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Contexto histórico filosófico de DESCARTES Si la obra de Sto. Tomás fue, en el siglo XIII, la expresión más genuina de la mentalidad medieval y la culminación del esfuerzo por armonizar fe y razón, a partir del siglo XIV (como ya hemos visto) se aprecian síntomas de una crisis que abrirá el camino hacia la Modernidad. El nominalismo de Ockham afirmaba que, propiamente, no conocemos la realidad: formamos conceptos universales cuando, tomando arbitrariamente una nota común a varios individuos, los agrupamos bajo un mismo nombre. Esta teoría tiene unos presupuestos y consecuencias graves: El conocimiento pasa a depender de la voluntad: la formación de conceptos universales es un acto libre por el que reunimos bajo un mismo concepto a los individuos que elegimos. No existe ley natural que nos indique qué es bueno y qué es malo, natural o antinatural. Según Ockham, lo bueno es bueno porque Dios lo ha mandado, y lo malo es malo porque Dios lo ha prohibido, pero no existe ningún fundamento racional para la ética. La vida humana carece de sentido porque, según lo anterior, el hombre no sabe a qué atenerse. Ockham acude a la predestinación divina, pero esta no es una solución racional ni filosófica. Cuando la mente «crea» ideas en realidad, las inventa. Esto crea un problema: ¿qué ideas son verdaderas y cuáles son meras ficciones mentales? Porque una cosa es conocer —existe una referencia y primacía de la realidad— y otra es pensar. Para el nominalismo, solo es válido el conocimiento intuitivo, es decir, el conocimiento directo e inmediato de una realidad presente; si la realidad no está presente, entonces podemos pensar en ella, pero no podemos hacer más que suposiciones. Todo esto conducirá a una crisis filosófica: la metafísica carece de sentido. La única ciencia válida será la experimental. El sentido de la vida humana no viene dado —la persona 1 de 4 no tiene un valor en sí misma—, sino que hay que dárselo. Para el nominalista, el mundo no tiene una racionalidad en sí, sino que como es pero que podía y puede que sea de un modo distinto. Por eso, ya no se podrá conocer la realidad a través de la filosofía, solo a través de la ciencia experimental. El afán por explicar la razón última, el porqué de las cosas (metafísica) será sustituido por el interés por determinar el cómo. La problematización de la verdad desencadena la inquietud por alcanzar certezas. Se puede decir, a grandes rasgos, que son tres los factores que influyeron en la Modernidad: el Renacimiento, la revolución científica de Copérnico, Kepler y Galileo, y la Reforma protestante. Como ya hemos dicho, el teocentrismo medieval será sustituido por el antropocentrismo típico del Renacimiento. El humanismo renacentista defiende que el hombre es naturalmente bueno. Esta concepción optimista del hombre la hará suya Rousseau en la Ilustración. El Renacimiento también es la época de los descubrimientos geográficos. A esto contribuyó la caída del Imperio de Oriente, ya que se cierran los canales de comunicación terrestre con Asia desde Europa. Los exploradores intentan nuevas rutas por mar, que traen consigo los descubrimientos de América y de las costas africanas. De este modo, la cultura europea se transmite y se suscitan numerosas cuestiones jurídicas y morales sobre el derecho de conquista, los derechos de los indígenas, etc. Sobresalen los pensadores de la Escuela de Salamanca: Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Retoman la doctrina de Santo Tomás sobre la ley natural Durante el Renacimiento nace el humanismo. Con representantes como Erasmo de Rotterdam y Juan Luis Vives. Y en filosofía política, Maquiavelo y Tomás Moro. En segundo lugar, la revolución científica supuso la crítica total a la física aristotélica (movimiento, acto, potencia...), ya iniciada en el siglo XIV con Ockham. El descubrimiento del pitagorismo en el Renacimiento y las necesidades de tipo técnico-práctico en la navegación y balística, influyen en la aparición de una nueva ciencia e imagen del mundo. La revolución científica tiene su espectacular campo de batalla en la astronomía. 2 de 4 Copérnico, Galileo y Kepler traen una nueva concepción de la ciencia y un nuevo método científico en el cual la matematización ocupa un lugar fundamental. La nueva ciencia adopta ante la realidad una actitud platónica-pitagórica: la estructura matemática de lo real. En cuanto a la Reforma protestante, su tesis fundamental es que el hombre es radicalmente malo, porque su naturaleza se halla corrompida por el pecado original. Esta visión pesimista la hará suya Hobbes (“homo homini lupus”). La Reforma protestante tuvo numerosas consecuencias políticas, como la división de los reinos entre católicos y protestantes. Sus enfrentamientos darían lugar a la Guerra de los treinta años (1618-1648). Lutero también propuso un modo individualista en la relación con Dios, que se daría de modo inmediato, sin necesidad de ministros ni de sacramentos. El siglo XVII será el siglo de las monarquías absolutas, que supuso una acumulación de poder en manos de los reyes y el mantenimiento de los tres estamentos, aunque a los reyes les resultó imposible evitar que la burguesía fuese adquiriendo mayor poder político y económico. Desde el punto de vista filosófico, el nominalismo supuso el fin de la filosofía. Si, a pesar de todo, quería seguir existiendo, debía partir de presupuestos nuevos. Éste será el sentido de la filosofía moderna: parten inevitablemente del planteamiento nominalista y, a la vez, tratan de negarlo estableciendo cada uno de ellos un nuevo sistema filosófico que dé una explicación total de la realidad. Lo importante es comprender por qué, a partir de ahora, el pensamiento tratará de volver a empezar, de no dar nada por supuesto, de recomenzar como si no hubiera existido la filosofía anterior. El racionalismo: El racionalismo es una corriente del s. XVII, a la que pertenece Descartes, entre otros, según la cual los conocimientos válidos acerca de la realidad no proceden de los sentidos, sino de la razón. En este sentido, el racionalismo se opone al empirismo del s. XVIII, según el cual todos nuestros conocimientos proceden de la experiencia y no pueden ir más allá de ella. 3 de 4 Racionalismo y empirismo son dos constantes en la historia de la filosofía. A Platón, por ejemplo, podríamos considerarlo racionalista, ya que desprecia el conocimiento obtenido a través de los sentidos. Sin embargo, Aristóteles, en cambio, acepta la colaboración de los sentidos y estaría más cerca del empirismo. Las características del racionalismo son: 1) Exaltación de la razón como única fuente válida de conocimiento 2) Infravaloración del conocimiento sensible 3) Aspiración a crear una ciencia única, universal y necesaria, una filosofía universalmente válida para todo hombre, frente a la diversidad de opiniones filosóficas habidas hasta la fecha. 4) El punto de partida es la admiración por las matemáticas, ciencia exacta, evidente, indubitable, unánime y deductiva. 5) El ideal deductivo de la ciencia, es decir, se aspira a construir un sistema de verdades a partir de unas ideas y de unos principios que son evidentes. 6) Defensa de la racionalidad del mundo: todo lo que sucede en el mundo tiene una justificación que la razón puede llegar a conocer. El principal representante del racionalismo es René Descartes (1596-1650), filósofo francés, educado en el colegio jesuita de La Flèche, donde conocería la Escolástica decadente, ante la que se mostró decepcionado y con el propósito de establecer un nuevo método que mostrase la filosofía como un saber definitivo. Descartes luchará en la Guerra de los treinta años. Durante un sueño, como él mismo relató, se dio cuenta que tenía la misión de descubrir un método que lograse alcanzar una sola ciencia universal. Con este fin se irá a París, donde residió hasta 1628 en que se trasladó a los Países Bajos, donde escribió sus principales obras, como son Discurso del método, Meditaciones metafísicas, Reglas para la dirección del espíritu. 4 de 4