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El Niño y La Semilla (eco–teatro–cuento) PRÓLOGO CUADROS: I EL OTOÑO II. EL INVIERNO III.LA PRIMAVERA IV. EL VERANO V. LA GERMINACIÓN PERSONAJES: EL PÁJARO EL NIÑO EL PERRO EL MONO DE NIEVE EL PAYASO LA EQUILIBRISTA EL MALABARISTA EL MAGO EL CACTUS LA PRIMERA ROCA LA SEGUNDA ROCA PRÓLOGO (El Prólogo puede ser recitado delante de las cortinas por cualesquiera de los actores o actrices del reparto. Pero, se sugiere al actor que hace el rol de El Árbol.) En el origen, clamó por una piel la Tierra para cubrir su desnudez de roca. Y en un tiempo cualquiera, se abrió paso en la vastedad del universo un fértil cometa para preñar con un hálito vegetal las estériles formas. Al tiempo, se manifestó el vigor en el vástago primigenio gestando su singular verdor en la mísera opacidad de la tierra; y así acordó una promesa de árbol con la inicial naturaleza. Desde entonces, la tierra vivió intensas transformaciones, fue cubierta a través de los milenios por climas diferentes, supo de sucesión de lluvias y de soles fecundantes, fue estremecida por tormentas y cubierta por mortajas de hielo, para renacer más tarde bajo un firmamento anunciador de nuevos soles. A veces fue sostén de llanuras, otras de yermos, bosques o vergeles. Y en todo momento el verde brote se dio maña para asirse a nueva tierra y desde ahí adquirir formas diversas dibujar hojas o espinas, cincelar frutos prodigiosos anticipados por un sonrojo de pétalos. Hoy, la infinita secuencia de sus renacimientos sorprendió al árbol en sus entrañas, y desde el alba ha sentido maduradas sus semillas. Llegó el tiempo, entonces, de enviarlas a colonizar remotas tierras: unas serán pasajeras del viento y atravesarán los mares festejadas por delfines; otras, serán llevadas por alas abnegadas remontando esquivas cumbres, surcando ríos y quebradas; tal vez, a causa de un pájaro extraviado alguna descenderá en un desierto; y a pesar de la mísera acogida, la energía del impulso originario podrá hacerla germinar venciendo el desolado entorno. CUADRO «EL OTOÑO» PRIMERO En la escena están el árbol y el pájaro. Las luces y el decorado indicarán tonalidades otoñales en verde seco, naranja y amarillo. El árbol lo representarán dos actores: uno arrodillado junto a las piernas del otro que estará erguido. Ambos conformarán un árbol de tronco grueso con las piernas y los pies harán las raíces; los brazos y las manos del que se encuentra arrodillado harán las ramas y hojas bajas; el que está erguido hará las partes altas del árbol. Los trajes tendrán prendidas ramas y hojas; además, en las manos llevarán, también, ramas y hojas, Al iniciarse la escena, el actor que hace de El Pájaro, estará planeando suavemente y jugando a volar a ras del suelo. En su desplazamiento por la escena, el pájaro establecerá una relación con los elementos, dándoles vida y sentido: al agua, al beberla; a una mariposa, al jugar a pillarla; al viento, al dejarse llevar por él. Finalmente, el pájaro llega junto al árbol y juega con sus ramas y hojas. EL ÁRBOL: (al pájaro que esta junto a él.) Aquí está la semilla (la muestra.). Deberás llevarla a esa tierra lejana que nos está esperando. (La semilla se encuentra sujeta por una cinta hecha de tallos verdes, como un collar. El árbol se la pone en el cuello al pájaro.) Necesitarás tiempo y mucho cuidado. Bueno. Para qué te doy consejos. Lo has podido hacer muy bien todos estos años. EL PÁJARO: (sonriendo.) No te preocupes. Estoy acostumbrado a llevar las semillas atravesando mares y montañas, valles y ríos. A cualquier parte donde la tierra las necesite. EL ÁRBOL: (moviendo la cabeza, preocupado.) No es tan fácil. Queda muy lejos, a un año de distancia. Deberás atravesar el invierno, la primavera y el verano, antes de llegar a comienzos del otoño para cumplir tu promesa . EL PÁJARO: EL ÁRBOL: (se abraza al árbol, cariñoso.) Me cuidaré mucho, no temas. Adiós... (moviendo sus ramas y hojas.) Anda, anda... ¡Adiós! El Pájaro se desplaza hacia una esquina del escenario a beber agua. En ese instante entra el Niño llevando una honda en su mano. Es un adolescente de unos 13 años. Ve al Pájaro y corre a espantarlo. Este se refugia detrás del Árbol, quien trata de cubrirlo con sus ramas. El Niño ríe traviesamente y se moja la cara y las manos con el agua. Su relación con los elementos, al contrario del Pájaro, es brusca y destructiva. Corre detrás de una mariposa dándole manotazos. El Pájaro se ha sacado del cuello la cinta con la semilla y se la ha puesto en el pecho, cubriéndola con sus dos alas. EL NIÑO: (sonriendo con picardía.) ¿En dónde se habrá metido ese pájaro? (Mira de reojo hacia el Árbol. Luego habla hacia el público.) ¿Creerá que no lo veo detrás de las ramas?... ¡Será tonto! ¡Le haré pensar que me ha engañado y lo pillaré desprevenido! (Escoge unas piedras de una bolsa que lleva colgando del cinturón y prueba una en la honda, mirando hacia atrás para ver si lo está mirando el pájaro. Luego se levanta y, haciéndose el distraído, camina con las manos en los bolsillos, silbando. Cuando llega a una esquina del escenario pone una rodilla en el suelo y realiza las maniobras típicas de un hondero, colocando la piedra en el sujetador de cuero y estira los elásticos de la honda.) De mi no te escaparás, pajarito... ponte a tiro y probarás mi puntería... El Pájaro cree que el Niño se ha olvidado de él y se desprende de las ramas del Árbol. Las ramas de éste le hacen gestos para que se aleje rápido. El Pájaro mueve sus alas para iniciar el vuelo y, en el momento en que está cerca de la salida del escenario, el Niño le apunta con la honda y le dispara. El Pájaro cae herido y deja caer la semilla en el suelo. Agita con dificultad un ala y sale de escena. El Niño corre hacia la salida, gritando jubilosamente: “¡Lo cacé, es mío, lo cacé!” Mira la semilla en el suelo y la recoge. EL ÁRBOL: (grita airado al Niño.) ¡Hey, tú! ¡Espera! ¡Ven acá! EL NIÑO: (se detiene junto a la salida y se vuelve. Mira hacia todos lados. Luego camina en torno al escenario buscando a la persona que le ha gritado.) ¿Quién ... quién me llama? EL ÁRBOL: (le hace gestos con las ramas.) ¡Soy yo! Y deja tranquilo al Pájaro. (Autoritario.) Ahora ¡pásame la semilla! EL NIÑO: (no repuesto del asombro, queda con la semilla colgando de la mano. Luego, mira indeciso al Árbol.) ¿Eres tú quien me habla? Creía que los árboles no hablaban... EL ÁRBOL: Hace mucho tiempo que nosotros y los hombres no tenemos nada que decirnos. Antes nos entendíamos todos con todos en la naturaleza. Los hombres tomaban de nosotros lo que estábamos en condiciones de darles. Y lo hacíamos con gusto. Pero luego los hombres comenzaron a derribarnos pensando sólo en su beneficio, sin cuidar el equilibrio que la Tierra reclamaba. Y por su culpa desaparecieron miles y millones de árboles, creando los desiertos. EL NIÑO: (sintiéndose reprendido.) Pero yo no corto árboles... EL ÁRBOL: Claro que no, porque eres muy débil para hacerlo. Pero matas pájaros, que viene a ser lo mismo. EL NIÑO: (Se pone en cuclillas y juega con el dedo haciendo figuras en el suelo.) ¿Qué tienes que ver tú con los pájaros? Tú no vuelas. No tienes alas. EL ÁRBOL: No las necesito, precisamente, porque hay pájaros. Cada uno en lo suyo y para beneficio de los otros. Los pájaros transportan mis semillas y las hacen viajar por todos los lugares de la Tierra. Son mis sembradores oficiales. También el viento, pero es un sembrador muy desordenado porque a veces no se fija en donde las deposita y quedan tiradas en los pedregales. Y ahí difícilmente pueden germinar. (Tiende una mano hacia el Niño.) Pásame la semilla. EL NIÑO: un cuesco! (se acerca al Árbol y le deja la semilla en su mano.) ¡A qué tanto enredo por EL ÁRBOL: (levantando en alto la semilla.) Este no es un cuesco ¡es un árbol! EL NIÑO: (burlándose.) ¿En dónde está el tronco? No veo las ramas... EL ÁRBOL: (sentencioso.) La semilla es una promesa de árbol. Y en la naturaleza, casi todas las promesas se cumplen. Porque todos nos esforzamos para que así sea. (Mira la semilla.) Aquí se encuentra, como energía y posibilidad, todo lo que yo soy ahora. Con la ayuda de mi amigo El Pájaro, a quien heriste, esta semilla habría llegado a lejanas tierras, y aún con la mezquina colaboración del desierto, se habría convertido en un frondoso árbol. (Con tristeza.) Pero ahora... no se qué hacer… EL NIÑO: llevar... (queriendo compensar el daño hecho.) Bueno... si quieres... yo la puedo EL ÁRBOL: (lo mira dudoso.) ¿Tú? Es muy largo el camino. Y no tienes alas. Además, no pareces ser muy responsable. EL NIÑO: (interesado y con voluntad.) ¡Yo puedo llevarla! ¡Te lo aseguro! ¡Créeme! Tengo buenas piernas (hace ejercicios con brazos y piernas.) Mira mis brazos. Son fuertes. No tengas temor en confiarme la semilla. ¡Yo cumpliré tu promesa! EL ÁRBOL: (indeciso.) No se si deba permitirlo... (Preocupado.) Todos los pájaros han partido en busca de sol. Es muy difícil que pase alguno por estos lados. (Al Niño.) Es lejos... EL NIÑO: No importa lo lejos que sea. Dámela y llegaré con ella a destino. (Estira la mano, ansioso.). EL ÁRBOL: Deberás llevarla a una tierra que desfallece en los límites de un desierto. Los pájaros me han advertido que le queda apenas un poco de vida y, si no la ayudamos, no resistirá el avance de la arena. Los árboles que defendían esa tierra fueron cortados por el hombre y no plantó nuevos en su reemplazo. Hay que tornarla a la vida, nuevamente. Por eso es tan importante tu misión y no debes fallar. (Con actitud solemne, se dirige hacia el público): Yo soy promesa y realidad del árbol, y al depositar en el lejano yermo mi semilla, por vez primera ese ámbito de hostil silencio, escuchará el naciente brotar de mis raíces, su avance paulatino buscando abrazar el mezquino suelo, y su hábil buceo hacia napas escondidas invitando al agua que amamante mis frágiles verdores. Luego, inundará mis arterias la humedad rescatada y el sol de estaciones sucesivas me harán crecer de nuevo, y volveré a ser árbol un árbol fuerte y generoso; abriré mi follaje a pájaros desorientados y en mis tibios rincones podrán fundar sus moradas. Después, el amanecer cubrirá de resplandores al rocío prendido en las hierbas iniciales, hasta que se adormezcan bajo el amparo de mi sombra; y adoptaré otros tallos flores y hojas, donde jueguen la magia de la fertilidad las mariposas, hasta transformar el inhóspito paisaje en prodigiosa primavera. EL NIÑO: (conmovido.) ¿Y todo eso gracias a una semilla? EL ÁRBOL: Sí. Con la ayuda del tiempo ella pintará un hermoso paisaje. ¿Comprendes ahora el significado de tu misión? EL NIÑO: (entusiasmado, salta de un lado para otro, gritando.) ¡Sí que es importante! ¡Lo haré, lo haré! ¡Lo prometo! EL ÁRBOL: Entonces, acércate (el Niño se acerca, la cabeza baja, emocionado.) Tú serás el portador de la semilla para que en esa lejana región haya vida, paz, amor y alegría. (Le coloca al cuello la cinta con la semilla. Luego lo acaricia con sus hojas y lo vuelve hacia la salida, empujándolo, suavemente.). EL NIÑO: (se devuelve y lo besa.) Adiós… (Se aleja). EL ÁRBOL: Ve, hijo mío. Cuídate de los rigores del invierno. No te enredes en las fiestas de la primavera, ni te dejes sorprender por las somnolencias que trae el calor del verano. ¡No lo olvides! Debes llegar a comienzos del otoño, que es el tiempo de la siembra. ¡Adiós, y buena suerte! El Niño desaparece por uno de los costados del escenario. Las luces van perdiendo tenuemente los colores otoñales, hasta que la escena se oscurece. CUADRO SEGUNDO «EL INVIERNO» Tanto la iluminación como otros elementos de carácter sonoro, darán la ambientación de un frío invierno. Sobre el suelo hay un gran paño blanco semejante a un manto de nieve. Debajo de una abertura que hay en éste, se encontrará tendido el actor que hará El Mono de Nieve y que viste como tal. Entra el Niño, golpeándose las manos y el cuerpo, tiritando de frío. Se escucha el silbido del viento. Niño: ¡Uff! ¡Qué frío tengo! (Se sienta y con los brazos lleva sus rodillas al pecho para protegerse del frío. Se duerme..) Entra a escena el actor que hace de El Perro. Recorre la escena con la cabeza baja, olfateando por si encuentra algo para comer. Ve al Niño y se acerca a él. Lo huele un rato y luego lo remece con el hocico para despertarlo. Le lame la cara hasta que el Niño despierta. EL NIÑO: (despertándose sobresaltado.) ¡Qué pasa! (Ve al perro.) ¡Ya, déjame tranquilo! (Se levanta y se golpea el cuerpo con las manos para entrar en calor.) EL PERRO: Tú no tienes pelos que te protejan del frío. No eres como yo, peludo. Si te duermes, vas a morir helado. EL NIÑO: (le pasa la mano por el lomo.) Gracias. No me volveré a dormir. (Se lleva las manos al pecho para comprobar si tiene todavía la semilla.) Aquí está. Debo seguir mi camino… ¡Pero qué frío tengo! El Niño se pone a saltar y a correr. El Perro lo sigue en todos sus movimientos, buscando hacer un amigo. El Niño se da una «vuelta de carnero», se sienta y se quita la cinta con la semilla y la deja en el suelo, luego sigue su juego. El Perro, ridículamente, trata de darse una «vuelta de carnero.» Desiste y recorre con el hocico el suelo. Llega donde está la semilla. La huele y se la pone en la boca. El Niño lo ve y corre hacia él. EL NIÑO: (tirando de la cinta.) ¡Dámela! (Ambos forcejean por toda la escena.) ¡No seas malo, perrito, dame la semilla. Debo cumplir una misión muy importante con ella. (Al Niño se le suelta la cinta y cae sentado. El Perro corre con la semilla en la boca, hacia un costado de la escena. La coloca entre sus patas delanteras, como si fuese un hueso y la lame.) ¡No te la vayas a comer, tonto! EL PERRO: EL NIÑO: (sigue lamiéndola.) ¡Qué tanta bulla por un hueso! ¡Ése no es un hueso! Es una semilla. EL PERRO: Mmm… tiene gusto a chocolate. (El Niño comienza a acercarse al Perro, despacio, en la punta de los pies..) Grrrrrrrr… quédate ahí chiquillo. Tengo hambre. Hace muchos días que no como. Todas las puertas se cierran cuando hace frío y hay un hambriento afuera. EL NIÑO: (persuasivo.) Perrito… ése no es un hueso ni un chocolate. Es una semilla que debo sembrar para que haya vida al borde del desierto. EL PERRO: ¿Y qué tiene de malo el desierto? EL NIÑO: Este… nada de especial, supongo. Mira, lo que pasa es que no deja que crezcan árboles. Todo se seca y no hay lugar en donde puedan jugar los niños con los perros. EL PERRO: (pensativo.) Vaya… EL NIÑO: (recurriendo a un argumento que le parece definitivo.) Y no hay huesos. No se permiten los huesos. (Ve al Perro mostrarse indeciso.) Haré cualquier cosa que desees si me devuelves la semilla. EL PERRO: (piensa un rato.) Bueno. Te la devuelvo si tú te quedas a jugar conmigo para siempre. No tengo ningún amigo a quien querer y con quien jugar. EL NIÑO: EL PERRO: ¡Oh! No puedo… Entonces… no hay trato. (Vuelve a lamer la semilla.) EL NIÑO: (se entusiasma al ocurrírsele una idea.) ¡Ya está! ¡Ya sé qué haremos! Te haré un compañero para que juegues con él durante todo el invierno. (Se acerca al lugar en donde está la abertura encima del actor que representará El Mono de Nieve.). Aquí se ha juntado más nieve que en otras partes. Espera y verás. El Niño se arrodilla y comienza el juego de ir juntando nieve con ambas manos y, al mismo tiempo, haciendo como que va modelando un mono de nieve. El actor que se encuentra debajo de la abertura del paño irá emergiendo a medida de las exigencias de la actuación de El Niño. Cuando El Mono de Nieve se encuentra de rodillas, El Niño detiene su tarea. El Perro se acerca y husmea al Mono de Nieve por todos lados y luego se queda observándolo, con la cabeza ladeada, como quien observa un cuadro. EL PERRO: Mmmm… no tiene ojos, Tampoco tiene boca. (Mueve la cabeza.) Así no podrá verme ¿Y cómo va a llamarme para que juegue con él? El Niño se saca dos botones de la chaqueta y los coloca en la cara de El Mono de Nieve, haciendo las veces de ojos. Después se busca en los bolsillos y saca una tapa roja y se la coloca en la cara haciendo las veces de boca. EL NIÑO: ¡Aquí tienes a tu nuevo amigo! ¡Mira qué bien se ve! (Estira la mano para que le entregue la semilla.) EL PERRO: Mmmm… no tiene pies ¿Cómo quieres que juegue conmigo al pillarse? Tampoco tiene manos ¿Cómo quieres que lance lejos un palo para que yo lo vaya a buscar, una y otra vez? El Niño se pone a la tarea de hacer los pies, brazos y manos a El Mono de Nieve. Este dejará caer los brazos o doblará las rodillas, alternadamente, haciéndole difícil el trabajo. Finalmente, queda totalmente terminado. EL NIÑO: ¡Ahora está perfecto! Yo he cumplido con mi promesa. Ahora cumplir con la tuya. tú debes El Perro ha dejado olvidada la semilla en el suelo y corre de un lado a otro, invitando a El Mono de Nieve para que lo siga. El Niño recoge la semilla y se aleja hacia la salida. Vuelve la cabeza hacia El Perro despidiéndose con la mano. El Perro queda solo en la escena, refregando feliz su cuerpo contra el de El Mono de Nieve y le lame la mano. La escena se oscurece lentamente, y una luz cae sobre El Perro y El Mono de Nieve, viéndose a este último colocar una mano sobre la cabeza del Perro y hacerle cariño. Cuadro tercero «LA PRIMAVERA» La escena se va iluminando lentamente, con colores vivos, primaverales. Desde arriba caen serpentinas y globos que quedan suspendidos a la altura del actor más alto. Entra el Niño y se queda mirando encantado las serpentinas y los globos. Salta, inútilmente, tratando de alcanzar un globo. La música de bombos y platillos anuncia la llegada de un circo. Por el costado derecho entran personajes circenses: El Payaso, El Malabarista, La Equilibrista y El Mago. Los personajes tendrán trajes adecuados a sus roles. Mediante la actuación representarán aquello que los personajes son en esencia: la risa, la habilidad manual, el equilibrio y la magia. Los personajes circenses harán un desfile haciendo sus juegos, para entusiasmar a la gente a fin de que asista al espectáculo. El Niño los seguirá, saliendo todos ellos por el lado izquierdo del escenario. Luego aparecerán de nuevo, por el lado derecho; se detienen y se preparan para realizar cada uno su parte. EL PAYASO ensaya algunos juegos propios de su rol. Camina ensanchándose el pantalón, se pega cachetadas provocándose caídas cómicas, etc. Luego, en el centro, hace movimientos rotatorios con la pierna derecha y, al mismo tiempo, se le va levantando la mano izquierda. Se mira asombrado la mano y con la otra mano la señala para el público. Rota la pierna al revés y se le baja la mano. Luego mueve como aspas de molino la mano derecha y, al mismo tiempo, se le va levantando la pierna izquierda. El Niño se le acerca y trata de seguir su juego. El Payaso rota la pierna izquierda y se le levanta la mano derecha, haciendo lo mismo El Niño. Bajan al mismo tiempo sus manos rotando sus piernas al revés. Los otros se ríen y aplauden. El Payaso y El Niño se inclinan saludando, muy ceremoniosos. Luego mueven como aspas de molino sus manos izquierdas y se les levantan las piernas derechas. En esa posición el payaso le indica una cosa en el suelo a El Niño para que la recoja. El Niño le obedece, olvidando de bajar su pierna y se cae al suelo. El Payaso intenta ayudarlo a levantarse y, gracias al mismo olvido, también se cae. Todos ríen y aplauden. LA EQUILIBRISTA prepara su número, colocando en el suelo una cuerda en sentido diagonal. Luego, con el aparato escénico adecuado a su rol, comienza a caminar por la cuerda, con una sombrilla en la mano derecha y una flor en la izquierda. El Niño se entusiasma y se apresta a hacer lo mismo. Titubea y no se atreve. Los otros lo aplauden, alentándolo a seguir. El Niño comienza a caminar por la cuerda con gran cuidado, estando a punto de caerse en los primeros tramos. El Payaso le pasa una barra de equilibrista. El Niño la toma con ambas manos y así logra equilibrarse. La Equilibrista ha regresado por la cuerda y se topan al medio, creando situaciones de comicidad, hasta que logran pasar cada uno hacia su dirección contraria. Los otros aplauden y se acercan al Niño para palmotearlo y felicitarlo. EL MALABARISTA realiza su juego en el centro del escenario. Los juegos con palitroques y pelotas se darán a través de luces en el telón de fondo, a menos que el actor lo sepa hacer bien. El Niño sigue el juego del Malabarista, acomodándose poco a poco a los movimientos de éste, pero botando al suelo los artefactos. Mientras tanto, el Payaso se ha acercado a El Niño por detrás y, sin que éste lo note, con mucho aparato escénico le roba la cinta que lleva al cuello. Luego corre haciendo piruetas y mostrando la semilla con la mano en alto. El Niño se da cuenta de que el Payaso le ha quitado la semilla y corre detrás de éste. Llenan el escenario con giros, frenadas y esquives, hasta desaparecer por un costado. EL MAGO se prepara frente a su mesa de trabajo, a un costado atrás. Un foco hará relevante el espacio que éste ocupa. El Payaso aparece corriendo por la escena, seguido de El Niño. Al pasar por el lado de El Mago, El Payaso le pasa la cinta con la semilla. El Niño se detiene y estira la mano hacia El Mago. Éste, con un gesto espectacular, estira la mano en donde tenía la semilla y, en vez de ésta, aparece una paloma. El Niño cae sentado por el asombro. Desde arriba baja un lienzo con un gancho, imperceptibles desde la platea. El Mago prende la paloma en el gancho, jugándose desde arriba el vuelo del ave hasta que se pierde en lo alto. Luego El Mago golpea sus manos y vuelve a tener la cinta con la semilla en una mano. El Niño la va a coger y El Mago con un juego de manos la hace desaparecer y en su lugar comienza a sacar pañuelos de colores. El Payaso se acerca con movimientos expresivos y cómicos y se pone detrás de El Mago. Aparece y desaparece por detrás de él. En uno de sus juegos, estira una mano desde detrás del Mago, mostrando la cinta con la semilla. El Niño aplaude alborozado. El Mago saluda muy ceremoniosamente creyendo que lo está aplaudiendo a él. El Payaso camina en la punta de los pies alejándose del Mago, las manos escondidas detrás de la espalda. Saluda al Mago, retrocediendo frente a él y éste, agradecido, repite el número de los pañuelos. El Payaso queda de espaldas al Niño. Éste le quita la cinta con la semilla y corre hacia la salida. El Payaso palmotea y se ríe a carcajadas. El Mago saluda de nuevo. La escena queda a oscuras. CUADRO CUARTO «EL VERANO» En la escena se encuentran El Cactus, La Primera Roca y La Segunda Roca. Las luces ambientarán un verano tórrido, de mucho sol, en el desierto. El actor que hace de Cactus llevará una malla café con manchas verdes y amarillas, tapada por un mameluco ceñido de color verde gris y espinas. Ambas Rocas vestirán mallas blancas con polleras con flores, trajes que taparán con túnicas de color gris piedra y manchas oscuras. Los trajes ocultos servirán para una transformación posterior de los personajes. Todos ellos se encuentran en la parte del medio de la escena, unos cerca de otros. El Niño entra secándose el sudor del rostro, dando muestras de un gran cansancio. Se sienta en el suelo, la cabeza baja. LA PRIMERA ROCA: (mostrando con el dedo hacia su pecho.) ¡Aaah! Mi querida Roca, mi querido Cactus (Cada uno responde con la mirada cuando son nombrados.) ¡Miren! Me ha nacido algo aquí, en mi pecho. LA SEGUNDA ROCA: eso. LA PRIMERA ROCA: LA SEGUNDA ROCA: LA PRIMERA ROCA: (mira sin interés.) ¡Baah! Eso es un vulgar lunar. Nada más que ¡No! No es cierto. Es algo que tiene vida (Se acaricia el pecho) ¡Baah! Es una peca que te ha provocado el sol. Eso y nada más. No seas envidiosa. (Al Cactus.) Míralo ¿qué es? EL CACTUS: (con el tono de quien está acostumbrado a dirimir las discusiones de ambas.) Ya, ya, no sigan peleando. (A la Segunda Roca.) Y tú no seas tan envidiosa. (Suspira hondo. Mira hacia la Primera Roca.) Es un musgo. LA PRIMERA ROCA: ¿Qué es un musgo? EL CACTUS: Es un vegetal, muy pequeñito, capaz de crecer en lo árido, como aquí, sujetándose en una roca como tú. LA SEGUNDA ROCA: ¿Y para qué sirve esa cosa? LA PRIMERA ROCA: ¡No es una «cosa»! ¡Ya lo escuchaste! Es un lindo y chiquito bebé musgo. (Al Cactus) ¿Qué pasará con él? EL CACTUS: Él irá deshaciendo tu solidez, desmenuzándote poco a poco, lentamente, por muchos y muchos años. LA SEGUNDA ROCA: LA PRIMERA ROCA: ¡Ya lo suponía! Ese bicho te va a matar. ¡Ay! EL CACTUS: No es cierto. El musgo no te mata, sólo te transforma en tierra útil. Y sobre ti podrán nacer plantas y flores. LA PRIMERA ROCA: Qué hermoso me parece... pero este sol lo matará. EL CACTUS: No. Él podrá suspender su vida por un largo tiempo hasta que la humedad lo vuelva a reanimar. Es una de las cosas más perfectas que ha creado la naturaleza para salvarse a sí misma. LA PRIMERA ROCA: De todos modos necesitará cuidado. La Primera Roca hará el juego de la madre que cuida a su bebé. Lo mecerá y le entonará nanas. El Niño, que ha escuchado lleno de asombro la conversación de los elementos, se ha levantado y se acerca poco a poco al grupo, interesado, pero sin intervenir. Los otros personajes siguen su actuación sin darle importancia. LA SEGUNDA ROCA: ¿Será tonta? LA PRIMERA ROCA: (al Cactus.) Ayúdame a cuidarlo... (el Cactus se encoge de hombros.) Sé buenito... (Gimotea.) EL CACTUS: (conmoviéndose.) A ver, a ver… (Piensa.) Sólo podría ayudar al musgo tratando de darle sombra. (Mueve los brazos, que el actor hará disparejos pegando el codo del brazo izquierdo, al cuerpo.) Lo siento, pero no te alcanzo con mis brazos. LA SEGUNDA ROCA: ¿No les decía yo? El Niño se acerca a la Primera Roca. Trata de mirar en dónde tiene el musgo. Ésta lo esconde de él. EL NIÑO: LA SEGUNDA ROCA: Sólo quería ayudarte. ¡Cuidado! ¡Te quiere robar el musgo! EL NIÑO: No seas mal pensada. (A la Primera Roca.) Déjame ayudarte. Puedo acercarte al Cactus para que te dé sombra. (La Primera Roca le hace un gesto afirmativo para que la acerque al Cactus. El Niño la empuja, suavemente y, en los descansos, le hace cariño.) LA SEGUNDA ROCA: ¿Y yo? EL NIÑO: Si lo deseas puedo acercarte al Cactus, también. Tal vez también te pueda nacer un musgo... LA SEGUNDA ROCA: ¿Crees tú? (Se observa cuidadosamente, y luego mira a los otros, con un gesto pretencioso, como si ya tuviese un musgo.) El Niño empuja a la Segunda Roca de manera similar que a la primera. Pero la relación de la segunda no es amable sino arisca. El Cactus ha quedado con el brazo más largo sobre la Primera Roca y realiza movimientos destinados a proporcionarle el máximo de sombra. La Segunda Roca empuja a la otra y le quita el lugar, de manera que la deja bajo el brazo más corto, y éste no le da sombra. El Cactus gira y vuelve a dejar a la Primera Roca bajo el brazo más largo. La Segunda Roca vuelve a hacer lo mismo. EL NIÑO: ¡Basta ya! (A la Segunda Roca.) Ella tiene algo que cuidar y proteger. ¿Por qué no ayudas en vez de molestarla? LA SEGUNDA ROCA: (amurrada.) ¡Baah! (Duda.) Bueno. (A la Primera Roca.) Ven a colocarte aquí. (Al cambiarse de lugar le da un pellizco.) El Niño, mira un rato con mucha simpatía a los personajes, y luego se comienza a salir por un costado, haciendo un gesto de despedida con la mano. EL CACTUS: ¡Espera! (El Niño se detiene y lo mira.) Gracias por tu ayuda. Pero, ¿qué haces por estos lugares tan poco felices? EL NIÑO: (le muestra la cinta con la semilla.) Tengo una misión muy importante que cumplir. Un árbol amigo me encargó que a comienzos del otoño la sembrara para detener al desierto. LAS DOS ROCAS: EL CACTUS: ¡Una semilla que será sembrada y germinará! ¡Una semilla que dará raíces y atraerá la lluvia! El Cactus y las dos Rocas se han encantado con la idea de la semilla y sus consecuencias para la naturaleza seca y magra que ellos viven. Se desentienden del Niño y juegan sus partes, como en un sueño. Las luces y la música seguirán los sueños de cada uno de ellos, siguiendo el sentido de lo que dicen. LA SEGUNDA ROCA: La semilla me regalará un vestido verde todo cubierto de margaritas blancas. Danzaré sobre tréboles y lirios multicolores. Si, si... ¡Qué hermosa me veré! Los álamos que crezcan me regalarán hojas plateadas para un sombrero, muy bello, con dos rosas y un cintillo de enredaderas... ¡Aaah! Seré la Roca más hermosa de la tierra... (Queda extasiada.) EL CACTUS: Yo seré un árbol grande y frondoso. Seré tan alto que mis ramas llegarán al cielo. Mis pájaros despertarán con su canto a los ángeles, y las nubes llorarán de alegría. Al compás del viento mis flores y mis hojas se moverán con tanta gracia, que sorprenderán a las mariposas. Si. Y en las noches seré refugio para los caminantes... LA PRIMERA ROCA: Yo... yo... EL NIÑO: (metiéndose en el juego.) Di, di ¿qué quieres ser tú? LA PRIMERA ROCA: ¡Ya sé! Seré roca de un río torrentoso y me vestiré con su blanca espuma. Lanzaré al cielo su rocío para que lo haga nubes y después fresca lluvia. Mi musgo crecerá y llamará a los suyos para que pinten otras rocas. Y luego crecerá en mi seno una planta y sus flores besarán las aguas. También daré albergue a los peces y ellos me contarán leyendas acerca del mar, de las caracolas y de los intrépidos marinos. Y yo les daré bríos para que puedan seguir río arriba y depositar sus huevos. (Contempla feliz al Niño y le estira su mano.) Por favor, danos la semilla para que se cumplan nuestros sueños. EL CATUS Y LAS DOS ROCAS: Sí, sí. Danos la semilla para que se cumpla el sueño de la Tierra. EL NIÑO: (se lleva las manos al pecho como resguardando la semilla.) No puedo hacerlo, aún no es tiempo. EL CACTUS: Niño, quédate con nosotros. LA SEGUNDA ROCA: ¡Oye! ¡Dame la semilla! LA PRIMERA ROCA: No te vayas, amiguito... EL NIÑO: puedo. Perdónenme. (yéndose, con la cabeza baja, triste.) No puedo, de verdad que no Sale de la escena. Ésta se oscurece. CUADRO FINAL «LA GERMINACIÓN» La misma escena anterior. Es de noche. La luna y las estrellas iluminarán la escena. El Cactus y las dos Rocas están en actitud desolada y triste. Un actor, adelante y al medio de la escena estará tendido de espaldas debajo de un manto color gris arena con algunas manchas color de tierra. A la altura de su cabeza, habrá una abertura lo suficientemente grande como para que el actor pueda emerger a través de ella. Las luces deberán dejarlo fuera de foco hasta que se indique lo contrario. El Niño entra a escena, extenuado. Trae en la mano la cinta con la semilla. EL NIÑO: (girando y tambaleándose por la escena.) Ya no hay tierra... pobre semilla... no he encontrado tierra en ninguna parte... solamente arena y arena... y ya llegó el otoño. El Cactus y las dos Rocas van saliendo poco a poco de su actitud de desolación y dirigen su mirada al Niño. LAS DOS ROCAS: EL CACTUS: ¡El Niño y la semilla! Dice que no halló tierra en donde sembrar la semilla. LA PRIMERA ROCA: EL CACTUS: Que no muera el pobrecito... Y la semilla se secará al sol del desierto. LA SEGUNDA ROCA: De seguro quedará convertida en un feo pedrusco. Quedan cabizbajos. El Niño apenas se sostiene de pie, las rodillas dobladas, los brazos y la cabeza colgando. EL CACTUS: No. Esperen. Miren hacia allá. Parece que hay un trozo de tierra. (Indica hacia el actor que está tendido, quien comienza a respirar, acompasadamente, de modo que se le escuche. La luz lo alumbra.) EL CACTUS Y LAS DOS ROCAS: siembra en él tu semilla. (Al Niño.) Mira, ahí hay un trozo de tierra que aun respira. Ve allá y El Niño se dirige al lugar con mucha dificultad. LA PRIMERA ROCA: ¡Ánimo, amiguito! LA SEGUNDA ROCA: Haz un esfuerzo más. El Niño cae al suelo poco antes de llegar donde el actor que hace de tierra. EL CACTUS Y LAS DOS ROCAS: LA SEGUNDA ROCA: LA PRIMERA ROCA: ¡No te detengas! Si te quedas dormido morirás al sol. No te dejes vencer. Haz un último esfuerzo. EL CACTUS: ¡Tienes que sacar fuerzas de tu corazón! Si no lo haces, no lograrás cumplir con tu misión. El Niño estira su mano con la semilla, pero no alcanza a tocar la tierra. Hace un esfuerzo y poco a poco se va acercando hasta quedar de rodillas frente al actor que hace de tierra. Arranca la semilla de la cinta y a punto de desfallecer coloca la semilla en el orificio en donde se encuentra el actor. EL CACTUS Y LAS DOS ROCAS: ¡Viva! ¡Lo logró, lo logró! Desde este momento, la música y las luces irán dando, al mismo tiempo que lo hagan los personajes, el desarrollo paulatino de la germinación de la semilla, hasta el clímax final. EL NIÑO: EL CACTUS: mis raíces. EL NIÑO: (acariciando la tierra.) Hay que ayudarla. Está muy seca la pobrecita... Aquí no hay agua. Solamente el poco de humedad que logro captar con Si no la ayudamos, no podrá hacer germinar la semilla. A medida que cada uno vaya dando su parlamento, una luz los hará resaltar del resto. EL CACTUS: Escúchenme. Entre todos podremos traer aquí a la primavera y conocerla. Sólo si logramos que germine la semilla valdrá la pena seguir viviendo aquí. (Mira alrededor.) Será algo distinto, más hermoso y lleno vida. (Suspira.) No quiero seguir así, seco y gris. Tendré que ayudar si deseo convertir este desierto en un paisaje lleno de vida, de paz, amor y alegría. (Pausadamente.) Escuchen... yo tengo un poco de savia en mi cuerpo... con ella podré darle humedad a la tierra y ayudar a que germine la semilla. LA PRIMERA ROCA: EL CACTUS: Ten cuidado, amiguito cactus... (pidiéndole al Niño.) Ven. Ayúdame a llegar donde está la tierra. El Niño ayuda al Cactus, amorosamente, hasta ubicarlo tendido detrás del actor que hace de tierra. El foco de luz se apartará de El Cactus de modo que no se vea. LA PRIMERA ROCA: Entonces... yo también... yo también ayudaré. Entregaré a la tierra mi pequeño musgo. Él servirá de abono a la semilla. Además, siento que dentro de sus hojitas guarda gotas de agua. Niño, ayúdame a llegar a la tierra. El Niño la ayuda a llegar hasta la tierra, con mucha ternura. En los descansos la acariciará. Ella actúa con solemnidad como quien entrega una ofrenda. LA SEGUNDA ROCA: ¿Y yo?... ¿Y yo?... Aguarden... ¡Ya sé! Le daré a la tierra mi sombra para que el sol no seque y mate a la semilla. (Al Niño.) Ven tú. Ayúdame. El Niño la hace llegar hasta la tierra, con la misma ternura que a la anterior. Ésta ha cambiado y responde también con ternura. El Niño se sienta a esperar. Las dos Rocas están alrededor de la tierra. A medida que amanece, el actor que hace de tierra mimará el proceso de germinación de la semilla, desde la salida del primer brote hasta quedar totalmente de pie convertido en un árbol. Bajo el manto que lo cubría, el actor tiene puesta una malla semejando un árbol de primavera. Tendrá en sus brazos y manos hojas y flores. Mientras tanto, El Cactus renacerá como tronco bajo, que al despojarse de su mameluco ha quedado en malla café con manchas verdes y amarillas. Ambos café con manchas verdes y amarillas adquirirán un aspecto similar al primer árbol que envió la semilla. El sol ha salido completamente. El árbol agita sus ramas y esparce alrededor papelillos de colores brillantes. Las dos Rocas se han desprendido de sus túnicas grises y quedan vestidas con sus mallas blancas y polleras con flores. El Niño, maravillado del nacimiento del paisaje, se levanta y va al fondo de la escena y trae en sus manos dos coronas de flores y las coloca en la cabeza de cada una de las Rocas. Entran los actores que representaron los personajes de La Equilibrista, El Malabarista, El Payaso y El Mago, quienes juegan sus roles. Entra El Perro y se tiende a los pies del Niño. Mientras, El Árbol, se dirigirá al público, con un tono de gran solemnidad: Desde este lugar conquistado, esparciré mis semillas y crecerán por doquier los míos hasta ser un bosque, un bosque inmenso y bondadoso. Todos los años vendrá la lluvia pues su música en las hojas tendrá sentido; seremos pastores del curso de sus aguas y ordenaremos su caudal hasta crear un río. Quizás, en fecha no lejana, arribarán los hombres con sus carros, sus mujeres y sus niños buscando su tierra prometida; construirán un puente y en la otra orilla nacerá una aldea. Con prudencia, de nuestro cuerpo harán sus casas, su templo, las cunas de los recién nacidos. La abundancia de la pradera compartirán sus animales y los míos, y acordaremos un espacio para cuando llegue el tiempo de los surcos, anunciando el pan en las espigas. La aldea anotará en su calendario los días más significativos, y los hará presentes con rituales solemnes y ceremonias compartidas. Celebrarán sus fiestas con guirnaldas, con cantos y danzas, las manos fuertemente entrelazadas; y los hombres y las mujeres competirán sus destrezas y gozarán sus hornadas. Sus hijos vendrán junto a nosotros para jugar sus cuentos y harán surgir de la espesura duendes y hadas; serán príncipes librando intrépidas batallas para rescatar de feroces dragones sus princesas secuestradas. Sí. Una frágil semilla podrá cumplir la eterna promesa, dibujando en el tiempo un grandioso paisaje; y los hombres se obligarán reconocidos a que siempre haya un bosque, una pradera y un río; y así habrá siempre una aldea, un templo y un alborozo de niños TELÓN