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Este argumento persiste todavía hoy en las visiones dominantes en el análisis y políticas económicas, a pesar de los aportes que desde los años 90 las economistas feministas han hecho para mostrar los vínculos sistémicos entre género y economía. La subordinación económica de las mujeres y las desigualdades económicas consecuentes se asientan en la persistente división sexual del trabajo, que se instaló durante la revolución industrial: la asignación del trabajo productivo –y remunerado- en el ámbito público a los hombres y del trabajo reproductivo –y no remunerado- en el ámbito privado a las mujeres. La llegada masiva de las mujeres al mercado laboral en las últimas décadas sin haberse producido un reparto equitativo de las tareas y responsabilidades reproductivas (cuidado de las familias y el hogar) entre hombres y mujeres coloca a las mujeres en una situación de desventaja permanente en el mercado laboral. Los efectos: discriminación salarial, segregación ocupacional y las dobles y triples cargas de trabajo para cubrir las necesidades del entorno laboral y familiar, pero también en una mayor situación de vulnerabilidad antes las crisis y los efectos negativos de la globalización. Superar esto pasa por transformar la organización laboral y del cuidado de nuestras sociedades en aras de una verdadera corresponsabilidad social y familiar, donde se materialice el derecho a cuidar y ser cuidado. Pasa por instaurar modelos económicos de crecimiento sostenible que coloquen las necesidades de hombres y mujeres en el centro del desarrollo, que reconozcan y valoren el aporte de unas y otros y garanticen igualdad de oportunidades en el acceso y control de los recursos y de los beneficios del desarrollo. Hacer esto posible requiere de un fuerte compromiso por parte de los gobiernos, en la línea de los acuerdos alcanzados en el Consenso de Quito en 2007 y el Consenso de Brasilia en 2010. El reconocimiento del valor social y económico del trabajo no remunerado, la equiparación en la legislación laboral del trabajo de las emplea- das domésticas que en muchos países viven en condiciones de casi esclavitud y la asunción por parte del Estado, de las empresas, pero también de los hombres, de su responsabilidad en las tareas de cuidado son algunos de los desafíos que enfrenta la región. A esta lista se suma la urgencia de desarrollar políticas económicas, laborales y de seguridad social con enfoque de género que permitan eliminar las brechas (salariales y ocupacionales, la falta de acceso a la tierra y los recursos naturales) que mantienen en desventaja económica a las mujeres. Si quieres conocer más, hemos organizado este tema en las siguientes secciones: •Trabajo y economía •Globalización y desarrollo •Conciliación y protección social •Presupuestos y política fiscal •Género y Crisis ¿Qué está haciendo el PNUD? La Reducción de la pobreza y las desigualdades y el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio es una de las cuatro áreas de trabajo del PNUD. La Estrategia de Igualdad de Género 2008-2013 “Empoderadas e iguales” plantea el enfoque de trabajo en esta área y las principales metas en este periodo. En América Latina y el Caribe, el PNUD ha planteado como una prioridad el fortalecimiento de capacidades de los gobiernos para el desarrollo de políticas sociales y económicas que reduzcan la pobreza y la desigualdad y promuevan la inclusión, particularmente para los grupos excluidos, y en específico el análisis de la articulación entre mercado laboral y economía del cuidado. Esto se concreta en el trabajo que se está haciendo en los diferentes países y a nivel regional. -Visita nuestro mapa de iniciativas para ver los proyectos que se están llevando a cabo en este tema en los diferentes países: (http:// www.americalatinagenera.org/es/index. php?option=com_content&view=article&id=13 56&Itemid=459). -A nivel regional, el Área Práctica de Género del PNUD está enfocando sus esfuerzos a fortalecer las capacidades nacionales para transversalizar la perspectiva de género en las políticas sociales y económicas y planes nacionales de desarrollo, así como en los mecanismos y sistemas institucionales de implementación. Y está desarrollando las siguientes líneas de trabajo: oooEconomía del cuidado en el centro de las polít icas de desarrollo. ooo Protección social integral con perspectiva de género. ooo Estrategias de reducción de la pobreza. ooo Sistemas de Gestión de Equidad de Género en las empresas. ooo Coordinación con otras agencias. ooo Desarrollar productos de conocimiento y materiales audiovisuales sobre la temática Esta información se actualiza continuamente, si quieres saber más visita nuestro portal: http://www.americalatinagenera.org Otras voces: Declaración del Foro de Organizaciones Feministas de América Latina y el Caribe en la 11ª Sesión de la Conferencia Regional sobre la Mujer para América Latina y el Caribe Reunido en Brasilia el 13 de julio de 2010, el Foro de Organizaciones Feministas de América Latina y el Caribe denunció la exclusión de las mujeres del desarrollo por parte de los actuales modelos económicos, las condiciones de precariedad en las que siguen trabajando y la falta de reconocimiento del valor social del trabajo doméstico remunerado y del trabajo gratuito que las mujeres desarrollan en la esfera reproductiva. En esta línea reiteraron a los gobiernos que el Estado democrático: •Debe tener un papel central en la provisión de servicios que libere a las mujeres de la responsabilidad exclusiva del trabajo de cuidado y promueva la corresponsabilidad. Los Estados deben ratificar y asegurar el efectivo cumplimiento de la Convención 156 de la OIT. •Debe garantizar el acceso de las mujeres al trabajo remunerado con calidad y pleno respeto de los derechos laborales. •Debe reconocer el valor social y económico del trabajo doméstico y equipararlo jurídicamente en la legislación laboral. •Debe garantizar el derecho de las mujeres a la tierra, a los recursos naturales y el reconocimiento de los territorios indígenas y afrodescendientes. •Debe garantizar la seguridad y previsión social universal y pública a todas las mujeres, en el marco de un nuevo modelo de redistribución de la riqueza que todas y todos producimos. . Globalización, desarrollo y género La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. Está basada en un aumento del comercio exterior que ha sido favorecido por la apertura y la liberalización de los mercados y por el impacto de la revolución tecnológica sobre las comunicaciones, tanto físicas (transportes) como electrónicas (información). Si bien la globalización ha traído grandes avances, también se ha configurado como un mecanismo que acentúa las desigualdades sociales y de género. Las políticas aplicadas en las últimas décadas, como los programas de ajuste estructural implantados en los años ochenta por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, entre otros, no cumplieron su promesa de disminuir la pobreza y las desigualdades. Por el contrario, los efectos negativos de estas políticas de austeridad fiscal y limitación del gasto, tuvieron un fuerte impacto sobre diversos grupos en situación de mayor vulnerabilidad y especialmente sobre las mujeres. La privatización de los servicios públicos condujo a la pérdida de empleos en los sectores donde había más mujeres, como salud, educación, etc. La desaparición de los servicios sociales de protección dificultaron la ya de por sí difícil conciliación entre el trabajo y la familia, afectando especialmente la asistencia escolar de las niñas. La eliminación o reducción de subvenciones sobre elementos básicos como alimentos, electricidad, agua o combustibles incrementó la presión doméstica para garantizar el abastecimiento de los hogares. La flexibilización laboral aumentó la precariedad del empleo, especialmente el femenino, y las prácticas discriminatorias basadas en el papel reproductivo de las mujeres. El fenómeno migratorio a los países desarrollados se ha ido feminizando progresivamente, de tal modo que en la actualidad más de la mitad de las y los migrantes son mujeres. Finalmente, el impacto ambiental de la globalización y su influencia en el cambio climático y la generación de amenazas y vulnerabilidades perjudican también de forma diferenciada a mujeres y hombres (Lamarca, s/a). Las economistas feministas han cuestionado la ceguera de género de las políticas de liberalización comercial, contribuyendo con sus análisis a mostrar los efectos de la apertura de las economías en el empleo femenino, en la sobrecarga de trabajo de las mujeres, etc. Uno de los efectos ha sido la incorporación masiva de mujeres al mercado de trabajo, aunque no en condiciones de trabajo pleno y decente. Tal y como muestran estudios en la región (CEPAL, OIT y PNUD), las mujeres suelen ser vistas como fuerza de trabajo relativamente más flexible, y son más propensas a los trabajos temporales, de tiempo parcial, sin los contratos adecuados o el respeto a sus derechos sindicales. De hecho, el costo económico y social negativo que han provocado los Tratados de Libre Comercio (TLC) en los países dependientes, está recayendo fundamentalmente entre los sectores más vulnerables, entre ellos las mujeres, que participan más activamente en el sector informal de la economía, especialmente en las ramas de servicio y comercio (Yllescas, 2007). Otras voces: Feminismo y anticapitalismo En el editorial Feminismos disidentes en América Latina y el Caribe, Ochy Curiel (2005), Sabine Masson y Jules Falquet, reflexionan en torno al trabajo doméstico, un tema fundamental para las mujeres por varios motivos. Primero, porque es el trabajo doméstico lo que constituye a las mujeres en clase. Segundo, porque también es lo que las divide en “Señoras” y “muchachas”, según líneas de clase, “raza” y nacionalidad marcadas. Tercero, porque el trabajo doméstico es una de las actividades laborales que la evolución del patriarcado y del capitalismo internacional desarrolla, para descargar a los hombres y a los Estados de sus responsabilidades y para “liberar” a cierta mano de obra femenina para el trabajo asalariado, haciéndole creer que está alcanzando la máxima liberación en el mejor de los mundos. Es por tanto urgente que el movimiento feminista escuche lo que dicen las mujeres explotadas en este mercado laboral y apoye realmente a sus luchas, cuyas dimensiones norte-sur y migratorias son hoy muy importantes. Las trabajadoras domésticas, indígenas, afrodescendientes, emigrantes, indocumentadas o no, constituyen de alguna manera el prototipo de la “mujer mundializada” y uno de los grupos potencialmente más lúcido sobre el avance del neoliberalismo. Ver más en: http://www.americalatinagenera.org/es/index. php?option=com_content&task=view&id=905&pub_id=1953 Trabajo y empleo En los últimos años las mujeres se han incorporado de forma masiva al mercado laboral en América Latina y El Caribe, sin embargo, la tasa de participación femenina sigue siendo inferior a la masculina, especialmente cuando se trata de mujeres casadas con responsabilidades. Hay sectores del mercado laboral masculinizados y feminizados. Las mujeres, por ejemplo, son más requeridas en las áreas de desarrollo “clave”, como zonas francas (maquila textil) o turismo, que requieren mano de obra barata y con poca calificación. Precariedad, informalidad, inestabilidad y menor salario que sus compañeros hombres caracterizan el empleo femenino en la región. ¿Trabajo o empleo? Los análisis feministas se centraron en mostrar los efectos de la división sexual del trabajo: la asignación del trabajo productivo a los hombres (destinado a la producción de bienes y servicios para el mercado) y del trabajo reproductivo a las mujeres (desarrollado en los hogares con el objetivo de mantener y reproducir las vidas de las personas), como una forma de organización social y económica que explica la desvalorización del trabajo femenino y las desigualdades que las mujeres enfrentan en el ámbito económico, político y social. Más recientemente, el debate se ha orientado a la distinguir entre trabajo y empleo en función de la remuneración. Esta distinción muestra como el conjunto de actividades reproductivas y no remuneradas no se asocian de manera directa con el mercado y quedan excluidas del análisis económico. Este trabajo no se contempla desde el punto de vista teórico y tampoco en la información estadística, lo que implica ignorar una gran parte de la actividad económica realizada por las mujeres. Las desigualdades en las oportunidades y resultados entre hombres y mujeres en el empleo se han tratado de explicar desde diferentes enfoques. Algunos han puesto la atención en el comportamiento de los empleadores a la hora de contratar personal, tales como promover las carreras profesionales de hombres y mujeres, o establecer los salarios. Las explicaciones de estas desigualdades también se han relacionado con las preferencias –u obligaciones- de las propias mujeres antes de entrar al mercado laboral, ya que sus opciones educativas y laborales están condicionadas entre otros factores, por la necesidad de compatibilizar horarios con el trabajo reproductivo. Esto podría incidir en la opción por jornada más breve o a tiempo parcial, entre otras. La Economía Feminista introdujo también el concepto de economía del cuidado para dar cuenta del espacio de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores relativos a las necesidades más básicas y necesarias para la existencia y reproducción de las personas y la sociedad. Si bien una parte muy considerable de estos servicios se prestan en los hogares en base al trabajo no remunerado de las mujeres, también se brindan, o podrían ser brindados por el sector público y el mercado, con lo que se podría hacer un estimado del costo del trabajo reproductivo de las mujeres si este fuera considerado como una actividad dentro del mercado. Se trata entonces de advertir acerca de la responsabilidad necesariamente compartida de los diferentes agentes –hogares, mercado, Estado- para asegurar la reproducción social en las mejores condiciones, atendiendo a los objetivos de desarrollo humano (Espino / UNIFEM / PNUD, 2009). Desde hace algunos años, las mediciones del uso y la distribución del tiempo de hombres y mujeres forman parte de la agenda académica y posteriormente del ámbito de las políticas públicas en varios países de América Latina. El objetivo de estos estudios es comprender y visibilizar el aporte de las mujeres a la sociedad y la economía. Las estimaciones sobre el uso del tiempo con¬tribuyen a visualizar las actividades que inte¬gran el trabajo doméstico, a calcular el volu¬men de la carga total de trabajo, remunerado y no remunerado, y a dar cuenta de las desigual¬dades de género en la materia, y su magnitud. ¿Qué son los Sistemas de Gestión de Igualdad de Género para las empresas? Los sistemas de gestión de igualdad de género para las empresas son instrumentos innovadores de política pública que tienen como objetivo principal cerrar las brechas de género en el ámbito laboral, al transformar las estructuras de trabajo y la gestión de recursos humanos en procesos más justos y equitativos Costa Rica fue pionera en la imparable carrera de certificación para empresas privadas, con el Sistema de Gestión en Igualdad y Equidad de Género, SIGEG, en 2002. Siguió México con el Modelo de Equidad de Género, MEG, en 2003; después Brasil con el Sello Pro Equidad de Género, en 2005, y finalmente en 2009, Chile con el Programa de Buenas Prácticas Laborales con Equidad de Género, “Sello Iguala”, Argentina con el Modelo de Equidad de Género para la Argentina, MEGA 2009, y Uruguay con el Modelo de Gestión de Calidad con Equidad de Género. Otras voces: Pronunciamiento de las Trabajadoras del Hogar de Latinoamérica y el Caribe En 1988 se constituyó la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO), que viene impulsando entre otras cosas que el día 30 de marzo sea el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar. Las Trabajadoras del Hogar Remuneradas es un sector compuesto por millones de mujeres, niñas y adolescentes que emigran del sector rural, indígena y semi-urbano hacia las ciudades, en busca de una mejor calidad de vida y educación. Las necesidades de supervivencia familiar las obligan a abandonar a sus familias y culturas para adoptar otras costumbres. Por ello, esta organización denuncia la discriminación y violencia a la que se ven sometidas como mujeres trabajadoras del hogar y por motivos raciales, étnicos, políticos, institucionales y de condición social. Y hace un llamamiento a la valoración del trabajo doméstico remunerado y no remunerado; a que los gobiernos se responsabilicen y adopten leyes que garanticen sus derechos, reconozcan y dignifiquen el trabajo del hogar y busquen la igualdad de las condiciones para las trabajadoras, de conformidad con las normas internacionales y; la prohibición de las peores formas del trabajo infantil doméstico, el trabajo forzoso, la migración, la trata y el tráfico de personas. Ver más en: http://fetralpi.blogspot.com/2009/04/ronunciamiento-de-las-trabajadoras-del.html Conciliación con corresponsabilidad y protección social Las transformaciones demográficas (el envejecimiento de la población, el alto porcentaje de población latinoamericana menor de edad, la migración de hombres y mujeres, etc.) generan nuevas demandas de cuidado a nuestras sociedades. Las necesidades de cuidado que son un aspecto central del bienestar social ha sido asumidas históricamente por las familias, y en concreto las mujeres. En América Latina, de media, 43 de cada 100 mujeres dedican tiempo completo a las tareas de casa (Martínez et alt., 2009), con directas consecuencias sobre su autonomía económica, falta de acceso a prestaciones sociales y dificultades de ingreso en el mercado laboral (el desempleo es siempre mayor entre mujeres que entre los hombres -3% aproximadamente, con variaciones entre países). La debilidad o ausencia de políticas públicas destinadas a conciliar con corresponsabilidad vida familiar y vida laboral, así como la escasez de servicios de cuidado, son una constante en la región. Frente a esta situación, se despliegan estrategias sociales, básicamente privadas (sólo accesibles para determinada clase social), familiares y femeninas (dependencia de otras mujeres de la familia para el cuido). Estas consisten en intentos, generalmente extenuantes, por parte de las mujeres para articular las demandas laborales y familiares convirtiéndose ellas en puentes entre trabajo en la esfera pública y privada. Estos puentes atraviesan distancias geográficas entre los lugares de residencia, trabajo, cuidado y escuela, y consumen tiempo y recursos. Son ellas las que “ajustan” su inserción laboral, como el tipo de ocupación o la duración de la jornada, buscan trabajos que les permitan combinar el tiempo destinado a los cuidados con aquel destinado al trabajo remunerado, de forma que puedan conciliar más fácilmente la generación de ingresos con las responsabilidades domésticas: pueden trabajar remuneradamente menos horas; alternar un tipo de trabajo y otro a lo largo del día y en los que muchas veces pueden tener consigo a hijos/as, sea en el domicilio o en la calle. Para millones de mujeres, esto implica acceder a trabajos precarios, informales y mal remunerados. En esa línea, en los últimos años, se han impulsado algunas políticas “de conciliación” a través de las cuales se pretende facilitar la entrada en el mercado laboral de las mujeres y por ende desvincular el trabajo reproductivo de la cartera de obligaciones “asignadas” a las mujeres. Algunas de estas medidas han estado dirigidas a apoyar a las mujeres trabajadoras bajo el supuesto de que son ellas las principales responsables del cuidado de la familia. Estas medidas Tipo de medidas conciliatorias (Camacho et alt., 2006) Las medidas conciliatorias de secuencia o alternancia entre los tiempos destinados a la vida familiar y laboral, están destinadas a reducir las tensiones y choques entre ambos tipos de actividades. Incluye las licencias laborales de distintos tipos, la promoción de la jornada parcial, y la flexibilización temporal y espacial del trabajo. Las medidas conciliatorias de tipo derivativo se orientan a trasladar tareas reproductivas que originalmente se realizaban en el ámbito familiar, tanto hacia el mercado como hacia los servicios públicos. Incluye los subsidios para compra de servicios privados de cuidado, la prestación subsidiada de servicios estatales de cuidado, la prolongación del horario escolar, y los servicios subsidiados de transporte escolar, entre otras medidas. El tercer tipo de conciliación es mediante la reorganización de roles productivos y reproductivos entre mujeres y hombres, e implica promover cambios culturales durante la educación básica o en el ámbito familiar, así como transformaciones del mercado laboral para que admita alternativas al modelo de “proveedor masculino” tales como las certificaciones de calidad de equidad de género para las empresas, las licencias de paternidad o las leyes de paternidad responsable que otorgan el poder a los jueces para ordenar pruebas de ADN a hombres envueltos en disputas de paternidad. han resultado insuficientes porque atienden demandas conciliatorias muy específicas, porque suponen tipos de inserción laboral formal que no corresponden a la realidad de la mayoría de la población o porque fueron diseñadas para familias que ya no son la norma. Además, al estar orientadas a las mujeres y no a todos los trabajadores con responsabilidades familiares, contribuyen a cimentar la falsa idea de que contratar a mujeres es más caro para las empresas. Por políticas de conciliación con corresponsabilidad social entendemos aquellas que impulsan la participación de hombres y mujeres (no sólo mujeres), y de las políticas públicas, las empresas y las familias (no sólo las familias) en el cuidado de las personas. En realidad, se trata de combinar un conjunto de medidas en el corto, mediano y largo plazo que dé respuesta a las necesidades inmediatas de conciliación pero también a la transformación del modelo de organización social del cuidado. En 2007, 24 países representados en la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, firmaron el Consenso de Quito en el cual reconocen por primera vez el valor social y económico del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres, el cuidado como un asunto público que compete a los Estados, gobiernos locales, organizaciones, empresas y familias, y la necesidad de promover la responsabilidad compartida de mujeres y hombres en el ámbito familiar. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha impulsado convenios a favor de los derechos de las trabajadoras y trabajadores desde su constitución, que se han ido extendiendo en sucesivas revisiones. A partir de la década de los sesenta, la OIT adoptó la noción de las responsabilidades familiares, proceso que culminó con el Convenio 156 y la Recomendación 165 sobre Trabajadores con Responsabilidades Familiares (1985). En ellos se menciona que el ejercicio pleno del derecho al empleo implica que las responsabilidades familiares no constituyan causas de discriminación, no obstruyan el mejoramiento de las condiciones de vida ni comprometan el acceso y la permanencia laboral. Y recomienda a los Estados políticas públicas que involucren a los hombres para una distribución más igualitaria de las responsabilidades (Valenzuela et alt. / PNUD / OIT, 2009). Otras voces: El impuesto productivo La división sexual del trabajo ha sido, y aún es, funcional para los sistemas económicos, puesto que garantiza la oferta de mano de obra subsidiada por el trabajo de las mujeres que se hacen cargo sin costo de la producción de bienes y servicios que de otro modo tendrían que ser provistos por el mercado o por el Estado. El acceso al mundo laboral por parte de las mujeres se ve condicionado por lo que la economista feminista Ingrid Palmer (1992) ha denominado “el impuesto reproductivo”, que se deriva del trabajo no remunerado que las mujeres realizan en los hogares, producto de un pacto no escrito por el que se consagró al varón como proveedor económico universal de las familias y a las mujeres como cuidadoras. Este aporte que realizan las mujeres, permite un ahorro en gastos de salud, cuidado de los niños y de sus integrantes de la tercera edad, y se convierte en el origen de las desventajas que enfrentan las mujeres en su inserción laboral y en la consecución de autonomía económica. Ver más en: http://www.americalatinagenera.org/es/index. php?option=com_content&task=view&id=905&pub_id=1884 Presupuestos, política fiscal y género La política fiscal tiene dos componentes: los ingresos y los gastos. La política de ingresos tiene por objeto obtener los recursos económicos necesarios para hacer frente a las necesidades del sector público, mientras que la política de gasto toma su forma concreta en la elaboración y formulación de los presupuestos. Las decisiones en torno a éstos, se vinculan a diversos objetivos entre los que se encuentran la satisfacción de un conjunto de necesidades que refieren a temas como la salud, la educación, economía, financiación, y en general, al cumplimiento de determinadas metas sociales. A través de los presupuestos el gobierno especifica sus decisiones respecto a la división de los recursos públicos en las diversas funciones, políticas y programas; determina el acceso de la ciudadanía a bienes y servicios públicos y; establece mecanismos distributivos y de inclusión social. Pero las decisiones políticas y las actividades que llevan a cabo los gobiernos no son neutrales respecto al género, porque los hombres y las mujeres ocupan posiciones económicas y sociales diferentes y desiguales en la sociedad. El compromiso con la igualdad social y de género desde la política fiscal supone también, incluir en las prioridades presupuestales programas de reducción de los diferentes grados de exclusión y desigualdades entre la población tomando en cuenta las necesidades diferenciadas (por sexo, edad, clase, etnia, raza, orientación sexual, necesidades especiales, ámbito rural o urbano, etc.). El debate entre gastos fiscales y gastos sociales debe resolverse contemplando su efecto desde la perspectiva de clase social o capacidad económica de las personas, junto al impacto de género. La elaboración de una política presupuestaria, en relación al gasto público y la distribución de presupuestos con un enfoque de género implica aceptar la no neutralidad del gasto público, y reenfocar el mismo teniendo en cuenta el diferente impacto que genera sobre mujeres y hombres. Un buen ejemplo es el trabajo del cuidado no remunerado realizado por la población femenina. Es decir, las decisiones de política económica no deben dejar fuera parte importante de la actividad económica de un país. Así, a través de la política de gasto público se pueden instrumentar actuaciones a favor de las políticas de conciliación de la vida familiar y laboral, de igualdad de oportunidades y tantas otras. Las iniciativas desarrolladas en el campo de los presupuestos pro-equidad de género -también llamados presupuestos con enfoque de género o presupuestos sensibles al género- apuntan a disminuir estas brechas, procurando alianzas entre los gobiernos, el funcionariado público y la ciudadanía, para diseñar, implementar, monitorear y evaluar políticas y presupuestos equitativos. Estas iniciativas no sólo revisan los mecanismos de definición presupuestaria desde una perspectiva de género, sino también las estructuras para la participación ciudadana, la transparencia del proceso presupuestario, las evaluaciones por resultados y la contribución de estos factores a la gobernabilidad democrática. Los presupuestos pro-equidad de género se han desarrollado a través de dos vías: el análisis de los presupuestos existentes desde una perspectiva de género y la praxis y propuesta sobre los mecanismos presupuestarios, de manera que éstos conduzcan hacia un presupuesto que posibilite y favorezca la igualdad entre hombres y mujeres (Presupuestos y género en América Latina y el Caribe, 2009). La implementación de estas herramientas no tiene una única vía de actuación, sin embargo, por lo general los Presupuestos Pro-Equidad de Género comparten una serie de características: •No buscan formular presupuestos separados para hombres y para mujeres. •Se centran en el análisis y la consideración de los aspectos de género, la transversalización en todas las áreas y fases de los presupuestos, y en las políticas que posibilitan. •Promueven la participación activa de las organizaciones de mujeres y de la sociedad civil. •Monitorean y evalúan con una perspectiva de género, la recaudación de recursos y su asignación por un gobierno. •Promueven un uso más efectivo de los recursos, en atención a la situación de las mujeres y hombres a quienes se dirigen, para avanzar hacia la equidad de género, la erradicación de la pobreza y el desarrollo humano. •Su propuesta se centra en la discusión de opciones para priorizar el uso de los recursos existentes, y no necesariamente en el incremento del gasto e inversión de un gobierno, o el cambio en las cantidades de recursos asignados a cada sector particular (Presupuestos y género en América Latina y el Caribe, 2009). Otras voces: Una economía solidaria con igualdad para las mujeres La economía solidaria cuestiona las formas jerárquicas de organizar la producción, y da prioridad a las interrelaciones de los seres humanos en lugar de las mercancías. Además se basa en un conjunto de valores y principios que se aplican tanto en la organización de las y los trabajadores, como en los momentos de la producción, comercialización y consumo, entre ellos; soberanía alimentaria, agro ecología, autonomía y precio justo. Desde la perspectiva de igualdad de género, se debe transcender los principios éticos y solidarios de la economía solidaria para garantizar que las mujeres estén presentes de forma real y concreta en todos los espacios como sujetas de acción en la construcción de esta nueva forma de hacer economía. Esto supone cuestionar y superar relaciones estructurales como la división sexual del trabajo, ampliar el concepto de trabajo de forma que comprenda el trabajo reproductivo, y el reordenamiento en la lógica de género de espacios y tareas, que implica trasgredir los límites para asumir, sin obstáculos ni jerarquías, tareas de producción, comercialización, gestión financiera, negociación, incorporación de las tecnologías, acceso y manejo del crédito. Ver más en: http://alainet.org/active/30956 Género y crisis La crisis económica y financiera iniciada en los Estados Unidos a finales de 2008, se extendió afectando a las instituciones financieras y las economías de todo el mundo. Los efectos inmediatos se han hecho sentir en la calidad de vida y el bienestar de las poblaciones. Sin embargo la crisis no afecta a todas y todos de la misma manera, ni encuentra a todas las personas en la misma situación. Las mujeres presentan una mayor vulnerabilidad ante la crisis debido a la desigualdad de género existente a nivel global. Así, tanto las políticas que contribuyeron a generar la crisis, como las que se diseñan para la recuperación, tienen impactos diferenciados sobre mujeres y hombres y sobre los distintos grupos sociales en función de su clase socioeconómica, origen étnico-racial, discapacidades, ámbito rural-urbano, etc. Por eso es fundamental prevenir y advertir sobre los posibles impactos de género y proyectar políticas que incorporen esta perspectiva tanto en su diseño como evaluación, para evitar profundizar las desigualdades y contribuir a la igualdad. La participación femenina en el mercado laboral caracterizada por el subempleo, la inestabilidad, la falta de cobertura de la seguridad social y los bajos ingresos, y sus extenuantes dobles y triples cargas laborales, muestran el mapa de la desigualdad en el trabajo y el empleo entre mujeres y hombres, que debe ser tenido en cuenta a la hora de planificar y diseñar medidas anti-crisis. Los problemas estructurales como la exclusión social, la inequidad, la pobreza, la desigualdad de género o la deficiente capacidad del Estado, se revelan con más fuerza en las crisis económicas. En este contexto es importante tener en cuenta que las políticas macroeconómicas que intentan minimizar los efectos de las crisis y fomentar la recuperación económica, tienen impactos diferenciados sobre mujeres y hombres. El enfoque de género no debe limitarse a las políticas sociales como si el objeto de éstas fuera amortiguar o compensar los efectos perniciosos de las políticas macroeconómicas (Espino / PNUD, 2009). “Respondiendo a la crisis con equidad de género” fue un proceso de reflexión y diálogo nacional y regional, impulsado conjuntamente por la OIT, el PNUD, UNIFEM y el COMMCA , entre ministerios de trabajo, empresas y sindicatos sobre las medidas y propuestas para enfrentar la crisis desde una visión de género. Para conocer las medidas específicas. Ver más en: http://www.americalatinagenera.org/es/index.php?option=com_ content&task=view&id=905&pub_ id=1548 Los ajustes y medidas de austeridad implantadas en crisis anteriores agudizaron los índices de pobreza y la falta de equidad en los ingresos, lo cual condujo a una polarización social (Beneria, 2003). Las mujeres fueron afectadas desproporcionalmente tanto en el mercado laboral como en su vida cotidiana, a consecuencia de los recortes del gasto público y sus efectos sobre los servicios sociales relacionados con el cuidado, ya de por si escasos. Dado que las mujeres han desarrollado históricamente el trabajo reproductivo y se han responsabilizado de la manutención y cuidado de la familia, han hecho frente a la crisis a través de la flexibilización de su tiempo de trabajo y la consecución de recursos para la sobrevivencia de la familia. Por ello es importante que aprendamos de experiencias pasadas y que las políticas de corto plazo que se diseñen para paliar los efectos de la actual crisis, no comprometan los objetivos a largo plazo como la igualdad de género. La persistencia de la segregación de género por ramas de actividad y ocupaciones genera riesgos diferenciados para mujeres y hombres. Según la OIT (2009), durante los 9 rimeros meses de 2009, el aumento del desempleo impactó más a los hombres que a las mujeres, dado que los sectores más afectados fueron la industria manufacturera y la construcción, que son precisamente donde se concentra de forma intensiva la mano de obra masculina. Sin embargo, la disminución de la actividad de la maquila y zonas francas derivadas de la contracción de la actividad en Estados Unidos, ha agravado la situación de desempleo femenino, dada la especial participación de ellas en este sector. En 2008, lo empleos direc- tos generados por la maquila en Centroamérica eran 411.502 y al finalizar el año, la industria textil perdió 51.538 puestos de trabajo, con una disminución promedio del 13,5%. El 65% de las personas que perdieron el trabajo fueron mujeres (Espino / PNUD, 2009). Ante la caída del empleo asalariado formal, la fuerza de trabajo ha buscado salidas en el sector informal, generando un aumento notable en entre 2008 y 2009. Es en este sector donde encontramos mayor número de mujeres (57.1% de mujeres frente a 51% de hombres), debido a la persistencia de los obstáculos que impiden el acceso igualitario de las mujeres al empleo formal. Pero además, las mujeres se ubican en las categorías más rezagadas y precarias del sector informal, en ocupaciones por cuenta propia de baja productividad o en el servicio doméstico de los hogares, donde nueve de cada diez ocupados carecen de acceso a la seguridad social (OIT, 2009). Diferentes Estados han fomentado la obra pública como vía para la creación de empleo, generando impactos positivos en la mano de obra masculina. Sin embargo, no se han regis- trado medidas específicas dirigidas a la creación de empleo en los sectores en los que predomina femenino (CEPAL, 2009). La desaceleración económica de Estados Unidos perjudicará a la población inmigrante de América Latina y el Caribe, que se ha ido feminizando en los últimos años. Las mujeres han migrado de forma independiente, llegando a constituir la mitad de quienes migran por razones laborales y que contribuyen con sus remesas a la reducción de la pobreza de muchos hogares de los países emisores (CEPAL, 2007). Ellas se insertan en el sector servicios como mano de obra no especializada y son responsables de una parte importante del trabajo de cuidado en Norteamérica y Europa. Es esencial involucrar a las mujeres y a todos los grupos sociales afectados por la crisis, para hacer frente a la misma, a través de medidas creativas y conscientes de los diferentes impactos de género, que vayan de la mano de los compromisos internacionales con la igualdad de género, los derechos humanos y el empoderamiento. Otras voces. Foro Internacional de Mujeres Trabajadoras, México, 2009; Pronuncimiento frente a la crisis La Redge (Red Nacional Género y Economía), capítulo de REMTE en México, participó del Foro Internacional de Mujeres Trabajadoras, en el cual elaboraron un pronunciamiento frente a la crisis global. Demandan el diseño y la planificación de un nuevo sistema económico, político y social que sea distribuidor de la riqueza que se centre en la atención a las necesidades de las mujeres y los hombres trabajadores, que respete los derechos humanos y que transversalice la perspectiva de género en toda institución y programa de política pública; rechazan la reforma laboral y de seguridad social y las “reformas estructurales” como las referidas a las fuentes de energía: exigen una nueva política económica que incluya el pleno empleo y la durabilidad que garantice salarios suficientes para una mejor calidad de vida de mujeres y hombres; el diseño de una política industrial centrada en la pequeña y mediana empresa que permita el crecimiento del mercado interno y respete el medio ambiente; la reactivación de la política agraria como sustento de la soberanía alimentaria y como forma de detener la migración interna y externa; detener la trata de mujeres niñas y niños; exigen justicia y denuncian la impunidad hacia los feminicidios y; convocan a construir formas de organización y lucha de las mujeres trabajadoras en cada uno de nuestros países y compartir estrategias que nos lleven a construir un mundo mejor donde las mujeres alcancemos el buen vivir. Ver más en: http://www.movimientos.org/remte/show_text.php3?key=14441 globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección presupuestos crisis economica género trabajo proteal política fiscal presupuestos crisis género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos Algunos crisis economica gé- compromisos trabajo conciliación sobre trabajo globalizacion trabajo y nero reproductivo desarrollo empleo correponsabilidad protección social economía política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección presupuestos crisis economica género trabajo proteal política fiscal presupuestos crisis género trabajo reproductivo conciliación Convenio 100 sobre igualdad de remuneración, 1951 Este convenio llama a los Estados firmantes a promover y garantizar la aplicación a todos los trabajadores del principio de igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y la mano de obra femenina por un trabajo de igual valor. •http://www.ilo.org/ilolex/cgi-lex/convds. pl?C100 Convenio 103 de la OIT sobre la Protección de la Maternidad, 1952 Este convenio constituye la primera revisión del Convenio sobre la Protección de la Maternidad Nº3, el cual precisó los principios fundamentales de esta protección, tales como: el derecho a una licencia de maternidad, a prestaciones en dinero y prestaciones médicas, y el derecho a la seguridad del empleo y a la no discriminación. Estipula, entre otras cosas, que la asistencia médica deberá comprender tanto los nueve meses de embarazo, como el momento del parto y el post-parto, también establece que las interrupciones en el horario de trabajo para efectos de amamantar deberán contarse como horas de trabajo y remunerarse como tales. En este año también se adoptó la Recomendación (núm. 95) que acompaña al Convenio. En ella se recomienda la prolongación del descanso de maternidad hacia completar un período de 14 semanas, el aumento de las prestaciones en dinero hasta equipararlas al 100 por ciento de las ganancias de la mujer reportadas para efectos de prestaciones, la ampliación de la protección del empleo, la salvaguardia de los derechos de antigüedad y el derecho de la mujer a ser reintegrada a su puesto de trabajo. Nueve países de la región tienen vigente la ratificación de los Convenios sobre protección de la maternidad (103 y 183); Bahamas, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, Guatemala y Uruguay. •http://www.parlamento.gub.uy/htmlstat/pl/ convenios/convoit-C103.htm Convenio 111, Convenio sobre la discriminación (empleo y ocupación), 1958 “Todo Miembro para el cual este Convenio se halle en vigor se obliga a formular y llevar a cabo una política nacional que promueva, por métodos adecuados a las condiciones y a la práctica nacionales, la igualdad de oportunidades y de trato en materia de empleo y ocupación, con objeto de eliminar cualquier discriminación a este respecto”. A los efectos, se entiende como discriminación, “cualquier distinción, exclusión o preferencia basada en motivos de raza, color, sexo, religión, opinión política, ascendencia nacional u origen social que tenga por efecto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo y la ocupación”. •http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/--ed_norm/---declaration/documents/publication/wcms_decl_fs_108_es.pdf Convenio 122 de la OIT sobre la política del empleo, 1964 “De acuerdo con la Declaración de Filadelfia incumbe a la Organización Internacional del Trabajo examinar y considerar los efectos de las políticas económicas y financieras sobre la política del empleo, teniendo en cuenta el objetivo fundamental de que “todos los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar material y su desarrollo espiritual en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”. Por ello, los países firmante “deberán formular y llevar a cabo, como un objetivo de mayor importancia, una política activa destinada a fomentar el pleno empleo, productivo y libremente elegido” con el objetivo “de estimular el crecimiento y el desarrollo económicos, de elevar el nivel de vida, de satisfacer las necesidades de mano de obra y de resolver el problema del desempleo y del subempleo”. •http://www.ilo.org/ilolex/cgi-lex/convds. pl?C122 Declaración sobre la eliminación de la discriminación contra la mujer, 1967 Esta declaración señala en su artículo 10 que los Estados deberán adoptar “todas las medidas apropiadas para garantizar a la mujer, casada o no, los mismos derechos que al hombre en la esfera de la vida económica y social, y en particular: a) El derecho, sin discriminación alguna por su estado civil o por cualquier otro motivo, a recibir formación profesional, trabajar, elegir libremente empleo y profesión, y progresar en la profesión y en el empleo; b) El derecho a igual remuneración que el hombre y a igualdad de trato con respecto a un trabajo de igual valor; c) El derecho a vacaciones pagadas, prestaciones de jubilación y medi- das que le aseguren contra el desempleo, la enfermedad, la vejez o cualquier otro tipo de incapacidad para el trabajo; d) El derecho a recibir asignaciones familiares en igualdad de condiciones con el hombre. •http://www.rosario.gov.ar/sitio/desarrollo_social/ddhh/declaracion_mujer.pdf Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, 1979 Esta convención destaca el hecho de que en situaciones de pobreza la mujer tiene un acceso mínimo a la alimentación, la salud, la enseñanza, la capacitación y las oportunidades de empleo, así como a la satisfacción de otras necesidades. Por eso exigen a los Estados Partes que adopten “todas las medidas apropiadas para eliminar la discriminación contra la mujer en la esfera del empleo a fin de asegurar a la mujer, en condiciones de igualdad con los hombres, los mismos derechos. •http://www.cinu.org.mx/biblioteca/documentos/dh/c_elim_disc_mutxt.htm Convenio 156 y la Recomendación 165 de la OIT sobre Trabajadores con Responsabilidades Familiares, 1981 En estos instrumentos se menciona que el ejercicio pleno del derecho al empleo implica que las responsabilidades familiares no constituyan causas de discriminación, no obstruyan el mejoramiento de las condiciones de vida ni comprometan el acceso y la permanencia laboral. Recomienda a los Estados políticas públicas que involucren a los hombres para una distribución más igualitaria de las responsabilidades. La región presenta una de las tasas más altas de ratificación del Convenio 156 de la OIT, el cuál provee una serie de regulaciones para proteger a trabajadores y trabajadoras con responsabilidades familiares y permitir la conciliación. Son diez los países que han ratificado este convenio: Argentina, Belice, Bolivia, Chile, El Salvador, Guatemala, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Y nueve países de la región tienen vigente la ratificación de los Convenios sobre protección de la maternidad (103 y 183); Bahamas, Belice, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, Guatemala y Uruguay. •http://www.ilo.org/ilolex/cgi-lex/convds. pl?C156 •http://www.ilo.org/ilolex/cgi-lex/convds. pl?R165 Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, 1995 La Declaración aprobada en esta Conferencia exige a los Estados en su artículo 26 “promover la independencia económica de la mujer, incluido su empleo, y erradicar la carga persistente y cada vez mayor de la pobreza que recae sobre las mujeres, combatiendo las causas estructurales de esta pobreza mediante cambios en las estructuras económicas, garantizando la igualdad de acceso a todas las mujeres, incluidas las de las zonas rurales, como agentes vitales del desarrollo, a los recursos productivos, oportunidades y servicios públicos.” Además, la Plataforma de Acción (programa encaminado a crear condiciones necesarias para la potenciación del papel de la mujer en la sociedad) señala que se debe establecer el “principio de que mujeres y hombres deben compartir el poder y las responsabilidades en el hogar, en el lugar de trabajo y, a nivel más amplio, en la comunidad nacional e internacional.” •http://www.uneca.org/daweca/Documents/ Beijing%20Declaration%20&%20Platform%20 for%20Action%20SPANISH.pdf Convenio 183 de la OIT sobre Protección de la maternidad, 2001 Este convenio constituye la segunda revisión del Convenio sobre la Protección de la Maternidad Nº3, el cual precisó los principios fundamentales de esta protección, tales como: el derecho a una licencia de maternidad, a prestaciones en dinero y prestaciones médicas, y el derecho a la seguridad del empleo y a la no discriminación. En este sentido, la 88ª Conferencia lnternacional del Trabajo, celebrada en junio del 2000, revisó el Convenio 103 y dio paso a la adopción del Convenio l83. Este mantiene los principios fundamentales de la protección de la maternidad, y entre otros cambios amplia su campo de aplicación a todas las mujeres empleadas; la protección no solo a las enfermedades que sean consecuencia del embarazo o parto sino también a las complicaciones que puedan derivarse de estos; prevé un período de protección al empleo más largo y; que todo Miembro debe adoptar medidas apropiadas para garantizar que la maternidad no constituya una causa de discriminación en el empleo. •http://www.parlamento.gub.uy/htmlstat/pl/ convenios/convoit-c183.htm Cumbre del Milenio + 5, 2005 En setiembre de 2005, en las Naciones Unidas se realizó la Cumbre del Milenio +5 con el objetivo de evaluar el progreso de las Metas de la Declaración del Milenio de la ONU, aprobada por 150 jefes de estado en la Cumbre del Milenio realizada en setiembre de 2000. En el documento final de esta Cumbre se reafirma la importancia de promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la mujer, y se insta a eliminar la omnipresente discriminación por motivos de género. En otras medidas se destaca; “Eliminar las desigualdades entre los géneros en la enseñanza primaria y secundaria a la mayor brevedad posible y en todos los niveles de enseñanza para 2015; Garantizar el derecho libre e igualitario de la mujer a poseer y heredar bienes y garantizando la tenencia segura de bienes y vivienda por la mujer; Asegurar la igualdad de acceso a la salud reproductiva; Promover la igualdad de acceso de la mujer a los mercados de trabajo, al empleo sostenible y a una protección laboral adecuada y; Asegurar la igualdad de acceso de la mujer a los bienes y recursos productivos, incluidos la tierra, el crédito y la tecnología”. •http://www.un.org/spanish/aboutun/organs/ ga/59/hl60_plenarymeeting.html X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe: Consenso de Quito, 2007 En 2007, 24 países representados en la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, acordaron el Consenso de Quito en el cual reconocen el valor social y económico del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres, el cuidado como un asunto público que compete a los Estados, gobiernos locales, organizaciones, empresas y familias, y la necesidad de promover la responsabilidad compartida de mujeres y hombres en el ámbito familiar. Para ello se comprometen a; incluir el trabajo no remunerado en las cuentas nacionales; desarrollar medidas de corresponsabilidad que se apliquen por igual a hombres y mujeres; formular políticas de empleo de calidad y seguridad social, incentivos económicos dirigidos a garantizar el trabajo decente remunerado a mujeres sin ingresos propios y la igualdad de condiciones y derechos laborales y; fomentar que los Estados asuman la repro- ducción social, el cuidado y el bienestar de la población como objetivo de la económico y responsabilidad pública indelegable. •http://www.eclac.cl/publicaciones/ xml/9/29489/dsc1e.pdf XI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe: Consenso de Brasilia, 2010 Ministras y representantes de los Mecanismos de igualdad de América Latina y El Caribe se dieron cita en Brasilia entre el 13 y 16 de julio de 2010 con el objetivo de discutir el tema de los logros y desafíos para alcanzar la igualdad de género con énfasis en la autonomía y el empoderamiento económico de las mujeres. El consenso de Brasilia recoge las líneas de acción para las políticas en pro del logro de la igualdad en la Región que se han acordado en la Conferencia. Los acuerdos alcanzados se refieren a desarrollar acciones para conquistar una mayor autonomía económica e igualdad en la esfera laboral; fortalecer la ciudadanía de las mujeres; ampliar la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y en las esferas de poder; facilitar el acceso de las mujeres a las nuevas tecnologías y promover medios de comunicación igualitarios, democráticos y no discriminatorios; enfrentar las formas de violencia contra las mujeres; promover la salud integral y los derechos sexuales y reproductivos; realizar actividades de capacitación e intercambio y difusión, que permitan la formulación de políticas públicas basadas en los datos del observatorio de igualdad de género de América Latina y El Caribe, y promover la cooperación internacional y regional para la equidad de género. Siguiendo en la línea del consenso de Quito, repite la necesidad de incorporar en las cuentas nacionales el trabajo doméstico no remunerado y el trabajo de cuidado que llevan a cabo las mujeres, y de Impulsar y profundizar, en el sector público y privado, en la adopción de sistemas de gestión de igualdad de género que promuevan la no discriminación de las mujeres en el empleo, la conciliación de la vida profesional, privada y familiar, y la prevención y erradicación de todas las formas de violencia de género en el ámbito laboral. •http://www.eclac.org/mujer/noticias/paginas/5/40235/ConsensoBrasilia_ESP.pdf globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección presupuestos crisis economica género trabajo proteal política fiscal presupuestos crisis Bibliografía género trabajo reproductivo conciliación Bibliografía: BENERÍA, Lourdes (2003): Gender, Development and Globalization: Economics as if All People Mattered, Nueva York: Routledge. CAMACHO, Rosalía et alt. (2006): “Género, políticas conciliatorias y presupuesto público: una aproximación al caso de América Latina y el Caribe” en Cohesión social, políticas conciliatorias y presupuesto público: una mirada desde el género. CEPAL (2009): Cumbre de las Américas 1994-2009, Puerto España. [En línea]: http://www.americalatinagenera.org/es/index.php?option=com_ content&task=view&id=905&pub_id=1894 CEPAL (2007): El aporte de las mujeres a la igualdad en América Latina y el Caribe, Chile. [En línea]: http://www.americalatinagenera.org/es/index.php?option=com_ content&task=view&id=905&pub_id=1884 CURIEL, Ochy et alt. (2005): “Feminismos disidentes” en Nouvelles Questions Féministes, 2: 4-11. ESPINO, Alma / PNUD (2009): El impacto de las medidas anticrisis en Centroamérica: Posibles impactos en el empleo de las mujeres y en la conciliación entre el trabajo en el hogar y el mercado, Costa Rica: OIT, PNUD, UNIFEM, COMMCA, INAMU. 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Informe final de investigación, Nicaragua: CAWN. [En línea]: http://www.americalatinagenera.org/es/index.php?option=com_ content&task=view&id=905&pub_id=1898 Webgrafía: Presupuestos y género en América Latina y el Caribe (10/03/2010) http://www.presupuestoygenero.net/ globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo Octubre 2010 América Latina Genera reproductivo conciliación RSCLAC PNUD globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección social política fiscal presupuestos crisis economica género trabajo reproductivo conciliación globalizacion desarrollo trabajo empleo correponsabilidad protección presupuestos crisis economica género trabajo proteal política fiscal presupuestos crisis Se permite la reproduccion total o parcial de estos contenidos citando la fuente género trabajo reproductivo conciliación