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Arquidicesis de Monterrey 1ª SEMANA DE CATEQUESIS Mayo 2011 Objetivo: Apoyar a l@s catequistas de las parroquias y los centros de formación en la iniciación cristiana de niños y adolescentes, en la motivación y concientización de los papás y padrinos de su tarea isustituible en la preparación a los sacramentos de iniciación cristiana. Introducción: El Secretariado de Catequesis, en búsqueda de que la formación presacramental llegue a la mayor cantidad de personas y que a través de un encuentro personal descubran verdaderamente a Cristo resucitado, ofrece el siguiente material de reflexión para padres y padrinos de los niños que están por recibir algún sacramento de iniciación cristiana, además busca para que a la par de sus hijos reflexionen y se formen para ser mejores cristianos y puedan desarrollar un entorno adecuado y un ambiente óptimo para vivir en verdadera comunidad dichos sacramentos. El material contiene temas en los que se busca reflexionar sobre los dones que Dios nos otorga a través de la Iglesia y sus sacramentos así como temas que se refieren a la responsabilidad de los padres de ser mejores cristianos y educadores en la fe de quienes han sido encargados por Dios a su cuidado en este mundo. (Aclaramos que este material es una selección de temas, que el secretariado ya ofreció hace varios años). Pero creemos de suma importancia retomarlo. Creemos que se puede utilizar, como Semana de la Catequesis, pláticas para papás y padrinos, en catequesis para matrimonios; incluso en la Pastoral Familiar. Alegrémonos del último acontecimiento de la Iglesia Universal: ¡La Beatificación del venerable Juan Pablo II! El Cardenal Robles Ortega nos recuerda: “Difícilmente se podrá encontrar sobre la faz de la tierra a un hombre, de cualquier raza, pueblo o religión, que no reconozca el importante papel protagónico que desempeñó a nivel mundial el Papa Juan Pablo II de feliz memoria. Su Pontificado de un poco más de un cuarto de siglo, que apenas concluyó con su fallecimiento hace seis años, conserva fresca su memoria en la humanidad; por otro lado, su ausencia durante este tiempo ha permitido una revaloración de su labor tan meritoria a favor de la Iglesia y de la humanidad entera. Todos aquellos que coincidimos temporalmente con su fructuosa existencia guardamos, en nuestra memoria y en nuestro corazón, el recuerdo de nuestra relación con el Sumo Pontífice de origen polaco”. (Prot. No. 204/2011) Este tiempo de refelxión, podría ayudar para recordar agradecidamente al nuevo Beato, que con mucho empeño promovió la iniciación cristiana y exhortó a los padres de familia a estar atentos en este trabajo. TEMARIO DE LA SEMANA DE LA CATEQUESIS 1. 2. 3. 4. 5. ¡La comunidad cristiana como hogar de catequesis! ¡Jesús quiere quedarse con nosotros! Los sacramentos. ¡Jesús se queda con nosotros a través de la eucaristía! ¡Ser cristiano en el mundo actual! ¡Aprendemos a ser mejores padres! Metodología de los temas: El método elegido para desarrollar los temas está basado en una metodología deductiva más apropiada adultos pues parte de un texto bíblico o de los documentos de la Iglesia para darnos de manera global todo el contenido, posteriormente se reflexiona hasta llegar a una realidad concreta que es la confrontación de las ideas aprendidas con las ideas propias y concluye con la experiencia de la vida diaria al celebrar o expresar lo aprendido. Para desarrollar cada tema se eligieron los siguientes momentos que constituyen la metodología expresada en el párrafo anterior: Objetivo Textos Contemplamos Confrontamos Expresamos nuestra fe El objetivo indica lo que se pretende lograr en la sesión, mediante la exposición y reflexión del tema. Se anuncia de manera sencilla y clara. En lo posible, se coloca a la vista de todos, en una cartulina, una imagen o signo bien elaborado. Los textos Cada tema se fundamenta en la Palabra de Dios y en el Magisterio de la Iglesia, como iluminación de lo que contemplaremos en la catequesis. En lo posible, los textos se leen directamente de la Sagrada Escritura, con todo el respeto y la disponibilidad posibles para ser escuchados y acogidos. También pueden ser parte de la oración inicial. Contemplamos Nos centramos en el designio que Dios nos ha manifestado en Jesucristo. Se expone la doctrina, fundamentada en la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia. Son las luces que nos ayudan a discernir nuestra situación personal y comunitaria. Es el momento primordial donde contemplamos el "querer de Dios", nos dejamos interpelar por Él; en el fondo nos preguntamos ¿Quiénes somos? ¿Qué estamos llamados a ser? Tener siempre presente el espíritu kerigmático: Anuncio de Buenas Nuevas. Que la doctrina de la contemplación se haga palabra viva, voz evocativa, salvación ofrecida, vida plena. Que no nos quedemos en el enunciado frío y distante de verdades reveladas que no atañan e impliquen la vida personal, comunitaria y social. La contemplación es el fundamento de nuestra fe, no es algo opinable, secundario o subjetivo. Confrontamos: Teniendo presente el designio de Dios, nos acercamos a nuestra realidad: las carencias, las limitaciones, las dificultades más reales, sentidas y significativas de los adultos y del mundo que los rodea. Se trata de conocer las preguntas, las interrogantes, los sentidos de vida, los signos de los tiempos de los adultos de hoy, para que la Buena Nueva que se anuncia y se celebra responda en el aquí y en el ahora. Es bueno que los catequistas, que son los que mejor conocen la situación real de los adultos, escojan y adapten el contenido y la forma de este momento de confrontación, para que pueda ser entendido y asimilado conforme a la situación concreta de los mismos adultos. Expresamos nuestra fe: Para que el designio de Dios se realice en nuestra vida, necesita ser interiorizado y asumido. Nuestra fe se expresa en acciones concretas que manifiestan sinceramente el deseo de dejarnos conducir por Él, por su designio de salvación. Es el momento de abrirnos a la esperanza, de mejorar nuestra vida, de convertirnos al Señor, de preguntarnos ¿Qué me pide Dios que haga? ¿Qué puedo y qué voy a hacer? De aquí se deriva el compromiso personal y comunitario. Dar respuesta al Dios que nos habla es una exigencia para nuestra vida, es el momento de ser concretos, de aterrizar, de buscar los "cómos" y de llevar a la vida diaria la reflexión y la oración. Nuestra fe puede ser expresada mediante una celebración que ayude a la profundización y vivencia de la espiritualidad. Debe ser un momento muy cuidado, respetado y creativo, que lleve a los adultos a entablar un diálogo con Dios, mediante la interiorización. Es importante dedicar un tiempo suficiente, adecuar el lugar donde se realiza la celebración, acompañarla con gestos y signos que evoquen lo reflexionado. "El anuncio del Evangelio se hará siempre en íntima conexión con la naturaleza humana y sus aspiraciones, mostrando cómo satisface plenamente el corazón humano" (Cf DGC 117; AG 8a.) Justificación: La necesidad de que los niños que reciben los sacramentos vivan junto a sus padres un proceso de formación sacramental en el seno de una comunidad cristiana madura y comprometida con los valores del reino. Nos damos cuenta de la necesidad de los padres de complementar la catequesis que reciben sus hijos con un verdadero encuentro personal con Jesucristo, camino, verdad y vida. Para que los padres y padrinos descubran el valor de la Palabra de Dios de ha recurrido a una catequesis bíblica, ya que parte de textos concretos del evangelio. Al confrontarlos con los temas buscamos que se reflexione sobre la vida misma de las personas y se encarne el mensaje bíblico en cada uno de los entornos o situaciones particulares donde se aplica. Actualmente estamos muy preocupados por que en las diversas comunidades se viva y celebre el mensaje y se consoliden verdaderas comunidades cristianas comprometidas con el Evangelio. Este curso permite partir de una base común para todos los padres y padrinos de los niños que están por recibir los sacramentos de la confirmación, penitencia y comunión. TEMA I ¡LA COMUNIDAD CRISTIANA COMO HOGAR DE CATEQUESIS! OBJETIVO: Descubrir la comunidad cristiana como ejemplo de la Iglesia de Jesucristo y como espacio generador de vida cristiana donde la comunión permite ser el origen, lugar y meta de la catequesis. TEXTOS: Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre él y los que le sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Jn 6, 56). (CEC, 787) Se entra en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo. "Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios" (LG 13), a fin de que, en Cristo, "los hombres constituyan una sola familia y un único Pueblo de Dios" (AG 1)(CEC, 804) CONTEMPLAMOS: La comunidad cristiana como hogar de catequesis (Del Directorio General para la catequesis 253-257) La comunidad cristiana es la realización histórica del don de la «comunión» (koinonia), que es un fruto del Espíritu Santo. La «comunión» expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, que constituyen la comunidad cristiana referencial. Esta se hace cercana y se visibiliza en la rica variedad de las comunidades cristianas inmediatas, en las que los cristianos nacen a la fe, se educan en ella y la viven: la familia, la parroquia, la escuela católica, las asociaciones y movimientos cristianos, las comunidades eclesiales de base... Ellas son los «lugares» de la catequesis, es decir, los espacios comunitarios donde la catequesis de inspiración catecumenal y la catequesis permanente se realizan. «“La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis.”» De la comunidad cristiana nace siempre el anuncio del Evangelio, invitando a los hombres y mujeres a convertirse y a seguir a Jesucristo. Y es esa misma comunidad la que acoge a los que desean conocer al Señor y adentrarse en una vida nueva. Ella acompaña a los catecúmenos y catequizandos en su itinerario catequético y, con solicitud maternal, les hace partícipes de su propia experiencia de fe y les incorpora a su seno. La catequesis siempre es la misma. Pero estos «lugares» de catequización la colorean, cada uno con caracteres originales. Es importante saber cuál es la función de cada uno de ellos en orden a la catequesis. La familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe Los padres de familia son los primeros educadores en la fe. Junto a los padres, sobre todo en determinadas culturas, todos los componentes de la familia tienen una intervención activa en orden a la educación de los miembros más jóvenes. Conviene determinar, de modo más concreto, en qué sentido la comunidad cristiana familiar es «lugar» de catequesis. La familia ha sido definida como una «Iglesia doméstica», lo que significa que en cada familia cristiana deben reflejarse los diversos aspectos o funciones de la vida de la Iglesia entera: misión, catequesis, testimonio, oración... La familia, en efecto, al igual que la Iglesia, es un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia. La familia como «lugar» de catequesis tiene un carácter único: transmite el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano, concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más ocasional que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en períodos. En esta catequesis familiar resulta siempre muy importante la aportación de los abuelos. Su sabiduría y su sentido religioso son, muchas veces, decisivos para favorecer un clima verdaderamente cristiano. La parroquia como ámbito de catequesis La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo de Dios. La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia. Ella es, por otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe. Constituye, por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia vital. La parroquia está experimentando hoy, en muchos países, hondas transformaciones. Profundos cambios sociales la están afectando. En las grandes ciudades, «ha sido sacudida por el fenómeno de la urbanización». No obstante, «la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes». Ella debe continuar siendo todavía la animadora de la catequesis y «su lugar privilegiado», sin dejar por eso de reconocer que, en ciertas ocasiones, la parroquia no puede ser el centro de gravitación de toda la función eclesial de catequizar, y que tiene necesidad de complementarse con otras instituciones. CONFRONTAMOS: Para darnos cuenta que «“la comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis.”» Es necesario que nos preguntemos y reflexionemos en lo siguiente: ¿Reconozco en mi familia una verdadera comunidad? ¿Somos una comunidad cristiana? ¿Qué hace diferente a una comunidad cristiana de cualquier otra comunidad? ¿Es nuestra parroquia un “lugar privilegiado” para la formación religiosa de nuestros hijos? ¿Por qué? ¿Qué necesitamos hacer para que nuestras familias y parroquias sean verdaderas comunidades cristianas? ¿En qué nos favorece como padres y padrinos que nuestros hijos se preparen para la recepción de los sacramentos en una comunidad cristiana? ¿A qué nos compromete? ¿Qué ambiente debemos generar o promover en nuestras familias para que su formación esté apoyada en una verdadera comunidad cristiana? Como referente sólido para la catequesis parroquial se requiere la existencia de un núcleo comunitario compuesto por cristianos maduros, ya iniciados en la fe, a los que se les dispense un tratamiento pastoral adecuado y diferenciado. Este objetivo se podrá alcanzar más fácilmente si se promueve en las parroquias la formación de pequeñas comunidades eclesiales. (DGC, 158c) EXPRESAMOS NUESTRA FE Actividad: 1. Lee el siguiente texto: Los creyentes que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del Cuerpo de Cristo, quedan estrechamente unidos a Cristo: "La vida de Cristo se comunica a los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio de los sacramentos de una manera misteriosa pero real" (LG 7). Esto es particularmente verdad en el caso del Bautismo por el cual nos unimos a la muerte y a la Resurrección de Cristo (cf. Rm 6, 4-5; 1 Co 12, 13), y en el caso de la Eucaristía, por la cual, "compartimos realmente el Cuerpo del Señor, que nos eleva hasta la comunión con él y entre nosotros" (LG 7). (CEC, 790) 2. Contesta las siguientes preguntas: a) ¿Por qué los sacramentos se viven en comunidad? b) ¿Cómo desde mi familia puedo compartir realmente el Cuerpo del Señor? c) ¿Por qué dice el texto que la Vida de Cristo se comunica a los creyentes por medio de los sacramentos? Oración: Presidente: Ofrezcamos la siguiente oración por la unidad de los cristianos en una sola Iglesia que sea verdadero Pueblo de Dios que unifique y enseñe. Pidamos al Señor su luz para construir en nuestros hogares verdaderas comunidades cristianas. 1.- Señor, tú que quieres “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Tm 2, 4)... Todos: Permítenos formar verdaderas comunidades cristianas. 2.- Señor, tú que envías a la Iglesia, a las gentes para ser “sacramento universal de salvación”(AG 1)... Todos: Enséñanos a anunciar el Evangelio a todos los hombres. 3.- Señor, tú que nos dices “sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20)... Todos: Envíanos tu Espíritu para tomar fuerzas en nuestra misión. 4.- Señor, queremos ser mejores padres de familia cristianos, por eso te pedimos: Todos: Danos paciencia y entendimiento para hacer lo que nos pides. 5.- Señor tu que nos dices: “Yo soy la vid; y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto” Todos: Enséñanos a permanecer unidos a ti dando fruto permanentemente. Presidente: Acepta Señor nuestra oración y permítenos seguir unidos a ti para que demos testimonio a nuestros hijos y a todos los hombres de tu presencia salvadora y de que la Iglesia la formamos todos para dar a conocer tu mensaje y celebrar tu vida en la Gracia eterna. Todos: Amén. TEMA II ¡JESÚS QUIERE QUEDARSE CON NOSOTROS! LOS SACRAMENTOS. OBJETIVO: Descubrir la presencia de Jesucristo entre nosotros especialmente a través de los sacramentos como signos sensibles de su presencia santificadora y salvadora. TEXTOS: “Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, ya que así les fue manifestado por Dios. Y es que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, por medio de las cosas creadas.” (Rom, 1, 19-20) "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo. (CEC, 1084) CONTEMPLAMOS: Los sacramentos como signos de la presencia de Dios Los sacramentos se han utilizado, desde la antigüedad, la palabra y el concepto de sacramentum o mysterion para referirse a aquellas realidades visibles que contienen la presencia de Dios. Inicialmente se usó la palabra griega mysterion, que después fue traducida al latín con el término sacramentum. Con ello se hacía referencia a realidades humanas cargadas de una significación misteriosa, sagrada. En este sentido, Jesucristo es el gran sacramento del encuentro con Dios. Porque la salvación de Dios se ha hecho presente en la vida y en la persona de Jesús de Nazaret. Su humanidad es la gran mediación que permite el encuentro entre Dios y el hombre: “El es imagen de Dios invisible” (Col 1,13). Acercarse a Jesús y participar de su palabra, gestos y acciones es acercarse a Dios y participar de su plan de amor a todas las personas. A su vez, la Iglesia, que hace visible en la historia la humanidad de Jesucristo, es toda ella un sacramento de la salvación de Dios. “Cristo constituyó su Cuerpo, que es la Iglesia, como sacramento universal de salvación” (AG 5). Es a través de la Iglesia como los hombres llegan al conocimiento de Jesucristo y entran en contacto con la obra de salvación que Dios ha realizado en él. La Iglesia posee un rico conjunto de signos a través de los cuales realiza su misión de salvación, refiriéndose con ellos a las acciones terrenas y concretas que realizó Jesucristo: la oración, la proclamación de la Palabra de Dios, la acción caritativa, el testimonio, etc. Algunos de ellos son llamados por antonomasia sacramentos, que constituyen la máxima expresión de la visibilidad de la salvación. Ellos condensan, de modo particular, la presencia de Jesucristo y su obra salvadora. Hay algunos sacramentos de los que consta históricamente que fueron instituidos por Jesucristo: el Bautismo y la Eucaristía. Hay otros de los que sólo consta que recibieron de Cristo el sentido profundo: el Orden Sagrado y la Reconciliación; Cristo estableció que hubiera la transmisión de la misión apostólica y también el perdón de los pecados, pero la manera concreta de realizar todo ella ha sido determinada por la Iglesia misma. Y hay otros sacramentos: la Confirmación, la Unción de los enfermos y el Matrimonio, de cuya existencia la Iglesia se ha ido haciendo consciente poco a poco. Esos sacramentos hunden sus raíces en los gestos que realizó Jesús, signo personal del amor de Dios entre nosotros. Sin embargo, la formación concreta de celebrar esos signos ha evolucionado a lo largo de la historia. Lo importante no se centrarse en el modo como se realiza un sacramento; aunque eso es importante, lo esencial es centrarse en el acontecimiento que celebramos desde la fe a través de unos signos determinados: un encuentro con Dios, en el que él nos ofrece su salvación. Los siete sacramentos acompañan los momentos más significativos de la vida del creyente en su dimensión personal-eclesial. La participación en los sacramentos Hay sacramentos porque la vida comporta experiencias tan hondas y decisivas que no pueden expresarse y comunicarse nada más que por medio de símbolos. La vida de fe, de esperanza y de amor, que caracteriza a la comunidad creyente no puede expresarse y comunicarse en toda su plenitud nada más que por medio de los símbolos cristianos; y estos símbolos son nuestros sacramentos. Hemos de entender los sacramentos como encuentros personales con Dios. Los sacramentos no son cosas, sino encuentros que vive el creyente con Jesucristo resucitado, por medio de signos y gestos visibles. Eso exige una forma y una actitud dialogal: Dios que viene al encuentro del hombre y el hombre que lo recibe y acoge desde la fe. Sólo en el contexto eclesial-comunitario tiene sentido hablar de sacramentos, pues su institución está destinada al servicio de la Iglesia, puesta por Jesucristo como instrumento de realización del Reino de Dios. Los sacramentos son la manifestación concreta y práctica del gran sacramento que es la Iglesia, que en su conjunto se convierte en signo permanente de la presencia de Dios. Los sacramentos tienen fuerza en la medida en que son signos, y como tales significan, son elocuentes, hacen percibir otra realidad situada más allá del rito visible. Pero ello, se hace necesario aprender a leer esos signos y descubrir el acontecimiento de salvación que nos llega a través de ellos. CONFRONTAMOS: A pesar de las dificultades que encuentra el hombre moderno para vivir una realidad sacramental, la vida cotidiana se halla cargada de gestos y experiencias simbólicas que nos pueden acercar a una dimensión sacramental de la vida. Todas las realidades existentes pueden convertirse en símbolos que contienen otros significado más allá de lo que aparece. Los objetos, los gestos, los ritos, forman parte de un tipo de realidades que nos conducen hacia otros significados. Para ellos basta mirar la vida con visión de profundidad. Multitud de objetos han dejado de ser realidades sin voz para nosotros y han pasado a convertirse en puertas que nos abren el paso hacia otras realidades más interiores y profundas. Recibir la carta personal de un amigo o amiga es, con frecuencia, algo más que tener entre las manos un papel escrito con letras. Esa carta nos abre hacia una realidad más profunda, la amistad. Tras los trazos materiales alguien se nos está mostrando. En ese caso, la carta –realidad material y concreta- se convierte en sacramento, porque a través de ella nos ponemos en contacto con una realidad más profunda. La carta, siendo lo que es –un papel con trazos escritos- es importante, pues sin ella nos hubiera sido imposible esa comunicación y ese sumergirnos en la amistad. De algún modo la carta forma parte de la amistad que transmite. Existe una unión entre ella y la amistad. La amistad –formada por sentimientos invisibles- se hace presente y se manifiesta a través de un objeto muy concreto y material, la carta. Ese objeto material no suele ser una cosa cualquiera, sino un objeto con capacidad de expresar la amistad. Algo similar ocurre con los sacramentos cristianos. En el fondo de ellos se halla una experiencia profunda e interior, invisible, el amor de Dios. Ese amor de Dios se transparenta y se hace perceptible y diáfano a través de realidades materiales: el agua, el pan, el vino, la comunidad que se reúne, la imposición de manos, etc. Y así como la carta de amistad que recibo no es mi amigo o amiga con su presencia física, tampoco se puede decir que el signo sacramental sea Dios en persona. La realidad o signo del sacramento son el camino por el que accedo a un encuentro personal y comunitario con Dios, pero nunca hay que confundir el signo con la realidad que representa. Dios, aunque se ofrece en el encuentro que se realiza a través de los sacramentos, siempre está más allá, sin confundirse con las realidades concretas y terrenas que configuran los sacramentos. Jesús de Nazaret utilizó signos y símbolos para expresar el amor de Dios que anunciaba. A través de elementos tomados de la vida cotidiana, anunció y expresó la profundidad de una vida nueva, según el plan de Dios. Completa el cuadro. Hallarás alguno de estos signos. Busca en el Evangelio otras realidades que utilizó Jesús. MÁS ALLÁ DE LAS COSAS CITAS REALIDAD EXPRESADA POR JESÚS REALIDAD PROFUNDA A LA QUE SE HACE REFERENCIA Mt 5,13-16 Lc 11,34-36 Mc 4,2-9 Mt 13,33 EXPRESAMOS NUESTRA FE Para los primeros cristianos no resultaba extraño recibir la salvación de Dios a través de los gestos concretos. Había sido la forma habitual que Jesús de Nazaret había utilizado para comunicar la vida nueva. 1. Busca las citas que aparecen en el siguiente cuadro, fijándote en los gestos que realizaba Jesús para hacer presente la salvación de Dios. 2. No te quedes en las citas del cuadro. Busca en el Evangelio gestos y actitudes concretas que realizaba Jesús. 3. Comenta en plenario a manera de oración qué canales utilizó Jesús para comunicar la salvación. ¿Cómo repercute el estilo de hacer de Jesús en los sacramentos actuales? LA SALVACIÓN A TRAVÉS DE GESTOS CITA PERSONA QUE SE RELACIONA CON JESÚS GESTO QUE REALIZA JESÚS EFECTO QUE PRODUCE Mc 10,13-16 Mc 2,1-12 Mt 14,13-23 Lc 13,10-17 La mejor forma de expresar el tema de los sacramentos es celebrar alguno de ellos, dedicando un tiempo a la preparación, cuidando todos los detalles y signos, favoreciendo la dimensión de grupo de cristianos, que se reúne para celebrar la fiesta de salvación de Dios. TEMA III ¡JESÚS SE QUEDA CON NOSOTROS A TRAVÉS DE LA EUCARISTÍA! OBJETIVO: Reconocer la Eucaristía como el sacramento de la presencia real, constante y permanente de Cristo que quiere quedarse con nosotros como signo de su Alianza Eterna. TEXTOS: “Pues lo que se puede conocer de Dios, lo tienen claro ante sus ojos, ya que así les fue manifestado por Dios. Y es que lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible desde la creación del mundo, por medio de las cosas creadas.” (Rom, 1, 19-20) "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia, Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por él para comunicar su gracia. Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo. (CEC, 1084) CONTEMPLAMOS: Preeminencia de la Santísima Eucaristía Al igual que los demás sacramentos, la Santísima Eucaristía es símbolo de una cosa sagrada y forma visible de la gracia invisible; más se haya en ella algo de excelente y singular, y esto es que los demás sacramentos tienen por principal virtud la de santificar, cuando se hace uso de ellos; pero en la Eucaristía, antes de su uso está el autor mismo de la santidad. (cfr. Dz. 876 y 886) El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo nuestro Señor, es la Santísima Eucaristía. Por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio Eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se leva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así, pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la Santísima Eucaristía y a ella se ordenan. (Cn. 897) La Iglesia pregona: “La Eucaristía es la fuente y culmen de la vida cristiana”. (L.G., 11) Pero también ha conservado y enseñado la Iglesia en el depósito de la fe que la Santísima Eucaristía es el mayor y el más digno de los sacramentos por que: Contiene al mismo Cristo en persona. Los demás sacramentos se orientan a la eucaristía como a su fin. Como aparece en el ritual de los sacramentos, casi todos los sacramentos terminan en la Eucaristía. (Summa Theologica III, aq. LXV, a.3) La grandeza de este sacramento lleva al fiel cristiano a manifestar su piedad por la Santa Eucaristía a través de una celebración participada, en especial con referencia a la comunión y con el culto de la Eucaristía como sacramento permanente. El nombre de este sacramento La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos nombres que se le da. Cada uno de estos nombres evoca alguno de sus aspectos. Se le llama: – Eucaristía porque es acción "eucharistein" (Lc 22,19; 1 Co 11,24) recuerdan las bendiciones judías que comida- las obras de Dios: la creación, la de gracias a Dios. Las palabras y "eulogein" (Mt 26,26; Mc 14,22) proclaman -sobre todo durante la redención y la santificación. – Banquete del Señor (cf 1 Co 11,20) porque se trata de la Cena que el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión y de la anticipación del banquete de bodas del Cordero (cf Ap 19,9) en la Jerusalén celestial. – Fracción del pan porque este rito, propio del banquete judío, fue utilizado por Jesús cuando bendecía y distribuía el pan como cabeza de familia (cf Mt 14,19; 15,36; Mc 8,6.19), sobre todo en la última Cena (cf Mt 26,26; 1 Co 11,24). En este gesto los discípulos lo reconocerán después de su resurrección (Lc 24,13-35), y con esta expresión los primeros cristianos designaron sus asambleas eucarísticas (cf Hch 2,42.46; 20,7.11). Con él se quiere significar que todos los que comen de este único pan, partido, que es Cristo, entran en comunión con él y forman un solo cuerpo en él (cf 1 Co 10,16-17). – Asamblea eucarística (synaxis), porque la Eucaristía es celebrada en la asamblea de los fieles, expresión visible de la Iglesia (cf 1 Co 11,17-34). – Memorial de la pasión y de la resurrección del Señor. – Santo Sacrificio, porque actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia; o también santo sacrificio de la misa, "sacrificio de alabanza" (Hch 13,15; cf Sal 116, 13.17), sacrificio espiritual (cf 1 P 2,5), sacrificio puro (cf Ml 1,11) y santo, puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza. – Santa y divina Liturgia, porque toda la liturgia de la Iglesia encuentra su centro y su expresión más densa en la celebración de este sacramento; en el mismo sentido se la llama también celebración de los santos misterios. Se habla también del Santísimo Sacramento porque es el Sacramento de los Sacramentos. Con este nombre se designan las especies eucarísticas guardadas en el sagrario. – Comunión, porque por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre para formar un solo cuerpo (cf 1 Co 10,16-17); se la llama también las cosas santas [ta hagia; sancta] (Const. Apost. 8, 13, 12; Didaché 9,5; 10,6) -es el sentido primero de la comunión de los santos de que habla el Símbolo de los Apóstoles-, pan de los ángeles, pan del cielo, medicina de inmortalidad (S. Ignacio de Ant. Eph 20,2), viático... – Santa Misa porque la liturgia en la que se realiza el misterio de salvación se termina con el envío de los fieles (missio) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida cotidiana. La Transustanciación En este apartado es conveniente dirigir nuestra mirada a los testimonios del Magisterio de la Iglesia. El concepto “Transustanciación” adquiere aquí una importancia de primer orden. Se trata del término de origen filosófico empleado por la teología para expresar el cambio que se produce cuando, por la consagración eucarística, las especies de pan y vino pasan a ser el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La tradición de la Iglesia expone la doctrina de la transustanciación desde épocas tempranas. Así lo expone San Juan Crisóstomo: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros.” El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. “Esto es mi cuerpo”, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas. “Profeso igualmente que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio por los vivos y por los difuntos, y que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía está verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo, y que se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en su Cuerpo, y de toda la sustancia del vino en su Sangre; conversión que la Iglesia Católica llama «Transustanciación». Confieso también que bajo una sola de las especies se recibe a Cristo, todo e íntegro, y un verdadero sacramento”. (DZ. 997) CONFRONTAMOS: 1. Lee el siguiente texto: En la celebración de la Eucaristía y nuestra adoración en este sacramento todo nos recuerda el acto de una comida en familia: el pan que comemos, el vino que nos alegra, la mesa que nos reúne y la familia que alegre comparte este rato. No hay nada más necesario y ordinario que este tomar el pan con el que acompañamos a todas las comidas. Pero el pan que tomamos junto al amigo es y significa algo más que el simple comer. Queremos decir tanto como: - compartir con él nuestro tiempo, - establecer el diálogo sincero, - saber vivir con los demás la jornada de nuestro trabajo. - La oración que elevamos a Dios junto al otro. El pan dice tanto como amor que vamos dejando a lo largo de nuestra vida. No podemos (o debemos) comulgar en la mesa en la Mesa del Amor de Cristo y rehusar ser los instrumentos de este amor. Lo mismo que amor de Cristo se sirve del pan y del vino, que son las condiciones de subsistencia y de vida, de la misma manera nuestro amor debe incorporarse a la vida para juntarla la de nuestros hermanos y hermanas. El encuentro que tiene Cristo con los hombres y mujeres a través de su realidad corporal: se preocupa de sus sufrimiento; les da su mensaje, etc. Por eso cuando dice: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”, nos llama a comulgar con la realidad corporal de todos los seres humanos: hambre, frío, sed. Comulgar con el cuerpo de Cristo, adorarlo en nuestras Iglesias, significa comprometerse en la mejora de todos los hombres y mujeres, miembros también de este cuerpo. 2. Comparte las siguientes preguntas en pequeños grupos: ¿Realmente así entiendes tu encuentro dominical con los hermanos, con los que compartes ese mismo día, la mesa de la Palabra y de la Eucaristía? ¿Cómo favoreces en tus hijos que están por recibir la primera comunión la vivencia de este sacramento? EXPRESAMOS NUESTRA FE Actividad: 1. Lee el siguiente texto: El milagro, más que la transformación del pan y del vino, se puede ver en la transformación personal de cada uno de nosotros. Y este es el sentido de la consagración. Pues, ¿de qué me sirve creer que Jesús está en la Eucaristía si no creo que esté cerca de mí, o de mis hermanos, cuando sufrimos? Si vivo con una actitud cerrada y no cambio, ¿de que me sirve creer en el misterio de la Consagración del pan y el vino? Los Padres de la Iglesia no decían “presencia real” sino “presencia actual”, que quiere decir que Jesús actúa; tiene un sentido dinámico. La función de Jesús es estar aquí para nosotros, para encontrarse con nosotros. No podemos considerar a Jesús en el altar o en el sagrario como un mero permanecer allí, como una cosa. Está allí, por nosotros, es cuerpo entregado y sangre derramada que nos pide “haced esto en conmemoración mía”. 2. Oración Guía: Ofrezcamos la siguiente oración al Señor para que actúe de manera dinámica a través de la Eucaristía todos los días en nuestra vida. Todos: Padre nuestro... Guía: Señor, tú que quisiste quedarte con nosotros en el pan eucarístico haz que como verdaderos hermanos podamos confiar en tu presencia a través de la consagración. Todos: Amén TEMA IV ¡SER CRISTIANO EN EL MUNDO ACTUAL! OBJETIVO: Reconocer algunas condiciones que implica el seguimiento de Cristo en el mundo actual, sus consecuencias y beneficios así como sus riesgos. TEXTOS: “«Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y que me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.” (Mc 8,34-35) "Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios" (S. León Magno, serm. 21, 2-3). (CEC, 1691) CONTEMPLAMOS: Ser verdadero cristiano en un mundo secularizado y pluralista El mundo pluralista y secularizado, cansado de tantas palabras y más sensible al testimonio personal, parece estar especialmente atento al lenguaje de la caridad, de la acogida y de la solidaridad, sobre todo para con los pobres y las categorías sociales más marginadas. La catequesis no puede dejar de tenerlo en cuenta. La catequesis no puede ignorar que a través del servicio a los pobres y la atención a toda clase de marginación, se anuncia en concreto el amor de Dios y los creyentes se introducen en el mismo corazón del mensaje evangélico; pues, éste es palabra de misericordia y de renovación para todo ser humano, es fermento eficaz de reconciliación y de solidaridad para toda la humanidad. Ser cristiano es ser creyente Creí, por eso hablé, también nosotros creemos y por eso hablamos" (2 Co 4, 13). Es decir, han de ser plenamente conscientes de que anuncian la Palabra, porque creen que tienen algo verdadero y válido que comunicar, y tratan de transmitirla en términos convincentes, movidos por un espíritu de respeto y de amor evangélico, aunque parezca que el otro no escucha o se queda indiferente. La misma propuesta de fe lleva en sí misma la capacidad de estimular preguntas y de llamar la atención en el interior de los interlocutores. Los cristianos como "hijos de Dios" (Jn 1,12; 1 Jn 3,1), son "partícipes de la naturaleza divina" (2 P 1,4). Reconociendo en la fe su nueva dignidad, los cristianos son llamados a llevar en adelante una "vida digna del Evangelio de Cristo" (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello. Ser cristiano es seguir el ejemplo de Jesús Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (cf Jn 8,29). Vivió siempre en perfecta comunión con él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre "que ve en lo secreto" (cf Mt 6,6) para ser "perfectos como el Padre celestial es perfecto" (Mt 5,48). Siguiendo a Cristo y en unión con él (cf Jn 15,5), los cristianos pueden ser "imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor" (Ef 5,1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con "los sentimientos que tuvo Cristo" (Flp 2,5) y siguiendo sus ejemplos (cf Jn 13,1216). El camino de Cristo "lleva a la vida", un camino contrario "lleva a la perdición" (Mt 7,13; cf Dt 30,15-20). La parábola evangélica de los dos caminos está siempre presente en la catequesis de la Iglesia. Significa la importancia de las decisiones morales para nuestra salvación. "Hay dos caminos, el uno de la vida, el otro de la muerte; pero entre los dos, una gran diferencia" (Didajé, 1,1). Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. El dinero es el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje "instintivo" la multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna, y, según la fortuna también, miden la honorabilidad...Todo esto se debe a la convicción de que con la riqueza se puede todo. La riqueza por tanto es uno de los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro...La notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama de prensa) ha llegado a ser considerada como un bien en sí misma, un bien soberano, un objeto de verdadera veneración (Newman, mix. 5, sobre la santidad). En la medida en que el hombre hace más el bien, se va haciendo también más libre. No hay libertad verdadera más que en el servicio del bien y de la justicia. La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a "la esclavitud del pecado" (cf Rom 6,17). La libertad hace al hombre responsable de sus actos en la medida en que estos son voluntarios. Ser cristiano es vivir la comunidad La vocación de la humanidad es manifestar la imagen de Dios y ser transformada a imagen del Hijo Único del Padre. Esta vocación reviste una forma personal, puesto que cada uno es llamado a entrar en la bienaventuranza divina; concierne también al conjunto de la comunidad humana. (CEC, 1877.) Conforme a la naturaleza social del hombre, el bien de cada uno está necesariamente relacionado con el bien común. Este sólo puede ser definido con referencia a la persona humana: No viváis aislados, cerrados en vosotros mismos, como si estuvieseis ya justificados sino reuníos para buscar juntos lo que constituye el interés común (Bernabé, ep. 4,10). Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es inherente a la dignidad de la persona humana. La participación se realiza primero en la dedicación a campos cuya responsabilidad personal se asume: por la atención prestada a la educación de su familia, por la conciencia en su trabajo, el hombre participa en el bien de los otros y de la sociedad (cf CA 43). La participación de todos en la promoción del bien común implica, como todo deber ético, una conversión, renovada sin cesar, de los miembros de la sociedad. El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia. Es preciso ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoran las condiciones de la vida humana (cf GS 30,1). CONFRONTAMOS: El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: "Todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia" (LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: "Por todo aquél que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos" (Mt 10,32-33). Reflexiona las siguientes preguntas: 1. ¿Qué necesito hacer para vivir como verdadero cristiano? 2. ¿En qué actitudes y acciones demuestro mi ser cristiano? EXPRESAMOS NUESTRA FE: Lectura: Y tocaron las trompetas y Dios dijo: “Se acabó”. Y toda la gente que aun vivía se dio cuenta de que era el fin. ...y se pusieron todos a la fila, en la puerta de la otra vida, arreglándose el vestido, peinándose un poco y frotando los zapatos con disimulo porque era la hora del juicio y había que estar presentables. Así que apareció San Pedro por la puerta leyendo a gritos su recado: “Por orden... que manda... que pasen los pobres... los presos... los que tienen hambre...” Y seguía su cantinela hasta que terminó con un sonoro: “y todos los oprimidos”. Una macabra caravana se fue formando, y, sin más trámite entró en el cielo. La fila quedó entonces mucho más vistosa. Todo lo sucio, lo feo, lo desastrado había desaparecido, y los que quedaban se miraron sonrientes. Ahora vamos nosotros –pensaban todos-. San Pedro, que había entrado a acompañar a los primeros, volvió a salir y, con cara de funcionario de ministerio, dijo: “Completo, ya no caben más” se organizó un revuelo tremendo. ¡Cómo que no cabemos! ¡Ahí hay sitio para todos! ¡Estás loco déjanos pasar!. Asustado con la revuelta, San pedro le gritó al ayudante: “Corre, dile al jefe que salga” y, al momento, vino Dios a la puerta y todos se callaron porque le tenían muchísimo respeto. - ¿Qué pasa aquí? ¿A qué viene este griterío? Nada, jefe, que les he dicho que está completo y se han puesto furiosos. “¡Por mis barbas! Pedro que eres… ¿Quién ha dicho que está completo? Te he dicho que ya están todos, que no es lo mismo. Pedro puso cara de no entender: “a Éste no hay quien lo entienda”, pero se calló, y Dios siguió diciendo: …Ya están todos los que entraron por derecho propio- eso os lo dije ya hace muchos siglos- ahora los que quedan, iréis pasando de uno en uno por esa mesa. En ella se sentará un representante de cada una de las pobrezas que hubo en la tierra, y juntos formaran un jurado. A ellos tendréis que demostrarles que, en la vida, fuisteis sus hermanos, y si ellos los reconocen como tales, iréis pasando. El cielo es para toda la familia. ¡Suerte! yo os espero dentro, que ya ha empezado la fiesta. Rev. Comunidades Cristianas (1976) Oración: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” (Mt. 25, 35-36) TEMA V ¡APRENDEMOS A SER MEJORES PADRES! OBJETIVO: Reconocer las responsabilidades que tenemos al educar cristianamente a nuestros hijos para que a ejemplo del Padre Bueno seamos mejores padres. TEXTOS: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.” (Mt 7,16-20) “La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (cf. Ef 3,14); es el fundamento del honor de los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre (cf Pr 1,8; Tb 4,3-4), se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino (cf Ex 20,12)”. (CEC, 2214) CONTEMPLAMOS: Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos (DGC, 226) El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, llega a los niños envuelto en el cariño y el respeto materno y paterno. Los hijos perciben y viven gozosamente la cercanía de Dios y de Jesús que los padres manifiestan, hasta tal punto, que esta primera experiencia cristiana deja frecuentemente en ellos una huella decisiva que dura toda la vida. Este despertar religioso infantil en el ambiente familiar tiene, por ello, un carácter « insustituible ». Esta primera iniciación se consolida cuando, con ocasión de ciertos acontecimientos familiares o en fiestas señaladas, « se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos ». Esta iniciación se ahonda aún más si los padres comentan y ayudan a interiorizar la catequesis más sistemática que sus hijos, ya más crecidos, reciben en la comunidad cristiana. En efecto, « la catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis ». Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos, a los que testifican y transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a un tiempo humana y religiosa, es un « verdadero ministerio » por medio del cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y escuela de vida cristiana. Incluso, a medida que los hijos van creciendo, el intercambio es mutuo y, « en un diálogo catequético de este tipo, cada uno recibe y da ». Por ello es preciso que la comunidad cristiana preste una atención espacialísima a los padres. Mediante contactos personales, encuentros, cursos e, incluso, mediante una catequesis de adultos dirigida a los padres, ha de ayudarles a asumir la tarea, hoy especialmente delicada, de educar en la fe a sus hijos. Esto es aún más urgente en los lugares en los que la legislación civil no permite o hace difícil una libre educación en la fe. En estos casos, la « iglesia doméstica » es, prácticamente, el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis. CONFRONTAMOS: Evaluación de mi desempeño como padre. En cada renglón coloca una calificación del 1 al 3 para definir cómo te consideras en ese aspecto, siendo un 3 si te consideras totalmente identificado, un dos si regularmente identificado y un 1 si no te encuentras identificado. Les recomendamos que tomen esta evaluación no para sentirse mal si algún aspecto te ha fallado como padre, más bien utilízalo como un diagnóstico para ver cómo te encuentras y trabajar las actitudes que te falten: a) Conozco los intereses de mis hijos. b) Juego con ellos muy seguido c) Conozco el nombre de sus catequistas. d) Estudio con él sus temas del catecismo. e) Promuevo en la casa actividades que ayuden a vivir mejor los temas del catecismo que él toma. f) Comparto con mi pareja la satisfacción por ver a mi hijo(a) formado(a) en aspectos religiosos. g) Conozco y comparto los sueños de mi hijo(a) h) Hacemos oración en casa como familia. i) Me esfuerzo por demostrar valores como honradez y respeto en mi casa j) Quiero que la formación catequética de mi hijo(a) sea más que sólo prepararlo(a) para los sacramentos. _______ _______ _______ _______ _______ _______ _______ _______ _______ _______ Recuerda que al sumar lo más importante no es cuánto hayas sacado, si no que los aspectos que no consideres altos los trabajes en casa para acompañar mejor a tus hijos en la formación sacramental. EXPRESAMOS NUESTRA FE: Celebración Oración: Te damos gracias Señor por permitirnos terminar esta etapa de formación contigo, te pedimos que nos permitas ser mejores Padres. Y que en nuestros hogares siempre te hagas presente. Lectura del Evangelio según san Mateo (7, 9-11) ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Palabra de Dios... Cierre: Se recomienda en este momento hacer la entrega de algún signo como conclusión del curso y se puede poner música adecuada mientras se realiza esta actividad. Padre Nuestro ANEXO BIBLIOGRAFIA DEL BEATO JUAN PABLO II Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él. Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro. Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania. A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino. Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha. Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda. En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin. El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak. El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral. Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado. Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años. Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas. Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994. Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís. Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro. Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia. Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia. Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio. Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999). Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana. Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005). Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina. Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro. El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005. http://www.vatican.va/news_services/press/documentazione/documents/santo padre_biografie/giovanni_paolo_ii_biografia_breve_sp.html Karol Józef Wojtyła, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el más pequeño de los tres hijos de Karol Wojtyła y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. Su hermana Olga murió antes de que naciera él. Fue bautizado por el sacerdote Franciszek Zak el 20 de junio de 1920 en la Iglesia parroquial de Wadowice; a los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro. Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania. A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino. Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946 de manos del Arzobispo Sapieha. Seguidamente fue enviado a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en 1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz (Doctrina de fide apud Sanctum Ioannem a Cruce). En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda. En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin. El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo titular de Olmi y Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak. El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967, con el título de San Cesareo en Palatio, Diaconía elevada pro illa vice a título presbiteral. Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-1965), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyła tomó parte en las cinco asambleas del Sínodo de los Obispos anteriores a su pontificado. Los cardenales reunidos en Cónclave le eligieron Papa el 16 de octubre de 1978. Tomó el nombre de Juan Pablo II y el 22 de octubre comenzó solemnemente su ministerio petrino como 263 sucesor del Apóstol Pedro. Su pontificado ha sido uno de los más largos de la historia de la Iglesia y ha durado casi 27 años. Juan Pablo II ejerció su ministerio petrino con incansable espíritu misionero, dedicando todas sus energías, movido por la "sollicitudo omnium Ecclesiarum" y por la caridad abierta a toda la humanidad. Realizó 104 viajes apostólicos fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma, visitó 317 de las 333 parroquias romanas. Más que todos sus predecesores se encontró con el pueblo de Dios y con los responsables de las naciones: más de 17.600.000 peregrinos participaron en las 1166 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa encontró durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se entrevistó durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros. Su amor a los jóvenes le impulsó a iniciar en 1985 las Jornadas Mundiales de la Juventud. En las 19 ediciones de la JMJ celebradas a lo largo de su pontificado se reunieron millones de jóvenes de todo el mundo. Además, su atención hacia la familia se puso de manifiesto con los encuentros mundiales de las familias, inaugurados por él en 1994. Juan Pablo II promovió el diálogo con los judíos y con los representantes de las demás religiones, convocándolos en varias ocasiones a encuentros de oración por la paz, especialmente en Asís. Bajo su guía, la Iglesia se acercó al tercer milenio y celebró el Gran Jubileo del año 2000, según las líneas indicadas por él en la carta apostólica Tertio millennio adveniente; y se asomó después a la nueva época, recibiendo sus indicaciones en la carta apostólica Novo millennio ineunte, en la que mostraba a los fieles el camino del tiempo futuro. Con el Año de la Redención, el Año Mariano y el Año de la Eucaristía, promovió la renovación espiritual de la Iglesia. Realizó numerosas canonizaciones y beatificaciones para mostrar innumerables ejemplos de santidad de hoy, que sirvieran de estímulo a los hombres de nuestro tiempo: celebró 147 ceremonias de beatificación -en las que proclamó 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Proclamó a santa Teresa del Niño Jesús Doctora de la Iglesia. Amplió notablemente el Colegio cardenalicio, creando 231 cardenales (más uno "in pectore", cuyo nombre no se hizo público antes de su muerte) en 9 consistorios. Además, convocó 6 reuniones plenarias del colegio cardenalicio. Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los obispos: 6 generales ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994 y 2001), 1 general extraordinaria (1985) y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 (2) y 1999). Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. Promulgó el Catecismo de la Iglesia Católica, a la luz de la Revelación, autorizadamente interpretada por el Concilio Vaticano II. Reformó el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales; y reorganizó la Curia Romana. Publicó también cinco libros como doctor privado: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994);"Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria e identidad” (febrero de 2005). Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005, a las 21.37, mientras concluía el sábado, y ya habíamos entrado en la octava de Pascua y domingo de la Misericordia Divina. Desde aquella noche hasta el 8 de abril, día en que se celebraron las exequias del difunto pontífice, más de tres millones de peregrinos rindieron homenaje a Juan Pablo II, haciendo incluso 24 horas de cola para poder acceder a la basílica de San Pedro. El 28 de abril, el Santo Padre Benedicto XVI dispensó del tiempo de cinco años de espera tras la muerte para iniciar la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. La causa la abrió oficialmente el cardenal Camillo Ruini, vicario general para la diócesis de Roma, el 28 de junio de 2005. http://www.vatican.va/news_services/press/documentazione/documents/santo padre_biografie/giovanni_paolo_ii_biografia_breve_sp.html ORACION Oh Trinidad Santa, te damos gracias por haber concedido a la Iglesia al Papa Juan Pablo II y porque en él has reflejado la ternura de Tu paternidad, la gloria de la Cruz de Cristo y el esplendor del Espíritu de amor. El, confiando totalmente en tu infinita misericordia y en la maternal intercesión de María, nos ha mostrado una imagen viva de Jesús Buen Pastor, indicándonos la santidad, alto grado de la vida cristiana ordinaria, como camino para alcanzar la comunión eterna Contigo. Concédenos, por su intercesión, y si es Tu voluntad, el favor que imploramos, con la esperanza de que sea pronto incluido en el número de tus santos. Padrenuestro. Avemaría. Gloria.