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LA FRATERNIDAD DE LOS HERMANOS MARISTAS Emanada de la Paternidad Espiritual de nuestro fundador La seducción primera de la que siento que se valió Jesús para atraerme hacia Él fue, justamente, el espíritu de familia de los Hermanos Maristas, enmarcado y simbolizado en una fraternidad sincera, sencilla, tranquila y espontánea. Adentrándome en el estudio de la vida, obra, espíritu y virtudes de San Marcelino, el fundador de los Maristas, me di cuenta de que esta manera particular de relacionarnos los hermanos y laicos de Champagnat es bebida de su manera de ser, de su personalidad, su carácter; en fin, de la paternidad espiritual que Marcelino tuvo con sus hermanos, y que ellos indudablemente sintieron. “Nuestro Padre fundador -se ganaba- el corazón, el afecto y la confianza de todos sus hermanos y de cuantos se relacionaban con él,1” escribe el Hno. Silvestre. Seguidamente, me serviré de tres bloques bibliográficos: el libro biográfico sobre Marcelino, del Hno. Juan Bautista, las actitudes reveladas en los escritos del P. Champagnat y otros textos sobre él. De esta manera, y combinando por coincidencia de términos o actitudes, se podrá poner en evidencia qué tanto hemos bebido los hermanos y laicos maristas de la fuente espiritual y existencial de la persona de San Marcelino. Champagnat tenía una apariencia física impactante, pues era un hombre robusto y alto, seguramente a causa de sus grandes caminatas, de su trabajo manual fuerte y, desde luego, de sus raíces campesinas. Así lo describe el Hno. Juan Bautista: “El Padre Champagnat era alto, erguido y majestuoso; tenía ancha la frente, los rasgos del rostro bien definidos, la tez morena. Su aspecto grave, modesto y reposado infundía respeto, y hasta, a primera vista, temor. Pero estos sentimientos se trocaban en confianza y afecto en cuanto se le trataba un poco, pues bajo esta capa un tanto adusta y en apariencia severa, se ocultaba la persona más jovial.”2 A pesar de su apariencia física repetidas veces el mismo Hno. Juan Bautista atribuye a Champagnat grandes demostraciones de amor y ternura hacia sus hermanos: “Ningún padre manifestó tanta ternura por sus hijos como el Padre Champagnat por sus Hermanos. Su corazón, naturalmente bueno y caritativo para con todos los hombres, rebosaba ternura hacia los miembros de su Instituto. Amaba a todos los Hermanos por igual, tanto a los jóvenes como a los ancianos, a los imperfectos como a los más virtuosos, que le proporcionaban mayor consuelo.”3 También el mismo fundador expresa, con sencillez y convencimiento, su vinculación afectiva con sus hermanos, su amor y su ternura, así lo dice en la Circular del 19 de enero de 1836: 1 HERMANO SILVESTRE. Crónicas Maristas. IV Memorias. Vida del P. Champagnat. Luis Vives. Zaragoza. Pág. 137. HERMANO JUAN BAUTISTA. Vida de José Benito Marcelino Champagnat. Edición del Bicentenario. Luis Vives. Zaragoza. 1989. Pág. 273 3 HERMANO JUAN BAUTISTA. Op. cit. Pág. 437. 2 Página 1 de 3 “Queridísimos Hermanos: Mi corazón se acuerda cada día de ustedes y los presenta a todos en el altar santo del Señor; (…) no puedo resistir a la dulce satisfacción de expresarles mis sentimientos de afecto y testimoniarles mi ternura paternal.” 4 Es tan fuerte para Marcelino su deseo de que la familia religiosa que ha fundado se constituya, sobre todo, en una columna de fraternidad, de amor, de cercanía y de confianza entre los hermanos que en el mismo testamento espiritual lo recoge: “Es el deseo más vivo de mi corazón en estos últimos instantes de mi vida. Sí, queridos Hermanos míos. Escuchen las últimas palabras de su padre, que son las de nuestro amadísimo Salvador: “Amaos unos a otros.”5 Pero Marcelino no se quedaba sólo con escritos cariñosos hacia sus hermanos, lo que en sí es una gran riqueza, sino que lo demostraba con comportamientos que hoy en día nos continúan hablando de un hombre coherente, sensible y atento a las necesidades de sus hermanos, para mí un ejemplo vivo de su fraternidad y de su paternidad espiritual. Así lo recogen el Hno. Juan Bautista, primero, y el Hno. Silvestre, después: “Durante las vacaciones llegaron varios Hermanos en un día lluvioso. Mandó llamar inmediatamente al Hermano Administrador para que se pudiesen cambiar. Como el Hermano se hallaba fuera y había llevado consigo la llave de la ropería, el Padre Champagnat, impaciente por aliviar a sus hijos, tomó una herramienta, descerrajó la puerta y repartió ropa y hábitos a los que venían empapados. Muchas veces lo vimos, en ausencia del cocinero, preparar la comida a los que llegaban o salían de viaje”.6 “...Tenía una paciencia incomparable que, acompañada de la más tierna paternidad, junto con una constante firmeza, terminó por triunfar de mi carácter ligero, disipado, que parecía poco idóneo a la vida religiosa”.7 También, la preocupación por el bienestar de los hermanos, para que ellos se sintieran edificados y animados en su labor, se presenta como un elemento característico de la personalidad de Marcelino. Propiciaba, por ejemplo, momentos de descanso, de reunión y de compartir, como cuando los invita a las vacaciones y al retiro en la casa madre en 1838: “Cuánto me gusta anunciarles el término, mejor dicho, un pequeño descanso en sus duros trabajos. Acudan a reunirse e inflamarse en el santuario que los ha visto convertirse en los hijos de las más tierna de las Madres”.8 ¡Qué bueno corroborar en mis hermanos que ese espíritu de preocupación por el bienestar de los demás, de generar un espacio “gratuito” de descanso, recogimiento y distracción continúa presente en medio de nosotros!: cumpleaños, aniversarios, vacaciones, visita de familia, 4 HERMANO PAUL SESTER. Crónicas Maristas. V Cartas del P. Champagnat. Luis Vives. Zaragoza. 1985. Pág. 186. CONSTITUCIONES Y ESTATUTOS. Hermanos Maristas. Edición del 2010. Pág. 166. 6 HERMANO JUAN BAUTISTA. Op. cit. Pág. 440. 7 HERMANO SILVESTRE. Op. cit. Pág. 104. 8 HERMANO PAUL SESTER. Op. cit. Pág. 458. 5 Página 2 de 3 atención en las dificultades, son elementos que hoy hacen que ese espíritu fraterno de Marcelino perdure en medio de nosotros. Sin embargo, Marcelino manejaba un carácter severo cuando veía que las cosas no estaban siendo manejadas con transparencia, o que algún hermano se rehusaba a hacer o a vivir según se había comprometido en sus votos. Es así como encontramos a un Marcelino que no repara en ser tajante y enérgico en sus reprensiones y posiciones cuando veía que no respondían al deseo de Dios: “El Padre Champagnat protestaba (…) enérgicamente contra -este- abuso: molestarse por el aviso fraterno y tolerar difícilmente la amonestación u observación del Superior”.9 “Cuídese de no dejarse llevar de una falsa compasión –le dijo a un hermano que le confiaba la misión de informarle las faltas a la regla que cometía un hermano director-, y no deje de avisarme inmediatamente si hay algo contra la Regla: se haría cómplice de la pérdida de ese Hermano”.10 Por todo esto, cada vez me impresiona más encontrarme con un hombre, un sacerdote, un fundador y un padre que se dedicó a trabajar con los dones que Dios había puesto en su vida; que, por lo tanto, fue auténtico, porque lo que hablaba lo respaldaba con su testimonio, pues era el auténtico Marcelino, sin necesidad de poner máscaras. Aunque tuvo que hacer un proceso de conversión, como todos, Marcelino fue madurando en su ser, fue capaz de descubrir en su misma persona y desde sus mismas capacidades a lo que él estaba llamado en este mundo. A partir de este escrito, donde recojo aquello que tiene que ver con la fraternidad de los hermanos y que siento emana de la paternidad espiritual de Champagnat, me siento llamado a buscar aquello que Dios ha puesto en mi vida, como dones, para ponerlos a disposición de mis hermanos y de las personas con quienes me relaciono todos los días, porque siento que sólo desde allí, realmente, uno puede encontrarse en su misión, más específica, dentro del Instituto. Para concluir, me adhiero a las palabras del Hno. Francisco en una de sus Circulares cuando se refiere específicamente al fundador: “Caminemos continuamente tras las huellas de nuestro muy querido Padre; que todos nuestros pensamientos, palabras y acciones sean imagen fiel y como reproducción de los suyos; así todos podrán reconocernos como sus discípulos e hijos. De esta manera perpetuaremos su obra, realizaremos el bien que nos propuso y seremos el gozo de su corazón”.11 Nov. JUAN SEBASTIÁN HERRERA SALAZAR, fms Noviciado Interprovincial “La Valla”. Medellín, octubre 14 de 2013 9 HERMANO JUAN BAUTISTA. Op. cit. Pág. 448. Ibid. Pág. 495. 11 HERMANO FRANCISCO. Circulares de nuestros superiores. (FR. FRANÇOIS, CSG 2, 286ª, según clasificación del CEPAM) 10 Página 3 de 3