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DOMINGO III. ADVIENTO Muy queridos hermanos y hermanas. Hemos pasado ya el ecuador del Adviento tenemos que aprovechar el tiempo para prepararnos a la Navidad. En domingos pasados veíamos que el Adviento es tiempo de avivar el deseo de Dios, tiempo de esperar, y tiempo de esperanza. Al hilo de las lecturas de hoy, yo quisiera introducir otros cuatro elementos de modo muy breve, un tiempo de fe, un tiempo de paciencia, un tiempo de fortaleza y un tiempo de alegría. Primero un tiempo de fe. A mí la verdad es que me consuela mucho ver como los apóstoles que eran tan limitados, podemos decir tan primarios, tan brutos, van poco a poco conformando su mente y su corazón al estar en contacto continuo con el Señor. Y lo mismo le pasa a Juan el Bautista, hoy precisamente vemos que Juan estaba ya encarcelado, San Mateo relata este fragmento del Evangelio en el capítulo 1,1 ya en el último viaje de Jesús, ya predicar en Jerusalén y después entrar de modo solemne, ir a la pasión, es decir, es un pasaje tardío. Juan que había bautizado a Jesús, el también tenía que transformar su mente, es o no es el Mesías, porque él era también de una mentalidad judía, y esperaba un Mesías poderoso, un mesías con grandes signos, con los ángeles que vienen a gobernar, con las tribus de Israel, y él está en la cárcel y manda preguntar “a ver eres tú, o tenemos que esperar a otro”, porque es un mesianismo, es verdad que estaba preconizado por los profetas, pero un mesianismo tan novedoso para nosotros. Y Jesús no responde yo soy el Mesías, sino se remite precisamente a los signos mesiánicos, y dice decirle a Juan “los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos están limpios, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena noticia, justo lo que hemos escuchado en la primera lectura. En la primera lectura de Isaías veíamos como la venida del Señor trae una renovación al menos a tres niveles, primero una renovación universal, cósmica, porque nos ha dicho “el desierto se regocijará, se helará el páramo y la estepa, florecerán el desierto y el páramo”, lo que era estéril va a dar una fecundidad inusitada, una renovación cósmica, una renovación personal, se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, el mudo cantará. Y también una renovación espiritual, volverán a Sion con cánticos, volverán a la casa de Dios de donde habían sido expulsados en el destierro, pues bien Jesús dice no digas que soy el Mesías, sino que contemple que lo que estaba preconizado anunciado de mí se cumple, y por eso se pone a prueba la fe de Juan, y la fe de Juan crece, también nos puede pasar a nosotros esa pregunta muchas veces no, estamos aquí porque somos personas pues de fe, más o menos pero de fe, y a veces podemos dudar, pero Señor estas tu o no en medio de nosotros, es verdad o no que yo espere en ti, me juego la vida por esto, merece la pena, y Jesús responde “mira que se cumplen los hechos mesiánicos, por tanto el tiempo de adviento es un tiempo de crecer en la fe, Señor en medio de la oscuridad, de las dudas, a veces de los embates, de mis debilidades, yo creo, creo y espero, y espero en ti, y espero que ese hiervo de mi corazón florecerá, y que mi ceguera y mi sordera, y mi corazón árido y mis tristezas y mis desánimos florecerán, yo creo y espero en ti, como Juan el Bautista, como los profetas, como los apóstoles. El segundo elemento nos ha dicho y el tercero nos lo ha dicho la segunda lectura, nos decía San Pablo utilizando una metáfora del campo, decía “el labrador aguarda paciente el fruto de la tierra recibiendo la lluvia temprana y tardía, por eso el labrador con paciencia, con esfuerzo diario, después de que la tierra es empapada por la lluvia y el rocío, aguarda”, también vosotros aguardad con paciencia. La paciencia quizás hoy es una virtud poco practicada, hoy vivimos en la época de lo inmediato, no sabemos esperar, somos impacientes todo queremos para ayer, ya, pues bien el tiempo de Adviento es tiempo de paciencia, como Dios tiene paciencia con nosotros, como Dios nos sabe esperar también nosotros tenemos que vivir una paciencia, el reino de Dios será pleno cuando Cristo vuelva al final de los tiempos, mientras tanto vivamos en la paciencia, y también nos ha dicho en la fortaleza. Tened paciencia y manteneos firmes, fortificad el corazón, la paciencia de la vida ordinaria, de la vida de familia, de la vida de trabajo, que a veces nos cansa, muchos momentos felices, otros pues de rutina que pueden llegar al tedio, incluso a veces a una especie de desesperanza, el Señor dice tened paciencia, así crece la fe, crece la esperanza. Y por último la alegría, precisamente hoy celebramos el domingo de la alegría, la antífona de entrada precisamente es “estar alegres en el Señor” en latín gaudete in domino, por eso se dice domingo de gaudete, “estad alegres en el Señor”. Pero cual es el motivo de la alegría, hay mucha gente que cuando llega la Navidad se pone triste, “para mí la Navidad es un tiempo muy triste, prefiero que pase”, quizás porque descentramos el sentido de la Navidad. Está bien que en Navidad nos juntamos toda la familia y es que son días de familia, pero el que no tiene familia o porque la familia es un pequeño desastre, pues para mí es un problema y por lo tanto que alegría me cabe esperar, o es un tiempo de darnos regalos y de desearnos la paz, y decimos bueno pues los regalos a mí ya no me llenan, y quizá porque no nos damos cuenta que aunque sea bueno que en Navidad nos juntemos en familia, bendito sea Dios, demostremos el cariño con regalos, con felicitaciones y tengamos días de fiesta, pero en el fondo el centro es más profundo, la Navidad es que el Señor viene, el Señor viene más allá de la familia, más allá de los regalos, Él es el que llega, Él es el don por excelencia del Padre, Él es el fin de nuestro corazón y de la existencia, y el Señor viene. Por eso que haya problemas de familia y nos acordemos de nuestros padres, abuelos y nos da tristeza, y recordamos con nostalgia otros tiempos que nos juntábamos cuando fuimos pequeños, no lo sé, cada uno verá como ha vivido su Navidad, pero lo importante es que Cristo viene, y ojalá esa Nochebuena tengamos un rato para estar con Él, y de verdad que será luz en nuestro corazón, y será paz en nuestra vida y nos llenaremos de alegría. Mucho más allá de nuestra familia que este mejor o peor, de que tengamos que trabajar o estar de guardia esa noche si trabajamos, o cualquier otra circunstancia o este enfermo, Cristo viene, ilumina mi noche, enciende mi corazón, ilumina mi vida, ese es el motivo de la alegría. Y por eso hemos dicho y termino en la oración colecta “estás viendo Señor como tu pueblo espera con fe en nacimiento de tu hijo”. Concédenos celebrar la Navidad fiesta de gozo y salvación, y celebrarla con alegría desbordante, la alegría porque tú vienes. Pues pedimos esto al Señor esta tarde por medio de la virgen María, que en este tipo de Adviento crezca nuestra fe y vivamos en la paciencia en la firmeza y la fortaleza, y se llene el corazón de alegría porque Cristo viene a ser mi luz, mi vida, mi amor, mi salvación. Que así sea. +Mario Iceta Obispo de Bilbao