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Año 2006, Volumen 22 nº 2 Redacción: CADIME Escuela Andaluza de Salud Pública. Cuesta del Observatorio, n.º 4 Aptdo. 2070. 18080 Granada. España. Tfno. 958 027 400, Fax 958 027 505 www.easp.es e-mail: cadime.easp@juntadeandalucia.es EN ESTE NÚMERO … 1 • Utilización de medicamentos Agonistas dopaminérgicos en el tratamiento inicial de la enfermedad de Parkinson El papel de los agonistas dopaminérgicos en la fase inicial del tratamiento de la enfermedad de Parkinson ha sido objeto de controversia durante largo tiempo. El Boletín Terapéutico Andaluz (BTA) es una publicación bimestral, que de forma gratuita se destina a los sanitarios de Andalucía con el fin de informar y contribuir a promover el uso racional de los medicamentos. Este boletín es miembro de la Sociedad Internacional de Boletines Independientes de Medicamentos (I.S.D.B.). Utilización de medicamentos Agonistas dopaminérgicos en el tratamiento inicial de la enfermedad de Parkinson RESUMEN ANDALUZ Boletín Terapéutico Depósito Legal: GR–356–1984. ISSN 0212–9450. Año XXI, n.º 154 Marzo Abril 2006, Franqueo Concertado 18/30 1 Los agonistas dopaminérgicos se han venido utilizando como coadyuvantes al tratamiento con levodopa de la enfermedad de Parkinson. En los últimos años la atención se ha centrado en la posibilidad de utilizarlos como monoterapia o en combinación con levodopa, como tratamiento de primera línea en la enfermedad de Parkinson precoz. Tales estrategias de tratamiento permitirían un inicio posterior de levodopa o bien el uso de menores dosis de levodopa (terapia combinada), retrasando potencialmente las complicaciones asociadas a la terapia con levodopa. El papel de los agonistas dopaminérgicos en la fase inicial del tratamiento de la enfermedad de Parkinson ha constituido el objeto de una viva controversia en los últimos 20 años. Algunos estudios clínicos recientes muestran su eficacia como tratamiento en monoterapia en las fases precoces de la enfermedad de Parkinson, lo que permitiría retrasar la introducción de la levodopa y la aparición de las complicaciones motoras asociadas a la misma; si bien, en la actualidad no se dispone de estudios en los que se haya comparado la eficacia de los agonistas dopaminérgicos de más reciente introducción. INTRODUCCIÓN La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurodegenerativo del sistema nervioso central de carácter crónico y progresivo que produce una progresiva discapacidad del paciente (1,2). Se caracteriza clínicamente por la aparición progresiva de temblor (de reposo, fundamentalmente), lentitud en la realización de movimientos (bradicinesia), aumento del tono muscular (rigidez), inestabilidad postural y “freezing” de la marcha, debido a la pérdida de neuronas dopaminérgicas pigmentadas de la sustancia nigra (3). Se estima una prevalencia de entre 100 a 200 casos por 100.000 habitantes. El coste social y financiero de la EP es muy elevado, con tendencia a incrementarse en los últimos tiempos dado el progresivo envejecimiento que experimenta la población en nuestro medio (2). Aunque la causa que origina la enfermedad sigue siendo desconocida, en cuanto a su fisiopatología, se conoce que los síntomas anteriores parecen causados por una disminución del neurotransmisor dopamina debido a la pérdida progresiva de neuronas en la sustancia nigra del cerebro. El grado de depleción de dopamina junto a los cambios fisiopatologicos consecuentes que ocurren en los ganglios basales y otras estructuras del sistema nervioso, determinan la gravedad de la sintomatología del paciente con EP (4,5). LIMITACIONES DEL TRATAMIENTO ANTIPARKINSONIANO El abordaje general para el tratamiento de los pacientes con EP consiste en la administración de medicamentos que alivian los síntomas y, tal vez, retrasar la evolución de la enfermedad por su acción neuroprotectora. Esto puede lograrse tras la restauración de la dopamina mediante la administración de su precursor la levodopa, que proporciona un control inmediato y satisfactorio para la mayoría de los síntomas (1). Sin embargo, tras un período de tiempo variable durante el que se consigue una respuesta estable al tratamiento con levodopa, aproximadamente hasta el 75% de los pacientes sufren complicaciones derivadas del tratamiento que suelen presentarse a los 5-6 años de inicio del mismo. Estas aparecen, fundamentalmente en aquellos pacientes con inicio más precoz de la enfermedad, por debajo de los 60 años, donde prácticamente el 100% presenta algún tipo de complicación. Las COMPLICACIONES A LARGO PLAZO DE LA ENFERMEDAD DE PARKINSON Complicaciones atribuibles al tratamiento con levodopa Motoras No motoras Fluctuaciones en la respuesta Dicinesias Sensoriales/Psiquiátricas Deterioro “fin de dosis” Respuesta “on-off” De pico de dosis Dicinesias difásicas Dolor, acatisia, piernas inquietas Alteraciones del sueño: fragmentación, pesadillas, sueños vívidos. Alteraciones del humor. Alteraciones del comportamiento: hipersexualidad, ludopatía. Alucinaciones, delirio. Otras complicaciones Deterioro cognitivo con evolución a demencia. Alteraciones sensoriales: dolor, parestesias, acatisia nocturna. Alteraciones del sistema nervioso autónomo: gastrointestinales, genitourinarias, piel, cardiovasculares, transpiración. Alteraciones de la marcha y caídas. Alteraciones del habla. Tabla 1. Modificada de 5 complicaciones a largo plazo de la EP pueden ser motoras (se agrupan en fluctuaciones motoras y discinesias) y no motoras (6,7) (tabla 1). Algunas personas sufren contracturas fijas de manos o piernas que pueden resultar muy dolorosas y debilitadoras. Tradicionalmente estas fluctuaciones en la respuesta a la levodopa se tratan aumentando la frecuencia de administración, lo que permite reducir la incidencia de fenómenos asociados al deterioro del final de dosis. Por el contrario, otras fluctuaciones en la respuesta que se derivan de cambios en los niveles plasmáticos de levodopa (el denominado fenómeno yo-yo) resultan impredecibles y no suelen responder a estas modificaciones sobre la dosificación (1,5). Debido a las limitaciones antes mencionadas que pueden ocurrir durante el tratamiento con levodopa, se han explorado nuevos abordajes terapéuticos. Así, la utilización de formulaciones de liberación controlada de levodopa retrasan su absorción, dando lugar a concentraciones plasmáticas más estables, aunque no se ha demostrado en estudios aleatorizados que las preparaciones de liberación controlada sean superiores a los preparados de levodopa de liberación inmediata en la terapia inicial de la EP (8). Existen algunas evidencias que respaldarían la utilización de las formulaciones de liberación controlada desde el inicio del tratamiento, por su capacidad para prevenir o retrasar las fluctuaciones en la respuesta motora y las dicinesias (1); sin embargo, y por otra parte, también se ha descrito que presentarían una absorción errática proporcionando un control de los síntomas poco predecible (2,9). Se ha demostrado que los “valles” asociados con la liberación pulsátil de levodopa provocan un activación insuficiente del receptor dopaminérgico y, eventualmente, una regulación de la señal a la baja y esto puede desencadenar las complicaciones motoras (10-11). Existen otros fármacos que aumentan la biodisponibilidad de la dopamina como son los inhibidores de la dopa descarboxilasa (carbidopa o benserazida) y los inhibidores de la catecol-orto-metiltransferasa (COMT) como son la entacapona y tolcapona (12-13). Otro mecanismo farmacológico para aumentar la biodisponibilidad de la dopamina consiste en emplear inhibidores de la mono-aminooxidasa B (MAO-B): selegilina y rasagilina. Excepto los estudios que comparan agonistas dopaminérgicos (AD) levodopa, no existen evidencias fiables que establezcan la eficacia entre los distintos fármacos empleados para el tratamiento de la EP. No obstante, la experiencia clínica sugiere que los agentes dopaminérgicos son mas potentes que los anticolinérgicos, amantadina o los inhibidores de la MAO-B. AGONISTAS DOPAMINÉRGICOS Inicialmente se emplearon como coadyuvantes al tratamiento convencional con levodopa. En los 6 Bol Ter ANDAL 2006; 22 (2) últimos años la atención se centró en la posibilidad de utilizar los AD en monoterapia o en combinación con levodopa, como tratamiento de primera línea en la EP precoz. Tales estrategias de tratamiento permitirían un inicio posterior de levodopa o bien el uso de menores dosis de levodopa (terapia combinada), retrasando potencialmente las complicaciones asociadas a la terapia con levodopa. Los AD evitan las neuronas deterioradas de la sustancia nigra, estimulando directamente los receptores dopaminérgicos, de manera que una de las ventajas teóricas que supondría su utilización frente a levodopa sería que al presentar una vida media más larga producirían una estimulación menos pulsátil (2,4,14). La administración de AD, de los cuales el primero disponible en terapéutica fue la bromocriptina, ha sido una de las vías terapéuticas utilizadas para retrasar el inicio de las complicaciones motoras asociadas a la EP. Existen fuertes evidencias que indican que la activación de los receptores dopaminérgicos D2 resulta crucial para su acción sobre los síntomas motores; si bien, por otra parte, la estimulación simultanea de los receptores D1 y D2 parece ser necesaria para que se produzcan efectos óptimos desde el punto de vista fisiológico (15). No obstante, el papel que juegan los distintos receptores de la dopamina constituye la principal confusión en la investigación de esta enfermedad. Existiendo además considerables diferencias entre los distintos agentes en cuanto a su vida media y afinidad por los distintos receptores dopaminérgicos, noradrenérgicos y serotoninérgicos. El papel de los AD en la fase inicial del tratamiento de la EP ha constituido el objeto de una viva controversia en los últimos 20 años (2); que, en parte, ha sido debida a la inexistencia de estudios con un diseño adecuado, a la existencia de estrategias diferentes apoyadas en el conocimiento empírico y personal, y a la extrapolación de resultados de estudios experimentales de los que resulta difícil establecer la significación clínica de sus resultados (6). Entre los AD disponibles en nuestro medio, y atendiendo a su estructura, pueden distinguirse dos grandes grupos (tabla 2). Por un lado, el constituido por los derivados de los alcaloides del ergot (cabergolina, dihidroergocriptina, lisurida y pergolida); y por otro los no ergóticos (apomorfina, pramipexol y ropinirol) (16). Bromocriptina, lisurida, ropinirol y –en cierta medida– pramipexol presentan una vida media relativamente corta; mientras que, ésta es más prolongada en el caso de pergolida y cabergolina. La apomorfina administrada por vía subcutánea presenta un efecto tan potente como el de la levodopa, si bien éste es más breve, como consecuencia de su breve vida media (30-60 min) (17). PAPEL EN TERAPÉUTICA Algunos estudios clínicos recientes muestran la eficacia de los AD como tratamiento en monoterapia en las fases precoces de la EP, lo que permitiría retrasar la introducción de la levodopa y la aparición de las complicaciones motoras asociadas a la misma (2,7,14,17,18). La cabergolina, pergolida, ropinirol y pramipexol se encuentran entre los AD dotados de mayor eficacia, han sido estudiados en monoterapia en las forma precoces de EP sin tratamiento previo, utilizándose en los estudios realizados como criterio de valoración de la eficacia la mejoría en la puntuación alcanzada en la escala Unified Parkinson Disease Rating (UPDRS) y el tiempo de latencia hasta la aparición de las complicaciones motoras (7,1921). En ninguno de los anteriores trabajos se utilizó como medida de eficacia el tiempo transcurrido hasta la aparición de discinesia. En los pacientes que recibieron ropinirol o pramipexol en monoterapia, se observaron una menor incidencia de complicaciones motoras con relación a los pacientes que recibieron tratados inicialmente con levodopa. Este efecto también se mantuvo cuando el grupo tratado con AD inició tratamiento suplementario con levodopa para el control de los síntomas motores. Estos hallazgos apoyarían la recomendación de iniciar el tratamiento sintomático utilizando AD en aquellos pacientes con EP sin alteración de la función cognitiva (14,22). En la actualidad no se dispone de estudios en los que se haya comparado la eficacia de los AD de más reciente introducción. Se dispone de algunos estudios en los que se compararon pergolida, ropinirol, pramipexol o cabergolina frente a la bromocriptina, respecto a la cual han mostrado mayor eficacia en la EP, tanto en la fase inicial como en la avanzada (23-30). No se dispone de estudios publicados, sin deficiencias metodológicas importantes, en los que de forma clara se observe una superioridad de un AD sobre otro; por lo que algunos autores consideran que, de acuerdo a la evidencia disponible, deberían ser considerados como medicamentos “me too”, marcando la diferencia entre estos no tanto su eficacia sino los efectos adversos y/o la forma de administración, así como la tolerabilidad individual (31). La sustitución de un AD por otro agente de este grupo, cuando se estime necesaria ante falta de eficacia o la aparición de efectos adversos, puede realizarse con diversas modalidades temporales: así puede realizarse una sustitución inmediata, o más lenta. Aunque las evidencias son limitadas, se dispone de algunos estudios en los que se ha evidenciado la seguridad de la sustitución inmediata (1 día) con relación a la lenta (8 semanas) con pramipexol en pacientes tratados con bromocriptina o pergolida (6,14,31). Se dispone de ciertas evidencias, provenientes en su mayoría de estudios experimentales (de neuroimagen con tomografía, in vitro y animales de experimentación) que sugerirían la existen- cia de un efecto neuroprotector, en cuanto a lentificar o detener el desarrollo de la degeneración neuronal que constituye el mecanismo patogénico esencial de la enfermedad (7,17,32,33). La hipótesis formulada en la mayoría de estos estudios se apoya en el efecto que ejercen los AD sobre los radicales libres, mejorando la actividad neurotrófica (33). No obstante, hasta la fecha no se dispone de estudios clínicos específicamente diseñados para evaluar dicho efecto neuroprotector (7). SEGURIDAD Todos los AD se asocian, en general, a los mismos efectos secundarios que los descritos tras el tratamiento con levodopa, principalmente: nau- seas, dolores abdominales, hipotensión ortostática, vértigo, somnolencia y psicosis dopaminérgica (alucinaciones, delirio). No obstante se ha observado en algunos estudios que, los pacientes que recibieron tratamiento con AD presentaron en algunos casos efectos adversos más graves, con relación a los que recibieron tratamiento con levodopa, tales como: náuseas, somnolencia, alucinaciones, edema de las extremidades inferiores e hipotensión ortostática (2,14); datos que por otra parte, parece vienen a coincidir con la experiencia en cuanto a su utilización en la práctica clínica. Los trastornos digestivos asociados al tratamiento con AD pueden reducirse o prevenirse mediante la utilización de domperidona. Como se ha comentado, el desarrollo de edema en las extremidades inferiores es un efecto adverso asociado a la utili- zación de la totalidad de los AD; si bien en la práctica, al parecer, su incidencia sería superior con los agonistas ergóticos (17). La aparición poco frecuente de fibrosis retroperitoneal y pleural han sido descritas desde hace años asociadas a la utilización de los derivados del ergot, por lo que parece constituir un efecto de clase de estos medicamentos (34). La reciente alerta sobre el aumento del riesgo de aparición de valvulopatías cardíacas en pacientes tratados con pergolida hace que sea considerada en la actualidad como fármaco de segunda línea, tras el empleo sin éxito de un agente AD no ergolínico (17,35). En los últimos tiempos, se ha detectado el problema de la aparición de acusada somnolencia asociada a la utilización de antiparkinsonianos, en particular con algunos AD de segunda generación: CARACTERISTICAS DE LOS AGONISTAS DOPAMINÉRGICOS DISPONIBLES EN ESPAÑA Tiempo (mín.) hasta alcanzar concentraciones plasmáticas máximas Unión a proteínas plasmáticas (%) Biodisponibilidad (%) Dosificación Equivalencia de dosis (mg /100 mg de levodopa) Eficacia 80 90 8 15-39 mg/d 10 Eficaz en el tratamiento de las formas avanzadas como terapia add on; probablemente eficaz como monoterapia en las formas iniciales. 120-240 40 60 2-6 mg/d No indicado Eficaz como monoterapia en las formas iniciales de EP; y, en las avanzadas, asociada a levodopa. 60 70 20 0,6-5 mg/d 0,6 Probablemente eficaz como monoterapia; eficaz como terapia add on. 60-120 90 20 1,5-4,5 mg/d 1 Eficaz como monoterapia en las formas iniciales de EP; y, en las avanzadas, asociada a levodopa. Apomorfina 10 90 90 (vía subcutánea) No indicado Probablemente eficaz en las formas avanzadas de la EP. Pramipexol 60-180 <20 >90 1,05-3,3 mg/d 1 Eficaz como monoterapia en las formas iniciales; y, en las avanzadas, como terapia add on. 90 25 50 3-9 mg/d 6 Eficaz como monoterapia en las formas iniciales de EP; y, en las avanzadas, asociada a levodopa. Medicamento Derivados del ergot Bromocriptina Cabergolina Lisurida Pergolida No ergóticos Ropinirol Tabla 2. Modificada de 17 Bol Ter ANDAL 2006; 22 (2) 7 pramipexol y ropinirol, ha sido objeto de un interés creciente en la literatura. No obstante, este tipo de efectos adversos parece asociarse a todos los fármacos dopaminérgicos eficaces (17) Aunque la aparición de cuadros de psicosis (alucinaciones, delirio) en los pacientes con EP puede aparecer durante el tratamiento con levodopa, se asocia sobretodo, a la utilización de AD. En caso de aparición se recomienda interrumpir la administración del AD o utilizar las dosis más bajas posibles de levodopa, a riesgo de empeorar la situación motora del paciente, por lo que a veces precisa la asociación con algún neuroléptico atípico (clozapina, quetiapina) para un mejor control de los síntomas psicóticos (14,17). CONCLUSIONES La levodopa continúa siendo el tratamiento farmacológico más eficaz y potente constituyendo la base del tratamiento durante el curso de la EP. La mayor parte de los pacientes que inician tratamiento con AD, es necesario suplementar el tratamiento en plazo de 2-5 años, adicionando levodopa. Se dispone de datos clínicas que sugieren que el tratamiento con levodopa lentificaría la progresión de la enfermedad o presentaría un prolongado efecto sobre sus síntomas. Por el contrario, datos provenientes de estudios de neuroimagen vienen a sugerir que la administración de levodopa, bien aceleraría la pérdida de las terminaciones nerviosas dopaminérgicas en el núcleo nigroestriado; o bien, su efecto farmacológico afectaría al transporte de dopamina. De todas formas los efectos potenciales de la levodopa, a largo plazo, sobre la evolución de la EP, no se encuentran totalmente establecidos. El abordaje el tratamiento farmacológico en la fases inicial de la enfermedad debe ser la monoterapia. Tanto el tratamiento con levodopa, como con algunos AD muestran ser efectivos en mejorar la discapacidad y las actividades de la vida diaria en los pacientes con EP. BIBLIOGRAFÍA 1- Enfermedad de Parkinson: una aproximación al tratamiento. Bol Ter Andal 1996; 12(2): 5-8. 2- Miyasaki JM et al. Practice parameter: initiation of treatment for Parkinson’s disease: An evidence based-review. 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CADIME Programa de la Consejería de Salud dirigido por la Escuela Andaluza de Salud Pública CONSEJO DE REDACCION REDACTOR JEFE: José Ma Recalde Manrique. S ECRET . R EDACCION : Antonio Matas Hoces. Redacción CADIME: Victoria Jiménez Espinola, María del Mar Láinez Sánchez, Estrella Martínez Sáez, Antonio Matas Hoces, María Teresa Nieto Rodríguez, José María Recalde Manrique. 8 Bol Ter ANDAL 2006; 22 (2) CONSEJO DE REDACCION: Víctor Bolívar Galiano, Juan R. Castillo Ferrando, José A. Durán Quintana, Javier Galiana Martínez, Rafael Gálvez Mateos, Fernando Gamboa Antiñolo, Pablo García López, Gonzalo García Molina, M.ª Isabel Lucena González, Miguel Marqués de Torres, M.ª Dolores Murillo Fernández, Julio Romero González, José Sánchez Morcillo, Javier Sepúlveda García de la Torre, Juan Tormo Molina, Concepción Verdú Camarasa. DISEÑO GRAFICO: Pablo Gallego. Córdoba. FOTOCOMPOSICION: Portada, S.L. Granada. IMPRESION: Copartgraf, S.Coop And. Granada.