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Agonía entre explicar y comprender Una lectura sobre la fertilidad de habitar la tensión Gastón Beraldi ggberaldi@yahoo.com.ar Resumen El objetivo de este trabajo es dar cuenta, a través del debate epistemológico de la dicotomía entre explicar y comprender en ciencias sociales, la fecundidad de una filosofía de la tensión que ponga de relieve al conflicto, a la tensión, como categorías de análisis positivas, creativas y productivas y no como categorías negativas e improductivas. Para ello tomamos como eje la noción de “agonía” tal como la aborda Unamuno en su obra. Con ella pretendemos mostrar, por un lado, que las tensiones son fértiles y no infértiles como muchos sostienen, y por otro, que las concepciones que tienen propuestas de medianía, como acuerdo identitario entre partes, son más bien reproductivas o improductivas. Con estos objetivos en mira, este trabajo nos acercará primero a la noción de “agonía” y a sus derivaciones. Luego, con ella, atravesaremos la disputa iniciada a fines del siglo XIX entre explicacionistas y comprensivistas para, finalmente, mostrar cómo las tensiones, lejos de ser improductivas e indeseables, son productivas y deseables. Palabras clave: agonía-epistemología-filosofía de la tensión-Unamuno-hermenéutica Abstract The aim of this paper is to account, through the epistemological discussion of the dichotomy between explanation and understanding in the social sciences, the fecundity of a philosophy of tension that highlights the conflict and tension, as categories of analysis Profesor y Doctorando en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Docente de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), de la Facultad de Derecho (UBA), del C.B.C. y UBAXXI. Investigador en proyectos UBACyT y PRI (UBA). Autor de artículos en libros y revistas dedicados a la Filosofía de la Educación, a la Enseñanza de la Filosofía, a la Epistemología, a la Ética y a la Hermenéutica. 1 positive, creative and productive and not negative and unproductive. To do this we take as axis the notion of "agony" as making Unamuno in his work. With it we hope to show, first, that tensions are fertile, and are not infertile as many argue, and secondly, that the conceptions that have proposed an average agreement between parts of, as identity, are reproductive or unproductive.With these objectives in view, this paper our the first approach to the notion of "agony" and its derivations. Then cross the dispute began in late nineteenth century between explicacionistas and comprensivistas to finally show how tensions, far from being unproductive and undesirable, are productive and desirable. Key words agony-epistemology-philosophy of tension-Unamuno-hermeneutics En los últimos años, presenciamos con bastante regularidad, debates y comentarios sobre un hecho político-social que es denominado en ocasiones como una dialéctica de amigo-enemigo, y que nosotros preferimos aquí llamar una dialéctica de antagonistas. Estas voces parten sobre todo desde los medios masivos de comunicación, aunque también es notable la repercusión que ha tenido en el conjunto de la sociedad. Son voces dirigidas a denunciar las posiciones que en la sociedad civil y política no entran en diálogo o no están dispuestas al diálogo. Al parecer también, la crisis político-económica instalada hoy en los países centrales y que repercute asimismo en nuestra América, parece haber acentuado estas disyunciones absolutas. Bien sabemos que este tipo de discurso de antagonistas no es nuevo en occidente, y muchas veces se encuentra asociado a formas de absolutismos o imperialismos. Una de esas formas ha sido la del imperio de la razón, que en la Modernidad sentó sus bases a través de los pensadores de la Ilustración que luego fue decantando hacia diversas formas de racionalismos, entre ellos, y uno de los más influyentes, el positivismo. El objetivo de este trabajo es dar cuenta, a través del debate epistemológico de la dicotomía entre explicar y comprender en ciencias sociales, la fecundidad de una filosofía 2 de la tensión que ponga de relieve al conflicto, a la tensión, como categorías de análisis positivas, creativas y productivas y no como categorías negativas e improductivas. Para ello tomamos como eje la noción de “agonía” tal como la aborda Unamuno en su obra. Con ella pretendemos mostrar, por un lado, que las tensiones son fértiles y no infértiles como muchos sostienen, y por otro, que las concepciones que tienen propuestas de medianía, como acuerdo identitario entre partes, son más bien reproductivas o improductivas. Con estos objetivos en mira, este trabajo nos acercará primero a la noción de “agonía” y a sus derivaciones. Luego, con ella, atravesaremos la disputa iniciada a fines del siglo XIX entre explicacionistas y comprensivistas para, finalmente, mostrar cómo las tensiones, lejos de ser improductivas e indeseables, son productivas y deseables. 1. Algunas consideraciones sobre el concepto de “agonía” El significado de la voz “agonía” en nuestra lengua, actualmente está ligado a la imagen del tiempo inmediatamente anterior a la muerte. Un estado último frente al inevitable fin. Pero es interesante notar que este significado del término no es el primitivo ni el que siempre primó. Tomado del latín medieval “agōnia” y éste del griego “ἀἰ”, el término tiene como significados originarios: lucha, combate, contienda; ejercicio gimnástico, certamen gimnástico; y recién en el siglo IV la voz griega cobra el sentido de angustia y congoja. Del término “agonía”, que en nuestra lengua data del siglo XIV, se derivan luego “agonizar” tomado del latín “agonizare” y éste del griego “ἀ”: luchar. Lo mismo que “agonioso”, “agonista” y “agonístico”. Los términos “antagonista” y “protagonista” también son derivaciones de la misma voz.1 Asimismo, la voz “agonía” tiene como raíz “ago” (ἄllevar, conducir, atraer, educar;2 de donde provienen los términos “ágora” y “agón” entre otros. Agones3 se denominó a los juegos que celebraban 1 Cfr. Corominas, J. y Pascual, J.A., Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1980, Tomo 1, p.74. También en: Pabón de Urbina, J.M., Diccionario manual griego-español. Vox, Barcelona, Biblograf, 17ª ed., 1994, p.7. También en http://dicciomed.eusal.es (artículo “agonía”). 2 Cfr. Pabón de Urbina, J.M., Op.cit., p.7 3 Cfr. Mellado, Francisco de P., Enciclopedia Moderna. Diccionario Universal de Literatura, Ciencias, Artes, Agricultura, Industria y Comercio, Tomo I, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Mellado, 1851, p.532 3 los antiguos griegos en ciertas fiestas, y que consistían no sólo en luchas gimnásticas, sino también en oposiciones de música, poesía y danza. De allí que “agón”(ἀὠ, estrechando su significado, poco a poco, pasó a designar sencillamente ‘lugar de competición’ y a los competidores, a los luchadores, ‘agonistas’ y, al adversario, ‘antagonista’. Y la competencia como tal, el juego, la lucha, el combate, el enfrentamiento: ‘agonía’ (ἀἱ). Este sentido de “agonía” como lucha, como guerra o tensión, adquiere gran relevancia a través de la noción –íntimamente ligada- de pólemos del pensamiento de Heráclito. Recordemos que para Heráclito “[…] todas las cosas se originan en la discordia.”4 “La guerra es el padre y el rey de todas las cosas.”5 Y “[…] Debemos saber que la guerra es común a todos y que la discordia es justicia y que todas las cosas se engendran de discordia y necesidad.”6 Esta característica concepción de la existencia de las cosas le valió a Heráclito la calificación de ser considerado el fundador de la dialéctica. Esta dialéctica, según Erich Fromm, tiene como fuente el pensamiento oriental que, en oposición a la lógica aristotélica encontramos lo que podríamos denominar una lógica paradójica. Este tipo de lógica ha predominado en el pensamiento chino e indio, en la filosofía de Heráclito, y posteriormente, bajo el nombre de dialéctica se convirtió en la base de la filosofía hegeliana. Según Fromm, la formulación del principio general de la lógica paradójica de Lao-tsé (siglo IV/VI a.C.), tiene su correspondencia y su primera manifestación en el pensamiento occidental en la filosofía de Heráclito al indicar que el conflicto entre los opuestos es la base de toda la existencia.7 De la tradición griega pasa el vocablo a la tradición cristiana. Abrevamos en este concepto a partir de la obra de Unamuno, quien retoma este sentido de “agonía” no sólo de las lecturas del pensamiento heraclíteo, sino también de San Pablo y San Agustín, y luego de la lectura de Pascal, de Proudhon, y de la lectura de sus años de juventud de Pi y Margall, las que se conjugan junto a la sentido originario de “agonía” para constituir la base primitiva de su pensamiento agónico o agonista.8 En Unamuno, el término “agonía” no sólo es usado retomando el sentido primigenio de lucha, semejante al pólemos heraclíteo, sino que además, es recreado como una lucha donde 4 Heráclito, Fragmentos, Buenos Aires-Barcelona, Orbis-Hyspamérica, 1983, Fragmento 8, p.198 Heráclito, Op.cit., Fragmento 53, p.220 6 Heráclito, Op.cit., Fragmento 80, p.232 7 Cfr.Fromm, E., El arte de amar, Barcelona, Paidós, 2007, pp.98-100 8 Cfr. Cerezo Galán, P., Las máscaras de lo trágico, Madrid, Trotta, 1996, p.122 y 157 5 4 no hay esperanzas de victoria alguna. Así, es permanente lucha que no debe reducirse o sintetizarse en una posición victoriosa. Para Unamuno, hay que aceptar la agonía y vivir de ella, hay que aceptar el conflicto y vivir de él. Lo que pide Unamuno es una moral de batalla. La agonía debe ser la condición de nuestra vida espiritual, y por tanto no cabe concordia alguna.9 Sólo vive de veras aquel hombre y aquella sociedad que viva de sus contradicciones íntimas,10 ya que social o individualmente comprendida, toda vida auténticamente humana se da, para Unamuno, en constante contradicción, en perpetua guerra civil.11 Este sentido de “agonía” como lucha perpetua es el que queremos y pretendemos rescatar en este trabajo. Si bien en un principio, en su obra, Unamuno sitúa la agonía entre la facticidad de la finitud individual y el deseo de infinitud –tensión que se mantiene siempre presente en su obra-, la traslada luego a casi todo par tensional: vida-razón; sentimientos-razón; fe-razón; cabeza-corazón; pensamientos-ideas; ciencia-poesía; sujeto-individuo; individuo-persona; etc. Por tal motivo, extendemos nosotros este traslado para expresarla en el par explicarcomprender. 2. Agonía entre explicar y comprender: un caso ejemplar de la fecundidad del conflicto En este parágrafo y el siguiente, pretendemos mostrar de manera panorámica, el origen y las discusiones posteriores en torno a lo que se denominó el debate “explicacióncomprensión” en las ciencias sociales. Sin embargo, no es nuestra intención realizar una descripción de la metodología formulada por los distintos pensadores en torno a esta cuestión, sino más bien, mostrar los desarrollos que ha posibilitado una tensión epistemológica como ha sido y sigue siendo la de explicar y comprender, y que por tal motivo creemos que se hace fructífero habitar la tensión. La tensión suscitada en torno a esta cuestión, nos es útil, entre otras tantas, para ilustrar, la fecundidad de los antagonismos. 9 Cfr. Unamuno, M. de, Del sentimiento trágico de la vida, Madrid, Biblioteca Nueva, 2006, ps.87-9, 102, 149 y 155 10 Cfr.Unamuno, M.de, “Discípulos y maestros”, en Filosofía y Letras, Año 1, Nº6, Madrid, Mayo-1916, p.1 11 Cfr.Pascual Mezquita, E., “Visión heraclítea de la historia en M.de Unamuno”, en Cuadernos de la cátedra Miguel de Unamuno, Salamanca, Ed.U.Salamanca, Nº32, 1997, p.198 5 Quisiéramos advertir aquí, que las ideas desarrolladas por los dos frentes en conflicto, descubren en su base, en mayor o menor medida, la concepción evolutiva dialéctica de Hegel y las concepciones evolutivas biológicas de Spencer y Darwin, lo que implicaría que la tensión, la lucha, sería productiva en tanto progresiva o evolutiva en clave materialista. Sin embargo, creemos aquí, que la productividad de las tensiones no necesariamente descubre un carácter progresivo o evolutivo de los desarrollos teóricos, sino que, al modo de la inconmensurabilidad de los paradigmas kuhnianos, no se disuelve una cosmovisión en otra, sino que pueden convivir en tensión. Por eso no es nuestra intención sostener una tensión como posibiltadora de un progreso, sino tan sólo como fecunda en términos productivos, en tanto la tensión nos obliga a repensar y a re-crear nuestras prácticas. Lo que es lo mismo decir, que la tensión es la fuente y fruto del pensamiento filosófico si lo vemos como una racionalidad del conflicto. *** El carácter científico de la reflexión sobre la naturaleza de la sociedad es un hecho muy reciente. Sólo la economía había logrado, y no mucho antes, incorporarse dentro del canon de lo que llamamos ciencia. Las ciencias de la naturaleza de la Modernidad se transforman en rectoras del conocimiento tomando las bases del racionalismo, que en su crítica al criterio de autoridad propio de la Edad Media, intentan fundamentar el conocimiento excluyendo cualquier componente metafísico. El problema que se presentaba era si podía fundarse el conocimiento sobre la vida social con estos mismos criterios. El debate metodológico, iniciado con relación a la ciencia económica, se extendía de ese modo a todo el edificio de las ciencias sociales. Ante esta cuestión Comte, hacia 1830, propone a la sociología, o como él la llama, la “física social”, como la disciplina que, utilizando los mismos métodos que las ciencias naturales –una metodología basada en leyes causales-, pueda encontrar las leyes que gobiernan el comportamiento de los fenómenos sociales. La influencia comteana en el campo social estaba fundada en su programa social basado en tres principios: a) el monismo metodológico; b) el ideal matematizante; y c) la explicación legaliforme. Así, se entendía que el método de justificación, modelo en las ciencias fácticas, era el correspondiente a las ciencias naturales, y en ese sentido, las ciencias sociales se subsumían 6 bajo dicho modelo. La idea de un único método para todas las ciencias, el patrón matemático que debe cumplir toda formulación científica, y la explicación de los hechos sociales mediante leyes, conformarían el núcleo del positivismo. La enorme influencia del positivismo, y la vigencia intelectual de Comte, tiene como contrapartida el surgimiento de una corriente crítica surgida en Alemania a fines del siglo XIX: el historicismo. Si para el positivismo es posible hablar de unidad de los hechos de los que se ocupaba la ciencia natural, esta corriente, en cambio, da cuenta de la diversidad de los fenómenos sociales e históricos. Así, al positivismo se le opone programáticamente el antipositivismo, que tiende a sostener un contraste entre, por una parte, las ciencias que al modo de la física, la química o la fisiología, aspiran a generalizaciones sobre fenómenos reproducibles, y por otra parte, las ciencias que, como la historia, buscan “comprender” las peculiaridades individuales y únicas de sus objetos, impugnando el enfoque positivista de la explicación. En la sociología, el camino que había sido emprendido por el positivismo francés e inglés, la cultura alemana, enfrentada, se veía constreñida ahora a tomar posición. Al rechazo del método de investigación sociológico de Comte o Spencer, debía sumarse, o bien un rechazo de la sociología en cuanto tal, o bien un esfuerzo por definirla sobre otra base. Así, “[…] se desarrollan en el mundo de los hombres las formas de visión del mundo y luchan entre sí por el dominio del alma.”12 Se imponía la necesidad de diferenciar la función de la sociología y de formular un sistema de categorías sociológicas que poseyesen un uso específico. Rechazado el presupuesto positivista de un orden necesario de leyes sociales que la sociología debe determinar, y rechazada la analogía entre física y sociología, la cultura alemana asignaba a la investigación sociológica la tarea de analizar las formas típicas de relación social. Esta dependencia del positivismo y su lucha con él, condicionaría la obra entera de Dilthey y la de los neokantianos. De la corriente historicista, surgen dos respuestas divergentes: las de Windelband y Rickert por un lado, y la de Droysen y Dilthey, por otro. Windelband plantea la especificidad de uno y otro campo de estudio como una divergencia de tipo metodológica, distinguiendo las ciencias nomotéticas de las ciencias ideográficas. Esta misma división es 12 Dilthey, W., Teoría de las concepciones del mundo, Barcelona, Altaya, 1997, p.47 7 aceptada por Dilthey, sosteniendo además que las ciencias histórico-sociales forman parte, junto con la psicología, de las ciencias del espíritu; y estas se contraponen a las ciencias de la naturaleza que, al condicionar la diversidad del método empleado, caen en un reduccionismo metodológico. Dejaremos de lado aquí los alcances de la vía explorada por los neokantianos, ya que el paradigma comprensivista se sitúa del lado de la vía diltheyana. Para Dilthey, como el hombre puede dar signos de su propia existencia, el hombre no es radicalmente ajeno al hombre, como sí lo es respecto de las cosas, ya que comprender esos signos es comprender al hombre, y esto es lo que el positivismo ignora subsumiendo el mundo psíquico al físico. Conocer al prójimo es posible porque la vida produce formas y se exterioriza en configuraciones estables, los productos culturales. La vida espiritual se fija en conjuntos estructurados susceptibles de ser comprendidos por otro.13 Así, las Geisteswissenschaften, no pueden, sostiene Dilthey, pretender la comprensión de la vida a través de categorías externas a ella –como lo pretende el positivismo-, sino a través de categorías intrínsecas, derivadas de ella misma. Por tal motivo, no deben explicar, sino comprender y no lo pueden hacer mediante los métodos de las ciencias naturales sino mediante los suyos propios. Por eso, para Dilthey, la comprensión en las “ciencias del espíritu” se da porque la vida se exterioriza en textos o en las grandes obras de la cultura, que dan cuenta de las vivencias del que las escribió y las produjo, permitiéndonos comprender, además del texto, a su autor.14 Este primer enfrentamiento en torno a la metodología propia de las ciencias sociales, posibilita la emergencia de la hermenéutica como una metodología fundamental para la comprensión de los fenómenos históricos y sociales, subordinando así la problemática filológica y exegética de la hermenéutica anterior, y asimismo, distanciándose del positivismo decimonónico. Estas cosmovisiones que luchan por el dominio del alma, como decía Dilthey, y desde la epistemología por el dominio del conocimiento, podríamos decir, no culminan en esta primigenia oposición entre explicar y comprender, entre Comte y Dilthey, sino que se extiende más allá, y al interior mismo de las cosmovisiones, y llega hasta nuestros días. 13 14 Dilthey, W., Dos escritos sobre hermenéutica, Madrid, Istmo, 2000, p.33 Dilthey, W., Op.cit., p.25 8 Esta primera tensión suscitada entre las concepciones, que a grandes rasgos podemos denominar como positivista-explicacionista-causalista y antipositivista-comprensivistahistoricista de las ciencias sociales, se constituyen como el punto de partida de una larga serie de intentos por resolver/disolver la tensión. Son precisamente estos intentos los que nos interesan destacar mostrando cómo todos ellos son fruto de esta tensión primigenia y se desarrollan tensionalmente frente a la diversidad de propuestas que, posibilitan a su vez, nuevos desarrollos, nuevas construcciones teóricas, obligándonos a repensar y a recrear el problema. 3. La fecundidad de las tensiones: los desarrollos posteriores Si en sociología Comte era el principal representante del positivismo, Max Weber, siguiendo la línea historicista pero en forma crítica, se inclinaba hacia el lado opuesto de Comte, el antipositivismo. Y uno de los elementos que aparecen en la concepción weberiana del método científico es el Verstehen diltheyano.15 Weber vive y se educa en un ambiente tensionado entre el positivismo y el historicismo. La metodología weberiana de los tipos ideales, constituye el esfuerzo por resolver los problemas planteados por el debate interno (Dilthey-Windelband/Rickert) de las ciencias histórico-sociales y por el debate general acerca de su función desarrollados por la cultura alemana en los dos últimos decenios del siglo XIX. Weber se había topado con esos problemas en su propia labor de historiador y de sociólogo. A través del análisis de los presupuestos de la escuela histórica de la economía, toma posición frente a la herencia metodológica romántica al cabo que define su actitud con relación a la antítesis entre el punto de vista de Dilthey y el compartido por Windelband y Rickert. Weber rechaza así tanto la aplicación de los conceptos biológicos al estudio de los fenómenos económicos (antirreduccionista), como también la noción romántica de Volksgeist como fundamento real de las manifestaciones del desarrollo de determinada sociedad. Con ello planea ampliar el alcance de su análisis hasta convertirlo en una ciencia rigurosa que se conformará en la crítica a la herencia romántica. 15 Weber, M., Ensayos sobre metodología sociológica, Buenos Aires, Amorrortu, 1973, p.63 9 La polémica antirromántica y el esfuerzo por justificar el carácter objetivo del conocimiento histórico, constriñeron a la metodología weberiana a elegir entre la posición diltheyana y la neokantiana. Weber rechazará algunas tesis del análisis de Dilthey. Sin embargo, esta elección a favor de Windelband y Rickert no constituye un rechazo integral de las tesis de Dilthey. Combate en las tesis de Dilthey su aspecto romántico, y no las adquisiciones positivas. Acepta que las ciencias sociales e históricas tengan un campo de investigación y una metodología propia. Pero afirmar que estas ciencias deben emplear el método de la comprensión es plenamente legítimo, sólo si ello no es ya un Verstehen inmediato, quitándole así el componente romántico. Weber entiende a la sociología como una ciencia que intenta la comprensión de la acción social para alcanzar una explicación cuasi causal, ya que las uniformidades del modelo de los tipos ideales no son leyes en el sentido sostenido por la sociología positivista, sino uniformidades empíricamente comprobables y expresadas en formas de tipos ideales, y es aquí donde la consideración del Verstehen diltheyano entra en juego. Así, frente al paradigma positivista, monista, reduccionista y explicacionista presentado a partir de la concepción comteanea, el antipositivismo alemán, se enfrenta a él con el modelo hermenéutico, netamente comprensivista, romántico e historicista, de Dilthey, por un lado, y con el modelo de los tipos ideales de Weber, que podríamos calificar como un modelo mixto comprensivo-explicacionista, por otro. Las teorías de Dilthey y Weber, si bien comparten muchos de sus aspectos, en otros se oponen netamente. Por eso, en adelante presentamos a aquellos autores que, siguiendo o rechazando la línea del comprensivismo diltheyano, avanzan desde allí para inclinarse o bien por una metodología comprensivista crítica, o bien por una metodología mixta al estilo de Weber, pero siempre tomando como referencia a la comprensión como método de las ciencias del espíritu. *** Alfred Schütz intenta una reformulación de la sociología comprensivista, y sostiene que la comprensión es la reconstrucción de las perspectivas que los individuos tienen de la sociedad. Vinculado a los desarrollos de la hermenéutica, el punto de partida de sus estudios se sitúa en la noción de Lebenswelt de la fenomenología husserliana. En defensa de los ataques positivistas hacia Weber, Schütz completará la fenomenología husserliana 10 con la sociología de la acción y la comprensión de Weber intentando compatibilizar la neutralidad valorativa weberiana y la aprehensión del sentido de los comportamientos reclamada por la fenomenología. Como discípulo de Husserl, Schütz es consciente de la disputa entre el naturalismo positivista y el historicismo, calificando a los primeros de reduccionistas y defendiendo a Weber de las críticas de estos. Siguiendo a Weber, Schütz sostiene que la cuestión principal de las ciencias sociales son los actores sociales y que su accionar, su conducta, no puede ser explicada mediante esquemas causales del tipo del de las ciencias de la naturaleza, sino que tiene que ser comprendida, siendo tarea de las ciencias sociales tratar de interpretar la realidad social.16 Schütz toma y conjuga el concepto de acción social de Weber con el de intersubjetividad de Husserl. Otro de los casos que podemos presentar como ejemplo de la fecundidad del pensamiento tensional, es el caso de Gadamer, quien representa asimismo la búsqueda de una respuesta al problema diltheyano de la empatía; al vacío dejado por Heidegger frente a la epistemología; y a la necesidad de rescatar las nociones de “prejuicio” y “tradición” desterradas por la Ilustración y los neokantianos. En Verdad y Método inicia el movimiento de retorno desde la ontología a los problemas epistemológicos. Con Heidegger, en Ser y Tiempo, la teoría del conocimiento queda desde el principio invertida por un interrogante que la precede. La hermenéutica ontológica parece incapaz, por razones estructurales, de desarrollar esta problemática del retorno a lo epistemológico, y así impide repetir la pregunta epistemológica después de la ontología.17 La tarea de Gadamer, y luego la de Ricoeur también, será restituir la vía epistemológica pasada ya por la ontología heideggeriana. En ese sentido, para Gadamer la comprensión ya no será una noción psicológica, como en Dilthey, y en tanto relacionada con el problema del lenguaje, aplica el método hermenéutico al análisis de textos históricos, sosteniendo la naturaleza histórica de la comprensión misma. Para diferenciar las ciencias del espíritu de las naturales, recurre a la noción de historia como un componente esencial que permite medir la distancia entre unas y otras. La diferencia es que el científico social puede entrar en diálogo con sus objetos a 16 17 Schütz, A., El problema de la realidad social, Buenos Aires, Amorrortu, 1973, p.60 Ricoeur, P., Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II, Buenos Aires, FCE, 2001, pp. 89-90 11 fin de comprenderlos, mientras que el científico natural no. Y la comprensión del objeto histórico es posible gracias al lenguaje. Crítico de la hermenéutica romántica -que pretendía una identidad entre el intérprete y lo interpretado-, Gadamer ve en el distanciamiento que nos muestra el texto, la clave de la comprensión. Por eso, para comprender, no hay que buscar una identidad con el autor del texto, sino que hay que abordar, la cosa del texto. Sosteniendo que hay una tensión entre la objetividad del texto y la subjetividad del intérprete, la forma de resolver esta tensión es mediante la fusión de horizontes, es decir, lograr un acuerdo de ajuste de nuestros prejuicios. El sentido propio de la comprensión siempre se halla en un contexto de horizonte que se extiende hacia el pasado y el futuro. La historicidad y la temporalidad son dimensiones inherentes e inevitables de toda comprensión. Por ello adquiere un gran valor para Gadamer las nociones de “prejuicio” y de “tradición” (tan criticadas por las filosofías de la Ilustración y neokantianas), ya que no es posible, según él, una interpretación que esté libre de prejuicios.18 Pero los prejuicios no necesariamente deben tener un carácter negativo, como muestra el pensamiento de la Ilustración. “[…] “Prejuicio” no significa en modo alguno algo falso, sino que está en su concepto el que pueda ser valorado positivamente o negativamente […]”19 El prejuicio aquí tiene un carácter positivo ya que sólo afirma su anterioridad temporal respecto a un juicio definitivo. Así, el intérprete, cuando comprende el pasado está guiado siempre por sus prejuicios, resultantes estos de su existencia histórica. En el mismo sentido, el concepto de “tradición” recobra un valor positivo en la hermenéutica de Gadamer, ya que no podemos desligarnos de la tradición porque vivimos inmersos en ella. “[…] La comprensión en las ciencias del espíritu comparte con la pervivencia de las tradiciones un presupuesto fundamental, el de sentirse interpelado por la tradición misma.”20 De esta manera, toda comprensión es situada, se hace desde una determinada perspectiva (la del intérprete) que comporta tanto un límite (las anticipaciones previas) como la posibilidad de que se des-oculte el sentido del texto (en el continuo reproyectar del intérprete). 18 Gadamer, H.G., Verdad y Método, Salamanca, Sígueme, 2ª ed., 1999, pp.335-6 Gadamer, H.G., Op.cit., p.337 20 Gadamer, H.G., Op.cit., p.350 19 12 Así, la comprensión del pasado no es posible sin la referencia al presente, y ese pasado histórico se me presenta hecho lenguaje a través de las producciones culturales, a través de los textos. Toda interpretación del pasado tiene su nacimiento en el presente, interpretamos el pasado desde el ahora, dentro de una trama de ideas preconcebidas, que determinan la diferencia entre presente y pasado. Todo acto de comprensión o de interpretación implica una relación entre apropiación y distanciamiento. Por un lado el fenómeno que se comprende deja de ser ajeno al intérprete (es apropiado lo que era distante), y por otro, la comprensión es posible porque el fenómeno comprendido y el intérprete están relacionados desde el inicio al ser parte ambos de un proceso histórico y de una tradición que Gadamer, relación que él denomina Wirkungsgeschichte, “histórica efectual” o “conciencia de la historia efectual”. Por otro lado, en este mismo movimiento de retorno hacia la epistemología, Ricoeur, pone en cuestión la dicotomía “explicar o comprender”, partiendo de la homología entre tres problemáticas: la del texto, la de la acción y la de la historia.21 En Del texto a la acción, problematiza el intento de resolver la aporía central de la hermenéutica, es decir, la alternativa entre explicación y comprensión, aporía que a su juicio es infundada. Busca la complementariedad de las dos actitudes, dado que, la objetivación del discurso en la obra y el carácter estructural de la composición, a lo cual se agregará el distanciamiento mediante la escritura, lo obliga a poner en tela de juicio la oposición recibida de Dilthey entre comprender y explicar. La hermenéutica ricoeuriana centrada en la categoría de texto le abre las puertas a la indagación en el campo de las ciencias sociales y por ende al espacio para la discusión epistemológica. La noción de “texto” acuñada por Ricoeur, nos aleja tanto de la senda romántica como de la estructuralista, nos aleja a la vez de la relatividad historicista del planteo diltheyano, de la impugnación epistemológica heideggeriana, y de la apropiación gadameriana. En este último sentido, en polémica con Gadamer, dirá que la noción de distanciamiento es la que permite fundamentar desde un punto de vista científico el saber acerca del hombre. El texto servirá como paradigma del distanciamiento, en el que se 21 Ricoeur, P., Op.cit., pp.149-150 13 revelará un rasgo fundamental del diálogo histórico que mantenemos con la tradición, que es, en definitiva, “[…] una comunicación en y por la distancia.”22 Asimismo, el planteo realizado en La memoria, la historia, el olvido, nos lleva de la narración a la representancia. Ricoeur se dedica a mostrar las diferencias que existen entre la fase representativa y la explicativo/comprensiva y a tomar distancia de la confusión narrativista entre ambos niveles de análisis. Aquí el problema de la fase escrituraria, pasa precisamente por ser el relato la forma en que es configurada la historia. El uso de la categoría de “narración” para analizar la historia pone en primer plano la clausura narrativa en detrimento de la referencia. La categoría de “representancia” (Vertrettung) acuñada por Ricoeur para suplir a la de “representación-copia” (Vorstellung) de raíz kantiana, será la vía de retorno a la epistemología de la historia amenazada. Asimismo, el uso de la categoría de “narración” para el análisis de la historia llevaba a enfatizar la clausura narrativa en detrimento de la cuestión de la referencia, y así la comparación entre historia y ciencia era desplazada a la de narración histórica y ficción. Atento a esto, Ricouer propone que el uso de la categoría de “representación-representancia” presenta dos grandes ventajas a diferencia de la de “narración”: por un lado, se puede presentar como una ampliación en la perspectiva narrativista, ya que una narración es una representación, aunque no toda representación sea narrativa; por otro, la representación remite a lo representado, a diferencia de la narración que se clausura a sí misma. Así, el modelo de la representancia es un modelo “menos malo” que otros para la verdad en historia.23 Así, según Ricoeur, las objeciones planteadas por la epistemología positivista en torno a la objetividad del conocimiento generado comprensivistamente serán salvadas si recurrimos a la noción de texto y sus consecuencias, es decir, si recurrimos a la idea de la objetivación del discurso por medio de la escritura. Si la acción social puede ser considerada como un texto, entonces los investigadores sociales pueden recurrir a una lectura de lo social para develar su comportamiento. La propuesta de Ricoeur toma la forma de una dialéctica entre comprensión y explicación, compuesta por dos movimientos, uno que va de la comprensión a la explicación, y el inverso, que va de la explicación a la comprensión. 24 La explicación, dirá 22 Ricoeur, P., Op.cit., p.95 Ricoeur, P., La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2008, p.370 24 Ricoeur, P., Del texto a la acción, Op.cit., p.153 23 14 Ricoeur, será el camino obligado de la comprensión.25 Pero, comprendemos el mundo que el texto nos impone, y así “comprender” no es como en los románticos, intuir mediante empatía la psiquis del autor, sino que es un saber orientarse dentro de ese conjunto de significaciones dadas en el texto, la referencia, ese mundo abierto por el texto, y el distanciamiento es la condición de la comprensión.26 Los expuestos aquí, son sólo algunos casos en que la tensión entre explicación y comprensión ha posibilitado nuevos producciones teóricas. Podríamos en este sentido también presentar la propuesta del ala analítica o más analítica de la vía comprensivista que tienen en las figuras de von Wright, Winch y Giddens, los ejemplos más paradigmáticos. Pero las repercusiones de la tensión entre explicación y comprensión no sólo han afectado a las posiciones afines a la hermenéutica o a las afines a la filosofía analítica. Así como Dilthey por un lado, y los neokantianos por otro, se oponen programáticamente a Comte y el positivismo, se suscitará también una tensión entre el historicismo de Dilthey y el de Windelband y Rickert. Tensión que tendrá como consecuencia nuevos desarrollos en la filosofía, y que dividirá las aguas entre la línea hermenéutica que sigue a Gadamer, y la línea que sigue a Habermas. Un conflicto epistemológico que ha sido bien retratado por Ricoeur,27 para quien, como vimos, la dicotomía explicar-comprender, debe ser reemplazada por la conjuntiva de que explicar más es comprender mejor. Po último, es necesario subrayar que los últimos desarrollos en torno a esta cuestión han tratado o bien de sintetizar o bien de disolver la antinomia explicar o comprender. 4. Algunas consideraciones finales en torno a la fecundidad de las tensiones Dilthey, en Teoría de las concepciones del mundo, sostenía que “La lucha de las ideas del mundo entre sí no ha llegado a una decisión en ningún punto capital.”28 Precisamente, lo fructífero de ello es no haber llegado, porque “haber llegado” es poner el punto final. 25 Ricoeur, P., Op.cit., p.103 Ricoeur, P., Op.cit., p.110 27 Cfr.Ricoeur, P., “Hermenéutica y crítica de las ideologías”, en Hermenéutica y acción, Buenos Aires, Prometeo, 2008, pp.147-185 28 Dilthey, W., Op.cit., p.49 26 15 En este sentido, sería ciertamente ilusorio, como nos hace saber von Wright, creer que la verdad reside inequívocamente en una de estas dos posiciones opuestas (explicacionistacomprensivista), sino que, coincidiendo con este, existe una confrontación de base, y ésta se funda en la elección de conceptos primitivos básicos para la argumentación en conjunto.29 En este caso, la tensión “explicación-comprensión” potencia todo un abanico de ideas que se van reconduciendo a partir de la tensión originaria, desplegando nuevas tensiones y nuevas rupturas que no se clausuran. El concepto de “agonía” tal como lo comprende Unamuno, como una dialécticapolémica sin síntesis, sin reducción, abierta, potencia la apertura a la dimensión de la diferencia, escapando a la clausura de la alteridad, y obturando asimismo cualquier filosofía que ponga un punto final, cualquier filosofía dogmática, cualquier filosofía que propugne una verdad absoluta y universal, abriendo así la dimensión del entre, de la tensión, clausurando los absolutismos, las razones últimas, abriendo la posibilidad a una racionalidad del conflicto, que es en definitiva, una racionalidad agónica, una filosofía de la tensión. En cambio, tanto el diálogo como las síntesis dialécticas, no hacen más que, reproducir las estructuras y las identidades, y anular, en su recuperación, la tensión, lo que equivale a clausurar las ideas y destruir la posibilidad del surgimiento de la diferencia, y de la producción y creación de nuevo conocimiento. Esto permite observar que tales categorías no son productivas, sino más bien reproductivas o improductivas. En cambio, creemos que el conflicto es mucho más productivo. Creemos que las tensiones son fructíferas por cuanto nos abren nuevas alternativas. En el conflicto no hay diálogo, sino dialogía, hay agonistas en agonía, y así son antagonistas, y sólo la producción de nuevas formas, sólo la creación de nuevas teorías permite la supervivencia de las mismas, mientras que un “acuerdo negociado”, no hace más que reproducir, de una u otra forma, lo ya dicho. La creadora dialéctica íntima de la historia se revela, sobre todo, en la oposición entre las generaciones sucesivas. […] Y entre estas intestinas luchas civiles de una sociedad, de un pueblo; entre estas fecundas contradicciones íntimas que hacen la historia no hay acaso otra más 29 Von Wright, G.H., Explicación y Comprensión, Madrid, Alianza, 1979, p.57 16 fecunda, más creadora, más vivificadora, más enriquecedora que la entablada entre unas y otras generaciones sucesivas, […]30 Así, cuanto mayores sean las diferencias entre los antagonistas, más espacio hay en el entre para el surgimiento de nuevas producciones, más espacio hay para la diferencia. No es una producción dialogada, que no es sino reproducción en busca de una identidad imposible, es en cambio, una producción desde la tensión y a partir de las diferencias. El único homenaje digno de la generación que nos precedió […] es que la sometamos a nuestra crítica demoledora, que la neguemos. Y es el único homenaje digno que pude rendirnos a nosotros la generación que nos sucede. Así se establece la continuidad dialéctica y dilemática y hasta polémica; así se hace historia.31 Pero además, esta “filosofía de la tensión”, es una “filosofía hermenéutica de la tensión”, porque es un modo de leer, es una clave de lectura, una línea de interpretación, no sólo de los textos y de los conceptos, sino del mundo y de la vida. Así, leemos los textos, el mundo y la vida como posiciones encontradas y como conceptos en tensión. Es un modo de afirmar todo y negarlo a la vez, es un modo de hacer filosofía fundado en cierto escepticismo y abierto a la crítica. Dilthey, ya supo ver esta tensión al decir que la contradicción entre la conciencia histórica y la pretensión de validez universal de las filosofías se hacía cada vez más áspera, aunque sostenía, que esta contradicción alimentaba el espíritu escéptico. 32 Precisamente, una filosofía de la tensión parte y fomenta a la vez el espíritu escéptico, y por ende, el espíritu crítico. Unamuno sostenía que “su religión” era buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, pero que eso se presentaba para él como imposible por la finitud de la vida y por la no vitalidad de la verdad.33 Sin embargo esto es compatible con una filosofía de la tensión, ya que buscando la verdad “en la vida” (durante la vida) –aunque sepamos que no es posible encontrarla o aunque creamos que no hay una verdadencontramos la vida, nuestra producción humana, nuestra vitalidad, el pensamiento (que es dinámico), en la búsqueda de la verdad. Unamuno, M.de, “Discípulos y maestros”, Op.cit., p.1 Ibid. 32 Dilthey, W., Op.cit., pp.35-6 33 Unamuno, M.de, Mi religión, Madrid, Ed.del Cardo, 2003, p.3 30 31 17 Modelos de explicación para las ciencias sociales y naturales (monismo), modelo de explicación para las ciencias naturales y modelo comprensivista para las sociales (dualismo), modelos explicativos-comprensivos (mixtos), y modelos que pretender disolver el problema, todos ellos surgen de la disputa, y dan cuenta que, como ya hemos dicho anteriormente, la cuestión aún no está zanjada, y la misma sigue en pie precisamente por ser un problema filosófico. Bibliografía Cerezo Galán, P., Las máscaras de lo trágico, Madrid, Trotta, 1996. Corominas, J. y Pascual, J.A., Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1980. Dilthey, W. F., Teoría de las concepciones del mundo, Barcelona, Altaya, 1997. Dos escritos sobre hermenéutica, Madrid, Istmo, 2000. Fromm, E., El arte de amar, Barcelona, Paidós, 2007. 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