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El Camino hacia el Crecimiento Sostenible: La Perspectiva del Asia Oriental Yun-han Chu1 La resistente Asia oriental Las economías asiáticas no han sido invulnerables frente a las consecuencias de la crisis financiera mundial. Su dependencia del comercio a través de redes mundiales de producción y estrategias basadas en la exportación hizo a estas economías vulnerables frente a la fuerte disminución de la demanda de la economía norteamericana y europea. Sin embargo, la región ha demostrado ser más resistente que el resto del mundo y se ha posicionado para dirigir la recuperación económica mundial. Para finales de septiembre del 2009, el Banco Asiático de Desarrollo ha incrementado su previsión de crecimiento económico de Asia oriental de un 3,6 por ciento hasta un 4,4 por ciento. Se prevé ahora que sólo China tenga un crecimiento de un 8,2 por ciento en 2009 y de un 8,9 por ciento en 2010, subiendo la previsión de marzo que era de un 7 por ciento y de un 8 por ciento, respectivamente. Las previsiones de Asia meridional también han mejorado, calculándose que el crecimiento alcance este año el 5,6 por ciento, superando la previsión inicial de un 4,8 por ciento. Las nuevas señales de recuperación en la confianza de la empresa privada, junto con el mantenimiento del enorme estímulo fiscal anunciado en el presupuesto de julio de 2009, han servido para reforzar la esperada expansión económica de la India hasta alcanzar un 6 por ciento este año, superando así el 5 por ciento. Se había previsto que el crecimiento conjunto de Asia Oriental se reduciría a un 0,1 por ciento en 2009, lo que aún mejoraba ligeramente las previsiones iniciales de un crecimiento negativo del 0,7 por ciento. El crecimiento en auge en Indonesia y Vietnam ha compensado Yun-han Chu es Distinguished Research Fellow del Instituto de Ciencias Políticas de la Academia Sinica y Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Taiwán. También ejerce actualmente como Presidente de la Chiang Ching-Kuo Foundation for International Scholarly Exchange. Fue Profesor colaborador en la Universidad de Columbia durante los años 1990-1991 y ha colaborado como Profesor en la Universidad de Pekín desde el año 2007. El Profesor Chu se especializa en estudios políticos sobre la Gran China, economía política del Asia oriental, economía política internacional y democratización. Es el Coordinador del Asian Barometer Survey, una red regional de investigación sobre la democracia, la gobernanza y el desarrollo, que abarca a más de diecisiete países asiáticos. Actualmente trabaja en el consejo editorial de Pacific Affairs, International Studies Perspective, China Review, Journal of Contemporary China, Journal of East Asian Studies y Journal of Democracy. 1 1 parcialmente las caídas que se han producido en otras economías sudorientales más expuestas al comercio internacional, como Malasia, Singapur y Tailandia. Cuatro factores han contribuido a este repunte económico de la región más fuerte de lo esperado. En primer lugar, la región estaba relativamente bien protegida frente al desplome financiero mundial ya que había heredado unos sistemas financieros en situación relativamente saludable antes de la crisis de los préstamos “sub-prime” de alto riesgo, y había constituido una enorme reserva de moneda extranjera como cobertura ante una repetición de la crisis financiera regional de 1997. Las burbujas de activos no eran alarmantemente amenazantes o se había logrado controlarlas debidamente antes de la crisis actual, como era el caso de China. En segundo lugar, la mayoría de las economías del Asia oriental han demostrado ser considerablemente resistentes debido, en parte, a la elevada capacidad de ahorro de las familias durante los tiempos de prosperidad, en la que se han podido apoyar durante las épocas de vacas flacas sin necesidad de realizar grandes recortes en el consumo privado. En tercer lugar, las bases macroeconómicas eran bastante sólidas en la mayoría de las economías del Asia oriental. Con la excepción de Japón, la mayoría de los gobiernos no estaba fuertemente endeudada y gozaba aún de suficiente capacidad financiera sin utilizar para el gasto y el préstamo. Por ello, la mayoría de los gobiernos y bancos centrales del Asia oriental respondieron a la crisis financiera global con firmes y decisivas acciones fiscales y monetarias. Por último lugar y no menos importante, cabe atribuir la resistencia de la región a la rápida recuperación de sus economías más importantes, con menor dependencia de la exportación. Aún viéndose afectadas negativamente, China e India no se encuentran en recesión: sus enormes sectores domésticos han ayudado a amortiguar el impacto. La exportación solamente representa el 35 por ciento del PIB de China y el 22 por ciento del de la India. Las Raíces de la Crisis La mayoría de los responsables políticos y analistas económicos del Asia oriental sostienen que la superabundancia de ahorro (“savings glut”) de las naciones asiáticas con superávit fue la gran culpable de la crisis mundial. Es cierto que después de la crisis financiera asiática de finales de los 90, la mayoría de los países en desarrollo de la región buscaron su seguridad mediante la gestión de los tipos de cambio y la creación de enormes reservas de divisas. De esta forma quedaban protegidos frente a las tormentas de la especulación de divisas y nunca más tendrían que recurrir a las líneas de crédito del FMI. Aunque algunas de estas medidas de protección contribuyeron a los desequilibrios y tensiones de la economía mundial, más que causas originarias, eran síntomas de las vulnerabilidades y de los riesgos sistémicos inherentes al sistema monetario internacional 2 vigente. La frecuencia y el crecimiento de intensidad de las crisis financieras que siguieron al colapso del sistema Bretton Woods apuntan a que los costes del sistema actual ha superado su beneficio. El dólar, como principal moneda de reserva internacional, ya no constituye un punto de referencia ni se emite con arreglo a una serie clara de reglas. Además, la puesta en circulación de dólares no está desvinculada de las condiciones económicas e intereses soberanos de los Estados Unidos. Como consecuencia de ello, la emisión ordenada de monedas de reserva para garantizar la estabilidad financiera mundial y para facilitar el crecimiento económico se ha convertido en un objetivo aún más ilusorio. Hablando en términos más generales, el sistema actual de gobernanza económica mundial que se forjó a mediados del siglo XX se ha visto superado por el giro económico fundamental que se viene produciendo durante los últimos veinte años. El desplome de las economías planificadas de la Unión Soviética y de la Europa Central y Oriental, las reformas económicas que se han producido en China y la India, y las estrategias de crecimiento basadas en la exportación de Asia oriental han contribuido al desarrollo de la economía de mercado mundial a una velocidad de vértigo. El número de los participantes activos en esta ampliada economía globalizada ha crecido pasando de cerca de 1 billón a más de 4 billones de personas. Tanto la legitimidad como la efectividad del G8, del FMI y del Banco Mundial se han visto muy debilitadas a medida que sus normas de representatividad y de toma de decisiones no conseguían reflejar el peso y las nuevas responsabilidades de estos poderes económicos emergentes. Este anticuado sistema mundial de gobernanza económica era además intelectualmente defectuoso, al haber sido diseñado sobre la base de un dudoso armazón intelectual, concretamente la teoría del “mercado racional”. El dogma de la desregulación financiera ha dado lugar a una explosión de actividades bancarias informales o en la sombra sin regular por parte de instituciones financieras y fondos de cobertura no-bancarios. La complejidad de sus transacciones extracontables y estrategias de cobertura, así como los riesgos sistémicos que han creado, estaban simplemente fuera del alcance de los reguladores y supervisores nacionales e internacionales. La mayoría de los analistas del Asia oriental coinciden con el diagnóstico de Simon Johnson, ex economista jefe del FMI, quien señaló que el desgobierno del sistema financiero de EE.UU. no se limitaba a una serie de accidentes aleatorios, sino que era el resultado de una regulación gubernamental poco rigurosa y de unos incentivos perversos que vinculaban la remuneración de los ejecutivos a rendimientos a corto plazo. En definitiva, se trata de la consecuencia de un proceso político el que los reguladores fueron capturados intelectualmente por Wall Street. 3 Muchos responsables políticos del Asia oriental comparten también la opinión de que los bancos centrales del mundo desarrollado habían sido demasiado débiles frente a los enormes riesgos que las burbujas de los precios de activos planteaban a la economía real del empleo, la productividad, el ahorro y el consumo. Los repetidos esfuerzos de la Reserva Federal de EE.UU. por controlar el daño a la economía real por el estallido de la burbuja, mediante la brutal relajación de los tipos de interés, únicamente han servido para retrasar el necesario ajuste estructural y la corrección del mercado, produciendo posteriormente mayores burbujas del precio de activos y agravando el problema del “riesgo moral”. En resumidas cuentas, tanto el sistema actual de gobernanza económica mundial, como sus herramientas intelectuales, no han estado basados en la “realidad” demasiado tiempo. Este anticuado sistema exige no sólo unos parches sino una oportuna reforma El Camino hacia el Crecimiento Sostenible Quizás con la excepción de Japón, todos los países del Asia oriental han celebrado el anuncio por parte de Barack Obama en la Cumbre de Pittsburg de que en el futuro el G20 sustituiría el G8 como principal órgano coordinador de asuntos económicos y posiblemente también de otros retos globales. Aunque la renovación de este principal foro económico mundial se introdujo de forma ad hoc para gestionar la crisis financiera, marcó el comienzo de una nueva era para la gobernanza económica mundial. El G20 podría jugar un papel importante facilitando e incitando a Asia oriental a realizar reformas estructurales cruciales para el reequilibrio de la economía mundial. También podría servir para fomentar el debate y la deliberación sobre el desarrollo de una nueva serie de principios y directrices para la puesta al día de las instituciones económicas mundiales y de los acuerdos existentes frente a los nuevos retos. Los países asiáticos en su mayoría estaban convencidos de que debía de haberse efectuado hacía mucho tiempo una reforma radical de las instituciones financieras internacionales, en particular del FMI. Muchos líderes asiáticos han venido insistiendo en la necesidad de un reajuste de la voz y de la representación de los países en desarrollo con objeto de que quede reflejada su contribución global. Han defendido también una revisión global del marco de préstamos y de condicionabilidad del Fondo. En este contexto, los países asiáticos apoyan en términos generales la introducción de las “Líneas de Crédito Flexibles, (FCL)” como nuevo mecanismo de prevención de crisis para aquellos países con políticas basadas en sólidos fundamentos y antecedentes positivos de implementación política. También apoyan la necesidad de que el FMI refuerce su cooperación con el Fondo de Estabilidad Financiera (FSF) y de la colaboración de ambas instituciones en la promoción de la estabilidad financiera y el fortalecimiento de la capacidad de respuesta de las autoridades regulatorias 4 ante los riesgos, incluyendo el desarrollo de un sistema de alertas rápidas. La mayoría de los líderes del Asia oriental también apoyaron la necesidad de una reforma radical de los regímenes nacionales y supranacionales de regulación financiera. Resulta esencial reformar el régimen regulatorio para poder hacer frente a los conglomerados globales con una naturaleza demasiado grande como para quebrar que provocan riesgos sistémicos al sistema financiero. Resulta imprescindible ampliar el ámbito y el mandato de los reguladores actuales con objeto de que estén debidamente equipados para controlar sociedades no financieras que hayan superado sus fronteras tradicionales y creado un nuevo frente de riesgos. Resulta también indispensable la actualización de los estándares regulatorios financieros locales e internacionales para poder supervisar de forma efectiva los nuevos productos e innovaciones financieros. Sin embargo, no hay grandes esperanzas de que se vaya a conseguir un cambio radical ya que hasta ahora hay muy pocas reformas en marcha o sobre la mesa. La mayoría de los analistas asiáticos se inclinan por apoyar la recomendación de la Asamblea General de las Naciones Unidas a través de la Comisión de Expertos sobre Reforma de las Estructuras Financieras y Económicas Internacionales. Tal como sugirió Joseph Stiglitz, presidente de la Comisión, la crisis ha aportado el ímpetu necesario para avanzar hacia un sistema regulatorio general centrado de forma más intensa en grandes instituciones y países “sistémicamente relevantes”. Las nuevas normas podrían verse apoyadas mediante incentivos que fomentasen comportamientos y políticas de riesgos positivos que evitasen que los bancos fuesen demasiado grandes para quebrar. El informe de la comisión también fomentaba la idea de que los países y los mercados también podían experimentar con financiaciones compuestas por los denominados Derechos Especiales de Giro (DEG), que reflejan una cartera de las principales divisas. Eventualmente los DEG se actualizarían para funcionar como un tipo de moneda de reserva mundial. Además, un incremento de la asignación de DEG serviría para que el FMI pudiese abordar su problema de recursos y las dificultades de la reforma del voto y la representación. La recomendación de la comisión reforzó el poder de persuasión de una propuesta anterior planteada por Zhou Xiao-chuan, el Gobernador del Banco Popular de China. Zhou defendió abiertamente, con una franqueza excepcional, la creación de una moneda de reserva super-soberana que sustituyese al dólar estadounidense como moneda oficial de reserva mundial. Zhou mantuvo que ello no solo eliminaría los riesgos inherentes a una divisa soberana basada en el crédito, sino que además permitía gestionar la liquidez a nivel mundial. Una moneda de reserva super-soberana administrada por una institución global 5 podría utilizarse tanto para crear, como controlar, la liquidez a nivel mundial. Y cuando la moneda de un país ya no se utiliza como medida para la evaluación del comercio mundial, ni como punto de referencia de otras monedas, la política de los tipos de cambio del país sería mucho más efectiva para reequilibrar los desequilibrios económicos. Esto reducirá significativamente los riesgos de una futura crisis y mejorará la capacidad de gestión de las crisis. Más en concreto, Zhou propuso que debía tenerse especialmente en cuenta la necesidad de otorgar a los DEG un papel más importante. Los DEG tienen las características y el potencial para poder servir como moneda de reserva super-soberana. Por lo tanto, la asignación de DEG debe aumentarse de forma constante, ampliándose su alcance. Como primer paso, debe establecerse un sistema de liquidación entre DEG y otras monedas. Esto permitirá que los DEG, que actualmente sólo se utilizan entre gobiernos e instituciones internacionales, se conviertan en un medio de pago ampliamente aceptado en el comercio y en las transacciones financieras internacionales. Otra medida para incrementar su atractivo sería la creación de activos financieros denominados en DEG. Debería además promocionarse activamente el uso de los DEG en el comercio internacional, en la fijación de precios de los productos básicos o mercancías, en las inversiones y en la contabilidad mercantil. Estos pasos permitirían que eventualmente los DEG satisfagan totalmente la demanda de una moneda de reserva de los estados miembros. Sin embargo, la mayoría de los responsables políticos del Asia oriental no creen que sea inminente una transición del sistema actual hacia el nuevo sistema diseñado alrededor de una moneda de reserva super-soberana. Tampoco creen que dicha transición, si alguna vez se produce, vaya a ser suave. Por ello, no se visualiza de momento una solución fundamental frente a la vulnerabilidad inherente y los riesgos sistémicos del actual régimen monetario mundial. Los Estados Unidos simplemente no van a renunciar en el futuro cercano a sus beneficios de señoreaje en la creación de reservas. Como consecuencia de ello, la mayoría de las economías del Asia oriental aún sienten la necesidad de aumentar su propia capacidad de amortiguación mediante la gestión del tipo de cambio y la acumulación de reservas de divisas para protegerse frente a las turbulencias financieras. Las consecuencias, sin embargo, son directas. Si el dólar se mantiene como principal activo de reserva; concretamente, si el crecimiento de reservas sigue basándose fundamentalmente en dólares, entonces los objetivos de reserva de las economías del Asia oriental únicamente se podrán satisfacer si persisten los desequilibrios globales. Se producirá antes que tarde una nueva (aunque distinta) crisis, esta vez probablemente debido a un nivel de endeudamiento inaceptable por parte de los Estados Unidos. 6 Con este terrible panorama en mente, los países del Asia oriental tienen motivos para perseguir con mayor energía asistencia mutua mediante acuerdos bilaterales o regionales. Primero, las principales economías del Asia oriental han extendido sus mecanismos bilaterales de swaps de divisas con sus principales socios comerciales para conseguir que una mayor parte de su comercio bilateral se liquide en moneda local, en vez de en dólares estadounidenses. Después, bajo los auspicios del Proceso ASEAN+3 , están ya muy avanzadas dos iniciativas regionales de cooperación financiera, la Multilateralización de la Iniciativa Chiang Mai (CMIM) y la Iniciativa para el Mercado de Bonos Asiático (ABMI). La CMIM estableció un marco de asistencia mutua entre los países de la ASEAN+3 para afrontar sus respectivas dificultades de liquidez a corto plazo. La iniciativa ABMI fue diseñada para fomentar los mercados de bonos en moneda local y para mejorar el reciclaje de ahorros regionales hacia mercados de bonos regionales en desarrollo. En una reunión extraordinaria celebrada en Phuket en febrero del 2009, los miembros de la ASEAN+3 han acordado incrementar el tamaño de la CMIM en un 50 por ciento, pasando de 80.000 millones de dólares estadounidenses a 1.200 millones de dólares estadounidenses, y desarrollar un mecanismo de vigilancia más robusto y efectivo para apoyar las operaciones de la CMIM. En su reunión en Bali del mes de mayo del 2009, los ministros de finanzas de los países de la ASEAN+3 alcanzaron un acuerdo sobre todos los principales componentes de la CMIM, incluyendo la contribución del país individual, condiciones de acceso al crédito, y el mecanismo de vigilancia, y decidieron implementar el proyecto antes de final de año. En la reunión de Bali, los ministros de finanzas también confirmaron su compromiso de ampliar el papel y las funciones del Banco Asiático de Desarrollo (BAD). Mediante un plan de mejora de capital, aumentará la base de capital del BAD hasta alcanzar el nivel apropiado. Se establecerá un Mecanismo de Garantía de Crédito y de Inversión (CGIM) como fideicomiso del BAD para apoyar la emisión en nuestra región de bonos corporativos denominados en moneda local. En privado, la mayoría de los titulares asiáticos de Letras del Tesoro de EE.UU están muy preocupados que el déficit de gasto y el déficit fiscal récord previsto de Estados Unidos pueda en su día provocar inflación y una pérdida de confianza en el dólar. Se prevé que el déficit alcance 1,75 billones de dólares en el ejercicio que finalice el 30 de septiembre, comparado con el déficit de 455.000 millones de dólares del pasado ejercicio, según la Oficina de Presupuestos del Congreso. Sin embargo, en público, la mayoría de los países asiáticos no quieren presionar demasiado en este asunto. Si suenan demasiado alarmistas y contribuyen sustancialmente a una liquidación o venta generalizada de dólares y títulos del Tesoro, van a resultar más perjudicados a corto plazo que el resto del mundo. Colectivamente las economías del Asia oriental poseían en julio de 2009 más de dos tercios de los 3.428 billones de dólares estadounidenses en las letras del Tesoro de propiedad 7 extranjera, representando China y Japón, 800.500 millones de dólares y 724.500 millones de dólares, respectivamente. En cualquier caso, los países asiáticos van a estar pendientes de otras opciones distintas del dólar. Las previsiones demográficas y de crecimiento negativas descartan cada vez más al Yen japonés. En un futuro próximo, podría aumentar la aceptación del euro. Más a largo plazo, el renminbi supone el mayor reto frente a la situación del dólar como principal moneda de reserva, especialmente en Asia. Muy en particular, China está impulsando la internacionalización gradual de su moneda. China ha introducido una serie de centros bilaterales de compensación de divisas en las fronteras con Asia Central, Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar, para que los socios comerciales puedan negociar más fácilmente en renminbi. China ha anunciado recientemente que las empresas extranjeras podrán cotizar en la bolsa en China, un paso para conseguir que Shangai se convierta en centro financiero internacional. Además, como sustituto para la plena conversión de su moneda, en septiembre de 2009 Beijing emitió por primera vez bonos del Estado denominados en renminbi a inversores extranjeros a través de Hong Kong. Esto es considerado a todas luces un movimiento estratégico para acercar su objetivo a largo plazo de desarrollar un mercado extranjero de bonos en renminbi perfectamente desarrollado con la suficiente profundidad y liquidez. En el pasado, las economías asiáticas se han beneficiado intensamente de la liberalización del comercio y del proceso de globalización económica en general. Están completamente comprometidas con el principio de regionalismo abierto y mantienen firmemente el sistema de reglas centrado en la OMC. Acogieron las declaraciones comunes anti-proteccionistas y a favor de la Ronda de Doha de la Cumbre del G20 celebrada en Londres. Sin embargo, estas economías están preocupadas con las recientes tendencias políticas que se están produciendo en el mundo desarrollado. Prácticamente todos los países de la OCDE han infringido de alguna forma sus compromisos de no adoptar medidas proteccionistas al formular sus políticas y medidas para combatir la recesión, o prefieren destinar su apoyo financiero a industrias específicas, pudiendo reducirse con el tiempo los impedimentos/inhibiciones para que se actúe de esta forma. Las economías asiáticas están también preocupadas de que Estados Unidos no sea capaz de ofrecer en algún tiempo el liderazgo internacional que se necesita en el área del comercio. En las últimas dos elecciones americanas a nivel nacional, en particular las elecciones al Congreso del 2008, se han elegido un gran número de nuevos congresistas, su mayoría demócratas, que son muy escépticos de acuerdos más libres de comercio. La retórica de campaña de Obama, concretamente su llamada a favor de la renegociación del TLC durante las primarias, aún evitando el proteccionismo directo, dio la impresión de tratarse 8 de un planteamiento proteccionista. Las industrias domésticas estadounidenses pueden sentirse aún más animadas a buscar protección como consecuencia del ambiente político más favorable hacia el proteccionismo en Estados Unidos. Se ha considerado de forma muy amplia que uno de los mayores peligros de la decisión fue el otorgamiento de la cláusula de protección de la Sección 421 frente a los neumáticos chinos en septiembre de 2009. Los responsables políticos de la región también temen que la Ronda de Desarrollo de Doha ha sido la negociación más larga de la historia del sistema de negociación del comercio moderno, y amenaza con ser la primera en fracasar. Los retrasos están impidiendo que se materialicen las medidas de liberalización del comercio que se habían prometido. Esto ya ha precipitado la proliferación de acuerdos bilaterales y mini-laterales. Corea del Sur ha sido la primera en buscar acuerdos preferenciales bilaterales. Firmó el Acuerdo de Libre Comercio (ALC) con Estados Unidos en 2007 y celebró un acuerdo similar con la UE en octubre de 2009. Más economías asiáticas van a seguir el camino marcado por Coreo del Sur. Durante las secuelas de la crisis, todos los responsables políticos del Asia oriental reconocieron que el antiguo modelo de crecimiento basado en la exportación no sería sostenible en una economía mundial más “equilibrada”, en la que los consumidores de EE.UU. tienen que ahorrar más y gastar menos. El ajuste estratégico necesario supone re-equilibrar la dependencia en el crecimiento basado en la exportación con una demanda más regional y doméstica. La mayoría de las economías emergentes de Asia oriental buscan poder explotar la enorme demanda potencial de China e India, unido a la superabundancia de ahorros (“savings glut”) de la región. Esto parece implicar que una mayor parte del ahorro de la región debería ser intervenida dentro de la región, y que podrían profundizarse las redes de producción intra-regionales mediante la inversión en infraestructuras regionales para acelerar los envíos intra-regionales, la promoción del comercio de tecnologías verdes, y la mayor dependencia en el comercio de servicios. El establecimiento oficial del ALC entre la ASEAN y China en 2010 será un paso esencial para avanzar hacia este objetivo común. Todos los líderes de Asia oriental también reconocieron plenamente que sus economías están iniciando un periodo de post-crisis y de bajo consumo de carbono. Rápidamente han adoptado la expresión “Poco Carbono, Crecimiento Verde”, ("low-carbon green growth") como nuevo paradigma de crecimiento sostenible que utiliza menos energía y es más compatible con la sostenibilidad medioambiental. Japón ya se ha adelantado al resto del mundo en la tecnología de los coches híbridos. China está emergiendo como líder en coches eléctricos, energía solar y energía eólica. El gobierno sudcoreano está destinando 31.000 millones de dólares estadounidenses a financiar la investigación en 27 tecnologías verdes, incluyendo 9 células solares no basadas en silicona, combustibles de biomasa, y la captura, almacenamiento y procesamiento de carbón. Los proyectos verdes representan el 81% de los programas de incentivos económicos de Corea del Sur, y el 38% de los de China. En la última Cumbre del Nordeste de Asia que se celebró en Beijing en octubre, los líderes en concreto de China, Japón y Corea del Sur compartieron un enérgico planteamiento apoyando la apuesta de liderazgo económico de Asia oriental en la era del bajo consumo de carbono. Han ultimado tras mucho trabajo no sólo un frente unido para la Conferencia sobre el Cambio Climático se celebrará en Copenhague en diciembre de 2009, sino además un plan conjunto para unificar sus recursos y conocimientos para desarrollar y comercializar las tecnologías verdes emergentes. Muchos observadores consideran que se trata de una hábil iniciativa práctica para combinar la alta tecnología japonesa y surcoreana con el dominio en la fabricación, el enorme mercado doméstico y las desbordantes reservas de divisas de China. El lugar de Asia en el Mundo Varios destacados analistas asiáticos consideran que la región se encuentra en una encrucijada. Asia se encuentra posicionada para ocupar un lugar único en el mundo. En 2030m tres de las cuatro economías más importantes del mundo se encontrarán en Asia, conviviendo las dos poblaciones más grandes del mundo. Para el 2020, China representará el 44 por ciento de la producción económica de Asia, representando India y Japón el 17 y el 15 por ciento, respectivamente, según las previsiones del Banco Asiático de Desarrollo en su estudio de 2008 sobre el Regionalismo Asiático Emergente. Unidos, los tres países serán un 20 por ciento mayor que la economía de EE.UU. A medida que China e India emergen como superpotencias económicas, competirán con Japón y entre sí por el dominio y liderazgo de la región – a menos que debido a un serio compromiso de comunidad, se establezcan objetivos y canales comunes para una cooperación más estrecha. La ausencia de un líder reconocido, sin embargo, restringe el alcance y la velocidad de una mayor integración en Asia oriental. Sin la existencia de un campeón reconocido que centre las prioridades y los enfoques, los gobiernos deben conformarse con la evolución progresiva. Durante algún tiempo, la ASEAN se ha considerado el núcleo, especialmente por China que presume que cualquier iniciativa que pueda asumir sería objeto de mucha desconfianza por parte de los países más pequeños. Las instituciones regionales de cooperación cumplen el objetivo de China de logar desarrollar mejores relaciones en dicho entorno, y su deseo de compensar la influencia de EE.UU., aunque la iniciativa debería asumirse por otros. Actualmente, las instituciones regionales en desarrollo tienen a la ASEAN como eje central, extendiéndose a otros países dependiendo del objetivo del grupo. La institucionalización de la Cumbre del Nordeste de Asia puede llegar a ofrecer a la región 10 un liderazgo más visionario y colectivo desde el punto de vista de los recursos. Esta posibilidad parece mucho más factible después del reciente terremoto político en Japón, ya que el nuevo Primer Ministro japonés Yukio Hatoyama está firmemente comprometido con el objetivo de establecer una comunidad asiática- oriental. Aún queda por definir el ámbito geográfico del floreciente regionalismo asiático. La propuesta japonesa de ampliar la Cumbre del Nordeste de Asia para incluir la adhesión de Australia, Nueva Zelanda e India introduce la posibilidad de establecer una segunda capa de integración de la comunidad económica sobre la base del bloque comercial del ASEAN+3 emergente. De forma inesperada, las cumbres de los líderes del G20 organizadas de forma ad hoc para gestionar la crisis financiera puede terminar sirviendo como catalizador de un planteamiento más definido sobre la integración regional más profunda a gran nivel. Seis economías asiáticas son miembros, las tres del Nordeste asiático, además de Australia, India e Indonesia, y cada una está en situación de igualdad en la mesa global. Esta nueva “definición” de los seis como iguales en la estrategia global podría servir de fundamento para un planteamiento más estratégico hacia el comercio, las finanzas, la energía y el medioambiente en la región. La pertenencia de los “6-países-Asiáticos” también transmite la expectativa de que pensarán y actuarán pensando en el interés global. Esta expectativa permitiría su traducción en un sub-grupo que ofrece un liderazgo estratégico en el escenario mundial. Asia oriental puede dirigir la crítica reforma estructural de la economía mundial posterior a la crisis. De momento, el G20 tiene una finalidad de reacción, al estar aún destrozados los mercados financieros. A corto plazo, habrá otros asuntos de gestión posteriores a la crisis en los que tendrán que colaborar los miembros del G20. Pero viendo el futuro, el G20 debería pasar de ser reactivo a ser más pro-activo. La pregunta es si los líderes del G20 tienen el aguante y las ganas de afrontar estos asuntos de la próxima generación. Porque Asia sí los tiene. 11