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Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Vol. 1, No. 2 2013 Conductual Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, ISSN: 2340-0242 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Ref.: Conductual, 2013, 1, 2 ISSN: 2340-0242 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Indice Editorial...........................................................................................................................................................................1 Do mi sol y Sol mi do: La simetría en el análisis de la conducta. (Marr, J.) ............................................................4 ¿Es el costo de la inversión un fenómeno conductual discreto o continuo?. (Ávila-Santibáñez, R. y Mota-Rodríguez, E.M.) .............................................................................................................................................................................. 14 Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación de secuencias temporales: Hacia la identificación de memoria de trabajo en animales. (Zamora-Arévalo, O., Vanegas-Chavarría, M. y Bouzas-Riaño, A.) .............................................................................................................................................................. 22 The integration of learning paradigms by way of a non-causal analysis of behavioral events. (Delgado, D. and Hayes, L.) ......................................................................................................................................................................... 39 Perception, attention and words: An intervehavioral account. (Muñoz-Blanco, M.I. and Hayes, L.) .......................... 55 The role of verbal behavior in the analysis of the therapeutic process. (Montaño-Fidalgo, M., Martínez-Sánchez, H., Froján-Parga, M.J. and Calero-Elvira, A.) ................................................................................................................................. 62 Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y las precisiones necesarias. (Morales-Chávez, G., Alemán-Baños, M., Canales-Sánchez, C., Arroyo-Hernández, R. y Carpio-Ramírez, C.) .......................................... 73 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, ISSN: 2340-0242 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Comité editorial Editores Generales Campo-Delgado, Jorge Valle-Bravo, Jose Manuel Consejo Editorial Mireya Alemán Rosalinda Arroyo Raúl Ávila S. Arturo Bouzas Riaño Ana Calero Elvira César Canales Claudio Carpio Nadia Cruz Alcalá Diana Delgado María Xesús Froján Parga Mitch J. Fryling Linda J. Hayes M. Jackson Marr Héctor Martínez Sánchez Germán Morales Montserrat Montaño Hidalgo Eva María Mota R. María I. Muñoz Blanco Mauricio Ortega González Virginia Pacheco Chávez Joseph Roca i Balasch E. M. Ruiz-Sancho Montserrat Vanegas Cavaría Julio Varela Oscar Zamora Arévalo Idania Zepeda Riveros Ref.: Conductual, 2013, 1, 2 Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México Universidad Nacional Autónoma de México Universidad Autónoma de Madrid, España Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Fundación Universitaria Konrad Lorenz, Colombia Universidad Autónoma de Madrid, España California State University, Los Angeles, USA University of Nevada, Reno, USA Georgia Tech, USA Universidad de Guadalajara, México Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Centro de Psicología Álava Reyes, España Universidad Nacional Autónoma de México University of Nevada, Reno, USA Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México FES Iztacala Liceu Psicològic, España Universidad Autónoma de Madrid Universidad Nacional Autónoma de México Universidad de Guadalajara, México Universidad Nacional Autónoma de México Universidad de Guadalajara, México ISSN: 2340-0242 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Editorial Editorial En esta ocasión tenemos el gusto de difundir siete artículos en los que, como podrán percatarse los lectores, nuevamente son claras las diferencias entre el enfoque interconductual y el análisis de la conducta. No son sólo los fenómenos abordados sino también la forma de concebirlos: ¿conducta o interacción? Lejos de asombrarnos estas diferencias, entendemos que provienen de paradigmas diferentes y ello lo explica. Sin embargo, como lo declaran Delgado y Hayes en relación a la investigación operante y respondiente ¿No sería benéfico identificar los puntos de unión más que enfatizar los de desunión? Sabemos que no es fácil pero vale la pena reflexionar sobre esto. El primer trabajo es la versión en español del trabajo de Jack Marr sobre La Simetría, publicado en inglés en el primer número de esta revista. Dada la importancia de su contenido y que muchas personas no leen en ese idioma, consideramos ofrecer su traducción para que tenga mayor difusión. Puesto que en el número anterior aparece la reseña de dicho trabajo, remitimos a los lectores interesados a revisarla en ese número. En el mismo marco conceptual se inscribe el trabajo de Raúl Ávila y Eva María Mota quienes reportan un estudio sobre el costo de la inversión -fenómeno observado en humanos y animalesmediante el que cuestionan la tradicional teoría económica que concibe a este fenómeno como “todo o nada” por lo que argumentan que se trata de un patrón de conducta continuo, con grados de variabilidad. El estudio, realizado en estudiantes universitarios muestra ajustes de desempeño ante las condiciones experimentales empleadas en términos de la persistencia óptima, no óptima (costo de inversión) y escape óptimo. Aunque se requiere aún de más evidencias, al parecer el patrón de conducta continuo en este tipo de procedimientos de elección, depende de al menos tres aspectos abordados en el estudio: a) combinaciones entre los requisitos del programa de reforzamiento RF, b) sus probabilidades de ocurrencia que resultan en diferencias más grandes o más pequeñas, entre las respuestas de escape y las respuestas de persistencia y, c) la presencia o ausencia de cambio de estímulos agregados. Los autores sugieren que este último aspecto, tal vez funciona como una señal para continuar respondiendo no para interrumpir las respuestas, como se esperaría en estas situaciones. Por su parte, Óscar Zamora, Montserrat Vanegas y Arturo Bouzas señalan que ante las preparaciones en las que los organismos aprenden a distinguir dos duraciones sencillas, ellos eligieron una opción más compleja. Para esto entrenaron la discriminación de secuencias de duración que compartían un elemento de duración y podían ser iguales o diferentes en la frecuencia de un estímulo auditivo. Posteriormente se probaron diferentes intervalos de retención (interrupción) presentados entre los componentes de la secuencia o bien al final de ella. Los resultados indican que la discriminación de secuencias es factible, que la presentación del intervalo de intervención tiene efectos diferentes dependiendo de su localización y que también fue posible la discriminación auditiva. Los autores no encontraron una disminución discriminativa cuando se emplearon intervalos de retención más largos aunque sus resultados son consistentes con la argumentación de que las duraciones del primer componente de la secuencia temporal tienen mayor control en el comportamiento de las ratas. Ante el diferente efecto de los intervalos de retención, al final o en medio de la secuencia, Zamora, Vanegas y Bouzas sugieren considerar los modelos de estimación temporal que asumen la existencia de un reloj interno ya que con ellos es posible interpretar que la condición “al final” afecta a la memoria de trabajo y cuando ocurre en medio de la secuencia, el efecto parece actuar en el mecanismo de la estimación temporal. Además los resultados son consistentes con mucha evidencia en relación a dichos intervalos de interrupción pues cuando ésta es breve el reloj se detiene pero cuando es larga, se reinicia. Otra forma alternativa de interpretación es ofrecida por las teorías de la memoria de trabajo. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 1-3 ISSN: 2340-0242 1 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Campo-Delgado, J. y Valle-Bravo, J.M. Diana Delgado y Linda Hayes argumentan que las evidencias recientes en el aprendizaje pavloviano invalidan algunos fundamentos originales para distinguirlo del aprendizaje operante pero dichos fundamentos han servido para ensanchar sus diferencias y ha conducido al aislamiento de ambas comunidades. Esto es asombroso porque existen más aspectos de convergencia que de diferencia. La investigación pavloviana ha evolucionado mucho en términos empíricos, teóricos y conceptuales y se ha concentrado en el estudio de la conducta humana compleja. Desde la perspectiva de Delgado y Hayes, se requiere de la conceptuación de dos aspectos fundamentales del condicionamiento clásico: la significación biológica del EI (estímulo incondicional) y el estudio de los pares asociados (relaciones E-E). Para lo anterior, ponen en el estrado el efecto del bloqueo, notando que los efectos son más consistentes en los animales debido a que los estímulos no biológicamente relevantes, no compiten con la transformación de funciones del EI. Otro aspecto no menos relevante es la bidireccionalidad de las relaciones entre el EC y el EI, implícita en los procedimientos EIM (estándar de igualación a la muestra) y que han mostrado desempeños excelentes en pruebas de simetría, transitividad y equivalencia. Delgado y Hayes concluyen que el no reconocer el papel de los procedimientos respondientes en lo que se ha considerado como exclusivo de los procedimientos operantes puede deberse al apego a la definición tradicional de los tipos de condicionamiento. Por ello proponen su reconceptuación y abolir la distinción ya que con base en la evidencias, hoy resulta obsoleta. María Muñoz y Linda Hayes afirman que el estudio de la percepción ha sido controversial dada su sutileza lo cual ha llevado a filósofos y psicólogos a elaborar diferentes teorías para explicarla siendo la versión popular la creación de representaciones o copias que se almacenan en la mente en lugar de una alternativa naturalista como es la de Kantor. En este marco, la sensación no es un evento psicológico dado que la respuesta de los órganos sensoriales, no es histórica. El trabajo se enfoca en la perspectiva kantoriana de la percepción, la sustitución y las implicaciones en la percepción de las palabras. Las autoras exponen cómo la atención y la percepción forman parte de cualquier interacción psicológica en un patrón que incluye tres sistemas reactivos, siendo los dos primeros precurrentes (atención y percepción). El sistema reactivo final se identifica cuando el organismo se comporta con respecto a la función percibida del objeto de estímulo pero en algunos casos, este último sistema puede no ocurrir, por ejemplo, se puede percibir una silla y no sentarse. Tradicionalmente los estudios naturalistas sobre la percepción se han enfocado en el sistema reactivo final en los cuales la interacción es menos sutil lo cual permite su medición en el laboratorio. Muñoz y Hayes afirman que la distinción es útil para la conceptuación e investigación ya que al separar dichos sistemas reactivos, permite su estudio al igual que analizar la secuencia de los patrones de actividad. En tanto que la percepción lingüística incluye muchas más cosas que el lenguaje, la función referencial de los estímulos verbales es el aspecto más saliente. Aunque en la psicología y en particular en el análisis de la conducta se han empleado palabras como estímulo para estudiar diferentes fenómenos, en los estudios sobre percepción, las palabras tienen múltiples funciones lingüísticas que pueden afectar las respuestas de los participantes, como lo muestran algunos estudios. En general, como lo señalan para finalizar, la investigación sólo ha explorado las funciones lingüísticas de las palabras como estímulo. Por otra parte, Montserrat Montaño, Héctor Martínez, María Froján y Ana Calero reseñan cómo la consideración de la obra Verbal Behavior de Skinner, durante mucho tiempo fue ignorada y criticada en y fuera del paradigma conductual pero, en años recientes su influencia se ha incrementado en el campo clínico con base en cuatro razones. La primera es que el terapeuta aprende de los eventos externos a la terapia sólo mediante los reportes orales del cliente. En segundo lugar, el análisis taxonómico de lo que los pacientes dicen de sí mismos. La tercera razón es que parte de la labor del terapeuta se basa en las instrucciones verbales para promover el cambio conductual en el cliente que ocurrirá fuera del escenario clínico y, finalmente, que debido a que las actividades no verbales son relativamente pocas durante la terapia, implica necesariamente examinar las interacciones verbales entre el terapeuta y el cliente. Los Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 1-3 ISSN: 2340-0242 2 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Editorial autores se centran en la Psicoterapia Analítico Funcional (PAF) que emplea el moldeamiento y la aplicación del reforzamiento por parte del terapeuta para lograr la reducción o eliminación de conductas no adaptativas e incrementar o facilitar la emergencia de conductas esperables. De esta forma, se examina la interacción verbal del cliente y terapeuta mediante el control instruccional y la conducta gobernada por reglas, analizando los eventos privados que no son de fácil acceso para el terapeuta además de reconocer las variables relacionadas a la correspondencia entre el hacer-decir-hacer. Los autores resumen que las preguntas respecto al estatus y función de las variables de la conducta verbal generada en las sesiones clínicas aun no pueden contestarse claramente pero existen razones poderosas para enfatizar la relevancia de la conducta verbal y en particular las modalidades del control instruccional y de la conducta gobernada por reglas con miras a facilitar el desarrollo de interacciones terapéuticas más eficaces y eficientes que incrementen la calidad de vida de las personas con problemas psicológicos. Germán Morales, Mireya Alemán, César Canales, Rosalinda Arroyo y Claudio Carpio, desde un enfoque interconductual, dirimen los disensos esperados y las precisiones necesarias en relación a las interacciones didácticas, en búsqueda de proposiciones parsimoniosas y coherentes con el marco teórico dado su valor heurístico. Con este objetivo el escrito inicia con una crítica a diversas acciones –dirigidas principalmente a los aspectos estructurales y morfológicos- que se han realizado en la educación superior escolarizada que no consideran la necesaria interacción entre el docente, el alumno y los factores presentes en cada uno de estos dos actores cuyos roles sólo pueden entenderse en términos de su interdependencia. Los autores se suman a la crítica de la cosificación del saber, conocimiento o contenido dado el error categorial que implica aunque alertan que por sí misma las acciones consecuentes pueden no ser diferentes a lo que se crítica. Por ello, especifican que las interacciones didácticas deben desarrollar formas de comportamiento en el alumno que sean efectivas y adecuadas con los referentes disciplinarios, dejando de ser meramente un episodio comunicativo y por tanto, debe considerarse el criterio de ajuste, de lo que hace el docente (enseñanza) y el alumno (aprendizaje). Con esta base, consideran que el discurso didáctico no se reduce a la comunicación ni al habla del docente pues se refiere a la interacción, regulada por el docente, del alumno con “algún objeto, evento o persona en función de ciertos criterios paradigmáticos, sociológicos y de ajuste”. Dicha interacción puede ocurrir en diferentes modalidades: lectora, oral, escritora. En ésta última los autores hacen un amplio análisis de sus componentes en relación a los distintos niveles funcionales, los criterios de ajuste que matizan a cada uno de ellos y el tipo de productos. Para finalizar, Morales et al. enfatizan que en tanto no se incorpore la dimensión funcional a la relación entre la enseñanza y el aprendizaje se continuará investigando sólo sus aspectos formales que son superficiales o periféricos de la educación. De aquí la importancia del estudio funcional de la interacción didáctica. Por último, queremos aprovechar la ocasión para agradecer las múltiples muestras de interés que hemos recibido desde el pasado 5 de abril, fecha en la que abrimos oficialmente el sitio de Conductual, esas manifestaciones nos han motivado a continuar con la misma política editorial trazada desde su inicio. Con este número esperamos que se mantenga el interés ante la calidad de los trabajos que ahora publicamos y debido a que en ellos se encuentran dos enfoques para el estudio de la conducta, enfoques que aunque son lejanamente cercanos, invitan a la reflexión teórica y a continuar investigando. A todos los autores y revisores, gracias por cumplir con los estrechos plazos temporales y gracias también a los lectores por la magnífica recepción que ha tenido esta nueva revista. Atentamente Jorge Campo Delgado y José Manuel del Valle Bravo Editores Generales Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 1-3 ISSN: 2340-0242 3 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Marr. M.J. Do mi sol y Sol mi do: La simetría en el análisis de la conducta1,2,3,4 M. Jackson Marr5 Georgia Tech Resumen La simetría se muestra cuando alguna trasformación no trivial de un sistema deja éste sin cambios o invariante. La simetría es una característica generalizada en muchas ciencias desde la física a la embriología. En física por ejemplo la simetría se refleja en leyes fundamentales. ¿Se puede decir lo mismo de los resultados y principios conductuales? Exploro esta cuestión al discutir varios ejemplos desde el análisis de conducta incluyendo los aspectos operacionales y funcionales de reforzamiento, estímulo, y programas de reforzamiento, la contingencia de tres términos, y la supuesta escala de invarianza de los principios de la conducta—una característica que confiere unidad al campo del análisis de la conducta. Palabras clave: simetría, contingencia de tres términos, reforzamiento, castigo, control de estímulos. Abstract Symmetry is revealed when some non-trivial transformation of a system leaves the system unchanged or invariant. Symmetry is a pervasive feature in many sciences from physics to embryology. In physics, for example, symmetry is reflected in fundamental laws. Can this be said of behavioral findings and principles? I explore this question by discussing several examples from behavior analysis including the operational and functional aspects of reinforcement, stimulus and schedule control, the three-term contingency, and putative scale-invariance of behavioral principles—a feature conferring unity to the field of behavior analysis. Key words: symmetry, three-term contingency, reinforcement, punishment, stimulus control La mayor parte, si no todos los analistas conductuales, identifican su campo como una ciencia natural, teniendo ésta una ubicación legítima junto con las ciencias físicas y biológicas. He abordado este aspecto y algunas de sus implicaciones en un escrito anterior (Marr, 2009), con el propósito de identificar aspectos comunes así como las diferencias entre el análisis de la conducta y otras incuestionables ciencias naturales. Primeramente enfaticé allí los esquemas ontológico, empírico y explicativo en nuestra ciencia conductual y de manera particular, el análisis de la conducta como una rama de las ciencias biológicas. Enlisté algunos otros aspectos relacionando el análisis conductual con aspectos concernientes a otras ciencias naturales, uno de los cuales será mi objeto en este trabajo: el rol de la simetría. En un breve comentario en The Behavior Analyst, hace algunos años (Marr, 2006a), indiqué cómo el concepto de simetría podría emplearse en algunas teorías y hallazgos del análisis conductual. En este ensayo extenderé algunos de los aspectos de mi primer tratamiento. La referencia a este artículo en la Web es: http://conductual.com/content/do-mi-sol-y-sol-mi-do-la-simetr%C3%ADa-en-elan%C3%A1lisis-de-la-conducta 2 La expresiónTweedledum and Tweedledee en el original traducida por Do mi sol y Sol mi do hace alusión a los hermanos gemelos que son idénticos en el cuento de “Alicia en el país de las maravillas”. Aunque existen varias traducciones al español, se eligió la que denota la simetría 3 El artículo original en inglés se publicó en esta misma revista: Conductual, 1, 1, 16-25 4 Traductor: Varela-Barraza, J. Profesor Invitado en el Instituto de Neurociencias Universidad de Guadalajara, México 5 Correspondencia: School of Psychology, Georgia Tech, Atlanta, GA 30332-0170. Correo electrónico: mm27@prism.gatech.edu 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 4 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Do mi sol y Sol mi do: La simetría en el análisis de la conducta Fundamentalmente, una ciencia natural refleja un especial discernimiento en las observaciones, selecciones y distinciones con respecto al fenómeno de interés así como con las teorías de esos fenómenos. En relación a los fenómenos, algunas distinciones se basan en claras observaciones directas pero otras pueden emerger a partir de estudios más detallados, incluyendo observaciones directas y formulaciones teóricas. Algunos fenómenos inicialmente pueden parecer muy distintos pero pueden resultar no serlo. Por ejemplo, la lluvia y la nieve ciertamente parecen muy diferentes entre sí, pero son simplemente diferentes fases de la misma substancia, H2O. El movimiento de la luna y una manzana cayendo hacia la tierra, son ambos, acciones de un solo mecanismo: la gravedad. La Luna también está cayendo hacia la Tierra. Y como Faraday y Maxwell nos enseñaron, la electricidad y el magnetismo, pareciendo ser fenómenos muy diferentes, resultaron ser dinámicamente interdependientes. Cuando una ciencia no ha alcanzado su propio umbral para entender su fenómeno de interés, las distinciones, en caso de llevarse a cabo, pueden ser vagas y provisionales. Con los nuevos descubrimientos y las formulaciones respectivas, pueden surgir muchas distinciones y otras evanescerse. En las ciencias más sofisticadas, un mínimo de distinciones produce un máximo poder explicativo. Piénsese en las tres leyes sobre el movimiento de Newton que subyacen a toda la mecánica clásica, una ciencia con notable integridad y campo de aplicación. El análisis de la conducta está muy lejos de ese logro pero, como trataré de argumentar, tiene un tipo de unidad que puede revelarse mediante consideraciones de la simetría. ¿Qué es la simetría y por qué debe importarnos? En su forma más simple, un sistema muestra simetría cuando en él existe al menos una transformación no trivial que deja al sistema sin cambio. Tal aspecto es común en ciertas figuras y formas geométricas. Por ejemplo, un triángulo equilátero puede rotarse 60 grados a partir de su eje perpendicular a través de su centro sin ser variado, y tres rotaciones de este tipo, lo devuelven a su posición original. Otras figuras o formas pueden tener más o menos grados de simetría –un círculo (esfera) puede demostrar un número infinito pero otras formas más arbitrarias no tienen ninguno (Excepto, por mencionarlo, una rotación que las devuelve a su forma original- , lo cual es un ejemplo de lo que llamo transformación trivial). Mientras que la característica de la simetría con respecto a ciertas formas y figuras es bien conocida, lo que es menos conocido, pero mucho más importante, es que el concepto se emplea en principios, conceptos y hallazgos experimentales. Las leyes de la física, por ejemplo, no dependen de la posición, tiempo o, en términos generales, de los estados del movimiento, decimos que son invariantes ante esas transformaciones. Debido a que el uso de este término “simetría” en estas formas, puede no ser familiar, presentaré con más detalle estos puntos antes de continuar con algunos ejemplos del análisis de la conducta. Lisa Randall (2005) enfatiza en su popular libro sobre la física contemporánea que “Cuando un sistema físico tiene simetría, puedes describir el sistema con base en menos observaciones que si el sistema no tuviera simetría” (p. 193). Pero no es meramente una cuestión de conveniencia. La propia estructura de la física se halla en sus simetrías y las rupturas de ellas –de la mecánica a la electromagnética, hasta la relatividad de las partículas (véase, e.g., Park, 1988). Pero las ciencias aparentemente tan distantes como la embriología, cristalografía, botánica y química orgánica, también incorporan principios de simetría. La teoría de la relatividad especial de Einstein en realidad fue ocasionada por las simetrías del electromagnetismo y los asombrosos logros teóricos emergen sólo de dos postulados. En términos de la simetría: (1) la relatividad especial afirma que las leyes de la física son invariantes ante las translaciones de posición, movimiento uniforme o tiempo. Y (2), la velocidad de la luz se medirá de la misma forma independientemente de los estados del movimiento. Una implicación de estos dos postulados, entre otras Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 5 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Marr. M.J. muchas, es la equivalencia de la materia y la energía, otra simetría. La relatividad general de Einstein, la extensión de la relatividad especial para los sistemas acelerados, es un aspecto de la gravedad que involucra relaciones invariantes llamados tensores –formulaciones matemáticas que subyacen a todas las leyes fundamentales de la física. Una intensa manifestación de la simetría a inicios del siglo XX la mostró la matemática Emmy Noether (e.g., Neueschwander, 2010). Su teorema enlazó los tipos de invarianzas que he mencionado, a las leyes fundamentales de la conservación –de masa, momentum, carga y energía. Estas leyes emergen de tales invarianzas. Virtualmente toda la física moderna se funda en simetrías o en rupturas de simetría. Un ejemplo cotidiano de ruptura de simetría se halla en una mesa circular en un banquete. Se colocan los platos a la izquierda de cada lugar para sentarse y hay una simetría circular alrededor de la mesa. Esta simetría comúnmente conduce a algunos comensales a la inseguridad respecto a qué plato es el suyo. Sin embargo, una vez que una persona elige un plato, se rompe la simetría y el resto de los invitados se alinean, posiblemente con cierto alivio. Las rupturas de simetrías en la naturaleza no son tan inusuales aunque pueden resultar misteriosas. En cierta forma, después del Big Bang, lo que llamamos materia se convirtió abrumadoramente predominante sobre la anti-materia. En bioquímica, todos los aminoácidos, que pueden ocurrir como enantiómeros tanto de tipo L como D (imágenes de espejo molecular = molecular mirror images), sólo ocurren en forma L, en un tejido vivo. Posteriormente diré algo más de la ruptura. ¿Cómo podrían revelarse varios aspectos de la simetría en el análisis de la conducta? Hay muchos, si el área y sus resultados se miran con el tipo de perspectivas que he discutido. El resto de este ensayo está dedicado a varios ejemplos, posiblemente algunos más convincentes que otros. Por supuesto, no hay ninguna pretensión de haber agotado todas las posibilidades. Sin duda, los lectores pensarán en otros ejemplos. Contingencia de tres términos ED ED: Estímulo discriminativo ER Ro: Clase de operante Ro ER: Reforzador Segunda Ley del movimiento de Newton F m dv dt F: fuerza m: masa dv/dt: aceleración Figura 1. El funcionamiento de la contingencia de tres términos es un concepto fundamental en el análisis de la conducta y sólo puede entenderse como un sistema de retroalimentación interactiva –la función de cada “elemento” depende de (i, e. es definido por) los otros, lo cual es un ejemplo de simetría circular. Por ejemplo, el E D es definido en relación a la clase de operante, RO que ocasiona, así como que su control se mantenga por vía del , E R el cual, a su vez, actúa por medio de la retroalimentación para controlar la ocurrencia de la clase operante. El efecto del E R a su vez, depende de la ocurrencia de la clase operante seleccionada, RO bajo el control del ED. La flecha horizontal oculta la relación contingente que apoya el sistema interactivo. La segunda ley de Newton, como una abstracción, muestra una interdependencia similar. Una fuerza neta se manifiesta por la aceleración de una masa, pero entonces, ¿cómo se definirá la masa -por cuál elemento es acelerado por una fuerza neta? La aceleración es un vector que no tiene un significado independiente de la fuerza neta y de la masa. Por supuesto, en la práctica, podemos enviar una nave espacial a Neptuno aplicando esta ley: y funciona. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 6 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Do mi sol y Sol mi do: La simetría en el análisis de la conducta Una forma de proporcionar cierta organización para las simetrías en el análisis de la conducta es iniciando con el esquema fundamental de la contingencia de tres términos, como se muestra en la figura 1. Podemos preguntarnos cómo los principios de la simetría se emplean en cada uno de los elementos por separado de este esquema -antecedente, clase de respuesta y consecuencia-. Discutiré cada uno de ellos por separado y luego propondré por qué la contingencia de tres términos como un todo, ilustra la simetría. Relaciones Conducta-estímulo--control de estímulo Tal vez la expresión más sencilla del control de estímulo sobre la operante está plasmada en la expresión: C = f (E); Esto es, en la medida en que la probabilidad de una clase dada de conducta pueda demostrarse que depende de los valores del estímulo antecedente, definimos que la conducta está bajo el control del estímulo. Obviamente, en esto resta mucho por desarrollar pero para los propósitos actuales, me quedo con este inicio. La función anterior es mejor ilustrada por el gradiente de generalización. Por ejemplo, después de un entrenamiento adecuado ante un solo valor de un estímulo, uno puede mostrar que en ausencia de un entrenamiento adicional, el organismo tenderá a responder ante otros valores de la dimensión del estímulo de entrenamiento original (véase, e.g., Dinsmoor, 1995). Ante la ausencia de nuevas restricciones y contingencias impuestas, la forma típica de estos gradientes muestra simetría alrededor del estímulo entrenado: las pendientes del gradiente tienden a ser iguales en ambos lados. Gran parte del trabajo inicial de Guttman y Kalish (1956) mostró una notable simetría en los gradientes alrededor del estímulo entrenado. Posteriormente, Later, Honig, Boneau, Burstein y Pennypacker (1963) mostraron también este efecto en los gradientes inhibitorios. Efectos similares pueden también demostrarse con el castigo (Honig and Slivka, 1964). Pero, como es bien conocido, la simetría del gradiente de generalización puede ser rota mediante procedimientos previos de discriminación a lo largo de la dimensión del estímulo de interés para producir una desviación asimétrica de pico (e.g., Hanson, 1959). Sin embargo, la pendiente del gradiente de generalización indica otra simetría más profunda que es la que existe entre la generalización y la discriminación: pendientes más pronunciadas enfatizan discriminación, pendientes más extendidas, generalización. Cada una caracterizada por la tasa de cambio conductual en tanto se cambian los valores del estímulo. Así, la discriminación y la generalización, son dos caras de la misma moneda que llamamos “control del estímulo”. Referirse a uno u otro depende no sólo de los procedimientos seleccionados sino del grado en el que deseamos enfatizar las diferencias o las semejanzas en la clase conductual, en la medida en que variamos el estímulo. Un control de estímulos más complejo pone de manifiesto otros ejemplos de la simetría pero discutiré algunos de éstos después, cuando me dedique a la contingencia de tres términos en sí misma, como un ejemplo de simetría. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 7 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Marr. M.J. Consecuencias En los libros estándar de texto sobre el análisis de la conducta, los eventos usados como consecuencias efectivas son típicamente organizados en términos de: (1) reforzadores 6 , esto es, esos eventos de los que se dice, moldean y mantienen la conducta; (2) punitivos, o sea, los eventos de los que se dice que atenúan o eliminan la conducta. En cada una de estas categorías, se hacen distinciones respecto a los procedimientos, esto es, si los efectos de reforzar o castigar de los eventos provienen del inicio (onset) o del término (offset) contingente a la ocurrencia de la clase operante seleccionada. Estas distinciones han sido etiquetadas como “positiva” (inicio) y “negativa” (término). Así, distinguimos reforzadores positivos o negativos y punitivos positivos y negativos. Claramente, dado este esquema, hay varias posibilidades de mostrar efectos simétricos y no simétricos. Por ejemplo, ¿es el caso de que los reforzadores positivos y negativos muestren efectos equivalentes (y lo mismo en el caso de los punitivos positivos y negativos)? Además, dados esos reforzadores, puede incrementarse la probabilidad de la conducta y que los punitivos decrementen la probabilidad de la conducta ¿Podríamos caracterizar estos efectos como anti-simétricos? En otras palabras, ¿el reforzamiento y el castigo son funcionalmente inversos uno del otro –“imágenes espejo”-, si se desea? Respecto a los reforzadores positivos y negativos, Michael (1975), además de Baron y Galizio (2005), han afirmado que aparentemente no hay distinciones funcionales importantes qué hacer entre ambos. Si tal es el caso, entonces la efectividad del reforzador (mediante varias mediciones) es invariante ante la simple variación de procedimiento, esto es, el inicio opuesto a la terminación de eventos pertinentes en relación con la clase de conducta seleccionada. En mi comentario (2006a) al trabajo de Baron y Galizio (2005), planteé la cuestión de las consideraciones de la simetría y proporcioné una crítica de lo que yo veía como algunos problemas conceptuales mayores. El último de éstos, centrado en cómo los autores habían enmarcado las aparentes variables controladoras para proponer la equivalencia del reforzamiento positivo y negativo. Esencialmente argumentaron que en una situación dada, en la que se dice que cierta conducta está bajo el control de la consecuencia reforzante, puede haber ambigüedad en cuanto a si la conducta es mantenida por la entrega de una consecuencia o por la remoción de un evento aversivo. En uno de sus ejemplos, un niño enciende la televisión y mira los dibujos animados. ¿La conducta del niño está bajo el control del inicio de los dibujos animados o por la terminación, digamos, por aburrimiento? Si uno creyera en la identidad del reforzamiento positivo y negativo, ¿qué diferencia habría? Por supuesto, en esta situación podrían ser ambos o ninguno ¿entonces qué? Por otra parte, lamentablemente Baron y Galizio enmarcaron la acción de las consecuencias en términos de una limitada consideración no funcional: “placer versus sufrimiento”. Aun si tal situación fuera creíble, como he comentado, “…la búsqueda de placer no implica la condición previa de sufrimiento ni la evitación del sufrimiento implica la búsqueda del placer”. (Marr, 2006a, p. 127). En cualquier caso, hay un sentido en el que la supuesta simetría del reforzamiento positivo y negativo es una afirmación trivial, pues ambas condiciones reflejan la acción del reforzamiento, como se ha mostrado en numerosos estudios. Pero en esto hay una potencial ruptura de simetría. El “reforzamiento” demostrado de cualquier manera, refleja sólo una propiedad de tales eventos: incrementar la probabilidad o mantenimiento de alguna clase de conducta. Pero, por ejemplo, los reforzadores pueden mostrar acciones de emisión, elicitación y también discriminación, y para una verdadera simetría con En la década de los 70, cuando en México se empezó a traducir al español algunos textos del análisis de la conducta, Gustavo Fernández tradujo el término “reinforcement” como reforzamiento. Francisco Trillas, dueño de la nueva editorial, cuestionó si no sería mejor traducir el término como “refuerzo”. Gustavo inmediatamente respondió: A ver, si un comandante está perdiendo una batalla, ¿habla al cuartel para pedir refuerzos o reforzamientos? Francisco Trillas, también sin dilación respondió: refuerzos. Una vez que lo dijo, concluyó que el término adecuado era reforzamiento y reforzador en el caso de “reinforcer”. Esta anécdota marca la diferencia cultural con los europeos hispanoparlantes quienes tradujeron el primero como refuerzo.[Nota del traductor] 6 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 8 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Do mi sol y Sol mi do: La simetría en el análisis de la conducta respecto al procedimiento de inicio versus término, habría que mostrar la equivalencia en todas las propiedades de los eventos que mantienen, lo cual es improbable desde mi perspectiva. En relación a la dimensión positiva versus negativa, en la medida en que tal simetría podría aplicarse al reforzamiento, uno podría preguntarse si esto también se aplica al castigo positivo y negativo. Aunque puede haber literatura relevante en esto, no estoy familiarizado con ella así que no seguiré en este punto más allá de sugerir que desde el ángulo de la simetría puede haber una equivalencia funcional. Los lectores pueden ser capaces de proporcionar algunos ejemplos. Regresando a la dicotomía placer versus sufrimiento de Baron y Galizio (2005), hay cierta evidencia de que el reforzamiento y el castigo son, en cierto sentido, imágenes espejo uno del otro, esto es, son asimétricos, otra forma de simetría (e.g., de Villiers, 1980; Farley, 1980; Farley & Fantino, 1978). Esta posición no está exenta de controversia como lo atestiguan algunas de las discusiones en el trabajo de Baron y Galizio. De hecho, hay evidencia de lo contrario, por ejemplo Rasmussen y Newland (2010). El análisis de las supuestas relaciones simétricas entre el reforzamiento positivo y negativo y entre el castigo positivo y negativo claramente dependen de desenredar lo siguiente: (1) operaciones o procedimientos, (2) los efectos entre estas operaciones y (3) las razones de los efectos obtenidos. Por ejemplo, el caso del reforzamiento positivo versus el negativo muestra que, en términos de procedimientos, los arreglos se invierten (e.g., inicio como opuesto al término de eventos) pero los efectos son similares (de otra forma, ¿por qué apelar al término de “reforzamiento” para ambos?). Con la relación entre reforzamiento y castigo se aplica lo opuesto. Supongamos que sólo estamos considerando lo que típicamente llamamos procedimiento positivo. Si adoptamos la definición de un estímulo punitivo según Azrin y Holz (1966), es decir, como una respuesta a un evento producido que decrementa la subsecuente probabilidad de una respuesta dada, entonces los procedimientos de reforzamiento y castigo son lo mismo pero con resultados opuestos. Una complicación de esto es que para estudiar sus efectos, el castigo debe superponerse en una línea de base del reforzamiento. La asimetría entre el castigo y el reforzamiento se muestra sobre todo por un efecto sustractivo del castigo en la línea de base del reforzamiento. En todos estos casos, las supuestas relaciones simétricas dependen de un análisis experimental y conceptual cuidadoso y no simplemente con base en definiciones funcionales ostensibles. Por ejemplo, Azrin y Holz (1966) definieron castigo como algo opuesto al reforzamiento, pero desde su propio análisis experimental, esto conlleva a contradicciones, es decir, porque como se señaló anteriormente, los eventos consecuentes, esos que llamamos reforzadores y castigadores, típicamente tienen múltiples efectos. Relaciones conducta-consecuencia La primera frase del libro de Skinner Verbal Behavior (1957, p. 1): “Los hombres actúan sobre el mundo y lo cambian y, a su vez, son cambiados por las consecuencias de su acción”, puede ser, en sí misma, un reflejo de la simetría. Consideren el problema del moldeamiento. Puedes recordar haber visto una antigua caricatura del Columbia Jester en la cual una rata en una caja de Skinner le dice a otra: “¡Ey!, a este tipo lo tengo condicionado. Cada vez que presiono la palanca hacia abajo, me entrega un trozo de comida”. En el moldeamiento conductual reconocemos la simetría entre las conductas del moldeador y las del moldeado. Como Skinner lo señaló hace tiempo, la conducta de cada uno controla la del otro en una especie de danza (e.g., Skinner, 1972, pp. 122-123). En un nivel más sutil, vemos algo similar en la dinámica de la retroalimentación al seleccionar y controlar incluso ejecuciones complejas en resonancia con sus consecuencias. Por ejemplo, en el tratamiento de las consideraciones molares de la conducta, Baum (1989) discute cómo la taza de respuesta controlada por la actual tasa de reforzamiento (lo que él llama “reglas-O” o relaciones funcionales), está en una danza dinámica en relación a cómo la frecuencia de Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 9 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Marr. M.J. reforzamiento a su vez, es controlada por la tasa de respuesta (“reglas-E” o funciones de retroalimentación) (ver también: Marr, 2006b). Algunas de las más atractivas reflexiones de simetría se muestran en las relaciones conductaconsecuencia que llamamos programas de reforzamiento. En éstos hay numerosos ejemplos y, sin duda, falta mucho por descubrirse. Al igual que las leyes físicas no dependen de los estados de movimiento, tiempo o lugar, los patrones conductuales generados bajo programas de consecuencias, parecen operar en un enorme rango de especies –desde las abejas hasta los bebés- un fenómeno biológico compartido tal vez sólo con ciertas vías bioquímicas fundamentales que operan desde la levadura hasta los humanos. Aun más, los patrones de respuesta generados bajo programas pueden permanecer invariantes bajo transformaciones de los eventos consecuentes, de las clases operantes, de los manipulandos, así como de las especies (e.g., Kelleher & Morse, 1968). Por ejemplo, Barrett y Katz (1981) muestran que todos los patrones de desempeño de un mono ardilla son iguales bajo un programa de intervalo fijo mantenido mediante la administración de comida, cocaína, terminación de un choque eléctrico y respuesta producida por un choque. En las gráficas sin rótulos no se podría identificar diferencia alguna. Hace tiempo Cook y Catania (1964) mostraron ejecuciones equivalentes bajo un programa de intervalo fijo, mantenidas por escape pero además por la administración de drogas (e.g., clorpromazina— “anti-psicótica”, imipramina—“antidepresiva”, clordiazepóxido—“anti-ansiolítica”) y mostraron los mismos efectos intraclases, independientemente de si las conductas eran mantenidas por comida o por escape –una simetría bajo transformación de drogas. En tanto que las interacciones droga-conducta no siempre mostraron efectos independientes sino con diferentes eventos que las mantienen –un reto al punto de vista que todavía es común al interpretar los efectos de las drogas que actúan sobre la conducta en términos de variables motivacionales. Los aspectos del desempeño controlado de un programa pueden mostrar una forma especial de simetría llamada escala de invarianza, esto es, los cambios en la escala dejan ciertas propiedades sin cambio (véase, e.g., Marr, 2004 para una discusión más detallada y con muchos ejemplos). Un hermoso ejemplo es el de Dews (1970) en el que mostró que ciertos aspectos cuantitativos de un desempeño ante un programa de intervalo fijo, la “pendiente” permanecía constante a lo largo de tres órdenes de magnitud del valor del intervalo fijo. Otros ejemplos más sutiles se encuentran en la comparación de aspectos del desempeño en programas de segundo orden con los programas de primer orden, especialmente respecto a la posible escala de invarianza de las unidades funcionales de respuesta (véase, e.g. Marr, 1979, para más detalles). También vemos ejemplos de una clase de ruptura de simetría con respecto a la ejecución bajo programa. Estos se reflejan en cambios súbitos de conducta, ya sea de no respuesta a respuesta o viceversa. Tanto la respuesta bajo un intervalo fijo como bajo tasa fija ilustran el primer caso en el que, en cierto punto después de la presentación del reforzamiento, ocurre un cambio súbito de no responder a responder. El efecto contrario se ve en el desempeño bajo requerimientos de razón alta que se caracteriza por su patrón de respuesta de “pausa-carrera”. Después de todos estos años del análisis experimental de responder bajo programación aún no tenemos una buena consideración de estos fenómenos. Como un ejemplo final de la simetría en el contexto de las relaciones de conducta-consecuencia, antes discutí el teorema de Emily Noether relacionando simetrías con las leyes de conservación en la física. En un sistema conservado, algunos valores permanecen constantes aunque los elementos del sistema pueden tomar diferentes valores, por ejemplo, con las colisiones de las bolas billar aun cuando cada bola puede cambiar su momentum, el momentum total permanece constante, en otras palabras, invariante. Los Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 10 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Do mi sol y Sol mi do: La simetría en el análisis de la conducta físicos describen esta situación como un ejemplo de la ley de conservación del momentum lineal. Algo análogo se ha propuesto con la conducta (e.g., Baum, 2010; Herrnstein, 1970). Herrnstein (1970) al derivar su “hipérbola” describiendo una relación entre la tasa de respuesta (o tiempo asignado) y la tasa de reforzamiento prevaleciente, asume que: 1) toda la conducta es una elección, 2) la precisa ley de igualación se mantiene y 3) el total de conducta en una situación dada permanece constante, en otras palabras, se conserva la conducta. Más recientemente, Baum utilizó un argumento similar empleando, por ejemplo, un diagrama de tarta para caracterizar las condiciones que ocurren durante un periodo temporal dado (2010). Presumiblemente, tal principio de conservación de conducta debería tener que asumir que ¡todas las conductas de interés serían mutuamente incompatibles! La contingencia de tres términos y más allá En los arreglos de las condiciones experimentales o aplicadas que incluyen los antecedentes, conductas y consecuencias, tenemos unas latitudes operacionales (i. e., de procedimiento) al seleccionar cada uno de estos elementos. Pero en una contingencia funcional de tres términos, ninguno de estos elementos puede estar solo: tienen significado mediante su interacción mutua. En cierto sentido, cada una controla, al mismo tiempo que depende de la otra. Esto puede describirse como una simetría circular. El antiguo, aunque todavía presente argumento, de que el reforzamiento es un concepto circular y por tanto es un sinsentido, puede tener algo a favor pero olvida un aspecto mucho más importante, a saber, que el reforzamiento es un término relacional cuyo significado se encuentra en la aplicación específica como en una contingencia de tres términos. En palabras sencillas: funciona. Virtualmente, un argumento idéntico puede hacerse con respecto a la segunda ley del movimiento de Newton. Un reto es definir la “fuerza” independientemente de otros términos. A pesar de todo, ¿alguien puede negar la poderosa aplicación de esta ley? Es un pilar de la mecánica clásica, seguramente una de las más grandes creaciones de la ciencia y también funciona. La simetría inherente a la contingencia de los tres términos puede extenderse a las contingencias de n-términos como el trabajo sobre la equivalencia que Sidman (e.g., 1994) nos ha enseñado. Las clases de equivalencia nos proporcionaron un ejemplo adicional y explícito: la simetría es un aspecto definitivo de tales relaciones. Cada una de las características de la relación de equivalencia refleja un tipo de simetría. La “identidad” (o “reflexividad”) es lo que antes llamé una transformación “trivial”; la simetría es evidente por sí misma y la “transitividad” es un ejemplo de simetría circular. Sidman fue más allá al aseverar que las relaciones de equivalencia se establecían entre todos los elementos participantes de la contingencia. Así, podrían caracterizarse muchas posibles simetrías de contingencia de n-términos. Supuestamente, tales relaciones podrían extenderse a los marcos relacionales (e.g., Hayes, Barnes-Holmes & Roche, 2001), pero no seguiré en esto ya que estoy lejos de ser un experto en ese dominio. Coda Anteriormente formulé la pregunta de por qué deberíamos interesarnos en un concepto tan abstracto como la simetría. Hermann Weyl (1952, p. 5) en su clásico libro sobre la simetría afirma: “La simetría tan amplia o estrecha como definas su significado, es una idea por medio de la cual a través de las épocas el hombre ha tratado de comprehender y crear orden, belleza y perfección”. No sólo las consideraciones de la simetría en el análisis de la conducta pueden conferir la ventaja de nuestra necesidad de pocas observaciones, como Randall (2005) sugirió, sino que revelan una interna y Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 4-13 ISSN: 2340-0242 11 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Marr. M.J. consistente unidad del área además de afirmar el enorme rango de sus aplicaciones. Los principios del análisis de la conducta operan en todos los niveles de complejidad conductual y biológica, desde los picotazos de pichones en una llave hasta las prácticas culturales humanas, una asombrosa invarianza que confiere una bella unidad al campo. En un sentido más amplio, creo que la cualidad más seductiva de las ciencias es su casi elusiva belleza. Sin duda ésta es la razón por la que hice de la ciencia mi carrera. Como analistas de la conducta, básicos o aplicados, la mayor parte de nosotros hemos sido atraídos al área, al menos implícitamente, debido a que tenemos un sentido de su unidad y elegante sencillez. Mediante éstas nos esforzamos por obtener explicaciones plausibles del fenómeno más complejo que conocemos: la conducta. Referencias Azrin, N. H. and Holz, W. C. (1966). Punishment. In W. K. Honig (Ed.), Operant behavior: Areas of research and application (pp. 380-447). 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ISSN: 2340-0242 Princeton, NJ: Princeton University Press. 13 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Ávila-Santibáñez, R. y Mota-Rodríguez, E.M. ¿Es el costo de la inversión un fenómeno conductual discreto o continuo? 1,2 Raúl Ávila Santibáñez3 Eva María Mota Rodríguez Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México Resumen El efecto del costo de la inversión describe la persistencia en la elección de una recompensa con un costo alto en lugar de otra con un costo más bajo. En este estudio se analizó esta conducta en términos de las diferencias entre la razón esperada de respuestas (costo) después de escapar o cancelar la elección en curso (Resc), y la razón esperada de respuestas por persistir en la elección (Rpersist). Se expuso a 16 estudiantes universitarios a un procedimiento en el cual podían ganar una recompensa monetaria conforme a uno de cuatro programas de reforzamiento de razón fija (RF, costo) disponible al principio de cada ensayo. Los programas ocurrieron conforme a diferentes probabilidades. En diferentes condiciones experimentales un cambio de estímulos señaló o no los cambios entre los requisitos de respuesta en el ensayo. Con cambio de estímulo, las diferencias Resc - Rpersist chicas y grandes produjeron persistencia óptima y no óptima, respectivamente. Sin cambio de estímulo, las diferencias Resc - Rpersist chicas produjeron persistencia no óptima o efecto del costo de la inversión; las diferencias grandes generaron escape óptimo. Estos resultados son evidencia de que el efecto del costo de la inversión es parte de un proceso general de toma de decisiones continuo. Palabras clave: efectos del costo de la inversión, razones esperadas, reforzadores monetarios, humanos. Abstract Sunk cost effect describes persistence in the choice of a reward with a high cost instead of another one with a low cost. In this study this behavior was analyzed in terms of the differences between the expected ratio of responses (cost) after escaping or canceling the choice in turn (Resc ) and the expected ratio of responses for persist (Rpersist) in the choice. Sixteen college students were exposed to a procedure in which they could earned a reward (money) according to one of four fixed-ratio schedules of reinforcement (FR, cost) available at the beginning of each trail. The schedules occurred according to different probabilities. In different experimental conditions a stimulus change signaled or not the changes between response requirements in the trail. With the stimulus the small and large differences R esc - Rpersist produced optimal and non-optimal persistence, respectively. Without stimulus the small differences Resc - Rpersist produced non optimal persistence or sunk cost effect; the large differences resulted in optimal escape. These results were interpreted as evidence of the continuous aspect of the sunk cost effect as part of a decision making process. Key words: sunk cost effect, expected ratios, monetary rewards, humans. La referencia de este artículo en la Web es: http://conductual.com/content/%C2%BFes-el-costo-de-la-inversi%C3%B3n-unfen%C3%B3meno-conductual-discreto-o-continuo 2 Esta investigación se realizó con apoyo del proyecto PAPIIT (proyecto PAPIIT No. IN303213) otorgado al primer autor por la DGAPA de la Universidad Nacional Autónoma de México. 3 Correspondencia: Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México. Av. Universidad 3004, Cd. Universitaria, México, D.F. 04510, México, DF. 04510, México. Email: raulas@unam.mx. 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 14 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta ¿Es el costo de la inversión un fenómeno conductual discreto o continuo? El efecto del costo de la inversión se refiere a la persistencia que muestra una persona para realizar una tarea después de una inversión inicial de tiempo, dinero o esfuerzo en la misma y sin ganancias o con pérdidas de los recursos ya invertidos. Se ha sugerido que el efecto es un ejemplo de conducta económica irracional porque la decisión de persistir o no en la tarea debería estar controlada por los costos y beneficios futuros y no por los costos de las inversiones previas (e.g., Arkes y Blumer, 1985). Tradicionalmente, el efecto del costo de la inversión se estudiaba presentando viñetas a universitarios en las que se describían inversiones de dinero que involucraban posibles pérdidas y se les preguntaba si continuarían o no la inversión (e.g., Arkes y Blumer, 1985). Se reportó que conforme aumentaba la incertidumbre sobre los costos de la inversión, la inclinación de las personas a continuar invirtiendo era mayor, mostrando el efecto del costo de la inversión. Aun cuando se sugirió que el fenómeno ocurría exclusivamente en humanos y con viñetas, recientemente se mostró que también podía ocurrir en animales emitiendo una conducta dada para obtener comida como reforzador (Ávila-Santibáñez, Gonzalez-Montiel, Miranda-Hernández y GuzmanGonzalez, 2010, Macaskill y Hackenberg 2012 a y b; Navarro y Fantino, 2005) y en humanos emitiendo una operante para obtener dinero como reforzador en situaciones de laboratorio (Ávila, Yankelevitz, Gonzalez y Hackenberg, en prensa; Macaskill y Hackenberg, en prensa; Navarro y Fantino, 2005, Experimento 4). Navarro y Fantino (2005, Experimento 4) en su estudio pionero sobre el fenómeno, programaron en una computadora una situación de costo de la inversión para humanos que consistió en lo siguiente: en el monitor de la computadora se presentaron dos cuadros equidistantes y se pidió a universitarios que presionaran repetidamente con el puntero del ratón sobre el cuadro izquierdo para ganar dinero como recompensa (respuesta por recompensa) o presionaran en el otro cuadro una sola vez para cancelar el ensayo (respuesta de escape). En un procedimiento de ensayo por ensayo, en el cuadro izquierdo estuvieron vigentes cada uno de cuatro programas de reforzamiento de razón fija (RF) conforme a una de cuatro probabilidades predeterminadas. Los conjuntos de programas de razón fija fueron: (a) RF 5, RF 50, RF 100, RF 220; y (b) RF 10, RF 40, RF 80, RF 160, y para ambos conjuntos de RF cada requisito de respuesta estuvo en efecto con una probabilidad de 0.50, 0.25, 0.125, 0.125, respectivamente. Conforme a estas contingencias la ejecución óptima fue obtener todas las recompensas con el RF 5 ó el RF 10 que estuvieron vigentes con una p=0.50 y escapar de los otros programas, los cuales implicaban mayor esfuerzo que el primero. En este contexto, cuando estaba vigente cualquiera de los RF mayores que el más pequeño persistir y obtener el reforzador ejemplificó el efecto del costo de la inversión; esto es, una inversión inicial de esfuerzo (e.g., respuestas) sin recompensa y continuar respondiendo para obtener la recompensa con un costo más alto. Los autores probaron los efectos de variar la diferencia entre la razón esperada de respuestas por escapar después de cumplir el requisito del RF más pequeño y no obtener la recompensa (por brevedad Resc) y la razón esperada de respuestas por persistir hasta obtener la recompensa (por brevedad Rpersist). La principal variable dependiente del estudio fue el porcentaje de ensayos con persistencia que se definió como obtener la recompensa cumpliendo todos los requisitos de RF mayores que el más pequeño. Las razones Resc y Rpersist se calcularon multiplicando cada valor de los RF programados por su probabilidad correspondiente y sumando estos productos. Por ejemplo, para el conjunto de RF de 10 a 160 respuestas se calculó una Resc de 45 respuestas por reforzador al comienzo de cada ensayo ((10 * 0.50) + (40 * 0.25) + (80 * 0.125) + (160 * 0.125)). La Rpersist fue de 70 respuestas por reforzador ((30 * 0,50) + (70 * 0,25) + (150 * 0,25)). Los autores encontraron que la mayoría de los participantes persistió más en la tarea cuando la diferencia entre Resc - Rpersist fue cercana a cero que cuando la diferencia fue mayor; por lo Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 15 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Ávila-Santibáñez, R. y Mota-Rodríguez, E.M. tanto, la incertidumbre respecto de la entrega de la recompensa fue alta. Los autores interpretaron estos resultados como evidencia de que los humanos se comportan de una manera óptima conforme a las contingencias del procedimiento de costo de la inversión. En un estudio posterior, Navarro y Fantino (2007) sugirieron que la discriminación entre diferentes magnitudes de requisitos de respuesta era fundamental para adquirir esta conducta de elección conocida como efecto del costo de la inversión. Los autores implementaron un procedimiento similar al reportado en su estudio anterior y programaron dos sesiones con cada uno de 68 participantes. Asignaron a los participantes a una condición con un cambio de estímulos que señalaba el aumento de la magnitud del requisito de respuesta vigente durante el ensayo o a una condición sin cambios de estímulos en el procedimiento. Encontraron que añadir un cambio de estímulos al procedimiento resultó en un porcentaje de ensayos con persistencia menor que el observado sin cambio de estímulos. Ávila, Yankelevitz, Gonzalez y Hackenberg (en prensa) analizaron paramétricamente los efectos de variar la diferencia entre Resc y Rpersist sobre la ocurrencia del efecto de costo de inversión bajo condiciones de reforzamiento no señalado en humanos. Específicamente, programaron cuatro conjuntos de RF coordinados con tres conjuntos de probabilidades de ocurrencia de los RF de cada conjunto. Los conjuntos de RF fueron: 1) RF 2, 10, 20, 40; 2) RF 5, 20, 40, 80; 3) RF 10, 40, 80, 160; 4) RF 20, 80, 160, 320. Los conjuntos de probabilidades fueron: A) 0.50, 0.25, 0.125, 0.125; B) 0.125, 0.50, 0.25, 0.125; C) 0.0625, 0.0625, 0.50, 0.375. De la combinación entre estos conjuntos de RF y sus probabilidades de ocurrencia resultaron diferencias Resc - Rpersist que definieron dos posibles patrones de conducta. Primero, cuando la diferencia Resc - Rpersist fue igual o menor a cero escapar de la tarea fue la ejecución óptima. Segundo, cuando la diferencia Resc - Rpersist fue mayor que cero persistir fue la ejecución óptima. Los autores encontraron que, efectivamente, cuando la diferencia entre Resc y Rpersist fue negativa los participantes escaparon de la tarea. Cuando la diferencia entre Resc y Rpersist era igual o mayor a cero los participantes tendieron a persistir en un porcentaje más alto. En resumen, Navarro y Fantino (2005, Experimento 4) mostraron que la persistencia en la tarea fue menor conforme aumentó la diferencia entre Resc y Rpersist . Avila, et al (en prensa) replicaron el hallazgo previo y sugirieron que los resultados de variar la diferencia entre R esc y Rpersist podrían mostrar que el efecto del costo de la inversión no es un fenómeno de todo o nada. Por el contrario, el efecto podría ser solo parte de un continuo de conducta que varía desde la conducta de escapar óptima en un extremo hasta la conducta de persistir óptima en el otro extremo. Navarro y Fantino (2007) manteniendo constante la diferencia entre Resc y Rpersist mostraron que señalar los cambios entre los requisitos de RF resultó en un mayor número de participantes que escaparon de la tarea que en una condición comparable pero sin cambios de estímulos añadidos al procedimiento. Navarro y Fantino (2005) sugirieron que además de variar la diferencia entre Resc y Rpersist, señalar o no los cambios entre requisitos de respuestas podía facilitar la discriminación entre Resc y Rpersist. Por lo tanto, el propósito de este estudio fue contribuir a la caracterización del efecto del costo de la inversión como parte de un continuo de conducta que varía entre el escape óptimo y la persistencia óptima en términos de la diferencia entre Resc y Rpersist, con o sin un cambio de estímulos señalando los requisitos de respuesta programados en un procedimiento de costo de la inversión. Método Participantes Participaron voluntariamente 16 estudiantes universitarios que se asignaron al azar a uno de cuatro grupos. Los participantes asistieron por invitación directa del experimentador y podían ganar dinero conforme a las contingencias programadas más un bono diario de $5.00 pesos por su participación. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 16 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta ¿Es el costo de la inversión un fenómeno conductual discreto o continuo? Al final del experimento se les entregó el total del dinero acumulado. Se expuso a cada participante a dos sesiones de 25 minutos por día, de lunes a viernes. Aparatos Los experimentos se condujeron en tres cubículos individuales sonoamortiguados e iluminados artificialmente. En cada cubículo había una computadora de escritorio marca DELL con un monitor de 14 pulgadas. En la computadora se programó el procedimiento de costo de la inversión en lenguaje Visual Basic 6.0 y el ratón de la computadora sirvió como manipulando. Procedimiento Cada sesión experimental inició con la indicación al participante de que siguiera las instrucciones presentadas en la pantalla de la computadora. En la parte superior de la pantalla se presentaron las leyendas “Haga click con el mouse en el cuadro de la izquierda para reiniciar el ensayo” y “Haga click con el mouse repetidamente en el cuadro de la derecha para ganar dinero”. Estas leyendas permanecieron presentes durante toda la sesión excepto durante la entrega del reforzador o la ocurrencia de una respuesta de escape. Debajo de las instrucciones se presentó un cuadro a la izquierda de la pantalla de 5 cm de lado aproximadamente e iluminado en color amarillo (por brevedad “cuadro de escape”). A la derecha de la pantalla se presentó otro cuadro iluminado en color blanco de las mismas dimensiones que el cuadro amarillo (por brevedad “cuadro de respuesta”). En la parte inferior derecha de la pantalla se presentó la palabra “Total” seguida por tres dígitos (0.00) que mostraron la cantidad acumulada de dinero que el participante ganaba en ensayos sucesivos. Este contador estuvo en ceros al inicio de cada sesión y aumentaba cinco centavos cada vez que el participante ganaba dinero como recompensa. Las presiones consecutivas al cuadro de respuesta resultaban en la entrega de la recompensa conforme a uno de cuatro programas de Razón Fija (RF). Después de cada presión al cuadro de respuesta, este se movía al azar en la pantalla sin invadir el área en la que se encontraba el cuadro de escape, las instrucciones y el contador del dinero acumulado durante la sesión. Cada entrega del reforzador se señaló con la presentación durante 2 s de la leyenda “Ganaste 5 centavos” seguida por la oración “En un momento iniciará un nuevo ensayo” que también se presentó durante 2 s. El cuadro de escape siempre permaneció en la misma posición en la pantalla y cada presión en este cuadro canceló el ensayo vigente e inició uno nuevo. Cada respuesta de escape se señaló durante 2 s con la oración “En un momento iniciará un nuevo ensayo” y en el nuevo ensayo el requisito de respuesta podía ser mayor o menor que el previamente cancelado. Al término de la primera sesión, en la parte superior de la pantalla aparecían las leyendas "Usted puede tomar un descanso de 5 minutos" y "Para continuar haga clic en el botón de reinicio", el cual se encontraba debajo de dichas leyendas, el botón se presentó en color naranja, de 7 cm aproximadamente y contenía la leyenda "Reiniciar". Al finalizar la segunda sesión diaria, en la parte superior de la pantalla se mostraba la leyenda "Gracias por participar". La tarea puede ser descrita como un programa de reforzamiento concurrente con dos opciones: responder en el cuadro blanco (cuadro de respuesta) que resulta en la entrega de la recompensa monetaria conforme a un requisito de Razón Fija preestablecido, o responder en el cuadro amarillo (cuadro de escape), que resulta en la cancelación del ensayo en curso. Manteniendo constantes las condiciones previamente descritas en el presente estudio, se implementaron las siguientes condiciones experimentales. Primero, se programaron dos conjuntos de cuatro programas de reforzamiento de RF cada uno, los cuales fueron: 1) RF 2, RF 10, RF 20, RF 40; y 2) RF 20, RF 80, RF 160, RF 320. Segundo, se programaron tres conjuntos de cuatro probabilidades de ocurrencia de los programas de RF, los cuales fueron: A) 0.50, 0.25, 0.125, 0.125; B) 0.125, 0.50, 0.25, 0.125; C) 0.0625, 0.0625, 0.50, 0.375. Estos conjuntos de probabilidades se presentaron en cinco condiciones sucesivas en una secuencia ABACA. Para los dos conjuntos de RF Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 17 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Ávila-Santibáñez, R. y Mota-Rodríguez, E.M. combinados cada uno con los tres conjuntos de probabilidades de ocurrencia se calcularon las siguientes diferencias Resc - Rpersist: -6, 1.1, 1.42, -49, 6.2 y 8.57, respectivamente. Tercero, para las combinaciones específicas de los programas de RF y sus probabilidades de ocurrencia correspondientes se señaló o no señaló el cambio entre requisitos de respuesta. Por ejemplo: en una condición experimental dada se programó el conjunto de programas de RF 20, 80, 160, 320, coordinado con el siguiente conjunto de probabilidades .50, .25, .125, .125. Suponiendo que en un ensayo dado estuvo vigente el RF 20 y se señaló el cambio entre requisitos de respuesta, entonces al inicio del ensayo el cuadro de respuesta permaneció iluminado en color blanco y después de que se alcanzó el requisito de RF 20 el color del cuadro cambió a rojo y permaneció así hasta que se cumplió el RF 80 y de nuevo cambió el color del cuadro a azul y permaneció en este color hasta que se cumplió el RF 160. Finalmente el cuadro de respuesta cambio a color verde y se mantuvo en este color hasta que se cumplió el RF 320 y se entregó el reforzador. En las condiciones sin cambio de estímulos el cuadro de respuesta permaneció en color blanco durante toda la sesión, a pesar del aumento en el requisito de respuestas por reforzador. La variable dependiente del estudio fue el porcentaje de ensayos con persistencia que se definió como obtener la recompensa con cualquiera de los programas de RF mayores que el más pequeño programado (e.g., RF 2 y RF 20, de los dos conjuntos de RF, respectivamente). Resultados En la Figura 1 se muestra el porcentaje de ensayos con persistencia de los participantes (símbolos) expuestos al conjunto de RF de 2 a 40 respuestas (gráficas de la hilera superior) y al conjunto de RF de 20 a 320 respuestas, (gráficas de la hilera inferior), tanto para la condición con cambió de estímulos (gráficas de la izquierda) como para la condición sin cambio de estímulos (gráficas de la derecha). En cada panel las líneas paralelas a la ordenada separan las sesiones de exposición a cada uno de los tres conjuntos de probabilidades (A, B, C). Conjuntos de probabilidades A A B A C A A C Conjunto de RF 75 75 Porcentaje de ensayos con persistencia A B 100 100 S1 S2 S3 S4 50 S9 S 10 S 11 S 12 50 2-40 25 25 0 0 0 5 10 15 20 25 30 0 100 100 75 75 S5 S6 S7 S8 50 25 5 10 15 20 25 30 S 13 S 14 S 15 S 16 50 20-320 25 0 0 0 5 10 15 20 25 Con cambio de estímulo 30 0 Sesiones 5 10 15 20 25 30 Sin cambio de estímulo Figura 1. Porcentaje promedio de ensayos con persistencia para los cuatro sujetos (símbolos) que fueron expuestos al conjunto de RF de 2 a 40 respuestas y al conjunto de RF de 20 a 320 (gráficas de la hilera superior e inferior, respectivamente) y a cada conjunto de probabilidades (identificados como A, B ó C). Se muestran los datos para las condiciones con cambio de estímulos (gráficas de la izquierda) y para las condiciones sin cambio de estímulos (gráficas de la derecha). Los datos están basados en las últimas cinco sesiones de exposición a cada combinación de conjuntos de RF y probabilidades. Con respecto al efecto de añadir o no un cambio de estímulos se encontró lo siguiente. La mayoría de los participantes que tuvieron el cambio de estímulos añadido al procedimiento (gráficas de la Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 18 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta ¿Es el costo de la inversión un fenómeno conductual discreto o continuo? izquierda) persistieron casi el 100% de los ensayos en todas las sesiones de exposición a todos los conjuntos de probabilidades (excepto en S4, S6 y S8). Por el contrario, para los participantes que se expusieron al procedimiento sin cambio de estímulos la variable dependiente permaneció casi en el 100% para el conjunto de RF de 2 a 40 respuestas (gráfica superior derecha) tanto en las condiciones A como B y C (excepto en S12). En contraste, los participantes expuestos al conjunto de RF de 20 a 320 respuestas (gráfica inferior derecha) en general persistieron con niveles menores al 25% en las condiciones A (excepto S14 y S16), como se esperaba, y persistieron en niveles mayores al 50% en las condiciones B y C. En la Figura 2 se muestra el promedio del porcentaje de ensayos con persistencia para cada sujeto en función de la diferencia entre Resc y Rpersist. Los promedios se muestran para los diferentes conjuntos de probabilidades (A, B, C) tanto de los participantes expuestos a la condición sin cambio de estímulos (gráfica superior) como a la condición con cambio de estímulos (gráfica inferior) y para el conjunto de requisitos de RF de 2 a 40 respuestas (símbolos negros) como para el conjunto de RF de 20 a 320 respuestas (símbolos blancos). Las líneas punteadas paralelas a la ordenada y a la abscisa delimitan los cuatro posibles patrones de conducta que resultan de las diferencias entre las razones. Estos patrones son escape óptimo (ESC. OP., cuadrante inferior izquierdo), persistencia no óptima o efecto del costo de la inversión (ECI, cuadrante superior izquierdo), persistencia óptima (PER. OP., cuadrante superior derecho) y escape no óptimo (ESC. NO-OP. cuadrante inferior derecho). Cambio de estímulo presente 100 75 Porcentaje de ensayos con persistencia 50 25 0 -3 -2 0 2 3 Condición A Condición B Condición C Cambio de estímulo ausente 100 75 50 25 0 -3 -2 0 2 3 R esc - R persist Figura 2. Porcentaje promedio de ensayos con persistencia como una función de la diferencia entre escapar (R esc) y persistir (Rpersist). Los símbolos blancos muestran los datos del conjunto de RF de 2 a 40 respuestas y los símbolos negros los datos del conjunto de RF de 20 a 320 respuestas. En las dos gráficas el eje de las x se normalizó con puntaje Z y las líneas punteadas vertical y horizontal definen los patrones conductuales observados (ver texto). Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 19 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Ávila-Santibáñez, R. y Mota-Rodríguez, E.M. Para los participantes expuestos a las condiciones sin cambio de estímulos cuando la diferencia entre Resc y Rpersist fue cercana a cero, casi todos persistieron casi el 100% de los ensayos, esto es respondieron con persistencia óptima. Conforme la diferencia entre Resc y Rpersist favoreció la persistencia óptima, los participantes lograron porcentajes de ensayos con persistencia que variaron entre un 50 y un 100%. Por el contrario, se observó un porcentaje de ensayos con persistencia cercano a cero cuando la diferencia entre Resc y Rpersist favoreció el escape óptimo. En la condición con cambio de estímulos en el procedimiento, los participantes persistieron en la tarea consistentemente, tanto cuando la diferencia entre Resc y Rpersist favoreció la persistencia óptima como cuando la diferencia entre Resc y Rpersist favoreció el escape óptimo. Este último resultado mostró la ocurrencia del efecto del costo de la inversión. Discusión El propósito principal de este estudio fue averiguar la viabilidad de la variable R esc y Rpersist para trazar el aspecto continuo del efecto del costo de la inversión. También se comparó el efecto de señalar o no el cambio entre requisitos de respuesta por recompensa sobre la ejecución de los participantes expuestos al procedimiento de costo de la inversión. En general, se encontró que en presencia de estímulos que señalaron el cambio entre requisitos de respuestas, las diferencias Resc y Rpersist cercanas a cero resultaron en porcentajes de ensayos con persistencia cercanos al 100%; se observó el efecto del costo de la inversión. Conforme aumentó la diferencia entre Resc y Rpersist la persistencia fue óptima. En contraste, sin cambio de estímulo las diferencias Resc y Rpersist cercanas a cero resultaron en el efecto del costo de la inversión pero conforme las diferencias aumentaron el porcentaje de ensayos con persistencia fue cercano a cero, ocurrió el escape óptimo. Aun cuando estos resultados son parciales, se puede sugerir que, independientemente de la presencia o ausencia de estímulos añadidos al procedimiento de costo de la inversión, observar el escape óptimo o la persistencia óptima depende de combinaciones entre requisitos de RF y sus probabilidades de ocurrencia que resulten en diferencias entre Resc y Rpersist más grandes, tanto en el extremo negativo del escape óptimo como en el extremo positivo de la persistencia óptima. Por ejemplo, de la Figura 2 se puede deducir que la persistencia óptima o el escape óptimo dependen de aumentar o disminuir hacia el lado positivo o negativo la diferencia entre Resc y Rpersist. Con respecto al estímulo añadido, Navarro y Fantino (2007) expusieron a estudiantes universitarios a un conjunto de cuatro RF: 10, 40, 80 y 160 combinado con una probabilidad de presentación de: 0.50, 0.25, 0.125, 0.125. Esta combinación resultó en una diferencia R esc y Rpersist de -24 que favoreció el escape óptimo, tanto en una condición con un estímulo que señalaba los cambios entre los requisitos de respuesta como en una condición en la cual no se señalaron los cambios entre los requisitos de respuesta. Se encontró que el porcentaje de ensayos con persistencia varió alrededor del 50% y, por lo tanto, se observó la conducta de escape óptimo. Esta condición de Navarro y Fantino se reprodujo en la condición A de los dos conjuntos de RF empleadas en el presente estudio. Para la condición con cambio de estímulos, mientras que los resultados de Navarro y Fantino mostraron una tendencia al escape óptimo, en el presente estudio se observó una tendencia a la persistencia no óptima (esto es, efecto del costo de la inversión). En contraste, en ausencia de un cambio de estímulos se observó la persistencia no óptima cuando la diferencia Resc y Rpersist fue muy pequeña y se observó escape óptimo cuando la diferencia fue muy grande. Descritos en un continuo tanto el procedimiento de Navarro y Fantino como el empleado en este estudio definieron condiciones de escape óptimo y persistencia óptima, independientemente de la presencia o ausencia de un cambio de estímulos. Posiblemente en estos procedimientos de costo de la inversión, señalar con un estímulo los cambios entre requisitos de respuesta puede funcionar como una señal para continuar respondiendo en lugar de una señal para interrumpir el responder como se esperaría en estas situaciones. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 20 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta ¿Es el costo de la inversión un fenómeno conductual discreto o continuo? Además de la comparación con Navarro y Fantino (2007), los resultados del presente estudio reprodujeron los reportados por Ávila et al. (en prensa), quienes expusieron a universitarios al mismo procedimiento del costo de la inversión que se empleó en este estudio pero sin cambios de estímulos añadidos. En ambos estudios se encontró que la ejecución de los sujetos varió conforme aumentó o disminuyó la diferencia entre Resc y Rpersist, del extremo del escape óptimo al extremo de la persistencia óptima. Globalmente, los resultados previamente mencionados mostraron que esta clase de procedimientos de elección entre recompensas resultan en patrones de conducta continuos. El efecto del costo de la inversión lejos de ser un fenómeno de toma de decisiones de todo o nada, como tradicionalmente se le caracteriza en la teoría económica (Arkes 1996), es un fenómeno conductual continuo. El fenómeno varía entre escapar consistentemente de cursos de acción poco productivos hasta persistir consistentemente en los mismos. Referencias Arkes, H. R. (1996). The psychology of waste. Journal of Behavioral Decision Making, 9, 213-224. Arkes, H. T., & Blumer, C (1985). The psychology of sunk cost. Organizational Behavior and Human Decision Processes, 35, 124-140. Ávila-Santibáñez, R., Gonzalez-Montiel, J.C, Miranda-Hernández, P., & Guzman-Gonzalez, M.D. (2010). Stimuli effects on optimal behavior in a sunk cost situation with pigeons. Revista Mexicana de Análisis de la Conducta, 36, 17-29. Ávila, S, R., Yankelevitz, R. L., Gonzalez, J. C., Hackenberg, T.D. (En prensa). Varying the costs of sunk costs: optimal and non-optimal choices in a sunk-cost task with humans. Journal of the Experimental Analysis of Behavior. Macaskill, A.C., & Hackenberg, T. D. (2012a). The sunk cost effect with pigeons: some determinants of decisions about persistence. Journal of the Experimental Analysis of Behavior, 97, 85-100. Macaskill, A.C., & Hackenberg, T. D. (2012b). Providing a reinforcement history that reduces the sunk cost effect. Behavioural Processes, 89, 212-218. Macaskill, A.C., & Hackenberg, T. D. (En prensa). Optimal and non-optimal choice in a laboratory-based sunk-cost task with humans: A cross-species replication. Journal of the Experimental Analysis of Behavior. Navarro, A.D., & Fantino, E. (2005). The sunk cost effect in pigeons and humans. Journal of the Experimental Analysis of Behavior, 83, 1-13. Navarro, A.D., & Fantino, E. (2007). The role of discriminative stimuli in the sunk cost effect. Revista Mexicana de Análisis de la Conducta, 33, 19-29. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 14-21 ISSN: 2340-0242 21 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación de secuencias temporales: Hacia la identificación de memoria de trabajo en animales. 1, 2 Oscar Zamora Arevalo3 Montserrat Vanegas Chavarría Arturo Bouzas Riaño Facultad de Psicología. Universidad Nacional Autónoma de México Resumen: Estudios previos utilizan tareas de discriminación temporal con organismos no humanos como una forma de evaluar memoria operativa. La mayoría de los hallazgos han surgido de preparaciones donde los organismos deben aprender a distinguir entre dos sencillas duraciones, lo que no necesariamente representa de manera completa la complejidad de los estímulos que se presentan en condiciones naturales. El objetivo del presente estudio fue determinar si los organismos lograban discriminar secuencias de duraciones que compartían como elemento común la duración y que podían ser iguales o diferentes en su frecuencia de sonido. Se entrenó a 8 ratas en una tarea de igualación a la muestra simbólica demorada, donde el estímulo muestra consistía en una de dieciséis posibles secuencias de duraciones. Cada secuencia podía ser corta o larga y estaba compuesta de dos modalidades de tono (frecuencia alta y baja). Una vez adquirido el criterio de discriminación, se pasó a las fases de prueba donde intervalos de retención fueron insertados bajo dos condiciones, una entre los componentes que formaban la secuencia y otra al final de la misma. Los resultados permiten concluir que los sujetos discriminan secuencias de duraciones perfectamente. La localización del intervalo de retención afecta diferencialmente la discriminación en ambas condiciones. Palabras clave: discriminación temporal, igualación a la muestra simbólica demorada, memoria de trabajo, secuencias de duraciones, ratas. Abstract Previous studies have used temporal discrimination tasks with nonhuman organisms as a way of assessing working memory. The majority of findings have emerged from preparations where organisms must learn to distinguish between two durations, which do not necessarily fully represent the complexity of stimuli that occur in natural conditions. The purpose of this study was to determine if organisms were able to discriminate duration sequences that having the same duration could be equal or different in sound frequency. Eight rats were trained on a delayed symbolic matching to sample task, where the sample stimulus consisted of one of sixteen possible duration sequences. Each sequence could be short or long and was composed by two tone modalities (high and low frequency). Once the discrimination criterion was acquired, the testing phases began. In these phases retention intervals were included under two conditions: in-between the components of the sequence (Retention Interval Between Components); or at the end of the sequence (Retention Interval at the End of Sequences). The results show that subjects discriminate sequences of durations perfectly. The location of the retention interval affected differently the discrimination in both conditions. La referencia de este artículo en la Web es: http://conductual.com/content/efectos-diferenciales-de-los-intervalos-deretenci%C3%B3n-en-una-tarea-de-discriminaci%C3%B3n-de 2 Este escrito fue financiado por el subsidio del Proyecto UNAM-PAPIITIN307913. 3 Correspondencia a Oscar Zamora Arévalo Ave. Universidad 3004, Col. Copilco Coyoacán, 1er Piso Edificio D, Posgrado, Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México, C. P. 04510. Email: ozamoraa@gmail.com. 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 22 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… Key words: temporal discrimination, delayed symbolic matching to sample,working memory, rats. En un esfuerzo por identificar las propiedades básicas de la memoria de trabajo separada del aprendizaje y la cultura, varios investigadores a menudo han realizado investigaciones con animales. La facilidad con que las palomas adquieren discriminaciones condicionales o igualaciones a la muestra simbólica demorada (véase Roberts, 1998) las ha hecho una especie favorecida para estudiar la memoria de trabajo, sin embargo la tarea ha sido ampliamente estudiada también en ratas (Bueno & Bueno-Júnior, 2011; Gibbon, Malapani, Dale & Gallistel, 1997; Meck & Church, 1982). Si los estímulos muestra consisten en diferentes duraciones de un estímulo, y a los sujetos se les entrena inicialmente en igualar el color o posición de las teclas o palancas laterales con la duración presentada, la tarea puede ser interpretada como igualación a la muestra simbólica o como una discriminación condicional, esta tarea ha sido ampliamente investigada en varios experimentos con palomas (Fetterman, 1995; Fetterman, Dreyfus & Stubbs, 1996; Grant, Spetch, & Kelly, 1997; Rayburn-Reeves & Zentall, 2009; Singer, Klein, & Zentall, 2006; Zentall, Klein, & Singer, 2004) y ratas (Santi , & Van Rooyen, 2007; Simmons & Santi, 2012; Van Rooyen y Santi, 2008). Por ejemplo, puede iluminarse la tecla central o encenderse un tono durante dos u ocho segundos, apagarse, e inmediatamente iluminarse las teclas laterales en rojo y verde o encenderse las luces asociadas a las palancas izquierda y derecha. Picotear en la tecla verde o presionar la palanca derecha proporciona reforzador si la duración del estímulo en la tecla central o el tono fue de dos segundos, mientras que picotear la tecla roja o presionar la palanca izquierda proporciona reforzador si la tecla central o el tono tuvo una duración de ocho segundos (Church & Deluti, 1977; Honig & Wasserman, 1981; Zentall, 1998). En la literatura sobre control, ejecución y estimación temporales se hace una particular distinción metodológica, (Block, 1989; Block & Zakay, 1997; Boltz, 1995; Brown & Stubbs, 1988; Killeen & Fetterman, 1995; Killeen, Fetterman & Bizo 1997; Ho Ho, Velázquez –Martínez, Bradshaw, & Szabadi, 2002; Zakay & Block, 1998). En este caso, los procedimientos o paradigmas experimentales para estudiar la medición temporal en los animales podrían clasificarse en función de que las respuestas proporcionadas por los sujetos: A) reflejen el flujo de la conducta en tiempo real: procedimiento inmediato; B) estén basadas en un intervalo de tiempo ya transcurrido: procedimiento retrospectivo; y C) anticipen un intervalo de tiempo aún por transcurrir: procedimiento prospectivo. Estas tres categorías se corresponderían, respectivamente, con: a) los métodos de producción; b) los métodos de estimación; y c) los procedimientos de demora del reforzamiento y conducta de elección. Se hace énfasis en los procedimientos del inciso b, y en una modificación de los procedimientos del inciso a, conocidos más comúnmente como Bisección Temporal y Procedimiento de Pico con interrupciones respectivamente. En las tareas de bisección temporal, los sujetos son sometidos a diferentes ensayos en los que los estímulos se presentan con duraciones distintas (por ejemplo, una duración corta de 4 segundos y otra larga de 16 segundos). Posteriormente, los sujetos tienen acceso a dos palancas (izquierda y derecha). En los ensayos en que se presentó el estímulo con duración corta, la presión de uno de los operandos (por ejemplo, el izquierdo) produce el reforzador, mientras que la presión del otro (el derecho) no produce el reforzador. Lo contrario ocurrirá cuando el estímulo haya durado 16 segundos: entonces la presión del operando derecho producirá el reforzador y éste no aparecerá si el animal responde presionando el izquierdo. Podemos inferir sin ningún problema que la tarea de bisección temporal al menos en sus fases de entrenamiento no es otra cosa que una tarea de discriminación condicional o igualación simbólica a la muestra mencionada anteriormente. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 23 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. De manera general, podemos decir que estos procedimientos de estimación temporal se basan en la discriminación de la duración de los estímulos: ante un estímulo con una duración concreta (que presentamos a manera de pregunta), los sujetos nos informan, mediante la elección de una palanca o tecla, el tiempo aproximado que, según su estimación, ocupa el estímulo. Por otro lado el procedimiento de producción más simple consiste en presentar ensayos en los que el reforzador aparece tras la primera respuesta dada después de un tiempo establecido, que es ocupado por una señal constante. Esto naturalmente, es un programa de intervalo fijo (IF) con ensayos discretos. La evolución de la tasa de respuesta a lo largo del intervalo, con la pausa inicial y la posterior aceleración progresiva que caracteriza este tipo de programas, se toma aquí como medida de la discriminación temporal, es decir, como índice de que el tiempo subjetivo se aproxima al criterio temporal entrenado. El procedimiento de intervalo fijo nos permite estudiar la anticipación del animal al reforzador de una manera muy sencilla. Sin embargo, no aporta información acerca de la estimación temporal una vez que el organismo obtiene el reforzador y termina el ensayo. Al procedimiento básico se le pueden añadir ensayos de prueba en los que el estímulo entrenado está presente, pero con una duración notoriamente mayor que en los ensayos descritos antes, y en los que se omite la aparición de comida (programa en extinción en un tiempo fijo más largo que el IF previo). Este procedimiento fue originalmente presentado por Catania (1970) y se conoce como procedimiento de pico a partir de Roberts (1981). Es llamado así porque podemos observar en qué instante (tiempo pico) dentro de los ensayos de prueba el sujeto presenta la mayor tasa de respuesta (tasa pico). Es decir el pico de las tasas de respuesta ocurre cerca de los momentos en que el reforzador estaba disponible durante el entrenamiento, pero la tasa es menor antes y después de ese punto. De forma general, puede decirse que el procedimiento de pico se centra en la producción de respuestas ante propiedades temporales del ambiente: tras cierta duración del estímulo, el sujeto aprende este intervalo o duración predecible y a medida que se aproxima el momento de la siguiente entrega de reforzador presiona la palanca cada vez con mayor frecuencia produciendo la respuesta a tasas diferentes (Gibbon & Church, 1990; Roberts, 1981). El procedimiento de pico ha ido adquiriendo una creciente popularidad porque también suministra información sobre la estimación que hace el sujeto del momento en que aparecerá el reforzador; ello se logra observando el tiempo pico. La identificación del instante de máxima tasa de respuesta ha sido extremadamente útil para conocer las características conductuales del proceso de estimación temporal, así como para conocer las estructuras anatómicas y la farmacología subyacente (Buhusi & Meck, 2007; Mauk & Buonomano, 2004; Meck, 1996; Meck; 2005; Odum & Ward; 2007). Sin embargo, un problema de gran relevancia es la reacción de los organismos ante interrupciones breves en el estímulo evaluado. Para obtener información sobre este tema, el procedimiento pico fue modificado mediante la incorporación de ensayos con interrupciones. Esta variante consiste en introducir un intervalo de retención durante el intervalo fijo el cual puede o no alterar el momento de la tasa máxima de respuesta (Aum, Brown & Hemmes; 2007; Cabeza de Vaca, Brown & Hemmes, 1994). En los ensayos pico con interrupciones se introduce una interrupción en el estímulo a estimar durante un breve periodo de tiempo después del cual, el estímulo es presentado nuevamente. Esta manipulación puede producir tres posibilidades de respuesta: a) que el animal detenga la estimación durante la interrupción y una vez terminada ésta complete lo que falta del intervalo; b) que el animal reinicie de nueva cuenta la estimación desde el inicio una vez terminada la interrupción; o c) que simplemente el animal ignore la interrupción y siga su estimación. En el primer escenario el animal retiene en la memoria el tiempo que ha transcurrido antes de la interrupción y una vez terminada ésta se continúa con la estimación hasta completar el tiempo criterio, por lo tanto el desplazamiento del pico sería igual al intervalo a estimar más el tiempo que haya durado la interrupción; esto se conoce como la estrategia de pausa. En el segundo caso el animal desecha de la memoria el tiempo previo a la interrupción y una vez que ésta acaba, reinicia el intervalo a estimar desde el comienzo, por lo tanto el desplazamiento del pico sería equivalente al tiempo previo a la Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 24 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… interrupción, la duración de la interrupción y el intervalo a estimar completo. Esto se conoce como la estrategia de reinicio. La tercera posibilidad es que el animal ignore la interrupción y la estimación temporal continúe; en este caso el tiempo pico no se verá desfasado de manera alguna (Buhusi & Meck, 2006; Roberts, 1981). Para conocer cuál de las tres estrategias es la que ha utilizado el animal se debe evaluar el tiempo pico en los ensayos pico con interrupciones y compararlo con el de los ensayos pico sin interrupciones (Buhusi & Meck, 2000; Roberts, 1981). Desde su creación, este procedimiento ha sido ampliamente empleado, originando una rica base de datos acerca de las variables relacionadas con el problema recientemente descrito (Buhusi, Paskalis & Cerutti; 2006; Cabeza de Vaca, Brown & Hemmes, 1994; Gallistel & Gibbon, 2000; Swearingen & Buhusi, 2010). Cabe señalar que se han encontrado diversas variables que modifican la tendencia hacia el empleo de una u otra estrategia, algunas de estas variables son la especie; en general, las ratas tienden a detener durante la interrupción (Roberts, 1981), mientras que las palomas tienden a re-inicializar (Roberts, et al., 1989). La cepa a la cual pertenecen los animales también influye, por ejemplo la ratas albinas tienden a detener durante una interrupción, mientras que las ratas pigmentadas exhiben una tendencia opuesta, reinicializan (Buhusi, Perera y Meck, 2005); otra variable encontrada es la modalidad sensorial del estímulo a ser estimado, las ratas albinas tienden a detener con estímulos visuales y re-inicializar con estímulos auditivos. Incluso la intensidad del brillo del estímulo puede modificar la tendencia ya que las ratas pigmentadas tienden a detener con intensidades bajas en contraparte a una clara tendencia de reinicialización cuando la intensidad de la señal es alta. Los antecedentes presentados revelan que los animales pueden discriminar duraciones de eventos simples, y revelan también los efectos de utilizar un intervalo de retención en dicha discriminación (ya sea con procedimientos de pico con interrupción o con igualación simbólica a la muestra demorada). Es claro que los diversos tipos de procedimientos utilizados para estudiar la discriminación temporal difieren uno del otro en cuanto a las contingencias de reforzamiento que han implementado. No obstante, las conductas de estimación y control temporal mantenidas por estos procedimientos tienen características en común que trascienden esas diferencias. Sin embargo, es difícil encontrar estudios que hayan presentado eventos relativamente simples de manera secuencial y utilizando intervalos de retención en un mismo procedimiento. Contar con este tipo de procedimientos permitiría por un lado, evaluar la distribución del flujo de la acción, es decir cómo el organismo planifica, se prepara o se anticipa a eventos elementales del entorno, por el otro lado, contribuiría a especificar todos los parámetros temporales de cualquier acción. De lo anterior se plantea la pregunta: ¿Cuántas opciones locales en periodos breves pueden hacer surgir la coordinación y ejecución global de una acción? Como el entorno regularmente no es del todo predecible la duración de algunas señales es una fuente valiosa de información y puede ser importante en determinadas situaciones (deportes, música, lenguaje, propiedades físicas del movimiento), la práctica de estimar o producir determinados momentos en secuencia cobra relevancia. Finalmente los resultados de estos experimentos de estimación temporal escasamente evalúan procesos de memoria (Santi & Hope, 2001; Santi, Lellwitz, & Gagne, 2006; Singer, Klein, & Zentall, 2006; Rayburn-Reeves & Zentall, 2009), y son presentados más como evidencia de un modelo de discriminación temporal que supone la presencia de un reloj interno (Buhusi & Meck, 2000; Roberts, 1981; Swearingen & Buhusi, 2010). El presente estudio intenta en primer lugar integrar en una sola tarea tanto el procedimiento de discriminación temporal como el procedimiento de pico con interrupciones; y en segundo lugar, determinar si las ratas pueden discriminar la suma de las duraciones de dos estímulos Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 25 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. presentados secuencialmente y finalmente evaluar si al introducir un intervalo de retención al final de la secuencia de duraciones o entre los estímulos que componen la secuencia afecta diferencialmente los índices de discriminación. Si los dos periodos de retención afectan procesos de memoria, no esperaríamos encontrar una diferencia en sus efectos. Por el contrario, si encontramos efectos diferenciales, de acuerdo con los resultados obtenidos en el procedimiento de pico con interrupción, se estaría afectando un supuesto reloj. (Buhusi & Meck, 2006; Buhusi, Sasaky & Meck, 2002). Método Sujetos Se emplearon 8 ratas macho de la cepa Wistar, las cuales fueron mantenidas al 85% de su peso corporal ad libitum y tenían acceso libre al bebedero. Fueron colocadas en compartimientos individuales, en el bioterio de la Facultad de Psicología con una temperatura de 21°C +/- 1 y un ciclo de luz/oscuridad de 12:12 horas. La mayor parte del alimento se proporcionó en las sesiones experimentales y sólo se dio alimento extra (alrededor de 12gr. por día) para mantenerlos al peso corporal mencionado. Todo el experimento se llevó a cabo bajo la Norma Oficial Mexicana (NOM-062) para el cuidado y uso de los animales de laboratorio, y de los estándares de la Coordinación de Ciencias Cognitivas y del Comportamiento de la Facultad de Psicología de la UNAM, para el uso y manejo de animales de laboratorio. Aparatos Se utilizaron de ocho cajas de condicionamiento operante idénticas cuyas dimensiones eran 26 cm X 30.5 cm X 22 cm. Las cajas en la pared frontal tenían dos palancas fijas, posicionadas a una altura de 13.5 cm y una separación de 8.5 cm. Por encima de éstas estaban colocadas luces con intensidades de 100 miliamperios a la izquierda y 20 miliamperios a la derecha, al fondo de la caja experimental otra que fungió como luz general, la cual estaba colocada a una altura de 23 cm con una intensidad de 100 miliamperios. Las cajas estaban equipadas con dos tipos de tonos con frecuencias de 4 KHz y 400 Hz , los cuales tenían duraciones de 2, 4 y 8 segundos, todos los tonos tenían un volumen de 70 decibeles. Cada caja poseía un extractor de aire el cual servía de ruido blanco y la habitación experimental contó con dos bocinas que también emitían ruido blanco, para evitar el traslape de tonos en las cajas experimentales. El control y registro de las respuestas se llevó a cabo con una computadora personal 486-PC conectada a una interfase MED-PC (Med Associates, St. Albans, VT). Procedimiento Pre-entrenamiento: Se sometió a los organismos a sesiones de moldeamiento, de 30 minutos o 30 reforzadores. A cada aproximación a las palancas o presión se les proporcionó un pellet. Posterior a tres sesiones consecutivas con obtención del reforzador al 80% se introducía a los animales a sesiones de entrenamiento. A medida que los sujetos adquirían la conducta de presionar la palanca, eran colocados en un procedimiento de discriminación condicional, compuesta por dos fases de entrenamiento y dos de prueba. Para la fase de Entrenamiento-Adquisición al finalizar la secuencia, el espacio experimental era iluminado por todas las luces y se le daba a elegir entre las dos palancas, la secuencias cortas eran asociadas al operando derecho, mientras que la secuencia larga era asociada al operando contrario, sin embargo se realizó el contrabalanceo correspondiente, si se trataba de una secuencia corta podían elegirse dos duraciones para iniciar la secuencia, 2 o 4 s si se elegía 2 s podía presentarse en el tono a (alto) o b (bajo), posteriormente se elegía la duración que completara la secuencia, es decir, 4 s que de igual forma podía presentarse con el tono a o b, para una secuencia larga podían elegirse dos duraciones para iniciar la Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 26 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… secuencia, 8 o 4 s si se elegía 8 s podía presentarse en el tono a (alto) o b (bajo), posteriormente se elegía la duración que completara la secuencia, es decir, 4 s que de igual forma podía presentarse con el tono a o b. Las presentaciones de las secuencias eran semialeatorias, 50% para las secuencias cortas y 50% para las secuencias largas, y la selección del tipo de secuencia fue al azar. Las sesiones finalizaban al cabo de 90 ensayos, donde las respuestas correctas eran reforzadas con una pella de comida (Bioserv de 45 mg fórmula A/I purina) e iniciaban el intervalo entre ensayos variable (IEE) de 15 s en promedio (5, 10, 15, 20 o 25 s) y las respuestas incorrectas producían de inmediato el IEE, cual se caracterizaba por tener la luz general encendida. Los criterios de cambio de condición fueron de índices de discriminación (porcentaje de respuestas correctas), superiores a 80% por tres días consecutivos o 75% por cinco días consecutivos. Las sesiones experimentales fueron corridas seis días a la semana aproximadamente a la misma hora. Todas las fases de entrenamiento-adquisición están representadas en el panel superior de la Figura 1; las flechas indican el orden de presentación de los componentes de cada ensayo, los círculos representan los tipos de estímulos y los rectángulos representan componentes de cada ensayo (intervalos de retención, presentación de los estímulos muestra, estímulo de comparación, demoras e intervalos entre ensayos). En la segunda fase, Entrenamiento Probabilístico, se mantuvieron las condiciones anteriormente descritas, pero se disminuyó la probabilidad de reforzamiento al 75%. Esta fase tiene como objetivo entrenar al organismo en mantener la conducta de discriminación sin que se obtenga reforzamiento. Prueba En las dos fases de retención se mantuvieron las condiciones de la fase de entrenamiento probabilístico con la particularidad de que en cada sesión de esta fase, en el 40% de los ensayos, las luces laterales se iluminaban inmediatamente después de que se apagaba el tono (intervalos de retención iguales a cero segundos). En el otro 60% de los ensayos, se introdujo un intervalo de retención de 2, 5 o 15 s (20% para cada duración). Los intervalos de retención fueron presentados de dos formas: como una condición de intervalo de retención entre componentes (IREC) o como una condición de intervalo de retención al final de la secuencia (IRFS). Cabe señalar que el orden de presentación de estas condiciones se contrabalanceó entre los sujetos. Durante los intervalos de retención (IR) todas las luces del espacio experimental estuvieron apagadas, para no confundirlo con el intervalo entre ensayos (IEE) donde igualmente todas las luces del espacio experimental fueron apagadas a excepción de la luz general. Estas fases de retención duraron 10 sesiones de 120 ensayos cada una y a su terminación se re-entrenó a los animales en las fases de entrenamiento y entrenamiento probabilístico. La Figura 1 muestra el diagrama de flujo en cada una de estas condiciones; el panel intermedio es la representación esquemática de la condición IRFS y el panel inferior es la representación esquemática de la condición IREC. Las flechas indican el orden de presentación de los componentes de cada ensayo, las bocinas representan tipos de tono (alto/agudo – bajo/grave) y los rectángulos representan los componentes de cada ensayo (intervalos de retención, presentación de los estímulos muestra, estímulo de comparación, e intervalos entre ensayos). En la Tabla 1 se muestran las distintas fases, número de ensayos por condición, valores utilizados para los intervalos de retención así como las probabilidades de reforzamiento en las distintas condiciones del experimento , los números en normales y negritas indican si el tono fue agudo o grave respectivamente. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 27 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. Tabla 1. Ensayos, IR, secuencias de duraciones y probabilidades de reforzamiento para ambas condiciones de prueba Fases Ensayos Eventos Asociados a) 2 – 4 b) 4 – 2 c) 4’ – 2’ d) 2’ – 4’ e) 2 – 4’ f) 2’ – 4 g) 4’ – 2 h) 4 – 2’ i) 8 – 4 j) 4 – 8 Entrenamiento k) 8’ – 4’ l) 4’ – 8’ 100 m) 8 – 4’ n) 4’ – 8 o) 8 – 4 p) 4 – 8 Intervalos de Retención: 0” Intervalos Entre Ensayos: 5”, 10”, 15”, 20”, 25” Lo mismo que en entrenamiento solo que con la probabilidad de reforzamiento al 75% Entrenamiento-Probabilidad 100 Intervalos de Retención: 0” Intervalos Entre Ensayos: 5”, 10”, 15”, 20”, 25” a) 2 – 4 b) 4 – 2 c) 4’ – 2’ d) 2’ – 4’ e) 2 – 4’ f) 2’ – 4 g) 4’ – 2 h) 4 – 2’ Prueba con demoras (Condición Entre Componentes y 120 Condición Antes de la Decisión, Contrabalanceados) i) 8 – 4 j) 4 – 8 k) 8’ – 4’ l) 4’ – 8’ m) 8 – 4’ n) 4’ – 8 o) 8 – 4 p) 4 – 8 Intervalos de Retención: 0”, 2”, 5”, 15” Intervalos Entre Ensayos: 5”, 10”, 15”, 20”, 25” Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 28 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… Figura 1. Muestra el diagrama de flujo en cada una de las condiciones experimentales Resultados Adquisición La variable dependiente fue la proporción de ensayos con respuestas correctas (i.e., el índice de discriminación), ésta se computó para los diferentes intervalos de retención, tipos de ensayos, las condiciones de entrenamiento-adquisición y pruebas de retención. Los datos individuales se graficaron en la Figura 2 en función de los días de entrenamiento. Los círculos en azul claro representan los ensayos de secuencias cortas, los círculos en azul oscuro representan secuencias largas. Para todas las secuencias en las dos fases de entrenamiento, se muestra un valor promedio del criterio de discriminación establecido. A excepción de los sujetos 7 y 18 a todos los sujetos alcanzaron el criterio de discriminación en menos de treinta sesiones. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 29 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. 1.00 0.75 0.50 Proporción de Respuestas Correctas 0.25 Sujeto 7 Sujeto 15 Sujeto 8 Sujeto 23 Sujeto 11 Sujeto 25 0.00 1.00 0.75 0.50 0.25 0.00 1.00 0.75 0.50 0.25 0.00 1.00 0.75 0.50 Secuencias Cortas Secuencias Largas 0.25 Sujeto 13 Sujeto 18 0.00 0 10 20 30 40 0 10 20 30 40 Sesiones Figura 2. Promedios individuales de los índices de discriminación en las fases del entrenamiento-adquisición Los valores promedio del índice de discriminación se presentan en la Figura 3 en función de los intervalos de retención. En la figura se muestran los datos con un criterio de agrupamiento de inicio y final de las secuencias. El panel superior muestra los índices de discriminación como una función de los intervalos de retención en la condición IRFS cuando los intervalos de retención se presentaban al final de la secuencia de duraciones. El panel inferior presenta la misma relación pero en la condición IREC cuando los intervalos de retención se presentaban entre los componentes de la secuencia. Los símbolos rojos representan las secuencias cortas, los símbolos cerrados corresponden a las secuencias cortas que finalizaban con duraciones de 4" y los símbolos abiertos a las secuencias cortas que iniciaban con duraciones de 4". Los símbolos azules representan las secuencias largas, los símbolos cerrados Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 30 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… corresponden a las secuencias largas que finalizaban con duraciones de 4" y los símbolos abiertos a las secuencias largas que iniciaban con duraciones de 4". Los símbolos aislados en los paneles de la Figura 3 representan el valor promedio durante los últimos cinco días de la fase de entrenamiento. En el panel inferior para la condición IREC se puede observar que el valor promedio del índice de discriminación para secuencias cortas disminuyó ligeramente para la secuencia de tipo 4”-2” (símbolos rojos abiertos) en relación con las secuencias de tipo 2”-4” (símbolos rojos cerrados), sin embargo ambos tipos de secuencias cortas se mantuvieron constantes a lo largo de la duración de los intervalos de retención sin llegar a niveles de indiferencia o por debajo del 0.5. Una inspección visual general para los índices de discriminación para las secuencias largas revela que en este tipo de secuencias dichos índices disminuyeron más que en las secuencias cortas, sin embargo para las secuencias del tipo 4”-8” (símbolos azules abiertos) la disminución en el valor promedio del índice de discriminación fue ligeramente más pronunciado que las secuencias tipo 8”-4” (símbolos azules cerrados) incluso con valores promedio cercanos a un intervalo de retención con valor de 0, pero en promedio siempre se mantuvieron por arriba de 0.5. 1.00 0.75 0.50 2" 4" 4" 8" INDICE DE DISCRIMINACIÓN 0.25 - 4" 2" 8" 4" IR al Final de las Secuencias 0.00 1.00 0.75 0.50 2" 4" 4" 8" 0.25 - 4" 2" 8" 4" IR Entre las Secuencias 15" IR 5" IR 2" IR 0" IR En tre nam ien t o 0.00 INTERVALOS DE RETENCIÓN Figura 3. Promedios en las fases de prueba de los índices de discriminación utilizando el criterio de análisis de inicio y final de la secuencia Cuando el intervalo de retención aparecía al final de las secuencias o antes de la decisión (IRFS) panel superior y cuando se presentaba entre los componentes de las secuencias (IREC), panel inferior. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 31 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. En el panel superior, se muestran los índices de discriminación como una función de los intervalos de retención en la condición IRFS, donde las secuencias del tipo 4”-2” (símbolos rojos abiertos), se presenta una disminución en los índices de discriminación, sin llegar a estar por debajo del azar. Las secuencias del tipo 2"-4" (símbolos rojos abiertos), se mantienen con índices de discriminación muy parecidos a los de las fases de entrenamiento e incluso por arriba del criterio. En el mismo panel para las secuencias largas se puede observar que las secuencias del tipo 4”-8” (símbolos azules abiertos), disminuyen en su ejecución, al igual que en la condición IREC, aún con valores promedio cercanos a un intervalo de retención con valor de 0, sin embargo sin importar el valor del intervalo de retención los índices en su gran mayoría caen muy cercanos o por debajo del azar (0.5), no ocurre lo mismo con las secuencias largas del tipo 8"-4" (símbolos azules cerrados)donde los índices de discriminación se mantienen con índices de discriminación constantes y por arriba del criterio de ejecución a lo largo de los intervalos de retención. En el panel superior en la condición IRFS se aprecia una ligera asimetría en los índices de discriminación quedándose arriba las ejecuciones en las secuencias cortas y disminuyendo ligeramente en las secuencias largas del tipo 4”-8”, dicho efecto ha sido ampliamente reportado en la literatura y es conocido como “efecto de elección al corto”. Un análisis de varianza múltiple de medidas repetidas (MANOVA,) con 4 factores (Condición IREC-IRFS, IR, secuencias y tipo de ensayo) mostró diferencias significativas para los factores de condición [F(1,14)=9.43, p < .05], tipo de secuencia [F(1, 14)=20.21, p < .05] , duración de los intervalos de retención [F(3, 42)=40.68, p < .05], tipos de ensayos [F(7, 98)=5.69, p < .05] y para las interacciones tipo de secuencia y condición [F(1, 14)=6.95, p < .05] tipo de ensayos y condición[F(7,98)=4.82, p < .05], intervalos de retención y secuencias [F(3, 42)=4.47, p < .05] , intervalos de retención y tipo de ensayo F(21,294)=30.67, p < .05], intervalos de retención, tipo de ensayo y condición [F(21,294)=16.85, p < .05], intervalos de retención, secuencias y tipo de ensayo [F(21,294)=1.65, p < .05]. Todas las demás interacciones no fueron significativas. Los análisis con distintas planeaciones comparadas para determinar si el tipo de tono (grave o agudo) utilizado en la secuencias (cortas o largas) a través de las condiciones (IREC vs IRFS) era determinante para la discriminación, no mostraron diferencias estadísticamente significativas. Un análisis con planeaciones comparadas más especifico agrupando los tipos ensayo de acuerdo con qué duración inician o finalizan la secuencia (2" ó 4" secuencias cortas y 4" ó 8" secuencias largas) mostró diferencias significativas F(1, 7)=285.90, p < .05]. Con base en este resultado los datos fueron reanalizados, se estableció un criterio de agrupamiento representado en la figura 3 de inicio y final de las secuencias y se clasificaron cuatro factores (Condición IREC-IRFS, IR, Secuencias e Inicio-Fin de la Secuencia). El nuevo análisis de varianza múltiple de medidas repetidas mostró diferencias significativas para los factores de tipo de secuencia [F(1, 15)=8.40, p < .05], duración de los intervalos de retención [F(3, 45)=3.40, p < .05], Inicio-Fin de la Secuencia [F(1, 15)=18.15, p < .05] y para las interacciones condición y duración de los intervalos de retención [F(3, 5)=5.55, p < .05], condición e Inicio y Fin de la Secuencia [F(1, 15)=16.87, p < .05], Secuencias e Inicio y Fin de la Secuencia [F(1, 15)=7.85, p < .05] , duración de los intervalos de retención, Secuencias e Inicio y Fin de la Secuencia tipo de ensayo [F(3, 45)=3.07, p < .05]. Discusión Un objetivo del presente estudio fue evaluar si las ratas podían responder diferencialmente ante secuencias conformadas por dos estímulos (tonos graves y tonos agudos, y sus distintas combinaciones) de diferente duración. Los resultados confirman los hallazgos positivos obtenidos con palomas (Dreyfus, Fetterman, Stubbs & Montello, 1992; Fetterman, 1995; Zamora & Bouzas, 2007). Los datos presentados Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 32 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… en la Figura 2, en las condiciones de Entrenamiento y Entrenamiento Probabilístico muestran que la ejecución de las ratas alcanzó los índices de discriminación en las secuencias de duraciones cortas y largas, por arriba del 75%. Un segundo objetivo fue establecer si la inclusión e aumento de un intervalo de retención, al final o entre los elementos de la secuencia afectaba diferencialmente los índices de discriminación, hallazgo reportado con frecuencia cuando se utilizan duraciones de estímulos simples. Este objetivo fue evaluado en las condiciones de prueba, IREC (intervalo de retención entre los componentes de la secuencias) y IRFS (intervalo de retención al final de la secuencia). Las cuatro secuencias se dividieron en dos grupos. En el primero, las secuencias comparten el último componente con igual duración (2”-4” y 8”-4”, símbolos cerrados). En el segundo, las secuencias comparten el primer componente con igual duración (4”-2” y 4”-8”, símbolos abiertos). La discriminación del primer tipo de secuencia sólo es posible si las ratas retienen la duración del primer componente. Bajo estas condiciones, se espera que el intervalo de retención al final de la secuencia no tenga un efecto sobre el índice de discriminación. Este resultado sugiere que la discriminación temporal se basó en la duración del primer componente. Es posible argumentar que las ratas integraron los componentes finales comunes de 4” al intervalo de retención. En este caso, los intervalos de retención efectivos irían de 4” a 20”. Un argumento en contra de esta sugerencia, es que no se encontró ninguna evidencia en la disminución de los altos índices de discriminación conforme los intervalos de retención incrementaron. Por otra parte, se esperaría que los índices de discriminación disminuyeran cuando el intervalo de retención se presenta en medio de la secuencia. Precisamente este efecto se encontró, en particular cuando la secuencia iniciaba con 8” de duración. Sin embargo, al igual que en el caso del intervalo de retención al final, no se encontró evidencia de que la duración del intervalo afectara la discriminación. El segundo grupo de secuencias compartía una duración común en el primer componente. En estas secuencias, la retención del segundo componente fue suficiente para permitir la discriminación de la duración de las secuencias. Bajo estas condiciones, la duración del intervalo de retención a la mitad de la secuencia no debe tener un efecto; mientras que cuando el intervalo ocurre al final debe tenerlo (Buhusi & Meck, 2000; Cabeza de Vaca, Brown & Hemmes, 1994; Roberts, 1981). Cuando la duración del componente final fue de dos segundos, los resultados obtenidos fueron consistentes con los supuestos previos. Cuando el IR aparecía a la mitad de la secuencia se presentó una disminución en el índice de discriminación con valores alrededor del 75%, independientemente de su duración. Por el contrario, cuando el IR se presentaba al final, se encontró la ejecución característica de los experimentos sobre retención de estímulos temporales simples ( Grant, Spetch, & Kelly, 1997; Simmons & Santi, 2012; Spetch &Wilkie, 1982; Van Rooyen y Santi, 2008; Zentall, Klein, & Singer, 2004). Cuando la duración del segundo componente fue de 8”, los índices de discriminación estuvieron alrededor del 50% independientemente del lugar del IR. La literatura sobre discriminación temporal de estímulos simples reporta como un hallazgo consistente que después de la presentación del estímulo muestra de duración corta (en este ejemplo, 2 s), las curvas de retención (índices de discriminación) disminuyen sólo ligeramente a lo largo del intervalo de retención (IR). Sin embargo, después de la muestra larga (8 s), las curvas de retención caen por debajo del 50 por ciento del nivel de azar (0.5) y el olvido ocurre mucho más rápidamente. Este resultado es conocido como “efecto de elección al corto” (Dorrance, Kaiser & Zentall; 2000; Grant & Spetch, 1994; Spetch & Wilkie, 1982). En el presente experimento, el estímulo de duración larga 8”, apareció tanto como primero, como segundo componente de las secuencias largas; en ambos casos era la señal de que la secuencia era en efecto larga. Se encontró un efecto al corto, cuando el estímulo largo de 8” aparecía al Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 33 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Zamora Arevalo, O., Vanegas-Chavarría, M., Bouzas-Riaño, A. final de la secuencia, independientemente de la posición del IR. Sin embargo, cuando el estímulo de 8” era el primer componente de la secuencia, el efecto del IR sobre el índice de discriminación se observó sólo cuando aparecía entre la secuencia y no al final de ella. Estos resultados son también consistentes con la conclusión de que las duraciones del primer estímulo de la secuencia ganaron mayor control sobre el comportamiento de las ratas. Es importante señalar que el intervalo de retención en ambas condiciones de prueba IR EC y IRFS genera una reducción en los índices de discriminación, incluso en los valores del intervalo de retención 0 s. Parece ser que el simple hecho de presentar ensayos entremezclados, como se hizo en las condiciones de prueba, deteriora la discriminación temporal. Estos resultados están relacionados con la hipótesis de confusión la cual señala que el simple hecho de cambiar de la condición de entrenamiento (en nuestro caso sin ningún tipo de intervalo de retención) a las condiciones de prueba, donde introdujimos una condición novedosa y distinta a entrenamiento (es decir la utilización de los intervalos de retención) que provocara una disminución en la ejecución del organismo (Singer, Klein, & Zentall, 2006; Zentall, 2006). En resumen, los presentes resultados sugieren que en la discriminación de secuencias temporales, los estímulos informativos (únicos a una secuencia) controlan la discriminación. Este resultado es consistente con lo reportado en estudios donde estímulos compuestos se presentan en forma simultánea (Wagner, Logan, Haberlandt & Price, 1968). Más sugerente es el resultado que el IR al término de las secuencias con igual duración del componente final no afectó la discriminación de las duraciones iniciales (2”-4” y 8”-4”). Sin embargo, con las mismas secuencias, el IR en medio sí tuvo un efecto negativo sobre la discriminación. En ambas condiciones, el tiempo del final de los estímulos iníciales a la decisión fue la misma (4” + RI final). Por ello no lo podemos atribuir a un efecto de decaimiento de la huella de la memoria. Una alternativa es considerar los modelos de estimación temporal que asumen la presencia de un reloj interno (Church, 1984; Church, 2003; Gibbon, Church & Meck, 1984). Empleando estos modelos, una posible interpretación de los resultados es que el intervalo de retención en la condición IRFS afecta a la memoria de trabajo de una decisión -corto o largo - ya adoptada. Mientras que, cuando el intervalo de retención se introduce entre los componentes de la secuencia IREC su efecto parece actuar en el mecanismo de estimación, y el IR tiene el efecto de reiniciar parcialmente el reloj cuando aparece la segunda parte de la secuencia. De igual forma el hallazgo es bastante consistente con mucha evidencia reportada en relación con la duración de la interrupción, pues se ha reportado que cuando la interrupción es breve el reloj se detiene, pero cuando es larga el reloj se reinicia (Buhusi, Paskalis & Cerutti, 2006; Cabeza de Vaca, Brown & Hemmes, 1994; Swearingen & Buhusi, 2010). Una forma alternativa de entender los resultados, más cercana a las teorías de memoria de trabajo, es suponer que al final del primer componente, las ratas ya “categorizaron” la secuencia como larga o corta y el segundo componente es una oportunidad de repasarla. Por el contrario, cuando el IR ocurre en medio de la secuencia, se borra la “categorización" como corto o largo del primer componente, y la clave para discriminar son dos estímulos de igual duración. Cuando la clave para discriminar las secuencias son los estímulos del componente final, los resultados son consistentes con los obtenidos con estímulos simples. El estímulo largo no ganó control sobre la discriminación, independientemente de la duración y posición del IR, mientras que el control ejercido por los estímulos cortos fue sensible a la duración del IR al final de la secuencia pero no entre la secuencia. Estos datos, en conjunto con la reducción en el índice de discriminación aun cuando el IR era de 0 s, sugieren que la tarea resultó “confusa” en sus instrucciones. A las ratas les resultó difícil determinar si el segundo estímulo de la secuencia después de un IR entre secuencia, era un segundo o un primer estímulo de una secuencia. Entre las modificaciones y futuras direcciones de la presente investigación se pueden ubicar la programación mínima de ensayos con más duraciones o elementos, ya que permitirían la comparación con Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 22-38 ISSN: 2340-0242 34 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Efectos diferenciales de los intervalos de retención en una tarea de discriminación… las secuencias aún más complejas, y permitirían interpretar de mejor manera el supuesto de que los sujetos sólo están discriminando entre un elemento o duración de la secuencia, más que la duración total de la secuencia. Igualmente, programar un número mayor de ensayos con intervalo de retención (IR) que aumentaría la oportunidad de que los sujetos aprendieran este tipo de ensayos y las críticas en cuanto a que el organismo no posee suficiente experiencia en los ensayos con IR, podrían eliminarse. En cuanto a las fases con intervalos de retención además del registro y análisis desarrollados en esta investigación, se podrían evaluar las respuestas generadas durante los intervalos de retención, ya que estas indicarían si los animales siguen estimando durante el IR. Esto permitiría analizar si estas respuestas anticipatorias se correlacionan con la duración total de las secuencias, permitiendo un análisis similar al efectuado en el procedimiento pico, lo que indicaría si existe una codificación prospectiva relacionada al proceso de memoria y al de la decisión (Staddon & Higa, 1999). Los análisis sugeridos integrarían mayores y mejores conclusiones acerca de esta investigación, así como la relación entre del proceso de estimación temporal y memoria de trabajo permitirían una evaluación de las explicaciones que se ofrecen y cuáles de éstas responden mejor a los hallazgos. Referencias Aum, S., Brown, B. L., & Hemmes, N. S. (2007). 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Hayes University of Nevada, Reno Abstract The main purpose of this paper is to show that all types of psychological interactions may be understood as matters of substitution of functions or function transfer. On the basis of this analysis, we argue that the distinction between Pavlovian and operant conditioning, as different types of learning processes, may be unnecessary. To do so we critically analyze the rationale for characterizing operant and classical conditioning as two types of learning processes, examine the similarities and differences between types of psychological events and identify which properties of substitution are particular to each type. We present the notion of function transfer as the main underlying process that accounts for all psychological interactions. Key words: pavlovian conditioning, reinforcement, S-S relations, stimulus equivalence, function transfer, human causal learning, complex human behavior Resumen El propósito fundamental de este artículo es mostrar que todos los tipos de interacciones psicológicas pueden ser entendidas en términos de sustitución o transferencia de funciones. A partir de este análisis planteamos que la distinción entre condicionamiento Pavloviano y operante como tipos diferentes de procesos de aprendizaje puede ser innecesaria. Para justificar este argumento analizamos críticamente las razones para caracterizar el condicionamiento clásico y operante como dos tipos diferentes de procesos de aprendizaje, examinamos las similitudes y diferencias entre tipos de eventos psicológicos, e identificamos las propiedades de sustitución que son características de cada tipo de condicionamiento. A través de esta formulación presentamos la noción de transferencia de funciones como el elemento subyacente que da cuenta de todas las interacciones psicológicas. Palabras Clave: condicionamiento pavloviano, refuerzo, relaciones S-S, equivalencia de estímulos, transferencia de funciones, aprendizaje causal, conducta humana compleja. A review of the last decades of research in Pavlovian conditioning of complex human behavior shows that, the traditional conceptual framework of Pavlovian associations (in terms of the conditioning of reflexive responses) needs to be revisited. Our claim is that the developments in the field of Pavlovian learning invalidate some of the fundamental reasons for distinguishing between conditioning types. To demonstrate this, we will describe some of the findings from the most dominant research programs of La referencia de este artículo en la Web es: http://conductual.com/content/integration-learning-paradigms-way-non-causalanalysis-behavioral-events 2 Correspondence concerning this article should be addressed to Diana Delgado, Department of Psychology, Fundación Universitaria Konrad Lorenz, Bogotá, Colombia. E-mail:diana.delgado@konradlorenz.edu.co 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 39 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Delgado, D. and Hayes, L. Pavlovian learning focusing on complex human behavior. In particular we will review empirical findings that challenge definitional aspects of respondent relations; namely, the biological nature of the US, and the unidirectionality of CS-US associations. In support of our claims we will discuss data from respondent stimulus equivalence research and its interpretations in terms of Pavlovian processes. In addition, we contend that these findings may be taken as evidence that S-S relations are bidirectional as has been demonstrated by backward conditioning studies, often obscured by traditional theoretical models of Pavlovian conditioning. Finally we conclude by discussing the implications of re-conceptualizing S-S associations, on a science and philosophy of behavior. In contrast to views favoring operant-respondent interactions, we propose that behavior with respect to classes (and possibly all behavior-environment relations) may be understood in terms of transfer of functions, a basic process that accounts for both operant and respondent learning. We highlight the benefits of acknowledging and integrating operant and respondent research data for purposes of theory construction. Re-conceptualizing S-S Relations: Implications for the Classical Conditioning Paradigm and the Philosophy of Behavior Science The research literature in behavior science, both empirical and conceptual is divided in two main fields, which designate, according to most psychology textbooks, two clearly distinct types of learning processes, namely Pavlovian and operant learning. Since Skinner published his response to Konorski and Miller (1937a, 1937b) on the distinctions between conditioning types, behavior has been also dichotomized as either operant or Pavlovian/respondent. While the latter has been described as reflexive, controlled by antecedent stimuli and involuntary, the former is described as probabilistic, apparently voluntary, requiring of no antecedent stimuli, and it is said to encompass most of human behavior. From the recognition of separate subject matters (i.e., types of behavior), different fields have developed rather independently of each other. In the 60’s the cognitive neurosciences and other mediational approaches developed largely from classical conditioning research serving to widen the gap between operant and respondent literatures. As a result, irreconcilable differences at the level of their basic philosophical assumptions have been maintained. Today, each scientific community exists in isolation of the other. Each of them holds their own academic local and national conferences and their researchers publish in separate specialized journals. The two communities rarely interact and their scientific products remain largely unknown to one another. This circumstance is astonishing because, as we see it, there are many more points of coincidence than reasons for divergence. First, both are concerned with the same subject matter, namely the behavior of organisms, many of the terms used to describe lawful environment-behavior relations are the same, and the relations to which these terms refer are also the same. To illustrate, both conditioning paradigms have systematically shown behavioral phenomena under the control of stimulation sources that have been defined as simple discrimination, generalization, higher order discrimination effects, habituation, acquisition, aversive control, extinction, spontaneous recovery, contextual control and function transfer. Secondly, terms such as transitivity or emergent relations in operant conditioning, and second order conditioning in Pavlovian conditioning, have been used to study the same set of behavioral observations. Thirdly, phenomena that have been studied in operant conditioning are being accounted for in terms of the S-S relations involved in the operant contingency. For example, studies in equivalence and transformation of functions using respondent preparations suggest that it is the S-S associations and not the operant contingency, which accounts for successful derived relational responding (Delgado & Medina, 2011; Delgado, Medina & Soto, 2011; Leader & Barnes-Holmes, 2000; Leader & Barnes-Holmes, 2001; Leader, Barnes & Smeets, 1996; Smeets, Barnes-Holmes & Roche, 1997; Smeets, Leader & Barnes, 1997; Tonneau, Arreola & Martínez, 2006; Tonneau & González, 2004). Similarly, research in behavioral Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 40 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The integration of learning paradigms by way of a non-causal analysis… momentum has shown that resistance to change depends on Pavlovian S-S contingencies (Nevin, 2009; Nevin & Grace, 2000). Evidence of this is that greater resistance to change has been systematically observed in the presence of a stimulus that has been paired with the delivery of non-contingent reinforcers (Nevin, 2009; Nevin, Tota, Torquato & Shull, 1990). On the other hand, Pavlovian research has evolved so much empirically, theoretically, and conceptually, that its descriptions in terms of the conditioned reflex fall short of its current scope (Rescorla, 1988). Because the differences between conditioning paradigms were formulated on the basis of the traditional definitions of classical conditioning, their validity needs reevaluation in terms of more current views. In addition to the study of the conditioned reflex, researchers in classical conditioning have been focusing for a long time on the application of principles and procedures to the study of complex human behavior. Lines of research include transfer of value in the study of preferences (Beckers, de Vicq & Baeyens, 2009; Laane, Aru & Dickinson, 2010), the acquisition of social prejudices and attitudes (Olson & Fazio, 2002; Walther, 2002), causal reasoning in children and adults (Beckers, Van den Broeck, Renne, Vandorpe, De Houwer, & Eelen 2005; Delgado, 2013; Karazinov & Boakes, 2007; Livesey & Boakes, 2004; Vandorpe & De Houwer, 2006), the acquisition of reading repertoires (Didden, Prinsen & Sigafoos, 2000; Singh & Solman, 1990) and stimulus class acquisition (Delgado & Medina, in press; Rehfeldt, Dixon, Hayes & Steele, 1998). In examining the current literature, we find two fundamental aspects of the classical conditioning paradigm that require reconceptualization: a) the biological significance of the US; and b) the unidirectionality of the CS-US association. In the following sections we examine some of the research findings relevant to each of these aspects and their conceptual implications. The biological significance of the US Pavlovian conditioning research on complex human behavior involves examining the associations between one or more CSs and an outcome that is not a biological response but a verbally described stimulus event. In other words, associations are examined between two or more stimulus events that usually consist of conventional and arbitrary stimuli (as in the case of cue competition in human causal learning and evaluative conditioning), or arbitrary stimuli only (as in the case of respondent equivalence studies). In the latter case the stimuli typically used are geometrical shapes, unfamiliar characters and symbols, or nonsense syllables; in the former, outcomes usually consist of stimulus events that are rated in a like/dislike scale, adjectives, or a description of an outcome. In causal reasoning research, outcomes usually consist of statements describing the presence/absence of an event such as a symptom, a disease, fluctuations in the stock market, the onset of a machine, or the spread of bacteria. These are presented in association with other stimuli (CSs) such as substances, medications, foods, unfamiliar brands, or objects or buttons on the computer screen (e.g., Beckers, De Houwer, Pineño & Miller, 2005; De Houwer & Beckers, 2003; De Houwer, Beckers & Glautier, 2002; Livesey & Boakes, 2004; Vandorpe & De Houwer, 2006). However, several studies have suggested that the outcomes of applying classical conditioning procedures to study human behavior do not replicate those of studies with animal subjects. Evaluative conditioning research, for example, studies the transfer of value between a set of stimuli presented as outcomes (e.g., attitudes, adjectives, likes, dislikes) and another set of stimuli that have been rated as neutral in a pre-experimental phase. After exposure to stimulus pairs, transfer of functions between stimuli that have not been directly paired, as in the case of second order conditioning and sensory Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 41 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Delgado, D. and Hayes, L. preconditioning, is examined. The authors of these studies suggest that unlike traditional Pavlovian conditioning with animals and humans, where the CS serves a signalizing function with respect to the US, these preparations reflect a type of learning where only transfer of value (and not prediction) is involved (Rozin, Wrzesniewski, & Byrnes, 1998; Walther, Nagengast & Trassselli, 2005). Some empirical evidence has supported the conclusion that evaluative conditioning constitutes a learning process different from Pavlovian learning. Successful conditioning in spite of the use of masking tasks or verbal interference tasks during training have shown that in contrast to some accounts of human causal learning, evaluative conditioning occurs in the absence of contingency awareness (Walther, 2002; Walther & Nagengast, 2006). In addition several studies have shown that greater resistance to extinction (Baeyens, Díaz & Ruíz, 2005) and possibly low sensitivity to the blocking effect may also characterize evaluative conditioning (Beckers, de Vicq & Baeyens, 2009; Delgado, 2013; Laane, Aru & Dickinson, 2010). To date however, the idea that evaluative conditioning should be regarded as a type of conditioning different from Pavlovian conditioning continues to be an important subject of debate among associative learning theorists (Field, 2000). Within the area of human causal learning however, there has been a great deal of debate also as to whether or not the same principles observed in animal research apply to causal learning in humans (De Houwer, Beckers & Vandorpe, 2005; Shanks, 2010). For example, findings of studies on cue competition have shown that while experimental preparations that facilitate responding to the elements of a compound stimulus (elemental approach) predict the occurrence of the blocking effect, the procedures which facilitate configural responses to the compound produce conditioning of the target stimulus (Glautier, 2002; 2008). In a circumstance with two potential causes like the blocking procedure (A+, AX+, X?), elemental manipulations seem to resolve the ambiguity as to the causal role of the target stimulus X. This is particularly the case when these manipulations specify the individual contributions of A and X to the outcome, as in studies of ceiling effects and outcome maximality (Beckers, De Houwer, Pineño & Miller, 2005; Livesey & Boakes, 2004; Lovibond, Been, Mitchell, Bouton & Frohardt, 2003). Other factors such as instructions, exposure to descriptions of the contingencies (as opposed to direct exposure), and stimulus configuration have also suggested that associative learning in humans may be characterized by behavioral patterns that differ from those established in animal learning. As in operant conditioning, this may be due to the participation of verbal behavior in behavior- environment relations. However, the idea that complex human behavior cannot be accounted for by the associative learning approach is still controversial. Conceptual and empirical data supporting the opposite view have also been reported. For example, Beckers, Miller, De Houwer & Urushihara (2006), conducted a cue competition experiment in rats specifying submaximal values for the US as in some of the human causal learning studies. Because their results were consistent with findings from human causal learning research, the authors argue in favor of the generality of Pavlovian models to account for human learning under circumstances of cue competition. Denniston, Miller & Matute (1996) compared backward blocking measures in two groups of rats. One group was exposed to a biologically significant US, and the other was exposed to a low biological significance stimulus (moderate to low intensity auditory cue) in a conditioned suppression procedure. In order for the auditory cue to serve as a US for the second group, it was paired with a highly biologically significant stimulus using sensory preconditioning and second order conditioning procedures. Only the results from the low biological significance US group were consistent with those observed in causal judgment studies in humans. The authors suggest that the differences observed between animal Pavlovian studies and human Pavlovian studies are not due to biological or learning differences in species, but rather to the biological significance of the stimuli typically used in conditioning procedures in each species. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 42 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The integration of learning paradigms by way of a non-causal analysis… The authors suggest that biologically significant stimuli may be insensitive to cue competition effects. They argue that due to the biological relevance of those stimuli, both of the elements of a compound CS in a blocking procedure are likely to acquire associative value (Denniston, Miller & Matute, 1996; Oberling, Bristol, Matute & Miller, 2000). However, as we have noted, the blocking effect has been more consistently demonstrated in animals than in humans. Because non-biologically relevant stimulus events undergo function transfer more readily than biological ones, which is to say, they do not compete for transfer of stimulus functions from the US, it may also be argued that in the human case the occurrence of the blocking effect depends on a much higher number of conditions (Delgado, 2013). It is possible that it is the biological significance of the stimulus participating in complex associations and not necessarily the verbal nature of those stimuli that produces behavioral outcomes which differ from those observed in traditional animal studies. However, more research is also needed to more specifically establish the role of verbal stimuli in learning processes. The operant and respondent literatures have repeatedly shown that conditioning effects are unaltered by the inclusion of verbal interference tasks during training (Delgado, Medina & Soto, 2011; Olson & Fazio, 2002; Tonneau & González, 2004; Walther, 2002). An interpretation of these findings, common to both literatures, is that verbal behavior is not required for learning to occur. However, it has also been well established that when verbal behavior is involved behavioral outcomes of operant and respondent manipulations seem to differ from those observed in nonverbal individuals (Bentall, Lowe & Beasty, 1985; Delgado, Medina & Rozo, in press; Karazinov & Boakes, 2007; Vandorpe & De Houwer, 2006). Clearly, determining the role of verbal behavior in the acquisition of non-verbal behavior constitutes a pervasive challenge for comparative research in general, whether operant or respondent, and for the experimental analysis of human behavior in particular (Schlinger, 1993). In reviewing some of the most current work in human classical conditioning research we hoped to highlight its contributions to the understanding of complex human behavior. Understanding Pavlovian relations as dependent upon associations between any two stimuli, regardless of their biological significance, broadens the scope of events that can be studied using a Pavlovian conditioning paradigm. While the traditional definitions restrict Pavlovian conditioning to reflexive responses, the current view permits complex human phenomena to be approached in terms of classical conditioning processes. Just like mainstream operant conditioning views of language and cognition, Pavlovian researchers are focusing on the study of verbal relations, the conditions under which they are acquired, and their effect on non-verbal behavior. In both cases, these studies involve understanding the conditions that facilitate or impede function transfer among classes of stimulus events. We now turn to examine some evidence suggesting that S-S relations may be bidirectional or symmetrical. Overall, the findings in respondent equivalence seem to indicate that the phenomenon of stimulus equivalence can be explained sufficiently in terms of the S-S associations between stimulus pairs. If this is so, it follows that S-S relations must be bi-directional. In the following section we expand further on this topic. The bi-directionality of CS-US associations A bidirectional or symmetrical relation is observed when after learning to respond to B in the presence of A, an organism also responds to A in the presence of B. To illustrate with a familiar example, given that the dog salivates in the presence of the bell (CS), we could say that bell (CS) and food (US) Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 43 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Delgado, D. and Hayes, L. functions are symmetrical if the dog also responds to the bell - as in hearing the bell in its absence - in the presence of the food. In current research of Pavlovian processes with human subjects the US and CS are often verbal or arbitrary stimuli (e.g., Olson & Fazio, 2002). However, one of them is usually experimentally defined as the conditioned stimulus and the other as the unconditioned stimulus, whereby only conditioning of the response to the designated unconditioned stimulus is examined. The resulting assumption of causality where the CS is predictive of the US and the US is the cause of the response has been extended to all sorts of relations among psychological events. Research has shown robust evidence of the critical role of stimulus-stimulus relations -characterized as non-causal, symmetrical, and acquired without the use of a biologically relevant unconditioned stimulus--in the acquisition of stimulus classes. Specifically, the study of equivalence using respondent procedures has fostered the development of both research and theory that has: a) extended the methods and processes available to study complex human behavior, and b) provided the respondent paradigm with a much wider scope in accounting for psychological events (Delgado & Medina, 2011; Delgado, Medina & Soto, 2011). The term “respondent-type,” was coined by Leader, Barnes and Smeets (1996) to refer to the use of Pavlovian preparations in studies with humans. They introduced this term to make a distinction between the stimulus-stimulus relations studied in humans and traditional CS-US respondent associations. In our view, however, this distinction seems unnecessary. The current end point of an evolving paradigm should not be construed as a new paradigm. The basic processes are essentially the same; what has changed is the range of phenomena that can be accounted for by such processes. Several studies comparing the efficacy of the respondent and operant MTS (matching to sample) procedures have shown equal or higher performances in symmetry, transitivity and equivalence tests when the respondent procedure was used (Leader & Barnes-Holmes, 2001; Tonneau & González, 2004). Because equivalence was at times observed only after repeated exposures to training and testing sessions (see Augustson & Dougher, 1997), some have argued that the test trials may have produced a concealed training effect or that reinforcement may have occurred in an unapparent manner (Clayton & Hayes, 2004). For example, factors such as self-generated rules may involve a reinforcing effect. However, reports of respondent equivalence after disrupting self-rule generation (Tonneau & González, 2004) show that reinforcement control by way of rules is unlikely. In addition, other studies report high performances in tests for derived relations without exposing participants to a high number of training and testing trials. For example, Delgado, Medina & Rozo (in press) showed respondent equivalence using an MTS preparation including blocks of 18 trials per trained relation and 9 trials only for each equivalence test. In another study examining the blocking effect in the formation of equivalence classes, Delgado & Medina (in press) showed evidence of derived relations in a respondent MTS preparation with compound samples, including blocks of only 10 trials for each relation trained and tested. Rehfeldt, Dixon, Hayes & Steele (1998) provide additional evidence supporting the involvement of respondent conditioning in the acquisition of equivalence classes. These authors examined the extent to which equivalence class formation is sensitive to the blocking effect. In their study, training consisted of A-B trials followed by AX-B trials; and B-C trials followed by BX-C trials. The target stimulus was the X element added to the sample (A or B) to form the compound (AX or BX). Tests for blocking consisted of testing acquisition of stimulus class A-B-C versus X-B-C, for example. As the authors discuss, possibly because the position (left or right) of the elements in the compound was varied on every trial, a blocking effect was observed in only half of the participants. An interesting finding was that the subjects who showed blocking performed poorly in tests for A-X and X-A relations. The implication is that if Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 44 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The integration of learning paradigms by way of a non-causal analysis… respondent learning is responsible for transfer of function in equivalence, Pavlovian processes such as forward blocking, backward blocking and overshadowing should also be observed. In order to test this hypothesis Delgado & Medina (in press) replicated the study conducted by Rehfeldt, Dixon, Hayes & Steele (1998) with a few modifications. First, they used a respondent rather than an operant MTS procedure to train acquisition of classes. Second, they did not vary the position of the elements of the compound sample across trials. Third, they compared the data of participants in three groups: one group was exposed to a forward blocking procedure, a second group was exposed to a backward blocking procedure, and a control group was exposed to the compound sample without additional exposure to A-US training trials. Results were similar to those of Rehfeldt, Dixon, Hayes & Steele (1998); that is, the blocking effect was found in about half of the participants in the backward blocking and control groups. Although the blocking effect was not observed in most of the participants of the forward blocking group, statistical significant differences between groups were not obtained. The failure to find blocking effects in the formation of equivalence classes does not indicate that equivalence relations are not acquired via S-S associations though. Current studies on the blocking effect in humans show that inconsistent findings as to the occurrence of the blocking effect are not infrequent, especially when types of perceptual responding to compound stimuli are not controlled, as it has been widely discussed (García-Retamero Ramos & Catena, 2008; Glautier, 2002; 2008; Melchers, Shanks & Lachnit, 2008). Overall, it may be affirmed that the findings in respondent equivalence (Delgado & Medina, 2011; Delgado, Soto & Medina, 2011; Rehfeldt & Hayes, 1998; Tonneau & Sokolowski, 1997) challenge explanations of stimulus equivalence in particular and of the acquisition of stimulus classes in general, in terms of operant contingencies. It could be said that the role of reinforcers in operant equivalence preparations is to increase the subject’s behavior of initiating an action with respect to the correct pairs. In other words, reinforcement induces participants to self-create a history in which repeated exposures to certain stimulus pairs allow for stimulus substitution processes. By contrast, the respondent procedure resembles a situation where in such a history is provided by the environment. In the experimental situation such a history, is arranged by the experimenter. The implication of these arguments is that a history of exposure to stimulus pairs may constitute the necessary and sufficient conditions to produce transfer of functions (Tonneau, 2002). A fair test for the effect of reinforcers on the acquisition of equivalence classes would entail altering only the presence or absence of reinforcers while holding all other variables constant. It could be argued that clicking on the comparison stimuli to make a selection may enhance differential observing in the operant MTS procedure. However, Delgado, Medina and Rozo (in press) reported evidence of equivalence relations using a respondent MTS procedure in which participants were required to click on the correct comparison, signaled on the screen. No differences were found between a group of participants exposed to this procedure and a group of participants exposed to an MTS respondent procedure. However, further studies comparing operant and respondent procedures are needed to show if such observing responses are associated with higher performances in equivalence tests. While some authors have suggested that both operant and respondent contingencies operate in the formation of equivalence classes (Clayton & Hayes, 2004; Rehfeldt & Hayes, 1998), others contend that function transfer is a component of equivalence that arises from operant reinforcement contingencies (Sidman, 2000). Similarly, Relational Frame Theory (RFT) (Hayes, Barnes-Holmes & Roche, 2001) suggests that function transfer occurs because of a history of reinforced exposures to stimulus-stimulus pairs and that this history generalizes to other situations involving other stimulus classes (Smeets, Barnes Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 45 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Delgado, D. and Hayes, L. & Roche, 1997). However, as Tonneau & González (2004) remind us, the effect of reinforcement is an increase in response rate, not a change in behavior. Hence, the first occurrences of untrained substitutive responding must be the result of some process different from reinforcement, that is present also in S-S associations (Tonneau, 2002). Not surprisingly, transfer of functions arranged through operant preparations posed an important challenge for operant researchers. Because emergent relations were observed in verbal individuals only, they were attributed to the complexity of human behavior (Devany, Hayes & Nelson, 1986; Sidman, 2000). Such untrained relations have been construed as the basis of verbal behavior and human cognition (Hayes, Barnes& Roche, 2001). Some authors have agreed that the failure to observe equivalence in animals may be merely a procedural issue (Hayes, 1992; Rehfeldt & Hayes, 1998). In fact, studies a variation of procedures have demonstrated equivalence in non-human animals (Kastak, Schusterman & Kastak, 2001). Consider the following: a) the Pavlovian literature has systematically reported that animals show function transfer (e.g., Holland, 1981), b) rats acquire conditioned responding when training includes a non-biologically significant stimulus as a US (Denniston, Miller & Matute, 1996), and c) research with humans has shown that equivalence classes may be acquired through Pavlovian preparations. In our view, these data strongly suggest that the phenomenon of derived relations is not exclusive to humans. From these considerations it may be affirmed that operant experiments which result in emergent relations are successful because of the stimulus-stimulus pairing contingency and not because of its operant component (Augustson & Dougher, 1997; Delgado & Medina, 2011; Tonneau, 2002; Tonneau & González, 2004; Tonneau & Sokolowski, 1997). Transitivity has been demonstrated in Pavlovian conditioning (e.g., second order conditioning and sensory preconditioning) before the operant conditioning literature tried to explain the observation of relations that had not been directly trained (Tonneau & Sokolowski, 1997). Still, a fair amount of disagreement on this issue still remains. Equivalence research using respondent procedures seems to suggest that symmetry is indeed a property of S-S relations. However, more research is needed to determine if symmetrical relations are also observed using other types of respondent preparations, or if such a property is characteristic of some S-S relations only. In the latter case it is important to identify the stimulus conditions under which S-S contingencies result in bidirectional function transfer. Pavlovian relations have been symbolically depicted with a one-way arrow (SR), implying that such relations are predictive and causal. However, this model is based on early research in conditioned reflexes in which the only response measured was the response to the US. Because the response to the conditioned stimulus was often inconspicuous, the possibility that it also underwent conditioning remained unexamined. As Hayes (1992) points out, a demonstration of symmetry in the simplest case of classical conditioning, namely, in the example of conditioned salivation, would entail testing for the perceptual response of hearing the bell, which would presumably occur in the presence of the food alone. Notice that this analysis is taking into account that for each of the stimuli involved in the conditioning procedure (CS and US), there are two corresponding responses; in this case, hearing or seeing the bell, and salivating to the food. Typically, only the response to the US is examined. The CS-US relation could be said to be symmetrical if given CSUS training, organisms responded to the US in the presence of the CS alone and if they also responded to the CS in the presence of the US alone; the latter test corresponds to the demonstration of a USCS relation (see Hayes, 1992). Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 46 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The integration of learning paradigms by way of a non-causal analysis… That is to say, given that both stimuli (CS and US) produce a corresponding response, presentation of either stimulus during test trials will presumably produce responses to the other stimulus in the pair. A strong demonstration of bidirectionality of transfer of stimulus functions in Pavlovian associations of this sort is provided by studies of backward conditioning. Generally, backward conditioning is not predicted by any of the predominant theories of classical conditioning (e.g., Mackintosh, 1975; Pearce & Hall, 1980; Rescorla & Wagner, 1972), and some of the most common findings show that US-CS trainings result in inhibitory rather than excitatory conditioning (see LoLordo & Fairless, 1985, for a review). However, a large body of empirical evidence has shown excitatory conditioning of the CS in backward conditioning procedures (e.g., Chang, Blaisdel & Miller, 2003; Cole & Miller, 1999; Hall, 1984; Spetch, Wilkie & Pinel, 1981). Some of these studies have found that while inhibition occurs only with a large number of training trials, exposure to a small number of trials usually predicts excitation (Cole & Miller, 1999; Chang, Blaisdel & Miller, 2003). In these studies, the authors suggest that with a large number of backward pairings, inhibition may result from cue competition between the CS and contextual stimuli. However, a few other studies have reported excitatory conditioning even with a large number of training trials (Hearst, 1989; Hemmes, Brown & Cabeza de Vaca, 1994). This variety of findings suggests that the conditions controlling bidirectional transfer require further study. As is usually the case, the general acceptance that backward training produces insignificant conditioning effects may result from methodological and traditional theoretical biases; in this case, regarding the predictive nature of the CS and the reflexive nature of the US and the UR (Hall, 1984; Spetch, Wilkie & Pinel, 1981). These findings suggest that assumptions of unidirectionality between stimulus events may be but an interpretation induced by the availability of our methods of observation. Because some responses elicited by neutral stimuli are often inconspicuous (e.g., hearing or seeing the stimulus), this symmetrical relation has been largely ignored. Findings from research in backward conditioning need to be taken into account in order to further explore the conditions that describe bidirectional transfer in S-S contingencies. Conclusion: Implications of the respondent-operant dichotomy for the notion of function transfer For the most part, classical conditioning research has been neglected within the behavior analytic literature (Rehfeldt & Hayes, 1998; Rescorla, 1988). Failing to acknowledge the role of respondent processes in what are considered to be exclusively operant ones, may be due to a tradition of understanding operant and Pavlovian processes as relevant to different types of phenomena. Although only a few behavior analysts seem especially interested in Pavlovian processes, more and more acknowledge that the latter are often embedded in operant processes. In our view there are more points of convergence between operant and classical conditioning than reasons for maintaining the dichotomy between conditioning types. Upon considering some of the more recent developments in Pavlovian research of complex human behavior, we propose that a reconceptualization of Pavlovian learning, so as to abolish the distinction between the two conditioning types, is called for. More specifically, when S-S associations are construed as not being limited to the conditioned reflex, as not requiring a biologically significant US, and as being bidirectional, the traditionally cited distinctions between operant and Pavlovian contingencies appear obsolete and unwarranted. In our view, behavior with respect to stimulus classes is neither operant nor respondent. Neither is it the result of complex operant-respondent interactions. In place of these distinctions, we Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 47 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Delgado, D. and Hayes, L. propose that behavior with respect to stimulus classes may be understood simply in terms of processes of function transfer or stimulus substitution. In a functional analysis events are correlated and co-vary with one another; which is to say, changes in one event are accompanied by changes in the other (Fryling & Hayes, 2011). Due to the contingent relation between the stimuli, some of the functions of each come to be present in the other. Evidence of this process is that after exposure to an S-S contingency, participants behave with respect to the absent stimulus when in the presence of the other stimulus in the pair. This is to say, the organism is responding to the functional properties of the absent stimulus that inhere in the presently available stimulus. A non-causal analysis of behavior-environment relations, as herein proposed, would resolve the early debate between Konorski and Miller (1937a, 1937b) and Skinner (1937) regarding conditioning types. Although Skinner presented what appeared to be a non-causal treatment of operant conditioning, his descriptions of this process have led to a variety of incompatible interpretations. For example, while Chiesa (1994) emphasizes the historical, non-causal nature of operant conditioning as presented by Skinner (1974), Fryling & Hayes (2011) point out how readily operant researchers and practitioners use the notion of function to mean cause or purpose. Describing events as causes or consequences may thereby limit our understanding of the conditions under which substitution of functions occur; that is to say, it may limit our understanding of psychological events. The lack of interaction between operant and respondent researchers has prevented both groups from acknowledging their points of convergence. Part of the reason for this is that most of the human research examining S-S associations is strongly influenced by a cognitive mediational approach that is unpalatable to behavior analysts of the operant group. For example, in the classical conditioning literature the process of conditioning is often described in terms of a representation of the US activated by the presence of the CS. Despite the fact that “to represent” means to present again, this description is rejected out of hand as “cognitive” in nature. Nonetheless, when an organism behaves with respect to an absent stimulus object it does not behave in the absence of sources of stimulation. It behaves with respect to the functions of the US that are now present in a stimulus, which, at least partially, serves as its substitute (Kantor, 1958; see also Delgado & Hayes, 2007). If Skinner’s terms are preferred, when something is represented, it simply means that the organism may “see again in the absence of the thing seen” (Skinner, 1974). Even if “seeing in the absence of the thing seen” is not the cognitive psychologist’s intended meaning for the concept of representation, the disagreement may be irrelevant, at least in so far as it impacts the empirical researcher. In focusing more on the phenomena of interest than on the constructs used to describe them, interaction and cooperation between branches of behavior science and perhaps, between scientific disciplines may be facilitated. We expect that as a likely result of such interaction, integrative models of conditioning will come to replace the so far divorced ones. In a recent article by De Houwer (2011), the author contends that concentrating on the differences between the traditional associationistic approach and the cognitive approach to human learning may be impeding scientific development. He suggests that while the cognitive approach could benefit from the functional analytic view that characterizes behavioral traditions, behaviorists could benefit from cognitive researchers by contacting other possible environmental causes of behavior. Whether or not one accepts mediational constructs or mental entities, processes and procedures accounting for behavioral phenomena may be investigated and described by both approaches. If an interaction of this sort is possible for disciplines that differ in their basic philosophical assumptions, it should also be the case for traditional operant and respondent researchers. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 39-54 ISSN: 2340-0242 48 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The integration of learning paradigms by way of a non-causal analysis… Behavioral sciences could also benefit from emphasizing simplicity and generality above conceptual division. Integration and unity should always follow fragmentation and analysis. When respondent equivalence was observed, it was suggested that the name “respondent type” be used to differentiate this procedure from the procedure used in early animal studies on the conditioned reflex. When classical conditioning of preferences and attitudes was observed, the term evaluative conditioning was proposed also to differentiate it from traditional studies on Pavlovian learning. Using new concepts to describe variations of traditional procedures, the use of different types of stimuli, or the application of the same procedures to other populations, suggests that the laws, as construed by the scientific community, lack in generality and scope. In mature scientific systems, laws describe invariances notwithstanding a number of unessential transformations (Marr, 2013). As Marr (2013) accurately explains: “In the most sophisticated of sciences a minimum of distinctions yield a maximum of explanatory power” (Marr, 2013, p. 17). With the aim of achieving theoretical cohesion and solidity one of our goals as behavior scientists is to find points of conceptual convergence and unity rather than reasons for disintegration; ultimately, to strive for an integrative theory of behavior. References Augustson, E. M., & Dougher, M. J. (1997). The transfer of avoidance evoking functions through stimulus equivalence classes. Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 28(3), 181-191. Baeyens, F., Díaz, E., & Ruíz, G. (2005). Resistance to extinction of human evaluative conditioning using a between-subject design. Cognition and Emotion, 19(2), 245-268. doi: 10.1080/02699930441000300 Beckers, T., De Houwer, J., Pineno, O., & Miller, R. R. (2005). Outcome additivity and outcome maximality influence cue competition in human causal learning. 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Perceptual functions are described as historical and context dependent; they define how the organism will respond to a stimulus object. As any other function, perceptual functions can also be substitutable; this possibility is developed further while considering non-linguistic perceptual functions of words. It is concluded that perceptual reactions are fundamental for any further interaction of the organism with its environment; therefore it should not be left outside of the study of scientific psychology. Key words: perception, attention, function, substitution, words Resumen El fenómeno de la percepción ha sido un tema controversial en la historia de la ciencia y la psicología. Históricamente, se han utilizado entidades no-existentes para explicar la manera en que los organismos interactúan con el mundo que perciben. Kantor (1924, 1926, 1977; Kantor & Smith, 1975) propone una aproximación naturalista como alternativa a las posturas más tradicionales. En el presente documento, se definen los conceptos de sensación, atención y percepción como partes fundamentales del Sistema Total de Respuesta. Las funciones perceptuales son descritas en términos de sus características históricas y de su dependencia con el contexto; dichas funciones determinan la forma en que el organismo responde ante determinado estímulo objeto. Al igual que cualquier otra función, las funciones perceptuales son también sustituibles. Esta propuesta se discute en términos de las funciones perceptuales no-lingüísticas de las palabras. Se concluye que las reacciones perceptuales deben ser parte del estudio científico de la psicología ya que son fundamentales en cualquier interacción del organismo con su ambiente. Palabras clave: percepción, atención, función, sustitución, palabras. The topic of perception has been a controversial one in the history of science (Kantor, 1977; Kantor & Smith, 1975) given its subtlety and lack of objective research in which perception is not reduced to brain functions. Perception is a subtle phenomenon that has encouraged philosophers and psychologists to create different theories to explain it. In as much as the world itself cannot be taken in or possessed by a person, a popular view asserts that perceptions of the world are made through the creation of mental copies or representations (Skinner, 1976) as seen in Figure 1. According to this view, upon The reference of this article on the Web is: http://conductual.com/content/perception-attention-and-words-intervehavioralaccount 2 Address: 1664 N. Virginia Street. Psychology Department, MS /296. Reno, NV 89557-0208. Email: : mmunozblanco@unr.edu 3 Acknowledgements: I would like to thank each of the Linda Hayes’ lab members for their incredible help; their questions and suggestions made this paper possible. 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 55-61 ISSN: 2340-0242 55 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Muñoz-Blanco, M.I. and Hayes, L. making sensory contact with aspects of the environment, copies of these aspects are made and stored inside the mind and it is by looking at these copies or percepts that organisms are said to perceive the natural world. Perception, as such, is held to occur inside the organism and to involve only indirect contact with the external world. Although the main tenets of this theory have, for the most part, been rejected (Palmer, 1999 p. 57 - 59), copy theory is still prevalent in current literature on perception (i.e. Stein, et al., 2011). Given this circumstance, a truly naturalistic theory of perception, which can relieve psychology of the need for hypothetical inner entities to explain perceptual behavior, is still warranted. Figure 1. Traditional interpretation of perception An alternative naturalistic account comes from Kantor’s interbehavioral perspective. Kantor (1958) argues that a psychological event is comprised of five elements: history, media of contact, setting factors, stimulus function and response function. A psychological event is held to be the interaction of all of these elements. Sensation may be defined as the stimulation of an organism’s sense organs in the form of different wavelengths of light or sound, for example. As such, sensation cannot be considered a psychological event since it is not comprised of all of the elements mentioned above. More specifically, sensation is not historical, which is a fundamental characteristic of all psychological interactions. It is rather an aspect of the organismic component of an organism-environment interaction. By contrast, perceptual activities are relations of responding on the parts of organisms with respect to stimulation on the parts of environing things and events (Kantor, 1926). This paper will elaborate upon Kantor’s perspective on perception, substitution and will consider the implications of this perspective for perception of words. Stimulus, Stimulus Object and Stimulus Function Perception is fundamental for all other psychological interactions since organisms are unable to behave unless they perceive the environment. It is thereby necessary to explore further the participation of the environment (i.e., what is perceived) in perceptual interactions. Kantor (1924) argues that it is not the stimulus object that participates in a perceptual event but rather the functions of this object which have developed throughout the organism’s history. According to Kantor, there is reason to differentiate the environment prior any interaction with the organism, and the environment after interaction, in which case it is said the organism has some history with it. In making this point, Kantor contends that an environing object with which an organism has no previous history is pre-psychological. This is to say, it is an element that might become a factor in a psychological event but only after its functions are coordinated with responding (Kantor, 1958 p. 84). Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 55-61 ISSN: 2340-0242 56 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Perception, attention and words: An interbehavioral account Once such a history has been established, an object becomes a stimulus object in Kantor’s frame of reference. A stimulus object is a source of stimulus functions – which may or may not be operating on a given occasion. A stimulus function refers to the action of a stimulus object in coordination and simultaneously with an action or function of a responding organism. A given stimulus object may have multiple stimulus functions. Likewise, different stimulus objects may have the same function. Stimulus functions may be seen by observing how an organism interacts with a stimulus object. For example, the stimulus object “chair” harbors “sitting”, “throwing” or “reaching” functions. In each of these cases, the organism must be oriented with respect to the stimulus object in question as well as make some kind of psychological contact with it. Kantor describes the former as attending, the latter as perceiving. The Total Response Pattern In order to analyze how perception and attention are part of any psychological interaction, Kantor subdivides the organism’s complete response pattern into three reaction systems, as represented in Figure 2. There are two pre-current reaction systems which occur in sequence, these comprising the organism’s side of the interaction. The first of these is the attention reaction system which is defined as the process in which the objects and conditions in the person’s surroundings assume their particular stimulational functions (Kantor, 1958 p. 216). In short, this reaction system organizes sensation, allowing the organism to interact with a particular stimulus object. Kantor (1924 p. 216) identifies two main functions of this system: inhibitory and integrative. An inhibitory function includes stopping previous reactions to other stimuli and the integrative function refers to the orientation response in which the organism enters in contact with the stimulus object that would be perceived. Through the attention reaction system, the organism is oriented to the stimulus object, the object’s function is actualized and the organism is thereby prepared to engage in another reaction. This actualization involves the synchronized movement of the body towards the stimulus object to be attended to and it depends on the organism’s history of attending with respect to such objects. The attending reaction is incomplete however in the sense that it is always accompanied by a perceiving action. Figure 2. Total response pattern. The upper figure shows an interaction in which perception is part of the overall response pattern while the bottom figure one shows one in which perception is the final reaction in the pattern. Adapted from “Principles of Psychology (V. I)” by J. R. Kantor, 1924 p. 255. The second pre-current reaction system, comprising the organism’s side of the interaction, is the perceptual reaction system, in which the organism acts with respect to a stimulus function of the stimulus object as had developed historically. In other words the organism behaves in accord with its history with Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 55-61 ISSN: 2340-0242 57 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Muñoz-Blanco, M.I. and Hayes, L. this stimulus. Perceptual reactions are more than differential behavior since they depend on the functions of the stimulus object that are relevant to the situation. They cannot be considered S-R relations, because they are not cases in which a particular stimulus object elicits the same response from the organism independently of its context. Perceptual interactions implicate the operation of an object’s stimulus functions. Further, the functions upon the perceptual system operates are not necessarily functions acquired by the particular stimulus object that is present. This would imply either that the organism has had to have previously interacted with every possible stimulus in the environment in order to perceive it or that perceptual reactions occur with respect to functions shared by the social community. Instead, Kantor (1926) argued that perceptual functions acquired by one object may substitute for those acquired by another when organisms have previously confronted these objects in spatial proximity. Perceptual substitution is fundamental to any perceptual interaction and it is of particular importance since it explains how a given organism’s perception of the environment differs from that of another. Finally, Kantor identifies the final reaction system, in which the organism behaves with respect to the perceived function of the stimulus object. For example, upon seeing a chair, a person may sit on it as a final reaction system. Nevertheless, while all interactions with the environment involve both the attention and perceptual reaction systems, in some cases the perceptual reaction system is the final reaction in the pattern. In the previous example the organism may perceive a chair but not sit on it. As mentioned above, while the interaction cannot end in the attention reaction system, Kantor considers it necessary to maintain the distinction between attention and perceptual reactions. While attention reactions determine whether the organism will perform a given reaction at all, the perceptual reaction consists of the identification and distinction of the stimulus function with which the response is coordinated. Since these two systems have different roles in the behavior segment they are best considered separately for analytical purposes (Kantor, 1958 p. 220). Traditionally, naturalistic studies of perception have focused on the final reaction system, in which the interaction is less subtle, permitting easy measurement in the laboratory. The distinctions articulated by Kantor in this regard are particularly useful for purposes of research and conceptualization, as they allow for the study of each of these reaction systems separately as well as aspects of a sequential pattern of activity. In other words, this view demystifies perception and attention reactions, allowing them to be part of the subject matter of a scientific psychology. Linguistic and Non-Linguistic Perception Perception is not limited to visual, auditory, olfactory or haptic stimuli, though. It is also possible to speak of linguistic perception (Kantor, 1926). As in any other interaction, interactions with verbal stimuli include the three systems of the total response pattern as described above. In the case of linguistic perception, however, the final reaction system consists of a referential action. For example, upon attending (hearing) to and perceiving (listening) the sound “pass the salt,” the final reaction may be an action with respect to the stimulus object of the salt shaker. In other words, linguistic perception involves conventional referential functions such as prevails between the word “salt” and the stimulus object of the salt shaker. Linguistic perception is particularly pertinent for the analysis of verbal behavior and, more specifically, for the analysis of the listener’s action in that a listener may engage in linguistic perception but it may not be followed by the act of passing the salt. Linguistic perception is also interesting when we examine cases in which the final reaction corresponds to a conventional history with words regardless of language. An example of this is when, while visiting a different country, you encounter someone yelling at you. Under these conditions your linguistic perception of this yelling will correspond to your history with yelling in the past even though you are not familiar with the language. Therefore, you may perceive this event as aggressive and behave Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 55-61 ISSN: 2340-0242 58 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Perception, attention and words: An interbehavioral account defensively, for example, by apologizing. While linguistic perception includes much more than just language, the referential function of verbal stimuli is often the most salient feature. This example shows how perceptual interactions alter other types of behavior that we have previously considered. In psychology and more specifically in behavior analysis, words have been used as stimuli to study a variety of human phenomena such as memory (e.g. Bourgeois, 1990), learning (e.g. Bentall, Fergus Lowe & Beasty, 1985), and decision making (e.g. Fantino, 1998), among others. In studies of perception, words are an interesting type of stimulus since they have multiple linguistic functions. Consider the word “apple”. Our history with this word permits us to react to it in a number of different ways. For example, “apple” might give rise to the response “pie” by virtue of they having been a proximal relation between these two objects in a person’s history. Likewise “apple” might give rise to the word “fruit” by way of a classificatory relation between them or, by virtue of a categorical relation of nouns, “apple” may give rise to “brick”. All such responses are actualized in a linguistic context, or what Varela et al. (2001) call a linguistic dimension, identified by conventional criteria. Further, there are some cases in which these substitutional linguistic functions are not part of the conventional criteria but are dependent on the person’s idiosyncratic history with the words. This possibility was explored in a study reported by Clayton and Hayes (2007) that showed how pre-experimental histories with stimuli can affect participants’ responses. In this study, equivalence relations were established among non-sense words (A), Chinese characters (B) and words such as “funeral” or “holiday” (C). Later, relations between Chinese ideograms and faces showing happiness and sadness (D) were trained. Participants matched the faces (D) with the non-sense words (A). This study demonstrates how substitutional linguistic relations can be established through the histories of individual participants, increasing the number of functions that a word may have. Nonetheless, words do not have only linguistic perceptual functions. They also have nonlinguistic perceptual functions corresponding to the words’ auditory and visual perceptual functions. For example, upon seeing the written word we may hear the spoken word. These perceptual reactions, while more subtle, are occurring concurrently with linguistic perceptual reactions. There are two types of interactions with verbal stimuli: reactive (as a listener) and productive (as a speaker), and in each case we may consider the characteristics of the verbal response as well as the characteristics of the stimulus. As shown in Figure 3, perceptual acts may be characterized by the type of reaction system involved (e.g., visual or auditory). Research that employs words as stimuli typically focuses on linguistic dimensions to establish the relations of interest, these being identified in accord with the particular experimenter’s history with the words used. However, little has been reported with respect to the nonlinguistic perceptual functions of words. Just as substitution of linguistic functions of words was demonstrated in the study by Clayton and Hayes (2007), it is reasonable to suppose that substitution of non-linguistic perceptual functions occurs. Turkkan (1989) suggests that there are more functions shared by stimuli because of their histories of appearing together than have been investigated in the studies so far reported. Consider our interactions with an apple. We may have interacted not only with the stimulus object apple but as well with the written word apple and the spoken word apple. In other words, we may have heard the spoken word apple in the presence of an apple and seen the written word next to an apple or a picture of it. All of these stimuli have a history of appearing together in our histories of interaction with apples. Since auditory and visual word stimuli may substitute for one another due this history, it seems likely that nonlinguistic perceptual substitution would be present in words as well. In other words, we may “listen” to a written word and “see” a spoken word. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 55-61 ISSN: 2340-0242 59 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Muñoz-Blanco, M.I. and Hayes, L. Figure 3. Illustration of the different reactions to verbal stimuli on reactive and productive linguistic modes according to stimulus properties and response modes. From J. Varela, M.A. Padilla, F. Cabrera, A, Mayoral, T. Fuentes & G. Linares, 2001 p. 367. Adapted and translated with permission Nonlinguistic perceptual substitution has been investigated using homophones, which are words that have the same auditory perceptual functions as other words but different visual and linguistic functions. For example, the word “eight” and the word “ate” are homophones. Munoz Blanco and Hayes (2010) trained relations between visually presented homophone words and letters of the alphabet (e.g. “ate” and “C”), and then tested for relations between those letters (e.g. “C”) and non-trained homophone words (e.g., “eight”) demonstrating nonlinguistic perceptual substitution. It was assumed that the nonlinguistic functions of the word stimuli would be more subtle that their linguistic functions. Nonetheless, some evidence of substitution of the non-linguistic perceptual functions was found for some of the participants in this study. A subsequent study by Munoz Blanco and Hayes (2012) used the same training but simplify and put a time limit to respond to the relations test. This study demonstrated substitution of non-linguistic perceptual functions with respect to the words homophone relations as well as other functions shared by numbers and letters that were not anticipated, such as their shapes. Future research in the area should look at other non-linguistic perceptual functions of words or other commonly used stimuli and their interaction with their linguistic functions. Also, it should be explored further substitution of non-linguistic perceptual functions to novel stimuli as well as the other non-conventional substitutional perceptual functions that are hindering the performance of an individual due their particular history with the stimulus. Research in this area is currently scarce and more experimental data is needed to strengthen the argument with respect to the importance of non-linguistic perceptual functions. All of an organism’s interactions with its environment involve perceptual actions. In many cases, these actions are consummated by other sorts of actions with respect to relevant stimulus objects. Thus, we not only see (perceptual reaction) a cup, but then also pick it up (final reaction). Our aim in this paper has been to suggest that the final reactions occurring in any given situation depend on the perceptual functions of stimuli actualized in that setting. The perceptual functions of stimulus objects may be original or substitutional in type. Further, in the case of words as stimulus objects, their perceptual functions may be linguistic or non-linguistic. Generally speaking, research has explored only the linguistic functions of word stimuli. A new line of research may be developed by examining substitution of the non-linguistic perceptual functions of these stimuli, the relevance of which to an understanding of verbal interactions remains to be seen. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 55-61 ISSN: 2340-0242 60 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Perception, attention and words: An interbehavioral account References Bentall, R. P., Fergus Lowe, C., and Beasty, A. (1985). The role of verbal behavior in human learning: II. 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Skinner in his work, Verbal Behavior (Skinner, 1957), have been taken into account in both empirical and theoretical research. Although historically the initial impact of Skinner's work was lower than expected, even in the areas most closely related to verbal behavior (e.g., naming, equivalence classes, rule-governed behavior), only recently have efforts focused on the analysis of verbal behavior in the context of the therapeutic process and clinical change. This paper highlights the crucial role of verbal behavior in the clinical setting by maintaining operant terminology and drawing attention specifically to the analysis of the therapist’s verbal behavior during sessions. In addition, it analyzes the role of verbal behavior in the form of instructional control and rule-governed behavior in the client-therapist interaction. The article concludes that questions regarding the status, function and variables that influence the verbal behavior generated in therapy sessions cannot yet be answered clearly and remain key objects of study. Key words: verbal behavior, clinical setting, client-therapist interaction, rule-governed behavior, instructional control, behavioral therapy Resumen Desde que Skinner publicara hace ya más de 50 años su famosa obra Verbal Behavior (Skinner, 1957), ha sido mucha la investigación empírica y teórica que ha tomado en consideración variables relacionadas con la conducta verbal. Sin embargo, históricamente el impacto inicial del trabajo de Skinner fue menor de lo esperado incluso en áreas próximas a la conducta verbal (por ejemplo, clases de equivalencia, conducta gobernada por reglas), y sólo recientemente algunos autores se han centrado en analizar la conducta verbal en el contexto del proceso terapéutico y el cambio clínico. El presente artículo pretende mostrar los motivos por los que analizar el papel de la conducta verbal (especialmente del terapeuta) desde un enfoque funcional resulta crucial a la hora de estudiar el fenómeno clínico. Además, se analiza el papel del control instruccional y de la conducta gobernada por reglas cuando psicólogo y cliente interactúan en la terapia conductual. A partir de esta revisión y de su propia propuesta de investigación, los autores concluyen que las cuestiones relativas al estatus y la función de la conducta verbal que aparece en terapia, así como las The reference of this article on the Web is: http://conductual.com/content/role-verbal-behavior-analysis-therapeuticprocess 2 Address: Centro de Psicología Álava Reyes. C/Arturo Soria, 329, 1ºF–28033, Madrid, España. Phone: 0034–91 766 70 28. Fax: 0034–91 383 16 97. Email: mmontano@alavareyes.com 3 Acknowledgements: Financial support received from the Spanish government (Ministerio de Ciencia e Innovación, I+D+I Research Grant, SEJ2007-66537-PSIC). 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 62 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The role of verbal behavior in the analysis of the therapeutic process variables que influyen sobre ella, todavía no tienen una respuesta clara y continúan siendo interesantes objetos de estudio. Palabras clave: conducta verbal, contexto clínico, interacción terapeuta-cliente, conducta gobernada por reglas, control instruccional, terapia de conducta. B. F. Skinner extended the principles of classic and operant conditioning from animal research to human behavior, especially verbal behavior (Skinner, 1938, 1957); however, over time and as limitations of this proposal were identified, critics tended to multiply, both from within the behavioral paradigm and outside of it (e.g., Chomsky, 1959; Hayes & Hayes, 1989; Sundberg, 1998). These discrepancies have led some authors to suggest the need to develop a new theory of human behavior, one that extends the operant perspective based on the idea that relational responding is a generalized operant established through a history of reinforcement and multiple-exemplar training (Hayes, Blackledge, & Barnes-Holmes, 2001). Despite these criticisms, Verbal Behavior (Skinner, 1957) has had an undeniable influence on the academic literature that continues to this day (Dymond, O'Hora, Whelan, & O'Donovan, 2006). McPherson, Bonem, Green, & Osborne (1984) published a quantitative analysis of the impact on empirical research based on Skinner's Verbal Behavior which demonstrated that after an initially modest impact its influence increased gradually in subsequent years. One surprising result of this analysis was that only 19 of the 836 papers that satisfied their citation criteria involved empirical research. Sundberg (1998) later documented a brief but illustrative description of the initial difficulties and low impact on the analysis of Skinner's Verbal Behavior among behavioral communities. Recognizing the importance of this issue, Oah and Dickinson (1989) published a review of empirical studies influenced by Skinner’s Verbal Behavior. At the time of this review, they confirmed that the book had generated only a modest amount of empirical research and almost no investigations in clinical medicine. Despite this bleak beginning, Skinner’s book has increasingly inspired empirical and clinical research in various areas of interest to behavior analysts (e.g., naming, equivalence classes, rulegoverned behavior). Even in the field of clinical psychology, where the understanding of clinical phenomena requires some form of verbal behavior analysis or conceptualization, the study of language has received greater attention. Several reasons can be enumerated to explain why such an analysis is crucial to the effectiveness of the therapeutic process. First, during outpatient treatment, most of the clients’ problems and the progress achieved occur outside the therapeutic session such that the therapist often learns of these events only through the clients themselves, either orally (via interview) or in written form (via self-reports). Second, there are attempts in the literature to analyze typical phenomena of traditional therapy in terms of the taxonomy of Skinner's verbal operants, such as distorted tacts and runaway intraverbals, among others. Glenn (1983), for example, analyzed several types of recurrent maladaptive verbal behavior in the clinical area. One interesting aspect of Glenn’s approach is the application of Skinner’s verbal behavior categories (i.e., tacts, intraverbals, mands, etc.) to resolve the problems of people who came to the clinic. Some of those clients’ problems lie in what they tell themselves about their lives, the world, their problems, or associated solutions. Since the difficulty lies in their own dysfunctional verbalizations, these must be addressed in the clinical setting. Third, the therapist often tries to promote changes in the client’s behavior through verbal instructions that are outlined in the session, though the client must follow them outside that Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 63 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Montaño-Fidalgo, M., Martínez-Sánchez, H., Froján-Parga, M.X. and Calero-Elvira, A. setting. Finally, few non-verbal activities take place during therapy, so studying therapy sessions necessarily entails examining the verbal interactions that occur between therapist and client. The importance of analyzing client-therapist verbal interactions has been recognized by behavior analysts. Functional Analytic Psychotherapy (FAP) is an approach based on behavioral principles that uses the shaping procedure and application of reinforcement during therapy. According to FAP, clinical change is achieved through the therapist's response to the problems of the client's life as they arise in the clinical setting. Client-therapist interaction is understood as a process of discrimination and reinforcement in which the latter, through her/his behavior, gradually shapes the former’s behavior in order to achieve the reduction/elimination of maladaptive behaviors and/or the emergence or increase of the desired behavior within the clinical situation (Kohlenberg & Tsai, 1991). This paper examines the role of verbal behavior in client-therapist interaction by focusing on the latter’s verbal interventions and the usefulness of instructional control and rule-governed behavior in promoting behavioral change outside the clinical setting. The paper reviews how the traditional behaviorist perspective has approached the analysis of verbal behavior and its relevance to the clinical context, while providing elements to show that this knowledge can improve our understanding and performance in clinical practice. Verbal behavior and private events in clinical settings The problem that often motivates a client to begin counseling does not take place in a clinical setting, at least not in the same manner or circumstance that it occurs in the client’s everyday environment. When such a problem arises, it usually involves private events that are not easily accessible to the therapist. In these cases, and others that involve improvements or difficulties in the client's life, the only recourse available to the therapist is to obtain information through verbal reports. The fact that therapists must use such reporting to learn about elements of the client’s private life that may be relevant to therapy draws attention once again to the value of language, and to one aspect in particular: how people learn to provide accounts of personal events. Setting aside private events, such as thoughts or unarticulated verbal formulations, Skinner and other authors have used radical behaviorism in their attempts to understand the development and functional properties of emotions (Pérez, 2004; Skinner, 1957). In this approach, the role of verbal behavior in learning about feelings is the key. We do not talk about feelings because we experience them; rather, we are capable of experiencing emotions and then learn to name them. Emotion-naming arises from observation of the public reactions that accompany both a proprioceptive sensation and its associated response. Skinner (1953, 1957) described broadly how individuals learn to label their private events; a process that helps identify, and discriminate among, emotions, and respond to the question, “How do you feel?”, a response that is then socially reinforced. Obviously, the community supports the development of such discriminative repertoires. In addition to these issues, recognizing the variables related to do-say-do correspondences is equally crucial to psychotherapy, since the client tells the therapist what she/he actually does. Furthermore, clients must effectively perform the activities they said they would during therapy. However, most of the work done in this area has focused on establishing correspondence between verbalizations and actions in children, especially those with developmental problems (Luciano, Barnes-Holmes, & Barnes-Holmes, 2002; Luciano, Herruzo, & Barnes-Holmes, 2001). Previous research emphasized the role of verbal contingencies in establishing do-say-do correspondences. These correspondences, in turn, can modify other behaviors to an extent that has led some authors to state that changing what is said about what is done might be easier than directly changing what is done (Catania, 1998). These undoubtedly laudable efforts complicate generalizing these data to an adult population that is not characterized by such developmental problems but is attending therapy. Clearly, verbal descriptions of private events and the establishment of Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 64 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The role of verbal behavior in the analysis of the therapeutic process do-say-do correspondences are essential to improve our understanding of verbal interactions during therapy and to refining clinical intervention. With the advent of methodological behaviorism it was assumed that observable behavior allows a therapist to understand private events –the real object of psychology– and the causes of overt behavior; however, for radical behaviorism, “mental” processes do not form part of the explanation; rather, they must be explained (Holt, 1915; Skinner, 1945). From this perspective, private events (Skinner’s “covert behavior”) have the same properties as overt behavior and, hence, are subject to the same laws (Skinner, 1957). In this context, doing, saying, thinking, imagining, or remembering, constitute various forms of operant behavior (Pérez, 2004). These types of behavior can be distinguished from others by the degree to which they are accessible to an outside observer; though this difference in accessibility does not justify the sharp dichotomy that has been established between “behavior” and “mental processes”, wherein the latter are deemed to cause the former (Freixa, 2003). The terms that have been used to designate these mental processes provide much information regarding the overt, motor, and public sources of covert behaviors. For example, the English term “calculate” comes from the Latin calculare (“to manipulate pebbles in the context of counting them”), thus referring to the motor component at the root of this behavior (note how children who are learning to count behave; Skinner, 1989). Through repetition, this behavior eventually becomes automated and less dependent on manual support; hence, something more private (Freixa, 2003). The case of the Spanish verb pensar (“to think”) is similar to its etymological origin –Latin pensare (“to weigh”)– refers to the manual action of comparing and weighing, which, again, is observable (Skinner, 1989). However, regardless of its origin, the word “thinking” implies a process of silencing the language such that speaker and listener are the same person; where what is said is not the effect of what was thought; though both are speech, they have the peculiarity that one is presented aloud and the other remains in silence. Silent reading first emerged in the Middle Ages in response to adverse contingencies that resulted from reading texts that challenged certain religious ideas (Ribes, 1986). Pérez (2004) explains that “saying is doing with words”. Speaking is an operant behavior that relies on socially-shared signs (i.e., language) to engage in effective contact with people and objects. This verbal behavior is learned through a process in which one is first the object of conversation before becoming, in response to the interest of others, one’s own topic of conversation. People learn to give accounts of themselves and, in particular, of that which only they can observe. Once one learns how to speak with others about oneself, the next step is to talk to oneself, first aloud and finally in silence. It is in this manner that the thought process that has aroused such interest in cognitive therapy emerges, and the reason why cognitive techniques must involve management of rule-governed behavior. Rule-governed behavior, instructional control and behavioral change Discussing rule-governed or verbally-governed behavior is not only theoretically relevant but also important for the therapeutic process in general since the therapist often introduces a set of verbal instructions and rules during her/his sessions in order to generate changes and promote the performance of certain behaviors outside the clinical setting. Despite the salience of verbally-governed behavior (or perhaps because of it), the controversy regarding the conceptualization and functionality of the variables that determine this type of behavior has continued since Skinner first differentiated between rule-shaped and contingency-shaped behaviors (Catania, 1998; Luciano, 2000; Schlinger, 1990; Skinner, 1966; 1969). Various authors have revised the conceptualization in Skinner’s theory which posits that a rule is a verbal stimulus that specifies contingencies while functioning as a discriminative stimulus. Some have attempted to create a formal definition of the term “rule” (e.g., Glenn, 1987), whereas others have emphasized a Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 65 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Montaño-Fidalgo, M., Martínez-Sánchez, H., Froján-Parga, M.X. and Calero-Elvira, A. functional definition (Catania, 1989). Still others have acknowledged the difficulties of considering discriminative rule functions (O'Hora & Barnes-Holmes, 2004); but this debate has room for intermediate positions as well. Schlinger (1990), for instance, defined rules as stimuli that specify contingencies which alter the respondent and operant functions of the stimuli they describe; that is, rules may have functions other than that of serving as discriminative stimuli. This concept implies the formal use of the term that would not only not contradict its functional definition but potentially complement it. Rule functionality is an unresolved question in behavior analysis. There are at least two main reasons why the consideration of rules functioning as discriminative stimuli is not free of criticism. First, if a rule works as a discriminative stimulus, then it is not necessary to define it as something distinct from other stimuli with the same functionality. Second, we cannot argue that a stimulus that has never been associated with reinforcement can function as a discriminative stimulus when first encountered (O'Hora & Barnes-Holmes, 2004; Ribes, 2000). Among rule functions, we highlight the role of the stimulus when studying rule-following behavior and the role of response when analyzing rule-creating behavior (O'Hora & Barnes-Holmes, 2001). The rules that provide information about contingencies may function as verbal instigators of response by reducing the time and effort that would be required to fully formulate a response (Ribes, 2000, Skinner, 1969). Finally, as mentioned above, the rules may themselves alter the functions of the elements of a described contingency (Schlinger, 1990). Regardless of the role of rules, Skinner’s initial distinction between contingency-shaped behavior and rule-shaped behavior has also received criticism; to such an extent, in fact, that the behavior of following rules is seen as a generalized operant. This criticism is based on the fact that learning also depends on contingencies. In addition, once it has occurred for the first time each behavior that involves following a rule has already come into contact with natural contingencies; thus, distinguishing rules from so-called contingency-shaped behaviors makes little sense (Pérez, 1996). In the face of this problem, some authors have argued that the distinguishing characteristic of verbally-governed behavior is its insensitivity to natural contingencies, but the results of such studies have been inconclusive. Moreover, this insensitivity may be attributed to certain experimental design variables that are not necessarily present in the client’s natural environment (see Matthews, Catania, & Shimoff, 1985). In fact, the types of contingencies that control rule-following behavior have been used to distinguish between pliance, understood as a rule-governed behavior controlled by social consequences, from tracking, which is a rule-governed behavior controlled by natural consequences or those related to how the world works (Hayes, Zettle, & Rosenfarb, 1989). Although these two behaviors can take place concurrently (i.e., the social approval we may receive for following a rule provides us with natural consequences), pliance is likely to prevail over tracking in the therapeutical setting. Having the therapist formulate rules that lead to client behaviors through reinforcement maintenance is important in assuring that these behaviors do not disappear when the psychologist no longer provides social reinforcements. Also, because society tends to reinforce rule-following and punish non-compliance, rule-governed behavior may be maintained as a way to escape the malaise that would be generated by not following the rules (Malott, 1989). In any case, rule-following is usually a highly adaptive behavior because it facilitates and accelerates learning, especially when the associated contingencies are complex or unclear (Skinner, 1969, Vaughan, 1989). This concept certainly explains why people tend to create rules to guide their own behavior; as it seems to be more effective than when someone else presents us with a new rule (Malott, 1989). Another interesting classification is one that differentiates between descriptive rules and prescriptive rules (i.e., “norms” vs. “instructions”; Chase & Danforth, 1991). According to Pérez (1996), knowing how to act in therapy may be more useful to the client than knowing “the rules of the game.” Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 66 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The role of verbal behavior in the analysis of the therapeutic process Nevertheless, providing the norm that allows the client to discriminate contingencies when she or he already has the proper action repertoires may be more advantageous. Clinical relevance of clients’ verbal behavior and rule-governed behavior The variables that affect a client’s problem behavior can occur both inside and outside therapy. When life problems arise in therapy, the therapist can observe and modify behaviors and encourage the client to implement changes in her/his natural environment. In the 1990s, clinicians began to deem clients’ verbal behavior in therapy clinically relevant because it is a sample of the general problem that provides a tool for change. This paradigm shift in behavioral therapy has led to the development and implementation of two new approaches: Functional Analytic Psychotherapy (FAP) (Kohlenberg & Tsai, 1991) and Acceptance and Commitment Therapy (ACT) (Hayes, 1987; Hayes & Wilson, 1994; Wilson & Luciano, 2002). This important movement has changed behavioral therapy. Considering verbal behavior as clinically relevant in FAP terms is inherent to the radical behaviorist approach; particularly when one takes into account how this framework conceptualizes cognitions and therapeutic cognitive change. At least part of the problem that leads a client to seek psychological help involves what they think about themselves, their lives, the world, and even their problems. ACT represents another effort in this direction. The language that ACT considers verbal behavior is the context in which psychological problems are identified and the central element of a therapeutical approach that focuses on changing the linguistic context in which the maladjusted behavior occurs as a means of eliminating the client’s problem. In the so-called cognitive restructuring technique, irrational or maladaptive ideas are conceived as erroneous rules; that is, incorrect statements about the contingencies to which the client is exposed (Martin & Pear, 2007; Poppen, 1989). Kanter, Cautilli, Busch, and Baruch (2005) have suggested that depression is caused by a lack of confidence in, or over-reliance on, certain rules. According to Poppen (1989), the verbal community teaches people to extract rules from environmental contingencies that serve to guide one’s own behavior and that of others. Even though these derived rules do not always reflect reality they are nevertheless maintained because: (a) rules can coincide with environmental contingencies; (b) behaving consistently according to the rule may have become a reinforcing act; (c) people may express their limitations in order to obtain social reinforcement, avoid unpleasant responsibilities, or both; or, (d) these erroneous rules are often not well described and, thus, inconsistencies are not obvious. From this perspective, cognitive restructuring involves learning new rules that identify specific behaviors associated with the environmental consequences that are responsible for behavioral maintenance in the client's natural environment (Baruch, Kanter, Busch, Richardson, & Barnes-Holmes, 2007; Martin & Pear, 2007). Learning new rules in the therapeutic context is a verbal process through which the therapist challenges the client's misconceptions, thus forcing her/him to defend them. Though this technique is punitive for the person undergoing treatment, it simultaneously molds and strengthens new verbalizations related to new, more adaptive, rules (Froján-Parga, Calero-Elvira, & Montaño-Fidalgo, (2011); Poppen, 1989). Although more research is needed on instructional control, the results of some studies have shown that the characteristics and variables associated with this control may be relevant to the clinical setting. The role of instructions began to be studied separately as an independent variable in the 1970s (Ayllon & Azrin, 1963; Galizio, 1979). At that time, instructions were considered discriminative stimuli that could increase contingency sensitivity (Baron & Galizio, 1983). In addition, people began to assume that instructions played facilitating or inhibiting roles because they were thought to be either dispositional events (Bijou & Baer, 1966) or to play an informative role in the context of the contingency situation (Martínez & Ribes, 1996). A client’s history of interactions that the therapist can control through specific Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 67 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Montaño-Fidalgo, M., Martínez-Sánchez, H., Froján-Parga, M.X. and Calero-Elvira, A. instruction is also relevant (Martinez & Tamayo, 2005). Thus, the client’s reinforcement history of following instructions may be essential to predicting her/his response to new instructions. Furthermore, while reinforcement is important in following instructions, in some cases continuous feedback may interfere more than facilitate (Ribes & Martinez, 1990). Finally, when formulating instructions to guide the client's behavior outside therapy, it is also important to take into account the relationship that seems to exist between instruction accuracy and the degree of learning transfer to new contexts. Client-therapist verbal interaction during the therapeutic process In addition to the foregoing, analyzing verbal behavior during the therapeutic process is especially important because speaking is the most frequent behavior that occurs in therapy. Nevertheless, with some recent exceptions, the behavioral approach has devoted less attention to the functional analysis of verbal behavior that occurs during sessions. The behaviorist approach has traditionally paid more interest to the clients’ use of language as a tool for discussing their problems or to refer to their private events. As noted above, this situation began to change in the late 1980s and early 1990s, a shift that resulted from the work of the many authors who have striven to formulate a functional-analytic interpretation of the general therapeutic relationship (Rosenfarb, 1992) and of the specific verbal behavior that takes place in therapy (Hamilton, 1988). The development of the contextual approach to behavioral therapy in which FAP and ACT were framed has also played a key role in this process. For example, since FAP is based on the notion that the client interacts with the therapist in the same way as she/he does with other people who are valued as relevant, it is expected that any behavioral change achieved during the session would be generalized to other situations outside that setting (Kohlenberg & Tsai, 1991). Recently, Abreu, Hübner, & Lucchese (2012) have followed the rationale of Functional Analysis Psychotherapy to emphasize the importance of shaping clients’ own interpretations of their behavior. Regardless of what the analysis of the verbal interaction between therapist and client implies for clinical work, we assume that the relevance of conversation to research on the therapeutic process is crucial: analyzing the behavior of clinicians can help clarify the procedures they use. In order to work towards this clarification, we are developing a functional analysis of client-therapist interactions to identify the operations that define what a psychologist does while working as a behavioral therapist (e.g., Froján, Montaño, & Calero, 2007; 2010). On the basis of earlier research (e.g., Catania, 1998), we hypothesize that the functional role of the therapist's verbal behavior can be identified by one of the following categories: a) Discriminative stimulus: this type of control precedes the client’s behavior and consists in introducing a stimulus, or modifying a condition, in the current situation so as to influence the likelihood of a particular behavior; b) Conditioned stimulus: this category is another form of antecedent control, in which procedures that involve conditioned stimuli (based on the Pavlovian paradigm) are taken into account; c) Reinforcement: this category involves managing contingencies so as to increase or maintain a client’s positive behaviors; d) Punishment: this category refers to administering consequences that lead the client to decrease or abandon negative behaviors; e) Establishing operations or motivational functions: this category is another type of antecedent control (distinct from discriminative control) that alters the effectiveness of both the precedents and consequences of a behavior, and entails situations such as deprivation or satiation, reinforcement restrictions, or states of necessity, as well as adverse situations, warnings, and promises of improvement that, to the extent they are related to real contingencies, increase the effectiveness of the consequences and precedents involved in the emergence or maintenance of a client’s behavior; and, f) Rules: this category refers to establishing or changing rules that alter the client’s behavior. Froján & Ruiz-Sancho (2013) have recently reported the empirical application of several topographically-defined categories on the basis of the functions described above for therapeutic intervention, demonstrating that the therapist’s verbal behavior changes systematically during the Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 68 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta The role of verbal behavior in the analysis of the therapeutic process intervention process. Froján & Ruiz-Sancho (2013) based on evidence obtained through an observational method of almost one hundred sessions, assigned four clinically-relevant activities to the therapist: evaluation, explanation, treatment and consolidation of change. For now, it is clear that the task is to gather additional evidence to support this strategy for therapeutic intervention and develop the functional analysis of what occurs moment-to-moment in the therapeutic process. In summary, questions regarding the status, function and variables that influence the verbal behavior generated in therapy sessions cannot yet be answered clearly and remain key objects of study. Therefore, there are weighty reasons to emphasize the relevance of verbal behavior in therapy, particularly in the modalities of instructional control and rule-governed behavior, and to encourage their scientific study. We believe that this is crucial to understanding clinical phenomena. In turn, an improved understanding of clinical process will facilitate the development of more effective and efficient therapeutic interactions while increasing the quality of care for people with psychological problems. References Abreu, P., Hübner, M. M. C., & Lucchese, F. (2012). The role of shaping the client’s interpretations in functional analytic psychotherapy. The Analysis of Verbal Behavior, 28, 151-157. Ayllon, T. & Azrin, N. (1963). Reinforcement and instructions with mental patients. 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Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 62-72 ISSN: 2340-0242 72 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y las precisiones necesarias1, 2, 3 Germán Morales Chávez4 Mireya Alemán Baños César Canales Sánchez Rosalinda Arroyo Hernández Claudio Carpio Ramírez Facultad de Estudios Superiores Iztacala Universidad Nacional Autónoma de México Resumen El análisis psicológico de la educación formalizada requiere contar con un marco teórico armonioso y con las categorías apropiadas para dar cuenta de las interacciones centrales que acontecen en la escuela, como lo son las que mantienen el docente y el alumno. Mientras mayor parsimonia y coherencia en el planteamiento teórico, mayor valor heurístico tendrá el análisis realizado. Con estas premisas, en el presente trabajo se realizan algunas precisiones a nociones planteadas en la perspectiva Interconductual de los procesos educativos, nociones que son reiteradamente citadas pero con sentidos diferentes, como la de interacción didáctica. Estas precisiones pretenden abonar al análisis realizado a las relaciones de enseñanza – aprendizaje, en particular, las que tienen lugar en la educación superior, en dos sentidos: a) Evitar confusiones que surgen de la postulación de un mayor número de conceptos y nociones teóricas, que ha generado que los análisis interconductuales de la educación mantengan entre sí, pocos consensos. b) Contribuir en la organización de la investigación psico-pedagógica realizada desde la perspectiva Interconductual desarrollada por Ribes y López (1985), en tanto se cuente con planteamientos y modelos teóricamente armoniosos. Se remarca el carácter funcional de las relaciones educativas docente – alumno, concretado en la noción de interacción didáctica y se plantea una forma de organización de la investigación y la intervención con base en un criterio morfológico–funcional. Palabras clave: interacción didáctica, discurso didáctico, educación superior, lectura, escritura Abstract The psychological analysis of formal education requires a theoretical and harmonious frame with its proper categories to show the central interactions occurring in the school, like the ones observed between teacher and student. A greater parsimony and coherence in the theoretical approach will result in greater heuristic value analysis. With these premises in mind, in the present work some remarks are made about the notion of didactic interaction raised in the Interbehavioral perspective related to the educational processes, notions that are repeatedly mentioned but in different senses. These precisions try to enrich the La referencia de este artículo en la Web es: http://conductual.com/content/las-modalidades-de-las-interaccionesdid%C3%A1cticas-entre-los-disensos-esperados-y-las 2 Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Estudios Superiores Iztacala. Grupo T de Investigación Interconductual. Av. De los Barrios No. 1. Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, México, Estado de México. C.P. 54090 3 La realización de este trabajo fue posible gracias al apoyo financiero brindado por la DGAPA – UNAM, a través de los proyectos PAPIME PE301512 y PAPIIT IN307013. Los autores agradecen también el apoyo incondicional brindado por Jhosebet Bernardino en la preparación del escrito. 4 Correspondencia: Germán Morales Chávez. Av. De los Barrios No. 1. Los Reyes Iztacala, Tlalnepantla, México, Estado de México. C.P. 54090 Teléfono 00(52) (55) 56 23 12 38 Fax 56 23 12 38 Email: gmoralesc@unam.mx 1 Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 73 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. analysis of the relations teaching- learning and especially, those occurring in higher education. They have as their objectives a) to avoid confusion from the application of a greater number of ideas and theoretical concepts, which has led to few consensus among the analysis of interbehavioral education b) Contribute to the organization of psycho-pedagogical research carried out from the perspective developed by Ribes and Lopez (1985), while they count on harmonious theoretical approaches and models. The present article highlights the functional nature of teaching – student educational relationships, embodied in the notion of didactic interaction and proposes a way of organizing research and intervention based on morphological and functional criteria.. Key words: didactical interaction, didactical speech, higher education, reading, writing. En la promoción, trasmisión y renovación de la riqueza cultural de un grupo social a su nueva generación, los espacios escolarizados han jugado un papel clave y han aceptado históricamente el encargo de formar a los nuevos miembros de la sociedad. En esta ardua labor, han incidido autoridades, profesionistas, científicos, profesores, alumnos y los propios padres de familia. Ello resalta la complejidad de la vida educativa, especialmente la formalizada, en la que tienen lugar la participación de diferentes disciplinas científicas, tecnológicas y profesionales, para incidir en la forma, dirección, contenido, estructura, organización y compromisos de la educación escolar. En el caso de la educación superior, como nivel orientado a la formación profesional y a la preparación para la inserción productiva en la pirámide de organización social, se han implementado diversas acciones desde diferentes disciplinas, encaminadas que a dicho objetivo se cumpla en los términos más o menos planteados formalmente. Muchas de estas acciones se han orientado a la gestión escolar, al equipamiento y mejora estructural, a los programas de apoyo y estímulo a la docencia, capacitación y actualización docente, inserción de nuevas tecnologías, la actualización curricular, la evaluación y acreditación de planes de estudio, etc. (Irigoyen, Jiménez y Acuña, 2007). Sin embargo, lejos se encuentran los resultados deseados, por lo que continúan planteándose diferentes modelos, perspectivas e intervenciones que den cuenta de una aproximación analítica adecuada y auspicien procesos formativos más eficaces. En el caso de la incursión de los psicólogos en el ámbito educativo, su labor se ha orientado a analizar y optimizar las relaciones entre el docente y el alumno, que ha dado origen a teorías de la enseñanza y el aprendizaje, respectivamente, así como estrategias de enseñanza y técnicas de estudio o aprendizaje por el otro. Durante mucho tiempo, gran parte de estos esfuerzos se han concentrado en los procesos y actividades vinculadas a la figura del docente o los materiales empleados en la educación, actualmente se aprecia una apertura a concepciones más amplias e integrales. El análisis funcional de la educación escolarizada Uno de los aspectos que no ha recibido la suficiente atención en el ámbito educativo y que muchas veces se soslaya, por extraordinario que parezca, es el carácter funcional de la díada docente – alumno (Carpio e Irigoyen, 2005). En contraparte, existe una sobrevaloración de los aspectos formales de tales relaciones, dicho de otra manera, se asumen como condiciones necesarias y suficientes las propiedades de forma, duración, ubicación, intensidad, etc., que tienen las relaciones entre quien educa y quien es educado. Esta tendencia a resaltar los aspectos formales es ilustrada por la relevancia que se le otorga a cosas como la puntualidad del docente, la entrega y cobertura del programa-temario, el avance académico atendiendo a los criterios administrativos, el uso inadecuado o subutilizado de materiales de apoyo de tecnología avanzada, la igualación entre el aprendizaje del alumno y los puntajes obtenidos en pruebas estandarizadas, fragmentarias y diseñadas atendiendo a criterios poblacionales. Otras características incluyen la separación del trabajo en el aula en tiempos para enseñar y tiempos para evaluar Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 74 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… y sobre todo, el establecimiento de correspondencia entre las formas de actuación del docente con las formas de actuación del alumno, en las que a mayor parecido morfológico, se predica mayor grado de aprovechamiento o dominio del alumno (Carpio e Irigoyen 2005; Irigoyen, Jiménez y Acuña, 2011). Con base en un acercamiento analítico realizado desde una perspectiva Interconductual, se busca reconstituir conceptual y fácticamente, el papel funcional de las interacciones educativas, en su dimensión psicológica. Por ello se recupera, el trabajo de Kantor (1990), en su concepción de lo psicológico, entendido como un campo o conjunto de interacciones entre un individuo y aspectos específicos del medio. Estas interacciones tienen lugar en circunstancias definidas, cuya evolución tiene forma continua en tiempo y espacio, en la historia particular de ese individuo. De manera general, en esta perspectiva lo psicológico está conformado por campos multifactoriales en los cuales participan tanto los factores en relación directa (las acciones del individuo en reciprocidad con las acciones del medio) como las condiciones, físicas y convencionales, que posibilitan y modulan su contacto (medio de contacto), la dimensión histórica en la que tiene lugar el cambio del papel o función desempeñado por el individuo (biografía reactiva) y el medio (evolución del estímulo) en la interacción, así como la participación de factores situacionales, organísmicos e históricos que modulan probabilísticamente el modo en que la interacción se establece (factores disposicionales). Con base en estos supuestos generales, se concibe que la estructura así como la presencia de los elementos que participan en las relaciones educativas, aunque necesaria, no basta por sí misma para poder dar lugar a las relaciones, al menos las que se requieren. Cierto es que una relación educativa escolarizada requiere de un aula (con iluminación, ventilación, temperatura adecuadas, etc.), mobiliario, un docente, los alumnos y el material de trabajo, pero su concurrencia en un tiempo y espacio, por sí sola, no asegura que tengan lugar relaciones de enseñanza - aprendizaje formales. Todos estos elementos guardan entre sí relaciones de afectación mutua e interdependencia a medida que se organizan de cierta manera, pero dicha organización debe estar orientada a una finalidad definida previamente. Por ello, se sostiene que en las relaciones educativas no basta con las condiciones necesarias, deben presentarse condiciones suficientes que posibiliten un tipo de interacción, con cierta forma, orientada a un objetivo específico. Considérese como ejemplo de un planteamiento funcional, un médico que cumple con las condiciones necesarias (un ser humano con bata, dentro de un consultorio, con los aparatos que se utilizan en la práctica médica), pero en la atención clínica no logra dar con un diagnóstico preciso o no prescribe el tratamiento adecuado, en suma, sus pacientes no sanan, desde un punto de vista moral o profesional se hablaría de un mal médico, desde un punto de vista funcional ese individuo no es un médico ya que cumple solamente con condiciones necesarias pero no con las suficientes (no mantiene relaciones de cierto tipo y por ende incumple sus funciones como médico). La perspectiva funcional adoptada por la psicología Interconductual permite vislumbrar de otra manera al docente y al alumno, así como aquellos elementos que forman parte de las relaciones entre estos individuos. En consecuencia, el docente no es docente sólo por la forma, sino porque con sus acciones, modificaciones del ambiente, sus relaciones con materiales, libros, y porque con sus relaciones con otros individuos, consigue cambios en el comportamiento de sus alumnos (i.e. consigue que aprendan). En la medida en la que el docente consigue que un alumno aprenda se puede decir que cumple su función como docente. Si los alumnos no aprenden en las relaciones escolares aquello que se pretende, entonces tampoco están cumpliendo con aquello que los define funcionalmente como alumnos, ya que se cumplen los aspectos formales pero no los funcionales, en suma, las relaciones resultan incompletas cuando no logran su consecución como acto desplegado y se quedan en un nivel de meras potencialidades. Como se puede apreciar, la consecución de la funcionalidad del docente depende de las relaciones mantenidas con el alumno y con aquello por enseñar-aprender, éste sería el carácter propiamente funcional de la relación en la que se enfrascan en el aula. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 75 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. En el análisis de la educación formalizada con base en una perspectiva funcional, es importante precisar que la relación de enseñanza – aprendizaje no refiere un conjunto de actividades claramente distinguibles, sino que enfatiza el rol que juegan cada uno de los elementos que participan de dicha relación: el docente y el alumno. Roles que sin embargo, no tienen sentido por separado, sino que interdependen y se afectan mutuamente (en este sentido, no puede haber un docente que califique como competente y que al mismo tiempo el comportamiento de sus alumnos resulte inefectivo). El carácter funcional de la díada docente – alumno, ocupa un lugar pequeño frente a los análisis estructurales de la relación enseñanza – aprendizaje, presentes en la mayoría de las perspectivas pedagógicas (aún en aquellas que tienen una fuerte influencia psicológica) en las que se ha reconocido como elementos centrales un docente, un alumno y el contenido, materia, objeto de conocimiento, etc. El peso y la forma de concebir a cada uno de estos elementos, traza las diferencias entre las diversas perspectivas, así como la direccionalidad de las relaciones establecidas entre los diversos elementos. De manera general, en la literatura de la “Psicología educativa” se ha asumido que el docente lleva a cabo acciones encaminadas a que el alumno aprenda algo, el efecto conseguido con las actividades del docente y las del alumno, se ha considerado aprendizaje. Los fines, los medios, los compromisos ideológicos, la filosofía educativa, son los que han generado sendas discusiones que en el presente trabajo no se abordarán, baste con señalar que las diferencias en los factores antes mencionados son las que determinan diferentes posturas sobre el docente, el alumno y las relaciones en las que se involucran. Como ya se ha señalado, uno de los aspectos invariantes en las formulaciones tradicionales de enseñanza-aprendizaje consiste en hacer descansar los análisis, con sus consecuentes propuestas, en los aspectos morfológicos o estructurales de dicha relación. Es decir, las características formales del hacer del docente, del hacer del alumno, en conjunto con las características formales del contenido por aprender, han atraído el interés analítico de muchos de los estudiosos de la relación descrita. Las implicaciones de esta forma de proceder son varias, destacan las siguientes: a) Considerar que la enseñanza se puede planear, evaluar, administrar, al margen del aprendizaje del alumno, b) La falta de relación entre el hacer y decir del docente con el hacer y decir del alumno, y c) Asumir que el carácter del hacer y decir docente es didáctico aún cuando no tenga efectos sobre el comportamiento del alumno. Estas implicaciones también se extienden a los materiales empleados en las relaciones educativas, lo cual se aprecia cuando se hacen recaer en las características formales los aspectos funcionales de los materiales que se emplean en la enseñanza – aprendizaje, por ejemplo cuando se cualifica a los textos como interesantes, aburridos o didácticos, al margen de quien se relaciona con ellos y de los resultados que se consiguen con su lectura (Morales, Cruz, León, Silva, Arroyo y Carpio, 2010). En conjunto, estos análisis han generado un crecimiento enorme de los datos que reportan pero sin un orden o criterios generales que permitan organizar de forma económica, pero sobre todo, coherente, el trabajo realizado; a lo que se agrega que no han impactado los resultados de la educación en términos del desempeño del alumno. Esto podría deberse, entre otras cosas, a concentrar los esfuerzos teóricos en aspectos periféricos de las relaciones educativas, ignorando uno de los aspectos centrales de la vida educativa: el carácter funcional de las relaciones docente – alumno. El carácter funcional de la educación: la interacción didáctica Desde la perspectiva Interconductual se han hecho una gran cantidad de trabajos teóricos y de investigación empírica en los que se han hecho esfuerzos por resaltar los aspectos funcionales de las relaciones educativas. Un caso peculiar es el de Ibañez (2007), al enmarcar su trabajo en el contexto de las tendencias pedagógicas actuales, su punto de partida es una crítica a los modelos pedagógicos triádicos, reconoce a perspectivas que caracterizan a relaciones docente-alumno-saber, docente-alumnoRef.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 76 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… conocimiento, docente-alumno-contenido. En esta caracterización, el autor identifica un elemento común entre dichas perspectivas que consiste en el tratamiento del saber, conocimiento y contenido como si fueran cosas físicas, léase entidades concretas, ubicables, con una delimitación espacio-temporal. Además sostiene que este tratamiento generó diferentes metáforas inapropiadas relacionadas con el saber, conocimiento o contenido: como algo que se ingiere (asimilación), como algo que se construye, se transmite, etc. Para Ibañez, el saber, el conocimiento o contenido, no comparte las propiedades de las cosas físicas: no es perceptible, ubicable, susceptible de cambiarse de lugar, etc., para él, el conocimiento es insustancial, no ocupa volumen, espacio, no tiene forma, en suma no es tangible. En consecuencia, reconoce como errores lógicos o categoriales a las afirmaciones en las que se trata a algo que no es cosa como si lo fuese (el conocimiento, saber o contenido) y que se le relaciona con el docente y el alumno. Esta violación lógica, en la que se cosifica al saber, conocimiento o contenido, se separa del alumno y docente, para posteriormente buscar las vías de “incorporación” más adecuadas, violación que cuestiona y limita el poder heurístico de las aproximaciones que realizan este tipo de tratamiento teórico. Una vez que reconoce las limitantes de estos triángulos pedagógicos, Ibáñez (2007) propone una alternativa que a grandes rasgos se conforma de los siguientes elementos: El objetivo instruccional, elemento que ocupa un lugar central en su esquematización por constituirse como el objetivo educativo particular que describe la competencia a desarrollar por parte del alumno, con base en las interacciones didácticas frente a un problema particular. Representa el factor que norma y regula las interacciones didácticas. El alumno, que es el individuo que desarrollará la competencia descrita en el objetivo instruccional. Individuo que tiene dimensiones biológicas, sociales y como persona (sic). El discurso didáctico, definido como el vehículo lingüístico a través del que, el profesor en primer instancia, media al alumno con base en los criterios morfológicos y funcionales, buscando que su desempeño se corresponda con las propiedades del objeto o problema que una comunidad epistémica ha definido como desempeño adecuado. Para este autor, el discurso didáctico constituye el papel funcional del profesor o de cualquier otro emisor de la disertación didáctica en sus diferentes modalidades lingüísticas, por ejemplo, una grabación, un texto o un video pueden ser discurso didáctico. Objeto referente del discurso didáctico, que constituye el referente empírico concreto del discurso didáctico, es decir, cosas, eventos o situaciones ante los cuales se tiene que desempeñar el alumno en correspondencia con los criterios de la disciplina. El referente puede ser de tipo abstracto, pero el autor menciona lo deseable de que algún elemento concreto lo represente para poder observar relaciones con ese elemento empírico en correspondencia con el objetivo instruccional. Esta caracterización, rescata el carácter funcional de las interacciones pero lamentablemente no logra evitar algunos problemas que la ubican cerca de las propuestas de las que se trata de distanciar. En primer lugar, se plantea una ventaja de suprimir la figura del docente que reconocen otros modelos y ubicar en su lugar al discurso didáctico, definiéndolo como “un tipo especial de habla que se organiza y realiza con la intención de instruir a otro, para que sea recordado, imitado y ensayado por quien lo recibe” (p. 449). Una serie de interrogantes se pueden realizar a esta forma de concebir el discurso didáctico: ¿La única función docente es el habla? ¿Cuándo el habla del docente se ubica sólo como habla y cuándo evoluciona a discurso didáctico? ¿El discurso puede ser didáctico aunque no aprendan los alumnos? ¿Todo discurso que tiene lugar en el aula, es didáctico? Igualmente problemático resulta el sostener la posibilidad de relación entre un alumno y el discurso didáctico, si el discurso didáctico es el papel funcional del docente ¿Cómo se relacionan un elemento estructural como el alumno con un elemento funcional como el discurso didáctico? ¿La relación alumno – discurso didáctico no constituye una Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 77 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. violación lógica como la del tipo alumno – conocimiento? Señalar que el discurso didáctico tiene una intención sin mayor aclaración al respecto, remite a pensar en varias cosas. ¿La intencionalidad pertenece al discurso o al objetivo instruccional o ambos? ¿Cómo se distinguen? Ahora bien, si se recuperan los propios argumentos de Ibáñez, sobre que el discurso didáctico es recordado por el alumno que lo recibe, entonces también es transmitido ¿o de qué otra manera se puede recibir? En consecuencia, tan cosificada está la noción de saber en las perspectivas tradicionales como el discurso didáctico en esta propuesta. El trabajo de Ibañez es un esfuerzo loable por reposicionar el carácter funcional de los análisis psico-pedagógicos, pero resulta insuficiente para constituirse como una postura alternativa a las limitantes de los modelos existentes. Con el mismo objetivo de resaltar la importancia del papel funcional de la díada enseñanza – aprendizaje, León, Morales, Silva y Carpio (2011) proponen una forma diferente de caracterizar a las interacciones didácticas. Para estos autores la enseñanza-aprendizaje se concreta en las interacciones didácticas en las que el docente y el alumno se relacionan, con el propósito de que el alumno desarrolle las formas de comportamiento efectivas y adecuadas con los referentes disciplinarios. Por ello, plantean que la interacción didáctica es algo más que un episodio comunicativo que le subyace a la idea de enseñar como transmisión de conocimiento del docente (o emisor) al alumno (o receptor); la interacción didáctica representa la unidad analítica que condensa las propiedades funcionales mínimas de la relación enseñanza – aprendizaje. La interacción didáctica en tanto interacción psicológica, es estructurada por un criterio al cual debe ajustarse el desempeño del docente y del alumno, el primero realizando actividades genéricamente conocidas como enseñanza y el segundo llevando a cabo actividades englobadas bajo la denominación de aprendizaje. Dicho elemento que estructura la interacción didáctica se denomina criterio de ajuste (Carpio, 1994), elemento que enmarca y delimita la relación entre el docente y factores asociados a su figura (como sus habilidades, tendencias, estilos, etc.), el alumno y factores asociados a su figura (habilidades, tendencias, estilos, etc.), la tarea (morfología, dificultad, etc.), así como una serie de factores situacionales (temperatura, disposición espacial, etc.), organísmicos (somnolencia, salud, etc.) e históricos que modulan la relación. En la interacción didáctica se actualizan sincrónicamente la historia de cada uno de los participantes (lo que han hecho, lo que han leído, escuchado, etc.), sus habilidades, competencias, estilos interactivos y motivos. En conjunto, estos factores se expresan como tendencias comportamentales que inciden en el modo en que cada uno de los participantes hace contacto con las características de los elementos presentes en la situación en la que se lleva a cabo la tarea. De forma esquemática se representan estos factores en la figura 1. Figura 1. Las interacciones didácticas y sus relaciones de subordinación con otros niveles analíticos.H.S.E.= Historia Situacional Efectiva, H.R= Historia de referencialidad, H= Habilidades, C= Competencias, E.I.= Estilos interactivos y M= Motivos (Tomada de León, Morales, Silva y Carpio, 2011). Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 78 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… Esta forma de representación de la interacción didáctica, desde la perspectiva Interconductual, puede resultar adecuada para ilustrar las relaciones inclusivas, resaltando gráficamente que esta interacción idealmente debiese encontrarse cubierta por los objetivos de los programas académicos. Dichos programas a su vez se deben encontrar regulados por los objetivos curriculares y éstos últimos subordinados a los criterios normativos regulatorios del hacer escolar en el nivel de subsistema oficial, para que finalmente se incorporen a la vida social general que les imprime su sentido eminentemente cultural. De esta forma se reconoce que idealmente debiese existir una correspondencia de la interacción didáctica con un plan de estudios, con una política institucional, un dominio disciplinario, con la política educativa y como parte de un plan de desarrollo gubernamental; por supuesto reconociendo que cada nivel como nivel de análisis, corresponde estudiarlos a diferentes disciplinas. Interacción didáctica y discurso didáctico: algunas precisiones La noción de discurso didáctico se desprende de la obra El concepto de lo mental de Gilbert Ryle (1949) que es de corte filosófico y se ubica en dos grandes áreas: Filosofía de la mente y Filosofía del lenguaje. En esta obra Ryle apela al habla estudiada como un criterio que distingue los actos y facultades intelectuales de los que no lo son, con el objetivo de mostrar que actos que son descritos como abstracciones, inferencias, etc., no remiten a episodios internos u ocultos, sino a formas de comportamiento que se han configurado y desarrollado por medio de la enseñanza. Debido a que el interés de Ryle no es psicológico ni pedagógico, no hay un tratamiento exhaustivo de la noción de habla didáctica, incluso se puede observar que reproduce cierta coincidencia con las formas tradicionales de concebir la educación cuando afirma que la “forma de hablar didáctica es el vehículo que permite transmitir el conocimiento” (1949, p. 315). Es justo este sentido el que recupera Ibañez (2007) cuando sostiene que el lenguaje es fundamental para que el conocimiento pase de una persona a otra, sólo que no se trata de un habla cualquiera, sino la de tipo didáctico, sentido que aquí se ha criticado. Siendo justos, en la obra de Ryle (1949) tampoco se encuentra fijada la noción de habla didáctica a un proyecto escolarizado o nivel educativo. La noción de habla didáctica en su versión de discurso didáctico, fue recuperada por diversos autores como una de las formas de las acciones didácticas, una clasificación realizada desde la perspectiva interconductual ampliamente reconocida es la de Ribes (1990) que identifica tres modalidades que adoptan el trabajo didáctico: El ejercicio, que consiste en que el alumno sea expuesto de manera directa con las condiciones en las que la práctica disciplinaria (científica, tecnológica, artística etc.) tiene lugar, interactuando directamente con aparatos, procedimientos, datos, conceptos, etc., en otras palabras, el alumno aprende haciendo y diciendo sobre tales elementos mientras el docente supervisa el desempeño de éste. El ejemplo, en el cual es el docente quien modela o muestra al alumno las maneras apropiadas de interactuar de manera directa o lingüística, con objetos y eventos disciplinarios. En esta modalidad se establece una relación indirecta entre el alumno y los eventos disciplinarios, ya que el contacto con ellos está mediado por el docente a través de la ilustración o el modelamiento del hacer y decir pertinentes que despliega el docente. Por último, el discurso didáctico que supone una interacción de tipo lingüística, entre la persona que enseña y la que aprende (en la práctica escolarizada, entre el profesor y el alumno o entre texto y alumno), interacción en la que el decir del docente modifica el comportamiento del alumno en la dirección que los criterios paradigmáticos marcan como el esperado. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 79 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. Esta caracterización es útil para propósitos ilustrativos, pero debe tomarse con reservas, ya que la distinción entre las diferentes categorías pasa por alto que éstas no son mutuamente excluyentes, en tanto no hay un criterio claro y único para distinguirlas. Para el ejemplo y el ejercicio, parece que el criterio que se siguió fue el de geografía o ubicación de quién lleva el papel activo, el docente en el primer caso, el alumno en el segundo, pero que pueden tener lugar de forma sincrónica (el docente ejemplificando y el alumno practicando). En el caso del discurso didáctico, la ubicación ya no es el criterio que se sigue, en virtud de que se abandona un criterio morfológico para adoptarse uno funcional, pero que no salva el hecho que pueda tener lugar el discurso con cualquiera de las otras dos formas. Por ejemplo, el docente puede estar modelando la forma de actuar ante un aparato para registrar al mismo tiempo que su discurso didáctico gira en torno a la pertinencia de las medidas en la investigación experimental. También es posible que el alumno se encuentre trabajando en una práctica, que el docente con su discurso retroalimente y auspicie que el alumno contraste su forma de actuar con la que se modeló. Lo anterior pone en evidencia que las formas de la interacción didáctica debieran organizarse con un criterio homogéneo y consistente que permita un mejor encuadre conceptual, en particular, que posibilite una ubicación adecuada de nociones como el de discurso didáctico. Considerando que no hay acuerdo sobre su inclusión o subordinación en el contexto de la noción funcional de interacción didáctica es menester hacer las precisiones al respecto. Para Carpio, Pacheco, Flores y Canales (1999), el discurso didáctico es la interacción en la que el docente regula la relación del alumno con algún objeto, evento o persona en función de ciertos criterios paradigmáticos, sociológicos y de ajuste, por lo que no se reduce al habla del docente y no es un episodio comunicativo solamente. En esta regulación de la relación alumno(s)-objeto disciplinario por parte del docente, participan signos, gestos, palabras, etc., que por sí mismos carecen de significación funcional ya que son dependientes de la interacción total y del hacer de los participantes. Por ello, el análisis del discurso didáctico no es factible si se consideran sus elementos por separado, siempre se tiene que anclar el hacer del docente con el actuar del alumno. En estas relaciones el docente con su actuar atiende a propiedades del hacer del alumno y de la tarea, incorporando elementos convencionales y no convencionales. Por su parte, el actuar del alumno atiende al hacer del docente y a las propiedades de la tarea y lo que hace el alumno frente a la tarea genera que el docente proporcione consecuencias diferenciales en correspondencia con dicho hacer; de esta manera, se transforman las interacciones didácticas y con ello el hacer posterior del docente. No hay que olvidar que en la educación formal los objetivos definidos institucionalmente, que en general demandan la aproximación a formas de comportamiento curricularmente definidas, requieren la acción mediadora del docente (directa o indirecta) sobre el comportamiento del alumno, dicha acción mediadora, siempre implica el discurso didáctico. Con base en esto, el discurso didáctico permea todos los contactos del alumno con el objeto disciplinario, se convierte en la circunstancia funcional que traza los lineamientos disciplinarios que habrán de cumplirse y posibilita la mediación entre el alumno y el objeto disciplinario, no es un elemento participante de las interacciones didácticas como lo plantea Ibáñez (2007) ni es una forma que adopta la interacción didáctica como lo sostiene Ribes (1990). Las formas de la interacción didáctica Una clasificación de las interacciones didácticas con un criterio morfológico pero útil, al permitir englobar en un solo marco analítico coherente las diferentes actividades que tienen lugar en la realidad educativa sin importar el nivel escolar, consiste en reconocer variaciones en las modalidades en las cuales el alumno entra en contacto con la tarea o material para analizar y trabajar con el objeto disciplinario; dichas modalidades no son incompatibles ni excluyentes, lo que representa una ventaja adicional tanto analítica como práctica, para organizar el trabajo investigativo y el trabajo didáctico. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 80 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… Las interacciones didácticas lectoras En este rubro se contemplan aquellas interacciones en las que el alumno entra en contacto con el objeto disciplinario y los criterios paradigmáticos disciplinarios, a través de un texto especializado. Dicha interacción cuando se encuentra amparada en un sistema escolarizado, se encuentra mediada por la actividad del docente, con la prescripción de los criterios que comparte el grupo social al que se busca incorporar al alumno, criterios que habrán de guiar con qué elementos del texto y de otras situaciones hay que hacer contacto y de qué manera hay que hacerlo. De esta forma, los primeros contactos con un texto, son modulados en términos de su elección, duración, tonalidad, volumen, etc. por el docente a través de criterios de ajuste que cobran la modalidad de instrucciones, objetivos o reglas a seguir, pero que van más allá de pedir que el alumno “lea con atención”. Posteriormente, una vez que el alumno domina o satisface los criterios impuestos por el docente, gradualmente es capaz de auto-imponerse los criterios que habrán de regular su interacción con el texto. Es decir, podrá elaborar los criterios a los que hay que ajustarse y que seguramente guardan relación con el tipo de criterios que históricamente ha cubierto. Siguiendo el análisis de las interacciones lectoras de Arroyo, Canales, Morales, Silva y Carpio (2007), existen diversas formas funcionales de hacer contacto con el texto y cumplir con los criterios que impone el docente; conceptuación que permite borrar la distinción entre leer y comprender, como si fueran dos actos diferentes, en su lugar se plantea que hay diferentes niveles de interacción que son inclusivos y de complejidad creciente. En el nivel más elemental se ubica lo que desde otras perspectivas se considera como lectura y en los niveles más complejos, lo que desde otras perspectivas se llama “comprensión”. Los niveles funcionales aludidos son propuestos por Ribes y López (1985), quienes formularon una taxonomía funcional del comportamiento a partir del grado de participación del individuo en la configuración de la relación de la cual forma parte (mediación), y de la dependencia que guarda el actuar del individuo respecto a las propiedades fisicoquímicas de la situación en la que interactúa (desligamiento). Los cinco niveles en los que puede estructurarse el comportamiento en general, y las interacciones lectoras en particular son: Contextual, Suplementario, Selector, Sustitutivo Referencial y Sustitutivo No Referencial. A los niveles de complejidad funcional le corresponde cada uno de los criterios de ajuste sin igualarse con ellos, ya que el nivel funcional del comportamiento designa el tipo de interacción estructurada mientras que el criterio designa el fin u objetivo por cubrir como mínimo conductual implicado en una interacción didáctica, como la lectora. Los criterios de ajuste son: Ajustividad, Efectividad, Pertinencia, Congruencia y Coherencia (Carpio, 1994). De esta manera surgen los siguientes pares interacción – criterio: Contextual - Ajustividad, Suplementario – Efectividad, Selector – Pertinencia, Sustitutivo Referencial - Congruencia y Sustitutivo No Referencial – Coherencia. Según Arroyo, Canales, Morales, Silva y Carpio (2007) se pueden identificar cinco tipos de interacción lectora, atendiendo a su cualidad funcional: 1. Interacción didáctica lectora en la que se demanda la correspondencia morfológica entre la actividad del lector y las propiedades físicas del texto, el criterio que se cumple es de Ajustividad, el cual exige que la actividad del lector guarde una relación idéntica con las propiedades físicas del texto. Por ejemplo vocalizar lo que está en el texto, repetir el título o líneas del texto, responder a preguntas textuales derivadas del texto, etc. 2. Interacción didáctica lectora en la que tiene lugar la ejecución de actividades específicas en relación con elementos físicamente presentes en el texto. El criterio que se cumple es el de Efectividad, el cual demanda que el lector no sólo debe ajustarse a las propiedades del texto, sino también generar cambios efectivos en la situación a partir del texto. Ejemplos de este Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 81 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. tipo de ajuste: leer un instructivo y armar un aparato electrodoméstico con base en ello, resolver preguntas que impliquen generar efectos, etc. 3. Interacción didáctica lectora en la que se establece una correspondencia entre elementos del texto y las acciones que el lector debe desarrollar en una situación “extra-texto”, de modo tal que el lector debe ajustarse a relaciones de condicionalidad referidas en el texto o por una situación adicional al texto cumpliendo criterios de Pertinencia. Por ejemplo, el seguimiento de instructivos con señalamientos del tipo “en caso de... haga...”, leer y responder de forma diferente ante una situación planteada de forma diferente a la presentada en el texto, etc. 4. Interacción didáctica lectora que involucra como criterio a satisfacer que el lector establezca lingüísticamente relaciones entre elementos referidos en el texto y los elementos de otras situaciones específicas satisfaciendo un criterio de Congruencia. Por ejemplo, cuando se relacionan textos independientes, cuando se interpreta una situación, hecho o evento a partir de lo leído o se generan ejemplos de lo leído, ilustrar situaciones que sean un caso de lo planteado en el texto, entre otros. 5. Interacción didáctica lectora en la que se pide al lector que establezca relaciones también en términos lingüísticos, pero a diferencia de la anterior, abstraídas por completo de las situaciones específicas en la que fueron elaboradas (criterio de Coherencia). Por ejemplo, vincular argumentos de dos posturas teóricas, contrastar planteamientos teóricos, formular planteamientos novedosos derivados de la lectura de textos, etc. Las interacciones que puede establecer un alumno con un texto pueden establecerse en diferentes niveles de complejidad en función de los criterios y demandas específicas del programa de estudio, de lo que hay que aprender y de las peculiaridades del objeto disciplinario. Por lo que es importante sostener que cumplir con criterios de mayor complejidad, en ningún sentido resulta por sí solo mejor que cumplir con criterios de menor complejidad, ya que este planteamiento resulta útil para distinguir niveles de complejidad inclusiva pero no plantea una secuencia de interacciones por aprender. En ese sentido, habrá interacciones que se pretendan establecer en un nivel Selector imponiendo criterios de Pertinencia como cuando se están enseñando las diferentes formas de correlacionar medidas y formas de registro cuando se está modelando comportamiento vinculado a la investigación, mientras que en otro momento sea más crítico que el alumno aprenda la forma adecuada de leer ciertos nombres de autores, lugares, sustancias o aparatos interactuando en un nivel Contextual y cumpliendo criterios de Ajustividad. Es decir, en esta formulación un mismo alumno puede establecer contacto en por lo menos uno de cinco niveles de complejidad, en un momento, mientras que en otro momento interactuar en otro nivel. Se descarta por completo una relación entre niveles de complejidad funcional con edad o con niveles educativos. Finalmente, es importante reconocer que esta caracterización de las interacciones didácticas lectoras es empíricamente vacía y que se requiere incorporar contenidos, situaciones, secuencias, actividades concretas para guiar el trabajo de investigación y además apreciar su utilidad en el diseño de mejores estrategias didácticas con materiales como los textos. Las interacciones didácticas escritoras Otra de las modalidades lingüísticas bajo las que transcurren las interacciones didácticas, son las escritoras y ocupan un lugar predominante en todos los ciclos y niveles escolares. Esta importancia de las interacciones escritoras de un alumno, contrastan con la atención analítica y práctica que reciben a lo largo de los diferentes niveles escolares. Lo anterior se aprecia en una concentración de los estudios y las estrategias de enseñanza en los primeros años de escolarización, mientras que a nivel superior hay una escasa investigación sobre las formas disciplinariamente adecuadas de escribir, así como de estrategias para Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 82 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… favorecer dichas formas de escribir (Pacheco, Ramírez, Palestina y Salazar, 2007). Ante este panorama es crítico señalar que escribir no es algo que se aprenda de una vez y para siempre, su valoración como “escribir bien” depende de la adecuación a los géneros específicos de la comunidad en la que se encuentra incorporándose el alumno, para lo cual requiere un entrenamiento explícito; dicho entrenamiento tiene lugar durante períodos prolongados y tiene que ser variado en función de la temática, el dominio y el nivel escolar (Pacheco, Morales y Carpio, 2010). Desde la perspectiva Interconductual y con base en la taxonomía de Ribes y López (1985), se ha realizado un acercamiento conceptual a las interacciones escritoras digno de recuperarse para dar lugar a formas más convenientes de las interacciones didácticas de este tipo. En tanto el trabajo tiene el mismo cobijo conceptual ya mencionado, se comparten elementos funcionales con las interacciones lectoras, de esta forma se concibe que las interacciones escritoras constituyen una compleja malla de relaciones que interdependen, que se afectan mutuamente en las que tienen como elementos clave: aquel que escribe, aquello que escribe y aquél a quien le escribe (Pacheco, 2008; Pacheco, Ortega y Carpio, 2010). En estas relaciones de interdependencia participan la historia de contactos de quien escribe, es decir lo que ha leído, visto, escuchado sobre lo que escribe; los factores disposicionales, es decir los eventos y factores que probabilizan o impiden la interacción escritora como el ruido, la iluminación (adecuada/inadecuada); los criterios de ajuste que al demandar el mínimo conductual a desplegar, estructuran la interacción escritora. Por ejemplo hacer un resumen con un máximo de 200 palabras o escribir una crítica a una película vista; las habilidades y competencias lingüísticas, que de manera general se refieren al desempeño efectivo y a la disposición a ser efectivo respectivamente, cuando de escribir se ha tratado, por ejemplo, que un alumno pueda escribir con un teclado de la computadora en código ascii requiere que haya habilidades ya desarrolladas en el dominio de dicho código (Pacheco, Ramírez, Palestina y Salazar, 2007). Las interacciones escritoras se pueden estructurar en alguno de los diferentes niveles de complejidad funcional descritos por Ribes y López (op. Cit.), con base en el/los criterio(s) de ajuste impuesto(s) al alumno por el docente (Ajustividad, Efectividad, etc.). Las interacciones escritoras al igual que las lectoras, demandan la participación de un sistema reactivo convencional (creado y compartido por un grupo social), como lo es el lenguaje de símbolos arbitrarios que no guardan parecido físico con los objetos, eventos o personas que designan (la palabra árbol no guarda parecido con el dibujo de un árbol y menos con el árbol). El dominio de este sistema posibilita interacciones complejas, pero además estas interacciones requieren ciertas condiciones que se van configurando en la historia de los individuos. Siguiendo a Ribes y López (1985), Ribes (1990) y Pacheco (2008), las interacciones (en este caso las escritoras), que se demandan en la educación superior son principalmente de mayor complejidad funcional, es decir, las que se estructuran en los niveles sustitutivos. Por ende, en el análisis de las interacciones escritoras, se reconocen como elementos centrales: el referidor (quien escribe), el referido (a quien se escribe) y el referente (aquello que se escribe) y se plantea un curso evolutivo de dichas interacciones que va de la mediación para escribir por parte de otros a la mediación propia. En otras palabras, las interacciones escritoras idealmente transitan de la regulación por otros (como el docente) a la propia regulación (por parte del alumno), que definen muchas de las demandas de la educación superior: pasar de la dependencia del docente a la autonomía, que aquí cobraría la forma de escribir para otros hasta llegar al punto en el que el alumno escribe para sí mismo. La independencia del comportamiento del alumno que escribe, reclama que inicialmente se le enseñe a cumplir los criterios por parte del docente y que éste demuestre dominio de ello, para poder enseñarlo al alumno. Es decir, sólo puede enseñar a escribir aquel docente que sabe escribir como Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 83 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. disciplinariamente se requiere, de conformidad con los cánones demandados (Pacheco, Reséndiz y Mares, 2010). Las interacciones escritoras definidas funcionalmente dan lugar a productos escritos que, de manera general, aluden a: 1. Elementos presentes en las situaciones en las que se encuentra el escritor (complejidad funcional baja), como los que resultan de: a) Transcribir en el cuaderno el resumen de un artículo de una revista, cumpliendo un criterio de Ajustividad, b) Llenar una solicitud con datos personales y entregarla, cumpliendo un criterio de Efectividad, c) Seleccionar segmentos del texto y organizarlos de forma diferente en un mapa conceptual, cumpliendo un criterio de Pertinencia. 2. Elementos o situaciones que trascienden aquella situación en la que se encuentra el escritor (complejidad mediana), como lo que resulta cuando el alumno escribe un plan de trabajo o intervención a realizar durante su ciclo escolar y que entrega al docente cumpliendo un criterio de Congruencia, y 3. Elementos que sólo tienen existencia como producto lingüístico (complejidad alta), como lo que resulta cuando el alumno escribe sobre los problemas lógicos de los planteamientos de los autores que ha revisado y para ello cumple con un criterio de Coherencia (Pacheco, 2008). Evidentemente, el tipo de criterios de ajuste que impone el docente para cada una de estas interacciones es diferente funcionalmente, por ello no se puede sostener que se “sabe escribir” en abstracto sin relación con un ámbito, tarea y criterio particular. Analizar y enseñar las interacciones escritoras por el tipo de productos a que dan lugar, es un error cometido de forma recurrente tanto por investigadores como por docentes, que explica el poco avance en las evidencias y en los resultados obtenidos. En su lugar se requiere dar cuenta de las condiciones necesarias y suficientes que posibilitan una interacción escritora que cumple con un criterio particular. Para ello es necesario vincular las características funcionales de las interacciones escritoras con los aspectos formales del lenguaje técnico, además de considerar que la estructuración de las interacciones escritoras no son independientes de las lectoras, ni que se generan al margen de la historia interactiva del alumno en la que ha tenido contacto con tantas cosas, todo esto demanda que en la enseñanza de las interacciones didácticas escritoras se consideren los siguientes aspectos: 1. Establecimiento y determinación del dominio de las habilidades lingüísticas de modalidades emparentadas con las interacciones escritoras, como lo son las interacciones lectoras y las interacciones en las que el alumno escucha y habla. En el caso de la educación superior, por ejemplo, los alumnos tienen que desplegar habilidades de lectura de textos especializados en su disciplina para que con base en ello pueda decir algo que a veces se le solicita por escrito. 2. Modelar e incorporar a la escritura las habilidades relacionadas con la lectura, que comprende identificar aspectos formales de los textos, como el vocabulario, la sintaxis, la semántica y lógica de uso de la terminología de la disciplina. 3. Diseñar situaciones que promuevan el modelamiento, el ejercicio supervisado, la evaluación y contrastación de actividades orientadas a que el alumno identifique y elabore textos que satisfagan los criterios disciplinarios (Pacheco, Ortega y Carpio, 2010). La integración del análisis Interconductual de las interacciones lectoras y escritoras, así como los resultados que se han generado en estos dos tipos de modalidad puede dar origen a interacciones didácticas mucho más eficientes para la promoción de comportamientos efectivos en el nivel educativo Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 84 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… superior. Además de contribuir específicamente a la independencia académica y profesional del alumno, en tanto sea el alumno quien elabore los criterios a satisfacer y sea capaz de modular sus propios desempeños cuando lee o cuando escribe (Morales, Canales, Arroyo, Pichardo, Silva y Carpio, 2005). Las interacciones didácticas orales Una gran cantidad de los problemas que se han señalado en la educación escolarizada en general y en la educación superior en especial, se le atribuyen a las estrategias verbalistas que se emplean (exposición oral o la conferencia impartida), en las que el papel activo recae en el docente. Esto ha contribuido a que las estrategias verbalistas como la conferencia del docente, así como el uso del pizarrón, hayan recibido fuertes y persistentes críticas, con la resultante de que se les estigmatice junto con la memorización y la repetición (Arriaga y El Alami, 2004). En su lugar se ha proclamado el papel activo que debe jugar el alumno, se ha supra-valorado el trabajo práctico en el aula, se han postulado nociones que remarcan la supremacía del aprendizaje por encima de la enseñanza como construcción por parte del alumno del conocimiento, aprendizaje significativo, meta-comprensión de las actividades y procesos de pensamiento divergentes, flexibles y creativos. Estas tendencias pasan por alto que el docente es un representante del grupo social al que se busca incorporar al alumno y encargado de reproducir en el alumno la riqueza cultural acumulada. En efecto, se coincide en que el habla del docente no tiene ningún sentido si no hace contacto con lo que hace y dice el alumno, en este sentido habría que acotar la crítica de la conferencia a aquellos episodios en los que el docente habla por hablar, habla sin que ello impacte en el aprendizaje de los alumnos o habla en una clase y después evalúa en términos de habilidades manipulativas a los alumnos suponiendo un tránsito automático entre lo que él dice con lo que el alumno tiene que hacer. Como se ha señalado, el discurso didáctico del docente constituye la circunstancia funcional que delimita, regula, media y sanciona el hacer del alumno, y puede adoptar la forma de interacción didáctica oral pero no se reduce a conferencia expositiva. La interacción oral en el aula adquiere su sentido didáctico en la medida en la cual lo que dice el docente guarda correspondencia con los criterios de ajuste, pedagógicos, disciplinarios y sociológicos y hace contacto con lo que hace y dice el alumno (Pacheco, 2008). Se remarca aquí que es el docente el que puede darle el sentido didáctico a las interacciones entre el alumno y lo que escucha, lee y escribe, justamente porque modula con los criterios mencionados los contactos de los alumnos. En otras palabras, lo didáctico no preexiste a las interacciones, tiene lugar y se reconoce en tanto esas interacciones se corresponden con los diferentes criterios; esto es muy diferente a sostener que el discurso didáctico ya se encuentra en el texto, en una grabación, en un video o se encuentra en el habla del docente, como lo afirma Ibañez (2007). Esta forma de concebir las interacciones didácticas permite un enfoque diferente de la literatura orientada al estudio de las interacciones al interior del aula, que hasta ahora se ha concentrado mayoritariamente en niveles escolares básicos y orientada a aspectos morfo-estructurales documentando aspectos cuantitativos de las interacciones (duración, frecuencia), atención (duración y frecuencia) y de la clase (tamaño), así como al efecto del número de años de docencia sobre la forma de enseñar (Blatchford, Bassel y Brown, 2011; Cameron, McDonald y Morrison, 2005; Folmer-Annevelink, Doolard, Mascareño y Bosker, 2010; O´Connor, Fish y Yasik, 2004). El análisis de las interacciones didácticas orales desde una perspectiva Interconductual se ha concentrado en el nivel educativo básico y ha girado en torno a preguntar sobre el tipo de interacciones que despliega el docente en el aula, así como el tipo de interacciones que promueve el docente entre el alumno y aquello que va a aprender (Mares, Rivas y Rocha, en prensa). Dichas investigaciones se han desarrollado en un contexto en el que dominan las perspectivas con una orientación etnográfica y con metodologías cualitativas, de ahí que no ha sido fácil abrir brecha ya que ha sido necesario desarrollar una Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 85 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. metodología de observación en escenarios naturales que guarde correspondencia con los supuestos conceptuales y metodológicos de la perspectiva Interconductual. En ésta es fundamental contar con criterios de segmentación de las interacciones para determinar cuándo inicia y cuándo termina una interacción, de qué tipo es y cómo medirlas, lo cual implica una ardua labor en el diseño de registro para recabar los datos y en consecuencia para la representación pertinente de las medidas. Las categorías de observación reconocen la participación de los elementos que integran la interacción maestro-alumnoobjetos de conocimiento y el tipo de interacción que las maestras promueven en sus alumnos a través de las actividades que ellas organizan. Al respecto vale la pena señalar los problemas que supone hablar desde una perspectiva Interconductual de objetos de conocimiento cuando se les trata como si fuesen cosas. También es importante apuntar que en estos trabajos no se recupera la noción de criterio de ajuste, por ello las interacciones son identificadas a partir de otros criterios, como lo son las tareas o actividades por realizar. La forma concreta en la cual se ha trabajado ha descansado en realizar filmaciones, construir categorías a partir de lo observado en las videograbaciones, recuperar los productos permanentes que los alumnos elaboraron en la clase, se filman los materiales utilizados por las maestras, o se recuperan dichos materiales, o se toma nota detallada de ellos y se reproducen los textos empleados en clase (Mares, Guevara, Rueda, Rivas y Rocha, 2004). Los datos obtenidos en las diferentes investigaciones dan cuenta de interacciones monótonas y de los niveles más simples, con poco aprendizaje que trascienda al aula o al tema que se está aprendiendo. Por lo anterior, en general, las diversas investigaciones realizadas hasta ahora remarcan la necesidad de que el docente promueva interacciones didácticas variadas, sobre todo las de mayor complejidad como lo son las sustitutivas a efectos de generar aprendizaje y transferencia a situaciones nuevas. Ante la panorámica descrita es necesario continuar con el trabajo de investigación que se viene realizando, pero también iniciar con investigaciones sobre las interacciones didácticas orales en el nivel educativo superior. Estas últimas investigaciones no deben ser sólo réplicas de los trabajos de Mares y cols. sino que deben incorporar a nivel teórico la consideración de que el discurso didáctico no se reduce al habla docente, para poder romper con la dicotomía hacer – decir, en pro de una caracterización de las interacciones didácticas orales en las que el docente media el comportamiento del alumno con el objeto disciplinario y con los criterios paradigmáticos. De esta forma el discurso didáctico forma parte de los espacios prácticos, de los talleres, de los ejercicios manipulativos permitiendo que la teoría se concrete y que la realidad concreta se teorice en una relación bidireccional. También es crítico que a nivel metodológico se recupere la noción de criterio de ajuste para permitir segmentar las interacciones, dando lugar a episodios didácticos que inician cuando se impone un criterio y se termina cuando se proporciona retroalimentación sobre el desempeño del alumno con el que satisface el criterio impuesto. La realización de investigaciones en el nivel educativo superior, en diferentes disciplinas, atendiendo a estas observaciones, permitirá ubicar en un punto justo la modalidad oral en el concierto de relaciones que se desenvuelven en el aula escolar. Comentarios finales La incidencia de la perspectiva Interconductual, en su versión teórica de Ribes y López (1985), sobre la educación, se puede apreciar en investigaciones que han refrescado la literatura educativa, con una perspectiva que reconoce diferentes niveles de complejidad en los que pueden tener lugar las relaciones docente – alumno. Además, ha permitido caracterizar desde una perspectiva psicológica funcional la enseñanza y el aprendizaje, así como la relación indisociable que mantienen, cuya separación en todo caso, es analítica pero sería incompleta si no considerara aquello que se enseña-aprende. Ref.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 86 Conductual, Revista Internacional de Interconductismo y Análisis de Conducta Las modalidades de las interacciones didácticas: entre los disensos esperados y… A lo largo de este escrito se ha señalado lo incompleto que resulta un análisis de la relación enseñanza – aprendizaje cuando dicho análisis se reduce a los aspectos formales, el señalamiento busca remarcar que en la medida en la que no se incorpore la dimensión funcional de dicha relación, tanto los análisis como propuestas de intervención podrían verse limitadas a meros acercamientos superficiales o transformaciones periféricas de la educación. Tan sólo considérese por un momento, las transformaciones y revolución administrativa que se generarían si la evaluación del docente se fincara en lo que han aprendido los alumnos. La postulación de una unidad analítica, como la de las interacciones didácticas siguiendo a Carpio e Irigoyen (2005), puede ser de gran beneficio para recuperar las cualidades funcionales de las relaciones escolarizadas y abrir posibilidades de transformación de dichas relaciones, incorporando criterios de delimitación funcional sin dejar de lado los criterios para identificación y descripción de los elementos estructurales. Al poner el énfasis en el estudio funcional de la interacción didáctica como unidad de análisis y no en sus elementos estructurales se pueden reconocer entonces diferencias en términos de aquello con lo cual la interacción didáctica se concreta, dando lugar a interacciones didácticas lectoras, escritoras y orales. Y con esto evitar enrarecer el planteamiento con más categorías que en lugar de abonar a una mejor comprensión de lo educativo, confunden en tanto varias de ellas se acompañan del mismo adjetivo calificativo, lo educativo, como ocurre con las nociones de interacción didáctica y discurso didáctico. La caracterización presentada en este trabajo en la que se reconocen diferentes variantes morfológicas de las interacciones didácticas, tiene ventajas, en principio, conceptuales ya que permite poner en el mismo plano analítico fenómenos que se han trabajado tradicionalmente como independientes, tales como la lectura, la comprensión de textos, la oralidad y la escritura, sin reducir su complejidad a la forma de aquello con lo que se interactúa. El segundo nivel de los beneficios que ofrece esta caracterización es el metodológico, pues al arrojar luz sobre conceptos tan venerados y obscuros como “la lectura” o incluso el lenguaje en general, hace plausible la construcción y diseño de estudios con intervenciones bajo la misma lógica conceptual, de modo que no importe si la interacción didáctica es de una u otra modalidad, sino aquello que debe hacer el aprendiz en correspondencia con el criterio de ajuste a cumplir. Esto permitirá obtener datos que puedan ser integrados en un corpus ordenado y coherente, además de una lectura más adecuada y expedita para la comunidad interconductista y para los no psicólogos que buscan mejorar su práctica docente. Finalmente, otra ventaja importante de esta caracterización es un nivel didáctico, ya que es relativamente sencillo aterrizarla en estrategias tecnológicas para la planeación educativa. Por ejemplo, dado que el plan de estudios provee el objetivo de aprendizaje o instruccional, es tarea del profesor establecer la situación de enseñanza funcionalmente pertinente que permita cubrir dicho objetivo; para lo cual deberá comenzar eligiéndose el tipo de interacción didáctica pertinente (lectora, escritora u oral). Una vez hecho esto ahora será necesario identificar la cualidad funcional del tipo de interacción que es requerida para esa tarea en particular, en otras palabras, el criterio de ajuste que deberá el estudiante cumplir. Lo que llevará a identificar el tipo de desempeño ideal del estudiante, es decir aquello que deberá hacer para cumplir con el criterio y por lo tanto se definirá la evaluación y retroalimentación que mejor conviene realizar o proporcionar. Al realizar lo anterior, el docente se convierte en un verdadero artífice del aprendizaje, pues no sólo se presenta al salón e imparte cátedra esperando que en alguno de sus estudiantes “germine” el conocimiento, sino que toma una parte realmente activa y funcional en el proceso de enseñanzaRef.: Conductual, 2013, 1, 2, 73-89 ISSN: 2340-0242 87 Conductual, International Journal of Interbehaviorism and Behavior Analysis Morales-Chávez, G. et al. aprendizaje. Asimismo, el estudiante se vuelve la pieza central pues toda la planeación gira alrededor de las actividades necesarias para que se desarrollen en éste las habilidades y competencias requeridas para cumplir con el objetivo académico. De esta manera, este análisis permitirá reconocer el justo valor de cada elemento, sin volver al profesor el verdugo de sus estudiantes, dejar el futuro académico y profesional del alumno a los caprichos o a una mala preparación del docente que tanto agobia a la educación formal en los países hispanoparlantes. Referencias Arriaga, F. y El Alami, M. (2004). El aprendizaje centrado en el estudiante: Aprendizaje por problemas. En: S. Castañeda. Educación, aprendizaje y cognición: Teoría en la práctica (pp. 515-529). México: El Manual Moderno. Arroyo, R., Canales, C., Morales, G., Silva, H. y Carpio, C. (2007). Programa de investigación para el análisis funcional del ajuste lector. Acta Colombiana de Psicología, 2, 31-39. Blatchford, P., Bassett P. y Brown P. (2011). Examining the effect of class size on classroom engagement and teacher-pupil interaction: Differences in relation to pupil prior attainment and primary vs secondary schools. Learning and Instruction. 21, 715-730. 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