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EJE 1.- LA EDUCACIÓN MEDIÁTICA Y LA COMPETENCIA DIGITAL. MARCO TEÓRICO Y LEGISLACIÓN EDUCATIVA Apdo. 1a. Competencias, contenidos, objetivos y dimensiones de la educación mediática para alumnos y profesores COMPETENCIAS DE LA EDUCACIÓN MEDIÁTICA EN LA UNIVERSIDAD: DE LA ERUDICIÓN A LA EFICACIA Dra. Carmen Marta Lazo Profesora Titular en Comunicación Audiovisual y Publicidad Universidad de Zaragoza (UZ) cmarta@unizar.es Dra. María del Mar Grandío Pérez Profesora Contratada Doctor en la Universidad Católica de Murcia (UCAM) mgrandio@pdi.ucam.edu Resumen: La actual era digital se caracteriza por la potenciación de los instrumentos o canales de comunicación y en las posibilidades que permite el acceso a las redes. Esta circunscripción al ámbito instrumental es tan sectaria como el mero seguimiento o estudio de los apartados cognitivo, actitudinal o axiológico que perseguían los investigadores de épocas anteriores. Atrás quedan los enfoques gramaticalistas asentados en el lenguaje mediático, tecnológicos centrados en el operativo y socio-ideológicos basados en la disección de los mensajes. La educación mediática en el Espacio Europeo de Educación Superior se fundamenta en un entorno de competencias que se enfoca hacia la empleabilidad. Asistimos, a la instauración de una nueva teoría multidimensional basada en la confluencia de todas las alfabetizaciones o elenco de competencias. Los egresados de las universidades no sólo se han instruido en la erudición científica y la saben aplicar mediante los soportes que tienen a su alcance. La apuesta universitaria actual pasa por alcanzar la eficacia en términos de calidad y se fundamenta en la psicología organizacional para la preparación en las capacidades que exigen el “saber”, el “saber hacer” y también el “saber ser”. En ese prisma, el graduado universitario se prepara no sólo para el ejercicio de su profesión, si no también para su compromiso ético, ciudadano y participativo, en todos sus entornos, físicos y virtuales. Abstract: The current digital era is characterized by the strengthening of instruments or channels of communication and the possibilities which allow citizens access to social networks. This approach to the instrumental field is as sectarian as monitoring or studying cognitive sections, attitudinal or axiological from researchers of the past. Gone are the grammatical approach settled on the language of the media, focusing on technological and socio-ideological operation based on the dissection of the messages. Media education in the European Higher Education Space is based on a competitive environment that focuses on employability. We are witnessing the emergence of a new multidimensional theory based on the confluence of all list of literacies or competencies. Graduates from University have not only been trained in scientific scholarship and to be applied on the media. The current universities trying to achieve efficiency in terms of quality and organizational psychology based on preparation in the skills they require to "know", the "knowing how" and "knowing how to be. " In this light, the university graduate is prepared not only to the exercise of their profession, but also to its ethical commitment, and citizen participation, in all environments, both physical and virtual. 1. Las competencias mediáticas en los distintos niveles del sistema educativo La Ley Orgánica de Educación 2/2006 incorporó con especial interés el concepto de “competencias básicas” entre los componentes del currículo, con el fin de “caracterizar de manera precisa la formación que deben recibir los estudiantes” (preámbulo LOE, 2006: 17162). Entre las ocho competencias que se han establecido en los currícula de Educación Primaria (Real Decreto 1513/2006, de 7 de diciembre) y Educación Secundaria Obligatoria (Real Decreto 1631/2006, de 29 de diciembre), se integra la denominada “Tratamiento de la información y competencia digital”, la cual queda regulada en ambos Reales Decretos del siguiente modo: “Esta competencia consiste en disponer de habilidades para buscar, obtener, procesar y comunicar información, y para transformarla en conocimiento. Incorpora diferentes habilidades, que van desde el acceso a la información hasta su transmisión en distintos soportes una vez tratada, incluyendo la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación como elemento esencial para informarse, aprender y comunicarse (...). Ser competente en la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación como instrumento de trabajo intelectual incluye utilizarlas en su doble función de transmisoras y generadoras de información y conocimiento (…). En síntesis, el tratamiento de la información y la competencia digital implican ser una persona autónoma, eficaz, responsable, crítica y reflexiva al seleccionar, tratar y utilizar la información y sus fuentes, así como las distintas herramientas tecnológicas; también tener una actitud critica y reflexiva en la valoración de la información disponible, contrastándola cuando es necesario, y respetar las normas de conducta acordada socialmente para regular el uso de la información y sus fuentes en los distintos soportes”. En relación con las enseñanzas mínimas del segundo ciclo de Educación Infantil (Real Decreto 1630/2006, de 29 de diciembre), se indica en el artículo 5, epígrafe 3º, destinado a los “Contenidos educativos y currículo” que corresponde a las administraciones educativas fomentar, entre otros aspectos, experiencias de iniciación temprana en las tecnologías de la información y la comunicación (p. 475). Asimismo, en el área de “Lenguajes: Comunicación y Representación”, se integra el bloque de contenidos “Lenguaje audiovisual y tecnologías de la información y la comunicación”, que se plantea como “la Iniciación en el uso de instrumentos tecnológicos como ordenador, cámara o reproductores de sonido e imagen, como elementos de comunicación. Acercamiento a producciones audiovisuales como películas, dibujos animados o videojuegos. Valoración crítica de sus contenidos y de su estética. Distinción progresiva entre la realidad y la representación audiovisual. Toma progresiva de conciencia de la necesidad de un uso moderado de los medios audiovisuales y de las tecnologías de la información y la comunicación (p. 481). En Educación Primaria (R. D. 1513/2006), se establece como dos de los objetivos generales, en el artículo 3, epígrafes i y j, consecutivamente: “i) Iniciarse en la utilización, para el aprendizaje, de las tecnologías de la información y la comunicación desarrollando un espíritu crítico ante los mensajes que reciben y elaboran. j) Utilizar diferentes representaciones y expresiones artísticas e iniciarse en la construcción de propuestas visuales” (p. 43054). Respecto a Educación Secundaria Obligatoria (R. D. 1631/2006), se contempla como uno de los objetivos de esta etapa, en el artículo 3, epígrafe e, el siguiente: “Desarrollar destrezas básicas en la utilización de las fuentes de información para, con sentido crítico, adquirir nuevos conocimientos. Adquirir una preparación básica en el campo de las tecnologías, especialmente las de la información y la comunicación” y, en cuanto a organización de los estudios, se señala que entre otras competencias, la comunicación audiovisual y las tecnologías de la información y la comunicación, se trabajarán en todas las materias (p. 679). Y, en Enseñanzas Universitarias Oficiales (Real Decreto 1393/2007), en el Anexo I de Memoria para la solicitud de verificación de Títulos Oficiales, dentro de los objetivos, se indica que en los Grados se garantizarán, entre otras competencias básicas, las siguientes: “Que los estudiantes tengan la capacidad de reunir e interpretar datos relevantes (normalmente dentro de su área de estudio) para emitir juicios que incluyan una reflexión sobre temas relevantes de índole social, científica o ética” y “Que los estudiantes puedan transmitir información, ideas, problemas y soluciones a un público tanto especializado como no especializado” (p. 44046). 2. La enseñanza universitaria: de la consecución de resultados de aprendizaje a la adquisición de competencias para la vida ciudadana Tras varios siglos en los que el objetivo de la educación era instruir a la población para que sólo unos pocos pudieran acceder a la Universidad, en el siglo XX se generaliza la educación y se amplia la posibilidad de cursar estudios universitarios a buena parte de la población, como ya hemos señalado. En el siglo XXI, la información, la cultura y la tecnología están al alcance de casi todos los ciudadanos, no sólo en las Universidades. Tal y como expone Hué García (2008: 5), “En este contexto la educación ha pasado a ser una educación para todos y a lo largo de toda la vida (long, life, learning; LLL). Se ha pasado de una enseñanza para incorporar a los ciudadanos a una sociedad desarrollada, a un aprendizaje para incorporarse a ella, para producir en ella, y para disfrutar de ella. Por esta razón, en el siglo XXI adquiere más importancia que nunca la educación permanente, una educación básica y profesional, la enseñanza académica; una educación profesional que se adapte a los continuos cambios de esa sociedad, la enseñanza profesional-laboral; y una educación para el desarrollo de la persona de forma individual, y también de forma colectiva que le permita convivir en un mundo multicultural, diverso y en continuo cambio desde la participación activa. Y es en ese escenario en el que la Universidad debe moverse”1. De la instrucción de contenidos se ha pasado a la adquisición de competencias que, en palabras de Albert Gómez (2006: 115), supone “un concepto polisémico que surge en respuesta a las realidades planteadas por el siglo XXI, la sociedad de la información y a la globalización cultural y económica. Hay muchas posturas acerca de lo que se concibe como competencia según se trate del ámbito laboral, profesional, competencias para la vida en el ámbito del desarrollo humano, así como en el ámbito académico”2. Como propuesta, De la Cruz (2007: 10) define la competencia como “saber hacer complejo que exige un conjunto de conocimientos, habilidades, actitudes, valores y virtudes que garantizan la bondad y eficiencia de un ejercicio profesional responsable y excelente” y añade que supone la integración en un cuerpo poliédrico frente a “yuxtaposición de los viejos programas académicos para conseguir la formación de las competencias como un saber hacer complejo y contextualizado que tienen que dominar los profesionales competentes…”. De manera clara, Paricio Royo (2010: 16) contempla que la competencia es “la capacidad de afrontar con éxito determinado tipo de desempeños en los contextos propios de un área de actividad. Cada familia de HUÉ GARCÍA, C. (2008): Competencias genéricas y transversales de los titulados universitarios. Zaragoza: Instituto de Ciencias de la Educación (ICE), Universidad de Zaragoza. 1 ALBERT GÓMEZ, Mª J. (2006) establece una interesante comparativa entre las competencias instrumentales, las interpersonales y las sistémicas, dentro de la tipología de las competencias genéricas en el ámbito universitario, que propone el Proyecto Tuning. En el capítulo “Competencias y sociedad del conocimiento”, en MURGA MENOYO, Mª A. y QUICIOS GARCÍA, Mª del P. (2006): La reforma de la Universidad. Cambios exigidos por la nueva Europa”. Madrid, Ed. Dykinson, pp. 115 y ss. 2 expertos o profesionales se caracteriza por una serie de competencias específicas. Y cada titulación, a su vez, y en función de los perfiles de expertos hacia los que se dirige, define y concreta las competencias que aspira a formar”. El eje del EEES se vertebra en la adquisición por el alumno de diferentes tipos de competencias. Con el fin de que la educación universitaria responda a las demandas del mercado laboral, se hace necesario contar con la colaboración de los colegios y asociaciones profesionales. El contacto universidad-empresa beneficiará la formación práctica de los estudiantes. El Proyecto Tuning iniciado en el año 2000 por un conjunto de universidades con el propósito de generar convergencias y “sintonizar las estructuras educativas de Europa” (González y Wagenaar, 2003) investiga las competencias que los alumnos son capaces de alcanzar cuando finalizan sus estudios. Para estudiar cuáles son las competencias requeridas en cada titulación se consultó a empresarios, además de a los propios alumnos y profesores. Una de las primeras aportaciones fue el establecimiento de la diferencia entre resultados de aprendizaje y competencias. De las conclusiones, deducimos el carácter cerrado de los primeros, en contra de las segundas, cuya dimensión resulta más amplia. Así, los resultados se definen como los niveles que debe alcanzar el estudiante, relativos al conocimiento, la comprensión o la capacidad que demuestre al término de su aprendizaje. Se refieren específicamente a la superación del crédito. En cuanto a lo que a las competencias se refiere, suponen una conjunción dinámica de conocimientos, comprensión, destrezas, habilidades, valores, actitudes y aptitudes (Rychen y Tiana, 2004). Se adquieren de manera conjunta a lo largo de diferentes niveles, de manera interdisciplinar en módulos de aprendizaje. Las competencias genéricas son las que desarrolla el universitario desde una perspectiva ciudadana y lo convierten en un profesional “todo terreno”. Por lo que respecta de manera específica a las competencias mediáticas, el Consell de l´Audiovisual de Catalunya (CAC) ha colaborado con la Universidad Pompeu Fabra en una experiencia pionera, dirigida por Joan Ferrés Prats, relativa a la definición y consenso de las competencias desde la perspectiva audiovisual. A partir de las aportaciones de 45 expertos en el ámbito iberoamericano, se debatieron las propuestas en un seminario presencial en el que participaron 14 investigadores del estado español para su análisis y valoración. Así, surgió el documento definitivo, que se sitúa en el marco del programa de la Unión Europea Education and Training 2010 y relaciona de manera directa el concepto de “competencia digital” utilizado por el Consejo de Europa, con el desarrollo de la “competencia en comunicación audiovisual”. Esta competencia se define como “la capacidad de un individuo para interpretar y analizar desde la reflexión crítica las imágenes y los mensajes audiovisuales y para expresarse con una mínima corrección en el ámbito comunicativo. Esta competencia está relacionada con el conocimiento de los medios de comunicación y con el uso básico de las tecnologías multimedia necesarias para producirla” (Ferrés Prats, 2006: 10). De este modo, este documento se refiere a todos los campos de la comunicación audiovisual, por lo que integra todo tipo de producciones que se expresan mediante la imagen y/o el sonido en cualquier clase de soporte y de medio, desde los tradicionales (fotografía, cine, radio, televisión, vídeo) hasta los más recientes (videojuegos, multimedia, Internet...). Los dos criterios que rigen el nivel de competencia audiovisual, según este documento, son “En lo personal: interacción entre emotividad y racionalidad”3 y “En lo operativo: interacción entre la lectura crítica y la expresión creativa”4. Las seis dimensiones que abarca esta competencia, a juicio de los expertos, son: lenguaje, tecnología, procesos de producción y programación; ideología y valores; recepción y audiencia; y estética. 3. La Educación mediática como eje central en el aprendizaje de los universitarios del área de Comunicación La Educación en Comunicación requiere de una serie de mediaciones, tan importantes como la que genera el sistema educativo. La UNESCO no se olvida en su Declaración que también “el personal de los medios de comunicación” es responsable de la creación de una conciencia más crítica y de asumir la participación de los usuarios como un compromiso recogido por la ley. Por ello, aboga por reforzar los vínculos entre el ámbito de la educación y de la comunicación, de manera integrada. Si en una de las áreas universitarias se hace especialmente relevante la adquisición de educación mediática es en la de Ciencias de la Comunicación. Los titulados pertenecientes a las tres ramas que las componen (Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad y Relaciones Públicas) no deben olvidar su horizonte relativo a la preparación en esta “macrocompetencia” para ellos, de carácter endógeno en cuanto a su formación y exógeno por lo que a la aplicación hacia una audiencia o destinatarios de sus mensajes se refiere. Este colectivo supone uno de los ejes mediadores de la ciudadanía y, por ende, debe preocuparse especialmente por el modo en que debe atender no sólo sus intereses, sino también sus necesidades de poder emanciparse de unos mensajes y unos medios que, en muchas ocasiones, sólo apuestan por la rentabilidad económica o política. Sin embargo, se olvidan del servicio público inherente a sus premisas de delegación ciudadana. Según se define este criterio (Ferrés Prats, 2006: 11), “Se trata de que las personas sean capaces de tomar conciencia de las emociones que están en la base de la fascinación que ejercen las imágenes y de convertirlas en el desencadenante de la reflexión crítica. Se trata de que sean capaces de pasar del simple placer de mirar la imagen e interaccionar con ella al de pensarla y de ahí al de pensar creando imágenes, convirtiendo la capacidad de análisis, el sentido crítico, la fruición estética y la expresión creativa en nuevas fuentes de satisfacción. En otras palabras, para que una persona pueda ser considerada competente en Comunicación Audiovisual no se le ha de exigir que, como espectador, sustituya la emoción por la reflexión, sino que ha de ser capaz de convertir la emoción en reflexión y la reflexión en emoción”. 4 Este criterio se plantea desde el punto de vista de que “Una persona competente en Comunicación Audiovisual ha de ser capaz a un tiempo de interpretar adecuadamente mensajes audiovisuales y de expresarse con una mínima corrección en este ámbito comunicativo. En otras palabras, ha de ser capaz de realizar un análisis crítico de los productos audiovisuales que consume y, al mismo tiempo, de producir mensajes audiovisuales sencillos que sean comprensibles y comunicativamente eficaces” (Ferrés Prats, 2006: 11). 3 Las nuevas opciones de conformar mensajes más ricos por todos los sistemas expresivos que conjunta la red, junto con toda la saturación informativa existente, potencia el valor del profesional como mediador: “De entre la variedad de comunicadores que ahora surgen, debemos hacer hincapié, sin embargo, en la necesidad del profesional formado en las facultades de Comunicación, en la medida en que, con independencia del medio en el que desarrolle su labor, aportará criterios profesionales que, por ejemplo, ayudarán al usuario a distinguir la información de calidad de la información „basura‟ ” (Alonso y Martínez, 2003: 281). El comunicador como mediador debe atender a todas las dimensiones de “multialfabetización”, ya planteadas por el grupo New London Group a mediados de los noventa (Area Moreira, Gros Salvat y Marzal GarcíaQuismondo, 2008: 74). El carácter integral de la competencia mediática pasaría, pues, por atender desde los medios las siguientes dimensiones formativas: - Dimensión instrumental: enseñar a manejar el hardware y software de los distintos recursos tecnológicos. Asimismo, fomentar el aprendizaje del lenguaje audiovisual, es decir de los dominios técnicos y expresivos de la narración y textos audiovisuales. - Dimensión cognitiva: desarrollar habilidades de uso inteligente de la información y comunicación (búsqueda de datos, selección, reconstrucción, intercambio y difusión de información con distintos códigos) a través de las nuevas tecnologías, así como comunicación con otras personas mediante recursos digitales. - Dimensión actitudinal: fomentar actitudes racionales ante la tecnología (ni tecnofobia o de rechazo, ni tecnofilia o sumisa) y actitudes sociales positivas en la comunicación, como el respeto o la empatía. - Dimensión axiológica: desde un planteamiento emancipador, potenciar criterios para análisis crítico de la información relacionados con la toma de conciencia de que las TIC no son neutrales, sino que inciden en el entorno cultural de nuestra sociedad, y desarrollar valores éticos en el uso de la información y de la tecnología, para evitar conductas de comunicación socialmente negativas. En estos parámetros debe prepararse desde las aulas universitarias a los nuevos comunicadores para que cumplan su función social. De ahí que los diseños de mapas de competencias que deben adquirir se desarrollen en esos vectores. La UNESCO aboga por “el estímulo de la actividad investigadora en el campo de la educación en medios, desde disciplinas como las Ciencias de la Comunicación”. Por ello, nos parece fundamental que se plantee una línea de investigación tendente a analizar el modo en que los universitarios que se preparan para ser futuros comunicadores adquieren las competencias mediáticas que les exige la profesión, en sentido integral. Al tiempo, que consideramos relevante, llevar a cabo estudios prospectivos con el fin de saber de qué modo se devalúan esas competencias en pro de intereses comerciales o ideológicos, una vez que los universitarios se asientan en el mercado profesional, mediante el trabajo en empresas o instituciones. En palabras de González, Pirela y Salazar (2009: 33), “El comunicador social del siglo XXI debe asumir los retos del desarrollo tecnológico, su función social y de servicio público, elementos necesarios para el desempeño diario de su profesión, manteniendo como premisa la plenitud al derecho de la información”, “… pero siempre dentro de un marco laboral basado en la ética profesional para aumentar el ejercicio de su labor con una base honesta que sirva de modelo a otros comunicadores y a las futuras generaciones” (p. 41). De esta forma, desde las Facultades de Comunicación se trata de enfatizar en que los alumnos se conciencien de que la importancia de su profesión radica en la perspectiva ciudadana y aprendan a afrontar su trabajo con la posibilidad de ampliar las “miras” de los usuarios ante los mensajes mediáticos, con el fin de que se sientan más libres ante ellos. De este modo, la contribución social no se limitará a informar por la delegación tácita de los ciudadanos, sino que llegará a formarles para que sepan utilizar los medios con sentido crítico y también aprovechando las posibilidades creativas que se posibilitan. 4. Discusión Las competencias académicas propuestas en el sistema educativo actual, desde las diferentes etapas educativas, se vertebran para conseguir el desarrollo integral de la persona en su faceta social y participante como ciudadanos. El desarrollo de la competencia mediática se entiende como el ejercicio y adquisición de todas las dimensiones (cognitiva, instrumental, actitudinal y axiológica), de manera holística en un conjunto integral en el que el alumno llega a convertirse en creador de mensajes y a estar emancipando, en el sentido de “empoderamiento” que le ha permitido alejarse, cuestionar y criticar cualquier tipo de mensaje que le proponen los medios de comunicación o que se originan en los distintos entornos en los que convive. 5. Fuentes bibliográficas ALBERT GÓMEZ, Mª J. (2006): “Competencias y sociedad del conocimiento”, en MURGA MENOYO, Mª A. y QUICIOS GARCÍA, Mª del P. (2006): La reforma de la Universidad. Cambios exigidos por la nueva Europa”. Madrid, Ed. Dykinson, pp. 115 y ss. ALONSO, J. y MARTÍNEZ, L. (2003): “Medios interactivos: caracterización y contenidos”. En DÍAZ NOCI, J. y SALAVARRÍA ALIAGA, R. (coords.): Manual de Redacción Ciberperiodística. Barcelona: Ariel, pp. 261-305. 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