirigían hacia el individualismo espiritual y el egoísmo. Esto lo hicieron por medio de la doctrina sarvadharmasunyata, o la vacuidad de absolutamente todos los dharmas, que fue en efecto la reafirmación de la primacía del principio universal de la condicionalidad sobre sus aplicaciones, así como un recordatorio de la relatividad conceptual de todas las formulaciones. Según esta doctrina, los cinco skandhas, los diez ayatanas y los dieciocho dhatus, además de las distintas subdivisiones en que los hinayanistas laboriosamente habían divido lo que se llama persona, no eran en modo alguno realidades en el sentido definitivo sino simplemente construcciones mentales. Ya he señalado al examinar los dos tipos de verdades, que los dharmas que constituyen la personalidad dependen para su surgimiento de causas y de condiciones; y ser dependiente quiere decir carecer de naturaleza propia, de ser propio (svabhava). Lo que carece de naturaleza propia es, en el Mahayana, denominado sunya o vacío. Luego la condicionalidad y la vacuidad son lo mismo. Un dharma condicionado es un dharma vacío. Esto lo reconocían incluso los hinayanistas. Pero los mahayanistas, partiendo de la distinción hecha por los hinayanistas, la distinción entre los dharmas samskrta, que poseen nimittas, y los asanskrta, que no las poseen, sacaron conclusiones que horrorizaron a sus oponentes. Los mahayanistas indicaron que la negación era inconcebible sin la afirmación y que, por lo tanto, la una dependía de la otra. Lo que carece de señales está ligado por un lado a lo que las posee. Por lo tanto, el Nirvana sólo existe en relación al Samsara. Siendo relativo es dependiente, al ser dependiente está condicionado, y al estar condicionado debe estar vacío de naturaleza propia. Una vez igualados los dharmas con la Vacuidad, de un lado, y del otro el Nirvana con la Vacuidad, los mahayanistas dieron un paso aún más audaz al igualar el Nirvana al Samsara. Si A es igual a C, y B es igual a C, es obvio que A y B deben ser iguales. Esta atrevida identificación del mundo fenoménico con lo Absoluto es una de las tesis más importantes y provechosas del Mahayana. Además de contribuir a la formación de concepciones filosóficas aún más profundas, está identificación es el fundamento de la lógica de las contradicciones de la Prajnaparamita, que establece la igualdad entre la afirmación y la negación. Es además la justificación y la explicación definitiva de la teoría y la práctica tántrica, particularmente en el campo de la meditación y la moralidad. Pero quizá la consecuencia más destacable del principio universal de la vacuidad fue su aplicación a la concepción mahayánica de la vida espiritual, en particular la formulación del Ideal del Bodhisattva. Al estar vacías las cosas condicionadas y las no condicionadas, ambas no son diferentes entre sí (advaya), por esto los mahayanistas no sólo afirmaron la vacuidad de todos los dharmas (sarvadharmasunyata) sino que también, más positivamente, afirmaron la igualdad de todos los dharmas (sarvadharmasamata). Puesto que todas las cosas son en realidad lo mismo y la discriminación entre el Nirvana y el Samsara es, por lo tanto, una ilusión, necesariamente no hay, en sentido absoluto, ni logro del primero ni abandono del segundo. Es por esta razón que la concepción de la Iluminación del Mahayana difiere radicalmente de la del Hinayana. Esta última tiende a la idea de una transición real (aunque no de una persona real, como al menos Buddhaghosa tiene la perspicacia de señalar) desde un Samsara real a un Nirvana real. En cambio, la concepción del Mahayana consiste en la cesación absoluta de toda discriminación y la realización de que la única Realidad es la indiferenciada y homogénea Vacuidad, o Talidad, o Igualdad, o Consciencia, según el término que se prefiera usar. Incluso esta realización es, por supuesto, la no realización, y sólo porque es una no realización es una realización. De igual modo, sería erróneo pensar que la Vacuidad constituye la naturaleza propia o el ser propio de los dharmas, ya que en ese caso no habría ninguna diferencia entre la doctrina budista de la Vacuidad y concepciones tales como la Nirguna Brahman de Sankara o la de la Sustancia de Espinosa, y otras. Todas las cosas están vacías, por consiguiente, la vacuidad misma está vacía y no debe pensarse que sea en realidad una materia o substancia con la que se han manufacturado los dharmas y en la que pueden ser de nuevo convertidos, como si se tratara de cuencos y arcilla; o aún menos que sea un tipo de substrato que permanezca tras las cosas y que las mantenga. Cuando en los textos de la Prajñaparamita se declara que el Bodhisattva toma como base la Vacuidad, lo que se quiere decir es que él no toma absolutamente nada, ni lo condicionado ni lo no condicionado, como base. Por consiguiente, no hay en realidad ni logro del Nirvana ni aspiración para tal logro. Consciente de que todos los dharmas son eternamente no producidos y de que “todos los seres son desde el mismísimo principio Budas”, el Bodhisattva permanece en profundo estado de quietud, de tranquilidad y pureza absoluta, sin ser perturbado por conceptos dualistas. Pero la Verdad Absoluta puede sólo ser realizada por medio de la verdad convencional. Así pues, el Bodhisattva al mismo tiempo que se adiestra en la idea del no logro, o en la Vacuidad, se esfuerza a más no poder para lograr la Iluminación por medio de la práctica de las Diez Perfecciones así como por el cumplimiento de otras diversas obligaciones del Bodhisattva. En efecto, para evitar crear la concepción dualista del no logro él debe de practicar así. El no logro no es diferente del logro. Si lo fuera la doctrina de la quietud absoluta de todos los dharmas se habría convertido, en la práctica, en algún tipo de quietismo o inactividad, lo cual no ha sucedido nunca. De hecho ha sucedido lo contrario, pues esta doctrina ha inculcado siempre un ideal de actividad compasiva sin paralelos en la historia de las religiones. Pero la “base” de esta intensa actividad compasiva no es, y no debemos olvidarlo, un ideal “humanitario” y en el fondo egotista, sino la realización de que todos los dharmas, incluyendo el objeto de la compasión, están vacios y son por lo tanto irreales. Esta concepción de la vida espiritual dista enormemente del individualismo rígido del Hinayana. Aun así, por grande que sea la diferencia entre el egoísmo espiritual y el altruismo transcendental, no lo es hasta el extremo que el Mahayana no pueda conectarlos. Para que el Camino de la Iluminación, en el sentido mahayánico del término, lo comprenda verdaderamente todo, debe incluir todas la fases y grados de la vida espiritual, desde los más bajos hasta los más elevados. Incluso el individualismo ha de encontrar su lugar. Por eso los mahayanistas han sido capaces de incluir el lado práctico del Hinayana además del lado teórico. Este último lo incluyeron por medio de la doctrina de las Dos Verdades, y el primero incluyendo el ideal espiritual del Hinayana, con sus realizaciones y logros, por medio de la división de la carrera del Bodhisattva en dos grupos de fases, uno superior y el otro inferior. Esta división ha quedado reflejada en varios esquemas de la práctica espiritual. La meditación de la Vacuidad, por ejemplo, está dividida en cinco fases. En la primera fase el Bodhisattva realiza la vacuidad de los dharmas, en la segunda la vacuidad de los dharmas condicionados y en la tercera la vacuidad de aquellos dharmas que son no condicionados. Estas tres fases pertenecen al Hinayana. En la cuarta fase él realiza la Vacuidad de absolutamente todos los dharmas y en la quinta transciende hasta incluso la concepción de la Vacuidad, lo cual queda más allá de la palabra. Estas dos últimas fases pertenecen exclusivamente al Mahayana. Otro ejemplo es el de las Diez Fases de la carrera del Bodhisattva que quedan divididas en dos grupos. Las fases que van de la primera a la sexta corresponden a las tres primeras fases de la meditación de la Vacuidad y el segundo grupo, de la séptima a la décima, a las fases cuarta y quinta. Es decir, que las seis primeras fases son hinayánicas y las otras cuatro mahayánicas, si bien todas pertenecen al Mahayana ya que el Bodhisattva debe atravesar todas ellas en el curso de su carrera. Según las doctrinas mahayánicas más desarrolladas y verdaderamente más ortodoxas la cara de la Realidad está cubierta por dos velos. Tras el velo (avarana) más exterior de las pasiones (klesa) está el velo interior de la ignorancia, el velo que obstaculiza el verdadero conocimiento (jñeya). Los mahayanistas admiten que los hinayanistas lograron apartar el primer velo por medio de la realización de la pudgalanairatmya, o la carencia de ego de la persona. Pero también mantenían que el segundo velo sólo podía apartarse por medio de la realización de la sarvadharmanairatmya o sarvadharmasunyata, la carencia de ego o vacuidad de absolutamente todas las cosas. En la sexta fase de la carrera del Bodhisattva, la última del primer grupo, el Arahant, habiendo destruido las pasiones por medio de las tres primeras meditaciones, realiza la carencia de ego de la personalidad y logra el Nirvana en el sentido hinayánico. En cambio, el Bodhisattva rechaza la emancipación individual y pasa al grupo superior de las cuatro últimas fases. Entonces, por medio de las dos últimas meditaciones de la Vacuidad destruye la ignorancia y realiza la verdad universal de la vacuidad, logra el Sambodhi o la Iluminación y se convierte en Buda Perfecto. Así los mahayanistas fueron capaces de acomodar el individualismo del Hinayana, utilizándolo como un estado de paso al Camino Mahayánico del altruismo transcendental. Esto vino a suponer el reconocimiento de la posibilidad de pasar del grupo de fases inferior al grupo superior. Según algunos textos, la sexta fase puede ser transcendida no sólo por el que acepta el Ideal del Bodhisattva desde un principio, sino también por el Sravaka que, tras haber realizado el Nirvana en el sentido hinayánico, descubre su error y ve que el logro que hasta entonces él había tomado por definitivo de hecho no lo es. El Sutra Sadharma Pundarika muestra a Sariputra, que en los textos del Mahayana suele representar el punto de vista del Hinayana, llevando a cabo ese descubrimiento. Sariputra se reprocha haber sido seguidor del Hinayana cuando oye al Buda decir a los Arahantes, Bodhisattvas, dioses y semidioses que junto a El se han reunido: “Alégrense sumamente vuestros corazones sabiendo que vais a ser Budas”. Sariputra se reprocha por haber pensado que él había obtenido el Nirvana cuando el Nirvana real no era el de los Arahantes sino el de los Budas. El Tathagata predice entonces que cuando pasen infinitos, ilimitados e inconcebibles kalpas, Sariputra se convertirá en Buda, su nombre será Flor de Luz y su reino o campo de acción será el Reino de la Pureza Completa66. 66 The Lotus of the Wonderful Law, pág. 80 y pág. 53 Como los mahayanistas mantenían que tanto las Escrituras del Hinayana como las del Mahayana fueron predicadas por el Buda, el Sutra Sadharma Pundarika tiene que explicar las discrepancias entre ambas escrituras. Esto lo hace por medio de parábolas, una de las cuales es la Parábola de la Casa Incendiada, que ya mencioné en la sección tercera. Pero como actualmente ya no se cree que los Sutras del Mahayana, en la forma literaria en que nos han llegado, sean la mismísima palabra del Buda, las explicaciones ya no son necesarias. El Sariputra del Sutra Sadharma Pundarika no es un personaje histórico sino simbólico. El representa la interpretación del Dharma que era negativa, literal e individualista, tan popular en los círculos del Hinayana en la época en que surgió el Mahayana. El no representa la Enseñanza Original preservada, al menos parcialmente, en el Canon Pali de los theravadines como existe hoy en día. No hay duda alguna de que el Sariputra histórico, igual que sus hermanos Arahantes, era un ser iluminado tanto como lo fue el mismo Nagarjuna. Sólo posteriormente se endureció el Ideal del Arahant, convirtiéndose en una doctrina de individualismo espiritual. Como ya he señalado, las críticas que el Mahayana hizo al Hinayana no se refieren a la Enseñanza Original sino a las corrupciones que de ella se hicieron. Del mismo modo, la relegación del Nirvana hinayánico a la sexta fase de la carrera del Bodhisattva no se refiere al Nirvana de los Arahantes discípulos del Buda sino a las concepciones individualistas del escolasticismo hinayánico posterior. Las enseñanzas del Mahayana concuerdan más con las porciones más antiguas del Pali Canon de lo que por lo general se piensa. La segunda de las doctrinas mahayánicas características y mantenidas por todas las escuelas del Gran Vehículo, el Ideal del Bodhisattva, no es el resultado de un proceso de desarrollo y universalización similar al que tuvo lugar con la primera doctrina, la doctrina de la condicionalidad. Es más bien su puesta en práctica en la vida humana y en la acción espiritual. Como la doctrina del Bodhisattva será descrita en el capítulo cuarto, baste de momento con señalar su importancia. No obstante hay un punto que debemos de tener presente. Para los hinayanistas el término Bodhisattva se refiere simplemente al Buda Gotama durante el período previo a su Iluminación. En cambio, para los mahayanistas el término Bodhisattva se refiere a cualquier devoto budista que acepta como meta final la Iluminación Completa por el beneficio de todos los seres, en vez de la emancipación individual. Esta distinción explica, en parte, lo que voy a exponer a continuación. VIII. La Sangha del Mahayana El Mahayana profundizó la concepción de la naturaleza del Buda y dio una interpretación más amplia y adecuada al Dharma. Por esto sería muy sorprendente que no hubiera también ensanchado, simultáneamente, la base de la Sangha. En los sutras del Hinayana, por lo general, se representa al Buda exponiendo la doctrina a asambleas que consisten principalmente de monjes. Estos textos nos dejan con la impresión de que el Dharma es principalmente para los miembros de la orden monástica, mientras que los laicos quedan en segundo plano. En cambio los sutras del Mahayana generalmente describen al Buda en su Sambhogakaya y predicando el Dharma a una asamblea “amplia como el océano” y que consta no sólo de bhikkhus que son Arahantes, sino también de innumerables Bodhisattvas, Reyes Guardianes, y dioses y semidioses de varios tipos. A veces, el universo particular en el que tiene lugar la asamblea no es lo suficientemente grande para acomodar una multitud tan grande de seres, los cuales llegan con sus correspondientes séquitos desde todas la direcciones del espacio. Por eso los asistentes se ven a veces obligados, como los ángeles rebeldes de Milton, a reducir sus dimensiones. Claro está que en los discursos del Hinayana también figuran entre los asistentes seres celestiales. Lo que verdaderamente diferencia los sutras del Mahayana de los del Hinayana, con respecto a los asistentes, es que en los primeros los Bodhisattvas son más numerosos y prominentes que los Arahantes, y son también algunas veces sus instructores. Además todos estos Bodhisattvas son representados inconográficamente con la apariencia de laicos; generalmente su apariencia es la de príncipes jóvenes, de dieciséis años, ataviados con tocados de joyas y collares de perlas. La diferencia en los asistentes indica la diferencia de actitud. Ya vimos en la sección IV que la cuarta acusación que el Mahayana hizo al Hinayana fue su apego excesivo a los aspectos meramente formales del monasticismo. Por su parte el Mahayana, como ya he explicado en la sección V, siguió apreciando el ideal monástico pero dio cada vez más importancia a la dedicación de la gente laica. La diferencia de actitud se refleja en sus concepciones respectivas de la Arya Sangha, o Congregación de Santos, que es lo que constituye esencialmente el tercero de los Refugios tomados por todos los budistas. Según los hinayanistas esta aristocracia espiritual está constituida exclusivamente por aquellos que han alcanzado los Cuatro Caminos Transcendentales, es decir, los Integrados en la Corriente, los de Un Regreso, los sin Regreso y los Arahantes, todos los cuales son miembros de la orden monástica, con alguna excepción posible en los grados inferiores. Así pues, para el Hinayana la comunidad espiritual es en efecto una subdivisión de la corporación eclesiástica, de forma que tanto espiritualmente como socialmente los monjes ocupan un lugar más prominente que los laicos. En cambio, en el Mahayana el Arya Sangha consiste exclusivamente de los Bodhisattvas que han entrado en el segundo grupo de fases del Camino de la Iluminación Suprema. Algunos de estos Bodhisattvas siguen la vida del monje otros la del laico. Así pues, para el Mahayana la sección de la corporación eclesiástica más avanzada espiritualmente es sólo una subdivisión de la comunidad espiritual, de forma que al menos espiritualmente el lugar que ocupa el laicado no es menos prominente que el de los monjes. De hecho, desde el punto de vista del Mahayana, aunque los Arahantes puedan contarse entre los Bodhisattvas en la sexta fase, el laico que ha tomado los Cuatro Grandes Votos del Bodhisattva, aun sin haber entrado en la primera de las Diez Fases del Camino, es espiritualmente superior a los monjes que no tengan tal aspiración. Según las Escrituras del Hinayana, el Buda en persona insistió en que la verdad y la buena conducta son de muchísima más importancia que los hábitos religiosos. Aparte de esto, existen dos razones por las que se puede explicar la ampliación de la base de la Sangha en el Mahayana y la correspondiente disminución de la diferencia esencial entre el monje y el laico, si bien se mantuvo la distinción exterior. La primera razón es la relación entre el Samsara y el Nirvana en el Mahayana, y la segunda la doctrina mahayánica según la cual todos los seres son en potencia Budas. La vida monástica obviamente trae consigo la renuncia de algunas cosas. Por lo tanto se basa en un cierto dualismo entre Dios y el mundo, el espíritu y la materia, o en el caso del budismo del Hinayana, entre el orden transcendental y el mundano. El Mahayana afirmó que la Realidad era no-dual y que el Samsara y el Nirvana no eran diferentes entre sí. Ya hemos visto que así toda la doctrina y disciplina del Hinayana paso del terreno de la verdad absoluta al de la verdad convencional. Así pues, quedó más relajada la tensión entre lo transcendental y lo mundano y, consecuentemente, se debilitó el impulso por el logro del uno y el de la renuncia del otro. No parece tener sentido abandonar el mundo cuando es simplemente Dios disfrazado. El Mahayana preservó la vida monástica por la misma razón que preservó las enseñanzas del Hinayana, por el hecho de que la verdad relativa es un puente imprescindible para alcanzar la Verdad Absoluta. En la vida espiritual no hay atajos. Durante las últimas fases de su desarrollo en la India, algunas escuelas seudo-tántricas olvidaron esto y trataron de aplicar directamente la doctrina de la No-Dualidad en el plano relativo, sin antes ser verdaderamente conscientes de la importancia de la doctrina. El resultado fue la rápida degeneración y la decadencia total. La segunda razón para la disminución de la diferencia entre los monjes y los laicos, es decir, la idea de que todos los seres son en potencia Budas, es la consecuencia lógica del Ideal del Bodhisattva tal y como lo universaliza el Mahayana. Todos lo seres han de atravesar las Diez Fases de la Carrera del Bodhisattva, todos han de aspirar a la Iluminación Suprema por el beneficio de todos los seres; todos, de hecho, alcanzarán la Iluminación Suprema. No importa cuanto tiempo falte, el día llegará para cada cual, aun si han de pasar tantos eones que son imposible de enumerar. Traduciendo esto de la lengua del tiempo a la de la eternidad, quiere decir que hablando con sentido metafísico, o desde el punto de vista de la verdad más elevada, todos los seres son incluso ahora el Buda, independientemente de que no sean conscientes de este hecho. La única diferencia entre el Buda y el hombre común es que el primero sabe que él es el Buda mientras que el segundo lo ignora. En el Ratnagotravibhaga dice: “El elemento de la Tathagatidad, tal y como está presente en todos, es inmutable y no puede ser afectado ni por la corrupción ni por la purificación. Como el Buda en un loto borroso, como la miel cubierta por un enjambre de abejas. Como el fruto dentro de la cáscara, como el oro con sus impurezas. Como un tesoro escondido bajo tierra, como el fruto en el interior de una pequeña semilla. Una imagen del Jina vestida con harapos, el monarca universal en el vil vientre de una mujer. Como una estatua preciosa cubierta de polvo. Así está establecido el elemento en todos los seres, los cuales están cubiertos por las manchas de las impurezas adventicias. (Ratnagotravibhaga, I, 96-97. Traducción de Conze) Al considerarse que el Buda es tanto el monje como el laico, es imposible de mantener la superioridad de uno sobre otro, excepto en un sentido puramente social y convencional. Aun así es cierto que también en el Mahayana, sobre todo en el Tíbet, la comunidad espiritual coincide en cierta medida con la corporación eclesiástica. No obstante, el efecto general de la doctrina de la No-Dualidad y la de la inmanente naturaleza de Buda desplazó el centro de la sociedad budistas, pasando a ser la comunidad espiritual en vez de la corporación eclesiástica. Y esto trajo consigo la disminución de la importancia de la orden y de la vida monástica. Además, en los países del budismo Hinayana el monje queda sumergido en la Sangha que es tratada como si poseyera una vida propia e independiente de la de sus miembros. En cambio en los países del Mahayana ocupan el primer plano los miembros de la Sangha que destacan por su talento y en virtud de sus logros transcendentales, es decir, los maestros religiosos y los guías espirituales. Ejemplos de ellos son Nagarjuna, Asvaghosa, Asanga, Vasubandhu, Hiuen Tsang, Atisa, Milarepa, Kobo Daishi, Tsongkhapa,...etc, cuyo prestigio e influencia en los países del budismo Mahayana no ha dependido de que hayan recibido, o no, la ordenación monástica. Otra diferencia es que en las escuelas hinayánicas todos las líneas de sucesión, es decir, los distintos maestros que han transmitido la Enseñanza, se remontan al Buda Shakyamuni, o al Nirmanakaya del Buda, mientras que en el Mahayana a veces se remontan al Sambhogakaya. Asanga, el co-fundador, junto a su hermano Vasubandhu, de la escuela Yogachara, según la tradición recibió las enseñanzas características de su escuela del Bodhisattva Maitreya. Y la sucesión de la escuela Kagyu del budismo tibetano viene directamente del Buda Vajradhara, a través de Tilopa, su primer guru humano. La continua vitalidad espiritual del Mahayana se debe en gran medida a que dentro de él siempre ha manado la inspiración de estas fuentes transcendentales, las cuales están aun hoy muy lejos de agotarse. Cada uno de los fundadores de las numerosas escuelas y subescuelas del Mahayana fue un canal para la transmisión a la humanidad de la Sabiduría y la Compasión del Buda. Y cada uno de ellos, además de mantener las distintas enseñanzas comunes al Mahayana, desarrolló a la vez las doctrinas y los métodos especiales que mejor se ajustaban a los requisitos de aquellos a quienes enseñaron. Veremos en el capítulo siguiente cuales fueron estas doctrinas y métodos especiales. Capítulo Tercero - LAS ESCUELAS DEL MAHAYANA I. La complejidad del Mahayana Hablando de las razones por las que abandonó el estudio del sánscrito para dedicarse al del pali, el autor de un volumen muy conocido de selecciones del Tripitaka ha declarado que mientras que la literatura en pali es un cosmos la que está en sánscrito es un caos. (El lector recordará que el canon de la única escuela del Hinayana que ha sobrevivido, la de los theravadines, está escrito en pali, y que la lengua original de las escrituras del Mahayana es el sánscrito). Esto no es una coincidencia fortuita. El budismo del Hinayana, con su canon cerrado, sus fijas formulaciones conceptuales de la doctrina y su apego a las formas y precedentes de edades pasadas, no es sólo un cosmos, es un cosmos prácticamente inmovilizado por la varita mágica del escolasticismo. Como el sistema solar, consiste de un número limitado de elementos que están situados en acuerdo con una norma definitiva, y, por consiguiente, se le describe con facilidad. Pero el sistema solar está en movimiento y el cosmos del budismo Hinayana está inmóvil. En contraste, el budismo Mahayana no sólo es un caos, sino que es un caos lleno de vida y movimiento. Sus elementos son tan numerosos como las estrellas del firmamento, y tan imposibles de enumerar. Como las estrellas, ejecutan una danza cuya coreografía es tan intrincada que puede tomarse por un desorden. Tanto el estudiante del budismo curioso como el concienzudo se abruma ante el espectáculo de cientos de escuelas que poseen literalmente miles de textos que, en distintas lenguas, recomiendan innumerables doctrinas y métodos para la emancipación de la humanidad. En el limitado espacio de las páginas que contiene este capítulo es imposible ni siquiera ofrecer al lector un bosquejo de cada una de ellas. Es inevitable, por lo tanto, la condensación y el resumen. Para disminuir las posibilidades de interpretaciones erróneas mucho tendrá que ser omitido. Pero el término Mahayana parece ser una designación colectiva y conveniente para un revoltijo de enseñanzas contradictorias que no tienen relaciones claras y definidas entre sí, ni ocupan un lugar simple y coherente en un sistema de doctrina y disciplina. Mientras esto sea así no será posible ni siquiera una relación condensada y resumida de las escuelas del Mahayana. Por muy exacta y entretenida que sea la descripción de una hormiga, un águila, un elefante y un ser humano, no podría aceptarse como el resumen de la ciencia biológica. Ya que las distintas especies animales no son simplemente un montón de organismos vivos, sino que son las distintas manifestaciones de un solo principio, o de una ley suprema, que a pesar de sus diferencias, o quizá por ellas, los agrupa en una unidad. Un resumen de la biología debe consistir, pues, en una explicación de este principio, que por supuesto es la ley de la evolución. Además, debe contar también con la ayuda de ejemplos característicos, así como la comprensión de estos por medio de la aplicación del principio. Sin la ley de la evolución un resumen de la biología sería imposible, y nos veríamos obligados a la enumeración sin final de especies, si bien con eso no lograríamos la comprensión de la vida orgánica sino el conocimiento de sus formas. En este capítulo nos confronta algo similar. Una relación condensada y resumida de todas las ramas del Mahayana sólo será posible si encontramos un principio, algo análogo a la ley de la evolución. Un principio que nos permita, primero, una esquematización a grandes rasgos y, después, la descripción breve de las escuelas más importantes. Aunque no se pueda enumerar todas las estrellas del cielo del Mahayana, al menos trataré de escoger, para guía del viajero, las constelaciones más relucientes. ¿Pero existe el principio que requerimos? Es cierto que quedó ya establecido en el capítulo anterior aquello que he llamado la unidad transcendental del budismo. Y con ello espero que haya quedado también establecida la unidad transcendental de todas las escuelas del Mahayana. Pero esta unidad por sí misma no es suficiente para constituir un principio de esquematización. Mostrar que todas las escuelas al final conducen a la misma meta, la Iluminación por el beneficio de todos los seres, es un paso en la dirección correcta pero no va lo suficientemente lejos. Se debe también explicar por qué existe un número específico de caminos, con sus subdivisiones, que convergen todos en la meta final y llegan desde direcciones distintas, por qué cada uno de ellos sigue un curso particular. El principio de la unidad transcendental del budismo establece que a pesar de las contradicciones a nivel intelectual el Rinzai Zen Shu y el Jodo Shin Shu, por ejemplo, son medios igualmente válidos de alcanzar la Iluminación. Pero ni siquiera trata de explicar por qué las diferencias entre estas dos escuelas han dado lugar a sus respectivas características. En la conclusión de la sección quinta del capítulo anterior traté de probar la unidad del budismo no sólo por medio del principio de la unidad transcendental, sino también mostrando que el Hinayana y el Mahayana representan dos tendencias en el Dharma, la conservadora y la progresista, a las que también llamé la centrípeta y la centrífuga. Por este medio quedaron descritas, explicadas y justificadas las diferencias entre las dos escuelas. Ahora necesitamos un principio similar para explicar el desarrollo de las escuelas del Mahayana. II. Las cinco facultades espirituales A mi parecer ese principio existe en las cinco facultades espirituales (panca-indriya), las cuales son mencionadas tanto en las escrituras en pali como en los textos en sánscrito. Pero antes de empezar a explicar como este grupo de facultades puede usarse como principio de esquematización de las escuelas del Mahayana, han de ser descritas las facultades mismas. No es este el caso tan sólo porque la descripción sea necesaria para comprender la esquematización, también lo es por el valor intrínseco de las cinco facultades espirituales que es una de las clasificaciones más antiguas e importantes de las enseñanzas del Buda. En la clasificación denominada bodhipakkhiya-dharma, o los treinta y siete principios que conducen a la Iluminación, la cual dice contener todas las doctrinas del budismo original, el grupo de las cinco facultades espirituales aparece dos veces. Este es un hecho del que puede inferirse su importancia. Aparece como las cinco facultades y como los cinco poderes (balas). Además su importancia sigue reconociéndose hoy en día. Prueba de ello es que los distinguidos expertos que han publicado “Buddhist Texts Through the Ages” las consideran lo suficientemente fundamentales para constituir junto a la Co-producción Condicionada y al Nirvana el resumen completo del Dharma según las fuentes del Theravada. La palabra “indriya” aparece en los Vedas como adjetivo y significa “perteneciente a Indra”. Al ser Indra el soberano de los dioses, la palabra en pali adquirió el significado de “perteneciente al soberano”, es decir, que gobierna, que manda, o, como sustantivo, principio que controla o gobierna. Según el diccionario de la Sociedad de Textos en Pali, “Indriya es una de las categorías más amplias e importantes de la filosofía psicológica del budismo y de su ética”, y quiere decir “principio que controla, fuerza directriz, elan, dynamis”. El diccionario procede a distinguir las siguientes aplicaciones: (a) con referencia a la percepción de los sentidos es “la facultad o función”, acepción con frecuencia interpretada erróneamente como “órgano”; (b) con referencia a aspectos de la forma o la materia es “el tipo, la característica, el principio determinante, la señal, la marca, etc.”; (c) con referencia a la disposición de las sensaciones y (d) los poderes morales o los motivos que controlan la acción, es “el principio o la fuerza que controla”; (e) con referencia al conocimiento y a la visión clara es “la categoría”. Los textos en pali contienen una lista que como mínimo cuenta con veintidós indriyas ordenadas en seis grupos distintos. Estos son las seis facultades de los sentidos, un grupo que consiste de la masculinidad, la feminidad y la vitalidad, los cinco tipos de sentimientos, las cinco facultades espirituales y, finalmente, las tres facultades supramundanas asociadas con distintas fases del Camino Transcendental. Indriya es, pues, un término con muchas connotaciones. El quinto grupo, las cinco facultades espirituales, coincide con la aplicación (d) del diccionario que he dado, es decir, “los poderes morales y los motivos que controlan la acción”. Es este el sentido que ahora nos interesa. El contraste y la correspondencia entre el primer y el quinto grupo de indriyas es destacado con acierto por el Dr.Conze cuando escribe que antes de empezar la vida espiritual un hombre está dominado por sus cinco sentidos (seis si incluimos la mente), después su conducta es cada vez más guiada por las cinco facultades espirituales67. Cuando debido al resultado del ejercicio constante, las facultades se hacen tan fuertes que las pasiones ya no pueden aplastarlas, entonces se les llama balas, es decir, poderes o fuerzas. Las cinco facultades espirituales son la fe (saddha), el vigor (viriya), la atención consciente (sati), la concentración (samadhi) y la sabiduría (pañña). Sus descripciones más o menos estereotipadas, y en este orden, tienen lugar en varias porciones del Canon Pali. En una ocasión el Buda les dijo a sus discípulos: “Hay, monjes, cinco facultades: ¿Cuales son estas cinco? La facultad de la fe, la facultad de la energía, la facultad de la atención consciente, la facultad de la concentración y la facultad del conocimiento completo. ¿Y qué es la facultad de la fe, monjes? En lo que a ésta concierne, monjes, el discípulo noble es fiel. El tiene fe en la Iluminación del Tathagata y lo considera: el Señor, el arahat, el completamente iluminado, el dotado de conocimiento y conducta, el que es feliz, el conocedor del mundo, el guía supremo para hombres que han de adiestrarse, el maestro de dioses y de hombres, el Buda, el Señor. Monjes a esto se le llama la facultad de la fe. ¿Y que es la facultad de la energía, monjes? En lo que a ésta concierne, monjes, el discípulo noble se ejercita siempre en la energía. Con el abandono de los malos pensamientos y el logro de los buenos, él es diligente, procede pausadamente, sin deshacerse de los buenos pensamientos. A esto se le llama facultad de la energía. ¿Y qué es la facultad de la atención consciente, monjes? En lo que a ésta concierne, monjes, el discípulo noble permanece consciente, dotado de la suprema maestría de la atención consciente, recuerda lo que se ha hecho y lo que se ha 67 Selected Sayings, pág. 17 hablado hace tiempo. Monjes, a esto se le llama la facultad de la atención consciente. ¿Y qué es la facultad de la concentración, monjes? En lo que a ésta concierne, monjes, el discípulo noble hace de la renuncia el objeto de su mente y logra la concentración, logra el enfoque de la mente. Monjes, a esto se le llama concentración ¿Y qué es la facultad del conocimiento completo? En lo que a ésta concierne, monjes, el discípulo noble ha logrado conocimiento completo. El está dotado del conocimiento superior del surgimiento y del paso de las cosas, del conocimiento noble superior que penetra en el camino que conduce a la destrucción completa del dolor. Monjes, a esto se le llama la facultad del conocimiento completo. Estas son las cinco facultades espirituales, monjes. (Samyutta-Nikaya, V. 196. Traducción de Thomas) La fe, el vigor, la atención consciente, la concentración y la sabiduría no sólo son facultades, también son categorías para la clasificación de las doctrinas y prácticas más esenciales del budismo. Por eso, algunas de ellas, como cabría esperar, ya han aparecido en el primer capítulo y las otras aparecerán en el cuarto. El mismo factor mental (cetasika) se combina con un cierto número de estados mentales (citta), de igual modo una misma enseñanza puede ser incluida en la estructura de varios esquemas doctrinales. No obstante, nada he dicho todavía sobre la primera facultad espiritual, la fe, una omisión que ha de ser reparada antes de continuar nuestro estudio. La fe, como la cita del SamyuttaNikaya claramente afirma, es la fe en el Buda. La fe en el Dharma y la Sangha son secundarias y se derivan de la fe en el Buda. ¿Pero qué es la fe? Para dar una repuesta a esta pregunta es necesario en primer lugar referirnos a la palabra original en pali. La palabra Saddha (sraddha en sánscrito) está conectada con un verbo que quiere decir “poner el corazón en algo”. Su connotación no es cognitiva sino definitivamente emocional. Por eso la mejor traducción no es “confianza”, como algunos interpretes racionalistas del Dharma quieren hacernos creer, sino el término que ya he empleado, la fe. Pero esta palabra tiene en las lenguas occidentales una variedad de significados y connotaciones. ¿Cuál de ellos coincide con el sentimiento que en terminología budista se denomina saddha? Según el Webster's New International Dictionary, la fe es ante todo el “acto o estado de reconocimiento incuestionable de la existencia, poder, etc. de un ser supremo y la realidad de un orden divino”. Sin embargo los budistas niegan la existencia de un ser supremo. Si se ha de aceptar la palabra fe como equivalente de saddha, la definición del diccionario debe ser corregida. Tendremos que sustituir a Dios por el Buda, y no porque haya alguna similitud en sus respectivas naturalezas y funciones, sino por cierta equivalencia en sus posiciones respectivas. La fe en el sentido budista del término será el acto (expresado en la “toma de refugio”) o el estado (la condición del ser establecida en el refugio) del reconocimiento incuestionable de que el hombre llamado Gotama, o aquello cuya apariencia es el hombre llamado Gotama, ha logrado la Iluminación Completa. La expresión de esto en terminología tradicional es la aseveración que aparece en la cita del Samyutta-Nikaya y que resuena de un extremo al otro del Tipitaka, la cual es repetida hoy en día por millones de budistas en sus devociones diarias: Iti pi so Bhagava Araham Sammasambuddho Vijja-carana-sampanno Sugato Lokavidu Anutaro Purisadamma-sarathi Sattha-deva-manussanam Buddho Bhagava ti: “El es en verdad el Señor, el Arahat, Aquel que está Perfectamente Iluminado, dotado de Conocimiento y Conducta, el que es Feliz, el Conocedor del Mundo, el Guía Supremo de los hombres a adiestrar, Maestro de dioses y hombres, el Buda, el Señor”. Sin embargo, el reconocimiento de que el Buda es un ser iluminado no es el resultado de un impulso irracional basado en razonamientos y experiencias infundadas. La fe en el Buda no es fe ciega. No es ese “aceptar... que es real, verdadero, o algo similar, aquello que no se apoya en evidencia sensata o prueba racional, o que es indemostrable”, lo que es, según el diccionario, uno de los sentidos que se le puede dar a la palabra fe. Ese tipo de fe puede ser necesaria para aceptar los dogmas del Cristianismo, religión en que la fe ocupa un lugar muy prominente, pero en el budismo no hay lugar para ese tipo de fe. Más adelante veremos que la fe budista debe ser compensada por la sabiduría. ¿Hay pues evidencia sensata o alguna prueba racional de la Iluminación del Buda? ¿Pueden tales evidencias y pruebas justificar la postura de que el reconocimiento de la Iluminación no es un acto ciego e infundado sino un acto perspicaz e inteligente? ¿En que se apoya la fe de los budistas en el Buda? La fe budista se apoya en la intuición, la razón y la experiencia. Puesto que le estoy dando a estas palabras de significado tan general un contenido específicamente budista será necesario una breve explicación. En la conclusión del capítulo segundo vimos que, según las enseñanzas del Mahayana, todos los seres poseen el Elemento de la Budeidad. Este Elemento no es otra cosa que el reflejo de lo Absoluto en ese espejo que llamamos consciencia individual. Es solamente porque poseen esta imagen reflejada que los seres sienten afinidad con la Iluminación. El Ratnagotravibhaga dice: Sí no existiera el Elemento del Buda en todo el mundo, No habría repugnancia por el sufrimiento, Ni deseo por el Nirvana, ni esfuerzo por lograrlo, Ni resolución de obtenerlo. Cuando se tañe la cuerda de un instrumento musical, la cuerda correspondiente en el instrumento que está a su lado empieza a vibrar. Cuando el devoto oye “la música” de la Iluminación, o cuando se encuentra en la presencia del Buda, su propio Elemento de Budeidad empieza a vibrar. Así sabe que el gran ser que tiene delante de él está tañendo en las cuerdas de su corazón el poderoso acorde de la Iluminación Suprema. Tan sólo el oír pronunciar la palabra Buda fue suficiente para provocar esa respuesta en Anathapindika: “¿Buda, dijiste?”, le pregunta el banquero de Rajagaha con asombro a su cuñado, cuando por primera vez oye esa maravillosa palabra. “Buda dije” le responde. Y Anathapindika está tan impresionado que repite la pregunta tres veces, y tres veces recibe la misma respuesta. Entonces dice: “Hasta el sonido de esta palabra 'Buda, Buda', es difícil de oír en este mundo. ¿Podría ir a ver a ese Señor, Arahant, Buda Perfecto? ‘Ahora no, pero si puedes ir mañana temprano’. (Vinaya-Pitaka, II. 154 traducción de I.B. Horner) “Anathapindika”, prosigue el texto, “se acuesta con su consciencia tan dirigida hacia el Buda que se levanta tres veces pensando que ya ha amanecido”. Lo que constituye la intuición en este contexto, es esta facilidad de resonar de nuestro Elemento de Budeidad cuando nos encontramos cara a cara con el Buda. Es decir, este tipo de intuición es el primer resorte en que se apoya nuestra fe en el Buda y en su posesión de la Iluminación Suprema. Por supuesto que no sólo estamos cara a cara con el Buda cuando lo percibimos en su Nirmanakaya, o cuerpo físico, también lo estamos cuando, por medio del ejercicio de la imaginación o la práctica de la meditación, somos capaces de contemplar con el ojo espiritual, en vez de con el físico, su Cuerpo de Gloria o Sambhogakaya. Con la realización de la Enseñanza del Buda se le ve tal y como El es, es decir, en su Dharmakaya, pero esto ocurre sólo con dicha realización y pertenece a una fase espiritual más avanzada de la que ahora nos ocupa. Para el que posea madurez espiritual la intuición podrá ser una guía segura, pero para quien no la posea la intuición será con frecuencia un medio para la indulgencia de sus deseos mundanos y una justificación para sus prejuicios. Por consiguiente, la fe en el Buda no debe apoyarse solamente en la intuición sino que también se ha de apoyar en la razón, la cual en el presente contexto incluye la evidencia sensata y la prueba racional. Según los filósofos lógicos budistas la fase de la inferencia (anumana) es la concomitancia (vyapati) del probans (hetu) y del probandum (sadhya) en el silogismo (avayava). Puesto que existe una concomitancia invariable entre la Iluminación y varias cualidades morales, intelectuales y espirituales, podemos inferir por la percepción de esas cualidades en una persona en particular, o por la no percepción de las cualidades opuestas, que dicha persona está iluminada. Este principio está claramente enunciado en el Canon Pali. El Bienaventurado, hablándole a Cunda, dice: “Amigo, un hermano que es Arahant, aquel en que los asavas han sido destruidos, aquel que ha vivido la vida, ha hecho su tarea, ha dejado la carga, ha alcanzado su propio bienestar, ha destruido completamente los lazos que le unen al devenir, aquel que se ha liberado por medio del Conocimiento, es incapaz de comportarse en nueve formas, a saber: Intencionadamente quitar la vida a un ser; Tomar, o robar, aquello que no le han dado; Practicar el acto sexual; Mentir deliberadamente; Tomar sustancias intoxicantes; Almacenar comida para la indulgencia del apetito, como lo hacia cuando no había dejado el hogar; Ir por el camino erróneo a causa del odio; Ir por el camino erróneo a causa de la ignorancia; Ir por el camino erróneo a causa del miedo (Digha-Nikaya, III. 133. Traducción de Woodward) Esto quiere decir que si un maestro en cuya iluminación tuviéramos fe intuitiva cometiera cualquiera de estas acciones, tendríamos que concluir que, por muy buena que fuese su reputación y muy grande nuestra pena, el no estaría iluminado. Tendríamos que aceptar que lo que pensábamos que era la vibración del Elemento de la Budeidad no había sido otra cosa que una leve agitación de un sentimiento mundano. Esta doctrina obviamente impide el desarrollo de cualquier forma antinómica, por lo cual los maestros que digan que sus faltas a la moralidad son simplemente los medios de poner a prueba a sus discípulos, deben ser tratados como impostores. No es a pesar de las apariencias, sino al menos en parte debido a ellas, que reconocemos que el Buda está Iluminado y tenemos fe en El. Las premisas que nos llevan a la conclusión de que El era un ser iluminado son la percepción de esa evidencia sensata que son sus cualidades, así como el conocimiento de que estas cualidades acompañan invariablemente a la Iluminación. Además ambas constituyen también la prueba racional de que el Buda era un ser iluminado y, por consiguiente, el resorte en que se apoya la fe racional en El. Las cualidades que acompañan a la Iluminación son de dos tipos, las que pertenecen principalmente a la Compasión y las que pertenecen principalmente a la Sabiduría. Entre las primeras vemos que se manifiestan en la vida del Buda la benevolencia, la ternura, la serenidad, el desapasionamiento, el tacto, la cortesía, la intrepidez y otras muchas cualidades similares. Hemos de tener siempre presente que todas estas cualidades no son virtudes meramente en el sentido ético, sino que son la expresión en el nivel mundano de su visión clara puramente metafísica. Las cualidades pertenecientes a la Sabiduría, las cuales se manifiestan en la Enseñanza del Buda, son virtudes en el sentido intelectual. También son la expresión de una realización que pertenece al orden transcendental y como tales no tienen nada que ver con los estados mentales mundanos y sus funciones, aun si llevan el mismo nombre. Entre estas cualidades figuran la ausencia total de prejuicios, la atención infalible, la observación total, el juicio infalible, la intelectualidad profunda, los poderes analíticos infalibles, el razonamiento perfecto y la ausencia de concepciones equivocadas y errores. Si la fe que se apoya en la intuición debe ser puesta a prueba por la fe apoyada en la razón, esta deber ser confirmada por la fe apoyada en la experiencia. Entre la gente que pasa por la calle vemos a alguien de quien pensamos con certeza que sabrá indicarnos el camino hacia donde nos dirigimos. Un par de preguntas nos convencen de que él conoce bien el lugar a donde vamos y seguimos sus indicaciones. Cuando llegamos a nuestro destino no nos cabe duda de que él conoce bien el lugar y la ruta por donde se llega. Con el Buda es exactamente igual. Cuando, tras haber practicado su Enseñanza, hayamos alcanzado cierta fase del Camino, entonces, solamente, podremos estar seguros de que el Buda también la había alcanzado. Así, en la medida que avanzamos de fase en fase nuestra fe se irá afirmando hasta que con nuestro propio logro de la Iluminación se hará imperturbable. El Buda, tras su conversación con el Brahmin Unnabha, habla de la siguiente forma sobre esta fe radicada en la experiencia: “Hermanos, a una caseta, o una gran casa, con una ventana en la pared que da al Este, cuando le da el sol y sus rayos entran por la ventana ¿Dónde iluminan? ‘En la pared que da al Oeste, Señor’. Con esa misma seguridad ha quedado establecida la fe del brahmin Unnabha en el Tathagata, radicada, fijada y fuerte, no ha de ser arrancada por nadie en el mundo, ni ermitaño, ni brahmin, ni deva, ni Mara, ni Brahma. Hermanos, si el brahmin Unnabha muriese ahora, no habrían trabas que le ligasen a volver de nuevo a este mundo”. (Samyutta-Nikaya, V. 219. Traducción de Woodward) Unnabha, según implican las palabras del Buda, alcanzó el estado del Anagami, o el que no retorna, y su fe no sólo se apoyaba en la intuición y en la razón, también se apoyaba en la experiencia. Ahora podemos ampliar la definición anterior de la saddha. Ahora podemos decir que saddha es el reconocimiento de que Gotama es el Buda, basándonos, primero, en la respuesta intuitiva que surge de la profundidad de nuestros corazones debido a la afinidad que existe entre su Budeidad y nuestro potencial de alcanzarla; segundo, en la evidencia sensata y la pruebas racionales de su Iluminación que nos proporcionan los testimonios históricos de su vida y Enseñanza; y tercero, basándonos en nuestros propios logros en las fases sucesivas del Camino Transcendental enseñado por El como Medios de alcanzar la Iluminación. Este reconocimiento de la Iluminación del Buda, aunque incluye elementos cognitivos, no es en realidad una convicción intelectual. La etimología de la palabra saddha implica que es un impulso de naturaleza emocional. Este hecho , aun si es evidente en un número de pasajes del Tipitaka, es con frecuencia olvidado por quienes tratan de equiparar el budismo con el racionalismo. Bastará con citar uno de esos pasajes. Al final del quinto y último libro del Sutta-Nipata, una de las partes más antiguas del Canon Pali, Bavarin interroga de la siguiente forma a Pingiya, que había sido enviado con otros quince alumnos a interrogar al Buda: ¿Cómo, Pingiya, puedes separarte un momento de El, el Maestro de lo que vivifica, vidente de lo que vivifica, de Gotama que te enseñó el Dharma que se aplica aquí y ahora, no después, para la extinción de la codicia, para el bien estar que no puede con nada compararse? Pingiya responde que, de hecho, no permanece separado del Buda ni siquiera un momento porque le ve en meditación: “Le veo en la mente como con los ojos, de verdad, brahmin, tanto de día como de noche. La noche ilumino cuando lo alabo. Así eso no lo juzgo yo ausencia. Con fe, alegría y la mente alerta nada me aparta de sus ordenes: Al reino que vaya el sabio vivificador, a ese quiero ir yo. Como estoy débil y entorpecido por la edad, allí mi cuerpo no va, pero con intención firme siempre me muevo y mi corazón está enlazado con el suyo”. Mientras están hablando, el Buda aparece frente a ellos y les dice: Como por fe ganaron la liberación Vakkalin, Alavi-Gotama y Bhadravudha, Igual la ganarás tú e irás, Pingiya, al otro lado, más allá del reino de la muerte. Pingiya responde con un himno que puede contarse entre los más preciosos de la literatura devocional de todo el mundo, y así, con esta nota de devoción extática acaba muy adecuadamente el Sutta-Nipata: ¡Oigo la voz del sabio Y más grande se hace mi fe! Con pensamiento lúcido muy abundante Aquel totalmente despierto aparta el velo; Las alturas de los dioses penetra, encuentra y conoce La totalidad de lo cercano y lo lejano: Las cuestiones de aquellos que dudan, Confesadas, el maestro las resuelve. ¡A aquello que nada agita, A aquello que nada mueve, A aquello que nada en lugar alguno iguala! Allí iré y allí mi duda acabará. Pensad esto de mi: Un hombre empeñado en la liberación del corazón. (Sutta-Nipata, 1138-9, 1142-44, 1146-49. Traducción de Hare) Es evidente que lo que nos ocupa no es una confianza tibia y débil, sino una emoción ardiente y poderosa para la cual la mejor palabra a nuestra disposición es “fe”. La palabra emoción, como su etimología demuestra, significa movimiento, y es, de hecho, un movimiento hacia lo agradable provocado por la atracción, o un movimiento de repulsión causado por el contacto con lo doloroso. Por eso, según Nagasena, la marca más característica de la fe es la aspiración, la cual consiste en un movimiento, o salto, según él lo expresa, desde lo mundano a lo Transcendental. “Señor (Nagasena dirigiendo la palabra al rey Milinda, a quien los griegos llamaban Menandro) el estudiante concienzudo del yoga (Yogavacara), cuando ve que las mentes de otras personas han sido liberadas, salta (por así decirlo) al fruto del logro de la corriente, o al de un solo retorno, o al de la Arahantidad y practica yoga para lograr lo no logrado, la destreza sobre aquello en que no es diestro, la realización de lo no realizado. De esta forma, Señor, la aspiración es la marca característica de la fe” A petición del rey, Nagasena le da una de esas ilustraciones que constituyen uno de los aspectos más encantadores del Milindapañha: “Señor, cuando una gran nube deja caer la lluvia sobre la ladera de un cerro, el agua corriendo según la inclinación, tras llenar los agujeros, hendiduras y barrancos de la ladera del cerro, llena el río y hace que se desborde. Supongamos que una multitud fuese a la orilla y que, no sabiendo su anchura y profundidad, permaneciese vacilando con miedo en la orilla. Supongamos entonces que llegara allí un hombre experto que, consciente de su propia fuerza y capacidad, se atara bien su vestidura, saltase y cruzase el río. Una vez que le han visto cruzar, los que estaban en la orilla también se atreven a cruzar. Esta es la forma, Señor, en que el estudiante de yoga concienzudo, cuando ve que las mentes de otras personas han sido liberadas, salta, por así decirlo, al fruto del logro de la entrada en la corriente y continua practicando yoga para lograr los objetivos que ya he mencionado. Además, Señor, el Buda dijo esto en el Samyutta-Nikaya: ‘Con fe se cruza lo inundado, con diligencia el mar. Con vigor se pasa lo malo, con la sabiduría es él purificado” (Milindapañha, 35-36. Traducción de Horner) Por lo tanto, la fe en el Buda es el poder que motiva la vida del discípulo. Es la fuerza que le domina, conduce y lleva a través de las sucesivas fases de su carrera hasta que al final logra su objetivo, la Iluminación Suprema. Consecuentemente, la importancia de la fe no ha de ser subestimada. Según el Sutta-Nipata “la Fe es el mayor bien que el hombre puede poseer” (pág.182). Har Dayal escribe: La idea de bhakti no fue algo que el budismo tomase de otra tradición para ornamentarse. Fue parte del ideal budista desde sus primeros tiempos. De hecho, la palabra bhakti, como término religioso, aparece por primera vez en la literatura india con los tratados budistas en vez de con las escrituras hindúes. En el Theragatha se habla de bhatti: “so bhattima nama ca hoti pandito natva ca dhammesu visesi assa” (pág. 41 líneas 1 y 2). Esta antología contiene estrofas que se remontan al período más antiguo de la historia del budismo y su redacción tuvo lugar a mediados del tercer siglo antes de C. Pero la idea de bhakti se encuentra en los antiguos Nikayas en Pali, si bien en el siglo quinto antes de C. era llamada saddha. La saddha fue un concepto muy importante en el budismo antiguo. En repetidas ocasiones es declarado que la fe en el Buda es esencial para el desarrollo espiritual de los monjes y los laicos. La saddha puede incluso tener como resultado la renacimiento en el cielo. El novicio debe tomar refugio primero en el Buda y, después, en la Doctrina y la Fraternidad. Subestimar la importancia de la saddha en el budismo antiguo es un error grave. El budismo antiguo ha sido representado injustamente como un sistema de teorías y preceptos racionalistas y aburridos. Bastará la lectura del Canon Pali para dejar al lector con la impresión de que el centro de todo el movimiento es el Buda Gotama, de cuya personalidad deriva la doctrina su vitalidad e importancia. (The Bodhisattva Doctrine in Buddhist Sanskrit Literature, pág.32). Ya hemos visto que según el Samyutta-Nikaya “Con fe se cruza lo inundado”. En el Majjhima-Nikaya el Buda es comparado con un buen pastor que lleva a su rebaño a vadear el Ganges por un sitio sin peligro, pasando primero a los toros, después a las vacas robustas y los novillos y, por último, a los terneros. El texto prosigue así: El ternero que mama, recién nacido de la vaca que muge, es llevado a la otra orilla del Ganges en brazos... del mismo modo aquellos hermanos que siguen la Norma y caminan con fe cruzarán el torrente de Mara y llegarán a salvo a lo otra orilla. (Majjhima-Nikaya, I.34) Los términos saddhanusarin (el que camina según la fe) y saddha-vimutta (emancipado por fe) se encuentran en el Tipitaka. Según el escolasticismo del Hinayana de un período muy posterior, el primer término hace referencia a aquel que alcanza el Camino del Entrado en la Corriente predominantemente con la facultad de la fe, y el segundo a la misma persona en un estado superior del Camino. Pero la doctrina budista de la emancipación por la fe no es en modo alguno equivalente al dogma del cristianismo protestante de la justificación por la fe. Ya que incluso para aquellos que caminan según la fe, o que alcanzan la emancipación por la fe, esta facultad no excluye la de la sabiduría sino que simplemente predomina ligeramente sobre ella. En contraste, aquellos que se emancipan por la sabiduría no carecen totalmente de fe; simplemente son de una predisposición predominantemente intelectual. De hecho, la fe, según el Abhidharma de los theravadines, es la primera de las veinticinco cualidades sublimes que están presentes en todos los estados sanos de la consciencia. Esto sólo debería ser suficiente para indicar su lugar en la vida espiritual. Una vez definida la naturaleza de la fe, y establecida su importancia, debemos dejar esta desviación para volver a la ruta principal de nuestra investigación, la tentativa de comprender no sólo la relación entre la fe y la sabiduría sino también entre la fe y las demás facultades espirituales. En un texto de gran interés, extraído del Sutra Aksayamati de Shantideva, encontramos las cinco facultades espirituales tratadas como estados sucesivos del Camino a la Budeidad. El texto dice que la fe es creer en el karma y en la renacimiento, en el modo de vida del Bodhisattva y en las distintas formulaciones de la doctrina de la condicionalidad universal. Entonces, el texto, habla de quien tiene fe en la siguiente forma: El no sigue ninguna de las doctrinas falsas y cree en todas las cualidades (dharmas) del Buda, sus poderes, motivos de confianza propia y todo lo demás; y cuando con esta fe ha dejado atrás todas las dudas, él reproduce en si mismo esas cualidades del Buda. A esto se le llama la virtud de la fe. Su vigor consiste en reproducir en si mismo los dharmas en que él tiene fe. Su atención consciente consiste en impedir que las cualidades que él ha reproducido por medio del vigor sean destruidas por descuido. Su concentración consiste en fijar su atención en esas mismas cualidades. Con la facultad de la sabiduría él contempla todos los dharmas en los que él ha fijado su atención y penetra su realidad. La cognición de esos dharmas que surgen en él y que no tienen ninguna condición externa es llamada la virtud de la sabiduría. Así estas cinco virtudes juntas bastan para reproducir todas las cualidades de un Buda. (Sikshasamuccaya, 316. Traducción de Conze) Este pasaje, además de destacar la importancia de la fe, muestra claramente que en las cinco facultades espirituales están comprendidas todas las condiciones morales y espirituales para el logro de la Iluminación. Por eso se puede encontrar también en ellas el principio para la esquematización de las escuelas del Mahayana. Tal principio surge cuando nos damos cuenta de que las cinco facultades espirituales no sólo existen como fases sucesivas de un camino, como explica el Sutra Aksayamati, sino también como factores psíquicos presentes simultáneamente en la mente del devoto. La coexistencia de la fe, el vigor, la atención consciente, la concentración y la sabiduría es la llave que, al abrir las puertas de todas las escuelas del Mahayana, nos revela tanto su unidad esencial como la razón de sus divergencias aparentes. Según una de las tradiciones antiguas, las indriyas primera, segunda, cuarta y quinta pueden ordenarse en dos grupos. Uno que consiste en la fe y la sabiduría, y el otro en el vigor y la concentración, mientras que la atención consciente es la facultad supernumeraria. Entre los miembros de cada grupo debe haber armonía perfecta. El devoto de mucha fe y poca sabiduría será presa rápidamente de la credulidad ciega, el dogmatismo, el fanatismo y el afán por la persecución. En cambio aquel en el que la sabiduría está en flor mientras que su fe es todavía un capullo caerá en un racionalismo, igualmente ciego, así como en el escepticismo, la astucia, los sofismas y la arrogancia intelectual. Similarmente, la gran abundancia de vigor combinada con la concentración débil conduce a la inquietud, la inestabilidad y la actividad superflua; mientras que lo opuesto, un gran poder de concentración pero poca energía resultará en la indolencia y la inercia. Por lo tanto el devoto debe tener por objetivo eso que en los textos en pali es llamado indriya-samata, o igualar las facultades, de forma que la fe y la sabiduría, el vigor y la concentración, estén mantenidas en estado de equilibrio perfecto. Esta igualdad sólo puede lograrse por medio de la atención consciente, la facultad que no lleva a ningún extremo, de la cual nunca hay demasiado y, por lo tanto, no requiere otra facultad que la equilibre. En varias partes del Tipitaka vemos al Buda corregir a uno u otro de sus discípulos que ha desarrollado una facultad a costa de otra. Un ejemplo muy claro es el de Sona Kolivisa que debido al exceso de vigor, andando de acá para allá se ha dañado los pies de forma que al caminar va dejando un rastro de sangre, “como si un carnicero hubiera matado allí un animal”. El Buda le dice a Sona que las cuerdas de un laúd están listas para tocar solamente cuando no están ni demasiado tensas ni demasiado flojas. El exceso de vigor, le dice el Buda, conduce a la elevación del ego, y su carencia lleva a la pereza. Por lo tanto Sona tiene que equilibrar su afán y hacer que su objetivo sea la maestría de las facultades. De igual modo, Sariputra fue corregido inmediatamente, cuando declaró que tenía fe total en que entre todos los Budas del pasado, del presente y del futuro ninguno igualaba a su maestro. A esto el Buda respondió con aire severo, preguntándole a Sariputra si es que él había conocido a todos esos Budas y si realmente le conocía a El mismo, a Shakyamuni. Los incidentes de este tipo son frecuentísimos en las escrituras en pali, las sánscritas y en las fuentes no canónicas posteriores. El jardinero recorta el arbusto por el lado que crece de forma excesiva. De igual modo el Buda y sus discípulos Iluminados de todas las eras han tratado de igualar la fe y la sabiduría, el vigor y la concentración. Esto, incidentalmente, nos permite comprender por qué instrucciones distintas, e incluso contradictorias, son dadas a distintos discípulos. Mientras que a uno se le aconseja que dedique más tiempo al estudio, a otro se le aconseja que lo abandone completamente. A uno se le amonesta para que sea más activo, a otro para que no lo sea. La naturaleza del consejo del maestro depende de la falta en el discípulo que ha de corregir. La Doctrina es la misma para todos pero el Método varía según el discípulo. No obstante, para la aplicación de cualquier Método es necesaria la atención consciente. El jardinero antes de decidir que lado del arbusto debe recortar ha de observarlo cuidadosamente. Similarmente, sea cual sea el par de facultades que el devoto desea equilibrar, primero tendrá que ser completamente consciente de la naturaleza y medida de la desproporción entre las facultades en cuestión. De hecho, la atención consciente, si es lo suficientemente duradera e intensa, bastará para equilibrar las facultades. Nunca se da el caso de que haya demasiada atención consciente, ya que la idea de que las otras cuatro facultades estén excesivamente equilibradas es obviamente absurda. La atención consciente en el momento que excede el grado necesario para preservar el equilibrio entre la fe y la sabiduría, el vigor y la concentración, en vez de destruir la armonía que ha colaborado a crear, se eleva hacia un plano superior de consciencia y se fusiona con la meditación. Al menos que se hayan equilibrado las facultades de esta forma es imposible entrar en el Camino de la Meditación. Esto, expresado en terminología moderna, quiere decir que no puede haber vida espiritual superior para aquellos que no estén emocionalmente e intelectualmente equilibrados, como no la habrá para aquellos cuyos caracteres sean o excesivamente introvertidos o extrovertidos. III. La esquematización de las escuelas Una vez aclarada la naturaleza, la función y el valor de las cinco facultades espirituales, y una vez indicada las relaciones que mantienen entre si, nos será posible utilizarlas de principio para la esquematización del Mahayana. El lector habrá notado que tanto individual como colectivamente las facultades son de aspecto doble, de forma que pueden ser consideradas simultáneamente desde dos puntos de vista. En primer lugar, las facultades son los factores mentales (cetasika), los cuales, aun en su forma más rudimentaria, deben ser mantenidos en equilibrio para poder efectuar el progreso espiritual y que, además, una vez desarrollados totalmente, equivalen a la Iluminación. En segundo lugar, son los distintos métodos con que se cultivan estos factores mentales y, como tales constituyen la totalidad de las enseñanzas del Buda, que de hecho consiste solamente de estos métodos. Así pues, las cinco facultades espirituales poseen un aspecto subjetivo y psicológico, y otro objetivo y metodológico. Por eso se encuentran no sólo en el devoto—de hecho se encuentran en su forma más rudimentaria en cualquier ser humano—sino también en el conjunto total del Dharma. El budismo contiene elementos intelectuales y emocionales, pasivos y dinámicos, y también, como el individuo, tiene a veces dificultades para cumplir con cada uno de estos elementos y a la par mantenerlos en equilibrio. En la Enseñanza Original no hay duda que el equilibrio entre los distintos aspectos y elementos era absoluto, ya que fue el producto de la mente iluminada, una mente perfectamente equilibrada. La aparición de los desequilibrios se debe, por consiguiente, al predominio de cierto tipo de tendencias en las mentes de los discípulos. No obstante, no ha de pensarse que la concentración, por ejemplo, carezca de importancia para una enseñanza que haga hincapié en el vigor. Será más correcto considerar que la persona a quien se le dio la enseñanza originalmente tendía hacia el vicio de la indolencia. Sin embargo, con el paso del tiempo, y a medida que las implicaciones de distintos aspectos del Dharma fueron llevadas a sus conclusiones lógicas, el equilibrio de la Enseñanza Original fue alterado. Así fueron apareciendo las distintas escuelas del budismo, las cuales a la larga acentuaron la importancia, y prestaron atención, al desarrollo de una facultad en particular. Al haber dos pares de facultades cuyo equilibrio podía ser alterado, encontramos en el Mahayana cuatro tradiciones principales, o cuatro escuelas principales a las que se asocian un número de subescuelas. La facultad de la atención consciente no conduce a extremos y no requiere otra facultad que la equilibre, por lo tanto no originó la formación de ninguna escuela. No obstante, en la historia del budismo está representada por los distintos movimientos sincréticos que en ocasiones a lo largo de la historia trataron de armonizar a las distintas escuelas. Al aplicar este principio de esquematización vemos que, corresponden respectivamente a las facultades de la sabiduría, la fe, la concentración y el vigor, cuatro movimientos en el Mahayana: el intelectual, el devocional, el meditativo y el activista. Estos movimientos al final dieron lugar a las cuatro escuelas principales del budismo del Mahayana, a saber,: (1) la Escuela de la Nueva Sabiduría (Madhyamikavada), (2) el Budismo de la Fe y la Devoción, (3) el Idealismo Budista (Yogacara-Vijñanavada) y el (4) Tantra o Budismo Mágico (esta nomenclatura es del Dr. Conze. Quizá se pueda encontrar otro adjetivo mejor que “mágico” para referirse al Tantra). Antes de intentar describir estas escuelas y sus subescuelas, he de advertir al lector que no son sectas como las que existen, por ejemplo, en el cristianismo y en el islam. Una secta es una corporación eclesiástica que impone la adherencia exclusiva, de forma que la pertenencia a una implica no pertenecer a ninguna otra, y que, además, proclama que posee la única interpretación verdadera de las escrituras y el monopolio de los medios de la salvación. Excepto en una o dos ocasiones en el Japón, las escuelas del Mahayana nunca han llegado a esos extremos y, aunque cada una se concentró en el desarrollo de una facultad espiritual en particular, no perdieron el contacto entre ellas. Parece ser que en la India los seguidores de las distintas escuelas vivían, estudiaban y enseñaban en un mismo monasterio. Un maestro y un discípulo pertenecían a veces a distintas escuelas. Incluso hoy en día vemos que grandes maestros como Nagarjuna y Asanga están incluidos en las listas de patriarcas de varias escuelas. Todo esto indica que las escuelas del Mahayana no se excluyen mutuamente, sino que son complementarias. La fe necesita ser equilibrada por la sabiduría y la concentración por el vigor. Del mismo modo la intelectualidad del Madhyamika sin la fe y la devoción del Jodo está desequilibrada o incompleta, y lo mismo le ocurre a la quietud mental del Yogacara sin el dinamismo tántrico. El budismo esta hecho de una pieza, es lo que es en su totalidad, y como tal debe seguírsele. El devoto debe cultivar todas las facultades espirituales, en vez de interesarse en el desarrollo de una sola, y es por esta misma razón que se le requiere que no sea seguidor de una escuela sino de todas. En el contexto del cristianismo o en el del islam eso es inconcebible. Uno no puede ser católico y metodista al mismo tiempo ya que el cristianismo está dividido en sectas que se excluyen mutuamente. En cambio el budismo del Mahayana consta de escuelas que se complementan. El Madhyamika, el Yogacara, el Budismo Devocional y el Tantra son las formas provenientes del germen de la Enseñanza Original desplegadas y desarrolladas a la perfección. Si el Mahayana es la flor del budismo completamente abierta, sus cuatro escuelas principales representan los cuatro pétalos de la flor y la facultad de la atención consciente el cáliz. Alguien que mirase simplemente a un pétalo no podría apreciar toda la belleza de la flor. Tampoco sería capaz de entender el Mahayana quien tan sólo estudiase las doctrinas y siguiera las prácticas de una sola escuela, olvidando las demás. Los pétalos de la flor (permítame el lector llevar aún más lejos esta analogía), aunque parecen ser distintos cuando se despliegan, se abren todos según la misma ley de crecimiento. Primero se van despegando del capullo, después se estiran y finalmente se expanden. Similarmente, las cuatro escuelas pasan por tres fases de desarrollo claramente distinguibles. En la primera fase se da la afirmación dogmática del Dharma, o de algún aspecto del Dharma, desde el punto de vista de una de las facultades espirituales. (Uso el término dogmático en el sentido no despectivo que quiere decir simplemente “no establecido explícitamente por pruebas racionales formales”). En la segunda se da la tentativa de la sistematización filosófica y la tercera, y última, es la del escolasticismo. Cada fase es el desarrollo de la que le precede, pero también, en otro sentido, supone un descenso. En la primera fase el punto de vista es intuitivo y transcendental, en la segunda es filosófico y en la tercera meramente racional y lógico. Con cada fase se asocia un tipo particular de composición literaria: el sutra, el sastra y el tika o vyakhya. Un sutra es un discurso, generalmente muy largo, y que da a entender que ha sido pronunciado por el Buda o por algún gran Bodhisattva bajo la inspiración del Buda. Los sutras más antiguos, o al menos sus porciones más antiguas, datan de la misma época que la primera versión escrita del Tipitaka pali de los theravadines (aproximadamente el 80 E.C.), y, por lo tanto, tienen el mismo derecho a representar a la enseñanza más antigua del budismo. La mayoría de los sutras del Mahayana no son pronunciados por el Nirmanakaya del Buda sino por su Sambhogakaya. Además los asistentes no son sólo dioses y hombres, también hay entre ellos innumerables Bodhisattvas con sus séquitos. Estos sutras, cuando no ocurren en Grdhrakuta o el Pico del Buitre en Rajagrigha, donde fueron dados también muchos discursos del Hinayana, tienen lugar en mundos paradisiacos transcendentales más allá de los confines del tiempo y del espacio. Allí la ley natural es transcendida, y las enseñanzas son ilustradas por maravillas de gran significado simbólico. El modo de instrucción de los sutras es por lo general intuitivo: el Buda se expresa a partir de las profundidades de su experiencia transcendental más remota; a veces permanece en silencio. No hay apenas tentativas de argumentación, ya que el Buda, en vez de tratar de convencer a quienes le escuchan, trata de despertar en ellos su intuición transcendental. En los sutras la metáfora, el símil y la parábola son frecuentes. La repetición abunda para que los puntos principales del discurso penetren cada vez más profundamente en la consciencia del discípulo. Hasta cierto punto, ésta es la razón de su gran extensión y de su descuidada forma literaria. No obstante poseen una grandeza y sublimidad muy propia. Leerlos o escuchar su lectura es una experiencia única e inolvidable. Cada escuela deriva su inspiración y apoyo de un sutra, o grupo de sutras, en particular que es por consiguiente objeto de veneración especial. Por ejemplo, los madhyamikas se apoyan en el grupo de sutras de la Prajñaparamita, los yogacharines en el sutra Lankavatara y en el Samdhinirmocana, y los seguidores de las escuelas devocionales en el Sukhavativyhua Largo, en el Corto y en el Amitayurdhyana. Pero a la vez cada escuela acepta las escrituras de las demás, reconoce que son la Palabra del Buda y las venera como tales. Los editores y recopiladores de los sutras, en su forma literaria actual, son desconocidos. En cambio los autores de los sastras son personajes históricos. Un sastra es una tentativa de resumir, aclarar y explicar las enseñanzas de un sutra, o grupo de sutras, en particular, y frecuentemente toma la forma de versos con finalidad nemotécnica. Algunos sastras son poco más que una lista del contenido del sutra, otros son tratados filosóficos sólidos. Su estilo es mucho más enigmático que el de los sutras y atraen más al conocimiento o comprensión que a la intuición. Sin embargo, los autores de los sastras, a quienes se les da el nombre de acharyas, no eran filósofos en el sentido moderno, académico y occidental de esta palabra. Eran hombres sabios que por medio de la práctica espiritual habían llegado a la realización del contenido de los sutras y que, para el beneficio de una era más sofisticada que aquella en que el Buda predicó, dieron expresión filosófica y sistemática al contenido de los sutras. Nagarjuna, Asanga y Santideva fueron grandes acharyas y con frecuencia se les ha calificado también de Bodhisattvas. La escasa evidencia que sobre sus vidas nos ha llegado es suficiente para convencernos de sus logros transcendentales, aun sin considerar el testimonio de sus obras. El genero de los sastras es muy abundante y no es sólo de carácter expositivo, también es polemista. Cada acharya, aparte de establecer la postura de su escuela, trata de demoler las de otras escuelas, tanto budistas como no budistas68. Esto incrementó el crecimiento de la lógica, que rápidamente dejó de ser simplemente unas cuantas reglas para el debate, para convertirse en una ciencia completa. Para las escuelas del Mahayana los conflictos que entre ellas tenían lugar no eran personales sino meramente una ilustración del carácter intrínsecamente antinómico de la razón. El conjunto de la tradición mahayánica venera a todos los acharyas y los considera seres iluminados. Si consideramos la relación entre los sutras y los sastras, es obvio que estos grandiosos genios espirituales no ocupan meramente la posición de fundadores de ciertas escuelas en la historia del budismo, aun mucho menos el de fundadores de sectas. Los acharyas 68 Hablando con propiedad, los maddhyamikas son una excepción, pues, según ellos mismos, no mantenían ninguna postura. dieron a una línea particular de la tradición budista un carácter definitivo y un sistema. Por eso, aparte del Buda, no hay nadie de mayor importancia para el budismo que ellos. No es necesario decir mucho sobre los tikas, los vyakhyas y otros géneros literarios similares. Todos ellos son comentarios de los sastras y, aunque están subordinados a ellos, son indispensables para entender su significado. Los autores de estos comentarios generalmente no son considerados acharyas, eran pensadores y escritores de habilidad conspicua. Sin embargo, los autores de los sastras y los de los comentarios no están siempre bien diferenciados. Los autores de sastras escribieron comentarios y hay sastras escritos por autores de comentarios. Nagarjuna es el ejemplo más destacable de un acharya que comentó sus propios trabajos. Los tikas, vyakhyas, etc., en general se caracterizan por la fidelidad intransigente a los principios de sus respectivas escuelas, el enfoque intelectual riguroso, el modo de tratamiento de una lógica rígida y la polémica vigorosa. Fue gracias a los autores de comentarios que se articularon los detalles de las posturas de las escuelas y se finalizaron sus sistemas. IV. Las escrituras de la Sabiduría Perfecta Según se admite generalmente, las enseñanzas de la escuela Madhyamika son la sistematización de las enseñanzas propuestas por los sutras de la Prajñaparamita, o las escrituras de la Sabiduría Perfecta. Por eso el conocimiento rudimentario de la extensión, desarrollo y contenido de estas voluminosas obras de importancia única es esencial para comprender los puntos de vista—o mejor dicho, el rechazo total de todos los puntos de vista—de Nagarjuna y sus seguidores. El Dr. Conze ha dedicado la mayor parte de su vida al estudio, la traducción y la interpretación de esta clase de literatura y opina que la composición de los textos de la Prajñaparamita tuvo lugar a lo largo de mil años. Un período que más o menos puede dividirse en tres fases de dos siglos y una de cinco o seis. La primera fase (del 100 a. de C al 100 d. de C, aproximádamente) consiste en la elaboración de la enseñanza en la forma del texto básico, la segunda (del 100 al 300 d. de C aproximádamente.) en su expansión en tres o cuatro tratados bastante largos, la tercera (del 300 al 500 d. de C aproximádamente.) en el compendio que resulta en un número de tratados más cortos, y la cuarta (del 500 al 1200 d. de C aprox.) en su contracción en la forma de dharanis y mantras tántricos. (1) Aunque hay muchas cuestiones indeterminadas respecto a la historia de la literatura de la Prajñaparamita, actualmente parece bastante cierto que el Astasahasrika, o la Perfección de la Sabiduría en 8000 líneas, es el texto más antiguo de esta clase. Este sutra, igual que otros sutras mahayánicos antiguos, se fue desarrollando debido a su aumento gradual, y su formación cubre un período de cerca de doscientos años. Como es de esperar, es muy probable que tenga sus orígenes en las escuelas de los mahasángikas, ya que una de las escuelas que se derivaron de ellos, la de los prajñaptivadines, era ya acreditada en épocas muy antiguas por la transmisión de una enseñanza sobre la Sabiduría. El lugar de procedencia del Astasahasrika está probablemente entre Godavari y Kistna, cerca de Amaravati y Nagarjunakonda, en Andhra al sur de la India. El sutra, en su forma actual, consiste en treinta y dos capítulos cuyo tema principal es, por supuesto, la doctrina de la vacuidad. También se sabe de la existencia de un resumen de veintiocho capítulos en verso, el Ratnagunasamcayagatha, a la que se le añadieron posteriormente cuatro capítulos sobre las perfecciones primera y quinta. De éste sólo ha sobrevivido la versión de Haribhadra que data del siglo octavo. (2) El “Prajñaparamita Extenso” es el Astasahasrika expandido aproximádamente cinco siglos después del Parinirvana del Buda y hoy está representado por tres textos diferentes: el Satasahasrika, el Pancavimsati y el Astadasa, respectivamente, la Perfección de la Sabiduría en 100.000 líneas—extensión prodigiosa incluso para un sutra del Mahayana-, la Perfección de la Sabiduría en 25.000 líneas y la Perfección de la Sabidruría en 18.000 líneas. Como menciona el Dr. Conze, estos tres textos son en realidad un mismo libro, difiriendo solamente en la medida en que “las repeticiones” fueron copiadas69. También pertenece a este período el Dasasahasrika, o Perfección de la Sabiduría en 10.000 líneas, al que se le incorporó material sacado del Prajñaparamita Extenso así como ciertos tratados cortos independientes. (3) En la tercera fase empieza el proceso de concentración. Para entonces las formidables proporciones del Prajñaparamita Extenso habían llegado a tal punto que representaban un obstáculo incluso para los estudiosos expertos. Para solucionar este problema se empezó a recurrir a dos métodos paralelos. Uno fue la recopilación de sutras cortos y el otro la creación de resúmenes del texto. Sin duda, los sutras resumidos más antiguos y célebres son el Hrdaya, o Sutra del Corazón, que contiene la esencia concentrada de la enseñanza de la Perfección de la Sabiduría, y el Vajrachhedika o Sutra Diamante (Cortador de) que “se limita a unos cuantos temas centrales y trata de despertar la intuición espiritual que ha dejado atrás las convenciones de la lógica” 70. Los expertos mantienen que estos dos documentos datan del siglo cuarto d. de C. Ambos son de un altísimo valor espiritual y por muchos siglos han ejercido una influencia enorme en Asia Central y el Lejano Oriente. A la traducción china del Sutra Diamante le corresponde el honor de ser el libro impreso más antiguo que se conoce (impreso el 11 de mayo del año 868). Estos textos han conseguido una popularidad, probablemente prematura, entre ciertas secciones de los budistas occidentales. También nos han llegado otros muchos sutras resumidos. Entre los resúmenes el más importante es el Abhisamayalamkara, un resumen de la Perfección de la Sabiduría en 25.000 líneas reducido a 273 estrofas, que el devoto memorizaba. Esta obra maestra del escolasticismo— en el mejor sentido de la palabra—es atribuida a 69 70 Selected Sayings of the Perfection of Wisdom. pág. 12 Ibídem, pág. 14 Maitreyanatha, el maestro de Asanga, y es una ilustración muy notable de la conexión mutua que existía entre las distintas escuelas. Ya que Maitreyanatha parece haber sido quien inspiró en un principio todo el movimiento yogachara y, curiosamente, el texto que resumió tan sistemáticamente es uno de los textos básicos de los madhyamikas. Su discípulo, Asanga, resumió la enseñanza de la Prajñaparamita por medio de un sastra sobre el Sutra Diamante y otros yogacharines produjeron obras similares. (4)Con la condensación de la Prajñaparamita en dharanis y mantras los límites de la concentración fueron alcanzados. El Sutra del Corazón concluye con el mantra más característico de la Prajñaparamita, el famoso “gate gate paragate parasamgate bodhi svaha”. No obstante la mayoría de estas fórmulas meditativas e invocatorias se encuentran en los numerosos resúmenes tántricos de la enseñanza que fueron producidos en la fase final de la composición de la literatura de la Prajñaparamita. Uno de estos textos, el Ekaksari, llega incluso a afirmar que la Perfección de la Sabiduría está contenida “en una letra”, la letra “A”. Al final la Prajñaparamita fue personificada en una diosa y sus distintas representaciones iconográficas fueron utilizadas como objetos de veneración y para apoyo de distintas formas de concentración y meditación. Con un grupo de textos de la clase denominada sadhana y que describen cómo lograr la Perfección de la Sabiduría, haciendo uso de ellos, finaliza la producción de esta extraordinaria literatura. Antes de permitirme emprender una exposición breve de la enseñanza de la Prajñaparmita he de aclarar dos puntos de importancia menor, relativamente hablando. El primero se refiere al conocimiento de Nagarjuna de estos textos y el segundo a la adición de capas sucesivas de comentarios y subcomentarios. En la actualidad se afirma generalmente que Nagarjuna vivió y prosperó en el siglo segundo d. de C; la tradición que dice que vivió algunos siglos después se debe a la confusión con un adepto del Tantra del mismo nombre. Pero como la composición de la literatura de la Prajñaparamita se extiende del segundo siglo a. de C. al 1.200 d. de C., el sistema de los madhyamikas no pudo haberse basado en la totalidad de la literatura de la Prajñaparamita. Esta dificultad es, en realidad, más aparente que real. Exceptuando algunos de los tratados de la cuarta fase, en la que la Perfección de la Sabiduría es presentada según modos de pensamiento específicamente tántricos, la totalidad de la literatura es fundamentalmente la misma enseñanza más o menos expandida o contraida. La vida de Nagarjuna tuvo lugar en la segunda fase de la composición de la Prajñaparamita y, por consiguiente, debió de haber estado familiarizado con la Perfección de la Sabiduría en 8.000 líneas, en 100.000, en 25.000 y en 18.000. Entre sus obras hay un comentario del Prajñaparamita Extenso. Aparte de los textos de la Prajñaparamita, los otros sutras del Mahayana que sabemos que Nagarjuna conocía son el Saddharma Pundarika, del cual él hace citas, y el Dasabhumika, del cual escribió un comentario. Estas dos obras debieron de precederle e influenciarle. La gran cantidad de sutras de la Prajñaparamita sólo son una parte de la literatura de esta clase. Como sugiere la mención de las obras de Nagarjuna, casi todos los sutras están bien surtidos de comentarios y subcomentarios. Los comentarios son al menos el doble de largos que los sutras, a veces son diez o doce veces más largos. Los subcomentarios por lo general son, afortunadamente, mucho más cortos. Añadiendo los sastras a los sutras, los resúmenes a los sastras y a cada uno sus respectivos comentarios, explicaciones y exposiciones, al final nos vemos confrontados con una literatura de dimensiones asombrosas. No obstante, las enseñanzas principales de la Prajñaparmita son bastante simples. Si bien esto no quiere decir que puedan ser comprendidas por una persona cualquiera, por muy alto que sea su nivel intelectual. De hecho estas enseñanzas son para los Bodhisattvas, los seguidores del Mahayana, y en ellas se declara expresamente que no son para los hinayanistas, los seguidores de los ideales inferiores del “Nirvana” individual y la mera “Iluminación” personal. Esta limitación clara y enfática del tipo de audiencia a que se dirige la enseñanza de la Prajñaparamita, no sólo refleja las circunstancias históricas en que apareció. Refleja además lo que en cada fase del progreso en la vida espiritual es quizá el problema central, sobre todo cuando se llega al reino del logro puramente transcendental. ¿Cuál es ese problema? Es que los Medios de alcanzar la Iluminación, considerados como un fin en sí mismo se convierten en un objeto por el que se siente apego, de forma que dejan de ser una ayuda para convertirse en un impedimento muy peligroso, ya que es sutil y muy difícil de identificar. El Dr. Conze, con su característica perspicacia psicológica, señala: Los mismísimos medios de emancipación son propensos a convertirse en objetos y cauces para la apetencia. Los logros se solidifican haciéndose posesiones personales; las victorias y realizaciones aumentan la presunción; el mérito es atesorado en los cielos donde nadie pueda llevárselo; la iluminación y lo Absoluto se tergiversan y se les cree ser algo exterior a alcanzarse. Es decir, las mismas tendencias viciadas siguen operando en un ámbito espiritual nuevo. La Prajñaparamita tiene como objetivo servir de antídoto a las formas más sutiles de la perpetuación de la idea del ser, las cuales reemplazan a las formas más rudas cuando la vida espiritual ha alcanzado un grado avanzado de madurez. (Selected Sayings from the Perefection of Wisdom pág. 18). Puesto que los Medios de alcanzar la Iluminación son de carácter triple, según pertenezcan a la Moralidad, la Meditación o la Sabiduría, cada una de estas divisiones del Camino puede ser tomada como un objetivo en sí y convertirse en objeto del apego. Las formas más rudas de este apego pertenecen a la primera y segunda división, y las más sutiles a la tercera, la Sabiduría. Ya vimos en el primer capítulo que el significado primario de la Sabiduría es la visión clara de la Realidad, o, expresado en términos más semejantes a los de la Enseñanza Original, la visión clara de la naturaleza de los fenómenos. Esta visión clara, aunque es tan sumamente incomunicable como la Realidad lo es inefable, es expresada en las distintas doctrinas del budismo, las cuales no son definiciones de la Realidad sino símbolos que funcionan como soporte intelectual para su realización. Lo que transforma a estos símbolos convirtiéndoles en impedimentos para la vida espiritual, en vez de soportes, es precisamente el considerarlos imágenes fieles de la Realidad. Así pues, no es la Sabiduría el impedimento, sino que lo es el uso erróneo de las doctrinas que la representan. Tomemos, por ejemplo, la condicionalidad de todos los fenómenos que es la doctrina central de la Enseñanza Original. De la condicionalidad de todos los fenómenos se deduce su carencia de ego: lo que depende de cosas ajenas a sí para su existencia no tiene ser propio absoluto. A la personalidad humana puede dividírsela en un número de elementos materiales y mentales, todos los cuales se originan y dependen de causas, por lo cual carece de ser independiente; es anatta (anatman, en sánscrito.). En esto no hay problema. Pero en los siglos que siguieron al Parinirvana del Buda surgió en cierta sección de la Sangha la tendencia a creer que la Sabiduría consistía exclusivamente en el análisis minucioso de la división de los fenómenos en sus elementos constituyentes materiales y mentales, o dharmas, además de su clasificación según varios esquemas elaborados. Este desarrollo, el cual fue expresado en la literatura del Abhidharma de los theravadines y de los sarvastivadines, no es totalmente censurable: llevó a su conclusión lógica algo que era definitivamente un aspecto de la Enseñanza Original. Las dificultades aparecieron cuando los seguidores de estas escuelas olvidaron que las doctrinas del budismo son símbolos y soportes, y empezaron a insistir en que los dharmas eran entidades reales, así como en que las descripciones del Abhidharma de las distintas permutaciones podían aceptarse como la descripción adecuada de la Realidad. Ya he aclarado en el capítulo segundo que este literalismo excesivo por parte de las escuelas más prominentes del Hinayana les llevó al final a un realismo pluralista, que fue también, quizá, el factor más importante para el surgimiento del Mahayana. Por esta razón la Prajñaparamita no debe ser interpretada sólo como una advertencia general contra la empedernida tendencia humana de imponer sobre la Realidad las categorías del entendimiento humano. Fue también, y de manera más específica, una protesta enérgica contra la costumbre del Abhidharma de no tratar al dharma como concepto sino como entidad. Los hinayanistas enseñaban solamente la carencia del ego del individuo (pudgala-nairatmya). Para desarrollar la doctrina de la condicionalidad y la insubstancialidad de todo fenómeno, analizaron la supuesta personalidad dividiéndola en sus constituyentes materiales y mentales. Pero paradójicamente procedieron a abandonar los beneficios espirituales de este análisis al afirmar que aunque la personalidad era irreal los elementos que la componían eran reales. La concepción errónea de la substancialidad fue transferida del total a sus partes. Así el Abhidharma acabó por apoyar el mismísimo substancialismo que el Buda había rechazado tan categóricamente. La Sabiduría interpretada y comprendida literalmente se convierte en un impedimento para la Sabiduría. Para contraatacar esta interpretación errónea el Mahayana no sólo enseñó la carencia de ego del individuo sino también la insubstancialidad y vacuidad de todos los fenómenos (sarvadharmasunyata). Esta enseñanza se encuentra sobre todo en los sutras de la Prajñaparamita cuyo tema principal es la doctrina de la Sunyatá. Aunque no hay dualidad en lo Absoluto y no puede ser dividido en partes diferentes, en la literatura de la Prajñaparamita se enumeran doce, dieciséis, dieciocho y hasta incluso veinte modos de Sunyatá. No obstante, para el estudio que estoy haciendo no se necesita toda esta clasificación y bastará con los tres aspectos principales de la Sunyatá. Estos son: (a)la Sunyatá no diferenciada del universo de lo fenoménico, (b)la Sunyatá no diferenciada de la Prajñá y (c)la Sunyatá no diferenciada del Tathagata. Además también incluiré las cinco fases progresivas de la meditación en la Sunyatá. Estas dos clasificaciones nos darán indicaciones definitivas de la naturaleza y el propósito de la enseñanza de la Prajñaparamita. (a) La existencia de los fenómenos depende de causas y condiciones. Al ser dependientes de éstas carecen de cualidad de ser propio. Consecuentemente, se les denomina sunya o vacíos. El Nirvana transciende todas las categorías del pensamiento y, por lo tanto, es también sunya, o, mejor dicho, es Sunyatá, la vacuidad misma. Estas dos proposiciones forman parte de la Enseñanza Original. Los textos de la Prajñaparamita argumentan que si los fenómenos son sunya y el Nirvana es sunya, y que si sunya significa carencia de cualidad de ser, de forma que no se pueda decir que una cosa es en realidad esto o aquello, entonces la vacuidad de los fenómenos debe coincidir con la vacuidad del Nirvana y, en realidad, el universo no es diferente de lo Absoluto. Este desarrollo se debió tanto a la necesidad de contraatacar al dualismo incipiente de las escuelas del Hinayana, que consideraba que la distinción entre los dharmas “compuestos” y los “no compuestos” era de validez definitiva, como al resultado de la tendencia a desplegarse perfectamente intrínseca en el Dharma. Según el Dr. Conze, “el mensaje principal de la Prajñaparamita es la identidad no condicionada entre lo condicionado y lo NoCondicionado”71. Argumentando desde otro punto de vista, podríamos decir que la concepción de lo No-Condicionado al no poseer significado a parte del que le da lo condicionado es en sí condicionada, por lo tanto es dependiente y es sunya. La conclusión alcanzada en ambos casos es la misma: Sólo hay una Realidad sin dualidad a la que no se le puede atribuir ningún predicado; el Samsara y el Nirvana, lo relativo y lo Absoluto, los dharmas condicionados y los no condicionados, todos estos pares son exactamente igual, son meras construcciones mentales. Estas construcciones mentales están, por supuesto, también vacías y no son diferentes a la Realidad. La consecuencia práctica más importante en esta enseñanza es que si el Universo y el Absoluto en realidad son nodiferentes, entonces la Iluminación no puede consistir en pasar del uno al otro como si fuesen realidades separadas, sino en la realización de su no-diferencia esencial. Así pues, la vida espiritual es una ilusión. No hay nada que lograr ni nadie que lo logre. 71 Ibídem, pág. 20 (b) Son denominados Prajñá los medios por los que se logra, en virtud del no logro y sin que haya alguien lográndolo, aquello que no se logra. Hablando de modo convencional, el objeto de la Prajñá es la Sunyatá. Pero la Sunyatá al transcender todas las determinaciones empíricas no puede ser captada por medio de la construcción mental, por muy sutil que sea. La Sabiduría Transcendental consiste en la cesación total de todas las construcciones mentales, el abandono absoluto de no sólo las doctrinas falsas sino también de las verdaderas. La Sabiduría Transcendental, habiendo cruzado a la Otra Orilla, sigue el consejo del Buda y abandona la Balsa del Dharma, incluso abandona la idea del abandono, ya que en realidad no hay nada que abandonar. Desde el punto de vista absoluto Prajñá no es tampoco aquello que capta la Sunyatá. Para que la Sunyatá fuese un objeto captable sería necesario que poseyera naturaleza propia. Pero por definición es la ausencia de la naturaleza propia. Por lo tanto, Prajñá al no ser ni siquiera aquello que capta a la Sunyatá no puede decirse que tenga ninguna cualidad propia de ser. Al no tenerla es también sunya o vacía. La Prajñá y la Sunyatá son no diferentes. Es decir, la Sunyatá se realiza por medio de una facultad que es idéntica a ella misma. Saraha expresa esto de forma más poética: ¡Conoce tu propia Mente, oh yogi! Como el agua que se junta con el agua. (Dohokosa 32. La Mente a que se refiere es la Mente Absoluta que es esencialmente no diferente de la Sunyatá) A pesar de que en sentido absoluto Prajñá no sea algo a ser logrado nuestros esfuerzos para lograrla no deben de cesar. Eso sería caer en uno de los modos de pensamiento dualista que la Prajñá transciende. La Lógica establece que si no se puede obtener la Prajñá no es necesario hacer ningún esfuerzo para obtenerla. Pero los textos de la Prajñaparamita afirman que porque no es obtenible debemos tratar de obtenerla con todas nuestras fuerzas. La Sabiduría Transcendental al final va más allá de la Moralidad, la Meditación y también de la Sabiduría, en el sentido de la comprensión de la Realidad en términos de las categorías del Abhidharma. No obstante, desde el punto de vista relativo, la Sabiduría Transcendental sólo surge apoyándose en ellas. La Verdad Absoluta sólo puede ser alcanzada por medio de la verdad relativa. La literatura de la Prajñaparamita no se comprende completamente sin referencia al contexto de las tendencias al literalismo y al escolasticismo que la precedieron. Del mismo modo, la Sabiduría Transcendental no puede ser comprendida perfectamente sin ser consciente de que es la fase culminante de una serie de esfuerzos espirituales preliminares. (c)Al ser la Prajñá no diferente de la Sunyatá la persona que “logra” la Prajñá en realidad es también no diferente de la Sunyatá. Este aspecto de la enseñanza de la Prajñaparamita representa, igual que los otros dos que ya hemos visto, una vuelta no sólo al espíritu de la Enseñanza Original sino también a su letra. La naturaleza del Tathagata es incomprensible incluso durante su vida. De El no se puede decir que exista después de la muerte, o que no exista después de la muerte, o ambas cosas, o ninguna de ellas. En la terminología de la doctrina del Trikaya, el Buda no se identifica con su Rupakaya sino con su Dharmakaya. Así, en el sutra Vajrachhedika el Buda dice: Los que de mí vieron mi forma, Y los que me siguieron por mi voz, Emplearon sus esfuerzos en vano, Ellos no me vieron. Desde el Dharma se ha de ver al Buda, Pues los cuerpos del Dharma son los guías. Aun así la Dharmaidad es algo que no debe uno captar, Tampoco puede hacérsele a uno que la capte. Las dos últimas líneas son una advertencia contra considerar que la Dharmaidad sea en realidad algo que pueda captarse, ya que eso equivaldría a atribuirle cierta naturaleza propia en cuyo caso no sería la Realidad. El Buda no es diferente de la Sunyatá y sólo puede “vérsele” de la misma forma en que se realiza la Sunyatá, por medio de la cesación de todas las construcciones mentales, incluyendo la de la idea del Buda. Según la enseñanza de la Prajñaparamita “Sunyatá”, “Prajñá” y “Buda” son simplemente palabras. Cuando, en estado de meditación profundo, nos deshacemos de tales conceptos, realizando que no representan cosas separadas que existen objetivamente, sino que como todas las demás palabras son sólo denominaciones de la Sunyatá, entonces, y solamente entonces, se podrá decir que “hemos realizado” la Sunyatá, “logrado” Prajñá y “visto” al Buda. Este tipo de meditación, si bien corresponde al área de la Sabiduría Transcendental, es sólo el cuarto de la serie de las cinco fases progresivas de la meditación de la Sunyatá, todas las cuales son recomendadas en la literatura de la Prajñaparamita. La primera, segunda y tercera corresponden a la concepción hinayánica de la Sunyatá y su función es recordarnos que las fases más elevadas de la visión clara han de basarse firmemente en las inferiores. La quinta fase, como afirma el Dr. Conze, es común a todas las escuelas del budismo. Una breve mención de estas cinco meditaciones nos servirá de resumen de los sutras de la Prajñaparamita, así como de conclusión de la descripción a grandes rasgos de esta literatura y su enseñanza. (a) En la primera meditación de la Sunyatá, se medita sobre la ausencia de la cualidad de ser propio y la individualidad. Con la ayuda de las categorías del Abhidharma, los seres aparentemente estables y homogéneos, y los objetos del mundo fenoménico se analizan hasta que “hombres”, “mujeres”, “casas”, “árboles” así como otras nociones del sentido común desaparecen y toman su lugar una corriente de acontecimientos mentales y materiales llamados dharmas. (b) A continuación, tras hacer la distinción entre los dharmas condicionados y los no condicionados, se medita sobre la Sunyatá considerando la vacuidad completa de lo condicionado en lo que concierne a atributos tales como la permanencia, la felicidad y la pureza, que son exclusivamente propiedad de lo No-Condicionado. Una vez comprendida la futilidad de todo tipo de existencia mundana, uno empieza a sentir la necesidad de la renuncia. (c) En la tercera fase se medita sobre Sunyatá considerando la vacuidad de lo No-Condicionado en lo que concierne a lo condicionado. Se considera que el Nirvana transciende al mundo y es absolutamente otra cosa. Una vez que se ha dado la espalda a lo mundano se recurre a la práctica de la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría y, a la larga, se progresa en el Camino Transcendental hasta lograr la Arahantidad, o el Nirvana en el sentido hinayánico. (d) Pasando de la Sabiduría a la Sabiduría Transcendental, se medita sobre la Sunyatá en el sentido mahayánico, es decir, la vacuidad completa de todas las discriminaciones, particularmente la discriminación entre lo condicionado y lo No-Condicionado, ya que se realiza que estas discriminaciones son meras construcciones mentales. Así queda la lógica transcendida y se alcanza el reino de la contradicción, en el cual porque no hay nada que realizar han de hacerse todos los esfuerzos necesarios para la realización, y por las mismísima razón de que no existen los seres uno ha de hacer el voto de conducirlos a la Iluminación Suprema. (e) Sobre esta fase no puede decirse nada, ya que meditar sobre la Sunyatá considerando que está vacía de la Sunyatá transciende incluso la Sabiduría Transcendental. La Balsa ha sido abandonada completamente. V. La escuela de la Sabiduría Nueva A estas profundas enseñanzas les dio una forma más sistemática y lógica uno de los mayores genios espirituales y pensadores más excelentes que jamás ha habido en el mundo. Ese hombre fue Nagarjuna, el fundador y, prácticamente, el perfeccionador de la escuela Madhyamika. Nagarjuna nació en Berar, en la zona central de la India, probablemente alrededor de la mitad del siglo segundo d. de C., y su familia era de la casta de los brahmanes. Parece ser que sus actividades tuvieron lugar tanto en el Norte como en el Sur, ya que la tradición lo relaciona no sólo con Nalanda, donde se cree que propagó la enseñanza de la Prajñaparamita, sino también con Amaravati, Dhanyakataka o Sriparvata, y Nagarjunakonda, lugares en los que es probable que viviese. No existe ninguna razón para dudar de la historia de su amistad con Satavahana, el rey de Andhra, a quien él se dirige en el Suhrllekha, o Epístola a un Amigo, una de sus obras menores. Su nombre se deriva de arjuna, el nombre de cierto tipo de árbol, y naga que quiere decir serpiente, o dragón, en la traducción china que es más expresiva. El significado del nombre se refiere a la “leyenda” (según los expertos académicos modernos) que dice que él nació bajo un arjuna y que visitó el reino submarino de los Nagas, donde su rey le transmitió el Prajñaparamita Extenso que le había sido confiado por el Buda. Los expertos en mitología india parecen inexplicablemente perplejos ante los elementos simbólicos de este relato. El Naga, o la serpiente, representa, como en casi todas las tradiciones, a la Sabiduría. En un discurso del MajjhimaNikaya el Buda se expresa con claridad en este respecto. El Iluminado le explica a Kumara-Kassapa el significado de un acertijo que le ha presentado un deva y le dice así: “Hermano, la serpiente es un nombre que se le da al hermano que ha destruido los asavas”72. Aquel que ha destruido los asavas es, por supuesto, Arahant—no en el sentido hinayánico de la palabra sino en el sentido original. Por lo tanto la tradición según la cual Nagarjuna recibió el Prajñaparamita de los Nagas quiere decir que él fue discípulo de una comunidad de Arahantes que, debido al escolasticismo dominante en aquel período, se veían obligados a vivir, no en el fondo del mar, pero si en soledad, apartados del mundo. En otro pasaje asombroso del Canon Pali, el Dharma-Vinaya es comparado con el poderoso océano y los Arahantes y las otras clases de discípulos nobles son comparados con las poderosas criaturas marinas que lo habitan, como la ballena y los grandes peces73. Esto es una posible explicación de la asociación entre los Arahantes y el océano. También es posible que sea un símbolo de la profundidad del Mundo 72 73 Majjhima-Nikaya, I. 23 Udana, V.5 y Vinaya, II.9. Transcendental en el que viven y se mueven los seres iluminados. La tradición según la cual los Nagas habían recibido el Prajñaparmita Extenso del Buda no ha de ser entendida literalmente. Lo que recibieron y transmitieron no fue un libro sino una enseñanza y su realización. Si bien esto no excluye la posibilidad de que ellos hubieran pasado la enseñanza a escritura y Nagarjuna recibiese de ellos la transmisión oral y la escrita. Tras estudiar y realizar esta profunda enseñanza, Nagarjuna decidió que la hora de hacerla pública había llegado y la promulgó para contraatacar el dogmatismo brahmánico y el creciente literalismo y escolasticismo del Hinayana. Así Nagarjuna propagó el sutra de la Prajñaparamita y además escribió también unas cuantas obras sobre esta enseñanza. Gracias a su labor se ha preservado para la humanidad la verdadera interpretación de la Enseñanza del Buda y, por eso, Nagarjuna puede ser considerado como el Segundo Fundador del Budismo. Las obras tradicionalmente atribuidas a Nagarjuna, como las de los otros acharyas, pueden ser divididas en tres categorías: las auténticas, las dudosas y las falsas. Dejaré la tercera categoría, que contiene un gran número de obras, y enumeraré, en primer lugar, las que por consenso de opiniones competentes son consideradas auténticas. Después mencionaré una o dos de las más importantes entre aquellas que se consideran dudosas. El puesto principal de las obras auténticas le corresponde a la Mula-Madhyamika Karikas. Su valor intrínseco y su importancia histórica son insuperables. Su tremendo impacto en las escuelas brahmánicas y budistas y su importancia central en el desarrollo del pensamiento indio, sólo cabe compararse con “la revolución copernicana” acaecida a la filosofía occidental con la publicación de “Kritik der Reinen Vermunft” de Kant, la única obra con que, en cierta medida, puede comparársele. Esta gran obra que, contrariamente a la obra maestra de Kant está escrita en un estilo sumamente enérgico y elegante, consta de 448 estrofas distribuidas en veintisiete capítulos, cada uno de los cuales trata de un tópico particular. Aunque las escuelas brahmánicas fueron también objetivo de su crítica, la víctima principal de la poderosa dialéctica de Nagarjuna son las categorías establecidas en el Abhidharma. Las Karikas son los textos básicos de la escuela Madhyamika y, como cabe esperar, han sido el objeto de muchos comentarios. Existen ocho comentarios escritos por acharyas famosos, incluyendo el Akutobhaya, una de las obras dudosas de Nagarjuna. Entre ellos el más famoso y autorizado es el Prasannapada, o el “Bien Expresado”, que es además el único que ha sobrevivido en el sánscrito original; los otros sólo existen en traducción al tibetano. A las Karikas le siguen en importancia el Dvadasa-Nikaya Sastra y el Mahaprjañaparamita Sastra, que han sobrevivido sólo en chino. El primero es uno de los sastras aceptado por la escuelas de los Tres Sastras (San-Lun Tsung, en chino; San-Ron-Shu, en japonés), siendo los otros dos las Karikas y el Sata Sastra de Arya Deva, y es, por lo tanto, de suma importancia puesto que contribuyó a la expansión de las enseñanzas del Madhyamika en la China y en el Japón. El segundo es el comentario al Prajñaparamita Extenso que ya he mencionado. Esta gigantesca obra consiste en cien volúmenes en la versión china y, según el Dr. Conze, “contiene una tremenda cantidad de información útil”74. Otras obras auténticas de Nagarjuna son el Dasabhumivibhasa Sastra, el Sunyata Saptati, el Yukti Sastica y el Vigraha Vyavartani. El primero trata de las diez fases de la carrera del Bodhisattva y el segundo de la doctrina de la vacuidad. En el cuarto, que cuenta con un auto-comentario, Nagarjuna responde a las distintas objeciones que pudiesen hacerse contra el método puramente negativo de establecer la Sunyatá que él emplea en las Karikas. Obras de interés más general son el Catuh Stava, en el que el gran dialéctico alcanza alturas muy elevadas en la expresión devocional, y el Suhrllekka, o Epístola a un Amigo, una carta de exhortación moral y espiritual. Del resto de las obras auténticas de Nagarjuna cabe mencionar el Sutra Vaidalya, el Prakarana, en el que, según he sido informado, se defiende contra la 74 Selected Sayings, pág. 13 acusación de haber pervertido la lógica, así como el Ekasloka Sastra. El Ratnavali y el Sutra Bhavasamkranti Vrtti son probablemente auténticos. Puesto que la doctrina de Nagarjuna es en esencia idéntica a la de los sutras de la Prajñaparamita, no es tan necesario considerar las conclusiones generales de la escuela Madhyamika como lo es considerar los métodos particulares por los que llegaron a ellas. De hecho, y como será apreciado más adelante, el Madhyamika es más un método que una doctrina. A este método se le califica generalmente de dialéctico. Por medio de la comparación de la dialéctica del Madhyamika con la de Sócrates -es esta dialéctica más famosa pero menos rigurosa- alcanzaremos una comprensión más clara de los principios fundamentales de la dialéctica de Nagarjuna y sus seguidores. Además también alcanzaremos un conocimiento más exacto de sus aplicaciones más importantes. Es sabido que Sócrates, por medio de una serie de preguntas bastante simples pero muy apropiadas, era capaz de llevar a sus interlocutores, paso a paso, de sus proposiciones originales a hacerles mantener una tesis que, para su desconcierto, las contradecía. Para seguir mi exposición será imprescindible que no creamos que el método socrático es sofistería ingeniosa, como lo creyeron algunas de sus víctimas. La proposición original y la tesis final, aunque se contradigan, están unidas por una serie de razonamientos en la cual cada uno de ellos depende lógicamente del que le precede. Es discutible si Sócrates era o no consciente de esto. De todas formas, en los Diálogos de Platón se le representa a veces dejando sueltos algunos cabos de la discusión, y otras veces anudándolos todos a su manera. Nagarjuna nunca hizo eso. El gran dialéctico indio descubrió que todas las proposiciones, y no sólo algunas, al analizarlas pasan a sus contrarias, y fue lo suficientemente audaz para declarar que la razón, al ser su naturaleza intrínsecamente contradictoria, es incapaz de llegar a la verdad. Además Nagarjuna, consecuente consigo mismo, se abstuvo de formular proposición alguna. Así su dialéctica no sólo difiere de la de Sócrates en que es más rigurosa, sistemática y de mayor autoconsciencia, sino también en que es puramente negativa. En su dialéctica las proposiciones no son refutadas por otras proposiciones sino que son autorefutadas cuando se las lleva a sus conclusiones lógicas. La razón no sucumbe a los ataques exteriores, simplemente es destruida por sus propios conflictos internos. A la Realidad, en el sentido más remoto del término, no se le puede aplicar ninguna proposición afirmativa o negativa, tampoco ninguna combinación de proposiciones, ya sean conjuntivas o disyuntivas. El Buda mencionó cuatro modos posibles de predicación: A es B; A no es B; A es, a la par, B y no lo es; A no es B, ni es no es B. Al aplicar esta fórmula a la cuestión de la condición del Tathagata después de la muerte, llegamos a la famosa declaración según la cual no es apto decir que, tras la disolución del cuerpo físico, el Tathagata exista, o que no exista, o que a la par exista y no exista, o que no exista ni que sea no-existente. Su condición transciende el pensamiento. El Buda se basaba en su Sabiduría Transcendental y se limitó a decir que no se podía aplicar a la Realidad ninguna proposición o combinación de proposiciones, quedando así rechazada la posibilidad de establecer opiniones (drsti) filosóficas. Por su parte, Nagarjuna demostró claramente y por primera vez en la historia del pensamiento budista, por qué ninguna proposición es aplicable: no lo es porque todas se autocontradicen. Si todas las concepciones como el ser y el no ser, la identidad y la diferencia, una vez sometidas al análisis minucioso, resultaban estar plagadas de contradicciones y continuamente se transformaban en sus concepciones opuestas, ¿Cómo, entonces, podría considerárselas válidas en el sentido absoluto de la palabra? Igual que la Enseñanza del Buda, el método dialéctico de Nagarjuna desemboca en el rechazo total de todas las opiniones. El Camino Medio no va sólo entre las disputas de todas las doctrinas opuestas sino también por encima de ellas, y, precisamente, su seguimiento es uno de los aspectos más característicos de la escuela Madhyamika, su nombre, de hecho, se deriva de este aspecto. La dialéctica de Nagarjuna al descubrir la estructura antinómica de la razón es el equivalente lógico del famoso silencio del Buda respecto a las cuatro formas exhaustivas de predicación. Por eso no sería erróneo afirmar que fue la escuela Madhyamika la que transmitió la interpretación correcta de la Enseñanza Original. Se pueden identificar dos razones por las que la renuncia a todas las opiniones fue pasada del modo metafísico al lógico. La primera fue los desarrollos que por dos o tres siglos antes del advenimiento de Nagarjuna estaban teniendo lugar en ciertas escuelas budistas. La segunda es la necesidad intrínseca en el Dharma que hace que se despliegue y alcance la expresión perfecta dentro de la esfera de cualquier tipo de discurso. El escolasticismo del Hinayana había olvidado que la Realidad transciende al pensamiento y que el Dharma es tan sólo una Balsa, concentrándose, pues, en el mal hábito de tratar las doctrinas y las categorías doctrinales del budismo como si poseyesen validez absoluta. En el Abhidharma de los sarvastivadines y en el de los theravadines este hábito había llegado a límites extremos. Acogerse a la autoridad del Buda hubiera sido inútil, ya que su rechazo de todas las opiniones aparecía en las escrituras de las escuelas en cuestión, y, además, la formulación de las opiniones realistas y pluralistas del Hinayana demostraba que habían rechazado o desatendido la autoridad del Buda. Por consiguiente, Nagarjuna, para hacer frente a la situación, adoptó el método más efectivo a su alcance. Ni trató de presentar una proposición propia y contraria a la de sus oponentes, ni trató de enfrentar las doctrinas de unas escuelas con las de otras (los hinayanistas no estaban de acuerdo entre ellos en todo), simplemente mostró la naturaleza auto-contradictoria de todas las proposiciones que podían hacerse. Las víctimas principales del análisis en las Karikas fueron las categorías tradicionales del budismo, particularmente las del Abhidharma, si bien las escuelas no budistas recibieron un tratamiento similar. Por esta razón y porque lo que nos interesa es las escuelas budistas, tomaré como ejemplo de la aplicación del examen dialéctico del método de Nagarjuna dos de las categorías más importantes del pensamiento budista: la Co-Producción Condicionada y el Nirvana. Pero no se debe olvidar que el método se puede aplicar a todas las proposiciones sin excepción alguna. Si no fuese así la dialéctica de Nagarjuna, como la de Sócrates, sería capaz de demostrar que ciertas proposiciones son falsas, pero no de descubrir el fracaso total de la razón. El problema de la causación ocupa un lugar de extrema importancia en la filosofía india. Sin duda es por eso que las Karikas comienzan con un ataque devastador contra esa categoría de comprensión. Sólo son posibles cuatro posturas respecto a la relación entre la causa y el efecto: que la causa y el efecto son idénticos; que la causa y el efecto son diferentes; que son idénticos y diferentes a la par; y que no son ni idénticos ni diferentes. La primera opinión, denominada satkaryavada, durante la época de Nagarjuna era mantenida por la escuela Samkhya; pasados unos siglos, fue incorporada al Vedanta no dualista por Sankara. Por lo tanto se puede considerar que representa a la opinión brahmánica de la causación. La segunda opinión, o asatkaryavada, era mantenida por los sarvastivadines y los sautránticas y representa la opinión del Hinayana. La tercera trata de sintetizar la primera y la segunda y corresponde a los jainas. La cuarta es en realidad un escepticismo del tipo de Hume y puede atribuírsele a los carvakas. La tercera por estar dominada por las dificultades de atender a la par a la primera y a la segunda no necesita ser examinada individualmente. La cuarta, por su parte, no es una postura filosófica verdadera y no pude sometérsela a una crítica seria. Sólo nos quedan la postura satkaryavada y la asatkaryavada, contra las cuales Nagarjuna lanza su polémica. No le es difícil demostrar que la primera, aunque pretende ser una teoría de la causación, está tan plagada de contradicciones que al final desemboca en la negación de la causación. La segunda acaba más o menos igual. El análisis que hace Nagarjuna a la asatkaryavada es además de un ataque vigoroso al literalismo del Hinayana, la negación de la validez en sentido definitivo de la doctrina central budista, la Co-Producción Condicionada. Por eso voy a dedicar algo más de espacio a esta fase de la aplicación de su dialéctica. Aún así, no conseguiré dar al lector más que una breve muestra de la excelencia de la perspicacia dialéctica de los acharyas de la escuela Madhyamika. Los sarvastivadines, tras haber reducido las veinticuatro condiciones, o pacaya, establecidas por los theravadines a solamente cuatro, desarrollaron una teoría de la causación que mantenía que la causa era diferente del efecto y que este último no podía ser producido por una sola entidad. Nagarjuna revela lo absurdo de ambas teorías. Si la causa es diferente del efecto, argumenta el acharya, no subsiste ninguna relación entre ellos y la producción de una cosa puede ser causada por cualquier otra cosa. Entonces un guijarro podría germinar y convertirse en una planta de igual manera que lo hace una semilla, pues tanto el guijarro como la semilla son diferentes de la planta. Una de las consecuencias de la primera tesis es que con la producción del efecto la causa deja de existir. Pero si la causalidad es esencialmente la relación entre dos cosas, a no ser que ambas cosas existan al mismo tiempo la causalidad es inconcebible. Además si el efecto es producido por la cooperación de cuatro factores, para su coordinación será necesario un quinto factor, y para la coordinación de este será necesario otro, pudiéndose continuar así infinitamente. Por medio de argumentos como estos, todos ellos llevados adelante minuciosamente y con una sutileza extraordinaria, Nagarjuna y sus seguidores consiguieron demostrar que la teoría que dice que la causa y el efecto son diferentes conduce al ocasionalismo, o la negación de la causación. Así la segunda de las cuatro opiniones posibles respecto a la relación entre la causa y el efecto, igual que la primera, está plagada de inconsistencias internas. Una vez reveladas las auto-contradicciones intrínsecas en la satkaryavada y en la asatkaryavada, tomadas separadamente, conjuntivamente o disyuntivamente, Nagarjuna llega a la conclusión de que la causación es irreal, una construcción mental errónea y sobrepuesta encima del orden objetivo de la existencia. En realidad los fenómenos no se originan por sí mismos, ni por otros fenómenos, ni por ambos, ni por ninguno. Al ser la originación lógicamente inconcebible, la causación es como un sueño o una ilusión. Nagarjuna no se acobarda ante la conclusión de que si la causación es irreal la Pratitya Samutpada también lo es. De hecho él insiste sobre ello, ya que juzga que solamente reconociendo la validez relativa de esta enseñanza se podrá preservar su contenido verdadero. La interpretación de la Co-Producción Condicionada que habían hecho los hinayanistas establecía en una secuencia y una yuxtaposición espacial realidades definitivas entre las que se daban las relaciones causales. Esa interpretación equivalía al rechazo de la doctrina fundamental budista que, paradójicamente, la Pratitya Samutpada trataba de expandir—la doctrina de la carencia de esencia y la insubstancialidad de todos los fenómenos. Para beneficio de la interpretación correcta del Dharma, Nagarjuna demostró que la Pratitya Samutpada no enseñaba la relación causal real entre entidades sino su dependencia mutua, y por tanto su falta de cualidad independiente del ser. Así quedó demostrado que la Pratitya Samutpada no consistía en una secuencia o yuxtaposición de realidades, como creían los hinayanistas, sino en una secuencia de apariencias. Por lo tanto Nagarjuna estableció que la Pratitya Samutpada era meramente una apariencia, algo irreal de lo que no podía decirse que existiera, que no existiera, ni ambas cosas, ni ninguna de ellas. Consecuentemente se la podía igualar a la Sunyatá. De esta forma la dialéctica de Nagarjuna expone las contradicciones intrínsecas en las doctrinas budistas cuando se las toma literalmente y sirve de recordatorio de un factor de muchísima importancia. Este factor es que las doctrinas constituyen formulaciones conceptuales de la Sabiduría que poseen validez relativa, no absoluta, y que no son en sí objetivos sino medios para alcanzar el objetivo. El objetivo es, por supuesto, la Iluminación. Nagarjuna al romper el caparazón del literalismo en el que estaba preso el budismo, no sólo lo salvó de la asfixia y posiblemente la muerte, sino que también le dio la oportunidad para su desarrollo futuro. Una vez reconocida la relatividad de los medios, el reconocimiento de la pluralidad de los medios era cuestión de tiempo. No obstante, todos los medios que conducen a la Iluminación, puesto que pertenecen a la Moralidad, o a la Meditación o a la Sabiduría, están incluidos arquetípicamente en los Medios para la Iluminación proclamados por el Buda. Una de las acusaciones principales que el Mahayana hizo al Hinayana fue que este concebía el Nirvana casi exclusivamente en términos negativos. Para los Hinayanistas la definición del Nirvana era la cesación del dolor, o la de los cinco skandhas, o la de la Pratitya Samutpada o la de cualquier otra entidad o colección de entidades supuestamente positivas. Es decir, lo Absoluto era definido por la ausencia de lo contingente. Como creían que el mundo, en el sentido de la totalidad de los dharmas asociados causalmente, era real, debían de creer también que la cesación del mundo lo era también y, por lo tanto, que la definición del Nirvana como la cesación era válida en sentido absoluto. Uno de los resultados de la dialéctica de Nagarjuna fue hacer que esa postura fuese insostenible. Al ser la Pratitya Samutpada irreal, en sentido definitivo, su cesación también es irreal; luego el Nirvana no podía ser definido, hablando estrictamente, en términos de cesación. De hecho, no puede definirse en modo alguno. El capítulo veinticinco de las Karikas trata del examen de la categoría del Nirvana y es un ataque devastador al concepto del ser y al del no ser aplicado a la meta final de la vida budista, aplicado individualmente, conjuntivamente o disyuntivamente. A continuación citaré algunas estrofas de ese capítulo para dar al lector la oportunidad de conocer, por imperfectamente que sea, las cualidades del estilo de Nagarjuna, el cual posee el brillo resplandeciente y lo incisivo del diamante. Debido a la naturaleza lacónica de su estilo y a la falta de terminología equivalente exacta en lenguas occidentales, aun en la traducción de Sterbatsky las estrofas son necesariamente de significado algo oscuro. (IV) Ante todo, el Nirvana no es un tipo de entidad, Pues tendría decadencia y muerte. No hay entidad alguna Que no esté sometida a la decadencia y a la muerte. (V) Si el Nirvana es una entidad, debe estar producida por causas. No existe en ningún lugar una entidad Que no sea producida por causas. (VI) Si el Nirvana es una Entidad, ¿Cómo es que carece de substrato? No hay entidad alguna que carezca de substrato. (VII) Si el Nirvana no es una entidad, ¿Será entonces una no-entidad? Donde no se halle una entidad Tampoco se hallará la (correspondiente) no-entidad (VIII) Si el Nirvana es una no-entidad, ¿Cómo puede entonces ser independiente? Ya que es seguro que una no-identidad independiente No se encuentra en lugar alguno. (IX) Lo coordinado o lo causado: A eso llamamos mundo fenoménico; Pero el Nirvana es llamado lo mismo Cuando se le abstrae por medio de la causalidad (X) El Buda declaró Que se han de rechazar la entidad y la no-entidad. Ni como entidad ni como no-entidad Se ha de concebir, por lo tanto, el Nirvana (XI) Si el Nirvana fuera entidad y no-entidad a la vez La liberación final sería también ambas cosas, La Realidad y la irrealidad juntas. ¡Cómo puede ser eso posible! (XII) Si el Nirvana es entidad y no-entidad a la par El Nirvana no podría ser incausado. En efecto ambas, la entidad y la no-entidad Dependen de la causación. (XIII) ¿Cómo va a representar el Nirvana Una entidad y una no-entidad a la par? El Nirvana es de hecho incausado, Ambas, la entidad y la no-entidad son producciones. (XIV) ¿Cómo va el Nirvana a representar (El lugar) de la entidad y la no-entidad juntas? Como la luz y la oscuridad (en un mismo punto) No pueden estar presentes simultáneamente. (XV) Si, en efecto, estuviese claro lo que significa entidad y no entidad, Entonces podríamos comprender la doctrina Sobre el Nirvana que no es ni entidad ni no-entidad. (XVI) Si el Nirvana no es ni entidad ni no-entidad Nadie podrá realmente comprender La doctrina que proclama a la par La negación de las dos juntas. (The Conception of Budhhist Nirvana)75 Según el comentador Chandrakirti, los primeros cañonazos de la ofensiva, en lo que concierne a las escuelas budistas, van dirigidos contra los sarvastivadines que aunque creían que el Nirvana era la cesación de todos los dharmas impuros (asrava), incluyendo a la consciencia, no creían que era la cesación de la existencia. Sin embargo, como Nagarjuna señala en la estrofa quinta, la concepción del Nirvana como entidad positiva se contradice con la idea de los sarvastivadines que afirma que el Nirvana es incondicionado y no-producido (asamskrta, anutpadana). No se puede encontrar una entidad positiva (bhava) que no dependa de condiciones. Decir del Nirvana que es la cesación de las impurezas equivale a admitir que es condicionado, ya que la cesación es un acontecimiento que ocurre dentro del tiempo, lo cual hace al Nirvana no sólo condicionado sino también transitorio. Sin embargo los dharmas asamskrta son, por definición, no condicionados y eternos. Por lo tanto, la 75 Remito al lector interesado en otras traducciones a las siguientes obras: A Study of Religious Meaning, F.J.Streng, y Nagarjuna: A Translation of His Mulamadhyamikakarika with an Introductory Essay, K.K. Inada) concepción del Nirvana de los sarvastivadines que establece que es una entidad positiva y no condicionada se contradice. Además, la Iluminación, según los sarvastivadines consiste en pasar de una secuencia de dharmas impuros y condicionados a otra de dharmas puros y no condicionados, considerándose que los dharmas de ambas secuencias son realidades definitivas. Así pues, para ellos la Iluminación trae consigo un cambio de orden objetivo. Según los Madhyamikas, el cambio es completamente subjetivo. Lo que ha de cambiarse no es el mundo sino uno mismo. No sólo se obtiene la Iluminación cuando cesa la discriminación entre el Samsara y el Nirvana, es decir, cuando dejamos de diferenciar entre ellos. La Iluminación se obtiene cuando se sabe que lo Absoluto transciende al pensamiento, con la abstención de pensar en términos de existencia o en términos de no existencia. Por medio del desenmascaramiento de las inconsistencias y autocontradicciones respecto al Nirvana intrínsecas a las posturas de los sarvastivadines y los sautrántikas, Nagarjuna fue capaz de sacar al budismo de los planteamientos desequilibrados del Hinayana y colocarlo de nuevo en el Camino Medio del Buda. Desde entonces ambos, el budismo y el Camino Medio, han sido idénticos tanto para la escuela Madhyamika como para la totalidad del Mahayana. Nagarjuna también sometió al tratamiento dialéctico de las Karikas otras categorías importantes del Abhidharma. Cabe mencionar aquí las seis facultades de los sentidos (ayatanas), los cinco agregados (skandhas) y las seis bases de la existencia (dhatus, éstas no han de ser tomadas por las doce bases). En las Karikas queda demostrado que todas estas categorías son completamente inconsistentes y autocontradictorias, así como que no son realidades, como pensaban los hinayanistas, sino simplemente apariencias que tienen, por consiguiente, validez relativa y no absoluta. Nagarjuna también aplicó su método dialéctico a las distintas formas de sustancialismo mantenidas por las escuelas brahmánicas, en particular a la concepción del atman o substrato de la experiencia inmutable e idéntico. Puesto que ya he dado algún ejemplo de la forma en que Nagarjuna revela lo inadecuada que es la razón para formular la realidad, no es oportuno que me detenga en los detalles de las críticas que hace a este último punto de vista. Todos sus argumentos implican que la Sunyatá es la única realidad y que los fenómenos son esencialmente no distintos de ella. Los acharyas que sucedieron a Nagarjuna a lo largo de más de mil años (incluyendo a Tsongkhapa) ilustraron la doctrina del Camino Medio y fueron discípulos dignos de su gran maestro. El sucesor inmediato de Nagarjuna fue Arya Deva, un cingalés que fue el autor de la obra Catuh Sataka. En esta celebrada obra, Arya Deva dedica más atención que Nagarjuna a la aplicación del método dialéctico a los sistemas de filosofía brahmánica de Samkhya y Vaisesika, los cuales eran entonces de gran influencia. Según la tradición, Arya Deva fue un polemista formidable que en muchas ocasiones derrotó a sus oponentes en los debates públicos, un aspecto prominente de la vida religiosa de la época. Por esta razón y otras similares podría considerársele, junto a Nagarjuna, el co-fundador de la escuela Madhyamika. La primera escisión en la escuela tuvo lugar en el siglo quinto d.de C. y fue protagonizada por Buddhapalita y Bhavaviveka. Según el primero, el método dialéctico era esencialmente negativo; consistía en mostrar lo absurdo de los argumentos que el oponente creía basar en premisas aceptables. Para Buddhapalita, la Sunyatá no quedaba establecida como realidad más remota y definitiva basándose en la fuerza de cualquier argumento lógico, es decir, silogístico, sino que se establecía simplemente exponiendo el carácter antinómico de la razón. Puesto que Buddhapalita pensaba que sólo prasanga o reductio ad absurdum era el método genuino madhyamika, la escuela que fundó tomó el nombre de Prasangika. Por su parte, Bhavaviveka pensaba que la Sunyatá podía establecerse por medio de argumentos positivos. Además mantenía la opinión nada ortodoxa entre los madhyamikas de que la realización de la Sunyatá no era necesaria para el logro del Nirvana. Su escuela tomó el nombre de Svatantrika. Chandrakirti y Shantideva, en el siglo octavo y noveno respectivamente, se encargaron de remediar que en la doctrina madhyamika quedara alguna imperfección, omisión o insuficiente desarrollo que no hubiera sido ya perfeccionado por los acharyas anteriores. Con estos dos acharyas, los cuales eran adeptos incondicionales del método prasanga, la doctrina madhyamika alcanza su apogeo en rigor y consistencia. El gran comentario de Chandrakirti que lleva el título de Prasannapada es considerado la exposición estándar de la obra maestra de Nagarjuna, las Madhyamika Karikas. Debe mencionarse también su comentario del Catuh Sataka de Arya Deva y la composición propia titulada Madhyamikavatara, ambas obras sólo se han preservado en las traducciones tibetanas. Además de criticar a Bhavaviveka por haberse desviado de la tradición ortodoxa de los madhyamikas, Chandrakirti dirige su dialéctica contra el Vijñanavada, muy influyente entonces, y llega incluso a alegar que la vijñana no era otra cosa que el atman de las escuelas brahmánicas bajo otra apariencia. También criticó severamente a los sautrantikas. Debido en gran medida a Chandrakirti, la escuela Prasangika se impuso y fue la enseñanza que dominó al Madhyamika tanto en la India, donde pereció con la destrucción de Nalanda en el siglo doce, como en Tíbet y Mongolia donde todavía prospera en las universidades monásticas. Shantideva es, por supuesto, el famoso autor de Siksa-Samuccaya y el Bodhicaryavatara, dos de las obras más populares de la totalidad de la literatura del Mahayana. La primera es una antología de extractos de distintos sutras, cuyas versiones originales en sánscrito en su mayoría ya no existen. Precede a la colección de extractos un poema de Shantideva y cada una de sus veintisiete estrofas se utilizan subsecuentemente para introducir grupos particulares de extractos que forman capítulos. El Bodhicaryavatara es obra totalmente suya. Aunque algo corta, es una de las joyas más brillantes en la riquísima diadema de la literatura del Mahayana. Una de sus características más imponentes es su combinación sin igual de la devoción extática y la penetración filosófica. Santideva, quizá en mayor medida que su maestro Nagarjuna, es a la vez Pater Ecstaticus y Pater Profundus. Santideva conoce bien las alturas y las profundidades de la experiencia espiritual. El capítulo décimo del Bodhicaryavatara, titulado Prajñaparamita, contiene una rigurosa polémica contra el Vijñanavada y es una valiosa fuente de información sobre la metafísica del Madhyamika. Con Santaraksita, que vivió en el siglo octavo, y su discípulo Kamalasila, dejamos atrás los mares tempestuosos de la controversia y pasamos a las aguas más tranquilas del sincretismo filosófico. Chandrakirti había sostenido que las posturas de los sautrantikas y los vijñanavadines no eran aceptables ni como verdades relativas. Pero estos dos últimos acharyas, con menos rigor pero quizá con más sutileza, mantenían que los puntos de vista de los sautránticas y los vijñanavadines, de un lado, y los de los madhyamikas, del otro, podían ser aceptados, los primeros como verdad relativa y los segundos como Verdad Absoluta. La obra principal de Santaraksita es el Tattavasangraha, sobre el cual su discípulo Kamalasila escribió un pañjika o comentario. El objetivo principal de la obra es, como en las Madhyamika Karikas, mostrar la inconsistencia de ciertas doctrinas y categorías doctrinales, tanto brahmánicas como budistas. Aparentemente, el número de escuelas había aumentado desde la época de Nagarjuna, lo que hace que la obra de Santaraksita sea más extensa que la de su predecesor. De hecho su obra es algo así como una enciclopedia de refutaciones. La escuela de Santaraksita se originó en la tentativa de reconciliar las dos filosofías dominantes en el Mahayana y su nombre, Yogacara-Madhyamika-Svatantrika, lo indica claramente. Entre sus adeptos hubieron hombres ilustres como Arya y Bhadanta Vimuktasena, Haribhadra y Tsongkhapa. Sin embargo, el sincretismo es generalmente una muestra de debilitación y el precursor de la decadencia. No es sorprendente, pues, que con esta escuela llegamos a la última fase de la larga evolución del Madhyamika. La escuela de Nagarjuna, aunque no siguió desarrollándose, continuó ejerciendo una influencia tremenda, y no sólo en el Tíbet y en Mongolia, donde todavía proporciona las bases filosóficas del budismo del Mahayana, sino también en la China, el Japón y en otros países del Extremo Oriente. En la India prácticamente todas las escuelas brahmánicas se vieron en la necesidad de adoptar la dialéctica de Nagarjuna a sus cuestiones propias. Es ampliamente sabido que Gaudapada y Sankara tomaron gran parte de su método y conclusiones de los madhyamikas. En cierto sentido, el sistema Advaita del Vedanta es una continuación de la enseñanza madhyamika si bien es menos riguroso y más dado a transigir. VI Las escrituras del budismo devocional Por muy extraño que les resulte a quienes no son capaces de comprender ni la unidad transcendental del budismo ni la necesidad de cultivar simultáneamente las cinco facultades espirituales, las escuelas que apoyaban la supremacía de la fe y la devoción incondicional en el Buda eran las que históricamente se asocian con el Madhyamikavada, el cual insistía en la primacía de la Sabiduría. En efecto estaban tan conectadas la fe y la sabiduría, y estuvo lo emocional sujeto a la facultad intelectual por tantos siglos, que en la India el budismo de la fe y la devoción nunca evolucionó lo suficiente como para formar su propia escuela. Esto ocurrió más tarde en la China y en el Japón, donde tanto el monje o el laico eran, por lo general, menos susceptibles a los encantos de la filosofía divina que sus hermanos indios. La tremenda profundidad de la comprensión espiritual de Nagarjuna es evidente, sobre todo, en su reconocimiento de que para los que deciden sinceramente seguir la vida budista hay dos caminos, el difícil o el de la dependencia en uno mismo, y el fácil o el de la dependencia en la Compasión de los Budas. Por esta razón, Nagarjuna no es considerado primer patriarca o fundador por los madhyamikas solamente, sino que lo es también por los seguidores del Jodo Shu y otras escuelas del Extremo Oriente que son predominante o exclusivamente devocionales. Según Nagarjuna el camino de la dependencia en uno mismo consiste en la práctica de las Diez Perfecciones y las Cuatro Moradas de la Atención consciente, y el fácil, o el de la dependencia en lo ajeno, simplemente en la adoración de los Budas Amitabha y Maitreya. A este último le es dado el nombre de Buda con anticipación ya que de hecho es un Bodhisattva. No obstante, Maitreya se encuentra en el umbral de la Iluminación Suprema y, según las tradiciones del Hinayana y del Mahayana reside en el Paraíso Tusita. De él descenderá a la Tierra hacia el final del período-mundo actual para su última reencarnación humana. Tras obtener la Iluminación bajo un árbol que a partir de entonces será asociado con su nombre, será consagrado por todos los Budas como su sucesor legítimo y predicará el Dharma a los hombres y los dioses hasta su Parinirvana. Maitreya es el único Bodhisattva que se venera hoy en día en los países del Theravada, por esta razón se ha sugerido que la devoción al ideal de la Bodhisattvaidad ilustrada por la carrera de Maitreya, Aquel que Ama, o el Buda futuro, podría ser un factor de unidad en el budismo actual. Amitabha, o la Luz Infinita, obtuvo la Iluminación Suprema hace un número incalculable de eones. Su nombre no está incluido en ninguna lista de los Budas del Nirmanakaya, o Budas de la Tierra. No obstante, el Sutra Sukhavati Vyuha Extenso nos dice que El hizo sus famosos cuarenta y ocho votos bajo el Buda Lokesvararaja, que según este sutra fue el octogésimo primero desde Dipankara. Amitabha es una figura puramente transcendental. En la India, Nepal, el Tíbet y Mongolia es venerado por ser uno de los cinco Sambhogakayas del Buda, y en la China y en el Japón se convirtió rápidamente en la representación suprema del Dharmakaya, eclipsando a cualquier rival y absorbiendo todos los atributos de la perfección. Para sus devotos Amitabha no es simplemente un Buda más, ni siquiera es el primus ínter paris, es la Budeidad Misma en la forma más bella y adorable que puede concebir el corazón humano. Es la Sabiduría y la Compasión no ya en su plenitud sino en su plenitud rebosante. Amitabha es lo más transcendente y lo más inmanente. En El la Realidad Absoluta se manifiesta en la forma de la Belleza Suprema del Amor Infinito. En El, por lo tanto, coincidieron todos los rayos de devoción, que habían estado dispersos entre una multitud de Budas y Bodhisattvas, hasta convertirse en el deslumbrante foco del amor y de la adoración de millones de corazones budistas en el Lejano Oriente. Sin embargo, según los expertos académicos occidentales, Amitabha es un mito, probablemente un mito de Asia Central o de origen iraní. Pues, ¿Qué evidencia histórica hay de que haya existido? Esta es la opinión de quien no sabe hacer la distinción entre la verdad empírica de la razón y la verdad poética de la imaginación. Si Amitabha vivió en la Tierra o no, no es de la menor importancia. Lo que realmente importa es el ideal que el mito, si es que es un mito, trata de ilustrar, la enseñanza espiritual que imparte. No debemos olvidar que Amitabha no es el objeto de un sistema de filosofía, es el del budismo de la fe y la devoción. Así pues, lo que interesa aquí no es la tentativa de convencer al cerebro sino la de conmover al corazón. Puesto que al corazón se le conmueve mejor con el mito que con el argumento, el Budismo de la Fe y de la Devoción toma necesariamente la forma mítica en vez de la histórica, está mucho más cerca de la poesía que de la lógica. Aun así la substancia del mito no es otra cosa que el Dharma en toda su plenitud e integridad. La dialéctica de Nagarjuna transpuso del modo dogmático al lógico la enseñanza del Buda sobre el hecho de que lo real transciende a lo racional. Similarmente, el Budismo de la Fe y la Devoción en sus últimas fases, especialmente en las enseñanzas de Shinran Shonin, es la transposición de toda la Doctrina desde el modo intelectual al emocional. Desde otro punto de vista puede argumentarse que el ideal del budismo del Mahayana era tan amplio, y su filosofía tan profunda, que ningún hecho científicamente verificable podía proporcionarle una representación concreta adecuada. Por consiguiente hubo de inventarse un mito. Y al ser el budismo una verdad eterna y universal el mito tenía que tomar dimensiones cósmicas. Su contexto, pues, fue la totalidad del universo, no sólo el mundo. El escenario para la representación del drama de la emancipación universal únicamente podía ser proporcionado por el espacio y el tiempo infinito. Si nos dirigimos al intelecto la noción abstracta de la compasión será suficiente: lo único que tendremos que decir será “sé compasivo”. Pero si le hablamos al corazón, la compasión tendrá que ser mostrada en una serie de actos concretos. El origen del Budismo Devocional se debe principalmente a factores de este tipo. En esta forma de budismo la Verdad Transcendental brilla con tanta intensidad como en las otras y además lo hace, gracias al mito cósmico, con mucha más belleza que lo hacían las formulaciones conceptuales de la Doctrina. Las fuentes principales del mito de Amitabha y de las Escrituras principales del Budismo de la Fe y la Devoción son el Sutra Sukhavati-vyuha (la Ornamentación de la Tierra Feliz) Extenso y el Corto y el Sutra Amirayurdhyana, o Sutra de la “Meditación sobre el Buda de la Vida Infinita”. Este es el caso sobre todo para sus escuelas en la China y en el Japón. Antes de tratar de aclarar las distintas doctrinas y métodos de esta escuela será necesario una descripción breve de estos textos esenciales, además de una referencia a obras devocionales de importancia secundaria y que incluyen aquellas dedicadas a otros Budas y Bodhisattvas. Aunque no es posible determinar la fecha en que se compuso el Sutra Sukhavati-vyuha Extenso es seguro que fue antes del año 186 d. de C, ya que en ese año murió en Loyang el monje Yüeh-chih, llamado Lokaraksha, que fue el primero en traducir esta obra al chino. Si tenemos en cuenta que la carrera literaria de este monje duró casi cuatro décadas y que debió de transcurrir al menos un siglo para que el sutra adquiriese el prestigio necesario para ser traducido, podremos afirmar con seguridad que el texto no pudo haber sido compuesto más tarde de las primeras décadas del siglo 1 d. de C. Los suttas de los theravadines empiezan a ser escritos en el año 80 a. de C. Una generación, o quizá menos, separa la composición del Tipitaka de la del Sukhavati-vyuha. Ambas distan del Parinirvana del Buda más de cuatrocientos años. Los theravadines actuales mantienen que la tradición registrada en el Tipitaka había sido transmitida previamente en forma oral. Es muy posible que así fuera. ¿Pero que razones puede haber, entonces, para que el Sutra Sukhavativyuha no fuese también transmitido oralmente? ¿Era la memoria retentiva el monopolio del Hinayana? Los mismos argumentos que establecen la autenticidad del Tipitaka en pali pueden ser utilizados para establecer la del Sutra Sukhavati-vyuha o la de cualquier otro sutra del Mahayana en lengua sánscrita. Si una tradición puede ser transmitida oralmente durante quinientos años, también puede ser transmitida durante mil. Las Escrituras del budismo se encuentran todas en la misma posición. Cualquier tentativa de probar basándose en los textos que una tradición es más auténtica que otra se volverá en contra de la escuela que la emprenda. Además la autenticidad de una enseñanza transcendental ha de ser determinada en definitiva por medio de consideraciones que no son referentes a la forma del texto. Otra indicación de que el texto del Sukhavati-vyuha Extenso proviene de una época comparativamente antigua es dada en su prólogo. El lector de las Escrituras en pali o en sánscrito que lo lea se dará cuenta en seguida de que se encuentra en un terreno familiar. El Bienaventurado mora en Rajagriha, en el sagrado Pico del Buitre y le acompañan 32.000 bikhus, todos ellos Arahantes excepto Ananda. También se encuentran presentes muchos Bodhisattvas de mente noble, todos ellos siguiendo a Maitreya. Que se mencione el nombre de treinta y un discípulos Arahantes y sólo el nombre del Bodhisattva principal, es otra prueba de la antigüedad del sutra. Al principio de la obra, Ananda, viendo que la cara y el cuerpo del Tathagata brillan como la luna del otoño, o como un trozo de oro apenas sacado de la fragua, le pregunta si mora en el estado transcendental de un Buda y si contempla a los Tathagatas del pasado, del presente y del futuro. Tras un diálogo corto en el cual El insiste en la infrecuencia con que aparece un Tathagata en el mundo, el Bienaventurado le revela a Ananda y a todos los presentes el contenido objetivo de su contemplación. A partir de ese momento el terreno familiar se funde bajo nuestros pies. Desaparecen Rajagriha y el Pico del Buitre y nos encontramos en medio de la enormidad ilimitada del universo espiritual. Hemos pasado del tiempo a la eternidad, de lo mundano a lo Transcendental y a partir de entonces los acontecimientos no son gobernados por las leyes naturales sino por las espirituales. La historia ha quedado atrás: el gran Mito comienza. En la época del Buda Lokesvararaja, el octogésimo primero después de Dipankara, érase un monje llamado Dharmakara. Un día este monje, tras haber venerado y alabado al Buda Lokesvararaja, resolvió ante El convertirse en Buda y le pidió que le describiese las características de un país ideal regido por un Buda. En respuesta, el Tathagata Lokesvararaja pasó un koti de años completo explicando a Dharmakara las excelencias y perfecciones de los países pertenecientes a 8.100.000 niyutas de kotis de Budas. Una vez recibidas las instrucciones que deseaba, Dharmakara pasó cinco kalpas concentrando mentalmente todas las excelencias y perfecciones de los países de los Budas descritos por Lokesvararaja en un sólo país ochenta y una veces mayor, más noble y más excelente. Entonces Dharmakara apareció ante su maestro, cuya vida era de cuarenta kalpas enteros, y le pidió que escuchase sus votos y lo que sería el país sobre el que regiría cuando se convirtiese en Buda. El texto a continuación relata los cuarenta y ocho votos (son cuarenta y ocho en la traducción china pero cuarenta y seis en la versión en sánscrito), los cuales constituyen el centro del Sukhavati-vyuha Sutra y la base de la enseñanza del Budismo de la Tierra Pura. El más importante de todos los votos es el decimoctavo, el cual Genko, el maestro de Shinran, el fundador del Jodo Shin Shu, denominó “Rey de los Votos”. El vigésimo es prácticamente de la misma importancia. Nanjio, partiendo del Sanghavarman chino, los traduce de la forma siguiente: 18. “Una vez que haya obtenido la Budeidad, aquellos seres procedentes de las diez direcciones que crean en mi con pensamiento sereno y deseen nacer en mi país sólo tendrán que pensar en mi, o repetir mi nombre, unas diez veces. Si no naciesen allí haciendo eso, que no obtenga yo la sabiduría perfecta; esto es exceptuando sólo a aquellos seres que hayan cometido los cinco pecados mortales o que hayan hablado mal de la buena Ley. 20. Una vez que haya obtenido la Budeidad, que nazcan en mi país si así lo desean aquellos seres procedentes de las diez direcciones que hayan oído mi nombre, dirijan sus pensamientos hacia mi país y planten sus raíces meritorias, o preparen su acumulación de mérito, llevándolas a la madurez con pensamiento sereno. Si no logran su deseo que no obtenga yo la sabiduría perfecta.” Es de gran significación la forma condicional en que están compuestos tanto estos dos votos como los restantes. Más adelante, en el sutra, Ananda le pregunta al Buda si Dharmakara había alcanzado la Iluminación Suprema y, si así era, si todavía vivía. El Bienaventurado le contesta que Dharmakara había en efecto logrado la suprema perfección y, siendo el Tathagata Amitabha, predicaba el Dharma en el Oeste, en Sukhavati, el país que El había establecido conforme a su voto. Amitabha, cuando era aún Dharmakara, sometió su logro de la sabiduría perfecta a la condición de que pudiésemos nacer en Sukhavati si repetíamos su nombre diez veces, etc... Además, según el sutra, ha alcanzado la Iluminación. Por lo tanto, sub specie temporis, se deduce que tomando su nombre renaceremos en la Tierra Feliz y, sub specie eternitatis, que ya moramos allí. Nos resultará más evidente ahora por qué se centra alrededor de los Votos de Amitabha la vida espiritual del devoto del Shin Shu. Sin embargo, dejaré la interpretación más detallada de esta parte del mito para la próxima sección y continuaré con la narración del Sutra. Tras hacer los cuarenta y ocho votos, Dharmakara recibe la milagrosa predicción de que llegará a ser Buda y, a partir de entonces, a lo largo de cien mil niyutas de kotis de años cumple con las obligaciones del Bodhisattva. Entonces el escritor del sutra introduce una descripción bastante atractiva de la carrera del Bodhisattva, cuya esencia es el Camino Triple, o la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría. En el Budismo es axiomático que nacemos ricos o pobres, bellos o feos, distinguidos o sin distinción, según los resultados de las acciones ejecutadas en vidas anteriores. Dharmakara cumplió las obligaciones del Bodhisattva tan bien y los méritos que acumuló fueron tan inmensos que en cualquier lugar en que renacía las riquezas surgían para abastecerle, de su boca salía el aliento de olor a sándalo y alrededor de su cabeza el perfume de la flor de loto. La comida y la bebida surgían de las palmas de sus manos. Y todo esto no era más que una muestra de las perfecciones del Paraíso que en virtud de sus buenas acciones iba a ser capaz de crear más adelante. Entonces viene el episodio a que ya me he referido, en el cual el Buda le dice a Ananda que Dharmakara había obtenido la Iluminación y que era el Tathagata Amitabha. Continua después el Bienaventurado declarando que la luz y la vida del Tathagata Amitabha son inmensurables y añade que han pasado diez kalpas desde que Amitabha se alzase y alcanzase la Sabiduría perfecta. El Sutra prosigue con la descripción de Sukhavati, la Tierra Feliz, que no tiene nada que envidiar a los ejemplos de escritura descriptiva mas bellos de la literatura de todo el Mundo. El Jerusalén de los Cielos descrito en el Libro de las Revelaciones es, en comparación, monótono e insignificante. La imagen de Sukhavati dada por el Sutra es la de una inmensa llanura “plana como la palma de la mano”, sin montaña de ningún tipo, que es habitada exclusivamente por los dioses y los seres humanos. Por todas partes hay árboles que producen joyas, todo el país de este Buda esta rodeado por una red de oro y cubierto de flores de loto hechas de joyas. Algunas de estas flores llegan a tener diez millas de perímetro, de cada flor salen treinta y seis mil kotis de rayos de luz y en cada rayo está sentado un Buda dorado que predica el Dharma. Los grandes ríos que atraviesan Sukhavati alcanzan las cincuenta millas de anchura y las doce de profundidad. En sus perfumadas aguas flotan ramos de flores adornados con joyas y el sonido de las olas es música que pone en la mente los principios del Dharma. Todos aquellos que nacen en Sukhavati, en el momento que lo desean, se ven provistos de nutrición sutil, perfumes, instrumentos musicales, atuendos de varios colores y palacios magníficos. Seis veces al día sopla el viento y precipita una lluvia de flores de un delicioso perfume sobre toda la superficie del país, cubriéndolo de un espesor de siete brazas. En Sukhavati no hay ni fuego, ni sol, ni luna, ni estrellas, ni oscuridad, todo está cubierto de un resplandor inimaginable que ni disminuye ni aumenta. Así es, resumiendo, la Tierra Feliz, si bien ningún resumen puede hacer justicia a la luminosa expresividad de la descripción de sus perfecciones dada en el texto. El Buda entonces le dice a Ananda que todos aquellos que nacen allí alcanzan la Iluminación, su logro es irreversible. Entonces el Buda declara que las alabanzas a Sukhavati son inagotables y que el nombre de Amitabha es glorificado por los Budas de las diez direcciones que igualan en número a las arenas del Ganges. El Bienaventurado, a continuación, anuncia que aquellos que han aspirado a renacer en la Tierra Feliz o que han meditado en el Buda Amitabha, le verán aparecer acompañado de monjes cuando les llegue la hora de la muerte. El texto prosigue con una serie de versos que alaban al Buda Amitabha y con otra descripción de Sukhavati. A lo largo de esta descripción aparecen los nombres de Avalokiteshavra y Mahasthamaprapta, los dos grandes Bodhisattvas que se asocian a Amitabha. Como suele ocurrir en otros sutras del Mahayana, una fantasmagoría maravillosa y de profundo significado filosófico, se nos revela entonces. Ananda siguiendo las instrucciones del Buda dirige su adoración hacia el Oeste con las manos llenas de flores y expresa su deseo de ver a Amitabha. En respuesta el Buda hace salir de la palma de su mano un rayo de luz que ilumina no sólo su propio reino sino también los países de todos los Budas en el universo. Con esta luz Ananda y todos los seres ven claramente a Amitabha con su séquito en la Tierra Feliz, mientras que ellos en Sukhavati ven claramente al Buda Shakyamuni y a la totalidad del mundo Saha. El Buda le pregunta al Bodhisattva Ajita (otro nombre que se le da a Maitreya) si ve los encantadores jardines, los ríos y los lagos con lotos de Sukhavati y si hay alguna diferencia entre los dioses llamados Paranirmitavasarvatines y los humanos en Sukhavati. A continuación, el Bienaventurado explica que los seres milagrosamente nacidos en Sukhavati que están sentados con las piernas cruzadas en flores de loto completamente abiertas son los creyentes de Amitabha más sinceros, y que los que están dentro de las flores aún cerradas son aquellos que tuvieron alguna duda. Sólo después de quinientos años se abrirán las flores y podrán entonces ver y oír a Amitabha. Como conclusión, el Buda le advierte a Ajita contra las dudas, le dice cuantos kotis de Bodhisattvas de cada reino renacerán en Sukhavati y, como es costumbre en los sutras del Mahayana, le exhorta a que proclame este tratado, el Sukhavati-vyuha, en todo el mundo incluyendo a los dioses. A aquellos que, habiéndolo oído con deleite, lo lean, lo reciten, lo enseñen a los demás, lo copien y lo adoren son asegurados que harán una gran labor si así lo hacen. Finalmente el Buda da expresión a unos versos y el narrador nos dice que mientras esta exposición del Dharma tuvo lugar innumerables seres alcanzaron las distintas fases del Camino Transcendental, todo el sistema de mundos tembló y ocurrieron varios prodigios. Los dioses y los hombres celebran las palabras del Tathagata. La extensión del Sukhavati-vyuha Corto es solamente la octava parte del largo y posiblemente pertenezca al mismo período literario. La escena para este sutra es la arboleda de Jeta, en el parque de Anathapindika, en Sravasti. Allí moraba el Bienaventurado con una extensa compañía de bhiksus, todos Arahantes y muchos Bodhisattvas de mente noble. También estaba presente una gran multitud de seres divinos. Dirigiéndose a Sariputra, su discípulo Arahant más distinguido, el Bhagavat le dice que en el Oeste hay un mundo llamado Sukhavati, el reino del Tathagata Amitayus (la Vida Infinita—otro nombre de Amitabha). La descripción de la Tierra Feliz con que prosigue el texto, aparte de ser mucho menos elaborada, difiere poco de la que se da en el Sukhavati-vyuha Extenso: en vez de ser una llanura es como un paisaje con terrazas. No obstante, doctrinalmente existe una importante diferencia entre los dos textos. El sutra extenso enseña que la reencarnación en la Tierra Feliz depende, al menos en parte, de la acumulación de méritos. Esto es negado explícitamente en el sutra corto. El Señor le dice a Sariputra: “Los seres no nacen en el reino del Tathagata Amitayus en recompensa por las buenas obras hechas en esta vida. No, cualquier hijo o hija de una familia que oiga el nombre del Bendito Amitayus, el Tathagata, y habiéndolo oído lo tenga presente en su mente, dos, tres, cuatro, cinco, seis, o siete noches cuando llegue la hora de su muerte, Amitayus, el Tathagata, rodeado por la asamblea de sus discípulos y seguido por una multitud de Bodhisattvas se presentará ante ellos y así dejarán este mundo con sus mentes tranquilas. Después de su muerte nacerán en Sukhavati, en el reino del Buda Amitayus, el Tathagata (Traducción de F. M. Müller, The Sacred Books of the East). Esta enseñanza no es antinómica aunque a primera vista lo pueda parecer. Simplemente afirma la discontinuidad absoluta entre lo mundano y lo transcendental. Lo Real no puede obtenerse por medio de una serie de aumentos de lo irreal. Al final la emancipación depende de la irrupción en el universo de un factor que confronta nuestra consciencia basada en el ego, factor que se nos presenta como el Poder Exterior. Más adelante trataré la significación de esta profunda enseñanza más detenidamente. El Sutra Amitayurdhyana, el tercer y último texto básico del Budismo Devocional del Extremo Oriente, ocupa un lugar doctrinal intermedio entre las respectivas posiciones del Sukhavati-vyuha Extenso y el Corto. El Sutra Amitayurdhyana consta de dieciséis formas de meditación que el Buda le enseñó a Vaidehi, la consorte de Bimbisara, el rey de Magadha, y consisten en visualizar las perfecciones de Sukhavati, con lo cual la reina pudo superar los sufrimientos que padecía en este mundo. Quien desee practicar estas meditaciones tendrá que cultivar en primer lugar la bondad triple, es decir, (1) mantener a sus padres, (2) servir y respetar a los maestros y a los ancianos y (3) tener una mente compasiva, abstenerse de dañar a los seres vivos y llevar a cabo las diez acciones sanas. En segundo lugar, tomar refugio en el Buda, el Dharma y la Sangha y, por último, darse totalmente al logro de la Iluminación, creer verdaderamente en la ley de la causa y el efecto y estudiar y recitar los sutras del Mahayana. La primera meditación consiste en concentrar la mente en el disco del sol en poniente hasta que lo veamos con igual claridad y distinción con los ojos cerrados o con los ojos abiertos. Esto es, obviamente, una forma de ejercicio de los denominados kasina, igual a los que describí en la sección XVII del primer capitulo. En la segunda meditación el kasina es primero el agua y después el hielo. Una vez que se haya obtenido la imagen refleja (patibhaga-nimitta) del hielo uno lo imaginará del color del lapislázuli. Cada lado de esta superficie se extiende hacia las ocho direcciones de los puntos cardinales y consiste en cientos de joyas, de cada joya salen mil rayos y de cada rayo ochenta y cuatro mil colores que cuando se reflejan en el suelo de lapislázuli parecen un millón de soles, de forma que resultan difícil de distinguir. Cuerdas de oro cruzan la superficie de lapislázuli formando cuadrados que quedan subdivididos por cuerdas de joyas. Los rayos que proceden de estas joyas forman hermosísimas torres adornadas con estandartes de flores e instrumentos musicales. Cuando estos son tocados emiten los sonidos “sufrimiento”, “irreal”, “efímero” y “sin ser propio”. Así, gradualmente, el devoto ha de visualizar las perfecciones de Sukhavati. La tercera meditación consiste en obtener una percepción clara de las distintas partes que componen Sukhavati, como por ejemplo, los árboles con joyas, lo lagos hechos de joyas y las flores de loto también hechas de joyas, todo lo cual deberá ser percibido con nitidez, ya se tengan los ojos abiertos o cerrados. Quien alcanza estos estados meditativos tiene asegurado el renacer en la Tierra Feliz, independientemente de las faltas que haya cometido. En cierto punto del sutra, mientras el Buda está hablando, aparece en el cielo Amitayus acompañado por los Bodhisattvas Avalokiteshvara y Mahasthama, a la derecha y a la izquierda respectivamente. El resplandor que les rodea es cien mil veces más luminoso que el del sol y es tal su intensidad que apenas si se les distingue. Entonces Vaidehi le pregunta al Buda como tendrán que meditar los seres en el futuro para poder llegar a ver a Amitayus y sus dos Bodhisattvas acompañantes con la misma claridad que los ve ella. El Bienaventurado le responde que todos aquellos que deseen meditar en el Buda Amitayus deberán comenzar por visualizar un trono magnifico hecho de flores. A continuación se ha de visualizar una imagen dorada de Amitayus sentado en el trono. Para Avalokiteshvara y Mahasthama se visualizan tronos similares al de su maestro y se les visualiza a su derecha y a su izquierda. Esta es la octava meditación. En la novena el devoto aprende a percibir las marcas del cuerpo de Amitayus y su luz. El Sutra dice que quien haya meditado en el cuerpo del Buda también verá su mente. En la meditación décima el devoto ve las marcas del cuerpo y la luz de Avalokiteshvara y en la undécima las de Mahasthama. Las distintas fases de estas visualizaciones son descritas con gran abundancia de detalle ornamental. Pero esto no es, como F. Max Müller piensa, “elocuencia efusiva”76. No debe nunca olvidarse que el interés principal de estos textos es espiritual y no retórico. El texto que ahora nos ocupa es, como indica su título, una guía para la meditación. La Tierra Feliz es descrita con tanto detalle y expresividad para asistir al proceso de la visualización. Por consiguiente fue muy incorrecto que F. Max Müller se tomara la libertad de omitir en su traducción varios pasajes con el pretexto de que eran “repeticiones innecesarias”. Si bien se ha de admitir que durante su vida no se había aún llegado a comprender el significado y la función verdadera de los sutras del Mahayana. En la meditación duodécima el devoto tratará de imaginar que ha nacido en Sukhavati y que cuando se abra la flor de loto dentro de la que se encuentra podrá ver a los Budas y Bodhisattvas que llenan el cielo, así como escuchar el sonido de las aguas, los árboles, los pájaros y las voces del gran número de Budas que predican el excelente Dharma. En la meditación decimotercera se visualiza a Amitayus, Avalokiteshvara y Mahasthama juntos, con la misma forma y detalle que se les ha visualizado en las meditaciones novena, décima y undécima. En las tres últimas meditaciones el 76 The Sacred Books of the East, pág. 175 devoto aprende a percibir los tres grados de Budeidad en que nacen los seres en Sukhavati. Cada grado contiene tres formas distintas. El nacimiento en la forma más elevada del grado superior es el resultado de la observancia de los preceptos, del cultivo de la actitud mental correcta, del estudio de los sutras del Mahayana, de la práctica de distintas formas de meditación, etc... Quien tenga como destino ese nacimiento, cuando le llegue la hora de la muerte, verá a Amitayus y a sus acompañantes con toda su gloria, le será ofrecido un trono de diamante y, después de morir, al renacer se sentará en él. Aquellos que, poseyendo una acumulación de mérito más pequeña, tengan como destino nacer en las formas media y baja del grado superior aparecerán en Sukhavati sentados en tronos morados y de oro, o simplemente de oro en el segundo caso. Así a medida que disminuye la acumulación de mérito va simplificándose el esplendor con que los seres nacen en la Tierra Pura. Aun aquellos que no tienen acumulación de mérito alguna e incluso han cometido los cinco pecados mortales (imperdonables según el Sukhvati-vyhua Extenso) están destinados a nacer en la forma más baja del grado más inferior siempre que antes de morir repitan diez veces el mantra Om Namo Amitabhaya Buddhaya, “Adoración al Buda Amitabha”. Estos seres nacerán en el interior de flores de loto doradas. Cuando hayan pasado diez grandes eones se abrirán las flores y en respuesta a ello los Bodhisattvas Avalokiteshvara y Mahasthama con gran compasión alzarán sus voces y les predicarán detalladamente la insubstancialidad de los fenómenos y la ley de la expiación de sus pecados. Así el Amirayurdhyana Sutra en apariencia acepta el principio del karma pero lo modifica ingeniosamente hasta el extremo de suspender prácticamente su operación. Shinran llevó el proceso a su conclusión lógica declarando que lo que nos hacía nacer en la Tierra Pura no era el haber pronunciado el nombre de Amitabha sino su compasión que operaba incondicionalmente. Aparte de estos tres textos que acabo de describir, los cuales forman la base de las escuelas devocionales del Extremo Oriente, existen un número de textos que son lo suficientemente populares e importantes para no ser dejados de lado aun en un estudio hecho a grandes rasgos. Estos textos pueden clasificarse en dos grupos, de un lado los que tienen como objetivo de su devoción a un Buda, del otro los que tienen a un Bodhisattva. Debido a la profundización de la visión clara sobre la naturaleza del Buda, profundización que al final quedó cristalizada en la doctrina del Trikaya, fue imposible que el Buda Shakyamuni fuese el objetivo principal de la fe y la devoción de las escuelas del Mahayana. En el Sukhavati-vyuha y en el Amirayurdhyana sutra El es simplemente quien revela Amitabha al mundo. Aun así Shakyamuni es objeto de expresiones muy refinadas del fervor devocional. Quizá la más sobresaliente sea el Satapancasatkastotra de Matrceta, una obra que vibra constantemente con una nota profundisima de adoración. Aksobhya, “el Imperturbable”, cuyo reino llamado Abhirati o la Tierra de la Abundancia del Gran Deleite está situado al Este, parece haber sido la figura central para un mito similar al de Amitabha. Según el Dr. Conze Aksobhya es mencionado en muchos de los sutras mahayánicos antiguos, por lo que se puede inferir que su culto estaba bastante extendido. Sin embargo sólo han sobrevivido algunos fragmentos de su leyenda77. En el caso del Tathagata Bhaisajyaguru Vaiduryaprabha o el Señor de los Remedios que Curan, hemos sido más afortunados y en el sutra que lleva su nombre es representado haciendo doce grandes votos. Su culto ha gozado de una popularidad inmensa en los piases del Mahayana hasta nuestros días. Tanto Aksobhya como Bhaisajyaguru pueden considerarse tentativas parcialmente logradas de personificar la concepción que al final encontró su expresión total y perfecta con el mito de Amitabha. Maitreya ocupa una posición intermedia ya que es venerado a veces como Buddha y a veces como Bodhisattva. Su culto ha sido muy popular en la China, donde se le considera Buddha e iconográficamente es representado por la imagen de un viejo alegre de enormes proporciones al que se le están subiendo encima un grupo de niños. Es Mi-lo Fu, también denominado “el Buddha que se ríe”. 77 Buddhism: Its Essence and Development, pág. 146 Entre los Bodhisattvas el más destacado es sin duda Avalokiteshvara, la personificación de la compasión, que ya ha aparecido brevemente en el Sukhavati-vyuha Sutra y en el Amirayurdhyana Sutra. Por todo el Extremo Oriente es el objeto principal de devoción más importante después de Amitabha. En el Tíbet es la figura principal. La fuente principal de su mito es el Sutra Karandavyuha, del cual se da un resumen en el capítulo XV de “History o Buddhist Thought” del Dr. E.J.Thomas. Otra fuente importante es el capítulo XXIV del Sutra Saddharma Pundarika en el que Aksaymati alaba a avra con un bello himno, de hecho este capítulo constituye en realidad una obra independiente. El Budismo Devocional de Extremo Oriente puso tanto énfasis en los aspectos maternales de Avalokiteshvara que al final pasó de ser una figura definitivamente masculina a ser una diosa conocida en la China por el nombre de Kwan Yin y en el Japón por el de Kwannon, o Aquella Atenta a los Lamentos del Mundo. Samantabhadra es otro de los Bodhisattvas prominentes en el Gandavyuha Sutra en el cual hace una serie de votos que son casi tan famosos como los de Amitabha. En el Japón se le suele representar a veces como a un cortesano. En el Tíbet, Nepal y Mongolia, no se dio la transformación de Avalokisteshvra en figura femenina probablemente debido a la presencia de las Taras, un grupo de veintiuna emanaciones femeninas de Avalokiteshvara. De entre estas diosas Tara Blanca y Tara Verde son las más populares. El Aryatarabhattarikanamashtottarasatakastotra, en el que Avalokiteshvra le revela a Vajrapani los ciento ocho nombres de Tara Verde es un himno de una belleza y un patetismo fuera de lo corriente. El Dr.Conze ha incluido una traducción muy amena de este himno en su libro “Buddhist Text Through the Ages”. Otros Bodhisattvas que ocupan lugares de importancia en el Budismo Devocional son Ksitigarbha, Mahasthamaprapta, Manjusri y Vajrapani. A cada uno de ellos les pertenece una leyenda y un cierto número de textos. VII. La escuela de la Tierra Pura El Budismo Devocional durante toda su existencia en la India no formó una escuela independiente. El culto a Amitabha y a Avalokiteshvara existía pero el Budismo Devocional era simplemente un aspecto de todas las escuelas. Como ya hemos visto, el camino fácil, el de la devoción, fue recomendado nada menos que por Nagarjuna. Esta tradición, la tradición india, se ha mantenido en el Tíbet, Nepal y Mongolia, y solamente en la China y el Japón consiguió el Budismo Devocional cortar el cordón umbilical que le unía al tronco original de la tradición. Aun así únicamente el movimiento de devoción a Amitabha creció con el suficiente vigor para hacerlo, mientras que los movimientos de devoción a Ksitigarbha, Samantabhadra y a otros Bodhisattvas, aunque se extendieron y fueron de gran influencia, no lograron la categoría de escuela independiente. Consecuentemente cuando digo que el Budismo Devocional es una de las cuatro escuelas principales del Mahayana me refiero al culto de Amitabha. Este hecho histórico—el hecho de que fuera en la China y en el Japón, y no en la India, donde floreció independientemente esta escuela—se refleja en la lista de los siete primeros patriarcas de la escuela, según el Jodo Shin Shu. Los dos primeros no son otros que Nagarjuna, el fundador de la escuela Madhyamika, y Vasubandhu, el co-fundador, junto con Asanga, de la escuela Yogacara. El tercero, cuarto y quinto, Tan Luan, Tao Chao y Shan Tao, fueron chinos. El sexto y el séptimo fueron Honen y su discípulo Shinran, ambos japoneses. Esta lista no menciona a Hui Yüan, el monje chino que es generalmente considerado el primero en elevar el movimiento devocional a la categoría de escuela independiente. Es probable que esta omisión se deba a que Hui Yüan vivió antes que Vasubandhu. Según la tradición del Mahayana del Extremo Oriente el gran doctor del Yogacara vivió alrededor de la segunda mitad del siglo quinto d. de C. y Hui Yüan del año 333 al 416. Al ser la lista del Jodo Shin Shu cronológica e implicar una sucesión de tipo apostólico, si bien no pupilaje directo, le hubiera sido imposible a la escuela incluir a Hui Yüan sin excluir a Vasubandhu, perdiendo así el apoyo de uno de los nombres más ampliamente venerados en el Budismo del Mahayana. También es posible que la razón de la omisión fuese que Hui Yüan, aun siendo el responsable del nacimiento de la escuela, contribuyó relativamente poco a su desarrollo doctrinal. No obstante el nombre que adquirió la escuela y por el que fue ampliamente conocida por muchos siglos se le debe a él. Junto al monasterio donde vivía había un estanque en el que se criaban lotos blancos. Por eso la hermandad que fundó fue denominada la escuela del Loto Blanco. Esta designación no fue necesariamente un capricho. Las flores de loto son un detalle muy frecuente de la vida en la Tierra Feliz y según el Sutra Amitayurdhyana los devotos de Amitabha nacen allí de lotos blancos. No es sorprendente que las flores de loto en el jardín del retiro de Hui Yüan le recordaran a él y a sus discípulos las bellezas Sukhavati. De todas formas, el famoso himno en alabanza a Amitabha que él compuso es popularmente conocido por el nombre de la Oda del Loto Blanco y en él describe las maravillas de la Tierra Feliz con palabras tan bellas como las del Sutra Sukhavati-vyhua, si bien la especie de loto que cita en el primer verso, el utpala, no es blanco sino azul. Otros dos nombres dados a esta escuela fueron el Atajo y el Sendero Blanco. Este último tiene su origen en una alegoría que Shan Tao (613-681 d.de C), el quinto patriarca, incluyó en su comentario del Sutra Amitayurdhyana. En esta alegoría la repetición del mantra Namo Amitabhaya Buddhaya es comparado a un sendero estrecho y blanco, sólo de cuatro o cinco pulgadas, que va entre una constante pared de llamas y un profundísimo torrente de aguas turbulentas. El caminante sólo puede pasar de esta orilla a la otra andando sobre este sendero. En la actualidad el nombre más comúnmente dado a la escuela de Hui Yüan es la Escuela de la Tierra Pura. Este será el nombre que yo usaré de aquí en adelante, ya que al no haberse transformado el culto a Amitabha en la India en escuela independiente no hay ninguna apelación en sánscrito para ella. Sin embargo, hay que tener en cuenta la gran diferencia que existe entre la doctrina de la escuela indo-china de la Tierra Pura y la de su descendiente japonesa. Esta diferencia es debida casi totalmente a Shinran, el fundador del Jodo Shin Shu o la escuela de la Tierra Pura Verdadera, y consiste en que la interpretación de la doctrina es más profunda y auténticamente budista. Con él, el movimiento de devoción por Amitabha alcanza finalmente su cúspide tras doce siglos de desarrollo. La interpretación de Shinran, al ser esencialmente, la lectura del mito original de Amitabha visto desde el punto de vista de las concepciones transcendentales más elevadas, no podrá ser comprendida aisladamente de las tradiciones anteriores, de las cuales surgió como la flor surge de la semilla. Sólo tras hacer una breve descripción de la forma indo-china de la doctrina de la Tierra Pura, podremos aventurarnos a estudiar con más detalle, si bien no con la profundidad que merece, la escuela de la Tierra Pura Verdadera. Ya vimos en la sección IV del capítulo primero que la idea de que el advenimiento de un Buda no se limita a nuestro periodo-mundo es parte integral de la Enseñanza Budista original. Vimos que según el Canon Pali previos Budas habían aparecido en previos período-mundos. Tanto los mahasánghikas como los sautántrikas desarrollaron esta idea y afirmaron que si la llegada de los Budas se consideraba ilimitada por el tiempo podía igualmente considerarse ilimitada por el espacio: no sólo quedaban presididos por Budas sucesivos período-mundos sino también sistemas de mundos coexistentes. Pero aunque unos sistemas de mundos bajo la influencia y autoridad de un Buda podían existir a la par que otros, al menos desde el punto de la verdad relativa, no podía considerarse que fuesen distintos y además de dimensiones infinitas. Los mahayanistas resolvieron este problema con esta idea: aunque la omnisciencia del Buda comprende toda la infinidad del espacio, la cual constituye su campo de sabiduría, su autoridad espiritual se limita a unos sistemas de mundos en particular. A la totalidad de sistemas de mundos bajo cada Buda se denomina su campo de influencia (Buddha-ksetra) o su país. Además se pude inferir, partiendo del Sutra Amitayurdhyana, que cada Buda es consciente de lo que ocurre en los países de los demás Budas; si bien es su responsabilidad el progreso y la Iluminación de los seres en su país o reino que consta de una inmensidad de millones de sistemas de mundos. Hay dos tipos de reinos de Budas, los puros y los impuros. El impuro es aquel que está habitado por seres de los seis planos de existencia. No sólo los dioses y los hombres, que son nacimientos ardientemente deseados por el budista laico, sino también los titanes, los espíritus hambrientos, los animales y los atormentados, nacimientos que él teme y considera una calamidad absoluta. Los países impuros de los Budas, o sus zonas de influencia que son impuras corresponden a sistemas de mundos que pertenecen al universo fenoménico, tal y como el mundo en que habitamos. Por otra parte, además de estar presidido por un Buda y su gloriosa compañía de Bodhisattvas, el reino puro esta habitado exclusivamente por dioses y hombres que nacen por aparición y todos tienen cuerpos masculinos. Sukhavati, la morada de Amitabha, es uno de estos reinos y por esa razón es conocido por el nombre de la Tierra Pura. Ya hemos visto como se establece una Tierra Pura— Sukhavati aunque es la más famosa no es la única. Shakyamuni, Buda que preside sobre Sahaloka (el Mundo de la Tribulación), reino impuro en que habitamos, nos revela como se establece la Tierra Pura en la historia de Dharmakara, en el Sutra Sukhavati-vyuha. Quizá la razón por la cual se establece una Tierra Pura no sea obvia. No obstante en principio es idéntica a la razón por la cual el Buda estableció la institución budista más conocida, la Sangha. Los ejemplos de laicos que alcanzaron fases avanzadas del Camino Transcendental son frecuentes en las escrituras budistas. Aun así, hubo desde la época del Buda un sentimiento general en los círculos budistas según el cual se consideraba que para quien había dado “rehenes a la fortuna” la búsqueda de la Sabiduría quedaba prácticamente imposibilitada. Las responsabilidades familiares, las obligaciones sociales y, sobre todo, la necesidad de ganarse la vida, eran a veces incompatibles con la observancia perfecta de los preceptos de la Moralidad. Resultaba aún más difícil en esas circunstancias el desarrollo de la pureza y la concentración de la mente por medio de la práctica regular de la meditación. La Sangha se fundó con el propósito de crear una sociedad dentro de la sociedad, casi un mundo distinto dentro de este mundo, para quienes sentían la atracción hacia lo transcendental, y así proporcionar las condiciones ideales para la vida espiritual. Ser miembro de tal institución facilita el logro de la Iluminación. Una Tierra Pura es establecida basándose en el mismo principio. Las condiciones son muy duras para los seres vivos, cargados, como están, con las miserias de la existencia mundana y les es difícil tener la oportunidad de escuchar el Dharma y aún más difícil practicarlo. Por eso, el Bodhisattva que ve esto, por su compasión, hace un voto solemne según el cual cuando haya obtenido la Iluminación Suprema establecerá una zona de influencia en que las condiciones serán las mejores posibles para el logro de la Iluminación. Ya vimos que Amitabha llegó al punto de hacer su Iluminación dependiente de su creación de un reino en que pudiesen nacer no sólo algunos privilegiados. Todos aquellos que (según el Sukhavati-vyuha Extenso) observasen unos cuantos preceptos elementales o que (según el Sukhavati-vyuha Corto y el Amitayurdhyana) simplemente invocaran su nombre podrían nacer en su reino. Sukhavati es, pues, como una Sangha cósmica de proporciones inmensamente superiores, e infinitamente más perfecta, que la institución que es algo así como su sombra aquí en la Tierra. Quien nazca en ese reino espiritual estará libre de un mal destino, es decir, ya no habrá de temer el nacer ni en el mundo de los titanes, ni en el de los espíritus hambrientos, ni en el de los animales, ni en el de los seres atormentados. Los problemas de la comida, la ropa y los medios de subsistencia no le afectarán. Su único interés será el logro de la Iluminación y—contando, como cuenta, con las instrucciones de Amitabha y sus Bodhisattvas—la tiene asegurada. Para quien nazca allí no hay retroceso. Por muchos millones de años que permanezca en la Tierra Pura está destinado a alcanzar al final la Budeidad Suprema. Tal concepción de Sukhavati, la concepción de un plano de existencia desde el cual no puede haber descenso a planos de existencia inferiores, recuerda mucho a la doctrina hinayánica del Suddhavasa o “las Moradas Puras”. Recordará el lector que el Anagami o “Sin-Regreso” es aquel que antes de morir ha roto las cinco travas inferiores y nace en los cinco cielos del plano de la forma (rupa-loka), desde donde pasa al Nirvana sin necesidad de ningún otro nacimiento humano. No obstante, hay cierta diferencia entre esta enseñanza y la del Mahayana. El Suddhavasa se encuentra en la cima del plano de la forma, mientras que Sukhavati no pertenece ni al plano del deseo, ni al de la forma, ni al de la ausencia de forma. Sukhavati no es ni mundano ni transcendental. Además, el Anagami ha obtenido la tercera fase del Camino Transcendental y por ese logro nace en las Moradas Puras, mientras que en la Tierra Pura no se nace debido a los propios méritos sino gracias al poder de la compasión de Amitabha tal y como lo expresan sus votos. De manera que así como Sukhavati es la penúltima meta en el camino fácil para el Nirvana, el Suddhavasa es la penúltima meta del camino difícil. La enseñanza de Shinran difiere de estas dos concepciones en que afirma que Sukhavati es la meta final. Antes de emprender la explicación de esta extraordinaria tesis, la cual a primera vista parece negar el contenido transcendental del Budismo y caer en el tosco teísmo popular, he de redondear el tema del Budismo Devocional indo-chino. Bastarán unas palabras sobre dos puntos que para el intelectual tienen sólo un interés académico, pero que para el devoto son asuntos de gran importancia. En primer lugar, suponiendo que las razones por las cuales el Bodhisattva establece, o aspira a establecer, una Tierra Pura son las que he propuesto, ¿Puede el Bodhisattva crearla tan sólo deseándolo? ¿Fue la existencia de Sukhavati producida por el pensamiento? En segundo lugar, aceptando que exista Sukhavati ¿Es creíble que, tal y como aseguran el Sukhavati-vyuha corto y el Amitayurdhyana, los seres nazcan allí simplemente por medio de la invocación del nombre de Amitabha? Para aquel que reconoce el principio del karma con su consecuencia natural de que la esfera en que se nace depende de los hechos propios, la primera pregunta no presentará ninguna dificultad. El Dr. Conze contesta a esta pregunta de forma tan admirablemente concisa que no he dudado ni un instante en utilizar sus propias palabras en vez de las mías: El poder creativo de las acciones éticas es tan axiomático para el budista como nos es extraño a nosotros. El medio en que los seres han de vivir es en gran medida, especialmente en lo tocante a lo placentero y a lo doloroso, determinado por sus actos (karma). Los distintos infiernos son el producto de los seres que nacen allí; tenemos en nuestro mundo desiertos sin nada de agua debido a nuestra falta de mérito. El mundo de los objetos (bhajana-loka) en realidad no es otra cosa que algo así como un reflejo de los hechos de la gente. El medio en que existen los seres sólo puede existir si hay seres cuyo karma les obliga a percibirlo. Por esto mismo se puede afirmar que el mérito de un Bodhisattva puede ser lo suficientemente grande para crear una Tierra Pura no sólo para él sino para todos aquellos a quienes se lo transfiere. (Budhhism: Its Essence and Development pág. 156). En apoyo de la creencia budista sobre el poder creador del pensamiento también se puede aducir la existencia de lo que se ha llamado poderes supra-normales, los cuales describí en la sección XVII del primer capítulo. Aquel que llega a alcanzar el dhyana cuarto produce réplicas de su cuerpo que aquellos que no han logrado semejante nivel de concentración no pueden distinguir del cuerpo original. Además ese meditador es capaz de materializar objetos aparentemente naturales de cualquier tipo. Los ejemplos de estos poderes, lejos de estar limitados a las Escrituras, son conocidos hoy en día en tierras budistas en las que la práctica de la Meditación sigue siendo una tradición viva. Quizá el caso de estos poderes más destacable en nuestra época sea el de Tomo Geshe Rimpoche, un celebre yogui tibetano que murió a finales de los años treinta. En cierta ocasión, mientras viajaba en Tíbet con un gran séquito hizo que apareciera en el cielo una fantasmagoría maravillosa del Buda Maitreya y sus Bodhisattvas acompañantes. Este fenómeno duró varias horas y era visible desde varias millas. No sólo el campo fue bañado por una luz celestial, también llovieron flores que parecían lotos. Estas aunque podían ser recogidas y tenidas en las manos, en media hora se desvanecían en el aire. Todo este episodio fue presenciado por cientos de personas y ha sido representado en los frescos de Dungkar Gompa, o Monasterio de la Concha Blanca, en el Valle de Chumbi, en el Sur del Tíbet. En este monasterio, donde se encuentra el cuerpo embalsamado de Tomo Rimpoche, residió Su Santidad el Dalai Lama durante el invierno de 1950-51, mientras su gobierno negociaba con el de la China. Hay muchos entre quienes vieron los logros de Tomo Geshe Rimpoche que todavía viven, el contenido de todos estos testimonios no puede ser ligeramente descartado78. La conclusión es obvia. Si es posible producir una fantasmagoría que dura varias horas y que es presenciada por cientos de personas, será también posible producir una que dure siglos y sea presenciada por millones de personas. Si el poder mental es capaz de crear una flor, ascendido al grado de intensidad necesario creara el reino de un Buda. Además, en el Sutra Sukhavati-vyuha corto dice explícitamente que los pájaros que cantan en las arboledas de Sukhavati “han sido hechos a propósito por el Tathagata Amitayus y su canto es el sonido de la Ley”. La segunda pregunta, como la primera, puede ser parcialmente contestada haciendo uso de la ley del karma; o mejor dicho, del principio general de la causalidad, en el cual la ley del karma es sólo un caso en particular. El Budismo Devocional no mantiene que el nacimiento en la Tierra Pura ocurra sin causa alguna, sino que el factor primario de su causación es la invocación del nombre de Amitabha. Por lo tanto no puede decirse que esta escuela niegue el principio de la causalidad. Se objetará que en el Sutra Amitayurdhyana se afirma que incluso quien haya cometido los diez actos perversos podrá nacer en la Tierra Pura siempre que invoque el nombre de Amitabha, y que eso constituye el rechazo de la ley del karma tal y como se la entiende generalmente. Esta 78 El autor de estas líneas ha conocido a varios de estos testigos, todos ellos tibetanos, exceptuando a uno. Este es el Lama Anagarika Govinda, un discípulo personal del Rimpoche, del cual se espera que escriba un día la biografía de su maestro. objeción será válida siempre y cuando se interprete la noción del karma en sentido estrictamente individualista. Pero tal interpretación, al implicar la existencia real y absoluta del individuo, trae consigo el rechazo de esa verdad, cuya formulación conceptual principal es el principio de la causalidad, es decir, el anatman o la sunyatá. Una interpretación no individualista de la ley del karma nos la proporciona la doctrina del parinamana o “traspaso” del mérito. Según esta doctrina los méritos que alguien alcanza gracias a sus acciones buenas pueden ser traspasados, si así se desea, a quien desee beneficiarse de ellos. El mérito acumulado por Amitabha durante su carrera de Bodhisattva es de tal inmensidad que aún después de crear la Tierra Feliz le quedan incalculables reservas. Cuando, con sinceridad, invocamos su nombre, que en realidad es idéntico a El, nos identificamos con Amitabha. El resultado de esta identificación es que una porción de su mérito nos es traspasada. El mérito que se nos ha traspasado así contrarresta los efectos de nuestras acciones malas y además nos asegura el nacimiento en la Tierra Pura. La ley del karma no ha quedado suspendida para nuestro beneficio. Lo que ocurre es simplemente que un karma más poderoso cancela a otro más débil. En la doctrina indo-china de la Tierra Pura que he descrito, Sukhavati está fuera de los tres planos de la existencia en que se divide el universo fenoménico, pero aún así queda fuera del estado transcendental del Nirvana. Por lo tanto no puede decirse que tenga existencia absoluta sino relativa. Se trata, pues, de una doctrina que no se refiere a la Realidad sino a algo que a pesar de su belleza es solamente una apariencia y que ha de considerarse verdad relativa (samvrti) en vez de verdad absoluta (paramartha). Sin embargo, en la interpretación de Shinran, Sukhavati y el Nirvana son idénticos—no porque para él el Nirvana sea mundano, sino porque Sukhavati es un símbolo de lo Transcendental de gran colorido. Así esta forma de la doctrina de la Tierra Pura se expresa en términos de la verdad absoluta y por eso Shinran le dio el nombre de Jodo Shin Shu o escuela de la Tierra Pura Verdadera. Antes de considerar las características principales del mito de la Tierra Pura bajo el transcendentalismo de Shinran, convendrá detenerse y familiarizarse con los acontecimientos más importantes de su carrera que en su primera fase estuvo íntimamente unida a la de Honen. Shinran Shonin (Shinran el Santo), nombre por el que le conocen sus seguidores, nació en el año 1.173 y murió en el año 1.262 a los noventa años. Por lo tanto, su vida coincidió con el período más rico y creativo del Budismo Japonés. Siendo muy joven entró en un monasterio y dedicó varios años al dominio de los sutras y los sastras que hasta entonces habían sido introducidos en el Japón y que provenían del continente. Además, también se dedicó al ejercicio de diversas prácticas de disciplina. No obstante, llegó a la conclusión de que ni el estudio ni la disciplina le habían aproximado a la Iluminación. Tras pasar varios años buscando inútilmente un maestro que pudiera enseñarle un método apropiado para su temperamento, Shinran se encontró con Honen Shonin. Honen era entonces el maestro que mejor explicaba y representaba con su ejemplo la doctrina de la Tierra Pura en el Japón e inició a Shinran en la repetición del mantra Namo Amitabhaya Buddhaya, con lo que el corazón desolado de Shiran encontró finalmente la paz. Entonces Shinran renunció a los votos monásticos, los cuales consideró que pertenecían al camino de la dependencia en sí, y pasó los siguientes sesenta años de su larga vida viajando por todo el país y enseñando a la gente común, entre la cual surgieron sus seguidores y amigos. El Jodo Shin Shu fue fundado como escuela independiente en el año 1225. Hoy en día es la mayor rama del Mahayana en el Japón, posee el mayor número de templos y predicadores en el país y dice tener el mayor número de seguidores. En cuanto a propagar el Dharma, el Budismo Devocional Japonés es por lo general más activo que las tres otras ramas más importantes de las escuelas del Mahayana juntas. En el Occidente sus esfuerzos por ampliar el área de influencia del Budismo sólo han sido igualados por los del Theravada moderno79. 79 Tanto el Theravada como el Jodo Shin Shu han sido dejados atrás por el Zen y por el budismo tibetano. Sukhavati y Nirvana según Shinran son palabras que tienen el mismo significado. Por lo tanto no puede decirse que la doctrina del nacimiento en la Tierra Pura expuesta por el Jodo Shin Shu represente la reaparición de otro plano de la existencia fenoménica como el de la versión indo-china de la enseñanza, por muy exaltado que fuese ese plano. En el Jodo Shin Shu es idéntico al logro del Nirvana. Shinran declara en el Shinshu Shogyo Zenshu, que “el nacimiento (en la Tierra Pura) es la Iluminación completa e insuperable”. Por otra parte, todas las escuelas del budismo, sean del yana que sean, mantienen que con la excepción de los Anagamis y los seres que nacen en Sukhavati la Iluminación tiene lugar durante la vida misma. El Nirvana se logra aquí y ahora. Shinran en teoría no negó esta enseñanza, pero en la práctica le restó importancia al afirmar que la humanidad había degenerado gravemente desde la época de Shakyamuni y que el logro de la Iluminación no estaba prácticamente al alcance de nadie, especialmente entre el laicado. Por lo tanto Shinran enseñó que uno no debía tratar de nacer en Sukhavati, o lograr la Iluminación, durante los días activos de la vida, cuando las distracciones son múltiples, sino en el momento de la muerte. Lo único que uno ha de hacer durante su vida es tratar de despertar en sí la fe en Amitabha. El resultado de este despertar será la condición que en el momento de nuestra muerte traerá consigo el logro inmediato del Nirvana. Para Shinran no sólo renacimiento es Nirvana sino que la muerte es también el Nirvana. Aunque la Escuela de la Tierra Pura da un énfasis sin precedente a esta enseñanza, no se trata de una enseñanza nueva en sí. De hecho Shinran nunca dijo que lo fuera, sino que, igual que otros grandes acharyas, simplemente declaró que interpretaba las palabras de las Escrituras. Sobra la evidencia, incluso en el Canon Pali, de que el Buda mismo había reconocido la posibilidad de obtener el Nirvana en el momento de la muerte. Por eso, a pesar de la sorprendente singularidad de su enseñanza, sería injusto acusar a Shinran de innovador. El simplemente señaló un aspecto de la Enseñanza del Buda que hasta entonces había sido desatendido. El logro del “nacimiento” (en Sukhavati), o Nirvana, depende a la hora de la muerte del resultado producido por el despertar de la fe durante la vida. Es, pues, evidente que para el devoto del Shin el despertar de la fe es el eje alrededor del cual gira toda la vida espiritual. Pero esta fe, cuyo despertar tiene consecuencias de tal magnitud, no debe equipararse al mero creer. Sería un error enorme si debido a coincidencias de la terminología confundiéramos la doctrina de la “salvación por la fe” del Shin con el dogma correspondiente del Cristianismo Protestante. En las palabras de P.K.Eidmann, “el despertar de la fe en el Budismo Shin es un instante de pura ausencia del ego”80. Ese instante de pura ausencia del ego ocurre cuando se toma consciencia de que cualquier tentativa de alcanzar la Iluminación por medio del esfuerzo propio sólo refuerza el sentido de separación. Es el instante en que nos entregamos incondicionalmente a la Compasión de Amitabha, confiando sin reservas en que nos conducirá al Nirvana. Para Shinran la palabra Amitabha no se refiere a ninguna personalidad en particular, ni siquiera a un Buda, sino a la Budeidad o a la Realidad misma. (Es significativo que en el Japón los nombres Amitabha y Amitayus, la Luz Infinita y la Vida Infinita, pierden los sufijos y queda sólo Amida, El Infinito). Por consiguiente la Compasión a la que nos entregamos y que nos conduce al Nirvana no es la emoción de un individuo, por exaltado que sea, sino un principio cósmico. La Realidad Absoluta, objeto de devoción en el budismo al que con frecuencia se le da el nombre de Dharmakaya, no es algo estático sino dinámico; es a la par Sabiduría y Compasión. El voto original de Amida, que en la versión indo-china de la enseñanza era un fenómeno temporal y espacial, en la interpretación de Shinran del mito de Amitabha se convierte en un símbolo de la actividad transcendental y salvadora de lo Absoluto. Esta actividad es denominada eterna no porque se prolongue por un período indeterminado, sino porque el tiempo no la condiciona en manera alguna. La Compasión de todos los Budas transciende a todas las categorías del pensamiento, incluidas las del sujeto y el objeto. Aun así, debido a la percepción distorsionada por el 80 The Simple Unimpided Way, pág. 11 ego, tiene la apariencia de una fuerza que actúa fuera de nosotros: el Poder Exterior. Esto lo expresa claramente Shinran cuando dice que “lo que denominamos poder exterior es lo mismo que la no discriminación entre esto y aquello”81. Entregarse al Poder Exterior equivale a transcender la distinción entre sujeto y el objeto. Cuando nos identificamos con Amida, Amida se identifica con nosotros. Lo que tiene lugar entonces no es la transferencia de méritos, en el sentido de factores que conducen al logro de un nacimiento de naturaleza fenoménica, sino el poder de la no discriminación o la Compasión de todos los Budas. Por medio de este poder somos conducidos al final al Nirvana. No obstante, al ser la Compasión eterna, como lo es lo Absoluto, su actividad no queda limitada por el tiempo. En el mito, Amida condiciona su logro de la Budeidad Suprema a que los seres nazcan en su Tierra Pura. Por lo tanto si Amida es un ser iluminado nosotros debemos de estar también iluminados. La Iluminación es un estado transcendental y ha de ser concebida como algo a obtener no en el tiempo sino fuera de él. En realidad estamos eternamente iluminados. Es sólo debido a la ignorancia que pensamos que no somos seres iluminados. Cuando despierta la fe, cuando damos el salto tras el cual caemos en el reino de lo Transcendental, sin necesidad alguna de escalones intermediaros (ya que lo Absoluto y lo dependiente están completamente separados), entonces nos damos cuenta de lo que también enseña el Prajñaparamita, que el Nirvana no es algo que se alcance. La fe en este sentido no es la fe en el sentido que se le da a este término en la actualidad, sino que es la cualidad correspondiente a la Sabiduría pero expresada en lo emocional. La palabra Prajña tiene predominantemente connotaciones intelectuales. No obstante, confundir esta facultad transcendental con una especie de intelecto, en el sentido ordinario y dualístico del término, sería cometer un error grave. Sería también cometer el mismo error suponer que dicha facultad no pudiese ser indicada por una palabra de connotaciones predominantemente emocionales. 81 Ibídem. pág. 8 Ya hice la observación de que tanto el Budismo Devocional en general como las enseñanzas de Shinran Shonin en particular, constituyen transposiciones de toda la Doctrina desde el modo intelectual al emocional. Las realidades transcendentales son las mismas, pero mientras que en un caso son indicadas por medio de símbolos conceptuales, en el otro lo son por símbolos imaginativos. Obviamente esta transposición tiene grandes ventajas. La filosofía tan sólo estimula lo racional en la superficie del ser, en cambio la poesía llega a sus profundidades. Los símbolos del mito de Amitabha abordan los impulsos y deseos más profundos y remotos del ser, por eso juntos son capaces de orientar a la totalidad del ser hacia la realización Transcendental. Pero a la par, la transposición tiene sus inconvenientes. A partir de la doctrina de la entrega total al Poder Exterior, a Amitabha, el Jodo Shin Shu sacó la conclusión lógica, pero completamente falsa, de que uno no debía tratar de alcanzar la Iluminación por medio de sus esfuerzos propios. Bajo este error, Shinran y sus seguidores renunciaron al ideal monástico, e incluso al celibato, el requisito previo de cualquier forma elevada de vida espiritual. Incluso la repetición del mantra Namo Amitabhaya Buddhaya cesó de ser un ejercicio espiritual y pasó a ser una formula de intenso agradecimiento por parte del devoto a Amida por haber ya logrado nuestra Iluminación. El punto de vista menos lógico pero mejor fundado y más ortodoxo está representado en la famosa afirmación de los textos de la Prajñaparamita, según la cual se ha de hacer el voto de conducir a todos los seres vivos a la Iluminación Suprema y a la vez reflexionar que en realidad no existe ningún ser. Sólo adoptando simultáneamente estas dos actitudes contradictorias resolveremos—no en lo lógico sino en nuestra vida espiritual—las antinomias de la razón y realizaremos lo Transcendental. La dependencia del Poder Externo y la de nuestros esfuerzos propios no deben considerarse incompatibles sino que han de ir siempre juntas. En el acto en sí de practicar vigorosamente el Camino Triple, es decir, la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría, uno debe ser consciente de que en realidad no puede hacer nada y que el logro de la Iluminación depende de la Compasión de Amitabha. En la sección III de este capítulo dije con mucha insistencia que el budismo es una unidad y debe ser seguido como tal. En la vida espiritual del budista la Fe ha de equilibrarse con la Sabiduría y la Concentración con el Vigor. En el Dharma el equilibrio debe ser mantenido entre las tradiciones que corresponden a estas cuatro facultades espirituales. Según Nagarjuna la Verdad Absoluta no puede ser realizada sin depender de la verdad relativa. Sin aceptar este punto de vista el Jodo Shin Shu es incapaz de evitar llegar a la conclusión de que el budismo, ya se le considere una doctrina, un método o una institución, es superfluo. Si la dependencia en el Poder Exterior llega a excluir a la dependencia en los propios esfuerzos, entonces la religión, como modo particular de vida junto a todos los actos típicamente religiosos, se hundirá y nos veremos, de pronto, en medio del océano de lo mundano. VIII. Las escrituras del Idealismo Budista El budismo de la Fe y la Devoción creció bajo la protección de la escuela Madhyamika, en cambio, el Yogachara o Vijñanavada fue en cierto sentido un movimiento de reacción contra esa escuela. El Camino a la Iluminación se divide en tres fases sucesivas que son la Moralidad, la Meditación y la Sabiduría (ver capítulo primero, de la sección XVI a la XVIII). Nagarjuna y sus seguidores, aunque no eran inconscientes de la importancia de la Moralidad y de la Meditación, mostraron una marcada parcialidad por la Sabiduría y, en efecto, dedicaron la mayor parte de sus energías a su elucidación y realización. Haciendo esto permanecieron leales a la tradición más estrictamente ortodoxa, la cual partiendo del mismísimo Buda siempre ha insistido en que sólo la Sabiduría es la condición inmediata para la Iluminación y que además la Sabiduría puede algunas veces ser lograda sin la práctica de la Meditación, al menos en esta vida. El Canon Pali del Theravada menciona dos tipos de emancipación, llamadas respectivamente, ceto-vimutti o emancipación de la mente y pañña-vimutti o emancipación por la Sabiduría. Esta última es denominada en los comentarios sukkha—y suddha—vipassana, lo cual quiere decir visión clara pura o sola, y se refiere a la emancipación que se alcanza sin atravesar los cuatro estados de supraconsciencia (jhana o dhyana). Este tipo de emancipación, sin duda, es posible para gente de un temperamento particular. Pero el reconocimiento teórico de esta posibilidad da lugar a un peligroso error, ya que proporciona a aquél que es meramente un intelectual una excusa aparentemente válida para desatender la práctica de la Meditación. Sin la experiencia de los jhanas la comprensión meramente racional del Dharma puede ser fácilmente tomada por la visión clara. Uno podría imaginarse haber alcanzado la Iluminación y en cambio haber tan sólo llegado a dominar el contenido de unos cuantos libros. Eso fue lo que les ocurrió a los seguidores de algunas escuelas del Hinayana, entre los que debieron estar los antepasados espirituales de los theravadines militantes contemporáneos (por fortuna una minoría, si bien lo suficientemente tumultuosa). Esos seguidores del Hinayana, basándose en su habilidad para repetir lista tras lista de las categorías del Abhidhamma esperan ser creídos cuando dicen encontrarse sobre el Camino Transcendental. Ciertos acharyas que debían de estar asociados de forma alguna con la escuela Madhyamika vieron que aunque la enseñanza de Nagarjuna no había sucumbido a ese peligro estaba expuesta a hacerlo. Así fue como el movimiento Yogachara nació y alcanzó gradualmente las proporciones de una escuela independiente. De hecho el peligro era mayor para los madhyamikas que para los hinayanistas. Ya que a no ser que las enseñanzas de la Prajñaparamita fuesen contempladas desde los sublimes estados de los jhanas, el método dialéctico de Nagarjuna estaba expuesto a degenerar tanto hacia el escolasticismo como el escepticismo. Por lo tanto los yogacharines daban muchísimo énfasis a la importancia de la práctica de la Meditación, en particular al logro de los estados de supraconsciencia (jhanas). El nombre de la escuela es precisamente debido a este énfasis y significa “la Práctica de Yoga”. (Tenga en cuenta el lector occidental que la palabra Yoga aquí no tiene nada que ver con los significados que le dan escritores que no son budistas. Su significado corresponde esencialmente al de la Meditación tal y como la describí en la sección XVII del primer capítulo). Aunque el movimiento Yogachara fue una reacción contra el Madhyamikavada, no lo fue contra sus principio generales, la mayoría de los cuales aceptaba. La reacción era contra el interés excesivo en la Sabiduría a costa del interés en la Meditación. Por eso sería un error hacer una distinción demasiado tajante entre las dos escuelas en lo que concierne a las primeras fases del movimiento yogachara. Un gran erudito del budismo, el italiano G. Tucci, es también de esta opinión. En uno de sus trabajos escribe: Generalmente se dice que el Mahayana se divide en dos escuelas fundamentales, la Madhyamika y la Yogachara. Esto no debe tomarse literalmente. En primer lugar, no es cierto que estas dos tendencias estuvieran siempre mutuamente opuestas. Además.... el antagonismo entre los madhyamikas y los primeros exponentes de la escuela idealista tales como Maitreya, Asanga e incluso Vasubandhu no es tan marcado como parece en un principio....Lo cierto es que ambos, Nagarjuna y Maitreya, con sus respectivos discípulos inmediatos, reconocen los mismos principios fundamentales y su trabajo estaba determinado por los mismos ideales, si bien mantenían puntos de vista diferentes en muchos detalles. (On Some Aspects of the Doctrines of Maitreyatha and Asanga) Considerando todo esto no sería erróneo concluir que el movimiento Yogachara fue en principio un ala del Madhyamika que, aunque se basaba en las mismas doctrinas fundamentales, insistía en la importancia de la Meditación. Esta insistencia en la Meditación, que en la práctica quería decir el logro de los jhanas, al final influenció a los yogacharines hasta el punto de modificar la totalidad de su filosofía. En palabras de Conze: Fue la función y el propósito de los yogacharines dar el énfasis debido a la perspectiva del mundo que les revelaba el recogimiento en el trance. (Buddhism.......p.161) Por esta razón se ha afirmado con frecuencia que la diferencia entre las dos escuelas es de método pero no de doctrina. El Dr.E.J.Thomas escribe: La escuela de Nagarjuna comenzó a partir de la lógica y mostró la imposibilidad de hacer afirmación alguna libre de contradicción. En cambio el Lankavatara (según el autor “el texto canónico principal de la doctrina del idealismo subjetivo”) comenzó a partir de lo psicológico y encontró una base positiva en la experiencia misma. (The History of Buddhist Thought, p230) La diferencia de método, si se enfatiza lo suficientemente, puede resultar a medida que pasa el tiempo en una doctrina diferente. Las dos escuelas, tal y como dice Tucci, “mantenían puntos de vista distintos en muchos detalles”. Estos puntos de vista distintos, aun no siendo fundamentales, eran lo suficientemente numerosos e importantes para hacer del Yogachara una escuela independiente. No obstante, se ha de reconocer que por mucho que cada una de ellas desarrollara sus propias características, ambas coincidieron siempre en gran medida, incluso durante la época en que las diferencias eran más acentuadas. Además no ha de olvidarse nunca que el Yogachara no era un simple conjunto de enseñanzas de coherencia lógica. Era un movimiento que tendía a concebir lo Transcendental en términos de la Mente Absoluta y que trató de explicar porqué y cómo el universo aparentemente objetivo llegó a evolucionar a partir de la Mente Absoluta. Dentro de este movimiento había varias tendencias que diferían más o menos de las enseñanzas del Madhyamika. Se ha dicho que el término Vijñanavada se refiere a la escuela considerada bajo su aspecto teórico y el término Yogachara hace referencia a sus aspectos prácticos. Pero la relación entre ambos términos no es tan simétrica. Lo más probable es que el término Yogachara sea la designación más antigua y menos precisa para todo el movimiento, tanto en sus fases primeras como en las más tardías, y que el término Vijñanavada se refiera al desarrollo de la enseñanza más especializado y epistemológico que la convierte en la doctrina según la cual la existencia de los fenómenos es indistinguible de nuestra percepción de ellos. Este desarrollo que recuerda la famosa tesis de Berkeley “esse est percipi”, recibió su formulación clásica de Vasubandhu, quizá el teorizador más importante de la escuela, quien aseguró que el universo consistía tan sólo de ideas (vijñanaptimatra). La conexión entre la escuela Yogachara y los sutras que se le atribuyen como bases canónicas no es ni tan estrecha, ni tan clara y fácil de ver como la que existe entre la escuela Madhyamika y los textos de la Prajñaparamita. Esto posiblemente se deba en parte al hecho de que el Yogachara se iniciara como el ala contemplativa del Madhyamika, y además a que el Yogachara desde un principio puso más énfasis en la experiencia individual que en la autoridad de las escrituras. Por estas razones es además de menos importancia el determinar dicha conexión. Otra razón para explicar la distancia entre el Yogachara y los sutras del Idealismo Budista es que las intuiciones que abundan en estos textos se refieren a una variedad mayor de temas que las que existen en los textos de la Prajñaparamita. Para sistematizarlos los yogacharines inevitablemente hicieron su propia selección, omitiendo muchas enseñanzas importantes. Por eso se ha dicho que textos como el Avatamsaka ocupan un lugar intermedio entre el Madhyamikavada y el Yogachara y otras escrituras idealistas han sido totalmente disociadas de la escuela. Mi procedimiento no será tan radical y enumeraré y describiré brevemente los cuatro o cinco sutras reconocidos por la tradición como la base canónica de la escuela Yogachara. Todos los textos del Idealismo Budista pertenecen a un período posterior al de Nagarjuna, con la excepción del Samdhinirmocana que es contemporáneo del Prajñaparamita Extenso. Dada la incertidumbre que todavía existe al respecto, sería imprudente tratar de presentar los textos en orden estrictamente cronológico y, por lo tanto, los describiré en el orden que mejor se adapte al propósito de mi exposición. No obstante, se puede asegurar que todos estos textos fueron compilados a lo largo de los siglos segundo, tercero y cuarto d. de C. El Sutra Samdhinirmocana es un texto incluso ahora difícil de encontrar, así que de momento no puedo hacer otra cosa que reconocer que es el más antiguo. En cambio, todo el Lankavatara y extractos largos del Gandavyuha y del Surangama son bien conocidos incluso entre los budistas de Occidente. El segundo de estos, el Gandavyuha, es el último de un grupo de tres sutras que llevan el nombre de Avatamsaka u Ornamento de Flores. Esta magnífica obra, cuyas proporciones sólo las supera el Prajñaparamita Extenso, es sumamente estimada por los budistas del Extremo Oriente, muchos de los cuales aseguran que es el rey de los sutras del Mahayana y la cúspide del pensamiento budista. En el Avatamsaka, y en todos los demás sutras de la escuela Yogachara, la Mente Absoluta es la única realidad. No obstante su tema es la mutua y perfecta interpenetración de todos los fenómenos. Puesto que todos los objetos del universo carecen de naturaleza propia, no encuentran ni ofrecen ningún impedimento a penetrar o a ser penetrados. Pero aunque la interpenetración trae consigo la ausencia de la separación, no supone la extinción de la individualidad. Esta idea es elucidada con distintas ilustraciones, entre las cuales destaca la Red de Indra. Indra, el rey de los dioses, tiene una red maravillosa hecha completamente de cuerdas de joyas. Cada una de estas joyas refleja a todas las demás y es reflejada por cada una de ellas también. Así todas las joyas participan en la existencia de las demás pero retienen su propia identidad. Es decir, la Mente Absoluta aunque está presente en todos los fenómenos en vez de cancelar su verdadera significación la revela. Aunque la doctrina de la interpenetración no fue incorporada por el Yogachara, un desarrollo tan importante no podía permanecer en la oscuridad indefinidamente. En la China, al principio del siglo séptimo surgió una escuela basada especialmente en esta enseñanza, el Hua Yen Tsung o escuela del Avatamsaka cuyo fundador y primer patriarca fue Tu Fa Shun (557-640). Aunque empezó a declinar hacia el siglo décimo, en sus tres siglos de existencia produjo algunos de los pensadores más importantes de la historia del Budismo del Extremo Oriente, entre ellos se encuentran ChiYen (602—668), Fa Tsang (643-712) y Ten Kuang (738-839). En el año 735 el Hua Yen Tsung fue introducido al Japón donde todavía existe, si bien es una tradición comparativamente pequeña, y es conocido por su nombre japonés Kegon Shu. D.T.Suzuki, que opina que el Kegon es la cima del pensamiento oriental, describe la interpretación de Fa Tsang del mensaje del Avatansaka de la forma siguiente: Hay sólo una Mente que es la realidad más remota y que, por naturaleza, es pura, perfecta y luminosa. Esta funciona de dos formas. Sostenida por ella, es posible la existencia del mundo de las cosas particulares, y de ella surge toda la actividad, libre e iluminadora, progresando hacia las virtudes de la perfección (paramita). En estas dos funciones, que pueden ser llamadas la existencial y la moral, se distinguen tres caracteres universales. Desde el punto de vista existencial, cada cosa particular, denominada en este caso “partícula de polvo” (anuraja) contiene en sí todo el Dharmadhatu. En segundo lugar, desde el punto de vista creacional, cada partícula genera todo tipo de virtudes; por consiguiente por medio de un objeto todo el universo es desentrañado. En tercer lugar en cada “partícula de polvo” se percibe la razón de la Sunyatá. En un mundo con estas características el Bodhisattva practica las cuatro virtudes: (1)la virtud del ajuste creativo que surge de la sabiduría (prajña) y del amor (karuna), (2)la virtud de la moralidad por la que se mantiene la dignidad de la vida humana, (3)la virtud de la ternura hacia los demás, así como la de la naturaleza simple y (4)la virtud del sacrificio o la expiación por los demás. Practicando estas virtudes el ignorante es salvado de sus concepciones erróneas, las pasiones son convertidas en racionalidad, las impurezas completamente eliminadas y el espejo de la Talidad permanece siempre limpio y reluciente. El disciplinarse con estas virtudes no es suficiente para completar la vida de la devoción, ya que también se necesita la tranquilización (samatha) para mantener a la mente en armonía perfecta con la naturaleza de la Realidad; no dejarse llevar en el mundo por las multiplicidades sino mantener la propia luz de lo Inconsciente82 intacta y sin obstrucción. No obstante, la tranquilización sola puede conducirnos a un estado de auto-complaciencia y destruir la fuente de la motivación compasiva. Por eso necesitamos también los ejercicios de Vipasyana. Samatha quiere decir “parar” y vipasyasana “ver”. Ambas se complementan......Para comprender el Avatamsaka se necesitan las siguientes seis contemplaciones: (1)contemplar la serenidad de la Mente a la que todas las cosas retornan, (2)contemplar el mundo de las cosas particulares que existen debido a la Mente, (3) observar que se da una interpenetración perfecta y misteriosa entre todas las cosas, (4)observar que no hay nada más que la Talidad en la cual se reflejan las existencias aparentes, (5)observar que el espejo de la identidad mantiene imágenes de todas las cosas sin que se obstruyan entre ellas y (6)observar que la relación entre maestro y asistente existe por todo el universo, de manera que cuando se toma cualquier objeto se toman con él todos los demás. (Essays in Zen Buddhism, Third Series págs. 72-73) Ya vimos que el Gandavyuha, u Ornamento de Flores, es el tercer sutra en la colección denominada el Avatamsaka. Es además el más extenso y, probablemente, el más importante. Esencialmente se trata de la descripción del ideal del Bodhisattva desde el punto de vista de la doctrina de la interpenetración. La forma de este sutra es la narración de la peregrinación a varias partes de la India, que siguiendo el consejo de Manjusri, hace el joven Sudhana con el objetivo de lograr el conocimiento más elevado de la Iluminación. Sudhana visita más de cincuenta maestros, hombres y mujeres, humanos y no humanos. Cada uno de ellos posee sólo un conocimiento limitado y tras impartírselo le envía al siguiente maestro. De esta forma Sudhana al final va a ver al Esta palabra es la traducción imprecisa que da Suzuki al término Wu-hsin que literalmente significa “no mente” y se refiere al estado de consciencia en que es transcendida la relación sujeto-objeto. 82 Bodhisattva Samantabhadra, que es el único de los maestros que posee el conocimiento que busca. Así el joven peregrino recibe al final instrucciones completas respecto a la devoción, el conocimiento, los votos, los poderes supranormales, etc. En el instante que Sudhana alcanza la realización del contenido de estas profundas enseñanzas, descubre que se encuentra en estado de identidad no sólo con el Bodhisattva Samantabhadra sino también con todos los Budas. Su cuerpo, como el de Ellos se extiende infinitamente, su carrera de Bodhisattva, su Iluminación, sus cuerpos de la transformación, su puesta en marcha de la Rueda del Dharma, su elocuencia, su voz, su fe, su morada, su amor y compasión por todos los seres, y su emancipación de este mundo así como su dominio sobre él, todo esto en Sudhana es como en los otros Budas. A pesar de lo sublime que es esta enseñanza del sutra Gandavyuha, así como lo son muchas otras de las que contiene, el entorno en que los hechos acontecen no es ningún plano remoto en la abstracción mental, sino un mundo concreto y formado por cosas particulares. Sudhana se mueve en un mundo de luz y colorido. Ya que el sutra del Ornamento de Flores, igual que el Sadharma-Pundarika y el Sukhavati-vyuha Extenso, trata de indicar las realidades transcendentales por medio de los símbolos poéticos que estimulan la imaginación, en vez de los conceptos que estimulan el intelecto. Enseñanzas de gran importancia nos son reveladas por medio de una fantasmagoría de dimensiones cósmicas. Tal es la fantasmagoría que encuentra Sudhana al entrar en la torre dedicada a Vairocana en que mora el Bodhisattva Maitreya. Cuando entra ve que se extiende al infinito y que contiene en estado de interpenetración mutua y perfecta a todos los fenómenos del universo. Este episodio ha sido descrito detalladamente por Suzuki que en el libro que ya he citado dedica tres ensayos bastante largos al Gandavyuha. El lector que desee saber más sobre el contenido de este sutra hará bien en recurrir a estos tres ensayos. El Gandavyuha establece la realidad de la Mente Absoluta estimulando la imaginación y la intuición. En cambio el sutra Surangama es predominantemente psicológico y su forma es más bien la de la disertación. En el primero se nos transporta a un mundo de dimensiones impensables y la verdad se nos manifiesta en una serie de bellísimas visiones. En el segundo nos encontramos en el vestíbulo del Monasterio de Jetavana, mirando por la ventana los árboles del Jardín de Anathapindika. Es verano y en una tarde templada el Buda paso a paso lleva a Ananda a la realización de que en el sentido más remoto sólo existe la Mente Absoluta. Este diálogo, cuya traducción al inglés ha sido publicada varias veces, ocupa los primeros cuatro capítulos del sutra que se vuelve, tras estos, en algo tan amorfo como el sutra Lankavatara. Los distintos argumentos usados por el Buda se dividen en tres clases. Primero, le hace reconocer a Ananda que no se puede decir que la mente este localizada ni en el cuerpo, ni fuera del cuerpo, ni entre fuera y dentro del cuerpo: la mente no es un fenómeno condicionado por el espacio. Después le muestra la diferencia entre la mente verdadera y la mente falsa, o la Mente Absoluta y la facultad discriminatoria. Finalmente, el Buda declara que el universo aparentemente objetivo y percibido por la facultad discriminatoria es como la alucinación de una persona con defectos visuales y no existe; la única realidad es la Mente Absoluta. El compilador del sutra describe el efecto que produce la exposición del Buda con las siguientes palabras: Ananda y toda la gran congregación... percibieron que cada una de sus mentes coincidía en extensión con el universo, viendo claramente la naturaleza vacía del universo, igual que si contemplasen una hoja o cualquier objeto insignificante sobre la mano, y que todas las cosas del universo meramente son la mente excelentemente luminosa y primordial del Bodhi, y que esta mente está difundida universalmente y comprende todo en ella. Todavía reflexionando, contemplaron sus cuerpos generados como si fuesen motas de polvo en la amplia expansión de la vacuidad universal, a salvo un momento, perdido después; o una burbuja en el mar, surgida de la nada y nacida para ser destruida. Pero su Mente independiente y perfecta (contemplaron) como algo indestructible y que permanece lo mismo, idéntica a la realidad más remota del Buda. El Saddharma-Lankavatara, o Entrada de la Doctrina de la Verdad en Lanka, como gran parte del sutra Surangama, se caracteriza por ser completamente amorfo. Las extraordinarias joyas espirituales que contiene no han sido montadas en el trabajado oro del arte literario, no habiéndose construido pues otra corona para la gloriosa cabeza del Mahayana. Estas joyas han sido dejadas en un montón en el suelo y mezcladas con ellas hay piedras y trozos de vidrio. Suzuki llega incluso a concluir que el Lankavatara es “un memorándum que debió de escribir algún maestro del Mahayana, quizá con la intención de registrar todas las enseñanzas importantes que los seguidores del Mahayana aceptaban durante su época”83. Es posible que esta conjetura sea correcta. El sutra en la forma que lo hemos recibido contiene nueve capítulos, escritos casi completamente en prosa, y un suplemento en verso. Los títulos de los capítulos, o los colofones, ya que a veces vienen al final, guardan una relación bastante indefinida con el texto. A parte del capítulo sobre el Consumo de la Carne para la Alimentación y el capítulo sobre el Dharana, y ambos son adiciones posteriores, tan sólo tiene forma literaria el primer capítulo que lleva como título “La invitación de Ravana” o “Ravana pide instrucciones”. De hecho este capítulo forma por si mismo una unidad narrativa y sin duda fue incorporado al sutra en su compilación original. Aun así existe entre este capítulo y los que le siguen una fuerte conexión. De hecho la diferencia en la forma y la conexión interior hace estas dos divisiones interdependientes. En “la Invitación de Ravana” se nos presenta en forma de drama la intuición primordial del Yogachara, es decir, que la única realidad es la Mente Absoluta, y vemos esa intuición frente a nosotros. En cambio en los capítulos restantes se habla de esa intuición desde puntos de vista esencialmente racionales. Suzuki argumenta vigorosamente que el Lankavatara no es un tratado que persiga establecer un sistema filosófico, sino que trata de una disertación sobre una cierta experiencia religiosa84. Basándose en esto podríamos decir que en el primer capítulo 83 84 The Lankavatara Sutra: A Mahayana Text Studies in the Lankavatara Sutra, pág. 72 está contenida la experiencia religiosa y entre el segundo y el séptimo la disertación. Por lo tanto, la parte más importante del sutra es obviamente el primer capítulo, ya que contiene el origen de los razonamientos de la obra. De hecho es el origen de toda la filosofía de la escuela Yogachara, pues ésta no es otra cosa que la tentativa de disertar sobre la misma experiencia, la experiencia de la única realidad, la Mente Absoluta. En el sutra esta experiencia le ocurre a Ravana cuando se encontraba en el Monte Malaya y para el Yogachara representa la experiencia que constituye el logro más remoto del budista. El resumen de “La Invitación de Ravana” que hace el Dr.E.J.Thomas nos proporcionará una caracterización del tema principal de todo el Lankavatara y, a la par, una introducción a las enseñanzas de cariz más filosófico que veremos en la próxima sección. El sutra comienza diciéndonos que el Buda, cuando salía del palacio de los Nagas, en el fondo del océano, donde había estado predicando por una semana, dirigió su mirada a Lanka y sonrió. El recordaba que Budas previos habían enseñado la doctrina allí. Entonces prosigue el sutra diciendo que Ravana, inspirado por el poder del Buda le invitó a que fuera allí y enseñase la doctrina de la percepción interior y la existencia real de la mente (citta). El Buda fue entonces a Lanka en la carreta de Ravana y tanto El como sus Bodhisattvas acompañantes fueron engalanados con collares de perlas y piedras preciosas por los muchachos y las muchachas de los Yakshas. El Buda entonces creó montañas en las que fueron vistos El y Ravana. Pero de repente todo se desvaneció y Ravana se encontró sólo. Sintió él entonces una sensación repentina de repugnancia (Paravritti) y se dio cuenta de que lo que percibía era simplemente su propia mente. Tras esto, gracias a sus raíces meritorias fue capaz de comprender todos los tratados y con sus poderes yógicos vio las cosas tal y como son. A continuación, Ravana oyó una voz proveniente del cielo que decía “ha de ser aprendido por medio del ser interior” y el Buda le explicó que el entrenamiento consistía en eso. Este es el camino de los yoguis, los hijos del Buda o Bodhisattvas, los cuales sobrepasan las opiniones de los discípulos del logro, los pratyekabuddhas y los herejes. Esta es la realización de los grandes yoguis que aplastan las demás doctrinas, que destruyen todas las herejías malvadas, que son hábiles en el rechazo de la herejía del ser y en producir la repugnancia en la mente por medio del entendimiento superior. Así le fueron enseñadas a Ravana las dos verdades fundamentales de esta escuela, es decir, que todo lo externo es debido a la interpretación errónea de la experiencia interior y que la comprensión de la realidad se logra por medio de la repugnancia repentina en la que la verdad se presenta frente al yogui (palabra que quiere decir aquí Bodhisattva) durante su contemplación. Entonces todo el entorno con todo su esplendor reaparece frente a Ravana y el Buda se ríe. Todos los presentes se ríen pero la risa del Buda es la que más se oye. La razón de esto, explicó el Buda, era que Ravana quería hacer una pregunta. El ya la había preguntado a los Budas del pasado y la iba a preguntar a los Budas futuros. Entonces le fue permitido a Ravana hacer su pregunta sobre la dualidad de las cosas. Se dice que hemos de abandonar las cosas y las no cosas, ¿Cómo van a ser abandonadas si no existen? La respuesta es que la dualidad es sólo lo que imagina erróneamente el ignorante. Esa gente ve en la manifestación de la mente cosas externas. Estas deben considerarse que son como los cuernos de una liebre, y que no pertenecen ni a la realidad ni a la no realidad, en esto consiste su abandono. Quien ve esto, ve correctamente. Quien no lo ve es movido por la imaginación falsa y percibe la dualidad, como el reflejo de uno mismo en un espejo o en el agua, la propia sombra a la luz de la luna o en una casa, o como el sonido del eco. Así aferrándose a su imaginación falsa ven cosas y no cosas; imaginan constantemente y nunca alcanzan la tranquilidad. La palabra tranquilidad quiere decir “tener un punto” (ekagara). Es la entrada en el Tathagatagarbha, el reino de la Sabiduría noble del ser interior, en el que surge la concentración superior (The History of Buddhist Thought, págs. 231-2) IX La escuela Yogachara Según Tucci, Maitreya, el maestro de Asanga y “fundador” de la Escuela Yogachara, ocupa un lugar tan importante en la historia de la filosofía india como Nagarjuna 1 . Sin embargo, se sabe menos sobre la vida de Maitreya que sobre la de prácticamente cualquier otro acharya del Mahayana. Según fuentes de la tradición china Asanga recibió las doctrinas del Yogachara del Bodhisattva Maitreya al que visitó en el paraíso Tusita. Pero actualmente sabemos que al Maitreya histórico se le dio el título de Bodhisattva, igual que se le dio a Nagarjuna y a otros acharyas del Mahayana, de lo cual resultó la confusión de ambos personajes. Así se le atribuyeron a Asanga los sastras, que según él mismo, le había dictado el acharya Maitreya, creyéndose que Asanga los atribuía al Bodhisattva Maitreya o por modestia o por deseo de destacar el prestigio de los sastras. Pero aún si se ha establecido que Maitreyanatha (siguiendo el ejemplo de Tucci, le llamaré así para evitar la confusión) fue un personaje histórico, lo único que se sabe con certidumbre es que compuso cinco sastras y que tuvo un discípulo llamado Asanga. Se cree generalmente que vivió al principio del siglo cuarto d. de C., pero no se sabe con certidumbre. Por lo tanto cualquier tentativa de formarse una idea del carácter y del temperamento de este acharya tendrá que fundarse completamente en la naturaleza de su obra. En cierto sentido la evidencia es unánime. Tucci escribe lo siguiente respecto a Maitreyanatha: Cuando se examinan sus obras salta a la vista una característica fundamental y común a todas ellas. Me refiero a la tentativa de conciliación de las distintas tendencias del budismo... Entre el ideal monástico representado por la Arahantidad y el del Bodhisattva había mucha distancia...Algunos textos trataron de resolver la contradicción aparente entre el Hinayana y el Mahayana recurriendo a la teoría de la verdad doble... Posteriormente se elaboró una nueva doctrina según la cual ciertos sutras fueron expuestos por el Buda en tres o incluso cinco ocasiones... Estos pasos conciliatorios fueron tomados por seguidores del Mahayana de los primeros tiempos, ya que la 1 On Some Aspects of the Doctrines of Maitreya(natha) and Asanga, pág. 6 teoría del Ekayana, en oposición a la teoría de los Tres Yanas, había sido ya enunciada en algunos de los sutras del Mahayana más antiguos, como por ejemplo el Saddharmapundarika. Pero si era relativamente fácil afirmar la teoría del Ekayana, no lo era el combinar en una forma lógica todos los principios prácticos, dogmáticos, místicos y teológicos que representaban las características principales de las dos escuelas. Eso fue intentado por Maitreyanatha en el Sutralankara y, sobre todo, en el Abhisamayalankara en el que se combinan el Hinayana y el Mahayana-carya en el abhisamaya, o la ascensión mística hacia la realización suprema. (On Some Aspect of the Doctrines of Maitreya(natha) and Asanga, págs. 18-20) Nagarjuna era de temperamento claramente analítico, en cambio, Maitreyanatha parece haberse inclinado hacia la síntesis. El primero rechazó todas las opiniones por ser inadecuadas, el segundo, aunque reconoció que eran inadecuadas, pensó que dentro de un esquema que comprendiese el progreso espiritual podía encontrarse un lugar para cada una de ellas. Parece ser que al final la tendencia a la conciliación y la síntesis de Maitreyanatha triunfó en principio, ya que como vimos en la sección V, la escuela Madhyamika llegó a abandonar su rigor y acabó por admitir la validez relativa de la enseñanza del Yogachara. Atisa, con este mismo espíritu, declaró posteriormente, en el siglo doce, que el Hinayana, Mahayana y Tantrayana eran las fases sucesivas de un solo Camino. Esta opinión fue un siglo después sistematizada por Tsongkhapa y es todavía la doctrina oficial de la Orden Gelupa del Tíbet. A Maitreyanatha se le atribuyen cinco sastras, si bien es posible que su actividad literaria no se limitara a estas obras. Según fuentes de la tradición tibetana, los cinco sastras son el Abhisamayalankara, el Mahayanasutralankara, el Madhyantavibhaga (o vibhanga), el Dharmadharmatavibhanga y el Mahayanauttaratantra. Hay cierta evidencia para creer que el karika, o la porción en verso, del Yogacharayabhumisastra es también obra de Maitreyanatha. Esta obra es un logro escolástico prodigioso que trata de la carrera del Bodhisattva en diecisiete fases sucesivas. Pero como la evidencia no es totalmente conclusiva, me limitaré, entre los sastras que he enumerado, al primero, segundo y tercero—el cuarto no se encuentra y el quinto, según la tradición china no es obra de Maitreyanatha. El Sutralankara y el Abhisamayalankara tienen ciertas características comunes tanto en lo literario como en lo doctrinal. Como indican sus títulos, ambos son alankaras y ambos son tentativas de síntesis. Tucci ha dado una definición autoritativa de este tipo de sastra: Es una obra exegética que podría ser denominada comentario, ya que explica o un libro en particular, como es el caso del Abhisamyalankara, o un tipo de libro determinado, como lo hace el Sutralankara. No obstante, estas obras no son comentarios en el sentido general del término porque no explican pasajes particulares de un sutra sino todo el sutra o los sutras en general. Además los alankaras están siempre escritos en verso y enumeran y clasifican los diversos temas contenidos en los sutras. Es evidente que el objetivo principal de los autores de los alankaras fue introducir un orden sistemático en los extensos y desordenados tratados del Mahayana y, a la par, demostrar que las ideas nuevas estaban contenidas en esos venerables textos .... Estos alankaras constituyeron el puente entre los sutras del Mahayana y la nueva filosofía del Yogachara. (On Some Aspects...págs. 10-11) Tucci señala también que los alankaras, debido a su brevedad, son ininteligibles y requieren elucidación. Esta fue proporcionada por Asanga que recibió de su maestro las karikas y las explicaciones orales y compuso y compiló comentarios elaborados. No obstante, en ciertos casos le transmitió la explicación a su hermano menor Vasubandhu, que posteriormente las pasó a escritura. No se puede descartar la posibilidad de que explicaciones de otros textos fuesen transmitidas de esta forma y que mucho más tarde tomaran la forma escrita de los comentarios. En su comentario del Sutralankara Asanga no sólo cita sutras del Mahayana sino que también hace mención de los Agamas, que están escritos en sánscrito y corresponden a los cuatro Nikayas del Canon Pali del Theravada. A partir de esto se puede inferir que los versos de Maitreyanatha eran en cierta medida una síntesis de los puntos de vista del Hinayana y el Mahayana. Sin duda esto es cierto en el caso del Abhisamayalankara, o Tratado de la Re-unión con lo Absoluto, en el que el Sravakayana, el Prateycabuddhayana y el Bodhisattvayana no son considerados rutas diferentes para la misma meta, sino grados sucesivos de un Camino que los incluye a los tres. Más evidencia del carácter conciliador de la mente de Maitreyanatha es el importante hecho de que aunque sus enseñanzas fueron el impulso original del movimiento Yogachara, el Abhisamayalankara no es la sistematización de un sutra idealista sino la de la Perfección de la Sabiduría en 25.000 líneas. El Abhisamayalankara, junto al Aloka de Haribhadra, un comentario libre de la Perfección de la Sabiduría en 8.000 líneas, “ha dominado por siglos la exégesis del Prajnaparamita Extenso”85. Además, en el Tíbet y en Mongolia, el Abhisamayalankara sigue siendo uno de los textos más importantes en los colegios monásticos. Aun siendo todo esto cierto, no se debe olvidar que el Abhisamayalankara es un manual de yoga. Aunque Maitreyanatha fuese, como ha sido sugerido, una figura tan representativa del Yogachara como del Madhyamika, hay que tener en cuenta que él analizó las enseñanzas de la Prajñaparamita insistiendo en la Meditación. De hecho este énfasis fue directamente responsable de la diferencia de perspectiva que al final llevó a distinguir al Yogachara. Esa diferencia fue claramente mostrada por Maitreyanatha en el Madhyantavibhanga (o vibhaga), cuyo título contiene la intención obvia de provocar la comparación y el contraste con el Madhyamikakarika de Nagarjuna. Según Nagarjuna, para seguir el Camino Medio hay que negarse a pensar sobre la Realidad Absoluta, Sunyatá, en términos de existencia o en términos de no existencia. Según Maitreyanatha esa opinión es extrema y ha de ser rechazada: la Realidad es tanto 85 Conze, Selected Sayings...... pág. 14 existente como no existente. Existe en la medida que constituye el verdadero ser de los fenómenos, pero no existe en la mediada que la relación entre el sujeto y el objeto no se da en ella. Esta opinión la resume en un verso de concisión admirable y que Tucci traduce así: “La imaginación irreal existe; la dualidad no existe en ella, pero la vacuidad existe en ella y ella existe en la vacuidad”. Este verso, además de enunciar la postura de Maitreyanatha, ataca las posturas rivales y responde a las posibles objeciones. La afirmación con que comienza, es decir, que la imaginación irreal existe (Abhutaparikalpo sti), tiene un propósito práctico en vez de teórico. Sin admitir de una u otra forma que existe la ignorancia, la asunción errónea de que los fenómenos existen independientemente, es imposible la vida espiritual, en el sentido de la eliminación progresiva de la ignorancia y el logro de la Iluminación. Pero aunque existe la imaginación irreal en la forma de una sucesión de estados mentales con relaciones causales, existe vacía de la dualidad entre el sujeto y objeto (dvyan tatra na vidyate). Es decir, la vacuidad, que según los comentadores es referida como la negación de la relación entre el sujeto y el objeto, existe en la imaginación irreal (Sunyata vidyate tatra); o expresado de forma menos oscura, es su naturaleza real. La vida espiritual es posible únicamente porque la imaginación irreal existe; pero sería imposible si sólo existiera la imaginación irreal. Por eso Maitreyanatha propone como principio que Sunyatá existe en la imaginación irreal, donde funciona como apoyo a la meditación y posibilita el logro de la Iluminación. Pero si la Sunyatá está siempre presente en la imaginación irreal, ¿Por qué no se alcanza la emancipación sin la complicada necesidad de ascender a las varias fases del progreso espiritual? El gran acharya, anticipando esta objeción, y una vez hecha posible la liberación al afirmar que Sunyatá existe en la imaginación irreal, concluye su verso explicando que la liberación no tiene lugar de una vez sino progresivamente porque la imaginación irreal existe en la Sunyatá (tasyan api sa vidyate). Esto viene a ser como decir que lo Absoluto está oscurecido por la ignorancia y que al apartar la oscuridad por medio de la práctica espiritual lo Absoluto reluce de nuevo con toda su intensidad. Para Nagarjuna la Realidad no era ni positiva ni negativa, ni existente ni no existente, en cambio para Maitreyanatha la Realidad es definitivamente positiva. Los yogacharines identificaron esta Realidad positiva con la Mente Absoluta, siguiendo los precedentes de los sutras idealistas. Al hacer esto, como los compiladores de los sutras, trataron de tener en cuenta el hecho de que la consciencia permanece en el estado más exaltado de samadhi, en donde la distinción entre el sujeto y el objeto desaparece. La Iluminación no consiste en el logro de un objeto sino que es la realización de la naturaleza esencialmente inmaculada de la Mente, realización que se alcanza por medio de la práctica espiritual metódica. Se puede demostrar partiendo del Canon Pali que el Yogachara, igual que el Madhyamikavada, es el desarrollo de un aspecto de la Enseñanza Original. En el Anguttara Nikaya el Buda dice: “Esta consciencia (citta) es luminosa pero está corrompida por la corrupción adventicia. La persona normal que no ha recibido las instrucciones no comprende esto tal y como es. Por lo tanto yo digo que para tal persona no hay desarrollo mental. Esta consciencia es luminosa y está libre de corrupción adventicia. El discípulo noble bien instruido comprende esto tal y como es. Por lo tanto yo digo que para él hay desarrollo mental. (Anguttara Nikaya, I.10. Traducción de I.B.Honer) “Desarrollo mental” es la traducción de la palabra bhavana cuyo significado incluye a la Meditación y a la Sabiduría. Así pues, el Buda deja bien claro que la vida espiritual presupone el reconocimiento de la existencia de esas dos cosas que más tarde serían llamadas la Mente Absoluta y la imaginación irreal. Una vez establecida esta dualidad, a los yogacharines no les quedo otra alternativa que explicar la relación entre ambos miembros. Lo cual al final les condujo a tratar de explicar el origen del universo, una cuestión puramente teórica que el Buda había rechazado diciendo que tal origen era inconcebible. De todos modos, la forma que tomaron las especulaciones de los yogacharines serán entendidas mejor si se las conecta con Asanga y Vasubandhu, a cuyas vidas y obras respectivas dirigiremos ahora nuestra atención. Estos celebres hermanos, cuyos nombres eclipsaron por siglos la fama de Maitreyanatha, nacieron a finales del siglo cuarto d.de C., en una familia de Brahmanes en Pehsawar, lugar de importancia para el budismo desde la época de Kanishka. Ambos comenzaron su carrera espiritual en la escuela Sarvastivada. Asanga fue el primero en cambiar de ideas y, como ya hemos visto, se hizo discípulo de Maitreyanatha. El desarrollo filosófico de Vasubandhu le llevó al final a un idealismo quizá más radical que el de Asanga, pero su proceso de cambio fue más lento y deliberado. Vasubanddhu compuso durante sus años en la escuela Sarvastivada una de las exposiciones del Abhidharma más completa y sistemática de la historia del budismo. Esta obra es el celebradísimo Abhidharmakosa que se basa en el Vibhasa y en el Mahavibhasa que a su vez se basan en el Jñanaprasthna-sutra. Según Paramartha, el biógrafo de Vasubandhu, los seiscientos versos que componen el núcleo de esta gran obra fueron enviados por el autor a los monjes de Cachemira. Estos le dieron su aprobación pero objetaron que los aforismos eran demasiado concisos y le pidieron explicaciones más extensas. En respuesta Vasubandhu escribió un comentario en prosa, pero como sus opiniones habían ido cambiando criticó libremente cualquier punto de la doctrina del Sarvastivada con que, entonces, se encontraba en desacuerdo. Esta forma inesperada de acceder a la petición de los monjes de Cachemira les hizo sentirse ofendidos y las opiniones de Vasubandhu fueron cuestionadas. Sin embargo, el Kosa se mantuvo firme como una roca en el medio de todas esas conmociones y junto al Vyakhya de Yasomitra, conocido por el nombre de Sphutartha, terminó por convertirse en uno de los fundamentos del Kusha Shu, una escuela china independiente. No obstante, Vasubandhu era ya de edad avanzada cuando, finalmente, el ímpetu de su desarrollo filosófico y los ruegos de su hermano Asanga le llevaron a dejar el Sarvastivada para pasarse a la escuela Yogachara. Su evolución (me niego a usar la palabra conversión) no fue algo que se pueda considerar excepcional en aquella época. No obstante, Vasubandhu es el único acharya que goza de igual prestigio como exponente de las dos ramas principales de la tradición budista. Con un pie en el Gran Vehículo y el otro en el Vehículo inferior, Vasubandhu se alza como un coloso en el budismo medieval indio. No me es posible dar una relación exacta y completa de las obras de Asanga y Vasubandhu. Para empezar, algunas sólo existen en traducciones al chino y al tibetano y otras no han sobrevivido. Además, no todas las obras que la tradición les atribuye pueden considerarse realmente suyas. Aun así, no sería erróneo el aceptar como la obra mayor de Asanga los comentarios de los siguientes textos: el Yogacharyabhumi, el Mahayanasutralankara, el Dharmadharmatavibhanga y el Mahayanauttaratantra86—los versos núcleo de todos estos textos parecen haber sido obra de Maitreyanatha. También pueden incluirse dos tratados independientes el Trisatikayah Prajñaparamitayah Karikasaptati y el Mahayanasamparigraha. En cuanto a la obra de Vasubandhu, encontramos entre las arenas movedizas de la atribución dudosa al menos un punto de suelo perfectamente sólido. Este es el Trimsika-vijñaptikarika o “las Treinta Estrofas de la Mera Idea” que afortunadamente no es sólo la obra más auténtica sino también su sastra más importante e influyente. De los diez comentarios de esta obra que se escribieron en la India el único que queda completo es el de Sthiramati. Sin embargo, todos ellos fueron resumidos en el Vijñaptimatratasiddhi del muy diligente Hiuen Tsiang, un defensor leal pero no muy riguroso del sistema de los yogacharines. Esta compilación no presume lograr el equilibrio entre las opiniones de los diez comentadores, sino que da mayor importancia a la de Dharmapala, el abad de Nalanda. Sin duda, a las Treinta Estrofas le siguen en autenticidad e influencia el comentario del Madhyantavibhaga que, como ya he mencionado, Vasubandhu lo compiló a partir de la 86 A pesar de que el título pueda sugerirlo, esta no es una obra tántrica. Es simplemente una exposición de la doctrina del Madhyamika. explicación oral de su hermano, y el comentario del Mahayanasamparigraha de Asanga. Hay también numerosas obras menores entre las cuales destaca por su autenticidad el Trisvabhavanirdesa. Ya he insistido en que no sería correcto concebir al acharya del Mahayana—ni aun en el caso del fundador de una escuela—como concebimos a los pensadores y filósofos occidentales. Los acharyas eran más bien los sistematizadores de las enseñanzas tradicionales contenidas en los sutras. La originalidad que ellos pudiesen poseer en vez de expresarse en la concepción de doctrinas nuevas se expresaba en la perfección con que ordenaban las doctrinas existentes. Los sutras son como las minas de piedras preciosas y los sastras son el diamante o el rubí que tras ser tallado y pulido alcanza un brillo superior. Además, aunque el joyero no haga la piedra preciosa, tiene la libertad de tomar el tipo de piedra que quiera y tallarla en la forma que él crea que realza mejor su belleza. De igual modo, el acharya seleccionaba de un sutra o un grupo de sutras la doctrina que le atrajese, o la que tuviese mayor valor intrínseco o la que pensase que estaba desatendida o mal interpretada. Todo esto contribuyó a la continuidad de la tradición y es digno de elogio, si bien dificulta en gran medida la labor de exposición que estoy llevando a cabo en este capítulo. La línea que divide en una doctrina lo sistematizado de lo no sistematizado no es siempre fácil de ver y tampoco es posible determinar con exactitud la contribución de cada uno de los acharyas. Una escuela del Mahayana es como un templo magnífico cuyas partes han sido construidas por distinta gente y en épocas diferentes, si bien nadie sabe que arquitecto es responsable de esas columnas o de aquellas cúpulas. Lo único que se puede hacer es dar una descripción de la estructura y una relación de los hombres asociados con su levantamiento. Debemos tener siempre presente este principio, si es que queremos evitar el error de imaginar que el desarrollo de las escuelas del Mahayana fue una sucesión de opiniones puramente especulativas, tal y como las que, por lo general, constituyen la historia de la filosofía europea. Las cuatro doctrinas que voy a relatar brevemente están forzosamente ligadas a las vidas de Asanga y Vasubandhu, pero no por eso han de considerarse su creación, si bien no cabe duda que fueron ellos dos quienes las sistematizaron. Tampoco ha de suponerse que Asanga y Vasubandhu sólo profesaran estas cuatro doctrinas. Como el mismo Maitreyanatha, aceptaban toda la tradición budista pero insistían en un aspecto particular. Las cuatro doctrinas guardan estrecha relación con la tesis central del Yogachara, a saber, que la Mente Absoluta es la única realidad. Las doctrinas tratan de (a) la existencia de solamente las ideas (vijñaptimatrata), (b) el Almacén de Consciencia (alayavijñana), (c) los tres tipos de “ser propio” (svabhava) y (d) el cuerpo triple (trikaya) del Iluminado. La cuarta doctrina, por ser una de las doctrinas aceptadas por todas las escuelas, fue descrita detalladamente en la sección VI del capítulo segundo y no necesito pues explicarla de nuevo. (a) Una de las mejores formas de demostrar que la única realidad es la Mente Absoluta es probar la no existencia de la materia. Este tipo de argumento era inaceptable para los madhyamikas que mantenían que el carácter antinónico de la razón impedía establecer certidumbres por medio de argumentos lógicos. En cambio los yogacharines se sintieron atraídos por este tipo de argumento, especialmente Vasubandhu cuya obra más famosa, el Trimsikavijñaptimatrata, es principalmente una tentativa de demostrar que la materia no existe, ni en forma atómica ni en forma no atómica, y que sólo existen las ideas. Como el idealismo de Berkeley que en muchas formas se asemeja al de su gran precursor indio, la doctrina del vijñaptimatrata ha sido objeto de mala interpretación y tergiversación. Ni a Vasubandhu ni a Berkeley se les puede refutar a base de dar taconazos sobre la piedra, por muy insistente que se sea. Ya que lo que niegan no es la existencia de las cualidades sensoriales, entre las que se encuentra la solidez, sino el substrato material independiente al que se suponen inherentes. Para ambos, una flor, por ejemplo, es meramente la suma de unas sensaciones visuales, olfativas y táctiles particulares, pero no un pedazo de materia que posee las sensaciones como atributos propios. La materia es una abstracción, tan sólo una palabra. Hablando con propiedad no tendríamos que referirnos al hecho de tener percepción de una cosa, sino que deberíamos decir simplemente tener percepción. Para Berkeley esse est percipi o percipere (existir es ser percibido o percibir), para Vasubandhu vijñaptimatra (sólo las ideas—es decir las percepciones—existen). Además tanto el obispo irlandés como el acharya indio se esforzaron en establecer sus respectivas posturas por razones prácticas y religiosas en vez de razones teóricas y académicas. Para Berkeley el materialismo equivalía al ateísmo, y este a la ausencia de religión que a su vez conduciría al vicio. Por lo tanto pensaba que probando que la materia no existía, destruiría la base del materialismo, reivindicaría la religión y promocionaría la causa de la virtud. Según Vasubandhu, cuando realizamos, como Ravana en el Lankavatara, que el supuesto universo objetivo sólo existe en nuestra mente, el apego a él será totalmente destruido y la liberación será así alcanzada. En sus propias palabras: “Donde no hay nada por lo que sentir apego no hay tampoco el apego”87. Pero Vasubandhu tiene una gran ventaja sobre Berkeley, ya que el idealista budista, contrariamente al cristiano, saca el apoyo de sus conclusiones no sólo de la lógica, o de la analogía de los sueños, sino que también cuenta con el testimonio del yogui que en los estados exaltados del samadhi percibe impresiones sensuales vívidas sin que haya ningún estímulo objetivo. Vasubandhu de hecho sugiere que sólo se puede obtener convicción verdadera del vijñaptimatrata por medio de la experiencia personal de la Meditación. “Antes de haber despertado de un sueño”, dice el acharya, “no sabemos que lo que vemos en el sueño no existe”88 (b) Si la materia no existe y el universo no tiene realidad aparte de los agregados de la percepción ¿Por qué pensamos que la materia existe? ¿Cuál es la causa de la ilusión de la existencia objetiva? La doctrina de la alayavijñana o el Almacén de Consciencia en cierto sentido es parte de la tentativa de responder a esta pregunta en un modo sistemático. 87 88 Trinsika, pág. 28 Ibídem, pág. 16 Maitreyanatha, además de proponer como principio que la Mente Absoluta es la única realidad, también propuso la existencia de la abhutaparikalpa o la imaginación irreal que oscurece el resplandor de la Mente Absoluta. Estos dos principios son en un sentido idénticos y en el otro diferentes. Si los contemplamos como diferentes, la Mente Absoluta es el principio estático y la imaginación irreal el dinámico, o potencialmente dinámico. De este principio dinámico, que comprende dos aspectos, surge todo el supuesto universo objetivo que no es otra cosa que la transformación de la mente. Los dos aspectos del principio dinámico son la alayavijñana, o el Almacén de Consciencia, y la pravrttivijñana o la consciencia en evolución. Cada acto voluntario produce un efecto al que se le da el nombre de vasana. Los vasanas son “almacenados” en la alayavijñana como si fueran “semillas”. Cuando estas semillas fructifican y producen resultados se produce el tacto, la actividad mental (manaskara), la sensación, la percepción y la voluntad (cetana)—que corresponden a los cinco agregados de la tradición más antigua. Esta es la primera transformación de la consciencia. La segunda transformación ocurre cuando la consciencia de ego, manas, evoluciona a partir de la alyavijñana y la tercera cuando por medio de la actividad de los seis sentidos surgen las percepciones de los colores, el sonido, la temperatura, la solidez, etc, y son interpretadas erróneamente, vistas como un mundo objetivo y otro subjetivo que son independientes. Así es el génesis de la ilusión de la realidad de las cosas y la del ser. Las vijñanas asociadas con las seis facultades de los sentidos más la mano-vijñana, o consciencia del ego, forman la consciencia en evolución (pravrtti-vijñana) que ya he mencionado. Estas siete consciencias más la alayavijñana forman las ocho consciencias de la escuela Yogachara. (c) La doctrina de la alayavjiñana forma parte de la tentativa de explicar la relación causal entre la Mente Absoluta y su hipóstasis. En cambio la doctrina tercera, la de las svabhavas, diferencia sus respectivas categorías ontológicas y determina la naturaleza de sus relaciones mutuas desde el punto de vista ontológico. Las tres svabhavas son la parinispanna, o la realidad absoluta, la paratantra, o la realidad relativa, y la parikalpita, la realidad imputada o mera ilusión. La primera corresponde a la Mente Absoluta, la segunda a la imaginación irreal y la tercera a la noción errónea de la existencia objetiva y subjetiva89. En este sentido hay que destacar que para el yogacharin la distinción entre el sujeto y el objeto es irreal, si bien la mente y el estado mental en que la distinción se sobrepone es real en el sentido relativo. De hecho son lo mismo que el abhutaparikalpa, que es irreal sólo en comparación con la realidad absoluta o Única Mente. Al admitir la realidad relativa de la mente y los estados mentales, los yogacharines consiguieron incorporar tras las modificaciones necesarias, la clasificación y análisis de los dharmas de los sarvastivadines además de la mayoría de su escolasticismo. Vasubandhu trata de explicar la diferencia entre las tres svabhavas por medio de un ejemplo interesante pero quizá no muy aclaratorio. Vasubandhu dice que gracias al poder de un mantra se puede hacer que un trozo de madera tome la apariencia de un elefante. La no existencia del elefante en el trozo de madera es la realidad absoluta, la forma del elefante la realidad relativa y el elefante mismo la realidad imputada; el mantra corresponde a la 90 alayavijñana . Independientemente del mérito del ejemplo, Vasubandhu deja muy claro que la distinción entre las tres svabhavas es simplemente pragmática; en realidad sólo existe la Única Mente. Cuando la alucinación del elefante y su forma dejan de ser percibidas se ve el trozo de madera, del mismo modo, cuando se desvanecen la realidad imputada y la realidad relativa, es realizada la realidad absoluta. El gran acharya describe este proceso con las bellas estrofas que cito a continuación, estrofas que muy adecuadamente concluyen el Trisvabhavanirdesa: 35. Restringiendo el pensamiento opuesto, viendo la vanidad de las cosas por medio del intelecto y siguiendo las tres 89 Decir que el Yogachara es idealismo subjetivo es un error grave, ya que explícitamente declara que el sujeto es una ilusión. 90 Trisvabhavanirdesa, págs. 27, 28 y 30. formas de conocimiento (el estudio, la reflexión y la meditación) se logra la emancipación sin ningún esfuerzo. 36. Por medio del logro del estado de la Consciencia Pura se llega a la no percepción de lo perceptible, y por medio de la no percepción de lo perceptible (el objeto) se llega a la no adquisición de la mente (el sujeto). 37. Por medio de la no percepción de estos dos surge la realización de la Esencia de la Realidad (dharmadhatu) y por medio de la realización de la Esencia de la Realidad surge la adquisición del poder supranormal que destruye la ignorancia y logra la prosperidad (vibhuta). 38. Una vez obtenido el poder supranormal que destruye la ignorancia y logra la prosperidad, y habiendo obtenido así el conocimiento claro sobre uno mismo y los demás, el hombre juicioso logra la Iluminación Suprema (bodhi) que está representada en las tres formas esenciales. Los acharyas que sucedieron a Asanga y a Vasubandhu fueron tan ilustres y tan numerosos como los que continuaron el trabajo de Nagarjuna y Arya Deva. Ya he mencionado los nombres de Sthiramati y Dharmapala, el comentador de Vasubandhu y el abad de Nalanda, respectivamente. A estos hay que añadir los nombres de Gunamati, otro comentador, y Saramati, el autor del Ratnagotravibhaga. Santarakshita y su discípulo Kamalasila, aunque son clasificados a veces con los yogacharines, fueron más bien madhyamikas que sistematizaron las doctrinas del yogachara aceptándolas como realidad relativa. Los nombres de Paramartha y Hiuen Tsiang están relacionados con la introducción del Yogachara en la China. Ya vimos que Hiuen Tsiang tradujo el Trimsika de Vasubandhu y además hizo un resumen en chino de los diez comentarios indios. Esta obra que es conocida por el nombre de Vijñaptimatrasiddhi, fue el sastra principal de la escuela Fa Hsiang Tsung o escuela Dharmakalashana, de la cual se considera fundador a Hiuen Tsiang. Su discípulo Chi Kuei (632-685 d.de C.) fue un gran pensador, un escritor prolífico y el principal exponente de la escuela. A mediados del siglo séptimo y, de nuevo, a principio del siglo octavo, la escuela fue introducida en el Japón, donde se la conoce por el nombre de Hosso Shu. Tras su período de florecimiento fue perdiendo terreno en beneficio de movimientos más vigorosos y hoy en día sobrevive entre las numerosa ramas menores del budismo japonés. Antes de concluir esta sección debo mencionar dos movimientos de gran importancia histórica y que pueden ser clasificados, al menos en sus fases iniciales, como descendientes del Yogachara. Estos son el movimiento indio que desarrolló la versión budista de la ciencia de la lógica y el movimiento chino que se dedicó esencialmente a la práctica de la Meditación. La lógica budista comenzó con una serie de normas para el debate público, cuya práctica correcta era tan importante en la India medieval como en la Grecia antigua, excepto que en la primera esta actividad era más religiosa que política. Por medio de argumentos hábiles se puede convencer a la gente y convertirles a la Doctrina Verdadera. El Yogacharya-bhumisastra es un tratado global sobre la carrera del Bodhisattva, por consiguiente dedica uno de sus capítulos a los ocho tipos de normas que ha de observar el Bodhisattva en su conducta en un debate. La ciencia de la lógica budista creció a partir de estos simples principios. Debido a la competencia dialéctica, sin precedentes, de Dignaga, discípulo de Vasubandhu, y su propio discípulo Dharmakirti—ambos yogacharines con inclinación al Sautántrika—las escuelas no budistas de la época recibieron una conmoción aún mayor que la que habían recibido con Nagarjuna. No obstante, no tuvo que pasar mucho tiempo para que la lógica y la epistemología se estudiasen por su valor intrínseco en vez de como instrumento de divulgación. Por eso, a pesar de su papel decisivo en la filosofía india durante la época medieval, tan sólo hago una referencia breve y honorífica a la Escuela Lógica del Budismo. El lector que esté interesado en sus doctrinas encontrará una relación completa de ellas en la obra del Dr. Satkari Mookerje titulada The Buddhist Philosophy of Universal Flux (publicada por la Universidad de Calcuta en 1935). Tampoco puedo dedicar mucho espacio para la Escuela de la Meditación que en la China se llamó Chan Tsung y en el Japón Zen Shu. Su conexión con el Yogachara se establece debido a que comenzó aproximadamente en el año 440 d. de C. con un cierto grupo que estudiaba la traducción china de Gunabhadra del Sutra Lankavatara. Tardó unos trescientos años en adquirir la categoría de escuela independiente pero en los últimos mil años ha ejercido más influencia sobre el curso de la religión y la cultura del Extremo Oriente que ninguna otra rama del Dharma. Gracias a las obras del Dr. D.T. Suzuki el Budismo Zen, que es como se llama generalmente a esta escuela, es ampliamente conocido en Occidente. Sin embargo, es lamentable que algunos budistas occidentales, disociando el Zen de su contexto en la tradición budista y con más entusiasmo que conocimiento, hayan dado la impresión errónea de que la Meditación, o lo que ellos llaman la Meditación, pueda ser practicada como una disciplina independiente, sin recurso a la Moralidad y a la Sabiduría. Entre otros frutos del Yogachara en la China destaca “el Despertar de la Fe en el Mahayana”, una sistematización de las enseñanzas del Sutra Lankavatara hecha en el siglo quinto. En principio se creyó que este sastra era una traducción de una obra de Asvagosha en sánscrito, pero investigaciones recientes indican que la obra fue escrita por un autor chino. Independientemente de su origen, lo cierto es que es una de las mejores exposiciones del Budismo Idealista, además de ser una de las más atractivas. X La transición al Tantra En la sección II vimos que, exceptuando la Atención Consciente, las Cinco Facultades Espirituales constan de dos pares de facultades, la Fe y la Sabiduría, de un lado y la Concentración y el Vigor, del otro. Estos dos pares no son sólo de contenido meramente psicológico sino que también representan las conexiones históricas entre sus correspondientes escuelas en el Mahayana. El Budismo Devocional, según expliqué en la sección VI, fue en un principio un aspecto de la escuela Madhyamika, que correctamente mantenía la supremacía de la Sabiduría. Similarmente, veremos en esta sección que el Budismo Tántrico o Mágico tuvo desde el principio de su historia una fuerte conexión con el Yogachara. Pero debido al espíritu acomodador del Mahayana y a la tendencia de sus escuelas a coincidir en ciertos puntos, la conexión por muy íntima que fuese no pudo ser exclusiva. De hecho el Yogachara, aunque se concentraba en la explicación de sus propias tesis idealistas, no por eso deseó nunca rechazar el absolutismo de los Madhyamikas. Además la adoración a Amitabha y a Maitreya la recomendaba Vasubandhu con tanto entusiasmo como Nagarjuna. Las escuelas y sub-escuelas del Mahayana no representan un rechazo de las doctrinas de las escuelas que les precedieron, sino un incremento. En teoría, cada escuela aceptaba toda la tradición previa, en la práctica, generalmente enfatizaba el aspecto de la tradición que consideraba más importante. La conexión directa con el Yogachara implica conexiones con el Madhyamika y con las escuelas devocionales. Por lo tanto Conze dice que “el Tantra combina las necesidades devocionales de las masas con las prácticas de meditación del Yogachara y la metafísica de los Madhyamikas”91 Esto es verdad aunque sólo en cierta medida, ya que no es ni mucho menos toda la verdad y sería un grave error pensar que el Budismo Tántrico hubiese sido un movimiento popular de sincretismo. Entre las escuelas del Mahayana el Tantra representa a la Facultad del Vigor, la cual tradicionalmente es definida como el mantenimiento y la producción de estados mentales sanos y la obstrucción de estados mentales insanos. Los estados mentales sanos a que se refiere la tradición son particularmente los dhyanas. En consecuencia, el interés dominante del Tantra no es teórico sino práctico. La doctrina Madhyamika aunque indicaba la verdad absoluta se había hundido en el escolasticismo por la falta de un sistema práctico de Meditación. Ya vimos que, en principio, el énfasis en la Meditación por parte de los yogacharines fue una protesta contra este desequilibrio. Sin embargo, al final acabaron por caer en lo que criticaban, ya que llegaron a pensar que dicho énfasis no quería decir el logro de los 91 Buddhism,...... pág. 184 dhyanas, sino la interpretación teórica y especulativa de la existencia vista desde la experiencia de los dhyanas. El Tantra combinó todas las diversas doctrinas de las escuelas que le precedieron pero se diferenció radicalmente de ellas en que su interés no era la elaboración teórica de las doctrinas sino la aplicación de los métodos que conducen a las realizaciones cuyos símbolos conceptuales son las doctrinas. Así pues, el Tantra pertenece más al dominio del Método que al de la Doctrina. De forma que para sus seguidores las tradiciones budistas existentes no constituían puntos de partida para la especulación sino que lo eran para la acción. El Tantra presenta el lado práctico del budismo más que ninguna otra escuela. Es por esta razón que, en las palabras del Dr. Herbert V. Guenther, “en el Tantrismo es donde el budismo encuentra su fuente de constante rejuvenecimiento”92 Pero aunque el Tantra cree en la acción y, por lo tanto en el poder en sus distintas formas, no defiende la acción en general. Esto sería meramente la actividad, y el Tantra se refiere en particular al ritual y a la acción sacramental. Este principio nos revela claramente la razón de ser del énfasis característicamente tántrico. La acción es de tres tipos, la física, la verbal y la mental. El pensamiento o la acción mental, que es de la mayor eficacia en su forma de pensamiento concentrado, determina al habla y a la acción, pero al mismo tiempo estas ejercen influencia sobre el pensamiento. La acción sacramental del Tantra trata de crear la transformación de la consciencia por medios de sonidos y movimientos espiritualmente significativos. Los sonidos son, por supuesto, los distintos dharanis o mantras, que por el tremendo efecto que tiene su repetición sobre la mente, ocupan en el Tantra una posición de extrema importancia. Los movimientos espiritualmente significativos incluyen a los mudras, gestos hechos con las manos, así como a la danza y a las postraciones. La acción sacramental obviamente sólo puede ser llevada a cabo con el cuerpo, por eso en el Tantra el cuerpo, en vez de ser despreciado, es considerado el vaso que contiene la salvación y es glorificado de manera nunca vista en otras formas de budismo. Además para el Tantra el 92 The Origin and Spirit of Vajrayana, Stepping Stones V.2 cuerpo es parte del universo material, del cual utiliza muchos objetos con propósitos sacramentales. De ahí que no considere que el mundo sea un impedimento, sino que lo vea como la ayuda para alcanzar la Iluminación y lo elogie por ser el escenario de la salvación, la revelación de lo Absoluto. En vez de abandonar el mundo se ha de vivir en él de modo que la vida mundana se transforme en la vida transcendental. Otro hecho que según el Tantra inviste al cuerpo con la naturaleza de lo sagrado, es la posibilidad de actuar sobre la mente por otros medios, además de los gestos y movimientos. El control de la respiración y el del fluido seminal actúan sobre la mente, ya que están los tres conectados íntimamente, de forma que controlando uno quedan controlados los otros dos. Además en el Tantra hay menos interés por las generalizaciones filosóficas que por los detalles minuciosos referentes a la práctica, los cuales pueden ser demasiado complejos, difíciles y sutiles para poder ser escritos. No es, por lo tanto, sorprendente que se insista en la necesidad de recibir la guía y la iniciación de un maestro espiritual de experiencia reconocida. Examinaré más adelante algunas de estas características típicamente tántricas. Pero primero trataré de determinar los aspectos de la tradición anterior que proporcionaron las bases del sacramentalismo tántrico. Pues como observa Conze, “Si en el Tantra se espera obtener la salvación por las acciones sagradas, deberá tener una concepción del universo en la cual dichas acciones podrán ser el resorte para la emancipación”93. Ya he mencionado que al Sutra Avatamsaka se le ha atribuido una posición intermedia entre la escuela Madhyamika y la Yogachara. Sin embargo, quizá sea más apropiado considerarlo la conexión entre el Yogachara y el Tantra. El Madhyamika había declarado que todas las cosas eran en realidad Sunyatá. El Yogachara, tras equiparar a la Sunyatá con la Mente Absoluta, había explicado que todo en el universo no era otra cosa que el mero fenómeno de la consciencia. En la sección VIII vimos que en el Avatamsaka, 93 Buddhism,...... pág. 188 del cual forma parte el Gandavyhua, la idea de la no dualidad de las cosas es interpretada como la interpenetración mutua y sin obstrucción de todo lo existente, sea transcendental o mundano. Las joyas de la Red de Indra se reflejan entre sí, de igual modo, todas las cosas se reflejan en la Mente Absoluta y la Mente Absoluta es reflejada en ellas. En el Extremo Oriente la concepción de la interpenetración mutua fomenta una actitud hacia la naturaleza muy similar a la que fue expresada por Blake en su visión “del mundo en un grano de arena” o por Tennyson cuando contemplando “una flor en una pared agrietada” sintió que si pudiese comprender completamente lo que eso era, comprendería a la par la verdadera naturaleza de Dios y del hombre. En la India esta concepción proporcionó las bases doctrinales de un elaborado sistema de correspondencias que actuó como apoyo para el resorte tántrico de la emancipación. El Tantra, al interesarse en la práctica en vez de la teoría, se diferenció de la escuela china del Avatamsaka por su indiferencia hacia el lado metafísico de la interpretación de la doctrina. Si las realidades transcendentales se reflejaban verdaderamente en los objetos del mundo material, el Tantra quería saber con exactitud donde encontrarlas. No se contentaba con una opinión vaga y general, que por muy adecuada que fuese para proporcionar la base de una discusión filosófica, era casi inútil para orientar en la práctica. Si la realidad transcendental designada por la figura de Aksobhya, por ejemplo, existía realmente, debería ser posible localizarlo en un punto particular de todas las formas y actividades de la vida fenoménica. La luna se refleja en la superficie de un estanque, pero no se refleja sobre toda la superficie sino en un punto en particular. Saber que Aksobhya se reflejaba en el mundo fenoménico no era suficiente. El mundo esta formado por los cinco skhandas; uno de ellos había de ser la reflexión de Aksobhya. Puesto que el significado literal del nombre de Aksobhya es “el Imperturbable” y según los yogacharines la consciencia en su naturaleza fundamental es inmutable, el Tantra identificó a Aksobhya con el vijñana skandha o el agregado de la consciencia. Basándose en principios como este el Tantra construyó un sistema sumamente complicado pero destacablemente lógico. En este sistema los Buddhas, los Bodhisattvas e innumerables divinidades representan distintos aspectos de la Realidad o diversas fases del Camino Transcendental y no sólo están asociados con un skandha en particular sino que lo están también con un mantra, un mudra, un elemento, una dirección, un animal, un color, una facultad sensorial, una parte del cuerpo, etc. El devoto repite el mantra de un Buda o Bodhisattva en particular, hace su mudra y, además, actúa sobre los varios fenómenos en que El se refleja. Así se alinea, o pone en correspondencia, con el orden de realidad que El personifica y queda infundido con su poder transcendental. La puja tántrica es un ritual de adoración a una Forma Transcendental o a un grupo de Formas Transcendentales. Aunque la devoción tiene un papel importante en este ritual, este no es una mera efusión devocional, sino un método sistemático, y a su manera científico, de producir cambios interiores por medio de cambios exteriores, es decir, es actuar en la mente por medio del cuerpo. Cuando la mente, por medio de la puja, está “en sintonía” con realidades de un orden superior, el devoto, en estado de dhyana, visualiza la Forma Transcendental cuya imagen ha venerado. La Forma es percibida con más vividez que los objetos de los sentidos, y no parece ser menos real sino más. El propósito de la visualización es mostrarle al devoto, por medio de su propia experiencia, el principio fundamental de la escuela yogachara, es decir, que todos los objetos de la percepción, incluyendo su propio cuerpo, son sólo transformaciones de la consciencia. Todos son, como la Forma Transcendental visualizada, las evoluciones de su propia Mente Absoluta. Por lo tanto, él medita sobre la vacuidad de la Forma Transcendental y, después, una vez que se ha identificado con la Forma, medita también sobre la vacuidad de su propia individualidad94. Por todos estos medios el devoto desarrolla la visión clara no sólo de lo que es el principio fundamental de la escuela 94 Esto resume una amplia variedad de prácticas largas y complicadas cuyos puntos esenciales son tratados detenidamente en los textos tántricos. Madhyamika, sino también de la base de todas las formas de budismo, a saber, el principio de la ausencia de ego y la insustanciabilidad de todos los dharmas. Así quedan unidas la doctrina de la Sunyatá del Madhyamika, la enseñanza de la Mente Absoluta del Yogachara, la concepción de la interpenetración mutua del Avatamsaka, los sistemas tántricos de correspondencias y, finalmente, la práctica tántrica de la acción sacramental que a su vez contiene a la Meditación del Yogacara y a la Sabiduría del Madhyamika. Todo esto hace que el Budismo Tántrico sea completamente inseparable de la totalidad de las enseñanzas del Mahayana. Por eso decir que el Tantra es la corrupción o la degeneración del budismo es un grave error, como lo es decir que su conexión con él es accidental o una simple circunstancia histórica. Ya he insistido en que el Tantra se diferencia de las escuelas que le precedieron en el énfasis que pone sobre los aspectos prácticos del Dharma en vez de en los teóricos. A este énfasis se deben sus rasgos característicos. Sin reconocer este hecho todos los esfuerzos por comprender el Tantra serán inútiles. XI. Los textos, los maestros y las escuelas del Tantra Como es de esperar tras lo que escribí en la sección anterior, dar una relación general del Tantra es aún más difícil que darla de las otras escuelas del budismo. Las razones para esto son extrínsecas e intrínsecas. Para empezar, el Tantra no se interesa en las generalizaciones teóricas sino en los detalles prácticos. Por eso fue, y sigue siendo en gran medida, una enseñanza esotérica, en lugar de exotérica, que por muchos siglos fue preservada exclusivamente por medio de la tradición oral y protegida cuidadosamente contra la curiosidad profana. Por lo tanto el material para escribir la historia de un movimiento esotérico será obviamente muy escaso e incluso inexistente. Ni siquiera la aparición de la literatura tántrica ha facilitado la labor desde el punto de vista histórico. Además se da el caso de que los tantras y sus textos suplementarios, que son tan abundantes como los de las escuelas previas, no han sido investigados y sólo se dispone actualmente de algunos fragmentos. Aun así por ser frecuentemente simbólica la lengua de los tantras, e incluso sus títulos, la publicación de toda su literatura no nos sacaría del apuro si es que no contamos también con la tradición oral. Como ha demostrado hábilmente Lama Anagarika Govinda95, la vida de los maestros tántricos está llena de incidentes que no han de ser interpretados literalmente sino simbólicamente. Sin la clave para la interpretación, la cual generalmente se encontrará en alguna forma muy esotérica de yoga, es imposible saber si estos incidentes se refieren al orden histórico de la realidad o al metafísico. Por otra parte, en el Tantra el interés se centra en la práctica en vez de en la teoría lo que hace imposible recurrir a las generalizaciones; como se hace al estudiar escuelas con diez siglos de desarrollo filosófico y enormes cantidades de tratados. Cuanto más abstracto es un tema más fácil resulta su condensación. En la medida que se hace más concreto y trata más los detalles la dificultad para resumirlo aumenta. Debido a estas circunstancias, no me es posible dar ni aun la relación superficial que he dado de los sutras, los sastras y los acharyas de las escuelas precedentes. Lo único que puedo ofrecer en esta sección es la referencia a algunos de los factores más sobresalientes y menos disputados en lo que concierne al origen y al desarrollo del Tantra. En la sección siguiente nos será posible ver algunas de sus características más típicas. Ya he dicho varias veces que para el Tantra lo importante es principalmente el Método. Este es un hecho que emerge en el momento que se trata de probar sus orígenes. Los tantras, como casi todos los sutras del Mahayana, aseguran ser la Palabra del Buda. Antes de calificar esto de absurdo y rechazarlo, han de tenerse en cuenta dos hechos. Uno ya lo he señalado en conexión con la relativa autenticidad de las escrituras del Hinayana y las del Mahayana, el otro está relacionado con el hecho que acabo de aludir. En primer lugar, no puede hacerse objeciones a priori a la posibilidad de que cualquier tradición india, budista o no 95 Ver sus referencias a Padma Sambhava en su artículo sobre The Tibetan Book of Great Liberation (The Maha Bodhi Journal, Vol. 62) budista, haya sido pasada oralmente por quinientos o por mil años. Las memorias indias eran de una capacidad retentiva extraordinaria - en círculos tradicionales lo siguen siendo - y eran capaces de preservar enseñanzas por cien generaciones mientras que en otros pueblos habrían desaparecido en diez. Que las enseñanzas tántricas fueran pasadas a la escritura mil años después del Parinirvana del Buda no es un hecho que se pueda utilizar para cuestionar su autenticidad. En segundo lugar, todo aquel que haya intentado practicar bien la meditación con la ayuda exclusiva de un texto, sabrá lo difícil que es, por muy detallado que éste parezca. Difieren tanto los temperamentos y las circunstancias de los aspirantes a la práctica del yoga que ni los tratados más exhaustivos serían capaces de proporcionar los requisitos para todos. Las instrucciones para la Meditación fueron siempre dadas oralmente; tradición que todavía se mantiene en el Mahayana. Las instrucciones escritas parecen haber sido hechas para refrescar la memoria del alumno ya iniciado, pero no para guía del novicio. A medida que retrocedemos en la historia del budismo ese tipo de instrucciones escritas se dan cada vez menos; en cambio, a medida que nos vamos acercando a nuestra época se van haciendo más frecuentes. A pesar de la prolijidad en lo tocante a la Doctrina, tanto el Canon Pali del Theravada como los sutras del Mahayana, por extraño que parezca, no nos hablan del Método, particularmente en lo que concierne a la Meditación. Aun así sabemos que el Buda tenía la costumbre de instruir a cada discípulo con un kammatthama en particular y preguntarle después, de vez en cuando, sobre su progreso en la práctica. Al menos que las instrucciones se perdieran, en cuyo caso sería difícil de explicarse la asombrosa vitalidad espiritual del budismo, tendremos que asumir que existió junto a la tradición exotérica otra esotérica paralela que se ocupaba de la transmisión correcta de las técnicas de las distintas formas de Meditación. Esta tradición, aunque nunca se incorporó a los textos canónicos, se infiltró poco a poco en la literatura de comentarios y exposiciones en pali y en sánscrito y, al final se hizo comparativamente pública en los tantras. Aunque los dharanies y los mantras abundan en los últimos capítulos de muchos sutras del Mahayana, las obras específicamente tántricas no empiezan a aparecer hasta nueve siglos después del Parinirvana del Iluminado, es decir, hasta el principio del siglo quinto. Su producción continuó vigorosamente por unos quinientos años y terminó cuando el budismo desapareció prácticamente del territorio indio. El Tantra más antiguo y de mayor autoridad es el Tathagataguhyaka, o Guhyasamaja, nombre por el que es más conocido, y es una obra que cuenta con la mayor veneración en Nepal, el Tíbet y Mongolia. Existe una enorme diferencia entre el significado literal del título de este tantra y su interpretación simbólica. Esto ilustra lo que ya he dicho con respecto a la dificultad, e incluso peligro, que se da en la tentativa de una generalización sobre la literatura tántrica sin la ayuda de la tradición oral. Si nos fiamos de los diccionarios del sánscrito, y los expertos académicos por lo general implícitamente se fían, traduciremos Guhyasamaja como “Asamblea Secreta” o incluso “Sociedad Secreta”, ambas expresiones llenas de connotaciones sospechosas para el oído salaz. Según la interpretación simbólica, Guhyasamaja significa la integración (samaja) esotérica (guhya) del cuerpo, del habla y de la mente del devoto con el cuerpo, el habla y la mente del Tathagata, es decir, con el Nirmanakaya, el Sambhogakaya y el Dharmakaya; lo cual se logra por medio de prácticas extremadamente complicadas que describe este tantra. Entre éstas, una de las prácticas, o serie de prácticas, más esotéricas consiste en la creación de un cuerpo transcendental con el cual, tras haber alcanzado la Iluminación, el Bodhisattva sigue existiendo para el beneficio de todos los seres. A pesar de todo esto, no falta quien, sin tener acceso a la tradición oral y confundido totalmente por la interpretación literal de las palabras de los textos tántricos, clame que las escuelas que produjeron estos textos estaban corrompidas y eran inmorales. Como es de esperar, los numerosos tantras que siguieron al Guhyasamaja fueron escritos para que cubriesen las necesidades espirituales de una amplia variedad de aspirantes. Según el nivel de realización conferido por su práctica96, los tantras están divididos en cuatro categorías o, mejor dicho, grados. Estos son el Kriya, el Carya, el Yoga y el Anuttara. El Guhyasamaja pertenece al cuarto grado, el grado superior; la palabra Anuttara quiere decir “insuperado”. El Budismo Tántrico, como las demás escuelas, sufrió grandes pérdidas literarias durante la conquista musulmana del norte de la India y no cabe duda que muchos tantras perecieron en las llamas de Nalanda. Aun así muchos textos han sobrevivido y se les encuentra en sánscrito, si bien es más frecuente encontrarlos en tibetano. Además existen las sadhanas que son textos de naturaleza casi canónica que describen el procedimiento correcto para la veneración de una Forma Transcendental particular. Estas obras son numerosísimas. Las obras de carácter teórico existen también pero son escasas, ya que los acharyas tántricos no suelen ser autores de sastras sino seguidores de un tantra o un grupo de tantras. Generalmente se enumeran ochenta y cuatro siddhacharyas; los siddhas o Perfectos, como los llaman sus seguidores. No obstante, esta cifra no ha de tomarse literalmente ya que el número ochenta y cuatro y sus múltiplos se mencionan frecuentemente en las escrituras especialmente haciendo referencia a grupos de personas. Como es de esperar los siddhas existieron a lo largo del medio milenio en que se produjeron los tantras, es decir, entre el principio del siglo sexto y finales del undécimo. Contrariamente a los acharyas del Madhyamika y el Yogachara, que fueron todos monjes, los Perfectos por lo general sentían indiferencia tanto por las obligaciones monásticas como por las convenciones sociales. Además, hasta la aparición de los siddhas parece ser que el estudio y la espiritualidad budista había sido prácticamente el monopolio de quienes nacían en las familias de la casta de los brahmanes; ejemplos de esto son Nagarjuna, Arya Deva, Vasubandhu y Asanga. Los siddhas pertenecían con frecuencia a las clases más degradadas y despreciadas, y sus actividades, bajo el Brahmanismo, suponían el aislamiento social. No obstante, algunos de los más famosos como, por ejemplo, Indrabhuti, Padmasambhava, Naropada y 96 Esta es una explicación. Podrían darse también otras. Advayavajra, fueron hombres muy ilustrados, además de no ser nada convencionales, y compusieron tratados análogos a los sastras de las otras escuelas. Pero quizá de todas las formas literarias que emplearon los siddhas la más característica, y sin duda la más atractiva, sea el doha. Esta era una composición en verso en la lengua vernácula para ser cantada en vez de recitada y que generalmente usaba una forma de expresión concisa y directa para que la entendiera el pueblo. Cada doha suele contener significado por sí misma, si bien esto no impide que a veces se enlacen en series que recuerdan el rubaiyat de los poetas persas. La colección de dohas más famosa es la de Sarahapada, el Perfecto más antiguo y quizá también el más célebre; si bien muchos de sus sucesores, como por ejemplo, Tillopada, Santipada, Kanhapada y Kukkuripada, han dejado también composiciones excelentes. Ya hemos visto que las escuelas coincidían con frecuencia, por lo cual encontramos, además de los siddhas, un grupo de acharyas nominalmente pertenecientes a otras escuelas y que no sólo dominaban la enseñanza tántrica sino que también la explicaban en tratados. Santarakshita, seguidor del Madhyamika y el Yogachara y autor del enciclopédico Tattvasangraha, escribió el Tattvasiddhi, una especie de defensa filosófica de las prácticas tántricas. Y Arya Deva, el discípulo de Nagarjuna, es según una tradición que es a veces cuestionada, el autor del Cittavisuddhiprakarana, una obra de características similares a la que acabo de mencionar. Acharyas como Nagarjuna y Asanga son incluidos en la sucesión tántrica, no porque se les acredite con la composición de obras tántricas sino porque se considera que transmitieron la enseñanza oralmente. Los siddhacharyas más importantes, sin contar a Sarahapada, fueron Padmasambhava, que introdujo el Tantra en el Tíbet, y Vajrabodhi y Amoghavajra, que lo introdujeron en la China. Por todo Tíbet, Padmasambhava es denominado respetuosamente Guru Rinpoche o “el Estimadísimo Maestro”. Sobre él poco puede decirse, ya que su “biografía” no parece constar de hechos históricos sino de incidentes simbólicos. Su nombre significa “nacido del loto”, lo que es una alusión a la tradición que dice que él no nació de padres humanos, sino por medio del nacimiento por aparición y a partir de un cáliz de loto, en un lago del noroeste de la India. (Este es uno de los cuatro tipos de nacimientos reconocidos en el budismo). El lago es identificado popularmente con el que se encuentra junto al Templo Dorado de Amritsar, la ciudad sagrada de la religión de los sikhs. Quizá solamente se puedan afirmar con seguridad dos cosas respecto a Padmasambhava. La primera es que vivió en el siglo octavo y fue contemporáneo de Santarakshita. La segunda es que el impacto que tuvo sobre la vida religiosa del Tíbet, donde tan sólo pasó dieciocho meses, fue tremendo, ya que allí se le rinde homenaje por ser el fundador de la escuela Nyin-ma. Su gran influencia no fue sólo debida a sus conocimientos e iluminación. Padmasambhava fue uno de los más grandes maestros de yoga que ha habido en la India y poseía poderes supranormales extraordinarios. La escuela Nyin-ma, o escuela del “Estilo Antiguo” (llamada así por su adherencia a las traducciones de los tantras antiguas e imperfectas), gracias al ímpetu de Padmasambhava, es incluso actualmente uno de los pilares religiosos más importantes del Tíbet. Aunque su número de adherentes y su prestigio sean inferiores a los de la escuela Gelugpa, sigue teniendo aún una influencia considerable. Una de las fuentes de su vitalidad reside en que ha conseguido incorporar con éxito un número de tradiciones prebudistas del culto del Bon. A veces se hace la distinción entre los nyin-ma-pas y los gelugpas basándose en la idea de que los primeros son seguidores del Tantra y los segundo no lo son. Eso es un error grave. Para Tsongkhapa, el fundador de la escuela Gelugpa, el Tantra es la fase culminadora del budismo y sus seguidores siempre han mantenido lo mismo. La meditación y el ritual de los gelugpas es casi totalmente tántrico. La diferencia real entre ambas escuelas reside en la interpretación. Algunos tantras recomiendan, según el significado literal del texto, el uso sacramental del consumo del vino y el del acto sexual, aduciendo que son sumamente eficaces para el progreso hacia el logro de la Iluminación. Según los nyin-ma-pas, esas instrucciones han de tomarse al pie de la letra. En cambio los gelugpas mantienen que han de ser interpretadas simbólicamente, ya que no se refieren a acciones del cuerpo sino a prácticas yógicas. Mucho podría decirse en defensa de cada una de estas posturas ante una cuestión de importancia vital. Sin embargo, no cabe duda de que las consecuencias del literalismo del Nyin-ma fueron frecuentemente desastrosas. La inmoralidad se vio provista no ya sólo con una excusa sino también con una filosofía; la antigua tradición del celibato se interrumpió, el monje pasó a ser cabeza de familia. Así el budismo, en general, y los rituales tántricos en particular, dejaron de ser medios para alcanzar la Iluminación para convertirse en los medios para mantener a la familia. Los otros dos acharyas, Vajrabodhi y su discípulo Amoghavajra, son casi tan importantes para la historia del budismo chino como lo fue Padmasambhava para la del tibetano. Vajrabodhi era un brahmin del sur de la India y Amoghavjra, según parece, era natural de Ceilán. Ambos llegaron a la China en el año 719, procedentes del sur de la India, probablemente de Malabar. Vajrabodhi murió en el año 730, dejando traducidos al chino varios tantras y dharanies. Continuó su labor Amoghavajra que tras la muerte de su maestro pasó varios años en la India y en Ceilán coleccionando textos tántricos y cargado con ellos volvió a la China en el año 746. El resto de su vida lo dedicó a la traducción, murió en el año 774 dejando al menos 108 textos, generalmente tántricos, que han sido incluidos en el Tripitaka chino. Amoghavajra tuvo mucha influencia en la corte, fue él quien, bajo el patrocinio imperial, introdujo los ritos anuales para los muertos, los cuales posteriormente se convirtieron en una de las celebraciones más populares del budismo chino. La escuela que estos dos acharyas fundaron, y de la que son considerados los dos primeros patriarcas, recibió el nombre de Chen Yen Tsung (Palabra Verdadera, o mantra) y el de Ni Chiao Tsung (Enseñanza Secreta). El cuarto patriarca, Hui Kuo, tuvo de discípulo a un monje japonés de gran talento llamado Kobo Daishi, que en el año 806 introdujo la escuela en el Japón, donde se le dio el nombre de Shingon Shu, el equivalente japonés de Chen Yen Tsung. Tras el Tíbet y las culturas que están bajo su influencia, el Japón es el centro principal del budismo tántrico. El Shingon Shu no ha perdido nunca su posición entre las escuelas mayores y de más influencia en el budismo japonés. Debido al decoro intrínseco en los seguidores de esta escuela en el Extremo Oriente, el Tantra perdió allí mucho de su simbolismo sexual, por lo cual en la China y en el Japón las enseñanzas, en ese sentido, se vieron menos expuestas a la interpretación errónea que en otros países. Antes de concluir esta sección, he de mencionar las cuatro subescuelas principales en que, al parecer, se dividía la tradición tántrica india original. Estas son conocidas por los nombres de Mantrayana, Vajrayana, Kalacakrayana y Sahajayana. Quizá sea más adecuado describirlas como fases sucesivas del desarrollo del Tantra, en lugar de describirlas como subescuelas. El término mantrayana parece haberse originado en la necesidad de distinguir, de un lado, la rama del Mahayana que era partidaria del uso de la repetición de mantras como medio principal de lograr la Iluminación y, del otro, la que continuó haciendo hincapié en la práctica de las paramitas. Shashi Bhusan Dasgupta escribe que “ esta....escuela Mantrayana del Mahayana parece ser la fase introductora del budismo tántrico de la que surgieron posteriormente las otras derivaciones, el Vajra-yana, el Kalacakra-yana y el Sahaja-yana”97. Sin embargo, el término mantrayana siguió usándose como designación colectiva para todas las fases del movimiento tántrico y no sólo para la primera. Esto ocurrió también en la China y en el Japón e incluso actualmente se usa a veces como término colectivo. El Vajrayana es la fase de desarrollo pleno. En ella converge en líneas definitivas de pensamiento y acción lo que hasta entonces no había sido más que tendencias similares. Las multitudes de doctrinas y métodos, aparentemente difíciles de asociar, son entretejidas en un sistema complejo pero bien 97 An Introduction to Tantric Buddhism, págs. 60,61 ordenado y coherente: la norma del Tantra. Vajra quiere decir, literalmente, rayo o diamante y es el sinónimo tántrico más corriente de la Sunyatá. Por lo tanto, el término Vajrayana connota el vehículo (yana) por medio del cual la Iluminación es obtenida. Esta interpretación es confirmada por Indrabhuti, el monarca siddhacharya, que dice: “quien monte sobre el Vajrayana pasará a la otra orilla de este océano del mundo de la relatividad, que está lleno de las corrientes de las construcciones mentales”98. Sin embargo, la base teórica del Tantra, como demostraré en la sección siguiente, es la concepción de la existencia según la cual la Realidad no es sólo transcendente al fenómeno sino que también está inmanente en él. Ya no es necesario insistir en que la Mente Absoluta se refleja en todas las cosas del mismo modo que todas las cosas se reflejan en la Mente Absoluta. Para intensificar su consciencia de esta verdad, el vajrayanista usaba como prefijo el sinónimo vajra no sólo para su método de ganar la Iluminación, sino también para todos sus accesorios. Así el maestro espiritual era el vajracarya, la campana que toca el devoto el vajraghanta, la postura de meditación la vajrasana, y así sucesivamente. Según el Vajrayana, el sadhaka emplea sacramentalmente el material y demás accesorios de la sadhana, es decir, los emplea con consciencia completa de su significado transcendental, tal y como lo indica el prefijo vajra. Así realiza él su naturaleza esencialmente transcendental, toma posesión de un cuerpo transcendental (vajarakaya) y se transforma en un ser transcendental (Vajrasattva). Entre los actos accesorios se incluía el acto sexual con una virgen, el cual es denominado vajrakanya. En la próxima sección veremos con más detalle esta extensión del método del Vajrayana. Según éste, la consciencia de los correspondientes transcendentales de las pasiones hace que éstas se transformen, convirtiéndolas en ayudas al logro de la Iluminación en vez de impedimentos. Aun no se ha averiguado como fue que el Kalacakrayana llegó a considerarse una fase del desarrollo del Tantra, y aún menos una subescuela. Según Shashi Bhusan Dasgupta la única faceta distintiva del Kalacakra Tantra, el único texto 98 Jñanasiddhi, XI 8 representativo de esta clase, es el énfasis en el control de los aires vitales (prana y apana) y los resultados que con ello se obtienen. Los textos que él cita prueban que el término Kalacakra, que literalmente significa “Rueda del Tiempo”, es sinónimo de prajña-upaya, o la unidad inseparable de la Sabiduría y de la Compasión que constituye la esencia de la Iluminación, cuya realización es el objetivo del Vajrayana99. Al tantra, como a todas las otras escuelas, le llegó poco a poco esa “especie de fuerza de gravedad”, que es la interpretación excesivamente literal que ya ha sido mencionada. El sacramentalismo se convirtió en ritualismo, en el sentido peyorativo del término; los ritos tántricos se llevaban a cabo superficialmente, es decir, sin que el que los ejecutaba fuese consciente de su significado transcendental. El Sahajayana parece haber sido la protesta contra esa degeneración. Sahaja quiere decir aquello que es natural o innato, en contraste con lo que es artificial o adquirido. El Sahajayana recibe su nombre por dos razones. En primer lugar, porque trata de realizar la naturaleza verdadera e innata del ser y de las cosas. En segundo lugar, porque mantiene que el mejor método para conseguirlo no es la obstrucción del curso ordinario de la naturaleza humana, sino precisamente seguir ese curso. Por eso: “Los Exponentes de la escuela Sahajiya dirigen todo el énfasis de su protesta contra las formalidades de la vida religiosa. La verdad es algo que nunca será encontrada ni por las meras prácticas ni por las disciplinas, tampoco será realizada por medio de la lectura abundante y el filosofar, ni con el ayuno, ni con las abluciones, ni por medio de las construcción de imágenes y la adoración de dioses y diosas, ni por medio de la demás parafernalia de ritos y rituales prescritos por el Vajra-yana. La verdad ha de ser intuida de la forma menos convencional y por medio de la iniciación en el Tattva y la práctica del yoga. Esto es lo que hace la postura de los sahajivas distinta de la de la mayoría de los vajrayanistas.” (An Introduction to The Tantra, pág. 77) Aunque he mencionado que el Sahajayana fue la protesta contra la interpretación excesivamente literal del Tantra, lo 99 An Introduction to Tantric Buddhism, págs. 72 y 77 cierto es que no se sabe todavía ni el lugar ni las circunstancias en que se hizo dicha protesta. Quizá lo más correcto sea considerarlo coexistente con toda la tradición tántrica. El Sahajayana es, más que una fase de desarrollo, la consciencia persistente de la función puramente instrumental y la validez relativa de sus propios métodos. Gracias en gran parte a esa consciencia, la eficacia de esos métodos ha permanecido sin deterioro hasta nuestros días. XII Algunos aspectos característicos del Tantra En la sección V del capítulo segundo traté de dar una respuesta a la pregunta “Qué es el Budismo del Mahayana?”. Al tratar de responderla descubrimos, que en contraste con el Hinayana, su concepción del Nirvana y del Camino incluye elementos positivos y no sólo negativos. Partiendo de esta tradición más equilibrada surgieron las doctrinas típicamente mahayánicas que son comunes a todas las escuelas y que aseguran que la Iluminación no consiste sólo en la Sabiduría sino en la inseparabilidad de la Prajña o Sabiduría (Sunyata) y la Karuna o la Compasión. Esta conjunción es denominada el Bodhicitta. En el próximo capítulo veremos que los mahayanistas dan una importancia sin precedente al surgimiento (utpada) del Bodhicitta, ya que lo consideran el eje alrededor del cual gira la carrera del Bodhisattva. La Compasión además de representar al aspecto positivo de la Iluminación, representa también al aspecto dinámico. Los mahayanistas admitían que por medio de la Sabiduría, en el sentido limitado de la visión clara de la irrealidad del ser, uno puede alcanzar el Nirvana. Pero a la par mantenían que ese estado transcendental de la emancipación personal de la rueda del nacimiento y la muerte no era la meta suprema del budismo. Para ellos era la Iluminación Suprema por el beneficio de todos los seres. Para lograr alcanzarla era necesaria la Sabiduría Transcendental, es decir, no sólo la visión clara de la carencia del ego en el ser sino también la de la insubstancialidad de todas las cosas (dharmas), con la consecuencia de la irrealidad de la distinción entre el Samsara y el Nirvana. Por medio del logro de la Sabiduría de la no-discriminación el Bodhisattva va más allá que el “Arahant” del Hinayana que se sumerge en el estado reposado del Nirvana. El Bodhisattva libera una fuerza puramente transcendental, el aspecto dinámico de la Sabiduría, con la cual, tras haber obtenido la Iluminación, es capaz de vivir y actuar en el universo por el beneficio de todos los seres. Esta fuerza transcendental es la Compasión. En el budismo tántrico los aspectos estáticos y dinámicos de la Iluminación son denominados generalmente Prajña y Upaya. El término upaya quiere decir medio o recurso. Debido al efecto del tropo denominado metonimia, en el cual el instrumento substituye al agente de la acción, el medio por el cual la Compasión trata de conducir a los seres hacia el Camino de la Iluminación Suprema se ha convertido en el término Compasión mismo. El Tantra aceptaba como base teórica de su enseñanza la doctrina de la interpenetración y, además, afirmaba que la Realidad era tanto estática como dinámica. Por lo tanto inevitablemente consideraba que los fenómenos no sólo reflejaban a la Mente Absoluta sino también a la unión indisoluble de la Prajña y el Upaya. Las cuatro reflexiones más importantes de esta “dualidad”, las cuales juegan un importante papel en el sacramentalismo tántrico, pueden ser denominadas la cósmica, la budológica, la individual y la social. Las cuatro representan la unidad primordial de la Sabiduría y la Compasión a niveles de existencia diferentes. La reflexión cósmica es el hecho según el cual la totalidad del universo está dividida en dos elementos complementarios, uno pasivo y mental, el elemento-matriz (garbha-dhatu) y otro activo y material, el elemento-diamante (vajra-dhatu). Esta concepción de la reflexión cósmica es la enseñanza principal de Amoghavajra, actualmente representada por el Shingon Shu. Según este sistema, estos dos elementos en combinaciones infinitas constituyen lo que es llamado el cuerpo cósmico de Mahavairocana, el Gran Buda Sol que es la Forma Transcendental de esta rama del Tantra. Lo que he denominado reflexión budológica de la Sabiduría y la Compasión consiste en el hecho de que tanto en los textos como en la iconografía las Formas Transcendentales aparecen enlazadas en el abrazo sexual con sus respectivas consortes; ya vimos que las Formas Transcendentales representan a los distintos aspectos de la Realidad o a las diversas fases del Camino. En el Tantra el cuerpo humano es glorificado por ser el símbolo mas adecuado de la Iluminación. Es pues obvio que el énfasis en la inseparabilidad de la Prajña y el Upaya que deseaba mostrar el Tantra encontrase la imagen idónea en la figura masculina, representando el Upaya, abrazando y siendo abrazada, por la imagen femenina, que representa la Prajña. Algunos escritores han cometido el error de sobreponer en el Tantra budista algunos de los conceptos del Tantra hindú y han calificado a las consortes de los Budas y los Bodhisattvas de Saktis, Energías Femeninas, cuando no lo son. El budismo tántrico mantiene una opinión psicológicamente más fundada, según la cual el elemento activo está representado por el sexo masculino. El sadhaka, o devoto tántrico, medita en estas Formas Transcendentales en unión sexual y realiza que la Sabiduría y la Compasión son inseparables, son los aspectos de la Realidad estático y dinámico, transcendental e inmanente. Así alcanza la Iluminación Suprema. La reflexión de la Prajña y el Upaya en el individuo o, mejor dicho, en el cuerpo físico, son lalana y rasana, los nervios que parten del orificio nasal izquierdo y derecho, respectivamente. Por medio de cierto ejercicio yógico esotérico la energía sutil conducida por estos nervios se une en un nervio medio llamado avadhuti. Conforme al principio tántrico general, que es el actuar en lo interior desde el exterior, esta unión de energías psico-físicas desencadena una serie de reacciones sucesivas en el plano mental, supraconsciente y, finalmente, en el transcendental. El resultado de esto es que el potencial del individuo que hasta entonces estaba latente se galvaniza e integra, convirtiéndose en una sola energía que penetra las distintas capas de oscuridad para llegar a la Luz Infinita. El método de obtener la Iluminación por medio de la manipulación del Prajñopaya en el individuo es uno de los más complejos, difíciles y peligrosos de todo el yoga tántrico. Quien lo practica sin la supervisión de un maestro competente se arriesga a volverse loco, esto es indudable; quien toca un cable de alta tensión sin guantes de goma se electrocuta. La cuarta reflexión de la Sabiduría y la Compasión es la más importante debido a las largas y implacables controversias que ha ocasionado. Es la que he llamado, de forma algo inexacta, reflexión social. Me refiero a la reflexión de los dos aspectos gemelos de la Iluminación en el terreno de las relaciones humanas, concretamente en el acto sexual. Una aplicación tan atrevida de la doctrina de la interpenetración y su consecuencia natural, la doctrina de la correspondencia, ha de ser tratada con más detalle que las tres reflexiones previas. Aun los críticos más rígidos del Tantra reconocerán, aunque sea a desgana, que el simbolismo sexual de lo que he llamado la reflexión budológica de la Prajñopaya es vívido y efectivo; por muy poco convencional que resulte esta representación de la inseparabilidad de la Sabiduría y la Compasión en los ámbitos culturales de estos críticos. Pero aun así no habrá muchos entre ellos que puedan ser persuadidos ni aun a considerar la posibilidad de que la sacralización del acto sexual conduce a la Iluminación. Ni aun aquellos que creen que su actitud es científica están preparados a investigar con imparcialidad y sin prejuicios la naturaleza del principio general que respalda esta muy discutida práctica. Hay quien incluso llega a afirmar que esta fase del método tántrico no representa la aplicación de ningún principio conectado con las enseñanzas de lo que ellos dicen que es el budismo, sino que es el abandono de la moralidad y de los principio espirituales. Estas reacciones emotivas que a veces llegan a la histeria son el síntoma de un complejo de raíces muy profundas y que el sacramentalismo sexual del Tantra trata de curar. Ya que este aspecto de la enseñanza tántrica, además de basarse en un principio definitivo y verificable, tiene como objetivo resolver un problema importante de la dinámica espiritual. Este problema se relaciona con una dificultad que le es bien conocida al aspirante a la Iluminación, es la movilización completa y efectiva de la energía emocional en general y la sexual en particular. ¿Por qué la comprensión teórica del Dharma que alcanza el devoto no se equipara generalmente con su realización? Porque la realización requiere energía y la mayor parte de la energía con que contamos está contenida en los canales mundanos, especialmente en el sexual, por los cuales circula sin poder contribuir en apoyo de la vida espiritual. Ya he señalado en otra obra que El problema central de la vida espiritual...no es estático sino dinámico, no es tanto una cuestión de comprensión intelectual de la doctrina como de concentración de la totalidad de la energía psíquica del individuo, que normalmente esta disipada, y del acto de dirigirla hacia la realización. Esta energía no es otra cosa que la energía del deseo, en el sentido más amplio del término, y las emociones son el resultado del deseo. Por eso la vida espiritual debe ante todo tratarse de la concentración y la sublimación del deseo, así como la reorientación de las emociones. (The Good Friend, Sangharákshita Stepping Stones, Vol. II) Para el Tantra la búsqueda de la concentración y la sublimación del deseo tiene lugar en la sacralización sexual. Las energías psico-fisícas disipadas se concentran en el acto sexual, el cual al convertirse en acto sacramental posee un supremo significado transcendental; las energías quedan, pues, concentradas y sublimadas. ¿Pero se puede sublimar así el deseo? ¿Se puede resolver así el problema de la dinámica espiritual? La respuesta será afirmativa en la medida en que se acepte que el Tantra se basa—y dice basarse—en un principio que es definitivamente verificable por la experiencia. El autor de estas líneas cree que sí se basa en ese principio, el cual no es otra cosa que la reflexión de lo dinámico en la doctrina de la correspondencia. La interpenetración es una realidad transcendental y como tal sólo puede ser representada por las categorías del pensamiento humano con imperfección. Dos de estas categorías son el espacio y el tiempo. La doctrina de la correspondencia afirma que los objetos pertenecientes a lo transcendental se reflejan en objetos que pertenecen al orden mundano y viceversa. Esto es la interpretación espacial y estática de la interpenetración y es sólo la mitad de la verdad. La otra mitad es lo que podría denominarse la doctrina de la transmutación, conforme a la cual la energía mundana puede ser cambiada por la energía transcendental a que corresponde. Esta es la interpretación dinámica y temporal de la interpenetración. Todos los dharmas son Sunyatá. La Sunyatá es inseparable de la Karuna, luego todos los dharmas son Karuna. Puesto que la Karuna representa al aspecto dinámico de la Realidad, todos los dharmas son noduales tanto en lo que concierne a la esencia como en lo que concierne a la energía. Esto quiere decir que una forma de energía se puede convertir en otra; el deseo sexual puede transmutarse en aspiración por la Iluminación. ¿Requiere el sacramentalismo sexual del Tantra efectuar el acto sexual, o han de entenderse sus instrucciones metafóricamente? Al contrario de lo que opinan ciertos expertos académicos modernos y algunas escuelas tántricas, la interpretación literal, o efectuar el acto sexual, no es necesaria. La fuente de mayor autoridad en esto es por supuesto los Tantras mismos. Shashi Bhusan Dasgupta dice: En el Tantra Hevajra se explica claramente como producir el Bodhicitta tosco (el fluido seminal) por medio del proceso físico y como convertirlo en la forma Vivrta por medio del proceso yógico. El placer podrá ser realizado también permitiendo la descarga del Bodhicitta, pero eso ha sido condenado sin reservas por todos los tántrikas budistas y se ha dicho que en vez de liberar al hombre lo ata al reino de los placeres sensuales toscos. Es por eso que en todos los textos hay repetidas advertencias contra permitir la descarga del Bodhicitta; si se le descarga nunca se alcanza el Mahasukha, la naturaleza Sahaja no es realizada y el hombre no se libera del mundo de la ilusión. (An Introduction to Tantric Buddhism, pág. 130) El mismo autor cita un verso del Tantra Marma-kalika, también citado en el comentario del Dohakosa de Kanhapada, en el que es adscrito al Tantra Adi-buddha. Según este verso “no hay mayor pecado que permitir la descarga ni mayor mérito que el éxtasis (que surge del Bodhicitta inmóvil)”. El Tantra Kalacakra es aún más enfático y declara que la salvación no puede ser obtenida por medio de la eyaculación, por lo cual los yoguis siempre deberán evitar los placeres mundanos. A pesar de la declaración inequívoca de los Tantras según la cual el acto sexual no es un requisito necesario para la sublimación del deseo, no debemos de concluir que las instrucciones respecto a la práctica del sacramentalismo sexual son sólo de significado metafórico. No son metáforas como tampoco lo son las energías que tratan de sublimar. El acto prescrito es un acto en sentido literal, pero es un acto que no ha de ser llevado a cabo físicamente sino mentalmente, es decir con la imaginación. El acto sexual físico aun efectuado con consciencia plena de su contenido transcendental (suponiendo que la consciencia plena fuese posible en esas circunstancias) no sería de utilidad alguna ya que para sublimarlo tendría que ser retenido el fluido seminal. El Sacramentalismo sexual del Tantra, practicado correctamente, consiste en la concentración de la energía emocional, particularmente la sexual, por medio de la representación en la imaginación del acto sexual y su sublimación por medio de la meditación sobre su significado transcendental. Es decir, la meditación sobre las realidades a que corresponde que son la Sabiduría y la Compasión en unidad inseparable. XIII El budismo completo Hemos llegado al final de la exploración de las cuatro escuelas principales del budismo del Mahayana. En un centenar de páginas el lector ha sido informado sobre más de mil años de desarrollos doctrinales y metodológicos, a los cuales contribuyó una sucesión de acharyas de una brillantez insuperable. A pesar de la limitación de espacio, he considerado constantemente movimientos de importancia histórica y he tratado, aunque no adecuadamente, una variedad de temas filosóficos. Espero que el tratamiento que he dado a cada escuela haya sido lo suficientemente amplio para demostrar que el uso de las Cinco Facultades Espirituales como principio de esquematización de las escuelas del Mahayana no es un procedimiento arbitrario, sino que se basa en hechos históricos y realidades de la vida espiritual. Cada escuela es el desarrollo de una facultad espiritual particular. El Madhyamika y el Budismo de la Fe y la Devoción mantienen una relación mutua históricamente porque corresponden a facultades espirituales que son psicológicamente interdependientes; lo mismo ocurre con el Yogachara y el Tantra. El hecho de que en la vida espiritual del individuo la Fe debe equilibrarse con la Sabiduría, y la Meditación con el Vigor, quiere decir que en un contexto más amplio, el de las escuelas del Mahayana, el seguir una escuela no nos