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Alimentación Complementaria: Un comentario del Comité de Nutrición de la ESPGHAN. Documento de Posición Alimentación Complementaria: Un comentario del Comité de Nutrición de la ESPGHAN. Comité de Nutrición de la ESPGHAN: Carlo Agostoni, Tamas Decsi, Mary Fewtrell, Olivier Goulet, Sanja Kolacek, Berthold Koletzko, Kim Fleischer Michaelsen, Luis Moreno, John Puntis, Jacques Rigo, Raanan Shamir, Hania Szajewska, Dominique Turck, y Johannes van Goudoever. RESUMEN Este documento de posición resume la evidencia relacionada con los efectos de la alimentación complementaria sobre la salud. Se enfoca en niños sanos. Después de revisar los conocimientos y las prácticas actuales, se han formulado las siguientes conclusiones: Los lactantes y niños pequeños que reciben una dieta vegetariana deben recibir una cantidad suficiente (∼ 500 ml) de leche materna o fórmula y productos lácteos. La lactancia materna exclusiva es una meta deseable durante los primeros seis meses de vida del lactante. Los lactantes y los niños pequeños no deben ser alimentados con una dieta estrictamente vegana. La alimentación complementaria (es decir, los alimentos sólidos y líquidos distintos a la leche materna o a las fórmulas para lactantes o de continuación) no debe ser introducida antes de las 17 semanas ni después de las 26 semanas. No existe evidencia científica convincente de que evitar o retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos, como el pescado y el huevo, reduce las alergias, tanto en bebés con un riesgo alto como en aquellos con un riesgo bajo. La introducción oportuna de alimentos complementarios durante la infancia es necesaria tanto por razones nutricionales como de desarrollo, y para permitir la transición de la alimentación con leche a la alimentación familiar. La capacidad de la leche materna para satisfacer los requerimientos de los macronutrientes y micronutrientes se vuelve limitada al aumentar la edad del lactante. Además, los bebés desarrollan gradualmente la capacidad de masticar, y empiezan a mostrar interés en otros alimentos diferentes a la leche. Durante la alimentación complementaria, más del 90% de los requerimientos de hierro de un lactante alimentado con leche materna los deben satisfacer los alimentos complementarios que deben proporcionar suficiente hierro biodisponible. La leche de vaca es una fuente pobre de hierro y no debe ser utilizada como bebida principal antes de los 12 meses, aunque se pueden añadir pequeños volúmenes a los alimentos complementarios. Es prudente evitar la introducción temprana (<4 meses) y tardía (≥7 meses) de gluten, e introducirlo gradualmente mientras el bebé está siendo alimentado con leche materna, ya que esto puede reducir el riesgo de 2 enfermedad celíaca, diabetes mellitus tipo 1, y de alergia al trigo. La alimentación complementaria se asocia con importantes cambios tanto en la ingesta de macronutrientes como de micronutrientes. Sin embargo, en contraste con la gran cantidad de literatura sobre la alimentación con leche materna y de fórmula, se ha prestado relativamente poca atención al período de la alimentación complementaria, período de cambios significativos en la dieta, así como su posterior influencia sobre la salud y el desarrollo. El objetivo de este documento de posición es revisar el conocimiento y las prácticas actuales, resumir la evidencia de los efectos a corto y largo plazo de la introducción y composición de la alimentación complementaria sobre la salud, proporcionar asesoramiento a los profesionales de la salud y los organismos de regulación e identificar áreas para la investigación a futuro. Este documento de posición se enfoca en los lactantes sanos nacidos a término que residen generalmente en poblaciones de clase alta, aunque reconoce que dentro de esta población hay grupos y familias con un mayor riesgo de infecciones y desnutrición. Se enfatizará sobre la alimentación complementaria durante el período que abarca hasta los 12 meses de edad. DEFINICIONES La definición de la lactancia materna exclusiva, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), implica que el lactante reciba solamente leche materna y ningún otro líquido o sólidos a excepción de gotas o jarabes compuestos de suplementos vitamínicos y minerales, o medicamentos. La lactancia materna completa incluye la lactancia materna en combinación con el suministro de agua o bebidas a base de agua, incluyendo las soluciones de rehidratación oral. En esta revisión se utiliza el término ‘’alimentación complementaria’’ para abarcar a todos los alimentos sólidos y líquidos diferentes a la leche materna o a la fórmula para lactantes y preparados de continuación. Otros términos comúnmente utilizados en este contexto son ‘’destete”, ‘’alimentos complementarios’’ y “Beikost”. La OMS ha descrito al período de alimentación complementaria como “el período durante el cual otros alimentos o líquidos se proporcionan junto con la leche materna” y afirma que “cualquier alimento o líquido que contiene nutrientes, diferente a la leche materna, y que se proporciona a los niños pequeños durante el período de la alimentación complementaria se define como alimento complementario’’ La decisión de la OMS de incluir a los sustitutos de la leche materna (SLM), a las fórmulas infantiles y de continuación como “alimento complementario” está destinada a destacar y fomentar la lactancia materna. Sin embargo, el Comité considera a los SLM como alimentos complementarios sin utilidad e incluso confusos porque los lactantes son alimentados frecuentemente con SLM incluso desde las primeras semanas de vida. RECOMENDACIONES ACTUALES Momento de la Introducción de los Alimentos Complementarios Las recomendaciones actuales de la OMS sobre la edad en la que los alimentos complementarios deberían introducirse se basan en la duración óptima de la lactancia materna exclusiva. Teniendo en cuenta que la fórmula infantil se define por la OMS como un alimento complementario, el tema de la edad óptima para la introducción de los alimentos complementarios en los lactantes alimentados a base de fórmula ha recibido poca atención. A principios de 2000, la OMS realizó una revisión sistemática sobre la duración óptima de la lactancia materna exclusiva(1) en la que se compararon los efectos de la lactancia materna exclusiva durante 6 ó 3-4 meses sobre la madre y el lactante. De los 20 estudios elegibles, sólo 2 fueron estudios aleatorizados de intervención sobre diferentes recomendaciones de lactancia materna exclusiva, ambos realizados en países en vías de desarrollo (Honduras). Todos los estudios en los países desarrollados fueron observacionales. La revisión concluyó que no existían diferencias entre el crecimiento de los lactantes amamantados exclusivamente durante 3 a 4 meses frente a los amamantados durante 6 meses. Un análisis de los datos observacionales de un estudio sobre la promoción de la lactancia materna en Bielorrusia encontró que durante el período comprendido entre los 3 a los 6 meses, los lactantes que fueron exclusivamente amamantados durante 6 meses experimentaron menos morbilidad por infección gastrointestinal que aquellos exclusivamente amamantados durante 3 meses seguidos por la lactancia materna parcial, a pesar de que no se encontraron 3 diferencias significativas en el riesgo de infección respiratoria o dermatitis atópica.(2) Sin embargo, el grado en que las condiciones y las prácticas en Bielorrusia puedan parecerse a las de los otros países europeos puede ser cuestionado. Una segunda revisión sistemática, realizada al final de la década de 1990 y publicada en 2001,(3) se enfocó específicamente en la edad óptima para la introducción de los alimentos sólidos, y se incluyeron estudios tanto en niños amamantados como en niños alimentados con fórmula. Los autores concluyeron que no había evidencia convincente para apoyar un cambio en la recomendación de 1994 del Departamento de Salud del Reino Unido o la recomendación (entonces vigente) de la OMS (ambas a los 4-6 meses). Después de la revisión sistemática de la OMS y del comité de expertos, en 2001 la Asamblea Mundial de la Salud revisó su recomendación sobre la lactancia materna exclusiva durante 6 meses y la lactancia materna parcial. En las recomendaciones del comité de expertos se estableció que la recomendación es para poblaciones y se reconoció que algunas madres no podrían u optarían por no seguir esta recomendación, y que estas madres también deben ser apoyadas para optimizar la nutrición de su bebé.(4) Muchos países han adoptado esta recomendación para la duración de la lactancia materna exclusiva, a veces con calificaciones, mientras que otros países siguen recomendando la introducción de la alimentación complementaria entre los 4 y 6 meses. Sin embargo, existe un desacuerdo entre los órganos de asesoramiento, incluso dentro de un mismo país, lo cual refleja la evidencia científica limitada de los países industrializados en la que se basó la recomendación de la OMS, así como el hecho de que la recomendación es muy alejada de las prácticas actuales de alimentación en muchos países. Teniendo en cuenta que la recomendación de la OMS no es directamente aplicable a los bebés alimentados con fórmula, algunos países han adoptado diferentes recomendaciones con 4 respecto a la introducción de los alimentos complementarios en estos niños. Sobre la base de los datos disponibles, el Comité considera que la lactancia materna exclusiva o la lactancia materna completa alrededor de los 6 meses es un objetivo deseable (Comité de Nutrición de la ESPGHAN, en preparación). En todos los recién nacidos, de acuerdo a sus necesidades nutricionales, capacidades de desarrollo, y la relación reportada entre el momento de la introducción de la alimentación complementaria y la salud posterior, lo cual se discutirá más adelante, la introducción de los alimentos complementarios no debe ser antes de las 17 semanas ni después de las 26 semanas. Otras Recomendaciones Sobre la Alimentación Complementaria El debate sobre la duración óptima de la lactancia materna exclusiva ha eclipsado en gran medida la consideración de los tipos óptimos de alimentos complementarios. La evidencia sobre el momento óptimo de la introducción individual de los alimentos complementarios es deficiente, y las recomendaciones varían ampliamente entre los países. Por ejemplo, la mayoría de los países recomiendan que la leche entera de vaca no sea introducida como una bebida antes de los 12 meses de edad, mientras que en Dinamarca, Suecia y Canadá declararon que la leche entera de vaca se puede introducir a partir de los 9 ó 10 meses de edad. La edad sugerida para la introducción del pescado o el huevo también difiere considerablemente, ya que varios países recomiendan que se pueden introducir a parir de los 4 a 6 meses, mientras que otros recomiendan esperar hasta los 9 ó 12 meses. PRÁCTICA ACTUAL Las cifras de los diferentes países europeos indican una amplia variación en la edad de introducción de los alimentos complementarios, mostrando marcadas diferencias en relación a la recomendación actual de la OMS sobre la introducción de la alimentación complementaria sólo a partir del séptimo mes. Por ejemplo, el 34% de las madres en Italia refirió la introducción de alimentos complementarios antes de los 4 meses;(5) en Alemania, el 16% lo había hecho a los 3 meses,(6) mientras que en la UK 2005 Infant Feeding Survey, se reportó que el 51% de los lactantes habían recibido alimentos complementarios antes de los 4 meses.(7) Las madres en algunos países podrían estar retrasando la introducción de la alimentación complementaria durante más tiempo. Un estudio mostró que alrededor del 20% de las madres alemanas pensaban que la lactancia materna exclusiva debería continuar durante más de 6 meses (E. Sievers, comunicación personal, 2007). Es probable que factores culturales y económicos y también aspectos maternos e infantiles sean responsables de las variaciones en la práctica entre y dentro de los países. Por ejemplo, la introducción temprana de alimentos complementarios en los bebés británicos se asoció con la alimentación a base de fórmula (en promedio 2 semanas antes que en los bebés alimentados con leche materna), edad materna menor y tabaquismo materno.(8) ASPECTOS BIOLÓGICOS Y DEL DESARROLLO DE LA ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA Maduración Fisiológica y Neurológica La maduración fisiológica renal y gastrointestinal que se requiere para que un bebé metabolice los alimentos diferentes a la leche, y los cambios necesarios del desarrollo neurológico para la progresión segura y efectiva hacia una dieta mixta, se han revisado en varios informes.(9-11) Los datos disponibles sugieren que tanto la función renal como la función gastrointestinal están lo suficientemente maduras como para metabolizar los nutrientes de los alimentos complementarios a la edad de 4 meses.(12) Con respecto a la función gastrointestinal, se sabe que la exposición a sólidos y la transición de un alto contenido de grasa a una dieta alta en carbohidratos se asocia con cambios hormonales (por ejemplo insulina, hormonas suprarrenales) que resultan en la adaptación de las funciones digestivas a la naturaleza de los alimentos ingeridos, mediante el aumento de la tasa de maduración de algunas funciones o actividades enzimáticas.(13,14) Por lo tanto, la maduración gastrointestinal es estimulada en gran medida por los alimentos ingeridos. Con respecto al desarrollo neurológico, es probable que, como con cualquier habilidad motora, se observe una gran variación entre las edades de los lactantes para la consecución de la mayoría de los objetivos. Por ejemplo, alrededor de los 6 meses, la mayoría de los bebés puede sentarse con apoyo y puede ‘’comer de una cuchara’’ con su labio superior, en lugar de limitarse a chupar comida semisólida de la cuchara. Alrededor de los 8 meses edad, los lactantes han desarrollado suficiente flexibilidad lingual como para poder masticar y comer alimentos sólidos más grumosos en porciones más grandes. A partir de los 9 a los 12 meses de edad, la mayoría de los bebés tiene habilidades manuales como para alimentarse con pocas adaptaciones, beber de una taza estándar usando las dos manos, y comer alimentos preparados para el resto de la familia (cortar porciones del tamaño de un bocado y comer con una cuchara o comer con los dedos). Una consideración importante es que puede haber una ventana crítica para introducir alimentos sólidos grumosos, y si éstos no se introdujeron alrededor de los 10 meses de edad, se puede aumentar el riesgo de que se presenten dificultades para la alimentación más adelante.(15) Por lo tanto, es importante, tanto por razones de desarrollo y nutricionales, ofrecer alimentos apropiados para la edad, de consistencia adecuada y por el método correcto. El Comité considera que las funciones gastrointestinales y renales están lo suficientemente maduras alrededor de los 4 meses de edad como para permitir a los lactantes a término procesar algunos alimentos complementarios, y que hay un rango de edades en el que los niños alcanzan las habilidades motoras necesarias como para comenzar con seguridad la alimentación complementaria. Aspectos Nutricionales Las recomendaciones nutricionales durante los primeros 6 meses se basan principalmente en la ingesta de nutrientes estimada para el lactante alimentado con leche materna, y en el supuesto de que el volumen de la leche materna ingerida por dicho grupo de lactantes se vuelve insuficiente alrededor de los 6 5 meses como para cumplir los requerimientos de energía, proteína, hierro, zinc, y algunas vitaminas liposolubles (A y D). Estas áreas han sido objeto de una revisión de la OMS a cargo de Butte et al.(16) y una reciente revisión sistemática realizada por Reilly et al.(17) Algunos aspectos específicos de la ingesta de macronutrientes y micronutrientes se discuten en las siguientes secciones, comprendiendo los efectos potenciales de la alimentación complementaria sobre diferentes resultados. Los lactantes europeos no deberían experimentar deficiencias de macronutrientes durante la alimentación complementaria. Al contrario, pueden estar en riesgo de ingestas excesivas, un asunto de gran preocupación, ocasionando un incremento en las tasas de obesidad infantil. Diferentes patrones de crecimiento se observan en lactantes alimentados con leche materna y con fórmula.(18) Así, a partir de los 3 meses aproximadamente, en la mayoría de las tablas de crecimiento actuales, los bebés amamantados suelen mostrar una desaceleración del crecimiento, en comparación con el aumento del crecimiento en niños alimentados con fórmula. La OMS publicó recientemente un nuevo estándar de crecimiento para los niños desde el nacimiento hasta la edad de 5 años(19,20) basado en el crecimiento de niños sanos amamantados. En relación con estos nuevos estándares de crecimiento de la OMS, la aparente desaceleración en los bebés alimentados con leche materna debe ser menos aparente, mientras que la aceleración del crecimiento observado en los bebés alimentados con fórmula puede ser más pronunciada. Sin embargo, estas diferencias tempranas de crecimiento significan que los niños amamantados y alimentados con fórmula son candidatos para iniciar el período de alimentación complementaria con diferencias antropométricas y diferencias potenciales en el desarrollo neurológico y la maduración renal y gastrointestinal. Las concentraciones de algunos nutrientes son generalmente más altas en la fórmula infantil en comparación con los valores medios de la leche materna (por ejemplo, para el hierro, zinc, proteínas). Además, los bebés alimentados 6 con fórmula tienden a ingerir mayores volúmenes de leche. Sobre una base teórica, puede parecer sensato ofrecer a lactantes alimentados con leche materna alimentos complementarios con alto contenido de micronutrientes, o introducir tempranamente la alimentación complementaria. Por ejemplo, Foote y Marriott(21) han sugerido que la carne debe ser introducida antes en los lactantes alimentados con leche materna que en los alimentados fórmula. Sin embargo, a pesar de estas consideraciones teóricas, el Comité considera que la elaboración y aplicación de recomendaciones separadas para la introducción de alimentos sólidos a los lactantes alimentados con leche materna y fórmula pueden presentar problemas prácticos y causar confusión entre los cuidadores. Otra cuestión que requiere de consideración e investigación es la posibilidad de que los lactantes europeos que consumen alimentos infantiles fortificados pueden consumir cantidades excesivas de micronutrientes, vitaminas u oligoelementos, como se informó recientemente para el zinc en niños de los Estados Unidos.(22) Los niños que recibieron una dieta vegetariana o macrobiótica, con nulo o limitado consumo de alimentos de origen animal, tienen un alto riesgo para el desarrollo de deficiencias nutricionales. Los problemas han sido descritos en detalle en los estudios de lactantes y niños alimentados con una dieta macrobiótica en los Países Bajos.(23) Estos niños desarrollaron deficiencias energéticas, de proteínas, vitamina B12, vitamina D, calcio, riboflavina, y los lactantes tenían retraso del crecimiento, pérdida de grasa y masa muscular y desarrollo psicomotor más lento. Si la madre seguía una dieta vegana mientras amamantaba y no tomaba suplementos nutricionales, entonces había un riesgo significativo de que el niño experimentara deterioro cognitivo grave, y el riesgo se incrementaría aún más si el niño continuaba con una dieta sin alimentos de origen animal. Por lo tanto, se han recomendado suplementos mínimos semanales con alimentos de origen animal tales como leche y pescado.(23) Alimentación con Leche Durante la Alimentación Complementaria La lactancia materna continuada se recomienda junto con la introducción de la alimentación complementaria. La fórmula infantil o la fórmula de continuación pueden complementar o sustituir a la leche materna. Existen diferencias entre los países industrializados en la edad recomendada para la introducción de leche de vaca. La mayoría de los países recomiendan esperar hasta los 12 meses de edad, pero de acuerdo con las recomendaciones de algunos países (por ejemplo Canadá, Suecia, Dinamarca), la leche de vaca puede ser introducida desde los 9 ó 10 meses de edad. La principal razón para retrasar su introducción es prevenir la deficiencia de hierro debido a que la leche de vaca es una fuente pobre de hierro. Un estudio demostró que una ingesta de leche superior a los 500 ml/día se asoció con deficiencia de hierro.(24,25) Algunos datos también han sugerido que la introducción temprana de la leche de vaca puede provocar sangrado intestinal microscópico, pero esto no se ha demostrado después de los 9 meses de edad. Existen grandes diferencias entre la composición de la leche de vaca y la de la leche materna y la de las fórmulas infantiles. La leche de vaca tiene un mayor contenido de proteínas, minerales y grasas saturadas, y una composición diferente de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (LCPUFA), con un bajo contenido de ácido linoléico, pero una menor proporción de ácido linoléico con respecto al ácido á-linolénico que contienen la mayoría de las fórmulas infantiles. Esto probablemente explique el hecho de que los niveles de ácido docosahexaenoico (DHA) parecen ser más favorables en los niños alimentados con leche de vaca, en comparación con los lactantes que beben fórmula infantil sin DHA como suplemento.(26) Se ha sugerido que la ingesta de leche de vaca puede afectar el crecimiento lineal y la presión arterial más adelante y el riesgo de obesidad, pero la evidencia no es convincente. También existen considerables diferencias entre las recomendaciones de los países sobre la edad en que la leche de vaca con ingesta reducida de grasa puede ser introducida. La consideración principal ha sido que la leche baja en grasa puede limitar el consumo de energía y por lo tanto el crecimiento. Sin embargo, con la epidemia actual de obesidad, que afecta tanto a los niños en edad preescolar como a los niños de mayor edad, los beneficios potenciales de la leche baja en grasa sobre la ingesta de energía y las preferencias a futuro también se deben tomar en cuenta. El Comité sugiere que las recomendaciones sobre la edad para la introducción de la leche de vaca deben tener en cuenta las tradiciones y los patrones de alimentación de la población, especialmente sobre la ingesta de alimentos complementarios ricos en hierro y el volumen de leche consumido. Es aceptable añadir pequeñas cantidades de leche de vaca a los alimentos complementarios, pero no debe utilizarse como la bebida principal antes los 12 meses de edad. EFECTOS DE LA ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA Crecimiento La mayoría de los estudios se han enfocado en el efecto del momento de la introducción de los alimentos complementarios sobre el crecimiento, en lugar de los efectos de los alimentos complementarios específicos. Existe poca evidencia de que la introducción de los alimentos complementarios entre los 4 y 6 meses influya sobre el crecimiento, al menos en el corto plazo.(1,2,4) La situación se complica por el hecho de que la alimentación infantil puede, por sí misma, ser influenciada por el crecimiento infantil, ya que se encontró que el peso infantil predice la edad de introducción de los alimentos complementarios mejor que el peso al nacer o el aumento de peso temprano, con introducción de alimentos sólidos a edades más tempranas en los lactantes con mayor peso que en los lactantes con menos peso.(27-29) Un bajo contenido de grasa en la alimentación complementaria típicamente resultará en una dieta con una baja densidad energética. Si la densidad energética de la dieta es demasiado 7 baja, entonces la cantidad total de comida necesaria para lograr los requerimientos de energía puede ser tan grande que el niño no puede comer lo suficiente, y la dieta se vuelve demasiado voluminosa.(30,31) En un análisis de ingesta de grasa y crecimiento realizado en 19 países de Centroamérica y Sudamérica, se concluyó que el pobre crecimiento fue observado sólo cuando el contenido de grasa de la dieta estaba por debajo del 22%.(32) Un comentario sobre la ingesta de grasas en la dieta del Comité de la ESPGHAN concluyó en 1994 que la ingesta de grasa no debe ser reducida de forma activa antes de los 3 años de edad, aunque no se sugirió un límite inferior del contenido de grasa.(33) El uso preferente de la leche de vaca con un contenido reducido de grasa (1.5%-2%) se recomienda a partir de los 2 a 3 años de vida.(33) Con la creciente incidencia de la obesidad infantil es pertinente considerar si la alimentación complementaria influye en el riesgo de sobrepeso y obesidad. En los estudios de cohortes antes citados, aunque los lactantes de mayor peso recibieron alimentación complementaria de forma más temprana, no conservaron el exceso de peso a la edad de 1 a 2 años. Sin embargo, en la cohorte de Escocia, se encontró que los lactantes que recibieron alimentos complementarios antes de las 12 semanas incrementaron el exceso de tejido adiposo a los 7 años de edad,(34) haciendo hincapié en el potencial de efectos tardíos sobre la composición corporal, como se informó anteriormente en babuinos.(35) Varios estudios de lactantes y niños en edad preescolar no han podido encontrar alguna relación entre la ingesta de grasa y el aumento de peso o del índice de masa corporal.(36-38) Ningún estudio, a nuestro entender, ha examinado esta cuestión durante el período de alimentación complementaria. 8 El consumo excesivo de alimentos complementarios altamente energéticos pueden inducir aumento de peso excesivo en la infancia, lo que se ha asociado con riesgo de 2 a 3 veces mayor de obesidad en la edad escolar y la infancia.(39-41) Recientemente se han comercializado alimentos complementarios semilíquidos con alta densidad energética para la alimentación mediante biberón. Puesto que la alimentación complementaria altamente energética con biberón, cerca de 1 kcal/ml, puede aumentar notablemente el riesgo de sobrealimentación, esta práctica debe ser desalentada. Varios estudios han examinado la relación entre la ingesta temprana de proteína y el riesgo de obesidad. Aunque no del todo consistente, algunos datos sugieren que la ingesta de 4 g de proteína por kilogramo por día (∼ 16% de la ingesta total de energía) o incluso mayor entre los 8 y 24 meses de edad, se asocian con sobrepeso más adelante, mientras que tales asociaciones no se observaron con la ingesta de proteínas dietéticas por debajo del 15% de energía.(42) Existen pocos datos sobre los efectos de los alimentos complementarios específicos sobre el crecimiento, aunque Morgan et al.(43) informaron de un estudio observacional en recién nacidos a término en el que el consumo de cantidades mayores de carne se asoció con un aumento de peso más rápido durante el primer año. Análisis posteriores sugirieron que esta observación puede estar mediada por la ingesta de proteínas en lugar del consumo energético. En resumen, el contenido de grasa de la dieta es un factor importante de la densidad energética, y el Comité recomienda que éste debe estar por encima, no por debajo, del 25% de la ingesta de energía. Un nivel más alto puede ser necesario si el apetito es pobre o si el niño tiene infecciones recurrentes. A pesar de las preocupaciones teóricas sobre los efectos potenciales de los diferentes aspectos de la alimentación complementaria sobre el riesgo de obesidad a futuro, la evidencia disponible no es convincente. Neurodesarrollo Se desconoce el período crítico durante el cual el aporte dietético de nutrientes específicos puede influir en la maduración de la función cortical. Aunque la alimentación con leche humana se ha asociado a menudo con un mejor efecto cognitivo tardío, pocos estudios han abordado los efectos de nutrientes específicos sobre el rendimiento cognitivo. Dos estudios han investigado el efecto de adicionar LCPUFA´S a los alimentos complementarios. Makrides et al (44) mostraron que los bebés alimentados con leche materna y que recibieron yemas de huevo enriquecidas con DHA 4 veces por semana durante 6 a 12 meses tenían niveles de DHA más altos en glóbulos rojos a los 12 meses que en quienes no recibieron o recibieron yemas de huevo estándar. Hoffman et al.(45) asignaron aleatoriamente a lactantes a un grupo de tratamiento para recibir 1 frasco al día de alimentos de destete que contenían yema de huevo enriquecida con DHA, o al grupo control de alimentos para niños, de entre 6 y 12 meses. A los 12 meses, aquellos que recibieron el alimento enriquecido mostraron un aumento de DHA en los glóbulos rojos, así como un mayor aumento en la resolución de la agudeza visual. Dos estudios adicionales investigaron el papel de la suplementación con LCPUFA´S de fórmulas infantiles durante la alimentación complementaria, con los niños asignados al azar a la fórmula enriquecida con LCPUFA cuando se les suspendió la lactancia a las 6 semanas(46) de edad o entre los 4 a 6 meses(47) de edad. Los que recibieron la fórmula enriquecida tenían significativamente mejor agudeza visual hasta el primer año de edad en comparación con aquellos que fueron destetados con fórmula no enriquecida. Estos estudios sugieren que la ingesta de DHA durante la alimentación complementaria puede influir a corto plazo sobre la función visual. Sin embargo, se requiere más investigación para establecer si estos efectos persisten y si existen efectos más amplios sobre la función cognitiva. Dos estudios recientes examinaron el impacto del consumo de carne sobre el aspecto neurocognitivo. En un estudio observacional prospectivo en el Reino Unido, Morgan et al.(43) registraron el consumo de carne roja y blanca usando diarios de consumo ponderado de alimentos para 7 días a los 4, 8, 12 y 16 meses, encontrando asociaciones positivas entre el consumo medio de carne entre los 4 a 12 meses y entre los 4 a 16 meses sobre el desarrollo psicomotor a los 22 meses. Se calculó que un aumento promedio en el consumo de carne de 2.3 g/día se asoció con un aumento de 1 punto en el Índice de Desarrollo Psicomotor de Bayley. En un estudio aleatorizado en el que se comparó el puré de carne frente al cereal fortificado con hierro como los primeros alimentos complementarios para lactantes alimentados con leche materna entre 5 y 7 meses, se observaron índices de comportamiento significativamente mayores a los 12 meses en el grupo de la carne.(48) La carne es una fuente rica de algunos micronutrientes (hierro y zinc) y ácido araquidónico (el principal LCPUFA de la serie n-6 , encontrado principalmente en el cerebro), y estos hallazgos son consistentes con un efecto beneficioso de algunos micronutrientes específicos de los alimentos sobre la función cognitiva. La deficiencia de hierro se sigue observando en las mujeres embarazadas y en los niños de Europa y los Estados Unidos, especialmente en los grupos socioeconómicos más bajos. El hierro contenido en la leche materna es bajo, y la lactancia materna prolongada se ha asociado con la anemia por deficiencia de hierro. Por ejemplo, en un estudio chileno, se presentó anemia (hemoglobina < 110 g/l) en el 27% de los lactantes de 9 meses de edad alimentados con leche materna y sólo en el 2.2% y 4.3%, respectivamente, de aquellos alimentados con 1 de 2 fórmulas fortificadas con hierro.(49) Los recién nacidos en Honduras que fueron exclusivamente amamantados hasta los 6 meses en lugar de hasta los 4 a 6 meses tuvieron significativamente niveles más bajos de hemoglobina (104 vs. 109 g/l en promedio) y de ferritina (48 vs. 67 mg/l en promedio).(50) Existen pocos datos disponibles sobre la relación entre ciertos alimentos y el estado del hierro. En un estudio aleatorizado, Engelmann et al.(51) investigaron el efecto de la ingesta de carne en los lactantes alimentados parcialmente con leche materna entre los 8 y 10 meses y encontraron que un aumento en el consumo de carne evitó una disminución de la hemoglobina en infancia tardía, aunque no tuvo efecto sobre las reservas de hierro o la deficiencia celular de hierro. Lind et al.(52) investigaron el efecto del destete con cereales de diferentes contenidos de 9 fitatos y encontraron poco efecto sobre los niveles de hierro o zinc. Davidsson et al.(53) informaron que la biodisponibilidad de hierro de los cereales infantiles fortificados con hierro se puede mejorar mediante el uso de un compuesto con alta biodisponibilidad relativa y con un contenido adecuado de ácido ascórbico. Una declaración previa de este Comité examinó los requerimientos de hierro durante la infancia temprana.(54) El Comité llegó a la conclusión de que no está claro si la deficiencia de hierro en ausencia de anemia tiene efectos adversos sobre la función neurológica, y que la literatura disponible no mostró una relación causal con la anemia ferropénica moderada. Hasta que nueva información esté disponible, se sugirió que se deben tomar medidas para evitar la deficiencia de hierro, por ejemplo, mediante la promoción de la lactancia materna exclusiva, utilizando fórmula fortificada con hierro cuando la fórmula sea necesaria, la introducción tardía de la leche de vaca como la bebida principal hasta el final del primer año de vida, y la promoción de alimentos complementarios ricos en hierro. Aunque la evidencia no es contundente sobre los efectos adversos de la deficiencia de hierro moderada y una baja ingesta de LCPUFA´S sobre el desarrollo neurológico, el Comité considera conveniente incluir buenas fuentes de hierro (por ejemplo, carne) y LCPUFA´S (por ejemplo pescado azul) en la alimentación complementaria. Alergias Los intentos por reducir el riesgo de alergia mediante modificación de la dieta se han centrado generalmente en la introducción tardía o la eliminación de los alimentos identificados como potencialmente más alergénicos, aunque existe un interés creciente sobre la prevención activa de atopia utilizando componentes específicos de la dieta. 10 Existe buena evidencia de que ciertos alimentos son más alergénicos que otros. Estos incluyen los huevos, el pescado, las nueces y los mariscos. También hay evidencia observacional de que la introducción temprana (<4 meses) de más de 4 alimentos se asocia con un mayor riesgo de dermatitis atópica, tanto a corto plazo y, más importante, a los 10 años de seguimiento.(55) Sin embargo, la evidencia de que evitar o retrasar la introducción de alimentos alergénicos impide o retrasa el desarrollo de alergia no es convincente y está limitada por el hecho de que los datos disponibles son casi exclusivamente a partir de estudios observacionales, en lactantes considerados con un mayor riesgo para el desarrollo de la alergia. Esto se refleja en el hecho de que muchos grupos de expertos y documentos de consenso han concluido que, mientras los alimentos complementarios (incluyendo a las fórmulas infantiles con proteínas de la leche entera de vaca) no deben ser introducidos antes de los 4 a 6 meses, no se pueden hacer recomendaciones con respecto a la introducción de alimentos complementarios en concreto debido a la limitación y las contrastantes conclusiones de los estudios disponibles.(56,57) De hecho, una revisión crítica de la evidencia existente concluyó que la medida dietética más eficaz para la prevención de enfermedades alérgicas, incluso en pacientes de alto riesgo, es la lactancia materna exclusiva durante 4 a 6 meses.(58) En claro contraste, un documento de consenso reciente de la American College of Allergy, Asthma and Immunology,(59) enfatizó la necesidad de directrices prácticas específicas para padres y profesionales de la salud, sugiriendo que, en los lactantes en riesgo, la introducción de los productos lácteos debe retrasarse hasta los 12 meses; el huevo hasta los 24 meses; y los cacahuetes, frutos secos, pescados y mariscos hasta los 3 años. Esta posición extrema fue inmediatamente cuestionada por otros especialistas.(60) Es importante considerar las posibles consecuencias nutricionales de retrasar o evitar algunos alimentos específicos. Aunque evitar ciertos alimentos, como los frutos secos y mariscos, es poco probable que causen daño, la reducción potencial en la ingesta de LCPUFA´S Omega 3 asociada con evitar el pescado podría potencialmente tener consecuencias para la función cognitiva o la inmunidad. La evidencia reciente sugiere un papel protector de los diferentes tipos de LCPUFA´S Omega 3 en la dieta, lo cual plantea interrogantes sobre el balance neto de los costos y los beneficios de evitar el pescado, la fuente natural más rica de LCPUFA´S Omega 3.(59-63) Una consideración adicional es que algunos estudios sugieren que la introducción tardía de ciertos alimentos no redujo el riesgo de sensibilización alérgica, y puede en realidad aumentarlo.(64-67) Un aumento del riesgo de alergia también se encontró en una de las pocas cohortes que incluyeron bebés sin antecedentes familiares de alergia, en quienes la exposición tardía a los granos del cereal después de los 6 meses de edad aumentó el riesgo de alergia al trigo.(68) Sobre la base de los datos disponibles, el Comité recomienda que los alimentos complementarios no deben introducirse antes de las 17 semanas y que los alimentos deben añadirse uno a la vez para permitir la detección de reacciones a los componentes individuales. Teniendo en cuenta los datos disponibles sobre el retraso o la eliminación de los alimentos específicos y también las posibles consecuencias nutricionales potenciales, no hay evidencia científica convincente de que eliminar o retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos, como el pescado y el huevo, reduce las alergias, ya sea en los bebés considerados en riesgo para el desarrollo de alergia o en aquellos que no son considerados de riesgo. Enfermedad Cardiovascular Aunque cada vez existe más evidencia de un efecto cardiovascular adverso a largo plazo del crecimiento rápido del lactante se sabe menos sobre el papel específico de la dieta como un mediador potencial de estos efectos y, en particular, si la dieta durante el período de alimentación complementaria puede afectar posteriormente la salud cardiovascular. La evidencia relacionada con la lactancia materna y el riesgo cardiovascular posterior rebasa el alcance de este artículo.(69,70) El papel de la ingesta de sal durante el período de alimentación complementaria no ha sido extensivamente explorado. Las investigaciones que demuestran que un exceso de sodio en la dieta puede aumentar la presión arterial en los recién nacidos y los niños pequeños, han sugerido que la lactancia puede ser un período de mayor sensibilidad a la sal que otras etapas posteriores de la vida,(71,72) como se ha demostrado experimentalmente en animales.(73) Zinner et al.(74) demostraron que los recién nacidos pueden distinguir entre las soluciones salinas diluidas y el agua, y que aquellos con una preferencia por los sabores salados tuvieron cifras de presión arterial más altas durante la primera semana y al mes de edad. En un estudio holandés que comenzó a principios de 1980, los niños fueron asignados al azar a un dieta baja o normal en sodio durante los primeros 6 meses de vida. En el seguimiento de 15 años, los lactantes del grupo control tuvieron significativamente una mayor presión arterial (3.6 mm Hg de sistólica y 2.2 mm Hg de diastólica) que los del grupo con una dieta baja en sodio.(75) Curiosamente, no hubo diferencia en la ingesta media de sodio entre los grupos durante el seguimiento, lo que sugiere que el efecto no estaba mediado por alteraciones en la preferencia de sal. La preferencia innata por el sabor salado probablemente sea reflejo de las necesidades alimentarias en un entorno pobre en sal. Esta preferencia llega a ser inadecuada en un ambiente con alta biodisponibilidad de sal, y la consiguiente habituación puede conducir a su vez a una progresiva ‘’adicción a la sal”.(76,77) El papel específico de la ingesta de LCPUFA´S durante la alimentación complementaria sobre la presión arterial se evaluó posteriormente en un estudio en el que los niños de 9 meses de edad fueron asignados al azar a un grupo con suplemento de aceite de pescado durante 3 meses o a otro grupo sin suplmento.(78) Aquellos que recibieron aceite de pescado tenían una presión arterial sistólica ligeramente menor (6 mm Hg), aunque concentraciones séricas significativamente mayores de lipoproteína de baja densidad y colesterol total. Forsyth et al.(79) también informaron que niños de 6 años de edad, asignados al azar a un grupo con fórmula infantil enriquecida con LCPUFA´S desde el nacimiento hasta los 4 meses de edad, tenían una presión sanguínea significativamente más baja (sistólica: 3 mm Hg, diastólica: 3.6 mm Hg) que los alimentados con fórmula no enriquecida. 11 La ingesta de proteínas también puede tener un efecto posterior en la presión arterial. En la cohorte del estudio de Barry Caerphilly Growth, los niños nacidos entre 1972-1974 y que no fueron amamantados recibieron diferentes fórmulas en polvo a base de leche entera de vaca, las cuales tenían un alto contenido de proteínas y sodio. Se observó una asociación positiva significativa entre la cantidad de leche de vaca entera administrada a los 3 meses de edad y la presión arterial sistólica durante la edad adulta.(80) Por el contrario, en un estudio realizado en niños de 2.5 años, la ingesta de proteína, medida como porcentaje energético, se asocio de forma negativa y significativa con la presión arterial sistólica y la presión arterial diastólica.(81) Sin embargo, como con muchas otras cuestiones en este campo, no se conoce la ‘’ventana crítica” para el efecto del consumo de proteínas sobre la presión arterial; en particular, no se sabe si la alimentación complementaria comprendida entre los 6 a los 18 meses es un tema relevante al respecto. Debido al nivel actual de la evidencia, el Comité considera que no es posible hacer recomendaciones específicas para la elección o composición de la alimentación complementaria de acuerdo a los efectos cardiovasculares. Sin embargo, como pauta general, no se debe añadir sal a los alimentos durante la infancia. Enfermedad Celíaca 12 El riesgo para el desarrollo de la enfermedad celíaca (EC) depende de factores genéticos, inmunológicos y ambientales. Estudios observacionales recientes sugieren que la introducción de pequeñas cantidades de gluten mientras el bebé sigue siendo alimentado con leche materna puede reducir el riesgo de EC. Un metaanálisis demostró que el riesgo de EC fue significativamente menor en los bebés que estaban siendo amamantados al momento de la introducción del gluten (odds ratio de 0.48, IC del 95%, 0.40-0.59) que en los bebés que no recibieron leche materna durante este período. Tanto la lactancia materna durante la introducción del gluten en la dieta, como el aumento en la duración de la lactancia materna, se asociaron con un menor riesgo para el desarrollo de EC. De acuerdo a los principales estudios, no está claro si la lactancia retrasa la aparición de los síntomas o proporciona una protección permanente contra la enfermedad.(82) Más recientemente, Norris et al.(83) reportaron que tanto la introducción temprana (≤ 3 meses) como la tardía (≤ 7 meses) de los cereales que contienen gluten se asoció con un mayor riesgo de EC. Este estudio se basa en una cohorte con riesgo para el desarrollo de EC o de diabetes mellitus tipo 1, basado en la tipificación de HLA, o en el antecedente familiar en primer grado de diabetes mellitus tipo 1. La experiencia en Suecia mostró un fuerte aumento de los casos de EC después de la recomendación de retrasar la introducción del gluten hasta después de los 6 meses,(84) con el subsecuente descenso al momento de reintroducirla (desde los 4 meses).(85) Ivarsson et al.(86) estudiaron la epidemiología de esta epidemia y encontraron que el riesgo para el desarrollo de EC se redujo en niños menores de 2 años si todavía estaban siendo amamantados al momento de introducir por primera vez el gluten en la dieta (OR: 0.59, IC 95%: 0.42-0.83). También se observó una disminución del riesgo para el desarrollo de EC cuando los niños continuaron siendo amamantados después de la introducción del gluten en la dieta (OR 0.36, 95% 0.26-0.51). El riesgo fue mayor cuando el gluten se introdujo en grandes cantidades, pero el papel de la edad de introducción no fue concluyente. Sobre la base de los datos actuales, el Comité considera prudente evitar tanto la introducción temprana (< 4 meses) como tardía (< 7 meses) del gluten, e introducir pequeñas cantidades de gluten de forma gradual mientras el bebé está siendo amamantado. Diabetes Mellitus Tipo 1 Estudios recientes parecen sugerir que la introducción de antígenos alimentarios (incluyendo el gluten) mientras los niños son todavía amamantados, incluso si el niño es menor de 6 meses, puede tener efectos protectores duraderos contra el desarrollo de EC y diabetes mellitus tipo 1, y que ésta puede ser más importante que el tiempo absoluto de exposición. Una introducción temprana del gluten (<3 meses) parece relacionarse con un mayor riesgo para el desarrollo de autoanticuerpos contra las células de los islotes en los bebés con riesgo de diabetes mellitus tipo 1;(87,88) un estudio también encontró un aumento del riesgo en los bebés que se expusieron primero al gluten a partir de los 7 meses.(88) Desarrollo del gusto y las preferencias alimentarias Se produce una gran cantidad de aprendizaje sobre la comida y la alimentación durante la transición de la dieta exclusivamente con leche a la dieta que se consume en la primera infancia. La exposición prenatal y postnatal temprana a un sabor aumenta el placer del niño a ese sabor en los alimentos sólidos durante el destete. Estas primeras experiencias de sabor pueden proporcionar las bases para las diferencias étnicas y culturales en la cocina.(89) Estudios de seguimiento longitudinal sugieren que las experiencias tempranas de sabor y las preferencias alimentarias durante la infancia pueden perdurar en la niñez y la adolescencia.(90) El aprendizaje temprano se ve limitado por predisposiciones genéticas en los niños, que incluyen preferencias innatas por los sabores dulces y salados y el rechazo a los sabores ácidos y amargos. Los niños también están predispuestos a preferir alimentos de alta energía, a rechazar nuevos alimentos, y para aprender las asociaciones entre los sabores de la comida y las consecuencias postprandiales de comer. Estas predisposiciones genéticas parecen haber evolucionado durante miles de años cuando los alimentos, especialmente aquellos ricos en calorías, eran relativamente escasos. La selección genética permitió a los humanos ser destetados por medio de alimentos seguros y ricos en energía, caracterizados por sabores agradables, y aumentar su supervivencia en un medio ambiente desfavorable.(91) Existe preocupación de que estas preferencias alimentarias podrían predisponer a los niños en crecimiento hacia el consumo temprano de dietas desequilibradas, por cuanto el entorno actual de los alimentos ha cambiado enormemente en los últimos años y ahora se caracteriza por la disponibilidad de alimentos baratos y ricos en energía con un alto contenido de azúcar, grasa y sal.(92,93) Sin embargo, las predisposiciones genéticas pueden ser modificadas por la experiencia, y en este contexto, los padres pueden desempeñar un papel particular e importante. Beauchamp y Moran(94) examinaron la preferencia por las bebidas endulzadas frente al agua en aproximadamente 200 bebés. Al nacer, todos los bebés prefirieron las bebidas dulces al agua, pero a los 6 meses de edad, la preferencia por agua endulzada estaba vinculada a la experiencia en la dieta de los bebés. Los niños que fueron rutinariamente alimentados con agua endulzada por sus madres (∼25%) mostraron una mayor preferencia por lo que no hicieron cuando eran más pequeños. Los padres pueden por lo tanto desempeñar un papel crítico en el desarrollo de las preferencias alimentarias. Se ha demostrado que obligar a un niño a comer un alimento en particular, disminuirá el gusto por la comida y que la restricción del acceso a determinados alimentos aumenta las preferencias en lugar de disminuirlas. Por el contrario, la exposición repetida a los alimentos que no le gustan inicialmente puede romper con la resistencia.(95) Por lo tanto, ofrecer los alimentos complementarios sin azúcares ni sal puede ser aconsejable no sólo para la salud a corto plazo, sino también para establecer el umbral del bebé para los sabores dulces y salados en los niveles inferiores, más adelante en la vida. Caries Dental El consumo de azúcar es el principal factor de riesgo de la dieta para la formación de caries dentales. La sacarosa es el azúcar más cariogénica, ya que puede formar glucanos que permiten la adhesión bacteriana a los dientes y limitan la difusión de ácido y amortiguadores en la placa.(96) La educación nutricional y el asesoramiento enfocado a reducir las caries en los niños están dirigidos a la enseñanza de los padres sobre la importancia de reducir la exposición elevada a los azúcares aparentes y ocultos.(97,98) Las recomendaciones incluyen, entre otras, evitar el consumo frecuente de 13 jugo u otras bebidas azucaradas contenidas en botellas o empaques especiales, desalentar el hábito de dar bebidas azucaradas a los niños antes de dormir, limitar los alimentos cariogénicos a la hora de comer, y establecer una buena higiene bucal.(99) Otros Mientras que los diferentes alimentos pueden contener esporas de Clostridium botulinum, el consumo de miel se ha asociado repetidamente con botulismo en el lactante. Por lo tanto, la miel no debe introducirse antes de los 12 meses de edad, a menos que las esporas resistentes al calor se hayan inactivado mediante condiciones de presión y temperatura elevadas, tal como se utiliza en la industria.(100) CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES 14 La investigación en nutrición infantil se ha enfocado históricamente en la prevención de la desnutrición y las situaciones de carencia. Con el aumento de la prosperidad económica, estas preocupaciones han disminuido. El énfasis se ha desplazado hacia el logro de una ingesta equilibrada de proteínas y calorías y la prevención del riesgo de enfermedad a largo plazo. La mayoría de las recomendaciones actuales sobre alimentación complementaria no se basa en evidencia científica. Los esquemas de alimentación para la introducción progresiva de sólidos durante el período de alimentación complementaria en la mayoría de los países se basa en factores culturales y en la disponibilidad de los alimentos. Se necesitan más datos para aclarar los efectos de alimentos o nutrientes específicos (particularmente micronutrientes) en el crecimiento, el desarrollo y el estado metabólico durante este período en el que el crecimiento y el desarrollo son rápidos. Sin embargo, existen algunos datos que sugieren que la composición de la dieta durante el período de alimentación complementaria, y el tipo de leche proporcionada, pueden tener efectos sobre la salud no sólo en el corto plazo, sino también en el mediano y largo plazo. • La lactancia materna exclusiva o total durante los primeros seis meses de vida es un objetivo deseable. La alimentación complementaria no se debe introducir en cualquier bebé antes de las 17 semanas de edad, y todos los niños deben iniciar la alimentación complementaria a las 26 semanas de edad. • El término ‘’alimentación complementaria” debería abarcar todos los alimentos sólidos y líquidos distintos de la leche materna o la fórmula infantil y de continuación. El Comité sugiere que la inclusión de SLM como alimentos complementarios es inútil e incluso confusa. • Aunque hay razones teóricas del por qué diferentes tipos de alimentos complementarios pueden tener beneficios particulares para niños amamantados o alimentados con fórmula, el Comité considera que los intentos de elaborar y aplicar recomendaciones separadas para lactancia materna y alimentación con fórmula pueden presentar considerables dificultades prácticas y son, por tanto, indeseables. •Evitar o retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos, como el pescado y el huevo, no ha demostrado convincentemente que reduzca las alergias, ya sea en lactantes considerados en riesgo para el desarrollo de alergias o en los que se consideran en riesgo bajo. •Durante el período de alimentación complementaria, más del 90% de las necesidades de hierro de un bebé alimentado con leche materna deben ser satisfechas por los alimentos complementarios. Estos deberían proporcionar suficiente hierro biodisponible. • La leche de vaca es una fuente pobre de hierro. No debería ser utilizada como bebida principal antes de los 12 meses, aunque pequeños volúmenes se pueden añadir a los alimentos complementarios. •Es prudente evitar la introducción temprana (<4 meses) y tardía (≥ 7 meses) de gluten, e introducirlo gradualmente mientras el bebé está siendo alimentado con leche materna, ya que esto puede reducir el riesgo de enfermedad celíaca, diabetes mellitus tipo 1, y de alergia al trigo. • Los lactantes y niños pequeños que reciben una dieta vegetariana deben recibir una cantidad suficiente (∼ 500 ml) de leche materna o fórmula y productos lácteos. Los lactantes y los niños pequeños no deben ser alimentados con una dieta vegana. JPGN 46: 99-110, 2008. 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