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Cuadernos ISSN 0718-5413 Estudios del Trabajo 4 20 de Abril de 2008 - Santiago de Chile Inquisiciones sobre la Economía del Tiempo. La Confrontación de la Figura del Trabajo Precario. Santiago Aguiar www.estudiosdeltrabajo.cl Inquisiciones sobre la economía de tiempo. La conformación de la figura del trabajo precario. Primeras aproximaciones. Santiago Aguiar Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Nacional de Quilmes, Argentina Resumen: El objetivo general de esta presentación, es establecer la racionalidad que explica la realidad de la precarización, este nuevo fenómeno del trabajo y de la entera sociedad capitalista, y por lo tanto su naturaleza específica. Con esto, y como objetivo específico, inquirir sus modalidades, y las formas operacionales para medirla en Chile. Finalmente, establecer su impacto en la clase trabajadora, y la conformación de una nueva figura del trabajador. La categoría de economía del tiempo precarizadora, y la emergencia de un nuevo actor social, la figura del trabajador precario, emergen como centrales para la explicación y para los resultados de este fenómeno en desarrollo, en estas primeras aproximaciones. Atravesando las investigaciones, estudios y discusiones sobre la re-estructuración productiva, el cambio tecnológico en el proceso de trabajo, las transformaciones en el mercado de trabajo, y las nuevas formas de organización del trabajo, centrada, aunque no exclusivamente, en el gran debate sobre la flexibilización laboral y productiva, se encuentra la llamada precarización, entre categoría teórica e instrumento descriptivo, que admite múltiples acepciones y significados. En algunos casos se rechaza su realidad, al menos asociada a estos procesos aquí mencionados, en otros se admite pero de forma apenas marginal, en otros más se la considera un efecto no deseado, una desviación que puede corregirse, y finalmente, en otros casos, los menos, se la pone al centro del análisis. Lo cierto, es que queda aún planteado, y este es el objetivo general de esta presentación, establecer la racionalidad que explica la realidad de este nuevo fenómeno del trabajo y la entera sociedad capitalista, y por lo tanto su naturaleza específica. Con esto, y como objetivo específico, inquirir sus modalidades, y las formas operacionales para medirla en Chile. Finalmente, establecer su impacto en la clase trabajadora, y la conformación de una nueva figura del trabajador. Los usos del concepto de precarización Se ha determinado (POK, LORENZETTI, 2007) que en la OIT se utilizó por primera vez el concepto de precarización en 1974. Se lo definía centralmente por su inestabilidad, y se medía ésta por la inexistencia de contrato, o de contrato de carácter indefinido. Pero se la limitaba a las economías subdesarrolladas, incluso zonas económicas de los países centrales como el caso de Sicilia en Italia (SYLOS LABINI, 1974). Desde entonces, ha ido incrementándose la preocupación por la precariedad laboral, pero siempre como efecto, no deseado o necesario, de la reestructuración productiva, el cambio tecnológico en el proceso de trabajo, las transformaciones en el mercado de trabajo, y las nuevas formas de organización del trabajo. El concepto de precariedad ha sido asociado al de informalidad (OIT, 2007; POK, LORENZETTI, 2007; RANGEL, 2005), y la inserción endeble. También se lo ha asociado al concepto de flexibilización laboral (GALVEZ, 2004; ACUÑA, PEREZ, 2005; WELLER, 2007; DE LA O, GUADARRAMA, 2006). También asociado al concepto de flexibilidad, la preocupación se centra no tanto en el concepto, y la realidad, de la precariedad laboral, sino en sus efectos en la cohesión social (CEPAL, 2007). A un efecto de las transformaciones estructurales con su consecuente cambio en la relación de fuerzas capital-trabajo, y explicables por las estrategias económicas y ocupacionales de empresarios y trabajadores (EQUIPO CAMBIO ESTRUCTURAL Y DESIGUALDAD SOCIAL, 2000). Asociada también a las nuevas formas de empleo, atípicas, se la presenta asímismo como resultado de las estrategias de los actores sociales, y como un efecto posible pero no necesario (LOPE, GIBERT, ORTIZ DE VALLACIAN, 2002). Se lo menciona como un indicador de la posición deteriorada de los trabajadores en las relaciones de trabajo (CASTILLO, 2003). Pero también como un resultado no necesario y opuesto de las transformaciones empresariales virtuosas (MONTERO, 1996), o de los procesos de externalización virtuosos (ECHEVERRIA TORTELLO, 2006), con un nuevo paradigma de producción flexible que presenta estos riesgos, pero también oportunidades (DIAZ, GODOY, STECHER, 2005). Se la explica también como resultado de lo que con acierto se ha llamado –desde el punto de vista de la situación del trabajador- la “cadena de relaciones de incertidumbre” (FALABELLA, 1990), con las cadenas de subcontratación (DE PAULA LEITE, 1999). Se lo ha identificado como componente de una situación social determinada por condiciones de trabajo y de vida desfavorables para el trabajador, con un bajo grado de estabilidad, como resultado del bajo grado de organización de los trabajadores (FALABELLA, 1990). Donde más consenso hay en la literatura es en la comprensión del fenómeno de la precariedad laboral asociada al “trabajo atípico” por oposición al “trabajo normal”, pero caracterizada centralmente por su consecuente falta de acceso a la protección social (VEGA RUIZ, 2005; HENRIQUEZ, URIBE-ECHEVERRIA, 2004; GALVEZ, 2004; EQUIPO CAMBIO ESTRUCTURAL Y DESIGUALDAD SOCIAL, 2000; TOKMAN, 1999; ESPINOZA, 2003). Finalmente, se lo ha planteado en el marco de cambios sociales más fundamentales. Podría situarse entre estos a quienes, más acotadamente, hablan de un nuevo régimen o modo de acumulación flexible (IRANZO, DE PAULA LEITE, 2006), modo de acumulación post-fordista (ALONSO, 2007), sociedad de la información (YÁNEZ, MEDEL, DIAZ, 2001). Pero fundamentalmente se trata de quienes directamente plantean transformaciones más generales con la aparición de la sociedad de riesgo y la individualización de las relaciones sociales (BECK, 2007), y el fin de la sociedad salarial (CASTEL, 2004). De conjunto, podría decirse que hay, a grandes trazos, cuatro grandes perspectivas. Una perspectiva jurídica y del mercado de trabajo (la atipicidad contractual y de las condiciones de trabajo). Una perspectiva del proceso de trabajo (flexibilización). Una perspectiva de la subjetividad (dispersión, debilitamiento). Una perspectiva “del bienestar” (la preocupación por la protección social). Todos, exceptuando tal vez a quienes lo refieren a cambios sociales más fundamentales, coinciden, en lo fundamental, en que la precariedad se trata de un efecto no deseado. Y quienes más claramente lo formulan son quienes se ubican dentro de lo que aquí se ha denominado la “perspectiva del bienestar”, planteándose la necesidad, pero por sobre todo la posibilidad, de corregir este fenómeno de la precariedad, y así superarlo. Diferentes entre sí, las cuatro perspectivas coinciden, en lo fundamental, en la necesidad de promover una mayor protección social. Aquí, dos propuestas son las que se destacan. Una, que promueve un gran pacto social por arriba, que podría traducirse en la llamada flexiseguridad. Otra, que promueve, ante las estrategias precarizadoras, defensivas, no virtuosas, de algunas empresas, estrategias de concertación local, que permitan adecuar las exigencias de flexibilización de las empresas, con las demandas de protección de los trabajadores. Aún con esta multiplicidad de definiciones y explicaciones, aún considerando dimensiones acertadas del fenómeno de la precarización, sigue siendo necesario establecer la racionalidad que explica la realidad de este nuevo fenómeno del trabajo y la entera sociedad capitalista, y por lo tanto su naturaleza específica. La economía del tiempo precarizadora “el período manufacturero (...) en seguida de aparecer proclama como principio conciente la reducción del tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercancía” Karl Marx Con el capitalismo, el tiempo se ha mercantilizado. Es la medida del trabajo. Los costos de las empresas son en horas-hombre; el trabajo es pagado en horas, semanas, meses (ADAMS, 1999). Se puede hablar, considerando el proceso de producción que debe incluir en su análisis el proceso de trabajo y el proceso de valorización, de tres tiempos: el tiempo de trabajo socialmente necesario, el tiempo de trabajo excedente o plustrabajo, y el tiempo muerto (NEFFA, 1990). A esos tres tiempos, deberíamos agregar un cuarto: el tiempo de rotación, del capital y la mercancía. La importancia de estas definiciones está en que la economía de tiempo en sus cuatro dimensiones, es decir, la búsqueda constante de la reducción del tiempo de trabajo necesario y del tiempo de rotación, la extensión del tiempo de trabajo excedente, la eliminación del tiempo de trabajo muerto, se constituye en el motor de la producción capitalista que determina la relación social de explotación entre el trabajo y el capital. Esta relación social de explotación capitalista es constituyente tanto del proceso de trabajo, como del mercado de trabajo1. Es la que otorga la homogeneidad del proceso de producción capitalista y de las clases, por sobre las múltiples transformaciones perseguidas con diversos métodos que resultan en una heterogeneización y fragmentación, tanto de los procesos de trabajo como de las clases. En su despliegue, alteran las regulaciones estatales en particular y las instituciones en general, y las relaciones de fuerza entre las clases, conformando el carácter específico de distintos períodos del capitalismo. Por ésto llamamos constituyente a la relación social de explotación. El resultado total actual es una transformación brutal de las condiciones sociales de extracción del plustrabajo, produciendo un aumento inédito de la explotación del trabajo. La persecución de la economía del tiempo, en estas cuatro dimensiones, abre una dinámica que nos permite observarlo a través de varias categorías: el control del tiempo: del puesto de trabajo en el taylorismo, de la línea de montaje en el fordismo (NEFFA, 1990), de los medios de trabajo con la automatización (MANDEL, 1979). 1 El estudio de las transformaciones de la producción y el trabajo, requieren mantener una mirada desde ambas dimensiones. La separación entre teorías del proceso de trabajo y teorías del mercado de trabajo, aquellas centradas en la unidad alrededor del lugar de trabajo, éstas centradas en la fragmentación del mercado de trabajo, pierden de vista el carácter constituyente de la relación social de explotación con sede en el proceso de trabajo y tránsito en el mercado de trabajo, determinando aquel a éste –es decir, no con un carácter autónomo una dimensión de la otra. la velocidad de producción y rotación, con la “sociedad abierta 24 horas”, la intensificación de la producción con el aumento de la velocidad de las máquinas (ADAMS, 1999), el “día de 48 horas” (CASTILLO, 2003), la extensión de la jornada de trabajo y la organización de la producción por turnos, uso de horas extraordinarias, etc. la reducción del tiempo de trabajo total, que hace que el aumento del desempleo total, más allá de fluctuaciones marginales, sea un fenómeno estructural (ADAMS, 1999; CASTEL, 2004) La eliminación de los tiempos muertos aparece como un elemento central en las transformaciones del trabajo asociadas a la precarización del trabajo, por ésto es necesario tratarlo aparte. Con ésto, se elimina el tiempo improductivo. La porosidad de la jornada. La eliminación de los tiempos muertos es lo que motoriza las nuevas formas de organización del trabajo y la producción, facilitadas por el cambio tecnológico e impulsadas por la mundialización de la economía y la fuerza de trabajo en tiempos de crisis de acumulación capitalista iniciada a principios de la década de los ‘70, que sí es posible denominar como producción flexible. Estas nuevas formas de organización del trabajo y la producción es posible observarlas en la flexibilización del trabajo, y el trabajador disponible en el tiempo y modo en que decida el empresario, recibiendo un salario acorde a esa disposición ajustada a su uso estricto. Y sus correspondientes reformas laborales (en generales posteriores a los cambios en la producción, yendo más bien a sancionarlos), centradas principalmente en la diversificación de los contratos de trabajo (a tiempo parcial, temporales, etc), no enteramente novedosos en sí mismos, pero sí por la autorización para su masiva extensión y multiplicación. También es posible observarlas en la producción justo a tiempo y el cero stock, en la producción ligera, en el uso de equipos de trabajo que dan una nueva línea de ensamblaje, eliminando el despilfarro de espacio de almacenamiento y stock, de movimientos innecesarios del trabajador. Es observable también en esa forma impetuosa y dinámica que es la externalización del trabajo en sus diferentes modalidades (subcontratación, suministro, etc), forma por excelencia de la búsqueda de la eliminación de los tiempos muertos en el proceso de producción, pagando sólo por el trabajo que se usa en el momento en que se precisa. La búsqueda de la economía del tiempo, ha estado inscrita desde los orígenes del capitalismo mismo. Por ésto, en algunos casos se oscurece su centralidad como explicación de las actuales transformaciones (DE PAULA LEITE, 1999) para diferenciarlas de aquellos que las ignoran afirmando la continuidad sin más del taylorismo. Sin embargo, es lo que permite explicar su dinámica, extensión y expansión. Los anteriores métodos para la búsqueda de la economía del trabajo, la “mesa de trabajo” del período de la manufactura, y, ya en el período de la gran industria, la Organización Científica del Trabajo de Taylor, el fordismo, parecen empequeñecerse con el actual método de producción flexible. La discusión sobre si los anteriores métodos han sido superados (sea positivamente o no) resulta estéril. Es, al menos en parte, el resultado de permanecer en las manifestaciones exteriores del fenómeno, en lugar de partir de allí para ir a encontrar las mediaciones con sus causas, que permanecen oscurecidas, secretas, siendo el develar estos secretos, parte de las tareas de la ciencia. De este modo, puede plantearse que la línea de ensamblaje clásica del fordismo- taylorismo y sus principios de producción contínua y fragmentación del proceso de trabajo siguen presentes pero implementados sobre nuevas bases y de modos diferentes (CORIAT, 19802). En la búsqueda de la economía del tiempo con los métodos de la producción flexible en el período de la crisis de acumulación capitalista iniciada a principios de la década de 1970, se encuentra la racionalidad de la precarización del trabajo. Y así, de este modo, es posible comenzar a aproximarse a la naturaleza de la precariedad del trabajo. De este modo, comprender que no se trata de efectos no deseados de un mal empresario, sino que éste, en tanto encarnación del capital, está compelido, más aún hoy con la mundialización de la producción y del trabajo, a precarizar el trabajo. Es posible llegar así, a una definición de la precarización como la configuración específica de la relación social de explotación en el período de la búsqueda de la economía del tiempo con los métodos de la producción flexible que irrumpe con la crisis de la acumulación capitalista iniciada a principios de la década de 1970. Más brevemente: una búsqueda de economía de tiempo precarizando. Desde el punto de vista de la conformación de las clases en la actualidad, se podría decir que representa el grado de explotación del trabajo por el capital. 2 Planteada hacia 1980, no parece ser esta la posición actual del prestigioso economista. Así definida, es posible plantearse una alternativa de estudio a las cuatro perspectivas planteadas al inicio de este trabajo: la perspectiva jurídica y del mercado de trabajo, la perspectiva del proceso de trabajo, la perspectiva de la subjetividad, la perspectiva “del bienestar”. Como quedó dicho, aunque diferentes entre sí, las cuatro perspectivas coinciden en lo fundamental en la necesidad de promover una mayor protección social. Elaborar una alternativa a estas cuatro perspectivas tiene un doble sentido. Por un lado, un sentido teórico que pretende llegar a la naturaleza característica del fenómeno de la precarización, y a encontrar una explicación a las causas que la producen, sin considerarlo como efecto no deseado o enmarcado en los cambios sociales más fundamentales perdiendo sus especificidades. Por otro lado, un sentido práctico: las políticas de protección social actúan sobre una realidad que se naturaliza al aceptarla como dada, y por lo tanto actúan sobre sus efectos más perversos, pero no sobre sus causas. De ésto ya hay un ejemplo de políticas públicas en Chile. La llamada Ley de Subcontratación que, más allá de la disputa sobre su aplicación, actuaría buscando proteger al trabajo inestable, pero aceptando esa realidad como inmodificable, por lo tanto naturalizándola. Más en general, es posible plantear, en términos teóricos, que los procesos de desprotección social, la reducción de costos salariales indirectos, la privatización de los sistemas de salud y pensiones, pueden considerarse como ganancias extraordinarias del actor empresarial (EQUIPO CAMBIO ESTRUCTURAL Y DESIGUALDAD SOCIAL, 2000). Por lo mismo, sometidas a vaivenes en el tiempo, podría ser reversible. Y, efectivamente, la mayor protección social, con métodos por arriba (flexiseguridad) o por abajo (concertación local), es lo que busca, con el objetivo general de alcanzar un nuevo punto de cohesión social. Por el contrario, la búsqueda de la economía de tiempo precarizando, que es lo que la define en este período, es lo que dinamiza el movimiento de la sociedad capitalista en la actualidad. Así definida, es posible identificar algunas evidencias de la extensión del fenómeno de la precariedad laboral en Chile, y con ello puntualizar algunos indicadores fundamentales para su estudio. Puntualización de algunos indicadores fundamentales para el estudio de la precariedad “El desarrollo de la capacidad productiva sólo es importante para él [el capitalista] en la medida en que aumenta el tiempo de trabajo sobrante de la clase obrera, no en la medida en que aumenta en general el tiempo de trabajo para la producción material” Karl Marx Desde el punto de vista del entero proceso de producción y la economía y sus resultados, a nivel agregado, es posible una aproximación general que permita apreciar los resultados del fenómeno de precariedad en los términos que se definen aquí, presentando el grado de explotación de otro modo, en términos más tradicionales: una aproximación a la medición del tiempo de trabajo excedente, de acuerdo a la participación de los salarios y las ganancias en el PIB3. También, es algo que economistas que plantean la necesidad y posibilidad de reconciliar flexibilidad y cohesión social, plantean que el mecanismo de apreciación absoluta para aumentar las ganancias está asociado a la flexibilidad laboral (SALAMA, 2005). Este cálculo ha sido hecho para Chile en la actualidad. Para el 2003, la participación de las remuneraciones en el PIB eran de un 41,2%, y de las ganancias de un 46,7%. Para el 2004, de un 39% y 49,3% respectivamente. Para 3 El economista belga Ernest Mandel dejó planteado que: “Bajo las condiciones de una productividad estable del trabajo [en la producción mercantil simple], en donde éste puede ser considerado como dado, las categorías de ‘tiempo de trabajo socialmente necesario’ y de ‘tiempo de trabajo socialmente desperdiciado’ son claras y transparentes (...) Pero en el Modo de Producción Capitalista, que se caracteriza por el contínuo trastorno tecnológico, las cosas dejan de ser tan simples y transparentes, incluso cuando se trata de la determinación cuantitativa del valor. Es imposible determinar a priori cuál es el trabajo socialmente necesario y el trabajo socialmente desperdiciado en cada mercancía, pues ésta determinación sólo se puede hacer, después de todo, a posteriori, estableciendo si el capital en cuestión productor de la mercancía ha obtenido la ganancia media, más que ganancia media, o menos que la ganancia media” (MANDEL, 1979). Y más adelante agrega: “Sea como fuere, una comparación entre los cálculos oficiales de la parte que ocupa la suma de sueldos y salarios y la masa de ganancias en el producto nacional, ciertamente ofrece una indicación segura del desarrollo a mediano plazo de la tasa de plusvalía, pues es improbable que la corrección necesaria de estos agregados para alinearlos con las categorías marxistas pueda alterar en alguna forma decisiva las proporciones entre ellos en estos períodos de tiempo”. el 2005, de un 37,4% y 51% respectivamente. Para el 2006, de un 34,9%, y 53,7% respectivamente (CAPUTO, GALARCE, 2007). Considerado a nivel de sectores económicos, y sólo para el sector minero, la situación empeora: Para el 2003, la participación de las remuneraciones en el PIB eran de un 18,8%, y de las ganancias de un 80,7%. Para el 2004 de un 11,8%, y de 87,9% respectivamente. Para el 2005, de un 9,1% y 90,7% respectivamente. Para el 2006, de 5,4% y 94,4% respectivamente. Aún a nivel más micro, la utilización de contratos atípicos es un modo de reducir el salario, aumentando concomitantemente la ganancia empresarial. Medido hace poco más de 10 años atrás, el salario del trabajo temporal es un 59% del trabajo fijo, el del trabajador sin contrato, el 56% (TOKMAN, MARTINEZ, 1999). Hay otro gran indicador del resultado de la economía del tiempo: la desocupación masiva y permanente. El problema es de tal gravedad, que se habla, a nivel mundial, de una crisis global del empleo, combinándose el deterioro de las condiciones de trabajo y los tipos de empleo, con una alta desocupación, aún después de un ciclo de crecimiento de la economía mundial (OIT, 2006, b). El porcentaje de la población mundial desocupada es de 6,3%, lo que es equivalente a 191,8 millones de personas, la cifra más alta en la historia. En Chile para principios del 2007, son 526.440 los desocupados, un 7,3%. Estas dramáticas cifras, que fluctúan regularmente, han reabierto un extenso debate sobre los problemas de inserción laboral y las políticas de empleo, tanto en Europa (FREYSSINET, 2007), como en América Latina (WELLER, 2005; SAMANIEGO, 2002). Para establecer, en una primera aproximación, los indicadores de precarización laboral, será necesario concentrarse entonces en las dimensiones referidas al proceso de trabajo y al mercado de trabajo. Se dejarán fuera los indicadores de protección social, como es la cotización al sistema previsional. El por qué podrá verse en las próximas líneas. Mientras tanto, es importante retener que en Chile alcanza al 66,6% de los ocupados. Es decir, estarían por fuera un 33,4%. Los indicadores necesarios para medir el grado de explotación del trabajo en los tiempos de la búsqueda de la economía del tiempo precarizadora, deberían ser: Desde el punto de vista de la reducción del tiempo de trabajo necesario y el incremento del tiempo de sobretrabajo. Considerando el control del tiempo: la polivalencia, el trabajo en equipo. Considerando la velocidad de producción y rotación la cantidad de horas trabajadas: la intensidad del trabajo (medida por las horas extraordinarias de trabajo, la velocidad del trabajo en el proceso de trabajo, la organización de la producción en sistema de turnos). Desde el punto de vista de la eliminación de los tiempos muertos: la utilización de trabajo temporal, trabajo a tiempo parcial, trabajo a honorarios, trabajo sin contrato, trabajo externalizado (subcontratación, suministro). En esta primera aproximación, se puede reunir la información estadística oficial disponible para hacerse un cuadro general de la situación de precarización en el Chile actual. Su medición es insatisfactoria, no sólo según estas definiciones que aquí se plantean, sino que la Encuesta Nacional de Empleo –ENE, del INE se modificará a partir de 2009 de acuerdo a parámetros de la OCDE. Queda planteada la tarea de poder construir los datos para medir la precarización de acuerdo a las definiciones que aquí se consideran. Trabajadores con contrato temporal (contrato a plazo fijo, contrato por faena, obra o servicio) en empresas privadas: 30% (V ENCLA, 2007) Trabajadores temporeros en la agricultura, caza, silvicultura y pesca: 53,5% (KREMERMAN) Trabajadores a honorarios en empresas privadas: 4,5% (V ENCLA, 2007) Trabajadores a honorarios en el sector público de la administración central (excluyendo Poder Legislativo, Judicial, empresas públicas, y la Salud): 4,66% Trabajadores a contrata en el sector público de la administración central (excluyendo Poder Legislativo, Judicial, empresas públicas, y la Salud): 37,60% Trabajadores suministrados: 5,4% (V ENCLA, 2007) Trabajadores subcontratados: 35% (ECHEVERRIA TORTELLO, 2006) Trabajadores a domicilio: 1,5% (HENRIQUEZ, CARDENAS T., SELAME, 2005) Trabajadores sin contrato: 30% Trabajadores a tiempo parcial: 10% (LEIVA, 2000) La duración media de los trabajos temporales, es de 9,9 meses (REPETTO, 2007). Como se ve, el efecto visible de la economía del tiempo precarizadora, es la inestabilidad de las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores. Si bien, como se puede observar, es una proporción minoritaria del total de trabajadores, afirmándose que se trata de un sector que actúa en el margen (TOKMAN, 2004; OIT, 2006 (b); WELLER, 2007), se trata de un sector que viene en progresiva expansión. Y dinámicamente marca el sentido de la flecha: los segmentos más nuevos de la clase trabajadora –las mujeres que se incorporan al mercado de trabajo, los jóvenes-, pasan por el cedazo del trabajo precario, adaptándolos de entrada. Además, actúa con su sola existencia sobre el conjunto de la clase trabajadora mostrándose como su más probable futuro inserto en su incierto presente. Junto con otros aspectos que se verán más abajo, van resultando en la aparición de un nuevo actor social, conformando una nueva figura del trabajo: el trabajador precario. La conformación de una nueva figura del trabajo: el trabajador precario “El desarrollo libre de las individualidades (la nueva finalidad), y por lo mismo, no la reducción del tiempo de trabajo necesario para crear sobretrabajo, sino, de manera general, la reducción al mínimo del trabajo necesario de la sociedad a la cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc, de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre para todos y a los medios de que ahora todos pueden disponer” Karl Marx Es posible pensar en la aparición de un nuevo actor social, con la progresiva emergencia de una nueva figura del trabajo, el trabajador precario, a raíz de una serie de elementos: su número. La dinámica de progresivo incremento, lo va conformando como sector específico diferenciado al interior de la clase trabajadora, comenzando a otorgarle un principio de identidad como tal. sus características comunes. Con el efecto visible de la inestabilidad laboral sus diferencias específicas con el resto de la clase trabajadora. Haciendo presente su condición precaria, no antagónica con ese otro sector, mayoritario de la clase obrera, a la que algunos la oponen definiéndola como una nueva aristocracia obrera (BEL, VALENZUELA, TAFALLA), ésto por medio de ir acentuándose sus diferencias, ya no diferenciadas sino antagónicas, con el actor social empresarial. En tanto clase que con su búsqueda de la economía del trabajo precarizadora, actualiza su carácter antagónico, poniendo al desnudo la relación social de explotación con sede en el proceso de producción y tránsito en el mercado de trabajo su estabilidad en su condición de trabajador precario. Que permite su homogeneización, el paso progresivo a formas de organización, y de ahí a formas de lucha con los métodos tradicionales de la clase trabajadora como la huelga, el piquete de huelga, la movilización callejera, la asamblea, etc. De este modo, se puede ir construyendo una investigación teórica y empírica alternativa. A nivel teórico, que permita articular encontrando las mediaciones y los nexos específicos de los elementos de heterogeneidad que la apariencia del mercado de trabajo evidencia, con los elementos de homogeneidad actualizados y activados con asiento en la relación social de explotación que el proceso de trabajo oculta. A nivel de sus conclusiones prácticas, constatar, junto con otros estudios (IRANZO, DE PAULA LEITE, 2006), que no es posible una política para hacer frente a esta heterogeneidad laboral, planteándose la necesidad de otro modelo de desarrollo. Más aún, se pone en cuestión, como lo han anunciado con entusiasmo (BECK, 2007) o preocupación (CASTEL, 2004), el tipo mismo de sociedad en que vivimos. Completar esta primera aproximación, que deberá desarrollarse y profundizarse, explorando las formas de organización y de lucha actuales –estableciendo su grado de constitución social- de los trabajadores precarios en el Chile actual, es el próximo paso necesario. Una Sociología del Trabajo que asuma esta perspectiva, es parte de sus desafíos teóricos y prácticos que la búsqueda de la economía del tiempo precarizadora actualiza y hace urgente. Bibliografía ACUÑA A. Eduardo, PÉREZ A. Ernesto, 2005. Trayectorias laborales: el tránsito entre el trabajo asalariado y el empleo independiente. Cuaderno de Investigación, n° 23. Departamento de Estudios. Dirección del Trabajo. Santiago de Chile. ADAMS BARBARA, 1999. Cuando el tiempo es dinero. 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