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Development in Reverse Desarrollo a la inversa Développement, dans le mauvais sens Dani Rodrik Dani Rodrik Dani Rodrik http://www.project-syndicate.org/commentary/rodrik54/English http://www.project-syndicate.org/commentary/rodrik54/Spanish http://www.project-syndicate.org/commentary/rodrik54/French CAMBRIDGE – No hace falta pasar mucho tiempo en países en desarrollo para observar que sus economías son una mezcolanza, pues combinan lo productivo con lo improductivo, el primer mundo con el tercer mundo. En los sectores modernos y más productivos de su economía, la productividad (aun siendo habitualmente lenta) está más próxima a lo que observamos en los países avanzados. En realidad, ese “dualismo” es uno de los conceptos más antiguos y fundamentales del desarrollo económico, formulado por primera vez en el decenio de 1950 por el economista holandés J.H. Boeke, quien se inspiró en sus experiencias en Indonesia. Boeke consideraba que había una separación absoluta entre el estilo capitalista moderno de organización económica que predominaba en Occidente y el modo precapitalista y tradicional que predominaba en las entonces llamadas “zonas subdesarrolladas”. Aunque los procedimientos industriales modernos habían entrado en las sociedades subdesarrolladas, no le parecía probable que pudieran penetrar profundamente y transformar totalmente semejantes sociedades. Cuando los economistas contemporáneos piensan en el dualismo económico, recuerdan primordialmente al premio Nobel Sir W. Arthur Lewis, quien dio la vuelta a la idea de Boeke, al sostener que la migración laboral de la agricultura tradicional a las actividades industriales modernas es el motor del desarrollo económico. De hecho, para Lewis la coexistencia de lo tradicional junto a lo moderno es lo que hace posible el desarrollo. Por poner un ejemplo extremo, la productividad laboral en el sector minero de Malawi iguala a la de la economía de los Estados Unidos en conjunto. Si se pudiera emplear a todos los trabajadores de Malawi en la minería, ¡este país sería tan rico como los EE.UU.! Naturalmente, la minería no puede absorber a tantos trabajadores, por lo que el resto de su fuerza laboral debe buscar empleo en sectores mucho menos productivos de la economía. CAMBRIDGE – Il n’est pas besoin de passer beaucoup de temps dans les pays en voie de développement pour se rendre compte à quel point leur économie est un méli-mélo, combinant productivité et improductivité, Premier et Tiers Monde. Dans les parties modernes, plus productives, de l’économie, la productivité (bien que typiquement encore basse) est bien plus proche de celle des pays avancés. En fait, ce « dualisme » est un des plus vieux et des plus fondamentaux concepts en développement économique. Il fut clairement exposé pour la première fois dans les années 1950 par l’économiste hollandais J.H. Boeke, inspiré par ses expériences en Indonésie. Boeke croyait en une nette séparation entre le style d’organisation économique moderne, capitaliste, qui prévalait en Occident et le mode traditionnel, précapitaliste, qui prédominait dans les régions qui était alors appelées « sous-développées ». Bien que des pratiques industrielles modernes avaient pénétré dans certaines sociétés sous-développées, il estimait improbable qu’elles puissent véritablement percer et transformer ces sociétés de manière fondamentale. Lorsque les économistes contemporains pensent au dualisme économique, ils pensent d’abord et avant tout au lauréat du Prix Nobel Sir W. Arthur Lewis. Lewis renversa l’idée de Boeke, expliquant que la migration des travailleurs de l’agriculture traditionnelle vers les activités industrielles modernes représente le moteur du développement économique. Pour Lewis, c’est donc la coexistence des secteurs traditionnel et moderne qui permet le développement. Pour prendre un exemple extrême, la productivité du travail dans le secteur minier au Malawi est similaire à celle de l’économie américaine dans son ensemble. Si seulement tous les travailleurs du Malawi pouvaient être employés dans les mines, le Malawi serait aussi riche que les EtatsUnis ! Bien sûr, le secteur minier ne peut pas absorber autant CAMBRIDGE – One does not have to spend much time in developing countries to observe how their economies are a mish-mash, combining the productive with the unproductive, the First World with the Third. In the modern, more productive parts of the economy, productivity (while typically still low) is much closer to what we observe in the advanced countries. In fact, this “dualism” is one of the oldest and most fundamental concepts in economic development, first articulated in the 1950’s by the Dutch economist J.H. Boeke, who was inspired by his experiences in Indonesia. Boeke believed in a stark separation between the modern, capitalist style of economic organization that prevailed in the West and the precapitalist, traditional mode that predominated in what were then called “underdeveloped areas.” Although modern industrial practices had penetrated underdeveloped societies, he thought it unlikely that they could make substantial inroads and transform such societies wholesale. When contemporary economists think of economic dualism, they think first and foremost of the Nobel laureate Sir W. Arthur Lewis. Lewis turned Boeke’s idea on its head, arguing that labor migration from traditional agriculture to modern industrial activities is the engine of economic development. Indeed, for Lewis, the coexistence of the traditional alongside the modern is what makes development possible. To take an extreme example, labor productivity in Malawi’s mining sector matches that of the United States economy as a whole. If only all of Malawi’s workers could be employed in mining, Malawi would be as rich as the US! Of course, mining cannot absorb so many workers, so the rest of the Malawian labor force must seek jobs in considerably less productive parts of the economy. The dualistic nature of developing societies has become more accentuated as a result of globalization. Certain parts of their economies, such as export enclaves, high finance, and hyper-stores, have experienced substantial increases in productivity by linking up with global markets and accessing frontier technologies. Other sectors have not had similar opportunities, and the gaps between them and the “globalized” sectors have widened. These gaps are problematic, but, as Lewis emphasized, they also constitute a potential engine for economic growth. The trick is to ensure that the economy undergoes the right kind of structural change: a shift from the low-productivity to the highproductivity sectors. In successful economies, such as China and India, the movement of workers from traditional agriculture to manufacturing and modern services accounts for a substantial part of overall productivity growth, just as Lewis predicted. In many other parts of the world, however, we have observed a rather curious and unwelcome development in recent decades – structural change in the wrong direction. Modern, high-productivity industries have come to employ a smaller share of the economy’s labor force, while informal and other lowproductivity activities have expanded. For example, since around 1990, structural change in the typical Latin American and Sub-Saharan African country has undermined rather than boosted growth. By contrast, most Asian countries continue to behave in typical Lewisian fashion. This difference in patterns of structural change accounts for the bulk of the difference in recent growth rates between Latin America and Sub-Saharan Africa, on the one hand, and Asia, on the other. This conclusion might seem to fly in the face of the experience of countries like Argentina, Brazil, and El carácter dualista de las sociedades en desarrollo se ha acentuado más a consecuencia de la mundialización. Algunos sectores de sus economías, como los enclaves exportadores, las altas finanzas y las hipertiendas, han experimentado importantes aumentos de la productividad al vincularse con los mercados mundiales y tener acceso a las tecnologías de vanguardia. Otros sectores no han tenido oportunidades similares y la distancia que los separa de los sectores “mundializados” ha aumentado. Esos desfases son problemáticos, pero, como recalcó Lewis, también constituyen un posible motor del crecimiento económico. La clave consiste en velar por que la economía experimente el tipo idóneo de cambio estructural: un paso de los sectores de escasa productividad a los de gran productividad. En las economías logradas, como, por ejemplo, las de China y la India, el traslado de los trabajadores de la agricultura tradicional a la manufactura y los servicios modernos representa una parte substancial del aumento total de la productividad, como predijo Lewis. Sin embargo, en muchas otras partes del mundo hemos observado un desarrollo bastante curioso e inconveniente en los últimos decenios: un cambio estructural en una dirección improcedente. Las industrias modernas y con gran productividad han llegado a emplear un porcentaje menor de la fuerza laboral de la economía, mientras que las actividades del sector no estructurado y otras con escasa productividad han aumentado. Por ejemplo, desde 1990, aproximadamente, el cambio estructural en un país latinoamericano o subsahariano típico ha socavado el crecimiento en lugar de impulsarlo. En cambio, la mayoría de los países asiáticos siguen actuando al modo típico descrito por Lewis. Esa diferencia en las modalidades del cambio estructural explica gran parte de la diferencia entre las tasas recientes de crecimiento de América Latina y del África subsahariana, por un lado, y las de Asia, por otro. Podría parecer que esa conclusión no cuadra con la experiencia de países como la Argentina, el Brasil y Chile, donde muchas empresas de los sectores modernos de la economía (incluida la agricultura no tradicional) han experimentado un crecimiento innegable. Lo que no se ha entendido suficientemente es que de travailleurs, de sorte que le reste de la force de travail malawienne doit chercher de l’emploi dans des parties de l’économie considérablement moins productives. La nature dualiste des sociétés en développement s’est encore renforcée avec la globalisation. Certaines parties de leurs économies, comme les enclaves d’exportation, la haute finance ou les hypermarchés, ont connu des hausses importantes de productivité en accédant aux marchés mondiaux et à la technologie de pointe. D’autres secteurs n’ont pas bénéficié de telles opportunités, et l’écart entre ces derniers et les secteurs « globalisés » s’est accru. Ces écarts sont problématiques mais, comme l’a mis en évidence Lewis, ils constituent aussi un moteur potentiel pour la croissance économique. L’aspect crucial est que le changement structurel de l’économie se fasse dans le bon sens : des secteurs à faible productivité vers les secteurs à haute productivité. Dans les économies qui fonctionnent bien, telles que la Chine ou l’Inde, le mouvement des travailleurs de l’agriculture traditionnelle vers l’industrie et les services modernes représente une partie importante de la croissance de la productivité totale, tel que Lewis l’avait prédit. Pourtant, dans beaucoup d’autres régions du monde, il s’est produit un développement plutôt curieux et fâcheux au cours des dernières décennies – un changement structurel dans la mauvaise direction. La part des industries modernes dans l’emploi de la main d’ouvre de l’économie a commencé à diminuer, alors que les activités informelles ou d’autres activités à faible productivité ont gagné en importance. Par exemple, depuis environ 1990, le changement structurel qui s’est opéré dans les pays d’Amérique latine ou d’Afrique sub-saharienne a typiquement amoindrit plutôt qu’encouragé la croissance. Par contre, la plupart des pays asiatiques continuent de se comporter d’une manière Lewisienne typique. Cette différence de style de changement structurel explique la plus grosse partie de la différence entre les taux de croissance récents observés en Amérique latine ou en Afrique subsaharienne, et ceux observés en Asie. Chile, where many firms in the modern parts of the economy (including non-traditional agriculture) have experienced undeniable growth. What has not been sufficiently understood is that much of this growth has come through rationalization of operations and technological upgrading – and thus at the price of job creation. Overall productivity in the economy is not helped much when firms become more productive by shedding workers, who end up in informal activities characterized by substantially lower productivity. My research with Maggie McMillan of Tufts University and the International Food Policy Research Institute shows that countries with a strong comparative advantage in natural resources are particularly prone to fall into the trap of growthreducing structural change. For these countries, globalization is a mixed blessing. The naturalresource industries that globalization promotes have limited capacity to absorb employment out of traditional sectors. Globalization therefore entrenches dualism, rather than helping to overcome it. Appropriate policies can help. One lesson is to avoid premature collapse of import-competing industries that employ substantial numbers of people before sufficient employment opportunities have emerged in more productive industries. Asian countries, for instance, have typically liberalized at the margin (through export subsidies or special economic zones), spurring new export industries without pulling the rug from under the rest. Second, the exchange rate is vitally important. Competitive currencies promote and protect modern tradable industries that employ a substantial share of the labor force. We found in our research that countries with competitive currencies were much more likely to experience growth-enhancing structural change. Finally, flexible labor-market policies seem to be important, too. Legal requirements that significantly gran parte de dicho crecimiento se ha debido a operaciones de racionalización y mejora tecnológica y, por tanto, sin que haya ido acompañado de la creación de puestos de trabajo. La productividad total en la economía no se beneficia demasiado en los casos en que las empresas se vuelven más productivas despidiendo a trabajadores, que acaban dedicados a actividades de la economía no estructurada caracterizadas por una productividad muy inferior. Mi investigación, junto con Maggie McMillan de la Universidad Tufts y el Instituto Internacional de Investigaciones sobre Política Alimentaria, muestra que los países con una gran ventaja comparativa en materia de recursos naturales son particularmente propensos a caer en la trampa del cambio estructural que reduce el crecimiento. Para dichos países, la mundialización tiene un lado bueno y otro malo. Las industrias relacionadas con los recursos naturales que fomenta la mundialización tienen una capacidad limitada para absorber el empleo correspondiente a los sectores tradicionales. Así, pues, la mundialización consolida el dualismo, en lugar de contribuir a superarlo. Unas políticas apropiadas pueden contribuir a que se consiga. Una enseñanza es la de evitar el desplome prematuro de las industrias de importación y exportación que emplean a gran número de personas antes de que hayan surgido suficientes oportunidades de empleo en industrias más productivas. Los países asiáticos, por ejemplo, se han caracterizado por liberalizar en el margen (mediante subvenciones de las exportaciones o zonas económicas especiales), con lo que han espoleado las nuevas industrias exportadoras sin dejar a las demás en la estacada. En segundo lugar, el tipo de cambio reviste una importancia decisiva. Las divisas competitivas fomentan y protegen las industrias modernas de productos comercializables que emplean a un porcentaje importante de la fuerza laboral. En nuestra investigación descubrimos que los países con divisas competitivas tenían más probabilidades de experimentar un cambio estructural que aumentara el crecimiento. Por último, las políticas flexibles en materia de mercado laboral parecen ser importantes también. Los requisitos legales que Cette conclusion peut sembler battre en brèche l’expérience de pays tels que l’Argentine, le Brésil et le Chili, où de nombreuses entreprises dans les secteurs modernes de l’économie (y compris l’agriculture non traditionnelle) ont connu une croissance indéniable. Ce qui n’a pas été suffisamment compris est que la plupart de cette croissance est survenue via une rationalisation des opérations et une amélioration de la technologie – et donc au prix de la création d’emploi. La productivité totale de l’économie ne s’améliore pas beaucoup lorsque les entreprises deviennent plus productives en se séparant de travailleurs, qui finissent par rejoindre des activités informelles largement moins productives. Ma recherche avec Maggie McMillan de la Tufts University et l’International Food Policy Research Institute montre que les pays avec un avantage comparatif important dans les ressources naturelles sont particulièrement susceptibles de tomber dans le piège du changement structurel négatif pour la croissance. Dans ces pays, la globalisation représente un avantage mitigé. En effet, les entreprises actives dans les ressources naturelles, qui sont stimulées par la globalisation, ont une faible capacité à absorber la main d’ouvre issue des secteurs traditionnels. Dans ce cas, la globalisation encourage le dualisme plus qu’elle ne le solutionne. Des politiques appropriées peuvent aider. Une première leçon est d’éviter l’effondrement prématuré des entreprises substituant les importations, qui emploient un nombre important de travailleurs, avant que suffisamment d’opportunités d’emploi n’aient émergé dans les secteurs plus productifs. Les pays asiatiques, par exemple, ont typiquement libéralisé à la marge (à travers des subsides aux exportations ou des zones économiques spéciales), encourageant l’apparition de nouvelles entreprises d’exportation sans scier la branche sur laquelle de nombreux travailleurs étaient assis. Deuxièmement, le taux de change est d’une importante vitale. Une monnaie compétitive promeut et protège les entreprises commerciales modernes qui emploient une partie importante de la force de travail. Dans notre recherche, nous increase the costs of hiring and firing labor discourage employment creation in new industries. Structural change does not automatically accelerate economic development. It needs a nudge in the appropriate direction, especially when a country has a strong comparative advantage in natural resources. Globalization does not alter this underlying reality. But it does increase the costs of getting the policies wrong, just as it increases the benefits of getting them right. Dani Rodrik, Professor of International Political Economy at Harvard University, is the author of The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy. Copyright: Project Syndicate, 2011. www.project-syndicate.org For a podcast of this commentary in English, please use this link: http://media.blubrry.com/ps/media.libsyn.com/me dia/ps/rodrik54.mp3 aumentan en gran medida los costos de la contratación y del despido de trabajadores disuaden la creación de empleo en las nuevas industrias. El cambio estructural no acelera automáticamente el desarrollo económico. Necesita un impulso en la dirección adecuada, en particular cuando un país tiene una gran ventaja comparativa en materia de recursos naturales. La mundialización no modifica esa realidad subyacente, pero sí que aumenta los costos de la aplicación de políticas inadecuadas, como también los beneficios de la aplicación de las adecuadas. Dani Rodrik, profesor de Política Económica Internacional en la Universidad de Harvard, es autor de The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy (“La paradoja de la mundialización. La democracia y el futuro de la economía mundial”). Copyright: Project Syndicate, 2011. www.project-syndicate.org Traducido del inglés por Carlos Manzano. En este enlace puede encontrar un podcast de este artículo: http://media.blubrry.com/ps/media.libsyn.com/media/ps/rod rik54.mp3 avons observé que les pays avec une monnaie compétitive étaient beaucoup plus susceptibles de connaître un changement structurel positif pour la croissance. Enfin, des politiques du marché du travail flexibles semblent être également importantes. Des provisions légales qui augmentent fortement les coûts à l’emploi et au licenciement décourage la création d’emploi dans les nouvelles industries. Le changement structurel n’accélère pas automatiquement le développement économique. Il doit être encouragé dans la bonne direction, particulièrement quand le pays détient un avantage comparatif dans les ressources naturelles. La globalisation ne change rien à cette réalité profonde. Par contre, elle augmente le coût de mauvaises politiques, autant qu’elle augmente les bénéfices de bonnes politiques. Dani Rodrik, Professeur d’Economie Politique Internationale à Harvard University, est l’auteur de The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy (Le Paradoxe de la Globalisation : Démocratie et Futur de l’Economie Mondiale, ndlt). Copyright: Project Syndicate, 2011. www.project-syndicate.org Pour un podcast de ce commentaire en anglais, suivez le lient suivant: http://media.blubrry.com/ps/media.libsyn.com/media/ps/ rodrik54.mp3 Traduit de l’anglais par Timothée Demont