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EL TURISMO COMO DERECHO SOCIAL EN EL URUGUAY: HISTORIA Y DESAFIOS DE UNA CONSTRUCCION SOCIAL. Alfredo Falero1 1. INTRODUCCION Si se trata de rastrear organizaciones internacionales y declaraciones, la idea de "turismo social" no es nueva. El llamado BUREAU INTERNATIONAL DE TOURISME SOCIAL (BITS) se constituyó en Bruselas el 7 de junio de 1963. En un contexto de crecimiento económico y de países centrales del sistema mundo, se va cristalizando la idea de turismo social como dirigido a todos los grupos de población y no solo a determinados estratos. Unos diez años después, en la llamada Carta de Viena de 1972, el Buró Internacional de Turismo Social señalaba conceptos como que el "turismo debe ser considerado como un derecho inalienable del individuo" o que "debe concebirse como un medio privilegiado de maduración humana y de toma de conciencia de la unidad profunda de la humanidad". Pero para el contexto de los países periféricos como los de América Latina, era claro que dadas otras necesidades urgentes de reproducción humana, del tema se estaba muy lejos. En el caso uruguayo, en la década del sesenta el concepto de turismo era sinónimo casi exclusivo de potenciales ingresos para una economía con problemas. Recuérdese que en el país la crisis del patrón social de acumulación centrado en la sustitución de importaciones había comenzado tempranamente en relación a otros países de América Latina y que ello se acompañaba con una crisis del sistema político incapaz de dar cuenta de soluciones. En ese contexto, una de las más recordadas publicaciones de divulgación de numerosos temas de la sociedad, fue la serie "Nuestra Tierra". En la correspondiente a "Turismo en el Uruguay" que estuvo a cargo de Manuel Martínez Carril (1969), se realiza un repaso de lo que ocurría en nuestro país con lo que entonces ya se caracterizaba como "fenómeno contemporáneo" del consumo. En ese trabajo se hacía un repaso de las problemáticas principales, lo que se ofrecía y lo que faltaba. Se hacía alusión a la variedad de playas y posibilidades naturales dentro de las potencialidades y se marcaban los problemas. Por ejemplo: transporte insuficiente; problemas de alojamiento y de hotelería de primera categoría, la alimentación que omite platos internacionales y el transmitir una sensación de inseguridad para el turista habituado a otro tipo de atenciones. Un problema central era "como vender publicitariamente al Uruguay". Solo en unas pocas líneas al final, la publicación se ocupa de "otro turismo posible". En ese marco, Daniel Vidart indica: "frente al turismo capitalista hay un excursionismo democrático, popular. Es necesario llevar a los escolares, a los liceales, a Docente e investigador del Dpto. de Sociología – FCS y docente de Sociología del Turismo en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Se agradece especialmente a Leopoldo Font, Asesor del Ministerio de Turismo, por su disposición a suministrar la información actualizada necesaria para la realización de esta ponencia. 1 los obreros y empleados y sus hijos, a los hombres de las clases trabajadoras a ese Uruguay modesto pero infinitamente docente y atractivo de tierra adentro. Se debe fomentar el excursionismo con puntos de apoyo en albergues populares y el campamentismo a escala nacional; dar recursos a Primaria, a Secundaria y a la Universidad para que el rostro verdadero del Uruguay se descubra y nos sonría" (1969: 73 y 73). En suma, si se considera la publicación como indicador de representaciones sociales sobre el turismo en el Uruguay de los sesenta –incluso desde una perspectiva alternativa- parece claro que el lugar que ocupa lo que hoy entraría dentro de la caracterización de turismo como derecho social es marginal. El tema absolutamente central refiere al turismo como actividad económica, como capacidad de atraer recursos. Pasados unos cuarenta años de aquel contexto, muchas cosas han cambiado en relación al tema turismo a nivel global y local. En Uruguay, sin duda el registro debe identificar mejoras en las infraestructuras. También es un hecho que el turismo ocupa hoy un lugar mucho más relevante en la captación de recursos. El ingreso bruto de divisas por turismo representa el 3,5 del PBI, según datos del año 2005. En 1988 representaba el 2,47 %2. Pero la lógica central que ha guiado el desarrollo de la actividad se ha mantenido y se sigue manteniendo: una forma de acumulación del capital y poco más. Acompañando tendencias globales, también se ha tendido a construir discursivamente la imagen de democratización del turismo. En tal sentido, hay que tener en cuenta que aquí pueden existir intereses contradictorios. Para el capital que se realiza en forma de capital turístico puede ser de interés una expansión de la actividad hacia sectores que antes no "consumían" turismo. No obstante, esto depende de condiciones laborales limitadas y de costos de producción que están relacionadas a otros sectores del capital con mayor capacidad de incidir en las políticas estatales. Así es que en términos generales, una perspectiva de turismo más democrática, de turismo alternativo o la idea –que aquí se focalizará- de turismo como derecho social, sigue siendo marginal. En tal sentido, el paper que se presenta en primer lugar focaliza la relación entre patrón social de acumulación y turismo. Particularmente se hace énfasis en sus transformaciones actuales. En segundo lugar, atendiendo a la idea de instrumentos con que se cuenta –o potencialmente se podría contar- para promover el turismo social, se desarrolla el caso del ferrocarril en Uruguay, apuntando a su marcada decadencia. Finalmente, en tercer lugar, se llega al núcleo de una exposición de corte más sociológico. Se expone en tal sentido sobre la construcción social de turismo como derecho social y se argumenta sobre la contradicción que se presenta en el país entre esta perspectiva de turismo y el actual patrón social de acumulación. Se apunta a los cambios discursivos procesados en tal sentido en los últimos años y se delinean las tendencias que pueden observarse. Se fundamentará que –como ocurre con toda 2 Datos del Anuario 2006 del Ministerio de Turismo y Deporte. En cuanto a ingresos brutos por turismo, en el 2005 representaba 593 millones de dólares, mientras en 1988 era de unos 203 millones de dólares. En cuanto a proyecciones, para el 2007 se espera que las divisas por turismo crezcan 120 millones de dólares respecto al 2006 (PLAN B: 25.09.07). construcción de derechos- también sobre la idea de turismo se procesan tensiones entre agentes sociales sobre proyectos de sociedad. 2. PATRON SOCIAL DE ACUMULACION Y TURISMO Con inspiración en la escuela regulacionista francesa, pero teniendo presente otros elementos entre ellos una escala regional (América Latina) –y no meramente nacionalse denominará en este trabajo patrón social de acumulación a un formato específico de acumulación de capital. Es decir, un formato que implica específicas articulaciones de lo económico y lo político a nivel nacional y regional en la división global del trabajo y específicas estructuras de poder que generan campos centrales de conflicto social. Para nada pretende subestimarse –por el contrario- lógicas polares de trasferencia de excedentes periferia – centro y sobre las que se abundado en otros trabajos. Teniendo presente la fundamentación de diversos autores (como Bourdieu) en cuanto a la existencia de una correspondencia entre estructuras sociales y estructuras mentales, puede decirse que cada patrón social de acumulación, funciona como un gran marco donde se dan específicas relaciones de poder y representaciones sociales de las mismas. Es decir, desde una perspectiva que debe trascender la historia económica, los patrones sociales de acumulación deben verse también como procesos en los que se van delimitando categorías de percepción y construyendo poder simbólico y sistemas de clasificación en el sentido de Bourdieu (2005) en las que se expresan las luchas sociales. Aclarada la utilización del concepto (si bien en forma muy general) corresponde comenzar a relacionarlo con nuestra temática. Desde ya, se sabe que existen pocos estudios sobre historia económica del turismo como sobre sociología del turismo en Uruguay. Pero puede comenzarse con una contribución sugerente. El título del capítulo dedicado al turismo de un libro de Raul Jacob (1988) que propone volver a analizar el llamado "modelo batllista" es sintomático: "mirando al hermano argentino". Es decir, trata de ver como la actividad desde comienzos del siglo XX se construye con la idea de atraer a los argentinos a las playas. En una carta desde Europa de Batlle a Domingo Arena se indica expresamente: "no puedo menos que pensar con frecuencia en las enormes ganancias que nos proporcionaría el atraer a nuestros baños, todos los años, a una gran masa de argentinos. Los gastos que haga Montevideo para embellecerse y ofrecer comodidades en la estación balneario, serán siempre un buen negocio, aunque parezcan de lujo" (1988: 9293). En otro trabajo Jacob marca como hacia mediados de la década del treinta se había consolidado una corriente de veraneantes argentinos (Jacob, 2000). Es decir, aparece claro el papel del Estado en generar infraestructura para promover acumulación de capital en forma de actividad turística. Esto también tuvo su correlato simbólico. Recuerda Jacob como al secularizarse los feriados en 1919, el 8 de diciembre pasó a ser "día de las playas" y la semana santa, "semana de turismo" (1988). En cuanto a simbología urbana, el caso de Carrasco es muy claro, tras la formación en 1911 de la Sociedad Anónima Balneario Carrasco, en el que "la estrecha red de vínculos de clase, de negocios y cargos gerenciales quedó institucionalizada" (Da Cuhna, 1998). En suma, es claro que a lo largo del siglo XX, la actividad se construyó como turismo de "clase", con una lógica totalmente elitista. No obstante, el patrón social de acumulación que se desplegó en la región principalmente desde la posguerra, basado en la sustitución de importaciones aunque conservando la estructura de propiedad de la tierra, también permitió cierta lógica de redistribución de excedentes, al menos en el cono sur, a partir de las luchas sociales que se dieron paralelamente a la generación de tales lógicas urbano - industriales. Es decir que en el terreno de lo que hoy llamaríamos inclusión social y construcción de ciudadanía, el cono sur (Uruguay, parte de Argentina y Chile) mostró un avance. Es decir, se sentaron algunas bases potenciales para introducir una mayor democratización del turismo. De todos modos, no puede exagerarse la "excepcionalidad". La distribución del ingreso presentó un elevado coeficiente de concentración, marcándose patrones de consumo bien diferenciados. Esta pronunciada desigualdad supuso la reproducción de estructuras de poder que incidieron en la forma que se plasmó la industrialización y al mismo tiempo se constituyó a la larga en su bloqueo. Pero obsérvese que mientras en las clases asalariadas, las embrionarias formas de turismo, es decir el viaje interno dentro del país, la colonia de vacaciones, se expresaba en la capacidad de algunos sindicatos para impulsarlas, eventualmente de otras organizaciones, la actividad turística se focaliza en la capacidad de atraer visitantes de clase alta. Ya entre 1939 y 1945 la oferta hotelera ubicada entre Atlántida y Punta del Este había aumentado en cuanto a habitaciones disponibles, un 70 %. Y en tal sentido aparecieron nuevos polos de atracción como Colonia y Rocha (Jacob, 2000). La bisagra entre este patrón social de acumulación y el nuevo se genera con las dictaduras. Como se sabe, las dictaduras inspiradas en la doctrina de la seguridad nacional e iniciadas en la década del setenta –período que se adelantó en el caso de Brasil a 1964- supuso en el terreno económico la instauración, aunque contradictoria en los comienzos, de un nuevo esquema de articulación global que tendió a profundizar el relacionamiento asimetrico con los centros hegemónicos. El disciplinamiento social (en el sentido foucaultiano) por parte de las fuerzas armadas y el apoyo directo en los comienzos de Estados Unidos, tendió a compatibilizar lo económico con lo social y político. La instauración de las bases de la nueva matriz socioeconómica implicaba atar los principios democráticos a una lógica de ajustes fiscales y estabilización monetaria que no tenían antecedentes y ello requería un tratamiento de la conflictividad social –no solo la existente, sino la potencial- también sin antecedentes. Lo que se termina plasmando al comienzo es un nuevo juego de actores (obviamente militares, un espectro político importante particularmente de derecha, la mayor parte de los sectores del capital) en un escenario global de búsqueda de resolución a la crisis de hegemonía que ya había tenido anticipadas manifestaciones regionales. Todavía era una época de tanteos, de pruebas, en lo económico. Obsérvese que los primeros tiempos de las dictaduras inspiradas en la doctrina de la seguridad nacional, no son en política económica "neoliberales" en el sentido que este término adquirirá en la década del ochenta y noventa, pero si se sientan las bases para que así sea. No es posible detenerse en estas últimas décadas de democracias controladas y de las piezas centrales de la política económica que aquí y allá se "naturalizaron" como autoevidentes. No obstante, puede hacerse un rápido listado de seis puntos claves. Estos pueden esquematizarse como sigue: baja directa de salarios supuestamente para facilitar –se decía- creación de empleos, debilitamiento estatal en áreas social bajo el argumento de mayor justicia y efectividad, contrarreforma fiscal en el entendido que era preciso un sistema impositivo que no aniquilara la iniciativa privada; desregulación laboral, ya que el mercado de trabajo flexible -se decía- permitiría la inversión, privatizacion de empresas publicas con el supuesto que las actividades estatales productivas inevitablemente constituyen lastres no solo porque funcionan mal, sino porque requieren subvenciones o constituyen monopolios que desvirtúan la libre competencia y finalmente, implantación de una política monetaria restrictiva con la fundamentación de que esta política sustituía a la política fiscal de intervención keynesiana y permitía "purificar" el mercado3. Este conjunto constituyó una verdadera “revolución antikeynesiana”, una expresión de las necesidades del capital para la reconstitución de condiciones para su valoración en un contexto de onda larga depresiva (Flores y Mariña, 1999). Se trató, en general en toda América Latina, de una transformación estructural profunda basada en el trípode conformado por la desregulación, la apertura de la economía y privatizaciones. De hecho, la noción de "apertura" se convirtió clave del poder simbólico que acompañó este proceso. Ahora bien, es claro que no puede examinarse el desarrollo del turismo en Uruguay sin este contexto. Pues lejos de avanzarse desde el Estado en una idea de turismo social, se profundiza el modelo de turismo como actividad de elite en el que la sociedad no es tomada en cuenta dentro del concepto. No obstante, parte de la legitimación del modelo proviene de la capacidad de ciertos sectores medios de acceder a un consumo –incluso turístico- que antes no tenían. En Argentina, el viaje a Miami de parte de la clase media se construyó en un símbolo de los tiempos que corrían. Los reacomodamientos políticos post crisis de la región, los nuevos elencos políticos que pueden caracterizarse -para ser muy breves- de "centro-izquierda", generaron políticas que implicaron la introducción de formas de regulación de la economía frente a la perspectiva de "desregulación" (que en verdad es otra forma de regular el capital) anterior. Para algunos, con la "re-regulación" se introdujo en la región una nueva perspectiva neo-desarrollista. Para otros, en el caso uruguayo específicamente, no existen variaciones sustantivas con el patrón social de acumulación anterior. Es decir, sustantivamente no se ha alterado. El mantenimiento a grandes rasgos del patrón social de acumulación heredado supone reproducir algunas limitaciones heredadas. De hecho considerando el caso de Brasil y lo que se desprende de los exámenes de "economistas disidentes" de las posturas hegemónicas4, más bien se puede decir que el nuevo gobierno amplía y da nueva dimensión a lo iniciado con Batlle, aunque considerando el período posterior al año 2002 (es decir, pos devaluación). 3 Un análisis más profundo del nuevo patrón social de acumulación fue desarrollado en otros trabajos. Véase por ejemplo Falero, 2005. 4 No es posible extender la fundamentación en este punto. Véase: "Otro camino económico. Cambios necesarios para el Uruguay Productivo", Red de Economistas de Izquierda del Uruguay, 2006. Ahora bien, hay un aspecto que ha mostrado una variación interesante a registrar y es el de los mecanismos de regulación estatal. Este aspecto de regulación general de las instituciones estatales ha tendido a modificarse sustancialmente con las nuevas gestiones en las dos orillas del Río de la Plata. Esto no quiere decir que los mecanismos de cooptación no subsistan bajo otras formas ni lógicamente que la corrupción haya sido totalmente eliminada, pero la gestión de lo público ha experimentado notorios cambios. Seguramente esto está atado a sacudimientos en el campo político. Por señalar los más cercanos en el tiempo: en el caso de Argentina, el levantamiento popular del año 2001 en un contexto de crisis y la consigna ya famosa "que se vayan todos" lo cual lleva al recambio de algunas (subrayemos el adjetivo) figuras de las elites políticas del peronismo; en el caso de Uruguay, el aumento de capital simbólico del Frente Amplio igualmente en el contexto de crisis del año 2002 que le permite expandir su caudal electoral paralelamente al aumento del descrédito y por tanto de poder político de sus competidores. Pero también hay que agregar otros elementos. En la década del noventa, si desregulación estaba asociada a apertura y a libre juego del mercado, esto ya no es así. Existe una formulación matizada global de la visión liberal donde aparece una revalorización del papel de las instituciones para establecer reglas de juego de la "apertura" y el "mercado". Ahora bien, ¿cómo aparece este ajuste? ¿implica acaso en Uruguay una confrontación con las agencias multilaterales? En absoluto. Nuevamente se requiere un pequeño paréntesis teórico. El término "neo-institucionalismo" es utilizado para designar diferentes cosas y de hecho no constituye una corriente de pensamiento unificada. Para ser breves, la corriente hegemónica del neoinstitucionalismo en Economía, tiene como base en la actualidad un intento de síntesis entre el tipo de explicación vinculado a la acción racional y el papel que juegan las instituciones entendidas como el conjunto de normas formales, obligaciones informales, códigos de conducta y su cumplimiento en el desempeño económico. En este sentido, aun manteniendo como sustantivo el tronco teórico de la elección racional, constituye un avance si se toma como presupuesto que la vida económica ya no puede ser entendida sin las dimensiones culturales y cognitivas de las “instituciones” con las cuales se desenvuelve aquella. Huelga señalarlo, pero es claro que se utiliza esta expresión no en su acepción jurídica (aunque puede incluir el carácter ordenacional y de reglamentación) sino de las Ciencias Sociales y en sentido amplio, esto es, construcciones sociohistóricas o, como diría una de las principales figuras del neoinstitucionalismo económico, Douglass North, las reglas del juego social. Las reglas del juego social para el caso del turismo entendido como derecho social, indican que solo puede permanecer subsumido en la lógica general. Esto, por supuesto, quiere decir en primer lugar organización capitalista del turismo y potenciar la actividad básicamente como ingreso de divisas. Pero en segundo lugar, sugiere una forma específica de intervención del estado, reducida en cuanto a capacidad de organizar y que no tiende a discutir la posición –en términos de espacio social- que tienen los agentes privados vinculados al sector. Llegados aquí, se propone ver a través del estudio de un caso específico, como las últimas décadas han dejado una herencia que limita en cuanto a instrumentos estatales disponibles, la capacidad para generar políticas de turismo social. Para ello, la aproximación tiende a observar un elemento clave del turismo que es la movilidad geográfica y en tal sentido, se examina el caso del ferrocarril en Uruguay. Se trata de un ejemplo paradigmático en cuanto a percibir relaciones entre patrón social de acumulación y turismo, pero escasamente tratado. Esto permitirá agregar elementos históricos concretos –económicos y políticos- explicativos de la coyuntura actual y de los escenarios posibles. 3. EL FERROCARRIL COMO INSTRUMENTO POTENCIAL BLOQUEADO PARA EL DESARROLLO DEL TURISMO COMO DERECHO. 3.1 – BREVE HISTORIA DE LA DECADENCIA Es el día mundial del turismo, 27 de setiembre de 2007. Las imágenes de televisión muestran algunas caras felices de gente vinculada al programa "Trabajo por Uruguay" a punto de abordar un tren hasta la llamada Colonia Raigón, en San José. Muchos de ellos, a pesar de no ser tan jóvenes, abordarán un tren por primera vez. Sin embargo, se trata de unas 120 personas. Muy pocos para un programa que notoriamente debería ser más masivo y en el que el ferrocarril tendría enormes potencialidades, en tanto instrumento para generar otras políticas más ambiciosas desde el Estado. Sin embargo, existen grandes limitaciones en tal sentido que deben verse como un indicador de que la temática del derecho al turismo trasciende la existencia de un Ministerio y de una política. La infraestructura ferroviaria en Uruguay para el transporte de pasajeros no ha variado desde hace mucho tiempo y de hecho sigue ocupando un lugar notoriamente marginal en el transporte ferroviario y naturalmente en el transporte interno del país en general. Su participación –que potencialmente podría ser muy relevante en la actividad turística interna- se limita al transporte de escolares en algunos viajes especiales (por ejemplo desde Florida hasta la capital) o en el traslado de jubilados y pensionistas a Colonia Machiñena del BPS, conocida como Colonia Raigón, ya mencionada. Esto obviamente sin contar los escasos servicios regulares de pasajeros5. Sin embargo, numerosos ejemplos, abundante argumentación, permite considerar que el ferrocarril es un medio clave no solo para potenciar algunas propuestas turísticas en particular (en Argentina, existen varios ejemplos como "el tren de las nubes") sino para potenciar el turismo como derecho social. Sin embargo, en América Latina en las últimas décadas, se ha generado un abandono de la infraestructura y una escasísima inversión desde el Estado, particularmente en lo relativo al transporte de pasajeros, si bien existen algunas señales de reactivación en algunos casos –Argentina y Venezuela, particularmente- en los últimos años. Pero para entender el caso uruguayo, corresponde un mínimo de historia. La decadencia del ferrocarril en Uruguay tiene larga data. AFE emerge como ente estatal 5 En cuanto al volumen total de pasajeros transportados, las cifras son totalmente ridículas. En el momento mantiene operativa para esa finalidad dos tramos: Montevideo – 25 de Agosto - San José y Montevideo – Sudriers, lo cual representa aproximadamente un 3 % de la facturación del ente. en 1952 después de ser propiedad inglesa (en Argentina, la nacionalización había ocurrido ya en 1948) en un contexto favorable de posguerra y de nacionalizaciones del patrón social de acumulación anterior. Acompañando la crisis general de éste en el país, para fines de la década del sesenta ya es evidente la falta de inversiones en infraestructura y parque de tracción y remolque. Si bien se manejaron alternativas de recuperación, ninguna prosperó. En todo caso, las deficiencias se desdibujaban en el contexto general de decadencia del país en su conjunto. En los primeros años de la dictadura, se propició una recuperación modesta pero real de los servicios de carga y pasajeros que contribuyó a formar parte de la lucha simbólica del régimen. Algo así como la versión uruguaya de la Italia de Mussolini, en la que "los trenes siempre llegan en horario". De modo que se constituyó en uno de los referentes manejados para el objetivo estratégico militar de marcar que la recuperación del país estaba en marcha, apareciendo cada tanto en los audiovisuales oficiales de propaganda. Pero para la década del ochenta, volvió a hacerse evidente la decadencia en un contexto de mayor apertura económica (1978 en adelante) y de crisis que estalló en toda su magnitud en 1982. A modo de un ejemplo dentro del ejemplo, se puede recordar lo que en su momento fue un rentable y competitivo (en costo y tiempo de viaje) servicio de pasajeros al este. Su eliminación puede pasar desapercibido como un hecho más de esa historia, sin embargo permite realizar algunos apuntes respecto al turismo social. Porque vuelve explícito el papel marginal que se le destinaba al ferrocarril en el sistema de transporte general, con consecuencias que se proyectan al futuro. Quienes han realizado una historia del tema ferroviario, recuerdan que el trayecto Montevideo Punta del Este llegó a tener varias frecuencias diarias6. No obstante, luego de un proceso de buscada decadencia de ese servicio, no solo fue suprimida la línea en 1982 sino eliminada la vía férrea en el tramo Maldonado – Punta del Este y construida una avenida en ese lugar. Posteriormente, a fines de la década del noventa se eliminaría el ramal entero, San Carlos – Maldonado, con la venta de los terrenos a esa Intendencia. Finalmente se abandonó toda la línea desde Sudriers y forma parte de la parte de la red que no está operativa en la actualidad. Obsérvese en primer lugar de lo anterior lo paradójico de esta clausura total cuando el eje urbano San Carlos – Maldonado – Punta del Este se viene convirtiendo en una de las más importantes concentraciones poblacionales del Uruguay luego de Montevideo y en un eje notorio de captación turística. En segundo lugar, la eliminación de este servicio cuyos usuarios -cuando funcionó correctamente- no pertenecían solo a estratos sociales bajos sino medios, marca una inflexión simbólica. Desde su operativa deficiente como servicio, se construye subjetivamente que este tipo de transporte era cuestión restringida al segmento poblacional de menores recursos (en los trayectos que siguió cubriendo) y sobre el cual había menos compromiso público. La situación sobre el perfil social de quienes hoy se transporta, no ha variado sustantivamente. Dentro de la decadencia del modo ferroviario y de ese perfil social de usuario, las decisiones que se toman son acordes a la perspectiva. Hay que recordar a comienzos de la década del ochenta, la compra realizada de un material antiguo y usado a Alemania para transporte de pasajeros (los llamados "ferrobuses") previsiblemente inadecuados 6 Se consideran aquí particularmente http://members.tripod.com/~lfu1/index-6.html. los trabajos de Marcelo Benoit. Véase: desde el punto de vista técnico, en el que la escasa comodidad ofrecida no representaba un problema. Tuvieron una muy escasa vida útil para lo que es el material ferroviario en general. En todo ese proceso, no es difícil advertir el juego de otros operadores del transporte y una conexión entre empresarios y elenco cívico militar. La fundamentación técnica de costos que se esgrimía en el discurso o el argumento de que se acompañaba una tendencia mundial donde la autopista desplazaba a la vía férrea, no hacían más que encubrir intereses directos beneficiados y que constituían una de las apoyaturas sociales del régimen. Incluso militares participaron directamente en la generación de empresas de transporte carretero de pasajeros, uno de los tantos temas que nunca fue investigado en profundidad. 3.2 – LA PRIVATIZACION INDIRECTA El procesamiento de la privatización indirecta en este sector (en el que era posible hacerlo), permitió a los agentes interesados –el directorio de AFE pos dictadura, instituciones estatales y empresarios del transporte automotor- utilizar sus recursos simbólicos para desplazar la discusión pública del centro de la temática, de lo que estaba en juego y colocar en posición defensiva a quienes aparecían como agentes opositores en ese espacio social. Toda privatización va antecedida de la aplicación de una tecnología social muy efectiva: la inducción de una subjetividad colectiva de decadencia. Y con el caso del ferrocarril no era difícil sostener ese estado general porque como se explicó, ya existían antecedentes adecuados para ello. Así es que en lugar de generar incentivos materiales y simbólicos con los trabajadores y promover la recuperación, se procedió exactamente a lo contrario. De hecho es una realimentación perversa entre decadencia y desánimo colectivo que permite luego aplicar la calificación económica habitual en estos casos de una enorme violencia simbólica: ineficiencia. El ferrocarril, todo lo vinculado al sistema, se construyó y se clasificó como "ineficiente" y por tanto como lastre a remover. Recuérdese que la capacidad de resistencia de los sindicatos era limitada en función de los recursos materiales y simbólicos reales disponibles en general y en particular en el sector y de la percepción de la coyuntura como "transición". En todo caso, una situación muy diferente a la que podían plantear los empleados bancarios, por poner un ejemplo de mayores recursos sindicales. Así es que ya en el contexto de recuperación acotada de la democracia, se toma una decisión que constituye una gran inflexión. Desestimando el abanico de opciones propuestas por las consultoras a las que se habían encargado trabajos, se produjo el proceso de privatización indirecta en toda su magnitud. Es decir, el directorio de AFE presidido por el contador Berchessi y de acuerdo con el Poder Ejecutivo, aprobó -con la excepción del miembro del Frente Amplio (el ingeniero Nunes)- la eliminación total de los servicios de pasajeros que dejaron de correr a partir de 1988. Obsérvese el significado de suprimir totalmente los servicios de pasajeros, encomiendas y cargas menores en una red de tres mil kilómetros. Se trató entonces de una política expresa desde el estado, por el cual las empresas de ómnibus -y de carga por camión, otra intergremial de fuerte peso hasta hoy- pasaron a captar todo el esquema de movilidad geográfica terrestre real y potencial. Algunas de tales empresas de ómnibus tenían vínculos directos y visibles con el partido de gobierno. El ferrocarril era un potencial fuerte competidor de estas empresas por ejemplo con los servicios a los departamentos de Canelones, Florida y San José, o con los servicios a Fray Bentos y Minas (obsérvese el potencial turístico particularmente en este caso) donde la empresa de un intendente era concesionaria de frecuencias a estos lugares. De hecho, el tipo de vinculaciones entre empresarios y estado, daba cuenta de las continuidades de las estructuras de poder. La propuesta era destinar el ferrocarril únicamente al desplazamiento de cargas masivas y efectivamente luego prácticamente se concentró en unos pocos clientes llamados "grandes", como en el caso del arroz. El transporte de cargas por carretera se potenció. Aquí nadie utilizaba la palabra subsidio, aunque sin embargo constituyó un proceso de transferencias a sectores privados. Recuerda Marcelo Benoit, que mientras en 1984 el déficit del ferrocarril era de US$ 19,14 millones -con todos los servicios y líneas en funcionamiento, menos lo ya transferido al sector privado- en 1989 -sin trenes de pasajeros y con material y ramales abandonados- dicho déficit había disminuido en forma muy poco significativa a US$ 18,4 millones. La argumentación pública hacía hincapié, sin embargo, en la necesaria reducción del déficit general, en que constituía un subsidio estatal que era preciso reducir porque lo pagaba toda la sociedad, en fin, en el carácter ridículamente nostálgico e infantil de quienes se oponían al desmantelamiento (el sindicato Unión Ferroviaria, sectores políticos y sociales). La base "técnica" de la decisión se presentaba en el marco del "Plan Nacional de Transporte" y de ajustes económicos necesarios del estado en general. En ese contexto, naturalmente la argumentación evitaba algunas comparaciones con lo que sucedía en otros países (principalmente europeos), evitaba el examen de los subsidios que inevitablemente significa construir infraestructura en carreteras, etc. Las inversiones para la movilidad geográfica, se canalizaban en un esquema donde el medio privilegiado era el individual –el automóvil- o el ómnibus dependiente de intereses económicos sectoriales. Las consecuencias sociales fueron variadas. Aquí hay que tratar de imaginar la pérdida de sentido social, la decadencia irreversible de una población creada justamente alrededor de una estación que se cierra. Tal vez el efecto más significativo fue el aumento de costos de traslado para habitantes de zonas del interior y las dificultades de generar alternativas efectivas. La función de integración territorial y social que tenía el medio, desapareció. Esto solo lo puede advertir en su profundo significado, quien vivía en los lugares afectados. Ahora en cuento a correlacionar lo anterior directamente con el impacto real de pérdida de densidad poblacional de algunas zonas donde pasaba el ferrocarril, se debe ser más cauto ya que intervinieron otros factores socioeconómicos profundos. Otra consecuencia fue el desplazamiento de funcionarios con un "saber hacer" específico y útil (y con una relación con medios de producción muy particular, por la identidad que genera), y la quiebra de la capacidad de resistencia sindical. El personal de la administración se había reducido de algo más de nueve mil cien funcionarios en 1985 a algo más de tres mil novecientos en 1990. Dentro de la reducción, en ese momento unos 600 funcionarios declarados "excedentes", aún cobraban mensualmente aunque sin destino en otras instituciones estatales7. Desde el punto de vista de la visión de sociedad implícita, constituye otro indicador de una perspectiva puramente "contable" de sociedad y por tanto muy reduccionista. En la década del noventa, con el patrón social de acumulación conocido como neoliberalismo en su etapa más plena, ocurren los procesos de privatización y el desmantelamiento de ferrocarriles en varios países de la región. El caso más notorio es Argentina con Menem y la liquidación de buena parte de la red de unos treinta mil kilómetros, en lo que ha sido caracterizado como un verdadero "ferrocidio". La privatización y el desmantelamiento del sistema en Argentina, así como la entrada de capitales privados al sector fue analizada allí en detalle desde la economía política por Schvarzer (1999). En general, la historia se repitió en toda América Latina como cierre o privatización. También puede mencionarse el ejemplo de Costa Rica donde se clausuraron los ferrocarriles en 1995 y también se propició el uso de la carretera, pero aquí el discurso de legitimación, bajo la presión del Banco Mundial, fue el de desarrollo "sustentable". No obstante para entonces, otra era la situación de algunos países europeos donde se estaban cristalizando proyectos e inversiones trascendentes en el sector en lo que luego significaría un resurgimiento de éste8. Véase entonces que el Uruguay se adelantó a la tendencia general y dejó abierto con facilidad un lugar clave para la participación de capital privado en el ferrocarril. Así es que en la década del noventa, el discurso vuelve a cambiar, ahora como oportunidad de relanzamiento de este tipo de transporte con intervención de capitales privados. En cuanto al tráfico de cargas, los transportistas carreteros como agentes ya constituidos con importantes recursos en el campo, observan con desconfianza y promovieron el discurso de "competencia desleal" y de subsidios, una palabra construida como equivalente automático de descrédito. No obstante, algunas inversiones fueron realizadas dentro de la administración del Partido Nacional con una perspectiva de participación del capital9. En cuanto al servicio de pasajeros, el nuevo directorio de AFE en esa administración de gobierno, propicia la reapertura con el otorgamiento a privados de la línea Montevideo - 25 de Agosto y Tacuarembó – Rivera. En particular la primera, con conexiones adecuadas, es una línea potencialmente muy rentable, debido a la existencia de una infraestructura aceptable (relativamente, en términos regionales) y al proceso de expansión de la zona metropolitana hacia el eje de la vieja ruta 5 (entre otros). La línea, hasta hoy, permite una forma de turismo social: el traslado masivo a muy bajo costo de estratos bajos del eje metropolitano Montevideo – Las Piedras – Progreso – Canelones hasta la costa del Santa Lucía, particularmente en verano. 7 Artículo del diario El País del 24 de Junio de 1990, en un contexto de recambio político nacional. Véase por ejemplo desde las ciencias sociales el artículo "The global Rail Revival" en revista SOCIETY, The State University of New Jersey, Julio / Agosto 1994. 9 Al final de la década del noventa, el ferrocarril muestra crecimiento como otras actividades de intermediación (pero en detrimento de actividades de producción industrial, como se vio). Considerando precios constantes el año 1990 como base 100, en 1998 representaba 121,4 (cifras del Banco Central, véase el capítulo 3 en Olesker, 2001. 8 La privatización se realizó con una empresa propiedad de ex-secretarios de un director de AFE (aunque también se manejó que fueran las propias empresas de transporte por carretera) y terminó a fines de la década del noventa con el procesamiento de entonces ex-directores del ente y el fin de la concesión10. Durante el segundo gobierno del presidente Sanguinetti, se mantuvo la línea gestionada por el Estado, pero se vendió en marzo de 1998 la Estación Central y su playa de maniobras al Banco Hipotecario en lo que se proponía como "Plan Fénix" que, como se sabe, fracasó en cuanto plan de reconversión urbana y generó consecuencias judiciales sobre incumplimientos del capital privado sobre proyectos inicialmente previstos. En ese marco, desde marzo del 2003 comenzó a funcionar una terminal de pasajeros muy pequeña e inadecuada, para escasa operativa y aislada del entramado urbano que sustituyó al edificio histórico y que se mantiene hasta hoy, pese a que la playa de maniobras y el edificio histórico están abandonados. Obsérvese que la apertura de esa nueva terminal, no fue manejada públicamente como recurso simbólico de logro realizado, en un contexto de decadencia del ferrocarril sin precedentes11. Téngase en cuenta además que en el año 2002 el entonces ministro de Economía Alberto Bensión incluso manejó directamente la supresión de AFE junto a la del Instituto de Colonización y la venta total de PLUNA. A los tres, se los calificaba como "organismos deficitarios", sin ninguna función que cumplir y que vivían en una realidad de 50 años atrás. Esto iba a incluirse en la Rendición de Cuentas de ese año 12. La decadencia inducida, la apelación simbólica a remanencias innecesarias de una época pasada, procuraban justificar una vez más, la desregulación estatal y la privatización. Nuevamente, se está frente a la construcción social de la inutilidad. Finalmente, crisis económica y acuerdos políticos mediante, desde el 1º de enero del 2003, con un articulo de la Rendición de Cuentas que se había aprobado poco antes, se transfiere al Ministerio de Transporte y Obras Públicas, los cometidos, facultades y bienes relativos a la infraestructura ferroviaria de AFE, aunque ésta se queda con el material ferroviario y los talleres. El propósito, era un intento de privatización de servicios más amplio –y ahora directo- donde el Estado proporcionaba una infraestructura –que debía ser reparada a su cargo- a potenciales transportistas ferroviarios privados de carga y pasajeros. Esto tampoco pudo ejecutarse en un contexto de desconfianza social generalizada hacia la gestión estatal después de la situación socioeconómica ocurrida en el año 2002. Para ese entonces, el patrón social de acumulación ya estaba en evidente crisis de dominación. 3.3 – NUEVA GESTION Y RENOVADAS PREGUNTAS El nuevo directorio dentro del gobierno del Frente Amplio, hereda obviamente una situación de decadencia histórica. Por otra parte, de los tres mil quilómetros aproximados que tiene la red, estaba operativa aproximadamente la mitad, situación 10 Véase por ejemplo Brecha 25.07.97: "Ex jerarcas de AFE ante la justicia penal. Concesiones más que generosas" y 22.08.97 "El procesamiento de ex jerarcas de AFE. Licitaciones rigurosamente digitadas", notas de E. Roldós. 11 Las notas periodísticas del 2002 son muy elocuentes de la situación. Brecha en edición del 19.07.02 titula "Afe entre la disolución y la reducción. Expreso al barranco" y La República del 07.07.02 "El tren uruguayo en estado terminal". 12 La República 27.06.02, crónica de exposición en ADM. Véase asimismo sobre la Rendición de Cuentas que se preparaba, Brecha: 02.08.02. que se mantiene casi incambiada. Se introducen algunas mejoras pequeñas pero imprescindibles en servicios e infraestructura, esfera ésta última, que a partir del 1º de enero del 2006, pasa a depender nuevamente de AFE. No obstante, pese a ganar autonomía formal, se mantiene una dependencia "informal" con el ministerio y otros espacios del estado, mayor que con otras "empresas públicas" lo que incide en la capacidad de tomar decisiones. La forma en que se presentan tales mediaciones políticas no es fortuita y obedece a la disponibilidad de recursos de poder de los agentes individuales y colectivos. También allí se cruzan intereses técnicos y políticos y también en ese espacio se juegan la capacidad de acreditar potenciales logros entre distintos agentes. Por ejemplo, la capacidad de cumplir la prevista reparación de 962 kms. de vías férreas. El objetivo técnico central que es invocado, sigue siendo el que se planteó en la década del noventa y se frustró: la necesidad de permitir el transporte forestal (con picos previstos en el 2009) y otras cargas importantes, que sería imposible sin este medio. La diferencia es que el planteo y su resolución, se da en un campo de relaciones de fuerza transformado, de recuperación de confianza social y eso hace la diferencia sustantiva de posibilidades. El espacio social de actuación del directorio de AFE es diferente al que se dio hasta el año 2004, al no existir vínculos directos, ostensibles, entre el poder ejecutivo con empresarios de carga y pasajeros. No obstante, se promueve una asociación de la administración estatal con el capital privado, solamente para el transporte de grandes cargas hasta el momento. En efecto, cuando se escriben estas líneas, está en curso un proceso calificado de "asociación" con agentes privados –así se construye discursivamente hoy el tipo de proceso en curso de ingreso de capitales a la gestiónpara el transporte de carga, para lo cual se realizó una convocatoria pública cuyo resultado en cuanto a "interesados", da cuenta de la construcción de una subjetividad colectiva favorable para la acción del capital. Estos elementos podrán ser vistos en forma contextualizada en un capítulo posterior. Una asociación con capitales privados puede ser leída como privatización parcial, pero no puede ser presentada socialmente de esa forma. El uso de esta expresión es muy sensible en el nuevo contexto donde se procura dar cuenta simbólicamente de cambios de gestión. La expresión "privatización" a secas, es, sin embargo, utilizada por algunos sectores de la izquierda política y sindical13 sin mayor impacto público. En parte, esto se explica como aceptación del discurso económico hegemónico de que el estado no tiene capacidad para realizar inversiones importantes. En parte, por la comparación posible con la historia anterior y porque se percibe que el cambio político modificó algunas reglas de juego que permiten minimizar procesos de corrupción. Como sea que se interprete esta nueva etapa, se observa una modificación de recursos y estrategias de los agentes, con otra mezcla de formas de presión y de negociación, con otra forma de presentación pública. En verdad, bien puede leerse que el avance de los agentes del capital en dicho espacio económico, ya ocurrió irreversiblemente años antes por la vía indirecta, como procuramos mostrar. Desandar el camino de estas décadas, no implica solamente establecer otras formas de regulación de lo económico como ocurre en distintos ámbitos respecto a la década del noventa. Implicaría destinar a la administración estatal del ferrocarril de recursos materiales (y simbólicos) en forma más 13 La Juventud, 10.12.06: "La privatización de AFE a toda máquina". sustantiva que lo previsto hasta el momento para redefinir marcadamente otro lugar en el espacio social de los operadores del transporte. También podría suponer, otras búsquedas en las formas de gestión, con otra participación social y seguimiento colectivo, aunque este no es un aspecto que se haya explorado. Tampoco se han generado proyectos sustantivos a corto plazo en el transporte ferroviario de pasajeros cuya participación en el mercado es muy acotada en cobertura geográfica, reducida en cuanto a cantidad de servicios y con un perfil de usuario principalmente de estratos sociales bajos. De hecho, la utilización por estratos medios se reduce prácticamente al atractivo turístico que despierta el viaje en ferrocarril, como actividad de ocio. Por el momento, se ha apuntado al recurso discursivo de que los servicios de pasajeros constituyen una "etapa posterior" a la recuperación de infraestructuras (que sin embargo no incluyen el área metropolitana, digamos un radio de cien kilómetros, que es la que se encuentra en mejores condiciones relativas). Así es que –de no mediar políticas más sustantivas para el sector- todo indica que en el esquema de movilidad geográfica metropolitana e interurbana en general, la participación ferroviaria seguirá siendo absolutamente marginal. Mientras tanto, se sigue procesando una pérdida de objetos simbólicos del ferrocarril, referentes de la subjetividad colectiva y de importancia si se lo vincula con el turismo. Cuando se escriben estas líneas, el emblemático edificio de la Estación Central se lo piensa como sede del parlamento del Mercosur, mientras la que fuera su amplia playa de maniobras, pasaría al puerto para depósito de contenedores. Hay que hacer notar, sin embargo, que el capital simbólico, el prestigio social que conserva el ferrocarril es (teniendo presente indicadores cualitativos) significativamente alto en general. Ahora bien, ¿cómo se recibiría socialmente que se hicieran inversiones importantes desde el Estado en este rubro? Desde quienes están socializados con la perspectiva económica neoliberal, el descarte sería previsiblemente inmediato. No solo por la intervención estatal –el discurso que el estado debería dejar esa área a privados y ocuparse de otras cosas- sino porque el problema se reduciría –nuevamente- a una operación contable. La operación subjetiva en estos casos, es separar al sector del resto de la sociedad y de la economía total del país y a partir de allí proceder a una simple ecuación costos – utilidades. Que el resultado sea deficitario, marcaría irremediablemente, sin otras consideraciones, dos opciones muy limitadas pero evidentes para esta posición: cierre o privatización total. Ambas son tan reduccionistas como absurdas desde otra perspectiva, pero debe reconocerse que el neoliberalismo entendido como visión de sociedad –aunque matizado- aún cuenta con canales de llegada y un importante poder persuasivo. Por ejemplo, cuando se aplica el referente discursivo "todos nosotros costeamos…", etc. se hace desaparecer del juego no solo la idea de derechos colectivos sino la idea de inversiones necesarias en función de objetivos estratégicos de interés general nacional y hasta de integración regional (siempre y cuando estén ambos previamente definidos) y no de intereses sectoriales (que es justamente lo ocurrido en las últimas décadas). Si bien la ecuación aludida de costo – beneficio nunca puede perderse de vista, desde la perspectiva del presente trabajo, las opciones deben considerar al menos otros ejes sociales de análisis. Pueden ser los siguientes, entre otros y dicho muy rápidamente: a) el derecho social al transporte, es decir de garantizar el acceso a movilidad geográfica adecuada y económica para amplios sectores sociales, del uso del tiempo como calidad de vida, etc.; b) el proyecto de sociedad, es decir como promoción del transporte colectivo frente al individual y lo que puede significar la regulación del estado hacia una intermodalidad real –no meramente discursiva- de medios de transporte y c) la utilidad para evitar el vaciamiento rural, la conexión de sub regiones diferentes (es decir, con diferentes relaciones sociales predominantes) y –lo que aquí interesa particularmentede promoción del turismo social. Pero para que esto último se cristalice, es preciso –además de recursos como el del caso profundizado- la construcción social de la temática como derecho. Corresponde pues, examinar este aspecto. 4. CONSTRUCCION DE DERECHOS SOCIALES Y LAS BATALLAS POR LA CONSTRUCCION SUBJETIVA DEL TURISMO COMO DERECHO. Para pensar el turismo como derecho social desde una perspectiva sociológica, es preciso plantear una idea de partida: todo derecho social implica una construcción social. Implica en consecuencia la expansión de una subjetividad social o colectiva que lo construya como viable. Pero se trata de una construcción tensionada por diferentes proyectos de sociedad, pautada por batallas silenciosas que inciden en generar formas de ser y estar en la sociedad. Pero no se apunta aquí a plantear una discusión sobre medios masivos de comunicación masiva que naturalmente inciden, sino sobre agentes sociales. Se trata de examinar, en consecuencia, el plano de posicionamientos y de actitudes de actores sociales, de sus intentos de generación y de cristalización de consensos. Un consenso se puede generar no porque sea evidente, se hace evidente porque los agentes que lo promueven tienen recursos para impulsarlo. Como decía Pierre Bourdieu, en toda sociedad existen prácticas de construcción de poder simbólico para sustentar intereses específicos, pero que se hacen pasar como de toda la sociedad. Los poderes y la violencia simbólica, se ejercen si se cuenta con cierta complicidad activa de los destinatarios. No se trata con esta perspectiva de aislar lo subjetivo de las prácticas sociales, por el contrario se rescata la relación dialéctica entre ambas. Esto se expresa en la articulación concreta entre necesidades, experiencias y utopías. Zemelman lo expresaba así: "las necesidades (su estructura y funciones) constituyen el meollo en torno del cual se plasma el espacio de lo político, porque éste último representa el despliegue y repliegue sociohistórico, los avances y retrocesos del sustrato dinámico en que consiste el sistema de necesidades" (1989: 55). De aquí la importancia del análisis de cómo las necesidades reconocen en la dinámica de la vida cotidiana en la actual coyuntura histórica, posibilidades de resolución en prácticas colectivas. La resolución de necesidades en la praxis cotidiana implica tanto al pasado en términos de experiencias, memoria, tradición, como también al futuro en el sentido de reconocimiento de opciones posibles en las distintas coyunturas, lo cual supone la utopía. La construcción de alternativas sociohistóricas siempre depende de la activación de lo potencial. Debe pensarse así a la subjetividad social como esa perspectiva de análisis capaz de dar cuenta de una idea de movimiento y no de percepciones cristalizadas. Para que una forma de resolución de una necesidad sea socialmente aceptada como derecho, debe existir subjetividad social o colectiva en expansión en tal sentido. Aunque no hay una relación mecánica, las acciones colectivas permiten hacerlo. Entre prácticas sociales y la construcción de derechos, hay un proceso complejo de toma de conciencia de una situación o un conjunto de ellas y que supone un abanico de percepciones, representaciones, ideas, sentimientos, expectativas, deseos. A ese proceso que es colectivo, de elaboración, socialmente condicionado, y que es el puente para una dinámica de involucramiento con objetivos de llegar a alcanzar derechos sociales, es lo que llamaremos construcción de una subjetividad social o colectiva. Cuando se habla de derechos en el sentido sociológico, es frecuente recurrir al trabajo clásico de mediados del siglo XX de Theodor H. Marshall "Ciudadanía y clase social" y mencionar los tres niveles que tienen un orden cronológico: civiles, políticos y sociales. Su tesis es una respuesta a Alfred Marshall en The future of working classes de 1873, pensador liberal que defendía una concepción estrecha de ciudadanía. Como se sabe, T. H. Marshall explica como los derechos civiles que implican la libertad de prensa y de palabra, de movimiento y de propiedad se instauran en el siglo XVIII, los derechos políticos, es decir extensión del sufragio y de asociación y organización se generalizan a lo largo del siglo XIX y finalmente los derechos sociales relacionados a la extensión de ciudadanía e igualdad, como el derecho a la educación, se extienden en el siglo XX. Como se ha indicado, si bien este esquema presenta límites teóricos, tiene el mérito de delimitar las determinaciones modernas de ciudadanía y dar la idea de prácticas de la misma en un proceso histórico (Coutinho, 1999). De hecho, no cabe duda que el esquema no se reprodujo así en gran número de países y cuando se analiza la historia de América Latina se ven las complejidades de trasladar tranquilamente el esquema de Marshall. Pero lo sustantivo aquí es visualizar que ciudadanía en un sentido amplio y subjetividad social están profundamente relacionadas una con la otra. La relación subjetividad – prácticas colectivas, se cristaliza en determinadas demandas que se consideran viables en un contexto sociohistórico frente a posturas que, con convencimiento y con coacción, pretenden evitarlas. En suma, la ciudadanía, en la visión que aquí se sostiene, se construye en luchas globales por la producción de sentido. No pueden entenderse derechos alcanzados por la clase trabajadora en América Latina durante el siglo XX sin luchas trabajosas que fueron instalando subjetivamente la factibilidad práctica del planteo teórico. En algunos casos esto implicó que algunos grupos de poder fueron advirtiendo que estratégicamente, proveía estabilidad para los negocios. De la misma forma, el impulso actual de demandas populares por viejos y nuevos derechos negados, no puede separarse de la expansión de una subjetividad colectiva de cambio social y de cómo distintos grupos de poder se posicionan frente a ellos. Como señala Boaventura de Souza, el principio de la subjetividad es mucho más amplio que el principio de la ciudadanía (1998). Desde la teoría liberal, se promovió la reducción de la participación política al ejercicio del derecho del voto. Cualquier otra forma fue y es desestimulada. Pero la simple postulación de ampliación de la participación no necesariamente supone transformaciones sustantivas. Emancipación entendida como construcción de ciudadanía pero limitando la subjetividad colectiva en su potencialidad, es el reformismo social-demócrata. De aquí a la caracterización y análisis de los procesos reales y complejos de construcción de derechos en el Uruguay actual hay un camino a recorrer. Hay visiones del mundo social en competencia. Probablemente para muchos, la reconstrucción de una especie de "estado de bienestar" es "lo posible" a aspirar. Sin embargo esto limita cualquier discusión, incluso la que es centro de este trabajo. Sse fijan de hecho límites mentales estrechos, eurocéntricos, en tanto se piensa con clasificaciones de estados de bienestar de países centrales y cuya construcción en países periféricos como Uruguay resulta imposible en el marco de reproducción de articulaciones a lógicas sistémicas globales. Además, si efectivamente se procura avanzar en ese camino, no se trata de mero "crecimiento posible" dentro de "metas de inflación" que luego permita determinadas políticas sociales, etc. Es decir, la discusión no puede quedar atrapada en verdaderas guerras teológicas sobre conceptos a-históricos como señala el economista brasilero José Luis Fiori14. Por el contrario, pensar toda lucha contra la desigualdad, significa inevitablemente enfrentamientos con grupos de poder. Y esto vale, naturalmente, para una perspectiva de democratización del turismo. Así es que el concepto de turismo en Uruguay está también tensionado entre una concepción restrictiva, de mera forma de acumulación de capital, de legitimación de una perspectiva de acceso diferenciado a los bienes turísticos en función de la capacidad de compra y venta como cualquier mercancía y una perspectiva de turismo como derecho social de las sociedades actuales en lenta construcción, es decir, el derecho social al descanso de la fuerza de trabajo fuera del lugar donde se vive y trabaja. La idea es la del viajero libre de las limitaciones cotidianas. Porque la necesidad social del ocio, del ocio creativo, en el actual contexto sociohistórico habilita a pensar que una resolución del mismo es el turismo en tanto viaje, en tanto contacto con lo diferente, etc. Y no como mera liberación del tiempo de trabajo o de reposición de fuerza de trabajo. En cambio, que el acceso a las vacaciones en el sentido indicado sea estrictamente una posibilidad de aquellos que están mejor posicionados económicamente, significa que todo el tema está construido socialmente sobre la lógica central mercantil. Que se convierta en consumo popular, depende pues de otra forma de instalar el tema socialmente. ¿Quiénes son los agentes sociales con capacidad de construir otra subjetividad colectiva del turismo? Potencialmente pueden serlo instituciones estatales, sindicatos, algún tipo de movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales o incluso empresarios interesados en una expansión del turismo que les permita ampliar sus posibilidades de ganancia. De todos estos agentes sociales, caben consideraciones posibles a realizar en el caso uruguayo. Téngase presente, sin embargo, que dadas las condiciones generales de reproducción de buena parte de la fuerza de trabajo, los amplios sectores vinculados a un mercado de trabajo informal, a formas de empleo precario o directamente al 14 Carta Maior: 02.03.06. desempleo, la temática no puede constituir una prioridad para los sindicatos dentro de un cuadro general. Algunos de ellos, con mayor capacidad de negociación, fueron construyendo colonias de vacaciones. En el caso de movimientos sociales, FUCVAM cuenta con espacios de camping. Sin embargo, en general, la lógica del turismo como derecho social solo puede ser marginal. En el caso de las organizaciones no gubernamentales, dada su diversidad, constituye un objeto de estudio por sí mismo, identificar aquellas que trabajan relacionadas con aspectos de la actividad turística. Y aún así, sería preciso examinar específicamente el tipo de intervención social realizado. No necesariamente supone que sus prácticas se acerquen a una concepción alternativa de turismo o de turismo como derecho social, particularmente teniendo presente el marcado mercantilismo que existe en el sector. En el caso de los empresarios, hay que tener presente que un sector del capital vinculado a la actividad bien puede orientarse a promover ofertas turísticas de bajo costo dirigidas a un público más masivo. Los sectores económicos se van transformando históricamente de acuerdo a la diversificación de las necesidades económicas y sociales y el turismo no es una excepción. Como se ha dicho, el turismo también emerge como una complejización de las necesidades humanas y, al mismo tiempo, como expresión de que las fuerzas productivas han avanzado a grado tal que le han permitido a un sector de los asalariados liberarse de más tiempo de trabajo y aquí se presenta la contradicción: por un lado el capital turístico requiere este tipo de consumidores pero otros tipos de capital requieren de trabajadores cuyas necesidades no se construyan como derechos (Cordero Ulate, 2006). Queda pues el papel de las instituciones estatales. Aquí las posibilidades tienen que ver con no solo con la capacidad o la predisposición a generar políticas turísticas. Como otras políticas, sus posibilidades y restricciones derivan del patrón social de acumulación vigente. Y en tal sentido, ya se señaló para el caso uruguayo la continuidad de su lógica central más allá del recambio político. Teniendo en cuenta pues estas restricciones, en lo que sigue se procurará acercarse a como se construye socialmente el turismo desde el Ministerio de Turismo y Deporte en el Uruguay de hoy. 5. EL DISCURSO ESTATAL: LA TENSION MANIFIESTA "3 millones de turistas"; "turismo social un derecho de todos", señala parte de la folletería impresa por el Ministerio Turismo y Deporte. La promoción no deja ninguna duda en cuanto a la perspectiva que subyace: el turismo no es solo cuestión de elites adineradas. "Tu descanso es cada vez más merecido. Por eso ahora descansar va a ser cada vez más fácil" o "todos necesitamos un tiempo para distendernos…" son otras frases que se repiten y se enmarcan en la misma concepción del turismo como derecho. "El Turismo Social comprende todos aquellos instrumentos y medios, a través de los cuales se otorgan facilidades para que las personas de recursos limitados, adultos mayores, jóvenes y personas con capacidades diferentes viajen con fines recreativos, deportivos y/o culturales en condiciones adecuadas de economía, accesibilidad, seguridad y comodidad", explica uno de los folletos. Las declaraciones públicas no dejan de acompañar esta visión15. De este modo, se ha generado un "sistema nacional de turismo social" vinculado al turismo interno y del que se asegura que en la primera etapa que se está debe quedar consolidado como tal para promover el turismo interno. Entre las actividades regulares que implica tal sistema, se realiza quincenalmente una reunión con distintos actores: asociación uruguaya de agentes de viaje; Consejo de Educación Primaria, BPS, AFE, PIT-CNT, etc. El involucramiento de los actores estatales es diverso en función de las posibilidades. Ya se profundizó en el caso de AFE que resultan muy limitadas. En cuanto al sector privado se ha trabajado con hoteles en cuanto a oferta de precios en baja temporada y con agencias de viaje. Particularmente con las últimas se observa un escaso involucramiento. La capacidad de generar condiciones de precio y propuestas diversificadas sería sustantiva, sin embargo al observarse el listado de propuestas y agencias involucradas, parece claro el lugar marginal que ocupa. No existen mediciones muy fidedignas. Las estimaciones a partir de datos del BPS y de Agencias de viajes, arroja una cifra de unas quince mil personas que se mueven anualmente dentro de lo que puede considerarse "turismo social". Principalmente ha implicado a adultos mayores. Las perspectivas inmediatas son de reproducir este tipo de políticas. Podría decirse que las expectativas se centran principalmente en la capacidad de generar un "cambio cultural" por el que se cristalice la perspectiva de moverse más allá de precios, en el entendido que para una parte de la sociedad, los límites no están solo en la capacidad de acceso a determinadas ofertas turísticas sino a generar la predisposición a considerar el moverse dentro de una lógica de turismo interno. "Hacer turismo en Uruguay está a su alcance" es la construcción discursiva en tal sentido. Sin embargo, aquí la tensión central que se detecta, mientras por un lado comienzan a percibirse algunos tímidos avances en implementar políticas de turismo como derecho, aún asociándolo a la idea de turismo interno como dinamizador- que permitiría a algunos sectores sociales con menor capacidad de movilidad geográfica encontrar experiencias diferentes, nuevos espacios de socialización, por otro lado, el mantenimiento del mismo patrón social de acumulación en sus términos básicos, genera límites intrínsecos a una actuación más sustantiva y en consecuencia bloqueos muy evidentes. Esto lleva a que casi todo termine girando en la capacidad de convencer por parte de algunas instituciones estatales: a algunos operadores privados que participen o se involucren más en propuestas de turismo interno de baja temporada, a algunas organizaciones de la sociedad civil, como el movimiento sindical, que los nuevos espacios de diálogos pueden derivar en el futuro en concreciones sustantivas y finalmente, a algunos sectores potenciales usuarios, a que hay más facilidades que antes para desplazarse y alojarse. 15 Véase entrevista con el ministro Hector Lescano, La República: 13.08.07 así como la folletería impresa por el Ministerio. Esto sugiere que el escenario esperable para los próximos años, es de la continuación de un papel efectivo muy limitado de las instituciones encargadas de promover políticas de turismo como derecho social, aunque se tienda a profundizar una construcción discursiva que señale reiteradamente los beneficios del mismo y más allá que quienes están involucrados en tal discurso, acuerden con sus ejes centrales. Y más allá – agréguese- del conocimiento expreso que su impulso derive principalmente en potenciales sectores beneficiados en el marco de la dinamización económica del sector. Ya que, como el propio folleto del ministerio señala, el turismo social permite "una mayor oferta laboral" y "un mayor y mejor aprovechamiento de la infraestructura ociosa". 6. A MODO DE CONCLUSION Con la temática del turismo, en el caso uruguayo, recién en los últimos años se ha comenzado a registrar una mayor atención académica. De hecho es preciso también construir críticamente –pero con una perspectiva académica- las implicaciones de esta actividad. Con esas limitantes de fondo, en la presente propuesta se han tratado de introducir algunos aportes conceptuales y elementos determinantes de contexto para permitir una aproximación a la problemática del turismo como derecho social en el país. Como toda actividad social, el turismo implica contradicciones. En lo económico, ello se refleja en la orientación del capital, pues por un lado exige liberación de tiempo de trabajo y dinero mínimo para que las clases trabajadores expresen su consumo también como turismo, por otro lado ello choca con la reproducción del capital. Y es, además, contradictorio porque el turismo se expresa en distintas formas y puede ser tanto una evasión alienante como construirse asociado a experiencias sociales alternativas. A partir de aquí, dos ejes conceptuales han sido centrales. En primer lugar, la construcción histórica de las últimas décadas de un patrón social de acumulación, sus transformaciones y sus límites. En segundo lugar, la dialéctica entre prácticas sociales y subjetividad colectiva para la construcción del turismo como derecho social. Es decir, el trabajo, lejos de ver el turismo con carácter ficticio o prefabricado de la necesidad de ocio, lo ha tendido a ver como una construcción sociohistórica de resolución de la necesidad de descanso mediante el viaje y la ruptura con lo cotidiano. Si bien no se ha profundizado en este aspecto, subyace la idea de turismo como capacidad de educación informal, de enriquecimiento subjetivo. Dentro del primer eje se han examinado además de sus bases económicas, un caso específico que es el del ferrocarril. La problemática es de una notoria actualidad. AFE aparece como participante del llamado Sistema Nacional de Turismo Social, tendría un potencial muy significativo como recurso de la dinamización de la temática, pero exhibe problemas y limitantes evidentes. Además, su autonomía es relativa ya que depende de líneas generales del Ministerio de Transporte y Obras Públicas y de políticas más generales. Nada hace presumir que se produzcan cambios significativos en este aspecto. Este ejemplo estudiado, más otros elementos introducidos a lo largo del trabajo, han tratado de advertir sobre los límites que genera -en cuanto a recursos disponibles y directrices generales de intervención estatal- las herencias y la reproducción actual del patrón social de acumulación establecido. No obstante, también se ha aludido a que el recambio político regional, potencialmente ha abierto algunos espacios para la disputa de derechos sociales. Entre otras, las preguntas posibles pueden ser ¿cuán abiertos son tales espacios y que capacidad de incidir efectivamente existe por parte de organizaciones sociales? ¿qué capacidad hay de construir efectivamente el turismo como derecho social ante la situación socialmente crítica de amplios sectores? Y principalmente a nuestros efectos, ¿qué tensiones se presentan entre el actual patrón social de acumulación y una perspectiva de turismo como derecho social? Por ello en la última parte del trabajo, se ha tendido a observar la tensión entre un discurso tendiente a construir una idea de derecho social y los recursos –dicho en términos generales, no solo económicos- existentes para plasmar ese discurso. En tal sentido debe quedar claro que no es solo una cuestión de política desde un ministerio. Una transformación sustantiva en la perspectiva de turismo como derecho más generalizado, exige cambios en las posiciones sociales de los agentes. No parece que apelando básicamente a la voluntad de participación de los agentes privados, manteniendo la intervención estatal un papel de mero regulador y no generando apertura a otras formas de participación social, puedan proyectarse transformaciones en el sentido que el propio discurso institucional postula. BIBLIOGRAFIA Bourdieu, Pierre (2005) O poder simbólico, Rio de Janeiro, Editora Bertrand Brasil Ltda., (primera edición, 1989). Cordero Ulate, Allen (2006). Nuevos ejes de acumulación y naturaleza. El caso del turismo, Buenos Aires, CLACSO. Coutinho, Carlos Nelson (1999). Cidadania e modernidade en Perspectivas Nº 22, Revista de Ciências Sociais de la Universidade Estadual Paulista, Sào Paulo. Da Cunha, Nelly (2005): El fomento del turismo en Montevideo. La problemática de los hoteles municipales, 1915 – 1950 artículo contenido en Boletín de Historia Económica Nº 4, Montevideo, AUDHE. Da Cunha, Nelly (1998): Aquellos veranos higiénicos. Como se construyó el espacio turístico. 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