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LECTURA BÁSICA 1: Los Determinantes Sociales de la Salud Se sabe que desde antes del siglo XX se discutía de la importancia de los factores sociales sobre la salud de la población. Estudios demográficos importantes demostraban que en determinados países la mejora en la morbi - mortalidad de enfermedades se debía fundamentalmente a las condiciones de vida mejoradas por el saneamiento e infra estructura. Tarlov (1996), es uno de los primeros en emplear la expresión determinantes de la salud sistemáticamente. Este autor planteó cuatro categorías de factores determinantes de la salud: los factores genéticos y biológicos, la atención médica, el comportamiento individual en relación con la salud y las "características sociales dentro de las que tiene lugar vida". Entre estas categorías, según Tarlov, "las características sociales son las predominantes". (Tarlov A. 1996. Social determinants of health: the sociobiological translation. In: Blane D,) Los avances y estudios realizados en los años ´90 sobre la definición y valoración de las condiciones socio-económicas, la cultura, la educación, la equidad y el acceso a la atención de salud, así como las políticas sociales y otros factores estructurales y sistémicos como los determinantes de la salud, dieron mayor soporte y fundamento para ampliar el horizonte de la mirada y extender los campos de la prevención tradicional y reorientar la salud pública. En esa directríz, la OMS y OPS han venido desarrollando estudios y análisis sobre la equidad asociándola a la justicia social, principios básicos para el pleno ejercicio de las libertades y los derechos humanos. En este sentido van los esfuerzos a construir un movimiento global para la equidad en salud del cual todos debemos ser parte. La salud es considerada una aspiración universal y un derecho y una necesidad básica humana. Toda sociedad, independiente de su grado de desarrollo económico alcanzado, es juzgada por la calidad de salud de su población. Es decir, cómo ese derecho esta equitativamente distribuido en todo el espectro social, así como el grado de protección provista a los ciudadanos excluidos. Cabe mencionar que el campo semántico de los DSS esta abierto y es polisémico, para algunos, emplear ese término es caer en un determinismo que limitaría la capacidad de la sociedad y sus actores en producir los cambios necesario. Para otros, emplear el término “social” es excluir las dimensiones económicas, ambientales, políticas, culturales. Por su parte, los que apoyan el uso “social”, encuentra en él la fundamentación al entenderlo como término globalizador. Sin cerrar estas discusiones constructivas, para nuestro curso, el emplear DSS debe entenderse como un término semánticamente abierto pero globalizador que genera, a los fines estratégicos, un campo de intervención donde la equidad es la agenda central. De esta manera, la equidad1 es un concepto ético fundante y es tema central cuando se menciona a los determinantes sociales de la salud. Significa por tanto, intervenir en las “causas de las causas” que generan deterioro de la salud y producen enfermedad o muerte. Es decir en las estructuras sociales y en los determinantes sociales que condicionan esas estructuras. Se reconoce que la inequidad está dramáticamente distribuida y compromete a todos, y requiere observarse no solo entre países, sino también dentro de los países2 , sean pobres o ricos. La inequidad es evitable, pero requiere que el propio sector salud, reflexione y tome conciencia de sus limitaciones y responsabilidades asignadas históricamente sobre el cuidado y atención de los seres humanos. Es necesario hacerlo para generar los cambios que lleven a la equidad. Esto ubica en su justa medida que el sector salud, es importante pero no suficiente para la equidad siendo necesario la construcción de procesos sociales que lleven a un empoderamiento social que introduzcan cambios en las políticas públicas y que lleven al cumplimento efectivo de los fines: de justicia, de libertad y de derechos humanos. Existe una premisa irrefutable: las condiciones en las cuales la gente vive, se desarrolla y envejece tienen influencia en la salud. Las desigualdades en estas condiciones, conducen a la inequidad. En la mayoría de las sociedades existen estratificaciones, donde los recursos sociales, económicos, o de poder y prestigio son de distribución desigual, esto, según Senn (1999), impacta en la libertad de las personas para llevar la vida a nivel humano aceptable y a sufrir las consecuencias de una salud deteriorada. Pero cabe mencionar que no todas las desigualdades son 1 El Departamento de Equidad, Pobreza y DSS de la OMS, ha definido como “ la ausencia de diferencias injustas, evitables o remediables en salud entre grupos de población definidos social, económicamente, demográficamente o geográficamente” . 2 En el Salvador, si la madre no ha tenido educación sus hijos tienen 100 chances en 1000 de morir en el 1º año de vida y baja a 25 si ha logrado estudios. (World Bank, 2006) o como en el caso de áreas pobres de Glasgow (Escocia), donde la expectativa de vida de un varón de allí es de 54 años contra 82 años de áreas de mayor desarrollo económico social. (Hanlon, Walsh & Whayte, 2006). injustas e inequitativas, sabemos que atribuido a las diferencias biológicas entre sexos, la mujer vive más que los hombres, pero si esa mujer tiene menos expectativa de vida debida a su condición social eso sí es injusto y es inequitativo. De esta manera las desigualdades y la pérdida de la capacidad de llevar una vida sana conducen a la exclusión. La exclusión debe entenderse como: “un proceso dinámico y multidimensional generado por desigualdad en las relaciones de poder y se manifiesta en las dimensiones políticas, económicas, sociales y culturales a través de la afectación en distintos niveles que van desde lo individual, familiar, grupal, comunitarios pasando por el nivel país y regional hasta lo global. Esto resulta de una continua tensión entre inclusión-exclusión caracterizada por una injusta distribución de recursos e inequidad en salud creada y sostenida por desigual acceso al desarrollo de capacidades y derechos. Cabria preguntarse. ¿Como se manifiesta la exclusión? y responder: a través de la inequidad relacionada a justicia social y evidenciada en: las diferencias sustantivas en las posiciones sociales, la exposición diferenciada y vulnerabilidad diferenciada la afectación en los niveles de calidad de vida y de salud de los individuos. Intervenir sobre la exclusión significa estar, de manera permanente, relevando estas manifestaciones de la inequidad y de allí generar procesos de políticas publicas que actúen sobre esos determinantes, construyendo agendas globales y locales. Aquí cumplen un importante rol, los estudios que evidencian las brechas entre los de arriba y los de abajo en la escala social y en los gradientes de distribución, comparando según niveles ocupacionales alcanzados, entre géneros, etnias y niveles educativos logrados. Ese reconocimiento de la inequidad (obvio para quien lo padece) permite a los actores que definen y sustancian la asignación de recursos orientar las acciones hacia la equidad y evitar los riesgos y los padecimientos humanos evitables. Llevar a cabo lo anterior supone: 1. la necesidad de un nuevo enfoque que supere el modelo histórico que llevo a que el campo de la salud era competencia del sector. Ese enfoque se sustenta en tres principios orientadores: La inequidad no solo se da en referencia a la accesibilidad limitada y a la suficiencia del cuidado de la salud llevado a cabo por el sistema sanitario sino que también intervienen los determinantes sociales de la salud. Es decir, la aplicación de tecnología medica ayuda y es importante pero es más eficiente económica y socialmente crear las condiciones para que la población logre un bienestar general que lleva a una buena salud. La equidad es un objetivo de permanente búsqueda y aplicación no solo a nivel de las sociedades en general sino también dentro de ellas, minimizando las diferencias. La economía en crecimiento es y ha sido de gran importancia en mejorar las condiciones de vida pero no es suficiente sino va acompañada de políticas publicas que corrijan las diferencias que generalmente se producen. 2. La intersectorialidad. La inequidad se corrige fundamentalmente desde otros sectores y superando el mero accionar y provisión del cuidado a la salud. Este último es necesario pero no suficiente. Las condiciones en que la población nace, crece, se desarrolla, trabaja, envejece depende mucho más de la aplicación de políticas financieras, educativas, de empleo, de planificación urbana, más que del rol que pueda desarrollar un Ministerio de Salud a través de su red de servicios. La salud puede no ser objetivo explicito de una política de educación, transporte o empleo pero sí puede ser el resultado de una buena aplicación de ella. Generalmente al hablar de determinantes sociales de la salud, supone definir categorías estructurales y por ende de difícil intervención. Esto que en un principio es lógico suponer se contradice con estudios que hablan que en una generación el cambio es posible. En este sentido es útil disponer de un marco que permita clasificar las políticas de los determinantes según sus puntos de accesos sobre la producción social de las enfermedades o del bienestar que se quiere lograr. Hay cuatro puntos clave a lo largo de esta cadena en donde las políticas pueden intervenir: Tratando de reducir la “estratificación social” propiamente dicha, es decir, "reducir las desigualdades en el poder, el prestigio, los ingresos y la riqueza vinculadas a diferentes posiciones socioeconómicas". Tratando de reducir la exposición específica a factores que dañan la salud sufridos por las personas en posiciones desfavorecidas. Procurando reducir la vulnerabilidad de las personas desfavorecidas a las condiciones perjudiciales para la salud en las que se encuentran. Interviniendo mediante la atención de salud para reducir las consecuencias desiguales de la mala salud y prevenir el deterioro socioeconómico adicional entre las personas desfavorecidas que se ponen enfermas. En un sentido, estos cuatro puntos de acceso representan cuatro niveles "radicales" de las políticas posibles sobre los determinantes sociales de la salud. El primero atañe a los programas que procuran alterar la propia jerarquía socioeconómica mediante medidas redistributivas. El segundo y el tercero reflejan estrategias intermedias más moderadas dirigidas a proteger a los grupos desfavorecidos de las consecuencias negativas para la salud de su posición social, por ejemplo, mejorando las condiciones de trabajo o reduciendo el tabaquismo en los grupos de bajos ingresos. El cuarto punto está dirigido a las estrategias de prestación de atención médica que tienen por objeto la reparación del daño infligido por las fuerzas sociales en la salud de las personas vulnerables una vez que el daño ya se ha hecho y a prevenir los efectos de la enfermedad en la disminución aún mayor de su situación socioeconómica. Esta nueva forma de concebir la salud, sigue constituyendo un gran desafío en la definición de responsabilidades en los espacios de gestión local de la salud, no sólo dentro del sector salud, sino en la sociedad en su conjunto. Nos encontramos ante una oportunidad histórica de trabajar sobre ellos. Esto se fundamenta en los avances científicos y en los estudios probatorios alcanzados y en la movilización de gobiernos y de diferentes actores de la sociedad civil que acuerdan en desarrollar estas acciones y que se expresen en políticas públicas concretas. En este punto cobra jerarquía estratégica que los esfuerzos para reducir las inequidades, implica intervenir en la desigual distribución del poder, esto es, reconocer que actuar sobre los determinantes sociales de la salud, afecta intereses por lo cual debe considerarse como un proceso político. Por eso, corresponde a los gobiernos así como a la sociedad en general acordar en mejorar la situación de muchos de sus ciudadanos que enferman y mueren por causas evitables.