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LA PRENSA COMO ESCENARIO DEL DEBATE INMIGRATORIO Corina Courtis – Fernanda Longo Elía Universidad de Buenos Aires Resumen En este trabajo se analiza el discurso de la prensa argentina sobre la inmigración de países vecinos y el rol de los medios gráficos en la construcción de un escenario de debate en torno a las políticas migratorias impulsadas por el Gobierno. Se aborda el discurso periodístico en sus dimensiones textual, comunicativa y social, buscando desnaturalizar las operaciones discursivas de los medios en tanto agentes privilegiados de constitución de la figura del inmigrante latinoamericano como amenaza social. 1. Contexto sociopolítico de las migraciones en la Argentina Las migraciones son uno de los procesos de mundialización más importantes de la actualidad. Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 1999, entre 130 y 145 millones de personas viven hoy fuera de sus países. En 1985 esa cifra era de 104 millones, y de 84 millones en 19751. En 1991 en la Argentina, según el Censo Nacional de Población, sobre una población de 32.608.700 habitantes, 1.655.108 eran residentes extranjeros, un 5% de la población total, del cual más de la mitad pertenecían a países vecinos. Aproximadamente el 47% de esos inmigrantes se radicaba en Capital y Gran Buenos Aires. Si bien la población de extranjeros con relación a la nativa es actualmente la más baja desde el primer censo realizado en nuestro país (1871), las migraciones de países vecinos que tuvieron y tienen lugar durante la última década constituyen la tercera dinámica migratoria más importante del siglo. En nuestro país, el discurso oficial sobre la formación del estado nacional moderno se encargó de reforzar, durante más de un siglo, una sentencia sin discusión: “La Argentina es un país de inmigrantes”. Ejemplos de esto son la inclusión en la Constitución Nacional de 1853 (ratificada en 1994) del artículo que adjudica al gobierno federal la misión de “fomentar la inmigración europea”; o la circulación social de textos como la cita de Alberdi incluida en sus Bases, según la cual “gobernar es poblar”. 1 Este dato tiene en cuenta sólo a los inscriptos legalmente. Esta construcción ideológica, de alta performatividad sociohistórica y fosilizada en el imaginario nacional, aparece como una “clausura de sentido” que encubre las dimensiones conflictivas de la diversidad cultural, cada vez que el tema de las migraciones vuelve a problematizarse en la escena pública, como viene ocurriendo en los últimos años. Un ejemplo reciente de esto es la publicación, en 1998, del libro Argentina, un país de inmigrantes, editado por el Ministerio del Interior. Se trata de una compilación de documentos y fotografías sobre las distintas corrientes migratorias que llegaron al país, producida en el marco de un programa de actividades oficiales orientado a “investigar y difundir los temas vinculados a la inmigración argentina”. En su introducción contiene textos del ex-presidente de la República, Carlos Menem, su director de Migraciones y su ministro de Interior. Allí, el entonces presidente destaca que “afortunadamente, en la Argentina no existe el odio racial”, y señala, entre otras cosas: “En un mundo integrado, con el Mercosur en pleno desarrollo y con alianzas comerciales cada vez más vastas, no sería admisible un control migratorio que privilegie los obstáculos (...) los argentinos jamás resentimos del racismo y la xenofobia, no despreciamos los orígenes diversos ni distinguimos las razas, el color de la piel o la religión para medir la calidad humana, que es lo único que cuenta”. En un sentido semejante, el ministro del Interior, Carlos Corach, define al inmigrante como “ese soldado anónimo de la raza”, y señala que: “(...) somos todos descendientes de una realidad que nos abarcaba (...) donde la mayoría de los niños argentinos tenían una lengua en el hogar y otra en la escuela, donde la diferencia era la sangre y la igualdad la disparidad del origen”. La aparición de estos discursos grandilocuentes, tendientes a consolidar un imaginario sobre "la Argentina crisol de razas", "país de inmigrantes" en el cual "no existe el racismo", esconden implícitamente una autodefinición de "superioridad cultural" basada en la tolerancia (Blommaert y Verschueren, 1998: 58-59) que, al mismo tiempo que estigmatiza al extranjero, encubre y justifica políticas de exclusión y discriminación. Al mismo tiempo que se producen estos textos, en los últimos cinco años, desde la Dirección de Migraciones y el Ministerio del Interior se impulsó una reforma a la ley de migraciones que busca endurecer las condiciones de ingreso al país de los inmigrantes. Se instrumentaron “razzias” para detectar extranjeros "indocumentados" y deportarlos a sus respectivos países, con el argumento oficial de combatir, de este modo, la "ola creciente de inseguridad urbana". En 1995, se realizaron, en promedio, 250 operativos policiales por mes para detectar extranjeros "indocumentados". A principios de 1999, el Poder Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto de reforma de la ley de migraciones que promueve la represión y expulsión de estos inmigrantes, también llamados "ilegales"2. Estas políticas se enmarcan a su vez en un contexto sociopolítico y económico particular. Como señalamos al principio, la inmigración de origen latinoamericano que tiene lugar actualmente es el tercer movimiento migratorio más importante del siglo, con características que lo distinguen de los dos primeros. La corriente migratoria más importante que recibió la Argentina llegó desde Europa en las últimas décadas del siglo pasado y en las primeras de éste, en una etapa de expansión del modelo de acumulación agroexportador y de consolidación del Estado moderno. Entre 1869 y 1914, el promedio de población extranjera residente en la Capital era de entre un 70 y 80%. La inmigración transatlántica formó parte de la transformación que convirtió a nuestro país en un Estado moderno. Como han señalado varios historiadores, se confiaba en los europeos como portadores de los "valores" de la civilización que se aspiraba a introducir en la sociedad local. Los inmigrantes eran considerados la materia prima de una "nacionalidad" en constitución (Rofman y Romero, 1973; Halperín Donghi, 1987). Después de la crisis del 30, la Argentina desarrolla un nuevo modelo de acumulación basado en la sustitución de importaciones. En ese contexto, se produce el segundo movimiento migratorio importante en nuestro país. El desarrollo industrial promueve la migración interna y de países limítrofes. Los nuevos inmigrantes (provenientes del interior y de Paraguay, Bolivia, Uruguay y Chile) fueron incorporados a la escena nacional a partir del proyecto político del peronismo, que los integraba como clase trabajadora. Si bien este proceso estuvo lejos de ser “armónico” y carente de conflictos (dando origen a definiciones xenófobas como las de “aluvión zoológico” y 2 En la provincia de Buenos Aires, donde se concentra casi la mitad de los inmigrantes de países vecinos, se implementó una política semejante. En junio de 1995, el entonces gobernador de la provincia Eduardo Duhalde lanzó un plan laboral cuyos ejes fueron el asfalto de las calles y la persecución de trabajadores "ilegales", planteando así una "defensa del trabajo argentino". Parte del plan de Duhalde consistía en la inspección de los establecimientos que contratan mano de obra extranjera y en la sanción de los inmigrantes con el regreso a sus países de origen. “cabecitas negras”), los inmigrantes formaban parte de un proyecto de país que los requería como mano de obra. En la actualidad, el proceso migratorio se da en un contexto de proyecto político de economía de mercado que no contempla la integración de mano de obra, sino que, por el contrario, tiene entre sus principales consecuencias el crecimiento del desempleo. En este marco, los inmigrantes no forman parte de la preocupación del Estado, sino que constituyen una amenaza de expandir la pobreza y la polarización social que acompaña las políticas neoliberales. Desde el Gobierno se constituyó un discurso que responsabiliza a los inmigrantes de países vecinos por los problemas sociales, económicos y de seguridad del país, acompañado por políticas de persecución policial y de proyectos de endurecimiento de la ley migratoria. Se trata de un discurso estigmatizante que se apoya en el carácter de "ilegales" en el que la normativa vigente encuadra a los inmigrantes: "la legislación vigente pone el acento en las dimensiones de control policial y no en los aspectos que hacen a la integración de los inmigrantes en la sociedad" (Oteiza y otros, 1998: 317). Al mismo tiempo, se favorece una práctica contradictoria que permite la importación de mano de obra por parte de las empresas –a partir de contratos laborales– pero obstaculiza la radicación, un mecanismo productor de ilegalidad al que no ponen freno las amnistías periódicas3. En este contexto, consideramos relevante el estudio de las producciones discursivas que circulan actualmente sobre las migraciones de origen latinoamericano, en particular el discurso de la prensa escrita. Este estudio puede contribuir a la 3 Aunque la legislación estuvo pensada para los inmigrantes de ultramar, permitió también el ingreso de inmigrantes de países limítrofes que han representado un flujo de lento pero constante crecimiento demográfico. Hacia 1960 comienza a acelerarse el proceso de concentración de migrantes limítrofes en el Area Metropolitana. Gradualmente, la normativa inmigratoria tiende a regular la permanencia de inmigrantes de países limítrofes en contraposición con la tradicional propensión a regular la entrada de inmigrantes ultramarinos. Un decreto de 1965 introduce dos categorías de ilegalidad: los “ilegales por ingreso” y los “ilegales por permanencia”, autorizando a la Dirección Nacional de Migraciones a disponer la expulsión de los mismos. En 1969, otro decreto inspirado en la Ley de Residencia (4144/02) habilita a expulsar a cualquier extranjero que atente “contra la paz social, la seguridad nacional o el orden público”. La responsabilidad del Estado pasa ahora menos por proteger al inmigrante que por regular la inmigración a través del control de la permanencia en desmedro del control del ingreso (Pacecca: 1998). El decreto 1434/87 cierra directamente el acceso a la residencia permanente o temporaria a los inmigrantes de escasos recursos, estableciendo una lista de tipos de inmigrantes admisibles. En ella, se otorga prioridad a la posesión de capital material y/o cultural, los vínculos de parentesco con argentinos, o la pertenencia a religiones oficialmente reconocidas. operación de desnaturalización de los significados ideológicos que esas producciones conllevan y que no sólo constituyen una categorización de la alteridad, sino que redefinen las prácticas identitarias de la propia comunidad. 2. Marco teórico Sobre las prácticas discursivas El discurso es uno de los medios privilegiados de producción, circulación e interpretación de significados en la vida social. El lenguaje en uso es una práctica constitutiva y constituyente de la estructura social, antes que una práctica individual o un reflejo de variables situacionales. Las prácticas discursivas son formas materiales de la ideología, entendida como “significaciones/construcciones de la realidad (...) que contribuyen a la producción, reproducción o transformación de las relaciones de dominación” (Fairclough, 1992). Toda práctica discursiva cumple, según Fairclough, cuatro funciones. La función textual de anclar lo dicho en el flujo discursivo mediante recursos (de topicalización y cohesión) que buscan fijar información. La función identitaria que articula posiciones subjetivas e identidades sociales. La función relacional que negocia vínculos entre los actores mediante luchas metadiscursivas que recrean la arquitectura de las relaciones sociales. Y la función ideacional que elabora sistemas de conocimiento y creencias. Partimos de una concepción de discurso que supone, más que el contenido informacional de los enunciados pasibles de ser dichos en determinado momento histórico, sus condiciones y efectos de enunciabilidad: centramos nuestra atención tanto en qué se dice como en los modos de ese decir y en lo no dicho. Esto implica recuperar e integrar en la noción de discurso, tal como se la ha utilizado frecuentemente en ciencias sociales, los insights forjados en el ámbito de la lingüística a partir de una concepción de lenguaje en uso en oposición a lenguaje como sistema. Visto desde la perspectiva de la lingüística, este movimiento teóricometodológico que asumimos se propone ampliar la noción de lenguaje en uso hacia la de uso social del lenguaje a través de la integración de categorías provenientes de la teoría social. En ese marco, rescatamos el modelo formulado por Norman Fairclough (1992), quien propone un abordaje multidimensional del discurso que integra la descripción lingüística con la interpretación contextual micro y macro social. Así, este autor identifica tres niveles simultáneamente presentes: a) dimensión textual: dominio lingüístico del discurso, cuyas claves son la gramática, la cohesión y la estructura; b) dimensión comunicativa: nivel de análisis que se centra en los procesos de producción, circulación y consumo de textos, y considera las relaciones entre textos (intertextualidad) que se dan en los intercambios discursivos (interdiscursividad); c) dimensión social: dominio de las matrices sociales que condicionan los modos en que las prácticas discursivas construyen objetos de conocimiento, sujetos y relaciones entre ellos, construcción que tiene efectos ideológicos y políticos. Ideología y hegemonía son, entonces, los conceptos nodales de este nivel. Aplicado este marco teórico a la producción discursiva sobre la inmigración, pensamos que el discurso no sólo refiere al "otro" inmigrante, sino que se instaura como una práctica social específica de construcción y significación de la alteridad, en tanto diferencia y desigualdad. El análisis de los mecanismos discursivos involucrados en la construcción de "otredades" contingentes que el poder vuelve necesarias para regular – por exclusión y/o inclusión– un orden social, cae dentro del campo actualmente denominado análisis crítico del discurso. Sobre el discurso periodístico De entre los tipos discursivos posibles a través de los cuales circula información sobre la alteridad –conversación cotidiana, prensa, chistes, textos escolares, discurso político–, el discurso mediático constituye una forma socialmente reconocida y masivamente divulgada de fijación del flujo discursivo que tematiza la "otredad". Los medios de comunicación juegan un papel relevante en la construcción de los imaginarios sociales, considerados éstos como representaciones discursivas que una determinada comunidad tiene de sí misma o de los otros (Baczko, 1991). El discurso periodístico es el principal productor de los temas de agenda que convocan debate en la opinión pública. Esta hipótesis, conocida como agenda setting, supone que existe una relación entre la agenda de los medios y la agenda de la opinión pública, ya que los medios indican no sólo sobre qué se debe pensar, sino también cómo se debe pensar sobre esos temas (Martini y Gobbi, 1998). Consideraremos a la prensa escrita como uno de los centros de producción privilegiados de contenidos ideológicos de la cultura contemporánea. En este sentido, las organizaciones mediáticas forman parte activa de las estructuras de poder y, generalmente, dan voz a los intereses de aquellos grupos que hegemonizan la definición de una cierta situación social. Sin embargo el discurso mediático goza de cierta autonomía para fijar acentos – exagerar o mitigar, visibilizar u ocultar– sobre el discurso hegemónico. Así, resignificación mediante, los medios de comunicación "bajan" material para la construcción del consenso público a la vez que "suben" discursos de protesta y resistencia que la estructura de poder utilizará en el proceso constructivo de hegemonía. El discurso periodístico debe analizarse, por un lado, como un género textual específico, con sus propias reglas de producción, circulación y consumo; y por el otro – en tanto género eminentemente polifónico e intertextual– como lugar privilegiado de emergencia de otros discursos sociales. 3. Los medios como escenario del debate migratorio Constreñida por el funcionamiento de la empresa periodística, la información sobre inmigrantes en la Argentina no ha mantenido una frecuencia de aparición regular y constante durante el año 1999 sino que se ha presentado en picos o series esporádicas de noticias. En los meses de enero y febrero la prensa nacional recogió como uno de los principales temas de su agenda el proyecto de reforma a la ley migratoria impulsado por el Poder Ejecutivo. Los medios crearon un agitado debate en torno a este proyecto y se erigieron como su escenario privilegiado. Este debate mediático ilustra el activo papel de los medios en el interjuego social y su complejo rol en la constitución de la agenda pública: su relativa autonomía e interdependencia de otros actores sociales. Los temas principales de la agenda periodística eran, a comienzos de 1999, la pelea electoral, el desempleo y la inseguridad. Una serie de noticias publicadas en las primeras semanas del año sobre asaltos y robos, particularmente en la Capital y el gran Buenos Aires fueron agrupadas con el rótulo de "creciente ola de inseguridad". Los meses de enero y febrero, en general, son meses "pobres" para la agenda periodística, ya coinciden con el receso estival, en los cuales la actividad institucional y pública disminuye. En este contexto, es significativo que el domingo 17 de enero, el diario porteño Clarín lanzara la primicia, como título principal de su tapa, de un proyecto del Ejecutivo para reformar la ley migratoria: "Quieren limitar la inmigración por la ola de delitos"(Clarín, 17/1/99, pp.3-5). La noticia se publica en la sección Política, con un gran despliegue, y aparece vinculada a la "ola de inseguridad". A partir de aquí, el tema deviene un debate mediático que se desarrolla a lo largo de los meses de enero y febrero, para luego diluirse a partir de marzo. Durante el mes de enero, la inmigración llamada "ilegal" tiene una cobertura diaria en los periódicos porteños. En Clarín, por ejemplo, aparece siete veces como título de tapa y dos veces como el título principal. En febrero, continúa la cobertura diaria, pero el tema aparece sólo una vez en la tapa. En lo que respecta a la ubicación de la noticia, ésta se desplaza desde la sección Política hacia la de Información General y Policía. En los otros diarios porteños, en general, el tema oscila, con relativa transversalidad, entre las secciones de Política, Sociedad, Información General, Policía, Opinión, Editoriales y suplementos. Una vez que la inmigración "ilegal" se instala como debate, el tema de la inseguridad, que lideraba la agenda hasta ese momento, pasa a segundo plano, de modo que la reforma migratoria aparece colocada como una consecuencia del tema de la inseguridad, y los inmigrantes de países vecinos, su causa. La mayor parte de la producción periodística del intento de reforma migratoria es la cobertura de hechos verbales: declaraciones oficiales y reacciones ante esas declaraciones. Estas se acompañan con informaciones sobre operativos policiales de detención de inmigrantes y trámites de radicación, que quedan subordinadas al marco más amplio del debate político. Así, se "politizan" hechos policiales de relevancia menor, a la vez que se "policializa" el debate sobre el tema migratorio. Ese debate se organiza, básicamente, en torno a las declaraciones y textos producidos por distintos sectores. El papel de los medios en el manejo y la (re)elaboración de estas voces no es, por supuesto, neutral. El uso de las citas, la modalidad de su inserción y la posición destacada que ocupan en el texto de prensa sirven a la generación de consenso en torno a ciertas operaciones de construcción de sentido que, como señalamos, tienden a constituir al inmigrante latinoamericano como una amenaza para la sociedad4. Es un rasgo del género periodístico apelar a las voces oficiales como fuente privilegiada y autorizada de la noticia. En el caso de la temática inmigratoria, el discurso oficial alimentó prejuicios raciales y manifestó tendencias discriminatorias hacia los extranjeros de países vecinos. De ahí que, en artículos publicados en enero y febrero, encontremos una profusión de citas de funcionarios como las siguientes: "(...) la delincuencia no es sólo producto de muchos argentinos sino que también llegan indocumentados desde otras partes de nuestro continente que se organizan en bandas" (Carlos Menem La Nación, 21/1/99, "Menem quiere expulsar a los ilegales", p.10); ó "En la Capital Federal se extranjerizó el delito" (Hugo Franco, ex director de Migraciones. Clarín, 21/1/99, "Menem dijo que los inmigrantes ilegales deberán irse del país", p. 34). La incorporación de voces opositoras provenientes de diferentes sectores sociales –la comunidad académica, las iglesias, los organismos de derechos humanos, las colectividades y sus embajadas–, se realiza dentro del marco de discusión fijado por las declaraciones oficiales. En concordancia, se les otorga un espacio de menor jerarquía, tanto textual como gráfica. Llama la atención aquí que los principales afectados por ese debate, los inmigrantes, son los únicos que no tienen voz propia ya que los medios delegan su representación en las voces contraoficiales. Cuando los inmigrantes "hablan", su voz no tiene la misma autoridad y legitimidad que la de los otros sectores, ya que lo hacen en tanto sujetos o individuos aislados, y no como colectividad: la voz inmigrante se restringe a "historias de vida" que generalmente aparecen para ilustrar una nota, o para aportar color o dramatismo. Los textos periodísticos se construyen, así, como espacio "transparente" y en el cual "hablan" distintas voces que ponen en escena posiciones enfrentadas, cuando en realidad son los principales agentes que articulan y regulan el debate, en tanto seleccionan a los actores sociales a quienes darán voz, gestionan sus discursos y los 4 Grupo de Estudios de Antropología y Discurso: "De inmigrantes a delincuentes. La producción de los indocumentados como amenaza social en el discurso policial". Ponencia presentada en la II Reunión de Antropólogos del Mercosur. Universidad Nacional de Misiones, Misiones, 23 al 25 de noviembre 1999. jerarquizan, y administran los datos e informaciones que sostienen a las declaraciones (cifras, estadísticas, etc). A pesar de la apariencia pluralista del debate, se cristaliza en la prensa escrita – en mayor o menor medida, según el medio y la sección de que se traten– una figura que identifica al inmigrante de países vecinos con los males coyunturales más "visibles" de la sociedad. Esta operación es funcional a la descompresión de tensiones sociales en situaciones de crisis. De esta forma, el conjunto inmigración-inseguridad-desempleo se configura como un bloque semántico, con el primer término (inmigración) colocado en posición de causa respecto del desempleo y la inseguridad. En lo que hace a la topicalización del inmigrante latinoamericano, encontramos, entre otros ítems, detenciones por indocumentación, clausura de locales y restaurantes, deportaciones, casas tomadas, hacinamiento, explotación laboral, trabajo ilegal. Este conjunto de tópicos forma un haz de rasgos selectivos asociados que funcionan como atributos identitarios, y definen una supuesta esencia grupo fundada en el desvío a la norma jurídica. Las formas denominativas cumplen un papel importante en la presentación de los inmigrantes en tanto señalan desvío y ausencia o "falta de" (Courtis y Santillán: 1999). En los casos de mayor reflexividad periodística y sujeción a los principios de la corrección política, encontramos ejemplos de hipercorrección de tono eufemístico como ciudadanos peruanos que residen sin documento, extranjeros que residen irregularmente. Las denominaciones más frecuentes encontradas en los periódicos nacionales incluyen sufijos negativos: inmigración ilegal, extranjeros indocumentados, inmigrantes ilegales. Cuando las denominaciones incorporan el origen de los inmigrantes, se produce una asimilación entre éste y el carácter de desvío. Así, los diarios hablan de inmigrantes ilegales provenientes de Latinoamérica, indocumentados de distintas partes del continente. El uso recurrente de construcciones sintácticas de este tipo implica el sentido de desvío aún en formas denominativas que sólo explicitan el origen y, de igual modo, evoca el origen cuando sólo se menciona el desvío, de forma que ilegales o indocumentados termina siendo sinónimo de personas provenientes de países vecinos, y viceversa. La permutabilidad y el uso indistinto de estas categorías, que se utilizan sin ser puestas en tela de juicio, sin marcas de distanciamiento y, en muchos, casos tácitamente como implícitos o sobreentendidos, colabora con una operación discursiva que, por deslizamiento, equipara el carácter de "indocumentación" que se atribuye a los inmigrantes de países vecinos con la delincuencia y el delito en general. Se genera de esta forma la ecuación inmigrante (latinoamericano) = indocumentado = ilegal = delincuente. Esta ecuación contribuye a la construcción de estereotipos grupales que, en la prensa escrita, se produce, principalmente, mediante generalización. Dicho recurso consiste en la selección de atributos negativos a partir de un caso testigo noticiable y su predicación extensiva a la totalidad de un colectivo humano percibido como grupo. Frecuentemente, los casos difundidos presentan situaciones extremas de desvío. Dos diarios porteños, por ejemplo, titulan: "Detuvieron a peruanos ilegales que también asaltaban taxis" (Ambito Financiero, 26/1/99, p. 17); ó "Más peruanos a la sombra" (Crónica, 26/1/99, p. 15). En estos casos, se ve claramente cómo la ausencia de artículos o cuantificadores realiza la operación de generalización por la cual todo el colectivo grupal al cual se hace referencia queda afectado por el delito predicado en la noticia. Uno de los recursos discursivos más explotados en el tratamiento periodístico de la inmigración es la apelación a figuras retóricas (particularmente, a metáforas) pertenecientes a dos campos semánticos específicos: las catástrofes naturales y el reino animal. La aparición de estos tropos, vinculados entre sí, contribuye a una operación de "deshumanización" de los inmigrantes, que los reduce al orden de lo fenoménico. Así, los medios se refieren a la dinámica migratoria regional en términos de avalancha, aluvión, oleada, invasión, ocupación, en interdiscursividad histórica con la metáfora del aluvión zoológico que se aplicó a los migrantes internos en la década del 1950 en la Argentina. Estas imágenes tienen un efecto sobredimensionador del fenómeno inmigratorio regional y falsean su magnitud real, en concordancia con la frecuente manipulación de cifras a la que apelan los medios. Cabe destacar que el escenario mediático no es homogéneo, y que se observan diferencias en el tratamiento discursivo del tema inmigratorio tanto entre distintos medios como entre secciones de un mismo medio. En los diarios que se dirigen a los extremos de la escala social –Crónica y Diario Popular, que apuntan a sectores populares; y Ambito Financiero y La Prensa, orientados a sectores de poder– se evidencia una mayor explicitación de las operaciones de estigmatización analizadas. Los periódicos de mayor tirada –Clarín y La Nación– muestran, a su vez, matices diferenciales según se ubique la noticia en las secciones de Policía, Información General, Política u Opinión. Así, por ejemplo, la misma noticia de la presentación del proyecto del Poder Ejecutivo y las declaraciones presidenciales que lo acompañaron, aparece en Crónica titulada "Argentina sólo cierra las puertas a la delincuencia" (21/1/99, pp. 12-13) y, en La Nación, "Menem quiere expulsar a los ilegales" (21/1/99, p. 10). En el primer caso, el diario asume como propia la voz del ex presidente Menem, sin aclarar que se trata de una cita textual. En el segundo caso, el diario se despega de la voz oficial, aunque mantiene sin discutir la denominación "ilegales" para referirse a los inmigrantes latinoamericanos. La misma información aparece, a doble página, en la sección de Información General de Clarín con el título "Menem dijo que los inmigrantes ilegales deberán irse del país", acompañada por un recuadro: "Operativos en el subte: detienen a 30 extranjeros" (21/1/99, pp. 34-35). En ambos casos, se privilegian las voces y los datos oficiales y se identifica el tema inmigratorio con la delincuencia. Sin embargo, tres días después, el mismo diario publica, en su suplemento dominical Zona, una larga nota titulada "Adiós a la tierra de promisión", en la que se despliegan las voces de investigadores y de sectores opositores al Gobierno, a la vez que se discuten los principales supuestos instalados por las autoridades (24/1/99, pp. 4-7). El análisis realizado nos permite sostener, con Santamaría, que "la prensa diaria (...) no sólo informa –nos da ciertas informaciones– sino, y lo que es más importante, conforma una determinada figura social" del inmigrante (Santamaría, 1993: 65). 4. A modo de cierre Atendiendo no sólo a la dimensión textual sino también a la dimensión social del discurso periodístico, nos interesa ahora reflexionar sobre la función que cumplió este debate en la agenda sociopolítica. Desde una mirada ingenua, podría pensarse que fue el Gobierno el que impuso el tema de la reforma migratoria, y que los medios, al constituirse como escenario público de un debate, contribuyeron a vehiculizar reacciones de oposición que culminaron, en el mes de marzo, con la decisión oficial de abandonar el proyecto. En principio, podríamos preguntarnos hasta dónde el tema de la inimgración "ilegal" no aparece como una maniobra oficial de distracción de la atención pública con respecto a los temas de la inseguridad y el desempleo, ejes de la preocupación social y de la campaña electoral de 1999. Si desde el Gobierno se lanza el proyecto como una operación de prensa destinada a producir un debate que distraiga a los ciudadanos, los medios, atrapados por su necesidad de generar noticias de alto impacto –especialmente en dos meses en los cuales la atención de los lectores tiende a decaer–, "le hacen el juego" al Gobierno, otorgando un alto grado de noticiabilidad al proyecto, que podría no haberlo tenido, como tantos otros que nunca adquieren visibilidad. Creemos que, bajo una apariencia de pluralismo y polifonía, el debate favoreció la estrategia oficial, por cuanto reavivó prejuicios e imágenes negativas compartidas en torno a los inmigrantes de países vecinos, y generó consenso en cuanto a su persecución y expulsión en amplios sectores sociales. Un ejemplo paradigmático que pone de manifiesto el complejo papel de los medios en el interjuego sociopolítico y su activa interdependencia de otros actores sociales es la declaración del entonces ministro del Interior, Carlos Corach, que muestra claramente cómo, más que un agente "transparente" o neutral del debate, la prensa legitima, en última instancia, el propio accionar del Gobierno: "Fíjese el tema de los ilegales. Uno de los principales diarios del país –dijo Corach aludiendo a La Nación--, que no tiene fama de oficialista, hace un editorial apoyando fuertemente la política del Poder Ejecutivo Nacional y critica con dureza al obispo que se pronunció de manera absolutamente extemporánea" (La Nación, 5/2/99). BIBLIOGRAFIA Baczko, Bronislav (1991). Los imaginarios sociales. Buenos Aires: Nueva Visión. Bajtín, Mijail (1993). Problemas de la poética de Dostoievski. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. [1979, 1ª. ed. en ruso]. Blommaert y Verschueren (1998). Debating diversity. 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