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La obra Ricardo Franco se nos fue cuando había encontrado probablemente el punto narrativo y el pulso a la hora de construir su relato. Con la colaboración de Álvaro del Amo, Pedro Costa y Carlos Pérez Merinero en el tratamiento cinematográfico y contando con la guionista Ángeles González-Sinde, La buena estrella se hace ese año con todos los premios importantes: Mejor película, la dirección más brillante, el guión más original y un magnífico trío interpretativo, ya que la historia gira en torno a tres personajes que mendigan amor, que mueren por un puñado de afectos que jamás tuvieron. Pero lo definitivo de esta gran historia es la forma y el estilo duro de rodar de 1 Ricardo: impecable y pisando la línea y los territorios de los bajos fondos del ser humano. Es la historia de Rafa (Antonio Resines) un carnicero que a su monótona vida se le une una limitación o impotencia sexual al perder parte de su fuerza en un accidente. “Un hombre herido y mutilado sí, pero soy un hombre”, afirma el carnicero a una hermosa Marina (Maribel Verdú) que con el apodo de La Tuerta encubre una niña de la inclusa que acaba en la calle, ejerciendo la prostitución y convirtiendo su vida en un chiste de mal gusto. Ahí, en ese espacio de niños abandonados conoce a Dani (Jordi Mollà), un chaval al que los matrimonios de moda van adoptando y devolviendo a la institución porque no era esto de ser padres lo que se imaginaban. 2 El resultado, desde el punto de vista del contenido, se convierte en la historia de tres náufragos en el mapa de la búsqueda y de la frustración amorosa y, desde el análisis cinematográfico, en tres grandes trabajos. El de una sorprendente Maribel Verdú que sabe evolucionar a su personaje de Marina la Tuerta, convirtiendo a una mujer despojo, marginal y terriblemente deteriorada en una Meg Ryan, como sueño e ideal de su vida. Antonio Resines consigue cuajar una de sus grandes actuaciones, sobre todo desde la contención, es un carnicero que después de su accidente sólo le pide a la vida calma para vertebrar su dignidad, es un hombre bueno al que la educación y los prejuicios le hacen sospechar y tarda en darse cuenta que esos dos que un día se cruzaron en su camino, en una madrugada de Mercamadrid, son mejor gente aunque se dediquen a la prostitución y al chuleo. En realidad, ambos, Marina y 3 Daniel, son dos pobres desgraciados a los que el destino, la vida y el azar les reservó una estrella no muy buena. Jordi Mollà, desde luego, hace el papel de su vida. Un macarrilla de tres al cuarto que aparenta que mata y enseña el colmillo sucio y retorcido pero es un bendito, mendigando amor a La Tuerta, a Marina, y dándole lecciones de moralidad al carnicero: si él está haciendo el amor con la esposa del carnicero no es ético que esté aguardando en el pasillo, sin decir una sola palabra, así como engañando de que no está, pero está. Para el director, para Ricardo Franco La buena estrella se convirtió en la película más reconocida y taquillera de toda su filmografía y eso que tiene varias películas de 10, como por ejemplo El desastre de Annual (1970), Pascual Duarte (1976), El sueño de Tánger (1991), Después de tantos años (1994) y la película en la que le sorprendió la muerte, Lágrimas negras (1999) que debió montar su compañero y amigo Fernando Bauluz. “Ponme un saco de pasta y verás brillar mi buena estrella”, comenta Dani a Rafa, en la opinión y certeza que él no necesita a nadie para gobernar su existencia, tan sólo plata y uno de los valores del guión de Ángeles González-Sinde es precisamente que muestra, desde el cine, que la pasión por el dinero no conduce o no tiene por qué conducir al placer y a la felicidad. La película está vertebrada por capítulos, el primero es el titulado La Tuerta, el segundo nombrado como El guapo de cara y un tercero con más atrevimiento lo titula Ricardo Franco como El manso. 4 En La buena estrella Ricardo Franco contó con Ángeles González-Sinde para que le acompañara en el guión que aporta una sólida estructura para que sean los personajes los que se sientan libres para traicionarse, desmentirse y así Marina, La Tuerta, primero abandona a Dani para convertirse en fiel y amante esposa para volver a enredarse con el macarra de pacotilla, regresar más tarde a los brazos del carnicero y para volver a marcharse nuevamente con Dani. Idas y venidas de dos personajes que han vivido el abandono y la trastienda de una sociedad que penaliza las periferias del sistema y unos seres humanos que nacieron sin estrella. El contexto La historia de La buena estrella se desarrolla en el Madrid de barrio de la década de 1980. El país parece asentado en una democracia jovencita donde la marginalidad y delincuencia tienen sus porcentajes y cotas previsibles, pero es quizás en la respuesta social al desamparo en lo que no está suficientemente bien estructurado. Las adopciones de los niños abandonados o de los pequeños que se han quedado sin padres por cualquier circunstancia o avatar, al final, por muchos informes y pruebas que se les hagan a los futuros padres no se pueden garantizar los resultados. 5 Y así conocemos el caso del personaje interpretado por Jordi Mollà, Dani: Marina cuenta que es la historia de ir de familia en familia y cada una de ellas se ha ido desembarazando de un crío que no tuvo mucha suerte en ese campo, construyendo un viaje primero de familias fallidas y después de correccionales y cárcel. No entra la película en una responsabilidad política de la sociedad sino en una irresponsabilidad humana de las relaciones sociales de sus individuos. Es muy interesante el personaje de Rafa, un carnicero de barrio agrio, al que el azar y la vida le ha despojado del deseo y va viviendo sin motor de la casa a la carnicería, de la carnicería al matadero de Legazpi (Madrid) y con sus clientes tiene una relación opaca, aburrida y tan solo cuenta con la amistad de Paco, el cura (Ramón Barea) que al parecer es tan aburrido y mustio como el propio personaje de Resines. Es a la vuelta del matadero, cuando en una madrugada, al detenerse la furgoneta en un semáforo ve como Dani, cargadito de alcohol y de noche, apalea brutalmente a su compañera, Marina y al salir en su defensa y protegerla comienza una vida distinta para él. Ya su casa no estará cerrada y oscura y percibirá la limpieza, la luz que entra por las ventanas y, sobre todo, que entra el amor, la relación con el otro, el afecto, las caricias y la vida de este carnicero no volverá a ser como antes. Se enamora perdidamente de esa prostituta tuerta, embarazada y abandonada y sentirá el dolor de la pérdida: “A ti, ¿te han abandonado alguna vez?”, le pregunta varias 6