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158 Razón y Revolución nº 21 Assim, a polêmica com Ferri revela indiretamente a outra face da ideologia da modernidade na qual está subsumida a visão política de Justo: enxergou a Argentina sob o prisma da cidade, assim como encarou o país como parte do capitalismo central. Ao concentrar seu olhar na intersecção entre o desenvolvimento argentino e o capitalismo central, plasmado em Buenos Aires, subestimou as especificidades cá e lá: daqui excluiu o atraso e o rural e de lá, o imperialismo. Teoría Teoría del valor y bancarrotas Conclusão Em síntese, a trajetória do Partido Socialista argentino até os anos 20 revela os rígidos limites para o aprofundamento da democracia nos marcos da economia primária de exportação. A extraordinária expansão econômica do começo do século provocou a urbanização do país e uma elevação do padrão de vida dos trabalhadores, mas foi incapaz de superar a precária integração regional e social legada pela colônia, e promover uma distribuição relativamente equitativa dos frutos do crescimento entre as diferentes regiões do país e os estratos sociais. No plano da luta de classes, o impacto limitado do esforço democratizador dos socialistas evidencia de um lado a estreita margem de negociação das classes dominantes, determinadas a conceder o mínimo necessário para viabilizar a reprodução das estruturas da acumulação capitalista. E de outro, a impotência das classes trabalhadoras em avançar uma integração social baseada na dilatação democrática das instituições da ordem. Assim, a experiência socialista revela os limites teóricos e políticos da dissociação entre integração e soberania na Argentina no começo do século, explicitando os constrangimentos enfrentados para a democratização da sociedade quando o crescimento econômico projeta-se fora do esquadro da revolução nacional. Recibido: 20/12/2010 - Aceptado: 19/4/2011 Julio A. Lezin Resumen Muchos intérpretes de Marx intentan presentar la categoría de valor como una entidad “metafísica”, “ideal”, “abstracta”, sin contraparte en la realidad tangible y, por tanto, irrelevante para entender el capitalismo. Este artículo presenta, en primer lugar, una interpretación distinta de la teoría del valor de Marx, centrada en su carácter histórico y su base materialista y en contraste con la metodología a-histórica e idealista de las interpretaciones basadas en el modelo de equilibrio general. En segundo lugar, estas diferencias se ilustran mediante el cálculo del valor en ambas posiciones para el caso de un capital que sufre una bancarrota. Palabras clave: Teoría del valor - Marx - Bancarrotas Abstract Many Marx interpreters try to present the value category as a “metaphysic”, “ideal”, “abstract” entity without any counterpart in tangible reality, and therefore irrelevant to understand capitalism. This article presents in first place a different reading of Marx’s law of value, centered on its historical character and its materialist base in contrast with a-historical and idealistic methodology of the interpretations based on the general equilibrium model. In second place, these differences are illustrated with a value calculation of both positions for the case of a capital suffering a bankruptcy. Keyword: Value theory - Marx - Bankruptcy 159 160 Razón y Revolución nº 21 Introducción: los debates sobre la teoría del valor de Marx Aunque la recepción inicial del mundo académico frente a la publicación del Tomo I de El Capital fue de frialdad, la posterior difusión de la obra en amplios círculos motivó críticas y propuestas de refutación en varios países. Después de la muerte de Marx, las apariciones de los Tomos II (1885) y III (1894) desencadenaron agudas polémicas en las que dentro de los críticos se alinearon no sólo economistas de derecha, como Böhm-Bawerk, sino también de afiliados a la izquierda (en aquel entonces) como Bernstein, Sombart y Tugan-Baranowsky.1 Las ideas de este grupo —en el que pueden incluirse muchos otros individuos— fueron decisivas para la valoración de El Capital durante el siglo XX. Al iniciarse la I Guerra Mundial, interpretaciones de los críticos sobre puntos clave de la obra ya eran dominantes incluso dentro de los seguidores de Marx. Por ejemplo, varias obras tempranas de Lenin, El Capital Financiero de Hilferding y La Acumulación de Capital de Rosa Luxemburgo están fuertemente marcadas por los puntos de vista de Tugan. Sobre la base de una temprana formalización del En sus trabajos, Tugan [1901], [1905] presenta ejemplos numéricos que dieron origen a las dos principales polémicas de la economía marxista en el siglo XX, el llamado problema de la transformación y una critica de la ley de caída tendencial de la tasa de ganancia. En ambos casos, Tugan aduce que la teoría de Marx es incoherente es su dimensión cuantitativa. Versiones formales de estos argumentos fueron producidas por Bortkiewicz [1907] y, años después, por Seton [1957], Brody [1970] y Pasinetti [1977], entre otros. 1 Teoría del valor y bancarrotas 161 trabajo de este último realizada por Bortkiewicz, en los años cuarenta, Sweezy introdujo estas ideas en la academia occidental. En los setenta, se verificó otro capítulo del debate que culminó con un resultado desfavorable para la teoría de Marx, si se atienden las apreciaciones académicas hoy dominantes.2 El objetivo central de los críticos se dirigió —y dirige— contra la teoría del valor que presenta Marx en El Capital. Es llamativo que en públicos no especializados sea común evadir esta literatura al vislumbrarse un mar de confusión y de categorías abstrusas e incomprensibles. Esta reacción es uno de los resultados de esas tempranas polémicas y, en especial, del esfuerzo de aquellos intérpretes por presentar la categoría de valor como una entidad “metafísica”, “ideal”, “abstracta”, sin contraparte en la realidad tangible y, por tanto, irrelevante para entender el capitalismo. El núcleo de esta interpretación está en la presunción de que la teoría del valor de Marx sería asimilable en lo esencial a la metodología propia del modelo de equilibrio general, uno de los pilares de la economía ortodoxa que, justamente, en los años de los mencionados debates se encontraba en plena maduración. Una combinación de aspectos de la tradición clásica (Smith, Ricardo, Mill y Say) con la teoría subjetiva del valor aparecen en Elementos de Economía Política Pura, publicado por Walras en 1871 y libro fundacional de este enfoque que influyó a Tugan y Bortkiewicz. Si bien la versión “marxista” de este modelo prescinde de la teoría subjetiva del valor, incorpora otros de sus postulados clave y se apoya en el formalismo matemático que le es propio. Lo que propone el enfoque de equilibrio general es una descripción simplificada del capitalismo como un sistema de unidades interdependientes que exhibiría una tendencia hacia un estado de equilibrio estático. Este equilibrio consiste en una situación en la no hay mercancías invendidas, todos los capitalistas maximizan sus ganancias y los consumidores sus utilidades, estado que se reproduce de forma estable. La tendencia hacia un equilibrio estable en el modelo proviene de postular una operación irrestricta, unilateral e instantánea de las fuerzas autoreguladoras del mercado. Este último, en el cual está centrado todo el análisis, se concibe como un lugar en que las fuerzas contrapuestas de la oferta y la demanda encuentran permanentemente un equilibrio armónico y óptimo para todos sus participantes gracias a la formación Sweezy [1942]. Morishima [1973] y Steedman [1977] presentan la opinión convencional dominante hoy en día. Un trabajo reciente que avanza en la crítica de estas posiciones es Kliman [2007]. 2 162 Razón y Revolución nº 21 de “precios de equilibrio”. La categoría de valor de Marx es interpretada como un caso especial de estos precios. Se suprime toda referencia al decurso temporal del sistema, excepto como reproducción idéntica de sí mismo, y, en particular, se elude el análisis de la operación real de los mercados, caracterizada por desequilibrios y fuerzas que pueden producir resultados no armónicos y desestabilizantes. El equilibrio es concebido como un resultado instantáneo y persistente en todos los mercados, y no como el proceso dinámico temporal sugerido por Marx en el Tomo III de El Capital.3 Corolarios específicos de este enfoque que cabe señalar —porque contrastan con la teoría de Marx— son la concepción del dinero como una mera unidad de medida o “numerario”, asimilable a cualquier mercancía (“neutralidad del dinero”), y la determinación del valor de las mercancías como una magnitud derivada del postulado de que todos los mercados están simultáneamente en equilibrio. Adicionalmente, las modificaciones en las condiciones de operación del capital se conciben sólo como resultado de fuerzas exógenas que, en definitiva, no pueden desestabilizar el equilibrio. Por ejemplo, la introducción de una innovación ciertamente modificaría los parámetros productivos del sistema, pero ocurría de inmediato un ajuste instantáneo de los precios de las mercancías a una nueva situación de equilibrio estático. Según esta visión, la economía “salta” de un estado de equilibrio general a otro, noción conocida como “estática comparativa”. Uno de los resultados más subrayados por los críticos desde la época de Tugan es que, con las herramientas formales acotadas por esta concepción, parecería posible determinar los precios y valores de las mercancías sin necesidad de recurrir a las magnitudes de tiempo de trabajo social empleadas en su producción. Serían necesarios únicamente los llamados “datos físicos” de la economía (los coeficientes técnicos de producción y el salario real) para determinar precios y valores, postura que denominaremos aquí como “fisicalismo”. La supuesta “redundancia del valor” es hoy uno de los argumentos convencionalmente esgrimidos contra la teoría de Marx. Otro aspecto central de esta interpretación es la exclusión de cualquier factor endógeno que pueden llevar a una crisis en el capitalismo; no existe en este enfoque ninguna causa interna al sistema que “Por consiguiente, si en absolutamente ningún caso concuerdan la oferta y la demanda, sus desigualdades se suceden de manera tal… que, si se considera el conjunto en un lapso mayor o menor, la oferta y la demanda coinciden permanentemente; pero ello sólo como promedio del movimiento transcurrido, y solo como movimiento constante de su contradicción.” El Capital, III.6, p. 240; subrayado propio, AJL. 3 Teoría del valor y bancarrotas 163 pueda provocar su desestabilización ya que, como se mencionó, se postula la operación de fuerzas auto-reguladoras que garantizan siempre la obtención de un equilibrio en todos y cada uno de los mercados. Este aspecto del modelo de equilibrio general se remite y desarrolla la llamada “ley de Say” enunciada por varios economistas clásicos a principios del siglo XIX y criticada por Marx.4 El presente artículo presenta, en primer lugar, una interpretación distinta de la teoría del valor de Marx, centrada en su carácter histórico y su base materialista y en contraste con la metodología a-histórica e idealista de las interpretaciones basadas en el modelo de equilibrio general. En segundo lugar, estas diferencias se ilustran mediante el cálculo del valor en ambas posiciones para el caso de un capital que sufre una bancarrota. El sentido de la teoría del valor de Marx: la relación entre el trabajo social y el dinero Una de las cosas más llamativas en una lectura desprejuiciada de El Capital es que Marx se preocupa permanentemente de hechos reales, empíricamente perceptibles por cualquiera que viva en el capitalismo. Este rasgo de la obra difiere de la economía oficial contemporánea cuya ocupación principal es el razonamiento a partir de modelos derivados de axiomas, en general tomados de la filosofía utilitarista. Estas entidades conceptuales tienen una relación problemática con la realidad perceptible y son manifiestamente deficientes para captar su evolución histórica. En cambio, categorías como “mercancía”, “dinero”, “capital”, “salario”, “jornada laboral”, y “ganancia” evocan cosas y relaciones existentes y constatables por cualquiera que tenga una experiencia directa del capitalismo. Incluso un término como “valor” tiene un contenido intuitivo: es claro en esta sociedad las cosas “valen”, por más que lo que se esconde detrás de ese “valor” quede en la penumbra conceptual. Lo que un lector encuentra en los primeros capítulos de El Capital es la exposición de una cierta contabilidad social cuyo propósito es medir lo que una sociedad produce y el costo que tiene esa producción.5 Más precisamente, se trata de medir el costo de la reproducción periódica de esa sociedad en términos del gasto de su propia fuerza humana de Sowell [1972]; véase El Capital, I.1, pp. 137-139. En este artículo, la palabra contabilidad está tomada en el sentido más general posible, sin que refiera sólo al sistema formalizado y convencional que conocemos. 4 5 164 Razón y Revolución nº 21 trabajo. La pregunta inicial es: ¿cuánto tiempo de su trabajo cuesta a la sociedad, dentro de las condiciones naturales que la rodean, obtener los productos que le permiten reproducirse? Marx trata, pues, de explicar y desarrollar una contabilidad primaria de la reproducción de la sociedad, ya que la obtención de todos sus recursos requiere el consumo directo o indirecto de fuerza de trabajo durante determinada cantidad de tiempo. El trabajo social es la actividad primaria y fundamental porque ningún otro fenómeno de los que caracterizan a la economía capitalista podría darse y subsistir en el curso del tiempo si no se llevara incesantemente a cabo esa actividad social laboral. Para poner un ejemplo extremo, pero posible en la sociedad capitalista, puede imaginarse un rentista cuya única fuente periódica de ingreso es la tenencia de un determinado acervo de bonos del Estado recibidos por herencia. Esta persona tiene un derecho adquirido a percibir un determinado monto de dinero que le garantiza el acceso al conjunto mercancías que requiere para su subsistencia y reproducción material. En cuanto productor el vínculo de esta persona con la producción social —de la que surgen esas mercancías— es inexistente: simplemente no trabaja. Sin embargo, sorprendentemente, tiene un derecho socialmente aceptado a una cuota de esos productos elaborados por otros. Ese derecho se sustenta sobre un instrumento objetivo, un bono emitido por el Estado, le cual circula en un mercado específico. Existen analogías con formas sociales pasadas. Los sacerdotes del Sol en el Tahuantinsuyo tenían un derecho adquirido a una cuota de los productos del trabajo social a pesar de que no participaban en esa actividad. Podemos observar dos cosas. En ambas situaciones, si cesara la actividad productiva del resto de la sociedad, el rentista y el sacerdote perderían inexorablemente sus medios de subsistencia; sin esa actividad primaria es, pues, imposible que estos individuos sobrevivan. Esto justifica que en la investigación de estas formas sociales se ponga en primer lugar el foco en el fundamento cualitativo y cuantitativo del sustento de todos los demás fenómenos que observamos. Por ejemplo, es porque con precedencia se realiza la actividad social laboral que el rentista y el sacerdote pueden consumir parte de su producto; cómo pueden participar de la distribución y el consumo sin hacerlo en la producción hace a la naturaleza específica del organismo socio-productivo. En este sentido, el trabajo social resulta ser el único factor verdaderamente primario de ambas estructuras económicas. Los recursos naturales, la “tierra”, por si sola no produce los elementos necesarios para la subsistencia de la comunidad laboral humana aunque, evidentemente, Teoría del valor y bancarrotas 165 sin ella, estos no serían posibles. Sin la energía del sol y otros elementos de la naturaleza no se pueden obtener alimentos y otros productos, pero su elaboración efectiva siempre estará mediada por el gasto de una fracción de la fuerza de trabajo de que dispone la comunidad humana. Una parálisis prolongada de la producción social, que llevara al agotamiento de los productos almacenados y a la destrucción de los medios de producción obtenidos por el trabajo precedente, dejaría al rentista y al sacerdote sin medios de subsistencia. En particular, el primero encontraría que su acervo de bonos no era, en el fondo, más que un derecho formal a una cuota del producto social y, en suma, no era más que un mero papel impreso. Un cese de la actividad productiva social disuelve el poder que parecía derivar del bono para disponer de una cuota del producto. En segundo lugar, lo que distingue a ambos organismos sociales de producción (el capitalista y el incaico) no es la existencia de una actividad social laboral ya que en ambos casos se lleva a cabo permanentemente un gasto de fuerza social de trabajo con el fin de obtener los productos que permiten la reproducción material de sus integrantes; la potencia relativa de los organismos productivos es una diferencia de grado, no cualitativa. ¿Qué distingue entonces ambas estructuras socio-productivas? La diferencia radical entre ambas está en las formas a través de las cuales se lleva a cabo la circulación y apropiación de los productos por los intervinientes en el ciclo reproductivo. El sacerdote inca recibía su cuota de quinua, coca, papas, tejidos y trabajo vivo en forma directa, entregados como tributos en especie por sus productores directos. Lo que garantizaba esta cesión era una relación transparente de opresión: más allá de rituales simbólicos, el ejército reprimiría toda resistencia a la entrega del tributo estipulado. En cambio, el moderno rentista recibe su cuota de alimentos, vinos finos, automóviles deportivos y sol mediterráneo en forma indirecta. Nos encontramos en este caso con la existencia de instrumentos o mecanismos intermediarios, objetivos y autónomos, incomprensibles en el organismo socio-productivo del Tahuantinsuyo: el dinero y los bonos del Estado. La existencia de estas formas objetivas de circulación y apropiación de los productos del trabajo social es lo que constituye la diferencia específica entre ambos organismos socio-productivos. Más aún, gracias a esos mecanismos específicos, en el capitalismo la apropiación de una cuota del producto social por alguien que no participa en su producción no parece involucrar la expropiación del trabajo de otros. Con la forma dineraria (y sus ulteriores derivados, como el bono) queda velado el origen verdadero del ingreso del rentista, el cual parece derivar simplemente de su 166 Razón y Revolución nº 21 posesión privada (jurídicamente respaldada) de una misteriosa “fuente de riqueza” en apariencia independiente de lo que ocurre en la esfera de la producción social. En el fondo, pues, la divergencia entre ambos organismos socioproductivos radica en las formas de apropiación de los medios productivos y de los productos del trabajo: el rentista vive en una sociedad donde impera la propiedad privada, mientras que en la economía incaica las relaciones productivas tenían una forma comunitaria donde los flujos de trabajo y productos no estaban mediados por formas autónomas y objetivas como el dinero. La investigación de Marx en El Capital se dirige, pues, a la comprensión de las características que hacen peculiar al capitalismo en estos aspectos, es decir a esclarecer esas formas y a explicar el mecanismo de su surgimiento y operación. La argumentación de Marx es, pues, histórica y parte de una sociedad existente que, en efecto, se reproduce mediante el consumo de cantidades de su propia fuerza laboral. Marx no presenta ningún modelo idealista de la economía, sino que estudia un fenómeno histórico palpable. El gasto de fuerza humana de trabajo social es una magnitud real, observable y medible, y ese es el dato cuantitativo básico de la teoría ya que constituye el elemento para dimensionar todos los fenómenos en estudio. La medición del gasto de fuerza social de trabajo juega el papel que tiene la estimación de la temperatura o la presión atmosférica para un meteorólogo, o la medición de los pesos atómicos para un químico; es el elemento primario de la contabilidad del organismo social de producción, sea cual sea el modo particular en que esté estructurado. En el caso del capitalismo, la comprensión teórica de esta contabilidad es muy ardua debido a las características propias del sistema. En efecto, como ya hemos visto, al igual que en cualquier otra, la sociedad capitalista también requiere el consumo de fuerza humana de trabajo para reproducirse. Pero, a diferencia de otras sociedades, donde el tiempo de trabajo gastado es más o menos conocido,6 la actividad social y económica del capitalismo no genera espontáneamente una contabilidad de este tipo. A pesar de eso, cualquiera puede comprobar que el capitalismo tiene un sistema omnipresente de cuentas para estimar la riqueza disponible. Pero esa contabilidad está denominada en unas magnitudes que, con un esfuerzo de distanciamiento brechtiano y comparación histórica resultarían extrañas: está denominada en De hecho, la sociedad incaica utilizaba directamente el tiempo de trabajo como indicación del costo de producción y de las deudas entre individuos y con el Estado; en los Andes aún subsisten remanentes de estas prácticas. Véase Murra [1978]. 6 Teoría del valor y bancarrotas 167 magnitudes de “dinero”. Más generalmente, en esta sociedad la gente percibe los productos como “valiosos”, como “dotados de valor”, atribuyéndoles esa característica como una propiedad casi natural, no social. Más aún, lo curioso es que, de acuerdo con la percepción inicial que experimentan los individuos, la propiedad de “ser valiosos” de los productos no está en conexión con el trabajo social necesario para producirlos sino, más bien, de la relación que guarden con la cosa que en esta sociedad es “valiosa” por excelencia: el dinero. La economía capitalista genera, pues, de manera espontánea una contabilidad en términos de dinero, no en términos de la contabilidad primaria del gasto de fuerza humana de trabajo y, en verdad, nadie sabe exactamente cuál es el significado profundo y la razón de ser de esa contabilidad de “valor” o, más exactamente, de “valor-dinero” que impera en todas las transacciones. En el mundo fenoménico del capitalismo parece ser que las cosas “valen” porque son traducibles, convertibles o intercambiables por dinero y no porque sean fruto del esfuerzo colectivo para producirlas. Lo que hace Marx en El Capital es establecer los fundamentos de la compleja conexión que existe entre estas dos contabilidades, la contabilidad primaria del trabajo social y la contabilidad “refleja” o “secundaria” del dinero. Así, para Marx, el “valor” es la forma mistificada que asume el trabajo social gastado en las mercancías, cuya expresión, de hecho, son las magnitudes medidas en dinero que todos conocemos. Esto significa que, debido a las condiciones específicas de esta sociedad, el trabajo social no se contabiliza directamente como tal, sino que se representa y contabiliza como “valor” y, en última instancia, como “dinero”, como “valor-dinero”. En los debates sobre la teoría del valor de Marx, como una herencia de la obra de Tugan, es usual asimilar la noción de “valor” con la de “trabajo” o “trabajo social”. Se habla de una “teoría del valortrabajo” (que sería peculiar de Marx) en oposición a una “teoría subjetiva del valor”, por ejemplo. Esto lleva a que se tienda a pensar que para Marx el “valor” es “trabajo”, a tratar ambas palabras como sinónimos. Sin embargo, esto no coincide con su elaborada terminología y, en particular, con su clara distinción entre una “sustancia del valor” (Wertsubstanz) y una “forma del valor” (Wertform), tal y como se presenta en el capítulo 1 del Tomo I de El Capital. El “valor” tiene, según Marx, una “sustancia” y una “forma”, a través de la cual esta “sustancia” se expresa, por decirlo así, “externamente”. Más aún, la mistificación específica que rige en el capitalismo consiste precisamente en que el trabajo social (esa “sustancia” que constituye el costo primario de los productos) solo puede “aparecer” en la práctica efectiva de los 168 Razón y Revolución nº 21 capitalistas y asalariados como esa “forma”, es decir como dinero. En las transacciones que pululan en toda la esfera de la circulación no se puede contar directamente en términos de trabajo social; se lo debe hacer en dinero. Se trata, pues, de una relación de expresión, pero también de ocultamiento de lo que constituye la sustancia del valor, es decir, el costo en trabajo social necesario para reproducir el organismo productivo. La doble medida del valor es enfatizada por Marx en el capítulo 3 de ese mismo Tomo de El Capital: “En cuanto medida del valor, el dinero es la forma de manifestación necesaria de la medida del valor inmanente a las mercancías: el tiempo de trabajo.”7 El “valor”, pues, tiene una doble medida, el tiempo de trabajo social que corresponde a lo que Marx llama su “sustancia”, y el dinero, que corresponde a su “forma de manifestación”. La conexión entre ambas dimensiones cuantitativas es, pues, un elemento central de su teoría. Reducir el “valor” a uno de los aspectos (el trabajo social) suprime el carácter histórico de esta teoría del valor; haría pensar, por ejemplo, que en la economía incaica los productos del trabajo eran “valores”. La doble medida del valor ocurre porque el organismo de producción se encuentra atomizado en una multitud de productores privados que intercambian sus productos como mercancías. En estas, el costo social de producirlas comienza a representarse no como lo que es — una magnitud denominada en tiempo de trabajo social— sino a través del cuerpo de otras mercancías. El valor, entonces, comienza a aparecer como una cualidad natural de los productos, como adherido a su valor de uso y, por último, como una propiedad autónoma del dinero; el trabajo social gastado en su producción aparece o se representa como valor-dinero. El valor es, pues, el trabajo social gastado en la producción de las mercancías, representado como dinero. Recíprocamente, todas las cantidades de dinero que percibimos son representaciones de cantidades de trabajo social. El dinero es la representación autónoma y objetiva del trabajo social en esta peculiar formación social. La contabilidad dineraria es, pues, una forma indirecta de efectuar la contabilidad del gasto de trabajo en una sociedad donde impera la propiedad privada y la producción de mercancías. Es fácil darse cuenta de que en el capitalismo para apropiarse de trabajo social hay que apropiarse de dinero, o de alguno de sus derivados, como ocurre en el caso del bono del Estado. El valor y el dinero son las formas mediante las cuales se contabiliza y distribuye el trabajo social en esta economía. 7 El Capital, I.1, p. 115. Teoría del valor y bancarrotas 169 Es claro, entonces, que tanto el gasto de trabajo social como las cantidades de dinero en que se representa no son magnitudes determinadas en un modelo de equilibrio general, sino magnitudes reales y observables. Marx establece una conexión entre ambas y ese es una relación central de su teoría del valor. Un concepto fundamental de esta teoría es la cantidad de dinero en que se representa una jornada de trabajo social, la expresión dineraria del tiempo de trabajo (EDT). Por ejemplo, supongamos que en el año 2010 $1 representó una jornada de trabajo —la EDT = $1/jornada. Esta relación es utilizada con profusión en El Capital con el fin de convertir la contabilidad dineraria que surge cotidianamente en el capitalismo en la contabilidad primaria del gasto de trabajo social. La EDT no debe confundirse con el salario por jornada o “precio del trabajo”. Mientras que el salario es la cantidad de dinero que se paga por jornada de trabajo, la EDT es la cantidad de dinero en que se representa una jornada de trabajo. En general, el salario es menor que la EDT y la diferencia es la cantidad de dinero que la clase capitalista se apropia (la ganancia) por jornada de trabajo. Usualmente, Marx supone que la EDT es constante, abstrayendo así lo que podríamos denominar efectos inflacionarios o deflacionarios provocados por cambios en esta relación. Si entre 2010 y 2011 hay una inflación, la EDT puede pasar, digamos, de $1/jornada a $1,10/jornada. En 2011 se requiere más dinero (+10%) para representar una jornada de trabajo que en 2010. Si el trabajo social necesario para producir el trigo no ha cambiado, su valor-trabajo será el mismo pero como la EDT se elevó el valor medido en términos de dinero resultará inflado en un 10%. Es evidente que, si en 2011 nos guiáramos sólo por las magnitudes dinerarias para medir el valor-trabajo del trigo, lo sobreestimaríamos en un 10%. En general, Marx abstrae estos problemas en El Capital y supone que la EDT es constante, es decir, que se necesita siempre la misma cantidad de dinero para representar una jornada de trabajo. Las variaciones de la EDT podrían aislarse mediante un instrumento estadístico análogo a los índices de precios contemporáneos. Como puede verse, la teoría del valor de Marx tiene algunas dificultades derivadas de la misma complejidad del fenómeno que estudia —y aquí ciertamente nos limitamos a aspectos muy básicos. Sin embargo, la teoría no es la construcción metafísica y contradictoria que los comentaristas académicos le atribuyen. Se trata, en resumen, de un método contable centrado en el gasto de trabajo que la sociedad necesita para obtener las mercancías necesarias para su reproducción. Las magnitudes de valor-dinero que todos conocemos se interpretan como representaciones del valor-trabajo, y se considera que cada una de estas 170 Razón y Revolución nº 21 contabilidades puede ser convertida en la otra mediante instrumentos apropiados. El texto de Marx es, en verdad, muy pobre en cuanto al desarrollo efectivo de estos instrumentos estadísticos, en parte por el estado apenas incipiente de las fuentes de información en su época y, en parte, por el carácter inconcluso de su obra. Este método contable incorpora un principio de conservación análogo al que mantiene la contabilidad surgida espontáneamente en las relaciones capitalistas, por ejemplo, en el método de partida doble. El principio de conservación plasma el hecho de que, en definitiva, el único factor que aumenta el valor existente en la economía es el gasto de fuerza de trabajo social. En la circulación ese valor resulta redistribuido mientras que sus reducciones (por ejemplo, por la destrucción de mercancías, o su desvalorización por el aumento en la productividad) deben tener una contrapartida en la forma de pérdidas. El método de los comentaristas académicos: el fisicalismo o la “tercera contabilidad” La asimilación académica del trabajo de Marx tuvo desde un inicio un propósito aniquilador más que superador. La necesidad política de refutar esa teoría actuó como un bloqueo eficaz de interpretaciones que resaltara la coherencia interna de su estructura. Adicionalmente, esas interpretaciones descansaban sobre elementos de las teorías económicas dominantes como la creencia de que el capitalismo tiene una tendencia inherente al equilibrio estático. Debido a la peligrosidad social del enfoque, ya desde el siglo XIX la economía oficial buscaba suprimir el gasto de trabajo social como criterio para medir el costo de la reproducción de una comunidad. Una escuela comenzó a utilizar la “utilidad” que los individuos derivarían de las cosas como base del valor. Otra corriente, encabezada, precisamente, por Tugan desarrolló un enfoque “fisicalista”, donde el objeto de la contabilidad no es ni el tiempo de trabajo, ni el dinero, sino los valores de uso. Se elaboraron así modelos a-históricos donde la sociedad capitalista se asimila a un organismo natural autorreproducible, como un hormiguero o una colmena y en los cuales ninguna de las categorías histórico-sociales que Marx analiza (mercancía, dinero, capital, propiedad privada, etc.) está, en rigor, presente, excepto en forma terminológica. Por ejemplo, se llama “capital constante” a los medios de producción, mientras que en Marx esta categoría corresponde al valor-dinero desembolsado por los capitalistas en un momento dado para adquirirlos. Teoría del valor y bancarrotas 171 Son estas teorías fisicalistas las que tuvieron mucho éxito reinterpretando a Marx; la teoría original se sustituyó poco a poco por otra, aunque siguieron utilizando la terminología de la primera, creando una enorme confusión entre ambas. Así, las contabilidades en trabajo social y en dinero con que argumenta Marx fueron silenciosamente sustituidas por una tercera contabilidad formulada en términos puramente físicos. Más aún, es sobre la base de la versión “corregida” de acuerdo con los principios fisicalistas que se enuncian las refutaciones de Marx. Este desarrollo puede ilustrarse con un ejemplo que será presentado a continuación. Bancarrota y teoría del valor: Marx vs. el fisicalismo En esta sección se presenta un ejemplo numérico de acuerdo con el enfoque contable de la teoría del valor de Marx y se lo contrasta con los resultados obtenidos, para los mismos datos, con el método fisicalista. El ejercicio es ilustrativo de ambas interpretaciones bajo condiciones muy abstractas. Se parte de un capital individual que produce trigo utilizando sólo trabajo humano vivo y el trigo, no emplea capital fijo y opera con la tecnología media disponible; siempre el precio es igual su valor y la expresión dineraria del trabajo (EDT) es constante e igual a $1/jornada. La única complejidad considerada es que el capital adelantado proviene de un préstamo. Una bancarrota según el enfoque contable de la teoría del valor de Marx El ejercicio comienza en el momento del tiempo en que termina la recolección del trigo (cosecha 1). Se produjeron 1.000 Kg. de trigo y el capitalista calcula el valor del grano y la ganancia que obtuvo para lo cual requiere algunas cifras registradas en su contabilidad. Constata que en la producción se emplearon 400 Kg. como semilla procedentes de la cosecha 0, cuyo costo en dinero (su valor-dinero) fue $100 ya que en el momento de comprar la semilla su precio era $0,25/Kg. Esta es la parte constante del capital adelantado y corresponde al trabajo pasado incorporado en el trigo; como la EDT = $1/jornada, $100 equivalen a 100 jornadas de trabajo social. Debido a que en la economía capitalista el valor no se expresa directamente en trabajo social sino en dinero, Marx recurre a esta relación entre ambas dimensiones del valor para determinar el costo social de la mercancía.8 Además del adelanto en 8 En el capítulo 4 del Tomo I de El Capital, la EDT supuesta es 6 chelines = 1 jornada 172 Razón y Revolución nº 21 capital constante, el capitalista adquirió 105 jornadas de trabajo vivo por otros $100. Al valor unitario del trigo de la cosecha 0, ese dinero permitió a los trabajadores comprar $100/$0,25 = 400 Kg. del grano, su “salario real”. Evidentemente, al igual que la semilla, ese trigo provino del grano almacenado al terminar la cosecha previa y que se fue consumiendo a lo largo del año. En suma, el capitalista adelantó $200 —$100 en capital constante (semilla) y $100 en capital variable (fuerza de trabajo)— dinero tomado a préstamo que deberá devolverse al 5% de interés; al finalizar la cosecha 1 el capitalista debe $210, $200 del principal y $10 correspondientes al 5% de interés. ¿Cuál es el valor del trigo de la cosecha 1? ¿Cuánto trabajo social se empleó esta vez para obtener los 1.000 Kg. del grano? La suma del trabajo pasado (el trabajo necesario para obtener la semilla sembrada) y el trabajo vivo empleado: 100 + 105 = 205 jornadas de trabajo social, de las que 200 jornadas representan capital adelantado y 5 son plustrabajo. Como cada jornada se representa en $1, el valor-dinero realizado por el capitalista al vender por su valor los 1.000 Kg. de trigo será de $205: el precio unitario en la cosecha 1 es $0,205/Kg., 18% menor que la precedente. La tasa de ganancia fue 5g /(100c + 100v) = 2,5%, pero la ganancia neta es negativa ya que no alcanza para cubrir el monto adeudado. Este capitalista irá a la bancarrota. El aumento en la productividad del trabajo entre ambas cosechas se reflejó en una caída del precio que impide la reproducción económica de este capitalista. En este enfoque, para obtener la tasa de ganancia se relacionan temporalmente dos magnitudes de valor-dinero: el valor adelantado al inicio del ciclo y el valor del trigo al final de la cosecha. Se aplica, pues, un método contable basado en un principio de conservación de las cantidades de trabajo social, el cual rige esa comparación intertemporal de valor. La bancarrota resulta de la evolución desfavorable de variables dinerarias o variables de valor-dinero, empleando una relación constante entre el dinero y el trabajo social. de trabajo; en el capítulo 6 se presenta un ejemplo de producción de hilado de algodón donde esa relación se emplea profusamente: I.1, pp. 210, 226-227, 228, 231, 235, 248. “En el precio del algodón ya está representado, como trabajo social general, el trabajo requerido para su producción.” “…una máquina, un medio de producción, si costó ₤150 [3.000 chelines], digamos 500 jornadas de trabajo.” Teoría del valor y bancarrotas 173 El cálculo fisicalista o el valor como “precio de equilibrio” El cálculo fisicalista tiene un propósito por completo distinto. No se trata de registrar contablemente el gasto efectivo de trabajo social sino que se interpreta el valor como un particular “precio de equilibrio”. Para calcularlo se emplean solo los datos físicos del problema, considerándose irrelevante el valor-dinero adelantado al inicio de la cosecha 1 ($0,25/Kg.). Para producir los 1.000 Kg. de trigo se consumieron 400 Kg. como semilla (el “capital constante”) y 400 Kg. como salario real (“el capital variable”)9 que sostuvieron las 105 jornadas. La ecuación para determinar este precio de equilibrio unitario (simbolizado con λ) es 1.000λ= 400λ + 105 jornadas, cuya solución es λ= 105/600 = 0,175 jornadas/Kg. Dado este “valor-unitario” del trigo, la estructura de la producción sería 70“c” + 70“v” + 35“g” = 175 jornadas y la “tasa de ganancia” sería 35“g”/(70“c” + 70“v”) = 25%, diez veces superior al otro cálculo. Esta “tasa de ganancia” puede obtenerse directamente de las cantidades físicas de trigo: con un plusproducto de 1.000 – 400“c” – 400“v” = 200 Kg., esa “tasa” resulta ser 200“g”/(400“c” + 400“v”) = 25%. Mas que una medida de la expansión del valor, esa “tasa de ganancia” estima la variación de la masa de valores de uso.10 Pueden observarse dos cosas. En primer lugar, como el propósito del cálculo fisicalista es obtener un “precio de equilibrio” que garantizaría un metafísico estado de auto-reemplazamiento de la economía, suprime la diferencia entre el precio del trigo al final de la cosecha 0 (que rige al inicio de la cosecha 1) y al final de la cosecha 1, reemplazándolo por un único precio del trigo como insumo y como producto (λ). El adelanto de capital deviene así una operación virtual que no es objeto de registro contable real.11 En segundo lugar, dentro de este enfoque Se emplean comillas para señalar que, si bien la literatura fisicalista emplea los mismos términos de Marx, se trata de conceptos diferentes. 10 En el caso de varias mercancías, este cálculo se lleva a cabo empleando operaciones de algebra lineal, en particular, calculando el valor propio de una matriz de coeficientes de producción; Pasinetti [1977]. 11 Brody [1970], p. 27 justifica este procedimiento mediante pasajes de Marx donde menciona el “efecto retroactivo” que experimentan las mercancías almacenadas o en proceso de producción cuando se produce una revolución en su valor; por ejemplo, I.1, pp. 253-4. Como Marx no supone una economía en estado de equilibrio general estático, contempla la existencia ese tipo de inventarios cuyo valor puede verse afectado por la aparición de nuevas mercancías portadoras de otra norma productiva. Esto no tiene nada que ver con la valoración retroactiva del capital constante de esas nuevas mercancías sugerido por Brody. El trigo empleado como semilla y medio de 9 174 Razón y Revolución nº 21 resulta imposible tomar en cuenta la característica distintiva del ejemplo: el endeudamiento en que incurre el capitalista, determinado por los precios que realmente se pagaron por la semilla y la fuerza de trabajo al inicio de la cosecha 1. Si la economía estuviese en un persistente estado de equilibrio, no existirían variaciones de precios que afectasen los componentes de la hoja de balance, siempre igual a sí misma. Los dos cálculos tienen, pues, propósitos distintos. El primero es un registro real del costo social de producir el trigo; el segundo, un cálculo virtual de los precios que harían mantener a la economía en una misma trayectoria estable. En el primer caso aunque el capitalista puede reproducirse físicamente —hay suficiente trigo para sembrar de nuevo, alimentar los trabajadores de la próxima cosecha, e incluso un plusproducto para el capitalista— el capital no puede reproducirse económicamente. El capitalista tiene trigo pero carece de dinero suficiente para pagar su deuda. El resultado fisicalista, en cambio, se basa en un truco contable que infla la tasa de ganancia. El trigo consumido no se considera como mercancía. Más precisamente, no entra como una magnitud de valor-dinero; el trigo es sólo trigo, es sólo valor de uso, no valordinero adelantado. El problema es que la contabilidad del capital es una contabilidad de valor-dinero, no de trigo. Bancarrotas y crisis en una economía dominada por el valor —por el dinero— no pueden, pues, explicarse dentro del enfoque fisicalista como resultado de factores económicos endógenos. Mientras haya una tasa positiva de expansión de los valores de uso, la “tasa de ganancia” resulta positiva. En el ejemplo, con un mejoramiento de la productividad, el cálculo en valor-dinero implica una ganancia neta negativa, mientras que, según el otro, se obtiene un 25% de la inversión. En el enfoque fisicalista, la ganancia desaparece sólo si se produce menos de lo que se requiere como insumo para producir el trigo. Cuánto haya sido el gasto de fuerza de trabajo social necesario para obtener el trigo es, en esencia, irrelevante para esta teoría ya que el trabajo social entra en el cálculo sólo como trigo, como la cantidad de trigo necesaria para que el trabajo vivo produzca más trigo. El método puede aplicarse a cualquier sistema auto-reproductivo natural. Una plantación de trigo silvestre donde el consumo de trigo es menor que la producción tiene una “tasa de ganancia” positiva. Valor y ganancia devienen categorías Teoría del valor y bancarrotas naturales, mientras que en Marx son formas específicas de la producción mercantil para contabilizar el gasto social de fuerza humana de trabajo y el plustrabajo. Referencias Bortkiewicz, L. [1907]: “Contribución a una rectificación de los fundamentos de la construcción teórica de Marx en el volumen III de El Capital”, en Economía Burguesa y Economía Marxista, Cuadernos de Pasado y Presente, N°49, México, 1978. Brody, A. [1970]: Proportions, Prices and Planning, Akadémiai Kiadó, Budapest. Kliman, A. [2007]: Reclaiming Marx’s “Capital”. A Refutation of the Myth of Inconsistency, Lexington Books, New York. Marx, K.: El Capital, Siglo XXI, México. Morishima, M. [1973]: Marx’s Economics, Cambridge Univesity Press, Cambridge. Murra J.V. [1978]: La Organización Económica del Estado Inca, Siglo XXI, México. Pasinetti, L. [1977]: Lectures on the Theory of Production, Columbia University Press, New York. Seton, F. 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La revaluación retroactiva sólo es posible en inventarios de mercancías circulantes en el mercado, considerados por Marx pero inexistentes, por definición, en el modelo de equilibrio general. 175